AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La luna no es albina.
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La luna no es albina.
Las cartas continuaban llegando una tras otra sin descanso. Sin nombre. Sin remitente. Sin ninguna señal con la que pudiera identificar a su dueño. Debía de ser su padre. Estaba segura…, al menos casi segura. ¿Quién más podría ser? Su madre había desaparecido en su tierna infancia, probablemente ni si quiera se acordara de ella…Y su padre… ¿Cuánto hacía desde su desaparición? ¿Cuatro? ¿Cinco meses? Todas aquellas preguntas la hostigaban cada mañana. La pintura o la caza, eran los únicos momentos en los que dejaba de pensar en todo aquel asunto. Confiaba en su padre, por ello se había quedado donde se encontraba. Pero si alcanzaban los seis meses y todavía no había regresado de aquella extraña caza de la que no había sido si quiera informada un poco, iría a buscarle, y descubriría quién demonios mandaba todas esas cartas.
Somnolienta se aseó y se encasquetó sus ropas de hombre, ocultando su voluptuosa melena e inocente rostro, bajo un sombrero estropeado. Tomó los óleos, y el lienzo en el que estaba pintando el puerto y se puso en marcha.
Llegada la noche, Helida ya estaba de vuelta en casa. Había avanzado con creces en su obra y mediante su persuasión y artes de seducción como muchacho, se las había apañado para que una joven enamoradiza la invitara a comer. No es como si no tuviera dinero para pagarse ella solita la comida, pero al parecer no se podía deshacer de viejas costumbres. Se preguntó que sucedería si alguna de aquellas muchachas a las que encandilaban vieran que bajo aquel sombrero se escondía otra mujer. Rió para sí. Sin duda aquello sería divertido.
Dejó el lienzo secándose y se deshizo de las ropas de hombre. Con un trapo húmedo, trató de sacarse los restos de oleo de las mejillas. Lo hacía a propósito, para ocultarse.
Su casa consistía en una mezcla de utensilios de pintor y un arsenal de armas disperso por todo el lugar. No le importaba puesto que nadie excepto ella y su padre había pisado jamás aquella casa, y continuaría siendo así.
Aquella noche iba a ser una de las pocas en las que no iba a cazar. A pesar de que amaba hacerlo tanto como el pintar, sabía que debía de darse tregua de vez en cuando o terminaría con el cuerpo echo papilla. Salió al exterior de la casa y se enterró en la hierba del suelo contemplando la luna bañar la noche de albino. Suspiró, tranquila, y permitió relajarse bajo la mirada de las estrellas, algo inusual en ella y que hacía pocas veces a lo largo de su vida.
Somnolienta se aseó y se encasquetó sus ropas de hombre, ocultando su voluptuosa melena e inocente rostro, bajo un sombrero estropeado. Tomó los óleos, y el lienzo en el que estaba pintando el puerto y se puso en marcha.
Llegada la noche, Helida ya estaba de vuelta en casa. Había avanzado con creces en su obra y mediante su persuasión y artes de seducción como muchacho, se las había apañado para que una joven enamoradiza la invitara a comer. No es como si no tuviera dinero para pagarse ella solita la comida, pero al parecer no se podía deshacer de viejas costumbres. Se preguntó que sucedería si alguna de aquellas muchachas a las que encandilaban vieran que bajo aquel sombrero se escondía otra mujer. Rió para sí. Sin duda aquello sería divertido.
Dejó el lienzo secándose y se deshizo de las ropas de hombre. Con un trapo húmedo, trató de sacarse los restos de oleo de las mejillas. Lo hacía a propósito, para ocultarse.
Su casa consistía en una mezcla de utensilios de pintor y un arsenal de armas disperso por todo el lugar. No le importaba puesto que nadie excepto ella y su padre había pisado jamás aquella casa, y continuaría siendo así.
Aquella noche iba a ser una de las pocas en las que no iba a cazar. A pesar de que amaba hacerlo tanto como el pintar, sabía que debía de darse tregua de vez en cuando o terminaría con el cuerpo echo papilla. Salió al exterior de la casa y se enterró en la hierba del suelo contemplando la luna bañar la noche de albino. Suspiró, tranquila, y permitió relajarse bajo la mirada de las estrellas, algo inusual en ella y que hacía pocas veces a lo largo de su vida.
Helida Darsian- Cazador Clase Media
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Re: La luna no es albina.
El olor a mugre que desprendía el carruaje no pasaba desapercibido para las fosas nasales del joven Lobineau. No había perdido las costumbres del buen aseo y de mantener la cabeza bien alta. Altanero y con una elegancia al andar que llamaba la atención a los que no conocían su condición social. Se bajó del transporte dándole las monedas al cochero y se encaminó a la calle a donde estaban dirigidas todas aquellas cartas de su padre.
Las afueras de la ciudad, un sitio raro para vivir cuando se estaba recibiendo una pensión tan voluminosa como su herencia. Solo de pensar que la persona a la que iba dirigido el dinero lo desperdiciara, conseguía que le hirviera la sangre.
Llevaba unos ropajes elegantes en los que destacaba el negro por encima de todo, aquel traje era lo único que conservaba de su antigua vida. Aquello y el exceso de confianza que lo caracterizaba.
Su mirada recorría la calle con frialdad, confirmando así que la mirada es el reflejo del alma. Un alma atormentada que no tardó mucho en saciar su ansiedad encendiendo un cigarrillo. Caminó con disimulo hasta el número de casa correcto. Se paró frente a la valla, un hogar humilde que desprendía de todo menos elegancia. Así le sería más fácil acabar con la persona que se estaba haciendo con lo que le pertenecía a él por derecho.
El olor a sangre no tardó en hacerse presente, había alguien en casa. Por suerte no atacaría impulsivamente pues había saciado su sed con un vagabundo hacía apenas unas horas.
Sacó el reloj de mano del bolsillo de su chaqueta comprobando si era una hora correcta para irrumpir en la casa, pero no hizo falta pensar mucho en la estrategia pues escuchó el chirrido de la puerta abriéndose. Una joven de pelo castaño y rasgos finos salió del interior tumbándose sobre el césped. Cubierta por un manto de estrellas que realzaban su figura, yacía sobre aquel colchón natural.
La mirada de Gerard se volvió menos fría que de costumbre durante unos segundos, pues rápidamente recordó porque estaba allí. Cambió su expresión por una más confusa y se encaminó a ella lentamente.
- Disculpe, ¿le importaría decirme a cuantos kilometros estoy del centro?
Se desenvolvía con soltura en el arte del engaño, parecía convincente, incluso se movía nervioso como si realmente se estuviera creyendo su propia mentira. Solo necesitaba que ella bajara la guardia y apartarla de la vista de otros para interrogarla.
- Creo que estoy un poco perdido...
Usar sus poderes no le serviría de nada, necesitaba un poco más de práctica para no parecer un puto salido sangrando por la nariz cada vez que los usaba con una mujer.
Las afueras de la ciudad, un sitio raro para vivir cuando se estaba recibiendo una pensión tan voluminosa como su herencia. Solo de pensar que la persona a la que iba dirigido el dinero lo desperdiciara, conseguía que le hirviera la sangre.
Llevaba unos ropajes elegantes en los que destacaba el negro por encima de todo, aquel traje era lo único que conservaba de su antigua vida. Aquello y el exceso de confianza que lo caracterizaba.
Su mirada recorría la calle con frialdad, confirmando así que la mirada es el reflejo del alma. Un alma atormentada que no tardó mucho en saciar su ansiedad encendiendo un cigarrillo. Caminó con disimulo hasta el número de casa correcto. Se paró frente a la valla, un hogar humilde que desprendía de todo menos elegancia. Así le sería más fácil acabar con la persona que se estaba haciendo con lo que le pertenecía a él por derecho.
El olor a sangre no tardó en hacerse presente, había alguien en casa. Por suerte no atacaría impulsivamente pues había saciado su sed con un vagabundo hacía apenas unas horas.
Sacó el reloj de mano del bolsillo de su chaqueta comprobando si era una hora correcta para irrumpir en la casa, pero no hizo falta pensar mucho en la estrategia pues escuchó el chirrido de la puerta abriéndose. Una joven de pelo castaño y rasgos finos salió del interior tumbándose sobre el césped. Cubierta por un manto de estrellas que realzaban su figura, yacía sobre aquel colchón natural.
La mirada de Gerard se volvió menos fría que de costumbre durante unos segundos, pues rápidamente recordó porque estaba allí. Cambió su expresión por una más confusa y se encaminó a ella lentamente.
- Disculpe, ¿le importaría decirme a cuantos kilometros estoy del centro?
Se desenvolvía con soltura en el arte del engaño, parecía convincente, incluso se movía nervioso como si realmente se estuviera creyendo su propia mentira. Solo necesitaba que ella bajara la guardia y apartarla de la vista de otros para interrogarla.
- Creo que estoy un poco perdido...
Usar sus poderes no le serviría de nada, necesitaba un poco más de práctica para no parecer un puto salido sangrando por la nariz cada vez que los usaba con una mujer.
Gerard Lobineau- Vampiro Clase Media
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Re: La luna no es albina.
Se imaginó que las estrellas eran lágrimas, lágrimas de Dios estáticas y perdidas en el espacio, invitadas por la decadencia de aquel mundo. De una forma u otra, el dolor podía ser adictivo, bien lo sabía ella. Una vida normal había quedado fuera de su alcance en el momento en que su madre la dejó a merced de su padre.
Escuchó el susurro de la hierba moverse de manera inquieta, el suave chasquido de una rama, y luego la voz, profunda y nerviosa. Los músculos de la muchacha se pusieron en movimiento antes que su cabeza. En una abrir y cerrar de ojos estaba en pie, contemplando al extraño, tensa y a la defensiva. Pero se relajó casi al instante. El rostro del desconocido era una máscara macabra y atractiva, su parte artística quiso raptarle y pintarle en todas sus expresiones. Aquello le ocurría en ciertas ocasiones, con rostros particulares.
Posó las manos sobre la cadera y le dedicó una mirada divertida. El muchacho en verdad parecía un manojo de nervios.
- A decir verdad, estáis bastante lejos marinero... Tenéis que seguir el camino del bosque, cruzar el lago y el cementerio y luego internaros en...-se detuvo y suspiró molesta - Olvidadlo, os acompañaré.
Se arrepintió nada más decirlo, pero dejar a un muchacho desorientado cruzar las zonas más peligrosas de París en mitad de la noche le daría un gran cargo de conciencia sabiendo que ocultaba la ausencia del sol. Chascó la lengua molesta.
-¿Adónde demonios queréis ir?-preguntó con frialdad.
Escuchó el susurro de la hierba moverse de manera inquieta, el suave chasquido de una rama, y luego la voz, profunda y nerviosa. Los músculos de la muchacha se pusieron en movimiento antes que su cabeza. En una abrir y cerrar de ojos estaba en pie, contemplando al extraño, tensa y a la defensiva. Pero se relajó casi al instante. El rostro del desconocido era una máscara macabra y atractiva, su parte artística quiso raptarle y pintarle en todas sus expresiones. Aquello le ocurría en ciertas ocasiones, con rostros particulares.
Posó las manos sobre la cadera y le dedicó una mirada divertida. El muchacho en verdad parecía un manojo de nervios.
- A decir verdad, estáis bastante lejos marinero... Tenéis que seguir el camino del bosque, cruzar el lago y el cementerio y luego internaros en...-se detuvo y suspiró molesta - Olvidadlo, os acompañaré.
Se arrepintió nada más decirlo, pero dejar a un muchacho desorientado cruzar las zonas más peligrosas de París en mitad de la noche le daría un gran cargo de conciencia sabiendo que ocultaba la ausencia del sol. Chascó la lengua molesta.
-¿Adónde demonios queréis ir?-preguntó con frialdad.
Helida Darsian- Cazador Clase Media
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Re: La luna no es albina.
Los movimientos de la chica fueron más rápidos de lo esperado, resultaron hipnotizantes hasta para un vampiro. Gerard siguió siendo el reflejo del nerviosismo, moviendo los ojos desde las zonas más oscuras de la noche hasta el rostro de la chica.
Aquel lenguaje, aquella forma de llamarle marinero. Pequeños detalles que le hacían creer que se había confundido al mirar la dirección de las cartas. Demasiado ágil y fiera, casi como un tigre al que acababa de despertar de su letargo.
Se encogió de hombros bajando la mirada, pues claro que sabía lo lejos que quedaba el centro de aquel lugar, lo había comprobado al gastar parte de su beneficio semanal en el carruaje. Saludó amablemente inclinándose levemente como un perfecto caballero, y es que en verdad siempre le habían inculcado aquellos modales.
- No es mi intención molestarla, pero de verdad se lo agradecería
El tono de amabilidad de la joven se tornó apático, como si el susurro del viento le hubiera advertido de que las apariencias engañaban, y que aquel que parecía un hombre inofensivo era más que eso. Un inmortal, un caballero eterno, un demonio de la noche...
- Necesito llegar al centro, al Musée du Louvre
Su tono también se tornó menos amable, y con su mirada trataba de acallar las dudas que habían surgido momentáneamente en el subconsciente de la joven.
Aquel lenguaje, aquella forma de llamarle marinero. Pequeños detalles que le hacían creer que se había confundido al mirar la dirección de las cartas. Demasiado ágil y fiera, casi como un tigre al que acababa de despertar de su letargo.
Se encogió de hombros bajando la mirada, pues claro que sabía lo lejos que quedaba el centro de aquel lugar, lo había comprobado al gastar parte de su beneficio semanal en el carruaje. Saludó amablemente inclinándose levemente como un perfecto caballero, y es que en verdad siempre le habían inculcado aquellos modales.
- No es mi intención molestarla, pero de verdad se lo agradecería
El tono de amabilidad de la joven se tornó apático, como si el susurro del viento le hubiera advertido de que las apariencias engañaban, y que aquel que parecía un hombre inofensivo era más que eso. Un inmortal, un caballero eterno, un demonio de la noche...
- Necesito llegar al centro, al Musée du Louvre
Su tono también se tornó menos amable, y con su mirada trataba de acallar las dudas que habían surgido momentáneamente en el subconsciente de la joven.
Gerard Lobineau- Vampiro Clase Media
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Re: La luna no es albina.
Contempló como se inclinaba, todo un caballero. Helida torció una sonrisa en su tierno rostro.
-No queréis molestarme...bla, bla, bla...Sí de acuerdo. Esperad ahí un momento.
Ante la indicación la muchacha se ausentó unos segundos en la casa. Guardó una fina estaca lijada y suave entre sus pechos hasta que quedó oculta. No era uno de los mejores escondites, pero aquellos vestidos tan molestos no le daban para más. Prefería su ropa de cazadora, sin embargo era demasiado inusual y probablemente su nuevo amigo comenzaría a hacer preguntas. Salió de nuevo al exterior con uno de los sobres anónimos entre las manos, dicho sobre estaba ya medio vacío. Extrajo el dinero restante y lo guardó en su monedero.
Alzó el rostro hacia su compañero con una sonrisa casual en él. Sus ojos acuosos chispearon con curiosidad. Nadie antes había alcanzado aquella zona, estaba muy alejada y era un lugar bastante inusual en el que perderse. Debías de ser más que torpe y aquel joven no parecía serlo. Se tragó sus dudas parcialmente, pero se mantuvo atenta. La desconfianza era parte de ella.
-Seguidme-le ordenó pasando frente a él. Sus pasos seguros pero impropios de una dama, tropezaba con el bajo del vestido de vez en cuando y gruñía cada vez que lo hacía-No recuerdo vuestro nombre ¿Me lo habéis dicho? Mi nombre es Noraida-mintió.
Echó un vistazo al muchacho mientras caminaba cuesta abajo, alejándose de la casa.
-No queréis molestarme...bla, bla, bla...Sí de acuerdo. Esperad ahí un momento.
Ante la indicación la muchacha se ausentó unos segundos en la casa. Guardó una fina estaca lijada y suave entre sus pechos hasta que quedó oculta. No era uno de los mejores escondites, pero aquellos vestidos tan molestos no le daban para más. Prefería su ropa de cazadora, sin embargo era demasiado inusual y probablemente su nuevo amigo comenzaría a hacer preguntas. Salió de nuevo al exterior con uno de los sobres anónimos entre las manos, dicho sobre estaba ya medio vacío. Extrajo el dinero restante y lo guardó en su monedero.
Alzó el rostro hacia su compañero con una sonrisa casual en él. Sus ojos acuosos chispearon con curiosidad. Nadie antes había alcanzado aquella zona, estaba muy alejada y era un lugar bastante inusual en el que perderse. Debías de ser más que torpe y aquel joven no parecía serlo. Se tragó sus dudas parcialmente, pero se mantuvo atenta. La desconfianza era parte de ella.
-Seguidme-le ordenó pasando frente a él. Sus pasos seguros pero impropios de una dama, tropezaba con el bajo del vestido de vez en cuando y gruñía cada vez que lo hacía-No recuerdo vuestro nombre ¿Me lo habéis dicho? Mi nombre es Noraida-mintió.
Echó un vistazo al muchacho mientras caminaba cuesta abajo, alejándose de la casa.
Helida Darsian- Cazador Clase Media
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Re: La luna no es albina.
Aguardó en el exterior con cierto fastidio en la mirada, algo le decía que las cosas no estaban yendo tan bien como había creído en un principio. La chica parecía desconfiar de él... ¿pero quién no lo haría de un extraño?
Cuando la vio salir de nuevo analizó su cuerpo en busca de algún cambio, pero no percibió nada. Con lo fácil que sería someterla a su voluntad con la "Persuasión". Que aquel maldito don hacía mella en su seguridad. No era capaz de usarlo sin tener un descanso justo después. Sus ojos captaron al fin algo interesante, una nueva pista. La carta que sostenía la joven entre sus manos era exactamente igual a la que él había interceptado. Una sonrisa camuflada con un carraspeo salió de lo más profundo de su ser. Había olido el suave aroma de los billetes. Tenía que ser ella, ella era la que estaba agenciandose su herencia.
La sonrisa de la chica lo relajó sacándolo de su propia euforia. Se giró con perseverancia dejándose guiar por ella y descubriendo poco a poco más detalles sobre la mujer.
- No os lo había dicho
La forma de caminar de Noraida le sorprendió, ¿quién demonios era y porqué su padre malgastaba el dinero con una plebeya? Aquellos tropiezos eran impropios de una dama, la hacían parecer más natural que las mujeres que frecuentaban los restaurantes del centro. Aquellas mujeres que parecían maniquíes.
- Gerard
No había necesidad de mentir, había muchos Gerard en Francia. Además, su mente podía traicionarlo en cualquier otro momento, puede que aquella noche se hubiera tomado más copas de las que debía.
- Noraida es un nombre... poco usual
La siguió de cerca captando su olor para poder rastrearlo siempre que quisiera, un olor agradable que se inyectaba en sus fosas nasales despertando algo extraño en su interior.
Cuando la vio salir de nuevo analizó su cuerpo en busca de algún cambio, pero no percibió nada. Con lo fácil que sería someterla a su voluntad con la "Persuasión". Que aquel maldito don hacía mella en su seguridad. No era capaz de usarlo sin tener un descanso justo después. Sus ojos captaron al fin algo interesante, una nueva pista. La carta que sostenía la joven entre sus manos era exactamente igual a la que él había interceptado. Una sonrisa camuflada con un carraspeo salió de lo más profundo de su ser. Había olido el suave aroma de los billetes. Tenía que ser ella, ella era la que estaba agenciandose su herencia.
La sonrisa de la chica lo relajó sacándolo de su propia euforia. Se giró con perseverancia dejándose guiar por ella y descubriendo poco a poco más detalles sobre la mujer.
- No os lo había dicho
La forma de caminar de Noraida le sorprendió, ¿quién demonios era y porqué su padre malgastaba el dinero con una plebeya? Aquellos tropiezos eran impropios de una dama, la hacían parecer más natural que las mujeres que frecuentaban los restaurantes del centro. Aquellas mujeres que parecían maniquíes.
- Gerard
No había necesidad de mentir, había muchos Gerard en Francia. Además, su mente podía traicionarlo en cualquier otro momento, puede que aquella noche se hubiera tomado más copas de las que debía.
- Noraida es un nombre... poco usual
La siguió de cerca captando su olor para poder rastrearlo siempre que quisiera, un olor agradable que se inyectaba en sus fosas nasales despertando algo extraño en su interior.
Gerard Lobineau- Vampiro Clase Media
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Re: La luna no es albina.
Sus ojos claros siguieron los movimientos del muchacho cuando carraspeó. Continuó caminando, pero se aseguró de mantener el paso a la misma altura de él, no quería (no debía) darle la espalda.
-Encantada, Gerard...-su nombre sonó equívoco en sus labios-Estoy de acuerdo, mi...madre...Mi madre era...es una mujer muy creativa.
Y a pesar de encontrarse en mitad de una mentira, el rostro de Helida se relajó, mostrando la dulzura que su madre le había enseñado. Aquella mujer había sido la única persona que una vez le mostró el significado de la familia, el cariño...y aun así, la había abandonado con su padre.
Regresó a la realidad al tropezar con el bajo del vestido. Su familia, era lo único que podía despistarla de aquella forma.
Con disimulo, dejó caer la mirada sobre Gerard. Su presencia la abrumaba de un modo extraño, sin embargo, la sospecha continuaba donde la había dejado y la tensión había regresado a su cuerpo. Si el joven hubiese sido un vampiro en busca de algo que comer, probablemente ya la habría atacado. Sin embargo no podía descartar la opción.
Esperó el momento exacto, con los ojos fijos en el suelo, y cuando tuvo la oportunidad, tropezó con sutileza y se dejó caer sobre el suelo, permitiendo que una rama que sobresalía del camino, rasgara la palma de su mano izquierda. La sangre brotó sinuosa, y se suicidó en gotas contra las piedras.
Helida alzó el rostro, componiendo una expresión vulnerable. No pasó por alto ni un solo detalle de la reacción del muchacho.
-Ah...que tonta...Soy un poco torpe, tendréis que disculparme ¿Me ayudáis a levantarme?
Alzó la mano herida pidiendo apoyo, en una trampa mortal.
Se sentía como si acabara de destapar la caja de Pandora, y no podía gustarle más.
Sus músculos y todo su cuerpo chillaba a gritos por algo de acción. La madera de la estaca tenía un tacto más áspero entre sus pechos, incluso podía sentir el latido de su corazón contra la misma. Si el muchacho era un vampiro y caía en la trampa, probablemente sería novato. Si por el contrario no caía; o bien era un humano normal y corriente; o un vampiro antiguo y fuera de su alcance. En el caso de ser la segunda opción; estaba jodida.
-Encantada, Gerard...-su nombre sonó equívoco en sus labios-Estoy de acuerdo, mi...madre...Mi madre era...es una mujer muy creativa.
Y a pesar de encontrarse en mitad de una mentira, el rostro de Helida se relajó, mostrando la dulzura que su madre le había enseñado. Aquella mujer había sido la única persona que una vez le mostró el significado de la familia, el cariño...y aun así, la había abandonado con su padre.
Regresó a la realidad al tropezar con el bajo del vestido. Su familia, era lo único que podía despistarla de aquella forma.
Con disimulo, dejó caer la mirada sobre Gerard. Su presencia la abrumaba de un modo extraño, sin embargo, la sospecha continuaba donde la había dejado y la tensión había regresado a su cuerpo. Si el joven hubiese sido un vampiro en busca de algo que comer, probablemente ya la habría atacado. Sin embargo no podía descartar la opción.
Esperó el momento exacto, con los ojos fijos en el suelo, y cuando tuvo la oportunidad, tropezó con sutileza y se dejó caer sobre el suelo, permitiendo que una rama que sobresalía del camino, rasgara la palma de su mano izquierda. La sangre brotó sinuosa, y se suicidó en gotas contra las piedras.
Helida alzó el rostro, componiendo una expresión vulnerable. No pasó por alto ni un solo detalle de la reacción del muchacho.
-Ah...que tonta...Soy un poco torpe, tendréis que disculparme ¿Me ayudáis a levantarme?
Alzó la mano herida pidiendo apoyo, en una trampa mortal.
Se sentía como si acabara de destapar la caja de Pandora, y no podía gustarle más.
Sus músculos y todo su cuerpo chillaba a gritos por algo de acción. La madera de la estaca tenía un tacto más áspero entre sus pechos, incluso podía sentir el latido de su corazón contra la misma. Si el muchacho era un vampiro y caía en la trampa, probablemente sería novato. Si por el contrario no caía; o bien era un humano normal y corriente; o un vampiro antiguo y fuera de su alcance. En el caso de ser la segunda opción; estaba jodida.
Helida Darsian- Cazador Clase Media
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Re: La luna no es albina.
Todo iba viento en popa para Gerard, cada vez se alejaban más de la civilización. No sabía muy bien lo que hacer, matarla sería un error, después de todo era su única vía de escape para adquirir algo de dinero. Sin embargo robar era de ratas, nunca se había visto en la necesidad de hacerlo y era consciente de lo difícil que le resultaría hacerlo.
Sentía la tensión en el ambiente, notaba como ella no le daba la espalda en ningún momento y mantenía la concentración salvo en los momentos de tropiezo con los bajos del vestido. La chica de nombre extraño volvió a tropezar pero esta vez calló al suelo rasgándose la palma izquierda. Gerard sintió aquel placer que lo inundaba cada vez que el olor a sangre alcanzaba sus fosas nasales. Su boca comenzó a segregar ponzoña mientras la mantenía cerrada. No se podía creer su mala suerte, tenía que controlarse o cambiar de estrategia rápidamente para no ser detectado.
Tras observar con detenimiento la mano que ella le había ofrecido para levantarse, dirigió la mano hacia la manga de su propia camisa rasgando un buen trozo de tela. Sin apartar la vista de la tela envolvió la mano con ella y la ayudó a levantarse agarrándola de la mano que no tenía dañada. Esperaba no haberse delatado con este gesto, después de todo no sabía si había logrado controlar sus músculos faciales.
- No... no os preocupeis. Deberíais recortar el vestido, debe quedaros muy largo y por eso tropezáis constantemente
Gerard se había posicionado al lado opuesto de la herida, aun así continuaba oliendo aquel aroma que lo cautivaba tanto como a un licántropo la luna llena. No aguantaría mucho más, necesitaba... tenía que probar aquella sangre, al menos la que brotaba y empapaba el trozo de tela que la cubría. No podía matarla, pero si probarla. Intentaba controlarse y pensaba lo estúpido que había sido al acercarse tanto a ella. Si tuviera un espejo solo tendría que Persuadirse a si mismo para no atacarla, pero los dones no servían ahora. Estaba perdido.
Ya no era capaz de escuchar el sonido de ambiente, ni la voz de la chica si es que le estaba hablando. Solo lograba escuchar el latido del corazón de Noraida, como si su cabeza palpitara tanto como el corazón. Su mirada posesiva se dirigió sin poder controlarla al cuello de la chica, justo donde se encontraba la arteria carótida. Aquel cuello perfecto lo estaba llamando, incitando. Bajó la mirada sin disimulo comprobando desde aquel ángulo el resto del cuerpo que lo llamaba a iniciar un festín. Fue entonces cuando pudo distinguir la madera entre los dos pechos. Era demasiado tarde, ya se había delatado.
Sentía la tensión en el ambiente, notaba como ella no le daba la espalda en ningún momento y mantenía la concentración salvo en los momentos de tropiezo con los bajos del vestido. La chica de nombre extraño volvió a tropezar pero esta vez calló al suelo rasgándose la palma izquierda. Gerard sintió aquel placer que lo inundaba cada vez que el olor a sangre alcanzaba sus fosas nasales. Su boca comenzó a segregar ponzoña mientras la mantenía cerrada. No se podía creer su mala suerte, tenía que controlarse o cambiar de estrategia rápidamente para no ser detectado.
Tras observar con detenimiento la mano que ella le había ofrecido para levantarse, dirigió la mano hacia la manga de su propia camisa rasgando un buen trozo de tela. Sin apartar la vista de la tela envolvió la mano con ella y la ayudó a levantarse agarrándola de la mano que no tenía dañada. Esperaba no haberse delatado con este gesto, después de todo no sabía si había logrado controlar sus músculos faciales.
- No... no os preocupeis. Deberíais recortar el vestido, debe quedaros muy largo y por eso tropezáis constantemente
Gerard se había posicionado al lado opuesto de la herida, aun así continuaba oliendo aquel aroma que lo cautivaba tanto como a un licántropo la luna llena. No aguantaría mucho más, necesitaba... tenía que probar aquella sangre, al menos la que brotaba y empapaba el trozo de tela que la cubría. No podía matarla, pero si probarla. Intentaba controlarse y pensaba lo estúpido que había sido al acercarse tanto a ella. Si tuviera un espejo solo tendría que Persuadirse a si mismo para no atacarla, pero los dones no servían ahora. Estaba perdido.
Ya no era capaz de escuchar el sonido de ambiente, ni la voz de la chica si es que le estaba hablando. Solo lograba escuchar el latido del corazón de Noraida, como si su cabeza palpitara tanto como el corazón. Su mirada posesiva se dirigió sin poder controlarla al cuello de la chica, justo donde se encontraba la arteria carótida. Aquel cuello perfecto lo estaba llamando, incitando. Bajó la mirada sin disimulo comprobando desde aquel ángulo el resto del cuerpo que lo llamaba a iniciar un festín. Fue entonces cuando pudo distinguir la madera entre los dos pechos. Era demasiado tarde, ya se había delatado.
Gerard Lobineau- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 09/06/2014
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Re: La luna no es albina.
Entrecerró los ojos, estudiando la expresión del muchacho, y permitiendo que la ayudara. No pasó desapercibido que él le cubriera la herida.
-¿Sabéis? Probablemente tengáis razón -Su rostro se había dulcificado, pero solo ella sabía lo falsa que era aquella máscara. Se inclinó con elegancia y rasgó el vestido por el bajo y por el costado-Así está mucho mejor. Ahora bien, Gerard..., si ese es vuestro verdadero nombre, diría que os molesta esto.
Desató la tela que él mismo le había colocado sobre la herida, y la dejó caer. Con la mano en alto, dejó que la sangre corriera por su muñeca. Una sonrisa se abrió paso en su rostro al cerciorarse de que el tipo no le prestaba la más mínima atención, se encontraba demasiado embotado en sus instintos. Helida aprovechó esa oportunidad. Alzó la misma mano herida para apresar al vampiro por el cuello. En un visto y no visto, la pequeña estaca apareció entre sus dedos. Demasiado rápido como para una persona normal, hundió la rodilla en el vientre de él y lo empujó contra el tronco de un árbol. Cerró los dedos con fuerza al rededor de la estaca, e internó la punta en el hombro del vampiro. No le iba matar, le picaba demasiado la curiosidad como para hacerlo.
-Mostradme esos pequeños colmillitos Gerard-susurró sobre su mentón. Agarró la estaca con más fuerza y la hundió hacia la mitad-Por cierto, mi nombre es Helida. Una pequeña mentirijilla, creo que podré seguir yendo al cielo por ello. Sin embargo vos...no estoy tan segura de ello. Aunque debo de admitir que me habéis sorprendido. Es decir, contener de tal forma ese hambre famélica que casi os mata debe de haber sido un reto, y todo ¿para qué? ¿Qué demonios queréis conmigo que no me habéis devorado como a un bizcocho?
-¿Sabéis? Probablemente tengáis razón -Su rostro se había dulcificado, pero solo ella sabía lo falsa que era aquella máscara. Se inclinó con elegancia y rasgó el vestido por el bajo y por el costado-Así está mucho mejor. Ahora bien, Gerard..., si ese es vuestro verdadero nombre, diría que os molesta esto.
Desató la tela que él mismo le había colocado sobre la herida, y la dejó caer. Con la mano en alto, dejó que la sangre corriera por su muñeca. Una sonrisa se abrió paso en su rostro al cerciorarse de que el tipo no le prestaba la más mínima atención, se encontraba demasiado embotado en sus instintos. Helida aprovechó esa oportunidad. Alzó la misma mano herida para apresar al vampiro por el cuello. En un visto y no visto, la pequeña estaca apareció entre sus dedos. Demasiado rápido como para una persona normal, hundió la rodilla en el vientre de él y lo empujó contra el tronco de un árbol. Cerró los dedos con fuerza al rededor de la estaca, e internó la punta en el hombro del vampiro. No le iba matar, le picaba demasiado la curiosidad como para hacerlo.
-Mostradme esos pequeños colmillitos Gerard-susurró sobre su mentón. Agarró la estaca con más fuerza y la hundió hacia la mitad-Por cierto, mi nombre es Helida. Una pequeña mentirijilla, creo que podré seguir yendo al cielo por ello. Sin embargo vos...no estoy tan segura de ello. Aunque debo de admitir que me habéis sorprendido. Es decir, contener de tal forma ese hambre famélica que casi os mata debe de haber sido un reto, y todo ¿para qué? ¿Qué demonios queréis conmigo que no me habéis devorado como a un bizcocho?
Helida Darsian- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 25/04/2014
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