AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Al sur de la luna | Privado
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Al sur de la luna | Privado
Era el primer día libre que tenía desde que había llegado a París. Se lo merecía, había trabajado incesantemente ella sola en pos de los caprichos de la señorita para la que trabajaba. Estaba harta de oír su voz chillona, cansada de sus pedidos incoherentes y de los llantos por todo. La entendía, cambiar de vida no le estaba siento fácil a ella que era una simple dama de compañía, por lo que imaginaba que peor lo estaba pasando Larissa que había viajado para casarse descubriendo que su prometido no era lo que imaginaba… Sí, en su lugar Pauline también estaría mal, pero afortunadamente no tenía esos problemas. Problemas de ricos, como le gustaba definirlos.
Era su día libre, el único hasta el momento, y había decidido sacarle todo el provecho que le había sido posible. A la mañana desayunó sola en el jardín botánico, disfrutando de la primavera que ya se acercaba, leyó un poco y tomó algo de sol… era escaso, pero habiendo vivido en Inglaterra toda su vida a ella esos rayos le parecían una bendición. Luego había ido a la biblioteca para averiguar si podía inscribirse en algún programa de préstamo de libros… lo había hecho y, de paso, había tomado dos que el amable bibliotecario le había recomendado para que pudiese practicar su francés. Luego los había dejado en el hotel, en el que se hospedaba con su señorita, para volver a salir. Larissa Bloom dormía la siesta y ni siquiera había notado que ella volvía a marcharse.
Se había enterado que cerca del hotel había un comedor comunitario; como estaba acostumbrada a hacer caridad en su ciudad, Pauline decidió presentarse para ver en qué podía ser útil. En eso se le fue todo su tiempo libre… Lavó vajilla, ayudó en la cocina, trozó fruta y por último fregó los pisos. Sí, era una dama de compañía, pero toda su vida había trabajado en el servicio y por eso no se escandalizaba ante aquellas tareas, al contrario, para ella ayudar siempre era un placer.
-Deberías irte, querida. Nos has ayudado mucho –le dijo una de las voluntarias.
-Sí, es cierto que debería irme porque se ha hecho tarde –se incorporó, dejando el cubo de agua sucia a un lado. Si otras fuesen sus circunstancias se habría quedado hasta que el lugar cerrase sus puertas, pero era nueva en la ciudad y no sabía si se podría orientar para encontrar el hotel en la noche-. Volveré, en cuanto la señorita Bloom me dé otro día libre vendré a ayudarles –prometió y se despidió.
Acabó corriendo prácticamente por las calles, pues estaban verdaderamente oscuras y ella solo tenía una vaga noción del camino que debía tomar. Recordaba algunas esquinas, pero no estaba segura… ¿A la derecha o a la izquierda? ¿Ya había pasado por allí? Sintió pasos detrás de ella, alguien corría, por lo que aumentó la velocidad en su propia carrera. No quería volverse, no quería saber si efectivamente era a ella a quien perseguían.
Era su día libre, el único hasta el momento, y había decidido sacarle todo el provecho que le había sido posible. A la mañana desayunó sola en el jardín botánico, disfrutando de la primavera que ya se acercaba, leyó un poco y tomó algo de sol… era escaso, pero habiendo vivido en Inglaterra toda su vida a ella esos rayos le parecían una bendición. Luego había ido a la biblioteca para averiguar si podía inscribirse en algún programa de préstamo de libros… lo había hecho y, de paso, había tomado dos que el amable bibliotecario le había recomendado para que pudiese practicar su francés. Luego los había dejado en el hotel, en el que se hospedaba con su señorita, para volver a salir. Larissa Bloom dormía la siesta y ni siquiera había notado que ella volvía a marcharse.
Se había enterado que cerca del hotel había un comedor comunitario; como estaba acostumbrada a hacer caridad en su ciudad, Pauline decidió presentarse para ver en qué podía ser útil. En eso se le fue todo su tiempo libre… Lavó vajilla, ayudó en la cocina, trozó fruta y por último fregó los pisos. Sí, era una dama de compañía, pero toda su vida había trabajado en el servicio y por eso no se escandalizaba ante aquellas tareas, al contrario, para ella ayudar siempre era un placer.
-Deberías irte, querida. Nos has ayudado mucho –le dijo una de las voluntarias.
-Sí, es cierto que debería irme porque se ha hecho tarde –se incorporó, dejando el cubo de agua sucia a un lado. Si otras fuesen sus circunstancias se habría quedado hasta que el lugar cerrase sus puertas, pero era nueva en la ciudad y no sabía si se podría orientar para encontrar el hotel en la noche-. Volveré, en cuanto la señorita Bloom me dé otro día libre vendré a ayudarles –prometió y se despidió.
Acabó corriendo prácticamente por las calles, pues estaban verdaderamente oscuras y ella solo tenía una vaga noción del camino que debía tomar. Recordaba algunas esquinas, pero no estaba segura… ¿A la derecha o a la izquierda? ¿Ya había pasado por allí? Sintió pasos detrás de ella, alguien corría, por lo que aumentó la velocidad en su propia carrera. No quería volverse, no quería saber si efectivamente era a ella a quien perseguían.
Pauline Foster- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/03/2017
Re: Al sur de la luna | Privado
Y lo cierto era que, en la vida no todo se trataba de una casualidad. Kavi era plenamente consciente de ello, pero no el resto del mundo. Por ejemplo, Pauline en aquel momento, era incapaz de relacionar el desconocido que la perseguía con el gitano que estaba a punto de “salvarla” de sus zarpas. No eran demasiadas las ocasiones en las que era afortunado de tener un cómplice. Por ello, cuando vio a la muchacha salir del comedor comunitario en el que esa misma tarde se habían estado dando un banquete, Kavi no lo dudo. Propinó un codazo de complicidad a su amigo e indico a la muchacha con la cabeza. Su compañero, sin embargo, no parecía entusiasmado con la estrategia. Kavi tuvo que prometer que le conseguiría una noche con la apaciguada gitana que predecía el futuro en el circo. Aunque sabía que aquello era imposible, el mismo lo había intentado millones de veces y nunca había llegado a ningún puerto. Pero si la falsa promesa servía para conseguirle una noche con una atractiva desconocida, a Kavi no le importaba mentir una y mil veces. Así pues, su compañero se encargaría de llevar a cabo el papel de villano y él, el de salvador. Todo los guió hasta aquel instante. Kavi emergió del callejón contrario con sus mejores galas, o al menos eso pensaba, y pasó un brazo por los hombros de la muchacha, de manera casual. Procuró no sobresaltarla, aunque probablemente resultaría imposible.
─¡Ah! Aquí estabas, no podía encontrarte por ningún sitio ─le dijo, conspiratorio. Al instante, los pasos que los seguían aminoraron la marcha. Mientras tanto él se inclinó contra la muchacha y susurró con calma en su oído─. Sígueme la corriente, el individuo que andaba detrás de ti no tiene muy buena fama. No es la primera vez que se aprovecha de una muchacha desamparada, sin embargo, si ves que estas acompañada, probablemente se marche por donde ha venido─. Le dedicó una sonrisa casi honesta─. Me llamo Kavi. Sé que ser salvada por alguien de mi calaña no debe ser la mejor de las aspiraciones, sin embargo, ¿podría saber tu nombre a cambio?
Disimuladamente, echó una ojeada por encima del hombro, clavando sus ojos sobre la sombra que era su amigo, el “villano”, quién la perseguía. Con la mano libre, Kavi le mostró el dedo pulgar en señal de aprobación.
─Y bueno, ¿en qué momento se te ocurrió que era certero caminar sola por estas calles pestilentes? Sin duda no es la mejor de las ideas, pero no tienes de qué preocuparte... Verás, hoy este gitano dicharachero tiene alma altruista y está dispuesto a acompañarte a casa. Si me lo permites claro está. Pero no sospeches de mí, te lo ruego. ¿Ves estos brazos enclenques? No podrían hacer daño alguno. Y sabes qué es lo mejor, no pido nada a cambio, simplemente deseo ayudarte.
─¡Ah! Aquí estabas, no podía encontrarte por ningún sitio ─le dijo, conspiratorio. Al instante, los pasos que los seguían aminoraron la marcha. Mientras tanto él se inclinó contra la muchacha y susurró con calma en su oído─. Sígueme la corriente, el individuo que andaba detrás de ti no tiene muy buena fama. No es la primera vez que se aprovecha de una muchacha desamparada, sin embargo, si ves que estas acompañada, probablemente se marche por donde ha venido─. Le dedicó una sonrisa casi honesta─. Me llamo Kavi. Sé que ser salvada por alguien de mi calaña no debe ser la mejor de las aspiraciones, sin embargo, ¿podría saber tu nombre a cambio?
Disimuladamente, echó una ojeada por encima del hombro, clavando sus ojos sobre la sombra que era su amigo, el “villano”, quién la perseguía. Con la mano libre, Kavi le mostró el dedo pulgar en señal de aprobación.
─Y bueno, ¿en qué momento se te ocurrió que era certero caminar sola por estas calles pestilentes? Sin duda no es la mejor de las ideas, pero no tienes de qué preocuparte... Verás, hoy este gitano dicharachero tiene alma altruista y está dispuesto a acompañarte a casa. Si me lo permites claro está. Pero no sospeches de mí, te lo ruego. ¿Ves estos brazos enclenques? No podrían hacer daño alguno. Y sabes qué es lo mejor, no pido nada a cambio, simplemente deseo ayudarte.
Kavi Reveneki- Gitano
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Re: Al sur de la luna | Privado
Sentir la cercanía del muchacho no le gustó en lo absoluto, si había algo que Pauline Foster odiaba era que su espacio personal fuese invadido por desconocidos y era eso exactamente lo que estaba ocurriéndole en esos momentos. Aún así entendía que había un peligro mayor, o eso le parecía, por lo que caviló que lo mejor era caminar acompañada al menos hasta encontrar el camino que la condujese al Hotel des Arenes, donde se hospedaba temporalmente junto a la señorita Bloom a quien debía acompañar en aquella aventura en París: conocer a su prometido.
-Soy Pauline –le dijo, caminaba rígida, muy incómoda de sentir el cuerpo de ese hombre tan cerca pero no le convenía ser descortés, no en esos momentos-. Gracias por ayudarme.
No entendió a qué se refería el muchacho al hablar de su calaña. ¿Acaso le estaba diciendo que él también era peligroso? Pauline se instó a no pensar, pues no tenía sentido preocuparse aún más, con un problema a la vez tenía suficiente y en esos momentos le atemorizaba aún más el tipejo que parecía querer seguirlos.
-Oh, no tengo nada de valor –se lamentó, haciendo parte a Kavi-. He salido con muy poco y todo lo que tenía lo dí al comedor para ayudar a la causa del lugar, es de ahí que vengo –le explicó para responderle qué estaba haciendo por allí a esas horas-, se me ha hecho tarde, la noche llegó sin que lo notase. Si nos roban no tendrán qué llevarse, se enojarán y querrán dañarnos. –No solía ser alarmista, pero la verdad era que tampoco solía estar en situaciones como aquella.
De pronto la noche era más fría, el viento más difícil de sortear y la luz de la luna más opaca. Cuándo doblaron en una de las esquinas, Pauline creyó notar que ya no había nadie tras ellos, pero no podía decirlo con seguridad y era eso lo peor, lo que más miedo le daba: la insertidumbre. Aún así intentó separarse de Kavi, pero como no quería ofenderlo se deshizo de su abrazo para caminar ahora entrelazando su brazo con el de él. Esperaba que con eso bastase.
-Te agradezco la ayuda entonces –le sonrió, pese a que no creía en la buena fe de nadie, mucho menos de un gitano, dudaba de que en verdad no fuese a pedirle nada a cambio-, además la necesito pues estoy perdida. No tengo casa aquí, estoy viviendo en el Hotel des Arenes, ¿lo conoces? Está justo frente a Notre Dame. Si me acompañas te deberé un favor, Kavi.
-Soy Pauline –le dijo, caminaba rígida, muy incómoda de sentir el cuerpo de ese hombre tan cerca pero no le convenía ser descortés, no en esos momentos-. Gracias por ayudarme.
No entendió a qué se refería el muchacho al hablar de su calaña. ¿Acaso le estaba diciendo que él también era peligroso? Pauline se instó a no pensar, pues no tenía sentido preocuparse aún más, con un problema a la vez tenía suficiente y en esos momentos le atemorizaba aún más el tipejo que parecía querer seguirlos.
-Oh, no tengo nada de valor –se lamentó, haciendo parte a Kavi-. He salido con muy poco y todo lo que tenía lo dí al comedor para ayudar a la causa del lugar, es de ahí que vengo –le explicó para responderle qué estaba haciendo por allí a esas horas-, se me ha hecho tarde, la noche llegó sin que lo notase. Si nos roban no tendrán qué llevarse, se enojarán y querrán dañarnos. –No solía ser alarmista, pero la verdad era que tampoco solía estar en situaciones como aquella.
De pronto la noche era más fría, el viento más difícil de sortear y la luz de la luna más opaca. Cuándo doblaron en una de las esquinas, Pauline creyó notar que ya no había nadie tras ellos, pero no podía decirlo con seguridad y era eso lo peor, lo que más miedo le daba: la insertidumbre. Aún así intentó separarse de Kavi, pero como no quería ofenderlo se deshizo de su abrazo para caminar ahora entrelazando su brazo con el de él. Esperaba que con eso bastase.
-Te agradezco la ayuda entonces –le sonrió, pese a que no creía en la buena fe de nadie, mucho menos de un gitano, dudaba de que en verdad no fuese a pedirle nada a cambio-, además la necesito pues estoy perdida. No tengo casa aquí, estoy viviendo en el Hotel des Arenes, ¿lo conoces? Está justo frente a Notre Dame. Si me acompañas te deberé un favor, Kavi.
Pauline Foster- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/03/2017
Re: Al sur de la luna | Privado
“Pauline”, saboreó el nombre en su cabeza. Sonaba tan dulce como sus labios de melocotón. La cabeza del gitano viajo soñadora a la Luna, donde imaginó todo aquello que le gustaría practicar de la compañía de aquella tierna desconocida. Era tan cálida… ¡y si encima iba perfumada! Aspiró con disimulo.
─No tienes por qué agradecerme Pauline. Tu alma al parecer es tan altruista como la mía ─observó mentiroso, tras escuchar su relato sobre el comedor comunitario, algo que por supuesto, ya sabía. Dejó escapar una risilla─. No seas agorera querida, no tendrá oportunidad de pillarnos…
Sintió como la muchacha se alejaba ligeramente para simplemente enlazar el brazo alrededor del suyo. Con eso se conformaba. Sonriente, aligeró el paso y se inclinó para susurrarle.
─Hotel Des Arenes, por supuesto que sé donde está. No me supone problema alguno
acompañarte, pero si queremos librarnos de aquel que nos sigue, debes hacer exactamente lo que diga. ¿De acuerdo? Ahora giraremos la esquina hacia la plaza principal, en cuanto cuente tres, echamos a correr y lo perdemos. ¿Vale?
Esperando que se hubiera dado por entendida, Kavi giró la esquina junto a ella y al canto del tercer número, echaron a correr. Había ejecutado aquel plan junto a su compañero en incontables ocasiones, algunas él era el héroe y otras veces el villano. Aferró el brazo de Pauline con fuerza, introduciéndola en el portal más próximo y la cubrió con su cuerpo, llevándose un dedo a los labios, instándole que guardara silencio. El villano, su amigo, pasó de largo simulando despiste y los dejó atrás. Kavi giró el rostro hacia Pauline y sonrió.
─¿Lo ves? Sana y salva. Te dije que confiaras en mí, soy gitano de buena familia ─guiñó un ojo azul y retomó la marcha─. Dime entonces, qué te trae a París…Sin duda no residirías en el hotel si tuvieras vivienda en la ciudad. ¿Eres extranjera? No he podido captar bien tu acento. Soy conocedor de varios idiomas, Pauline, podemos hablar con el que te sientas mas cómoda.
Charlatán continuó hablando y hablando, tratando de crear un ambiente de confianza con la muchacha.
─¿Y viajaste sola? Me costaría creer que tu marido te hubiese dejado marchar sola por las calles a estas horas ─dejó caer, como quién no quiere la cosa.
─No tienes por qué agradecerme Pauline. Tu alma al parecer es tan altruista como la mía ─observó mentiroso, tras escuchar su relato sobre el comedor comunitario, algo que por supuesto, ya sabía. Dejó escapar una risilla─. No seas agorera querida, no tendrá oportunidad de pillarnos…
Sintió como la muchacha se alejaba ligeramente para simplemente enlazar el brazo alrededor del suyo. Con eso se conformaba. Sonriente, aligeró el paso y se inclinó para susurrarle.
─Hotel Des Arenes, por supuesto que sé donde está. No me supone problema alguno
acompañarte, pero si queremos librarnos de aquel que nos sigue, debes hacer exactamente lo que diga. ¿De acuerdo? Ahora giraremos la esquina hacia la plaza principal, en cuanto cuente tres, echamos a correr y lo perdemos. ¿Vale?
Esperando que se hubiera dado por entendida, Kavi giró la esquina junto a ella y al canto del tercer número, echaron a correr. Había ejecutado aquel plan junto a su compañero en incontables ocasiones, algunas él era el héroe y otras veces el villano. Aferró el brazo de Pauline con fuerza, introduciéndola en el portal más próximo y la cubrió con su cuerpo, llevándose un dedo a los labios, instándole que guardara silencio. El villano, su amigo, pasó de largo simulando despiste y los dejó atrás. Kavi giró el rostro hacia Pauline y sonrió.
─¿Lo ves? Sana y salva. Te dije que confiaras en mí, soy gitano de buena familia ─guiñó un ojo azul y retomó la marcha─. Dime entonces, qué te trae a París…Sin duda no residirías en el hotel si tuvieras vivienda en la ciudad. ¿Eres extranjera? No he podido captar bien tu acento. Soy conocedor de varios idiomas, Pauline, podemos hablar con el que te sientas mas cómoda.
Charlatán continuó hablando y hablando, tratando de crear un ambiente de confianza con la muchacha.
─¿Y viajaste sola? Me costaría creer que tu marido te hubiese dejado marchar sola por las calles a estas horas ─dejó caer, como quién no quiere la cosa.
Kavi Reveneki- Gitano
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Re: Al sur de la luna | Privado
Pese a ser por naturaleza desconfiada –aún más cuando de hombres se trataba-, Pauline no tenía más alternativa que confiar en su nuevo protector. Le había hablado de su temporal lugar de residencia porque no tenía otra opción, pero se propondría ser cuidadosa con la información que le diera.
No entendió del todo el plan que él proponía, tal vez por ser el inglés su lengua madre y no el francés, pero sí sabía que estaban en peligro y por eso seguiría el plan que Kavi propusiese; de modo que corrió tomada de su mano –y por temor no se atrevió a mirar hacia atrás- y se dejó cubrir con la calidez de su cuerpo cuando él eligió un refugio temporal. El corazón le latía a toda velocidad y eso no solo se debía a la carrera que habían echado... Estar tan cerca de él también tenía parte en ello. Y el nerviosismo, claro. ¿Habría funcionado?
-¿Ha funcionado? –le preguntó, mientras escondía el rostro en el pecho de él, pero le pareció que no la podía oír.
Sintió alivio cuando volvieron a andar, no solo porque la desfachatez del gitano la inhibía, sino también porque eso solo podía significar que él estaba en lo cierto: el peligro había pasado ya.
-No soy de aquí, he llegado hace muy poco a decir verdad pero estudié francés y por eso puedo comunicarme. Soy inglesa. –No sabía si era prudente dar más información, pero a la vez ¿qué más daba? Tampoco estaba siendo muy precisa. –Estoy aquí por mi trabajo, tal vez sea difícil de comprender… Soy dama de compañía, ¿sabes lo que es? Las personas de buena posición, las señoritas principalmente, deben estar siempre acompañadas y asistidas. Estoy en París porque la señorita a la que acompaño está pronta a casarse y su prometido vive aquí hace un tiempo. Cuando ellos se casen nos mudaremos a una casa, pero entre tanto eso ocurre vivimos en el hotel.
Mirase hacia donde mirase, Pauline confirmaría lo perdida que andaba. Todas las esquinas le parecían iguales, las calles idénticamente solitarias. Solo las voces de ellos y el eco de sus pasos le daban vida a esa noche.
-Oh, no estoy casada –dijo, sin poder evitar sonreír ante la ocurrencia. Las damas de compañía no se casaban, al menos no las que trabajaban para la familia Bloom, como era su caso-, tampoco creo que lo vaya a estar jamás. ¿Y qué hay de ti? Pasan los minutos y no hago más que hablar de mí, pero ¿quién eres tú? Dime cosas que sean ciertas –le advirtió con un dedo acusador en alto y la sonrisa amplia aún en su boca-, ya me he dado cuenta de cómo eres. Dime verdades.
No entendió del todo el plan que él proponía, tal vez por ser el inglés su lengua madre y no el francés, pero sí sabía que estaban en peligro y por eso seguiría el plan que Kavi propusiese; de modo que corrió tomada de su mano –y por temor no se atrevió a mirar hacia atrás- y se dejó cubrir con la calidez de su cuerpo cuando él eligió un refugio temporal. El corazón le latía a toda velocidad y eso no solo se debía a la carrera que habían echado... Estar tan cerca de él también tenía parte en ello. Y el nerviosismo, claro. ¿Habría funcionado?
-¿Ha funcionado? –le preguntó, mientras escondía el rostro en el pecho de él, pero le pareció que no la podía oír.
Sintió alivio cuando volvieron a andar, no solo porque la desfachatez del gitano la inhibía, sino también porque eso solo podía significar que él estaba en lo cierto: el peligro había pasado ya.
-No soy de aquí, he llegado hace muy poco a decir verdad pero estudié francés y por eso puedo comunicarme. Soy inglesa. –No sabía si era prudente dar más información, pero a la vez ¿qué más daba? Tampoco estaba siendo muy precisa. –Estoy aquí por mi trabajo, tal vez sea difícil de comprender… Soy dama de compañía, ¿sabes lo que es? Las personas de buena posición, las señoritas principalmente, deben estar siempre acompañadas y asistidas. Estoy en París porque la señorita a la que acompaño está pronta a casarse y su prometido vive aquí hace un tiempo. Cuando ellos se casen nos mudaremos a una casa, pero entre tanto eso ocurre vivimos en el hotel.
Mirase hacia donde mirase, Pauline confirmaría lo perdida que andaba. Todas las esquinas le parecían iguales, las calles idénticamente solitarias. Solo las voces de ellos y el eco de sus pasos le daban vida a esa noche.
-Oh, no estoy casada –dijo, sin poder evitar sonreír ante la ocurrencia. Las damas de compañía no se casaban, al menos no las que trabajaban para la familia Bloom, como era su caso-, tampoco creo que lo vaya a estar jamás. ¿Y qué hay de ti? Pasan los minutos y no hago más que hablar de mí, pero ¿quién eres tú? Dime cosas que sean ciertas –le advirtió con un dedo acusador en alto y la sonrisa amplia aún en su boca-, ya me he dado cuenta de cómo eres. Dime verdades.
Pauline Foster- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/03/2017
Re: Al sur de la luna | Privado
Sonrió complacido, más para sí mismo que para ella. Era una sonrisa de embaucador, como la mascara que oculta la verdadera expresión, esa que con tanto afán utilizaban los de la alta sociedad en sus múltiples bailes. Kavi no necesitaba una máscara, la llevaba siempre puesta, tan solo con su hermano pequeño caía. Sin embargo, Pauline no era necia y tempranamente le había pedido que tan solo dijera verdades, una tarea insólita para el gitano que se alimentaba a base de calumnias.
─Um, británica, ya veo. Sin duda, un lugar desolador, aunque Paris no es mucho mejor. Gran parte de mi vida la pase en Yorkshire, un sitio encantador sin duda, pero alejado de la gran ciudad, lo que lo hacía un tanto…─degustó la palabra─, insulso.
Evidenciando sus declaraciones, cambió del francés al inglés y continuó hablando en dicha lengua, la cual estaba marcada tanto por su acento romaní, como por las tantas otras lenguas que había aprendido torpemente. No había idioma en el que Kavi no presentara algún tipo de deje.
─Así que Pauline, espero que te sientas como en casa a mi alrededor, que la nostalgia no te desampare.
Le sonrió de lado, continuando por el camino, tomando una vuelta más larga e innecesaria, pero mediante la cual, Kavi tendría más tiempo para charlar.
─La verdad dices…─dejó escapar una risilla─. Como te dije, soy inglés y lo has podido comprobar, pero ten cautela, pedirle la veracidad a un gitano en ocasiones resulta un tanto peligroso─. Decidió hacerse el misterioso, algo que no se le dio tan mal con sus ojos azules ocultos bajo la espesura azabache de sus rizos y sus gruesas cejas─. Contrario a lo que la sociedad piensa de nosotros, no somos tan solo ladrones y embaucadores, tenemos muchas otras habilidades…La lectura de cartas es una de ellas, así como la de manos. Dame la tuya─. Pidió, extendiendo los dedos para recibir su mano.
Trazó suavemente las líneas que conformaban su palma hasta detenerse sobre una.
─Ah..., la línea de la fortuna, parece que serás bendecida por ella tempranamente. ¡Y mira! Está estrechamente unida a la del amor─. Simuló estudiarla en profundidad, juntando sus cejas oscuras─. Interesante…Si mi lectura no es incorrecta, has o estás por conocer a un muchacho, uno realmente importante que puede que te salve de una inminente desgracia. Al principio, no estarás muy convencida, pero con el paso del tiempo…No habrá otra persona en el mundo que desees más que a él ─sentenció.
Alzado el rostro y la sonrisa mantenida, Kai le guiñó un ojo.
─¿Tú qué opinas? ¿Verdad o calumnia?
─Um, británica, ya veo. Sin duda, un lugar desolador, aunque Paris no es mucho mejor. Gran parte de mi vida la pase en Yorkshire, un sitio encantador sin duda, pero alejado de la gran ciudad, lo que lo hacía un tanto…─degustó la palabra─, insulso.
Evidenciando sus declaraciones, cambió del francés al inglés y continuó hablando en dicha lengua, la cual estaba marcada tanto por su acento romaní, como por las tantas otras lenguas que había aprendido torpemente. No había idioma en el que Kavi no presentara algún tipo de deje.
─Así que Pauline, espero que te sientas como en casa a mi alrededor, que la nostalgia no te desampare.
Le sonrió de lado, continuando por el camino, tomando una vuelta más larga e innecesaria, pero mediante la cual, Kavi tendría más tiempo para charlar.
─La verdad dices…─dejó escapar una risilla─. Como te dije, soy inglés y lo has podido comprobar, pero ten cautela, pedirle la veracidad a un gitano en ocasiones resulta un tanto peligroso─. Decidió hacerse el misterioso, algo que no se le dio tan mal con sus ojos azules ocultos bajo la espesura azabache de sus rizos y sus gruesas cejas─. Contrario a lo que la sociedad piensa de nosotros, no somos tan solo ladrones y embaucadores, tenemos muchas otras habilidades…La lectura de cartas es una de ellas, así como la de manos. Dame la tuya─. Pidió, extendiendo los dedos para recibir su mano.
Trazó suavemente las líneas que conformaban su palma hasta detenerse sobre una.
─Ah..., la línea de la fortuna, parece que serás bendecida por ella tempranamente. ¡Y mira! Está estrechamente unida a la del amor─. Simuló estudiarla en profundidad, juntando sus cejas oscuras─. Interesante…Si mi lectura no es incorrecta, has o estás por conocer a un muchacho, uno realmente importante que puede que te salve de una inminente desgracia. Al principio, no estarás muy convencida, pero con el paso del tiempo…No habrá otra persona en el mundo que desees más que a él ─sentenció.
Alzado el rostro y la sonrisa mantenida, Kai le guiñó un ojo.
─¿Tú qué opinas? ¿Verdad o calumnia?
Kavi Reveneki- Gitano
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Re: Al sur de la luna | Privado
Ella que siempre estaba a la defensiva con los hombres, ella que siempre se cuidaba de ellos y desconfiaba de los que se le acercasen como si se tratase de perros rabiosos, ahora no notaba que había bajado la guardia con aquél gitano charlatán. Caminaba tomada de su brazo, como si estuviesen unidos por un lazo de confianza, y hablaban como si fueran buenos amigos.
-¡Hablas inglés! –se asombró, cambiando ella también a su lengua madre-. ¡No sabes lo feliz que me pone volver a oír mi idioma, Kavi! No me siento como en casa –le dijo riendo-, y es una suerte porque mi casa no me gustaba. Prefiero estar justo donde estoy.
No le creía eso de que fuese inglés –esa era ya una mentira, juntamente lo contrario a lo que Pauline le había pedido hacía solo unos momentos-, pero lo dejaría hablar porque él era muy locuaz, divertido sin dudas. Además no era tan tonta como para creer que él no había robado ni embaucado jamás a nadie… pero era otra cosa que dejaría pasar porque algo le decía que a ella no la lastimaría ni le robaría.
-¿Mi mano? Oh, yo nunca… -intentó excusarse, pero fue en vano pues él ya había atrapado la mano de Pauline entre las suyas-. ¿Qué ves? –preguntó interesada, aunque algo confundida. Dividida entre creer en esas cosas o solo reírse de cualquier frase que el gitano le dijera.
Se inclinó también como si en su mano hubiese una fuente de respuestas, pero eso no duró demasiado. Rió en cuanto lo oyó hablar y le dio un golpe amistoso en el hombro al reconocerse –y reconocerlo a él también- en su supuesta predicción. Sí que era osado ese muchacho, no dejaba de sorprenderla.
-¡Kavi! Eso no es posible, ya te he dicho que las damas de compañía no se enamoran jamás. No me imagino deseando a nadie, para ser sincera –remarcó la última palabra a propósito para mostrar la cualidad de la que él parecía carecer.
La calle estaba desierta y Pauline se preguntó si faltaba mucho para llegar al hotel por fin. No porque quisiera despedirse del gitano que había sido tan amable con ella a lo largo del camino, sino porque estaba muy cansada y nada deseaba más en esos momentos que darse un baño caliente antes de meterse en la cama.
-¿Y tú, Kavi? ¿Te has enamorado alguna vez? Oh, me he expresando mal, haré nuevamente la pregunta –dijo, entre risas, porque no podía negar que estando junto al gitano había reído como hacía tiempo que no reía-: ¿Cuántas veces te has enamorado, Kavi? Díme la verdad, porque me daré cuenta si mientes –le aseguró con el dedo índice en alto a modo de advertencia.
-¡Hablas inglés! –se asombró, cambiando ella también a su lengua madre-. ¡No sabes lo feliz que me pone volver a oír mi idioma, Kavi! No me siento como en casa –le dijo riendo-, y es una suerte porque mi casa no me gustaba. Prefiero estar justo donde estoy.
No le creía eso de que fuese inglés –esa era ya una mentira, juntamente lo contrario a lo que Pauline le había pedido hacía solo unos momentos-, pero lo dejaría hablar porque él era muy locuaz, divertido sin dudas. Además no era tan tonta como para creer que él no había robado ni embaucado jamás a nadie… pero era otra cosa que dejaría pasar porque algo le decía que a ella no la lastimaría ni le robaría.
-¿Mi mano? Oh, yo nunca… -intentó excusarse, pero fue en vano pues él ya había atrapado la mano de Pauline entre las suyas-. ¿Qué ves? –preguntó interesada, aunque algo confundida. Dividida entre creer en esas cosas o solo reírse de cualquier frase que el gitano le dijera.
Se inclinó también como si en su mano hubiese una fuente de respuestas, pero eso no duró demasiado. Rió en cuanto lo oyó hablar y le dio un golpe amistoso en el hombro al reconocerse –y reconocerlo a él también- en su supuesta predicción. Sí que era osado ese muchacho, no dejaba de sorprenderla.
-¡Kavi! Eso no es posible, ya te he dicho que las damas de compañía no se enamoran jamás. No me imagino deseando a nadie, para ser sincera –remarcó la última palabra a propósito para mostrar la cualidad de la que él parecía carecer.
La calle estaba desierta y Pauline se preguntó si faltaba mucho para llegar al hotel por fin. No porque quisiera despedirse del gitano que había sido tan amable con ella a lo largo del camino, sino porque estaba muy cansada y nada deseaba más en esos momentos que darse un baño caliente antes de meterse en la cama.
-¿Y tú, Kavi? ¿Te has enamorado alguna vez? Oh, me he expresando mal, haré nuevamente la pregunta –dijo, entre risas, porque no podía negar que estando junto al gitano había reído como hacía tiempo que no reía-: ¿Cuántas veces te has enamorado, Kavi? Díme la verdad, porque me daré cuenta si mientes –le aseguró con el dedo índice en alto a modo de advertencia.
Pauline Foster- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/03/2017
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