AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Los pies fuera de la cama. [Aitor Plushy]
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Los pies fuera de la cama. [Aitor Plushy]
La noche había pasado lenta, como todas en invierno. Los rayos de sol atravesaron los cristales de la ventana, iluminando toda la habitación a su paso, pero eso no era impedimento para que Alina siguiera durmiendo, tapada hasta la cabeza con la pesada colcha, ignorante de la temprana escapada de su primo, a quien pocas veces veía ya por las mañanas; pues parecía estar siempre tan ocupado haciendo quien sabe qué cosas. Y aun que muchas veces Alina se enfadaba por recibir tan poca atención de su primo, desde que a su familia llegó Plushy, el pequeño cachorro de Corgi encontrado en un callejón, intentaba no pensar en ello, ya que la nueva mascota llenaba muchas veces su soledad.
Media mañana pasó ya, cuando Alina por fin abrió los ojos, topándose de nuevo con la habitación vacía, pero ver al pequeño animal aún dormido sobre la cama desecha de su primo, eso la hizo sonreír. Pues era un buen despertar para ella, ya que no tendría que compartir ese luminoso día sola en compañía de la inanimada y siempre sonriente Lucy. Vestirse y pedir el desayuno le llevó menos de lo normal, ya que el ánimo que profesaba era mucho más alegre que los de días anteriores. Eso era un gran paso para la seria y poco sonriente Alina. Su tristeza no hacía mella en su rostro cuando Plushy coleaba vigoroso, siguiéndola por toda la estancia, del baño a la habitación y de la habitación al pequeño salón. Dos niños encerrados en un país de dulces y colores parecían ellos dos.
-Tan-tanto correr me can-cansa ¡Plushy!... Luego te sacaré a pasear, ahora déjame respirar...- Alina respiraba con dificultad a causa del juego que se había inventado con el pequeño perro de pelaje naranja y blanco. Ambos se habían quedado tendidos en el suelo, llenando sus pulmones de aire nuevo. -¡Voy a terminar el cuadro! Y tú me ayudarás. ¿A que sí, Plushy?- Y dicho esto, la niña cogió un lienzo que había empezado hacía días atrás, y el cual no se había atrevido a terminar, tal vez por falta de inspiración, o por la simple necesidad de querer alargar el momento. Un pincel se deslizaba por la tela del lienzo, trazando lineas indefinidas en una imagen que iba adoptando la forma de unos pies fuera de la cama.
Plushy por su parte se sentó junto a Alina, mirando como ésta trazaba las curvas de unos pies humanos muy familiares para el animal. Los dos allí tendidos en el suelo eran la perfecta representación de la amistad y la lealtad, y eso bien lo podía confirmar Lucy, quien parecía estar observándolos desde lo alto de la cama, sonriendo como siempre a su no tan pequeña dueña y su nuevo mejor amigo, Plushy.
Media mañana pasó ya, cuando Alina por fin abrió los ojos, topándose de nuevo con la habitación vacía, pero ver al pequeño animal aún dormido sobre la cama desecha de su primo, eso la hizo sonreír. Pues era un buen despertar para ella, ya que no tendría que compartir ese luminoso día sola en compañía de la inanimada y siempre sonriente Lucy. Vestirse y pedir el desayuno le llevó menos de lo normal, ya que el ánimo que profesaba era mucho más alegre que los de días anteriores. Eso era un gran paso para la seria y poco sonriente Alina. Su tristeza no hacía mella en su rostro cuando Plushy coleaba vigoroso, siguiéndola por toda la estancia, del baño a la habitación y de la habitación al pequeño salón. Dos niños encerrados en un país de dulces y colores parecían ellos dos.
-Tan-tanto correr me can-cansa ¡Plushy!... Luego te sacaré a pasear, ahora déjame respirar...- Alina respiraba con dificultad a causa del juego que se había inventado con el pequeño perro de pelaje naranja y blanco. Ambos se habían quedado tendidos en el suelo, llenando sus pulmones de aire nuevo. -¡Voy a terminar el cuadro! Y tú me ayudarás. ¿A que sí, Plushy?- Y dicho esto, la niña cogió un lienzo que había empezado hacía días atrás, y el cual no se había atrevido a terminar, tal vez por falta de inspiración, o por la simple necesidad de querer alargar el momento. Un pincel se deslizaba por la tela del lienzo, trazando lineas indefinidas en una imagen que iba adoptando la forma de unos pies fuera de la cama.
Plushy por su parte se sentó junto a Alina, mirando como ésta trazaba las curvas de unos pies humanos muy familiares para el animal. Los dos allí tendidos en el suelo eran la perfecta representación de la amistad y la lealtad, y eso bien lo podía confirmar Lucy, quien parecía estar observándolos desde lo alto de la cama, sonriendo como siempre a su no tan pequeña dueña y su nuevo mejor amigo, Plushy.
Invitado- Invitado
Re: Los pies fuera de la cama. [Aitor Plushy]
Dormir bajo aquellas sábanas tan calentitas era de lo más extraño para mí, ¿cómo no había encontrado antes a Dima y Alina? ¡Ay perro torpe, tú siempre igual!
Era agradable querer y sentirse querido por un par de humanos tan divertidos, a ambos les gustaba tanto jugar como a mi, ¿quién es el perro más dichoso del mundo?, me dije al despertar, estirando mis pequeñas patas con pereza.
La pequeña de mis amos, más bien de mis familiares, se despertó a media mañana, cuando yo ya llevaba varias horas metido bajo aquellas sabanas calentitas con las que tanto me gustaba rozarme.
Salí de aquel pequeño escondite en cuanto ella se puso en movimiento, pidiendo su desayuno, aseándose y esas cosas de humanos que yo no entendía. ¡Que sencilla la vida de perro! ¿Cómo la gente podía decir eso de "que vida tan perra"? ¡Ya les gustaría a muchos vivir como yo, guau! Me falta un hueso, pensé un momento, correteando de un lado para el otro con la niña.
Era tan divertida. Y aunque sus azules ojos parecían cargados de una pena que yo no comprendía, me empeñaba en creer que mi presencia podía ayudarla. Por eso me esforzaba tanto en divertirla, porque quería devolverle la mitad de lo que ellos me habían dado.
-Tan-tanto correr me can-cansa ¡Plushy!... Luego te sacaré a pasear, ahora déjame respirar...- comentó la niña respirando con la misma dificultad que yo, cayendo ambos tendidos al suelo por el esfuerzo.-¡Voy a terminar el cuadro! Y tú me ayudarás. ¿A que sí, Plushy?-
-Rawr!.- ladré sin poder dejar de darle al rabo.
Alina tomó entonces sus utensilios de pintura: un lienzo y sus pinceles, y comenzó a trazar algunas suaves líneas en éste. Curioso, tomé asiento a su lado para intentar comprender cual era su idea, y fue divertido comprender que pintaba los pies de su primo Dima, que se hallaban fuera de la cama debido a lo mucho que este se movía al dormir. ¡Que me lo digan a mi, rawr!
Me tumbé sobre mis patas delanteras, alzando el rostro sin dejar de mirar ni un solo instante el lienzo que comenzaba a ser pintado por la niña. Mi rabo se movía con vida propia, y divertido por la situación, me puse en pie y manché unas de mis patas con uno de los colores de su paleta.
-Guau!.- ladré intentando llamar su atención, dando pequeñas vueltas sobre mi mismo manchándolo todo de un azul intenso.
Era agradable querer y sentirse querido por un par de humanos tan divertidos, a ambos les gustaba tanto jugar como a mi, ¿quién es el perro más dichoso del mundo?, me dije al despertar, estirando mis pequeñas patas con pereza.
La pequeña de mis amos, más bien de mis familiares, se despertó a media mañana, cuando yo ya llevaba varias horas metido bajo aquellas sabanas calentitas con las que tanto me gustaba rozarme.
Salí de aquel pequeño escondite en cuanto ella se puso en movimiento, pidiendo su desayuno, aseándose y esas cosas de humanos que yo no entendía. ¡Que sencilla la vida de perro! ¿Cómo la gente podía decir eso de "que vida tan perra"? ¡Ya les gustaría a muchos vivir como yo, guau! Me falta un hueso, pensé un momento, correteando de un lado para el otro con la niña.
Era tan divertida. Y aunque sus azules ojos parecían cargados de una pena que yo no comprendía, me empeñaba en creer que mi presencia podía ayudarla. Por eso me esforzaba tanto en divertirla, porque quería devolverle la mitad de lo que ellos me habían dado.
-Tan-tanto correr me can-cansa ¡Plushy!... Luego te sacaré a pasear, ahora déjame respirar...- comentó la niña respirando con la misma dificultad que yo, cayendo ambos tendidos al suelo por el esfuerzo.-¡Voy a terminar el cuadro! Y tú me ayudarás. ¿A que sí, Plushy?-
-Rawr!.- ladré sin poder dejar de darle al rabo.
Alina tomó entonces sus utensilios de pintura: un lienzo y sus pinceles, y comenzó a trazar algunas suaves líneas en éste. Curioso, tomé asiento a su lado para intentar comprender cual era su idea, y fue divertido comprender que pintaba los pies de su primo Dima, que se hallaban fuera de la cama debido a lo mucho que este se movía al dormir. ¡Que me lo digan a mi, rawr!
Me tumbé sobre mis patas delanteras, alzando el rostro sin dejar de mirar ni un solo instante el lienzo que comenzaba a ser pintado por la niña. Mi rabo se movía con vida propia, y divertido por la situación, me puse en pie y manché unas de mis patas con uno de los colores de su paleta.
-Guau!.- ladré intentando llamar su atención, dando pequeñas vueltas sobre mi mismo manchándolo todo de un azul intenso.
Aitor Plushy- Mensajes : 85
Fecha de inscripción : 09/02/2011
Re: Los pies fuera de la cama. [Aitor Plushy]
El perro que se había tumbado junto a Alina, comenzó a menear el rabo, interesado por lo que la niña estaba pintando. Pero el pequeño perro era inquieto y juguetón, y no podía estar quieto por mucho tiempo, así que curioso y perspicaz posó una de sus pequeñas patas sobre la paleta de colores, y llamando la atención de la chica con un sonoro ladrido, se puso a dar vueltas en el mismo lugar donde se encontraba, manchando todo el suelo de azul. Alina divertida con la reacción del animal, se sentó para observarlo, y rió como solo lo hacía en compañía de ese cachorro o con las bromas de su primo Dima.
-¡Has resultado ser un perro pintor, Plushy!- exclamó aplaudiendo a su mascota, por el desastre colorido que había armado en el suelo. Pero entusiasmada, tomó una gran hoja de papel de color ceniza y lo posó en el suelo, con una gran sonrisa que curvaba sus labios de lado a lado.
-Ahora hazlo en el papel... ¡Vamos Plushy! Deja tus huellas para que el mundo las conozca.- El perro comenzó a andar sobre el papel y la paleta de pintura, manchándolo todo a su paso, formando un colorido y divertido desastre del cual ninguno de los dos se encargaría de limpiar. Eran así de mimados, y así de ricos, que cualquier desastre era barato de pagar, desastres llenos de puros juegos infantiles, de pura inocencia, necesitando un escape de aquel mundo frío y gris que los abrazaba por las noches.
Pronto, tanto el pequeño cachorro de Corgi como Alina, acabaron llenos de pintura. Manchas de patitas y rayas de pincel, inundaba las ropas y el rostro de la niña, en cambio el perro, inquieto y vivaz osó a tirarse sobre la paleta, y revolcarse en la pintura, como si de barro se tratase, dejando el suelo, el papel y a Alina, hechos un cristo colorido.
-¡Plushy!- Rió ella, cogiendo al animal en brazos, intentando distinguir sus ojos de los puntos negros de pintura. -Ahora ya no eres blanco y naranja... ¡Eres un Plushy colorido!- Abrazó con fuerza al animal, hasta que este se retorció entre sus brazos, como siempre lo hacía cada vez que lo atosigaba de mimos. -Vamos.- dijo poniéndose de pie y esperando que el animal la siguiera. Se dirigió pues fuera, donde bajando las escaleras sin atisbo de pudor por sus prendas manchadas, fue hasta el área de servicio de aquel lujoso hotel, y llegando hasta una camarera de habitación, pidió que preparasen un baño para dos. Sí, para dos, porque Plushy también recibiría un merecido baño de castigo. Alina y Plushy volvieron a la habitación, y dentro de ésta, la niña se deshizo de su manchado vestido, quedándose en un simple camisón de seda azul.
-Ahora a esperar que nos preparen el baño... ¡Así que ni se te ocurra mancharte más!- regañó sonriente al perro, mientras recogía las pinturas y los papeles, dejándolos al sol para que se secaran de una vez, pues no dejaría que nadie los tirara, ya que para ella, el desastre colorido de su mascota, significaba algo más que una mañana divertida. -Será mejor salir a la calle limpios y brillantes, ¿no crees?- Preguntó a un Plushy inquieto, tirándose en el sillón, a expendas de la camarera de habitación.
-¡Has resultado ser un perro pintor, Plushy!- exclamó aplaudiendo a su mascota, por el desastre colorido que había armado en el suelo. Pero entusiasmada, tomó una gran hoja de papel de color ceniza y lo posó en el suelo, con una gran sonrisa que curvaba sus labios de lado a lado.
-Ahora hazlo en el papel... ¡Vamos Plushy! Deja tus huellas para que el mundo las conozca.- El perro comenzó a andar sobre el papel y la paleta de pintura, manchándolo todo a su paso, formando un colorido y divertido desastre del cual ninguno de los dos se encargaría de limpiar. Eran así de mimados, y así de ricos, que cualquier desastre era barato de pagar, desastres llenos de puros juegos infantiles, de pura inocencia, necesitando un escape de aquel mundo frío y gris que los abrazaba por las noches.
Pronto, tanto el pequeño cachorro de Corgi como Alina, acabaron llenos de pintura. Manchas de patitas y rayas de pincel, inundaba las ropas y el rostro de la niña, en cambio el perro, inquieto y vivaz osó a tirarse sobre la paleta, y revolcarse en la pintura, como si de barro se tratase, dejando el suelo, el papel y a Alina, hechos un cristo colorido.
-¡Plushy!- Rió ella, cogiendo al animal en brazos, intentando distinguir sus ojos de los puntos negros de pintura. -Ahora ya no eres blanco y naranja... ¡Eres un Plushy colorido!- Abrazó con fuerza al animal, hasta que este se retorció entre sus brazos, como siempre lo hacía cada vez que lo atosigaba de mimos. -Vamos.- dijo poniéndose de pie y esperando que el animal la siguiera. Se dirigió pues fuera, donde bajando las escaleras sin atisbo de pudor por sus prendas manchadas, fue hasta el área de servicio de aquel lujoso hotel, y llegando hasta una camarera de habitación, pidió que preparasen un baño para dos. Sí, para dos, porque Plushy también recibiría un merecido baño de castigo. Alina y Plushy volvieron a la habitación, y dentro de ésta, la niña se deshizo de su manchado vestido, quedándose en un simple camisón de seda azul.
-Ahora a esperar que nos preparen el baño... ¡Así que ni se te ocurra mancharte más!- regañó sonriente al perro, mientras recogía las pinturas y los papeles, dejándolos al sol para que se secaran de una vez, pues no dejaría que nadie los tirara, ya que para ella, el desastre colorido de su mascota, significaba algo más que una mañana divertida. -Será mejor salir a la calle limpios y brillantes, ¿no crees?- Preguntó a un Plushy inquieto, tirándose en el sillón, a expendas de la camarera de habitación.
Invitado- Invitado
Re: Los pies fuera de la cama. [Aitor Plushy]
Cuando descubrí a Alina sentándose a mi lado para observar cómo lo manchaba todo de aquel azul, comprendí una vez más cuanta suerte había tenido al ser encontrado por Dima. Eres un perro con suerte, me dije en una sonrisa interior que solo yo podía ver, que escapaba a la vista de Alina en un movimiento frenético de mi rabo.
No pude evitar ladrar cuando dijo que era un perro pintor, ¡yo, con lo torpe que era! Para ella ya era importante y eso me bastaba. Y arrancar la risa que tanto le costaba emitir era como un objetivo que me propuse, así que volví a manchar mis pequeñas patas con diferentes colores para llenarlo todo de pintura. ¡Estoy pintando un cuadro, rawr!, me dije divertido, para luego añadirme un eso no se hace, al que no hice caso riendo en mi interior, sabiendo que como perro no debía dar problemas, pero... ¡era tan divertido!.
Sin poder soportar más mi instinto de buscar mi diversión en la suya, me tiré sobre la paleta de colores revolcándome en ésta para quedar impregnado de todo color allí presente.
-Rrrrwwww....- musité a modo de ronroneo de placer, ¡que fresquita!.
Al cabo de unos minutos, los dos estábamos llenos de pintura, y para cuando alcé la mirada en busca de Alina estando patas arribas, descubrí en su serio rostro una sonrisa que la curvaba de lado a lado. ¡Rawr!, ladré dichoso en mis adentros.
-¡Plushy!.- rió ella, tomándome en brazos buscando mis ojos entre tanta pintura. -Ahora ya no eres blanco y naranja... ¡Eres un Plushy colorido!- exclamó abrazándome con tanta fuerza que terminé retorciéndome entre sus brazos soltando un pequeño alarido. Luego me dejó en el suelo permitiéndome estirar mis pequeñas patitas. -Vamos.- dijo poniéndose de pie, esperando un momento para que la siguiera.
Alina bajó rápidamente las escaleras hasta el servicio de habitaciones que se hallaba en la entrada, y a mi me costó demasiado seguir su ritmo. ¡Espérame!, lloriqueé para mis adentros, no pudiendo decir nada. ¿Cómo iba a pedirle que me esperara? ¿Ladrando? Seguro que algún guardia me decía algo, y no quería meterme en líos, rawr...
Cuando mi ama terminó pidiendo un baño para ambos, volvió a subir las escaleras haciendo que tuviera que esforzarme en subir las escaleras a su ritmo. Mis patitas eran incapaces de corretear al ritmo de sus largas y delgadas piernas.
Logrando alcanzarla, descubrí como se quitaba la ropa quedándose en un simple camisón azul.
-¡Rawr!.- me quejé avergonzado, llevándome las patas a los ojos en un intento por cubrir mis ojos.
Torpemente, la falta de apoyo por cubrirme los ojos llevó a que me cayera, dándome un pequeño golpe en la mandíbula.
-Ahora a esperar que nos preparen el baño... ¡Así que ni se te ocurra mancharte más!.- me regañó ella sonriente, sin ver mi torpe caída. Mientras yo me levantaba dolorido, ella comenzó a recoger las pinturas y los papeles, dejándolos al sol para que se secaran. -Será mejor salir a la calle limpios y brillantes, ¿no crees?.- me cuestionó con una sonrisa.
¡Salir a la calle!, pensé mientras ladraba emocionado por la idea. Alto... ¿ha dicho baño? ¡NO!, exclamé correteando hasta la cama, a la que salté intentando ocultarme en alguna parte. ¿Bañarme? ¡No, no, no!.
-Arwwww....- me quejé lloriqueando, no queriendo entrar en el baño. Además... ¿nos bañaríamos juntos? ¡Qué vergüenza!. -Arwwww....- repetí dejándome caer sobre mi barriga, tapándome los ojos con las patas.
¿Como iba a bañarme yo con mi ama? Sí, era un perro pero... ¡no era solo eso! Una niña bañándose conmigo... ¡conmigo!
Por suerte, cuando la asistenta abandonó el cuarto, Alina correteó al baño encerrándose allí, emitiendo algunas palabras que no alcancé a oír sumido en mi vergüenza.
Menos mal, suspiré dejando de cubrirme los ojos, no podría verla igual si la viese desnuda..., continué pensando.
Un repentino cosquilleo invadió mi cuerpo al mirar aquellas pinturas que había realizado con Alina, ¿por qué me sentía tan vivo en su compañía? Desde que los había encontrado, ya no temía a quedarme solo, ni siquiera veía la vida con pesimismo.
-¡Rawr!.- exclamé teniendo una idea. ¡Pintaría un cuadro para Alina! ¿No era un perro pintor? Aunque... -Arwr....- musité pensativo, sintiendo por un momento unas extrañas ganas de mostrarme tal y como era. ¿Y si...?
Sin darme tiempo a pensarlo dos veces, dejé que mi cuerpo se volviera humano, con sus largas piernas y brazos y la pequeña barba que decoraba mi cara como los bigotes lo hacían en mi rostro canino.
-Vamos allá....- susurré con aquella voz tan poco conocida para mí.
Levantándome de la cama, caminé hasta el sitio donde Alina había dejado las hojas y las pinturas para tomar ambos y comenzar a intentar pintar...pero... ¿cómo se hacía? -Maldito cuerpo de humano....- me quejé mirándome las manos.
Alcé un pie para apoyarlo en el interior de mi rodilla contraria, en una extraña y ágil postura en la que intentaba concentrarme. Tomé una pintura de color azul y levanté los brazos como si fuera un águila a punto de emprender el vuelo, ¿a que te concentras así?, me dije emitiendo una extraña risa con aquella humana voz.
No pude evitar ladrar cuando dijo que era un perro pintor, ¡yo, con lo torpe que era! Para ella ya era importante y eso me bastaba. Y arrancar la risa que tanto le costaba emitir era como un objetivo que me propuse, así que volví a manchar mis pequeñas patas con diferentes colores para llenarlo todo de pintura. ¡Estoy pintando un cuadro, rawr!, me dije divertido, para luego añadirme un eso no se hace, al que no hice caso riendo en mi interior, sabiendo que como perro no debía dar problemas, pero... ¡era tan divertido!.
Sin poder soportar más mi instinto de buscar mi diversión en la suya, me tiré sobre la paleta de colores revolcándome en ésta para quedar impregnado de todo color allí presente.
-Rrrrwwww....- musité a modo de ronroneo de placer, ¡que fresquita!.
Al cabo de unos minutos, los dos estábamos llenos de pintura, y para cuando alcé la mirada en busca de Alina estando patas arribas, descubrí en su serio rostro una sonrisa que la curvaba de lado a lado. ¡Rawr!, ladré dichoso en mis adentros.
-¡Plushy!.- rió ella, tomándome en brazos buscando mis ojos entre tanta pintura. -Ahora ya no eres blanco y naranja... ¡Eres un Plushy colorido!- exclamó abrazándome con tanta fuerza que terminé retorciéndome entre sus brazos soltando un pequeño alarido. Luego me dejó en el suelo permitiéndome estirar mis pequeñas patitas. -Vamos.- dijo poniéndose de pie, esperando un momento para que la siguiera.
Alina bajó rápidamente las escaleras hasta el servicio de habitaciones que se hallaba en la entrada, y a mi me costó demasiado seguir su ritmo. ¡Espérame!, lloriqueé para mis adentros, no pudiendo decir nada. ¿Cómo iba a pedirle que me esperara? ¿Ladrando? Seguro que algún guardia me decía algo, y no quería meterme en líos, rawr...
Cuando mi ama terminó pidiendo un baño para ambos, volvió a subir las escaleras haciendo que tuviera que esforzarme en subir las escaleras a su ritmo. Mis patitas eran incapaces de corretear al ritmo de sus largas y delgadas piernas.
Logrando alcanzarla, descubrí como se quitaba la ropa quedándose en un simple camisón azul.
-¡Rawr!.- me quejé avergonzado, llevándome las patas a los ojos en un intento por cubrir mis ojos.
Torpemente, la falta de apoyo por cubrirme los ojos llevó a que me cayera, dándome un pequeño golpe en la mandíbula.
-Ahora a esperar que nos preparen el baño... ¡Así que ni se te ocurra mancharte más!.- me regañó ella sonriente, sin ver mi torpe caída. Mientras yo me levantaba dolorido, ella comenzó a recoger las pinturas y los papeles, dejándolos al sol para que se secaran. -Será mejor salir a la calle limpios y brillantes, ¿no crees?.- me cuestionó con una sonrisa.
¡Salir a la calle!, pensé mientras ladraba emocionado por la idea. Alto... ¿ha dicho baño? ¡NO!, exclamé correteando hasta la cama, a la que salté intentando ocultarme en alguna parte. ¿Bañarme? ¡No, no, no!.
-Arwwww....- me quejé lloriqueando, no queriendo entrar en el baño. Además... ¿nos bañaríamos juntos? ¡Qué vergüenza!. -Arwwww....- repetí dejándome caer sobre mi barriga, tapándome los ojos con las patas.
¿Como iba a bañarme yo con mi ama? Sí, era un perro pero... ¡no era solo eso! Una niña bañándose conmigo... ¡conmigo!
Por suerte, cuando la asistenta abandonó el cuarto, Alina correteó al baño encerrándose allí, emitiendo algunas palabras que no alcancé a oír sumido en mi vergüenza.
Menos mal, suspiré dejando de cubrirme los ojos, no podría verla igual si la viese desnuda..., continué pensando.
Un repentino cosquilleo invadió mi cuerpo al mirar aquellas pinturas que había realizado con Alina, ¿por qué me sentía tan vivo en su compañía? Desde que los había encontrado, ya no temía a quedarme solo, ni siquiera veía la vida con pesimismo.
-¡Rawr!.- exclamé teniendo una idea. ¡Pintaría un cuadro para Alina! ¿No era un perro pintor? Aunque... -Arwr....- musité pensativo, sintiendo por un momento unas extrañas ganas de mostrarme tal y como era. ¿Y si...?
Sin darme tiempo a pensarlo dos veces, dejé que mi cuerpo se volviera humano, con sus largas piernas y brazos y la pequeña barba que decoraba mi cara como los bigotes lo hacían en mi rostro canino.
-Vamos allá....- susurré con aquella voz tan poco conocida para mí.
Levantándome de la cama, caminé hasta el sitio donde Alina había dejado las hojas y las pinturas para tomar ambos y comenzar a intentar pintar...pero... ¿cómo se hacía? -Maldito cuerpo de humano....- me quejé mirándome las manos.
Alcé un pie para apoyarlo en el interior de mi rodilla contraria, en una extraña y ágil postura en la que intentaba concentrarme. Tomé una pintura de color azul y levanté los brazos como si fuera un águila a punto de emprender el vuelo, ¿a que te concentras así?, me dije emitiendo una extraña risa con aquella humana voz.
Aitor Plushy- Mensajes : 85
Fecha de inscripción : 09/02/2011
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