AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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To fall into the trap [Christopher]
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To fall into the trap [Christopher]
"¿Cuál es nuestra inocencia? ¿Cuál es nuestra culpa? Todos estamos desnudos, nadie está a salvo."
Las frías patitas me dolían, tantísimo hasta hacerme salir unas pocas lagrimas de mis ojos. Ya no podía más, llevábamos días huyendo de nuestros perseguidores que parecían no cansarse nunca. Y aunque ellos dijeran que aún estaban lejos, yo los oía cerca. Demasiado cerca. Sentía sus pisadas en la fresca hierba y en las noches oía los susurros, sentía la magia cerca de mí y aquello me aterrorizaba. Entonces iba y le avisaba a aquella familia de licántropos que me habían salvado y aceptado como una hija más en la familia. Sin embargo no me creían, y aquellos pasos que oía cada vez estaban mas y mas cerca, estremeciéndome por completo el cuerpo. Sentía algo de ellos, que no me gustaba nada. Desconfianza, maldad y aquel ligero olor a muertos. ¿Quiénes serian? Me preguntaba cada cierto tiempo en que desviaba mi mirada a nuestras espaldas y juraba oírlos cerca, observándome. Rápidamente entonces corría volviendo hacia la familia de licántropos asustada, los que con palabras dulces me calmaban. No obstante ahí seguía la misma sensación, en mi pequeño pecho apretándome. Pasamos dos noches más en la intemperie huyendo por los bosques. Los licántropos cada día que pasaban y que quedaba menos para llegar a su escondite, se volvían más inquietos. Ahora no únicamente era yo la que miraba a nuestras espaldas, si no también todos los demás. No entendía que pasaba ni por qué nos buscaban, solo sabía que se encontraban cerca y demasiado temprano, los vi. Justo la misma tarde antes que la luna llena transformara en lobos a esa buena gente y así transformados, pudieran enfrentarse a nuestros perseguidores.
— Violette ve y huye. Corre todo lo que puedas y no dejes de correr, ellos no saben de ti. Tú no eres licantropa como nosotros, así que sálvate. Por favor pequeña ¡vete! — La voz dulce de Naida la más joven del grupo me hizo llorar. No quería irme del lado de ellos, tampoco quería dejarlos solos. Ellos habían sido aquel último mes mi familia, por una vez en mucho tiempo había tenido una familia que considerar mía o por lo menos sentirme aceptada y ahora ¿volvería a perderlos? Negué llorosa con la cabeza, agarrándome a ella, hasta que Rob el padre de familia del grupo me agarró desenganchándome de su hija y con fuerza me aventó al suelo donde caí sorprendida y temblorosa.
— ¡LARGATE! AHORA! —Me gritó implacable con firmeza total de aquel quien lleva años llevando la voz cantante de una familia. Me levanté de donde estaba y tras una nueva mirada a ellos, quizás la última, salí corriendo del claro en que se encontraban metiéndome entre los matorrales.
Apenas unos segundos los primeros gritos y gruñidos me dijeron que ya los estaban enfrentando. — ¡Matadlos! ¡Que no escapen! —Las lágrimas corrían bañando mi rostro, y ni aun así me detuve al oír aquellas graves voces desconocidas para mí. Si algo quería era no morir y aquellas personas de verme, también me matarían o algo peor. Así que seguí corriendo y antes de que los matorrales y el bosque se hiciera una trampa para mi forma humana y me ralentizara el paso, en plena carrera me transformé en una gatita naranja que siguió corriendo, dejando la ropa atrás en el camino. Oyendo todavía los gritos y los lamentos de quien había sido mi familia adoptiva, me paré un momento y maullé triste al tiempo en que sentía alguien que se acercaba hacia mí. ¿Seria Naida? Demasiado asustada y cansada para seguir corriendo, me fui a esconder en unos matorrales y en silencio esperé a ver quién me seguía.
— Violette ve y huye. Corre todo lo que puedas y no dejes de correr, ellos no saben de ti. Tú no eres licantropa como nosotros, así que sálvate. Por favor pequeña ¡vete! — La voz dulce de Naida la más joven del grupo me hizo llorar. No quería irme del lado de ellos, tampoco quería dejarlos solos. Ellos habían sido aquel último mes mi familia, por una vez en mucho tiempo había tenido una familia que considerar mía o por lo menos sentirme aceptada y ahora ¿volvería a perderlos? Negué llorosa con la cabeza, agarrándome a ella, hasta que Rob el padre de familia del grupo me agarró desenganchándome de su hija y con fuerza me aventó al suelo donde caí sorprendida y temblorosa.
— ¡LARGATE! AHORA! —Me gritó implacable con firmeza total de aquel quien lleva años llevando la voz cantante de una familia. Me levanté de donde estaba y tras una nueva mirada a ellos, quizás la última, salí corriendo del claro en que se encontraban metiéndome entre los matorrales.
Apenas unos segundos los primeros gritos y gruñidos me dijeron que ya los estaban enfrentando. — ¡Matadlos! ¡Que no escapen! —Las lágrimas corrían bañando mi rostro, y ni aun así me detuve al oír aquellas graves voces desconocidas para mí. Si algo quería era no morir y aquellas personas de verme, también me matarían o algo peor. Así que seguí corriendo y antes de que los matorrales y el bosque se hiciera una trampa para mi forma humana y me ralentizara el paso, en plena carrera me transformé en una gatita naranja que siguió corriendo, dejando la ropa atrás en el camino. Oyendo todavía los gritos y los lamentos de quien había sido mi familia adoptiva, me paré un momento y maullé triste al tiempo en que sentía alguien que se acercaba hacia mí. ¿Seria Naida? Demasiado asustada y cansada para seguir corriendo, me fui a esconder en unos matorrales y en silencio esperé a ver quién me seguía.
“Pensé que estaríamos a salvo, solo que olvide que nadie jamás escapa de la inquisición.”
Última edición por Violette el Miér Mayo 07, 2014 12:20 pm, editado 1 vez
Nalia- Cambiante Clase Baja
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Re: To fall into the trap [Christopher]
“Es un chiste saber que solo eres un simple hilo en la seda.”
Estaba enojado y sirviente de curiosidad, era la primera vez que salía junto a otros compañeros de la iglesia para “cazar” o “espiar” a otros sobrenaturales. La idea nunca había sido de mi agrado, más me gustaba que me traigan los sujetos experimentales directo a mi puerta. Pero estaba bien ganar algo de experiencia, después de todo, hacía ya bastante tiempo me habían sacado de la rutina. Desde aquella vampiresa las cosas habían ido cambiando paulatinamente en mi común vida científica. Pero había logrado entender algunas curiosidades que había ido anotando minuciosamente en mi diario. Ahora era cuestión de terminar los avances y pronto podría volver a lo habitual. Aquel pensamiento me causaba algunas indecisiones, eso significaría que ya no podría pegarme a Uriel como lo había estado haciendo, no podría poseerla como quisiera, moldearla con mis propios dedos. Ya solo quedaría en manos de la Iglesia, que la tacharía de rebelde o indisciplinada y la haría arder en el fuego apenas algo no le gustara de ella. Al menos estando yo, podría pedirla para mis propios placeres. Estaba claro que me la darían, después de todo, al menos yo era más humano que ella. Tenía todo a mi favor.
Me relamí los labios ante el pensamiento y me crucé de brazos en tanto avanzábamos, estábamos cerca, demasiado a decir verdad y los soldados empezaban a arrastrarse por los pisos y esconderse de diversas formas. ¿Eran idiotas o qué? Los lobos podían olernos de a muchos kilómetros y siendo que hoy era luna llena, era simplemente una estupidez esconderse de esa manera. En fin, tuve que seguir lo que hacían o terminarían matándome a mi primero. Así que como una lagartija o un saltamontes fuimos por pasto y árboles. Estábamos a apenas unos metros cuando la luna relució entre el cielo y los gritos y piel rompiéndose fue el acto principal. Los soldados salieron al ataque y yo me quedé más atrás observando la situación. No bastó concentrarme demasiado cuando noté que un aura más suave se iba corriendo por los caminos. Un cambia formas estaba entre ellos, tal como lo habían informado. Tomé la iniciativa, ellos se cargarían a los perros, para mí era imposible vencerlos, no tenía las habilidades ni las armas que ellos tenían. Era irónico, ya que la mayoría estaban fabricadas por mí. Me concentré en el aura que se alejaba y mi cuerpo empezó a variar, tomó la forma de un águila y con las alas hacía atrás tomé el impulso para empezar a volar. Solo tenía entre quince y veinte minutos para poder alcanzarla, de pasarme del tiempo volvería a mi forma humana. La magia era más práctica que lo que ellos eran. Mi ropa se venía conmigo cuando me cambiaba, mi aura se achicaba y me ajustaba a mi propia realidad, sin duda era mucho más cómodo.
Por lo contrario, la cambiante no podía hacer eso y pude notar que era una mujer, cuando las sobras de sus vestimentas pasaron frente a mis ojos, desechadas en medio de la hierba. Empecé a aletear, intenté actuar naturalmente, busqué esconder mi aura humana, mezclándome con la naturaleza, pasé la cabeza por los arbustos y las patas por la tierra y cuando al fin la gata se cansó de correr luego de al menos diez minutos, me posé en una rama larga, en el mismo árbol que ella. Aún tenía un poco de tiempo para poder jugar, pero ajusté aquel período de mi trasformación, me quedarían menos de dos minutos, pero me trasformé en un escorpión y bajé por la corteza del árbol hasta el costado contrario del suelo. Me apoyé con cuidado en el borde y lentamente me volví a transformar es un humano, mis pies se alargaban, todo pasaba entre medio de otra dimensión y cuando menos lo esperé estaba como un ser humano común, con las piernas embarradas. — Sal de ahí o tendré que lastimarte. Ven, no te haré daño. — Palabras suaves que yo sabía usar muy bien. Estaba acostumbrado a calmar a mis víctimas y siempre me creían, tenía ese sentido de pasividad en los ojos, que incluso podía llegar a enamorar a las presas que me traían. Claro que no es algo que realmente me importara, pero tal como cuando se mataba a un animal, había que hacerlo sin que lo noten, así la carne siempre es más tierna. Más si se los degolla cuando están asustados y tensados, la carne queda dura. — Están cazando a los licántropos, a ti no te harán daño, no si te encuentro yo. Cuidaré de ti. — Mentí de la forma más cruel que pude.
“Porque solo hay una forma de convencer a la mente humana.”
Calcabrina- Hechicero Clase Alta
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Re: To fall into the trap [Christopher]
"Los animales son la encarnación de la inocencia."
Cuando nadie te quiere, es doloroso. Ya hacía tiempo había perdido a mi familia. Mi dulce madre había aparecido como una bola peluda de un color más blanco que la nieve, muerta en nuestro escondite, y a partir de entonces mi vida se torció. Me perdí miles de veces, llegué a Paris donde vagabundee por las maltrechas calles… y justo cuando había encontrado un refugio entre unos cartones y unas calles, que nadie visitaba, llegó el invierno más frio de todos como si mi vida no hubiera sido realmente fría por sí sola. Por suerte, había sobrevivido al invierno y con la llegada de la primavera habían vuelto las temperaturas suaves y el cálido sol, que poco a poco fue borrando de mis recuerdos el amargo frio de la nieve helada sobre mi piel. Mi vida jamás ha sido buena, solo recuerdo con alegría los paseos junto con Camila, una gata con la que hacia demasiado tiempo no me encontraba. ¿Se encontraría bien? ¿Seguiría con aquel canino, que me había dicho que era divertido y travieso como un cachorro? Al pensar en ella por unos instantes me permití sonreír escondida entre la maleza. Ya hacía mucho tiempo de ello, y ahora mis últimos días habían sido junto con aquella familia de licántropos que perseguían. Ellos me habían dicho que los perseguían desde hacía tiempo, sin embargo yo siempre tenía el presentimiento que de alguna forma, yo llevaba la destrucción, la maldad acechando mis pasos, siendo así el por qué los han encontrado, dando la casualidad de que justo hacia poco tiempo yo estaba entre ellos.
En mi huida, había oído el aletear de un gran pájaro y enseguida supe que me perseguía entre las alturas, lo que me llevó a finalmente antes de que me diera alcance a esconderme entre aquel matojo de matorral seco. Con suerte al ser tan pequeña en mi forma felina, pude hacerme un hueco sin lastimarme la piel y en silencio permanecí hasta que finalmente le oí. El pájaro se había quedado en una de las ramas del árbol más próximo a mí. Esperé para ver que hacía y para mi sorpresa, no hacía nada. Arrugué el hocico y olfateé dándome cuenta de que el olor del ave había desaparecido. Alertada y a la vez con una malsana curiosidad, mis pies se movieron hacia delante de forma que mis finos bigotes se asomaron fuera de la protección de los matorrales que me ocultaban. Asomé la cabeza con timidez encontrándome con que un joven embarrado se encontraba apenas pocos metros de mí. Fijé mis ojos asustados en los de él, que suaves y cordiales como su voz me invitaba a acercarme a él y maullé lastimosamente. ¿Cómo podía creerle? ¿Acaso no era él uno de ellos? Antes de que sucumbiera y me dejara atrapar por él, tras una nueva mirada, volví a retroceder hasta volver a esconderme fuera de su mirada, donde poder pensar con tranquilidad.
Mis pequeñas garras arañaron el suelo en lo que me limpiaba una de las patas con nerviosismo. Era tan cálida su voz, que solo podía desear ir hacia él y esperar que me prodigara caricias. Ante su voz nuevamente, volví a maullar, esta vez más fuerte y tomando la decisión de hablar con él con la esperanza de que no fuera uno de ellos, me transformé en niña. Las ramas secas se clavaron en mi piel y me quejé. Era demasiado grande para el escondite ahora que recuperaba mi forma humana. Suspiré y con dificultad me moví hasta salir de debajo el matorral, enfrentándome de nuevo con aquel hombre. — ¿Sois unos de ellos?— Le pregunté aun quedándome a distancia de él. De reojo busqué por los alrededores mi ropa sin encontrarla. No me gustaba estar sin ella, cuando me encontraba ante desconocidos y no eran como yo. Al no ver mi ropa, suspiré y me volví vigilante hacia él, sin fiarme todavía del todo. — ¿Por qué nos perseguían…? No hacíamos… no hacía nada malo, solo estaba con ellos y ellos me dijeron que debía huir de vosotros. Debería irme. No sois buenos…pero tú eres diferente, ¿porque no huyes conmigo? —mi voz apenas salía más que como un dulce ronroneo por mi garganta mientras seguía mirándole, intentando no caer en el embrujo de sus ojos, los que me decían que me estaba equivocando con él y que era igual o más peligroso que los demás. Por más que una parte de mi quisiera huir, irremediablemente ya se me había hecho tarde. —No quiero que los maten… ¿qué puedo hacer para salvarles?
En mi huida, había oído el aletear de un gran pájaro y enseguida supe que me perseguía entre las alturas, lo que me llevó a finalmente antes de que me diera alcance a esconderme entre aquel matojo de matorral seco. Con suerte al ser tan pequeña en mi forma felina, pude hacerme un hueco sin lastimarme la piel y en silencio permanecí hasta que finalmente le oí. El pájaro se había quedado en una de las ramas del árbol más próximo a mí. Esperé para ver que hacía y para mi sorpresa, no hacía nada. Arrugué el hocico y olfateé dándome cuenta de que el olor del ave había desaparecido. Alertada y a la vez con una malsana curiosidad, mis pies se movieron hacia delante de forma que mis finos bigotes se asomaron fuera de la protección de los matorrales que me ocultaban. Asomé la cabeza con timidez encontrándome con que un joven embarrado se encontraba apenas pocos metros de mí. Fijé mis ojos asustados en los de él, que suaves y cordiales como su voz me invitaba a acercarme a él y maullé lastimosamente. ¿Cómo podía creerle? ¿Acaso no era él uno de ellos? Antes de que sucumbiera y me dejara atrapar por él, tras una nueva mirada, volví a retroceder hasta volver a esconderme fuera de su mirada, donde poder pensar con tranquilidad.
Mis pequeñas garras arañaron el suelo en lo que me limpiaba una de las patas con nerviosismo. Era tan cálida su voz, que solo podía desear ir hacia él y esperar que me prodigara caricias. Ante su voz nuevamente, volví a maullar, esta vez más fuerte y tomando la decisión de hablar con él con la esperanza de que no fuera uno de ellos, me transformé en niña. Las ramas secas se clavaron en mi piel y me quejé. Era demasiado grande para el escondite ahora que recuperaba mi forma humana. Suspiré y con dificultad me moví hasta salir de debajo el matorral, enfrentándome de nuevo con aquel hombre. — ¿Sois unos de ellos?— Le pregunté aun quedándome a distancia de él. De reojo busqué por los alrededores mi ropa sin encontrarla. No me gustaba estar sin ella, cuando me encontraba ante desconocidos y no eran como yo. Al no ver mi ropa, suspiré y me volví vigilante hacia él, sin fiarme todavía del todo. — ¿Por qué nos perseguían…? No hacíamos… no hacía nada malo, solo estaba con ellos y ellos me dijeron que debía huir de vosotros. Debería irme. No sois buenos…pero tú eres diferente, ¿porque no huyes conmigo? —mi voz apenas salía más que como un dulce ronroneo por mi garganta mientras seguía mirándole, intentando no caer en el embrujo de sus ojos, los que me decían que me estaba equivocando con él y que era igual o más peligroso que los demás. Por más que una parte de mi quisiera huir, irremediablemente ya se me había hecho tarde. —No quiero que los maten… ¿qué puedo hacer para salvarles?
"Lo peor era que conocía el peligro y en ti, jamás lo pude prever."
Nalia- Cambiante Clase Baja
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Re: To fall into the trap [Christopher]
“No puedes hacer nada, siquiera por ti misma.”
La niña estaba sentenciada, mis ojos profundos no hacían más que pensar en cálculos y restricciones, en la cantidad de segundos que tenía para poseerla si llegaba a salir corriendo, en la distancia que podía correr en ese mismo tiempo y en la cantidad de maná que quedaba en mi fuente de energía. Pero eso solo se podía ver interiormente, ya que por fuera tan solo eran unos ojos tranquilos, una voz tan calmada y anhelante como la que había aprendido a repetir de los seres sobrenaturales con los que había experimentado, muchos de ellos habían tenido habilidades para hipnotizarme, para sacar lo peor de mí, y hasta para hacerme caer en una especie de enamoramiento, que terminaban con tan solo un segundo de que pudiese pensar claramente y me clavaba un cuchillo en mi cuerpo hasta despertar de eso que era tan solo una ficción. Pues eso mismo estaba haciendo con la gata y por eso pensaba todo lo que podía pasar si ella también reaccionaba por unos segundos. Para mi suerte eso no sucedió y la vi salir desnuda, con una piel tan blanca y joven que en resultado me avisó que se trataba tan solo de una niña. Me sentí ligeramente apenado, pero no podía hacer nada, o quizá sí, pero no era algo que iba a salir de mí propiamente. —No soy como ellos… Pero si te agarran tendrás el mismo destino, ven, yo te ayudaré. —
La sensación de éxtasis recorrer en mi estómago me alertaba que estaba disfrutando el juego macabro con la joven, que lentamente se acercaba, aún si era una niña que sería asesinada, pensé en que era una mujer o al menos lo sería si llegaba a sobrevivir y me quité el largo saco que llevaba, bordado, pero con una suave tela por dentro. Envolví a la niña en eso y la miré a los ojos, mientras acomodaba los botones y la escuchaba hablando. — Algunas veces la maldad recorre las venas de ellos, sin que ellos mismos lo deseen. En las noches de luna llena más de cien personas son asesinadas por seres como ellos, porque no son capaces de controlarse. No hay forma de domesticarlos, debemos proteger a nuestra gente, a los humanos, porque creen en nosotros y no podemos fallarles. — Testifiqué con los ojos oscuros y fríos, en realidad estaba siendo honesto, no perdía el recuerdo de los gritos al caminar por los bosques en la luna llena. Me habían encomendado hacer un recorrido, de manera tal que al volver tenga la cuenta exacta de cuantas personas habían muerto en luna llena y cuantos habían sido convertidos irremediablemente al ser mordidos pero sin terminar de morir. Esa noche, estuve matando a muchas personas que rogaban porque los cure, pero curarlos era tan solo maldecirlos. Y tuve que matarlos, uno a uno y sin chistar.
—Aunque pudieses hacer algo, ellos ya están muertos. No puedo huir, no deseo huir. Vamos. — Agarré a la niña por el hombro, acercándola a mí, como si fuese a protegerla, pero no era mi idea en lo absoluto. Claro que si querían matarla o hacer algo peor como encamarse con la niña como tenía entendido muchos hacían, me negaría rotundamente, de alguna forma era mía, yo me la había ganado. En el camino, procuré mirar alrededor buscando las ropas de la muchacha, pero al parecer habían desaparecido con su rastro, suspiré, tampoco era que tuviese frío, pero no deseaba que ella quedase a la intemperie. — ¿Cuál es tu nombre? Eres una cambiante felina, ¿no? Esa misión era para terminar con la familia de licántropos, así que no te harán daño. —Quise tranquilizar, aunque en realidad era bastante mentira, en una misión se acababa con el mayor número de sobrenaturales posibles, sin distinción de razas, pero en ese caso, podía hacer que sea una excepción. No tenía tanto dinero, pero si poder, mi padre podía intervenir si tan solo se lo pedía, aunque desde siempre me había valido por mí mismo. Pero en ese momento tenía la oportunidad de tener a un conejillo de indias para mí solo. Ya que en el laboratorio siempre los compartía con otros, que no hacían durar a las víctimas ni tan solo unos cuantos días.
Pronto nos fuimos acercando a donde estaban los demás. Mis ojos buscaban inquietantemente a todos, los examinaba a la distancia, porque aún no estábamos a su lado, seguíamos a varios metros que nos permitían una suerte de privacidad. Pensé en las diferentes situaciones y esperé que no quisieran matarla al instante, por dentro, tenía la pequeña necesidad de querer mantenerla con vida y quedármela para mí. Quizá porque no tenía hermanos o porque era muy niña y llegaba a darme pena. No podía comprender fácilmente a qué se referían mis sentimientos, pero lo que era seguro es que me hubiese gustado que aquella vampiresa estuviese allí para aplacar mis indecisiones.
“No puedo pensar en querer salvar un alma no natural.”
Calcabrina- Hechicero Clase Alta
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Re: To fall into the trap [Christopher]
“Siempre una misma se puede salvar.”
En mi mente aún seguía preguntándome por qué aquellos desconocidos, aquellos hombres quisiesen matarme. No encontraba ningún motivo, tampoco es que lo encontrara para con la familia que había cuidado de mi unos pocos meses. ¿Pero yo? Jamás había hecho nada, si, alguna vez había robado alguna manzana, pero siempre las que estaban maltrechas o que lanzaban descartando de las compras en los mercados. O hasta había robado un poco de pan, cuando mi madre aún seguía en vida hacía ya tantos años atrás. De aquello hacia mucho, y no creía que fuera por ello. O quizás sí, ya que habían humanos que no se olvidaban jamás de las cosas, como un chico al que arañe por protegerme un día en que vino a golpearme y el cual no se olvidó de mí jamás, hasta que un día volvimos a encontrarnos y junto con sus amigos vino a por mí, hasta dejarme tumbada en los suelos de París. Recordar aquel día solo me hacía erizar la piel y observar a aquel sujeto ante mí, con más curiosidad. ¿Sería como aquel chico? ¿Me dañaría o de verdad iba a protegerme? Me mordí los labios y asentí ante lo que me decía. Con él me encontraría a salvo, y una gran parte de mí, le creía.
Terminé por acercarme a él, quedándome quieta en cuanto le vi desabrocharse el abrigo y pasármelo por encima, hasta taparme con él la desnuda piel. Con una tímida sonrisa se lo agradecí, cayendo en aquel instante en que el día había pasado y entrando en la noche, la brisa nocturna no era tan cálida, por lo que pronto podría haberme encontrado tiritando hasta llegar a donde fuese que fuera ahora mi nuevo refugio. —También hay humanos malos y crueles y también matan a humanos. Ellos siempre me patean y se ríen de mí, no nos quieren… por que deberíamos protegerles? Ellos jamás lo hicieron por mí. —Le contesté sin entender mucho de su lógica en lo que sentía que me abrochaba el abrigo hasta taparme y asegurarse de que no pudiera pasar frío. Las mangas del abrigo me iban grandes y me colgaban, reí por unos segundos intentando pasar de toda aquella noche oscura, hasta volverme a la mirada del chico, que seguía mirándome con unos ojos oscuros. A nadie le gustaba que le llevaran la contraria, lo había aprendido de mi madre. —L-lo siento. Es solo que eran buenas personas…y yo también soy buena. Solo algunas veces he sido mala por robar unas pocas manzanas…pero por eso no me buscáis no? —Mi voz titubeó terminando por teñirse de miedo, calmándome bastante cuando me tomó de los hombros y me acercó a él, haciéndome sentir protegida.
Me abrace a su cintura y le seguí, dejé que me llevara de vuelta a aquel lugar, aunque no deseara más que alejarme, huir de aquellas personas. Tampoco deseaba ver sangre, ni a aquella familia muerta. En silencio escuché los alrededores y todo estaba demasiado calmado. Ya no había gritos, ni aullidos, ni voces diciéndome que huyera lejos y no volviera la mirada. Una parte de mí no quería creerlo, pero la familia ya se encontraba muerta, el silencio me lo confirmaba y el humo que sentía, aquel extraño olor era el de una hoguera que empezaba a crepitar.
Mi pequeño cuerpo tembló entre el abrigo y el abrazo que seguía alrededor de él. Desde lejos ya podía ver las sombras de las llamas, y los de aquellos hombres que echaban algo al fuego. Oí sus palabras en lo que nos acercábamos lentamente y con valentía le contesté, a pesar de que mis pasos cada vez eran más arrastrados por él, debido a la cercanía de aquellos hombres a los que no deseaba acercarme. — Me llamo Violette… toda mi familia murió, así que no tengo apellido o no que recuerde. Y sí, soy una felina, pero no hago daño a nadie. —Volví a insistir intentando ralentizar sus pasos con mi mirada implorante en la suya. Sabía que de acercarnos más, los hombres me verían y vendrían a por mí. Volví la mirada hacia el frente, deteniéndome por completo junto a él y desde los arboles pude entrever por unos segundos una sombra que se acercaba hacia nosotros. —Se acerca. —susurré avisándole de la presencia saliéndome de su abrazo. Me escondí detrás de su figura, interponiéndole entre la desconocida y mi pellejo. Y esperé, viendo las posibilidades que tenía de escapar si no podía protegerme, aunque mantenía una ciega esperanza por sus palabras. Pero tampoco quería que me entregara a aquellos malvados hombres si al final resultaba que él no podía hacer nada, por lo que debía pensar en un plan mientras mis instintos seguían rastreando la esencia desconocida y femenina que se acercaba. — ¿Quién es? —Pregunté en cuanto me di cuenta de que el olor no era como el de aquellos hombres, ni siquiera era de un humano.
Terminé por acercarme a él, quedándome quieta en cuanto le vi desabrocharse el abrigo y pasármelo por encima, hasta taparme con él la desnuda piel. Con una tímida sonrisa se lo agradecí, cayendo en aquel instante en que el día había pasado y entrando en la noche, la brisa nocturna no era tan cálida, por lo que pronto podría haberme encontrado tiritando hasta llegar a donde fuese que fuera ahora mi nuevo refugio. —También hay humanos malos y crueles y también matan a humanos. Ellos siempre me patean y se ríen de mí, no nos quieren… por que deberíamos protegerles? Ellos jamás lo hicieron por mí. —Le contesté sin entender mucho de su lógica en lo que sentía que me abrochaba el abrigo hasta taparme y asegurarse de que no pudiera pasar frío. Las mangas del abrigo me iban grandes y me colgaban, reí por unos segundos intentando pasar de toda aquella noche oscura, hasta volverme a la mirada del chico, que seguía mirándome con unos ojos oscuros. A nadie le gustaba que le llevaran la contraria, lo había aprendido de mi madre. —L-lo siento. Es solo que eran buenas personas…y yo también soy buena. Solo algunas veces he sido mala por robar unas pocas manzanas…pero por eso no me buscáis no? —Mi voz titubeó terminando por teñirse de miedo, calmándome bastante cuando me tomó de los hombros y me acercó a él, haciéndome sentir protegida.
Me abrace a su cintura y le seguí, dejé que me llevara de vuelta a aquel lugar, aunque no deseara más que alejarme, huir de aquellas personas. Tampoco deseaba ver sangre, ni a aquella familia muerta. En silencio escuché los alrededores y todo estaba demasiado calmado. Ya no había gritos, ni aullidos, ni voces diciéndome que huyera lejos y no volviera la mirada. Una parte de mí no quería creerlo, pero la familia ya se encontraba muerta, el silencio me lo confirmaba y el humo que sentía, aquel extraño olor era el de una hoguera que empezaba a crepitar.
Mi pequeño cuerpo tembló entre el abrigo y el abrazo que seguía alrededor de él. Desde lejos ya podía ver las sombras de las llamas, y los de aquellos hombres que echaban algo al fuego. Oí sus palabras en lo que nos acercábamos lentamente y con valentía le contesté, a pesar de que mis pasos cada vez eran más arrastrados por él, debido a la cercanía de aquellos hombres a los que no deseaba acercarme. — Me llamo Violette… toda mi familia murió, así que no tengo apellido o no que recuerde. Y sí, soy una felina, pero no hago daño a nadie. —Volví a insistir intentando ralentizar sus pasos con mi mirada implorante en la suya. Sabía que de acercarnos más, los hombres me verían y vendrían a por mí. Volví la mirada hacia el frente, deteniéndome por completo junto a él y desde los arboles pude entrever por unos segundos una sombra que se acercaba hacia nosotros. —Se acerca. —susurré avisándole de la presencia saliéndome de su abrazo. Me escondí detrás de su figura, interponiéndole entre la desconocida y mi pellejo. Y esperé, viendo las posibilidades que tenía de escapar si no podía protegerme, aunque mantenía una ciega esperanza por sus palabras. Pero tampoco quería que me entregara a aquellos malvados hombres si al final resultaba que él no podía hacer nada, por lo que debía pensar en un plan mientras mis instintos seguían rastreando la esencia desconocida y femenina que se acercaba. — ¿Quién es? —Pregunté en cuanto me di cuenta de que el olor no era como el de aquellos hombres, ni siquiera era de un humano.
“La esperanza en ti es lo último que perderé.”
Nalia- Cambiante Clase Baja
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Re: To fall into the trap [Christopher]
“Todos mis sentidos me llevan hacia tí.”
Seguirle el rastro no había sido difícil. Aquel humano parecía haberse tatuado en mi piel, tanto como en mis sentidos. Volví a olisquear el aire y reí al entender todos aquellos movimientos erráticos. El grupo de inquisidores había ido haciendo un rodeo detrás del grupo de licántropos a los que habían mandado a exterminar y Christopher también les había seguido. Una parte de mí río al imaginármelo de aquella forma, sin embargo era más la rabia y el miedo en mi alma, que todo lo demás. No había podido dormir y tampoco había podido ser capaz de detener al tecnólogo de aquella misión, que para nada iba acorde con su trabajo y habilidades. Sabía que en el fondo le tenía en muy buena alza, y que la realidad era de qué podría protegerse de cualquiera, como de mí misma, con solo usar sus poderes. Ya algunas noches me había mostrado de primera persona sus poderes, usándolos conscientemente o hasta inconscientemente sobre mí , como también le había observado concentrado en su trabajo, una noche que fui con él al cuartel de los tecnólogos y le vi metido en su papel de científico, con un par de sujetos sobrenaturales, atados a unas heladas camillas. Por suerte habían sido hombres, porque de verle acariciar aquellas pieles de tal forma, con sujetos femeninas no hubiera podido contenerme a morder aquellas pieles que había reseguido o hasta matarlas, librándoles de las descargas y otros métodos, que sinceramente esperaba no tener que probar en mis propias pieles jamás.
Subí la colina y seguí en mi búsqueda, rastreándolos. Christopher había ido como ayudante y para reconocer, asegurar que nada de aquella cacería, saliera mal. Simplemente estaba como espía, situación que al paso de las semanas a mi lado le había servido hasta para conocer nuevas aptitudes y conocimientos que antes ni imaginaba. Como lo era de que los vampiros podían dormir al lado de un mortal, tras una noche intensa, sin tener que tener la necesidad de matarles, y que su magia en ciertas personas, si había una cercanía más allá del simple contacto, lograba propósitos que con los demás no lograba, como el calentar por unos instantes la sangre de un vampiro y que este no se consumiera hasta convertirse en cenizas. Sonreí por unos instantes, borrando automáticamente la sonrisa de mi rostro al acordarme de la última noche, en la que en su despedida me había inmovilizado en la habitación, sabiendo que yo sería capaz de encerrarlo para que no acudiera a la misión, huyendo así de mí, dejándome preocupada toda la mañana. Chasqueé los dientes molesta, y ahora sí, sintiéndolos más cerca empecé a avanzar rápidamente hacia ellos, hasta que a mi olfato llegaron las primeras partículas y olores de los licántropos siendo quemados y del fuego haciendo el trabajo sucio de borrar toda huella.
Me subí a un árbol y de allí avance. Era liviana, y con mis habilidades, apenas al ir de rama en rama se sentía mi presencia, más si no solo para los pobres pájaros que de pronto se encontraban conmigo. Avancé rápida hasta que me encontré frente a frente con el cálido y mortal fuego. Apartándome del calor del fuego, que no me gustaba ni un poco, hice un barrido con la mirada, viendo que había sucedido, si teníamos alguna baja de entre los inquisidores y la situación de Christopher, que bajo mi sorpresa, no se encontraba en primera fila del fuego. Desde la rama seguí observándoles. Había un inquisidor muerto, que había perecido bajo las fauces de un licántropo y luego rematado por uno de sus compañeros. Y más allá, mientras uno de los cuerpos de los licántropos ardía, los demás esperaban por ser quemados o por ser llevados a los científicos para estudiarlos. Una de las licantropas, parecía que aún respiraba, encontrándose atada con plata por doquier. No había peor destino que aquel para un licántropo joven, me dije sintiendo un poco de pena por la joven que tardaría mucho más en morir de aquella forma, ya que como más joven es el sujeto con la licantropía, más resistente es a la muerte por intoxicación con plata.
Observé a los inquisidores a mis pies, bajo los árboles e igual que ellos, les vi preguntándose por el tecnólogo y por la sobrenatural que faltaba. Muriéndome de curiosidad, volví a olisquear el aire, llegándome a mí finalmente el aroma de Christopher y el que parecía de una felina. Provenía del campo que se extendía tras aquel fuego, así que como pude pasé por encima del fuego, saltando a una rama lejana y de allí bajé hacia el suelo. Observé el campo y al ver a Christopher, veloz fui hacia allí preocupada por él y su estado. Ya que aunque no hubiera rastro de su sangre en el aire, jamás se podía saber con seguridad, hasta tenerlo frente de mí y asegurarme por mis propios ojos.—Christopher ¿estás bien? — Pregunté llegando apenas en unos segundos ante él.
— Te han mordido? Te han arañado? ¿Estas herido? —Mis manos rápidamente fueron a su rostro y de allí palparon todo rastro de piel expuesta asegurándome de que se encontrara todo bajo control. Bajé del cuello hasta la cintura con mis manos, en donde me encontré con una cálida y pequeña, joven mano que se aferraba a él. Le dirigí una mirada curiosa y antes de que pudiera hablarme fue que le besé, juntando los labios con ferocidad, con deseo y con prisas. Haciéndole ver lo preocupada que me encontraba y lo que le había extrañado en la mañana. Le mordí el labio y dirigiéndome a besar el lóbulo de su oreja, de reojo pude ver el movimiento de una joven niña que se asomaba por el otro costado de él, huyendo de mí mirada y de mi conocimiento. —La están buscando lo sabes no? —Le dije al oído antes de que con una de mis manos, tomara firmemente la mano de la niña e ignorando su resistencia la hiciera salir de su escondite para verla mejor.
— En verdad os buscan a ambos ¿Qué quieres hacer con ella? —Le pregunté al ver como la pequeña tras un arañazo en el que la solté a propósito, volvió hacia él como buscando una protección. Había que decir que la niña era realmente dulce, e inocente. Se aferraba a quien era el demonio de muchos felinos como ella en las experimentaciones, como si fuese su salvador y protector. Ladee la cabeza y le sonreí a la pequeña, al caer en la cuenta que parecía que Christopher no pareciera querer terminar con ella, o no al menos en esa noche. Conocía su deseo de tener una mascota para él, alguien con quien poder experimentar y descubrir, alguien con un corazón latiente. Aun así, ¿Podría ser aquella niña adecuada a sus ideas? Parecía tan frágil, tan inocente, encontrándome segura de que con cualquier enfermedad terminaría en las puertas de la muerte, o quizás solo aquello era lo que daba a parecer, al no intuir una buena alimentación y cuidados en su cuerpo tembloroso y escondido.
“Hasta los demonios tienen sentimientos nobles. O quizás lo que digamos nobles, no sea más que una máscara para ignorar la maldad que existe tras ellos.”
Uriel Kattagary- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: To fall into the trap [Christopher]
“Esas son las mismas palabras con las que se defienden los inmortales y pienso igual, con una gran diferencia”
Sonreí a su respuesta, que sin duda era correcta, había humanos mucho más crueles que los incontrolables hombres lobos, pero ¿no hacíamos lo mismo con ellos? Los prisioneros, luego de un juicio, son ahorcados o metidos en prisión según la gravedad del asunto. Castigados en las formas más bajas, lastimados por la propia cuidad y humillados en caso de que la condena sea muy suave. Aún recordaba el día en el que había ido a la ciudad y todos tiraban manzanas podridas, legumbres y hasta defecaciones en el cuerpo de un prisionero que había violado a una hija de familia. Sin duda se lo merecía, pero no dejaba de perturbarme el hecho de que lo hicieran con tanto placer, allí me di cuenta, que yo no era tan retorcido. Entonces, ¿por qué tenía que ser diferente con los sobre naturales? Ellos mataban y pasaban su maldición a millones de personas, tenían que pagar sus deudas, así como el ladrón la paga con su mano. — Lo mismo se hace con los humanos crueles, van a prisión, se los enjuicia y de ser una deuda muy grande, se los decapita o van a la ahorca. — Informé con la misma presión con la que ella me miraba, pasando la mano por su hombro, mientras empezaba a caminar hacia el lado de los inquisidores, no había tiempo como para perder conversando con aquella niña. Que a pesar de que sus palabras, que me caían bastante bien, no creía que fuese a durar más de dos semanas en la cede. ¿Quizá convertirla en condenada sería lo apropiado? No, se notaba que no estaba a favor de nuestro estilo de vida, y parecía joven, pero según había investigado, su edad debería ser el doble de la que aparentaba, lo que significaba que sin duda la niña no lo era tanto.
Cuando seguimos caminando sentí su miedo, sus manos pequeñas se aferraban a mi cintura, mi rostro no mostraba ni un rotundo deje de compasión, siempre estaba rígido y concentrado. Mis sentidos estaban enfocados en diferentes situaciones, que la niña no se vaya huyendo, que la inquisición no se tire a matarla y que nadie me ataque de frente o de espalda. Iba en modo alerta, a la espera de cualquier circunstancia, sabiendo perfectamente que ese no era mi entorno habitual y que tenía muchas de las de perder. Aún me preguntaba porque había aceptado ir, pero cuando lo pensaba, se volvía un poco más extraño e incomprensible. Como fuese, no pasó tiempo para que nuevas palabras salieran de la boca de la niña y con curiosidad miré hacia arriba, aparentemente alguien venía hacía nosotros. —No sé por qué te buscaban, en realidad, no contaban con que estuvieras o eso creo. Y… No sé quién es. — Murmure chasqueando los dedos, mirando de reojo como ella me sujetaba como un escudo, debería de usarla yo mismo como eso, pero no lo podía hacer, por varias razones que no eran solo orgullo propio. Suspiré, me acaricié con las yemas de los dedos los ojos y seguí caminando, de todas maneras no podía hacer mucho para que alguien no se acercara, pero sin dudas podía escuchar y mandar todos mis sentidos hacía esa persona.
Me resultó extraño notar que se trataba de la vampiresa con la que últimamente pasaba mucho tiempo. Uriel y sus cabellos largos y abultados venía saltando, moviéndose en el aire como una especie de ente superior, con su aura alarmante y poderosa, casi sentí que una excitación sin control se bajaba por mi vientre y me tuve que morder el labio para no ir hacía ella, buscando tocarla y apresarla como tanto me gustaba hacer. Negué con suficiencia y observé sus afilados perfiles, quizá estaba enojada por lo que le había hecho, pero no me lo reclamaría, al menos no en ese instante. — Es una amiga, supongo que estarás bien con ella aquí. — Respondí a la felina antes de que la rubia se terminara de acercar y escuché con curiosidad sus palabras, como si en realidad no me estuviese hablando a mí. Sus toques, su preocupación, por momentos resultaba placentera y en casos como ellos entre humillante y vergonzoso. Suspiré y negué, tomando su mano para sacarla de mi rostro. —Oye, esper- — Me resigne a sus movimientos, era como un pegote que se quedaba en mi piel y era imposible de quitar. Fría, pero hermosa, dulce, pero demasiado filosa, casi como tener una bomba de tiempo en la mano. Acepté sus incontables besos y caricias y al final terminé soltando una carcajada en seco. — Ya, deja de pegarte como un mosquito. No sé si la están buscando, fui por ella recién… Tsss — Los movimientos de ambas eran algo brutos, la niña arañando y Uriel que no sabía bien si parecía celosa o simplemente curiosa.
— Se llama Violette, es pequeña, así que no hay necesidad de que la asesinen, pueden hacerle cambiar su forma de ver las cosas y adiestrarla. Yo me encargaré, por lo pronto deja de moverla como un objeto. — Negué y tomé la cintura de aquella que era mía, la acerqué y la dejé a un lado de mí, para que caminara hacía donde los demás inquisidores se encontraban. El olor a piel, sangre y huesos quemados era bastante desagradable, pero lo podía contener con eficacia. Descubrí entonces que uno de los nuestros había sido aniquilado y observé a la niña, buscando alguna reacción. Allí estaba la prueba, de que no siempre salían perdiendo solo los sobrenaturales, la iglesia perdía hombres todos los días. Éramos como los fumigadores de cucarachas, necesarios para que las maldiciones no se propaguen por el mundo y sacrificábamos mucho para que el balance siga existiendo. — Ahí lo tienes, eso o peor es lo que pasa cuando uno de ellos se encuentra con un humano en las noches de luna llena. — Exasperado y con la mano aún en la cadera de Uriel, acaricié sus piernas y su espalda. La observé con cuidado. — ¿No pasa lo mismo con los vampiros que tienen mucha hambre? — Casi con placer, busqué molestarla por unos momentos, deseando una vez más sus labios y sin duda tenerla bajo la cama no era algo que mi cerebro no estuviese imaginando.
“Es que quiero tenerte más profundamente agarrada a mí. Hasta que sufras cuando esté a apenas un metro.”
Calcabrina- Hechicero Clase Alta
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Re: To fall into the trap [Christopher]
"El fin no siempre justifica los medios."
En lo que caminábamos oí su voz y negué más de un par de veces. Para mí no era lo mismo. Con los humanos si… se podía llegar a matarlo e iban a la ahora o los decapitaban, pero con los sobrenaturales, había oído que hasta a los niños como a mí, que nada habíamos hecho de mal, se nos asesinaba de formas atroces, sin juicio alguno ni nada sobre lo que protegerse o encomendarse. — No es lo mismo… porque sé que también matan a los niños como yo, sin que estos hayan hecho nada. —Repliqué en lo que pareció más un gruñido suave que un susurro, acallando mi lengua para cuando tomándome del hombro giramos, y me guio más cerca de aquel campamento sobre el que reinaban las llamas.
Allí fue donde me encontré con aquella joven que venía hacia nosotros, la que observé con recelo como besaba al joven aquel que decía me protegería, hasta que la mano fría – muy fría- de aquella joven me tomó y yo con miedo, mucho miedo le arañe, intentando librarme de ese agarre que helaba mi sangre y mi piel.
— ¡Suéltame, suéltame! —Exclamé retorciéndome, hincando mis uñas en su dura carne del brazo hasta que tras la intervención de Christopher, me pude librar de ella y volver a un costado de él, protegiéndome de esa mujer que parecía más sorprendida por que él me estuviese protegiendo, que por mí. Con cautela y desconfianza miré a la joven y seguí rezagada tras Christopher hasta el sitio donde los demás inquisidores habían hecho su ataque a los licántropos. Enseguida busqué a los licántropos, esperando verlos vivos, quizás en jaulas o en algún otro lugar así. Miré y miré y solo veía llamas por doquier. Los ojos se me nublaron con lágrimas silenciosas, al perder toda esperanza de que hubiesen sobrevivido a aquel ataque. Por qué más por que el joven me dijera que debía ser así, que eran malvados y que habrían matado a muchas personas por culpa de la bestia que moraba en el interior de todos ellos, yo seguía aferrada a la humanidad de ellos y a los sentimientos que guardaba hacia toda aquella familia.
Miré por unos breves segundo el cuerpo que me enseño Christopher, y aunque mis ojos se nublaron aún con muchísimas lagrimas más al ver al hombre muerto, una parte de mí se regodeo en su muerte, por matar a la familia de licántropos. —Nada de esto hubiera pasado de no haber matado a los licántropos…—Susurré con voz triste desviando la mirada del muerto a mis pies, de Christopher y aquella joven que seguía atenta a mí, como si fuera un nuevo juguete. Mirando a los demás, caí en la cuenta de que algunos inquisidores me observaban, a lo que mi cuerpo tembló pegándome más contra Christopher, buscando que su voz protectora me dijese que todo estaría bien y no me harían nada esos hombres, hasta que al ver el cuerpo de Naida recostada contra el tronco de un árbol, atada y herida, no lo aguanté más y deshaciéndome del agarre del brujo corrí hacia ella.
Tomé a los demás como a Christopher con la guardia baja, así que nadie se lo esperó, pero al llegar junto a ella lo primero que hice fue buscarle el pulso, y al encontrármelo bajo mi mano, sonreí de alegría. ¿También a ella se la quedarían? ¿La protegerían? ¿Por qué no se lo habían dicho...? — ¡Naida, Naida! —Grité abrazándome al cuerpo medio humano, medio lobuno de la joven que con las heridas había ido perdiendo la capacidad de transformación en la luna llena. Me manché con la sangre de ella, y no me importó. Simplemente disfrutaba de sentir su corazón bombeando y de su respiración irregular que hacia vislumbrar que aún seguía con vida y había esperanza.
Consciente de que los hombres se me acercaban cada vez más, me agarré más fuerte a ella, negada a dejarla sola, hasta que una manos violentas, me tomaron del cabello con fuerza, jalándome hacia ellos, haciéndome soltarla, terminando por echarme hacia atrás, cayendo justo a los pies de Christopher, al que reconocí con la mirada empañada de lágrimas. — A ella también podéis adoptarla… salvadla, por favor. —dije al borde de las lágrimas, sabiendo que desde el momento en que me quitaron de sobre ella, ya no quedaría esperanza para la más joven licantropa.
Allí fue donde me encontré con aquella joven que venía hacia nosotros, la que observé con recelo como besaba al joven aquel que decía me protegería, hasta que la mano fría – muy fría- de aquella joven me tomó y yo con miedo, mucho miedo le arañe, intentando librarme de ese agarre que helaba mi sangre y mi piel.
— ¡Suéltame, suéltame! —Exclamé retorciéndome, hincando mis uñas en su dura carne del brazo hasta que tras la intervención de Christopher, me pude librar de ella y volver a un costado de él, protegiéndome de esa mujer que parecía más sorprendida por que él me estuviese protegiendo, que por mí. Con cautela y desconfianza miré a la joven y seguí rezagada tras Christopher hasta el sitio donde los demás inquisidores habían hecho su ataque a los licántropos. Enseguida busqué a los licántropos, esperando verlos vivos, quizás en jaulas o en algún otro lugar así. Miré y miré y solo veía llamas por doquier. Los ojos se me nublaron con lágrimas silenciosas, al perder toda esperanza de que hubiesen sobrevivido a aquel ataque. Por qué más por que el joven me dijera que debía ser así, que eran malvados y que habrían matado a muchas personas por culpa de la bestia que moraba en el interior de todos ellos, yo seguía aferrada a la humanidad de ellos y a los sentimientos que guardaba hacia toda aquella familia.
Miré por unos breves segundo el cuerpo que me enseño Christopher, y aunque mis ojos se nublaron aún con muchísimas lagrimas más al ver al hombre muerto, una parte de mí se regodeo en su muerte, por matar a la familia de licántropos. —Nada de esto hubiera pasado de no haber matado a los licántropos…—Susurré con voz triste desviando la mirada del muerto a mis pies, de Christopher y aquella joven que seguía atenta a mí, como si fuera un nuevo juguete. Mirando a los demás, caí en la cuenta de que algunos inquisidores me observaban, a lo que mi cuerpo tembló pegándome más contra Christopher, buscando que su voz protectora me dijese que todo estaría bien y no me harían nada esos hombres, hasta que al ver el cuerpo de Naida recostada contra el tronco de un árbol, atada y herida, no lo aguanté más y deshaciéndome del agarre del brujo corrí hacia ella.
Tomé a los demás como a Christopher con la guardia baja, así que nadie se lo esperó, pero al llegar junto a ella lo primero que hice fue buscarle el pulso, y al encontrármelo bajo mi mano, sonreí de alegría. ¿También a ella se la quedarían? ¿La protegerían? ¿Por qué no se lo habían dicho...? — ¡Naida, Naida! —Grité abrazándome al cuerpo medio humano, medio lobuno de la joven que con las heridas había ido perdiendo la capacidad de transformación en la luna llena. Me manché con la sangre de ella, y no me importó. Simplemente disfrutaba de sentir su corazón bombeando y de su respiración irregular que hacia vislumbrar que aún seguía con vida y había esperanza.
Consciente de que los hombres se me acercaban cada vez más, me agarré más fuerte a ella, negada a dejarla sola, hasta que una manos violentas, me tomaron del cabello con fuerza, jalándome hacia ellos, haciéndome soltarla, terminando por echarme hacia atrás, cayendo justo a los pies de Christopher, al que reconocí con la mirada empañada de lágrimas. — A ella también podéis adoptarla… salvadla, por favor. —dije al borde de las lágrimas, sabiendo que desde el momento en que me quitaron de sobre ella, ya no quedaría esperanza para la más joven licantropa.
Nalia- Cambiante Clase Baja
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Re: To fall into the trap [Christopher]
“No me cansaré de sentirte. Da lo mismo donde estés, lo suyo es saber que sigues estando.”
— ¿Cómo un mosquito? —Reí contra la piel de su mejilla la cual me encontraba besando en aquellos instantes y proferí una especie de gruñido suave. — Un mosquito no te querría pegado siempre a ella. —Ronroneé en su oreja, mordisqueándosela con provocación oyendo sus demás palabras. Mis ojos fueron a la pequeña niña que seguía resguardada a su espalda y con la diestra fue que la tomé y la descubrí ante mi mirada confundida, la que solo acreció al oír las últimas palabras del inquisidor. —Fuiste por ella? ¿Arriesgandote?—Mi asombro creció ante ello. Definitivamente había ido por primera vez de cacería y en vez de quedarse en lugar seguro había perseguido una pequeña cambiaformas por el bosque, sin saber si en algún momento podría haberle saltado sus padres; aunque de tener padres la niña seguramente les habría llamado y no parecía ser el caso.
Fruncí el ceño e inquieta asentí. Seguía sin encontrar porque querría de mascota a una niña y más a una como ella, que parecía estar bastante desnutrida, pero aun así le dejé hacer, como a la niña a la que liberé de mi agarré y volvió a uno de los costados de Christopher. Malmiré unos segundos a Christopher, antes de dejarme envolver por su brazo el que me rodeó la cintura y me acercó a uno de sus costados. Justo el contrario en el que se encontraba la niña, mientras en mi cabeza acudían miles de preguntas, que no sentí el mayor interés en compartir; no cuando estaba esa pequeña oyendo. Suspiré en el camino y antes de llegar al campamento besé la mejilla del humano con cierta desazón. Podía ser que él la quisiera realmente para él y hasta entrenarla para la inquisición, lo que no me encontraba para nada segura era sobre los demás inquisidores y sus reacciones al ver a la pequeña cambiaformas. Todo y que siempre podrían negar lo que fuera una cambiaformas, sin embargo si llegaba a transformarse, estaría metida irremediablemente en un gran problema. Y con ella, si la defendía, también lo estaría Christopher.
Preocupada me mordí el labio en lo que avanzamos hasta que al oler la carne quemada, una mueca se instaló en mis labios. Aquel nauseabundo olor era uno de los peores y con el que más una se debía de acostumbrar por ser de la inquisición. Aunque por suerte al ser espía, no tendía a quedarme hasta después de revelar la información o el paradero de la presa a los soldados. Así que no era presente cuando los mataban, torturaban y quemaban, a veces vivos u o muertos otras veces.
Observé el cuerpo caído de uno de los inquisidores mortales y sonreí ligeramente al sentir las caricias en mi cuerpo y su provocación. ¿Me quería decir algo con aquello? Le miré riendo suavemente y negué — Lo único que le ocurre a un vampiro con mucha sed es que deba de buscarse de quien beber para reponer fuerzas. —susurré ladeando la cabeza, acercándome a su cuerpo al tiempo que mis labios se posaban y besaban su cuello. — Que suerte que el mío esté tan cerca mí. —Añadí coqueta atrayéndolo hacia mí, rodeando con sus brazos el cuello. — ¿En qué piensas? Con esa mirada intuyo que en mí y lo bien que me veo en cualquier parte contigo. —Intenté adivinar sin usar mis poderes, conociendo demasiado bien aquel brillo en su mirada. Negué contra su mejilla y antes de que pudiera siquiera reaccionar vi la pequeña cambiaformas escaquearse del lado de él, yendo directamente a brazos de la única licantropa que seguía en vida. Al menos, por ahora.
—Tu gatita escapó. —Suspiró y apartándose ligeramente de él, le dejó que él hiciera mientras veía a los demás inquisidores reunirse alrededor de la pequeña y la licantropa. Antes de que llegáramos a su lado, uno de ellos la agarró y la apartaron de allí, dejando de nuevo a la licantropa sola. — ¿La necesitas viva? O la prefieres...preferís también muerta, como a los demás? —Le preguntó al oído preguntando por la suerte de aquella licantropa, ignorando lo que decía la pequeña felina, que andaba implorando compasión y que la aceptara como a una protegida más.
Uriel Kattagary- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: To fall into the trap [Christopher]
“Es un maldito mimetismo con la realidad y la ficción”
No pretendía ser el salvador de nadie, nunca lo había sido y tampoco me había esforzado en hacerlo. Simplemente buscaba terminar correctamente los trabajos que nos daba la iglesia, de haberla dejado escapar, en otro momento tendrían que irla a capturar o quizá no la encontraban nunca y luego se reproducía y tenía más crías cambiantes. Miré a aquella vampiresa con severidad y negué, manteniéndome al marguen de su coqueteo incansable, que por ratos me daba demasiado placer, pero por otros me hacía sentir débil, ella lo mostraba, lo dejaba ver a cualquiera que estuviese por ahí y yo, al contrario de ello, lo ocultaba y solo cuando estábamos solos mostraba lo mucho que deseaba su cuerpo, mente y el alma que quedaba resguardada en su interior. Aún con ello seguí con la caricia por su piel, que era suave y fría, pero se calentaba a mi tacto, algo que sin duda me hacía desearla un poco más que antes. Como fuese, seguimos por el sendero hacía donde estaban los demás, que me observaron, cual bicho raro, ya que no era parte de los soldados. Pero aun y con eso, tenía obviamente, más cerebro que ellos. — Ellos se sacrifican para que esto les pase a ellos y no a los humanos inocentes que tienen la libertad de ir a caminar por donde se les dé la gana y no deberían estar perturbados de que los ataque una bestia. — Aclaré mirando a la gatita de reojo, me molestaba que los otro sobrenaturales no entendieran nuestro punto de vista, pero también me molestaba no poder encontrar otra manera de hacer un balance en la estructura del mundo, que no sea matándolos a todos.
Sentí al momento los brazos de Uriel en mi cuello, su suave perfume interfería en mí pensar y la observé a medias, notando demasiado tarde que Violette salía corriendo, pero no podría irse muy lejos, de eso estaba seguro. Y no me confundí, tan solo a unos metros se encontraba la sobreviviente lycana que si no era asesinada ahí mismo sería un sujeto de experimentos o sería enjuiciada en la iglesia, cuando eran demasiado mayores el vaticano se negaba a tenerlos bajo su lecho, porque solo era cuestión de tiempo para que nos traicionen. — ¿Piensas que soy tan débil como para no poder con ella? — Enarqué una ceja ante las palabras de la vampiresa y sonreí de lado, cruzándome de brazos mientras escuchaba el llanto triste de la cambiante que no me afectaba ni en una mísera parte de mi interior. — Al parecer nunca has tenido la suficiente sed y los neófitos, ellos comen sin pensar, matan rápido y una vez que lo hacen no pueden seguir bebiendo de su víctima y deben buscar a otra. Por eso son los que más causan muertes. Cambiaformas y brujos, son los únicos que mantienen los mismos instintos que un humano corriente, siendo los primeros más propensos a no pensar. — Como si repitiera una página de un libro respondí a Uriel de la forma más habitual, seca y con firmeza, de manera que no importa lo que me dijera no había muchas formas de hacerme cambiar de opinión, había experimentado, muchas veces había mantenido en observación a toda clase de sobrenaturales. Los había dejado por semanas sin alimentarse, sin dormir, había hecho tantas cosas que mi cordura era casi inquebrable.
— No la necesito viva, pero tampoco es necesario que la maten, sabes que la iglesia está buscando nuevos reclutas, veremos si se la puede adiestrar y de ser así podrá ser una inquisidora. De lo contrario se la enjuiciará y matará como a todos los que no están de nuestro lado. — Con una mano acaricié la mejilla de Uriel, acomodé sus cabellos y la separé suavemente, pasando la mirada por su cuello y por todo su cuerpo que efectivamente estaba pidiéndome a gritos. —Deja de desearme en público, llévatela al cuartel, yo luego le diré que intenté salvar a su amiga, sino simplemente odiará más esto y será difícil quitárselo de la cabeza, vamos, vé. — Sacudí su pierna y glúteo con una mano y la empujé hacía la gatita que era separada por los demás inquisidores. Me acerqué al que era el líder de la misión y rápidamente le expliqué lo que haríamos, estaba claro que aunque no les gustaba tenían la capacidad de escuchar y no se negaron a la petición, ninguno de los que estaba allí sabía que yo era un brujo o eso creía, así que las cosas estaban calmadas. Esperamos entonces a que Uriel se llevara a la niña, el aroma a carne quemada se incrementaría en cuestión de segundos. El llanto de la otra mujer incrementó al saber que sería la última cosa que vería. —Luego hablaremos Violette, ve con ella. — Carraspeé al ver los llantos de ambas, apenas me sentía un poco mal, principalmente por saber que todos teníamos sentimientos. Si no fuese por la maldición que cargaban, aquella que era irreversible, las cosas no tendrían que ser así.
Sacudí mis cabellos cuando el aroma suave y formado de Uriel comenzó a desaparecer junto con el de la cambiante y tomando la antorcha yo mismo la tiré sobre el cuerpo de la lycana. — No necesitamos más prisioneros. Andando. — Me giré sin escuchar ni las plegarias, ni los gritos de dolor que estaría dando el cuerpo semi animal de la muchacha, que pronto se volvería aceite humano, cenizas y en esa tierra no volvería a crecer ninguna planta más. Pensé en si estaba haciendo las cosas bien, pero rápidamente supe que no había otra forma, más que esa.
“Son sacrificios que hay que hacer para mantener un equilibro formal en el mundo.”
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