Un museo, dos raros y un perseguidor|Beato.

Y los sueños imposibles no deben ser cumplidos,
porque si lo hace, la vida del que los cumple
se queda vacía y sin sentido.

Con aspecto renovado salió del baño. Andaba por el pasillo hinchada de satisfacción  pues le esperaba un gran día y su negocio prosperaba deprisa, más rápido de lo que había incluso imaginado. Se paró bien erguida enfrente del guardarropa y resolvió la controversia con sus inquilinos internos, no podía desaprovechar la ocasión e ir como una pordiosera, tenía alguna que otro prenda digna de atisbar y las perlas doradas de Sarah adornarían sus minúsculas orejas. Colocó  sobre su lecho tres vestidos, dos oscuros y uno claro, un tono verdemar por el cual se decantó, resaltaría su piel clara y su candente melena. No había tiempo para desayunar ya que en la primera planta donde se encontraba la floristería la esperaban para trasladar los ampulosos arreglos y por supuesto a ella. Bajó rauda a la par que su cadera era contorneada, teniendo cuidado de no tropezar. — Pasad, podéis ir cargando los ramilletes de Hibiscos y Jazmines, los más grandes están a la izquierda, apartad las Azucenas y las Gardenias, podrían sufrir daño si las colocáis de forma tosca al lado de los arreglos florales.  — El tiempo apresuraba más no por ello usurparían su tienda con las carreras y destrozarían el trabajo de tres días, la atención y pulcritud de aquellos hombres se pondrían a prueba.

Uno de los tres caballeros y asistentes en el museo Louvre que la acompañan aupó el último y ya sin reparos y con bastante apuro partieron rumbo al museo. Sus mejillas portaban un color veraniego, como si el sol hubiese dejado en ella impregnada su esencia, quizá sea por la pasión contenida o la apetencia que la ciega y va en aumento cuanto más se arrima al evento. En cuanto el carruaje logra situarse frente al gran atrio entreabierto y expuesto a los visitantes buscó con la mirada a Pierce, era gratificante a la par de latoso estar con él más no comprendía cual de las dos facetas conseguía abatirla. Era la hora, ¡manos a la obra! se ordenó a sí misma mientras accedía y con ella iban los tres ayudantes cargando los arreglos y ramilletes. Los sectores atiborrados de obras y exquisitos cuadros exigían la afectuosidad de Beauregard y estaba dispuesta a echarles un cable. Con tardío y por supuesto con muchísimo miramiento y meticulosidad se fueron colocando los encargos, en los sectores oscuros las más tenues compitiendo con algunas más provocativas,  las que permanecían al aire libre fueron aderezadas con un grupo de Girasoles  y Petunias. — Ya podéis iros, las restantes las puedo colocar yo misma. — No destacaba por lo fina o atenta que era con los del sexo contrario. En completo retiro y distraída ayudó algún que otro tallo a volver a su sitio, "crack" rodó el gesto hacia el gorjeo que desde las sombras se emitía, no estaba sola.

¿Donde había dejado el calor? No hacía falta verle por completo la facción para saber que era despiadado, sus luceros oscuros como el fondo de un despeñadero la cazaron e inyectaron en sus extremidades inferiores veneno, la paralizó frente a los girasoles sin siquiera haberla palpado. ¿Qué era lo que tanto temía? No lo encontraba significativo. El afán de supervivencia evocó y salió despedida del terreno expuesto mientras trotaba y se sumergía por enésima vez en el museo Louvre, la tensión se le disparataba y el bombeo de su corazón se duplicaba, notaba como empujaba hacia fuera, hurgando y haciéndole daño. Se paró jadeando frente a un bouquet de rosas, ¿Por qué corría? Podría hacerle frente y así descubrir quien era, ¿y si era más fuerte? No se había traído el puñal y no contaba precisamente con su forma animal para poder defenderse. Un gran repertorio de pros y contras jugaban a su antojo, impulsándola hacia la locura y ahí estaba la voz de Pierce para ubicarla y traerla de vuelta.

— ¿Crees que no lo sé, Pierce? No me quita el ojo de encima y que dios se apiade de nosotros como nos pille desprevenidos. — Un vasto temblequeo se hizo presente y no pude contenerlo. — Esto no es bueno, los primeros síntomas ya están saliendo y si sigo así no podré reprimirlo y... — el gentío sufriría puesto que la cólera siempre vence cuando se trata de la serpiente.