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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Miselle Dom Abr 27, 2014 4:50 am


Un elegante vestido rojo cubría su fino cuerpo resguardado por las finas telas que escondían su piel. Su dulce sonrisa no dejaba de lucirse, alzando sus suaves labios, haciéndose tentadores para todo aquel que posaba su mirada en ella, mientras a pasos seguros y tranquilos seguía al sirviente que la había llamado y la conducía hacia su nuevo cliente. Un respetado hombre, de abundante fortuna y conocedor del nombre de cada una de las cortesanas, o por lo menos de una gran parte de ellas. Tras que el carruaje se detuvo y la ayudaron a bajar de él, se encaminó obediente detrás del hombre el que para su sorpresa la llevaba hacia un restaurante. La fémina frunció el ceño y agradeció haber acudido esta vez elegante a su cita, si es que un encuentro así pudiera ser considerado como tal. Entró al restaurante, el cúal contempló embelesada. Jamás había acudido a un lugar así y tampoco tenía muchas esperanzas de algún día acudir a uno. Normalmente se movía por las calles más oscuras, por el burdel donde residía y solo en ocasiones entraba en mansiones, sin embargo siempre su camino terminaba en una alcoba donde debía satisfacer al hombre que por unas horas la tenía como suya.

Viendo aquel inmenso y tan bello lugar, al verse llevada lejos de aquel ambiente, suspiró. No habría cena, ni velas jamás para ella, solo el deber de la pasión. Pasión que tras bajar por unas escaleras a lo que parecía una planta baja de aquel lujoso restaurante encontró en forma de una sala nocturna, donde se reunían los caballeros solteros, hacían sus apuestas terminando por tomar a alguna de las camareras que allí en cueros les servían las copas. Rápidamente al entrar todas las miradas fueron hacia ella. Quizás por su atuendo tan contrario a lo poco que se necesitaba en aquella sala, o simplemente por curiosidad, por ser la nueva joven de aquel lugar. El juguete nuevo.

Miselle sonrío sin dejarse amedrentar por ninguno de aquellos que la observaban con lujuria inusitada y siguiendo con sus pasos seguros y gráciles restó detrás del sirviente que la llevó hacia lo que parecían unos despachos. Aparentar serenidad cuando por dentro se encontraba deshaciéndose de nervios, eran uno de sus fuertes y actualmente en su interior era un manojo de nervios. En lo que el sirviente había acudido en nombre de Mefistófeles al burdel, todo el lugar se había llenado de comentarios sobre él y sus varios encuentros. Las predilectas, las que había tomado más de una vez aquel hombre, se habían arreglado esperando ser elegidas de nuevo y sin embargo al final quien había sido la escogida era la más joven e inexperta de ellas. Para Miselle era un gran honor, siempre lo era. Prefería mil veces salir del burdel que restar en el burdel esperando que el cliente de la noche no fuera un borracho, como la mayoría de muchos de ellos.

El pasillo se hacía eterno y solo tras llegar a una gran puerta fue que el sirviente la mandó esperar mientras él la anunciaba. El tiempo de su anunciamiento se le hizo eterno, ya deseaba conocer a su nuevo cliente, aquel que sin saber por qué la había escogido entre las mejores. La joven cortesana restó en silencio escuchando la voz masculina del hombre, hasta que fue llamada y con la salida del sirviente que cerró la puerta tras de él, entró serena aquel lugar donde al fin descubriría quien albergaría en su interior esa noche primaveral.

Mi señor Mefistófeles…Es un honor encontrarme ante usted. —Lo aduló inocentemente con una dulce sonrisa. — Soy Miselle, a su entera disposición. — Dijo en una reverencia con su suave voz, quedándose en el lugar sin saber si ir hacia él o quedarse. Los clientes a veces eran muy pocos permisivos y más valía que fueran ellos los que le dijeran y ella acatara o rápidamente podía voltearse la situación y volverse en su contra.
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Mensaje por Mark Bass Lun Abr 28, 2014 12:32 am

-… Denle a esa casera mediocre lo que pide y eviten que la chica sepa que no volverá nunca más al burdel-

[Ese mismo día, poco después]

El Inframundo es por excelencia el lugar donde las almas penan y cumplen la penitencia de cada uno de los pecados que han cometido estando en vida, lo pintan como un lugar de castigo, un parque de diversiones donde la atracción principal es el sufrimiento, es el desgarre de las esencias y el llanto suplicante por misericordia. Eso suena a patrañas.

Tentación, lujuria, placer. Ingredientes exquisitos que pueden dar a la vida, a la muerte… Un significado que ni siquiera el mentado Paraíso puede prometer y por ende, mucho menos cumplir. Es el goce, el disfrute de cada uno de los elementos que la iglesia estúpidamente prohíbe y por eso mismo es donde entra el devorador de pecados, el recolector de almas, El Mefistófeles.

Amplio es el recinto que tiene paredes de matiz guinda con un material especial que guarda el sonido y evita que salga o entre el indeseado. De finos muebles que componen una pequeña recepción con cuatro piezas de sala, así como cuadros artísticos que proyectan un atractivo sublime por el arte y sobre todo el buen gusto. Un pequeño bar que contiene una modesta y fina barra con decenas de botellas bien adornadas a sus espaldas, copas, vasos y cualquier elemento para disponer un buen trago.

Sin embargo, todo esto pasa a segundo plano ante el principal punto del despacho. Un escritorio negro de adornos en oro que lleva como cabeza una gran silla donde yace recargado el dueño y Señor de los placeres, el inglés y cazador que con paciencia observa la pintura gigantesca que yace a las espaldas de todo esto. Un demonio sosteniente de una lanza que amenaza el corazón de un ángel… Una sátira verdaderamente descarada.

La calma y quietud se irrumpe cuando un sirviente musita unas palabras que ignora el de ojos negros. Su mano hace un gesto indicando la orden de que su espera se adentre y por supuesto que esto no lo hace esperar ya que una bella joven toma el protagonismo de todo.

Es entonces cuando el varón gira su silla para quedar frente a la musa, pidiendo que se siente en una de las sillas haciendo solamente un ademán con su mano diestra.

Su rostro dibuja una sonrisa ladina –Bienvenida- dice con claridad. Su cuerpo se levanta de su lugar mostrando un traje fino y oscuro en totalidad; compuesto de zapatos, pantalón y saco. Su camisa es albina y tiene un pañuelo bien sujeto en la parte izquierda de su pecho. Una corbata guinda acentúa el magnífico porte del de cabellos cortos –Lo sé, por algo es que estás aquí… Para cumplir lo que ordene-

Poco es el tacto que tiene. Su voz rasposa solo se compara a la frialdad que entona sus vocablos; sus ojos se clavan abruptamente contra los de ella como si buscara devorar su alma… Conocerla… Dominarla –Levántate ahora, por favor- añade, empezando a caminar con la magnificencia de un porte que lo hace ver omnipotente ante cualquier persona. Una galanura única, la elegancia hecha hombre que queda frente a ella, todo esto sin borrar esa sonrisa maquiavélica de su rostro.
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Mensaje por Miselle Dom Mayo 11, 2014 12:31 pm

El ambiente que había dejado atrás simplemente podría definirlo como el más atrayente pecado. Aquellos hombres, seguramente muchos con mujeres y familias, acudían a ese club para relajarse y olvidarse de sus obligaciones sirviéndose de ello, de los placeres y cuerpos femeninos. En otra situación, si su vida hubiera seguido tal cual se encontraba antes de la muerte de sus familiares, Miselle aborrecería esos hombres, y se alejaría de ellos, de aquellos infieles. Sin embargo aquella Miselle no existía y lo único que veía era su supervivencia, porque generalmente eran esos hombres los más necesitados y justamente, los que dejaban su cuerpo de lado en el menor de los tiempos a causa de su escaso tiempo. Ellos eran los que sumaban grandes cantidades por los servicios, el silencio y la discreción de los jóvenes cortesanas y los más fáciles de complacer. Para nada similar a su nuevo cliente, que a pesar de encontrarse en aquel lugar y gustar de los placeres de la carne, se rondaba entre las cortesanas de su exigencia, sus dotes y de la cruel y oscura tentación que significaba para cualquiera en quien fijara sus oscuros y temibles ojos.

El tiempo de espera antes de entrar donde le esperaba el joven al que tendría que satisfacer en más de un sentido, pasó demasiado deprisa y sin saber si se encontraba preparada, entró en el despacho, encontrándose que a simple vista, aquel lugar podría albergar una familia entera entre sus paredes. Sus ojos no se encontraron con los de él, hasta que tras sus palabras, levantó la mirada encontrándose que en su asiento él la miraba. Un escalofrío recorrió el cuerpo de la cortesana al coincidir las miradas de ambos. El joven parecía imperturbable en su lugar, como un rey en su trono.

Miselle entreabrió los labios, dejando escapar un suspiro en lo que siguiendo sus instrucciones, se acercó hacia el escritorio y tomando asiento en la silla que daba frente a frente con él, se sentó con delicadeza y lentitud, consciente de que estaba siendo observada y medida por aquel par de ojos oscuros. En un gesto natural, recogió un mechón de cabello tras su oreja que rebelde se había salido de su lugar y durante unos segundos, no dijeron nada, más las miradas de ambos parecían decirlo todo. Ella era la visitante, la muñeca de entre aquellas paredes mientras él, glorioso en su palacio, era el maestre y verdugo de toda inocencia que pudiera cometer el imperdonable acto de entrar en sus terrenos, de ser bienvenida. Y ella consciente o inconsciente había entrado en él.

Su sonrisa por unos segundos endulzó sus labios, sintiéndose relajada tras las primeras palabras de él y aquella sonrisa ladina que le dedicó. Sin embargo la calma duró poco y al erguirse sobre ella el cuerpo masculino su corazón en su pecho dio un vuelco de temor y de tentación. Porque con tanta ropa adornando la piel ajena, era imposible resistirse al encanto de averiguar que se escondía tras esas capas. Donde terminaba el demonio y donde empezaba el hombre que tenía frente de sí. Su fría voz solo hizo que hacer más duradera la sensación de sentirse medida por aquellos ojos expertos y curiosos de ella, porque por más que sus palabras fueran repletas de frialdad, una parte de ella se encontraba segura de que debía sentir aquella maldita curiosidad por quien aguantaba con heroísmo aunque sonrojada su mirada.

No hizo falta que contestara a sus palabras, él ya lo había dicho y todo estaba muy claro. Las normas no eran nuevas para ella ni para él.

Tras su orden se levantó de la silla en actitud obediente, traicionada por el brillo rebeldes y curiosos de sus orbes que temiendo terminar siendo reprendida, los desvió del joven, fijándolos para error suyo en un cuadro que había pasado desapercibido en su primera instancia en la sala, cuando se había encontrado demasiada concentrada en aquel joven. Su rostro dulce cambió por unos segundos a uno perturbado. El demonio del cuadro lucía como el joven que tenía ante ella y ella, se asemejaba demasiado al herido y prisionero ángel que no podía escapar de su destino. En la imagen se podía imaginar el final de la escena, o el inocente ángel terminaba entregándose al demonio que lo acechaba o el demonio terminaría con su corazón y luego con él, sin ningún tipo de remordimiento.

Aquella imagen desvió por completo la atención de la joven, la que al volver a fijar la mirada en Mefistófeles, se lo encontró a apenas unos centímetros de ella. La sonrisa que él lucia era demasiado parecida al demonio mientras ella a su lado, parecía solo una joven indefensa. Apartó el miedo de sus ojos y dedicándole una sonrisa se le acercó un paso, quedando piel contra piel, aliento sobre aliento. — Mi señor. —susurró esperando por que le dijera algo, o simplemente para que dejara de mirarla de aquella forma, que parecía querer extraer cada parte de ella exclusivamente para él. — Es un placer conocerle... muchas jóvenes hablan de usted. —Añadió dejando que sus orbes fueran a las de él y allí se quedaran, curiosas por averiguar algo más del joven ante ella. — Demasiado bien, debería añadir.— Una nueva sonrisa nació de ella, en lo que sus manos se contenían en posarse sobre aquel imponente cuerpo y probar así si aquel hombre era producto de sus pesadisllas e imaginación o si era real. — Espero ser lo que buscaba, sin duda para vuestro sirviente así fue. —Le dedicó una sonrisa coqueta y esperó por él. Por su voz, sus vocablos… de qué su oscura e impenetrable mirada dejara de estar fija en ella.
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Mensaje por Mark Bass Dom Mayo 11, 2014 2:12 pm

Es el respiro de la maldad la que se expande por todo el cuarto cuyo silencio pareciese ser una burla ilusión debido a que detrás de esa inmensa puerta yace todo un carnaval de pecado, adulterio y sobre todo tentación.

Pasos lentos hacen posicionar a Mark frente a la doncella que le hace frente, claudicando algunos diálogos que parecen no importarle a este frío personaje cuya única respuesta es: -No me interesa los rumores o lo que se dice de mí… El trabajo no fue hecho por mi sirviente, no me creas un inútil como los demás-

El grueso de sus palabras ante el tono rasposo que implementa son solo una demostración sublime de la firmeza que envuelve el ser de este flamante Cazador, cuya sonrisa no se borra ni un solo segundo debido a que con su mano diestra acaricia muy por encima el brazo de la señorita, tratando de inyectar ese desespero en ella que se funda hasta hacerle erizar su piel.

-Te elegí… Fui yo, no algún otro. Te he observado desde mucho antes de lo que te puedes imaginar y verdaderamente no me sorprende que… Bueno, ignores eso-

Sus ojos negros clavados fijamente en los ajenos buscan escarbar en esa alma. Tratan de ahondar en sus más oscuros deseos, en sus anhelos, en la esencia misma de Miselle. Paso seguido, la mano del inglés que hace un segundo acariciaba el brazo de la chica, ahora se destina a rozar la mejilla y cuello de la misma –Para evitar malos entendidos, será mejor que me presente yo mismo-

Lentamente empieza a caminar alrededor de la cortesana, acercando su rostro al cuerpo de ella mientras sus respiraciones chocan contra cara poro de la musa. Es la mímica de un cazador asechando a su presa, estudiando cada centímetro de ella y haciendo el reconocimiento perfecto para… ¡Atacar!

-Mi nombre es Mark Bass, pero en este mundo se me conoce como El Mefistófeles… Amo y señor del placer… El devorador de pecados-

Una sonrisa tétrica sale del individuo quien casi sumerge sus labios contra los de Miselle, sin embargo, al final decide sencillamente alejarse y dirigirse a la barra, donde sirve dos tragos de whisky –Soy un hombre de negocios, vivo en el mundo del entretenimiento y colecciono relaciones… Claro, siempre y cuando haya ganancia en ambas partes- con descaro sigue explicando, girando en su propio eje para acercarse y ofrecer uno de los vasos a la chica.

Pasando los segundos, este decide dar un sorbo a su bebida. Su mirada no se pierde ni un ápice de segundo cada movimiento de la joven y por eso mismo logra leer perfectamente su curiosidad por el cuadro magnifico que yace colgado en su pared.

-“… Si Dios es omnipresente y omnipotente, su deber es luchar sus propias peleas. No usar subordinados para manchar el suelo con sangre que no le pertenece”-

Es lo que cita, anexando –Ese cuadro se me fue obsequiado por un apreciado socio. Es crudo, directo pero profundo… A simple viste es la sátira del Arcángel San Miguel, sin embargo, te invito a que lo analices un poco más-

Con cada verso, cada palabra salida de su garganta impregna un hipnotismo de la forma en que lo dice. Quizás sea esa voz rasposa que trata de ser clara ante la exposición de sus ideas o quizás… o quizás simplemente tengas al mismo Satanás hablando al oído.

-La iglesia pinta a su Dios como el ser supremo que los castigará si no lo aman, si no lo respetan. Ellos buscan diezmos, ayudas políticas, poder sobre la gente… ¿Por qué se empeñan en usar a los seres tan inferiores como nosotros los humanos para librar una batalla entre el bien y el mal? Una batalla que ni siquiera nos pertenece-

Bebiendo de golpe el resto del Whisky, este deja el vaso sobre la mesa, frunciendo su ceño y así adjuntar –Somos solamente las marionetas, estamos en medio de una guerra absurda y egoísta… ¡Por Satanás! Nosotros somos los que tenemos el control, nosotros somos los arquitectos de nuestro propio destino, somos dueños del placer, de los gustos… Somos capaces, si queremos, de nosotros mismo arrancar esa blasfemia a la que llaman iglesia... Eso es lo que significa ese cuadro... Porque si para ser libres de esas cadenas, nos convertiremos en demonios... Entonces, ¡Que así sea!-

Y con una sonrisa soberbia, este suelta una ligera risa que lleva la maldad pura como pasión, como algo increíblemente atrapante que se expande por el recinto sin cuartada alguna y que así, trata de moldear el ambiente a algo más serio, a algo que no es personal… Solo negocios.

-Si crees que veniste a follar o a que te viole… Estás equivocada, es momento de hablar de negocios, querida-
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Mensaje por Miselle Sáb Jun 21, 2014 5:42 pm

La maldad no solo se encuentra en la mente de la joven, no solo se respira si no que cada una de las palabras masculinas reafirma ese ambiente, ese sentimiento alrededor de la joven cortesana, que muy poco puede hacer, más que esperar su suerte. Con detenimiento observa los pasos ajenos acercarse a ella, hasta que al sentir su brazo acariciando el propio, siente erizar su piel lentamente, en contraste de ambas pieles. ¿Es lo que estaría buscando? Se preguntó mordiéndose el labio, cayendo lentamente en el error de sus palabras. — Perdóneme. —Dijo humildemente observándole sin cesar de forma fija. Trago saliva al caer en sus orbes y tomando fuerzas de su interior siguió con sus palabras— No fue jamás mi intención sobrevaloraros, no malentendáis mis palabras, señor.  Solo que me resulta extraño que se molestara en ello y luego enviara su sirviente a buscarme… Resulta hasta cierto punto terrorífico el haberme sentido observada y ni haberme dado cuenta de ello. —Reconoció con cierta tensión en su voz.

Los ojos de él la absorbieron por completo y cautivada por aquella trampa mortal siguió manteniendo la mirada, sin saber por primera vez, realmente perdida, sin saber qué hacer ni que sucedería después. Había algo en él que la hacía temer y desearle. La oscuridad hasta para las almas más puras, era un auténtico reclama, la mayor de las tentaciones. Y en ella no era diferente.

Inquieta sintió sus ojos cercarla. Sus movimientos a su alrededor la hicieron sentir como una presa que estaba viendo observada por el depredador de la noche y respirando profundamente, intentó relajarse y cerrando los ojos al sentir su caricia en su mejilla, lo consiguió, siguiendo atentamente sus palabras.

Es un placer conocerlo… —Susurra con una dulce sonrisa, ladeando el cuello para la mano que lo acaricia sintiendo de nuevo la tensión en su cuerpo al llegar a sentirle contra su piel. Su respiración chocar contra su mejilla casi dolorosamente. — Como deseáis que os llame mejor. ¿Mark o Mefistófeles? — A veces era mucho mejor saber los gustos de los clientes o podría ganarse una buena tunda o disgusto por llamarle de forma errónea. Frunció el ceño y esperó por su respuesta abriendo los ojos, viéndole aparentando serenidad, por más que su corazón bajo su pecho parecía latir más apresurado del que debería. Y aún más al sentir su labios contra los propios, a pocos centímetros de besarla.

Entreabrió los labios, esperando aquel beso, cuando el joven se separó yéndose hacia la barra de bebidas y de allí tomar una copa.

Sois un comerciante de contactos entonces… — Susurró completando sus vocablos masculinos, acercándose unos pasos hacia él por inercia, hasta que él dándose la vuelta le ofrece una copa, volviéndose hacia ella. — Gracias…sois muy amable. —Le agradeció mojando sus labios en el licor, hasta que de nuevo sus ojos se centran en el cuadro del ángel y viendo en el joven más similitudes con el diablo, aparta la mirada turbada, descubriendo que el joven se ha dado cuenta y con ello empieza a contarle de aquel cuadro, manteniendo la atención en todo momento de la joven.

Yo no deseo convertirme en un demonio para librar de mis cadenas, ¿o quizás sí?, se preguntó a sí misma en la seguridad de sus pensamientos, sin ponerles voz más que para sí misma, haciéndose esas preguntas tras escucharle hablar de los ángeles y demonios, de la Iglesia, el bien y el mal que van de las mismas manos. Volvió a tomar un sorbo, esta vez más largo a su copa. Sus labios tras el fin de la narración masculina, deciden intervenir siendo acallados por sus palabras teñidas de misterio y de una seriedad, que le hace poner aún más atención, preguntándose a que se debía aquel cambio de actitud.

Entonces si no vine para prestar mis servicios habituales… ¿para que me llamasteis? —Preguntó con creciente curiosidad acercándose a él, hasta llegar a oler el perfume masculino de su piel bajo aquellas caras e inmaculadas prendas. Sonrío suavemente contra él, sabiéndose demasiado cerca aun así no se aleja de su cercanía, alzando la vista hacia él, encontrándose con aquellos oscuros ojos que parecían desear ahondar hasta el fondo de su alma.
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Mensaje por Mark Bass Dom Jun 22, 2014 12:08 am

Los ojos del inglés se funden con los de la cortesana, haciéndole escarbar hasta el último rincón de esa alma que aun viviendo en el pecado parece tener un destello de luz muy singular. Con calma y sin hacerlo tan obvio empieza a acariciar el muslo de la chica, recitando casi en susurro, casi como si fuese un secreto

–Ahorita mismo la tentación está llegando a tus venas, está dominando tu alma y te planteas la idea de librarte de tus propios males, de tus propios fantasmas…- En un tono casi hipnótico y buscándola sumergirla en el abismo del control, este continúa -… Y tienes miedo, pero también curiosidad-

Así pues, la mano del Cazador va subiendo poco a poco la falda de la musa, tomando cada vez más de esa piel y empezando a dominar sutilmente el cuerpo tan bien formado que posee. Su rostro pronto se acerca al ajeno, dejando una vez más ambas bocas casi al punto de tocarse entre ellas –Si quieres saber cómo llamarme… Entonces deberás montarme hasta gritar mi nombre de placer… Ahí sabré de qué forma me quieres llamar-

Cínicamente deposita un beso en los labios de Miselle, pasando ahora a tomarle con las dos manos para subirlas en forma de caricias por todo su cuerpo hasta su cuello, donde moldeando sus movimientos hace un ligero reflejo con ambas muñecas para dejar salir dos hojas ocultas que instantáneamente rompen los tirantes del vestido de su contratación, cayendo al suelo y dejándola en ropa interior –Esto me parece muchísimo más adecuado-

Vuelve a reír para guardar sus armas sin la intención de asustar a la fémina –Por ahora-
La pregunta que se atreve a hacer la chica hace que chasquee la lengua, moviendo de lado a lado su rostro en forma de negación para así susurrar –No trates de saber mi profesión, no por ahora. Mejor simplemente quédate con la idea que soy un simple Hombre de Negocios, algo que no es mentira por cierto… Pero ahora, si quieres realmente saber que es este mundo y que soy yo deberás responderte a ti misma tu pregunta, pero si tan interesada estás en que te haga mía, entonces dime...-

Rápidamente le sujeta de la cintura, haciendo que ella gire sobre su propio eje para después recargarle contra él, acercando ambos cuerpos para así deslizar con sumo cuidado su mano diestra hasta la pelvis de la chica -¿Quieres que follemos sobre mi escritorio para darte una buena paga y después simplemente irte?...- da la primer opción, susurrando al oído de la chica mientras que con su dedo índice y anular empieza a incitar así como a estimularle su vagina por encima de la ropa interior –¿O quieres que follemos sobre mi escritorio y aceptes una oferta de negocios que te dejará más de lo que puedes imaginar en cada aspecto y por supuesto, responderá tus dudas?-

Tentación, placer, pecado… Las tres banderas que el nombre de Mark Bass y Mefistófeles representan. Tratando de arrastrar el alma de la mujer hacia el mundo de lo prohibido, hacia un mundo donde con el contacto correcto y el trato ideal… Cada deseo, cada placer, cada demanda… Pueden ser cumplidas con total y entera satisfacción.
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Mensaje por Miselle Dom Jun 22, 2014 4:47 am

La piel femenina se eriza ante las caricias que le prodiga el cazador, que disimuladamente tantea sus muslos, mientras sus palabras, apenas en susurros llevan a la joven cortesana a lanzarse contra aquel hechizo, hasta quedar por completo prendida de él. Asintiendo, sintiendo en su propio cuerpo la verdad de las palabras de él, sintiendo el deseo, la tentación embargarla, de sus labios nace un suspiro que termina sobre la camisa masculina.

Mucha curiosidad… —Admite en un hilo de voz suave y ronco a causa de la expectación que ya domina su cuerpo, como deseo que siente en sus propias venas. — Miedo de ti… pero no os tendría que tener miedo, ¿verdad? —Pregunta sintiendo sus piernas temblar ante el avance de las manos masculinas, que le acarician la piel, adueñándose de ella.

Con la mirada fija en él y una respiración entrecortada es capaz de distinguir en aquel joven el mandato definitivo sobre los demás. Como si fuera el señor del placer y todas los que pasaran por sus manos, fueran testigos del arte pecaminoso que conllevaba el joven como una segunda piel pegada a él. Sus palabras eran cautivantes, hipnóticas, haciendo que deseara aquello que prometía, aunque fuera lanzarse a la más intensa oscuridad del mundo. Respira contra la boca ajena y suspira deseando el beso que prometen aquellos labios, sin embargo sin el suficiente valor como para atreverse a robarle el beso deseado. A aquel cliente sin duda alguna no deseaba verle molesto con ella.

Entonces deberé esperar a montaros para descubrirlo. —Susurra ahogando un gemido placentero al oír sus oscuras palabras.

Siente el beso y tras él se lame los labios capturando el sabor del mismo, sintiendo como su cuerpo se estremece placenteramente ante las caricias del cazador. Sin imaginárselo siente unos extraños movimientos y jadeando de sorpresa, deja su vestido caer, sin preocuparse por el momento de como volvería a llegar al burdel sin su ropa. Sus ojos inquietos por unos segundos ven las hojas afiladas, suspirando de alivio al ver que las guarda, sin intención de asustarla.

Es usted un cliente peligroso. —Sonríe suavemente acercando más su cuerpo al ajeno, hasta sentir cada curva de su cuerpo contra el fuerte cuerpo masculino. Sin perder la sonrisa besa su cuello, rozándolo con sus dientes, en un intento de provocarle. — Sin duda así me veo mucho mejor y para ser suya, necesito liberarme de la ropa. — comenta mordiéndose el labio inferior de forma coqueta, llegando a ella el perfume del cazador. Se separa de él tras sus palabras y le observa, fijando sus ojos deseoso en los ajenos, oyéndole por completo seducida por el tono de su voz y por la cadencia oscura de la misma. Hasta el ambiente la llevaba a entregarse a él, como nunca antes había hecho.

Dando un paso hacia atrás temiendo enfrascarse completamente en aquella oscura mirada, intenta recomponer su respiración, encontrándose atraída por él de nuevo a su cuerpo, sintiendo la mano ajena llegar a su pelvis. Apenas escucha sus palabras que niega suavemente, entreabriendo los labios al sentir la caricia de sus dedos en su intimidad, dejando que un gemido escapara de su garganta. El movimiento de sus dedos la hace desear, la hace maldecir la fina tela de ropa que los separa de acariciar su carne.

La segunda opción señor… —un jadeo escapa nuevamente tras sus palabras. — Folladme contra el escritorio y luego hablemos… una vez estén saciados nuestros cuerpos. Dejadme conocer vuestro cuerpo. —Susurra mordiendo los labios de él, para luego ante una caricia más intensa, echar la cabeza hacia atrás, entreabriendo los labios, arqueándose contra él, moviendo sutilmente las caderas contra aquellos dedos que la hacían abandonarse a él a aquel ritmo hipnótico y seductor, que no dejaba de hacerla estremecer anhelante.

Mientras se entregaba a aquellas sensaciones, una de sus manos se metió ente ambos cuerpos acariciando el pecho de él, delineándolo con los dedos, desabotonando los botones hasta liberarle de la opresión de la camisa y hacerla caer el suelo, bajo una mirada de lujuria.
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Mensaje por Mark Bass Lun Jun 23, 2014 1:28 pm

Súbitamente el cazador continúa acariciando la feminidad de la chica; sus labios sigue jugueteando con su oreja entre ligeros mordiscos para así ir respirando entre ligeros rugidos de león debido a la provocación que tanto siente, como provoca.

No pasa mucho para que la camisa del inglés caiga al suelo junto a su corbata. Sus manos aprietan el trasero de la cortesana para después depositar una fuerte nalgada con su diestra –Tranquila, tranquila… Antes de esto debes de contestarme- sigue hablando con ese tono hipnótico, subiendo sus dedos a tomarle del rostro ya con algo de fuerza.

Como si la obligara a verle fijamente, este clava sus ojos en los ajenos para así fruncir ligeramente su ceño y mencionar -¿Estás aceptando el contrato? Trabajarás para mí… Harás lo que te ordene, seré tu dueño y a cambio… Te entregaré tus más grandes tentaciones, te concederé cada placer que se te ocurra y vivirás en el pecado por el resto de tu existencia-

Lentamente acerca su rostro al oído de la musa, dejando un último susurro –Tu alma… Me pertenecerá- lamiendo muy suavemente su oreja para separarse un poco, dejando ver esa anatomía bien trabajada que proyecta una musculatura perfecta, obvia debido a los años de entrenamiento.

La sonrisa ladina que se dibuja en el rostro de Mark pasa instantáneamente a convertirse en una risa ronca, ahogada y que se expande como eco por todo el cuarto hasta hundir bajo el siniestro ambiente a ambas personas.

Llegó la hora y Mefistófeles le ofrece el contrato a la dama, la tienta a venir al lado oscuro del pecado y su firma que le otorgaría su alma, su cuerpo, todo de ella al Amo del Placer sería justamente eso… Entregándose a él, siendo suya.

-Si tu respuesta es “sí”… Firma el contrato ahora mismo… Entrega tu cuerpo y tu alma a mí y solamente a mí desde ahora-
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Mensaje por Miselle Lun Jun 23, 2014 7:29 pm

Las caricias de un hipnótico ritmo seguían contra su piel y siendo el cuerpo de la joven cortesana invadido por miles de estremecedores temblores, se abandonó contra aquel cuerpo masculino. Los suaves mordiscos en el lóbulo de su oreja provocaron que ladeara la cabeza y los jadeos escaparan de sus rosados labios en lo que la respiración ajena la embargaba, provocando que aún mas su respiración se disparase.

Deshaciendo su corbata con la diestra, es que esta cae al suelo, quedando solo por desabrochar los pantalones del joven. Mordiéndose el labio, suspiró contra su cuello, soltando pequeños jadeos sintiendo las caricias del cazador en su trasero, culminando con una nalgada que la hace estremecer y gemir de sorpresa, sin haberse esperado aquel movimiento que deja un extraño sentimiento en ella. Sus ojos le miran con deseo, sorpresa y un picante dolor que le escueze en la zona, sin poder discenir entre aquellos sentimientos. Dejando de pegarse a su cuerpo, al oírle intenta replicarle. Para sí era imposible mantener la calma cuando la acariciaban de aquel modo y hacia tanto no sentía aquellas atenciones que todo su cuerpo con imaginarse aquel hombre sobre ella, ya caía rendido lleno de su humedad.

Tragó saliva y obedeciendo sus dedos que dejaron para su tristeza su intimidad y el roce erótico, alzó la mirada con una mueca de dolor dibujada en su rostro a causa de la fuerza de su agarre, de aquellos dedos que sujetaban su rostro. — ¿A que queréis que os conteste? —Preguntó en un susurro entrecortado a causa del intenso deseo que corría por sus venas, robándole oxígeno. Mirándole fijamente dejó que sus ojos se adentraran en los ajenos, entendiendo cada palabra que él le dirigía, cayendo irremediablemente en aquel hechizo oscuro que prometía.

Se mordió el labio ahogando un gemido de sus labios sintiendo nuevamente el ataque del joven en el lóbulo de su oído, su voz pecaminosa y aquel susurro que hace temblar su cuerpo, sintiendo que de alguna forma en aquel instante se estaba vendiendo a alguien que estaba muy por encima suyo. Un maestro, alguien adiestrado en aquel arte en el que ella apenas era más que una principiante. Y una parte de sí temió fallarle. —Acepto vuestro contrato, os acepto. —Contestó contra la mejilla masculina, que acariciaba con sus labios. — Os obedeceré, sereís mi dueño… os lo prometo. —Terminó por decir sin saber en dónde se estaba metiendo, en que juegos andaría metida en aquel instante. Y sin embargo no le importaba, no ahora, que en todo lo que podía pensar era en lo que extrañaba el seductor roce de aquellos dedos acariciándola.

Sonriendo asintió, ella le pertenecería. Quizás en su inocente egoísmo veía en aquella promesa, una huida a su vida, a aquel burdel que la maltrataba. Quizás su muerte. De ambas formas terminaba librándose del contrato que la ataba.

Sintiendo su mirada sobre su cuerpo, sus mejillas se sonrojaron a causa de la acelerada respiración y del calor que sentía apresando su cuerpo, mientras dando un paso adelante volvía  a unirse contra él de nuevo. Rozando su blanca piel contra la del moreno.

Os entrego mi cuerpo señor… tomadlo ahora. —Descaradamente sus labios fueron al cuello del cazador empezando a recorrerlo con sus suaves labios y mordiscos, que buscaban cada jadeo placentero que pudieran obtener, hasta que sintiendo sus pechos erguidos contra el torso masculino le dejó el cuello para subir a su barbilla, y allí detenerse, mordisqueándoselo con deseo, coincidiendo sus miradas. —Soy vuestra, desde este momento acepto el contrato, sin saber de qué trata, que haréis de mi… me entrego al diablo del pecado, para que me instruya y satisfaga este deseo que carcome mi sangre y cuerpo. —Se muerde el labio y atreviéndose, alzándose de puntillas le besa en los labios, esperando ser aceptada. —Oh por favor… ¡Mark! —Exclama en un ruego con voz turbada de deseo, gracias a la oscura y pecaminosa voz masculina, que llega hasta sus oídos y allí se queda, grabada junto el ambiente que le rodea. Misterioso, placentero, lujurioso. Y contra sus labios espera, respirando ajetreada a que el cazador le ordene, exija, diga que debe hacer, porque solo desea sentirse bajo aquel cuerpo, descubriendo los gruñidos ajenos ante sus movimientos.

Soy toda vuestra. Esta noche y todas las que queraís.—Sentenció sin saber que sería de la opinión del burdel, o que sería de él, de la deuda y todo lo que la rodeaba en aquel oscuro mundo, siendole imposible de resistir la promesa oscura de aquellos ojos, de aquellos labios y sonrisa que la hacian temer y anhelar, mucho más de lo conocido. Más allá del cuerpo y alma.
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Mensaje por Mark Bass Miér Jun 25, 2014 12:26 am

La adrenalina fluye por todo el cuerpo de Mark pues se manifiesta en la aceleración de su sangre que atraviesa todas sus venas hasta hacerle sentir como su propio ritmo cardiaco de cierta manera trasciende a una mayor velocidad. Sus manos que acarician el cuerpo tentador de la mujer pronto aprietan su trasero al sentir como ella misma le despoja en totalidad de su ropa, haciéndole reír un poco mientras se regocija al escuchar cada palabra de entrega que Miselle le dedica.

Sus labios van besando el cuello, el hombro y regresan a los labios de ella; sus ojos no se separan de los ajenos y continúa disfrutando no solo de la desesperación ajena sino de cómo ella misma ahí jura y perjura que se quedará a su lado, que le entrega todo de ella… Inclusive su alma.

Una vez desnudo, este siente como su miembro erecto y alargado ya en totalidad roza con las ropas restantes de la fémina. Eso no puede ser posible. Con habilidad deja caer sus herramientas para quedar con las manos desnudas y así con desesperación arrancar la ropa interior de quien osa robarle un beso, pero, curiosamente… Él responde con cierto gusto.

El arma principal del Cazador se deja a un lado para ahora dar paso a unas caricias con cierta fiereza que van desde los muslos hasta las caderas, la cintura y costados para así acabar en el rostro de la chica, a quien Mefistófeles le voltea y le recarga contra el escritorio.

-Desde esta noche, desde este mismo segundo… Eres mía- dice con su voz rasposa y conteniendo los rugidos de león que quieren salir por la apresuración de su respiración –Tu alma, tus besos, tus caricias, tu cuerpo… Tu fidelidad, tu entrega… Todo lo que eres tú me pertenece desde esta noche- añade al acercársele a la oreja mientras que con sus manos toma con demanda los senos de su hembra –Yo soy tu dueño… Tu amo- finiquita tras depositar una fuerte nalgada.

Los ojos negros del pecador se pasean gustosos admirando la escultural anatomía de su nueva adquisición, no puede evitar sonreír de lado al tenerle ahí empinada solo para él y por eso mismo toma su miembro para acercarlo lentamente al sexo femenino, acariciando los labios vaginales y rozando su clítoris para estimularle bien.

-Bienvenida a mi mundo y al verdadero placer- recita al tejer un camino de besos desde la espalda baja hasta el cuello de la musa, sintiendo como la puna de su miembro viril va adentrándose en ella al mismo tiempo que –nuevamente- le toma de los senos, empezando a manejarlos ovaladamente y apretando sus rosados pezones hasta lograr endurecerlos.

Sin ninguna duda el contrato ya ha sido firmado por ambas partes, desde ese instante Miselle ya le pertenecía a Mark y el negocio apenas comienza, sin embargo, el principio básico para poder tener éxito en ese ambiente es no mezclar los negocios con el placer… Así que el Amo del Placer decide hacer a un lado todo y dedicarse a justamente eso… Disfrutar de su mujer.
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Mensaje por Miselle Miér Jun 25, 2014 2:23 pm

En miles de suspiros contra la piel del cazador, avariciosas sus manos se movían por el masculino cuerpo con detenimiento, pasando sus dedos por sus pectorales, en suaves caricias, estremeciendo aquella piel que tanto desea sentir rodeándola. Cerró los ojos un instante en el que cansada de los juegos, una de sus manos se dedicó a bajar la cremallera de los pantalones de él, hasta que desabrochada aquella prenda, tras un suspiro y el beso robado de los suaves labios de la cortesana, le bajó los pantalones, hasta exponerlo, tanto o más de lo que ella estaba.

Suspirando contra su mejilla, sintiendo el sabor de él en sus labios, jadeó la joven con sorpresa al sentir como la ropa que apenas ocultaba su cuerpo de los orbes frías del cazador era así rasgada por sus manos, tras lo que pudo sentir realmente el calor humano contra ella, el miembro masculino contra su feminidad, provocando en aquella unión de cuerpos. Los pechos vulnerables ante el vello que recubre el torso de él, se sienten dolientes, necesitados de atenciones y sin embargo ya sus piernas tiemblan, sintiendo la humedad que ya recubre su sexo.

Tras aquel roce, la fémina no puede resistirse y volviendo a besarle, se entregó a sus labios, reafirmando así su entrega mientras su cuerpo es asaltado por miles de estremecimientos. Jadeó nuevamente contra sus labios y mordiéndole el labio inferior, lo jaló hacia ella, hasta que las caricias del joven le obligaron a dejarle para ser tomada por el rostro y con suavidad volteada, quedando de espaldas al joven y medio recargada ante el escritorio de madera tallada y fina, ante el tacto de sus dedos. Acarició con las manos la madera bajo ella, hasta que al hechizo de la voz del cazador, la hizo tensarse y asintiendo por lo bajo, moviendo su cabeza, hincó las uñas en un intento desesperado por sujetarse a la superficie fina del escritorio en lo que sintiendo la caricia del glande contra sus labios y clítoris, un gemido correspondió a la necesidad que sentía latir en su interior.

Si señor… lo que deseéis. —Susurró con voz entrecortada. — Vuestra… —Asintió en lo que un escalofrío recorría su espalda y su cuerpo entero erizándolo al contacto ajeno, que estaba por afianzarse a ella, hasta que al oír sus últimas palabras, mordiéndose el labio ahogó un gemido al entrar en contacto y engullir lentamente su vagina el miembro masculino.

Inconscientemente, sintiendo el palpito de su sexo y como las manos torturaban sus pechos, ahogada por las sensaciones se recostó aún más contra el escritorio, acercando más sus pechos a aquellas manos que jugaban con ellos, entre jadeos de sus labios y levantando la cadera, quedó aún más a disposición del cuerpo masculino, quedando más expuesta a sus caricias y a la lenta penetración que la dejaba sin aliento.

Pese a la humedad de su sexo, la estrechez impedía una penetración limpia, alargando el momento en que la cortesana sentiría por completo el miembro en su interior. Gimió y cerrando los ojos, formándose en su rostro una mueca de un intenso placer-dolor al ser sus pezones erguidos y duros acariciados con cierta rudeza, en un movimiento de su cuerpo se insertó más contra él, en un intento por escapar de sus manos. De aquellas de las que en verdad, no quería huir.

¡Mark! —Exclamó jadeante, sintiendo cada pálpito de su vagina alrededor de su miembro apretándolo, afianzándolo en su interior. Unos temblores acudieron a las piernas de la joven y tomando aire relajó su cuerpo a la espera de que el cazador terminara de poseerla, moviendo provocativamente sus caderas contra él, sin llegar a ahondar más.
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Mensaje por Mark Bass Jue Ago 14, 2014 1:33 pm

Es el cuerpo desnudo de una mujer bellísima, de una mujer sensual que puede enloquecer a cualquier mortal con su piel al aire. Su perfume exquisito, ese rostro angelical pero a su vez ese libido que se puede respirar con facilidad; la provocación que entra por los poros del inglés y hacen de este un monstruo cuando se trata de poseer a una hembra. Todos estos elementos que se aglomeran y logran conjugar la desesperación, la excitación que produce tenerla ahí para él y solo para sus deseos.

La mano diestra del de ojos negros se coloca en la espalda de Miselle, obligándola a ir más abajo hasta recargar sus voluptuosos senos sobre la mesa, alzando su culo y quedando a merced de quien ahora toma su miembro erecto y empieza a penetrarle, comenzando a sentir como lo estrecho de la vagina de su mujer empieza a dejarle salir varias sensaciones exquisitas que se proyectan bajo una sonrisa.

Su mano izquierda le sujeta de la cadera y pronto comienza a dar fuertes embestidas que hacen rebotar no solo sus bolas contra el cuerpo desnudo de la cortesana, sino también el mueble entero con ella sobre él.

-¿Te gusta lo que te hago? El placer es infinito, es único y una delicia… Si se sabe con quién compartir-

Y tras una carcajada, este aumenta la velocidad así como la dureza con la que va penetrando a la sensual mujer; su sed por aquel cuerpo parece insaciable, parece que no tiene fin pues siente como su falo se envuelve de la humedad ajena así como la propia mientras que por otro lado, sus ojos se fijan en las muecas que su sumisa le dedica así como con disfrute, escucha cada gemido.

Paisaje perfecto, nada más hermoso que tener bien dominada a una mujer y aún mejor si ella misma admite que le encanta. Así es la naturaleza maligna del señor del placer, él busca su disfrute pero también arrastrar a esas almas débiles al pecado mismo, les abre los ojos hacia un mundo donde no hay nada bueno o malo… Simplemente lo que te hace querer arrancarte los cabellos de lo delicioso que se siente y eso es lo que hace en cada profunda cogida que con tanto deleite le da a su presa.
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Mensaje por Miselle Jue Ago 14, 2014 5:58 pm

Había ocasiones en que los clientes que terminaban en el interior de Miselle, que simplemente se les sentía que solo lo hacían por hacer. Quizás buscaban desahogarse en alguna mujer ajena a sus esposas, liberar tensiones acumuladas o si no simplemente entablar contacto con alguien que no sea sí mismos. Y luego estaban aquellos que sabían a lo que iban y como iban a disfrutarlos. Aquellos eran para la profesión de las cortesanas, los mejores clientes. Con los que realmente iban a disfrutar y sentir. Los que pasara lo que pasara no las dejarían indiferentes y desde que pisase aquel despacho, había sabido que aquel joven no iba a pasar desapercibido jamás.

Sentía su suave y cálido cuerpo estremeciéndose ante las caricias del cazador. La respiración fuerte del joven que la obliga a bajar más su cuerpo, hasta pegarse completamente los senos a la madera fría de la mesa. Maldijo por sus desatendidos pechos, que duros y firmes esperaban por la caricia de aquella fría mesa con la que tendrían que contentarse por el momento. Obediente, alzó sus caderas todo cuanto pudo, para ahogar mordiéndose el labio el primer gemido que arrancó de su garganta ante la primera embestida que abrió lentamente su sexo, preparándolo.

El cazador solo tardó tres embestidas para tenerla abierta a él. Los jadeos seguían saliendo de sus labios, encontrándose estos silenciados por los movimientos de la mesa bajo ella y el choque profundo de carnes que inundó el lugar de la mezcla de aromas, envolviéndolos como un letal perfume.

¡Más ¡Oh! más Mark… Por favor — Gimió nuevamente su nombre tras sus ruegos y durante unos segundos se encontró incapaz de encontrar una coherencia en sus pensamientos, hasta que yendo a su encuentro, pegándose a su pelvis, se corcoveó bajo las manos que la sostenían contra aquella mesa, escaqueándose de ellas y volteó su vista, buscando verle. — Dejadme veros… miradme a los ojos. — Susurró entrecortadamente en una dulce mueca de placer.— Necesito veros y besaros… Sentiros cerca, como mi cuerpo acepta sin reservas el vuestro. — Deseaba poder agarrarse a él, y no a aquella mesa sin vida. Poder ahogarse en su boca si le dejaba,  rodear su cuerpo con el suyo, enlazarse en un juego de cuerpo y de miradas, viendo el placer directamente en su mirada, y ella el de él.

Y tras sus exigencias, una nueva embestida la hizo volver su vista al frente y recostarse de nuevo en la mesa. El miembro masculino la mantenía en un placer constante del que no podía ni quería escapar. Gimió, jadeó y por unos segundos cerró los ojos, sintiendo como su cuerpo aceptaba enteramente el ajeno. Su respiración entrecortada se encontraba acelerada tanto como la ajena, unidos en un baile en que los cuerpos se acoplaban perfectamente, buscando el cuerpo femenino acompasarse al del cazador.
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Mensaje por Mark Bass Sáb Ago 16, 2014 12:40 am

Las manos que toman por derecho lo que es suyo no pierden la oportunidad de apretar con fuerza de la piel de la cortesana, quien gime con toda claridad y volumen provocando que la excitación del inglés se prolongue así como se alargue en tan solo unos escasos segundos.

Su cuerpo se tensiona en cada embestida que hace mover todo el mueble, provocando que algunos papeles caigan al suelo más esto no le importa en lo más mínimo ya que ahora su dedicación es exclusiva al cuerpo de su mujer, a poseerlo como nadie lo ha poseído antes y mostrarle lo que es tener a un verdadero hombre montándola.

-¿Quieres verme, ah?- Sonríe con cierta malicia, apretando del trasero de Miselle como si quisiera provocar a que rogara más, a que implorara que él mismo la vea, que la toque de diferentes formas, de que queden frente a frente en aquel exquisito juego sexual.

-Entonces ven aquí- menciona con su voz rasposa, separándose efímeramente de ella mientras le voltea para así, sentarle sobre el escritorio, separándole las piernas mientras que toma sin ninguna clase de tabú su erecto miembro, haciendo que este choque y roce contra el sexo húmedo de la chica en busca de provocarle con cada golpeteo sobre su clítoris.

Sin ninguna clase de piedad este con su mano izquierda toma de las muñecas ajenas, juntándolas para aprisionarlas y así evitar que la musa le acaricie; después de esto, con su otra extremidad la empuja súbitamente para que se recueste a lo largo del mueble, dejándola sin oportunidad de movimiento mientras vuelve a follarle más esta vez quedando frente a frente como ella lo pidió.

Cada embestida, cada estocada que une ambos cuerpos en un delicioso acto apasionado realza la sonrisa del de ojos negros, quien con una mueca burlona e inclusive hasta cruel observa la reacción de su hembra al tenerla aprisionada de sus manos pero dándole lo que ella tanto le pide… Placer.
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Mensaje por Miselle Mar Ago 26, 2014 12:50 pm

Había buscado cercanía con su petición, obteniendo de nuevo la lejanía y la dominancia en el joven, lo que no le importó. Así podía verle los ojos, verle las llamas pavonearse por aquella fría y peligrosa mirada, hasta que la substituyera por una más acorde o más parecida a la de la fémina que lo mira con un placer indescriptible en ellos.

Ante cada embestida, intensa penetración del sexo masculino contra su intimidad, de la garganta de la joven cortesana nacen sin control los gemidos que entremezclándose con algún que otro jadeo, se entremezcla junto con los sonidos naturales de la unión. Formando música celestial a los oídos del joven, que más que un participante parece ser un vil y oscuro observador, apostado allí para ser el verdugo que torture a la joven con su lanza, que el cliente que poderosamente se hace suyo aquel cuerpo que posee sin pudor alguno.

Le mira fijamente y tras intentar soltarse de su agarre y ver sus intentos completamente negados, deja caer sus brazos en aquella posición vulnerable exponiéndola a cada deseo oscuro del joven que ahora es su dueño. Entreabrió los labios y en muecas de placer se abandonó a aquellos certeros y profundos movimientos que la estremecían, la hacían corcovear contra el miembro masculino, buscando profundizar aún más. Buscando que aquel húmedo glande acariciara mucho más que las paredes temblorosas de su intimidad.

¡Más duro¡ ¡Más duro! Desea gritarle, encontrándose incapaz de ponerlo en palabras en aquel vaivén descontrolado que poco faltaba para que provocara el derrumbe de la mesa contra el suelo en la que se encontraban. Se estremece y un jadeo nació en sus labios al sentirle tocar aquel punto intimo el que lograba hacer saltar su corazón con solo rozarlo. No sabía ya que hacer, ahora si se encontraba disfrutando como jamás lo hubiera hecho o por lo menos como tan pocas veces se había sentido.

Llegó un momento en que no supo si la mesa temblaba más que sus piernas a los lados de la cintura masculina, ni qué imagen le resultaba más temible, si el cuadro del ángel y el demonio, o los ojos que no dejaban de comérsela, de beber de cada mueca y grito de placer como si fueran propios.

¡Mark!... mi señor, piedad… ¡Por favor! — Gimió sin saber si lo último era simplemente para ralentizarlo o para pedirle que siguiera de aquel modo, torturándola hasta retorcerla y exprimirla hasta quedarse exhausta de aquella noche. — ¡Más! … deseo más. Mucho más. —Añadió empezando por su cuenta a mover las caderas en forma circular en torno al miembro, ciñéndose aún mucho más. Buscando sensaciones que la hicieran llevar  a la cúspide.

Se mordió el labio y a pesar del oscuro tono de los orbes del cazador, tras unos minutos de sentir sin cesar su propia humedad resbalar por sus muslos, deseaba más cercanía. Un contacto cercano que le diera seguridad en aquella vorágine de sensaciones tan intensas. Así que aprovechó que en uno de sus movimientos, él pareció perderse en su propio placer, que al sentir su mano alrededor de sus muñecas debilitarse el agarre con el que las sometía, todo lo rápido que pudo se levantó quedándose al filo de la mesa. A unos simples centímetros del rostro cruel, burlón y excitado del cazador.

Los movimientos de él se detienen y ella, temió lo peor.

Perdonadme. —Ruega con voz ronca a causa del placer de su cuerpo y aunque se encontraran detenidos, sentía como el sexo masculino continuaba haciendo estragos en el propio. Sentía como latía, cada vena, cada tramo de piel, en lo más profundo de su intimidad. — Deseo besaros. Solo deseaba… — Y no terminó de hablar que antes de que los labios masculinos se movieran, se adelantó ella y pegó sus labios a los de él; besándole.

Gimió al saborear los labios ajenos y aún más cuando estos, la jalaban como ella intentaba, en una competición de buscar quien dominaba a quien. Sin embargo en esa situación todo estaba muy claro. Ella era la sometida a sus caprichos, a sus órdenes y él el amo que la instruía firmemente en aquel mundo que él controlaba con mano dura. Siguió jugueteando con su lengua y sus labios, hasta que agarrándose a su torso, apoyándose en él empezó a moverse contra su cuerpo, sintiendo el rebote de sus senos ante el torso masculino y como la humedad bañaba cada vez más al cazador que parecía aguantar mucho más y apenas estar solo calentando el motor de su deseo.
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Mensaje por Mark Bass Jue Ago 28, 2014 11:47 pm

22:47:34 Placer directo para sus oídos al momento de escucharla rogar por más, por más placer y más de esas folladas que con tanto placer el inglés dedicaba a la prostituta. Sus manos fuertes y sus movimientos certeros hacen que el mismo mueble rechine y tiemble junto a las extremidades de Miselle, quien se abandona a sus impulsos y hace un movimiento en falso.

La respuesta es evidente por parte de Mark, ya que decide besarla con esa pasión que desborda sobre la mujer que posee y por eso mismo empieza a juguetear con los labios de ella, moldeando su lengua a que se entrelace en la ajena para dejar salir un poco de saliva debido a la intensidad con la que ambos se entregan uno al otro.

Sus manos le toman de los muslos y los aprietan con dureza, sus ojos se cierran para seguir besándole así como embistiéndole, sintiendo toda la humedad de la fémina salir por su sexo hasta empaparlos a ambos. Exquisito el néctar para el cazador.

De pronto se aleja de ella, llevándose un fuerte mordisco que le hace derramar un hilillo de sangre debido a la fuerza con la que ella lo besa. Esto provoca una sonrisa en Mefistofeles, quien solo relame el líquido carmesí para caminar a la barra, tomando su botella de whisky y sirviéndola en un vaso, bebiendo de golpe para regresar su mirada a la desnuda mujer.

Ahí de pie, con toda la elegancia y el desnudo donde sobresalen sus músculos así como su falo erecto y engrosado. Sus ojos pareciesen estudiar el cuerpo de la musa. Su mente idealiza todo lo que viene.

-Ven aquí- demanda con claridad al sentarse en una de sus sillas, quedando observante y en total imagen de dominante. Manteniendo la dureza de su miembro que espera a por el cuerpo de Miselle y al cual pretende darle la noche de su vida. Quiere tomarla, domarla para que sepa bien quien es su dueño desde ahora, quiere hacerla suya y que nadie más ocupe lo que ya por derecho le pertenece… Quiere mostrarle el placer verdadero, aquel que la hará gritar y estremecer hasta el último rincón de su cuerpo. Mojarla, llenarla con los espasmos de un orgasmo tan grande que ni ella misma creerá lo que experimenta, la quiere para él.

Pero primero, quiere que sea ella quien lo monte y le demuestre por qué es ella quien merece estar en las garras del Amo del Placer.
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Mensaje por Miselle Sáb Sep 06, 2014 5:00 pm

No podía más que perderse ante aquellos labios y besos, que a pesar de la intensidad de los movimientos del cuerpo masculino sobre el de ella, no dejaron, ni ella dejó de besarlos con ahínco. Un deseo casi desesperado. Un anhelo mayor del que el cazador podía siquiera ni imaginar. Deseaba pertenecer a alguien. Ya no deseaba seguir llevando aquella vida en la que jamás tenía tranquilidad ni seguridad de nada. Su vida… la vida de las jóvenes como ella, era tan efímero en los burdeles, que era normal las muertes extrañas. Aunque en verdad todas las jóvenes podían adivinar que había ocurrido. Solo hacía falta ver los golpes o las señales de las mordidas, para imaginar.

La cortesana gimió tras la dureza con la que sobresaltándola por unos segundos la toma de los muslos y los aprieta. Lo que provocó que sus pensamientos volvieran a él y a la forma en que crudamente la poseía, pese a estar besándola. Su cuerpo chocaba contra el ajeno con ímpetu, hasta que de un momento a otro desapareció su cuerpo dentro del propio y abriendo los ojos le vio alejarse. Viendo antes de que desapareciera tras un gesto del cazador, la sangre salir de sus labios.

Lo primero que pensó fue en pedirle perdón, sin embargo viéndole allí, imponente y vigoroso, como pocos hombres eran, se mordió la lengua y jadeó viéndole. Un sonido dedicado a que él se centrara nuevamente en ella y volviera a poseerla como tan ardientemente anhelaba.

¿Hice algo… mal? —Preguntó en apenas un susurro de su ronca voz a causa de la sequedad de la garganta y de la ajetreada respiración que sentía alzar su pecho mucho más rápido de lo normal.

Solo con su visión, él conseguía alterarla. Y de no ser porque se encontraba sentada, hubiera temido caer al suelo. Se relamió los labios y viéndole con interés, no tardó mucho en levantarse de la mesa y dirigirse hacia donde él le esperaba. Caminó con seguridad, atraída por él y su voz casi hipnótica. Desea volver a sentir sus labios contra los suyos demandantes, su barbilla rasposa contra su piel y aquellas manos, aquel cuerpo… marcándola, otorgándole por lo menos aquella noche aquella seguridad que no tenía y que con él, parecía atisbar una pequeña visión de lo que sería tenerla al lado de alguien como él. De llegar a ser una de sus favoritas ¿La haría yacer con otros hombres? ¿Únicamente con él?

Le miró a los ojos y jadeó, ahora se encontraba contra él. Sus pies la habían llevado hasta quedar frente a él, y esperando hacer lo que él quisiera que ella hiciera, pero sin esperar a que se lo dijera, volvió a tomar sus labios entre los suyos. Jugueteando con ellos. Jalándolos. En lo que el cuerpo se sentaba sobre él y llevando la entrada de su sexo a la virilidad ajena, se penetró a sí misma. Con una lentitud exquisita dejó que sus paredes volvieran a tomarlo y jadeando en sus besos, terminó por adentrarse y sentarse sobre él, sintiéndose colmada por el miembro masculino. Las paredes internas de su sexo temblaron, ciñéndose al grosor y adaptándose empezó a moverse contra él de nuevo, incapaz de mantenerse inmóvil en aquella posición, en que sentía en carnes propias como sus cuerpos se acoplaban. Sintiendo ante cada subida y bajada de su cuerpo, como las pelotas del cazador golpeaban su pelvis, en una mezcla de dolor y placer muy intensa.

Decidme que d-deseáis… y os lo cumpliré. Os obedeceré… seré todo lo que queráis. Por favor mi señor…enseñadme como complaceros. No os alejeís.—susurró contra sus labios, abrazándose a su cuello con los brazos, acoplándose a su figura. No solo sus intimidades se unían, si no que cada parte de ellos estaba en sintonía, en contacto. Como si no quisieran separarse. Como si fuera imposible pasar por alto los estremecimientos en el cuerpo femenino, al sentir el torso masculino contra su tersa y suave piel, erizándola.
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Mensaje por Mark Bass Mar Sep 30, 2014 1:34 am

Con la imagen de un Señor omnipotente Mark se mantiene calmado cuando observa como la bella mujer se acerca a él, moviendo esas caderas que parecen sugerirle una extensa invitación hacia el pecado pues una vez que ella arriba y se sienta sobre él puede tomarle con ambas manos desde su firme trasero –Eso- murmura para soltar un respiro una vez que ella misma se encarga de que ambos queden unidos.

El abrazo del calor corporal de Miselle envuelve al cazador en una cobija que pronto empieza a despertar descargas eléctricas una vez que la mujer empieza a moverse de manera lenta, por lo que el inglés solamente le ayuda a mecer su cuerpo al quedarse bien agarrado de sus nalgas.

-Así me gusta… Lento y con tranquilidad- le dice, mirándola a los ojos con esa profundidad que le otorga el control sobre ella, haciéndola a su antojo y sintiéndola tan suya como en este momento su miembro erecto se adentra en toda la cavidad de su mujer, transmitiendo una onda exquisita de placer que eriza la piel del de cabellos negros.

Las mil y un sensaciones que se aglomeran en el abdomen del pecador hacen que su cabeza se eche hacia atrás para así transportar sus manos en forma de caricias por todo el cuerpo de Miselle, arropándola con la yema de sus dedos al pasar por su esbelta cintura, rozando su abdomen y así ir subiendo hasta tomar con ambas manos sus senos, apretándolos y jugueteando con los mismos mientras los comienza a masajear de manera ovalada –Muéstrame que tan mujer eres… Hazme ver que no me equivoqué al escogerte a ti- empezando a embestirle con un poco más de velocidad.

El deseo por ella se intensifica hasta hacerle titubear un poco por el inhumano control que ejerce sobre sus impulsos animales. Ambos ojos se manejan tan dedicados a estudiar cada gesto de ella, a guardar esas muecas de placer pues sabe que lo disfruta tanto como él.

-Así.. buena chica…- suelta un ligero gemido para entonces regresar al jugueteo con sus manos por todo el cuerpo de la musa, volviendo a postrarse sobre su trasero, apretándolo suavemente para entonces darle una fuerte nalgada que ahora se acompaña del movimiento de las caderas masculinas, tomando un crecimiento gradual en velocidad para así escucharse la silla moverse –Miselle… Móntame y entrégate a mí… Quiero que disfrutes y me hagas disfrutar, quiero tu piel, quiero tu entrega, quiero tu cuerpo… te quiero a ti-

Susurra para después tomarle con fuerza de las nalgas, haciendo un fuerte esfuerzo para colocarse de pie y con un sonoro rugido de toro se abalanza contra la pared, poniendo de espaldas a la femenina para entonces empezar a follarle con más violencia, con profundidad y velocidad que con solo segundos hace caer algunos marcos de las paredes y los golpes en el recinto por cada cogida pareciesen ser tambores de pasiones que se liberan en ese lugar.

Abandonándose a la entrega, apoderándose de esa mujer y de todo su ser mientras en cada segundo que pasan juntos la maldición de Bass va cubriéndola hasta el punto de arrastrarla al pecado y bautizándola en las aguas del placer donde solo son ellos dos y sus propios gemidos, esos que resuenan no solo en el ambiente, sino en los más profundos y oscuros deseos de estos locos amantes.
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Mensaje por Miselle Vie Ene 23, 2015 6:01 pm

Su intimidad acogía su miembro caliente y ceñida, como si su lugar de encaje fuera aquel mismo centro de la cortesana. La mirada de Miselle recayó en los intensos orbes masculinos y como única respuesta a sus demandas un jadeo salió de sus entreabiertos labios, complaciente, suave mientras su cuerpo respondía a la vigorosidad masculina, adaptándose, acogiendo sin reparos su carne entrelazada en la suya.

Por unos segundos al sentir sus manos amasando su trasero gime desconcertada y abriendo los ojos se apresa en la mirada omnipotente de su señor.

Mi señor… —Le llama sin saber lo que pide su boca temblorosa, aquel rostro ahora esculpido por el placer que la recorre.

Haciendo caso a sus indicaciones con la calma que procede a la tormenta se aleja de su cima, volviendo a tomarlo con suma lentitud, torturándose a sí misma con aquella lenta y tortuosa invasión cuando su intimidad exige más rapidez, estocadas fuertes y aquellas hábiles manos acariciando las cimas rosadas de sus pezones. Sin embargo todo pensamiento queda aplazado al sentir el cambio de ritmo y la dureza de las nuevas estocadas. Las manos masculinas juegan con su figura, la hacen estremecer y ella responde gimiendo en su oído montándolo con más rapidez.

Vuestras palabras son mis deseos. Vuestros deseos, mi dicha. —Susurra contra el lóbulo de su oreja deteniéndose a exhalar su aliento en lo que su cuerpo cae por completo contra su virilidad y sintiéndose plena muerde sin querer el cuello del cazador, acallando su gemido en la piel tostada. — Dejadme llevaros al cielo, y luego impondréis mi sentencia. Si os equivocasteis, siempre podéis buscar mi ruina y llamar a otra doncella más hábil, más caliente. — Sus manos acariciaron su pecho arañando con las uñas un camino invisible que buscó besar con sus labios antes de subir de nuevo en la búsqueda de sus labios y besarle, acallando las palabras de su cliente y ahora; su señor.

La velocidad se incrementa y en cada roce más fuerte que el anterior, la cortesana gime con desespero. Vuelve a besarle y conectando con sus ojos, ella también le estudia de una forma menos evasiva, haciéndole sentir que tiene él el control de cada parte de su cuerpo, otorgándole una sumisión que hasta entonces desconoce. Con una sonrisa corresponde al gemido grave ajeno con uno tembloroso y suspirando coloca sus propias manos en la tierna carne de sus pechos, jugueteando con ellos hasta que un grito de sorpresa ante la picante y efímera nalgada roba su atención para volver sus ojos y sus sentidos al hombre que monta entre sus piernas con el descaro de una joven paloma entregada al mismísimo diablo de los avernos.

Soy vuestra Mark… Hacedme realmente vuestra, os lo suplico. —Ruega de placer mordiéndose el labio, agarrándose a sus hombros sintiendo su cuerpo liquido en su centro, bajo su vientre. — No me abandoneís.

Su suplica enseguida es contestada con la pasión indómita del joven que levantándola con él, tras sentir su creciente humedad la empotra contra la pared y con la intensidad de un toro bravo sigue un ritmo implacable sin darle tregua ninguna. Los brazos masculinos detienen los golpes de su espalda contra la pared y en aquel baile la cortesana se apodera de su boca respondiendo a sus demandas como la mejor de sus aprendices, como una alumna aventajada de aquel placer que la deshace en oro líquido y la envuelve en un mundo del que no desea alejarse. Ni ahora, ni nunca. Mark Bass ya la tiene prisionera con su cuerpo, sin embargo lo más importante también está ahora apresado por él, directamente Miselle entrega su mente y su voluntad al maestro de aquel indescriptible placer mientras en sus brazos busca corcovearse y finalizar aquel éxtasis que tan alto la lleva, más allá de sus propios cielos prometidos en la boca ávida de su señor.
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