El abogado del diablo // Privado

por **Thierry Dominique** Miér Ene 21, 2015 12:49 am

El cubo de hielo cayó sobre el vaso emitiendo un sonido hueco recorriendo por unos instantes la superficie cristalina; el whisky no demoró en bañar el hielo y cubrirlo casi en su totalidad, luego, la botella fue depositada en el escritorio justo a un lado de la estatuilla de su ex esposa; Thierry se aflojó la corbata y desabotonó el saco a tres botones negro, después, llevó una de sus manos al rostro, estaba totalmente fastidiado, frustrado y con la pesadez de tener que ir a casa; miró la estatuilla y la derribó de un golpe. La acción pareció ayudarle, se sintió ligeramente relajado y cogiendo el vaso con whisky dio un gran sorbo, lo disgusto, dejó que el calor se apoderara de su garganta y percibió el líquido bajar lenta y deliciosamente por la faringe. Con sus ojos cerrados emitió un gemido mientras una sonrisa aparecía en su rostro, colocó el vaso nuevamente en el escritorio a modo de tener libres sus manos, con esa libertad extendió los brazos e hizo ejercicio con sus muñecas, luego con sus hombros terminando con el tenso cuello.

El vaso de whisky captó una vez más la atención de Thierry, por última vez lo cogió y terminó por beberlo todo dejando al hielo patéticamente solo. Un suspiro en su boca, un flaqueo de la luz de su despacho y un golpeteo sobre la puerta; no prestó atención, de hecho caminó hasta la ventana recorriendo las cortinas cafés que hacían juego con el alfombrado y los muebles de un tono más claro. Afuera llovía y los rayos de luna no eran del todo claros y en las calles una niebla fantasmal no dejaba ver la acera. Pestañeó un par de veces y sacó un cigarrillo que prendió sin demorar segundo alguno.

De nuevo el golpeteo en la puerta y nuevamente ignorado. Sus labios aprisionaron el cigarrillo, dio una calada y la colilla se encendió de un naranja agradable; mantuvo el humo en su pecho liberándolo por la nariz cuando por tercera vez tocaron a la puerta. Sonrió y caminó hasta el escritorio colocando el cigarrillo en el cenicero, luego, volvió acomodarse la corbata y abotonó su saco, movió sus hombros de arriba abajo, así como de izquierda a derecha, sacudió sus manos y firmemente caminó hasta la puerta, cogió el picaporte con decisión abriendo la puerta mostrando en primera instancia una oficina vacía y luego su perfil maduro. ¿Su visita?, un hombre de piel blanca y ropas oscuras, llevaba un sombrero de copa con la compañía de un paraguas negro que lo cubrió de la intensidad de la lluvia. —Adelante— habló por encima de los rugidos de lo que descubrió era una tormenta, no una simple llovizna.

El hombre no demoró en entrar aunque no lo hizo totalmente apresurado, entró como en un ritual, cerrando el paraguas y colocándolo en el contenedor dispuesto a ello. —Permítame ayudarle— se adelantó Thierry cogiéndole de los hombros y quitándole con educación el abrigo, después, lo llevó al perchero y le ofreció asiento. —¿Cómo le puedo servir caballero?— directo al grano, no porque quisiera despacharlo pronto al ser ya tarde. Sino todo lo contrario, aquel hombre de apariencia francesa podía hacerle el día, pues, realmente había sido un día de esos que cualquier hombre que se respete debe de olvidar.

Thierry se había tomado casi todo el whisky pero seguía consciente, no presentaba ningún síntoma que lo delatase salvo el aliento, por eso mantenía una distancia prudencial. Sus ojos no estaban para nada cansados o irritados y en sus labios no había burla o altanería. Sólo lo observaba en silencio, atento, estudiándolo. Por un momento le dio la espalda rodeando su escritorio para encararlo de frente, llevó una de sus manos a la espalda que ocupó para acariciar el arma cargada que siempre tenía lista para una situación que fuera contra su integridad física y que además despojó de la vida a su ex esposa; después, sus manos fueron al bolsillo y dibujó una sonrisa.