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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Roxanne Aimerich Jue Mayo 01, 2014 8:07 pm

A veces miraba a los soldados heridos con envidia.
Le parecía que las personas con cuerpos lacerados debían ser peculiarmente felices.
Deseaba que él también hubiera podido ostentar una herida, un rojo emblema del valor.

Stephen Crane


Un cuerpo que se ha acostumbrado a recibir a los hombres, como si toda ella fuera siempre una parte más de ellos, como si su existencia hubiese llegado a ese mundo con el solo hecho de brindar el placer a algunos y el confort a otros, mientras que su cuerpo y su alma va perdiendo algo con cada vez que es tomada por uno de esos hombres. Mélyna se desgasta como las rocas que son golpeadas incesantemente por las olas o la simple lluvia, ya nada queda para ella fuera de aquel trabajo y el burdel, nunca será nada más que una cortesana y aunque muchos juren que van a sacarle de ahí y darle la vida que se merece, siempre va a dudar de sus palabras, porque lo que merece debe ser lo que tiene ahora y nada más que eso.

Por fuera puede lucir de una manera, pero por dentro se siente podrida. Su sonrisa y su rostro deslumbrara a quienes son sus clientes, más cuando ella se mira al espejo solo puede ver la sombra de lo que alguna vez fue una joven que creía tener un futuro muy lejano al que ahora tiene.
Esa noche no es diferente porque ha recibido un llamado nuevo, un cliente que nunca antes ha atendido pero que de seguro dejara en ella una nueva cicatriz en su alma.
Una de compañeras que tiene le informa la habitación a la que debe ir y entre otras cosas anuncia a la cortesana lo que sabe de aquel hombre. Quien le ha solicitado esa noche es un soldado, un hombre que logro escapar de la guerra pero no de los demonios que se forman en ella; seguramente tendrá la mirada fría como todos aquellos que son capaces de matar otro ser humano en la desesperación de mantenerse a ellos mismos con vida. Aquellos hombres debían pensar en algunos puntos como ella misma; que morir era la escapatoria a todo, eso lo notaba en los ojos de otros soldados que estuvieron con ella antes pero ellos no lo harían, no buscarían más la muerte y lo más probable era que ella tampoco lo hiciera, no hasta que la muerte le buscara por su propio pie.

Sus pasos le guían hasta aquel cuarto donde su labor le enfrentara a otro hombre más. Se acomoda los cabellos un poco, no quiere lucir tan deplorable cuando se presenta ante un cliente nuevo y aunque a sus labios ya cada vez les cuesta más mostrar una sonrisa, se obliga a si misma a que se curven en una expresión que más que felicidad deja notar un poco de la tristeza que carga por dentro. La mano de Mélyna llega hasta la manija de la maltrecha puerta y respira profundo antes de abrir la puerta.
Buenas noches – dice con aquella sonrisa fingida en el rostro, solo para encontrarse con el hombre que se encuentra a mitad de la habitación, mirando en dirección a ella. Una vez más va a entregarse a los brazos de un desconocido pero eso ya no le importa.
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Mensaje por Taggart S. Crane Vie Mayo 02, 2014 6:43 pm

"Los demonios de la guerra son demasiados para ahogarlos con sexo;
pero nada se pierde con intentar"

Suspira en medio de la noche porque no puede conciliar el sueño. Las pesadillas de la guerra son demasiado fuertes como para perlarle la frente y empaparle el cuerpo de sudor al contemplar de nuevo los horrores de tanta masacre que otra vez parecen demasiado reales. Tiene la sensación de dolor en los oídos como si las explosiones se sucedieran de nuevo, sobre todo esa última, esa que lo sumió en un coma de dos años y que se llevó su vida pero sin necesidad de matarlo.

Como si no tuviera otra opción, se levanta de la cama, se sienta y con los codos en las rodillas se cubre los oídos con las manos intentando apaciguar el fuerte dolor de cabeza que le ha quedado. Se siente desesperado, molesto porque a pesar de su viaje no ha logrado nada para recuperarse de lo sucedido. Baja las manos y mira hacia la ventana que da al frente con la pared de la casa que sigue. El color azul envejecido le resulta aún más deprimente y molesto y debe levantarse y pasar la cortina para no verla más. Camina por la habitación, de un lado al otro, sentándose en el sillón, de nuevo en la cama, y nada, todo es igual y necesita despejarse, lo sabe bien.

Se dirige al baño permaneciendo en silencio mientras la cabeza le retumba, se desviste y toma una ducha de unos veinte minutos con agua tibia que al menos logra relajarle el cuerpo. Sin prisas, sale del baño envuelto en la cintura por una toalla también azul pero con más vida y se viste sencillo: Pantalones beish, camisa blanca, zapatos cafés acordes al cinturón del que sujeta su arma y se cubre con un saco de vestir que a pesar de todo no lo hace ver muy formal. Toma las llaves y lleva sus pies fuera del departamento, sin ganas y descendiendo a través de las viejas escaleras de caracol que retumban en el eco del que parece un edificio demasiado silencio, sospechoso, lleno de viejos.

Al salir, el viento tibio de la primavera le golpea la cara como si lo despertara. Noah mete las manos al bolsillo y camina a su destino, hacia los burdeles. ¿Hace cuánto no tomaba a una mujer? habían sido algo más de dos años, demasiado para la concepción de cualquier varón; excesivo, le podría manifestar su cuerpo. La zona de cortesanas se hacía evidente al llegar, muchas en las calles le llamaban e intentaban acercarse y él ni siquiera las miraba porque no le gustaban las callejeras, las baratas que se entregaban a cualquiera por muy poco. Él, sabía bien que unos metros más adelante había lugares cerrados y algo más costosos que, si bien no le restaban clientes a las mujeres, por lo menos se podía asegurar que era algo menos desagradable, quizás más limpio.

Unas escaleras lo reciben al lugar que está a un metro de la altura normal de la calle. Para su sorpresa un hombre de casi su mismo tamaño lo recibe en la puerta y sin decir nada confirma la seguridad del establecimiento. Adentro todo es oscuro con un par de luces de colores que iluminan las mesas, la tarima donde bailan las cortesanas a medida que se desvisten y se muestran sin tapujo a sus posibles clientes. Noah avanza, va hacia el mostrador donde una mujer entrada en años que debe ser una especie de proxeneta, le sonríe con los dientes amarillentos de tanto fumar y le pregunta qué busca con exactitud. "Joven, de cabello castaño y labios carnosos, delgada, costosa" esas son las características que pide el hombre como si describiera a la que fue su prometida pero exceptuando el costo, claro. Pero esas descripciones aplican a cualquiera y sin elegir previamente confía sin motivos en la anciana y es dirigido a la habitación a la que harán llegar a la mujer que espera le distraiga de una vez por todas el cerebro y le distensione el cuerpo cansado y en desuso.

Al llegar a la habitación, no es nada del otro mundo, sólo hay una cama grande y de apariencia cómoda en el centro de dos mesas de luz bajo los candelabros. No hay ventanas, no hay nada demasiado especial más allá del tocador con un montón de elementos a gusto del cliente y el baño al fondo. Una vez cerrada la puerta camina al baño, se mira al espejo y casi no se reconoce, la sonrisa que podía tener un día se le olvidó y está allí de cuerpo presente pero de mente ausente. Muy seguramente otros hombres estarían ansiosos allí y casi excitados en la espera, él no.

Sale de ese baño no muy agradable aunque limpio y justo en ese momento se abre la puerta y una mujer como la pidió le sonríe. Él apenas la mira y asiente a su saludo. Le da la espalda y se sienta al borde de la cama sin mirarla demasiado más allá de ser absolutamente hermosa. Como era de esperarse no se parece en nada a su ex prometida por más que pidió ciertos rasgos y, está bien así, lo reconoce en silencio, lo sabe bien.
-¿Se puede fumar aquí?- preguntó seco sin mirarla y de una vez sacó un cigarrillo de uno de sus bolsillos. Muy probablemente éste sería un cliente diferente, pero muy probablemente ella también sepa lidiar con gente como él.
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Mensaje por Roxanne Aimerich Mar Mayo 20, 2014 10:27 pm

El soldado es que primero que quiere la paz, ya que es el que debe sufrir y soportar las más profundas heridas y cicatrices de la guerra.
Douglas MacArthur


La vida no puede ser tan miserable como ella la siente, algunas veces incluso tiene el descaro de soñar con un mundo mejor. Su mente se va y divaga entre una vida lejos del burdel, casada con algún hombre que de verdad la ame, que no solamente la vea como un objeto en el cual mostrar sus frustraciones o en quien plasmar sus más bajos deseos. Para este punto de su vida le parece ridícula la idea de ser únicamente de un hombre, es tan utópico como la idea de dejar de ser la cortesana que es ahora y que la vida vuelva lentamente a ella.
El burdel no es el mejor lugar para vivir o trabajar, pero es lo único que existe para ella y es por ese motivo que se ha acostumbrado incluso a la hediondez de las calles que rodean el lugar; calles que señalan lo bajo que ha caído aquella zona y que aún con todo lo desagradable que existe invitan a los hombres a tomar a cualquier mujer. Baratas, caras, jóvenes, viejas, rubias, pelirrojas o castañas; al final da igual que sea lo que buscan o piden, porque lo que piden es lo mismo.

Al momento en que su mano entra en contacto con la manija de aquella puerta, los sueños de un mundo mejor le abandonan, así como la esperanza y el pudor que antes cargaba diariamente, ahora no son más que viejos conocidos que no le visitan más.
Cuando las miradas de ambos coinciden y no recibe una gran respuesta por parte de él, termina por entrar completamente en el cuarto y cierra la puerta detrás de ella, sellando su destino a aquello que le depara a partir de ese momento. Toma aire de manera firme, disponiendo su cuerpo y su mente a “disfrutar” de aquella experiencia; se obliga a pensar en que gracias a aquel hombre y que seguramente lo que ha hecho en la guerra es que todos los demás están a salvo. El cliente es justo como todos los hombres de guerra; con la oscuridad aferrada a los ojos y los demonios de compañeros y enemigos muertos tras cada puerta que parecen abrir.
Su cliente de esa noche le recuerda a un anciano que solo iba a hablar con ella, un veterano también de guerra que siempre le decía que le recordaba a su hija; una joven que le fue arrebatada por las batallas mientras que él se dejaba arrastrar por el deseo de venganza que solo logro acabar con todo lo que era. En un sin fin de ocasiones le contó lo complicado que le era poder mantenerse en un cuarto a oscuras por temor a quienes estaban muertos, siempre debía tener velas encendidas o al menos debió tenerlas hasta que la muerte llego por él y se lo llevo junto a todos los que se fueron antes que él.

Se queda mirándole. Lo que busque ahí es algo que ella tratara de darle porque es su deber y porque le recuerda a ese anciano que de verdad le agradaba. Camina un poco más, con lentitud, todo hasta quedar más cerca de él y poder verle debidamente. Es alto, mucho más que ella y con músculos que aún debajo de la ropa pueden notarse; ella los nota gracias a que ha visto ya demasiado pues en un inició le era imposible distinguir esa clase de cosas. Ante la pregunta de aquel hombre se encoge de hombros aunque no la ve.
Puede hacerlo, no hay problema respecto a eso y si es algo que desea entonces no tengo inconveniente – antes de que él diga o pida algo, se acerca al tocador y toma una pequeña vela que enciende con una de las velas en el centro de mesa todo para que si no tiene fuego disponible, encienda el cigarrillo desde aquella vela. Una vez que enciende la vela se acerca hasta él, aguardando porque le diga si le es necesario aquello o no.

¿Cuál es su nombre? – sonríe de forma ligera – ¿Puedo saberlo? o ¿Le gusta que le digan de alguna manera? – no le gustaba el silencio y no es que no lo aprecie o que no este acostumbrada a mantenerse en el; es solo que cuando se trata de hombre como él sospecha que si les deja sin distraer su mente entonces recordaran cosas que son mejor dejar a un lado para poder continuar viviendo. La cortesana sabe que no siempre se debe hablar porque ellos van por algo especifico, pero con él le parece apropiado y aunque pocos se sienten realmente interesado por el nombre de ella, tiene ganas de decírselo a aquel cliente, aún si es que él le ignora por completo – A mi me llaman Mély – suspira – y pues estoy para servirle – pese al tiempo y la costumbre, aquellas palabras aún son algo que le cuesta decir. Espera que él no tenga objeciones con ella y se queda en silencio, aguardando ya sean instrucciones o alguna palabra.
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Mensaje por Taggart S. Crane Miér Jun 11, 2014 4:50 pm

"Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros."

En el exterior, las gotas que empiezan a caer suenan de una en una avisando la inminente tormenta. Se escucha como descienden con fuerza y se van incrementando a medida que pasan los minutos. Ha de ser bastante fuerte para que se escuche en aquél recinto cerrado lejos de las ventanas que Noah no sabe si extraña o agradece su ausencia.

Da una vuelta al cigarrillo en sus manos, ella le ha dicho que no le molesta y a pesar que ha intentado decirlo con amabilidad, él apenas ha captado el ‘Sí’ inmerso en la frase de la muchacha. Sin embargo es como si no tuviera ganas de nada, como siempre. Tenía una mujer hermosa al frente y apenas la veía porque sabía que era de todos o, más bien, del dinero que daban por unas horas con ella todos. El ex militar había pagado una buena suma por permanecer un par de horas allí, las suficientes para darse ese tiempo para fumar antes de nada, antes de mirarla como hombre y dejarse llevar por los instintos que le reclamaban desde el fondo de su naturaleza masculina y sobre todo humana.

Se palpa los bolsillos por encima buscando los cerillos, pero la cortesana ha sido más rápida y atenta y acerca una de las velas a él. Noah levanta la mirada, la observa por un momento mientras se pone el cigarrillo en la boca y lo acerca a la llama aspirando para encenderlo. Apenas le da una probada y lo retira de sus labios
–Gracias– dice secamente antes de votar el humo hacia un costado, lejos de ella. Cuando la mujer rompe de nuevo el silencio, él vuelve a mirarla. Por la forma en que se expresa casi parece una chiquilla inocente, eso también se lo dice esa sonrisa que pone y que seguramente practica y sus ojos son cómplices de lo que él considera una completa mentira. la mayor falacia de un cuerpo corrupto. –Noah– responde luego de dudar, luego de decirse a regañadientes que había ido a que algo más le llenara el tiempo y la mente del modo que fuera, “Vine a distraer mi mente, esto hace parte de esto” se dijo. ¿Hace cuánto no decía su nombre? Había omitido el apellido porque así lo llamaban el ejército al que sirvió hasta que pudo. De nuevo la idea de aquél tormento le empaña las ideas a pesar de ser una pregunta tan básica. –No pretendo que me llame de ningún modo especial, Mély. Sinceramente vine a despejarme la mente, a que sus atenciones sean capaces de hacerme pensar en otra cosa distinta a la que pienso todos los días– respondió con el ceño fruncido, intentando prestar más atención y captar de modo distinto a la mujer de pocas ropas que estaba frente a él, siendo más consciente que aquello era lo más parecido a una conversación que había tenido en mucho tiempo, puesto que lo más cercano era lo correspondiente a un cruce de palabras frío que requiere cualquier sencilla compra: un saludo, un preguntar cuanto cuesta, gracias, adiós.

El cigarrillo fue a parar a sus labios de nuevo sin mudarle la fría expresión del rostro. Se irguió apenas y retiró el saco de vestir que llevaba puesto dejándolo caer a su espalda, sobre la cama. Sus manos retiraron el cinturón de sus pantalones pero no con el deseo de poseerla a ella en ese preciso momento. Con cuidado tomó el revolver en sus manos y levantó la vista buscando la expresión de ella ¿Qué pensaría con eso? ¿Estaría acostumbrada?
–No tiene que preocuparse por esto– dijo de inmediato sin retirar el cigarrillo de sus labios y con la frase hecha un por si acaso que no poseía emoción alguna en el modo de decirlo. Con facilidad, descargó el arma en un momento en la palma de su mano y guardó las balas en el saco que recién había retirado de sí. Puso el arma sobre la mesa de luz que se encontraba de aquél lado de la cama en el que se encontraba sentado y de nuevo buscó el rostro de la mujer, retirando el cigarrillo de su boca pero no sus ojos de los de ella hasta que expulsó el humo hacia el lado de la pared –No llevo cinco minutos aquí y ha suspirado más veces de las que puedo recordar ¿La obligan a esto, mujer?– aquella pregunta le surgió de repente y así mismo se la dio a conocer a ella que, según él, no parecía muy conforme desde que cerró la puerta. Aquella era cortesana, costosa, hermosa, pero Noah sabía bien que a pesar que había ido a buscar placer, había muchos que utilizaban aquellos elementos para lucrarse a sí mismos. Hasta cierto punto la pregunta era descarada ¿Acaso él no estaba patrocinando también ese uso sexual de las mujeres a cambio de dinero? Noah quería creer que eso no importaba si ellas lo hacían por gusto porque no habría culpa en ello. Ahora bien, si era a las malas, eso cambiaba completamente las cosas. “Me llaman Mély” recordó con la voz ajena y lo omitió inmediatamente. El nombre real de ella y el apellido de él eran cosas que sobraban en un negocio de placer como el que había ido a buscar. O al menos eso creía hasta obtener alguna respuesta por parte de la muchacha.
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Mensaje por Roxanne Aimerich Mar Jul 29, 2014 12:31 pm

Sobrevivimos cada uno a nuestra manera: él se refugió en el olvido; yo, en la lucha.
Marc Levy


Mélyna no escucha la lluvia en el exterior, pese a que las gotas caen con mayor intensidad según pasan los segundos ella solo esta enfocada en aquello que es su deber; complacer en todo lo que aquel hombre le pida. La calma con la que el hombre efectuaba cada uno de sus movimientos le tranquilizaba a niveles poco comprensibles para quienes no sabían como era aquel trabajo. Saber que no será tomada apenas entra por una puerta es, tranquilizador. Le da la ligera esperanza de que no todos los hombres que están ahí tienen como único propósito divertirse con los cuerpos femeninos, que ya de ir de cama en cama, son más frágiles de lo que cualquiera puede esperar.

Los ojos de la mujer recorren aquel cuarto. Ha estado muchas ocasiones en aquel lugar y sin embargo en esa noche, se le antoja extraño, desconocido como ningún otro lugar en la tierra. Le brinda la magia de esa aura desconocida, que la lleva a otro lugar, al hombre que juguetea con el cigarrillo. Deduce ella que esa sensación debe ser también por los buenos recuerdos que el saberlo hombre de la milicia le traen, pero no esta segura; aquello después de todo es solo una hipótesis que se quedara en su mente y la sensación de estar en un lugar ajeno al burdel permanecerá hasta que abandone aquel cuarto. Una vez que nuevamente la puerta se cierre a sus espaldas, le dará un golpe de realidad.

Ofrece la vela a cambio de los cerillos que no aparecen. Su sonrisa cansada trata de disimular las penurias de la mujer que esta por ofrecerse a él, en todo aspecto que le pida.
De nada – susurra antes de regresar con paso calmo la vela a su sitio. No le gustaba dejar las cosas fuera de su lugar y mucho menos cuando las velas, ante cualquier clase de descuido podían producir un incendio; uno que no estuviese ligado a las sabanas roídas y viejas que cubrían la cama sobre la que quien se presentara como Noah permanecía sentado. El nombre le gusta pero no lo dice. Ella tiene prohibido decir muchas cosas y mostrar muchos sentimientos dentro de aquellas habitaciones y aquel lugar – Comprendo, disculpe si le he incomodado con mis palabras. No era mi intención hacerlo – se apresura a dar aquella mediocre disculpa, terminando por girar nuevamente en dirección al soldado – Aquí estamos para eso, para hacerle pensar otra cosa – Decía esas cosas cuando ni siquiera ella era capaz de pensar en otras cosas que no fueran deber, familia y trabajo. ¿Creería él sus palabras? Esperaba que si, tal y como muchos otros lo creyeron antes con el fin único de probar la resistencia de su cuerpo contra el de ellos.

Noah comenzó a retirarse prendas del cuerpo y eso altero ligeramente el ritmo cardiaco de Mélyna. Siempre le pasaba lo mismo, sin importar cuantos hombres hubiera visto desnudos antes; aunque la mayoría no presumían de un cuerpo tan notable como el que el soldado aparentaba tener debajo de las ropas que aún le cubrían. Sus ojos fueron a dar de manera curiosa sobre el arma que cargaba y le dedico una sonrisa ligeramente más sincera a la anterior.
No me preocupo y menos ahora que esta descargada – señalo al tiempo que la mano del hombre introducía las balas en el saco. Un arma cargada era tal vez lo que necesitaba ella tener, eso y la valentía para terminar con el sufrimiento de su vida – Tampoco es como si fuera la primera vez que veo un arma sabe – Recordó entonces una de las ocasiones donde un grupo de clientes bastante ebrios dispararon dentro del burdel, allá por los primeros días en los que ella comenzaba a trabajar en ese sitio.

Su expresión paso a ser de completa seriedad. Aquella clase de preguntas eran precisamente las que debían evitar dentro de las habitaciones y en todo sitio siempre que se presentaran como trabajadoras sexuales. Decir si estaban obligadas o si era gusto propio siempre causaba o polémica o problemas. En más de una ocasión, algún cliente trato de reclamar por el trato a las jóvenes trabajadoras pero eso no impedía que ellas continuaran trabajando. Obligadas o no, aquello era algo que todas debían hacer y que aceptaron con el pasar de los días. Para Mélyna era igual.
Suelo suspirar mucho, es solo eso. No me preste atención que tratare de dejar de lado ese mal habito que poseo – ¿Qué ganaba él con saber la historia de ella? Estaba ahí para dejar sus propios problemas, no para empaparse de los ajenos y regresar probablemente a la vida de soldado con pesares mayores – Pero si le sirve de consuelo saberlo. Nadie me obliga a hacer esto – La duda se notaba en la voz. Si bien dejaron de obligarle, ahora era la necesidad de ayudar a su madre y hermanos lo que la mantenía ahí, cortando sus propias ideas de libertad para marchitarse lentamente en las camas de aquel lugar – Igual no ha venido solamente a cuestionar a las trabajadoras de este lugar – camino en dirección a él, hasta situarse frente a donde se hallaba el soldado – aunque si eso le distrae como usted busca, puede preguntarme tanto como quiera – con otro corto paso ya estaba mucho más cerca, tanto que al mover su mano ya tocaba el brazo del hombre aquel.
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Mensaje por Taggart S. Crane Dom Ago 17, 2014 7:44 pm

"Este infierno es agónico con tanta ceniza que aún arde, preguntas sin respuesta y esperas sin llegadas."

–No tiene que disculparse, no es adivina– Dice antes de lanzar una nueva bocanada de humo lejos del rostro femenino. Responde con la sequedad que caracteriza a sus palabras pero sin pretender sonar duro. Noah es así, sin más, es el resultado de lo que le ha la dado la vida y quizás su voz y el ceño fruncido frecuente sean lo que más manifiesta el camino que ha recorrido y que, como en cualquiera, va dejando ciertas cicatrices que a veces terminan remarcándose en cada tropiezo.

No pudo responder nada a la segunda frase, hasta el momento seguía siendo él acompañado de su carga. Su mente no había trascendido por completo lejos de su realidad, aunque la verdad es que bastaba mirarla para detenerse a pensar en algo distinto, por ejemplo en el cómo una mujer tan joven y con tal belleza había resultado en un lugar como ese. El cabello le relucía y parecía tan sedoso que Noah quiso deslizarlo entre sus dedos. Tenía también unos ojos claros bajo unas enormes y rizadas pestañas que llamarían la atención de cualquiera que se cruzara a su paso. Era dueña así mismo de una piel blanca y tersa que le hacía juego con una nariz respingada y los labios sonrosados y carnosos que quisiera besar cualquiera. Incluso el lunar en el mentón parecía encajar perfectamente. Era bellísima, no cabía duda y aunque él no tomó la decisión de que fuera ella su compañera de esa noche, si hubiera elegido también sería ella misma. El ex militar supuso por un momento que la belleza de la joven sería su principal arma para tener más clientes y por eso mismo más dinero. Esa idea le molestó y dejó de mirarla para volver sus ojos al cigarrillo que se consumía poco a poco.


–La descargo para que se sienta tranquila. A pesar que haya visto más armas aquí– “todas ellas pertenecientes quien sabe a cuantos clientes. Pero no tendría que importarme, sólo necesito dejar de pensar en lo de siempre, nada más" se convenció a sí mismo y volvió la mirada a la muchacha que captó su atención de nuevo. – ¿Las usa usted, acaso? – quiso saber cuándo ella lo dijo de modo tan tranquilo. En el fondo esperaba que no, aunque tal vez en algún momento las necesitara como defensa personal. Bien sabía Noah que la malicia humana no conocía límites y que mujeres como ella estaban en constante exposición a las peores de las ideas. De nuevo estaba pensando en ella y en sus clientes, debía detenerse ya o terminaría por ponerse el saco y salir de allí sabiendo que no lograría nada.

–Mélyna, por favor, no pretendo decirle qué está bien o qué está mal. Son sus hábitos y yo un imprudente. Pero en fin, no vine a cuestionarla precisamente– respondió medio de mala gana a pesar que la mujer le inspiraba cierta simpatía. Pero no iba a permitírselo, luego de esa noche no regresaría o, quizás, si ella lograba espantarle los demonios, volvería. –Pues bien, sólo quería saber eso– terminó fingiendo que se sentía tranquilo al saber que no la obligaban, aunque, sin saber por qué, quizás hubiera esperado que dijera que sí para verla con otros ojos.

En cuanto empezó a acercarse, él le dio una última probada al cigarrillo y lo apagó sobre la mesa de luz que se encontraba cercana. No iba a continuar fumando teniéndola a ella tan cerca, sería de muy mal gusto y de un modo extraño él le mantenía el respeto que cualquier mujer le merecía más allá de la labor a la que decidiera dedicarse.
–No, no he venido a cuestionarlas, es cierto y lo repito. He venido a que me callen los demonios que me consumen la mente y a que me hagan pensar en otra cosa. Realmente no me importa cómo, pero necesito que lo haga, a eso he venido, a dar un paso lejos de la locura– respondió sin siquiera tocarla a pesar que la tenía tan cerca y sabía bien que no sería mal visto ni pensado que sus manos exploraran el cuerpo ajeno. Pero de nuevo estaba él, comportándose como siempre e ignorando de algún modo que estaba en un prostíbulo y que ella, la mujer de belleza impetuosa que tenía al frente, no era más que una prostituta que seguramente disfrutaba de su labor y sabía cómo hacerla. Supo entonces que no sólo tenía que echar fuera sus demonios, que los del problema no eran ellos, sino él, todo radicaba completamente en él y en su maldito comportamiento de siempre. La idea de retirarse del lugar de inmediato le pasó como un rayo fugaz por la mente. Sin embargo, se quedó ahí, como si nada.
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Mensaje por Roxanne Aimerich Miér Ago 27, 2014 8:47 pm

El olvido es una forma de libertad.
Gibran Jalil Gibran


No era necesario que le dijera que no era necesario dar disculpas o que tampoco debía conocer esa clase de cosas, es solo que Mélyna ha quedado tan marcada por su trabajo que ahora le cuesta hasta llevar conversaciones normales donde no parezca estar dispuesta a hacer todo lo que se le pida. ¿Qué se podía esperar? Su trabajo se resumía a servir y hacer felices a quienes llegaran a pedir sus servicios, no decir nada que molestara y tampoco mucho sobre si misma; esas eran como las reglas básicas pero las llevaba tan tatuadas en ella que era complicado que no relucieran en los momentos donde no debían ser.

Pese a que su mirada permanecía fija en el invitado de esa noche, notaba como él solía deslizar los ojos por toda ella solo para después apartar la mirada. No podía culparlo. La idea de tener a una mujer tocada por muchos más hombres no era precisamente lo más agradable y menos tal vez para aquellos que habían servido en guerras y que el honor era tan importante. ¿Fallaría Noah a su honor estando con ella? La idea le hizo sentirse la peor mujer del mundo y al mismo tiempo afortunada. De todas las mujeres que aquel soldado hubiera podido conseguir sin tener que cruzar la puerta del burdel, era ella la que se encontraba ahí cerca de él con la oportunidad de recorrerle la piel y los músculos bajo su vestimenta. Noah era un hombre apuesto por más serio que pareciera ser y que sus palabras resultaran pocas y cargadas de la seriedad de cualquier hombre tratando únicamente de negocios o un asunto que requiriera de no mostrar sentimiento alguno. Eran parecidos en algunos aspectos sobre todo en la manera de mantener ocultos sus sentimientos del otro con todo y que a momentos demostraban más de lo planeado.

Le agradezco entonces, me hace sentir tranquila no tener que preocuparme porque en algún momento vaya a disparar su arma – sonrío – porque ya ha pasado y no es nada agradable – negó ante su pregunta – No he usado un arma, ni siquiera he tocado alguna – Pero cuantas ganas tenía de hacerlo la mayor parte del tiempo no para defenderse de los hombres con quienes estaba y los cuales eran capaces de entrar en un estado violento en un abrir y cerrar de ojos, para eso no necesitaba un arma, la necesitaba para si misma pero aún así no iba a buscar una, nunca tocaría una.

Sonrió. Noah era interesante, guardaba una distancia que pocos hombres que entraran en una de aquellas habitaciones mantenían mucho tiempo y eso le agradaba. Ese hombre, por más fuerte que fuera por más serio que pareciera, le daba una seguridad que desde hacía mucho tiempo no sentía y quizás no fuera a decirle nunca pero estaba profundamente agradecida de que así fuera.
Igual ya le he dicho, puede preguntar cuanto quiera que no muchas personas están dispuestas a hablar con… – suspiro profundo, omitiendo de esa parte lo que iba a decir de si misma. Decir que era una prostituta aun era algo difícil de admitir hasta cuando se estaba con un cliente que iba a buscarla precisamente para eso. Una nube de pesar se quedo en su mente ante esa idea; no importaba lo bien que se sintiera con Noah ahí, ni las diferencias que encontrara entre él y todos los demás hombres la finalidad que tenía ahí era la de cualquier otro, tener sexo con una de las trabajadoras del burdel.

Ella debía hacer exactamente lo que Noah decía que haría ahí; esperar que la presencia del hombre le callara los demonios y dejar de pensar en que después de ese encuentro no volvería a sentirse tan tranquila con alguien, o tal vez debía esperar a que alguien que le diera esa misma sensación llegara y entonces podría engañarse por siempre con esas ideas y esperanzas que no serían más que parte de sus sueños. Ella también necesitaba dar un paso lejos de la locura y él parecía ser perfecto. Algo le decía que pese a la cercanía que mantenían él no iniciaría, aún cuando la mano de la prostituta se mantenía en el hombro ajeno. La mano de  Mélyna se deslizo por aquel brazo, notando como se marcaba el músculo cuando pasaba hasta llegar a su mano la cual tomo y llevo a sus propias caderas, haciendo lo mismo con la mano contraria.
No voy a morderte porque me toques, a menos que sea lo que pidas – sonrió divertida, dirigiendo entonces sus delgadas manos a los botones de la camisa blanca del soldado los cuales desabotonaba uno a uno, descubriendo aquel pecho musculoso que se ocultaba debajo mientras que de vez en cuando pasaba los dedos por la piel ajena – Solo olvida todo lo demás y piensa únicamente en mi – porque justo eso era lo que ella pensaba hacer. Unicamente por una noche se entregaría a alguien no viéndolo como un trabajo sino como algo que deseaba.
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Mensaje por Taggart S. Crane Dom Sep 14, 2014 8:44 pm

"Tengo esperanzas, pero no recuerdo dónde las dejé.
Tal vez a eso vengo ¿Quién sabe?"

A veces no se toma tan en serio la educación recibida hasta que en casos como esos viene a salir a flote sin el más mínimo recato. Era imprudente, estúpida al punto de interrumpir a un hombre en satisfacer los deseos que necesitaba saciar. En el fondo Noah hubiera preferido que las ansias de su cuerpo fueran atendidas por una mujer con la que tuviera cualquier relación, como una pareja o en su defecto una amiga para poder sentir esa cercanía que da la confianza y el apego de cualquier afecto. En el fondo también necesitaba algo de eso, como cualquiera. Pero era nuevo en París y no había nada de eso, sin mencionar, claro, la importancia de llegar virgen al matrimonio en el caso de las mujeres y que él no estaba dispuesto a mancillar a ninguna a menos que fuera a contraer nupcias con la mujer en cuestión. Nada le aplicaba a su nueva vida, ni las esperanzas ni su modo de ser. Tampoco reparaba en lo que realmente necesitaba y buscaba de cualquier modo suplir ese vacío que lo acosaba y lo hacía sentir que estaba caminando al borde de un abismo que daba a dos destinos: La locura o la muerte.

-Pues ojalá no tenga que usar una- fue lo único que respondió a aquello. Ya no quería pensar en armas, eso había hecho parte de su vida demasiado tiempo y lo que pretendía era lograr una separación de ideas que lo llevaran a recordar su pasado. No era tarea fácil, pero tenía que esforzarse, debía hacer que valiera la pena haber viajado desde Inglaterra para radicarse en una desconocida Francia en todo el sentido de la palabra. Lo único que sabía del lugar era la lengua y había sido también producto de una niñez y juventud bien instruida.

-Casi puedo estar seguro de eso. Dudo mucho que alguien venga a conversar aquí. Y no me refiero a lo que usted deja inconcluso- mencionó algo incómodo, pero ¿No estaba ella acostumbrada a llamarse como lo que era? Noah se sintió demasiado frívolo al pensarlo, pero consideraba extraño aquél silencio por parte de quien lo ejercía ¿Llevaría mucho tiempo dedicada a eso? se veía bastante joven pero eso no era ni garantía ni respuesta de nada -Pero ninguno necesita explicar lo obvio- de nuevo cortaba lo que podría ser una conversación pero dada la charla era lo mejor que podía hacer. Noah no fluía, se sentía incómodo hasta cierto punto mientras se obligaba a desligarse de sí mismo y a desligarla a ella de todas las conjeturas que iba haciendo él en su mente. Obviamente no le estaba resultando nada fácil. “Basta ya, Levine. Deja de actuar como un completo idiota” se dijo a sí mismo a modo de ánimo. El ex militar suspiró y volvió su vista hacia la mujer que tenía enfrente y cada vez más cerca.

Su mano de dedos delgados y pálidos acarició el brazo del hombre por encima de la delgada camisa. Él le miró la mano por un momento y luego volvió a sus ojos, apenas durante los pocos segundos en que su propia mano no fue puesta sobre las caderas femeninas. Eran delgadas, lo comprobó cuando hubo tenido ambas manos en el cuerpo de la prostituta. Ella dirigía aquél inicio y así necesitaba él que fuera. Como era de esperarse dejó que le abriera la camisa, que le descubriera el pecho y que tocara su piel para hacerlo sentir que vivía, que sentía y que de cierto modo necesitaba más de eso
–Usted sabe, Mélyna cómo hacer esto. No quiero ordenar, sólo quiero que fluya sin preguntarme, como si nos hubiéramos conocido en cualquier lugar y no como si yo pagara por esto ¿Me comprende? Esa es mi única petición, no actúe como si yo fuera su jefe. Finja que le atraigo, hágame creerle cada cosa esta noche que yo haré lo mismo. Usted…- Se puso de pie sin soltarle las caderas -Será para mí hoy alguien a quien invité una copa y a quien deseo. Nada más. ¿De acuerdo?- por un momento quiso atraerla más hacia así pero iba a esperar. Sabía que ella le diría que sí, que en el fondo seguiría con ese comportamiento típico de quien trabaja para satisfacer a otros. Pero ¿Qué importaba? Al final lo que necesitaba creer él era que los dos seguían el ridículo juego que el ex militar proponía para liberarse de la carga que le representaba su comportamiento típico. -Sé que es una idea absurda, pero es todo lo que necesito para no salir de aquí como el idiota que ya debo parecerle- "Bajo ninguna circunstancia me permita recordar que es usted una prostituta" pensó al final.

¿Podría entonces olvidar a sus demonios? La idea que sugería, aunque descabellada, era lo único a lo que podía aferrarse... al menos hasta que ella le devolviera a su cuerpo la vida que necesitaba.
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Mensaje por Roxanne Aimerich Dom Sep 14, 2014 10:46 pm

Había probado de una fruta prohibida, una que le enloquecía en el secreto de sus encuentros.
Carlos Castañeda


Un hombre demasiado inteligente, notaba aquello que otros pasaban por alto, ya fuera porque no lo notaban realmente o porque no querían notarlo, pero él era diferente. Sabía la manera en la que ella parecía desviar los temas de conversación y ante eso la prostituta estaba desarmada. Los hombre como Noah le resultaban misteriosamente peligrosos debido a que captaban más de lo que cualquier otro parecía hacerlo y si no buscaba enfadarle o algo de esa naturaleza más le valía tener cuidado con sus palabras. Después de todo, buscaba ampliar el tiempo con él, alimentando así su débil espíritu de algo que no obtendría jamás, atención verdadera de alguien.
Tiene mucha razón, no necesitamos explicar mucho y tampoco es necesario que entremos en detalles que solo serán un estorbo para ambos – Mentía. Ella quería saber más de ese hombre que permanecía sentado en la cama; de tener más información de él creía ser capaz de soportar toda la vida en aquel lugar. Se burlo de si misma en su mente ante tan pensamiento, como si existiera otra manera de vivir la vida para ella.

Se estaba lanzando a si misma a un destino incierto y la verdad es que poco le importaba lo que fuera a sucederle después. Pues estaba rompiendo una regla de oro que todas las prostitutas conocían aunque nunca nadie lo dijera. Todas y cada una de ellas estaban eliminaban sus sentimientos, en cada relación sexual que mantenían era solamente la corporeidad la que hacía acto de presencia, se desligaban completamente, eran como muñecas al servicio de aquel que decidiera tomarlas pero esa noche Mélyna no quería ser una muñeca. Inspirada no sabía exactamente por qué, se entregaría al ex militar como una mujer que de verdad deseaba un encuentro de esa índole, que por más increíble que resultara, también resultaba ser la primera vez que se permitía sentir algo más que solo su cuerpo y el ajeno.

Frente a ese hombre, pasando sus manos de manera lenta por sus brazos se notaba a si misma frágil. Si el optaba por hacerle daño le sería increíblemente sencillo debido a la fuerza que transmitía; ese cuerpo era sin duda alguna el mejor que la prostituta viera en aquellos lugares, y el solo hecho de pensarle desnudo le fascino a niveles que en otras circunstancias creía imposibles. Noah era demasiado atractivo y de cerca le resultaba más irresistible que antes.

La voz masculina le dejo con los pensamientos revueltos y el corazón que creía se le detendría en cualquier instante. De todo lo que podía pasar era aquello lo que menos esperaba que sucediera. Sintió un nudo en la garganta y unas terribles ganas de llorar pero en cambio lo que hizo fue sonreír de la manera más natural que podía hacerlo.
Comprendo y estoy de acuerdo con eso – Sus palabras debían parecerle a Noah iguales a las de antes, pero no era así. Decía todo aquello porque realmente quería hacerlo, quería inmiscuir sus emociones y los verdaderos deseos por él, arriesgando con todo eso que terminara más de piedra que nunca antes. Podía hacerlo una vez, regalarle el corazón a un hombre y no esperar a que se lo devolviera, mantenerlo únicamente para él y cerrarlo para otros. Eso haría. Se permitió reír; ella era mucho más baja que él y de pie, estando tan cerca lucía mucho más imponente. La camisa que llevaba ya estaba casi completamente desabotonada y las manos de Mélyna volvieron a los botones que quedaban, mientras que sus ojos se mantenían en los del ex militar. El brillo de antaño le regresaba a la mirada y la sinceridad inundaba su rostro por primera vez desde hacía tanto que se sentía en un sueño – No me parece absurda y tampoco me pareces idiota – se mordió el labio y suspiro antes de volver a abrir la boca – Tampoco es necesario que finja que me atraes, la verdad es que lo haces y… – trago saliva un tanto nerviosa. El ultimo botón cedía al fin y pudo abrirle por completo aquellas ropas, pasando sus manos por los músculos del abdomen de Noah. Se quedo sin aliento y sin palabras, pero se obligo a si misma a despabilar y encararlo – te deseo – le sonrió antes de terminar con la distancia que existía entre ambos y pegarse a aquel cuerpo que fácilmente le cubría por completo – Eres demasiado alto – se alejo despacio de él y tiro de la camisa de Noah para que girara junto con ella, terminando Mély por subirse a la cama aquella, estando de esa manera más en la proporción adecuada – Mucho mejor, aunque ahora parece que soy ligeramente más alta – no le permitió decir nada, ya poco le interesaba lo que fuera a decir él. En un arrebato de su corazón, la prostituta beso los labios de Noah como si fueran el agua que pedía un pobre diablo sediento. Con ese beso daba el primer paso a la perdición.
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Mensaje por Taggart S. Crane Jue Sep 25, 2014 11:29 am

"Su belleza es como respirar. No puedo evitarla por mucha voluntad que tenga."

Podían haber pasado cinco minutos o tal vez una hora, pero Noah no lograba sentirse cómodo. Todo a su alrededor le parecía extraño e incluso el idioma le resultó más incómodo que en cualquier otro momento. Él era una hombre complejo para vivir, para comer, para estar con alguien… era complejo hasta para asuntos de sexo más allá del instinto; pero el punto es que buscaba dejar eso, dejar de ser él por una noche y hacer de cuenta que era otra persona, al igual que ella.

Por eso mismo tenía claro que no debía hablar demasiado. El cuerpo puede reaccionar como quiera en momentos de excitación, pero su mente era otra cosa. Su propia voz era un maldito polo a tierra constante que lo mantenía anclado a un pasado que debía dejar así, atrás, enterrado bajo sus propias ruinas. Y paso a paso, él empezaba a esforzarse en ello. Era probable que no volviera a ese burdel, pero aunque torpe, era el primer avance que tenía para darle una sensación diferente a su cuerpo. Lo que recordaría después sería el placer, no el dolor o el entumecimiento.

Su propuesta había sido su única carta para poder permanecer allí y ella estuvo de acuerdo, pero claro que lo estaba, finalmente para eso se pagaba. Al ex militar no le cabían dudas acerca de todos los roles que tuvo que haber desempeñado ella para complacer a sus clientes: jóvenes, viejos, atractivos y desagradables, pervertidos o comunes… todos ellos debieron haber pasado por esas manos y tenerla igual sobre esa cama sin importar lo que le pidieran fingir. Al final, todas y cada una de las mujeres que trabajaban en aquél lugar debían de tener algo de actrices, no había remedio. Sin embargo esa risa que lanzó ella se le antojó de nuevo dulce y por suerte para ambos, él olvidó lo que venía pensando tras el “Sí” ajeno. De modo automático, también le sonrió aunque a medias.

La palabra “Te deseo” tuvo el efecto que debería tener en cualquier hombre que está con una mujer hermosa y la mirada de Noah para ella cambió por completo. Ya no se veía tan duro, empezaba a verla como la mujer que era, una que despertaba lo que se propusiera y cuyas manos en la piel ajena empezaban a surtir efecto en su sistema nervioso.
–Lo sé– respondió con respecto a su altura. Iba a añadir que no iba a ser ningún problema, pero si no explicaba el motivo iba a resultar una estupidez. Por eso calló, para no volver a sí mismo sino concentrarse únicamente en ella. A su altura, el escote de Mélyna resultaba mucho más provocador y un par de senos bien formados invitaban a ser acariciados con vehemencia. Pero antes de hacer nada, la mujer se puso sobre la cama halándolo por la camisa. Él no dejaba de mirarla, aunque esa vista no le gustaba más que la anterior por motivos evidentes.

Ella sin más buscó los labios ajenos y Noah tuvo un pensamiento que desvió rápido. “A una prostituta no se le besa en los labios” se dijo “Pero tengo que olvidar que lo es” agregó para sí mismo a regañadientes y respondió al beso de la mujer que parecía reclamarlo. Sin dudarlo, el ex militar la tomó por los muslos y la alzó a la altura de su propia cintura, pretendiendo que las piernas ajenas se cerraran sobre su torso. Sin dejar de besarla y permitir que encendiera la pasión dormida en él, deslizó sus manos hacia sus glúteos para fijarla con más facilidad a él y cambio de ubicación para apoyar la espalda ajena en la pared.

Se despegó de sus labios en cuanto la tuvo así y la miró por un segundo
–Es usted más bella de lo que pudiera planear– le dijo en un susurró, sobre sus labios, aunque más que para ella se lo decía para él. Tenerla tan cerca era mucho más tentador. Era más hermosa así, captándole la atención por completo, rozándole el cuerpo con su tibieza y dejándose así tan disponible. Sin pensar en nada más, le reclamó de nuevo los labios, con más pasión que antes, con necesidad, como si despertara de un sueño de años. Y en efecto, eso era lo que hacía.
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Mensaje por Roxanne Aimerich Mar Oct 14, 2014 9:32 pm

Para que un hombre se entusiasme es necesario que pasen cosas, mientras que a una mujer le basta con que las cosas sean.
Laura Restrepo (Fuente: Dulce Compañía)


Cuando no se tiene nada más a lo que aferrarse que al sueño efímero de una noche diferente ¿Estaba mal visto que lo tomara? Si alguien más aparte de ella se enterara de eso, estaba convencida de que le iría mal, pero aquello era su secreto. El cuerpo de Noah, sus labios y hasta sus miradas serían únicos testigos de todo eso, aunque al final de cuentas él tampoco fuera a saber nada de lo que en la mente de Mélyna estaba tomando cada vez mayor firmeza. Cuando aquel hombre abandonara ese cuarto y el burdel, la prostituta permitiría que su corazón se fuera con él. No existiría ningún sentimiento desde esos momentos, solo para Noah, únicamente una vez. Eso era todo lo que ella pedía.

Las palabras le parecían demasiado vacías. Las de aquel hombre no, por supuesto que las de él eran sinceras, mucho más que las de cualquier otro. Sus propias palabras eran las que no tenían sentido alguno y sabía que quien la tomaría pensaba eso mismo; no requería que se lo dijera, era algo obvio que se pensara en que ellas decían y hacían absolutamente todo lo que se les pedía, por eso era que Mélyna se mantenía firme, dispuesta a demostrar de una manera diferente que hablaba de verdad. El deseo que despertaba el ex militar en ella era real y era suyo esa noche. Ninguna otra de las prostitutas lo tendría en su poder más que ella, e incluso si es que regresaba, no le dejaría con nadie más; impediría que de regresar, Noah deseara a alguien más que no fuera ella. Las noches de libertad le pertenecerían a él por siempre, volviera o no.

Le sonrió al verlo ligeramente menos distante. Era agradable verlo no tan a la defensiva, así que el hecho de haber aceptado lo que él le pedía le resultaba cada vez más maravilloso. No sabía que era exactamente lo que quería, pues al pasar sus manos por el torso de Noah, esperaba poder delinear cada uno de sus músculos, recorrer cada parte de su piel y dejar el calor de ella misma sobre él. Por otro lado, no quería perder tiempo de esa manera, así que entre sus manos tenía un dilema que esperaba los actos de Noah le aclararan la mente.

Se mantenía sobre la cama cuando tiro de él y le beso. ¿Cómo lo tomaría él? Y aunque se arrepintió una fracción de segundo, la respuesta le alejo todas las dudas y se dejo envolver por aquellas manos que le sujetaban firme y tal como parecía él guiarle, sus piernas se cerraron en torno a él, manteniendo una cercanía mayor que le hizo sonreír cuando su espalda se encontró contra la pared. Los ojos de Noah, por poco tiempo que duraran sobre ella le aumentaban la temperatura de una manera alarmante y ante esas palabras hizo una leve mueca y mordió su labio inferior, tirando de él.
Nada de usted, me llamo Mélyna ya te dije ¿o no, Noah? – las manos de la prostituta se aferraban a los hombros masculinos y ante el nuevo beso, sus manos buscaron deshacerse por completo de aquella camisa, total sabía que de la manera en que se encontraban no se caería ni mucho menos. Con movimientos certeros termino por desnudarle la parte superior y recorrió con devoción parte aquella espalda que la cubría por completo. Se acercó al apretar más las piernas, necesitando el contacto de aquel hombre más que nada en eso momentos. Ya no era el oxigeno lo que parecía mantenerla consciente, sino el mero deseo y el instinto de querer deleitarse con el cuerpo ajeno pues cada porción de piel que tenía contacto con la ajena, la sentía arder de una manera única.

Lo necesitaba como nunca creyó posible, con cada segundo tan cerca del ex militar creía que se derretiría entre sus brazos. No le interesaba el dinero, bien podían quedarse con todo lo que les diera Noah, hasta tenía la tentación de decirle que no diera nada que ella estaría ahí simplemente porque lo quería pero en esos momentos, no quería hablar de nada, quería ocupar su boca con la ajena o con cualquier fragmento de aquella piel, hasta que se olvidara de su nombre y de lo que la esperaba después de él.
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Mensaje por Taggart S. Crane Jue Oct 23, 2014 7:24 pm

"Dormir contigo será despertarme la vida"

Las cosas estaban tomando otro giro, por fin. El ex militar empezaba a dejar de lado los pensamientos sobre su destino y los cuestionamientos sobre él en un lugar así, buscando a una prostituta, una mujer de todos y de nadie. Por momentos se sentía obligado a estar ahí, pero por otros, era consciente que él mismo había dirigido sus pasos a ese lugar, había pagado con su dinero y había pedido una mujer como si eso lo solucionara todo. No había sido idea de nadie más.

Pero más allá de todo, él aparte de las cuestiones de la guerra, tenía una lucha interna con su decisión de encontrar una compañía femenina permanente. Era complicado pensar en alguien con la paciencia y entrega suficiente para aguardar lo que fuera, dado que la mujer a la que pidió ser su esposa no había esperado los dos años del coma del ex militar. En el fondo él intentaba entenderla, ponerse en lugar de ella, con la soledad y la idea que él podría morir en cualquier momento mientras para ella los años seguían pasando. Pero por otro lado pensaba en él, en cómo había despertado y al preguntar por ella le habían dicho que se había casado al año del coma de Noah y había partido hacia otra ciudad sin dejar siquiera una carta. No era tan sencillo, de hecho esa era una de las principales razones por las que él había dejado su país natal, buscaba evitar recuerdos.

Obviamente no estaba buscando una pareja en el burdel, eso ni siquiera se le cruzaba por la cabeza, era más bien recordarse a sí mismo que seguía siendo un hombre más allá de cualquier circunstancia buena o mala. Quería desear de nuevo a una mujer y poseerla hasta el cansancio, hasta que el agotamiento fruto del placer le impidiera pensar en otra cosa distinta al cuerpo femenino. Y eso precisamente era lo que hacía.

No quiso responderle a lo del no llamarle “usted” realmente no quería hablar y romper el hilo de las acciones que llevaba, incluso sabía que debía ocuparse pronto antes de volver a lo de siempre. Se dejó retirar la camisa, era un estorbo menos que le permitía moverla a ella con mayor facilidad. Mantuvo una mano en los glúteos ajenos y la otra en la espalda, y sin retirar los labios de los ajenos retrocedió hasta que sus piernas chocaron con la cama. Se sentó allí, con ella sentada a horcajadas sobre sus piernas permitiendo un mayor contacto, como quería. Una vez firme, liberó las manos de donde las tenía y se dispuso a desatar los nudos de la ropa de la mujer. Con destreza los libero y deslizó la prenda por los hombros de Mélyna, bajando a los brazos y liberando la parte superior por completo. Evidentemente no era algo complicado, la ropa de una prostituta era más difícil de poner que de quitar pero era algo que resultaba práctico para ese momento.

Lo que sus ojos encontraron le terminó de robar la cabeza. Aparte de la belleza que relucía con la ropa, bajo las prendas encontró un par de senos de buena proporción y firmeza. Apartó un poco el rostro del ajeno para poder contemplarlos e incluso los acarició con ambas manos, presionando el pezón por momentos y acariciando cada seno completo. Ya sus labios no querían volver a los ajenos, deseaban deleitarse más y fue por lo mismo que su boca fue a uno de los senos de la mujer. Con una mano atendía uno, con la boca el otro, dando pequeñas mordidas y tirones como si no deseara retirarse de allí. La piel al tacto era tersa, la mujer contaba con un cuerpo magnífico, incluso sus caderas reposando sobre las piernas ajenas también resultaban atractivan hasta sosteniendo la ropa que allí caía. El ex militar le acarició la espalda, presionando de tanto en tanto la misma hacia él para continuar besando el segundo de sus senos y dedicarse a los sonrosados pezones que parecían clamar mayor atención. Definitivamente no había necesidad de hablar teniendo un cuerpo así al frente. Era todo, Noah Levine había caído en las garras del placer hecho prostituta.
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Mensaje por Roxanne Aimerich Mar Nov 18, 2014 9:48 pm

No merecía nada y lo tuve todo
Liane Moriarty


Estaba segura de que Noah aun con todo lo que le había dicho, no confiaría en nada de lo que ella dijera después. No podría decirle que realmente lo quería ahí con ella. De sus labios jamás saldría alguna palabra que pudiera comprometer a alguno de los dos porque, ninguno de los dos podía hacerlo. No era que Mélyna no deseara comprometerse de alguna manera con un hombre como Noah, sino que ¿Quién podría aceptar a una mujer como ella? Hasta su madre se lo había dicho; que ella no podría ser feliz nunca y que ese camino que seguía solo servia para pagar las deudas de la familia. Que triste era para Mélyna ser consciente de que su madre solo la veía como una proveedora de dinero, al final, a aquella mujer que le había dado la vida, no le interesaba si es que ella era feliz o no.

Su dolor, su miseria, sus alegrías y sus sueños. Todo se lo daría a aquel hombre, quien cargaría con aquello sin jamás ser consciente de eso. Noah era como una vasija donde la prostituta dejaría ir todo y ella sería desde ese momento y en delante, una simple vasija vacía, aguardado por el momento en que se fracturara y la vida llegara a su fin.

La mente de la prostituta podría estar a momentos enfocada en lo que haría con ella misma, pero de manera paulatina se abandono a él; al deseo que despertaba el cuerpo de Noah tan cerca del suyo y al contacto de ambos cuerpos que cada vez se volvía más intimo. En cada caricia, con cada beso, con las miradas y cada acción de parte de ella, le estaba regalando el alma al ex militar. El cuerpo masculino se notaba perfectamente trabajado, cada músculo podía delinearlo con sus manos y la manera en la que Noah la sujetaba la hacía más consciente de la fuerza que poseía. Le sonrió como una tonta cuando terminaron en la cama, le era imposible no sonreír cuando por primera vez hacía algo que deseaba de verdad. Buscando despertarle los deseos y aprovechando sobre todo la posición en la que habían terminado, la prostituta movió suavemente las caderas, generando así un roce ligero pero constante. Sus prendas cedieron fácilmente entre los dedos masculinos y entonces se encontró con la parte superior al desnudo.

Apenas la mirada del ex militar sobre su desnudez hizo que un escalofrío le recorriera la espalda ante la expectativa de lo que ocurriría después. No solo ella entonces parecía disfrutar del cuerpo ajeno, sino que Noah a si vez también aparentaba estar gozando del momento. Con tacto firme le sujeto los senos. Las manos masculinas parecían abarcar casi por completo sus senos; Mélyna se mordió el labio, observando el rostro de Noah y aquellos ojos que estaban centrados en sus senos. Los labios que antes devoraran los suyos fueron entonces a encargarse de uno de sus senos, los ligeros mordiscos que le daban solo le provocaban un excitación indescriptible y sus pezones se erectaron gracias a las sensaciones que aquel hombre le provocaba. Sus caderas detuvieron entonces los movimientos que antes hiciera para tentar a Noah y pues mientras aquel hombre le brindaba atención a sus senos, las manos femeninas se aferraron a los cabellos de Noah y con firmeza le alejo de ella. Dejo el rostro de Noah cerca del suyo y le mordió el labio inferior. Coloco una de sus manos en el pecho masculino y le empujo suavemente hasta dejarlo recostado sobre la cama.

La prostituta acerco entonces todo su cuerpo al ajeno y sus pezones rozaron el torso de Noah; sus labios marcaron un camino de caricias por toda su piel, mientras que ella se deslizaba hacía abajo, con dirección en su siguiente objetivo. Termino bajando de la cama y con una sonrisa observo en dirección a Noah, no deseaba que él apartara la mirada de ella. Con la habilidad de quienes trabajaban en el burdel, el botón del pantalón masculino cedió con facilidad y hecho eso, la prostituta comenzó a retirar aquella prenda. Lo deseaba completamente desnudo, necesitaba deleitarse con el cuerpo entero de Noah. Él era suyo, al menos esa noche.
Roxanne Aimerich
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