AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La compañía es algo dulce y tentador (Evelyne Nottingham )
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La compañía es algo dulce y tentador (Evelyne Nottingham )
Ya no mujer joven sino mujer rotunda. Mis deseos ya no intuiciones sino certezas.
Gioconda Belli
Gioconda Belli
Había acudido a Francia bajo la petición escrita de su necesidad fuera de España, aunque cada vez más comenzaba a pensar que sólo había sido producto de una treta de las doncellas de alta clase para poderla sacar de su castillo y convertirla en la alegre señora de alguno de sus hijos. Eso la enfurecía, había elegido evitar todo contacto con el género masculino desde que descubrió que el mundo sólo posee interés por dos de sus atributos; su posición y su cuerpo. El resto carecía de interés para aquellos hombres necesitados de un enlace matrimonial que los ayudase a salir de sus deudas. Era cierto que algunos llegaban a amar a sus esposas, pero ella no quería ser una posibilidad que tuviera lugar con el tiempo y la compañía mutua, obligatoria por aquel papel que habían firmado ante Dios. Quería ser la única y primera posibilidad en el corazón de alguien. Si eso era demasiado pedir, entonces no quería saber nada más de ello. Ni del matrimonio, ni de los hombres que ofrecían esos anillos con piedras tan grandes y frías como su amor.
En la vivienda en la que se había establecido a su llegada, una semana atrás, solía recibir las visitas de todas aquellas personas de alta clase que deseaban conocer o tener trato con la Condesa de España. Lo que había resultado extenuante, pues mantener su lado social le impedía tener un momento de intimidad incluso en su propia casa. Hoy había acompañado a una de las mujeres más divertidas que había conocido en esas presentaciones, al Colegio Francés, según lo que le había dicho, podría conseguir allí a una señorita de alta clase que la acompañase en su estancia en Francia. Ella era una mujer de elevados años, los suficientes para que sus ojos risueños y su sonrisa pícara no pudiesen ocultar el efecto de sus arrugas sobre su cuidada piel. Pero le gustaba su presencia, le daba un toque pícaro a todo lo que la rodeaba. A pesar una solterona, parecía disfrutar mucho de la vida que le daba su dinero. Aunque ella sospechaba que las frecuentes miradas que recibía de los hombres era sólo un indicio del porqué de su soltería. Era casi como un secreto a voces, lo suficiente picante como para que alguien como ella quisiera mantenerla a su alrededor.
Recorrió los pasillos escuchando a su madura acompañante y rió con disimulo cuando ella le advirtió que los estudiantes parisienses podían ser amantes increíbles. Era tan descarada y sincera, que le permitía relajarse, sabiendo que todas sus imprudencias solo servirían para que aquella mujer continuase haciendo más locuras a su lado. Algo le decía que había encontrado su contrario en personalidad, y eso le encantaba. Pero aquella buena mujer se marcharía a Italia al día siguiente, así que necesitaba alguien que ocupase su lugar. La pregunta era, ¿conseguiría alguien que pudiera satisfacer sus gustos y ofrecerle una compañía grata?.
Leonid Dobrev- Licántropo Clase Alta
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Re: La compañía es algo dulce y tentador (Evelyne Nottingham )
“(...) Estás aquí para que yo te pueda enseñar algo. Todas las personas con las que te encontrarás aquí tienen una cosa que enseñarte. Eddie no se lo creía. Siguió con los puños cerrados. - ¿Cuál? -dijo. -Que no hay actos fortuitos. Que todos estamos relacionados. Que uno no puede separar una vida de otra más de lo que puede separar una brisa del viento.”
—Mitch Albom
—Mitch Albom
Era difícil para ella acostumbrarse a estar en un lugar como ese, lejos de su familia, de su madre y de las mujeres que toda la vida la habían cuidado con tanto esmero. Siempre se había sabido lo débil que era aquella jovencita, muchas veces se pensó que morirá a los pocos días de nacida, pero su alma era más fuerte ninguna otra. Hubiera sido gratificante para ella ver algún apoyo proveniente de su padre, pero no fue así, nunca lo fue, lo único que recibió de él fue el exilio por su estúpido orgullo y reputación, hacia alejado una vez mas a otro de sus hijos.
¿Qué podría hacer ella? No tenía la suficiente edad para ser independiente y nunca lo seria con la extraña enfermedad que le atacaba, solo quedaba quedarse en aquella casa dispuesta a ser olvidada por sus familiares más cercanos. Solamente le quedaba las cartas de su madre, que guardaba con recelo, en ellas mantenía su mundo, reía, hablaba, sin saber exactamente porque, en ocasiones era su único consuelo, ella había sido siempre su mejor amiga, la única que había tenido, tenerla lejos era un mártir.
Su madre la aconsejaba a salir de vez en cuando, ella se negaba, sentía cierto temor en no ser comprendida como había pasado en Escocia. Su madre había hecho los preparativos para su entrada a unos de los colegios más importantes de Francia, pero pocas veces llegaba a adentrarse a ese lugar, los días eran largos y una completa tortura cuando la enfermedad atacaba, no se podía mover de la cama por días, su estadía en el colegio era escasa, pero siempre que lo pisaba demostraba ser una jovencita con mucho carisma, alegría e inteligencia.
Aquel día era perfecto para ella, tenía muchas ganas de ir al colegio, no hacia tanto sol, pero como siempre, llevaba sus guantes y un vestido de manga larga, su cuello era cubierto por una elegante bufanda y un sombrero se ocupaba de ocultar su rostro del sol, pero como si no fuera poco también cargaba una sombrilla para evitar cualquier contacto de los rayos, al menos hasta que entrara a un salón, pocas personas entendían el vestir de ella, la mayoría deducía que era algún tipo de puritana que no deseaba mostrar nada de su carne a los lujuriosos hombres, pero la verdad es que eso la ayudaba a no sentir tanto dolor en sus días de recaída.
— Gracias profesor Dómine por su compresión, le traeré ese informe listo para el próximo martes — sus ausencias hacia que las tareas se multiplicaran, era difícil mantenerse al corriente, debía esforzarse el doble. Suspiro largamente cuando el profesor se fue, sus hombros cayeron, mantenía la sombrilla en sus manos, cerrada hasta que sintiera la necesidad de abrirla nuevamente — No sé porque mi madre ha querido meterme en esto — se quejo — Sabe perfectamente que es mejor tutores personales, así no tengo que salir de casa ni retrasarme — aun así Evelyne sabía que su madre lo hacía por el amor le que tenia.
No importaba, ella era fuerte, si no lo fuera no estuviera en ese lugar, volvió a erguirse y siguió adelante, un poco perdida en sus pensamientos, cuadrando su agenda mental de todo lo que tenía que hacer. Sintió algo suave en su rostro, retrocedió dos pasos y noto que había tropezado con dos mujeres, una más joven que la otra, su pálido rostro tomo color, su mano fue hacia sus labios, estaba totalmente apenada — Mis más sinceras disculpas — se apresuro a exclamar, mientras la vergüenza era reflejada por sus mejillas enrojecidas.
Evelyne Nottingham- Humano Clase Alta
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Re: La compañía es algo dulce y tentador (Evelyne Nottingham )
“Ésta es sin duda la mejor.-Él con una flor.
Una sola, dice, porque al menos es especial, única, no perdida en un ramo, confundida con otras.."
Una sola, dice, porque al menos es especial, única, no perdida en un ramo, confundida con otras.."
Los ojos de Arabella se abrieron con la sorpresa del choque. Fue tan imprevisto que no pudo evitar reír mientras se apresuraba a mover una de sus manos para disculparse con la joven. A menudo le había pasado aquello en el pasado, siempre tropezándose con todo lo que la rodeaba por ir pensando en lo que no debía. A veces añoraba lo fácil que resultaba todo en aquella época, lo rápido que pasaban los días junto a su familia sin preocuparse de nada, salvo de cumplir con sus estudios para satisfacer los deseos de su padre.
Su acompañante la acompañó con unas carcajadas tan sonoras, que ella no pudo evitar sonrojarse por el descaro con el que actuaba frente a la jovencita. Tuvo que agarrarle uno de los brazos y negar con su cabeza, dándole una mirada de amonestación para que dejara de reír con tanta soltura.
- Ya basta querida, vais a avergonzar a nuestra joven compañía. – Miró a la niña rubia y le dedicó una sonrisa cordial y un tanto avergonzada por las acciones de su amiga. A veces tener a alguien tan liberal a su lado podía ser realmente bochornoso. Ése era el problema de tener a algo tan llamativo a su alrededor. Con la misma intensidad con la que la divertía, podía hacerla enfurecer o llevar al ataque de nervios. Aunque afortunadamente para ella, aún no había llegado a ese extremo. De lo contrario, no hubiera pasado tantas horas a su lado.
- Lo siento, a veces mi amiga suele dejarse llevar en demasía.- Dijo reprendiendo a la mayor, ganándose un puchero de la desvergonzada mujer, que comenzaba a alejarse detrás de un atractivo y joven estudiante, dejándola sola con la pequeña para que pudiera disculparse en el más absoluto silencio.
- Espero que no os hayáis hecho daño al chocar con nosotras.- Le hizo una reverencia elegante y formal, deslizándose como una bailarina, sin apenas hacer ruido con sus ropajes al doblar su cabeza hacia ella.- Normalmente no suelo ir tan apresurada, así que espero que podáis tomar mis más sinceras disculpas y una invitación a un maravilloso té con pastas.- Miró a su amiga, quien ya se había agarrado del brazo del joven y le pedía descaradamente que le enseñara los alrededores de la escuela.
- Como podéis ver, me he quedado sin acompañante.- Se rio con disimulo, apenas dejando un susurro en el aire como muestra de su diversión y le dio una mirada intensa de sus ojos marrones.- Prometo no robarle mucho de su tiempo.
Leonid Dobrev- Licántropo Clase Alta
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Re: La compañía es algo dulce y tentador (Evelyne Nottingham )
No podía verlas, su mirada estaba fija en el suelo, podía escuchar la risa de la dama más joven, lo que le provocaba aun más vergüenza, debió tener más cuidado de ver por donde venia, las cosas parecían no querer mejorar para ella, seguiría siendo el hazme reír de todos, encontrándose en momentos bochornosos que solamente harían que su padre estuviera mas avergonzado de lo que estaba actualmente. Era cierto, estaba muy apenada, la gente no podía evitar mirar aquella escena, Evelyne termino de sostener sus pertenencias con cierto recelo mientras veía de reojo el rostro de la joven que parecía querer calmar a la mujer más mayor, la cual parecía algo libertina, era extraño ver ese tipo de personas, eran escasas en esta sociedad en la cual se evita que la mujer sea tan expresiva y relajada.
— A-al menos pude alegrarles un poco el día — susurro tratando de reír también, algo nerviosa, negó suavemente, por suerte la señora parecía estar más interesada en los jóvenes masculinos que pasaban por allí, termino alejándose con uno de ellos. — Pues… No tengo nada que hacer, creo que sería un placer — sonrió suavemente aceptando su invitación, su madre estaría feliz cuando llegara a contarle lo que había pasado ese día — Soy Evelyne Nottingham, mi familia provine del Reino Unido pero he decidido estudiar aquí en Francia — adorno un poco su verdadera historia, no quería confesar que era una exiliada de su padre por culpa de su extraña condición, que era apenas una enfermedad incomprendida que hacía que no pudiera ser una joven normal.
— A-al menos pude alegrarles un poco el día — susurro tratando de reír también, algo nerviosa, negó suavemente, por suerte la señora parecía estar más interesada en los jóvenes masculinos que pasaban por allí, termino alejándose con uno de ellos. — Pues… No tengo nada que hacer, creo que sería un placer — sonrió suavemente aceptando su invitación, su madre estaría feliz cuando llegara a contarle lo que había pasado ese día — Soy Evelyne Nottingham, mi familia provine del Reino Unido pero he decidido estudiar aquí en Francia — adorno un poco su verdadera historia, no quería confesar que era una exiliada de su padre por culpa de su extraña condición, que era apenas una enfermedad incomprendida que hacía que no pudiera ser una joven normal.
Evelyne Nottingham- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/03/2014
Re: La compañía es algo dulce y tentador (Evelyne Nottingham )
“ He sido un niño pequeño que, jugando en la playa, encontraba de tarde en tarde un guijarro más fino o una concha más bonita de lo normal. El océano de la verdad se extendía, inexplorado, delante de mi”.
(Isaac Newton)
(Isaac Newton)
Arabella suspiró con resignación, le encantaba la compañía de aquella mujer; tan extrovertida y divertida. Iba a extrañarla cuando se fuera y la dejara sola entre todas aquellas personas interesadas en su cargo. Era como estar condenada siempre a una sonrisa amable que jamás decía nada, una mueca falsa que le secaba el corazón. A veces llegaba a pensar que parte de su personalidad, fría y esquiva, se debía a todas esas personas que nada tenían en su corazón. Al menos no para ella. Hacía mucho tiempo que había aceptado el ser una criatura carente de encanto o interés para los demás.
- No debería decir tales cosas de usted, señorita Nottingham. Si me he reído, tanto yo como mi compañera, no era de usted, sino de la torpeza que hemos dejado manifiesta de una forma tan absurda. Motivo por el que, de nuevo, le ruego perdón - Sus ojos marrones se centraron en las aguas pálidas y tranquilas de ella, dejando de manifiesto las diferencias que habían entre ambas. La condesa, una figura curvilínea y tostada en piel, cabello y ojos; y ella, tan blanca, pura y transparente. Casi podía ver las venas que había debajo de esas muñecas pálidas, apenas un pedazo de su piel visible por estar libre de ropas entre sus guantes y la manga de sus ropajes. Jamás algo tan simple le había llamado tanto la atención, pues aquel pequeño fragmento de su piel, había provocado una pequeña aceleración de su corazón. Una reacción provocada por una pregunta de cuya respuesta no sabía si quería ser satisfecha. ¿Sería el resto de su cuerpo tan pálido como esa pequeña y frágil muñeca?.
- Temo que el placer es enteramente mío, Señorita Nottingham. No siempre tengo el honor de contar con una entusiasta estudiante entre las personas que me rodean.- Le tendió una sonrisa y comenzó a caminar hacia el jardín de aquella escuela. – Si es tan amable de seguirme, creo recordar que al final del pasillo hay un jardín espléndido donde poder conversar.- Se giró hacia ella y la recorrió con sus ojos con interés. Sí, definitivamente tenía razón. Ella era espléndidamente pálida, el rubor de sus mejillas manchaba su piel como si alguien se hubiera atrevido a pintarla con acuarela.
Le tendió una de sus manos cubierta con un guante de un carísimo encaje, un capricho comprado en su llegada a aquel país que le resultaba una aventura exquisita por todos los personajes con los que se iba cruzando por el camino. No pudo evitar pensar que ella era como uno de esas figuras de la novela que tendían una trampa a la joven inocente del cuento. Como el lobo feroz, engalanado con joyas y una sonrisa blanca y perfecta que nada amenazador tenía en su interior.
- Adelante, Evelyne. Si no os tengo a mi lado no podré escucharos.- Sus ojos oscuros la quemaron con el fuego que guardan todos los latinos en su interior. Una llama que sabía perfectamente cuándo eran una visión creada para la perdición de los demás, dispuesta a incendiar el corazón de todo aquel que se atreviera a cruzar el círculo de fuego y tomara su mano.
Leonid Dobrev- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/12/2012
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Re: La compañía es algo dulce y tentador (Evelyne Nottingham )
“La fuerza no proviene de la capacidad física sino de una voluntad indomable.”
—Mahatma Gandhi
—Mahatma Gandhi
Era su compañera una mujer deslumbrante, Evelyne no podía evitar mirarla con cierta admiración. Irradiaba cierta luz encantadora que la cegaba completamente, la hacía sentir normal, como si pudiera arriesgarse a correr detrás de ella solamente para seguirla a cualquier lugar, sin importar su destino. Era ese el talento nato de la realeza, tenían la habilidad de tener a personas a sus pies, encantados con su elegancia y porte.
No sabía lo feliz que la hacía poder sentir cierto contacto humano, definitivamente, cuando le relatara a su madre tal encuentro ella también se alegraría. Sería un suspiro de alivio para su apreciada progenitora, quien siempre buscaba la forma de que su apreciada segunda hija tuviera una amistad, un círculo social del cual depender un poco. La compañía de un ser humana era necesario, las personas necesitaban tener un igual a su lado, aunque tal vez fuera solamente para discutir, por tal motivo era el matrimonio; pocas personas se querían, pero seguían al lado de quien se habían casado por el simple hecho de no querer estar solas.
Aunque no lo admitiera a Evelyne le dolía mucho, en su alma se hacia un gran hueco el pensar que nunca podría llegar a tener una familia gracias a su débil cuerpo. Era frágil como una muñeca de porcelana, no podría engendrar, por esos los caballeros la miraban con cierta repugnancia, rechazando cualquier propuesta que llegara a entablar alrededor de la inglesa. Pocas veces había tenia el encantador placer de bailar alguna pieza invitada por un caballero que lo hiciera por naturaleza propia y no obligado por etiqueta. Era perturbador no durar lo suficiente como para disfrutar una sola pieza, pues su cuerpo cuando se agitaba le pedía a gritos descanso. Que difícil seria hacer el amor con alguien si apenas puede resistir un simple baile, ella se reprochaba mucho, veía en el espejo la persona que la sociedad aborrecía, ella misma odiaba el cuerpo que Él le había dado, muchas veces lloro en soledad, preguntándole el porqué, pero nunca fue escuchado, al final terminaba resignándose y tratar de seguir viviendo.
Su forma de tratarla la aturdía, era ella una simple pequeña tratando de ser mujer en un mundo cruel — Soy como una simple dama de compañía, mientras usted quiere que sea su semejante — respondió ella con elocuencia a lo que parecía una simple propuesta de seguir a su paso, pero la ética y protocolo de la época lo veía de otra forma distinta. Aun así, cuando una persona de la realeza tenía un capricho no se le negaba, sería peor que romper con las costumbres. Parecían necesitados de salir del protocolo, tener un poco de libertad ante sus rígidas reglas, que habían sido impuestas por personas ya olvidadas. Evelyne adelanto sus pasos, tratando de sincronizarse con los de ella, pero la dama era muy rápida para su débil cuerpo.
—Me avergüenza tanto decir que tengo necesidades especiales, su paso no lo podría mantener por mucho — se apresuro a decir. Redujo su caminar, hasta uno mas cómodo. El camino hacia el jardín era un largo pasillo que era libre por ambos lados, se podían ver varias personas hablando y estudiando de forma solitaria o en grupos. Evelyne bajaba la mirada, tratando de disimular lo feliz que estaba por tener una persona con quien hablar, podía atrasar el carruaje todo lo que fuese necesario, era refrescante no tener que estar encerrada en su habitación, estudiando para matar el tiempo. Llegaron al final del pasillo y encontraron un bello jardín en donde pequeños rayos de sol parecían atravesar con maestría la gruesa capa del frondoso árbol que se imponía en el centro, rodeada de diferentes flores que atraían a más de un insecto por su néctar.
Los rayos solares no eran bueno para ella, seguramente enfermaría a la mañana siguiente si se mantenía muy expuesta a ellos, pero no deseaba ser caprichoso y negarle los deseos a tal dama que tenía a su lado, así que acomodo su bufanda para cubrir parte de su rostro, que sería en tal caso lo más expuesto en tal lugar.
Evelyne Nottingham- Humano Clase Alta
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Re: La compañía es algo dulce y tentador (Evelyne Nottingham )
“No importa que hagas o a dónde vayas para distraerte, la realidad te alcanza en algún momento”
Sólo pudo reír ante lo que ella le decía, pero decidió no presionarla demasiado en ése primer encuentro, pues aunque no se conocían, ella sabía que se encargaría de conseguir una nueva reunión con ella antes de que se separaran. Evelyne era como un hermoso pastelito de color rosado, un suave bizcocho esponjoso que atraía sus ojos constantemente a su dulce cuerpo. Se sentía como una abeja atraída, naturalmente, hacia las flores por el aroma de su polen. Su inocencia era algo tan extraño para alguien acostumbrada a la corte como ella, que sólo deseaba tenerla cerca para poderla estudiar mejor.
Continuó caminando, dejándola atrás, mientras de sus labios seguía saliendo una risa similar al sonido del chocolate derramándose sobre el pastel. Un sonido cálido convertido en un susurro atrayente pero bajo, tímido intento de esconder sus carcajadas para no atraer atención no deseada sobre ambas. Estaba acostumbrada a tener siempre personas pendientes de su persona, pero por alguna razón no quería que la miraran ahora que podía compartir un momento con aquella mujer.
- Disculpadme señorita Nottingham, a veces olvido que no todos pueden verme de la misma forma en que yo lo hago hacia los demás.- Le respondió mientras aminoraba el paso ante su aviso de que ella no podría soportar el ritmo de sus pasos. Sabía que su respuesta era sólo una confusa declaración hacia aquello que había dicho Evelyne antes, pero su mente le había recordado, con una eficacia dolorosa, que muchos sólo veían en ella su título.
Como si nada, todo en ella cambió. De pronto era la viva imagen de una Condesa, espalda erguida, barbilla alzada al frente sin girarse para mirar si su compañera la seguía o no. Y sus ojos, antes brillantes con la felicidad que bailaba en ellos, se habían vuelto dos pozos marrones capaces de arrastrar a cualquiera en su profundo abismo.
Atravesó el camino que se habría entre las flores, dejando que el sol la iluminara por completo, demostrando que su cabello estaba dotado de un brillo dorado a pesar de su tono castaño. Su piel se avivó con aquella cálida luz, demostrando que una piel ligeramente dorada como la suya podía tener el mismo atractivo que la palidez que buscaban las mujeres europeas.
- Por favor, querida, toma asiento bajo la sombra que ofrece el árbol.- Su sonrisa era amable, aunque ya no tenía ningún tipo de calidez. El muro con el que mantenía a todos alejados de ella se había alzado para dejar a aquella muchacha fuera de su zona de confort. Sabía que estaba siendo cruel, pero no deseaba a nadie interesado en algo que no fuera ella misma, la mujer que era y no el título que ostentaba.
Levantó su brazo y le tomó la bufanda, alejándola con lentitud de su rostro como si ella fuera un animalito asustado. Bajó sus ojos hacia la prenda y después le dio la espalda, sentándose en la silla que quedaba bajo los rayos del sol, mientras que, al otro lado de la mesa que separaba ambos asientos, se encontraba el otro asiento protegido de la luz.
- No temáis, tendré cuidado de que vuestra piel no se sonroje bajo el calor del sol.- Sonrió y le señaló el asiento, manteniendo esa fría coraza que usaba con la alta clase. - ¿Queréis pedir algún refrigerio?.
Leonid Dobrev- Licántropo Clase Alta
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Re: La compañía es algo dulce y tentador (Evelyne Nottingham )
Que cruel era ella o así lo pensaba Evelyne con cierto pesar al notar como la condesa tenia aquella viveza de la juventud. Ella si se podía mover sin temor a caer enferma por exigirle tanto a su cuerpo, pues tenía la energía necesaria para aceptar los retos de la vida. No quería ser alguien que necesitara las atenciones de terceros para hacer las cosas simples, como moverse en áreas que podrían ser divertidas si el sol no atacara su pobre piel. Quiso decirle que no, cuando noto que ella misma descubría su rostro, alejando la bufanda que utilizaba para tal motivo. Era como ver el Ying Yang; una persona en la luz y otra en la oscuridad.
Pero ella era alguien importante, no quiso despreciarla. Se sintió avergonzada de tal trato, aun así tomo asiento en el asiento que era protegido por una suave sombre— Pero si usted también pide algo — respondió acomodando su pequeño cuerpo en aquel asiento. La sombra del árbol ayudaba mucho, ya que no tenía su bufanda que cubría siempre gran parte de la piel que podría estar más afectada.
— Me gustaría darle el trato que se merece, no creo que sea la mejor compañía para usted — susurro suavemente, mientras sus manos se acomodaban en su regazo, acariciándose debajo de la mesa. Aun las mantenía cubiertas con dos lindos guantes de encajes. — Aunque estoy segura que mi madre le agradecería mucho que me acompañe por al menos unos minutos; ella siempre ha sido muy protectora conmigo. — bajo la mirada con una pequeña sonrisilla en sus labios, sus manos fueron hacia su cabello para acomodar unos pequeños mechones por detrás de su oreja.
No podía evitarlo, aunque quisiera negarlo, se encontraba feliz de que alguien como ella hubiera puesto sus ojos en una persona como Evelyne. Su padre la rechazaba, parecía que todos los demás también, con cierto miedo la vean por el simple hecho de no entender lo que le pasaba.
Pero ella era alguien importante, no quiso despreciarla. Se sintió avergonzada de tal trato, aun así tomo asiento en el asiento que era protegido por una suave sombre— Pero si usted también pide algo — respondió acomodando su pequeño cuerpo en aquel asiento. La sombra del árbol ayudaba mucho, ya que no tenía su bufanda que cubría siempre gran parte de la piel que podría estar más afectada.
— Me gustaría darle el trato que se merece, no creo que sea la mejor compañía para usted — susurro suavemente, mientras sus manos se acomodaban en su regazo, acariciándose debajo de la mesa. Aun las mantenía cubiertas con dos lindos guantes de encajes. — Aunque estoy segura que mi madre le agradecería mucho que me acompañe por al menos unos minutos; ella siempre ha sido muy protectora conmigo. — bajo la mirada con una pequeña sonrisilla en sus labios, sus manos fueron hacia su cabello para acomodar unos pequeños mechones por detrás de su oreja.
No podía evitarlo, aunque quisiera negarlo, se encontraba feliz de que alguien como ella hubiera puesto sus ojos en una persona como Evelyne. Su padre la rechazaba, parecía que todos los demás también, con cierto miedo la vean por el simple hecho de no entender lo que le pasaba.
Evelyne Nottingham- Humano Clase Alta
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Re: La compañía es algo dulce y tentador (Evelyne Nottingham )
"El papel más honroso en una conversación corresponde al que da la ocasión a ella, y luego al que la dirige y hace que se pase de un asunto a otro, pues así uno dirige la danza."
Sir Francis Bacon
Sir Francis Bacon
Contuvo la respiración mientras ella se sentaba y comenzaba a hablar de cosas que ella no entendía por su carácter, jamás había tenido ante sí a una persona tan inocente y a la vez tan deprimida. Su ligera sonrisa al hablar, así como el brillo en sus ojos, le hacía creer que realmente se divertía en su compañía, por eso no entendía que realmente quisiera alejarla. ¿ Por qué le repetiría una y otra vez que ellas eran diferentes?.
- Por supuesto, aunque no lo parezca, soy una persona que amo los dulces. No podría verla tomar un pastel o unas galletas si yo me viera privada de tal placer. – Se rió con suavidad mientras buscaba con sus ojos a alguien que pudiera servirlas y traerle la comida que deseaban.- Quién sabe, quizás llegase al punto de rogarle por un mordisco si me viera en esa situación. – Su voz había cambiado ligeramente, modulándose para ser un susurro divertido, aunque cálido. Lo suficientemente cálido, como para que comenzara a preocuparse cuando su mente se llenó de imágenes en las que Evelyne le ofrecía comida, y ella, obviamente aceptaba.
Un muchacho se acercó al ver que estaba buscando a alguien que le ofreciera ayuda, pero antes de que se acercara, miró a su acompañante rubia y negó ligeramente con la cabeza.
- No haga eso, infravalorarse ante mí. Le he pedido su compañía, si no la quisiera, comería sola.- Le lanzó una sonrisa pícara y se rió con suma diversión para romper su imagen seria.- Pero eso no es lo que deseo, ¿cierto?.
Decidió dejarla tranquila, había descubierto que era lo suficientemente tímida como para que sus palabras le afectaran con una eficacia abrumadora. Era interesante tener a alguien tan manipulable a tan sólo unos centímetros de distancia. Pura y transparente, como el mismo cristal. Sacudió su cabeza para alejar sus pensamientos y, con una sonrisa, le pidió al sirviente que se había acercado, que trajera algo de té y un pastel para ella. Sus ojos se desviaron de los del muchacho y le sonrió a Evelyne.
- ¿Deseas algo más querida? – Sus ojos no se apartaron de los de ella, esperando a que decidiera qué quería tomar a parte del té. – Sé que no todos comparten mi gusto por los dulces. ¿Quizás algo salado?.
Leonid Dobrev- Licántropo Clase Alta
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Re: La compañía es algo dulce y tentador (Evelyne Nottingham )
¿Cómo era que dos seres tan diferentes podían estar juntas intentando congeniar algo en común entre ellas? Sería una escena grata para su querida madre, quien siempre había estado rogándole para que pudiera salir y hablar con personas de su extracto social, tal vez cuando le contara con quien había estado ese día, la sonrisa en su rostro no se borraría por un buen tiempo. Le encantaba hacer feliz a la gente, era una forma de sentirse útil. Su padre siempre la había tachado de inservible y junto con su hermano habían sido confinados a vivir aislados del mundo británico.
— Usted alegra a cualquiera — admitió con una suave risilla. Dejo que su mano enguantada cubriera parte de sus labios, siempre estaba primero la educación que le habían dado en Inglaterra, no desperdiciaría las estrictas lecciones que había logrado aprender junto con sus maestras y su madre. Un hombre alto llego a servirles, Evelyne pudo girar su rostro hacia él, encontrando aquel gesto de reproche. Ella misma quiso volverse una bolita, lo más pequeña que pudiera para huir de aquel lugar, pero las palabras de Arabella le dieron a entender que no debía molestarse por las malas caras de la gente.
No era a ella quien juzgaba, podría ser hasta su misma compañera que sería reprochada luego por las bocas de los demás. Evelyne la debía hacer feliz, al menos los minutos que estuviera a su lado. Era mejor olvidar el cruel mundo en donde ellas dos vivían, crear una linda burbuja en donde poder disfrutar abiertamente, si miedo a lo demás que pueda llegar a venir — Me gustan los dulces — dijo suavemente. No quería parecer entusiasmada, la verdad toda la vida había estado enferma, su madre le daba los mejores prostres solamente para consentirla.
— Me encantaría una tarta de limón y un poco de té de jazmín con una rodaja de limón y miel; si es tan amable — ordeno con su vocecita marcada por su acento británico — Mi madre siempre me consentía con dulces, es inevitable no sentirse a gusto con tanta dulzura — rio suavemente. Ahora lo entendía, eran ellas dos las que importaban, se volvería ciega y sorda para los demás, todos sus sentidos estaban centrados en la mujer de cabellos castaños claros. Ella era el único ser vivo en este momento para Evelyne.
— Usted alegra a cualquiera — admitió con una suave risilla. Dejo que su mano enguantada cubriera parte de sus labios, siempre estaba primero la educación que le habían dado en Inglaterra, no desperdiciaría las estrictas lecciones que había logrado aprender junto con sus maestras y su madre. Un hombre alto llego a servirles, Evelyne pudo girar su rostro hacia él, encontrando aquel gesto de reproche. Ella misma quiso volverse una bolita, lo más pequeña que pudiera para huir de aquel lugar, pero las palabras de Arabella le dieron a entender que no debía molestarse por las malas caras de la gente.
No era a ella quien juzgaba, podría ser hasta su misma compañera que sería reprochada luego por las bocas de los demás. Evelyne la debía hacer feliz, al menos los minutos que estuviera a su lado. Era mejor olvidar el cruel mundo en donde ellas dos vivían, crear una linda burbuja en donde poder disfrutar abiertamente, si miedo a lo demás que pueda llegar a venir — Me gustan los dulces — dijo suavemente. No quería parecer entusiasmada, la verdad toda la vida había estado enferma, su madre le daba los mejores prostres solamente para consentirla.
— Me encantaría una tarta de limón y un poco de té de jazmín con una rodaja de limón y miel; si es tan amable — ordeno con su vocecita marcada por su acento británico — Mi madre siempre me consentía con dulces, es inevitable no sentirse a gusto con tanta dulzura — rio suavemente. Ahora lo entendía, eran ellas dos las que importaban, se volvería ciega y sorda para los demás, todos sus sentidos estaban centrados en la mujer de cabellos castaños claros. Ella era el único ser vivo en este momento para Evelyne.
Evelyne Nottingham- Humano Clase Alta
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 24/03/2014
Re: La compañía es algo dulce y tentador (Evelyne Nottingham )
Mientras Evelyne decidía qué tomar, no pudo evitar que su mente tomara un rumbo totalmente diferente al hilo de su conversación. Todo se debió a un elemento disuasorio para ella, una mujer con una extraña afición por las flores y todas las cosas que tuvieran que ver con el cultivo de las mismas. Es más, se encargaba de cuidar su propio jardín como si eso fuera ser capaz de distraerla de sus obligaciones, le sentaba bien trabajar con la tierra. Era un placer oscuro el saberse capaz de ensuciarse todo lo que quisiera sin que nadie le dijera lo vulgar de ello. A veces sentía ganas de hundirse en un charco de barro y saltar en ellos como una niña. Quizás se debiera a una niñez perdida que jamás recuperaría ahora que era una mujer de edad bastante avanzada. Es más, ya sabía que había numerosos rumores gracias a su capacidad para huir de los compromisos y cualquier evento que pudiera terminar con ella tratando alguna propuesta indeseada de matrimonio.
Los pétalos rosados de aquella flor le recordaron que ella había dejado su jardín en manos de su hermana gemela. No sabía si conseguiría que las flores sobrevivieran lo suficiente hasta que ella llegara, ya que sabía que su hermana era incapaz de cuidar de cualquier tipo de ser vivo. Pero el amor que ambas se procesaban era suficiente para que su hermana intentase al menos hacerlo lo mejor que podía, ya que sabía que para Arabella, aquel jardín era algo similar a un hijo criado durante muchos años, tantos como la muerte de los padres de ambas. Y es que, cuando sus padres murieron, su tío, el anterior conde de España, se encargó de cuidarlas, dándole no sólo un hogar, sino también su título al ser las descendientes más directas que existían. Quizás hubiera plantado su primera flor desde el mismo instante en que supo que ella tendría que ocupar un lugar que jamás le dejaría pensar en sí misma, ni en lo que deseaba hacer. Siempre era condesa. Sus pensamientos se debían por completo a su labor, su condado y todos los que dependían de ella. Todos sus actos perjudicaban o salvaban a sus súbditos. Así que todos sus modales eran reflejo de su país y su gente. Era como un ventanal tras el que ver una porción de España. Encantadora, vivaz y morena como su tierra.
- Me alegro que comparta mi mal, así podemos conversar sobre duces.- Sonrió con amabilidad, desviando su mirada de la flor hacia ella, mostrándole una parte de esa calidez que poseían todos aquellos que, como ella, vivían con miles de secretos en su interior. Los miembros de la realeza tenían siempre mil y una historias sepultadas bajo la piel, sólo se necesitaba tiempo y ganas de explorar en ella. Podrían llegar a sorprenderse de lo que podrían hallar bajo ella.
- Su madre debe amarla mucho, es afortunada de contar con una familia que la abrigue en momentos de tristeza.- Sus ojos se cerraron mientras sus labios formaban una pequeña sonrisa que se ocultó rápidamente para no mostrar dolor. Así, cuando sus ojos se abrieron de nuevo, había un ligero brillo misterioso en ellos que se borró cuando ella simplemente miró a otro lugar. No deseaba mostrar parte de su soledad, del peso que su orfandad tenía sobre ella.
Los pétalos rosados de aquella flor le recordaron que ella había dejado su jardín en manos de su hermana gemela. No sabía si conseguiría que las flores sobrevivieran lo suficiente hasta que ella llegara, ya que sabía que su hermana era incapaz de cuidar de cualquier tipo de ser vivo. Pero el amor que ambas se procesaban era suficiente para que su hermana intentase al menos hacerlo lo mejor que podía, ya que sabía que para Arabella, aquel jardín era algo similar a un hijo criado durante muchos años, tantos como la muerte de los padres de ambas. Y es que, cuando sus padres murieron, su tío, el anterior conde de España, se encargó de cuidarlas, dándole no sólo un hogar, sino también su título al ser las descendientes más directas que existían. Quizás hubiera plantado su primera flor desde el mismo instante en que supo que ella tendría que ocupar un lugar que jamás le dejaría pensar en sí misma, ni en lo que deseaba hacer. Siempre era condesa. Sus pensamientos se debían por completo a su labor, su condado y todos los que dependían de ella. Todos sus actos perjudicaban o salvaban a sus súbditos. Así que todos sus modales eran reflejo de su país y su gente. Era como un ventanal tras el que ver una porción de España. Encantadora, vivaz y morena como su tierra.
- Me alegro que comparta mi mal, así podemos conversar sobre duces.- Sonrió con amabilidad, desviando su mirada de la flor hacia ella, mostrándole una parte de esa calidez que poseían todos aquellos que, como ella, vivían con miles de secretos en su interior. Los miembros de la realeza tenían siempre mil y una historias sepultadas bajo la piel, sólo se necesitaba tiempo y ganas de explorar en ella. Podrían llegar a sorprenderse de lo que podrían hallar bajo ella.
- Su madre debe amarla mucho, es afortunada de contar con una familia que la abrigue en momentos de tristeza.- Sus ojos se cerraron mientras sus labios formaban una pequeña sonrisa que se ocultó rápidamente para no mostrar dolor. Así, cuando sus ojos se abrieron de nuevo, había un ligero brillo misterioso en ellos que se borró cuando ella simplemente miró a otro lugar. No deseaba mostrar parte de su soledad, del peso que su orfandad tenía sobre ella.
Leonid Dobrev- Licántropo Clase Alta
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