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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Leer Kruspe Dom Mayo 11, 2014 10:15 pm

Un sutil pensamiento erróneo puede dar lugar a una indagación fructífera que revela verdades de gran valor.
Isaac Asímov

Un grito agónico que vibra con fuerza en mi interior y las garras del demonio rasgan la pared de mi estomago, todo se vuelve rojo carmesí con la sangre hirviendo como si estuviera dentro de una olla de alta presión, la imagen de un corazón emerge dentro de todo aquel amaranto ardiente, fruncí el ceño porque no podía empezar a fantasear, París mi hogar, aquí había nacido y me encantaba la ciudad sobre todo por las sorpresas que pudiera brindar durante la noche, pero ¿Hasta cuándo? Quería visitar otras tierras, otros lugares, conocer gente diferente, tenía planeado que el primer pie que pondría fuera de Francia sería Italia, quería visitar Florencia, nunca había estado en esa tierra de dioses mitológicos, personas con acentos característicos y endulzantes y hombres demasiado atractivos, eso debía esperar, pero mi entusiasmo era impulsivo y quizás en cualquier momento decidiera irme durante algún tiempo para desaparecer de la rutina,  las pequeñas gotas de una ligera llovizna combinadas con los murmullos de los mortales se empezaban a concentrar en mis oídos haciéndolos doler del placer que representan sus agudos y graves tonos ¡Encantadores! Cerré los ojos y tragué un poco de saliva, insuflando mis sentidos con cada uno de las reacciones viscerales de aquel banquete pantagruélico, de inmediato el carruaje se detuvo, tensé la mandíbula y negué, esta noche no ganaría la batalla, abrí la puerta por mi propia cuenta, viendo al cochero con desdén, le hice una señal con las manos –Date prisa inepto- solté con autoridad, estaba de muy mal humor debía ser porque la sed no había sido menguada por ya dos días, simplemente mi racionalidad humana estaba ganando la batalla por esos días y no me había permitido ir arrebatarle el calor a algún hombre de muy buen ver y clase, los animales habían vuelto a ser el agua para el sediento, miré al tipo y de inmediato se colocó a mi lado con el paraguas abierto evitando que cayera alguna gota en mi traje rosa viejo de noche, era de encaje y seda, las mangas me caían por los hombros y el escote me llegaba a medio seno, con un pequeño moño a un lado de la cintura y largo hasta los tobillos , alcé la ceja y quité mi mirada fría de la de él, el sonido de los tacones me llegaba hasta el cerebro grabándose ahí para que identificara cada uno de los marchantes sin necesidad de voltearlos a ver, era tan molesto, como escuchar una gota caer en una balde de aluminio vacío a media noche, me martillaba las sienes, cerré los ojos fuertemente y ladeé la cabeza gruñendo suave bum bum arrebátalos, estaban haciendo de mi fuerza de voluntad añicos, inflé un poco una de mis mejillas negando era mucho más fuerte que cualquier zozobra que quisiera robar lo poco que quedaba de Amelia Lincoln aquella noche, miraba a los demás al rostro sin ninguna expresión, distraída de sus facciones y concentrada en el cantar de su bomba torácica ¿Se daban cuenta ellos que los quería poseer? Sonreí de lado porque jamás sospecharían de mí, miré con una discreta coquetería a un par de hombre muy atractivos mientras mis ojos los recorrían de pies a cabeza con disimulo ¡Tan exquisitos! Finalmente llegamos a la entrada del teatro había decidido regresar después de haberme ausentado desde que emigré hacia Moscú, era hora de volver a encantar mis ojos con los movimientos y hablares entonados de aquellos hombres y mujeres que representaban escenas tan meticulosas en un escenario mientras son apreciados por cientos de curiosos ojos dispuestos a reírse o aplaudirles, todo sujeto a un fino hilo que era su brillante o mediocre actuación, me giré a ver al hombre con mis facciones como roca , no era tan ruda con mis empleados pero esta noche la ama castigadora y amargada estaba a flor de piel –Ve a buscar algo en que distraerte y te quiero aquí faltando 15 para las 10 de la noche- puse mi mano en su barbilla para que me viera a los ojos –No se te vaya a ocurrir hacerme esperar porque no me veré tan linda enojada- sonreí cínica, él asintió le di una palmadita en la mejilla y entré con la barbilla en alto moviendo mis caderas con elegancia y sosteniendo mi vestido por los lados para evitar pisotearlo, las luces de los quinqués hacían sombras en las paredes simulando otro mundo lleno de oscuridad y luz que parecía imitar al mundo de los reales, de los mortales e inmortales, alta clase y prole, espectadores entusiasmados por una noche, cada vez que me rozaba alguna bolsa humana de sangre sentía palpitar las encías, los colmillos me ardían, parecía que en cualquier momento me volvería una demente y bañaría aquellas paredes con el liquido vigoroso que les daba vida, pensé –Cálmate, cálmate no podemos dejarnos ver como el demonio en este lugar tan publico- fruncí el ceño y seguí caminando cuando me encontré con uno de los ayudantes del gerente de aquel lugar, el tipo había salido de la ciudad y no me había podido recibir en persona, yo en cambio había cruzado dos que tres palabras con este hombre antes de convertirme en una vampiresa, estaba esperándome con una sonrisa encantadora en el rostro y vestía con un traje pulcro, su olor me seducía las fibras olfatorias desde antes de tenerle cerca para que su calor me impactara la frialdad que emanaba de mi piel, tomó mi mano y besó su dorso con delicadeza –Amelia buenas noches- me miró de pies a cabeza parecía encantado, su corazón también se escuchaba emocionado –Te ves estupendamente hermosa como siempre- sonreí a medias y miré a otro lado, no deseaba verle el rostro porque no tenía ninguna importancia en mí –Buenas noches Auguste- quité mi mano de la suya y discretamente limpié mi dorso con el pulgar de mi dedo –Oh gracias pero sabes que no me gustan los halagos- hice una mueca despectiva, él asintió con respeto –Discúlpame no fue mi intención incomodarte-  le miré fijo a los ojos con una sonrisa arrogante a medias –No me incomodas de ninguna forma Auguste- susurré en su oído y le guiñe el ojo, miré el bajar de su manzana de Adán al tragar y su latido se aceleró evidentemente para mis oídos agudizados, era tan satisfactorio sentir a los demás nerviosos por mi presencia que hacía que mi orgullo subiera unos cuantos peldaños, rápidamente jaló del nudo de su corbata como aflojándola ¡Pequeña liebre asustadiza! Miré la ingurgitación de su yugular y saboreé mis labios –Creo que no podre ver la obra desde aquí Auguste y ya me cansé de ver tanta…- miré a mi alrededor alzando una ceja –multitud- solté con desdén queriendo musitar otra palabra más cruel, él me extendió el brazo para guiarme adentro –Tu palco ya está preparado Amelia acompáñame- miré su brazo y negué extendiendo la mano para que avanzara –Después de ti Dominique- dije divertida y rodé los ojos avanzando sin esperarlo, no necesitaba ir del brazo de nadie, contaba con dos pies y un sentido de espacio y tiempo fuerte, ya conocía la entrada a mi palco, era el mismo palco que le pertenecía a mis padres mientras estaban vivos, cuando me dirigía hacia la entrada privada sentí que alguien piso mi vestido, me detuve en seco con la mirada molesta, por suerte no había escuchado algún sonido de desgarre, fruncí el ceño y miré la tela que componía mi traje, suspirando aliviada porque estaba bien y luego alcé mis ojos hacía el responsable descuidado o descuidada que no se había percatado de donde pisaba, cuando la miré era una joven que ya había visto anteriormente, fruncí el ceño sin quitarle los ojos de encima meditabunda de su rostro, ya la había visto pero ¿Dónde? Pensé –Vamos Amelia donde la has visto niña, ya las has visto eso es un hecho-  suavicé mis facciones porque no parecía haberlo hecho con intención y además que seguía aturdida por la familiaridad de su rostro –Mademoiselle tenga más cuidado la próxima- dije con la barbilla en alto y una voz educada, su cara todavía me parecía conocida pero aún no lograba encajar la pieza al rompecabezas, me mordí el labio y le miré fijo sin parpadear  y finalmente los recuerdos empezaron a crear la escena en mi mente, la había visto en el negocio de mi creador una vez que había hecho una breve visita debido a que iba a regalarle un vino a mis abuelos, ella me iba a atender en un principio pero alguien la llamó teniendo que cederle el puesto a otra mujer –Usted…- mi tono curioso  –Usted trabaja en la vinería Camelia Vinn ¿no es así?- alcé la ceja esperando su respuesta, mirando sus labios por un breve momento, por alguna extraña razón quería saber de ella, mi mal humor estaba siendo menguado de manera repentina, estaba inquieta, quizás era por el hecho que trabajaba en aquel negocio en donde el dueño era el que me había sentenciado a la inmortalidad.
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Mensaje por Elisse di Bella Sáb Jul 05, 2014 12:23 pm

El apartamento en el que me encontraba, mucho más grande del que cabría esperar de él, en el que entre estas paredes lujosas podían albergar más de una familia entre ellas, en ausencia de las visitas de Deiran y aún más contando que les había otorgado ese día de descanso a los sirvientes que me servían y yacían en aquel ahora mi hogar, día y noche sin salir de él, más que para ir al mercado o a hacer sus quehaceres domésticos. Y por esa misma razón y por qué no quería que estuvieran tensos o nerviosos, por eso fue que les dije de darles un día más de descanso, a parte del ya hablado entre todos. Con mi presencia apenas en aquella casa junto a ellos, eran muy pocas las faenas que realizar, más que la cocina y los exteriores de la casa, junto un poco de limpieza. Todo y que no ensuciaba apenas, si algo me decían era que Deiran era perfeccionista y si él lo quería todo limpio, limpio debía de estar. Así que les dejaba, aunque para mi quizás fuera algo excesivo. Deiran no se atrevería a hacerlos fuera de aquella casa, solo por un poco de polvo… ¿verdad? Sonreí y negué, no veía a Deiran de aquella forma, aunque por más que me fijaba, todos sus empleados le trataban con una sumisión completa. Yo también irremediablemente hacia lo mismo, aunque de mi parte podría decirse que simplemente era parte de mi herencia, educación y quizás una extraña obsesión, una debilidad con el joven Chassier, que aún no lograba entender y que me había hecho aceptar un puesto importante en su empresa. Por una parte había sido por mi familia, por el peso que aquella decisión de aceptarla podría cambiar mi vida y la de ellos, la gran oportunidad que tenía como aprendiz del empresario de los vinos más selectos y caros del mercado…Tecnología avanzada, nuevos modelos de hacer los vinos, sabores diferentes, secretos y pequeños trucos que diferenciaban a los menos hábiles con los más hábiles en el mundo de la vinicultura. Y por otro lado, por más que me negara a ello, por los sentimientos que sentía hacia él, una extraña fascinación que ni aún en su presencia parecía tener fin. El misterio siempre me había atraído, pero no había sido hasta ahora en que de verdad lo sentía tirar de mi con una fuerza irrompible; tanto como mi terca voluntad, jamás antes superada por ninguna causa.

Suspiré y quitándome de él de mis pensamientos, volví a la tarea de vestirme y arreglarme. Como en Italia no había contado con mucho servicio, siempre me había vestido yo misma y arreglado de igual forma desde bien pequeña, con lo cual me aportaba una gran experiencia en mis jóvenes años de peinados y vestidos que como una segunda piel, se pegan a la figura, al cuerpo. Esta noche saldría al teatro. Llevaba ya dos semanas en Paris y con poco tiempo para mi disfrute personal o recorrer la ciudad por lo menos en aquellas dos semanas, que habían sido completamente usadas para a climatizarme a mi nuevo puesto y trabajo, más conocer la empresa y todos sus recursos, como distribuidores que en ausencia de él, deberé de tratar, finalmente podía tener un poco de paz, de tiempo libre. Y allí me iría; al teatro. Como siempre había hecho con mi familia cada tanto que podíamos escaparnos a la capital italiana. Pronto, en apenas media hora me alisté y salí por la puerta. Para la ocasión me esperaba el cochero listo al que había llamado para que pudiera llevarme al teatro a tiempo. —Buenas noches Lucius. — Le saludé y ya viéndole listo para partir, subí con prisas al carruaje. No tardaron ni dos segundos desde que la puerta se cerró tras de mí y tomara asiento, que los caballos empezaron a moverse, volteando la casa para salir de nuevo de ella y volver a las calles Parisienses, oscuras y alumbradas de la bella ciudad que era Paris.

Ir en carruaje siempre me había agradado, todo y que pudiera gustarme más ir encima de un caballo y bajo mí su pelo, su piel sentirla como antaño se solía montar, sin silla ni cuerdas que obligaran al animal a obedecerte. Antes la vida era más rica en retos, en buscar tus propias comodidades, mientras que ahora la gente privilegiada contaba con tantos sirvientes como egos. En ocasiones en que el carruaje se movía a causa de una piedra en el camino o algún obstáculo que hiciera tambalearse de forma muy leve, el vestido vaporoso que llevaba, se removía arrugándoseme. Maldije y con las manos intenté borrar toda huella de aquellas imperfecciones en la tela. No deseaba verme mal en mi primera visita en sociedad al teatro y aún menos con aquel vestido azul celeste que tanto me había costado, junto con las telas que lucía aquella noche. Tras reponerme, fijé mi vista por la ventanilla, entreviendo en la oscuridad de la noche como cada vez me encontraba más cerca del centro de Paris y de su famoso teatro, llegando a él en cuestión de unos pocos minutos más. Al detenerse el carruaje ante el teatro, suspiré y a la espera de que me abrieran la puerta – la que se abrió tras que el cochero bajara- tomé la mano que me ofrecía y bajé cuidadosa de no ensuciarme o tropezar. — Gracias Lucius. —le agradecí con una sonrisa— ¿Podríais quedaros para cuando la obra de a su fin?— Le pregunté aún sin saber muy bien cómo funcionaba todo aquello de los choferes. Jamás había tenido uno para mi sola. El joven me miró y asintió. — Aquí os estaremos esperando señorita Elisse. — Asentí en una última sonrisa y viendo en frente la entrada del gran lugar, dirigí allí mis pasos, siendo estos detenidos por los guardias. Al principio me quedé parada sin saber qué hacer, hasta que al ver a una pareja que a mi lado pasaban tras enseñar sus entradas, con una sonrisa le entregué la entrada e igual que aquellos antes de mí, me abrieron las puertas y entré.

Las luces del lujoso lugar fue lo primero que vino hacia mí. Entrecerré los ojos hasta acostumbrarme a la luz del teatro y observando un gran reloj que se encontraba en uno de los laterales, con sorpresa me encontré que apenas quedaban menos de diez minutos para que la obra empezara y aún debía de encontrar el asiento. Saludando con la cabeza respetuosamente en el vestíbulo a la gente que me pasaba por los lados, rápidamente fui directa hacia las escaleras y subir en busca de mi asiento. Distraída me paseaba por los pasillos en busca del número de mi butaca o de que alguien me ayudara a encontrar mi palco, ya que el francés aún no se me daba del todo bien, al menos no, la parte escrita y aún no lograba ubicarme bien. Lo mío era el italiano y el español. Suspiré y sin darme cuenta fue allí donde me crucé con una dama de alta clase. Pasé demasiado cerca de ella y con mala suerte pisé su vestido, lo que enseguida me hizo detenerme y observarla con preocupación. Sabía lo molesto que resultaba y el enojo cuando alguien ajeno a ti pisaba tu vestido y sin querer te lo rompía, por lo que cuando la voz de la joven rompió el silencio entre ambas, con todo el respeto y educación incliné suavemente mi cabeza, en apenas un ligero gesto y la miré. —Lo siento Madeimoselle, mea culpa, los nervios y las prisas hacen a la más atenta joven a una todo lo contrario. Perdóneme… ¿Se encuentra bien? — Me preocupé tanto por ella como del vestido. No quería tener en mi primer día de salida nocturna problemas, ¿Qué pensaría entonces Deiran de mí? Me mordí el labio y asentí nuevamente a sus palabras. —Tendré más cuidado, os doy mi palabra. No volverá a ocurrir un accidente así. No era mi intención molestarla, mucho menos rasgaros el vestido.—le contesté suavemente esperando obtener su perdón. Viéndola unos instantes más, finalmente ante su silencio decidí que debería de seguir buscando mi palco, cuando su voz me hizo voltearme de nuevo a ella, cuando apenas le había dado la espalda y caminado un paso lejos de ella.

— ¿Disculpe?— Pregunté al girarme, viéndola extrañada, mostrando una suave sonrisa al oír su pregunta. —Si madeimoselle. Soy nueva allí, así que me extraña que me reconozcan en apenas dos semanas de haber llegado a la ciudad. No me habría esperado ser reconocida a día de hoy. —Comenté riendo suavemente—Elisse di Bella, mucho gusto. —dije acercándome mientras intentaba acordarme de quien podría ser—Y usted ¿Nos habíamos visto antes?— Tal cual mis palabras abandonaron mis labios, sentí que se formaba una imagen en mi cabeza, revelando así el misterio de donde la había visto. — Creo haberla visto algún día en la vinería, y os atendió otra chica si no mal recuerdo. — Claro que me acordaba, y a la perfección. Aquel día había tenido que ir a unos encargos urgentes, y había dejado a Matilda al cargo de la siguiente clienta; ella. —Espero que os atendiera correctamente aquella noche, mi compañera. Me disgustaría pensar que salió de nuestra vinería con una mala imagen de ella. ¿Encontró lo que buscaba? —Pregunté con cierta curiosidad. Todo elogio o detalle negativo del negocio debía ser tomado en cuenta y algo me decía que aquella joven que no dejaba de mirarme, tendría mucho que decirme. A caso, habría encontrado alguien tan observadora cómo yo?
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Mensaje por Leer Kruspe Dom Jul 20, 2014 1:23 am

Vivir no es sólo existir,
sino existir y crear,
saber gozar y sufrir
y no dormir sin soñar.
Descansar, es empezar a morir.

Gregorio Marañón
 
Entrecerré los ojos viéndole atenta, demasiado curiosa de su presencia ahí, de alguna forma esa dulzura que mostraba me hacía gracia, no en forma burlona, simplemente creo que causaba algo de humor en mi ser debido a que yo era todo lo contrario, no gustaba de ser dulce ni amable, pero de vez en cuando podía hacer una excepción y comportarme como una dama demasiado femenina y desvalida –No se preocupe mademoiselle, yo estoy bien- alcé la ceja y bajé mis ojos a mi vestido –Y creo que lo que más importa esta noche también lo está- fruncí el ceño un poco volviendo a tener contacto con sus ojos, no me importaba el vestido pero le quería dejar en claro que debía ser más precavida con los demás, aunque no tuviera alguna culpa en aquel incidente, sutilmente recorrí su atuendo sin ningún objetivo en especifico y torcí los labios –¿Nervios? - su acento me decía que no era de París, parecía tener ese endulzante acento que poseían los italiano, tan melodioso que seducía hasta el más frívolo bufón –Ya veo el porqué de los nervios- alcé ambas cejas sin bajarle la mirada –No debe sentirlos mademoiselle, París no es tan peligroso si sabe acompañarse de la personas correctas, claro hay sus excepciones y a veces la mala suerte toma de improviso a todo aquel descuidado- sonreí un poco con cierto aire de altivez, esas palabras estaban dirigidas a mi entera presencia, aquella joven olía tan bien que la boca se me hacía agua, era tan dulce y destellaba colores suaves alrededor de su delgado cuerpo, parecía manjar de dioses, cerré los ojos brevemente porque estaba claro que todo aquello que sentía era mi demonio saliéndose de mi control para hacer de sus fechorías con quien menos se lo esperaba –Bueno, tengo una memoria muy buena con los rostros mademoiselle- humecte mis labios succionándolos un poco –Amélia Lincoln, el placer es mío- extendí mi mano para estrecharla con la de ella si n perderme de sus gestos en ningún momento –Ya ve, tal vez por el hecho que trabaja en ese negocio que es de lo más reconocidos también ha sido de ayuda para que su rostro no se borré de mi mente- sonreí de lado sabiendo que no era debido al prestigio del negocio que la recordaba, todo iba dirigido al dueño de aquella vinería, al ser con el que convivía con el que compartía sangre e inmortalidad.

Alcé la barbilla viéndole totalmente seria –Por favor, no me trate de usted, siéntase en la libertad de tutearme, las formalidades no son lo mío y espero disculpe mi atrevimiento de tutearla de igual forma- sonreí con algo de dulzura, una sonrisa fingida de las que usaba cuando quería lograr o alcanzar algo –Si Elisse, ya nos habíamos visto- no dije nada más para que ella misma se acordase de mi rostro, midiendo su memoria en cuanto a los clientes que iban a Camelia Vinn, asentí con una sonrisa orgullosa cuando recordó a la perfección donde nos habíamos encontrado -¡Vaya! Al parecer no soy la única que es buena recordando rostro, has acertado Elisse, ahí nos vimos- me metí un mechón de cabello por detrás de la oreja para restar un poco de la altanería provocada por el mal humor de origen desconocido que poco a poco se apaciguaba ante la presencia de ella –Y si me atendió una colega tuya- negué de manera atenta –No, no te preocupes, ella supo atenderme de la mejor manera, no tengo ninguna queja al respecto- junté mis manos contra la falda de mi vestido, como lo haría una dama sumisa y amable –Lo encontré, realmente me llevé una grata imagen del negocio,  unos amigos de la ciudad donde residía anteriormente me lo habían recomendado y creo que todo fue certero, su producto es de lo mejor- por dentro estaba burlándome de todo lo que decía porque yo ya sabía muy bien la calidad de los vinos, no me gustaba la bebida pero después de todo en la mansión en la que vivía había cantidades suficientes para conocer muy bien cuál era la calidad de tal bebida, el creador no solo de mi existencia si no también del centro de la conversación.

Miré por encima de mi hombro a Auguste que estaba parado totalmente erguido a un lado de la puerta hacia mi palco privado –Oye, te sonara algo descuidado lo que voy a proponerte pero yo recién vengo llegando a París, no hará unas tres semanas y no tengo muchos conocidos- suspiré fingiendo nostalgia –Y mi palco es bastante grande, no me gustaría esta noche mirar la obra sola- doblé la boca de lado –Y si no es mucha molestia, te quisiera pedir que me acompañaras adentro, sé que apenas hemos cruzado algunas palabras pero me gustaría invertir en un negocio de vinería y se nota que tú sabes mucho acerca del tema, me gustaría charlar contigo sobre eso- suavicé más mis facciones –Claro, todo si tú lo deseas , no tengo ninguna segunda intención con esto ¡eh! - dije entre risas, las cuales ya eran verdaderas, gestos propios de Leer Kruspe, suspiré para hacer desaparecer la risa de mis labios -¿Y bien, qué dices? ¿Me acompañas? - alcé una ceja con una sonrisa amable en mis labios deslizando mis ojos en ocasiones a su cuello y el dulce resonar de la bomba torácica que se plasmaba en mis oídos, todo el aire parecía estar lleno con su aroma dulce, ninguno de los presentes en el lugar tenía embriagada a mis fibras olfatorias como la tan sola presencia de ella, no la quería como mi presa… al menos no por el momento.
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