Crepusculum Delirium

El ¨normalizado¨ Sr. van Kämpfer. Un auténtico don nadie.

Se podría decir que su vida, la cual jamás fue una flor de oro, pudo haber marcado fuertemente su caracterización como un sujeto evasivo socialmente, despersonalizado y de bajo perfil. Tan ausente y poco importante que siempre pasó desapercibido para el ojo humano.

¿Qué importaba si su creativa y brillante mente lograba crear algo maravilloso? ¿A quién le importaba? A nadie. Ni siquiera la misma nada se tomaría las molestias de dar un vistazo a éste ser tan apagado y apocado por sí mismo.

Si era ignorado era porque no era nadie importante y, al mismo tiempo, porque él mismo nunca busco ser alguien que llamase la atención. Un tipito callado y sin muchas opiniones que aportar. Muy observador y asertivo pero jamás con el valor o la habilidad social para intentar ser partícipe de una conversación social. Al Sr. van Kämpfer se le suele ver todo el tiempo en el último rincón de la biblioteca, en la oscuridad de una taberna bebiendo alcohol barato o escabulléndose por las calles para evitar el contacto visual.

Y sólo cuando logra entablar conversación se le aprecia como un tipo tímido de sonrisa torpe y mirada evasiva, pero cuyo contenido de conversación, tan poética y sensible, tan exacta e intelectual, llega a absorber al emisor por completo. Lamentablemente cuando la otra persona logra ser captada por él, el Sr. van Kämpfer siempre se escusa diciendo que debe irse porque se le hace tarde. O algún otro motivo falso sólo para escapar.

De aquellos que pueden morir de amor. Un amor obsesivo, asfixiante y demente.

Lo cierto es que el Sr. van Kämpfer tiene un gran corazón con el que puede amar profundamente a otro ser humano. Con el que puede admirar las maravillas de la naturaleza y del cual se puede valer para hacer el bien de la manera más poco convencional y distorsionada de todas. Pero el bien, a fin de cuentas.

Los fantasmas del lunático van Kämpfer

“Soñé que era de noche… La noche era muy oscura. Tan negra y oscura. Estaba sólo en un ambiente despoblado y silencioso. Y la noche carecía de estrellas y luna.”

La mengua de la conciencia experimentada como un estado en el que él constantemente tiene la impresión de su vida anímica como si no fuera propia sin ser ajena, impresión negativa, de vacío. ¿Quién es? ¿Para dónde va? ¿Para qué existe? ¿Por qué no muere?

"Y entonces contemplé algo hermoso. Hermoso, oh, hermoso y fascinante. Mi propia muerte. Hermosa muerte en vida."

Y los fantasmas que eternamente se vuelven su tormento y condena. Delirios y alucinaciones falsas que lo perseguirán hasta la tumba. Imágenes que no son ciertas y que juegan con su desfragmentada mente para atormentarlo hasta el último respiro de su vida.

El Sr. van Kämpfer está sumido en una lamentable y perpetua lucha entre lo real y la fantasía. ¿Cuándo está viviendo el presente en el mundo real? ¿Cuándo está dentro de su propia paranoia donde la percepción presenta un alterado juicio de la realidad?
Constantemente ve  cosas que nadie más ve. No son fantasmas ni mucho menos algún hechizo de una bruja o brujo mal intencionados. Son, simplemente, productos de su propia mente enferma.
El pobre presenta una alteración en el criterio de la realidad, alejándose de lo convencional al no percibir estímulos como la mayoría de sus pares. Por lo general la calidad de su procesamiento es muy buena y, probablemente, es además un sujeto bastante complejo e intelectual, pero a veces la calidad del procesamiento se torna defectuosa, resultando formas de procesamiento más inmaduras y/o alteradas psicológicamente.  

Si algo comparte de los genomas de su gemelo es la marcada obsesión por algo o alguien. van Kämpfer está constantemente proclive a mezclar el pensamiento con las emociones, pero habrá ocasiones en las cuales dejará los sentimientos de lado, optando por un enfoque ideacional que contemple de manera cuidadosa distintas opciones. Su mediación psicológica la cual es interrumpida por una alteración afectiva relacionada con la rabia (Por su total eclipse), la confusión y el negativismo existencial. Algún tipo de pensamiento extraño está contribuyendo a distorsionar la realidad. Tiene una actitud de sospecha hacia el entorno, por tanto es muy cauteloso, vulnerable a conductas impulsivas con respecto a sus emociones y elementos persecutorios paranoides. Pero, de todos modos, es un sujeto sumiso al castigo debido a la costumbre de los malos tratos y golpes.
Todo se lo guarda, aguanta todo y no se da lugar a quejas. Por eso mismo vive experimentando un estado de sobrecarga debido a una confusión emocional pre-existente causada por estrés mismo de mantenerse ¨Dentro de la línea¨


Es un sujeto plenamente creativo y sensible con su entorno. Lo que lo lleva a conectarse limpiamente con su lado artístico ya sea pintando interesantes trazos o escribiendo intensas poesías. Hay veces que las ideas se descontrolan en su interior y pierde los estribos volviéndose un poco agresivo.

Masoquista. Algo que irónicamente no puede estirar de su estructura de personalidad. Constantemente buscando lo que más le hace daño.

Alucinaciones, delirios, estados de amnesia donde no recuerda lo hecho por él mismo.
Represión, castigo, represión y más represión y castigo. ¿Qué pasa cuando estalla?

Opta por esconderse en la piel de alguna de sus creaciones. Personalidades más gratas que la real propia.

A veces como un exitoso abogado. Otras como el erudito universitario con mucha filosofía y revolución en sus venas, otra como el amable campesino filántropo que ayuda a todos, unas  como un joven víctima de la bohemia...

La más agresiva y descontrolada es cuando su lado impulsivo e insensible toma control de sí mismo. Ésta nace de sus frustraciones, de sus desamores y exceso de represión.

Nació en Leipzig, Alemania, hace veintidós primaveras atrás. Sólo fragmentos y ápices nublosos vienen a su mente cuando intenta recordar algo de su vida pero al final no logra conseguir un recuerdo claro y nítido. Por tanto, sus primeros años de vida parecen haber sido borrados completamente de su memoria.

Recuerda ver como el agua del mar mojaban sus empobrecidos zapatos cuando la marea subía y en su celda el agua entraba enfriándole hasta la médula en aquellas largas noches de angustia. Sólo la luna lo acompañaba en esa horrible soledad. Luna que se volvió simbólicamente en su única compañera, confesora y luz de vida.
Vivió encerrado en ese calabozo oculto en un peñasco de roca que daba a un olvidado mar. Condenado de por vida al castigo que él mismo jamás conoció su origen. Las ratas y cucarachas entraban a la cueva donde se encontraba la celda marina para rastrojear en el interior de aquel lugar lo que nada podrían encontrar: calidez.

¿Por qué estaba allí? ¿Qué mal había hecho para estar condenado al encierro por siempre?

Sólo sabía una cosa. Existía alguien igual a él en este mundo y ése alguien era más que él al mismo tiempo. Un idéntico suyo, sus mismos ojos, su mismo color de cabello, su mismo porte –Aunque el del otro significativamente más recto- y sus mismos rasgos faciales. Pero ese alguien tenía una mirada aterradora en sus ojos, un frío que le hacía sentir completamente mal.
Le sabía idéntico porque las veces que se formaba un charco de agua en el interior de la celda veía su propio rostro, igual al del otro, pero con diferencias pocas. Él tenía el cabello largo y sucio, su otro un corte perfecto y el cabello limpiamente peinado, él tenía el rostro sucio mientras que su otro impecablemente terso.

La soledad era lo peor, sobre todo cuando las voces le susurraban cosas horribles, muchas veces sugiriéndole que se matase. Jamás hubo un alguien que le acobijara entre sus brazos susurrándole palabras de cariño y asegurándole que todo estaría bien, que él era alguien importante en la vida.

Sólo un viejo anciano, curco y casi completamente ciego llegaba una vez al día a aquel lugar para darle algo de comida. Ése anciano, por algún motivo, jamás le dirigió la palabra ni la mirada. Había días que el viejo no llegaba y debía sobrevivir al hambre… Incluso si debía comerse una rata para ello.
Lo más asfixiante, más allá de las voces violentas y agresivas, más allá de tener que comerse un animal crudo, eran sus delirios con personas violentas que venían a torturarle cada noche.

A veces gritaba fuerte, tan fuerte para que alguien lo escuchara pero jamás un oído fue capaz de oírle. Nadie fue tan siquiera a socorrerle.

Y pasaron los años, y la luna era la única gentil presencia que se atrevía a acompañarle y consolarle.  

En una noche de luna llena escuchó un canto majestuosamente celestial. Como si un bello ángel le bendijera con su dulce voz. El canto, triste y melancólicamente femenino, venía de algún lugar de afuera y, por el eco y paredes rocosas, retumbaba en el interior de la cueva opresora. ¿Era un ángel o una sirena?

Su voz era perfecta. Era maravillosamente perfecta. En ese momento se sintió prendado de aquella persona aunque ni siquiera le conociese. Y sabía que no era digno de oírla pero cada noche le esperaba ansioso. Cuando existían noches en que esa persona no cantaba él pensaba que había enfermado y, como si realmente sirviera de algo, rezaba por ella, por su bienestar y recuperación.

En su imaginación pensó que quizá era una sirena enamorada de algún marinero pero al poner atención, sus cantos apuntaban más a la desolación que a un amor no correspondido. Tal vez aquella sirena había perdido su rumbo de vida… Tal y como él.

A veces el viejo ciego le lanzaba libros al interior de la celda apiadándose del eterno hastío que el moribundo, infame e infortunado preso debía vivir cotidianamente. Él los leía hasta terminarlos, algunos libros eran totalmente interesantes y otros no tanto pero siempre los leía hasta el final sagradamente. ¿Cómo sabía leer? No recordaba que alguien le hubiese enseñado pero podía hacerlo. Tal vez en algún momento de su olvidada infancia alguien se había dado el tiempo de hacerlo.

En una noche la marea subió tanto que inundó parcialmente el interior de la celda. Él casi no tuvo posibilidades de sobrevivir pero aquella larga noche de lucha al final logró resistir la invasión del mar. En la madrugada terminó todo, a eso de las cinco de la noche, y exhausto de tanta lucha, se lanzó a dormir sobre la arena mojada. Tan inerte que parecía un muerto.

Fue el agua quien le despertó nuevamente. Se sobresaltó pensando que era una nueva inundación pero para su alivio no era eso. Cuando su vista dejo de ser como un nublado atardecer lo vio en frente suyo al otro lado de los barrotes mirándole con aquella frialdad que parecía llevarlo a la misma Antártida.

“¿Tú nunca mueres?”

Le pronunció, sonriéndole de medio con una marcada malignidad en sus facciones. Era él, su idéntico… Su hermano gemelo.

Kellen no comprendía como su idéntico podía ser una persona de aires tan crueles, a veces pensaba el cómo podían ser tan distintos y otras veces, las más aterradoras, se preguntaba si ese otro idéntico era real o era otra de sus alucinaciones. ¿Y si era su cara más oscura? Eso le perturbaba.

Pocas veces él le hacía una visita y siempre parecía venir con un único propósito: El ver si estaba muerto. Y, como eso no pasaba, se marchaba defraudado. Pero en esa ocasión venía acompañado por dos sujetos que parecían un par de verdugos. Su idéntico introdujo la llave en el cerrojo de la jaula y le dijo que saliera. Kellen pensó que esa puerta simplemente fue creada sin una llave para abrirla pero el otro siempre la tuvo en su poder.

Y así el infame y desdichado salió de la jaula. Caminó con pasos recelosos y cortos, lento y sospechando de todo su alrededor. A cada paso se enteraba que no había ninguna otra persona encerrada con él ¿Entonces los cantos eran un invento? ¿Y los otros locos que lo golpeaban y humillaban? ¿Todo era producto de su imaginación?
El sol fue cruel al darle la bienvenida, sus ojos se sintieron realmente lastimados al sentir el cálido y claro tacto del astro más grande de todos. Por primera vez podía ver lo que estaba más allá de su celda, por primera ver apreciaba al mar como algo hermoso y no un violento castigador.
Escuchó un llévenselo y luego todo se puso oscuro otra vez cuando uno de los escoltas de su idéntico le puso un saco en la cabeza. Lo hicieron caminar hacia arriba y por la falta de visión se tropezó unas cuantas veces las cuales los otros lo arrastraban por las piedras puntudas. Al final le hicieron subir en algo y el camino fue movido. Cuando le sacaron el saco se vio dentro de un lugar muy claro donde todos vestían de blanco prácticamente.  
Escuchó a su idéntico decirle a uno de los hombres de blanco que se encargaran de él y rápidamente lo llevaron a un cuarto aislado y forrado de colchones.  

De esta manera abandonó la cárcel marina por una aún peor: El manicomio. Allí los fantasmas y delirios se volvieron realidad, aquellos espectros tenebrosos productos de su imaginación que lo golpeaban en la celda del mar se volvieron realidad en las pieles de esos enfermeros y médicos que procedían a castigarle cuando su conducta no era la esperada. Le daban baños de agua congelada para calmarlo, hundían su cabeza en la tina para demostrar que ellos estaban por sobre él. Cuando se volvía violento e intentaba arrancar de ellos le aplicaban terapias de electroshock que le dejaban inconsciente. Lo mismo con los asquerosos medicamentos que le daban los cuales le causaban un estado de catalepsia. Y su mente, su traicionera mente, se nublaba por completo y se volvía un vegetal. Aun así, no había paz.
Los gritos de los locos no lo dejaban dormir por la noche, por el día los mismos locos no le dejaban en paz. Vio cosas horribles en ese lugar, experimentos inhumanos aplicados a los dementes quienes no podía apelar a una defensa fuera de esos muros, violaciones de parte del personal médico a los mismos lunáticos, palizas sin fundamentos hacia los enfermos, algunos locos agresivos sintiéndose los manda más y sometiendo a otros locos a sus propias locuras. Algunos se tocaban sin pudor delante de quien sea, otros se arrancaban la carne de los labios y demás piel facial alegando ser caníbales o seres de otro mundo, otros eran aún más asquerosos y esparcían sus propias defecaciones por las paredes.

Lo único bueno era la biblioteca, y nada más. Oh, sí, y la visita de la señora Hegelmeister quien venía a ver a su hijo interno pero como éste siempre estaba indispuesto se quedaba charlando con Kellen en remplazo.

Y lo que más extrañaba eran los cantos de aquella sirena tan melancólica y solitaria como él.

Los abusos causaron consecuencias y llegó el momento en que los locos internos se amotinaron tomándose el poder del manicomio. Asesinaron a doctores, enfermeros y guardias y se hicieron dueño del lugar. Por muchos días los policías estuvieron afuera del manicomio intentando calmar el caos pero cada vez que intentaban entrar uno de los locos mataba a algún enfermero, doctor o demás personal a los cuales mantenían como rehén.
Fue esa instancia la que aprovechó Kellen para huir del lugar escapando por los conductos internos del manicomio y saliendo, por fin, en libertad hacia el exterior.

Así vivió unos cuantos días en Alemania pero su paranoia le apuntaba a que lo reconocerían y lo encerrarían nuevamente por lo que se infiltró en un tren del cual no conocía su destino. Cuando llegó a la estación vio que estaba en París. Leyó tanto sobre París en todos esos libros, el país de la revolución y la libertad ¿Sería realmente así?

El idioma tenía un acento asquerosamente odioso pero no le tomó mucho tiempo acostumbrarse a él. Pasó el tiempo y pudo adaptarse a la sociedad contemporánea francesa si bien las recaídas psicóticas persistían. Un comienzo duro que le impuso la represión como escudo para no poner de manifiesto su anormal conducta que lo llevasen a ser encerrado nuevamente.

En la actualidad toma uno que otro trabajo de medio tiempo y se desarrolla con normalidad. Se dedica al arte y la escritura si bien esto no le da un sustento económico estable. Mantiene su nombre pero no su apellido pues nunca lo supo y nunca tuvo interés en saberlo.


ஐ No sabe si tiene una familia. Sólo sabe de la existencia de un hermano gemelo.
ஐ Adoptó el apellido van Kämpfer como propio al leerlo en una carta extraviada en la calle