Delirium || Lorraine Von Fanel

por **Lumier Cavelliet** Miér Jun 03, 2015 8:04 pm

En las noches de lunas rojas, los demonios danzan
Esperando tener un cazar una inocente alma.
Los monstruos buscan el vals
Que acabe con su agonía inmortal

Entre el cielo despejado no hay lugar que se pueda ocultar nada incluso en noches como estas las estrellas prefieren ocultarse lejos de la vista de las bestias y demonios que habitan entre las pobres almas que viven y respiran, pobres condenados que solo son vistos como simple ganado del cual alimentarse sin siquiera preguntarles si anhelan el beso de la muerte, esos pensamientos cruzan la mente de aquella mujer que tras los vidrios de su carruaje admira a los simples mortales que ignoran su presencia, que desconocen la mayoría de ellos lo que oculta en las sombras en cada esquina.

El carruaje oscuro en su tonalidad como el alma perdida de su dueña avanza, el jinete que conduce aquel par de corceles blancos los guía hasta la entrada al cementerio, el silencio es absoluto que hasta el más mínimo pensamiento se puede oír a millas de ahí, la mujer baja con parsimoniosa calma su empleado no se atreve a mirar a los ojos de ella no por respeto si no por miedo a perder el alma en manos de aquella de la que no se presume el estado de ánimo o de su temperamento, el vestido negro se arrastra por la tierra seca , el rostro pálido no se puede visualizar una malla negra lo cubre, solo se puede ver unos labios rojos que apenas se mueven en una palabra de agradecimiento al anciano que la aguarda y entrega un bucket de rosas negras.

Sus pasos se alejan de su carruaje hasta el centro del cementerio, al llegar hasta una de las lápidas donde deja una de las rosas que llevaba, sonríe cargando el resto de flores entre sus manos como si se tratará de un niño, en aquella lápida cubierta de moho y hierbas una leyenda que reza

“El camino al infierno está lleno de halagos pero el camino a la gloria está en la soledad”

Y más abajo el nombre de un hombre, un simple mortal al que la mujer si pudiera lloraría pero no puede, y ahora tiene que huir pues su tiempo se ha agotado dentro de todo porque al que más huye se ha acercado demasiado a ella por lo tanto tiene que recurrir a otro lugar y su destino luego de esta noche será Italia, pero por ahora tendrá una noche en Rusia, una noche como se manda con el apetito despierto y su deseo impoluto de matar sin piedad, sin importarle quien sea alimento o diversión

por **Hela Von Fanel** Sáb Jun 06, 2015 12:59 pm

-La humanidad merece la extinción.

El mundo se había resumido a una miserable partícula de polvo en el viento; flotando ignorante y descarriada por el espacio tiempo. No había nada en él que pudiese gritar cuánto valía en realidad o lo mucho que podía ofrecer. Pero para que un simple y vaga corpúsculo se haga valer, habría que empujarlo a ese destello de luz y contraponerlo. ¿Qué se necesita para que eso suceda? A veces, sólo un simple respiro, o tal vez, una simple jugada.

La dama de cabellera azabache y mirada esmeralda, había realizado el primer movimiento en una partida que claramente podría no ganar, lo cual le tenía sin cuidado, pues a veces, se disfruta más del enfrentamiento que de la misma victoria. Uno a uno sus pasos a toda prisa, la condujeron por calles desconocidas, a un punto olvidado de su pasado. ¿Hace cuánto no transitaba aquellas tierras? Había sido desterrada por el mismo hombre que le había invitado a su hogar y que se postraba ante ella como un pudiente anfitrión. La desesperación e intriga, deben más fuertes que la aberración que él siente por la condesa. No era necesario cruzar más de tres o cuatro palabras, una única mirada bastaría para que ambos se entendiesen a la perfección. Después de todo, son ramas del mismo árbol, intentando apoderarse de las raíces.

-A mí no me interesa vuestra familia Lèveque; sabéis perfectamente cuál es mi posición en todo esto. Ellos atacan y yo respondo- Sus palabras habían sido concretas, no pretendían ser una amenaza, tampoco una clara advertencia de lo que podría suceder, aquellas frases ya eran hechos. Con la mirada fija en los ojos ambarinos del hombre, dispuso una sonrisa amarga en sus labios. El sujeto ante ella, simplemente se reclinó en la silla, negó con un gesto de la muñeca y, sin decirlo, le había declarado la guerra a la Condesa de Inglaterra. Situación que, de no ser porqué ella así lo precisaba, sonaría bastante aterradora.

Levantándose de la silla con un movimiento brusco, salió de la habitación lo más rápido posible. Cuanto más tiempo estuviese atrapada en medio de esas cuatro paredes, era mayor la posibilidad para que su hermano entrase en su cabeza y descubriese la treta que le estaba jugando. Afuera, la noche no parecía ser más oscura que en las viejas y ya conocidas calles parisinas, pero antes de volver a su hogar o si quiera planificar la llegada a Londres, necesitaba hacer una escala más.

El cementerio podría no ser el más hermoso, podría quizá estar reducido a ruinas y continuaría siendo el lugar más factible para esconder un cadáver, o tal vez, a un no vivo. Ciertamente, los planes de la dama no resultaron como lo esperaba, pues al llegar al sitio, no fue precisamente un cadáver quien la recibió, y tampoco se trataba del monstruo que esperaba encontrar ahí. La ira viste su rostro. –No sé si el tiempo os ha desfavorecido o no sois quien responde al nombre de Arsenics- Lorraine no intentaba ofender a nadie, es sólo que las melenas rubias no son de su mayor agrado, por otro lado, la mujer de la que hablaba, era bastante similar a sí misma, también se consideraba una diosa, tal vez si lo era… -Lo supuse, disculpad las molestias Madame. Si os encuentra con un ánima errante, haced el favor y decidle que le espero en la cuna de Morfeo- La interrupción había sido abrupta pero bastante gentil, al menos Lorraine así lo consideró, dado el hecho, de que iba convertida en una fiera. Al ver el gesto de las rosas en las manos de la desconocida sonrió burlesca. El acto que había presenciado resultaba una ironía ante sus ojos.

por **Lumier Cavelliet** Sáb Jun 27, 2015 11:24 pm

En un punto lejano, te encontré
llorando como una niña sin alma, pude ver
que tus ojos vacíos estaban, y las lágrimas
eran gotas negras mezcladas con la sangre, y tus ojos
ya no estaban en su lugar, solo el vacío quedaba.

El brioso viento se agitaba buscando arrebatar aquella impoluta imagen de la mujer cuyos ojos se cerraban dando paso al deleite de la muerte, el aroma de la putrefacción de años que se mezcla con la suave fragancia de la mortem reciente, la sonrisa se dibuja en aquel rostro perfecto donde ni una emoción se refleja. Sus uñas largas y finas alejan las hojas secas para dejar aquel ramo de rosas únicas, como su dueña, se levanta con una persignación única en sí, la señal de la cruz algo que provoca una risita, pero, en medio de aquella ironía del destino y de la cínica presencia de ella en un camposanto una voz rompe el silencio de los rezos silencios.

El pequeño matiz se mezcla con sus pensamientos, una melodía un tanto alta pero contundente. Al principio, los colmillos se muestran tras el esbozo de un suspiro, cuando su dueña se enfila a enfrentar a quien ha irrumpido su burla ante la tumba de la parca que dejó tiempo atrás, pero esos mismos colmillos se retraen restándole la importancia, porque solo es una semejante pero inferior a ella. La deja alejarse lo suficiente como para dejar que el mismo viento sea su aliado, su voz, fría pero con un matiz grave sin vacilación hace acto de presencia de sus pensamientos en respuesta de la intrusión ajena.

–Primero, no soy mensaje vuestra, ni de nadie, si tiene un mensaje que dejar a alguien vaya y búsquele usted misma, o acaso no puede porque no tiene las agallas suficiente– se recarga sobre una de las lápidas con ojos cerrados y aquellos brazos cruzados, claro mensaje de que no quiere dialogar, al menos no tan abiertamente –En segundo lugar, el tiempo le ha desfavorecido a usted más que al resto, pero no se da cuenta su espejo no le deja ver– esboza una pequeña sonrisa junto a un suspiro. Su sed comienza a despertar –y por último, podría haber dejado pasar su intrusión si hubiera mostrado modales, pero no, así que no me trate como si fuera amiga suya, como si fuéramos amantes antiguas o alguna clase de sociedad nos uniera porque sería un grave error de su parte–

La sentencia la evoca con demasiada contundencia, haciendo énfasis en algunas palabras para darle el toque de provocación y reto hacia la mujer además de mostrar la decepción que provoca por tal demostración de ínfulas, al ordenarle. El viento otoñal va cortando las hojas que caen una a una con el suave beso de aquellas brisas, el momento no es el mejor y la misma noche lo sabe por eso agita más con las ráfagas a ambas presencias, los cabellos de la pelinegra agitados llevando el aroma hacia la rubia cuyos cabellos recogidos y peinados completamente hacia atrás, solo el vestido danza como si fuera una baile macabro invitando a otro ser a unirse al despertar de la sed de la bestia.

por **Hela Von Fanel** Lun Jul 06, 2015 11:03 pm

-No importa quién termine; la obra debe concluir.

Vanidad, el pecado más simple, pueril y padecido que existe. No importa la raza, el status social o la edad. Cualquier ser pensante, por el sólo hecho de saberse con existencia crea en su mente aquel vago furor de superioridad; éste pica y se acumula lo suficiente convirtiéndose en ego, una sensación con tal supremacía en si misma que ignora la burla de aquellos que han estado en la cima y han sufrido la caída. Pero al final, es de nueva cuenta, la vanidad lo que les mantiene en pie.

Ávida y sombría de pensamientos robustos, la desdichada y furiosa mujer se detiene en seco al escuchar la cátedra de la dama frente a ella. Había sido ridiculizada tantas veces que aprendió a hacer caso omiso a las palabras proliferadas por un corazón ardido y carente de eso que precisamente grita con tanto desdén, empeñándose por que alguien le haga caso. Von Fanel, sin ningún talento más que el de ser una superviviente, espera a que ella termine. La voz tétrica de su emisora, resuena como el viejo cascabeleo de una serpiente cansada, pero no por ello, menos ponzoñosa. El viento se confunde con el respirar de la muerte, un simple susurro que podría erizar los bellos del maldito demonio si así se fuese preciso. Y, ni siquiera la caída de las hojas en los árboles, pudo amenizar la potente amenaza que había recibido. ¿Quién dijo que una declaración de guerra no podría ser poética? Bajó la mirada. No porque fuese pertinente, no porque aquel par de gélidos orbes le mirasen con repulsión y soberbia, lo había hecho por la misma razón por la cual comenzó la disputa. Decepción.

El suspiro que dejó escapar entre la grieta de sus labios y a través de los afilados colmillos, dejó ver el hastío que le causó la hembra, pudo haber sonreído con imperio, más no fue necesario, pues había quedado más que claro en su receptora que no posee el carácter suficiente como para comprenderlo, o en su defecto, no ha percibido más allá del tiempo que su paso. Al término de aquellas palabras, esperó que ella fuese más amenazadora, más atrevida, más… sólo que fuese más. Sin embargo, tras las palabras dichas, el silencio reinó.

-¿Qué haréis al respecto? ¿Matadme con una larga y prolongada charla sobre el buen comportamiento? ¿Dadme una cátedra de cómo perder el miedo y enfrentad a vuestros enemigos por diestra y siniestra? ¿O es que acaso os pretendéis mostradme lo miserable que es el pasar del tiempo para los desafortunados noctámbulos como yo?- Todas y cada una de las palabras, aunque desprovistas de acentos y dichas mecánicamente, estaban imputadas en pasión. Aspiró profundamente como si el aire le hiciese falta, como si los nervios se apoderasen de ella y no la dejasen respirar. Después cerró los ojos unos breves segundos y bajó el mentón, sólo para recuperar la posición anterior y terminar con su sentencia. –La maldad existe cuando hay alguien más que la percibe, pero sólo se hace real cuando es un tercero quien la teme.- Susurró.

Para desgracia de ambas, en medio de aquel fúnebre sitio, sólo estaban ellas dos.

por **Lumier Cavelliet** Vie Ago 28, 2015 9:50 pm

En la vida todo resulta aburrido, hasta las más simples palabras.

Ráfagas de viento que levantan las hojas del suelo y las que en árbol se aferran para no caer, el frio ser que azota la vida nocturna, pero, para aquellas mujeres que en pie de lucha se mantenían sosteniéndose de vidas que no eran suyas. Aquella mujer miraba con displicencia a la pelinegra que solo hablaba como si fuera una reina; ya había visto aquella posturas, la había tratado en el pasado y aun así siempre le aburrían ese tipo de féminas que creen poder todo pero lo cierto es que al final son cambiadas por otra cara de la moneda.

La triste melodía de las risas de los cadáveres que se podía oír era todo lo que cortaba en aquel silencioso lugar. Camina dándole la espalda pero cuando aquella que le había interrumpido termina su letanía simplemente mira sobre su hombro con desprecio, la observa de pies a cabeza con un pequeño gesto de desaprobación, sus colmillos se muestran aún más fieros que antes, no le importa, no se mide. La sangre seca en la tierra la llama, como al bestia que era, aquellos ojos no irradian absolutamente nada.

–Eso ya lo has hecho tu mismo en tus preguntas, ¿acaso no puedes verlo? Vaya que decepción, en fin, no estoy para enseñar a neófitos como vivir, mejor que se queden aquí entre los muertos, es un lugar bello para gente así– camina dándole completamente la espalda ignorando a la mujer por completo, siguiendo su senda de huesos rotos sin fin. El viento tajante se pasa entre las dos víboras que destilan el veneno lentamente, las últimas palabras arrancaron una sonora risa que se va convirtiendo en una carcajada. Como si fuera de un matiz oscuro, rueda los ojos como si no creyera aquello que ha escuchado –Al parecer algunos no conocen realmente el arte de la guerra, pero en fin no se puede pedir mucho de mentes muertas, más que solo aburrimiento– mira a la mujer con un suspiro de cansancio –Siga por su senda entonces hasta que encuentre a su tercero que pueda constatar aquella maldad que presuntamente mantiene, aunque sea solo en palabras. Espero que encuentre lo que busca, aunque lo dudo gracias a los modales que se carga, pero eso es cosa suya no mía ¿verdad?–

Sentencia finalmente regresando sus ojos pétreos sobre aquella lápida oscura que solo grava los nombres olvidados de quienes reposan hace años ahí, tal como aquellas dos que se encontraban de pie y que ahora se habían declarado una guerra o quizás una simple enemistad eterna. Porque para ambas la eternidad no es más que solo el pestañeo de un segundo.

Lástima que no sea así para sus marchitas almas.

por **Hela Von Fanel** Dom Oct 04, 2015 7:26 pm

-Podrás olvidar la obra, pero nunca la moraleja.

Nada provoca más satisfacción en la condesa, que el toparse con una persona que se contradice, no por vocalizar frases que chocan, si no por evocar erróneamente el raciocinio.
Las conjeturas prematuras, siempre llevan al caos; dicha lección la aprendió un par de siglos atrás, bajo la tutela de un hombre cuya ambición le arrastró al infierno. La misma criatura que hizo de ella, lo que risiblemente es ahora, pero ¿Quién sabe en realidad si no era ese el plan desde el principio?

Era una lástima que las reglas del juego hayan cambiado tan repentinamente, pues de lo contario su compañera no portaría en su pecho aquel órgano que aún la mantenía en pie. Y, aunque sus impulsos amenazaban por controlar el movimiento de su cuerpo, fue su mente quien le protegió del deseo mundano.

-Aún suelo sorprenderme al escuchar la ridícula frase, como una magna y comparativa demostración de inteligencia y superioridad- Su compañera no fue la primera, la única o la última persona a la que le escuchará esconderse detrás de esas sabias palabras. Y sin embargo, aunque le encantaría quedarse a tomar un poco de té, para discutir sobre estrategias y limitantes, no había nada más por hacer en ese sitio. Las personas cuyas mentes se desesperan por un trozo de poder, terminan por ser corrompidas por el patetismo y la ceguera. Ella lo sabía porque ese había sido su papel a desempeñar durante todo este tiempo. Acabada su oportunidad para comportarse pueril e insignificante, se limitó a chasquear la lengua y negar lentamente con la cabeza.

El entorno en medio de las damas, se volvió tétrico y escalofriante, pero al mismo tiempo, sonaba a disparate. Las hojas de los árboles siendo lentamente arrancadas de su origen, nubes siendo arrastradas a lo lejos por la fuerza incomparable del viento en las alturas, el aroma hostil de la tierra humedecida por el rocío, el aleteó de las aves nocturnas y el desgarrador chillido de las cadenas en la puerta del frente. Ellos estaban ahí… Los hombres de Lèveque, le habían encontrado.

Una de las batallas que da inicio a la guerra, estaba a punto de comenzar en medio de ambas. Tan sólo un simple acontecimiento que marcaría la pauta para que el personaje que se esconde tras las intenciones de la condesa, y aquel que no ha sido descubierto en su propio engaño -como la rubia lo había mencionado, eran pocos los que conocían el arte de la guerra, pero aún más pocos quienes lo comprendían y ejecutaban con éxito- saliera desde las sombras.

Las pastosas pisadas de los cazadores se escucharon rodear las criptas, posicionándose en lugares estratégicos, escondiéndose entre los huecos y preparando sus armas. Algunos de ellos apestaban a pólvora, otros más, traían consigo plasmada la fragancia de la sangre putrefacta, tan grotesco era su hedor que las moscas revoloteaban encima de ellos. Y, sólo la mínima parte de ellos, contenía en sus ropajes y piel el inconfundible aroma del agua bendita. Cada quien se protege como puede, pero sin duda alguna, todos ellos estaban preparados para morir si ese era el caso.

La rubia no era el objetivo, ella nunca estuvo en la ecuación y tal vez nunca existió otra persona más que la condesa y aquella horda asesina, sólo había algo concreto, Lorraine la había arrastrado a su infierno.

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