AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Fils, créateur et confiant × Lestat
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Fils, créateur et confiant × Lestat
El aire fresco de aquella noche entraba de lleno por las ventanas de la habitación, las cuales se hallaban abiertas de par en par, permitiendo además que la luz crepuscular acariciara las cortinas. Aquella tranquilidad nocturna parecía inalterable y resultaba cada vez más hechizante conforme el firmamento fuese adoptando tonalidades oscuras. Pronto el silencio sepulcral se vio quebrantado por la sutil melodía de los grillos, marcando de manera inminente el final del día.
Gabrielle se encontraba sentada frente al alféizar, con la mirada fija en el cielo nocturno y a la vez mirando a la nada, inmersa entre tantos pensamientos y recuerdos que giraban en torno a una sola persona. Su melena rubia estaba firmemente sujetada de una trenza, por lo que no le impediría distraerse un poco. ¿No era esa la postura en la que se encontraba esperando a su hijo el día en el que Lestat la convirtió? No lo sabía, no pensaba en ello. Prefería ignorar todo aquello que se relacionara con su vida humana, con su desdichada y asquerosa vida humana.
A juzgar por la hora, la rubia supuso que su hijo continuaría durmiendo y que aparentemente estaba próximo a despertar, pues, si no le fallaba la memoria, él solía levantarse momentos antes del anochecer, cuando el sol hubo abandonado el firmamento, pero no su luz. Giró levemente su rostro hasta encontrar el sitio donde éste debía dormitar, curiosa de saber si había estado en lo correcto.
Gabrielle se encontraba sentada frente al alféizar, con la mirada fija en el cielo nocturno y a la vez mirando a la nada, inmersa entre tantos pensamientos y recuerdos que giraban en torno a una sola persona. Su melena rubia estaba firmemente sujetada de una trenza, por lo que no le impediría distraerse un poco. ¿No era esa la postura en la que se encontraba esperando a su hijo el día en el que Lestat la convirtió? No lo sabía, no pensaba en ello. Prefería ignorar todo aquello que se relacionara con su vida humana, con su desdichada y asquerosa vida humana.
A juzgar por la hora, la rubia supuso que su hijo continuaría durmiendo y que aparentemente estaba próximo a despertar, pues, si no le fallaba la memoria, él solía levantarse momentos antes del anochecer, cuando el sol hubo abandonado el firmamento, pero no su luz. Giró levemente su rostro hasta encontrar el sitio donde éste debía dormitar, curiosa de saber si había estado en lo correcto.
Gabrielle De Lioncourt2- Vampiro Clase Alta
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Re: Fils, créateur et confiant × Lestat
Debió trascurrir una hora desde que desperté en mi ataúd, sabía que la luz azulada del cielo se desvaneció. Escuche el viento en el exterior, el grave y suave rumor de las calles, el piafar de los caballos, el sonido débil y distante del palpitar de un corazón inmortal que conocía perfectamente. Un corazón que por años parecía indiferente y que ahora nada vacila.
A lo lejos, sonó la campana de una iglesia. Entonces, me asaltó la sensación de que el dueño de aquel corazón me esperaba. Permanecí inmóvil, sin dejar de sonreír. Recordé aquella primera noche en que ella al despertar de su sueño, estuvo a punto de hacerme presa del pánico.
Por fin, moví la tapa del ataúd y avance casi sin hacer ruido. Miré directamente hacia la ventana y ahí, delante de mí, la descubrí mirándome.
Después de aproximadamente doscientos años, seguía siendo la misma exploradora intrépida de siempre. ¡Ah! Tenemos tanto de que hablar, tanto que decirnos. Me sentía demasiado emocionado solo de contemplarla.
No está bien que andes asustando a otros inmortales de esta manera – Le dije, sonriendo con dulzura y pequeña malevolencia al repetir las mismas palabras de antaño. Me acercó hacia la ventana, pero me di cuenta de que estaba ruborizándome. – Oh, madre… – susurré avergonzado y en la profundidad de mis pensamientos grite; ¡No me mires así, tú, mi oscuro ángel Gabrielle!
A lo lejos, sonó la campana de una iglesia. Entonces, me asaltó la sensación de que el dueño de aquel corazón me esperaba. Permanecí inmóvil, sin dejar de sonreír. Recordé aquella primera noche en que ella al despertar de su sueño, estuvo a punto de hacerme presa del pánico.
Por fin, moví la tapa del ataúd y avance casi sin hacer ruido. Miré directamente hacia la ventana y ahí, delante de mí, la descubrí mirándome.
Después de aproximadamente doscientos años, seguía siendo la misma exploradora intrépida de siempre. ¡Ah! Tenemos tanto de que hablar, tanto que decirnos. Me sentía demasiado emocionado solo de contemplarla.
No está bien que andes asustando a otros inmortales de esta manera – Le dije, sonriendo con dulzura y pequeña malevolencia al repetir las mismas palabras de antaño. Me acercó hacia la ventana, pero me di cuenta de que estaba ruborizándome. – Oh, madre… – susurré avergonzado y en la profundidad de mis pensamientos grite; ¡No me mires así, tú, mi oscuro ángel Gabrielle!
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: Fils, créateur et confiant × Lestat
Recuerdos. Gabrielle permaneció meditabunda mientras la luz violácea bañaba su blanquecino rostro. Su muerte, sus primeros días en París, todas aquellas memorias la invadían sin tregua alguna, reproduciéndose simultáneamente y produciéndole cierto malestar al prestarles atención. El aire fresco modulaba su respiración y mantenía silenciosa la impetuosa necesidad de beber. Sus ojos, que se habían cerrado momentáneamente, se abrieron, haciéndola emerger del mar de recuerdos para volver a la espera.
Al girarse y buscar con la mirada el sarcófago de Lestat le encontró ya fuera de él, de pie frente a ella con aquella silueta imponente e inmortal. El éxtasis que le provocó verlo se apoderó completamente de ella, que lo contemplaba inexpresiva, luchando contra la imperiosa necesidad de contenerse frente a él. Y su voz… Escucharla una vez más la hizo sentir nuevamente mortal, la hizo sentir como aquella mujer que ansiaba encontrarse con él antes de entregarse a manos de la muerte.
Finalmente se levantó de su asiento y giró con ligereza su grácil cuerpo. Las palabras de su hijo habían extraído una sonrisa, una de esas infantiles y enérgicas sonrisas que únicamente se atrevía a esbozar para él. Y a medida que éste se aproximaba, más fácil le resultaba contemplarle, gracias a la luz mortecina que aún se filtraba por la ventana. Se apresuró a envolverlo con sus brazos con el mismo ímpetu de antaño, con aquella satisfacción que le provocaba el verlo nuevamente.
Al girarse y buscar con la mirada el sarcófago de Lestat le encontró ya fuera de él, de pie frente a ella con aquella silueta imponente e inmortal. El éxtasis que le provocó verlo se apoderó completamente de ella, que lo contemplaba inexpresiva, luchando contra la imperiosa necesidad de contenerse frente a él. Y su voz… Escucharla una vez más la hizo sentir nuevamente mortal, la hizo sentir como aquella mujer que ansiaba encontrarse con él antes de entregarse a manos de la muerte.
Finalmente se levantó de su asiento y giró con ligereza su grácil cuerpo. Las palabras de su hijo habían extraído una sonrisa, una de esas infantiles y enérgicas sonrisas que únicamente se atrevía a esbozar para él. Y a medida que éste se aproximaba, más fácil le resultaba contemplarle, gracias a la luz mortecina que aún se filtraba por la ventana. Se apresuró a envolverlo con sus brazos con el mismo ímpetu de antaño, con aquella satisfacción que le provocaba el verlo nuevamente.
Gabrielle De Lioncourt2- Vampiro Clase Alta
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Re: Fils, créateur et confiant × Lestat
Nuestros corazones se abrieron de par en par. Sentí la firmeza y tenacidad de su abrazo cuando rodeo mi cuerpo, me impregnaba de su fragancia fresca de bosque y mujer, sus dorados cabellos rozaban mi rostro. La imagen de la Piedad de Miguel Ángel vino a mi mente, la escultura de mármol que representa el ideal de belleza y juventud, una madre eternamente joven y bella. – Madre – dije, apartándome apenas para contemplar su hermoso rostro - ¿Por qué estás aquí? – pregunto y levanto mi mano derecha y la colocó sobre su mejilla mientras me embeleso con el tacto de su fría piel.
Luego de aquella pregunta guarde un respetuoso silencio y al observarla pensé en la antigua mujer que disfruto de una niñez agradable y fue educada con esmero. En el castillo De Lioncourt ella era la única persona culta y que sabía leer. Todos los días leía un libro, pero jamás tuvo la paciencia para enseñarnos ni a mí, ni a mis hermanos algo. Sin embargo, vivió encerrada en aquellos fríos muros mientras sus mejillas se convirtieron en manchas cenicientas y su cabello se tiño de ciertas canas que perdía su deslumbrante melena dorada.
Gabrielle – susurre y acaricié su mejilla con la yema de los dedos, aún con aquella visión rondando mis pensamientos. En aquel entonces parecía un ave enjaulada deseando caer al vacío y dejar roto su pequeño cuerpo. Mi madre, mi hermosa marquesa, se pudría allí y casi estuvo a punto de morir, pero yo la salvé y ahora vuelve a estar entre mis brazos.
Te amo, madre – dije con voz tenue antes de oír su respuesta y deje un pequeño beso sobre su frente.
Luego de aquella pregunta guarde un respetuoso silencio y al observarla pensé en la antigua mujer que disfruto de una niñez agradable y fue educada con esmero. En el castillo De Lioncourt ella era la única persona culta y que sabía leer. Todos los días leía un libro, pero jamás tuvo la paciencia para enseñarnos ni a mí, ni a mis hermanos algo. Sin embargo, vivió encerrada en aquellos fríos muros mientras sus mejillas se convirtieron en manchas cenicientas y su cabello se tiño de ciertas canas que perdía su deslumbrante melena dorada.
Gabrielle – susurre y acaricié su mejilla con la yema de los dedos, aún con aquella visión rondando mis pensamientos. En aquel entonces parecía un ave enjaulada deseando caer al vacío y dejar roto su pequeño cuerpo. Mi madre, mi hermosa marquesa, se pudría allí y casi estuvo a punto de morir, pero yo la salvé y ahora vuelve a estar entre mis brazos.
Te amo, madre – dije con voz tenue antes de oír su respuesta y deje un pequeño beso sobre su frente.
Última edición por Lestat De Lioncourt el Vie Ago 28, 2015 8:10 pm, editado 1 vez
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: Fils, créateur et confiant × Lestat
¿Cuánto tiempo habrá pasado desde la última vez que lo viera? ¿Cuánto tiempo habrá pasado desde su cruel despedida en El Cairo? Décadas quizás, larguísimos años de no ver al único ser al que se había atrevido a amar, a su hijo tan hermoso y fuerte por el que sería capaz de cambiarlo todo. Pero, si era así, ¿por qué se separaron? ¿Por qué al final cada uno tomó un camino distinto al ajeno? Gabrielle sabía que no podría seguir a Lestat a donde él iba, que no le interesaba secundarlo en aquellas preocupaciones humanas, incluso sabía que de nada le serviría un nuevo intento por convencerlo de vivir con ella, lejos de la ciudad, y descubrir juntos un sinfín de lugares aún desconocidos para el hombre, porque le era de igual manera imposible a su hijo seguir sus pasos.
Aunque ambos tenían un gran parecido, estaba claro que él jamás comprendería aquel impetuoso deseo de libertad de Gabrielle, así como ella no comprendía su humanidad.
¡Había añorado tanto el tacto de aquel amado suyo, el sonido penetrante de su voz y esa mirada brillante al contemplarla! Sus orbes violáceos lo escudriñaban, impregnándose de cada detalle minúsculo del rostro del vampiro, acostumbrándose nuevamente a aquellas caricias. – Hijo mío de ojos azules y cabellos de oro… Mi hermoso matalobos. – Bisbiseó como si estuviese a punto de señalar lo que era evidente y pronto sus manos se encontraron acariciando el pálido rostro de Lestat. – He venido a verte, a estar contigo por largos años si es que aún deseas mi compañía. – No tenía motivos para suponer lo contrario, pero sabía que después de tanto tiempo era posible que éste tuviese una nueva vida y que sería prudente asegurar sus pasos. – Quiero que me lo cuentes todo, quiero saber qué has vivido y cómo, si has sido feliz todos estos años. – Añadió apartándose un poco a fin de tener una visión completa de él, y sujetando sus manos para no dejar de sentirlo ni por un instante.
Aunque ambos tenían un gran parecido, estaba claro que él jamás comprendería aquel impetuoso deseo de libertad de Gabrielle, así como ella no comprendía su humanidad.
¡Había añorado tanto el tacto de aquel amado suyo, el sonido penetrante de su voz y esa mirada brillante al contemplarla! Sus orbes violáceos lo escudriñaban, impregnándose de cada detalle minúsculo del rostro del vampiro, acostumbrándose nuevamente a aquellas caricias. – Hijo mío de ojos azules y cabellos de oro… Mi hermoso matalobos. – Bisbiseó como si estuviese a punto de señalar lo que era evidente y pronto sus manos se encontraron acariciando el pálido rostro de Lestat. – He venido a verte, a estar contigo por largos años si es que aún deseas mi compañía. – No tenía motivos para suponer lo contrario, pero sabía que después de tanto tiempo era posible que éste tuviese una nueva vida y que sería prudente asegurar sus pasos. – Quiero que me lo cuentes todo, quiero saber qué has vivido y cómo, si has sido feliz todos estos años. – Añadió apartándose un poco a fin de tener una visión completa de él, y sujetando sus manos para no dejar de sentirlo ni por un instante.
Gabrielle De Lioncourt2- Vampiro Clase Alta
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Re: Fils, créateur et confiant × Lestat
Esta noche, la Luna resplandecía más que otras noches y el resplandor, alcanzo una pequeña mesa de aspecto antiguo y estilo veneciano, pude verlo sobre el marco de la ventana, lo sentí en mis manos y luego en mi rostro. A Gabrielle la contemplé con ojos brillantes y entrecerrados, pareció que la observaba durante una eternidad, y el resplandor de la luz ahora colgaba detrás de su cabeza como el trasfondo de una aparición. Seguramente, decidida a encontrarme, ha seguido mis pasos atentamente, en silencio, buscando el momento idóneo para aparecer frente a mí como un fantasma en mitad de la noche.
Una sorpresa fue ver como sus carnosos labios recitaban aquel apodo perdido en mi alma. Puso su mano suave sobre mi rostro y acaricio mis sienes, mis mejillas y el mentón, sus largos dedos finos masajeaban dulcemente mi piel. La conozco y recuerdo la forma íntima y brutal en que le otorgue el don oscuro, envolviéndola entre mis brazos como el bondadoso ángel que podía fingir ser. Sus manos podrían haber quedado ajadas y consumidas por el tiempo pero fueron lo suficientemente firmes para aferrarse a la vida sujetando con fuerza el bordado de mi chaqueta. – ¿Todo? – dije sosteniendo la mirada de aquella amazona cuya alma se liberó, siendo yo su única pertenencia. Sabía que jamás dejaría de estar vinculado a ella por más lejos que estuviéramos. – Gabrielle, me sorprende que quieras hablar que ni siquiera sé por dónde comenzar. – Mi madre no comprende mucho de mis actos, pero es una de las pocas criaturas que me ama realmente. ¿Qué debería decirle? Como fue la muerte de mi padre, un hombre que la miraba con desprecio y el cual jamás tuvo compasión de sus abortos y los hijos que debía enterrar.
Ella se liberó de todas esas cadenas que la ataban al pasado y a su humanidad.
Viví en Nueva Orleans, madre ¿Haz estado ahí? – Sé que ella disfruta más de los bosques, las selvas o junglas en vez de las grandes ciudades, amaba viajar de un lugar a otro recorriendo lugares que entierran paraísos perdidos mientras el resto del mundo se derrumba y alza nuevamente con el pasar de los años.
Una sorpresa fue ver como sus carnosos labios recitaban aquel apodo perdido en mi alma. Puso su mano suave sobre mi rostro y acaricio mis sienes, mis mejillas y el mentón, sus largos dedos finos masajeaban dulcemente mi piel. La conozco y recuerdo la forma íntima y brutal en que le otorgue el don oscuro, envolviéndola entre mis brazos como el bondadoso ángel que podía fingir ser. Sus manos podrían haber quedado ajadas y consumidas por el tiempo pero fueron lo suficientemente firmes para aferrarse a la vida sujetando con fuerza el bordado de mi chaqueta. – ¿Todo? – dije sosteniendo la mirada de aquella amazona cuya alma se liberó, siendo yo su única pertenencia. Sabía que jamás dejaría de estar vinculado a ella por más lejos que estuviéramos. – Gabrielle, me sorprende que quieras hablar que ni siquiera sé por dónde comenzar. – Mi madre no comprende mucho de mis actos, pero es una de las pocas criaturas que me ama realmente. ¿Qué debería decirle? Como fue la muerte de mi padre, un hombre que la miraba con desprecio y el cual jamás tuvo compasión de sus abortos y los hijos que debía enterrar.
Ella se liberó de todas esas cadenas que la ataban al pasado y a su humanidad.
Viví en Nueva Orleans, madre ¿Haz estado ahí? – Sé que ella disfruta más de los bosques, las selvas o junglas en vez de las grandes ciudades, amaba viajar de un lugar a otro recorriendo lugares que entierran paraísos perdidos mientras el resto del mundo se derrumba y alza nuevamente con el pasar de los años.
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: Fils, créateur et confiant × Lestat
El paso del tiempo iba mucho más allá de las simples y banas descripciones de los humanos y de lo que ellos mismos percibían en sus propias existencias. El reencuentro con su hijo era una prueba más de ello. Sabía que, ante la mirada de un mortal, Lestat conservaba el mismo tono pálido en su piel, que sus cabellos eran tan dorados como lo habían sido siempre y que el esplendor de sus ojos era tan vivaz y juvenil que en sus primeros años de inmortal. Pero no para Gabrielle. Ella advertía un sutil cambio en su mirar, uno que prometía vivencias que ni siquiera un vampiro podría haberse planteado experimentar. Eso o su hijo había tenido la suerte de unos cuantos, una suerte que le brindaría relatos que pudiese compartir con la napolitana.
– Todo – Repitió con la certeza de que, aún con la infinidad de viajes que ella misma había realizado, Lestat tendría una larga lista de relatos para referirle tras largos años de no tener ni el más mínimo contacto. – Quiero escucharte, no conversar. – Corrigió con lo que parecía ser el atisbo de una sonrisa. Antaño solía ser él quien llevara el rumbo de la conversación, quien hablaba más de los dos, Gabrielle simplemente se limitaba a escucharle y a responder en contadas ocasiones, cuando un tema le llamaba la atención.
Ladeó sutilmente la cabeza ante la afirmación de su adorado hijo y sus ojos lo contemplaron como si buscase en sus rasgos más información respecto a ello. – Ni una sola vez. – Se limitó a responder. Quizá esa respuesta era un tanto predecible, pero ella misma era consciente de que lugares como Nueva Orleans entraba en la categoría de los poblados a los que entraría a cazar en alguno de sus infinitos viajes. O quizá no se acercaría siquiera al preferir los territorios libres de los nuevos americanos, sino que optaría por visitar aquellos parajes que aún daban refugio a los indios. – ¿Qué encontraste en Nueva Orleans? – Aquello podría implicar un centenar de cosas, comenzando con los vampiros hasta las usuales búsquedas de fantasmas que ambos solían hacer en sus años de neófitos. Algo debió encontrar ahí como para que Lestat tomara la ciudad como el principio de todo.
– Todo – Repitió con la certeza de que, aún con la infinidad de viajes que ella misma había realizado, Lestat tendría una larga lista de relatos para referirle tras largos años de no tener ni el más mínimo contacto. – Quiero escucharte, no conversar. – Corrigió con lo que parecía ser el atisbo de una sonrisa. Antaño solía ser él quien llevara el rumbo de la conversación, quien hablaba más de los dos, Gabrielle simplemente se limitaba a escucharle y a responder en contadas ocasiones, cuando un tema le llamaba la atención.
Ladeó sutilmente la cabeza ante la afirmación de su adorado hijo y sus ojos lo contemplaron como si buscase en sus rasgos más información respecto a ello. – Ni una sola vez. – Se limitó a responder. Quizá esa respuesta era un tanto predecible, pero ella misma era consciente de que lugares como Nueva Orleans entraba en la categoría de los poblados a los que entraría a cazar en alguno de sus infinitos viajes. O quizá no se acercaría siquiera al preferir los territorios libres de los nuevos americanos, sino que optaría por visitar aquellos parajes que aún daban refugio a los indios. – ¿Qué encontraste en Nueva Orleans? – Aquello podría implicar un centenar de cosas, comenzando con los vampiros hasta las usuales búsquedas de fantasmas que ambos solían hacer en sus años de neófitos. Algo debió encontrar ahí como para que Lestat tomara la ciudad como el principio de todo.
Gabrielle De Lioncourt2- Vampiro Clase Alta
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Re: Fils, créateur et confiant × Lestat
La guié por la suite y salimos juntos de la alcoba. En el salón la chimenea estaba encendida y colgaba del techo una espléndida araña de luces con caireles de cristal.
El resplandor de la velas iluminaba encantadoramente su rostro, tenía las mejillas sonrosadas por su último trago y sus labios rojos llenos de dulzura, parecen dos cerezas en su plena juventud. Se había soltado la larga trenza y el pelo le caía por la espalda en sinuosas ondas que le permitían lucir su cabello rubio y salvaje. Y es que, incluso el pelo vampírico puede conservar las ondas marcadas por una trenza. – Lo que vi y viví en New Orleans fue asombroso, simplemente asombroso. – Comenté recostándome en el diván – Pero también descubrí que nadie me ama de forma incondicional, salvo tú… - Sentí cierto nerviosismo que oculté tras mi calmado semblante. Ella conocía cada gesto o mueca de mi rostro. Era la única que podía saber mi estado de ánimo a pesar de todo. Así que sonreí.
No me molesté en decir algo más. Cuando quiera hablar de todo ello posiblemente escriba un libro. ¿Por qué mencionar a mis bellas y temerosas criaturas ahora? Decidí que en lugar de discutir o hablar con ella, me limitaría a disfrutar de ella. Además, ya tenía demasiadas cosas en la cabeza para ponerme a discutir sobre mis acciones con Gabrielle. Y en ese momento, sólo deseaba compartir junto a ella el silencio de su presencia.
Me pregunté donde había estado todo este tiempo ¿Enclaustrada en algún bosque europeo mirando la nieve caer? Ella era fiera y elegante. Su vida es un misterio del que sólo conozco trozos como el de una opera inacabada. Pero eso no importa, aun así la amo. Me encanta recordar nuestro viaje, nuestras conversaciones.
La estancia era cálida y acogedora. Los candelabros dorados nos rodeaban. Había puesto los pies sobre el diván y miraba a mi madre con las manos entrelazadas en el regazo. La muerte no pudo arrancarla de mi lado, fuimos nosotros quienes terminamos alejándonos permitiendo que el silencio y la distancia sepultará parte de nuestro pasado. Sin embargo, estábamos ahí, lejos del ruido y la polución del mundo. Sólo lograba oír algunas voces procedentes del breve tramo de tiendas y viviendas. Ningún otro ruido. Únicamente nosotros dos allí, en aquel salón. – Mi querida madre… – Dije bajando los pies del diván y extendiendo mi mano hacia ella- Permíteme cepillar tu cabello.
El resplandor de la velas iluminaba encantadoramente su rostro, tenía las mejillas sonrosadas por su último trago y sus labios rojos llenos de dulzura, parecen dos cerezas en su plena juventud. Se había soltado la larga trenza y el pelo le caía por la espalda en sinuosas ondas que le permitían lucir su cabello rubio y salvaje. Y es que, incluso el pelo vampírico puede conservar las ondas marcadas por una trenza. – Lo que vi y viví en New Orleans fue asombroso, simplemente asombroso. – Comenté recostándome en el diván – Pero también descubrí que nadie me ama de forma incondicional, salvo tú… - Sentí cierto nerviosismo que oculté tras mi calmado semblante. Ella conocía cada gesto o mueca de mi rostro. Era la única que podía saber mi estado de ánimo a pesar de todo. Así que sonreí.
No me molesté en decir algo más. Cuando quiera hablar de todo ello posiblemente escriba un libro. ¿Por qué mencionar a mis bellas y temerosas criaturas ahora? Decidí que en lugar de discutir o hablar con ella, me limitaría a disfrutar de ella. Además, ya tenía demasiadas cosas en la cabeza para ponerme a discutir sobre mis acciones con Gabrielle. Y en ese momento, sólo deseaba compartir junto a ella el silencio de su presencia.
Me pregunté donde había estado todo este tiempo ¿Enclaustrada en algún bosque europeo mirando la nieve caer? Ella era fiera y elegante. Su vida es un misterio del que sólo conozco trozos como el de una opera inacabada. Pero eso no importa, aun así la amo. Me encanta recordar nuestro viaje, nuestras conversaciones.
La estancia era cálida y acogedora. Los candelabros dorados nos rodeaban. Había puesto los pies sobre el diván y miraba a mi madre con las manos entrelazadas en el regazo. La muerte no pudo arrancarla de mi lado, fuimos nosotros quienes terminamos alejándonos permitiendo que el silencio y la distancia sepultará parte de nuestro pasado. Sin embargo, estábamos ahí, lejos del ruido y la polución del mundo. Sólo lograba oír algunas voces procedentes del breve tramo de tiendas y viviendas. Ningún otro ruido. Únicamente nosotros dos allí, en aquel salón. – Mi querida madre… – Dije bajando los pies del diván y extendiendo mi mano hacia ella- Permíteme cepillar tu cabello.
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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