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No podía vivir del recuerdo, necesitaba formar momentos nuevos. Una realidad. || Privado 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Brandon Acklang Dom Mayo 25, 2014 12:23 am

"Sino recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer,
no has amado"
W. S. -

Cuando el tenía hambre, cuando se sentía mal o una preocupación le invadía, el joven de la mirada perdida sentía que los días se le pasaban lentos, cada segundo se volvía un martirio porque los sentía como los finales, los finales eternos. Sin embargo esos últimos días le parecieron un suplicio. La desesperación era un sentimiento que conocía, sin embargo no con tanta profundidad. La incertidumbre le acompañaba, no había día que no se despertara con la esperanza en el corazón, una que se moría cuando el sol se ocultaba para dejar pasar a la luna. Y es que no verla, el no saber si podría volver a contemplar esa mirada azulada y tímida le carcomía el alma. El joven atribuía aquello a una cercanía directa con su madre, porque el encuentro con aquella doncella le trajo recuerdos, le hizo sentir que esa mujer que no lo había parido, pero que lo había criado se la había enviado. Extraño de explicar pero cierto. Muy cierto.

A pesar de todo la motivación no la perdía. Gracias a ese encuentro el caballero tuvo la fuerza para recuperarse. Un motivo distinto le había llegado para que retomara el valor a la vida. Aunque sólo la había visto una vez en la realidad, tanto en sueños como en pensamientos lo hicieron sentirse en casa con su mirada. ¿Qué le ocurría? Su hermano del alma, Raoul lo regañaba, le recordaba su lugar, y a quienes ella servía, y aunque sabía que aquel muerto de hambre como él tenía razón, en el fondo algo le decía lo contrario. Debía buscarla, debía procurarla, conocerla. ¿Debía?

Para Brandon todo aquello era nuevo, su único apego a alguien había sido a su familia adoptiva y a la de la calle. Ni siquiera por su madre biológica, porque aunque le daba gracias por la vida, lo cierto es que no tenía recuerdos de ella ¿Y para que mentía al decir que amaba a alguien que ni siquiera conocía su nombre? Hipócrita no era, y por eso le pedía perdón a Dios en silencio, pero le ofrecía su corazón, sus sentimientos, sus buenos pensamientos. Lo nuevo le hacía temblar tanto como el soñar con ella, y más de una vez se levantó sobresaltado al descubrirse preso de un deseo irrefutable de amanecer a su lado. Lo malo es que al abrir los ojos descartaba todo aquello. ¿Ella dormir entre cartones y callejones mal olientes? Para nada, prefería sacrificar su necesidad a verla a ella en su situación. Deseaba hacerle bien, no un mal.

Su recuperación fue un éxito al cabo de una semana. Su ángel personal había llegado con esa mirada dulce para suavizar su camino. Encima de todo podría presumir que ella le traía buena suerte, porque incluso en medio de la calle conoció a una mujer de cabellera roja quien se había convertido en una buena amiga, y no sólo eso, también su cómplice y maestra. Samantha, la mujer con el pecado sobre el cuerpo, el corazón, y el pensamiento (según la iglesia, por supuesto), también apareció en un momento correcto en la vida del muerto de hambre. Le estaba dando un trabajo más estable, alimento, techo algunas ocasiones. Lo más importante que su nueva amiga le daba era educación, la que necesitaba y deseaba tener para el próximo encuentro que tuviera con Tulipe. Si es que lo volvían a tener.

Brandon parecía un niño pequeño, moría de ganas por contarle a la sirvienta de los Quatermane todo lo que le había ocurrido después de su encuentro, tanto lo bueno, como lo malo, y también demostrarle que podía ser un caballero digno de ella. Eso era lo que más le frustraba, el no poder mostrarle aún todo ese avance que había hecho por ella. Aunque claro, directamente no le diría que había sido gracias a su sólo recuerdo. Si tan sólo la tuviera a su lado otra cosa sería, seguramente hasta sería el mismísimo rey de Francia, así de poderoso e inquebrantable lo hacía sentir.

Ketu tenía un golpe en uno de sus ojos, de hecho se veía morado, aquello le había salido por darse a golpes con un hombre que trabajaba en el mercado ambulante. El muy sin vergüenza se había querido adjudicar a una de las niñas de su pandilla. Su pretexto es que podía darle buen pan, sin embargo todos sabían que la pequeña no se iría con un rabo verde por un pedazo de bocado, dignidad sobraba entre los miembros de su pequeña familia callejera. Aquel par de golpes que le había dado al hombre le daban vergüenza. ¿Tulipe lo regañaría por aquella acción? Lo que le daba cierto coraje era darse cuenta que necesitaba las aprobaciones o reproches de esa muchacha. ¿Y si había ya dejado de pensar en él?

Aquel día había ido con la señora de las verduras como de costumbre. Media hora antes de ponerse a trabajar, su mirada viajaba de un lado a otro entre la multitud intentando buscar la mirada azulada, como de costumbre no la había visto, así que trabajó, se alimentó, se bañó, fue a sus clases con Samantha e hizo lo que nunca antes le había hecho a su pandilla: les mintió. Les aseguró que debía acompañar a Samantha a una reunión, que cómo llegarían tarde de ese encuentro se quedaría a dormir en su casa, y que a la mañana siguiente les llevaría un buen desayuno para desquitar su noche de ausencia.

El joven se había metido en problemas. ¿Ahora de dónde sacaría tremenda promesa si no iría a visitar a Samantha?

Con la mentira enterrándolo al suelo, el joven decidió acercarse a la mansión de los reyes. Experto era en sigilo, así que el subirse a un árbol que le diera buena vista de los terrenos no fue ningún problema. Claro que no pensaba en adentrarse a los terrenos, un poco de respeto conservaba, sin embargo verla desde lejos sería su mayor consuelo. Él necesitaba saber si la jovencita seguía trabajando en ese lugar, si se encontraba bien, si sonreía por que se encontraba viva. Lo que fuera. Así que pasaría la noche en vela para esperar verla, o al menos eso creía, porque ni bien habían pasado las doce, bien posicionado en una rama gruesa se durmió, y sólo pudo despertar a la mañana siguiente, y todo gracias al calor que experimentó gracias a los rayos del sol.

Ketu abrió los ojos con pesadez. Había dormido muy bien, quizás se debía al hecho de tenerla un poco más cerca de lo normal. Aquello podía sonar enfermo pero lo cierto es que sólo aquel que hubiera vivido aquello que estaba pasando por su vida en ese momento, podría entenderlo. Sólo unos minutos bastaron para que pudiera recobrar todo el conocimiento. Las puertas traseras de la mansión de abrieron por completo, no las de las cerca, pero si las de la estructura. Una figura grande y robusta se asomó. Seguida de ella el fino cuerpo que estaba buscando con desesperación, ese que deseaba correr a envolver en sus brazos.

El muerto de hambre inclinó su cuerpo hacía el frente intentando poder observar de forma más clara. Al parecer había olvidado donde se encontraba, y en un abrir y cerrar de ojos sintió un dolor punzante en la cabeza. Se había caído.

- ¿Acaso podré presentarme frente a ella de forma saludable? - Pensó sin poder levantarse del suelo. Refunfuñó y tomó la decisión de no levantarse hasta que el dolor desapareciera.  


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Mensaje por Tulipe Enivrant Sáb Ago 09, 2014 6:04 pm

Demasiadas emociones para una semana. Demasiadas para una vida completa. Sueños que llegaban para quedarse, para hacer temblar los corazones débiles. Había pasado ya una semana desde el encuentro entre la creyente y el vagabundo, tiempo insuficiente para sentirse lejos, pero más del necesario para no sentirse cerca. Tulipe pensaba que Dios debía estar enfadado con ella por algo. Pasaba que las noches se le habían hecho más largas y pesadas. Ella ya sospechaba la razón de tamaña sanción: ya no solamente era para el Señor, su Dios. Su desvelo no le pertenecía al cielo, ya no. Recostar su cabeza en su almohada era cada vez más complejo. Es que por un momento creía que estar comprobando su palpipar. Ilusionado, su corazón saltaba a la mitad y al cuarto de la noche. Pero no era el pecho de él sobre el cual dormía. Estaba demasiado lejos para cuidar de su corazón. La dominaba el miedo al recostarse a supuestamente descansar. Eso sucedía. No paraba. La vida sí que sabía enfocar emociones fuertes en instantes acotados de tiempo.

Esa misma sensación la había movido una madrugada a buscar al causante de ese desorden en medio de los callejones, pero antes de alcanzarlo, fue su amistad más guardadora, Raoul, quien le salió al paso, cortando el paseo de raíz. Nunca había conocido a alguien tan categórico. Lo fue cuando dejó en claro lo nociva que era su presencia en la vida de Brandon. Que eran de mundos diferentes, que ella había decidido venderse en vez de luchar junto a sus hermanos, y que por tanto no tenía derecho a pertenecerle, porque había ofrendado ese derecho a sus patrones el día en que atravesó la puerta de los Quartermane.

La lastimó. Quería tanto ver a Brandon con sus propios ojos, que estuviera durmiendo en un sitio seco, que la compañía fuera de su gusto y que no hubiera decidido Dios que fuese tiempo de que acompañase el hijo a su madre. Pero no podía ser tan egoísta tampoco. Eso no estaría bien. Según Raoul le había contado, Brandon estaba construyendo su propio futuro, por lo que iría siempre hacia delante. En cambio ella… ya estaba en su tope máximo. Nunca hubiera soñado con servir a los reyes ni mucho menos acunar el futuro monarca. Se quedaría estática. Envejecería igual que siendo joven: sin nada. Nada que poseer, nada que esperar más que la muerte, que era lo único seguro. Y él… oh, qué glorioso sería verlo vestido como era, como un príncipe. Sonriendo como merecía, como si el sol lo poseyera de adentro hacia fuera. Su madre estaría dichosa de verlo desde el cielo; y Tulipe haría lo mismo de lejos. No tendría lugar para pensar en una piedra atorada sin futuro. Él tendría un futuro. Así rogaba antes de dormir cada noche.

Pero hacer lo correcto no quería decir que no doliera. Era una codiciosa, siempre queriendo más de lo que tenía o podía tener. Sólo quería su compañía, algo simple, pero en su situación, era como pedir el mundo. Antes de toparse con él, no hubiera fantaseado con que un cruce de caminos pudiera marcar tanto a alguien. Ahora juraba no volver a ponerlo en duda.

Conocerlo ha sido mi locura más brillante —reflexionaba la criada mientras barría uno de los cientos de salones de la estructura. Apenas veía lo que hacía. Tampoco que había comenzado a llorar en silencio— Qué ironía, ¿no? Me dije a mí misma que no le echaría de menos, pero apenas me vi lejos de usted, recordé lo que se sentía caminar a su lado. Ahora me he convertido en una mentirosa, porque… Dios, realmente extraño que me diga lo que yo le regañaba que dijera.

Estaba tan distraída que no se dio cuenta de que Dorothea, la asistenta más antigua de la reina, le hablaba. Ésta se lo hizo notar

¿Y ahora qué te pasa? —preguntó Dorothea al no recibir respuesta. Tulipe intentó ocultar la vista, pero la vieja nada de tonta alcanzó a ver ese aspecto enrojecido.

Nada, nada. E-Estoy bien. Sólo una mugre en el ojo —intentó disimular, pero su ingenuidad fue inútil ante la experiencia.

Dorothea puso los ojos en blanco. Era la peor excusa que había escuchado. Tampoco era como si quisiera conocer el verdadero motivo de ese estado anímico. Sólo quería que la dejaran trabajar, y con esa filtración no podría. La distraía.

¡Otra vez llorando! ¿Es que no te cansas de ser una malagradecida, niña? Mira lo afortunada que eres. Apenas te vi, di por sentado que la señora te echaría a patadas a la calle. —detuvo el baile de la escoba para ponerse más cerca de la joven y hablarle con dureza— Mírate, eres piel y huesos. Con suerte hubieras servido como mondadientes. Ni a los perros te hubieran tirado los patrones. Alguien allá arriba te estaba sonriendo el día que te admitieron aquí, porque yo no lo hubiera hecho. Así que no quiero una gota más de sal en esa cara. ¡Termina ya tu lado de la sala! Mira que después de comer te toca cuidar al príncipe. Llega tarde y ahí sí te darán razones para llorar.

Sí, Dorothea. Ya voy —terminó de barrer como pudo.

Al poco rato, acabaron con esa tarea para comenzar otra. Tulipe estaba habituada a caminar a la par de su colega cuando se dirigían a las jaulas de codornices, pero esta vez fue detrás, dejando que la guiara. De otra forma se perdería, y en cierto sentido ya lo estaba. ¿Qué diría su madre si la encontrase así, con el alma en un hilo por un hombre? Que Dios la perdonara, pero Tulipe agradeció que Lavande no estuviera allí para golpearla por exponerse así.

Un grito sacó a la campesina de su psiquis. Sorprendentemente Dorothea se había hecho hacia atrás e impactado levemente contra ella. Una figura había caído del árbol. Tulipe sintió los recientes recuerdos robándole la voz. Era Brandon.

Niña, apresúrate. Corre adentro y anuncia que hay un ladrón merodeando. —dijo rápidamente la veterana en voz baja para no provocar la ira del que identificó como un delincuente más. Pero con la misma velocidad que arrojó las palabras, Tulipe acudió al errante— ¡¿Qué se supone que estás haciendo?! ¡Aléjate de ahí!

La distracción llegó a su fin. La atención dormida de la emigrante despertó de golpe con el rostro que había estado buscando encontrar. No dudó ni un instante que se tratara de él. Lo había memorizado y repasado una y otra vez desde la única y última vez que lo vio. ¿Qué le sucedía? ¿Se encontraba bien de salud? Se hincó a su lado casi lanzándose al suelo. Había sido una fea caída y esperaba que las consecuencias del golpe no fueran igual de nefastas.

Oh, por Dios. Monsieur Acklang, es usted. Realmente es usted. —alegría, sobresalto y asombro tomaban vida a la vez en un mismo cuerpo. Sintió la necesidad de palpar ese rostro con sus manos y así lo hizo con una de ellas. No estaba soñando. Estaba allí. Lo imposible ocurría— N-No se mueva, por favor. El impacto lo dejará aturdido. Ya estará. —apoyó su otra mano en la nuca de Brandon para darle estabilidad— Soy Tulipe, confíe en mí. Ahora todo estará bien. —así quería que fuera.

No importaba si no la recordaba. Sólo pedía que no le hubiera vuelto la fiebre, pues significaría su devastación.

Pero, ¡¿quién es esto?! —exclamó indignada la madura mujer, testigo de la confusa escena. No estaba conmovida, sino indignada— ¿Andas trayendo gente extraña? ¡niña tonta! Dame una explicación ahora o llamo a los guardias.

¡No, no por favor! —se posicionó ante el cuerpo de Brandon para que al menos no memorizaran su rostro y lo dejaran en paz— Dorothea, calma. No le hagas nada. Él es… es…

Esa era la cuestión. Ya no sabía cómo terminar la frase. Sus mejillas se tiñeron de un rojo intenso que ni a la sombra del árbol pudo pasar desapercibido. En aquel segundo de tensión supo que jamás podría llamarlo su amigo. En su mente lo llamaba de mil formas, pero sólo significaba una cosa, y sus labios anhelantes lo sabían.


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Mensaje por Brandon Acklang Dom Ago 24, 2014 6:40 pm

El golpe en definitiva lo había dejado aturdido. Se había dado de lleno, cómo sí lo hubiera hecho a propósito. Mantenía los ojos cerrados porqué no había manera alguna de ver si los abría. No en ese momento. Sintió como su respiración se había agitado, y esperó a calmarse, no era la primera vez que se caía, así que no tenía problema alguno sabiendo cómo recuperarse. Sí estuviera siendo seguido por guardias, sí que sería un problema, sin embargo no había nadie que pudiera intimidar su vida, y él podría descansar un largo momento. O eso creía. Estaba confundido, y el golpe no le había dejado ni siquiera escuchar cómo se suponía. El hombre separó los labios para tomar una gran bocanada de aire, después apretó los ojos, y un rato más tarde se ánimo a abrirlos, para su buena suerte pudo ver, y lo mejor de todo era la visión que tenía enfrente.

La voz de la mujer mayor le hizo cerrar los ojos, incluso llevarse las manos a los oídos para evitar volver a escucharla, era molesta, y no estaba en ese lugar por ella. Le echó una mirada, y luego suspiró, se sentó regalándole una sonrisa tranquilizante a la sirvienta pequeña de los reyes. Luego volteó a ver de nuevo a la mujer, analizó por completo su comportamiento, y se imaginó que su forma de ser estaba ligada al estrés de su cargo, de a quien le servía, así que no dijo mucho, de hecho prefirió no reñir con ella, a final de cuentas ella estaba haciendo su trabajo, su deber, él sólo debía acatar a lo que le dijeran para que nadie saliera perjudicado.

Mi nombre es Brandon — Siguió la frase de Tulipe, impidiendo que ella hablara, se notaba nerviosa, todo por culpa de él, así que lo mejor sería ayudarla a que estuviera mejor. — O Ketu, pero eso puede decírmelo cuando tengamos más confianza — Le dedicó una sonrisa galante a la mujer, quien lo miraba incrédulo, bastante enojada en realidad, pero él buscó la forma de aunque sea quitarle una sonrisa. — La señorita y yo somos buenos amigos, la ayudó a realizar las mejores compras cuando va al mercado — Iba a mentir, pero no importaba, mentiría por ella las veces que fueran necesarias — Trabajo en el mercado ambulante cómo cargador, pero eso tiene sus ventajas, porque conocemos cuales son los mejores frutos y las mejores carnes, las más frescas — Eso era cierto, pero la situación con su ángel de ojos azules había empezado de otra forma.

A veces ayudo a la señorita a traer el pedido ¡La ha visto! Es muy flaca, no deberían mandarla a hacer tales compras, podrían robarle, hay muchos chicos desconsiderados y no se tentarían el corazón con ella — Lo cierto es que Tulipe ahora era la criada mejor protegida de París gracias a él, pero eso no lo sabría la mujer enojada, el punto era que no la pusieran a hacer trabajos tan pesados, esas manos pequeñas y hermosas podrían lastimarse y Brandon no deseaba eso — Por eso nos conocimos, y he venido a decirle a la señorita que ha llegado fruta de la buena, al igual que semillas y carne de ganado recién tasajeado — Lo cierto es que no tenía la misma educación que ellas, por eso hablaba de esa forma tan primitiva. No le importaba, el punto era que le entendieran.

Sus palabras, su pequeño plan personal estaba funcionando. La mujer que antes parecía enojada ahora había suavizado el rostro. Parecía que quedar bien con los reyes con buenos productos alimenticios había sido la mejor idea que había tenido. Lo mejor de todo era que la mentira era improvisada, parecía que aunque se hubiera golpeado, lo cierto era que estaban de buena suerte. ¿Ahora que decía? No sabía, necesitaba ganar tiempo para poder estar con ella sin que la regañaban, lo único bueno es que la mujer parecía más condescendiente, y eso sin duda les dejaba bien parados.

Lamento mi llegada tan fuera de lo común, mi señora — Ya se había puesto de pie con la ayuda de Tulipe, incluso le hizo la mejor reverencia que había realizado desde que sus clases con Samantha habían empezado. Incluso los criados en ocasiones añoraban respeto, y era lo que le estaba dando a la mujer — Pero estaba seguro que sí tocaba la puerta la guardia no me dejaría pasar el recado, y sería un desperdicio el viaje, y algo lamentable para ustedes no poder aprovechar los productos — Volvió a guardar silencio un momento — Le ruego me disculpe — Le lanzó una mirada a Tulipe, esa misma con la que le dio un guiño de ojos, coqueto por primera vez con ella, se sentía bien, ignoraba incluso el golpe que se acababa de dar.

Ahora si me permite, tanto grito, y tanto golpe merece un poco de atención, le robaré a la señorita unos minutos, sí le da dinero incluso podemos traerle los víveres — Comentó como si nada y agarró la mano de Tulipe. Le echó una última vista a la mujer, sonriendo galante. La criada de edad entrada se quedó perpleja, pero no se negó, cedió, incluso le dedicó una sonrisa a Brandon. Bien le había enseñado Samantha, utilizar sus encantos tenía una gran ventaja, y él, como un buen estudiante desesperado, lo aplicó, podría ser trampa, pero a final de cuentas estaba obteniendo lo que tenía. Tiempo con su ángel. No lo iba a desperdiciar.

Caminó un poco para esconder ambas figuras entre arboles, y cuando supo que nadie los veía, alzó la mano de la chica y dio un beso suave en el dorso de ella. Tranquilo, le sonrió triunfal.

No quiero que tengas esa cara de preocupación, no me pasó nada, he tenido peores caídas, así que tranquila, deja de sufrir, vine a que pasemos un buen momento, y si tienes miedo, te lamentas, y te preocupas demás, me iré de inmediato, lo digo en serio, no tenemos ese tiempo, así que salta eso por completo — Le estaba exigiendo, pero no importaba. Brando la sentía suya. Desde el primer día, por ella estaba aprendiendo tan rápido como podía, por ella y también por sus hermanos de las calles, pero para que mentir, todo era más por ella y por Raoul que por el resto, y sí, se estaba comportando como un egoísta con los demás, pero no le importaba, pensar en él, y solamente en él por un momento le parecía justo, durante toda su vida había hecho más por el resto, su recompensa día llegar, y ella formaba parte de la misma.

¿Cómo has estado? — Preguntó más tranquilo, y recordó que le había traído un regalo. Sacó de la bolsa trasera de su pantalón una flor, lo malo es que dado el impacto, algunos pétalos se habían caído. Avergonzado y todo, pero se la dio.


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Mensaje por Tulipe Enivrant Mar Sep 09, 2014 11:55 pm

Para alivio de la criada, su Monsieur dio señales de respuesta. Había sido testigo de caídas similares y terminaban atontados durante varios minutos. El hombre era más fuerte de lo que pensaba. Mucho más. Le costaba asimilarlo después de haberlo tenido tan débil entre sus brazos, casi como si la muerte hubiese querido seducirlo con un beso extinguidor. Esa imagen en el callejón se había quedado grabada en su cabeza, pero no impedía que se sorprendiera con lo equivocada que estaba. En menos de cinco segundos, el vagabundo le había enseñado una involuntariamente una nueva lección: Hallarse frágil no implicaba serlo. Sólo delataba la condición de humano. El mismo pecado de ella.

Sin darse cuenta, Tulipe se sonrió con las palabras de Brandon. ¿Siempre era tan seguro de sí mismo que no temía las represalias? Pero, ¿cómo era posible? Debía haber sufrido mucho más que ella, de eso no sabía duda alguna. ¿Por qué entonces daba la impresión de ser inquebrantable, o era lo que sentía por él lo que lo hacía ver invencible a sus ojos? ¿Y qué se suponía que sentía por él? Jamás se lo había preguntado. La respuesta la aterraba. Mejor no indagar en ella, por muy tentadora que fuera la idea. A veces, el fruto más peligroso lucía el color más atrayente. Y costaba mantenerse lejos.

Qué cosas dice… —se desconcertó la joven con ella misma al descubrirse sonriendo de repente. De estar tristona a risueña en un parpadeo.

Al principio pensó que Dorothea sería tan cruel con Brandon como lo había sido con ella, pero apenas Tulipe buscó los ojos de la madura mujer, se encontró con una faceta que había visto en ella hasta ahora: El encandilamiento. No dejaba esa postura de vikinga veterana, pero tampoco estaba tan firme como siempre. Monsieur Acklang tenía un efecto especial en las personas, y al parecer aquello se potenciaba en las mujeres. Aunque los colores se le subieran al rostro, tenía que admitirlo: Monsieur Acklang era agobiantemente atractivo. Y los estaba salvando a ambos con su encanto y aquel envidiable don de la palabra.

Oh, bueno, estas cosas pasan. No hay para qué molestarse. Es que pasa cada cosa en estos lares, usted sabe los resguardos que debe tomar una. —¿Esa era Dorothea? Tulipe no lo podía creer. Tuvo que morderse la risa para no sacarla de ese estado tan apacible y receptivo. Quiso momentáneamente tener ese poder de cambiar así, con un simple gesto, la actitud hostil de las personas. Hacer eso implicaba arriesgarse. ¿No era tan malo entonces?

Y cuando él la tomó de su mano, la joven de mejillas blanquecidas teñidas de rojo, avanzaron siguiéndolo. No se le asomó por la cabeza la voz de su madre regañándola por detrás «¿¡Qué haces, desvergonzada?!» Sonó demasiado despacio. No lo oyó. Había rogado a Dios que él hallara la salud después de la deplorable condición que había mostrado hacía sólo unos días, pero Él la había premiado además con su presencia. ¿Qué otra cosa podía ser más que la respuesta a sus oraciones? Podía estar siguiendo los mismos pasos que Cristo había gravado para ella en la tierra negra.

Su siguiente ruego, ahí, en medio de la arboleda, fue tan grande como utópico: que el tiempo no corra, Jesucristo. Tulipe no sabía en sí de la alegría y del temor que le podría. Es que si Brandon le decía que podía levantar montañas con su sola voluntad, ella le creería. Al observar esos ojos poderosamente seguros, la campesina pensó:

Madre, te equivocaste. El peligro mayor no se encuentra allí afuera —ahora lo sabía: estaba dentro de ella.— Oh, Monsieur Acklang, está bien, realmente está bien —miró hacia arriba buscando alguna herida que no hubiera notado. Estaba limpio. Le sonrió abiertamente, como le estaba prohibido a las mujeres de bien— No quiero tener miedo. No me deje tenerlo. Lo único que he querido desde la última vez que lo vi es saber de usted, y desde ese entonces no he tenido una semana de paz. Yo…

Sus labios se quedaron mudos cuando recibió una flor de parte del vagabundo. No se encontraban los pétalos con el esplendor de sus momentos mozos, cuando las raíces alimentaban su ornamenta, pero a Tulipe le pareció un tesoro. No era el objeto en sí, era que Brandon había pensando en ella. Aquello simbolizaba.  En una arrebato de extrema dicha, los brazos de la moza siguieron su propio curso y buscaron el calor del pecho de aquel hombre, acurrucándose en él como si estuviera a punto de llorar, cuando lo único que quería hacer era reír.

Por todos los cielos. Gracias a usted no estoy bien. Bendito el cielo que no lo estoy. —estar bien era el peor estado, conformista, ausente, aburrido. Ahora podía decir que estaba rebosante, y era por él. A los segundos, se dio cuenta en la posición en la que estaba y se hizo hacia atrás notablemente colorada— P-Perdone. Yo… no sé lo que me pasó. —miró hacia abajo con la boca entreabierta. ¿Eso había salido de ella?


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Mensaje por Brandon Acklang Sáb Oct 11, 2014 5:32 pm

Quizás había sido la adrenalina lo que le hizo actuar de esa manera. En un principio ni siquiera él se había creído sus palabras, pero se dio cuenta que a quien debía convencer había atrapado el anzuelo, y con eso había sido suficiente. Ketu nunca había sido de muchas palabras, de hecho prefería sólo darlas a quien lo merecía, un ejemplo claro era su hermano del alma: Raoul. El entendía perfectamente que no todo iba a ser igual todo el tiempo, y que debía dar paso a una nueva forma de ser si buscaba subir peldaños. Estaba cansado de ser de los últimos en las listas jerárquicas, ya no tenía ganas de ser el eslabón más débil, así que debía cambiar ese carácter, mostrarse seguro y sacar todo su potencial. Samantha estaba siendo sin duda una buena influencia para él, y sus lecciones las estaba tomando demasiado en serio; era un excelente aprendiz.

Lo que le hizo sentir extraño fue la manera en que la mujer lo miraba. Era cómo si lo estuviera estudiando. Arqueó una ceja impaciente y pensativo al notar cómo la sirvienta mayor pasaba su vista de él a Tulipe, y de la jovencita de nuevo hacía su persona. ¿Era tan evidente? Probablemente sí, y no le molestaba, se encontraba interesado en la doncella, no entendía de que manera, si como protector, como guardián, como amigo o como una pareja, o todo a la vez. Aunque consiente estaba que en ese momento no podía aspirar a mucho. A diferencia de él, la criada pequeña de los reyes de Francia tenía un techo y un ingreso, pequeño pero lo tenía, él a lo mucho conocía trucos ayudándoles a los mercaderes, y se ganaba de vez en cuando monedas, no tenía un techo, así que mejor ni pensar en nada más que en verla bien y saludable.

Lamentablemente esa era la única alegría o consuelo de los pobres. El saber que sus más cercanos o sus seres queridos se encontraban bien. No había otra. Y por eso desde que la había conocido, cada mañana despertaba con la ilusión de verla bien. No era un tonto, tenía bien puestos los pies sobre la tierra. Últimamente, por ejemplo, el muerto de hambre tenía un poco más de cosas. Gracias a su maestra - Samantha - ya no tenía ropas miserables. El aire ya no calaba tanto sus huesos porque sus prendas no tenían huecos, y lo mejor de todo es que olía bien, y él mismo había escogido su fragancia. Le estaba tan agradecido. ¿Tulipe lo había notado? Quizás no, porque en ese momento llevaba prendas ya viejas, no rotas, pero si viejas. Le resultaba tan extraño querer verse presentable y bien para alguien, sin embargo no dijo nada, prefirió callar.

Por más que quiera, lamentablemente yo no soy quien para quitarle los miedos, me refiero a que eso lo logra usted misma, nadie más que usted, y parte de eso está en la mente. El corazón puede ser un traidor en esos aspectos, pero también puede ser nuestro mejor aliado. Si sacamos la fuerza necesaria de lo que sentimos, el miedo disminuye y nos enfrentamos con más honor y valentía a la vida — Aquello lo aprendió demasiado bien en su vida en las calles. La primera vez que se acercó a alguien fue a Raoul, y lo hizo porque lo vio fuerte, arriesgado, valiente y positivo como él, sintió que no tendría tanto miedo de perderlo porque ambos eran fuertes y podrían superar parte de la vida, sin embargo aquello cambió cuando notó que lo quería como un hermano, y que su mismo querer había logrado que al poco tiempo hicieran una pandilla, y que gracias a eso habían logrado sobrellevar la vida, ignorar el hambre y detener el frío.

Lo que hizo que saliera de sus pensamientos fue algo que lo hizo parpadear un par de veces. El cuerpo delicado de la damita se encontraba cerca del suyo y había quebrantado el espacio personal de cada uno; no se quejó, simplemente la envolvió en sus largos y fuertes brazos. Su mirada había chocado con fuerza contra la de la encargada más vieja de los reyes, pero notó que no había enojo de su parte, sino esperanza, afinidad y ternura. Quizás la vieja se comportaba de esa manera porque apreciaba a Tulipe, y no deseaba verla mal. No lo sabía, pero pronto lo averiguaría. Le dedicó una sonrisa a la mujer mayor, y luego bajó la mirada notando la cabellera negra de la joven. Dio un beso cariñoso en su coronilla. Cuando ella se separó simplemente sonrió.

¿No está bien gracias a mi? — Preguntó mostrando en el rostro real preocupación. De hecho hizo una mueca y se cruzó de brazos por encima del pecho — Me abrazó, es un gesto de agradecimiento o afecto ¿qué tiene de malo eso? — Así era él, crudo o muy sincero al decir las cosas, no tenía filtros, quizás nunca los tendría, pero crecer en medio de la nada, y luego moverte entre las calles no te daba lecciones de etiqueta refinada, ¡para nada! Uno se preocupa más por lo que va a comer que por esas tonterías protocolares que los ricos las adoptan para verse más "interesantes" o "intelectuales". Lo que daría Brandon por verlos aunque sea media tarde sin nada de sus francos para que sintieran lo que era en verdad vivir, la realidad de respirar, y no simplemente mover los labios para ordenar. Pero lo cierto es que ni siquiera eso se lo deseaba al peor de los bandidos.

Deje de temblar, le aseguro que se encuentra segura, es más, el que debería estar haciendo eso soy yo, estoy más en peligro que usted, los guardias de este lugar son duros, severos y crueles — Y lo decía porque los conocía de verdad. Se había topado con un par hace un tiempo. Fue un desastre en el que pudo salir bien librado.

Si sigue actuando de esa forma de verdad creeré que le hago un mal, en vez de darle alegrías — Se encogió de hombros. Desde que tiene memoria había conocido mujeres con carácter fuerte, dispuestas a perder la vida con tal de defenderse a sí mismas y a los suyos. — Dígame ahora ¿cómo la han tratado estos días? ¿Los reyes son buenos? — Esperaba que sí, aunque había escuchado varias veces que el rey de Francia era un hombre cruel, ligeramente sanguinario, aunque bueno, mucha gente hablaba sólo porque sí, y no porque supieran la verdad, resultaba que la miseria les hacía decir cosas tan atroces como el hambre que llegaban a sentir.

Creo que es muy difícil que yo tenga todo el tiempo de esta manera a verla, seguro que en algún encuentro o intento no saldré con vida, así que pediré a la señora que está frente a nosotros que le permita o le conceda horas o días libres ¿qué opina? — Según Samantha las criadas más viejas llegaban a tener cierto "poder" para implementar o conceder ciertos permisos o detalles dentro de la servidumbre, debía arriesgarse lo suficiente para eso, y dado que de primer instancia él le había caído bien, se sentía con el positivismo necesario para lograr su siguiente eslabón, llevaba otra rosa guardada, quizás ayudaría. ¡Las mujeres y el amor que sienten al recibir detalles! Pero él no daba detalles por ganar algo, los daba de corazón, aunque con la vieja haría la excepción.

¿Te gustaría? — Preguntó curioso, alegre, risueño sin dejar de verla.


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