AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Momentos inolvidables / Privado (Lisandrër)
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Momentos inolvidables / Privado (Lisandrër)
Había decidido hacer una visita al trabajo de su amado, si, le llevaría un poco de su alimento preferido, sonrió pensando que éste era ella, su sangre. Se perfumó y vistió con esmero, esperando que Lisandër no se enojara por lo que estaba a punto de hacer. La verdad era que desde hacía unos días atrás, el vampiro no pasaba por la mansión, podía ser que le hubieran asignado una misión fuera de la ciudad o tal vez del país, pero, de ser así, su amado hubiera tomado la precaución de buscarla, bien sabía que de no hacerlo Luba sería un océano de duda, de miedos, pero a pesar de ello, el inquisidor no había dado señales de vida.
Se miró en el espejo, contemplando como le quedaba el vestido, un hermoso traje de color celeste verdoso, y que resaltaba su mirada, sus cabellos oscuros y su piel de una admirable blancura. A pesar de que la primavera había llegado a la ciudad, continuaba el clima un tanto frío, lo que hizo que la joven tomara un abrigo, que hacía juego con el vestido, además de sus guantes de cabritilla, pues estaba segura que al atardecer, el clima recrudecería y no deseaba enfermarse, aunque eso era algo casi imposible, tomando en cuenta que al ser una esclava de sangre, su salud no dejaba de ser perfecta, aunque ya llevaba dos semanas sin probar la sangre de su amo, su amante, y eso lograba debilitar su delicado cuerpo.
Decidió caminar hasta la sede inquisitorial, no estaba segura de que los jefes de su amado supieran de la relación que existía entre ellos, pero cualquier cosa, diría que necesitaba hablar con él, porque le estaba pagando un trabajo de seguimiento a unos sospechosos, no sabía si se tragarían el sapo, pero por lo menos podría saber si él aún estaba en la ciudad, o por el contrario, había viajado sin despedirse. Un pensamiento lúgubre le cruzó la mente, ¿y si se encontraba herido, o si le había pasado algo irremediable?, un dolor en la boca del estomago la hizo dar un respingo, no, no pensaría en ello, debía mantener la calma, todo tendría una explicación lógica, en cuanto él pudiera hablarle. Mas le fue imposible que al pensar en esa posibilidad, su piel no se le erizara. Luba podía estar segura que Lisandër era un inquisidor y vampiro fuerte, pero aún así, los miedos carcomían su alma. Pues estaba completamente segura de que si él moría, ella se daría cuenta en el mismo instante, pues la unión entre ellos era tan grande y especial, que imaginó la posibilidad de que Lis, supiera de la intensidad de sus sentimientos y de cuanto lo extrañaba.
Tras caminar por más de una hora, llegó a la plaza que embellecía la isla donde se encontraba la Catedral de Notre Dame, sede francesa de la Inquisición. El sol estaba muriendo tras el horizonte, la noche llegaba con su parsimonia de velada barroca, Las farolas fueron encendidas por el sereno, quien pasó a su lado y la saludó con un adusto gesto de la cabeza. Luba, sentada en una de las bancas mas próximas a la Iglesia, contempló la fachada de la monumental construcción, imaginándose, cual sería el ventanal por donde el vampiro la podría estar observando, sonrió ante la posibilidad, inspiró buscando tranquilizar sus nervios, dejó que su mirada recorriera la plaza, antes de cerrar sus ojos y comenzar a llamarle mentalmente, esperando que de estar dentro de la iglesia, Lisandër decidiera acercarse a donde ella se encontraba para hablar con ella y alimentarse mutuamente.
Se miró en el espejo, contemplando como le quedaba el vestido, un hermoso traje de color celeste verdoso, y que resaltaba su mirada, sus cabellos oscuros y su piel de una admirable blancura. A pesar de que la primavera había llegado a la ciudad, continuaba el clima un tanto frío, lo que hizo que la joven tomara un abrigo, que hacía juego con el vestido, además de sus guantes de cabritilla, pues estaba segura que al atardecer, el clima recrudecería y no deseaba enfermarse, aunque eso era algo casi imposible, tomando en cuenta que al ser una esclava de sangre, su salud no dejaba de ser perfecta, aunque ya llevaba dos semanas sin probar la sangre de su amo, su amante, y eso lograba debilitar su delicado cuerpo.
Decidió caminar hasta la sede inquisitorial, no estaba segura de que los jefes de su amado supieran de la relación que existía entre ellos, pero cualquier cosa, diría que necesitaba hablar con él, porque le estaba pagando un trabajo de seguimiento a unos sospechosos, no sabía si se tragarían el sapo, pero por lo menos podría saber si él aún estaba en la ciudad, o por el contrario, había viajado sin despedirse. Un pensamiento lúgubre le cruzó la mente, ¿y si se encontraba herido, o si le había pasado algo irremediable?, un dolor en la boca del estomago la hizo dar un respingo, no, no pensaría en ello, debía mantener la calma, todo tendría una explicación lógica, en cuanto él pudiera hablarle. Mas le fue imposible que al pensar en esa posibilidad, su piel no se le erizara. Luba podía estar segura que Lisandër era un inquisidor y vampiro fuerte, pero aún así, los miedos carcomían su alma. Pues estaba completamente segura de que si él moría, ella se daría cuenta en el mismo instante, pues la unión entre ellos era tan grande y especial, que imaginó la posibilidad de que Lis, supiera de la intensidad de sus sentimientos y de cuanto lo extrañaba.
Tras caminar por más de una hora, llegó a la plaza que embellecía la isla donde se encontraba la Catedral de Notre Dame, sede francesa de la Inquisición. El sol estaba muriendo tras el horizonte, la noche llegaba con su parsimonia de velada barroca, Las farolas fueron encendidas por el sereno, quien pasó a su lado y la saludó con un adusto gesto de la cabeza. Luba, sentada en una de las bancas mas próximas a la Iglesia, contempló la fachada de la monumental construcción, imaginándose, cual sería el ventanal por donde el vampiro la podría estar observando, sonrió ante la posibilidad, inspiró buscando tranquilizar sus nervios, dejó que su mirada recorriera la plaza, antes de cerrar sus ojos y comenzar a llamarle mentalmente, esperando que de estar dentro de la iglesia, Lisandër decidiera acercarse a donde ella se encontraba para hablar con ella y alimentarse mutuamente.
Laura Tejada Luna- Humano Clase Alta
- Mensajes : 119
Fecha de inscripción : 22/11/2014
Re: Momentos inolvidables / Privado (Lisandrër)
Deseaba más que nada regresar a su hogar. Ya habían pasado dos semanas desde la última vez que vio a Luba y estaba comenzando a volverse loco, sin embargo, había prometido no regresar a su hogar hasta que su misión no estuviera culminada, aunque en realidad, la misión ya tenía una semana de finalizada pero él aún debía cumplir con una promesa, una última voluntad que era algo que ni siquiera ellos como inquisidores condenados podían ignorar.
Una semana atrás, Lisandër y algunos otros inquisidores condenados habían perseguido a un grupo de vampiros neófitos, creados por un vampiro antiguo que trataba de formar un ejercito contra la inquisición, sin embargo, aquel inmortal no contó con que la sed de sus recién creados vástagos causaría estragos en las calles de París y llamaría la atención de aquella organización que estaba tratando de eliminar. Armados y con la orden de eliminar a todos los neófitos, los condenados salieron a recorrer las calles parisinas para más pronto que tarde, dar con una horripilante escena de muerte en una residencia de clase alta donde se celebraba una reunión con muchos asistentes. En aquella mansión, los neófitos hacían de las suyas matando a todo aquel que se cruzaba en su camino, dejando sin vida y sin sangre a la mayor parte de los asistentes, así que para cuando los condenados llegaron, en realidad había muy pocas personas a las cuales salvar. Pese a la enorme baja de vidas humanas, la misión podía considerarse todo un éxito, pues ni uno solo de los neófitos logró sobrevivir.
Como parte de lo que se debía hacer, los condenados debían pensar con que recuerdo alterarían la memoria de todos los sobrevivientes, haciendo que en su mente, todas las muertes hubieran sido ocasionadas por un accidente, el cual fue decidido como un incendio, uno que los mismos inquisidores iniciarían una vez que se asegurasen de que todos los que se hallaban en el interior estuvieran muertos. Lisandër, junto con otro de sus compañeros fue el encargado de revisar la mansión mientras que los demás alteraban las memorias de los sobrevivientes. Avanzando entre los cadáveres y la sangre, fue como termino encontrando el motivo que le impedía regresar a su hogar con Luba. Agazapada en una orilla del salón, con la respiración que se dificultaba cada vez más y sosteniendo de manera firme un bebé, se encontraba una joven de cabellos castaños y mirada suplicante. El vampiro se acerco a ella tan rápido como pudo, pero no había nada que pudiera hacerse por ella y al parecer la mujer lo sabía, pues en lugar de pedir que salvara su vida, pidió a Lisandër que prometiera que salvaría a su pequeño y lo llevaría a un sitio seguro, todo para una vez que el inmortal le asegurase que lo haría, morir.
Sin saber que hacer exactamente, Lisandër había llevado al pequeño a un orfanato, el cual visitaba cada noche para ver si el pequeño tenía la suerte de encontrar una familia, pero hasta ese momento, la suerte no parecía estar de su lado, pues varias familias se habían llevado pequeños pero ninguna estaba interesada en el sobreviviente de un incendio. Aquella noche, como las anteriores, el vampiro salió de Notre Dame con rumbo al orfanato, pero apenas ponía un pie fuera de la Catedral, sus ojos se toparon con la visión más maravillosa del mundo.
– Luba… – susurró aquel nombre antes de acercarse a ella y levantarle en vilo de la banca donde se encontraba, todo para llevarla hasta un callejón que creía seguro para ambos – ¿Qué haces aquí? – le interrogó una vez que la puso en el suelo – Sabes que puede ser peligroso si alguien te ve conmigo – con cuidado y cariño, como si fuera lo más valioso del mundo (porque para él lo era) le acaricio una mejilla.
Una semana atrás, Lisandër y algunos otros inquisidores condenados habían perseguido a un grupo de vampiros neófitos, creados por un vampiro antiguo que trataba de formar un ejercito contra la inquisición, sin embargo, aquel inmortal no contó con que la sed de sus recién creados vástagos causaría estragos en las calles de París y llamaría la atención de aquella organización que estaba tratando de eliminar. Armados y con la orden de eliminar a todos los neófitos, los condenados salieron a recorrer las calles parisinas para más pronto que tarde, dar con una horripilante escena de muerte en una residencia de clase alta donde se celebraba una reunión con muchos asistentes. En aquella mansión, los neófitos hacían de las suyas matando a todo aquel que se cruzaba en su camino, dejando sin vida y sin sangre a la mayor parte de los asistentes, así que para cuando los condenados llegaron, en realidad había muy pocas personas a las cuales salvar. Pese a la enorme baja de vidas humanas, la misión podía considerarse todo un éxito, pues ni uno solo de los neófitos logró sobrevivir.
Como parte de lo que se debía hacer, los condenados debían pensar con que recuerdo alterarían la memoria de todos los sobrevivientes, haciendo que en su mente, todas las muertes hubieran sido ocasionadas por un accidente, el cual fue decidido como un incendio, uno que los mismos inquisidores iniciarían una vez que se asegurasen de que todos los que se hallaban en el interior estuvieran muertos. Lisandër, junto con otro de sus compañeros fue el encargado de revisar la mansión mientras que los demás alteraban las memorias de los sobrevivientes. Avanzando entre los cadáveres y la sangre, fue como termino encontrando el motivo que le impedía regresar a su hogar con Luba. Agazapada en una orilla del salón, con la respiración que se dificultaba cada vez más y sosteniendo de manera firme un bebé, se encontraba una joven de cabellos castaños y mirada suplicante. El vampiro se acerco a ella tan rápido como pudo, pero no había nada que pudiera hacerse por ella y al parecer la mujer lo sabía, pues en lugar de pedir que salvara su vida, pidió a Lisandër que prometiera que salvaría a su pequeño y lo llevaría a un sitio seguro, todo para una vez que el inmortal le asegurase que lo haría, morir.
Sin saber que hacer exactamente, Lisandër había llevado al pequeño a un orfanato, el cual visitaba cada noche para ver si el pequeño tenía la suerte de encontrar una familia, pero hasta ese momento, la suerte no parecía estar de su lado, pues varias familias se habían llevado pequeños pero ninguna estaba interesada en el sobreviviente de un incendio. Aquella noche, como las anteriores, el vampiro salió de Notre Dame con rumbo al orfanato, pero apenas ponía un pie fuera de la Catedral, sus ojos se toparon con la visión más maravillosa del mundo.
– Luba… – susurró aquel nombre antes de acercarse a ella y levantarle en vilo de la banca donde se encontraba, todo para llevarla hasta un callejón que creía seguro para ambos – ¿Qué haces aquí? – le interrogó una vez que la puso en el suelo – Sabes que puede ser peligroso si alguien te ve conmigo – con cuidado y cariño, como si fuera lo más valioso del mundo (porque para él lo era) le acaricio una mejilla.
Lisandër d' Istria- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 30/01/2015
Re: Momentos inolvidables / Privado (Lisandrër)
- Vida mia – susurró en los labios del vampiro, cuando Lisandër, la cargó entre sus brazos y se la llevó a un lugar, lo suficientemente oculto, para que ningún extraño los pudiera ver. Cuando por fin sus pies tocaron el suelo, se abalanzó al pecho de su amado, hundió su rostro en el hueco formado entre el cuello y el hombro, - oh Dios, cuanto te he necesitado – sollozo, no era fuerte, le necesitaba, no para que la alimentara, sino porque había temido que algo le hubiera sucedido y ella no podría saberlo jamás. Aquel miedo, la hacía que fuera muy insegura, extremadamente celosa, lo quería a su lado, sano y salvo, todo para ella, con los únicos que podría compartirlo era con un hijo, pero bien sabía que eso era imposible, por lo menos un hijo de sus entrañas, pero en su cabeza rondaba la idea de pedirle que adoptaran un pequeño, o una niña, de solo pensar en lo maravilloso que sería verle jugando con ellos, el corazón de la esclava se regocijaba.
-Amor, sabes que no tengo miedo, pero no podía dejar de intentar saber de ti, hacía muchos días que no tenía ni una sola carta tuya y la desesperación me hacía no poder ni respirar – susurro mirándole a los ojos, con un gesto de niña enojada por algo que ella creía era muy importante. Volvió a hundir su rostro en el pecho, besándole una y otra vez, - no dejaré que vuelvas a marcharte por tantos días, porque si vuelves a hacerlo, incendiaré Notre Dame – juró, enojada con la organización que era la responsable de las continuas ausencias de su amado. Elevó su rostro, se puso en puntas de pie y con sus manos tomó la cabeza del vampiro, para darle un beso cargado de pasión, lo había extrañado, necesitado y ahora solo quería sentirle así, tan cerca, tan suyo. Disfrutó de aquel beso esperado, pero, algo en él, le hizo darse cuenta que algo estaba ocurriendo.
Lentamente, abandonó el contacto de sus labios, se fue separando, mirándole con duda y temor, -¿Que sucede amor mío… ha pasado algo en todo este tiempo en que no nos hemos visto?- dijo, en un hilo de voz, temiendo que él se hubiera cansado de ella. La garganta se le cerró y las lágrimas humedecieron sus pestañas, temía, estaba aterrada, no quería escuchar decir que ya no la amaba.
-Amor, sabes que no tengo miedo, pero no podía dejar de intentar saber de ti, hacía muchos días que no tenía ni una sola carta tuya y la desesperación me hacía no poder ni respirar – susurro mirándole a los ojos, con un gesto de niña enojada por algo que ella creía era muy importante. Volvió a hundir su rostro en el pecho, besándole una y otra vez, - no dejaré que vuelvas a marcharte por tantos días, porque si vuelves a hacerlo, incendiaré Notre Dame – juró, enojada con la organización que era la responsable de las continuas ausencias de su amado. Elevó su rostro, se puso en puntas de pie y con sus manos tomó la cabeza del vampiro, para darle un beso cargado de pasión, lo había extrañado, necesitado y ahora solo quería sentirle así, tan cerca, tan suyo. Disfrutó de aquel beso esperado, pero, algo en él, le hizo darse cuenta que algo estaba ocurriendo.
Lentamente, abandonó el contacto de sus labios, se fue separando, mirándole con duda y temor, -¿Que sucede amor mío… ha pasado algo en todo este tiempo en que no nos hemos visto?- dijo, en un hilo de voz, temiendo que él se hubiera cansado de ella. La garganta se le cerró y las lágrimas humedecieron sus pestañas, temía, estaba aterrada, no quería escuchar decir que ya no la amaba.
Laura Tejada Luna- Humano Clase Alta
- Mensajes : 119
Fecha de inscripción : 22/11/2014
Re: Momentos inolvidables / Privado (Lisandrër)
Luba era su única debilidad. La mortal estaba tan dentro de él que le impedía pensar claramente cuando la tenía tan cerca como en aquel momento. La cabeza de su querida esclava se poso en su pecho y él no puedo evitar sonreír, una sonrisa que ella no era capaz de ver. Lisandër solía ocultarle muchas cosas a su amada, todo para que ella no le viera débil pero sobre todo porque no se aprovechara de sus puntos débiles, los que siempre la incluían a ella. Los brazos del condenado rodearon la frágil figura femenina, su labios descansaron sobre los cabellos femeninos antes de dar una respuesta a las palabras de ella.
– No ha sido tanto tiempo Luba – aseguraba pese a haber estado él también en una terrible agonía sin poder verla – además, ya estas aquí – guardo silencio unos momentos – pese a que te dije que te mantuvieras alejada – cerró los ojos y la apretó más contra su cuerpo – No se que hare contigo, siempre haces lo que te viene en gana. Me preocupa que un día te pongas en peligro y yo no pueda hacer nada – él no tenía realmente nada que perder. Nada que no fuera a ella, su amada.
La miraba con total seriedad pues quería que ella comprendiera que de verdad no podía aparecerse de esa manera. Era seguro que en los cuarteles ya sabían de la existencia de ella pero quizás no sabían que tan importante era para Lisandër, y eso era lo mejor, los exponía menos.
– Si te hubiera enviado una carta, igual habrías venido – sonrió de manera ligera al ver su expresión de molestia. Contra ella de verdad no podía y como prueba de eso llegó la terrible amenaza de su esclava que lo hizo estallar en una carcajada que no pudo contener – ¿Incendiaras Notre Dame? El lugar no tiene la culpa de que mi bella bailarina sea una celosa y necesite de mi atención – inclino el rostro, mirándole con fascinación pues de todos los mortales que conocía o conoció, Luba era la única capaz de alterarlo tanto y al segundo siguiente, hacerlo tan feliz.
El beso que recibió de parte de su querida esclava resultaba ser algo que esperaba con ansias. Dos semanas sin su contacto era demasiado. Con deseo Lisandër la beso, pero fue segundos después de iniciado aquel ritual para mostrar afecto que él se tensó al recordar lo que le hizo salir en primer lugar de Notre Dame.
– No puedo ocultarte nada, ¿verdad? – más que una pregunta, aquello resultaba una afirmación tras la cual, el vampiro tomo la mano de Luba para iniciar la marcha en dirección al orfanato – Ha sucedido algo que no me esperaba, algo que me ha consumido tiempo y que es la razón del por qué no he ido a casa aún – dijo sin revelar más nada – pero no es nada por lo que debas temer – añadió, esperando que la mente de su amada bailarina no ideara cosas que no iban al caso. Sin decir más, Linsadër guió en silencio a Luba por varias calles, hasta que ambos llegaron a las puertas del orfanato, sitio en el que el vampiro toco, esperando que las mujeres que cuidaban a los niños atendieran la puerta.
Momentos después, la puerta de la entrada se abría y frente a la pareja aparecía una mujer de edad avanzada que sonrió ampliamente a Lisandër.
– Vino de nuevo – observó a Luba después – y esta vez trajo compañía – la mujer observó a la esclava del vampiro de arriba abajo, provocando molestia en Lisandër, quien soltó a Luba, solo para colocarse tras ella y poner ambas manos sobre sus hombros.
– Esta noche he decidido venir con mi esposa. Le he contado tanto sobre el pequeño que ella quiere conocerlo – soltó el vampiro aquellas palabras sin despegar la mirada de la mujer.
– Ya veo – respondió un tanto apenada – Su esposa es muy hermosa y es un placer poder conocerla finalmente – y tras decir eso, se movió a un lado, invitando a ambos a pasar.
– No ha sido tanto tiempo Luba – aseguraba pese a haber estado él también en una terrible agonía sin poder verla – además, ya estas aquí – guardo silencio unos momentos – pese a que te dije que te mantuvieras alejada – cerró los ojos y la apretó más contra su cuerpo – No se que hare contigo, siempre haces lo que te viene en gana. Me preocupa que un día te pongas en peligro y yo no pueda hacer nada – él no tenía realmente nada que perder. Nada que no fuera a ella, su amada.
La miraba con total seriedad pues quería que ella comprendiera que de verdad no podía aparecerse de esa manera. Era seguro que en los cuarteles ya sabían de la existencia de ella pero quizás no sabían que tan importante era para Lisandër, y eso era lo mejor, los exponía menos.
– Si te hubiera enviado una carta, igual habrías venido – sonrió de manera ligera al ver su expresión de molestia. Contra ella de verdad no podía y como prueba de eso llegó la terrible amenaza de su esclava que lo hizo estallar en una carcajada que no pudo contener – ¿Incendiaras Notre Dame? El lugar no tiene la culpa de que mi bella bailarina sea una celosa y necesite de mi atención – inclino el rostro, mirándole con fascinación pues de todos los mortales que conocía o conoció, Luba era la única capaz de alterarlo tanto y al segundo siguiente, hacerlo tan feliz.
El beso que recibió de parte de su querida esclava resultaba ser algo que esperaba con ansias. Dos semanas sin su contacto era demasiado. Con deseo Lisandër la beso, pero fue segundos después de iniciado aquel ritual para mostrar afecto que él se tensó al recordar lo que le hizo salir en primer lugar de Notre Dame.
– No puedo ocultarte nada, ¿verdad? – más que una pregunta, aquello resultaba una afirmación tras la cual, el vampiro tomo la mano de Luba para iniciar la marcha en dirección al orfanato – Ha sucedido algo que no me esperaba, algo que me ha consumido tiempo y que es la razón del por qué no he ido a casa aún – dijo sin revelar más nada – pero no es nada por lo que debas temer – añadió, esperando que la mente de su amada bailarina no ideara cosas que no iban al caso. Sin decir más, Linsadër guió en silencio a Luba por varias calles, hasta que ambos llegaron a las puertas del orfanato, sitio en el que el vampiro toco, esperando que las mujeres que cuidaban a los niños atendieran la puerta.
Momentos después, la puerta de la entrada se abría y frente a la pareja aparecía una mujer de edad avanzada que sonrió ampliamente a Lisandër.
– Vino de nuevo – observó a Luba después – y esta vez trajo compañía – la mujer observó a la esclava del vampiro de arriba abajo, provocando molestia en Lisandër, quien soltó a Luba, solo para colocarse tras ella y poner ambas manos sobre sus hombros.
– Esta noche he decidido venir con mi esposa. Le he contado tanto sobre el pequeño que ella quiere conocerlo – soltó el vampiro aquellas palabras sin despegar la mirada de la mujer.
– Ya veo – respondió un tanto apenada – Su esposa es muy hermosa y es un placer poder conocerla finalmente – y tras decir eso, se movió a un lado, invitando a ambos a pasar.
Lisandër d' Istria- Condenado/Vampiro/Clase Alta
- Mensajes : 50
Fecha de inscripción : 30/01/2015
Re: Momentos inolvidables / Privado (Lisandrër)
Estar a su lado la volvía dócil como un cachorro, como un dulce cordero. Lisänder era su droga, su sustento, sin él, la vida se volvía insoportable. Por lo que dos semanas sin verle, habían hecho mella en su caracter, y en su salud. Por supuesto, se cuidó de no mostrarse débil, ni que él pudiera descubrir las ojeras que ella se había esmerado en cubrir con afeites, empolvando se luego el rostro. Había adelgazado varios kilos, pero como usó varias enaguas para disimularlo, creyó que su amado no lo notaría. Sonrió al ver que a pesar de abrazarla, de besarle, el vampiro, no le preguntó sobre su salud, por lo que suspiró aliviada cuando comenzaron a caminar, su amado le estaba hablando de un incidente, o un hecho que lo había mantenido lejos de ella. Luba, temió que se tratase de algún enemigo, bien sabía que los inquisidores eran tan peligrosos, como lo eran sus presas y éstas solían ser rencorosas, no sería rato que el vampiro tuviera que soportar las amenazas de algún sobrenatural.
Continuaron caminando durante varias cuadras, y aunque ella intentaba seguir el paso, tomada de su mano, su corazón se aceleraba, por el cansancio, había comenzado a sudar y la garganta se le secaba, aquella debilidad se hacía mas evidente, ademas, al perlarse su rostro, el maquillaje podría correrse, mostrando las ojeras, - solo espero que lleguemos pronto - caviló, rogando al cielo que no se demoraran mas en llegar a destino, porque de lo contrario, debería pedirle a Lisänder que la llevara en andas.
Para su fortuna, apenas llegar a una calle, la marcha se fue haciendo mas lenta, hasta detenerse en la entrada de un edificio al que no había acudido jamas. Por su aspecto, sus luces cenicientas, y un deterioro importante en la construcción, Luba apretó la mano de su amado, - amor, ¿donde me has traído? - alcanzó a decir antes de leer una inscripción en piedra que rezaba el nombre del Orfanato. Una angustia se formó en su pecho, - Que lugar mas tétrico, pobre niños, tener que vivir en un lugar así, luego de sufrir una perdida tan irreparable como la vida de sus padres - pensó, sin poderlo exteriorizar, pues el lugar, la noche oscura, no conocer porque se encontraban allí, todo eso, la habían dejado sin palabras.
El Inquisidor tocó a la puerta, tras esperar un tiempo, que para Luba fueron siglos, apareció una anciana, delgada, vestida con un pulcro vestido, pero tan severo, que le hizo recordar a una de las institutrices que había tenido en Rusia, una mujer que ante los ojos de los mayores, era todo dulzura, pero que cuando se quedaba sola con ella y su hermana, les castigaba cuantas veces pudiera.
Sentir la mirada de la mujer, la hizo estremecerse de pavor, el hecho de sentir las manos de Lizänder sobre sus hombros, y escucharle decir que era su esposa, lograron tranquilizarla. Una débil sonrisa se formó en sus labios, sonrisa que se transformó en una fingida, cuando escuchó lo que su amado decía a la mujer. Cuando observó que la encargada se giraba invitándoles a pasar, Luba, buscó la mirada de su esposo. No era necesario que ella diera nada, sus ojos, expresivos por naturaleza, le gritaban al vampiro que le explicara porqué estaban allí y que era lo que supuestamente sabía. Aunque su corazón golpeaba esperanzado, pues no se concurría a un orfanato a comprar panes o pescados.
Continuaron caminando durante varias cuadras, y aunque ella intentaba seguir el paso, tomada de su mano, su corazón se aceleraba, por el cansancio, había comenzado a sudar y la garganta se le secaba, aquella debilidad se hacía mas evidente, ademas, al perlarse su rostro, el maquillaje podría correrse, mostrando las ojeras, - solo espero que lleguemos pronto - caviló, rogando al cielo que no se demoraran mas en llegar a destino, porque de lo contrario, debería pedirle a Lisänder que la llevara en andas.
Para su fortuna, apenas llegar a una calle, la marcha se fue haciendo mas lenta, hasta detenerse en la entrada de un edificio al que no había acudido jamas. Por su aspecto, sus luces cenicientas, y un deterioro importante en la construcción, Luba apretó la mano de su amado, - amor, ¿donde me has traído? - alcanzó a decir antes de leer una inscripción en piedra que rezaba el nombre del Orfanato. Una angustia se formó en su pecho, - Que lugar mas tétrico, pobre niños, tener que vivir en un lugar así, luego de sufrir una perdida tan irreparable como la vida de sus padres - pensó, sin poderlo exteriorizar, pues el lugar, la noche oscura, no conocer porque se encontraban allí, todo eso, la habían dejado sin palabras.
El Inquisidor tocó a la puerta, tras esperar un tiempo, que para Luba fueron siglos, apareció una anciana, delgada, vestida con un pulcro vestido, pero tan severo, que le hizo recordar a una de las institutrices que había tenido en Rusia, una mujer que ante los ojos de los mayores, era todo dulzura, pero que cuando se quedaba sola con ella y su hermana, les castigaba cuantas veces pudiera.
Sentir la mirada de la mujer, la hizo estremecerse de pavor, el hecho de sentir las manos de Lizänder sobre sus hombros, y escucharle decir que era su esposa, lograron tranquilizarla. Una débil sonrisa se formó en sus labios, sonrisa que se transformó en una fingida, cuando escuchó lo que su amado decía a la mujer. Cuando observó que la encargada se giraba invitándoles a pasar, Luba, buscó la mirada de su esposo. No era necesario que ella diera nada, sus ojos, expresivos por naturaleza, le gritaban al vampiro que le explicara porqué estaban allí y que era lo que supuestamente sabía. Aunque su corazón golpeaba esperanzado, pues no se concurría a un orfanato a comprar panes o pescados.
Laura Tejada Luna- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/11/2014
Re: Momentos inolvidables / Privado (Lisandrër)
Su ignorancia ante el estado de salud de su amada esclava no se debía al desinterés, sino más que nada a la preocupación de que le vieran tan alarmado por ella y todo lo que hacía, además de que claro, el inmortal estaba preocupado por el pequeño huérfano al que iría a ver. Lisandër no era un completo desalmado, como prueba estaba el hecho de que acepto salvar al bebé, brindarle la oportunidad de tener una vida plena y feliz, algo de lo que también pensaba asegurarse.
El inquisidor estaba pensando en enviar a Luba de regreso a casa, pero su cercanía, su aroma y todo lo que simbolizaba ella para él le impidió hacerlo.
– Pronto descubrirás el motivo de mi ausencia – susurró a su amada antes de tomarle de la mano y guiarle entre las calles. Lisandër quería que ella viera al pequeño, que supiera que verdaderamente tenía un motivo de peso para no estar a su lado y también quería que supiera que hasta que no fuera capaz de encontrar un hogar para el infante, le resultaría imposible regresar a su hogar. Las promesas a los muertos después de todo, eran algo que debía cumplirse.
Mientras andaban Lisandër pudo detectar los acelerados latidos del corazón de su esclava, aún así, no se detuvo a interrogarle. Ambos eran testarudos y tercos, nunca querían preocupar al otro y por eso era que si ella no planeaba decirle nada, él no hablaría; a menos no en esos momentos, ya que cuando volviera a casa tendrían una larga conversación sobre la alimentación y el descanso. El inquisidor amaba a su bailarina más que a nada en el mundo y por eso era que la quería sana y feliz.
Una vez que se detuvieron en la puerta del orfanato, Luba cuestionó por primera vez a Lisandër, quien le dedico una sonrisa antes de responder.
– Es un lugar especial – escuchó pasos en el interior del orfanato, acercándose lentamente hasta la puerta – ahora, sígueme en todo lo que diga – y en su rostro apareció una perfecta sonrisa, dedicada a la mujer que abría la puerta, esa que segundos después se atrevía a mirar a Luba de una manera que al vampiro le molesto llevándole a decir de hecho que ella era su esposa, comentario que al parecer dejó a la mujer satisfecha pues enseguida les indico que eran bienvenidos.
– Creo que ya se sabe a la perfección el camino – aseguro la mujer – además que será mejor que usted y su esposa charlen, ya que no creo que solo viniera ella a conocer – y tras decir esas palabras que turbaron de manera ligera al inmortal, la mujer cerró la puerta y camino hacía la dirección contraria a la que la pareja debía ir.
Al quedarse a solas, Lisandër observó a Luba quien ya le interrogaba con la mirada.
– Esta bien, ya voy a explicarte todo – le tomó una vez más de la mano y empezó a andar, esta vez con calma – Tuve una misión y mucha gente murió Luba, así que mientras nos deshacíamos de los cadáveres, encontré a una mujer, viva – hizo una pausa – No iba a poder salvarla sin condenarla a una existencia como la mía, así que hice lo único que podía en ese momento. Le prometí que me encargaría de que su bebé encontrara una buena familia – al decir eso se detuvo. La pareja llegaba a una pequeña habitación y Lisandër le hizo una seña a su amada para que abriera la puerta y entrara– Es el único bebé ahora en el orfanato, nadie ha querido adoptarlo.
El inquisidor estaba pensando en enviar a Luba de regreso a casa, pero su cercanía, su aroma y todo lo que simbolizaba ella para él le impidió hacerlo.
– Pronto descubrirás el motivo de mi ausencia – susurró a su amada antes de tomarle de la mano y guiarle entre las calles. Lisandër quería que ella viera al pequeño, que supiera que verdaderamente tenía un motivo de peso para no estar a su lado y también quería que supiera que hasta que no fuera capaz de encontrar un hogar para el infante, le resultaría imposible regresar a su hogar. Las promesas a los muertos después de todo, eran algo que debía cumplirse.
Mientras andaban Lisandër pudo detectar los acelerados latidos del corazón de su esclava, aún así, no se detuvo a interrogarle. Ambos eran testarudos y tercos, nunca querían preocupar al otro y por eso era que si ella no planeaba decirle nada, él no hablaría; a menos no en esos momentos, ya que cuando volviera a casa tendrían una larga conversación sobre la alimentación y el descanso. El inquisidor amaba a su bailarina más que a nada en el mundo y por eso era que la quería sana y feliz.
Una vez que se detuvieron en la puerta del orfanato, Luba cuestionó por primera vez a Lisandër, quien le dedico una sonrisa antes de responder.
– Es un lugar especial – escuchó pasos en el interior del orfanato, acercándose lentamente hasta la puerta – ahora, sígueme en todo lo que diga – y en su rostro apareció una perfecta sonrisa, dedicada a la mujer que abría la puerta, esa que segundos después se atrevía a mirar a Luba de una manera que al vampiro le molesto llevándole a decir de hecho que ella era su esposa, comentario que al parecer dejó a la mujer satisfecha pues enseguida les indico que eran bienvenidos.
– Creo que ya se sabe a la perfección el camino – aseguro la mujer – además que será mejor que usted y su esposa charlen, ya que no creo que solo viniera ella a conocer – y tras decir esas palabras que turbaron de manera ligera al inmortal, la mujer cerró la puerta y camino hacía la dirección contraria a la que la pareja debía ir.
Al quedarse a solas, Lisandër observó a Luba quien ya le interrogaba con la mirada.
– Esta bien, ya voy a explicarte todo – le tomó una vez más de la mano y empezó a andar, esta vez con calma – Tuve una misión y mucha gente murió Luba, así que mientras nos deshacíamos de los cadáveres, encontré a una mujer, viva – hizo una pausa – No iba a poder salvarla sin condenarla a una existencia como la mía, así que hice lo único que podía en ese momento. Le prometí que me encargaría de que su bebé encontrara una buena familia – al decir eso se detuvo. La pareja llegaba a una pequeña habitación y Lisandër le hizo una seña a su amada para que abriera la puerta y entrara– Es el único bebé ahora en el orfanato, nadie ha querido adoptarlo.
Lisandër d' Istria- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Momentos inolvidables / Privado (Lisandrër)
Cada palabra que salia de la boca del inmortal, hacía que el corazón de Luba se acelerara. No podía comprender, aún, el terrible trabajo que tenía su amado. Ella amaba la vida, el amor, la bondad. Con su baile, creaba mundos que solo provocaban paz y felicidad. Comprendía que aveces el trabajo de la inquisición era aniquilar a los seres sobrenaturales que hacían daño a los humanos, como ella, que llegar a un lugar, podía depararles mas desazones que alegrías y que haber encontrado a un bebé con vida, era todo un milagro. Por eso, sentir como la mano de su amado, apretaba la suya, cuando le relataba lo sucedido, le decía que él había sufrido, que hasta se sentía culpable por no haber podido salvar a esa mujer y que cumpliría con su promesa de encontrar una familia para el pequeño. Le miró, a los ojos, con la mirada cargada de admiración y amor. Para Luba, él era su ángel, un ser que había traído a su vida, la paz, el sosiego, la protección y el amor que en su existencia faltaban. Le amaba, deseaba formar una familia a su lado, y aunque podía prever que jamás tendrían hijos propios, deseaba que en el futuro, su amado, le diera un hijo adoptivo, - pues mis deseos se han cumplido - caviló, mientras asentía ante el pedido de Lisandër de entrar en la habitación.
Iluminada por un candelabro de tres brazos, la habitación, se encontraba muy despojada, lúgubre, no parecía un lugar para que un niño pudiera pasar sus días. Su corazón dio un vuelco en mitad del pecho, mientras se apresuraba a llegar a la única cuna que existía en ese cuarto vacío. Sus manos temblorosas, se aferraron a los bordes de la cuna, allí, dormido plácidamente, un pequeño niño, de cabellos rubios como los de su amado, con la piel blanca cual copos de nieve, parecía temblar por momentos. Las lagrimas surcaron sus mejillas, mordió su labio inferior, mientras con un movimiento de su mano derecha, intentaba secar las lagrimas. Giró su cuerpo, buscando al ser que mas amaba, - amor mio, no puede quedarse aquí, y tampoco debes buscarle una familia... - dijo, casi de forma atropellada, pero en un susurro, por miedo a despertar al pequeño. Giró su rostro, contempló al bebé y tras sonreír, volvió a buscar la mirada de su amado, - ¿verdad que seremos sus padres? - lo dijo con miedo, temía mal interpretado todo aquello, el llevarla hasta allí, mostrarle al pequeño, si no era para que ella lo aceptara como hijo, para que se lo habría mostrado? no, ella estaba segura que, el inquisidor, al sentir los deseos de la joven por ser madre, había decidido adoptar al pequeño.
Iluminada por un candelabro de tres brazos, la habitación, se encontraba muy despojada, lúgubre, no parecía un lugar para que un niño pudiera pasar sus días. Su corazón dio un vuelco en mitad del pecho, mientras se apresuraba a llegar a la única cuna que existía en ese cuarto vacío. Sus manos temblorosas, se aferraron a los bordes de la cuna, allí, dormido plácidamente, un pequeño niño, de cabellos rubios como los de su amado, con la piel blanca cual copos de nieve, parecía temblar por momentos. Las lagrimas surcaron sus mejillas, mordió su labio inferior, mientras con un movimiento de su mano derecha, intentaba secar las lagrimas. Giró su cuerpo, buscando al ser que mas amaba, - amor mio, no puede quedarse aquí, y tampoco debes buscarle una familia... - dijo, casi de forma atropellada, pero en un susurro, por miedo a despertar al pequeño. Giró su rostro, contempló al bebé y tras sonreír, volvió a buscar la mirada de su amado, - ¿verdad que seremos sus padres? - lo dijo con miedo, temía mal interpretado todo aquello, el llevarla hasta allí, mostrarle al pequeño, si no era para que ella lo aceptara como hijo, para que se lo habría mostrado? no, ella estaba segura que, el inquisidor, al sentir los deseos de la joven por ser madre, había decidido adoptar al pequeño.
Laura Tejada Luna- Humano Clase Alta
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Re: Momentos inolvidables / Privado (Lisandrër)
Su trabajo era complicado y terrible. Lisandër era un ser que llevaba destrucción y muerte a cualquier sitió que iba, por eso, haber sido capaz de salvar la vida del pequeño niño en aquella habitación le parecía una completa ironía. Que de entre todos los inquisidores en aquella escena fuera precisamente él quien encontrase al pequeño parecía ser una señal divina, una que se negaba a ver por creerse un monstruo.
En los ojos de su amada siempre se veía reflejado como un ser bondadoso porque con ella siempre lo era. Lisandër amaba a Luba demasiado y se sabía capaz de hacer cualquier cosa por verla bien, por verla feliz y a su lado. El corazón bondadoso y puro de su esclava no se merecía menos que felicidad y fue para que ella no dudara de su amor que el inquisidor termino por llevarla hasta el orfanato, donde le conto la triste historia del pequeño que dormía solitario en un pequeño cuarto. Una vez que su historia concluyo, los ojos de Lisandër siguieron la figura de su bailarina. Notaba la tensión en el cuerpo de Luba, la manera en que el corazón le latía rápidamente en su pecho y como sus manos temblaban ligeramente al aferrarse a la cuna donde el pequeño descansaba. El vampiro pudo notar segundos después que ella lloraba y fue eso lo que lo llevó a acercarse hasta ella.
– No estés triste mi amor, piensa en que tiene una segunda oportunidad para vivir a pesar de todo lo que ha vivido – le besó la nuca justo antes de ver como se giraba y con mirada decidida se enfrentaba a él.
No hubiera sido necesario que ella dijera alguna palabra, sus ojos se lo dijeron todo al inmortal. Aún así, las palabras que fluyeron de los labios que tanto amaba confirmaron lo que sabía. Luba quería llevarse al niño con ellos. El inquisidor sabia perfectamente del sueño de su amada por ser madre, un sueño que Lisandër no podía concederle debido a su naturaleza inmortal, pero lo que nunca se había imaginado él era que Luba desearía adoptar un niño, eso ni siquiera estaba en los planes de ninguno.
– Amor, yo no me creo capaz de ser un buen padre – dijo aquellas palabras porque era incapaz de darle un rotundo no como respuesta. Él nunca le negaba nada a su amada, ¡Nunca! Por eso esperaba que ella comprendiera que debido a su naturaleza y trabajo, ser padre no era lo más apropiado para Lisandër y esperaba que eso la convenciera porque si insistía un poco más, él sería incapaz de negarse a sus deseos.
En los ojos de su amada siempre se veía reflejado como un ser bondadoso porque con ella siempre lo era. Lisandër amaba a Luba demasiado y se sabía capaz de hacer cualquier cosa por verla bien, por verla feliz y a su lado. El corazón bondadoso y puro de su esclava no se merecía menos que felicidad y fue para que ella no dudara de su amor que el inquisidor termino por llevarla hasta el orfanato, donde le conto la triste historia del pequeño que dormía solitario en un pequeño cuarto. Una vez que su historia concluyo, los ojos de Lisandër siguieron la figura de su bailarina. Notaba la tensión en el cuerpo de Luba, la manera en que el corazón le latía rápidamente en su pecho y como sus manos temblaban ligeramente al aferrarse a la cuna donde el pequeño descansaba. El vampiro pudo notar segundos después que ella lloraba y fue eso lo que lo llevó a acercarse hasta ella.
– No estés triste mi amor, piensa en que tiene una segunda oportunidad para vivir a pesar de todo lo que ha vivido – le besó la nuca justo antes de ver como se giraba y con mirada decidida se enfrentaba a él.
No hubiera sido necesario que ella dijera alguna palabra, sus ojos se lo dijeron todo al inmortal. Aún así, las palabras que fluyeron de los labios que tanto amaba confirmaron lo que sabía. Luba quería llevarse al niño con ellos. El inquisidor sabia perfectamente del sueño de su amada por ser madre, un sueño que Lisandër no podía concederle debido a su naturaleza inmortal, pero lo que nunca se había imaginado él era que Luba desearía adoptar un niño, eso ni siquiera estaba en los planes de ninguno.
– Amor, yo no me creo capaz de ser un buen padre – dijo aquellas palabras porque era incapaz de darle un rotundo no como respuesta. Él nunca le negaba nada a su amada, ¡Nunca! Por eso esperaba que ella comprendiera que debido a su naturaleza y trabajo, ser padre no era lo más apropiado para Lisandër y esperaba que eso la convenciera porque si insistía un poco más, él sería incapaz de negarse a sus deseos.
Lisandër d' Istria- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Momentos inolvidables / Privado (Lisandrër)
Ante las palabras de su amado, la joven, quedó sin palabras, por un instante. Desesperada buscó aquellos ojos que tanto amaba, - ¿De que hablas, amor? - sus orbes se clavaron en los ajenos y le sonrió, - No existe ser en la tierra, con mas amor en su alma, que tú, cielo mio - Sus manos se habían cerrado acunando el rostro de su amado, - eres mi ángel, y serías el ángel de éste pequeño... buen, en verdad... ya lo has sido... le salvaste la vida... - dijo susurrando en los labios de su amado, dándole un dulce beso, cerrando los ojos para poder disfrutar de esa intimidad y ese arrobamiento que disfrutaba al sentirlo tan cerca de ella.
Pero, entonces, un pensamiento le llegó a su mente, con la fuerza de un rayo. Tal vez no era
el problema que Lisandër, no se sintiera capaz de ser un buen padre, el inconveniente era que ella fuera la que no pudiera convertirse en una buena madre. Con suma lentitud, alejó su rostro del ajeno, pero mantuvo el contacto de sus manos con la piel del inquisidor. Su mirada se volvió melancólica, su voz por momentos se quebró, - pero... tal vez... el problema no es que tú seas un mal padre... sino que me convierta en una mala madre... ¿como podría estar segura? jamás he cuidado de nadie, siempre has cuidado de mi, no sirvo para otra cosa que para... bailar, y traerte preocupaciones - suspiró entristecida, - ¿como podría hacer que te preocupes ademas, por la seguridad de un niño tan pequeño? -.
Intentó mantener la sonrisa en sus labios, y por un instante lo consiguió. Mas su mirada se había entristecido. No quiso que la descubriera herida, atemorizada por aquella posibilidad. Por eso, continuó acariciando por un segundo mas, las mejillas de su amado, antes de voltear para ver por última vez al pequeño, - Tienes razón, él merece una amorosa, diligente y cuidadosa madre - Por primera vez se inclinó sobre el bebé que dormía y le besó la cabecita. No quería dejarle allí, pero, tampoco hacer que el inquisidor tomara una decisión basado solo en el deseos de la bailarina por ser madre. Con delicadeza, cubrió con la rustica manta el cuerpecito del pequeño, que se estremeció.
Al verle inquieto, se quedó en silencio acariciando al bebé, - shhh... calma pequeño... no te preocupes, haré todo lo posible por buscarte una buena mamá - le susurro. Sonrió con tristeza, mientras una lagrima mojaba su mejilla, cayendo en la manta. Con su mano apretó el borde de la cuna, no quería dejarlo, pero tampoco ser una carga aún mas pesada para su amado esposo.
Pero, entonces, un pensamiento le llegó a su mente, con la fuerza de un rayo. Tal vez no era
el problema que Lisandër, no se sintiera capaz de ser un buen padre, el inconveniente era que ella fuera la que no pudiera convertirse en una buena madre. Con suma lentitud, alejó su rostro del ajeno, pero mantuvo el contacto de sus manos con la piel del inquisidor. Su mirada se volvió melancólica, su voz por momentos se quebró, - pero... tal vez... el problema no es que tú seas un mal padre... sino que me convierta en una mala madre... ¿como podría estar segura? jamás he cuidado de nadie, siempre has cuidado de mi, no sirvo para otra cosa que para... bailar, y traerte preocupaciones - suspiró entristecida, - ¿como podría hacer que te preocupes ademas, por la seguridad de un niño tan pequeño? -.
Intentó mantener la sonrisa en sus labios, y por un instante lo consiguió. Mas su mirada se había entristecido. No quiso que la descubriera herida, atemorizada por aquella posibilidad. Por eso, continuó acariciando por un segundo mas, las mejillas de su amado, antes de voltear para ver por última vez al pequeño, - Tienes razón, él merece una amorosa, diligente y cuidadosa madre - Por primera vez se inclinó sobre el bebé que dormía y le besó la cabecita. No quería dejarle allí, pero, tampoco hacer que el inquisidor tomara una decisión basado solo en el deseos de la bailarina por ser madre. Con delicadeza, cubrió con la rustica manta el cuerpecito del pequeño, que se estremeció.
Al verle inquieto, se quedó en silencio acariciando al bebé, - shhh... calma pequeño... no te preocupes, haré todo lo posible por buscarte una buena mamá - le susurro. Sonrió con tristeza, mientras una lagrima mojaba su mejilla, cayendo en la manta. Con su mano apretó el borde de la cuna, no quería dejarlo, pero tampoco ser una carga aún mas pesada para su amado esposo.
Laura Tejada Luna- Humano Clase Alta
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Re: Momentos inolvidables / Privado (Lisandrër)
Era un ser de destrucción, de él no podía salir nada bueno. Lo único bueno, puro y hermoso en su existencia era la compañía de Luba. Su amada había llegado a su vida en un punto donde él se sentía perdido e inútil, donde creía que su trabajo era lo único que podía mantenerle aún existiendo. En su época más oscura, Luba fue su luz y desde ese entonces, era la única luz a la que él se permitía aferrarse con desespero, volviéndose en muchas ocasiones demasiado celoso y posesivo de ella. Ahora, ante la petición de su esclava porque adoptaran al niño, Lisandër la dejaba ver un poco de su debilidad y temores.
– Contigo siempre he sido así porque eres el ser que más amo en esta tierra, pero no me creo capaz de amar y de ser ángel de nadie – admitió, escuchando entonces como su amada le aseguraba que ya con salvarlo, se había transformado en el ángel del pequeño.
Los labios cálidos y carnosos de su esclava se fundieron con los suyos, en un beso lleno de amor y comprensión que llegó a su fin no por deseo del inquisidor sino de su amada.
Al separarse Luba de él, Lisandër notó en ella dolor.
– ¿Qué pasa amor mío? – le interrogo solo para escuchar aquellas descabelladas ideas que le cruzaban a su amada por la cabeza. ¿Ella una mala madre? ¿Inservible?. Con incredulidad, el inquisidor la miró – ¿Cómo puedes pensar eso? Mi amada Luba, eres la mujer más dedicada, paciente, amorosa y protectora que he conocido. Cualquier niño tendría suerte de que estar bajo tus cuidados, así que no pienses que eres un problema, porque no es así.
Las palabras del inquisidor no parecieron alcanzar a su esclava, quien con dolor se alejó más de él y se acercó al pequeño, de quien comenzó a despedirse. El dolor de Luba era algo que Lisandër no podía soportar y saberla además dudosa de sus habilidades maternas, esas que él no ponía en tela de juicio, lo llevaban a sentirse culpable pues habían sido primeramente sus palabras las que llevaron a su bailarina a dudar de ella misma. En silencio, Lisandër se acercó nuevamente hasta su amada y con suavidad le beso el hombro, siendo entonces testigo de la manera en que el pequeño se calmaba ante el tacto de Luba y sus palabras de consuelo, siendo ese momento donde supo que la decisión estaba ya tomada.
– No tienes que buscarle una buena mamá porque ya la ha encontrado – susurró suave a su amada – Toma al pequeño mi amada bailarina y vamos a casa los tres, que esta noche he cumplido la promesa que hice con su madre y le he encontrado una familia.
– Contigo siempre he sido así porque eres el ser que más amo en esta tierra, pero no me creo capaz de amar y de ser ángel de nadie – admitió, escuchando entonces como su amada le aseguraba que ya con salvarlo, se había transformado en el ángel del pequeño.
Los labios cálidos y carnosos de su esclava se fundieron con los suyos, en un beso lleno de amor y comprensión que llegó a su fin no por deseo del inquisidor sino de su amada.
Al separarse Luba de él, Lisandër notó en ella dolor.
– ¿Qué pasa amor mío? – le interrogo solo para escuchar aquellas descabelladas ideas que le cruzaban a su amada por la cabeza. ¿Ella una mala madre? ¿Inservible?. Con incredulidad, el inquisidor la miró – ¿Cómo puedes pensar eso? Mi amada Luba, eres la mujer más dedicada, paciente, amorosa y protectora que he conocido. Cualquier niño tendría suerte de que estar bajo tus cuidados, así que no pienses que eres un problema, porque no es así.
Las palabras del inquisidor no parecieron alcanzar a su esclava, quien con dolor se alejó más de él y se acercó al pequeño, de quien comenzó a despedirse. El dolor de Luba era algo que Lisandër no podía soportar y saberla además dudosa de sus habilidades maternas, esas que él no ponía en tela de juicio, lo llevaban a sentirse culpable pues habían sido primeramente sus palabras las que llevaron a su bailarina a dudar de ella misma. En silencio, Lisandër se acercó nuevamente hasta su amada y con suavidad le beso el hombro, siendo entonces testigo de la manera en que el pequeño se calmaba ante el tacto de Luba y sus palabras de consuelo, siendo ese momento donde supo que la decisión estaba ya tomada.
– No tienes que buscarle una buena mamá porque ya la ha encontrado – susurró suave a su amada – Toma al pequeño mi amada bailarina y vamos a casa los tres, que esta noche he cumplido la promesa que hice con su madre y le he encontrado una familia.
Lisandër d' Istria- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Momentos inolvidables / Privado (Lisandrër)
Su mirada se había posado en aquel pequeño rostro que mostraba su curiosidad, por cada palabra que la mujer dijera. Seguramente no entendiera que decía, o tal vez si, pero fuera como fuera, el bebé movía sus brazos, piernas, y parecía intentar decir algo, como si intentara responder. A pesar de poner toda su atención en el niño, pudo escuchar cuando su amado se acercó a ella y le besó el hombro, para luego abrazarla, reconfortándola. Luba sonrió con un dejo de tristeza, pero envuelta en la paz que solo la cercanía de su esposo llegaba a provocar. Sus manos soltaron el borde de la cuna, para buscar los brazos del vampiro, acariciándolo, mientras tiraba suavemente su cabeza hacia atrás, descansando en el pecho del inmortal, Cerró los ojos y susurró, - te amo -, sus palabras, que salieron de su garganta mezcla de un suspiro, fueron acallada por las palabras que su amado pronunciara.
Quedó paralizada, ante la propuesta que le hacía su esposo, ¿podía llevarse al niño? ¿ella sería una buena madre? El corazón dio un vuelco de emoción en su pecho, sus labios esbozaron una sonrisa amplia y sincera, mientras sus ojos se abrían cargados de agradecimiento y profundo amor. Giró, para quedar aprisionada entre el abrazo de su amado y su pecho. Elevó su mirada buscando la ajena, sus manos acariciaron el pecho masculino y subieron por su cuello, acariciando sus cabellos, acercándolo a ella. Sus labios buscaron nuevamente los ajenos y le besó con la emoción y el profundo amor que sentía por él. Sus piró en sus labios cuando el beso pareció terminar, aunque sus dedos seguían aprisionando los cabellos del inmortal, manteniendole tan cerca de sus labios, que podía decirse que parecían una sola persona. Sonrió, plena de alegría, dándole pequeños besos en la punta de la nariz, en sus mejillas, su barbilla y hasta intentando ponerse en puntas de pie, para lograr besarle en la frente, - amor mio, cuanto te amo - dijo mientras se apretaba mas a Lisandër e intentaba dejar de llorar, ésta vez de alegría.
Cuando logró controlar sus sentimientos, buscó la mirada del inmortal, y su mano derecha acarició la mejilla del inquisidor, -¿estas seguro? - sonrió tímidamente - si lo llevamos ahora, será nuestro pequeño, para toda la vida - sin soltar el abrazo a la cintura masculina, se giró levemente, para contemplar al bebé - deberemos ponerle un nombre... ¿o sabes como se llama? - Giró su rostro buscando los orbes de su amado, algo asustada y preocupada - cielo, no tenemos nada para él... deberemos ir a comprar todo lo que un niños necesita - pensando en ello, volvió su cuerpo a la cuna y llevó sus brazos a donde el niño seguía atento todo lo que esos extraños parecían hacer. La joven bailarina, tomó al bebé en brazos y acomodó en su pecho, suavemente, comenzó a cantarle una canción de cuna, llevando su mirada de la cabecita del bebé, a los orbes del vampiro que la contemplaba. En su interior, la esclava, no estaba segura si la mirada que su amo le devolvía, era de tristeza, solo esperaba que los tres llegaran a ser inmensamente felices.
Quedó paralizada, ante la propuesta que le hacía su esposo, ¿podía llevarse al niño? ¿ella sería una buena madre? El corazón dio un vuelco de emoción en su pecho, sus labios esbozaron una sonrisa amplia y sincera, mientras sus ojos se abrían cargados de agradecimiento y profundo amor. Giró, para quedar aprisionada entre el abrazo de su amado y su pecho. Elevó su mirada buscando la ajena, sus manos acariciaron el pecho masculino y subieron por su cuello, acariciando sus cabellos, acercándolo a ella. Sus labios buscaron nuevamente los ajenos y le besó con la emoción y el profundo amor que sentía por él. Sus piró en sus labios cuando el beso pareció terminar, aunque sus dedos seguían aprisionando los cabellos del inmortal, manteniendole tan cerca de sus labios, que podía decirse que parecían una sola persona. Sonrió, plena de alegría, dándole pequeños besos en la punta de la nariz, en sus mejillas, su barbilla y hasta intentando ponerse en puntas de pie, para lograr besarle en la frente, - amor mio, cuanto te amo - dijo mientras se apretaba mas a Lisandër e intentaba dejar de llorar, ésta vez de alegría.
Cuando logró controlar sus sentimientos, buscó la mirada del inmortal, y su mano derecha acarició la mejilla del inquisidor, -¿estas seguro? - sonrió tímidamente - si lo llevamos ahora, será nuestro pequeño, para toda la vida - sin soltar el abrazo a la cintura masculina, se giró levemente, para contemplar al bebé - deberemos ponerle un nombre... ¿o sabes como se llama? - Giró su rostro buscando los orbes de su amado, algo asustada y preocupada - cielo, no tenemos nada para él... deberemos ir a comprar todo lo que un niños necesita - pensando en ello, volvió su cuerpo a la cuna y llevó sus brazos a donde el niño seguía atento todo lo que esos extraños parecían hacer. La joven bailarina, tomó al bebé en brazos y acomodó en su pecho, suavemente, comenzó a cantarle una canción de cuna, llevando su mirada de la cabecita del bebé, a los orbes del vampiro que la contemplaba. En su interior, la esclava, no estaba segura si la mirada que su amo le devolvía, era de tristeza, solo esperaba que los tres llegaran a ser inmensamente felices.
Laura Tejada Luna- Humano Clase Alta
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Re: Momentos inolvidables / Privado (Lisandrër)
El inquisidor era consciente de las capacidades maternales y amorosas de su amada, por eso era que no dudaba de ella, más bien, dudaba de él mismo. Era un inmortal, un inquisidor… un monstruo que sin esperarlo se enamoro de una hermosa criatura frágil y mortal que lo llevaba a experimentar cosas que jamás creyó posibles. Amor, celos, miedo… todo eso era capaz de sentirlo gracias a la presencia de su amada bailarina, quien de manera inesperada lo volvía un tanto más humano y la prueba de ello estaba en la habitación donde la pareja se encontraba. En otro tiempo, Lisandër jamás se hubiera detenido a rescatar a un niño mortal, pero fue, precisamente la idea de desilusionar o traicionar a su amada, lo que le llevó a prometer a una mujer moribunda que se encargaría de encontrar un lugar donde su pequeño estuviera a salvo, claro que con lo que no contó, fue con la necesidad de Luba por ser madre, algo que él no podía darle.
El dolor de ver a Luba despedirse del pequeño fue lo que llevó al inquisidor a decirse que, así como fue capaz de cambiar por ella, también sería capaz de cambiar por el pequeño; sin mencionar que la felicidad de Luba era la suya y que por ella, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa. Con sumo afecto, Lisandër se acercó hasta su amada y en palabras afectuosas, le hizo saber la decisión que tomaba y que cambiaría el rumbo de la relación de ambos. Hasta aquellos momentos la relación del inmortal y la bailarina no era del todo oficial, eso aunque se llamaran esposos, se profesaran amor diariamente y vivieran juntos; sin embargo, si iban a criar a un hijo juntos, las cosas deberían ser diferentes.
– Yo también te amo Luba – susurró antes de que ella se lanzara sobre él y lo besara de manera pasional, para después separarse y depositar pequeños y afectuosos besos por todo el rostro del vampiro. Aquel gesto de parte de ella lo hizo sonreír, pero no olvidarse de la propuesta que pensaba hacer; solo necesitaría encontrar el instante apropiado, pues su amada, no le daba oportunidad de hacerlo – Claro que estoy seguro, de adoptarlo y de nosotros.
Una vez que confirmó la adopción del pequeño, su amada volvió a acercarse a la cuna.
– No sé como se llama, su madre no tuvo oportunidad de decírmelo pero ahora tiene una madre que podrá darle un nombre y amor – sonrió al verla contemplar al pequeño en la cuna antes de tomarlo entre sus brazos – No debes preocuparte, puede pasar la noche con lo que tiene y por la mañana, podrás salir con él para comprar todo lo que necesita y de paso, podrás detenerte a comprar el anillo de compromiso que más te guste – soltó aquello, antes de acercarse más a Luba y al pequeño – porque si vamos a adoptarlo, deberemos estar casados de manera oficial, ¿No lo crees?.
El dolor de ver a Luba despedirse del pequeño fue lo que llevó al inquisidor a decirse que, así como fue capaz de cambiar por ella, también sería capaz de cambiar por el pequeño; sin mencionar que la felicidad de Luba era la suya y que por ella, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa. Con sumo afecto, Lisandër se acercó hasta su amada y en palabras afectuosas, le hizo saber la decisión que tomaba y que cambiaría el rumbo de la relación de ambos. Hasta aquellos momentos la relación del inmortal y la bailarina no era del todo oficial, eso aunque se llamaran esposos, se profesaran amor diariamente y vivieran juntos; sin embargo, si iban a criar a un hijo juntos, las cosas deberían ser diferentes.
– Yo también te amo Luba – susurró antes de que ella se lanzara sobre él y lo besara de manera pasional, para después separarse y depositar pequeños y afectuosos besos por todo el rostro del vampiro. Aquel gesto de parte de ella lo hizo sonreír, pero no olvidarse de la propuesta que pensaba hacer; solo necesitaría encontrar el instante apropiado, pues su amada, no le daba oportunidad de hacerlo – Claro que estoy seguro, de adoptarlo y de nosotros.
Una vez que confirmó la adopción del pequeño, su amada volvió a acercarse a la cuna.
– No sé como se llama, su madre no tuvo oportunidad de decírmelo pero ahora tiene una madre que podrá darle un nombre y amor – sonrió al verla contemplar al pequeño en la cuna antes de tomarlo entre sus brazos – No debes preocuparte, puede pasar la noche con lo que tiene y por la mañana, podrás salir con él para comprar todo lo que necesita y de paso, podrás detenerte a comprar el anillo de compromiso que más te guste – soltó aquello, antes de acercarse más a Luba y al pequeño – porque si vamos a adoptarlo, deberemos estar casados de manera oficial, ¿No lo crees?.
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Re: Momentos inolvidables / Privado (Lisandrër)
Luba, sostenía en sus brazos al pequeño, que se había dormido al fin. Su mirada cargada de dulzura, mostraba cuanto en el fondo de su alma, deseaba ser madre. Por supuesto que había optado por el amor de su vampiro, antes que tener hijos propios, pero en el fondo, jamás había perdido la esperanza de que criaran un hijo del corazón. Bien sabía ella, que en el alma de su amado, existía el lugar suficiente para ella y para amar a un hijo de la vida. Dios, se los había puesto en el camino, decidiendo así permitir que la rusa y el inmortal lograran formar una familia. Claro que a ella le hubiera gustado estar legalmente casados, antes de adoptar, puesto que algunos conocidos de ellos, compañeros de trabajo de Luba, como inquisidores, comenzaban a hablar a sus espaldas, afirmando que no estaban casados y que ella era solo una concubina del inquisidor, una amante de las tantas que podrían haber existido en la vida del inmortal, y aunque todas esas habladurías, no llegaban a lastimar a la bailarina, al pequeño niño, podrían herirlo y no quería que eso pasara. Pero, ¿como podría proponer a Lisandër, que era tiempo de casarse?
Luba, mordió sus labios, en un gesto involuntario, temía ofenderle, que pensara que ella no confiaba en él, pero debería encontrar la manera de llegar a discutir ese tema. Pero, cuando menos se lo esperaba, fue él quien le dijo que debía casarse, toda su piel se erizó, el corazón comenzó a latir desesperado, su garganta se secó y sin pensarlo se giró, buscando aquel rostro adorado. Su mirada expresaba todo el amor, la sorpresa y la alegría que sus palabras causaban a su alma, -amor mio - dijo, intentando abrazarlo, pero impedida por llevar el niño a cuesta, se sintió tan torpe, se apresuró a dejar nuevamente al bebé en su cuna, para poder por fin abrazar a su amado y besarle, - cuanto te amo, me haces la mujer mas feliz de todo el mundo - susurró en los labios del vampiro, antes de besarse de forma apasionada. Quería que aquel momento llegase pronto, poder decir ante Dios y ante los hombres, que lo elegía para amarlo y respetarlo, por toda la vida y toda la eternidad.
Luba, mordió sus labios, en un gesto involuntario, temía ofenderle, que pensara que ella no confiaba en él, pero debería encontrar la manera de llegar a discutir ese tema. Pero, cuando menos se lo esperaba, fue él quien le dijo que debía casarse, toda su piel se erizó, el corazón comenzó a latir desesperado, su garganta se secó y sin pensarlo se giró, buscando aquel rostro adorado. Su mirada expresaba todo el amor, la sorpresa y la alegría que sus palabras causaban a su alma, -amor mio - dijo, intentando abrazarlo, pero impedida por llevar el niño a cuesta, se sintió tan torpe, se apresuró a dejar nuevamente al bebé en su cuna, para poder por fin abrazar a su amado y besarle, - cuanto te amo, me haces la mujer mas feliz de todo el mundo - susurró en los labios del vampiro, antes de besarse de forma apasionada. Quería que aquel momento llegase pronto, poder decir ante Dios y ante los hombres, que lo elegía para amarlo y respetarlo, por toda la vida y toda la eternidad.
Laura Tejada Luna- Humano Clase Alta
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Re: Momentos inolvidables / Privado (Lisandrër)
Linsadër nunca había dudado del amor de Luba. La bailarina le profesaba una devoción sin igual, una que él trataba de corresponder tanto como podía. Quizás darle la familia que ella tanto deseaba, sería la manera más clara en que él demostraría su amor por la mujer que comenzó siendo su esclava y que ahora, era su completa razón de existir.
Si bien la idea del matrimonio era una que solía rondar la mente del inmortal, la consideraba, más que nada, como una manera de demostrarle al mundo entero que la hermosa mujer aquella le pertenecía, que ella era suya y que cualquiera que se atreviese a tocarla o dañarla, tendría que pagar las consecuencias. Sin embargo, esa petición más bien de pertenencia que de romanticismo, se convertía en algo completamente diferente ahora. Claro que Lisandër quería que el mundo entero supiera que Luba era suya, pero también deseaba que ella fuera feliz y que el pequeño que criaran juntos, tuviera la buena vida que su madre seguramente deseo para él.
Con su petición de matrimonio, Lisandër además acallaría los rumores que circulaban en torno a él y a Luba. Rumores que trató de minimizar o ignorar pero que sabía, estaban dañándolo no a él, sino a la mujer que amaba. La bailarina era una mujer fuerte, una que no prestaba atención a las habladurías, aún así, Lisandër era capaz de detectar el ligero dolor que las habladurías le causaban, algo que no sucedería más.
– Yo te amo mucho más – aseguró antes de responder al afectuoso beso que su esclava depositaba en sus labios – ¿Puedo tomar entonces tus palabras como que has aceptado ser mi esposa? – preguntó, a sabiendas que aquello era precisamente lo que Luba afirmaba con sus besos y su cercanía.
Ya no había más que decir. Las resoluciones sobre su futuro estaban tomadas y ahora solo quedaba el actuar. Con amor, Lisandër llevó las manos de Luba hasta sus labios y las besó, solo para mirarle después y sonreír.
– Amor, ¿No deberías tomar a nuestro pequeño hijo? – soltó entonces las manos de su amada – porque creo que es hora de que informemos a la superiora que este pequeño, ya tiene un hogar – sus ojos se dirigieron a la pequeña cuna – además que quiero llegar a nuestro hogar. Quiero tenerte cerca lo que resta de la noche y que hablemos del futuro – sonrió – de nuestro futuro.
Si bien la idea del matrimonio era una que solía rondar la mente del inmortal, la consideraba, más que nada, como una manera de demostrarle al mundo entero que la hermosa mujer aquella le pertenecía, que ella era suya y que cualquiera que se atreviese a tocarla o dañarla, tendría que pagar las consecuencias. Sin embargo, esa petición más bien de pertenencia que de romanticismo, se convertía en algo completamente diferente ahora. Claro que Lisandër quería que el mundo entero supiera que Luba era suya, pero también deseaba que ella fuera feliz y que el pequeño que criaran juntos, tuviera la buena vida que su madre seguramente deseo para él.
Con su petición de matrimonio, Lisandër además acallaría los rumores que circulaban en torno a él y a Luba. Rumores que trató de minimizar o ignorar pero que sabía, estaban dañándolo no a él, sino a la mujer que amaba. La bailarina era una mujer fuerte, una que no prestaba atención a las habladurías, aún así, Lisandër era capaz de detectar el ligero dolor que las habladurías le causaban, algo que no sucedería más.
– Yo te amo mucho más – aseguró antes de responder al afectuoso beso que su esclava depositaba en sus labios – ¿Puedo tomar entonces tus palabras como que has aceptado ser mi esposa? – preguntó, a sabiendas que aquello era precisamente lo que Luba afirmaba con sus besos y su cercanía.
Ya no había más que decir. Las resoluciones sobre su futuro estaban tomadas y ahora solo quedaba el actuar. Con amor, Lisandër llevó las manos de Luba hasta sus labios y las besó, solo para mirarle después y sonreír.
– Amor, ¿No deberías tomar a nuestro pequeño hijo? – soltó entonces las manos de su amada – porque creo que es hora de que informemos a la superiora que este pequeño, ya tiene un hogar – sus ojos se dirigieron a la pequeña cuna – además que quiero llegar a nuestro hogar. Quiero tenerte cerca lo que resta de la noche y que hablemos del futuro – sonrió – de nuestro futuro.
Lisandër d' Istria- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Momentos inolvidables / Privado (Lisandrër)
El corazón de Luba, rebosaba de alegria, tanta, que des sus orbes, gruesas lagrimas de felicidad, rodaron por sus mejillas. Encontrar a Lisander en su vida, había sido la felicidad mas enorme que alguna vez hubiera experimentado. Ella que había vivido en el ceno de una familia, que, a pesar de quererla, jamás había llegado a sentirse amada, o valorada de verdad. Solo en compañía de su amo, de su amado, había logrado entender cuan grande y poderoso podía ser el amor. Solo con él y en él, había descubierto que la vida sin el afecto, sin caricias y demostraciones de cariño, no valía la pena ser vivida.
Tomó la mano de su amado, y la llevó a su boca, besando la palma de la mano, para luego ocultar en ella sus mejillas húmedas del llanto. - Si, solo aceptaría casarme contigo, porque... tú le das sentido a mi existencia -, sus palabras fueron acompañadas de caricias en la mejilla del vampiro, - Te amo, no solo con el corazón, sino con mi alma... que es y será... eternamente tuya -, sonrió, de forma coqueta, sin llegar a ser sensual, con el sentimiento de amor, iluminando su rostro. Su amado tomó su mano y la besó, para luego preguntarle si no le parecía que era tiempo de cargar a su hijo, y llevarlo con ellos a su hogar. La respiración de Luba quedó suspendida por un segundo, sus ojos colmados de asombro y felicidad, le jugaron nuevamente una mala pasada y no pudo mas que romper en un llanto abierto, emotivo, mientras asentía con su cabeza e intentaba que el temblor dejara su cuerpo. Había creído que tendría que esperar días o semanas enteras para poder llevar al pequeño a su hogar. Pero Lisandër le prometía que aquella misma noche serían ya una familia de tres.
Siguió escuchando todo lo que él le decía, pero no se contuvo de tirarse a sus brazos y hundir su rostro en el pecho del vampiro, como si fuera una niña pequeña. - Si, amor mio, también deseo, estar lo antes posible en nuestro hogar y disfrutar de todo el tiempo posible junto a ti y nuestro pequeño... - enmudeció por un segundo, - amor, me haces la mujer mas feliz de la tierra - estirando su cuello, para alcanzar el hombro del inquisidor, deslizó en un susurro en el oído del sobrenatural, aquellas palabras cargadas de amor y gratitud.
Tomó la mano de su amado, y la llevó a su boca, besando la palma de la mano, para luego ocultar en ella sus mejillas húmedas del llanto. - Si, solo aceptaría casarme contigo, porque... tú le das sentido a mi existencia -, sus palabras fueron acompañadas de caricias en la mejilla del vampiro, - Te amo, no solo con el corazón, sino con mi alma... que es y será... eternamente tuya -, sonrió, de forma coqueta, sin llegar a ser sensual, con el sentimiento de amor, iluminando su rostro. Su amado tomó su mano y la besó, para luego preguntarle si no le parecía que era tiempo de cargar a su hijo, y llevarlo con ellos a su hogar. La respiración de Luba quedó suspendida por un segundo, sus ojos colmados de asombro y felicidad, le jugaron nuevamente una mala pasada y no pudo mas que romper en un llanto abierto, emotivo, mientras asentía con su cabeza e intentaba que el temblor dejara su cuerpo. Había creído que tendría que esperar días o semanas enteras para poder llevar al pequeño a su hogar. Pero Lisandër le prometía que aquella misma noche serían ya una familia de tres.
Siguió escuchando todo lo que él le decía, pero no se contuvo de tirarse a sus brazos y hundir su rostro en el pecho del vampiro, como si fuera una niña pequeña. - Si, amor mio, también deseo, estar lo antes posible en nuestro hogar y disfrutar de todo el tiempo posible junto a ti y nuestro pequeño... - enmudeció por un segundo, - amor, me haces la mujer mas feliz de la tierra - estirando su cuello, para alcanzar el hombro del inquisidor, deslizó en un susurro en el oído del sobrenatural, aquellas palabras cargadas de amor y gratitud.
Laura Tejada Luna- Humano Clase Alta
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Re: Momentos inolvidables / Privado (Lisandrër)
Los ojos de Lisandër siguieron el recorrido de una de las lágrimas de Luba, algo que ya había hecho él una vez, durante una discusión trascurrida hacía mucho tiempo, cuando el inquisidor apenas y estaba descubriendo su amor por la bailarina que eligió simplemente como una esclava. Su mano fría se movió para cuidadosamente limpiar aquella lágrima que distaba mucho de la que contemplara tiempo atrás, pues en esta ocasión su amada no la derramaba debido al sufrimiento sino a la felicidad. Definitivamente muchas cosas estaban cambiando en la existencia del vampiro y todas las debía a la presencia de Luba.
– Yo no doy sentido a tú existencia. Eres tú quien da sentido a la mía – Al inicio de la relación, Lisandër veía a Luba solo como una compañera para pasar algo de tiempo, alguien que dependía de él enteramente y de quien podría deshacerse cuando le placiera; grave error creer aquello pues la bailarina pronto hizo del muerto corazón del vampiro su hogar, llegando al punto en que él era capaz de cumplir cualquier capricho de su amada con tal de que permaneciera a su lado, ya que la sola idea de verla alejarse de su lado le parecía ahora intolerable. El mundo del inquisidor giraba en torno a aquella mujer y para probarlo estaba el hecho de que se casaría con ella.
Eternamente suya. Aquellas palabras aunque maravillosas, resultaban ser una promesa que Luba no podría cumplir, no al poseer aún aquella naturaleza humana de la que el vampiro estaba tan ferozmente enamorado y a la que no quería perder aún. Lisandër sabía pues que su unión en matrimonio con Luba tendría probablemente un final, ya que ella, aunque siendo esclava de sangre con habilidades vampíricas, seguía siendo una mujer mortal que podría morir en algún momento y ante la idea de una separación forzada, el inquisidor abrazo fuertemente a su bailarina, deseando que llegara el momento en que ella no solo aceptara compartir su vida con él sino también la eternidad.
– No llores más, que quiero verte feliz y plena – sí, era eso lo que más quería. Su parte más posesiva le decía que la tomara y la convirtiera en lo que él era para de esa manera, forzarla a permanecer a su lado para la eternidad, sin embargo, era su amor por ella lo que le decía que Luba debía de elegir; mientras tanto, Linsandër sería solamente un espectador de la felicidad y plenitud de la humana a quien amaba.
Fue incapaz de responder a las últimas palabras emitidas por su esclava y futura esposa, así que se limitó a sonreír, tomarla por los hombros para hacerla girar en dirección a la cuna, para después darle un empujoncito, indicando así que tomara al pequeño que para ese momento comenzaba a removerse nuevamente en su cuna. El vampiro estaba convencido de que el niño era sumamente afortunado, más que cualquier otro, pues la madre que tendría no resultaba ser una mujer común sino que era una mujer que había nacido para llevar luz a los demás… y siendo ese el destino de su bailarina, ¿Quién era él para arrancarle esa luz?.
– Yo no doy sentido a tú existencia. Eres tú quien da sentido a la mía – Al inicio de la relación, Lisandër veía a Luba solo como una compañera para pasar algo de tiempo, alguien que dependía de él enteramente y de quien podría deshacerse cuando le placiera; grave error creer aquello pues la bailarina pronto hizo del muerto corazón del vampiro su hogar, llegando al punto en que él era capaz de cumplir cualquier capricho de su amada con tal de que permaneciera a su lado, ya que la sola idea de verla alejarse de su lado le parecía ahora intolerable. El mundo del inquisidor giraba en torno a aquella mujer y para probarlo estaba el hecho de que se casaría con ella.
Eternamente suya. Aquellas palabras aunque maravillosas, resultaban ser una promesa que Luba no podría cumplir, no al poseer aún aquella naturaleza humana de la que el vampiro estaba tan ferozmente enamorado y a la que no quería perder aún. Lisandër sabía pues que su unión en matrimonio con Luba tendría probablemente un final, ya que ella, aunque siendo esclava de sangre con habilidades vampíricas, seguía siendo una mujer mortal que podría morir en algún momento y ante la idea de una separación forzada, el inquisidor abrazo fuertemente a su bailarina, deseando que llegara el momento en que ella no solo aceptara compartir su vida con él sino también la eternidad.
– No llores más, que quiero verte feliz y plena – sí, era eso lo que más quería. Su parte más posesiva le decía que la tomara y la convirtiera en lo que él era para de esa manera, forzarla a permanecer a su lado para la eternidad, sin embargo, era su amor por ella lo que le decía que Luba debía de elegir; mientras tanto, Linsandër sería solamente un espectador de la felicidad y plenitud de la humana a quien amaba.
Fue incapaz de responder a las últimas palabras emitidas por su esclava y futura esposa, así que se limitó a sonreír, tomarla por los hombros para hacerla girar en dirección a la cuna, para después darle un empujoncito, indicando así que tomara al pequeño que para ese momento comenzaba a removerse nuevamente en su cuna. El vampiro estaba convencido de que el niño era sumamente afortunado, más que cualquier otro, pues la madre que tendría no resultaba ser una mujer común sino que era una mujer que había nacido para llevar luz a los demás… y siendo ese el destino de su bailarina, ¿Quién era él para arrancarle esa luz?.
Lisandër d' Istria- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Momentos inolvidables / Privado (Lisandrër)
Sentir sus caricias, su voz, que igualmente acariciaba su alma y sus oídos, la hizo estremecer. Le amaba tanto, que el solo pensar en perderle, helaba su sangre. Claro que deseaba convertirse en su mujer legitima, en ser la madre de ese pequeño, pero, había algo mas que rondaba por su mente.
Él la hizo girar, para que tomara al niño y así, dejaran ese lugar, para dirigirse a su hogar, en donde la seguridad sería completa, puesto Lisander siempre dejaba apostado un par de centinelas, guardaespaldas fieles al vampiro, que serían capaces de dar su vida en pos del bienestar de su jefe y amigo, o por la familia de éste. Fue así que Luba tomó al pequeño, acomodandolo en su pecho, acariciando su cabecita y besando la coronilla. Entonces se dió cuenta que afuera, al rocío d la noche, el clima estaba destemplado y que el pequeño podría enfermarse. Por eso, se lo pasó a Lisander, para quitarse el abrigo y envolverlo en éste. Sonrió al ver el rostro de su amado, concentrado en tomar correctamente al pequeño, - Serás un muy buen padre, mi cielo - dijo, al momento de acariciar la mejilla de su futuro esposo. - te amo, con toda mi alma -, susurró en los labios del vampiro, para sellarlos con un beso suave, como el rose de un pétalo de rosa. Luego, tomó nuevamente al niño, quien comenzó a quejarse y llorar, pero con suavidad, le meció, mientras susurraba una canción de cuna, aunque era dulce, su letra más bien tendía a ser triste, su voz, era melodiosa, y las miradas entre la mujer y el niño, se volvieron profundas, como si existiera entre ellos un pacto que nacía desde ese momento y para toda la vida.
Con el último acorde de la canción, el niño se durmió profundamente, momento en que ella usó para observar a su vampiro, quien la contemplaba en silencio, - amor mío - susurró, acercándose nuevamente a él - creo que lo mejor será que partamos, deseo tanto poder estar en nuestro hogar, poder descansar entre tus brazos, sabiendo que tú estarás allí, siempre, junto a mi y nuestro pequeño-, dijo acariciando la cabecita del bebé. Mantuvo la mirada en Lisander, estuvo a punto de hablar pero prefirió estar en la residencia del inquisidor, antes de pedirle algo que cambiaría definitivamente sus vidas, que volvería la relación que los unía, en una unión sin tiempo, unidos en la eternidad, pero, tenía miedo que él no deseara aquello, ¿acaso su condición de humana, no había atraído al vampiro? ¿que podría pasar, cuando la tibieza de su cuerpo, de su piel, se volviera fría como la nieve? ¿ la amaría aunque su corazón no siguiera llamando al inmortal, con cada latido?
Él la hizo girar, para que tomara al niño y así, dejaran ese lugar, para dirigirse a su hogar, en donde la seguridad sería completa, puesto Lisander siempre dejaba apostado un par de centinelas, guardaespaldas fieles al vampiro, que serían capaces de dar su vida en pos del bienestar de su jefe y amigo, o por la familia de éste. Fue así que Luba tomó al pequeño, acomodandolo en su pecho, acariciando su cabecita y besando la coronilla. Entonces se dió cuenta que afuera, al rocío d la noche, el clima estaba destemplado y que el pequeño podría enfermarse. Por eso, se lo pasó a Lisander, para quitarse el abrigo y envolverlo en éste. Sonrió al ver el rostro de su amado, concentrado en tomar correctamente al pequeño, - Serás un muy buen padre, mi cielo - dijo, al momento de acariciar la mejilla de su futuro esposo. - te amo, con toda mi alma -, susurró en los labios del vampiro, para sellarlos con un beso suave, como el rose de un pétalo de rosa. Luego, tomó nuevamente al niño, quien comenzó a quejarse y llorar, pero con suavidad, le meció, mientras susurraba una canción de cuna, aunque era dulce, su letra más bien tendía a ser triste, su voz, era melodiosa, y las miradas entre la mujer y el niño, se volvieron profundas, como si existiera entre ellos un pacto que nacía desde ese momento y para toda la vida.
Con el último acorde de la canción, el niño se durmió profundamente, momento en que ella usó para observar a su vampiro, quien la contemplaba en silencio, - amor mío - susurró, acercándose nuevamente a él - creo que lo mejor será que partamos, deseo tanto poder estar en nuestro hogar, poder descansar entre tus brazos, sabiendo que tú estarás allí, siempre, junto a mi y nuestro pequeño-, dijo acariciando la cabecita del bebé. Mantuvo la mirada en Lisander, estuvo a punto de hablar pero prefirió estar en la residencia del inquisidor, antes de pedirle algo que cambiaría definitivamente sus vidas, que volvería la relación que los unía, en una unión sin tiempo, unidos en la eternidad, pero, tenía miedo que él no deseara aquello, ¿acaso su condición de humana, no había atraído al vampiro? ¿que podría pasar, cuando la tibieza de su cuerpo, de su piel, se volviera fría como la nieve? ¿ la amaría aunque su corazón no siguiera llamando al inmortal, con cada latido?
Laura Tejada Luna- Humano Clase Alta
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Re: Momentos inolvidables / Privado (Lisandrër)
Sonrió, pues Luba veía en él siempre todo lo positivo. Eran entonces esas características buenas que ella observaba las que él era incapaz de reconocer en si mismo. Lisandër se veía a si mismo como un inquisidor que acarreaba destrucción a donde quiera que iba pues durante muchos años había servido solamente para eso, sin embargo, era el calor del cuerpo de Luba y la respiración tranquila del pequeño a quien sostenía entre sus brazos, los que le hacían ver que estuvo equivocado. Durante muchos años fue solo una maquina de matar porque no poseía algo que valorase, algo que le hiciera desear más pero ahora, lo tenía. Lo único que aún le preocupaba al inquisidor era el tiempo que podría estar junto a su amada, así como el peligro en que la pondría a partir de que se convirtiera oficialmente en su esposa.
Lisandër era un inquisidor respetado, sí, pero también era un inquisidor con múltiples enemigos que no dudarían ni un segundo en poner en peligro a su bailarina o al pequeño que adoptaban, con tal de darle una lección al inmortal. Preocupado entonces por lo que vendría, observó a Luba mientras tomaba al pequeño entre sus brazos antes de sonreírle, aunque claro, la sonrisa no llegó a sus ojos.
– También te amo, más que a mi propia existencia – los labios de la esclava rozaron suavemente los suyos y antes de que pudiera entrar en el tema de lo que vendría a partir de que ella fuera su esposa, el pequeño comenzó a llorar, exigiendo las atenciones de la esclava.
Aprovechando que su amada se encontraba enfocada en atender al pequeño, Lisandër se excuso y salió de la habitación. Aún necesitaba encontrar a la madre superiora para darle la noticia de la resolución que tomaban, así como para pedirle que tuviera los documentos oficiales de la adopción del pequeño para la noche siguiente, siendo ese el día en que él y Luba acudirían para finalizar los tramites de adopción.
No resultó trabajo alguno para el inmortal encontrar a la superiora, quien se mostró satisfecha de haber encontrado el que consideraba, “el mejor hogar para el bebé” y tras darle la cátedra de rigor para cualquier persona dispuesta a adoptar, envió a Lisandër de vuelta con Luba y les deseo una placida noche, solo para después retirarse. El inquisidor ya conocía la salida así que la madre no parecía estar dispuesta a acompañarlos y distraer a los nuevos padres, detalle que el vampiro agradeció en demasía pues aún tenía que pensar como abordar el tema del peligro inminente para Luba y el bebé.
Regresó justo cuando la bailarina termina la hermosa pero triste canción de cuna al bebé y sin poder evitarlo, Lisandër sonrió, porque Luba era hermosa, pero emanaba aun más belleza mientras cargaba al pequeño en sus brazos.
– Claro amor, vayamos a casa – aseguró antes de sacarse la gabardina negra y ponerla sobre los hombros de su amada.
Era el momento de volver a su hogar y de entablar conversaciones que definirían la situación de los dos, porque Luba aceptaba ser su esposa, ¿Pero lo aceptaría realmente al saber lo que le esperaba? ¿La dejaría ir él si es que ella no deseaba poner en peligro al pequeño que cargaba entre sus brazos? Las dudas colmaban sus pensamientos y las respuestas, llegarían pronto.
Lisandër era un inquisidor respetado, sí, pero también era un inquisidor con múltiples enemigos que no dudarían ni un segundo en poner en peligro a su bailarina o al pequeño que adoptaban, con tal de darle una lección al inmortal. Preocupado entonces por lo que vendría, observó a Luba mientras tomaba al pequeño entre sus brazos antes de sonreírle, aunque claro, la sonrisa no llegó a sus ojos.
– También te amo, más que a mi propia existencia – los labios de la esclava rozaron suavemente los suyos y antes de que pudiera entrar en el tema de lo que vendría a partir de que ella fuera su esposa, el pequeño comenzó a llorar, exigiendo las atenciones de la esclava.
Aprovechando que su amada se encontraba enfocada en atender al pequeño, Lisandër se excuso y salió de la habitación. Aún necesitaba encontrar a la madre superiora para darle la noticia de la resolución que tomaban, así como para pedirle que tuviera los documentos oficiales de la adopción del pequeño para la noche siguiente, siendo ese el día en que él y Luba acudirían para finalizar los tramites de adopción.
No resultó trabajo alguno para el inmortal encontrar a la superiora, quien se mostró satisfecha de haber encontrado el que consideraba, “el mejor hogar para el bebé” y tras darle la cátedra de rigor para cualquier persona dispuesta a adoptar, envió a Lisandër de vuelta con Luba y les deseo una placida noche, solo para después retirarse. El inquisidor ya conocía la salida así que la madre no parecía estar dispuesta a acompañarlos y distraer a los nuevos padres, detalle que el vampiro agradeció en demasía pues aún tenía que pensar como abordar el tema del peligro inminente para Luba y el bebé.
Regresó justo cuando la bailarina termina la hermosa pero triste canción de cuna al bebé y sin poder evitarlo, Lisandër sonrió, porque Luba era hermosa, pero emanaba aun más belleza mientras cargaba al pequeño en sus brazos.
– Claro amor, vayamos a casa – aseguró antes de sacarse la gabardina negra y ponerla sobre los hombros de su amada.
Era el momento de volver a su hogar y de entablar conversaciones que definirían la situación de los dos, porque Luba aceptaba ser su esposa, ¿Pero lo aceptaría realmente al saber lo que le esperaba? ¿La dejaría ir él si es que ella no deseaba poner en peligro al pequeño que cargaba entre sus brazos? Las dudas colmaban sus pensamientos y las respuestas, llegarían pronto.
TERMINADO
Lisandër d' Istria- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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