AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Winter Birds [Privado]
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Winter Birds [Privado]
La verdad no sabía cuánto tiempo había pasado frente al piano, la casa estaba sola normalmente a esas horas cosa que no me molestaba en absoluto y aunque mi cuerpo descansaba sobre aquel taburete marrón mi mente siempre estaba ausente. Eran demasiadas cosas dando vueltas una y otra vez, seguramente me volvería loco si no lo estaba ya. La música resonaba por todos y cada uno de los rincones de la vieja mansión intoxicando la atmosfera de melancolía, las notas que se entretejían yuxtapuestas, cubriéndose entre sí, emanando desde el interior del piano y muriendo nuevamente en un vaivén eterno.
En los pasillos de mi subconsciente las palabras que ella había hilado para mí seguían retumbando, me hacían estallar. Perdí la cuenta de los días sin verla, nunca manché la memoria de Minna, pero ella siempre había tenido un lugar muy especial en mi corazón. La curiosidad de saber que estaba pasando en su vida sería mi muerte sin lugar a dudas. Terminé de ejecutar la pieza en el piano y descansé mis dedos, llevé mis manos al rostro dándome un ligero masaje en las sienes, suspiré.- ¿Dónde estás? –
Me levanté de mala gana y di la orden al viejo mayordomo que recién había contratado de cerrar con llave en cuanto yo saliera, no tenía planeado regresar hasta el otro día. Caminé por las aceras frías y de vez en cuando daba una mirada a las personas que aún caminaban a esas altas horas de la noche, criaturas sobrenaturales quizás, amantes ocultos en las calles o locos sin rumbo fijo como yo. Su sonrisa siempre fue una constante, recordarla de esa forma era lo único que me mantenía cuerdo de alguna manera, había atado los recuerdos de nuestra infancia a mi alma y nadie podría quitármelos, nadie.
Al notar que abandonada la calidez de la ciudad, me adentre en los terruños del mar, el olor salino y el rugido de las olas me atraparon de inmediato, mi corazón latía como un salvaje al volver a leer la carta, estaba seguro que ella me estaba esperando y al notar en mi reloj de bolsillo no pude evitar reír ligeramente, nunca he sido puntual y en esta ocasión me encontraba hasta cierto punto apenado por arribar 15 minutos más tarde de lo acordado. No podía visualizarle triste o preocupada, era un retrato imposible de concebir.
Tenía que ser algo demasiado grave para citarme a esa hora, ella quien siempre me había pedido protegerla de la oscuridad y de los monstruos que moran, ella me estaba pidiendo ayuda. Tomé un respiro al llegar a nuestro punto de encuentro e inicie a buscarle con la mirada, seguramente había arribado puntualmente, movía mi pie izquierdo incesantemente pues nunca me había gustado que ella estuviera sola y menos de noche, llevé mis ojos al cielo que se mostraba despejado para después cerrarlos, se me hizo una eternidad estar de pie aunque solo habían pasado unos cuantos minutos.
En los pasillos de mi subconsciente las palabras que ella había hilado para mí seguían retumbando, me hacían estallar. Perdí la cuenta de los días sin verla, nunca manché la memoria de Minna, pero ella siempre había tenido un lugar muy especial en mi corazón. La curiosidad de saber que estaba pasando en su vida sería mi muerte sin lugar a dudas. Terminé de ejecutar la pieza en el piano y descansé mis dedos, llevé mis manos al rostro dándome un ligero masaje en las sienes, suspiré.- ¿Dónde estás? –
Me levanté de mala gana y di la orden al viejo mayordomo que recién había contratado de cerrar con llave en cuanto yo saliera, no tenía planeado regresar hasta el otro día. Caminé por las aceras frías y de vez en cuando daba una mirada a las personas que aún caminaban a esas altas horas de la noche, criaturas sobrenaturales quizás, amantes ocultos en las calles o locos sin rumbo fijo como yo. Su sonrisa siempre fue una constante, recordarla de esa forma era lo único que me mantenía cuerdo de alguna manera, había atado los recuerdos de nuestra infancia a mi alma y nadie podría quitármelos, nadie.
Al notar que abandonada la calidez de la ciudad, me adentre en los terruños del mar, el olor salino y el rugido de las olas me atraparon de inmediato, mi corazón latía como un salvaje al volver a leer la carta, estaba seguro que ella me estaba esperando y al notar en mi reloj de bolsillo no pude evitar reír ligeramente, nunca he sido puntual y en esta ocasión me encontraba hasta cierto punto apenado por arribar 15 minutos más tarde de lo acordado. No podía visualizarle triste o preocupada, era un retrato imposible de concebir.
Tenía que ser algo demasiado grave para citarme a esa hora, ella quien siempre me había pedido protegerla de la oscuridad y de los monstruos que moran, ella me estaba pidiendo ayuda. Tomé un respiro al llegar a nuestro punto de encuentro e inicie a buscarle con la mirada, seguramente había arribado puntualmente, movía mi pie izquierdo incesantemente pues nunca me había gustado que ella estuviera sola y menos de noche, llevé mis ojos al cielo que se mostraba despejado para después cerrarlos, se me hizo una eternidad estar de pie aunque solo habían pasado unos cuantos minutos.
Última edición por Mariano De Gaudí el Vie Jul 18, 2014 5:35 pm, editado 2 veces
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
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Fecha de inscripción : 19/05/2014
Re: Winter Birds [Privado]
-Tanish, ¿Pensarás en mí?
-¿Para qué?
¿Por si no te casas con el maestro?
-Claro que sí…
-¿Para qué?
¿Por si no te casas con el maestro?
-Claro que sí…
- Spoiler:
El recuerdo de una infancia lejana me arrastró a la tierna edad de ocho años. Aquella edad en la cuál solo piensas en jugar a ser adulto, a soñar con los cuentos de hadas, en dragones y caballeros de brillante armadura… Aquella infancia acompañada de mi único amigo, de nombre Mariano. Éramos un par de niños cuando nos vimos por primera vez y de inmediato nos caímos bien. Fue casi instantáneo y desde ése momento nos hicimos inseparables. Mi único y gran amigo verdadero de toda mi vida, que me puso el mote de Tanish, sólo por haber nacido un día Lunes. Tanish me gustó mucho más que mi nombre verdadero: Rusxandra.
Aquellos años de separación fueron terribles para mí. No recuerdo haber parado de llorar ni una sola noche desde su partida, cuando sumida en la oscuridad de mi habitación, observaba los dibujos y las cartas que me regalaba casi por cualquier motivo. Fue como si me hiciese arrancado una parte de mi corazón, de mi, de mi esencia. Mariano partía hacia tierras lejanas donde continuaría su educación y yo… Yo me quedaría justamente donde debería estar. Recluida dentro de cuatro paredes, educándome para ser una dama en toda la extensión de la palabra. Una buena hija, y abnegada y obediente futura esposa.
Años de silencio, de no sentirme completa. Añorando noticias de su nueva vida. Noticias que se fueron escaseando conforme transcurría el tiempo, hasta que finalmente llegó una última donde se me anunciaba su compromiso y matrimonio con una señorita de buena familia. Sentí mi corazón estallar en miles de fragmentos. En aquel instante mi mundo se detuvo. Las manecillas del reloj marcharon en dirección contraria. La sombra de aquel sauce llorón en la ladera del lago, y el viento jugando con mi cabello, eran los últimos intentos de tratar de recuperar algo que había perdido para siempre. A él. Pero si el era feliz, yo debía serlo también. Su felicidad era la mía.
Ahora todo era distinto. La vida nos había golpeado duro, poniendo a prueba nuestra amistad. Cuando mandé aquella carta, estaba desesperada. No pensé en nada más que refugiarme en su consuelo. El era el único en quien podía confiar, el único. Por tal motivo había cambiado mis lujosas ropas, por los de una simple campesina, queriendo de esta manera ocultar mi verdadera condición. Me atreví a deambular sola, en medio de la noche para evitar las sospechas, ocultando mi rostro y cabellos rubios por medio de una chalina desgastada. Cualquier sombra, cualquier ruido, por más simple, me hacían sentir como si decenas de ojos me estuviesen vigilando, descubriendo el secreto tan celosamente guardado. Esperé pacientemente oculta en una esquina oscura y mal oliente cerca de un buque pesquero que había sido cargado por la tarde. Lo supe, por la plática de dos marineros que se retiraron poco después de mi llegada. Ahí oculta, y con el corazón a punto de salirse de mi pecho, rogué , casi imploré verle una vez más.
El tiempo transcurría. No había señales de Mariano por ninguna parte. ¿Y si la carta jamás hubiese llegado a sus manos?¿Que haría conmigo, con mi vida?¿A quién recurrir? llevé la mano hasta mis labios para evitar sollozar. Las ganas de derramar algunas lágrimas eran inevitables, y sin embargo… El sonido del eco de unos zapatos al caminar, renovaron mi fe. Di un par de pasos hacia delante, para revelar mi identidad, y que la luz de la luna alumbrara tenuemente mi silueta con sus finos rayos de plata.
-Mariano… ¿Eres tú?
Sandra Liebharts-Koth- Realeza Rumana
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Fecha de inscripción : 19/05/2014
Re: Winter Birds [Privado]
Y fue como un tirón en la oscuridad que se cernía tibia sobre nosotros, yo estaba perdido, sumido en mis retazos de recuerdos, intentaba recoger todas y cada una de las piezas para volver a construir su imagen, sin embargo debía ser capaz de hacer algo más que eso si yo iba a significar un pilar en su vida. Yo quería caer, dejarme llevar por el alcohol o algún otro somnífero que pusiera fin a mi existencia, después de enterarme que el primer hijo en la vida de mis padres también se había llamado Mariano, esta confesión que mi madre susurró un par de horas antes que ella muriera me dejó sin palabras. Me sentía una sombra, culpable más aun cargando con el peso del remordimiento.
Debía haber sido él el heredero de este título y no yo. Apenas podía mantenerme lucido con mis demonios danzando en mi mente, últimamente me había permitido ser un alma en pena, apenas me dio tiempo de cambiarme de ropa, me sentía cansado pero si ella vendría habría valido la pena. Las nubes rollizas que coqueteaban con el viento febril dieron paso a los tenues rayos de una luz de luna argentosa. Divisé el oleaje que descansaba de una larga jornada, bastaron un par de palabras para despertarme de mi trance, para regresarme a la vida. El pasado que yo había querido enterrar volvía nuevamente de la mano de una hermosa joven a la que yo había dejado de ver hace un poco más de 10 años.
Me contuve para abrazarle, debía cerciorarme que en realidad fuera ella, Tanish como yo acostumbraba llamarle. La niña de la cual yo me había despedido con un vuelco en el corazón pronunciaba mi nombre, su aroma sutil siempre le había identificado. Todas las dudas fueron arrastradas por la brisa nocturna cuando se acercó lentamente, apenas pude respirar de manera normal manteniendo una postura serena aunque mi pecho pareciera explotar en cualquier momento. Era ella.
-¿Tanish? – Dije de manera entrecortada. Le miré y dediqué una ligera sonrisa en mis labios, mis ojos encontraron un poco de paz al confirmar su presencia. Solo ella era capaz de arrancar una sonrisa natural en mí.
-Sí, soy yo, supongo que esperabas algo mejor.- mencioné con ironía, en realidad quería estrecharle en mis brazos nuevamente, pero no estaba en mis planes demostrar algo que yo había perdido quizás en el camino recorrido durante todos estos años. Estreché su mano esperando respuesta. No cabía del asombro, pero estaba siendo sincero, no sabía que decirle, como acercarme a ella nuevamente.
- Mírate, sigues siendo la misma.- Me atreví a llevar mi mano hacía los mechones rubios que escapaban de su frente, de manera involuntaria percibí su fragilidad, su necesidad de verme y no estaba siendo egocéntrico, simplemente me adentré en la fantasía de pensar que ella sentía lo mismo que yo en ese instante.
Mantuve en mi mano la carta con el sello ahora roto. -¿Dime cómo has estado?- Después de formular mi pregunta noté que estaba siendo demasiado rápido. Sonreí como un idiota nuevamente. -Perdona, es solo que… no puedo creer que esté nuevamente contigo, como antes.-
Todo estaba saliendo mal, mi nerviosismo estaba tomando parte en el juego y yo debía callarme para escucharle, dejé la incógnita flotar en el aire esperando a escuchar su voz una vez más, pero sin dejar de mirarle, de contemplar su mirada nostálgica, esa mirada que podía destruirme.
Debía haber sido él el heredero de este título y no yo. Apenas podía mantenerme lucido con mis demonios danzando en mi mente, últimamente me había permitido ser un alma en pena, apenas me dio tiempo de cambiarme de ropa, me sentía cansado pero si ella vendría habría valido la pena. Las nubes rollizas que coqueteaban con el viento febril dieron paso a los tenues rayos de una luz de luna argentosa. Divisé el oleaje que descansaba de una larga jornada, bastaron un par de palabras para despertarme de mi trance, para regresarme a la vida. El pasado que yo había querido enterrar volvía nuevamente de la mano de una hermosa joven a la que yo había dejado de ver hace un poco más de 10 años.
Me contuve para abrazarle, debía cerciorarme que en realidad fuera ella, Tanish como yo acostumbraba llamarle. La niña de la cual yo me había despedido con un vuelco en el corazón pronunciaba mi nombre, su aroma sutil siempre le había identificado. Todas las dudas fueron arrastradas por la brisa nocturna cuando se acercó lentamente, apenas pude respirar de manera normal manteniendo una postura serena aunque mi pecho pareciera explotar en cualquier momento. Era ella.
-¿Tanish? – Dije de manera entrecortada. Le miré y dediqué una ligera sonrisa en mis labios, mis ojos encontraron un poco de paz al confirmar su presencia. Solo ella era capaz de arrancar una sonrisa natural en mí.
-Sí, soy yo, supongo que esperabas algo mejor.- mencioné con ironía, en realidad quería estrecharle en mis brazos nuevamente, pero no estaba en mis planes demostrar algo que yo había perdido quizás en el camino recorrido durante todos estos años. Estreché su mano esperando respuesta. No cabía del asombro, pero estaba siendo sincero, no sabía que decirle, como acercarme a ella nuevamente.
- Mírate, sigues siendo la misma.- Me atreví a llevar mi mano hacía los mechones rubios que escapaban de su frente, de manera involuntaria percibí su fragilidad, su necesidad de verme y no estaba siendo egocéntrico, simplemente me adentré en la fantasía de pensar que ella sentía lo mismo que yo en ese instante.
Mantuve en mi mano la carta con el sello ahora roto. -¿Dime cómo has estado?- Después de formular mi pregunta noté que estaba siendo demasiado rápido. Sonreí como un idiota nuevamente. -Perdona, es solo que… no puedo creer que esté nuevamente contigo, como antes.-
Todo estaba saliendo mal, mi nerviosismo estaba tomando parte en el juego y yo debía callarme para escucharle, dejé la incógnita flotar en el aire esperando a escuchar su voz una vez más, pero sin dejar de mirarle, de contemplar su mirada nostálgica, esa mirada que podía destruirme.
Última edición por Mariano De Gaudí el Vie Jul 18, 2014 5:35 pm, editado 2 veces
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
- Mensajes : 189
Fecha de inscripción : 19/05/2014
Re: Winter Birds [Privado]
Siempre estuviste para mi,
Siempre...
Siempre...
- Spoiler:
Mis ojos no podían apartarse de él, incrédulos aún de poder mirarle después de tantos años. Delante de mi, estaba un hombre sumamente apuesto. De aquel chiquillo travieso nada quedaba, salvo la mirada dulce y su manera pausada de hablar. Mariano había dejado atrás la infancia al igual que yo. El tiempo, el tiempo que nada para, nos había hecho cambiar físicamente, pero en el interior, segura estaba de que las cosas entre los dos seguían casi intactas… Me atreví a acostar distancias, sin poder decir nada aún. Su presencia me tenía envuelta en un hechizo. Dios, no podía ser cierto que la larga espera hubiese terminado. Mariano ingerul meu*Estuve tentada a acariciar su rostro para cerciorarme de que no estaba soñando, sin embargo fue él quien finalmente acomodó algunos cabellos que habían salido de su prisión. Cerré mis ojos. Una caricia pequeña, pero que representaba todo para mí en aquel instante. Su fino tacto, su aroma… Era mi Mariano, y no estaba soñando. Todo era real, al fin volvíamos a estar juntos. No de la manera deseada, pues las circunstancias eran demasiado aterradoras, inciertas y muy peligrosas. Estar ahí los dos parados en medio de la nada rodeados de sombras era demasiado peligroso, en efecto, pero a su lado yo podía sentir que nada podría ocurrir; me sentía segura, invencible.
-Seguimos siendo los mismos. Seguimos aquí, el uno para el otro. Te iubesc*
No pudiendo soportar más las ganas de abrazarle, me arrojo hacia él de puntillas rondéandole con los brazos, sin responder aún a sus preguntas. Claro que me sentía mucho mejor. Emocionada, casi al borde del llanto por la inmensa alegría de tener a mi mejor amigo de regreso. Me dejé envolver por sus fuertes brazos escondiendo mi rostro en su pecho, escuchando el golpeteo de su corazón: pum pum pum, sumada a su respiración acompasada.
-Te extrañe. Te extrañé con mi vida.- Acaricié su espalda y sonreí como una niña dejando que una lágrima se deslizara por mi mejilla finalmente, encontrando su destino, en la tela del abrigo de Mariano, donde desapareció fundiéndose con la tela. Guardé silencio por algunos minutos más. No quería separarme de él. Aunque el sonido de unos objetos arrastrándose por el suelo me regresó a la realidad. A la cruda realidad por la cuál había pedido su ayuda.
-No… No es seguro estar aquí… -Acaricié sus brazos girando mi cabeza de derecha a izquierda, esperando que sólo hubiese sido algo sin importancia y que estábamos completamente solos en aquel instante. -Tenemos muchas cosas de qué platicar -Le sonreí acariciando su mejilla. -Vayamos a otro lado. ¿Por favor?
____
Ingerul meu = Mi ángel.
Te iubesc = Te quiero.
Sandra Liebharts-Koth- Realeza Rumana
- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 19/05/2014
Re: Winter Birds [Privado]
En mis horas más oscuras y distantes no me hubiera permitido concebir la simple idea de volverla a ver, yo había naufragado todo este tiempo a la deriva en un espeso oleaje de desconsuelo y encierro, ella había sido siempre el faro, la luz al final de la tormenta que mi barca devastada necesitaba para encontrar en camino de regreso. Repentinamente los recuerdos inevitables de nuestra niñez vinieron a mí, traté de alejarlos, no los necesitaba más, no por ahora, pues ella estaba aquí suplantando todo ese espacio que estaba consumiendo mi agonizante corazón. Sonreí al escuchar su voz, el dulce timbre que venía acompañado al final de cada palabra, esa forma tan nuestra de comunicarnos seguía viva.
Mis dudas se disiparon y repentinamente ella se lanzó hacía a mí, sentí fragilidad, su dolor latente en cada fibra de su piel, mi mente no conectaba con la razón, mi corazón galopaba cada vez más rápido por la emoción y alegría de tenerle nuevamente junto a mí. Le aprisioné entre mis brazos queriendo protegerla de todo, de todo aquello que hubiera sufrido en mi ausencia, mi mano izquierda bajó lentamente a su espalda, mientras descansé mi barbilla sobre su cabeza, aspiré sutilmente su aroma, era ella, Tanish, ella estaba conmigo, apreté un poco más fuerte aferrándome nuevamente, temeroso, puesto que no quería dejarle ir, no iba a perderla otra vez. No me lo perdonaría si ello llegase a ocurrir.
-Yo también te extrañe, y mucho, no tienes idea cuanta falta me has hecho.- me limité a decir, había demasiadas ideas y sentimientos reprimidos que no sabía cómo expresarlos.
Mi mano recorrió su mejilla alejando aquella lágrima intrusa en la perfección que ella representaba. Una línea se dibujó sobre mis labios y le ofrecí mi brazo.
-Demasiadas cosas.- reafirmé y con paso seguro inicie un recorrido con ella a mi lado, como siempre lo hubiera querido hacer, la escasa iluminación que el astro nocturno nos prestaba era suficiente para aquella velada, iría a donde ella me lo pidiera, caminamos un par de segundos sin decir nada, yo estaba embelesado mirándole.
-Antes que nada.- titubee –Quiero pedirte perdón Tanish, perdóname por no estar ahí todos estos días, todo este tiempo. Sé que nunca fui un príncipe ni mucho menos, en cambio me encuentro en deuda contigo, tu siempre buscaste la forma de seguir en contacto conmigo, yo me alejé, me alejé como un cobarde.- Aparté mis ojos de ella para continuar –Después encontré la felicidad con alguien más, una felicidad efímera que solo me ha dejado más dolor, no me puse a pensar que había ocurrido contigo, la promesa de protegerte siempre se hizo trizas. No soy digno de caminar a tu lado.-
No podría continuar con ella sin antes pedirle perdón, en cierto modo yo le había hecho mucho daño al partir inesperadamente, no había cumplido con mi palabra y de acuerdo a las enseñanzas de mi padre el honor de un hombre lo es todo y aún más cuando se trata de una dama, avancé pausadamente esperando una respuesta, estos segundos fueron una eternidad que bien valía la pena vivirla a su lado.
Mis dudas se disiparon y repentinamente ella se lanzó hacía a mí, sentí fragilidad, su dolor latente en cada fibra de su piel, mi mente no conectaba con la razón, mi corazón galopaba cada vez más rápido por la emoción y alegría de tenerle nuevamente junto a mí. Le aprisioné entre mis brazos queriendo protegerla de todo, de todo aquello que hubiera sufrido en mi ausencia, mi mano izquierda bajó lentamente a su espalda, mientras descansé mi barbilla sobre su cabeza, aspiré sutilmente su aroma, era ella, Tanish, ella estaba conmigo, apreté un poco más fuerte aferrándome nuevamente, temeroso, puesto que no quería dejarle ir, no iba a perderla otra vez. No me lo perdonaría si ello llegase a ocurrir.
-Yo también te extrañe, y mucho, no tienes idea cuanta falta me has hecho.- me limité a decir, había demasiadas ideas y sentimientos reprimidos que no sabía cómo expresarlos.
Mi mano recorrió su mejilla alejando aquella lágrima intrusa en la perfección que ella representaba. Una línea se dibujó sobre mis labios y le ofrecí mi brazo.
-Demasiadas cosas.- reafirmé y con paso seguro inicie un recorrido con ella a mi lado, como siempre lo hubiera querido hacer, la escasa iluminación que el astro nocturno nos prestaba era suficiente para aquella velada, iría a donde ella me lo pidiera, caminamos un par de segundos sin decir nada, yo estaba embelesado mirándole.
-Antes que nada.- titubee –Quiero pedirte perdón Tanish, perdóname por no estar ahí todos estos días, todo este tiempo. Sé que nunca fui un príncipe ni mucho menos, en cambio me encuentro en deuda contigo, tu siempre buscaste la forma de seguir en contacto conmigo, yo me alejé, me alejé como un cobarde.- Aparté mis ojos de ella para continuar –Después encontré la felicidad con alguien más, una felicidad efímera que solo me ha dejado más dolor, no me puse a pensar que había ocurrido contigo, la promesa de protegerte siempre se hizo trizas. No soy digno de caminar a tu lado.-
No podría continuar con ella sin antes pedirle perdón, en cierto modo yo le había hecho mucho daño al partir inesperadamente, no había cumplido con mi palabra y de acuerdo a las enseñanzas de mi padre el honor de un hombre lo es todo y aún más cuando se trata de una dama, avancé pausadamente esperando una respuesta, estos segundos fueron una eternidad que bien valía la pena vivirla a su lado.
Última edición por Mariano De Gaudí el Vie Jul 18, 2014 5:36 pm, editado 2 veces
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
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Fecha de inscripción : 19/05/2014
Re: Winter Birds [Privado]
En la copa de un árbol construiré nuestra casa,
con tablones y clavos e ilusión y un martillo
alzaré entre las ramas suelos, techos, paredes,
cuartos en espiral, secretos pasadizos.
con tablones y clavos e ilusión y un martillo
alzaré entre las ramas suelos, techos, paredes,
cuartos en espiral, secretos pasadizos.
-No te disculpes Mariano, a veces las cosas se salen de nuestro control. Somos humanos, podemos equivocarnos. No serás el primero ni el último.
El recordar, o más bien pensar en su alejamiento y en el subsecuente matrimonio e hijo, le revolvía el corazón. Quizás en algún momento, en aquel tiempo, creyó guardarle rencor, pero inequívocamente lo pensó por breves instantes. porque nunca lo fue. Sólo tristeza y un sentimiento de abandono que le duró por algunos años. Mismos que se le hicieron eternos, siempre sumida en la seguridad de su habitación iluminada a media luz, donde pasó horas y horas aferrada a su almohada derramando muchas lágrimas por él. Mas nunca reveló sus sentimientos a nadie. siempre reservada en su vida personal, acatando las decisiones y peticiones de su padre, quien en ciertas ocasiones, le expresó su deseo de relacionarle con hombres de su misma posición social. Pretendientes tuvo muchos, pero nadie pudo llenar el vació en su pecho, siempre observó el rostro de Mariano en ellos, siempre.
-Ya nada de eso importa. Nada - acarició su brazo, evitando encontrar su mirada, porque odiaba ser tan sentimental, y Mariano era su talón de Aquiles, su punto débil. Con él no podía ser otra persona más que ella misma-. Un carruaje nos espera, no quiero permanecer ni un segundo más aquí, me siento vigilada. Las sombras ocultan muchos secretos. -Dije en un susurro observando en todas direcciones. - Vamos a un sitio más seguro, por favor. Ya he sido demasiado arriesgada, citándote aquí. Cuando lleguemos a buen destino, podremos hablar de todo lo que quieras. Tengo tanto que contarte, qué decirte. -Regalé una última caricia en su mejilla. Después le llevé hasta el carruaje que había dispuesto para llegar al puerto. El sirviente bajó de un salto desde la parte alta, para abrirnos la puerta con prontitud haciendo una leve reverencia, que no agradecí por la premura. No hubo necesidad de indicarle el destino, pues ya lo sabía de antemano. Mientras menos conversación tuviésemos, más a salvo estaría mi gran secreto. Una vez adentro, me aferré a su brazo, en un ovillo. Las reglas de etiqueta poco me importaron, me descalcé subiendo mis piernas en el sillón del carromato. Me sentía sumamente cansada, pues las noches anteriores poco había dormido, pensando en el grave peligro en el cuál se encontraba. Recargué mi cabeza en su hombro y cerré los ojos.
-Me hace tanto bien tenerte conmigo. Mucho bien. - susurré con ojos cerrados-. No te vayas nunca, nunca… Quiero la casa del árbol que me prometiste. - Logré sonreír, pensando en aquel recuerdo infantil que le hacía tanta ilusión. -Con muchas flores dentro, flores de muchos colores. el sol entrando por la ventana... Quiero eso Mariano. Lo quiero...
El sueño comenzaba a vencerme. Su presencia me producía una seguridad y tranquilidad infinitas. Con él a mi lado, nada malo podía pasarme. Me protegería.
Sandra Liebharts-Koth- Realeza Rumana
- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 19/05/2014
Re: Winter Birds [Privado]
Escuchar sus palabras me brindó cierta paz, un haz de luz a través de las penumbras donde yacía flotando mi alma moribunda. Y es que el susurro de su risa siempre había causado tal efecto en mí, todo fluía bien hasta ahora, aunque no tenía idea de cuánto tiempo podría soportar estar tan cerca de ella sin decirle lo que realmente sentía. Asentí ligeramente, ella estaba en lo correcto, como si adivinara mis pensamientos, como si sus ojos pudieran ver a través de mí.
Esa era mi realidad ahora, me sentí expuesto ante sus argumentos, mi vida había dado un vuelco brusco en poco tiempo y yo había perdido el control de la situación.
No era excusa para haberme comportado de tal forma, sentí su calidez en mi brazo y dejé que me condujera hacia el carruaje que se aproximaba a nosotros. A diferencia de ella, yo me sentía seguro lejos de la ciudad, no es que fuese retraído, simplemente su presencia me bastaba ahora, no necesitaba a nadie más. Le noté nerviosa y el sutil roce de su caricia me tomó desprevenido. Nos ubicamos dentro del vehículo y enseguida recargué mi espalda en el asiento, estaba agotado. Sentí su cabeza caer sobre mi hombro y de manera mecánica, sin pensarlo, le rodee con mi brazo atrayéndola hacía mí.
Ese recuerdo de nuestra niñez se mantenía intacto en su mente, sonreí ligeramente al escucharle ya que sucedía lo mismo conmigo, estaba tan sumergido en mi dolencia que casi había olvidado ese fragmento en nuestra vida. Fueron solo retazos de imágenes en blanco y negro que me invadieron.
-¿Aún lo recuerdas?- Cité en voz baja.- Esa tarde lucías tan hermosa, con tus rizos dorados cayendo sobre tus hombros. Siempre como una princesa. En cambio yo –Suspiré.- Tenía la cara y las manos sucias, no se diga de la ropa, en un intento por construir una casa en aquel árbol que se ubicaba en la parte trasera del jardín. Y mi madre. –Me llevé una mano a la frente y reí.- Reprimiéndome por no saber comportarme.
Noté su cansancio y me quedé callado por unos instantes. Durante un buen rato pensé si todo esto que nos sucedía no sería producto de un sueño, de una alucinación pasajera. No tenía idea hacía donde nos dirigíamos, pero me permití suponer que era un viaje sin retorno a nuestras cotidianas vidas, un viaje para dos. Saqué el reloj de mi bolsillo, apenas unos minutos después de medianoche.
-Me gustaría pensar que esto será así por siempre Tanish.- Mi voz apenas fue audible. –Solo tú y yo, como en aquel entonces. – Mi mano rozó la suya, el latir de mi corazón se aceleró un poco al escuchar su confidencia, entonces, yo no estaba equivocado, ella quizás sentiría lo mismo que yo; giré mi cuerpo hacía el suyo para verle de frente. –Aun no comprendo cómo es que no te relacionaste con alguien todo este tiempo, aunque si te soy sincero, yo estoy agradecido de esa decisión, ¿Sabes? A pesar de todo, siempre desee este reencuentro, siempre aguardé la esperanza de volverte a ver.-
Mis ojos se perdieron en los suyos aguardando una respuesta, esperé con cierto recelo. Esperé como aquellas hojas de Otoño esperan reverdecer nuevamente en primavera, fue un lapso eterno, mi corazón latía acelerado y moría al mismo tiempo, solo ella, solo ella causaba ese efecto en mí.
Esa era mi realidad ahora, me sentí expuesto ante sus argumentos, mi vida había dado un vuelco brusco en poco tiempo y yo había perdido el control de la situación.
No era excusa para haberme comportado de tal forma, sentí su calidez en mi brazo y dejé que me condujera hacia el carruaje que se aproximaba a nosotros. A diferencia de ella, yo me sentía seguro lejos de la ciudad, no es que fuese retraído, simplemente su presencia me bastaba ahora, no necesitaba a nadie más. Le noté nerviosa y el sutil roce de su caricia me tomó desprevenido. Nos ubicamos dentro del vehículo y enseguida recargué mi espalda en el asiento, estaba agotado. Sentí su cabeza caer sobre mi hombro y de manera mecánica, sin pensarlo, le rodee con mi brazo atrayéndola hacía mí.
Ese recuerdo de nuestra niñez se mantenía intacto en su mente, sonreí ligeramente al escucharle ya que sucedía lo mismo conmigo, estaba tan sumergido en mi dolencia que casi había olvidado ese fragmento en nuestra vida. Fueron solo retazos de imágenes en blanco y negro que me invadieron.
-¿Aún lo recuerdas?- Cité en voz baja.- Esa tarde lucías tan hermosa, con tus rizos dorados cayendo sobre tus hombros. Siempre como una princesa. En cambio yo –Suspiré.- Tenía la cara y las manos sucias, no se diga de la ropa, en un intento por construir una casa en aquel árbol que se ubicaba en la parte trasera del jardín. Y mi madre. –Me llevé una mano a la frente y reí.- Reprimiéndome por no saber comportarme.
Noté su cansancio y me quedé callado por unos instantes. Durante un buen rato pensé si todo esto que nos sucedía no sería producto de un sueño, de una alucinación pasajera. No tenía idea hacía donde nos dirigíamos, pero me permití suponer que era un viaje sin retorno a nuestras cotidianas vidas, un viaje para dos. Saqué el reloj de mi bolsillo, apenas unos minutos después de medianoche.
-Me gustaría pensar que esto será así por siempre Tanish.- Mi voz apenas fue audible. –Solo tú y yo, como en aquel entonces. – Mi mano rozó la suya, el latir de mi corazón se aceleró un poco al escuchar su confidencia, entonces, yo no estaba equivocado, ella quizás sentiría lo mismo que yo; giré mi cuerpo hacía el suyo para verle de frente. –Aun no comprendo cómo es que no te relacionaste con alguien todo este tiempo, aunque si te soy sincero, yo estoy agradecido de esa decisión, ¿Sabes? A pesar de todo, siempre desee este reencuentro, siempre aguardé la esperanza de volverte a ver.-
Mis ojos se perdieron en los suyos aguardando una respuesta, esperé con cierto recelo. Esperé como aquellas hojas de Otoño esperan reverdecer nuevamente en primavera, fue un lapso eterno, mi corazón latía acelerado y moría al mismo tiempo, solo ella, solo ella causaba ese efecto en mí.
Última edición por Mariano De Gaudí el Vie Jul 18, 2014 5:37 pm, editado 1 vez
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
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Re: Winter Birds [Privado]
Entre el mar y el cielo, escondido entre las nubes,
se encuentra un reino mágico, un lugar precioso,
conocido como el Reino de las Hadas.
Este reino, es un mundo fantástico, un lugar donde
todo es mágico, en donde nada parece real, todo
parece ser producto de un sueño.
se encuentra un reino mágico, un lugar precioso,
conocido como el Reino de las Hadas.
Este reino, es un mundo fantástico, un lugar donde
todo es mágico, en donde nada parece real, todo
parece ser producto de un sueño.
- Spoiler:
- https://www.youtube.com/watch?v=mEzH0FuL8qo
Su voz… Nada era tan hermoso como escucharle hablar con ése modo tan pausado de decir las palabras educadamente. Su voz tan atrayente, tan varonil… Me hacía evocar a los cuentos de hadas que me contaba mi madre para dormir, en donde todos y cada uno de ellos tenían un final feliz. Donde los príncipes y las princesas se entregaban al primer beso de amor, jurándose amor eterno. Así me sentía yo en aquel instante: Mariano mi príncipe encantador, y yo su princesa; que podría lograr casi cualquier cosa con el simple hecho de apretar su mano, sintiéndole cerca, muy cerca.
-Claro que lo recuerdo – Contesté un poco adormilada - ¿Cómo poder olvidar tan maravilloso momento? - dejé escapar un largo y pronunciado suspiro. En verdad me sentía flotar entre nubes de algodón, sintiendo los tibios rayos de sol acariciando mi piel, la brisa otoñal revolviendo mis cabellos… Todo era tan perfecto y tan increíble, que… Si estaba yo sumergida en un hermoso sueño, no quería despertar jamás.
-Te quiero mucho Mariano, mucho, mucho, mucho… -Me hice un poco más ovillo entre sus brazos sonriendo, pues una confesión de tal magnitud era ya mucho decir de mí, tan tímida y tan extrovertida en su presencia. Siempre ocurría, y ahora más que nunca. Mi caballero de brillante armadura, se había convertido en todo aquello que siempre soñé. – Yo, nunca estuve interesada en nadie – Mi semblante se volvió serio de repente, ante su pregunta inesperada, y mis ojos se nublaron con una ligera sombra húmeda – Quizás… siempre te estuve esperando. – Apreté su mano-. Que algún día el viento te trajera hacia mí…
Entonces me incorporé, mirándole directamente a los ojos. Mi mano se deslizó hasta una de sus mejillas, proporcionándole una leve caricia.
-¿Cómo no esperarte, si eres el amor de mi vida?
Ya no pude contenerme más. Tenía que decirle, hablarle acerca de mis sentimientos. Un sentimiento que me quemaba la existencia desde hacía ya mucho tiempo atrás, tratando de salir, pero que siempre había sido reprimido, pues Mariano le parecía ya tan inalcanzable desde que se había separado, que creyó morir, literalmente. Juró que si acaso Dios le daba una oportunidad de volverse a perder en el azul profundo de sus ojos, le confesaría lo que su corazón ocultó por miedo a ser rechazado.
-Si Mariano – pegó su frente contra la de él- Siempre fuiste el único, y serás el último. – Cerró los ojos, pues se sentía desnuda ante su impotente presencia.
Última edición por Tanish Liebharts Koth el Vie Ago 01, 2014 5:46 pm, editado 1 vez
Sandra Liebharts-Koth- Realeza Rumana
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Re: Winter Birds [Privado]
Se cernía un crepúsculo ceniciento sobre nosotros, cada sonido de la noche invadía el lugar y aquellas tenebrosas sombras engullían nuestras siluetas que descansaban plácidamente al interior, la mortecina luz de luna apenas se colaba entre los pequeños ventanales del carruaje, sin embargo noté en su mirada que las memorias de Tanish le producían cierto dolor y regocijo al mismo tiempo, no me había puesto a pensar que quizás el hecho de nuestro reencuentro le causara cierta incomodidad. Yo estaba tan distraído viéndole a mi lado que no había reparado en ciertos detalles.
No supe que decir, preferí que aquel dolor que nuestros corazones compartían de cierto modo, al saber que nos separaríamos por mucho tiempo, desapareciera al menos esta noche. Había un aire de complicidad en nuestras miradas, un lenguaje callado de comunicarle que yo estaba para ella, que si ahora mismo me lo pedía, yo accedería a pasar el resto de nuestras vidas juntos. Cada palabra que emanaba de ella, cada movimiento, caricia y revelación me dejaba indefenso, destruía mis murallas y alimentaba ese sentimiento hasta ahora callado. ¿Sería muy egoísta de mi parte pensar que en realidad quería ser el único en su vida?
Y es que en realidad, yo quería significar lo mismo que ella significaba para mí. Mi único y verdadero amor.
-Yo también te quiero mucho Tanish, te quiero como el azul del cielo se aferra al horizonte cuando cae el atardecer. Y si alguna vez pasó por tu mente saber si yo esperé por ti, la respuesta es sí. –
Sentí su mano en mi mejilla, coloque la mía arriba, perdiéndome en esos ojos que parecían ver a través de mí, desde la primera vez que le había visto, había algo en ella que me había atraído. Dejé que mi cuerpo fuera movido por los latidos de mi corazón, dejé que cada fibra sintiera nuevamente eso que yo pensé no volver a experimentar, lentamente me aproximé hacía ella y entrecerré los ojos para no dar marcha atrás a mis sentimientos, cuando mis labios rozaron los suyos, el tiempo se detuvo, no había cabida para nada. Remordimientos, miedos o venganzas, todo estaba saldado para mí.
Porque el simple hecho de estar con ella me bastaba para querer ser un hombre nuevo, renacer entre el calor de sus brazos y la ternura de su mirada que ahora se encontraba apagada, como la mía, perdidos en este vaivén que el deseo de estar juntos producía. Mis manos poco a poco rompieron esa distancia, le atraje hacía mí en un intento de protegerla, de hacerle saber que yo estaba para ella, ahora y siempre.
No supe que decir, preferí que aquel dolor que nuestros corazones compartían de cierto modo, al saber que nos separaríamos por mucho tiempo, desapareciera al menos esta noche. Había un aire de complicidad en nuestras miradas, un lenguaje callado de comunicarle que yo estaba para ella, que si ahora mismo me lo pedía, yo accedería a pasar el resto de nuestras vidas juntos. Cada palabra que emanaba de ella, cada movimiento, caricia y revelación me dejaba indefenso, destruía mis murallas y alimentaba ese sentimiento hasta ahora callado. ¿Sería muy egoísta de mi parte pensar que en realidad quería ser el único en su vida?
Y es que en realidad, yo quería significar lo mismo que ella significaba para mí. Mi único y verdadero amor.
-Yo también te quiero mucho Tanish, te quiero como el azul del cielo se aferra al horizonte cuando cae el atardecer. Y si alguna vez pasó por tu mente saber si yo esperé por ti, la respuesta es sí. –
Sentí su mano en mi mejilla, coloque la mía arriba, perdiéndome en esos ojos que parecían ver a través de mí, desde la primera vez que le había visto, había algo en ella que me había atraído. Dejé que mi cuerpo fuera movido por los latidos de mi corazón, dejé que cada fibra sintiera nuevamente eso que yo pensé no volver a experimentar, lentamente me aproximé hacía ella y entrecerré los ojos para no dar marcha atrás a mis sentimientos, cuando mis labios rozaron los suyos, el tiempo se detuvo, no había cabida para nada. Remordimientos, miedos o venganzas, todo estaba saldado para mí.
Porque el simple hecho de estar con ella me bastaba para querer ser un hombre nuevo, renacer entre el calor de sus brazos y la ternura de su mirada que ahora se encontraba apagada, como la mía, perdidos en este vaivén que el deseo de estar juntos producía. Mis manos poco a poco rompieron esa distancia, le atraje hacía mí en un intento de protegerla, de hacerle saber que yo estaba para ella, ahora y siempre.
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
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Re: Winter Birds [Privado]
Si puedes soñar y no hacer de tus sueños tu guía;
Si puedes pensar sin hacer de tus pensamientos tu meta;
Si Triunfo y Derrota se cruzan en tu camino
y tratas de igual manera a ambos impostores,
Si puedes hacer un montón con todas tus victorias
Si puedes arrojarlas al capricho del azar,
y perder, y remontarte de nuevo a tus comienzos
sin que salga de tus labios una queja;
Si logras que tus nervios y el corazón sean tu fiel compañero
y resistir aunque tus fuerzas se vean menguadas
con la única ayuda de la voluntad que dice: “¡Adelante!”
Si puedes pensar sin hacer de tus pensamientos tu meta;
Si Triunfo y Derrota se cruzan en tu camino
y tratas de igual manera a ambos impostores,
Si puedes hacer un montón con todas tus victorias
Si puedes arrojarlas al capricho del azar,
y perder, y remontarte de nuevo a tus comienzos
sin que salga de tus labios una queja;
Si logras que tus nervios y el corazón sean tu fiel compañero
y resistir aunque tus fuerzas se vean menguadas
con la única ayuda de la voluntad que dice: “¡Adelante!”
- Spoiler:
Estábamos tan cerca el uno del otro, tan cerca y yo queriendo un beso de sus labios, más no podía atreverme. Me limitaba a aspirar su aroma, sentir el calor de su piel, escuchar su respiración. Todo un cúmulo de sensaciones agolpándose en mi pecho. Le amaba tanto que... Que el tiempo dentro de aquel pequeño espacio parecía caminar muy lento. No había carruaje tirado por caballos, ni lluvia golpeando las ventanas; no había absolutamente nadie salvo dos almas que habían esperando más de una década para volverse a encontrar. Y entonces ocurrió lo que muchas veces soñé: Mariano unió suavemente sus labios con los míos. Un ligero roce, casi imperceptible, pero lo suficiente para hacerme estallar por dentro. Respondí su dulce caricia mesurando mis ganas de besarle en repetidas ocasiones, pues no lo consideraba propio aunque muriese de ganas en aquel mágico momento. Ya habría tiempo para todo, habría tiempo... Sonreí aún con sus labios sobre los propios, suspirando como una chiquilla, dejándome atrapar por sus brazos.
-Yo... - No pude continuar con lo que quería decirle en aquel instante. El carruaje se detuvo de improviso. Los caballos relincharon. Parpadeé regresando a la realidad. Quizás ya hubiésemos llegado a destino. Suspiré acariciando su mejilla con la barba crecida. Lucía tan varonil, tan... Mariano. La puerta del conductor se asomó tras abrir la pequeña puerta. Tuve que separarme de él con sumo pesar, bajando la mirada. Sentía un notorio rubor en mis mejillas.
-Hemos llegado señorita Koth-. El anciano conductor se aprestaba a ofrecerme su mano para ayudarme a bajar. Afuera la lluvia arreciaba. Subí la caperuza de mi capa, sonreí a mi galante acompañante, y salí finalmente, apurando el paso, no era mi deseo resfriarme en la mejor noche de toda mi vida. Esperé a que Mariano fuese conducido hasta la entrada principal de la residencia, que si bien no era lo mejor que podría ofrecerle a alguien de su posición, era el refugio perfecto para evitar llamar demasiado la atención. Abrí la puerta, dejándole entreabierta para que pusiese entrar. La estancia estaba en penumbras. Con mucha dificultad, logré alcanzar una caja de fósforos que descansaba sobre una mesita esquinera. Encendí la bombilla no sin sufrir alguno que otro tropiezo por mi torpeza, puesto que mis manos temblaban por diversas circunstancias.
-Bienvenido seas a mi humilde morada. Disculparás que no tenga más servidumbre por el momento pero, fue lo mejor que logré en tan poco tiempo. Por favor, pasa, y toma asiento. ¿Puedo ofrecerte una bebida caliente?
Desde que salí de mi Rumania, había tenido que arreglarme para atender mis necesidades más básicas. No fue nada fácil, pero ahora estaba mucho más acostumbrada que el primer día.
Sandra Liebharts-Koth- Realeza Rumana
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Re: Winter Birds [Privado]
Ya no importaba realmente el destino hacia donde nos dirigíamos ahora estaba seguro de una cosa: yo le amaba y le amaría por el resto de mis días siempre y cuando Tanish estuviera dispuesta a recorrer ese camino incierto a mi lado. Con mesura despegué mis labios de los suyos, maldiciendo el hecho de que esto tuviera que cesar por unos instantes.
-No digas nada.- le susurré cortando su frase y le sonreí acariciando sus labios.
Habíamos arribado y el chofer no tardó en ayudarle a bajar del vehículo, ella tomó la delantera y me cubrí el cuerpo con la gabardina, hice un ligero ademán al hombre en muestra de agradecimiento, llovía desmesuradamente y apresuré mis pasos para alcanzarle, sonará irónico pero no quería perderla otra vez, cada minuto contaba mucho ahora. Apenas pude reparar en los detalles del lugar, la madera un tanto húmeda crujía al sentir nuestro peso dentro de la habitación, las sombras reptaban sigilosas por las paredes, por mi mente me asaltó la incertidumbre de saber si este era el lugar donde ella había pasado los últimos meses desde su reciente llegada a París.
No se asemejaba en nada a un lugar digno de una princesa como ella. Moría de ganas por pedirle que fuera a vivir conmigo. Calma Mariano, ya habrá tiempo para eso, como un chiquillo imprudente muchas ideas nacían en los pasillos de mi mente. La luz mortecina ahuyentó las tinieblas y pude mirarle nuevamente, yo estaba ligeramente empapado y deposité mi impermeable sobre una silla que se encontraba a mi lado izquierdo.
Sonreí ante sus palabras, sonreí como nunca antes lo había hecho después de mi pérdida.
-No tienes por qué disculparte.- Acorté un poco la distancia entre nosotros y me mantuve de pie. -Sabes que no importa el lugar, te seguiría hasta el fin del mundo.- Descuida así está bien.- Dije amablemente rechazando el requerir de algún servicio.
Coloque mis brazos hacia atrás recargándome en la orilla de la mesa, había algo en mirada que no terminaba de gustarme del todo. Desde pequeños siempre supe como descifrar sus ojos, cada gesto que ella hacía cuando estaba molesta, preocupada, o feliz. Nada había cambiado hasta el día de hoy.
-¿Te encuentras bien?- Me atreví a cuestionar. -Sabes que puedes confiar en mí, siempre Tanish.-
Había tantas historias que contar, tanto dolor que sanar y un pasado que derrumbar para construir sobre cimientos nuevos algo distinto, algo que solo nos pertenecería a nosotros, nadie más, solo ella y yo. No sabía si era demasiado precipitado preguntar que había sido de su familia, como había llegado hasta París ella sola, las dudas me asaltaban conforme la lluvia arremetía a las afueras y en mi percepción solo algo era seguro, mi amor por ella.
-No digas nada.- le susurré cortando su frase y le sonreí acariciando sus labios.
Habíamos arribado y el chofer no tardó en ayudarle a bajar del vehículo, ella tomó la delantera y me cubrí el cuerpo con la gabardina, hice un ligero ademán al hombre en muestra de agradecimiento, llovía desmesuradamente y apresuré mis pasos para alcanzarle, sonará irónico pero no quería perderla otra vez, cada minuto contaba mucho ahora. Apenas pude reparar en los detalles del lugar, la madera un tanto húmeda crujía al sentir nuestro peso dentro de la habitación, las sombras reptaban sigilosas por las paredes, por mi mente me asaltó la incertidumbre de saber si este era el lugar donde ella había pasado los últimos meses desde su reciente llegada a París.
No se asemejaba en nada a un lugar digno de una princesa como ella. Moría de ganas por pedirle que fuera a vivir conmigo. Calma Mariano, ya habrá tiempo para eso, como un chiquillo imprudente muchas ideas nacían en los pasillos de mi mente. La luz mortecina ahuyentó las tinieblas y pude mirarle nuevamente, yo estaba ligeramente empapado y deposité mi impermeable sobre una silla que se encontraba a mi lado izquierdo.
Sonreí ante sus palabras, sonreí como nunca antes lo había hecho después de mi pérdida.
-No tienes por qué disculparte.- Acorté un poco la distancia entre nosotros y me mantuve de pie. -Sabes que no importa el lugar, te seguiría hasta el fin del mundo.- Descuida así está bien.- Dije amablemente rechazando el requerir de algún servicio.
Coloque mis brazos hacia atrás recargándome en la orilla de la mesa, había algo en mirada que no terminaba de gustarme del todo. Desde pequeños siempre supe como descifrar sus ojos, cada gesto que ella hacía cuando estaba molesta, preocupada, o feliz. Nada había cambiado hasta el día de hoy.
-¿Te encuentras bien?- Me atreví a cuestionar. -Sabes que puedes confiar en mí, siempre Tanish.-
Había tantas historias que contar, tanto dolor que sanar y un pasado que derrumbar para construir sobre cimientos nuevos algo distinto, algo que solo nos pertenecería a nosotros, nadie más, solo ella y yo. No sabía si era demasiado precipitado preguntar que había sido de su familia, como había llegado hasta París ella sola, las dudas me asaltaban conforme la lluvia arremetía a las afueras y en mi percepción solo algo era seguro, mi amor por ella.
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
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Re: Winter Birds [Privado]
Tuve un sueño, que no era del todo un sueño.
El brillante sol se apagaba, y los astros
vagaban diluyéndose en el espacio eterno,
sin rayos, sin senderos, y la helada tierra
oscilaba ciega y oscureciéndose en el aire sin luna;
la mañana llegó, y se fue, y llegó, y no trajo
consigo el día.
El brillante sol se apagaba, y los astros
vagaban diluyéndose en el espacio eterno,
sin rayos, sin senderos, y la helada tierra
oscilaba ciega y oscureciéndose en el aire sin luna;
la mañana llegó, y se fue, y llegó, y no trajo
consigo el día.
- Spoiler:
Cerré los ojos dejando escapar un prolongado suspiro. De nuevo las ganas de llorar me asaltaban con fuerza. Pero no podía darme el lujo de perder el tiempo pareciendo una damisela en peligro. En realidad si lo era, pero si quería explicarle a Mariano todo lo que ocurría en mi vida los últimos meses, tenia que tratar de controlarme. Controlar mi nerviosismo por mi propio bien y por el de mi acompañante. La bombilla comenzó a hacer un ligero ruidito al moverse de un lado hacia a otro. Claramente estaba temblando, de frío, de preocupación, pero sobre todo de miedo. Un miedo infinito.
-¡Dios mío!
El sonido del viejo reloj de piso a techo marcó las diez de la noche. Llevé mi mano al pecho, pues me había sobresaltado lo abrupto del sonido. Campanada tras campanada; las conté mentalmente una tras otra, como ocurría todas las noches, sin poder dormir. ¿Cómo es que había podido soportar tantos meses, días y noches soportando tal angustia en completa soledad? Ni yo misma lo sabía. La angustia de reposar en mi fría cama, observando la ventana, esperando que jamás se abriera sin motivo aparente, o el estrepitoso y macabro chirriar de la puerta de mi habitación poniendo mis cabellos de punta.
-Sé que puedo confiar en ti Mariano, es por eso que he acudido a la única persona en quien deposito toda mi esperanza. -Al igual que él, coloqué mi caperuza sobre uno de los sillones de la estancia, dejándole deslizarse por uno de los antebrazos. -¿Quién si no tú, de entre todos? -las piernas parecían no querer sostenerme por mucho tiempo más, por lo que simplemente di dos pasos hacia una de las sillas de un pequeño comedor que tuvo mejores tiempos, para tomar asiento. Desde ahí traté de buscar su mirada alargando mi mano, invitándole a tomar asiento a mi lado para continuar con nuestra charla. Una vez que la tuve entrelazada con la mía, supe que ya no podía callar más. -Mariano, yo... Yo te he pedido venir porque... -Bajé la mirada, pues no podia mirarle a los ojos por vergüenza, aún y cuando yo no hubiese hecho nada malo-. Mi vida corre peligro.
Me quebré en decenas de miles de fragmentos. Comencé a llorar como una chiquilla. Las lágrimas brotaban de mis ojos sin poderlas contener. El llanto silencioso que alguna vez me otorgó el temple para llegar hasta Paris, ahora se cobraba con creces. Balbuceé, deseando hilar palabras, decir alguna oración completa, pero el Don del habla se me había negado en aquel pequeño gran instante. -Un... Un... - cerré los ojos, concentrándome. No quería confundir más a Mariano de lo que ya estaba. Y es que ¿Cómo iba yo a revelarle mi secreto? ¿Cómo iba a explicarle que un vampiro amenazaba con arrebatarme la vida? Todo parecía tan irreal, sacado de algún cuento que una mente enfermiza creó. ¿Mariano me creería? Nuestra amistad o algo más que eso, se estaba poniendo a prueba, en aquella noche, en aquel instante. -Crees... ¿Crees en los vampiros? - Sacando fuerzas de mi flaqueza, me obligué a mirarlo de frente, tratando de que mis ojos pudieran mostrar lo que mis labios se negaban a pronunciar.
Sandra Liebharts-Koth- Realeza Rumana
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Re: Winter Birds [Privado]
Solo había una cosa que lograba angustiarme, solo existía una razón más grande y oscura que la propia y esa era el mirarle en ese estado de fragilidad. Su mirada ausente que de perfil se reflejaba sobre las paredes desnudas estrujó mi corazón. ¿Dónde había estado todo este tiempo? Mis conjeturas erróneas me habían dado un remanso de calma en ese entonces, pensando que ella había continuado su vida. Existía una nostalgia palpable, casi asfixiante que no le permitía sincerarse conmigo. Mis ideas se perturbaron por el tic tac hueco del reloj, diez golpes que caían lacerantes sobre sus hombros, me puse de pie evitando hacer contacto físico con ella otra vez. Después todo, estaba siendo paciente hasta que ella me lo confesara.
Reafirmó su confianza en mi persona y fue ella quien acortó la distancia tomando mi mano entre las suyas, estábamos frente a frente en aquella mesita en mal estado la cual crujió al sentir nuestro peso sobre ella. Yo estaba enloqueciendo al saber que se sentía con ese agobio.
-Claro que puedes confiar en mí.- dije con voz firme llevando mi mano libre a su mejilla, le acaricié sutilmente.
Estaba incrédulo ante las frases que con un gran esfuerzo ella hiló, fue como un tirón, como un relámpago que partía mi alma en dos al escucharle mencionar la palabra “peligro” ¿Cómo? ¿En qué momento había ocurrido esto? Yo apenas me enteraba de su realidad.
-Tanish….- Mi oración quedó incompleta al verle llorar, ¡Maldita la hora en que mi cobardía ocupó su espacio en mí!
Si estaba dispuesto a estar con ella de ahora en adelante yo tenía que ser algo más que un caballero en su corcel blanco, tenía que ser más que un amigo de la infancia al cual las memorias seguían regocijando sus días gloriosos. Yo debía ser un protector, un pilar en su vida, un confidente que pudiera sosegar sus miedos y alejar esas pesadillas que ahora se mostraban tan reales. No pude más cuando le vi llorar. Ella intentaba encontrar calma para proseguir en su confesión y yo por mi parte quería abrazarla tan fuerte, decirle que no necesitaba estar en guardia ahora que me tenía a mí, ahora que yo había tomado la decisión. Mi semblante se tornó un tanto serio e iracundo. Que nadie osara ponerle un dedo encima porque yo…
Apreté ligeramente mi mano contra las suyas, mis ojos se clavaron en los suyos esperando que ella descifrara el hecho de que yo estaba dispuesto a protegerle sin importar la razón. Asentí al escuchar su cuestionamiento, por mi mente cruzaron muchas cosas incluso la muerte de mi padre, un hombre como él había sido derribado de tal forma, yo estaba casi seguro de que algún sobrenatural estuvo detrás del incidente. De inmediato intenté tranquilizarme y le tome entre mis brazos.
-¿Qué ha pasado Tanish? Dime por favor.- Mis manos fueron recorriendo sus brazos y volví a rozar su mejilla. ¿Te han hecho algo? ¿Qué pasa? -
Caí en la cuenta que mis preguntas tal vez solo empeoraban la situación pero yo necesitaba asegurarme que nadie le había lastimado. Respiré profundamente, cálmate Mariano ella te necesita sereno. Me mantuve de pie esperando que su respuesta no terminara por aniquilar la entereza que aún había en mí.
Reafirmó su confianza en mi persona y fue ella quien acortó la distancia tomando mi mano entre las suyas, estábamos frente a frente en aquella mesita en mal estado la cual crujió al sentir nuestro peso sobre ella. Yo estaba enloqueciendo al saber que se sentía con ese agobio.
-Claro que puedes confiar en mí.- dije con voz firme llevando mi mano libre a su mejilla, le acaricié sutilmente.
Estaba incrédulo ante las frases que con un gran esfuerzo ella hiló, fue como un tirón, como un relámpago que partía mi alma en dos al escucharle mencionar la palabra “peligro” ¿Cómo? ¿En qué momento había ocurrido esto? Yo apenas me enteraba de su realidad.
-Tanish….- Mi oración quedó incompleta al verle llorar, ¡Maldita la hora en que mi cobardía ocupó su espacio en mí!
Si estaba dispuesto a estar con ella de ahora en adelante yo tenía que ser algo más que un caballero en su corcel blanco, tenía que ser más que un amigo de la infancia al cual las memorias seguían regocijando sus días gloriosos. Yo debía ser un protector, un pilar en su vida, un confidente que pudiera sosegar sus miedos y alejar esas pesadillas que ahora se mostraban tan reales. No pude más cuando le vi llorar. Ella intentaba encontrar calma para proseguir en su confesión y yo por mi parte quería abrazarla tan fuerte, decirle que no necesitaba estar en guardia ahora que me tenía a mí, ahora que yo había tomado la decisión. Mi semblante se tornó un tanto serio e iracundo. Que nadie osara ponerle un dedo encima porque yo…
Apreté ligeramente mi mano contra las suyas, mis ojos se clavaron en los suyos esperando que ella descifrara el hecho de que yo estaba dispuesto a protegerle sin importar la razón. Asentí al escuchar su cuestionamiento, por mi mente cruzaron muchas cosas incluso la muerte de mi padre, un hombre como él había sido derribado de tal forma, yo estaba casi seguro de que algún sobrenatural estuvo detrás del incidente. De inmediato intenté tranquilizarme y le tome entre mis brazos.
-¿Qué ha pasado Tanish? Dime por favor.- Mis manos fueron recorriendo sus brazos y volví a rozar su mejilla. ¿Te han hecho algo? ¿Qué pasa? -
Caí en la cuenta que mis preguntas tal vez solo empeoraban la situación pero yo necesitaba asegurarme que nadie le había lastimado. Respiré profundamente, cálmate Mariano ella te necesita sereno. Me mantuve de pie esperando que su respuesta no terminara por aniquilar la entereza que aún había en mí.
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
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Re: Winter Birds [Privado]
La amistad es algo que atraviesa el alma,
Es un sentimiento que no se te va,
No te digo ¿Cómo?, pero ocurre justo...
Cuando dos personas van volando juntos.
Es un sentimiento que no se te va,
No te digo ¿Cómo?, pero ocurre justo...
Cuando dos personas van volando juntos.
- Spoiler:
Podría decir que nada me iba a ocurrir, pero la realidad es que no estaba segura de eso. Todo se comenzaba a desmoronar a mi alrededor, era como si tuviera quedar pasos acelerados antes de que el derrumbe fuera justo debajo mío. No me podía perdonar lo que estaba haciendo, pero en realidad no había nadie más que pudiera ayudarme, ver la angustia en sus ojos, notar aquella preocupación hizo que el corazón se me encogiera lo más que podía, a tal grado que ya no podía sentir los latidos del mismo. ¿Y si lo estaba poniendo en peligro a él también? No había pensado en absolutamente nada y ahora todo se mantenía arremolinado en mi cabeza sin dejarme pensar, sin dejar de revolver mis sentimientos haciendo que las ideas se agolparan sin poder crear una coherencia adecuada.
Un suspiro salió de mis labios notando como él simplemente intentaba protegerme. Siempre tan lindo, tan caballero, siempre tan fiel. Mordí mi labio inferior, luchaba por mantenerme en pie pero la luz de mis ojos ya no estaba, aquellas gotas cristalinas que de ellos brotaban eran más fuertes que yo y el miedo había logrado su objetivo, me había hecho presa de él y no había forma de salir. Estaba tan nerviosa que no encontraba aquél milagro que pudiera indicarme el camino, aunque en sus ojos podía ver perfectamente que todavía había una ligera esperanza para mí.
Negué con la cabeza levemente y pasé una mano por mi mejilla, para depositarla finalmente sobre la de él, acunando su rostro entre mis dedos que aún se mantenían temblorosos, con ligero pesar pero poniendo todo de mi parte para ya no ver más esa angustia reflejada en sus gestos.
-No me han hecho nada...aún. - Por un lado, mi alma pudo descansar cuando no me creyó loca al decir lo que estaba pasando en realidad, nunca le había mentido, no podría hacerlo. Me acerqué un poco y dejé que mi frente descansara sobre la de él, cerrando los ojos, estaba tan cansada de llorar noche tras noche que en ese momento sentí como la carga de mis preocupaciones se iba disipando, pues ya no estaba sola en este tormento que aquél ser había creado en mi interior, ahora ya había alguien que podía cuidar de mí.
-Tengo que estar oculta, por eso tengo estas ropas, esta casa que apenas si cumple con lo necesario- el aire apenas si podía cubrir las necesidades que tenía para conmigo, pues un suspiro tras otro se iba hilando poco a poco haciendo que mi respiración fuera tan profunda pero tan poco eficiente, que sentía ese ahogo que todavía se aferraba a oprimir mi pecho.
Mis brazos rodearon el cuello de Mariano y mi mejilla se deslizó por su hombro, creando yo misma aquella guarida que tantos años me había hecho falta -¿No me crees loca, verdad?- Tenía que escuchar sus palabras textuales para saber que él no creía que yo estaba mintiendo, aunque por sus expresiones podía deducirlo, algo dentro de mí, me requería las palabras pronunciadas por sus labios. Mis ojos se cerraron intentando no llorar más, pues ya habían sido muchas lágrimas derramadas.
Sandra Liebharts-Koth- Realeza Rumana
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Fecha de inscripción : 19/05/2014
Re: Winter Birds [Privado]
Nuestras miradas se cruzaron infinidad de veces antes de que ella respondiera. Las mismas que mi corazón se detenía al mirarle, de la nada su roce, su caricia ligera me asaltó mientras divagaba esperando su respuesta. Me invadieron sensaciones contradictorias. Por una parte anhelaba saber que miedos hablaban a través de su voz temblorosa, que demonios y penumbras habitaban en su corazón, quería conocerlos para enfrentarles ahora mismo y regresarle a un estado de calma. Volver a verle sonreír con naturalidad y dulzura era lo que más anhelaba desde que la vi nuevamente. Por otro lado, temía conocer la verdad, temía no sentirme preparado para escuchar de golpe algún evento que pudiera resultar irreversible.
Aún… ¿Qué quiso decir exactamente en esa expresión? ¿Alguien le estaba persiguiendo? Existían motivos ocultos y sumamente delicados para que ella se viera en la necesidad de encubrirse de esa forma. Acortó la distancia uniendo su frente con la mía, cerró los ojos e hice lo mismo para brindarle esa serenidad, ahora y aquí no necesitaba a nadie más solo el hecho de saber que estábamos juntos bastaba para desafiar lo que fuese y en efecto, este lugar no era nada digno de una mujer como ella.
El simple roce de sus brazos alrededor mío me dio la pauta para completar su acción. La estreché contra mí pecho escuchando sus respuestas todo el tiempo. Siempre atento a lo que me decía, pues necesitaba armar ese rompecabezas lo más pronto posible para actuar con cautela posteriormente, guiándome por la razón sin dar rienda suelta a mis instintos por aniquilar a quien osara lastimarla.
–Nunca Tanish, no tengo por qué desconfiar de lo que me dices. – Y la abrace fuertemente.
Estuvimos de pie por unos segundos, cerré los ojos para disfrutar de ese momento que la vida me estaba regalando, percibí su dulce aroma, el azote del viento contra las ramas y el cristal apenas fraguado para resistir sobre los ventanales la tormenta venidera. El golpeteo de la lluvia iniciaba un estruendoso concierto en nuestros oídos. En medio de las penumbras nuestras siluetas apenas se delineaban con las sombras que proyectaba el tintineante centelleo de la luz de las velas. Las flamas oscilantes iban de un lado a otro brindándonos celosamente el calor necesario para resistir lo que nos esperaba.
Le mire a los ojos y deposité un ligero beso en sus labios. Sonreí y sujeté su mano conduciéndonos hacia la habitación contigua, le pedí que tomara asiento sobre la cama y regresé a la pequeña sala para traer conmigo el calor de las velas, las deposité en la mesita de noche y tomé asiento a su lado.
–Estoy intentando comprender por todo lo que debiste pasar, de verdad.- Sonreí. –Y te repito, no tengo por qué juzgar tus aserciones, no soy quien, lo único que debes saber es que estoy dispuesto a enfrentar contigo lo que sea. De igual forma, si estoy pidiendo demasiado lo comprenderé. –
La lluvia ya caía violentamente sobre nuestro austero refugio. Regalé una caricia sobre su mejilla y entrelacé mis manos con las suyas aguardando pacientemente su réplica, perdí mis ojos en los suyos, luz en mi oscuridad.
Aún… ¿Qué quiso decir exactamente en esa expresión? ¿Alguien le estaba persiguiendo? Existían motivos ocultos y sumamente delicados para que ella se viera en la necesidad de encubrirse de esa forma. Acortó la distancia uniendo su frente con la mía, cerró los ojos e hice lo mismo para brindarle esa serenidad, ahora y aquí no necesitaba a nadie más solo el hecho de saber que estábamos juntos bastaba para desafiar lo que fuese y en efecto, este lugar no era nada digno de una mujer como ella.
El simple roce de sus brazos alrededor mío me dio la pauta para completar su acción. La estreché contra mí pecho escuchando sus respuestas todo el tiempo. Siempre atento a lo que me decía, pues necesitaba armar ese rompecabezas lo más pronto posible para actuar con cautela posteriormente, guiándome por la razón sin dar rienda suelta a mis instintos por aniquilar a quien osara lastimarla.
–Nunca Tanish, no tengo por qué desconfiar de lo que me dices. – Y la abrace fuertemente.
Estuvimos de pie por unos segundos, cerré los ojos para disfrutar de ese momento que la vida me estaba regalando, percibí su dulce aroma, el azote del viento contra las ramas y el cristal apenas fraguado para resistir sobre los ventanales la tormenta venidera. El golpeteo de la lluvia iniciaba un estruendoso concierto en nuestros oídos. En medio de las penumbras nuestras siluetas apenas se delineaban con las sombras que proyectaba el tintineante centelleo de la luz de las velas. Las flamas oscilantes iban de un lado a otro brindándonos celosamente el calor necesario para resistir lo que nos esperaba.
Le mire a los ojos y deposité un ligero beso en sus labios. Sonreí y sujeté su mano conduciéndonos hacia la habitación contigua, le pedí que tomara asiento sobre la cama y regresé a la pequeña sala para traer conmigo el calor de las velas, las deposité en la mesita de noche y tomé asiento a su lado.
–Estoy intentando comprender por todo lo que debiste pasar, de verdad.- Sonreí. –Y te repito, no tengo por qué juzgar tus aserciones, no soy quien, lo único que debes saber es que estoy dispuesto a enfrentar contigo lo que sea. De igual forma, si estoy pidiendo demasiado lo comprenderé. –
La lluvia ya caía violentamente sobre nuestro austero refugio. Regalé una caricia sobre su mejilla y entrelacé mis manos con las suyas aguardando pacientemente su réplica, perdí mis ojos en los suyos, luz en mi oscuridad.
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
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Re: Winter Birds [Privado]
Hoy
tu locura exilia mi cordura
y titilo
al presentir que aún late la vida
en nuestros cuerpos autistas.
proscribimos las noches gélidas
que compartimos con difuntos.
Desempolvamos la pasiones dormidas
descalzado la ternura.
tu locura exilia mi cordura
y titilo
al presentir que aún late la vida
en nuestros cuerpos autistas.
proscribimos las noches gélidas
que compartimos con difuntos.
Desempolvamos la pasiones dormidas
descalzado la ternura.
- Spoiler:
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Apreté fuertemente sus manos, respondiendo con calidez y timidez a su beso. Después bajé la mirada; encontrarme a solas con Mariano en un lugar tan privado como lo era la habitación, me hacia sonrojar. Sólo esperaba que la tenue luz de la vela, no revelara el rubor en ambas mejillas porque moriría de vergüenza. -Gracias por creerme Mariano, contigo a mi lado me siento protegida. No permitirás que nada malo me suceda. - Era en aquellos momentos en que deseaba estar cobijada bajo el calor del fuego de una hoguera, abrazada todo el día y toda la noche a… él. ¿Cuántas veces me sorprendí soñando despierta? Muchas, demasiadas. Evocar aquellos recuerdos en aquel instante, me obligaron a sonreír levemente. -Ya.. es un poco tarde, debemos descansar estoy agotada- La verdad era que el sueño hacia mucho tiempo que le había abandonado, sin embargo no encontraba otro… pretexto para olvidar aquellos pensamientos que rondaban por su cabecita. Cambiar de tema, alejarme un poco de su cuerpo me darían un segundo más de respiro -. Mañana será otro día, podemos seguir poniéndonos al tanto, si te parece una buena idea, quiero que me cuentes todo, absolutamente todo de ti. - Devolví mi mirada a la suya, acompañada de una sonrisa. Deposité un casto beso en su frente, incorporándome muy a mi pesar - ¿Podrías… darte la vuelta? - Necesitaba cambiarme de ropa para recostarme-. Hay otra habitación al final del pasillo, es un poco fría, pero he cambiado las mantas por unas más limpias y abrigadoras. -Desvié la mirada hacia la vela que descansaba sobre la mesita de noche- O bien, puedes quedarte aquí… -No quería de ningún modo que se malinterpretaran mis palabras. -Hay suficiente espacio y no me sentiría tan sola. -Volvía a sonreír, segundos después le di la espalda dispuesta a despojarme de mis prendas. Pasé saliva. De un momento a otro mi corazón latía con más fuerza de lo habitual. Su presencia me inquietaba a tal grado, que por momentos creía desconocerme. Algo dentro de mí comenzaba a despertar, susurrándome palabras aún desconocidas. Llevé un par de dedos hasta el tocado, desanudando el listón, permitiendo que mi cabello corriera libre al fin, por mis hombros. El siguiente paso sería quitarme el vestido. Presumiendo que Mariano habría hecho caso a mi petición, le fui deslizando poco a poco hasta el suelo.
Sandra Liebharts-Koth- Realeza Rumana
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Fecha de inscripción : 19/05/2014
Re: Winter Birds [Privado]
Mientras la noche se aproximaba de forma sigilosa hacia nosotros el torrente argento continuó su fluidez, poco me importaba ahora el hecho de que no pudiese volver hoy a la mansión y si lo haría tan solo sería con ella a mi lado una vez más. Mi semblante se mostró un tanto rígido al no poder comprender del todo lo que sucedía, pensamientos contrariados nublaban mi razón. Ella se encontraba bien, si, pero estaba seguro que un secreto turbio se hallaba oculto en los rincones de su corazón y que era precisamente el verdadero objetivo de hallarme nuevamente, las comisuras de sus labios parecían retener las palabras, existía una defensa impalpable que le impedían sincerarse del todo conmigo y si debo ser sincero admito que odiaba ese espacio entre nosotros.
Seguía sujetando sus manos cálidas y suaves.
–Sabes que nunca permitiría que alguien te pusiera un dedo encima– Pronuncié con seguridad.
Escuché con detenimiento sus palabras, debía estar agotada con el viaje yo me sentía cansado también pero a decir verdad podría pasar la noche en vela contemplándole mientras dormía, cada noche que había pasado lejos de su compañía, tenía que recuperar el tiempo perdido. No dudaría ni un solo segundo en sincerarme del todo, tenía que hacerlo llegado el momento pues necesitaba liberar mi dolor para iniciar nuevamente a su lado. Tenía tantas cosas que confesarle, lo que había ocurrido a mi partida hacia Londres y la forma en que la pérdida de Minna y mi pequeño me habían devastado durante mi exilio. Las batallas libradas contra esta obstinación, los días largos y fríos, todo, tenía que saberlo, era lo justo. Besó mi frente y entre cerré los ojos saboreando ese bálsamo sobre mi sufrimiento.
Asentí a su petición y giré mi cuerpo media vuelta, caí en la cuenta que esta era la primera vez que nos encontrábamos a solas. No quería incomodarle en ningún sentido y aunque hubiera preferido volver a la mansión para recostarme a su lado toda la noche, estaba convencido que el lugar nunca importaría siempre y cuando ella estuviera conmigo. En un descuido la escasa luz que la vela nos regalaba develó su fina silueta, ver la forma en que su cabello dorado se cernía sobre su espalda despertó un sentimiento oculto en mí hasta este entonces. Cerré los ojos dándole el tiempo suficiente para que ella terminara de cambiarse y una vez terminada la acción me levanté de la cama para aproximarme a ella disfrutando de cada segundo a su lado.
Besé apenas sus labios ligeramente y le estreché contra mí.
–Te quiero tanto–
Mis brazos sujetaron su espalda y entre las penumbras nos mantuvimos inmóviles, finalmente le tome de la mano y la lleve hacía la cama nuevamente, recostándome a su lado buscando llenar mi soledad con su sola presencia.
Seguía sujetando sus manos cálidas y suaves.
–Sabes que nunca permitiría que alguien te pusiera un dedo encima– Pronuncié con seguridad.
Escuché con detenimiento sus palabras, debía estar agotada con el viaje yo me sentía cansado también pero a decir verdad podría pasar la noche en vela contemplándole mientras dormía, cada noche que había pasado lejos de su compañía, tenía que recuperar el tiempo perdido. No dudaría ni un solo segundo en sincerarme del todo, tenía que hacerlo llegado el momento pues necesitaba liberar mi dolor para iniciar nuevamente a su lado. Tenía tantas cosas que confesarle, lo que había ocurrido a mi partida hacia Londres y la forma en que la pérdida de Minna y mi pequeño me habían devastado durante mi exilio. Las batallas libradas contra esta obstinación, los días largos y fríos, todo, tenía que saberlo, era lo justo. Besó mi frente y entre cerré los ojos saboreando ese bálsamo sobre mi sufrimiento.
Asentí a su petición y giré mi cuerpo media vuelta, caí en la cuenta que esta era la primera vez que nos encontrábamos a solas. No quería incomodarle en ningún sentido y aunque hubiera preferido volver a la mansión para recostarme a su lado toda la noche, estaba convencido que el lugar nunca importaría siempre y cuando ella estuviera conmigo. En un descuido la escasa luz que la vela nos regalaba develó su fina silueta, ver la forma en que su cabello dorado se cernía sobre su espalda despertó un sentimiento oculto en mí hasta este entonces. Cerré los ojos dándole el tiempo suficiente para que ella terminara de cambiarse y una vez terminada la acción me levanté de la cama para aproximarme a ella disfrutando de cada segundo a su lado.
Besé apenas sus labios ligeramente y le estreché contra mí.
–Te quiero tanto–
Mis brazos sujetaron su espalda y entre las penumbras nos mantuvimos inmóviles, finalmente le tome de la mano y la lleve hacía la cama nuevamente, recostándome a su lado buscando llenar mi soledad con su sola presencia.
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
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Re: Winter Birds [Privado]
Me deslicé tímidamente entre las sábanas sintiendo que mi rostro se teñía de rojo. Si bien no era la primera vez que sucedía - el hecho de compartir el lecho con un hombre- lo era ante la presencia de Mariano. Tomé uno de los bordes de las mantas, apretándolas contra mí, como si éstas fueran una barrera entre él y yo. No es que no deseara sentirle mucho más cerca, simplemente sentía que era lo correcto en aquel momento. Sonreí sintiendo que tal vez aquella noche obtendría el descanso tan deseado. La primera de tantas noches, porque estaba completamente segura que habría más.
-Me siento rendida -Completamente cierto. Los párpados me pesaban- Hay tantas cosas por hacer... -Sonreí completamente embelesada, adormilada, observando su perfil a media luz- Ahora que estás aquí las cosas serán mucho más fáciles- Acerqué mi mano tomando la suya, dándole un pequeño apretón- Muchas gracias - Me incorporé para darle un beso de buenas noches en la mejilla-. Ahora descansa, el viaje debió ser agotador. Te prometo que mañana las cosas serán diferentes, terminaré explicándote todo aquello que tu mente ha querido preguntarme desde que nos vimos-. Mi sexto sentido me dictaba, que Mariano no quería ser imprudente, pero que por su mente rondaban muchas preguntas sin respuesta aparente. Agradecí internamente aquél gesto caballeroso; me estaba dando mi espacio, había acudido a mi llamado sin siquiera saber el verdadero motivo. -¿Apagas la luz?
-Me siento rendida -Completamente cierto. Los párpados me pesaban- Hay tantas cosas por hacer... -Sonreí completamente embelesada, adormilada, observando su perfil a media luz- Ahora que estás aquí las cosas serán mucho más fáciles- Acerqué mi mano tomando la suya, dándole un pequeño apretón- Muchas gracias - Me incorporé para darle un beso de buenas noches en la mejilla-. Ahora descansa, el viaje debió ser agotador. Te prometo que mañana las cosas serán diferentes, terminaré explicándote todo aquello que tu mente ha querido preguntarme desde que nos vimos-. Mi sexto sentido me dictaba, que Mariano no quería ser imprudente, pero que por su mente rondaban muchas preguntas sin respuesta aparente. Agradecí internamente aquél gesto caballeroso; me estaba dando mi espacio, había acudido a mi llamado sin siquiera saber el verdadero motivo. -¿Apagas la luz?
Sandra Liebharts-Koth- Realeza Rumana
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Fecha de inscripción : 19/05/2014
Re: Winter Birds [Privado]
Me dejé llevar simplemente por el roce de sus suaves manos, cerré los ojos momentáneamente para imaginar que ese momento era eterno, algo con lo que había soñado tanto tiempo y que ahora podía disfrutar, en ese mismo instante yo era como un chiquillo con una ilusión en el corazón.
-Todo es más fácil si te quedas junto a mí- respondí al tiempo que sentí sus tersos labios sobre mi piel.
Dediqué una sonrisa. Sus parpados caían suavemente y el aroma de su cuerpo inundaba el estrecho espacio que aún existía entre nosotros. La tormenta mantuvo su marcha por una hora, dos, quizás más tiempo. Durante este lapso no pude dormir, mi cuerpo me pedía a gritos ceder, pero debía disfrutar de este tiempo a solas con ella, así que me mantuve vigilante, cuidando su sueño, con palabras sería imposible describir la escena. Recostada junto a mí, sumergida en su descanso seguía luciendo bella. Mis dedos pasaron por un par de mechones que caían sobre su rostro, acaricié su mejilla una vez más y entonces me vi obligado a levantarme por unos segundos para apagar las velas.
Recostado nuevamente la oscuridad cayó por completo y en cuestión de minutos me encontraba alejado de mi realidad, soñando. Me vi a mi mismo caminando de la mano de una mujer, a través de un extenso jardín de rosas blancas, en ningún momento noté su rostro, solo sabía que yo le pertenecía en cuerpo y alma. Repentinamente ella se encontraba un par de pasos detrás de mí y por alguna extraña razón se me dificultaba cada vez más avanzar. ¿Qué pasaba conmigo? Escuchaba su voz a mis espaldas pidiéndome continuar. Traté de dirigir mis ojos hacia ella pero no pude, pues ella se alejaba de mí poco a poco, desvaneciéndose entre la bruma. Desperté sobresaltado, mi corazón latía salvajemente golpeando mi pecho de forma estrepitosa.
Todo había sido una pesadilla, Tanish seguía a mi lado durmiendo placenteramente y su semblante fue suficiente para darme calma una vez más. El alba estaba por asomarse y dando un pequeño masaje a mis sienes traté de dar sentido a lo ocurrido previamente. ¿Sería Tanish aquella mujer en mi sueño? Una sombra descendió sobre mí, no quería perderla, no ahora. ¿Sería Eugenia, mi madre tratando de hablar conmigo? ¿Acaso Minna? Moví ligeramente la cabeza hacia los lados para alejar esos pensamientos. Me levanté del camastro, me calcé las botas y con el corazón hecho trizas tomé la decisión más importante hasta el día de hoy. Tomé pluma y papel para plasmar lo que sería mi despedida.
“Querida Tanish
No sabría cómo explicar lo que estoy a punto de hacer, pues yo mismo intento hallar cordura en mis actos, solo quiero que sepas que te amo por sobre todas las cosas, no olvides que siempre estaré para ti. Eres la casualidad más hermosa que me ha sucedido y no permitiré que nada ni nadie me la arrebate, pero para esto, debo encontrar respuestas a cuestionamientos que aun laceran mi alma. Si quiero compartir la vida contigo, debo ser ese hombre que tú necesitas.
Tuyo siempre, Mariano.”
Deposité la misiva a lado de su almohada y un beso ligero sobre sus labios. Me encaminé hacia la salida y en el portón se hallaba ya mi cochero. Di instrucciones estrictas de llevarle a donde ella quisiera una vez hubiese despertado. Realice un ligero ademan de agradecimiento hacia el caballero y emprendí mi marcha. Evité mirar hacia atrás, porque sabía que si lo hacía regresaría corriendo como un cobarde a sus brazos. No tenía a nadie más que a ella así que por respeto, necesitaba hacer las cosas como debía ser, pensando en el bienestar suyo en primer lugar, no había cabida para mostrarme egoísta pues ya no era ese crio rebelde e imprudente que en otrora época hubiera arrojado todo por la borda. Me alejaba nuevamente sí, pero esta vez la tenía a ella, tenía una razón para volver.
-Todo es más fácil si te quedas junto a mí- respondí al tiempo que sentí sus tersos labios sobre mi piel.
Dediqué una sonrisa. Sus parpados caían suavemente y el aroma de su cuerpo inundaba el estrecho espacio que aún existía entre nosotros. La tormenta mantuvo su marcha por una hora, dos, quizás más tiempo. Durante este lapso no pude dormir, mi cuerpo me pedía a gritos ceder, pero debía disfrutar de este tiempo a solas con ella, así que me mantuve vigilante, cuidando su sueño, con palabras sería imposible describir la escena. Recostada junto a mí, sumergida en su descanso seguía luciendo bella. Mis dedos pasaron por un par de mechones que caían sobre su rostro, acaricié su mejilla una vez más y entonces me vi obligado a levantarme por unos segundos para apagar las velas.
Recostado nuevamente la oscuridad cayó por completo y en cuestión de minutos me encontraba alejado de mi realidad, soñando. Me vi a mi mismo caminando de la mano de una mujer, a través de un extenso jardín de rosas blancas, en ningún momento noté su rostro, solo sabía que yo le pertenecía en cuerpo y alma. Repentinamente ella se encontraba un par de pasos detrás de mí y por alguna extraña razón se me dificultaba cada vez más avanzar. ¿Qué pasaba conmigo? Escuchaba su voz a mis espaldas pidiéndome continuar. Traté de dirigir mis ojos hacia ella pero no pude, pues ella se alejaba de mí poco a poco, desvaneciéndose entre la bruma. Desperté sobresaltado, mi corazón latía salvajemente golpeando mi pecho de forma estrepitosa.
Todo había sido una pesadilla, Tanish seguía a mi lado durmiendo placenteramente y su semblante fue suficiente para darme calma una vez más. El alba estaba por asomarse y dando un pequeño masaje a mis sienes traté de dar sentido a lo ocurrido previamente. ¿Sería Tanish aquella mujer en mi sueño? Una sombra descendió sobre mí, no quería perderla, no ahora. ¿Sería Eugenia, mi madre tratando de hablar conmigo? ¿Acaso Minna? Moví ligeramente la cabeza hacia los lados para alejar esos pensamientos. Me levanté del camastro, me calcé las botas y con el corazón hecho trizas tomé la decisión más importante hasta el día de hoy. Tomé pluma y papel para plasmar lo que sería mi despedida.
“Querida Tanish
No sabría cómo explicar lo que estoy a punto de hacer, pues yo mismo intento hallar cordura en mis actos, solo quiero que sepas que te amo por sobre todas las cosas, no olvides que siempre estaré para ti. Eres la casualidad más hermosa que me ha sucedido y no permitiré que nada ni nadie me la arrebate, pero para esto, debo encontrar respuestas a cuestionamientos que aun laceran mi alma. Si quiero compartir la vida contigo, debo ser ese hombre que tú necesitas.
Tuyo siempre, Mariano.”
Deposité la misiva a lado de su almohada y un beso ligero sobre sus labios. Me encaminé hacia la salida y en el portón se hallaba ya mi cochero. Di instrucciones estrictas de llevarle a donde ella quisiera una vez hubiese despertado. Realice un ligero ademan de agradecimiento hacia el caballero y emprendí mi marcha. Evité mirar hacia atrás, porque sabía que si lo hacía regresaría corriendo como un cobarde a sus brazos. No tenía a nadie más que a ella así que por respeto, necesitaba hacer las cosas como debía ser, pensando en el bienestar suyo en primer lugar, no había cabida para mostrarme egoísta pues ya no era ese crio rebelde e imprudente que en otrora época hubiera arrojado todo por la borda. Me alejaba nuevamente sí, pero esta vez la tenía a ella, tenía una razón para volver.
Luis Felipe de Castilla- Realeza Española
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Re: Winter Birds [Privado]
La luz de algunos rayos solares que se presentaban tímidamente por la ventana, le obligaron a parpadear en un par de ocasiones, hasta que finalmente le obligaron a levantarse de su mullido colchón, estirando un poco los brazos. Al recordar algunos acontecimientos nocturnos, le dibujaron una enorme y fulgurante sonrisa en el rostro.
-Mariano -. La primera palabra y pensamiento del día, pero al girar su rostro y no encontrarse con su figura al lado suyo, le hicieron levantarse por completo de la cama, colocándose una bata encima y enfundando sus diminutos y tersos pies dentro de unas sandalias finas traídas desde su natal Rumania. - ¿ingerul meu? -le llamó en repetidas ocasiones, buscando en el piso inferior de la casona, pensando que quizás se hubiese levantado un poco más temprano para prepararse algo de comer. El pensamiento la hizo enrojecer, ya que ella misma pensaba elaborar algo durante la mañana. Muy a su pesar, no le encontró:
-¿Mariano? ¿Estás aquí? - La cocina estaba desierta. Ya el tono se su voz se mostraba preocupado ¿a donde es que se había dirigido sin avisar? finalmente regresó a su habitación, donde su mirada captó un pequeño papel doblado delicadamente sobre la mesita de noche, mismo que leyó apresuradamente, al momento en que sus ojos se llenaban de lágrimas. El papel cayó de sus manos lentamente hacia el piso de madera. Por un momento se quedó lívida, estática, temblando y anclada en el piso.
Sería el instinto, las ganas, el miedo, la incertidumbre, que sus pies recobraron la movilidad y salió en busca del amor de su vida, directamente hacia la calle sin importarle el que llevara ropa de cama, observando hacia ambas direcciones de la concurrida calle empedrada.
-No, Mariano, no, no... ¡Mariano! - gritó, pero lo único que consiguió, fue que los transeúntes voltearan a mirarle con ojos asombrados por encontrarse en tal estado "inconveniente".
Las lágrimas brotaron a raudales sin poderlas contener. Derrumbada, regresó derrotada de nuevo al portón de su casa, cerrando la puerta tras de sí, misma donde recargó su espalda, llorando inconsolablemente.
Estaba sola. Sola en el mundo, incapaz de saber qué hacer o a quien más recurrir. Sentís morir ¡Quería morir ahí mismo de una vez por todas! Dejar de existir, convertirse en polvo y que el viento le arrastrara lejos, muy lejos.
-Mariano -. La primera palabra y pensamiento del día, pero al girar su rostro y no encontrarse con su figura al lado suyo, le hicieron levantarse por completo de la cama, colocándose una bata encima y enfundando sus diminutos y tersos pies dentro de unas sandalias finas traídas desde su natal Rumania. - ¿ingerul meu? -le llamó en repetidas ocasiones, buscando en el piso inferior de la casona, pensando que quizás se hubiese levantado un poco más temprano para prepararse algo de comer. El pensamiento la hizo enrojecer, ya que ella misma pensaba elaborar algo durante la mañana. Muy a su pesar, no le encontró:
-¿Mariano? ¿Estás aquí? - La cocina estaba desierta. Ya el tono se su voz se mostraba preocupado ¿a donde es que se había dirigido sin avisar? finalmente regresó a su habitación, donde su mirada captó un pequeño papel doblado delicadamente sobre la mesita de noche, mismo que leyó apresuradamente, al momento en que sus ojos se llenaban de lágrimas. El papel cayó de sus manos lentamente hacia el piso de madera. Por un momento se quedó lívida, estática, temblando y anclada en el piso.
Sería el instinto, las ganas, el miedo, la incertidumbre, que sus pies recobraron la movilidad y salió en busca del amor de su vida, directamente hacia la calle sin importarle el que llevara ropa de cama, observando hacia ambas direcciones de la concurrida calle empedrada.
-No, Mariano, no, no... ¡Mariano! - gritó, pero lo único que consiguió, fue que los transeúntes voltearan a mirarle con ojos asombrados por encontrarse en tal estado "inconveniente".
Las lágrimas brotaron a raudales sin poderlas contener. Derrumbada, regresó derrotada de nuevo al portón de su casa, cerrando la puerta tras de sí, misma donde recargó su espalda, llorando inconsolablemente.
Estaba sola. Sola en el mundo, incapaz de saber qué hacer o a quien más recurrir. Sentís morir ¡Quería morir ahí mismo de una vez por todas! Dejar de existir, convertirse en polvo y que el viento le arrastrara lejos, muy lejos.
FIN DEL POST
Sandra Liebharts-Koth- Realeza Rumana
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