Un agradable reencuentro [Gianluca Audittore]

El último rayo de sol hacía tiempo que había desaparecido. Mis quehaceres habían disminuido en número y sonreí ante la idea de poder pasar el tiempo de forma tranquila una vez más. Mordí mi labio inferior apoyando mis manos en la encimera de piedra labrada.

Recordé mi última salida nocturna y escalofrío se deslizó por mi columna cuando la imagen de aquel hombre fallecido en el suelo apareció entre mis pensamientos mas otro rostro mucho más agradable para mí provocó una sonrisa tras borrar ese horrible suceso.

Gianluca Audittore. Aquel hombre tan apuesto que había cuidado de mí y soportado mis risas. Hacía mucho tiempo que no le veía. Había sabido por los chismorreos de la gente que ahora estaba enamorado. Me alegraba que una mujer hubiese conseguido a un hombre tan bondadoso. Sin duda alguna esperaba que fuesen muy felices juntos más algo en mis entrañas me recordaba que permanecía sola.

- Y sola continuarás -me reproché a mí misma por el estúpido pensamiento que había cruzado mi mente.

La sola idea de mantener un instante de intimidad con un hombre me provocaban náuseas. No podía pasar de una amistad aunque en el fondo mi corazón se sintiese desdichado por no ser amado ni dejar amar.

Regresé de nuevo al recuerdo de Gianluca y el suave tono de sus palabras hizo que una mueca de disgusto pronunciada gobernara mis facciones. No había venido a verme al día siguiente y seguro que había decidido olvidarse de mí tras conseguir a una bella mujer. Lo más probable es que hubiese perdido a mi único... ¿amigo?

Dejé el trapo aún lado observando mis dedos agrietados con la piel levantada de tanto haber tenido que restregar. Maldeciría aquel trabajo si no fuese mi única salvación además de que en el fondo me gustaba lo que hacía. Quizá la soledad en ocasiones fuese excesiva pero si me mantenía productiva nada podía invadir mi mente hasta el ocaso.

Lavé mis manos para quitarle a mi piel todo resto de jabón que hubiese quedado en ellas. Sequé mis manos en el pequeño mandil que tenía atado a mi cintura y acto seguido me lo quité. No podía lavarlo pues dudaba si estaría seco para mañana además apenas estaba sucio. Lo colgué en una pequeña cuerda y dejé que secara el agua que había quedado allí impregnada por los excesos de humedad que antes habían tenido mis manos.

Tenía unas horas para estar serena y poder descansar antes de sumergirme entre las sábanas aunque quizá tras aquellos oscuros sueños de la noche anterior no hubiese sido plato de mi devoción perderme en los brazos de Morfeo.

Recogí nuevamente mis cabellos quitándome la cofia dado que solamente provocaba un inmenso dolor en mi cogote.

Puse mi mano en el pomo de la puerta de empleados y salí al exterior sonriendo por el gran golpe de aire fresco que provocaba cierta satisfacción en mis pulmones tras haber tenido que respirar antes polvo, jabón, jabón y más suciedad.

- Buenas noches, París -musité con una sonrisa aún más grande deseando escapar por las comisuras de mis labios.- Cuéntame, mi adorada París, ¿qué ha sucedido hoy entre tus calles, tus muros, tus cientos de corazones palpitantes? ¿Quizá nuevos amores? ¿Una ruptura trágica de amantes destinados a estar separados? ¿Un robo? ¿Puede que otro horrible asesinato? ¿Quizá demonios derrotados bajo la luz de los ángeles vivientes? ¡Oh, París! Tienes tanto que contarme y tan poco que yo pueda escuchar. No soy capaz de entender en la mayoría de las ocasiones el murmullo de tus ráfagas de viento pues malvada como muchos lo encriptas para que deba devanarme los sesos intentando encontrar el sentido a aquellos diálogos que reproduces aunque hayan sido pronunciados medio día antes en el extremo opuesto de tu inconfundible arquitectura.

Durante unos segundos permanecí callada caminando a paso tranquilo entre los matorrales del jardín. Me gustaba hablar con alguien, tener compañía y en este caso me obligaba a que París fuese quien escuchase mis bobadas.

- ¡Oh, París! ¡Sois una reina malvada! -me senté al pie de un árbol tras no haber escuchado ni un solo ruido. Parecía que ella misma se había enfadado por haberle dicho que encriptaba sus mensajes.- No os hagáis la remolona. Sabéis tanto como yo que sois tan mala como las ratas que os recorren cuando lo deseáis.

Apoyando mi espalda en el tronco del árbol, alcé mi mirada hacia las estrellas que me sonrían con dulzura indicándome que para que París perdiese su enfado, yo misma debía contarle algo que no dijese a nadie. Bueno, que no hubiese puesto en voz alta porque tampoco tenía a nadie a quien relatarle mis males.

Un ruido hizo que diese un respingo antes de que me pusiera a pronunciar lo que realmente agobiaba mi mente y tenía a mi corazón en un sin vivir.

- ¿Quién está ahí? - alcé la voz temblorosa esperando que nadie se hubiese decidido a entrar ese día a robar conmigo a merced de ladrones nocturnos.

Esa noche como alguna otra decidí acercarme al lugar de trabajo de Lorelleine. No era la primera vez que lo hacía, algunas noches me colaba en el lugar para observar cómo le marchaba, no pude evitar en alguna ocasión tener que usar algún talento con algún guardia o miembro del lugar por pasarse en sus términos, pero claro estaba que no se lo diría nunca.

Ahora la veía como se quitaba la cofia y comenzaba andar por esos jardines "Sigo sin entender que prefiera estar en este sucio lugar que en mi hogar" En mi casa dispondría de servicio al que ordenar, ella dirigiría la casa, pero por ahora se veía que no era posible. Además sabía que a mi querida Inanna haría buenas migas con ellas, ambas eran almas puras en este mundo.

Lorelleine hablaba con las plantas, me hacía gracia y en parte me apenaba por la soledad que emanaba de aquello, se sentó en un árbol y no pude resistirme a acercarme. Esta vez me mostraría.

Buenas noches querida hermanita. Dije en tono cariñoso a la joven, mientras comprobaba los alrededores, no podía evitar una alegría al volver a encontrarme con ella.

Alcé mi mirada tras ver a aquel rostro tan conocido. Sonreí ampliamente y me levanté como un resorte sin importarme que a él le molestara mi cercanía. Rodeé su cuello con mis brazos por la emoción y solté un grito leve ahogado por el júbilo que ahora gobernaba mi interior.

- Gianluca... -susurré y permanecí en el único lugar en el que había estado a salvo. Junto a él nadie podía hacerme nada, yo era consciente de ello.

No quería hablar más por un momento pues estaba demasiado cansada de sentirme siempre sola, hablar con París pero ahora me parecía lo más maravilloso del mundo en este momento.

- ¿Qué hacéis aquí? -sonreí ampliamente mirando sus ojos sin que la sonrisa se borrase de mi rostro.

La reacción fue la que esperaba note su cálida piel cuando me abrazo. La joven se mostraba feliz no había que ser muy inteligente para ver que sola se sentía. Hace un momento la había visto hablar sola con aquellas plantas. Estaba contento de aquello, veía su cara de felicidad y me alegraba.

Hola querida, pues pasaba por el barrio y me dije. Voy a visitar a mi querida Lorelleine y aquí me encuentro. La dije sonriendo, guiñándole un ojo, a la vez que le colocaba uno de esos mechones. Vaya tu pelo sigue tan peleón como siempre.

Lo que importa es que tal te va a ti. La dije queriendo saber sobre cómo le marchaba, mi vida estaba en perfecto orden, con Inanna ocupando mi corazón, lo demás daba igual tendría solución de algún tipo, porque cada noche me despertaba ante mi propio ángel. Ahora quería conseguir algo parecido con Lorelleine, esa alma pura necesitaba ser cuidada y lo cierto era que me gustaría ser yo su guardián.

Sin dejar de rodear el apuesto y bien plantado cuerpo de mi amigo Gianluca, la sonrisa cada vez se extendía más. Miré sus ojos y reí divertida ante su comentario sobre mi cabello. La verdad es que mis rizos parecían tener vida propia siempre y más estando en su compañía.

- Me alegra escuchar eso -incliné mi cabeza pues él no me había olvidado después de todo a pesar de lo que yo había pensado. Por ese motivo bajé mi mirada con un sonrojo considerable en mis mejillas por siempre pensarme menos que cualquier objeto a mi alrededor.

Una vez me preguntó me quedé durante un instante pensativa. Le respondería con la verdad pues no estaba dispuesta a que nuestra amistad fuese manchada con la mentira.

- No puedo quejarme para nada, Gianluca -me separé de su cuerpo y caminé lentamente hasta el lugar donde había estado sentada solo momentos antes.- Permanezco como antes de conocerte, Gianluca. Solitaria pero feliz -me encogí de hombros.- Al menos mientras el sol brilla -bajé mi mirada hasta mis manos que deposité sobre mi regazo.- Supe de tu enamoramiento -cambié de tema rápidamente.- Enhorabuena.

Veía como ella se manejaba al hablar, sabía que no era cierto su expresión no encajaba con lo que decía, pero lo suponía viendo lo que vi en alguna ocasión. Aunque no la llevaría la contraria. De repente una pregunta me dejo descolocado "¿Cómo se enteró de mi amor hacia Inanna?" No es que fuera público y además no lo hable con nadie, pero bueno esto era Paris oídos y ojos curiosos los había por todos lados, por lo que supuse que de alguna manera llego a su conocimiento. Si hubiera podido me habría ruborizado.

Lo cierto es que estoy con una maravillosa mujer, misteriosa y bella. Dije sin poder evitar un tono de idiota enamorado. Pero me preocupa usted querida Lorelleine, intuyo que en este lugar no esta tan bien y sé que está sola. Aun a riesgo de ser pesado sabe que mi propuesta sobre el trabajo que sea mi ama de llaves está en pie. Le dije a pesar de saber cuál sería la contestación, mientras la miraba a los ojos con una ligera sonrisa, me planteaba usar mis habilidades, pero eso haría que Inanna se enfadase, además que Lorelleine no se lo merecería. Así que me contuve.

Este lugar es grande realmente. Dije cambiando de tema.

Le miré mientras se acercaba y hablaba de su hermosa novia. Sonreí por el tono y la forma en que su rostro tomaba una expresión de puro enamoramiento. Alcé mi mirada al cielo sin borrar la sonrisa que indicaba que estaba más que feliz por él.

- Debe serlo para haber podido tener la suerte de enamorarte, Gianluca -musité y negué suavemente con un deje de pequeña envidia en mi voz.- Me encantaría vivir algo así mas dudo que alguien que se fije en una simple criada y... no es el único impedimento -hice una mueca.

Desconocía que había estado viniendo de vez en cuando pero sí había pasado alguna noche cerca mientras yo dormía habría escuchado mis gritos en mis continuas pesadillas.

- Sé que su propuesta está en pie pero -arrugué ligeramente mi nariz mientras parpadeaba para que las lágrimas por mi soledad no resbalaran por mis mejillas.- de aceptar, preferiría conocer a la dueña de la casa además de la casa, Gianluca -reí un poco por su comentario y suspiré pesadamente fingiendo un gran agotamiento.- Díselo a mis piernas y rodillas que tienen que fregar todo eso -reí de nuevo apoyando mi cabeza bien en el tronco del árbol.

No me gustaba la visión que tenia de sí misma. Estaba seguro que ella podría enamorar a muchos hombres y que muchos caerían rendidos ante su belleza, por eso no entendía su actitud, aunque igual ella no veía lo mismo por las palabras que le habían dicho durante años.

Lorelleine no digas eso estoy seguro que aparecerá alguien. La dije acariciando cariñosamente su cabeza. No eres una simple criada, eres una magnifica mujer que serás recompensada seguro.

Escuche luego lo que comento sobre mi oferta, esta vez no fue un no rotundo, esta vez dejo una puerta abierta, al parecer quería conocer a Inanna antes de aceptar. Eso era al menos una opción, me sentí muy feliz al oír sus palabras, no pude evitar esbozar una sonrisa con lo que dijo.

Claro estoy seguro que os entenderéis, sois dos mujeres con un corazón inigualable, así que no me cabe duda de ello. Le dije. Bueno pues creo que es momento de ir a mi hogar, para que lo veas, ella está en unos temas personales pero vendrá seguramente en poco tiempo. Comente a Lorelleine guardándome une pequeña sorpresa para cuando arrancáramos. Fuera me esperaba mi elegante carruaje para llevarnos, ahora quedaba que ella aceptara irnos de aquel lugar.

La forma en la que acariciaba mi cabello me hacían sonreír de nuevo. Él pensaba en eso porque había encontrado el amor pero yo sabía que nadie se fijaría en mí. A fin de cuentas ni yo misma iba a dejar que lo hicieran.

Alcé mi mirada hasta sus ojos y besé con suavidad su nariz negando suavemente para que entendiera que aquello era algo que no se podría cambiar nunca.

- ¿Ahora mismo? -pregunté mientras distinguía un atisbo de emoción en su mirada. El brillo que resplandecía en su pupila me hizo sonreír también con la misma emoción que él.- ¿Irnos ahora mismo? ¿A tu hogar? -arrugué y me puse de pie para después apoyar mis manos en mis caderas durante unos segundos.- Está bien, vayamos pues.. a ver qué pequeña casita tienes -reí y besé su frente.

Debía reconocer que me encantaba llenarle de pequeños besos como si fuese realmente mi hermano, sin ánimo de intentar una relación de otro tipo.

Bueno al final accedió así que ofrecí mi brazo a la chica, luego me encamine con ella a una de las salidas laterales del lugar, obviamente me había colado sin que nadie lo notara pero para salir no podía hacer lo mismo, así que una vez llegamos a la salida y nos dio el alto el guardia, use mi facilidad de palabra más uno de mis talentos, para convencer al guardia que no había visto a nadie. Para aparentar le di un billete para que pareciese ante los ojos de Lorelleine que solo lo sobornaba.

Luego salimos de los muros del lugar, dimos unos cuantos pasos y luego nos quedamos parados. Un momento ahora llegara mi carruaje, entonces tirado por cuatro bellos purasangres de negro pelaje y cuidados con tremendo cuidado, dado que me encantaban los equinos, en la ciudad añoraba cabalgar de noche en ellos como hacía en mi añorada tierra.

El carruaje era tan elegante como los equinos que la llevaban de colores oscuros jugando con el negro y burdeos, tenía elaboradas decoraciones doradas. Del carruaje bajo uno de los sirvientes, nos abrió la puerta e hizo una reverencia. Sube querida él es Jean Luc y el de arriba es Pierre, ellos también estarán bajo tus órdenes si aceptas mi oferta. Le fui comentando a Lorelliene para que estudiara su posible nueva situación.

Después de subir Jean Luc cerró la puerta, luego le di una manta hecha de pieles de visones blancos, para que no se enfriara a Lorelleine. En marcha Pierre ya sabes a donde. Le dije al conductor. Bueno antes de ir a mi casa pasaremos por un sitio un momento. Dije a Lorelleine, pero sin informarla de más quería sorprenderla.

Me agarré suavemente a su brazo para después deslizar mi mano a modo de caricia por su musculatura. Era sumamente inocente y no buscaba nada en ls muestras de cariño que le proporcionaba, tan solo que supiera lo que valoraba que me tratase como a una mujer de la alta nobleza.

Miré a cada una de las hojas pensando en si aceptara su oferta todo lo que ellos tendrían que soportar estando yo bajo su techo. ¿Podría no morirme de la vergüenza cada mañana cuando se despertaran tarde porque mis gritos en medio de la noche no les habían dejado dormir?

Miré al guardia y observé a aquel soborno que tenía algo sumamente extraño. Entrecerré mis ojos meditabunda durante unos momentos pero justo cuando mis labios se abrieron para comentar la situación aquel carruaje con los hermosos caballos pura sangre me hizo olvidarme hasta de respirar.

Cuando recuperé el aliento caminé como hipnotizada hacia los corceles que se perdían con la noche. Mis dedos se perdieron con temor de romper la ilusión que procesaban en mi mirada, entre las crines sedosas de los pura sangre. Una sonrisa se deslizó acto seguido. La hermosura de aquellos caballos era impresionante.

La voz de mi amigo Gianluca me hizo girarme sonriendo aún por lo que acababa de contemplar. Caminé lentamente hacia él sonriendo a ese joven avergonzada ante la idea de poder tener al alcance de mi mano la posibilidad de ser su jefa.

- Encantada -repuse observando a ambos y entré con ayuda de mi amigo al carruaje que podía matar con la riqueza que se respiraba.- ¿Sois algo parecido a un conde? -pregunté sorprendida y cual niña pequeña mis dedos tocaban fascinados aquello que tenían a su alcance.

Reí ligeramente ante la pregunta de Lorelleine, no era de sangre noble o azul, aunque seguramente poseía del suficiente dinero que eso no fuera mal visto por aristócratas y nobles, hoy en día el dinero abría mas puertas que la sangre azul y cada vez era más evidente.

Oh no querida, no tengo sangre azul en mis venas. Pero si debo decir que la suerte me sonrió y en los negocios tuve suerte haciéndome con una gran fortuna. Por lo que me puedo permitir algunos lujos. Ademas que hace que sea tratado como un noble en la mayoria de lugares. Conteste con tono amistoso a Lorelleine.

El carruaje se movía por las calles apenas se notaban los ligeros baches, dado que estaba en perfecto estado. Mire y me pareció que Lorelleine no tenía frio tapada con la manta de pieles. Al cabo de unos quince minutos llegamos al destino, habíamos atravesado calles bien iluminadas y cuidadas, donde escaparates de todo tipo mostraban objetos increíbles.

Baje del carruaje. Vamos te mostrare algo. La dije ofreciéndole mi mano. El carruaje nos había dejado frente a una tienda de música, por lo que se me informo la mejor, la que disponía lo que cualquier apasionado de ella pudiera pedir. En la puerta del lugar el dueño estaba esperando sonriendo, nos saludó efusivamente "Posiblemente el dinero que pague para que abriera a la noche ayudo en ello, además de lo que pague por el objeto que quería regalar a Lorelleine". Estaba algo ansioso no podía esperar ver la reacción de la joven al ver el regalo. Desde niño disfrutaba más regalando que cuando me regalaban.

Escuchando su respuesta bajé mi mirada a mi regazo. Mis ropas en contraposición de la maravillosa tela que tenía sobre mis piernas provocaba que me sintiese avergonzada. Mis dedos milimétricamente se aprendían la forma y color de los pelajes tan suaves que tocaban. Todo aquel mundo era tan diferente a lo que yo había vivido. De hecho yo misma había estado en la calle disfrutando de poco más que del refugio en pequeños callejones contra el viento.

Mi mirada se tronó acuosa por el agradecimiento que sentía porque mi amigo y maravilloso compañero de viaje Gianluca no tuviese que sufrir esas penurias.

Alcé mi mirada hasta los rasgos tan apuestos de mi amigo. Su novia, aquella de la que estaba enamorado tenía tanta suerte. No sabía nada de ella y no iba a negar que debía ser un mar de virtudes para haber enamorado de Gianluca pero nadie había sido tan dulce y caballeroso conmigo como él. Se merecía toda la felicidad del mundo desde luego.

- Espero que algún día me comentéis sobre vuestro trabajo -sonreí ampliamente con un brillo de ligera curiosidad iluminando mis pupilas.

Incliné mi cabeza sin entender donde nos habíamos detenido y agarrando su mano con mis dedos finos y blanquecinos, quité de mi regazo la manta de pieles, dejándola en el asiento antes de descender con su ayuda del carruaje lujoso.

- ¿Una tienda de música? -parpadeé varias veces leyendo a duras penas por la oscuridad de la noche el letrero de la tienda.- ¿Qué hacemos aquí?

Mordí mi labio inferior y haciendo una ligera inclinación saludé al hombre que nos miraba como si fuese un placer abrir a aquellas horas intempestivas su negocio para nosotros.

Pasamos al interior y luego también Jean Luc, por último el dueño entro y se metió en el almacén. Mientras en el lugar se podía ver todo tipo de instrumentos, pianos, violines, violonchelos y algunos más, también cosas para repararlos por lo que pude intuir, no era el más ducho en el tema pero parecía un santuario de esos instrumentos.

Al cabo de un rato el dueño del local trajo una caja, la cual abrió y de su interior apareció un extraño elemento, al cual el tipo agrego una especie de cosa parecida a las caracolas. Aquí tiene su gramófono señor Audittore. Dijo el dueño y luego se puso a poner una especie de plato negro en él, luego coloco un brazo con cuidado que acababa en una aguja y a los segundos el sonido comenzó a emanar de ese aparato, era magia, realmente increíble como de esa cosa podía salir aquel sonido "Desde luego los humanos son increíbles que capacidad de crear objetos" me dije al verlo.

Bueno aquí tienes tu regalo, espero que sea de tu agrado quedara bien en tu habitación de casa. La dije mientras hice un gesto para que el dueño del lugar lo guardara, además del aparato introdujo un par de platos más de esos que salía música, luego Jean Luc lo tomo con cuidado para llevarlo al carruaje.

Gracias señor un placer. Le dije con educación y espere a que Lorelleine se animara a marchar, ahora si camino a casa.

Entré en el lugar observando todo a mi alrededor. Los exquisitos instrumentos que colgaban y descansaban en cada sitio que la mirada alcanzara. Mis ojos acariciaban el contorno de algunos aparatos que tenían un nombre desconocido para mí.

Me giré al escuchar la voz del dueño llamando a Gianluca. ¿Gramófono? ¿Había dicho gramófono? Rápidamente me acerqué observando aquella gran caja que fue abierta poco tiempo después mostrando el tesoro más hermoso que podían haber contemplado mis ojos. Era un reproductor de música comenzando a sonar al ritmo del disco que tantas emociones provocaba con sus pequeños acordes. Aquella afilada aguja hacía realidad mis delirios.

- ¿P...para mí? -alcé mis ojos mirando a Gianluca con las lágrimas recorriendo mis mejillas. Era el primer regalo que había recibido en mi vida y no era otra cosa que parte de mi pasión. La música.

No podía casi hablar. ¿Cómo alguien podía regalarme algo así a mí? Puse mis manos sobre mi pecho intentando contener las emociones aún teniendo mi mirada posada sobre el gramófono, como si pudiese ver a través de la caja de madera.

- Gian...Gianluca -me incliné hacia él observando como desaparecía por la puerta.

Corrí lentamente hacia él y le abracé con fuerza por la espalda mientras que las lágrimas de felicidad se deslizaban por mis mejillas. Era tan bueno conmigo, tan dulce y tierno que pensaba que desaparecería entre mis brazos para volverse humo como si fuese un sueño.

Como supuse Lorelleine se mostró feliz por el regalo y yo lo era por tener la opción que fuera mi ama de llaves y así poderla tener protegida de los peligros que existían en Paris y que ella no tenía ni idea. Note como por la espalda me abrazaba, era lo menos que podía hacer por un alma tan pura.

Ahora disponía de Inanna la mujer de mi no-vida, una dama de corazón dulce amante del arte y también de la joven Lorelleine pero en este caso como esa hermana que perdí hace siglos, una chica de corazón puro que no permitiría que nadie la dañara, solo deseaba que encontrara un hombre digno de ella y formara su familia, por lo demás yo me encargaría no la faltaría dinero, mientras yo estuviera.

¿Vamos querida? La dije ofreciendo mi brazo y colocando de nuevo uno de sus cabellos, las lágrimas mostraban su felicidad, aparte notaba latir su corazón acelerado. Ahora si podemos ir a casa. La dije a la vez que nos abrían la puerta del carruaje y yo la ayudaba a subir, para luego volver a montar yo. En marcha a casa. Dije y el carruaje volvió a arrancar. Mire el cielo de la noche, aunque alguna nube las tapaba se veían las estrellas iluminando el firmamento.

Como una pequeña hermana menor mi brazo era intenso. Sonreí ampliamente emocionada sin dejar que se escapara de entre mis brazos durante varios minutos pues aquel hombre era lo mejor que me había pasado en mucho tiempo. Dudaba si el trabajo que me ofrecía realmente no tenía otros motivos, quizá ese motivo en el que pudiese tenerme sin que nadie dijese nada malo de mí por habladurías inventadas bajo su techo y así tratarme como su mimada hermana menor.

Los rizos de mi cabello volvieron a alborotarse hasta que él pacientemente los depositó en su lugar. Dejé un sonoro beso en su mejilla con mis ojos cerrados y permitiendo que me ayudara a subir, entré en el carruaje disfrutando de aquello.

- ¿Sabéis? -dije justo después de que el tirón de los caballos hiciera que nos inclinásemos hacia delante y atrás.- Me habéis dado mi primer regalo -bajé mi mirada hasta mis manos jugando con mis finas falanges y después volviendo a mirarle con los ojos azules más intensos que pudiese haber contemplado nunca.

Mordí mi labio inferior nerviosa. Íbamos a su hogar y por lo que sabía su amor podría estar allí. ¿Le agradaría? Deslicé mis manos por mi humilde vestido intentando que fuese lo más aceptable posible pero no se podía hacer nada con aquella materia prima.

- ¿Poseéis una casa muy grande? -pregunté curiosa arrugando mi nariz con la emoción previa de una niña de cuatro años.

Acepte con agrado aquel beso en mi mejilla fue cálido y agradable. Luego lo que conto que le hice su primer regalo me dejo impactado, no podía imaginar la vida que había podido llevar Lorelleine, pero desde luego estaba llena de misterios y tristeza por lo que podía interpretar. Pero a partir de ahora yo cuidaría que no fuera así, no podía suponer quien dañaría a alguien como ella, me hervía la sangre sabiendo lo que algunos eran capaces de hacer a seres así.

Bueno no será el último. Dije con una sonrisa mientras ayudaba a tapar a Lorelleine con la manta para que no se enfriase.

Mi casa obviamente no es como el castillo en el que estabas, pero tampoco negare que es pequeña es una mansión de dos plantas, tiene varias alas, en una de ellas tengo un pequeño museo con cuadros y estatuas. Creo que tiene como ocho habitaciones más la principal y de servicio, mas baños. Pensé por unos segundos. No te engañare no uso la mayoría así que digamos que si es grande, pero tranquila, en cuanto te acomodes contratare más servicio. La dije para que no temiera que estaría explotada o algo así.

Mientras continuamos el viaje atravesando Paris, aun quedaba un trecho hasta llegar al destino, asi que continue admirando la bella noche que hacia, al igual que pensaba si Inanna estaria en casa, ya que tenia que hacer algo por lo que entendi.

Abrí mis ojos muchísimo al escuchar lo que él consideraba una casa. Era increíble. Apenas podía soñar con algo más grande que una habitación un metro más ancha para que mi camastro pudiese entrar mejor. Hice cuentas con mis dedos mientras él nombraba las habitaciones y sonreí. Sin duda alguna esa casa tenía mucho menos trabajo. Me daría tiempo a tener más horas libres si me ponía el mocho debajo del brazo.

Entrecerré un poco mis ojos al recordar que me había dicho que aquellos hombres que viajaban con nosotros estarían bajo mis órdenes. Giré ligeramente mi pequeña figura hacia él esperando que me pudiese explicar exactamente lo que yo haría.

- ¿Qué hace exactamente un ama de llaves? -dije con un hilo de voz sonrojándome por mi torpeza. Jugueteé con mis dedos y sin dejar de mirar sus ojos que sabía no me juzgaban por nada que no fuese aquel corazón puro que él decía ver.- Lamento mi ignorancia mas solo conozco lo que es limpiar, limpiar y limpiar -me encogí de hombros.- En Escocia yo misma me encargaba de limpiar el orfanato en el que residía.

Vi como Lorelleine pensaba en algo, así que mire por la ventana de nuevo pensando en Inanna, aunque de repente la chica me pregunto con algo que me dejo pensativo "¿Que hacia exactamente un ama de llaves?" Lo sopese un rato, dado que tampoco lo sabía exactamente, hasta ahora Babette se había ocupado de ello.

Pues si te dijo la verdad no estoy seguro exactamente, pero viene a ser la encargada de que en la casa este todo bien, dirigir al resto de servicio para que hagan las tareas, que tengan todo listo. Dije y luego pensé en ello. Viene a ser como la mano derecha de los señores de la casa y la que se encarga en caso que no estén, la casa siga igual. Aunque tranquila Babette, la mujer que se va a ir puede ayudarte y es como te he dicho que contrataremos más servicio y tranquila pago bien sí que los que se contraten no estarán explotados, me gusta que mis trabajadores estén contentos, rinden mejor. Le dije y era cierto lo había comprobado en mis haciendas, en ellas era cierto que teníamos mas gastos por temas de sueldos y otras cosas cara a los trabajadores, pero nuestras producciones eran mayores y mejor calidad.

Espero que te haya servido para algo. Expuse a Lorelleine porque no sabía si eso era lo que quería saber exactamente. Además por el día si necesitas salir podrás contar con el carruaje obviamente y dispondrás de unos dineros para posibles gastos. Confiaba en Lorelleine para esa función estaba seguro que se encargaría de todo y no permitiría que algo se descontrolara, aunque comedida parecía guardar un fuerte carácter.