Un agradable reencuentro [Gianluca Audittore]

Recuerdo del primer mensaje :

El último rayo de sol hacía tiempo que había desaparecido. Mis quehaceres habían disminuido en número y sonreí ante la idea de poder pasar el tiempo de forma tranquila una vez más. Mordí mi labio inferior apoyando mis manos en la encimera de piedra labrada.

Recordé mi última salida nocturna y escalofrío se deslizó por mi columna cuando la imagen de aquel hombre fallecido en el suelo apareció entre mis pensamientos mas otro rostro mucho más agradable para mí provocó una sonrisa tras borrar ese horrible suceso.

Gianluca Audittore. Aquel hombre tan apuesto que había cuidado de mí y soportado mis risas. Hacía mucho tiempo que no le veía. Había sabido por los chismorreos de la gente que ahora estaba enamorado. Me alegraba que una mujer hubiese conseguido a un hombre tan bondadoso. Sin duda alguna esperaba que fuesen muy felices juntos más algo en mis entrañas me recordaba que permanecía sola.

- Y sola continuarás -me reproché a mí misma por el estúpido pensamiento que había cruzado mi mente.

La sola idea de mantener un instante de intimidad con un hombre me provocaban náuseas. No podía pasar de una amistad aunque en el fondo mi corazón se sintiese desdichado por no ser amado ni dejar amar.

Regresé de nuevo al recuerdo de Gianluca y el suave tono de sus palabras hizo que una mueca de disgusto pronunciada gobernara mis facciones. No había venido a verme al día siguiente y seguro que había decidido olvidarse de mí tras conseguir a una bella mujer. Lo más probable es que hubiese perdido a mi único... ¿amigo?

Dejé el trapo aún lado observando mis dedos agrietados con la piel levantada de tanto haber tenido que restregar. Maldeciría aquel trabajo si no fuese mi única salvación además de que en el fondo me gustaba lo que hacía. Quizá la soledad en ocasiones fuese excesiva pero si me mantenía productiva nada podía invadir mi mente hasta el ocaso.

Lavé mis manos para quitarle a mi piel todo resto de jabón que hubiese quedado en ellas. Sequé mis manos en el pequeño mandil que tenía atado a mi cintura y acto seguido me lo quité. No podía lavarlo pues dudaba si estaría seco para mañana además apenas estaba sucio. Lo colgué en una pequeña cuerda y dejé que secara el agua que había quedado allí impregnada por los excesos de humedad que antes habían tenido mis manos.

Tenía unas horas para estar serena y poder descansar antes de sumergirme entre las sábanas aunque quizá tras aquellos oscuros sueños de la noche anterior no hubiese sido plato de mi devoción perderme en los brazos de Morfeo.

Recogí nuevamente mis cabellos quitándome la cofia dado que solamente provocaba un inmenso dolor en mi cogote.

Puse mi mano en el pomo de la puerta de empleados y salí al exterior sonriendo por el gran golpe de aire fresco que provocaba cierta satisfacción en mis pulmones tras haber tenido que respirar antes polvo, jabón, jabón y más suciedad.

- Buenas noches, París -musité con una sonrisa aún más grande deseando escapar por las comisuras de mis labios.- Cuéntame, mi adorada París, ¿qué ha sucedido hoy entre tus calles, tus muros, tus cientos de corazones palpitantes? ¿Quizá nuevos amores? ¿Una ruptura trágica de amantes destinados a estar separados? ¿Un robo? ¿Puede que otro horrible asesinato? ¿Quizá demonios derrotados bajo la luz de los ángeles vivientes? ¡Oh, París! Tienes tanto que contarme y tan poco que yo pueda escuchar. No soy capaz de entender en la mayoría de las ocasiones el murmullo de tus ráfagas de viento pues malvada como muchos lo encriptas para que deba devanarme los sesos intentando encontrar el sentido a aquellos diálogos que reproduces aunque hayan sido pronunciados medio día antes en el extremo opuesto de tu inconfundible arquitectura.

Durante unos segundos permanecí callada caminando a paso tranquilo entre los matorrales del jardín. Me gustaba hablar con alguien, tener compañía y en este caso me obligaba a que París fuese quien escuchase mis bobadas.

- ¡Oh, París! ¡Sois una reina malvada! -me senté al pie de un árbol tras no haber escuchado ni un solo ruido. Parecía que ella misma se había enfadado por haberle dicho que encriptaba sus mensajes.- No os hagáis la remolona. Sabéis tanto como yo que sois tan mala como las ratas que os recorren cuando lo deseáis.

Apoyando mi espalda en el tronco del árbol, alcé mi mirada hacia las estrellas que me sonrían con dulzura indicándome que para que París perdiese su enfado, yo misma debía contarle algo que no dijese a nadie. Bueno, que no hubiese puesto en voz alta porque tampoco tenía a nadie a quien relatarle mis males.

Un ruido hizo que diese un respingo antes de que me pusiera a pronunciar lo que realmente agobiaba mi mente y tenía a mi corazón en un sin vivir.

- ¿Quién está ahí? - alcé la voz temblorosa esperando que nadie se hubiese decidido a entrar ese día a robar conmigo a merced de ladrones nocturnos.

Escuché sus palabras atentamente mientras que me acurrucaba bajo la manta de pieles intentando no abrir mis labios en un gesto de sorpresa absoluta. ¿Todo aquello hacía un ama de llaves? Suspiré completamente absorta en la forma que un futuro maravilloso se abría ante mis ojos. ¿Cómo podía él ofrecerme eso? ¿Quién era yo para ganarme un cielo así en vida?

Llevé mis manos hasta encontrar las suyas y las apreté suavemente con mi mirada fija en sus pupilas. Él era sin duda un ángel.

- ¿Podré salir de día que no sea para realizar tareas en el mercado? -pregunté sorprendida aún con la sonrisa deslizándose suavemente por mis labios curvándose mis comisuras hacia arriba.- ¡Sois... sois... sois un ángel, Gianluca!

Abracé su cuerpo apretándome contra su costado. Cerré con fuerza mis ojos sabiendo que todo aquello debía ser correspondido. Él tenía que saber lo que en mí pasaba. Tenía derecho a saber los contras de contratarme y tenerme junto a ellos todo el tiempo.

- Debo ser sincera con usted, Gianluca -me separé suavemente bajando mi mirada a mis manos.

Notaba como estaba feliz, aunque no comprendía porque se sorprendía porque fuera al mercado o donde necesitara. Querida mientras lo necesitéis podréis asistir donde gustéis, lo mismo que junto a mi pareja deberéis elegir a los sirvientes que requiera la casa. Conteste a Lorelleine, digamos que había ascendido de rango, si fuera el ejército habría ascendido de soldado a capitán.

Note su abrazo de felicidad así como sus manos tomando las mías. Bueno no exageremos créeme que no es oro todo lo que reluce. Conteste con una ligera sonrisa pero pensando en el monstruo que dormía en mi interior, aunque Inanna me acepto como era, pero por ahora Lorelleine debía quedarse sin saberlo al menos por un tiempo.

Luego me extraño su actitud, parecía que quería contarme algo e importante diría. ¿Qué sucede querida?. Pregunte a la joven, algo preocupado por ese tono y lo de ser sincera.

¿Qué no es oro todo lo que reluce? Aquello era más que oro más puro al menos para mí. Mas sentía una completa usurera, como si me beneficiara a propósito de la buena fé de Gianluca.

Durante unos minutos permanecí en silencio, no sabiendo como comenzar mi relato y cuando lo hice el tono de mi voz era muy bajo procurando ser monocorde.

- Yo tampoco soy tan pura como os pensáis -respiré profundamente cerrando mis ojos.- Lamento tener que deciros que mi moneda tiene dos caras y una oscura, peligrosa de la que aún no me he podido desprender. Mis... mis noches son una tortura para todo aquel que puede escucharlas. Revivo situaciones del pasado que quisiera olvidar pero un ser asoma en ellas provocándome las peores pesadillas. Soy... soy torturada noche tras noche bajo las manos suaves y la voz áspera de aquel que desgarró mi alma marcándome para siempre como indigna. Puedo sentir como los cuchillos afilados se vuelven a clavar entre mis costillas, revivo sus jadeos, su placer mientras me mantiene acorralada, encadenada y encerrada en aquel oscuro sótano empapado de mi sangre, la lluvia y el sudor de ambos -palidecí mientras mi corazón comenzaba a bombear deprisa sabiendo que estaba regalando poder a mis recuerdos y por como un escalofrío recorría la piel que aquel ser que tan solo yo era capaz de ver mezclándose con mi realidad, acariciaba.- Me obliga a chillar. No puedo parar cuando me lo pide. Me somete, a puñetazos, provoca mis náuseas y se hace dueño de las sábanas para causarme heridas que descubro cuando me despierto cada día. ¡Oh, Gianluca! -tapé mi rostro con mis manos temblorosas.- Le veo siempre que la noche cae, se adueña de todo lo que tocó, lo marchita, lo pudre y vuelve a recordarme el asqueroso ser humano que soy en realidad. Una doña nadie. Un despojo que intenta huir de alguien que me persigue hasta donde no puedo defenderme.

Tras dar un gran sollozo sintiendo como la herida de nuevo se abre en mi pecho, aquella a la que alguien parece echar sal para que siempre escueza y no se cierre, destapé mi rostro sin sentirme digna de mirar al único que se había portado tan bien conmigo.

- No creo que deseéis un ama de llaves así -tragué con fuerza apretando mis manos en pequeños puños para evitar que mis dedos temblaran ante su vista.

Mientras miraba a Lorelleine conto una terrible historia, por lo visto un malnacido había abusado de ella, de mala manera, torturándola, vejándola, sometiéndola a terribles torturas, además la mantuvo cautiva y la pobre chiquilla sufre aun con ello, en sus noches, cuando vuelve en forma de pesadillas, haciéndola revivir el suceso una y otra vez, por lo que decia Lorelleine. Mientras oía lo que contaba no podía evitar sentir hervir mi sangre, como podía nadie mancillar un alma tan pura como ella. Luego mi cabeza se fue a mi hermana pequeña la que ya no estaba sufriendo esas vejaciones, al igual que imaginar a mí querida Inanna en esas situaciones. Apreté con fuerza mi puño por rabia. Pero en mi cara solo mostré cariño hacia Lorelleine, estire una mano para acariciar su bello pelo, la tome de las manos.

Querida ahora puedes estar segura que nadie te dañara, en casa estarás segura, además veremos si de alguna forma podemos hacer que esas pesadillas desaparezcan. La dije mirándola para tranquilizarla. Claro que quiero que seas mi ama de llaves, no es fácil encontrar a alguien con tan puro corazón, capaz de confesar sus mayores miedos, aun pensando que podría ser rechazada. En tu interior guardas una mujer valiente Lorelleine y deseo que cuides de mi hogar. Le comente con tono firme mostrando mi seguridad. No quise tirar más sobre lo sucedido, solo esperaba que ese agresor no estuviera por su bien en Paris dado que tendría un enemigo en mí.

El carruaje seguía atravesando la ciudad, parando en algún momento para dejar pasar a una pareja u otro carruaje, la gente miraba el bello carruaje en el que marchábamos, podría competir con los más bellos de la ciudad. Aun recordaba las palabras de Lorelleine, que cosas más terribles habrá pasado, no podía imaginarlo. Pero me había mostrado ser una persona de confianza ya que se abrió a mi de esa manera, estaba seguro que Inanna se quedaría de piedra al oirlo, su sensibilidad era infinitamente superior a la mia.

Aún podía notar la forma en que los dedos hábiles de mi agresor habían acariciado cada milímetro de mi anatomía. Sus yemas aún ardían provocándome asco conmigo misma. Es más, mi piel parecía hundirse bajo su contacto causando surcos ligeros, estremeciendo mi piel hasta volverla de gallina y allí donde podía notar su tacto, mis vellos se ponían de punta como un puerco espín dispuesto a atacar en su propia defensa.

Escuchar las palabras tranquilizadoras de Gianluca ocasionó en mí una mezcla de sentimientos mas la gratitud reinaba sobre todos ellos.

Una minúscula sonrisa consiguió escapar de mis labios a pesar que en mi mente la voz áspera y grave de aquel hombre hacía lo posible por torturarme.

<< El no va a poder protegerte de mí, Lorelleine. Lo sabes tan bien como yo.>>

Como acto reflejo, di un pequeño salto al notar el aliento gélido que me perseguía en mis pesadillas contra mi nuca. No, no iba a dejar que me ganase. No al menos ahora que estaba junto a Gianluca.

Me acerqué a él apoyando mi cabeza en su hombro para sentir su calor y poder así comprender que no estaba sola luchando contra aquel monstruo de mi pasado. Ahora tenía a alguien que parecía querer protegerme.

- Ojalá lo logréis. No merezco su ayuda pero gracias -susurré sin poder pensar en nada. Mi mirada estaba perdida en el suelo concentrada en alejar de mí aquel monstruo que de noche se hacía más fuerte.

Note como aun con todo la chica dio un respingo en su asiento, aun se notaba su nerviosismo y miedo ante aquel monstruo, pero si algo tenía claro que en mi casa estaría segura, estaría bajo mi manto de protección, no era alguien violento al menos en los últimos siglos, pero llegado el caso podía ser despiadado. Coloque otra vez el rizo rebelde de su pelo y toque su nariz cariñosamente.

Lo hare tranquila pequeña, no temas a ningún monstruo, en mi hogar no entra nadie sin mi permiso. Dije deseando mostrarle que era en realidad, pero temía que ahora huyera por ello, así que solo sonreí. Por cierto tengo unos horarios extraños, suelo trabajar durante la noche y descansar durante el día, sé que suena raro, pero en estos años me di cuenta que rendía mejor de esta manera, además tengo una extraña enfermedad que provoca ciertas heridas a la luz del sol, algo de piel delicada o algo así. Le fui explicando para que asumiera mis horarios. Te informo para que lo sepas. Además me servía para cambiar de tema y hacer que Lorelleine no pensara en lo que me había comentado.

Pero en mi interior sabía que más tarde o temprano debería decirla que era en realidad, es más me gustaría hacerla mi esclava de sangre porque así viviría muchos años, pero por otro lado sabía que era egoísta dado que le robaría vivir una vida completa, así que en mi interior tenía una dura encrucijada también.

Arrugué mi nariz suavemente al sentir como su dedo se apoyaba en ella. El color poco a poco volvió a aparecer en mis mejillas y me obligué a estar atenta a todo lo que me contaba. Mordí mi labio inferior deseosa de preguntar en seguida muchos porqués pero rápido fueron contestado con él.

Apoyé mi mentón en su hombro quedándome pensativa pues podía notar que algo me ocultaba. Había algo más en su manera de explicarse. Lamentablemente para cualquiera que quisiera guardar un secreto era muy observadora mas jamás preguntaba si no lo consideraba oportuno ni espiaba para descubrirlo.

Asentí para que comprendiera que había entendido y entrecerrando mis ojos imaginé que quizá para ayudarle a alguna de sus tareas tendría que dormir poco, algo que ya hacía por lo que no me incomodaba en absoluto.

- ¿Sufrís una enfermedad? Pobre, entonces mantendré la casa a oscuras para evitar que sufráis -sonreí sin darme cuenta que estaba aceptando claramente que sería su ama de llaves.

Giré mi rostro para observar por la ventana del carruaje el lugar donde estábamos en esos instantes. Me sorprendí pues no conocía aquella zona de París.

Escuche como pretendía mantener la casa a oscuras, tarea titánica me parecía ante la magnitud de la misma, pero por suerte para mí ya me había encargado que mi habitación y la zona donde estaba estuviera aislada de mi mayor rival los rayos solares. Tranquila querida ya aislé donde suelo descansar. Prefiero que en el resto entre el sol al menos que los que podéis aprovechéis su calor y energía. La dije, pensando en que daría por sentir de nuevo el sol tocando mi piel. Luego caí en la cuenta que era increíble como un ser como yo supuestamente eterno, con todo lo que alguien podía desear, añoraba eso, que cambiaría todo por aquello. Reí por dentro ante mi pensamiento.

Luego note como Lorelleine miraba extrañada las calles, de esa zona, posiblemente no hubiera visitado esa parte de Paris, ya que comenzaba la zona de la gente con dinero, calles bien pavimentadas, iluminadas y cuidadas, con pequeñas jardineras. Más despacio Pierre. Dije para que Lorelleine lo apreciara, se la veía encantada de ello. Esta zona igual no la conocíais y no hay prisa podéis admirarla, aunque modestia aparte donde resido es aún más bella zona. Comente a la joven entusiasmada como si de un sueño se tratara, no podía imaginar que pasaba por la cabeza de la chica pero se notaba que era un momento especial, por lo que calle y la deje disfrutar.

Era obvio que él habría tomado sus precauciones para evitar que el sol le lastimara mas no se me había ocurrido previamente. Soberana torpeza la mía. Puse mi mano sobre mi frente quedándome aún completamente absorta en la forma de las calles, la arquitectura exquisita de los edificios... Aquella zona era mucho más hermosa y parecía ir aumentando en su belleza.

- Vaya -musité y me incliné hacia delante apoyando mi mentón en la parte baja de la ventana, disfrutando de como el viento rozaba mi rostro y la hermosura me invadía.- Me siento tan pequeña en este lugar -musité.- como si debiesen pedirme que pague solamente por mirar.

Reí un poco divertida ante lo que acababa de decir mientras giraba mi cabeza hacia él. No comprendía como alguien podía no quedarse mirando aquel lugar siempre que pasaba por él.

Veía como Lorelleine disfrutaba del viaje mirando por la ventana y sonriendo, aunque en mi interior aún estaba la sombra creada por lo que me conto la joven. Pero no deseaba hablar de ello al menos por ahora. Luego pensé como nos podemos acostumbrar a los lugares, para mi ver esas calles así era lo habitual. Lo que me parecía curioso era ver las zonas pobres llenas de otras decoraciones menos agradables, supongo que solo dependía de donde hubieras nacido o crecido.

Querida no debes pensar en eso, ahora este es tu lugar, debes ir acostumbrándote. Comente con un tono que mostraba algo de gracia. Aunque a mí me maravilla más el cielo, siempre me pregunto que habrá allí donde brillan las estrellas, lo increíble que sería viajar hasta ellas. Era una cosa que me encantaría algún día ver, por suerte mi inmortalidad me lo podía permitir, porque conociendo a los humanos y sus ansias por descubrir cosas, dudaba que no llegaran a ello.

Ahora caigo que tendrás que tomar tus cosas de donde resides, además deberemos hacerte algunos trajes, te daré la dirección de mi sastre, aunque se dedica a la ropa de hombres, seguro que conocerá alguna persona que pueda ayudarnos en ello. La comente dandome cuenta del detalle que ahora solo tenía esa ropa. Ahora eres el ama de llaves de la casa Audittore. Guiñe un ojo.

Reí suavemente por la forma en que Gianluca hablaba de todo lo que le parecía maravilloso o solamente por su diversión al verme como una pequeña niña dispuesta a perderse entre las cosas que la cautivan. Por su mención del cielo, alcé mi mirada hacia él, disfrutando de como las estrellas parpadeaban deslumbrantes, tan pequeñas pero a la vez tan poderosas e inalcanzables a millones de kilómetros de aquí.

- A mí me gusta pensar que esas estrellas nos cuidan. Ven nuestras vidas como quien lee una novela pero allí, en ellas están todas las personas que nos aman y no están con nosotros porque no pueden, ya fallecieron o aún no han tenido la oportunidad de existir. Son como una madre dispuestos a arroparnos cuando tengamos frío y a no dejarnos solos. Por eso brillan ¿sabes? Para iluminar nuestros caminos, para que en la oscura noche sepamos que están allí porque en el día el padre sol nos acaricia a todos con sus rayos. Es nuestra madre luna y sus pequeños ángeles, las estrellas -susurré incorporándome con cuidado para no darme en la cabeza sin dejar de mirar el firmamento.- ¿Qué se sentirá estar allí? ¿Qué se sentirá poder tocar esa luz que no nos abandona? Seguro nos regalará la gloria, liberará nuestros pesares y... nos iluminará el corazón para que nosotros cuidemos de aquellos que estén en ese momento en este lugar. Si ese es mi destino quiero ir allí. Quiero cuidar a quien se sienta mal pero no quiero estar tan distante, quiero poder abrazar a quien se sienta mal y que llore contra mi hombro. Poder disfrutar de la sonrisa tras el llanto.-Suspiré.- Quisiera hacer tantas cosas bobas, ¿verdad?

Me giré hacia Gianluca sonriendo avergonzada por haberle contado aquellas cosas. Sin duda él pensaría que era una persona muy tonta por querer algo semejante.

Mientras miraba las estrellas y tras comentar lo que pensaba cuando las miraba, note como Lorelleine miraba hacia el cielo y quedo algo extasiada, para luego comentarme lo que creía ella que eran las estrellas. La escuche, su idea era algo abstracta o más bien espiritual, obviamente que yo sabía que no era lo que ella pensaba, pero me gustaba escucharla tan segura de lo que pensaba y algo tan bonito que tenía en su mente. Esas cosas la hacían especial.

Luego expreso lo que quería hacer en realidad, cuidar a la gente básicamente, darles apoyo. En realidad veía que mi idea de su alma pura no estaba equivocada. No querida eso que dices es bello y ojala que puedas llevarlo a cabo, además por lo que comentas no es algo difícil de conseguir, la gente en apuros las hay en todos lados, por lo que te espera un duro trabajo que realizar. La comente con cierto tono orgulloso por lo que había expresado, era ver que lo que pensaba era correcto. Mire como ahora las calles eran las del barrio donde residía, en las calles bellas jardineras con flores de todo tipo y color, el suelo perfecto sin un bache, además las mansiones se sucedían con sus jardines, las pocas personas que andaban solían ser criados que iban o venían. Algún otro carruaje se nos cruzaba. Queda poco para que lleguemos por lo que veo. Dije.

Apoyé mis manos en mis rodillas escuchando atentamente sus palabras mientras el sonrojo invadía mis mejillas por haber vuelto a equivocarme por la forma que él tenía de pensar en mí. Acto seguido me quedé completamente en silencio sopesando lo que había dicho. Era cierto, demasiadas personas en el mundo sufrían sin que nadie hiciese nada para evitarlo.

- ¿Sabes? No entiendo porqué debemos sufrir -negué muchas veces pero después me encogí de hombros.

Emocionada por su último comentario, volví a sacar mi cabeza mirando por la ventana empapándome del vecindario en el que probablemente me quedase a vivir para siempre como su nueva ama de llaves. Algo que no estaba claro tan solo porque no sabía si le agradaría a Inanna.

Mordí mi labio inferior nerviosa y me giré hacia él esperando que me indicara cual era su casa.

Note como se sentía avergonzada cuando halagaba su forma de ser, la humildad brotaba de todos sus poros como su bondad. Aunque luego la pregunta que me hizo no sabía como contestarla exactamente, muchas veces escuche que alguien tiene que ser pobre para que otro fuera rico, claro está que eso lo solía decir gente sin problemas y con los bolsillos bien llenos. Pero una razón exacta no sabría decirle al menos en este momento igual con los años pudiera saberlo, pero ya tenía unos cuantos siglos de no-vida y no lo sabía, me parecía que era una de esas cosas que no tenían contestación.

Luego ella saco la cabeza para mirar lo que le comente sobre el vecindario donde las mansiones lucían luces en sus ventanas, en muchas estarían cenando seguramente, o hasta realizando alguna fiesta privada en su interior. Luego noto como Lorelleine me miraba, no sabía porque luego intuí que pudiera ser preguntándose cuanto faltaba. Bueno creo que en un rato llegamos, tranquila no falta casi nada. Además tendrás tiempo para cansarte de ver la mansión. Con el tiempo es lo que nos pasaba a todos las cosas perdían esa cosa que sucedía cuando conocías una cosa nueva. Pero podía comprender los nervios de la chica, era un cambio muy grande en su vida, dejaba un lugar que ya conocía para ir a una casa de un extraño y encima para ser ama de llaves, supuse que cualquiera estaría nervioso ante ese posible cambio.

Con una gran sonrisa de emoción al volver a escuchar sus palabras, observé de nuevo la calle. La forma de la arquitectura tan exquisita de las casas. El olor de las fragancias que la comida hacía llegar hasta mi pituitaria provocando que un ligero retortijón por el hambre hiciera que me sonrojara. Tenía hambre, sin duda alguna. Tan solo comía una vez al día y para no desfallecer pero no pedía más. Era lo justo y necesario.

Las calles tan lisas, maravillosamente empedradas me hicieron sorprenderme aún más. Sin duda además que la realeza aquellos eran los seres mimados de la preciosa París. Las injusticias con determinadas zonas de la ciudad me provocaron una mueca. A fin de cuentas alguna de las cosas que estaban en ese lugar podían dar de comer a miles de personas que yacían en las calles pero su gran belleza era incuestionable.

- Habladme de vuestra vida, Gianluca -musité soñadora mirándole.- ¿Podremos conversar como hasta ahora aunque sea su ama de llaves? ¿Deberé regañarle en alguna cuestión? -reí suavemente divertida mirándole por lo que me había comentado sobre su anterior ama de llaves.

Escuche un ruido parecían las tripas de Lorelleine, aun humano se le hubiera pasado pero mi sentidos agudizados los captaron "¿Desde cuándo no habría comido?" Viendo la hora de la noche era posible que no hubiera cenado. Aunque viéndola mirar por la ventana totalmente feliz podía intuir que eso no era problema para ella, se la veía extasiada.

Me pregunto sobre si debería cambiar su tono conmigo en la casa. Lo pensé un rato claro que no quería eso. Lorelleine no quiero que cambies el trato, claro que podrás reñirme o decirme algo en lo que creas que haya que cambiar de la casa. Lo único si hubiera una visita igual deberíamos ver, pero por lo que a mi consta eres como una hermana pequeña. Le dije sonriendo ante su pregunta. ¿Por cierto has cenado? Pregunte por el ruido de las tripas. Además para que no pensara en lo que me había preguntado.

Mire por la ventana y me parecía que estábamos a un par de casas de llegar a nuestro destino, por lo que si no había cenado en casa podría hacerlo, le diría a Babette que preparase algo para Lorelleine y de paso que luego la pusiera al día sobre la casa.

Me agradaba saber que podía mantener el mismo trato que hasta ahora con él y por supuesto no debía ni tan siquiera haber mencionado que en las visitas yo debía tener mi papel de ama de llaves, a fin de cuentas era su trabajadora y no podía tratarle de forma tan familiar. Con él siempre tendría que tener mis reservas, comportarme como la sirvienta que esperaba sin demasiados aires pues no era dueña y señora. Algo que sabía desde hacía tiempo pero tampoco me incomodaba conocer mi lugar en cada momento.

Arrugué mi nariz imaginando una escena cualquiera mientras ellos comieran debiendo estar yo delante para así servirles de pie a una distancia prudencial. Era lo usual en todos los casos.

Su pregunta me sacó de mi imaginación justo en el momento preciso pues unas manos ya intentaban hacer de las suyas para arrastrarme a un lugar mucho más oscuro.

- Nunca ceno. No tengo costumbre de ello. Una comida al mediodía es más que suficiente para mí -respondí sin vergüenza ya que incluso me parecía demasiado tener un plato de comida caliente para mí sola.- Mas si no habéis cenado y deseáis hacerlo yo puedo prepararos la cena o acompañaros con una amistosa charla mientras os nutrís.

Desconocía de lo que se alimentaba pero por algún motivo mis venas ardían deseosas de algo que no comprendía.

Cuando escuche que no comía más que una vez al día mis ojos se abrieron, eso cambiaria, al menos comería tres veces, es más podría comer lo que deseara. Dado que yo no comía alimentos normalmente Babette se ocupaba de comprar para ella y los sirvientes, lo cual hacia que con lo bien que les remuneraba su trabajo olvidasen lo que fuera, a veces se ganaba más con la manzana que con el palo.

Bueno pues eso cambiara, como mínimo desayunaras, comerás y cenaras. Necesito que estés con las fuerzas al máximo querida. Tranquila ya he cenado pero tú lo harás cuando lleguemos, le diré a Babette que te haga algo además ella por la mañana te enseñara la casa. La comente mientras sonreía y colocaba uno de sus cabellos de nuevo, que había optado por luchar contra el resto. En cierta manera temía que ella averiguara lo que era y entrara en pánico huyendo, eso me pondría en una situación muy incómoda y ante una tesitura muy complicada.

Abrí mis ojos ampliamente mirándole con una muestra de sorpresa por lo que acababa de decir. ¿Tres comidas? ¿Se podían hacer tantas en un día siendo un simple criado? Mis labios se deslizaron suavemente para proferir una palabra pero no fui capaz de encontrar ninguna que le hiciera comprender mi desconcierto. No pondría impedimento a Gianluca para todo lo que me mandara pero a decir verdad aunque no estaba claro que fuese a permanecer bajo su techo. ¿Y si a su amada no le resultaba una mujer lo suficientemente buena para vivir junto a ellos? Sin duda Gianluca obedecería las palabras de su amada mandándome nuevamente al lugar del que procedía.

Asentí levemente para indicarle que entendía todo lo que quería decirme. Mordí mi labio inferior y de repente el carruaje se paró tan suave y lento como se había puesto en marcha. Acto seguido miré por la ventana comprobando que sin duda aquella casa estaba llenísima de riquezas y no era algo modesto. Estaba ante un pequeño palacete.

Al fin el carruaje paro. Ya hemos llegado. Dije a Lorelleine. Jean Luc abrió la puerta del carruaje y bajamos para ver la mansión. Era grande dos plantas, sus paredes eran blancas de un extraño mármol, traído de Italia, en la fachada había partes donde crecían enredaderas, gran número de ventanas se veían desde donde estábamos. Un gran jardín rodeaba a la casa, perfectamente cuidado, con rosales y otros tipos de plantas crecían en él, también algunos árboles ancianos decoraban el lugar. Un par de casas para criados se podían ver, así como a un extremo estaba el lugar donde se guardaba el carruaje y al lado un pequeño establo para los caballos, los cuales solían soltarse en un lugar algo cerrado dentro de las tierras de la propiedad. Realmente la mansión era una joya, como las puertas de entrada hechas de la mejor madera y pintadas de un elegante negro, me encanto cuando la vi y tuve que hacer varios trucos para lograrla. Además toda la finca estaba rodeada por un muro de unos dos metros acabado con pinchos en su parte superior, aunque unas puertas negras muy elaboradas daban acceso a la propiedad.

Bueno este es mi hogar. Le dije a Lorelleine esperando ver como reaccionaba ya que venía de un palacio.