Desconocidas... ¿o no? [Viridiana Sovari]

La luz del sol brillaba con fuerza en el mediodía mientras sus rayos jugaban entre las nubes y los recovecos que provocaban las calles de la ciudad y los salientes de los edificios.

París estaba más despierto que nunca. Toda su población parecía diambular por las calles con una meta precisa y un buen ritmo. Esta vez yo no era igual que ellos. Había decidido salir mientras que se secaba todo lo que había tenido que fregar en mi trabajo. Sonriente disfrutaba la sensación de paz que mi cuerpo notaba por ser libre de tener que realizar trabajo físico por unas horas.

Esa paz no duró mucho a pesar de perderme entre los colores de las ropa que llevaban los parisinos. Di unas pequeñas vueltas sobre mí misma al sonido de un piano lejano pero que fue la música perfecta al recuerdo que azotó mi mente cuando mis ojos se posaron en una esquina de la ciudad a escasos metros de mi posición.

"El frío azotaba mis mejillas malheridas y llenas de cortes. El sonido de la lluvia cayendo sobre las piedras empedradas me hacía dar ligeros botes cada dos por tres ya que no me creía sola.

Sus ojos estaban fijos en mi mente. El roce de su piel contra la mía durante aquellas tres semanas de tortura. El jadeo era previo a las ganas de vomitar y a pesar de no haber comido nada durante días, tuve que agarrarme a la primera esquina que encontré regurgitando mi propia bilis."

Parpadeé varias veces intentando regresar a la realidad. Ese recuerdo había sido demasiado intenso. Tanto que aún tenía mal cuerpo y mi estómago gruñía deseoso de que devolviera la comida que había podido ingerir.

Llevé mi mano hasta mi frente notando el pegajoso sudor que ya conocía por mis continuas pesadillas nocturnas. Continué caminando tal y como lo había hecho aquella noche y tantas otras tras la primera por las calles llenas de flores, de vida pero yo estaba sumida en el trance de mis recuerdos, en la forma que me había sentido y como no había podido contar nada de aquello a nadie.

Más entonces algo sucedió. Uno de mis recuerdos se volvió más potente pues sí que parecía real. La forma en que el cabello de una muchacha que había visto, se movía mientras se giraba para terminar quedando frente a mí. Sus suaves rasgos, su piel blanquecina y su mirada antipática a todo aquel que la mirase más de dos segundos.

La conocía. Lo sabía de verdad. Abrí mucho más mis ojos y después mordí mi labio inferior. ¿Parecería loca si le hablaba a alguien que quizá no era quien pensaba que era?

Un grito de puro terror sesga el amanecer de París. La bruja respira con dificultad en su lecho mientras el sudor perla su torso desnudo. Tiembla, como un cervatillo frente a un depredador y dos lagrimas cristalinas se resbalan por sus mejillas hasta tocar las mantas que la han arropado durante la noche. << Solo era una premonición, solo ha sido otra pesadilla... >> estaba acostumbrada a vivir experiencias que otros padecerían, o disfrutarían. Desde romances noctámbulos que le provocaban un despertar con una sonrisa idiota en su aniñado rostro, a crimines terribles que jamas se borrarían de su recuerdo. Aquella noche había soñado como una joven sufría los abusos de un monstruo, un degenerado que disfrutaría atormentando a aquella criatura hasta que su piel gritara ''basta'', solo Dios sabe con que motivo.

Pese a que podía intentar ayudar a esas personas antes de que el mal se cruzara en sus caminos, nunca había movido un dedo por ninguna de ellas. Intentar salvarlas era como intentar vencer a la fuerza del mar, el destino estaba escrito y ella tan solo era un testigo con una entrada en primera fila. Ademas, desvelar sus sueños era condenarse a las cárceles de la inquisición, la sociedad no le permitía desarrollar su don y no era culpa suya que no pudiera hacer nada por ayudar a aquellos desdichados. O eso se repetía a si misma cada noche, para poder conciliar el sueño con el alma intacta.

Con un suspiro de agotamiento, se viste con unos pantalones de cuero y una cazadora negra, del mismo material. No era una indumentaria muy femenina, pero poco le importaba, el vestido que su maestro le había regalado meses atrás solo lo usaba para ocasiones especiales (aunque lo detestaba) y aquella mañana no tenia nada de especial. Como de costumbre, se dirige a una de las tabernas mas cercanas al C'est la vie para ahogar sus penas en vino y poder quitarse de la cabeza la sonrisa vengativa, lasciva, del ''Lobo''. << No hay mejor desayuno que el liquido divino... >>

Mientras cruza la calle ya al medio día, se detiene en una de las esquinas para escuchar sutilmente la conversación que mantienen dos caballeros, quienes parecen estar esperando a unas damas. La palabra ''bruja'' ha salido a relucir su peculiar encanto y Viridiana no puede evitar sentir curiosidad. - Como lo oyes, dicen que en breves la inquisición va hacer una nueva redada para acabar con ellas de una vez por todas... - El hombre del bigote espeso, se lo atusa durante unos instantes antes de responder a su compañero, con voz serena. Como si supiera de lo que habla. - Las Cortesanas de Belial deben arder en el infierno, todo París siente terror hacia ellas y con razón, cualquier noche pueden ver como sus hijas desaparecen sin dejar rastro... secuestradas por esos monstruos del averno... - Un escalofrío de rabia recorre la espina dorsal de la Ilusionista, siente como la rabia da paso a la pena y acto seguido, a la aceptación. El mundo jamas la entendería, aquel mundo no era el suyo y cuanto antes se diera cuenta de que eso jamas cambiaría, antes podría intentar adaptarse << A mi lo que me dan miedo son los hijos de puta, al parecer hay tantos que si volaran no podríamos ver la luz del Sol... >>

Dándose la vuelta para dirigirse de una vez a su pequeño teatro, sus ojos se topa con la mirada curiosa de una joven, hermosa, que le trae viejos recuerdos... << No puede ser... >> se trataba de Lorelleine... no recordaba su apellido, era una joven con la que había compartido noches frías y sucias en las calles parisinas cuando ambas carecían de otro sustento que la poca comida que podían sacar de una rata muerta. Podía decirse que habían sido amigas, al menos durante las cinco semanas que compartieron el mismo rincón del solitario callejón, pero cuando su maestro la rescató de las calles no miró atrás, en ningún momento se preguntó que seria de aquella joven que le sacaba al menos varios años. La culpabilidad se apodera de ella, debió haber intentado ayudarla, sacarla de las calles... y aunque ahora parecía que le iba mucho mejor que a Viridiana a juzgar por sus ropas y su pulcritud, el miedo, la desazón, se apoderan de ella al fijarse en un detalle de su antigua amiga.

Una pulsera de cuero, sencilla pero hermosa, decora la muñeca de porcelana de Lorelleine. Una pulsera que augura un futuro cruel y despiadado para su portadora.

Sin ser prácticamente capaz de pronunciar palabra debido a la impresión, sonríe lentamente en un gesto que poco tiene de sonrisa, e inclina levemente la cabeza a modo de saludo. - Buenas tardes vieja amiga, veo que la vida te ha tratado bien...

La mirada de aquella muchacha sobre mis ojos provocaba que una gran sonrisa se extendiera por mis labios carnosos. Sí, efectivamente era ella. Viridiana.

El gélido frío parisino calaba mis huesos. Había conseguido un mísero trozo de tela pero lo suficientemente grande para cubrir mi cuerpo tapándome de esa manera del frío que llevaba pasando semanas.

Mis desgastados zapatos golpeaban contra las mojadas piedras de la calzada. Mi mirada azul se posaba en cada uno de los cantos que el viento y los caminantes habían desgastado.

Las gotas de fría lluvia caían sobre mi melena enmarañada. Los restos de hollín de las hogueras improvisadas en las que había podido colarme resbalaban por mis mechones volviendo mis rizos por el peso que adquirían por el incesante agua, tan lisos como la madera no labrada.

Un tintineo, el sonido de una de las campanillas por costumbre colocadas en la parte alta de las puertas de acceso a los establecimientos.

- ¡No vuelvas a entrar aquí! -gritó una voz cascada pero tan terrible que provocó que por mi cuerpo se deslizara un escalofrío y más aún cuando soltó un improperio hacia un cuerpo pobremente vestido que había arrojado al empadrado suelo.

Acto seguido aquel fornido pero rechoncho hombre que había podido contemplar tan solo durante unos segundos, desaparecía en el interior del edificio dando un gran portazo que hizo retumbar el interior de mis oídos.

Mi mirada descendió a aquel pequeño cuerpo hecho un ovillo tirado de mala manera. ¿Quién podía hacerle aquello tan cruel a una muchacha? No perdí el tiempo en preguntarme más tonterías. Usé la tela que había adquirido y la envolví en ella para que no se empapara. Tomé su pequeño rostro entre sus manos e intenté que despertara pero parecía que se había llevado un golpe en algún lugar de su cráneo que la había dado inconsciente.

No podía llevarle a un doctor pero tampoco me permitiría dejarle allí sola para que muriese de hambre. Con las fuerzas que tenía tomé a la muchacha entre mis brazos, alzándola como si pesara una tonelada por lo desfallecida que estaba. La refugié en mi pecho empapado por la lluvia mientras caminaba hacia el callejón más cercano. No podía regresar a aquel donde había conseguido reunir algunas cosas para estar un poco más "cómoda".

Aquel pequeño trayecto fue toda una osadía para evitar que mis fuerzas flaquearan y aquella muchacha volviera a sufrir otro golpe igual de doloroso que el anterior por la caída entre mis brazos.

Apoyando como a un bebé que se le acuna, a la chica entre mis brazos pasamos la noche en esa posición con ella sobre mis piernas, ambas sentadas en aquel callejón mas ella caliente por poder disfrutar de aquella tela lo que sin duda me hacía sonreír porque la necesitaba más que yo.

Escuchar su voz deslizarse por el aire mientras pronunciaba mi nombre hacía que mi corazón diese un vuelco de felicidad. Había desconocido durante demasiado tiempo su paradero pues se la habían llevado mientras una gran gripe sentenciaba a mi cuerpo a una muerte dolorosa que no llegaría por suerte.

Como una madre que disfruta al contemplar orgullosa a su hija, toma su rostro y contempla los rasgos dulces de la muchacha que ella intentaba hacer tan duros como fuese posible. Mis pulgares rozaron con una lentitud casi enfermiza la piel blanquecina y suave tan castigada por pasar inmundicias. La había extrañado mucho pues ambas durante cinco semanas habíamos compartido penurias pero era la única que había sabido mi verdadero motivo de aparecer en París.

Antes de que ella pudiese quejarse como sabía que haría, mis labios se apoyaron en su frente y tan fugazmente como un abrir y cerrar de ojos estuve a la distancia que ella siempre había denominado como apropiada.

- Al parecer he tenido suerte después de todo -moví una de mis manos restándole importancia pues realmente para los demás no era algo tan maravilloso aunque lo veía como la oportunidad digna de poder no sufrir muchas más penurias.- ¿Qué sucedió contigo? ¿Seguís junto a aquel hombre que os arrebató de ese callejón?

Observé sus ropas mientras metía una mano en el pequeño ridículo que tenía colgado a la cintura ofreciéndole aquella manzana que no había podido darle cuando ella me la había pedido. Sabía que era un recuerdo doloroso y que la pieza de fruta la había llevado para mi paseo mas no podía dejarle allí desangelada aún menos cuando todo lo que deseaba en mi vida era cuidar a todos cuanto pudiese para que no pasaran los males que la vida quería imponerles con su mano oscura y desgarradora.

Era una broma de crueldad infinita, digna de un Dios de la oscuridad. No bastaba con haberse encontrado con un fantasma de su pasado, con una persona que le salvó la vida sin esperar nada a cambio y a quien había abandonado sin tan si quiera preguntarse dos veces si lo que estaba haciendo era lo correcto. Se sentía terriblemente culpable, asqueada de si misma al ser consciente de que ni si quiera durante las noches que había pasado desde aquella noche ni un solo pensamiento viajó al recuerdo de su salvadora. Ahora no solo debía enfrentarse a su pasado, si no que el futuro se planteaba incierto... << ¿Que he hecho yo para que de todas las personas de este mundo, tenga que ser precisamente ella quien sea victima de ese ''monstruo''? >>

En otras circunstancias ni si plantearía la posibilidad de desvelar su premonición. Era un suicidio, poco menos que firmar su propia orden de ejecución a manos de la inquisición, pero, ¿seria capaz de permitir que su vieja amiga, la única persona que la salvó de forma altruista cuando mas lo necesitaba, sufriera los tormentos que ella había tenido la desdicha de vivir en su sueño mórbido? no encontraba respuesta para el mar de dudas que se dibujaba frente a ella, y para colmo de males una pequeña chispa de envidia y recelo se enciende en su interior. Las ropas de Lorelleine eran decentes, baratas, pero al menos dignas de una dama... las de Vi Sovari eran ropas propias de un chico y aunque eran de buena calidad, se sentía una mequetrefe junto a la rubia de cabellos rizados. Era hermosa, tanto como ver un amanecer junto a un amante, y la bruja era consciente de que ella nunca seria capaz de deslumbrar poseer ese encanto natural... << Tiene los ojos como el mar, pobre del que mire y no sepa nadar >> observa como le tiende una manzana con un aspecto irresistible, y sin poder evitarlo los ojos oscuros de Viridiana se clavan en ella como cuchillos.

¿La estaba tomando por una mendiga?, ¿no era evidente que su condición social había mejorado? No sabia que sentir, que pensar. Se sentía insultada, pero no tenia la poca vergüenza de recriminar nada a Lorelleine después de toda la envidia injustificada que sentía hacia ella, después de haberla abandonado hacia años y sobre todo, después de guardar un secreto que bien le podría suponer la muerte a aquella hermosa mujer << La crueldad tiene corazón humano y la envidia humano rostro; el terror reviste divina forma humana y el secreto lleva ropas humanas... >> dibujando una sonrisa en su rostro (mas hipócrita que Lucifer) recoge la manzana que le ofrece y le pega un pequeño mordisco, agradecida. - Si, sigo con él. Es un mago, un ilusionista que actúa en el ''C'est la vie''... me acogió como su aprendiz y poco a poco voy aprendiendo el oficio, ¿quieres que te haga un truco? - Sin esperar respuesta, pega un segundo mordisco a la manzana, y, tirándola al aire sobre su cabeza la recoge de nuevo en un gesto teatral y exagerado.

Abriendo lentamente el puño le muestra la fruta, ahora completamente intacta, sin atisbo de ninguno de los mordiscos que la maga le había dado instantes antes. Los ojos vivos, con una pequeña chispa de luz de Lorelleine provocan que la sonrisa de Viridiana se vuelva sincera. - Si quieres puedes ir al teatro una noche de estas y te enseño mas trucos, me temo que si te muestro alguno mas gratis mi maestro me dará unos azotes... - Estaba complacida, en su fuero interno quería sorprender y maravillar a la mujer de cabellos dorados. Llamar su atención, que... ¿que le pudiera resultar interesante, atractiva? había usado sus dotes como bruja, algo que nunca antes había hecho en uno de sus trucos, para sorprender a aquella joven que despertaba tantos y tan dispares sentimientos en su interior, dejándola confundida. Indefensa.

Sonrojándose ligeramente, rodea el brazo de su vieja amiga con el suyo y comienzan a andar. - ¿Que te parece si vamos a un restaurante de por aquí? Así nos ponemos al día y me cuentas que tal te ha ido...

La inocencia que mis ojos procesaban era más que transparente. En mi intento por redimir aquello que no había podido darle a mi joven amiga cuando ambas habíamos estado en las calles no era para provocarle ningún tipo de dolor o que ella se enfadara por si la tomaba como una mujer que aún residía en las calles.

Mi mirada se posó en sus ropas, recorriéndola pausadamente y disfrutando de ver la gran calidad que cubría su cuerpo tan ligero como el mío. Arrugando mi nariz debí contener mi entusiasmo porque esa dulce muchacha, al menos a mis ojos era dulce siempre, hubiese tenido más éxito que yo en la vida.

Uno de mis rizos se deslizó por mi escote en el instante que observaba aquella manzana. La forma en que tras un abrir y cerrar de ojos había retornado a su previa forma antes de que le diera ella un mordisco. Sorprendida no podía dejar de mirar a la muchacha con una gran sonrisa curvándose en mis labios sonrosados.

- ¡Eres una gran maga! -proferí entusiasmada dando suaves palmas por aquel truco que me acababa de regalar.

Mi semblante se volvió serio y preocupado por ella cuando comentó que el mago que se la había llevado de entre mis brazos le propinaba azotes.

- Entonces no hagas ningún truco más. No deseo que te peguen en absoluto -rocé su mejilla de forma cariñosa con las yemas de mis dedos antes de caminar junto a ella en dirección a un restaurante dispuesta a saber de su vida todo lo que deseara contarme.

Comencé a caminar junto a mi vieja amiga con esa boba sonrisa en mi rostro por haberla encontrado de nuevo. Sus rasgos blanquecinos, eran tan adorables que si no temiese una respuesta molesta por parte de ella, la acurrucaría en mi pecho como una madre que durante demasiado tiempo no pudo ver a su criatura.

Se había convertido en una mujer preciosa que a pesar de sus prendas podía encandilar a quien deseara si la sonrisa sincera de su rostro no se borraba.

- ¿Dónde quieres ir? Yo estaré más que encantada de hablar sobre la vida de ambas. ¡Tenemos tantísimo que contarnos, Viridiana! -apoyé mi mano sobre la de ella en nuestros brazos entrelazados y di un suave apretón. Puede que esta vez no fuese a perderla. Quizá durante mucho tiempo estuviese en mi vida, puede que llegásemos a ser grandes amigas.- Me encantará verte algún día realizar esos trucos. ¡Desde luego que será un placer! Apareceré por allí, estoy segura.

Aunque tanto Viridiana como el mismo destino sabían que por más que intentase que mis propósitos se cumplieran, la vida ya me había condenado sin saberlo a otra experiencia tortuosa.

No andan muchos metros hasta encontrar un local que, bajo la perspectiva de la maga, era mas que apropiado para que las jóvenes pudieran mantener una charla tranquilas. Una taberna, una de las miles que en París había pero con la suficiente decencia para que las jóvenes pudieran pasar un rato sin incidentes. Mientras entran en el atiborrado local Viridiana se dirige a su amiga mientras buscan un lugar donde sentarse. - Estaríamos encantados con tu visita, Lorelleine, y no te preocupes mujer... el maestro no me pone la mano en encima nunca, es una forma de hablar. Es un poco rata, eso si... - Con una sonrisa, toma asiento en una de las mesas libres, y, ayudándose con con los pies acerca una tercera silla, donde deja descansar las piernas. - Cuéntame tu que ha sido de tu vida, que parece que solo hablo yo... ¿como has conseguido esos ''trapos'' tan monos? - Mientras escucha la respuesta de su amiga, levanta la mano para llamar la atención del camarero, quien no tarda mucho en aparecer.

Vi bebía como una alcohólica. Los años en la calle le habían enseñado que el vino, el bueno y el malo, ayudaban a entrar en calor al cuerpo en las noches mas frías... desgraciadamente, esa sustancia que una vez fue un recurso se acabó convirtiendo en una necesidad. ¿Tenia premoniciones? Vino. ¿El teatro estaba vacío? Vino. ¿Algún indeseable le tocaba la moral? Vino, y así con un largo etcétera de cosas que le resultaban dignas de olvidar. Dibujando su mejor sonrisa, hace caso omiso a la mirada reprobatoria del camarero hacia la poco convencional, pero cómoda, situación de sus pies. - Sirva dos copas de vino. Y no se lleve la botella muy lejos. - Antes de volver la vista de nuevo hacia su compañera, quien sigue hablando, observa como el aura de dos hombres, cercanos a la treintena, se vuelve cada vez mas cálida. Un color rojo pasión, deseo y en definitiva: problemas. Estaba acostumbrada a predecir los cambios de comportamiento de los demás gracias a sus habilidades como bruja y si había logrado sobrevivir hasta ese día era gracias a ellos, y sin embargo, que aquellos dos desconocidos estuvieran empalmados observándolas le resultaba gracioso. Interesante.

Regalando a los hombres una media sonrisa, ladina y picara, cual invitación de honor, observa como su maniobra surte efecto y envalentonados por el lenguaje no verbal de Viridiana los hombres se acercan << A decir verdad tampoco están tan mal... >> uno de ellos vestía con ropas elegantes, probablemente tuviera una mejor condición de vida que la suya, y el otro estaba musculado como un toro y portaba prendas de peor calidad que las de su acompañante. Pero algo tenían en común: La mirada lasciva cuasi obscena. Al acercarse, hablan entre si antes de dirigirse a ellas, como si estuvieran decidiendo que parte del botín correspondía a cada cual << Nota mental: Cuidado al levantarme, hay peligro de resbalar con la testosterona. >> Lorelleine seguía enfrascada en su monologo, y solo cuando el joven elegante se pone junto a ella gira el rostro, sorprendida a la par que extrañada. - Milady, ¿verían conveniente que mi compañero y yo la invitáramos a vos, y a su bella amiga, a un refrigerio? - << ¿Refrigerio? Pooor faaavor... falta que se ponga de rodillas, cante un poema español y le regale una rosa... >> reprimiendo la risa, sonríe juguetona ante la mirada incrédula y dubitativa de su vieja amiga.

Quería saber en que clase de persona se había convertido Lorelleine, ¿seria de las que aceptan los halagos? o por el contrario, ¿se mostraría digna y se ofendería ante el ofrecimiento de los jóvenes? Algunas de estas dudas se despejarían al observar las siguientes decisiones de su amiga, ya que ella no pensaba abrir la boca hasta que no estuviera el tema finiquitado, y aunque nunca lo reconocería, ni a si misma, había una pregunta que quería responder por encima de todas... una pregunta que estaba dándole un ''run run'' en su interior, que le hacia dar vueltas a la cabeza impidiendo que pudiera pensar en otra cosa.


Llamando a dos machos alfa y observando su reacción, esperaba salir de dudas. Aunque jamas se dignaría a reconocer tal cosa.

No muchos metros más allá, ambas aún agarradas del brazo la una de la otra, llegamos hasta un local que no parecía estar muy mal dispuesto. No era ni distinguido ni un antro de mala muerte y como era costumbre en mí, me maravillé de lo que había en su interior. Tanto tiempo en París y no conocía ni la mitad de los sitios, a decir verdad había recorrido la mayoría de las calles no residenciales pues había tenido que yacer en pleno suelo para vivir hasta hacía poco tiempo pero no había pisado el interior de los inmuebles.

El ambiente era encantador. La forma de las mesas, redondas, labradas en madera y desgastadas por el uso de los que allí se habían sentado durante años les daba un ligero tono oscurecido de pura vejez. Era casi imposible clavarse una astilla pues parecían haberla pulido con máquinas que hasta ahora no existían. Eran sorprendentes los cambios que la edad produce tanto en seres vivos como en aquellos que se han convertido en inertes.

Me senté con cuidado en una de las sillas observando a mi vieja amiga y riendo un poco divertida por la forma de calificar mi vestuario. "Mono" era un término que me resultaba encantador.

- Primero, no me importa que pases todo el tiempo hablando sobre ti. Me gusta escuchar a la gente y más a aquellos que tengo en estima, como tú. En segundo lugar responderé a tu pregunta. Estos trapos tan "monos" como los has calificado -solté una suave risa.- los he conseguido gracias al empleo que tengo. En estos momentos soy la criada del Palacio Royal aunque me temo que será por un breve periodo de tiempo dado que en una de mis excursiones nocturnas, me encontré con un hombre que ahora es mi amigo. Me trata como una niña pequeña y desde luego lo soy en ocasiones ¿no crees? -reí apoyando mis manos en mi regazo presa de una emoción solo propia de los niños.- Desea que sea el ama de llaves de su hogar. La idea es tan tentadora... Es un hombre muy bien avenido pero debo conocer antes a su amada dado que puede que no le guste.

Tras encogerme de hombros la voz de un joven me sorprendió. Di un pequeño respingo y entreabrí mis labios sin entender porqué se habían acercado a nosotras, sin duda alguna lo habían hecho para estar más cerca de Viridiana, algo evidente. ¿Quién podría fijarse en mí? La frescura poco convencional de mi amiga atraía a los hombres como las moscas son atraídas a la miel.

Sin embargo cuando sus miradas se encontraron con la mía lapislázuli, la bajé acto seguido por la vergüenza provocando que el sonrojo se deslizase por mis mejillas cual salsa de tomate derramándose.

- Si no les importa, monsieur -carraspeé un poco dado que mi voz a penas era audible- no hemos venido a este lugar con esa intención que ustedes proponen. Tan solo somos un par de amigas intentando ponernos al día y no deseo ser mal educada pero con dos desconocidos frente a nosotras no seríamos capaces de conversar todo lo que deseamos. Les agradezco mucho su ofrecimiento, con suma sinceridad, mas por el momento no deseamos compañía. Si una vez terminada nuestra charla ustedes siguen deseando compartir alguna bebida con nosotras siendo que ambas no escaseemos de tiempo, será un absoluto placer.

Dicho lo cual incliné mi cabeza regalándoles una sonrisa inocente y sincera volviendo mi mirada hasta mi amiga Viridiana. Arrugué suavemente mi nariz y después tomé el trabajado contenido de cristal donde yacía el líquido burdeos entre mis dedos. Mojé mis labios con este y di un suave respingo. No era una mujer de alcohol, no había tenido oportunidad de probar muchos en mi vida pero era costumbre tomarse la copa, algo que haría. Di un ligero trago mientras los jóvenes seguían con la mirada fija en nosotras, sin moverse de su lugar. Un escalofrío recorrió mi espalda y no solamente porque el vino estuviera picado, sino porque aquellos hombres estaban dispuestos a hacer lo que fuese por llevar a cabo lo que habían decidido.

Miré a Viridiana la cuál aún no había respondido a los hombres. Mordí mi labio inferior sorprendida por la forma en que me miraba. Parecía que había algo que ansiaba preguntarme, algo que ni ella misma se atrevía a admitir que necesitaba saber. Había algo en ella que me hacía querer preguntar pero ¿y si estaba equivocada y no eran sobre mí aquellas cosas que debía estar sopesando por su cabeza? ¿Y si tan solo mi cara blanquecina era el lienzo perfecto para dibujar en ellos sus pensamientos sobre sus deseos con aquellos hombres fuesen buenos o malos?

Respiré hondo y tan solo esperé. Deseaba escuchar lo que diría y si debería regresar a mi hogar o tener que salir corriendo para evitar que unas manos que no quería que me tocaran me atrajesen hasta un nuevo mundo de pesadillas.

La respuesta de su acompañante provoca que una media sonrisa se dibuje lentamente en el rostro aniñado de Viridiana. Primero por que Lorelleine no demostró interés alguno hacia los hombres, y ademas los había sabido rechazar con educación y cortesía, demostrando mas clase de la que ella misma tenia << Se ve que sus años en la calle no han hecho mella en sus modales, esta hecha toda una dama... >> sin embargo, los desconocidos (que no se hubieran presentado le parecía una total falta de respeto) parecían tener intención de no flaquear en sus intentos por cortejarlas. De un vistazo, la bruja observa como el aura de estos empieza a cambiar. << Se están frustrando,  a este ritmo se van a poner mucho mas pesados... mejor terminar con esto de raíz. >> suspirando, bebe un sorbo largo de la copa de vino y al dejar el recipiente de nuevo sobre la mesa, se dirige a los hombres en un tono autoritario, borrando la sonrisa de su cara.

La señorita os ha despachado con una educación que no merecéis. - Alzando la voz ligeramente, lo suficiente como para que los comensales de las mesas cercanas giren el rostro interesados a la par que curiosos, prosigue. - Os recomiendo encarecidamente que abandonéis vuestros... cómicos intentos de seducción antes de que podáis llegar a molestarnos, os aseguro que es lo ultimo que deseáis, caballeros. - Con una sonrisa de oreja a oreja, se acomoda en su asiento mientras vuelve a pegar un sorbo a la copa de vino, observando divertida como los desconocidos se alejan de la mesa tan confundidos como molestos al quedar en evidencia frente a una taberna atiborrada. Las sonrisas y los gestos de aprobación de los demás testigos es motivo mas que suficiente para que Viridiana se sienta complacida. - Son unos pesados, has estado bien pero a este tipo de calaña o se les deja la situación clara o siguen con el ''blah blah blah''... espero que no te hayan ofendido. - Otro trago de vino, ¿que había dicho Lorelleine? ahora que los hombres habían abandonado la taberna tenia tiempo para repasar el contenido del monologo de la rubia.

<< ¿Trabajar para un particular? >> le extrañaba que alguien prefiriera trabajar como criada en una casa en vez de en el palacio, no se podía imaginar como iban a pagarle mas que al trabajar para la realeza... y entonces, una idea se enciende en su mente, provocando que palidezca ligeramente << ¿Es posible que el ''Lobo'' sea ese cliente? >> no le extrañaba que se tratara de un noble, la doble moralidad victoriana era una evidencia en Francia. Muchos de aquellos puritanos que de día se comportaban con pulcritud y serenidad cuando el manto de la noche cubría la calle se convertían en monstruos, seres sedientos de perversión y sangre. Y no necesariamente tenían que ser vampiros. Quizás esa fuera su única oportunidad para evitar el futuro aciago que se cernía sobre su amiga, la ágil mente de Vi empezó a funcionar como una maquina elaborando posibilidades, en un intento por decidir como podía ayudar a Lorelleine sin tener que desvelar su condición como bruja.

Finalmente, tiene un plan. Solo faltaba que pudiera llevarlo a practica, carraspeando espera a que su amiga termine de beber un pequeño sorbo de vino. - Seguro que te contratan, es imposible que alguien no caiga rendido ante tus múltiples encantos, milady... - Con una sonrisa socarrona, levanta la mano para llamar la atención del camarero. Mientras espera que este regrese con la botella de vino, prosigue. - ¿Que te parece si te acompaño? yo todos los días los tengo libres antes del anochecer, que es cuando empezamos las funciones... no me presentaré contigo en la casa, evidentemente, me quedaré esperándote a cierta distancia... - Llenando la copa de nuevo con la botella que le tiende el camarero, no aparta la mirada de los ojos azules de su acompañante. - París no es el lugar mas seguro de Europa, como bien sabes. Ir a casa de un extraño es una temeridad, permite que me asegure de que no te ocurre nada malo en tu entrevista... es lo menos que puedo hacer después de todo lo que has hecho por mi. - Era la verdad, si iba era para que no le ocurriera nada. Viridiana sabia que las mejores mentiras se escondían en las verdades. Solo necesitaba echar un vistazo al cliente para conocer sus intenciones, si veía que no era trigo limpio... bueno, ya pensaría en algo para sacar a su amiga de esa casa.

Tras comprobar que Viridiana estaba dispuesta a mandarles a aquellos señores también lejos, una ligera sonrisa curvó mis labios. Habían venido allí por ella, lo sabía y la forma en que les despachaba provocaba una cierta diversión en mi interior por ser algo que no había visto hasta ahora. Eché una última mirada a los hombres que confusos, molestos y con un enfado dispuesto a escapar por sus poros, se dieron la vuelta girando sobre sus talones. Suspiré muy aliviada volviendo a mirar a mi vieja amiga Viridiana.

Permanecí observando sus rasgos blanquecinos y añiñados mientras conversaba. Debía tomar nota. Sin duda ella estaba mucho más acostumbrada a tratar con hombres que yo. Los únicos contactos con el género opuesto habían sido desastrosos.

Puse mis manos sobre el filo desgastado de la mesa en la que descansaban nuestras copas. Me sorprendía lo mucho que Viridiana parecía estar acostumbrada a beber pero ¿quién podía negarle que tuviese esa necesidad? Su vida no había sido fácil y era prácticamente imposible no perderse en la bebida si te resultaba en cierto modo gratificante su sabor. La suerte que había tenido en mi caso era la falta de deseo por probar esas sustancias que no regalaban en mi anatomía ningún tipo de placer.

- No me he ofendido, corazón -reí levemente mientras inclinaba mi cabeza.- A fin de cuentas vinieron por ti. ¿No vista la forma en que te miraban? Eres sumamente atractiva para los hombres, eso está clarísimo -deslicé las yemas de mis dedos por la copa que aún tenía más de la mitad de vino en su interior. El líquido burdeos no era de mi agrado.

Me gustó la idea desde el momento que la pronunció. Ir juntas, pasar más tiempo en su compañía sin duda era un placer para mí y no veía más intenciones pues consideraba que el mundo podía ser tan inocente como yo sin problema alguno. ¿Por qué debería haber una segunda razón que esconder para no ser pronunciada?

Cientos de preguntas paseaban por mi mente pero no era capaz de ponerlas todas en un orden para que así fuesen respondidas por mi amiga. Lo único que me sorprendió fue saber su horario y que era nocturno.

- Dudo que Gianluca me pusiese algún tipo de impedimento si yo decidiera invitarte, Viridiana -negué moviendo mis rizos rubio rojizos hasta que algunos de ellos se quedaron sobre mis pómulos.

La vista de mi ser para muchos de ellos era como un tímido querubín que había crecido sin desearlo. Entrelacé los dedos de mis manos para después preguntar sobre la vida de ella, algo que deseaba saber si era tan bueno como sus prendas tan caras indicaban.

- ¿Cómo es que trabajas de noche? ¿Qué sueles hacer durante el día? -di suavemente con mis dedos en la mesa con un brillo de curiosidad en mi mirada inocente.- Cuéntame de tus quehaceres, sin duda deben ser mucho más interesantes que los míos cuando me paso el día limpiando sin parar de moverme para darle al mocho -reí divertida por la expresión que yo misma acababa de decir.

Completamente absorta en lo que empezaba a relatar mi amiga mientras que deslizaba mi dedo por el borde de la copa en la que yo misma había bebido mucho antes. Incliné mi cabeza observando cada uno de sus gestos. Decidido, hablaré mucho más a menudo con mi amiga y con un asentimiento acepté la proposición previa de ella. Viridiana y yo íbamos a pasar mucho tiempo juntas. Puede que terminásemos viviendo más horas juntas que separadas algo que me provocaba una gran felicidad.

La pregunta de Lorelleine, insistiendo en saber cuales eran los quehaceres diarios de Viridiana pilla a esta con la guardia baja, algo raro en una joven con respuestas aparentemente para cualquier situación. ¿Que iba a decirle?, ¿que dedicaba los días a robar de allí y de allá cuando las cosas no iban bien en el teatro, como hacia antiguamente?, ¿que la desesperación por tener mas publico la llevaba a hacer espectáculos ambulantes por los diferentes mercados?... o que lo poco que ganaba lo gastaba en vino para matar las penas en tabernas de poca monta. No quería que su amiga se diera cuenta de que no le estaban yendo bien las cosas. << Conociéndola se arremanga y me intenta levantar el negocio, ya tiene suficiente con sus propios problemas... >>

Con un suspiro, decide ser sincera. Al menos a medias, claro. - Seguro que tu vida es mucho mas divertida de lo que me quieres contar... pero no te culpo, los asuntos mas escabrosos... - Con una sonrisa ladina, guiña a su amiga con un mensaje claro ''Donde digo escabrosos, digo carnales''. - ... son mejor contarlos en situaciones mas intimas, no en una taberna, o no contarlos. Directamente. - Terminando la copa de vino, nota como un ligero, casi imperceptible mareo, le hace ver el techo moverse. Estaba acostumbrada a beber, pero su físico con un 1'60 no le permitía tener una cantidad elevada de alcohol en su cuerpo sin pagar las circunstancias << Será mejor que deje de beber, o voy a acabar por levantar la falda a Lorelleine... >> no lo pensaba en serio, sus experiencias en el sexo, tanto opuesto como propio, eran nulas. Seguía siendo virgen (de milagro debido a su pasado en las calles) y pese a ser una joven con un carácter fuerte, un temperamento volátil pero con una carisma que solía seducir a los demás, Viridiana en cuanto se tocaba el tema del lecho se sonrojaba de arriba a abajo, cual tomate. Era su debilidad, su inexperiencia la hacia comportarse como una niña cuando se trataban esos temas... cuando no estaba como una cuba, evidentemente.

Lo ultimo que haría seria insinuarse a Lorelleine, por mucho que la risa de la hermosa dama la sedujera y le pareciera irresistible. Iría con pies de plomo, como siempre. << Y por eeesaaa razooon sigo mas pura que la doncella de la corte, en fin. >> centrándose de nuevo en la conversación, levanta los pies de la silla y a punto esta de apoyarlos en la mesa, pero cae en la cuenta de que a su compañera probablemente le parezca indebido. Dejándolos en el suelo, prosigue. - Por las mañanas suelo ir a los mercados ambulantes a ver si encuentro mobiliario nuevo, bonito y barato para el pequeño teatro... el que tenemos esta bastante gastado y mas de una vez un señor gordete ha roto una de nuestras sillas, causando mas risas incluso que mis actuaciones. - Aun recordaba la caída de Ralph, la visión del orondo caballero hundido en el asiento provoca que una sonrisa se dibuja en sus labios. - También aprovecho para hacer algunas funciones gratuitas y dar espectáculo a los viandantes, es la mejor manera de hacer publicidad... estamos pasando una mala racha, ya sabes... - Dejando la frase en el aire, esta tentada a pedir otra copa de vino, pero se recrimina a si misma la tentativa. - El resto del día lo dedico a preparar los espectáculos de la noche y a descubrir nuevos trucos de magia, la innovación es la clave del éxito para un mago. El publico quiere ver algo que nunca antes ha visto, y nosotros debemos ser las personas ideales para tal fin... de lo contrario, se irán al teatro de enfrente.

Como ves mi vida no es que sea precisamente una fiesta constante, pero bueno, es mas de lo que me hubiera atrevido a soñar no hace tanto tiempo... supongo que ambas hemos tenido mucha suerte, ¿verdad? - Estaba a punto de pedirle perdón por haberla abandonado, de explicarle que aquella chica flacucha no era la Viridiana que era ahora. Pero no tenia valor, el día estaba siendo magnifico y no pensaba estropearlo con una conversación incomoda, ademas, Lorelleine seguro que prefería no sacar el tema.

O eso se decía a si misma en un acto cobarde.

Permanecí callada durante unos instantes mientras que Viridiana me observaba de una forma que me sorprendió. Tan solo un hombre me había mirado con ese brillo antes pero aquello era imposible. ¿Cómo mi amiga se iba a sentir atraída de alguna forma por mí? Ni tan siquiera un hombre decente lo había hecho salvo aquel monstruo que me había tomado por la fuerza.

Bajé mi mirada durante unos instantes sumamente confusa y avergonzada por el hilo que habían tomado mis propios pensamientos. La voz de Viridiana seguía sonando procesando mi cerebro como si fuese una voz en off todo lo que ella estaba relatando.

- Lamento que tengáis problemas en el trabajo -hice una pequeña mueca mientras mis ojos se posaban en los suyos. Su intensa mirada me resultaba agradable y ni tan siquiera volví a pensar en aquella posibilidad que se había deslizado por mis pensamientos. La inocencia gobernaba mi ser pero más mi preocupación por mi joven amiga.- ¿Necesitas ayuda? Si en algo puedo servirte tan solo tienes que decírmelo, Viridiana. Para mí será todo un placer.

Incliné mi cuerpo ligeramente hacia delante regalándole una sonrisa sincera. No iba a imponer mi voluntad pues no era mi estilo pero sí dejaría claras mis intenciones para que ella aún con lo orgullosa que era supiese que si me necesitaba allí estaría tan rauda como un corcel.

Una vez dicho aquello asentí. Ambas habíamos tenido suerte, sin duda aunque pasaría mi vida si fuese necesario protegiéndola como en aquella semanas que coincidimos en las calles de esta enorme ciudad.

Pensé en la posibilidad de acudir esa misma noche al teatro, puede que si lo hiciese me enterase mejor de la situación además de sorprenderme con los trucos que sabía mi amiga conseguiría realizar sin fallo alguno.

Una sonrisa de emoción infantil se deslizó por mis labios antes de volver a hablar para intentar saber un poco más de ella, de lo que había ocurrido después de la última vez que nos vimos. Conocerla un poco más para intentar ser su amiga si cabía en ella esa posibilidad.

- Tienes razón. Ambas hemos tenido mucha suerte en nuestras respectivas vidas y más aún en poder reencontrarnos. París es tan grande que lo más probable hubiese sido no vernos de nuevo o después de tantísimo tiempo que ni nos hubiésemos reconocido -negué suavemente provocando que uno de mis rizos se deslizara entre mis pestañas. Lo quité con suavidad con mis blanquecinos dedos antes de continuar con lo que había empezado a decir.- Y dime... ¿aún permaneces aprendiendo con aquel hombre o ya sabes más que él? Algo que no me extrañaría puesto que eres sumamente inteligente. Recuérdame como es pues solo tengo un único recuerdo de su mirada. Sus ojos me miraron con tanto... misterio. Juro que me quedé más helada de lo que estaba. ¿Fue producto de la fiebre o realmente es así? Tan misterioso... tan oscuro.

La verdad es que aquel hombre me había intrigado mucho. Siempre me había preguntado lo que aquella mirada escondería, lo que sus ojos intentaban ocultar para que no fuese reflejado por su alma, su aspecto o su devoción por sumergirse entre las sombras mientras paseaba. Parecía haber salido de la nada cuando se llevó a Viridiana y esperaba que no la tratara tan mal como cualquiera cabría imaginar, salvo yo quien tan solo por curiosidad preguntaba, pues no creía que todo el mundo fuese malo salvo aquel hombre de mi pasado.

Una media sonrisa se dibuja lentamente en sus labios al escuchar las palabras de la dulce Lorelleine, la alusión a su maestro era algo que no esperaba por parte de su amiga debido al tiempo que había pasado desde la vez que se encontraron, a penas unos instantes. << Bien pensado, es comprensible no olvidar una mirada como la de Kalendish... >> el brujo era mas sombra que humano, todo lo que se podía sacar de él eran palabras bien cosidas, medidas y lanzadas como dardos según la situación y una sonrisa encantadora cuando quería encandilar a alguna dama o ganarse el respeto de un hombre. Viridiana sabia que no era un buen hombre, solo hacia falta ver su oscura mirada para saber que su pasado no es tan idílico como él quería hacer creer... sin embargo, ¿quien era para juzgarle? ella había cometido actos atroces para sobrevivir, actos con los que ni siquiera tenia pesadillas, de los que ni si quiera se avergonzaba haciendo que se preguntara que clase de monstruo era, y pese a ell, él siempre la había tratado con el cariño propio de una relación padre & hija... le consideraba un padre (aunque por un orgullo estúpido e infantil no lo reconocería jamas) y en ocasiones se llegaba a sentir atraída por ese aura encantadora, a la vez que misteriosa que poseía su maestro. Kalendish estaba mas cerca que cualquier otra persona de conquistarla, por muy raro y retorcido que pudiera ser, aunque ella no era consciente aun hasta que punto su maestro la tenia encandilada.

Años de duro entrenamiento en el arte de la magia como en el de la brujería, años donde aprendió todo lo que Kalendish sabia, como una esponja absorbiendo todo lo que el hombre podía enseñarle, no fueron suficientes para intentar desvelar algunos de los secretos que guardaba su maestro << Según vamos adquiriendo conocimiento, las cosas no se hacen más comprensibles, sino más misteriosas.... >> no sabia nada que él no quisiera que supiera, y pese a que su relación era estrecha y solían ser frecuentes los piques entre ambos a modo de competición infantil, ella sabia que con el carácter oculto, oscuro, que guardaba en su interior el Sovari, era mejor no jugar. ¿Como era Kalendish? Un fantasma, con sombras de melancolía en una mirada adornada con una media sonrisa encantadora y un hombre al que no se quería tener de enemigo, aunque a priori parecía inofensivo. Eso era lo que quería escuchar Lorelleine, pero no pensaba decir tal cosa.

Ahora había desaparecido sin dejar rastro, dejando todas sus pertenencias en el teatro y haciendo que Viridiana se sintiera completamente sola de nuevo. No sabia donde se encontraba, pero esperaba que volviera... de lo contrario, la farsa que era su vida no podría mantenerse mucho mas tiempo en pie y, eventualmente, tendría que volver a vivir en las calles, de la limosna ynsobre todo el latrocinio. Se percata de que lleva demasiado tiempo mirando la mesa de madera donde las copas, ya vacías, descansan, y levantando la mirada hasta los ojos de Lorelleine agita la mano quitando importancia al asunto. - Se llama Kalendish, no es tan bonito como lo pintas... es un mago decente (mejor que yo, por ahora) y de misterioso solo tiene el interior de su sombrero de copa... - Levantándose del asiento, se da cuenta de que esta ligeramente mareada y apoya las manos en la silla para recuperar el poco equilibrio perdido. - Me trata muy bien, no te preocupes... ya me conoces, no permito que ni los perros me ladren al pasar. Hace unos días el pobre ha cogido un resfriado o algo similar y esta en cama, yo llevo temporalmente el negocio hasta que se recupere... y tu ayuda seria bienvenida, claro, pero no hace falta que te molestes, nos apañamos bien.... - Apartándose de la mesa, espera a que Lorelleine se levante mientras se acerca a la barra, saca lo poco que lleva encima y paga las copas de vino << Hoy me quedo sin cenar... >> - ¿Que te parece si damos una vuelta? Ya me estaba agobiando este sitio...

No pensaba decirle nada mas sobre su maestro, si él mismo era una mascara impenetrable, ¿quien era ella para hablar de su personalidad a los demás? no, aunque le creyera un soberano imbécil por haberla dejado sola, no iba a hablar de mas. Aunque sabia que Lorelleine era precisamente la única persona a la que podía contarle lo que quisiera, por respeto a Kalendish era mejor no abordar el tema y dejarlo tal y como estaba. Esperaba que su amiga se diera por satisfecha y no insistiera... se le empezaba a acabar el ingenio para crear evasivas.

Kalendish... Aquel nombre penetró en mi mente como si se tratara de un cuchillo perpetrando de esa manera en mis conocimientos. Algo me decía que escucharía mucho de aquel hombre mientras estuviese con Viridiana pero sabía que me engañaba. Ella no podía estar aquí tranquilamente conmigo si su maestro estaba mal, estaba enfermo. Ella sería incapaz de hacer con él lo que sí hubiese hecho con otras personas. ¿Cómo lo sabía? Porque aquella joven había sonreído como una boba durante más de diez minutos mirando la mesa del antro en el que estábamos disfrutando de sus propios recuerdos con aquel hombre.

¿Amor? ¿Orgullo? No sabía realmente lo que se podía intuir de la forma en que su voz tomaba un tono muy particular para hablar sobre ese hombre o si lo hacía por vergüenza a decir cosas que no debía poner en voz alta. ¿Puede que secretos que le guardase a Kalendish? ¿Puede que en realidad fuesen sus propios secretos por lo que ella sentía hacia él?

No pregunté más, me limité a asentir por todo lo que decía y la forma en que Viridiana se tambaleaba consiguió que me olvidase de lo que habíamos hablado puesto que en mí solo cabía la preocupación por mi amiga. Me levanté junto a ella y la agarré disimuladamente de la cintura para que nadie se percatara de que iba un poco alegre.

Dejé que ella pagara pues no había cobrado aún mi asignación y el trabajo con Gianluca no había sido aceptado del todo por ende no tenía cuenta libre para pagar lo que fuera. Hice una mueca, algo que no me gustaba era tener que dejar que la gente pagara por mí. Yo sabía administrarme más los imprevistos con los que no contaba era con salidas, bebidas en lugares y demás. Mi poco dinero lo destinaba al ahorro para comprarme algún vestido nuevo, zapatos o cualquier enser de primera necesidad. Por suerte la comida la recibía sí o sí en el Palacio Royal y cuando estuviese trabajando para Gianluca tendría tantas comidas que estás me saldrían por las orejas.

Comencé a caminar junto a mi amiga, con cuidado, sin prisas abriendo la puerta del local y disfrutando del golpe de aire fresco que rozaba mis mejillas. No me había percatado de la humanidad que llevábamos tanto tiempo respirando, el olor a puro alcohol saliendo en forma de respiraciones o sonidos varios de los cuerpos incluidos alguna que otra devolución por exceso de alcohol en sangre, algo que temía que le pasara a mi amiga pues había bebido mucho para su pequeña estatura y aún así era más grande que yo misma.

Sonreí a la joven cuando me miró y decidí que fuese ella quien eligiera el sitio al que iríamos ahora mas si podía ser a su hogar mejor que mejor pues tranquilizaría mi alma dado que no consideraba que estuviese en condiciones de salir a ningún otro lugar.

Salieron del taberna sin decir palabra alguna,y Viridiana tenia la impresión de que Lorelleine por alguna extraña razón, no quería ser quien tuviera la iniciativa << ¿Puede ser que este deseando marcharse? >> no seria raro, la maga podía ser a veces una verdadera garrapata en lo que compañía se refería y su amiga era demasiado buena como para despedirse de forma abrupta. Sin embargo, Vi no era precisamente alguien demasiado altruista << Yo me lo estoy pasando bien, si quiere irse que se vaya y lo diga, tampoco pasa nada. >> mientras caminan por la calle, en un silencio que se le antoja incomodo debido a su personalidad propia de la hiperactividad, decide romper el hielo. -¿Que te parece si vamos a ver un espectáculo de magia? Tengo un amigo que es el aprendiz de un mago de la ciudad, no es ni la mitad que bueno que yo todo sea dicho,pero nos dejará pasar gratis... me debe una.

El aprendiz de mago le debía una desde el día en el que decidió hacer caso a sus suplicas y enseñarle uno de sus numerosos trucos de magia. El chico necesitaba sorprender con algo innovador a su maestro y si no lo hacia, lo echaría a la calle a patadas, era un joven que había tenido un pasado similar al de Vi y ella aunque no lo reconocería nunca, se sentía lo suficientemente identificada con su situación como para echarle una mano << Desde entonces una vez al mes puedo entrar en el teatro sin pagar, siempre y cuando su maestro no le pille, claro. >> su amiga parecía estar de acuerdo al asentir con una sonrisa, y Viridiana prosigue su monologo. - No esta muy lejos de aquí, a veinte minutos a pie. Entre que esperamos en la cola y demás posiblemente cuando acabe la función será de noche, supongo que un carruaje para volver a tu casa no esta en tus planes, si quieres puedes quedarte a dormir en la mía. - << Di que no di que no di que no... >> se había visto obligada a ofrecérselo por cumplir, su ''casa'' era el teatro y el único sitio donde Lorelleine podría dormir era junto a ella, en el mismo lecho.

<< Menuda impresión iba a darle... >> si la joven de cabellos rizados aceptada su propuesta, al final de la obra la acompañaría ella misma hasta la puerta de su casa con tal de que no viera el desastre que era su hogar, pero por ahora tenia que seguir fingiendo una naturalidad que no deseaba. Detestaba mentir a su amiga, pero para alguien que durante toda su vida se había valido de las mentiras y el engaño para sobrevivir, haciéndolo su propio estilo de supervivencia, era imposible no atajar los problemas disfrazando la verdad con una bella mentira. Era mucho mas fácil que ser sincera, y la conciencia era algo con lo que Viridiana ya no contaba después de tantos años. Habia convertido el mentir en un arte, hasta el punto de que prácticamente mentía mas que hablaba, aunque era consciente de que estaba mal hacerle eso a una persona como su amiga... << Es por su bien, no va a querer dormir entre telarañas y polvo junto a una borracha >>.

Suspiré suavemente al ver como ella se tambaleaba lentamente entre mis brazos puesto que debía ayudarle a caminar. Me daba pena ver a alguien tan joven en ese estado, en definitiva a cualquiera que tuviese la necesidad de embriagarse para pasar un buen rato u olvidarse de sus penas. Besé la frente de Viridiana en un gesto cariñoso para que entendiera, por si lo pensaba, que no podía estar en lugar mejor que no fuese su compañía.

- Vayamos pues -acaricié sus cabellos con la sonrisa deslizándose por mis labios arrugando mi nariz en el proceso.- Me apetece ver un espectáculo de magia y saber tu opinión para estar preparada ante lo que ofreces con tus dotes maestras -reí suavemente pero no porque lo que acababa de decir fuese una broma, sino porque ella provocaba en mí con su magia aquella ilusión infantil que solo se ve en niños pequeños que aún pueden soñar con cosas imposibles.

Caminé junto a ella hacia el lugar que me había indicado. Veinte minutos a pie no era tanto y estaba acostumbrada a pasear por todos los lugares a oscuras mas su ofrecimientos me agradó. Era muy dulce y tierna conmigo a pesar de aquella careta hostil que enseñaba a todo el mundo.

Tardamos un poco más de veinte minutos por los tambaleos de mi adorada Viridiana mientras pensaba en si podría regresar sola o me quedaría junto a ella esa noche, la verdad que estar preocupada por ella no me haría muy grato el viaje de vuelta a mi hogar.

- Decidiré donde iré tras la función en cuanto esta termine ¿te parece? -con una sonrisa dejé abierta la incógnita de si descansaría bajo su techo o no dado que no sabía lo que me vendría mejor dependiendo de las horas a las que el espectáculo acabara.

No tardaron mucho en llegar a la entrada del pequeño teatro, un lugar acogedor y bien situado entre las calles parisinas. Un sitio mucho mejor que el lugar donde ella trabajaba, para su desgracia. << Que estos incompetentes tengan este teatro y yo tenga que hacer mis funciones en un estercolero... vaya vergüenza. >> echando un vistazo a la cola, se percata de que su ''amigo'' se encuentra en la puerta regulando la entrada del numeroso publico. Con una sonrisa, agarra a Lorelleine del brazo y se dirigen hasta él. - Vamos a ahorrarnos la espera. - Al verla acercarse, los colores del chico desaparecen y una mirada repleta de suplica se dibuja en sus ojos, pero Viridiana no estaba dispuesta a darle el placer de que olvidarse de ella tan pronto. << Las deudas se pagan, colega. >>

Acercándose al oído del chico, le susurran tan solo cinco palabras. Cinco palabras que son mas que suficientes para que este, con un suspiro de resignación, les permita entrar sin tener que pagar nada. Juntas caminan en silencio hasta la primera fila, a los dos únicos asientos libres. - Te parecerá raro, pero me gusta destripar los trucos de magia de los demás y contárselo al resto. Un mago nunca debería dejar que nadie viera el truco, si es que lo hay, si yo soy capaz de verlo no merece que los demás vean en él algo especial... a mi nunca me han pillado. - Era mentira. Pero ella misma se aseguraba de que si alguien sacaba a la luz el misterio de su magia no volvía a pisar su teatro. Por muy contraproducente que pudiera ser.

Aun faltaban bastantes butacas por ocuparse y Viridiana tenia la sensación de que iría para largo, siendo de naturaleza hiperactiva le costaba estarse quieta mucho tiempo en un mismo sitio y decide matar ese aburrimiento dándole mas tema de conversación a Lorelleine, quien parecía la persona perfecta para escuchar todo lo que tuviera que decir. - Y dime, ¿cual fue tu primer trabajo?, ¿que te hizo salir de... bueno, nuestra anterior situación?

La forma en que caminaba a mi lado me hizo sonreír. La pobre aún se trastabillaba un poco. Sin duda era mucho más adorable de lo que ella podría imaginarse estando un poco achispada. Bueno, ¿en algún momento podría no verla de esa manera? Ella era para mí como una pequeña muñeca que hay que cuidar incluso aunque no lo necesite con su complexión tan pequeña, incluso aunque me sacase unos centímetros a mí misma de altura.

Dejé que me guiara mientras miraba la fachada de aquel pequeño teatro que parecía hacer las delicias de todos los que entraban en el recinto. Miré a Viridiana cuando esta me dijo que nos ahorraríamos la espera antes de dirigirnos hacia un muchacho que sin duda debía ser aquel al que ella había ayudado mostrándole un nuevo truco.

Me quedé sorprendida al ver como al acercarse, con tan solo un susurro nos dejaron pasar. Caminé con ella mirando aún al joven pues había perdido todo el color de su rostro aceptándolo con resignación que no tendría que hacer nada contra lo que fuese que Viridiana le hubiese dicho.

Escuché atentamente a la muchacha cuando me explicó lo siguiente una vez que hubimos tomado asiento en la primera fila. Miré el escenario apoyando mis manos en mi regazo un tanto nerviosa y deseosa de saber lo que estábamos a punto de ver. Sabía que me sorprendería pero no sabía hasta que punto sería aquella sorpresa. Puede que sus trucos no fuesen nada asombroso pero a mis ojos sabía que sí lo resultarían dado que rara vez había visto magia alguna.

- Me alegra que nunca te hayan pillado -sonreí pues no sabía realmente lo que podrían hacerle a una persona si eso ocurría o sus artimañas para que alguien que la hubiese descubierto no pudiese decir nada.

Tras escuchar su pregunta, giré mi rostro y mordí mi labio inferior pensativa. A decir verdad mi primer trabajo había sido por pura suerte ser la criada del palacio Royal.

- Me encontré a una mujer por la calle que me informó del puesto de trabajo que tengo, así que este es mi primer trabajo desde que llegué a París -susurré haciendo una pequeña mueca pues me hubiese gustado probar otro tipo de trabajos pero ¿acaso podía quejarme? Tenía comida, ropa limpia aunque todo tuviese que hacerlo yo pero era un buen trabajo.