AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Amante en turno || Privado +18
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Amante en turno || Privado +18
'En todo encuentro erótico hay un personaje invisible y siempre activo:
la imaginación'
Octavio Paz
la imaginación'
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Algo ocurría en los últimos días que los inquisidores estaban al acecho. No existía día que no quisiera ir de cacería, que no desearan la cabeza de una criatura sobrenatural. Lo peor es que no deseaban una cualquiera, sino tenían nombres de los más desastrosos, de los que les causaban tremendos problemas. Evidentemente la joven Marquand se encontraba entre aquellas líneas, en lo que iba de la semana llevaba contadas cinco emboscadas contra su persona. Para colmo dos de ellas de verdad le habían dejado heridas profundas, tantas que por poco su inmortalidad se truncaba. La joven tuvo que refugiarse entre las montañas más altas, empinadas y rocosas. No sólo eso, alimentado de algunos pocos humanos que se atrevían a pasar por ahí, por lo que se encontraba sedienta, con ganas de poder tomar a placer de un cuello, pero no de uno cualquiera.
Dos días dejó pasar para poder salir de regreso a casa. Se escondió de los rayos del sol en una cueva. Marishka se encontraba de mal humor, enfurecida por encontrarse en tal situación, sin embargo nada podía hacer. Debía buscar más entrenamientos, practicas, lo que fuera para acabar en un abrir y cerrar de ojos a esos inquisidores; la noche apenas comenzaba cuando salió de esa horrible cueva. La vampiresa se limpió los ropajes al mismo tiempo que los estiró para verse un poco mejor. Se caracterizaba por ser perfeccionista en su aspecto, aunque claramente no pudiera presumirlo en ese momento. Con la frente en alto caminó entre las zonas más peligrosas, si alguno de esos sin vergüenzas estuvieran vigilando, lo que menos podrían hacer era alcanzarla, con todo y su debilidad.
No perdió el tiempo cuando se encontró en terreno más seguro. Las calles parisinas aún tenían un par de intrépidos que recorrían las calles, pero no, no les quitó ni una gota de sangre, ella buscaba un tipo en especial. Una que aunque no fuera la más fina, se trataba de una vitalidad saludable, sus simples gotas podían llenarla de energía y excitación. Claro que no, él no iba a negarse a darle un poco de su carmín, de hacerlo su precioso y masculino cuello saldría volando por los aires al igual que su cabeza, y su cuerpo permanecería en el mismo sitio hasta que cayera al suelo sin vida.
Las carpas de los gitanos se situaban a las afueras de la zona oeste de Paris. Muchos de ellos probablemente se encontrarían danzando alrededor de una fogata, disfrutando de una buena fiesta gitana, pero ella sabía dónde encontrarlo. Lejano a un árbol se encontraba parado, recargado. Si no fuera vampiresa le tendría miedo. Porque era un hombre alto, corpulento, de mirada intimidan, sin embargo el tamaño en ese momento no importaba, sino la fuerza que sin duda la hacía sentir poderosa, ya que lo superaba con creces. Tranquila y serena se acercó para ponerse a la par.
— Más viejo que cuando te dejé, y sin embargo tu sangre sigue oliendo deliciosa — Sonrió de medio lado sin apartar la mirada de las figuras que danzaban de un lado a otro. — ¿Me has extrañado? Más vale que si, también espero te hayas alimentado bien, porque hoy me toca disfrutar de tu sangre, de tu piel — Se relamió los labios con descaro, sus caninos se dejaban ver cuando su sonrisa se amplió. Colmillos afilados que buscaban poder hacer los agujeros pertinentes en la piel del gitano para alimentarse. — ¿Quieres que beba frente a toda esta gente o nos vamos a un lugar más privado? No creo que quieras te vean desnudo si me da la gana quitarte la ropa — Se encogió de hombros y se giró — Vamos, Josiah, vamos a un lugar más cálido para ti, no necesitas ni siquiera el frío de la noche, sólo el de mi piel — Le jaló con cierta fuerza para que anduvieran, para que avanzaran. Si él decidía que deseaba ir a la mansión de la vampiresa, lo llevaría, lo que fuera, se sentía ya excitada de sólo pensar en su sangre.
Dos días dejó pasar para poder salir de regreso a casa. Se escondió de los rayos del sol en una cueva. Marishka se encontraba de mal humor, enfurecida por encontrarse en tal situación, sin embargo nada podía hacer. Debía buscar más entrenamientos, practicas, lo que fuera para acabar en un abrir y cerrar de ojos a esos inquisidores; la noche apenas comenzaba cuando salió de esa horrible cueva. La vampiresa se limpió los ropajes al mismo tiempo que los estiró para verse un poco mejor. Se caracterizaba por ser perfeccionista en su aspecto, aunque claramente no pudiera presumirlo en ese momento. Con la frente en alto caminó entre las zonas más peligrosas, si alguno de esos sin vergüenzas estuvieran vigilando, lo que menos podrían hacer era alcanzarla, con todo y su debilidad.
No perdió el tiempo cuando se encontró en terreno más seguro. Las calles parisinas aún tenían un par de intrépidos que recorrían las calles, pero no, no les quitó ni una gota de sangre, ella buscaba un tipo en especial. Una que aunque no fuera la más fina, se trataba de una vitalidad saludable, sus simples gotas podían llenarla de energía y excitación. Claro que no, él no iba a negarse a darle un poco de su carmín, de hacerlo su precioso y masculino cuello saldría volando por los aires al igual que su cabeza, y su cuerpo permanecería en el mismo sitio hasta que cayera al suelo sin vida.
Las carpas de los gitanos se situaban a las afueras de la zona oeste de Paris. Muchos de ellos probablemente se encontrarían danzando alrededor de una fogata, disfrutando de una buena fiesta gitana, pero ella sabía dónde encontrarlo. Lejano a un árbol se encontraba parado, recargado. Si no fuera vampiresa le tendría miedo. Porque era un hombre alto, corpulento, de mirada intimidan, sin embargo el tamaño en ese momento no importaba, sino la fuerza que sin duda la hacía sentir poderosa, ya que lo superaba con creces. Tranquila y serena se acercó para ponerse a la par.
— Más viejo que cuando te dejé, y sin embargo tu sangre sigue oliendo deliciosa — Sonrió de medio lado sin apartar la mirada de las figuras que danzaban de un lado a otro. — ¿Me has extrañado? Más vale que si, también espero te hayas alimentado bien, porque hoy me toca disfrutar de tu sangre, de tu piel — Se relamió los labios con descaro, sus caninos se dejaban ver cuando su sonrisa se amplió. Colmillos afilados que buscaban poder hacer los agujeros pertinentes en la piel del gitano para alimentarse. — ¿Quieres que beba frente a toda esta gente o nos vamos a un lugar más privado? No creo que quieras te vean desnudo si me da la gana quitarte la ropa — Se encogió de hombros y se giró — Vamos, Josiah, vamos a un lugar más cálido para ti, no necesitas ni siquiera el frío de la noche, sólo el de mi piel — Le jaló con cierta fuerza para que anduvieran, para que avanzaran. Si él decidía que deseaba ir a la mansión de la vampiresa, lo llevaría, lo que fuera, se sentía ya excitada de sólo pensar en su sangre.
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/12/2011
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Localización : Depende de la noche.
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Re: Amante en turno || Privado +18
¡Mi sed, mi ansia sin limite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue y el dolor infinito.
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
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Susurraban por las carpas que una fiesta sería iniciada aquella noche, esperaban que el gitano fuera complaciente y ayudara en algunas de las tareas predispuestas para cada quien. Pero lo conocían, a tal perfección que lograron hundirse bajo lo superfluo que era tal petición o lo que el castaño haría luego de dejarlo bajo el cargo de alguna actividad.
Más claro estaba que no haría nada. Llevaba años rondando de acá para allá, seguía los caminos que antes no había recorrido, gustaba de su trabajo, estafar para terminar la noche embriagado completamente, no era responsable de nada y no respondía por errores propios como mucho menos respondería por errores ajenos.
Para determinarlo mejor, el hombre era un libertino por donde se le viera. Macando su cuerpo luego de cada señal convenida de la vida, muy devoto a lo mismo, por lo que se exigía cada día en hacer mejor sus trabajos, claro, sin dejar que otros vieran como progresaba paulatinamente a pasos adelantados. Era su costumbre, sorprender cuando nadie esperaba algo de él. Pero cómo siempre ocurría, cayó nuevamente a los brazos de sus "hermanos" gitanos, siempre era lo mismo, se veía sin dinero entre sus bolsillos y requería de su ayuda.
Daba la noche, el sol se ocultaba bajo las fajas de oscuridad, mientras dentro de una carpa el castaño daba dispensa a sus deseos carnales con una de bohemia mujer que había conocido horas antes en uno de sus simples trabajos por el centro de la ciudad; Terminado el acto se dio a la noche, bebiendo un par de tragos para obviar lo insulso que sería el momento, retiro sus pasos cómo siempre solía hacerlo a altar horas de la madrugada, dando su espalda contra el madero más cercano; Fue allí dónde sintió la casta presencia de un peligro conocido.
Llamando a sus instintos se quedó allí, de pie con la nada de frente a su espalda y una fiesta comenzando el descontrol frente a sus narices; Frunció el ceño y miro a la copa de esos arboles ¿Que más esperaba? Sentía cómo la ansiedad comenzaba a invadir su sangre, el pulso comenzó a acelerar y sabía a la perfección a que comprar tal sensación; Ella.
Pero años de no verla lo hacían reconsiderar la efectividad de sus comparaciones, era severo consigo mismo, por lo que deshizo su imagen de su memoria hasta oír sus pasos y bañarse en su voz una vez más, era ella, inconfundible víbora que comenzaba a rodear su entorno para arrastrarlo una vez más a su cuerpo. Entre los desvaríos de juegos maqueavelicos tenía la necesidad un poco más viva de ver a sus ojos, pero no era necesario en el preciso instante. Continuó con la mirada clavada en aquella fiesta, era necesario que nadie lo viese en su compañía, bien estaba ser despreciado por sus actos, pero considerando el momento, no era bueno ser renegado por hacer compañía de tal efigie como lo era su compañera.
— Me tendrás como desees tenerme, lo sabes... — Señaló en un tono narcisista, saboreando cada palabra que barría su lengua para continuar — Supongo que bien recuerdas como adoro la figura humana en su mayor desnudez, no me molestaría que me vieran como tal... — Se giró para verla de frente; Seguía igual y aún no entendía como era que eso le llegaba a sorprender — Quizás si me molestaría que te viesen a ti, me gusta disfrutar en solitario tu cuerpo — Sentenció.
Se dejó llevar por sus manos, retirando sus manos de entre los bolsillos delanteros de esos pantalones. Seguía el camino de sus pies, siendo prácticamente arrastrado por las féminas manos que ceñían sus prendas — El lugar sigue vacío, me encargué de que así estuviera... — Sabía que se giraría a verlo en cuanto aquellas palabras eran lanzadas al aíre, entonces giro el rostro y miro a las cercanías. Claro, lejos del área gitana y lejos de la ciudad, pero muy cerca de donde sus pasos se perdían — No sé tú... pero ya deberíamos estar allí. — Murmuró adelantando el paso, tanto así, que quedó a su altura de mira.
Josiah D'Olincourt- Gitano
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Fecha de inscripción : 20/04/2014
Re: Amante en turno || Privado +18
A partir de su transformación, muchos de sus sentimientos afines hacía los humanos se habían evaporado. No los necesitaba, de hecho le recordaban lo débil que había sido, lo insignificante que fue su vivencia humana. Los despreciaba porque no pudieron hacer nada por encontrarla, por rescatarla, sin embargo gracias a eso se había vuelto lo que era. El estado vampirico le sentaba bien, era como si hubiera nacido para eso, aunque sus trastornos mentales habían sido quizás los que la prepararon para su nuevo vivir. Sin embargo todo tenía sus excepciones, existían reglas que se rompían porque valían la pena, encontrar humanos que valían la pena podía ser extraño pero ella lo encontró, y no podía negarlo, le encanta, le excitaba, el pensarlo le hacía sentir ganas de tenerlo entre sus piernas.
Josiah era ese tipo de hombre que el encantaba y que apenas y existía. Su sangre la hacía alucinar y sentir cada parte de su piel, y de su cuerpo, además era tan varonil que difícilmente podía pasar desapercibido, y si le sumaba su tamaño. Eso era lo que más le llamaba de él, la diferencia corporal entre ambos, porque Marishka podría ser un vampiro, pero con todo y eso él le doblaba la estatura, y también el ancho. Quizás por eso también disfrutaba cuando tenía relaciones con él. Sin importar que llegara a cansarse la dejaba satisfecha, y eso rara vez le pasaba inclusive con uno de los suyos. ¿Era muy exigente o se programaba para solo sentirse cómoda con unos pocos? Eso no se sabría nunca. Secretos que podían quedar encerados en su pecho, aunque claro, no es que fueran muy oscuros.
Mientras avanzaban se giró a verlo con una sonrisa picara, torcida. Se relamió los labios, y se sintió complacida porque Josiah se había encargado de cuidar su lugar. Ellos tenían esa zona "especial" que nadie más podría tocar, donde podían ser ellos sin que los interrumpieran. Seguramente le castigarían a él por tener tanta cercanía con una vampiresa, pero eso a ambos parecía no importarles, así que como de costumbre avanzaron a paso apresurado, y a la brevedad ya se encontraban en ese claro, al aire libre, disfrutando de la naturaleza, el clima, el silencio, la soledad y sólo ellos.
— Que interesante es notar cómo los años te ayudan en vez de restarte atractivo — Se giró para tenerlo de frente, con ligera fuerza lo hizo sentar sobre el pasto casi muerto y ella se sentó a horcadas encima de él, le tomó el rostro y lo observó detenidamente. Que interesante era la fisionomía de ese hombre — ¿Nunca has pensado en volverte un inmortal? Serías de los buenos, yo podría convertirte si me lo pidieras, no lo dudes, considera las cosas — Le pidió colocando un dedo sobre sus labios para acariciarlos, tenía ganas de probarlo ya, pero necesitaba calentar su sangre, su cuerpo, sus deseos y por eso acarició sus brazos sin pensarlo y luego se fue a su pecho, a su abdomen y desabrochó con lentitud su camisa. — Estás más fornido que antes — Pasó la yema de sus dedos por la piel expuesta del humano. Se inclinó con suavidad para rozar con sus labios parte de la piel que se había dejado ver. Encima olía también y por eso su lengua se dejó ver para poder tener la primera probada del gitano.
— ¿Vas a ver como juego contigo o te vas a comportar como un hombre y empezarás a tocarme? — Le reclamó refunfuñando un poco, haciéndose ver que de verdad deseaba de él, que mostrara esa garra y masculinidad que tanto le encantaba a la inmortal. — Tócame, Josiah… — Le susurró al oído tomando sus manos para colocarlas en su diminuta cintura. Los vampiros eran criaturas que se dejaban llevar por sus impulsos, y ella no era la excepción, aunque claramente se estaba conteniendo un poco porque no iba a asesinarlo, porque le convenía conversarlo con vida, y ella no sólo lo protegería, sino buscaría la manera de alargársela.
Josiah era ese tipo de hombre que el encantaba y que apenas y existía. Su sangre la hacía alucinar y sentir cada parte de su piel, y de su cuerpo, además era tan varonil que difícilmente podía pasar desapercibido, y si le sumaba su tamaño. Eso era lo que más le llamaba de él, la diferencia corporal entre ambos, porque Marishka podría ser un vampiro, pero con todo y eso él le doblaba la estatura, y también el ancho. Quizás por eso también disfrutaba cuando tenía relaciones con él. Sin importar que llegara a cansarse la dejaba satisfecha, y eso rara vez le pasaba inclusive con uno de los suyos. ¿Era muy exigente o se programaba para solo sentirse cómoda con unos pocos? Eso no se sabría nunca. Secretos que podían quedar encerados en su pecho, aunque claro, no es que fueran muy oscuros.
Mientras avanzaban se giró a verlo con una sonrisa picara, torcida. Se relamió los labios, y se sintió complacida porque Josiah se había encargado de cuidar su lugar. Ellos tenían esa zona "especial" que nadie más podría tocar, donde podían ser ellos sin que los interrumpieran. Seguramente le castigarían a él por tener tanta cercanía con una vampiresa, pero eso a ambos parecía no importarles, así que como de costumbre avanzaron a paso apresurado, y a la brevedad ya se encontraban en ese claro, al aire libre, disfrutando de la naturaleza, el clima, el silencio, la soledad y sólo ellos.
— Que interesante es notar cómo los años te ayudan en vez de restarte atractivo — Se giró para tenerlo de frente, con ligera fuerza lo hizo sentar sobre el pasto casi muerto y ella se sentó a horcadas encima de él, le tomó el rostro y lo observó detenidamente. Que interesante era la fisionomía de ese hombre — ¿Nunca has pensado en volverte un inmortal? Serías de los buenos, yo podría convertirte si me lo pidieras, no lo dudes, considera las cosas — Le pidió colocando un dedo sobre sus labios para acariciarlos, tenía ganas de probarlo ya, pero necesitaba calentar su sangre, su cuerpo, sus deseos y por eso acarició sus brazos sin pensarlo y luego se fue a su pecho, a su abdomen y desabrochó con lentitud su camisa. — Estás más fornido que antes — Pasó la yema de sus dedos por la piel expuesta del humano. Se inclinó con suavidad para rozar con sus labios parte de la piel que se había dejado ver. Encima olía también y por eso su lengua se dejó ver para poder tener la primera probada del gitano.
— ¿Vas a ver como juego contigo o te vas a comportar como un hombre y empezarás a tocarme? — Le reclamó refunfuñando un poco, haciéndose ver que de verdad deseaba de él, que mostrara esa garra y masculinidad que tanto le encantaba a la inmortal. — Tócame, Josiah… — Le susurró al oído tomando sus manos para colocarlas en su diminuta cintura. Los vampiros eran criaturas que se dejaban llevar por sus impulsos, y ella no era la excepción, aunque claramente se estaba conteniendo un poco porque no iba a asesinarlo, porque le convenía conversarlo con vida, y ella no sólo lo protegería, sino buscaría la manera de alargársela.
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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Re: Amante en turno || Privado +18
Impúdicos anhelos comenzaban a formar parte de las ideas que se entretejían en la cabeza del gitano, esperar no era de sus más grandes fuertes, de hecho, a decir verdad, era lo bastante arrebatado como para no cumplir con el pacto que tenían entre ambos y tenerla, poseer de su cuerpo a diestra y paciencia de quien se encontrara en los alrededores. Pero lograba guardar compostura, mantener sus demonios dentro, sus deseos intactos y al forastero preso en la tela de su pantalón ¿Qué? Sí, aquella fémina lo traía intranquilo, furioso en apetito y alterado en ganas.
Pero era su antojo, la afición por la extravagancia quien desvió sus pasos hasta hacer que la anatomía propia del masculino diera contra el suelo, sin oponer resistencia alguna, en cambio, era una camuflada sonrisa que se esparcía entre la comisura de sus labios y antes de hacer gesto alguno para que se acercara, sola se inclinó contra él. La tenía de frente, una vez más veía a sus ojos y se deleitaba con las ocurrencia de sus dichos en dirección propia.
Enarcó una de sus cejas, abusó de aquella notoria cercanía para presionar su espalda baja, sintiendo como lentamente las prendas que cubrían su cuerpo comenzaban a estorbar, o quizás, siempre lo hacían. — Interesante es tenerte aquí nuevamente, mujer... — El tono libidinoso de sus dichos se dejaban arrastran lentamente con la punta de su lengua, anhelaba un poco más de cercanía, pero no se desesperaba, sabía que la deseaba tanto, como ella a él.
Su cabeza se movía de lado a lado, negando a sus dichos sin borrar la jocosa sonrisa que ahora formaba parte de sus gestos, las facciones de su rostro se tornaban un tanto divertidas — No lo he pensado, ni lo pensaré... la inmortalidad no está hecha para mi, disfruto de las sátiras diarias, pero no podría hacerlo eternamente — Se inclinaba a su rostro, buscando tal cercanía que aquella morena no se negaba en darle — Además, algún día moriré y gustoso estaré de quedar en tus recuerdos más obscenos — Sentenció sus dichos, chasqueo un par de veces su lengua y se quedó en silencio, sintiendo cómo el frío dedo de aquella perfecta efigie recorría el contorno del labio inferior propio. El contraste de calor lo hacía erizar un poco más bajo su cuerpo.
Arqueó su espalda como pudo, la corteza de un árbol le daba sostén a su espalda a lo que se lanzó en su búsqueda para tener completa visión de como la camisa se abría entre los dedos traviesos de la mujer. Historias antes habían tenido, pero el encuentro se hacía siempre más implícito en cada uno, algo lógico para algunos, pero muy encubierto para ambos, casi como un secreto que mientras más oculto era, más disfrazado se veía, más sucio se tornaba.
— Tú estás exactamente igual... — Sostuvo la linea de su voz, fue un murmullo innecesario, las palabras ya estaban sobrando, o así lo creía por el momento, tal vez. Hablarían sus manos, no necesitaba más.
Se dejó tocar por las menudas caricias libertinas que recibía, sintiendo como la lengua pérfida de su compañera humedecía parte de su piel. La sensualidad brotaba por donde se le viera, y como se sabía el hombre era humano, no necesitaba más provocaciones como esas; Sentía, esperando que también ella lo sintiera, como poco a poco el forastero dentro su pantalón reclamaba espacio, calidez, estrechez.
Y su voz fue quien le dio pie a reaccionar cómo lo deseaba, ansiaba ese instante.
No espero a que terminara de abrir su camisa, era sería lo de menos. Con lozanía intercambio la posición que se marcaba, ahora la recostaba contra el suelo, el césped redujo el golpe que quizás se había destacado, pero la delicadez no era parte principal de sus actos; La acorraló entre sus brazos, ambos a cada lado de su cabeza, contra su anatomía, sintiendo como la tersa piel de su abdomen chocaba en directo contra la tela que cubría el cuerpo femenino — Mucha tela... tienes ropa en casa — Sentenciaba y daba disculpas por antemano. Con carente delicadeza bajo sus manos, aferró las mismas contra la tela que cubría su torso rasgando ésta, estallando un ruido que ahogo el bosque entre ambos cuerpo ávidos.
La yema de sus dedos comenzaron a reconocer la desnudez ajena, su plano vientre se movía de formas irregulares bajo su tacto, mismo que subía sin apuro hasta la copa de sus senos, aquellos perfectos bultos que aún se veían reprimidos del aire libre por la tela que no tocó castigo. Abrió sus labios, algo iba a decir, pero a medida que se inclinaba para susurrar en su oído, se vio preso del deseo. En picada comenzó a devorar los labios de la mujer, lascivas caricias que se repartían con movimientos parciales, alternos, imitando casi el movimiento de sus manos contra los senos de la morena.
Comenzaba el encuentro, codicioso como era quería tener todo en un segundo, pero la noche era larga y aquella inmortal se había perdido mucho tiempo de las manos humanas que la reclamaban como suya, al menos esa noche así lo era.
Pero era su antojo, la afición por la extravagancia quien desvió sus pasos hasta hacer que la anatomía propia del masculino diera contra el suelo, sin oponer resistencia alguna, en cambio, era una camuflada sonrisa que se esparcía entre la comisura de sus labios y antes de hacer gesto alguno para que se acercara, sola se inclinó contra él. La tenía de frente, una vez más veía a sus ojos y se deleitaba con las ocurrencia de sus dichos en dirección propia.
Enarcó una de sus cejas, abusó de aquella notoria cercanía para presionar su espalda baja, sintiendo como lentamente las prendas que cubrían su cuerpo comenzaban a estorbar, o quizás, siempre lo hacían. — Interesante es tenerte aquí nuevamente, mujer... — El tono libidinoso de sus dichos se dejaban arrastran lentamente con la punta de su lengua, anhelaba un poco más de cercanía, pero no se desesperaba, sabía que la deseaba tanto, como ella a él.
Su cabeza se movía de lado a lado, negando a sus dichos sin borrar la jocosa sonrisa que ahora formaba parte de sus gestos, las facciones de su rostro se tornaban un tanto divertidas — No lo he pensado, ni lo pensaré... la inmortalidad no está hecha para mi, disfruto de las sátiras diarias, pero no podría hacerlo eternamente — Se inclinaba a su rostro, buscando tal cercanía que aquella morena no se negaba en darle — Además, algún día moriré y gustoso estaré de quedar en tus recuerdos más obscenos — Sentenció sus dichos, chasqueo un par de veces su lengua y se quedó en silencio, sintiendo cómo el frío dedo de aquella perfecta efigie recorría el contorno del labio inferior propio. El contraste de calor lo hacía erizar un poco más bajo su cuerpo.
Arqueó su espalda como pudo, la corteza de un árbol le daba sostén a su espalda a lo que se lanzó en su búsqueda para tener completa visión de como la camisa se abría entre los dedos traviesos de la mujer. Historias antes habían tenido, pero el encuentro se hacía siempre más implícito en cada uno, algo lógico para algunos, pero muy encubierto para ambos, casi como un secreto que mientras más oculto era, más disfrazado se veía, más sucio se tornaba.
— Tú estás exactamente igual... — Sostuvo la linea de su voz, fue un murmullo innecesario, las palabras ya estaban sobrando, o así lo creía por el momento, tal vez. Hablarían sus manos, no necesitaba más.
Se dejó tocar por las menudas caricias libertinas que recibía, sintiendo como la lengua pérfida de su compañera humedecía parte de su piel. La sensualidad brotaba por donde se le viera, y como se sabía el hombre era humano, no necesitaba más provocaciones como esas; Sentía, esperando que también ella lo sintiera, como poco a poco el forastero dentro su pantalón reclamaba espacio, calidez, estrechez.
Y su voz fue quien le dio pie a reaccionar cómo lo deseaba, ansiaba ese instante.
No espero a que terminara de abrir su camisa, era sería lo de menos. Con lozanía intercambio la posición que se marcaba, ahora la recostaba contra el suelo, el césped redujo el golpe que quizás se había destacado, pero la delicadez no era parte principal de sus actos; La acorraló entre sus brazos, ambos a cada lado de su cabeza, contra su anatomía, sintiendo como la tersa piel de su abdomen chocaba en directo contra la tela que cubría el cuerpo femenino — Mucha tela... tienes ropa en casa — Sentenciaba y daba disculpas por antemano. Con carente delicadeza bajo sus manos, aferró las mismas contra la tela que cubría su torso rasgando ésta, estallando un ruido que ahogo el bosque entre ambos cuerpo ávidos.
La yema de sus dedos comenzaron a reconocer la desnudez ajena, su plano vientre se movía de formas irregulares bajo su tacto, mismo que subía sin apuro hasta la copa de sus senos, aquellos perfectos bultos que aún se veían reprimidos del aire libre por la tela que no tocó castigo. Abrió sus labios, algo iba a decir, pero a medida que se inclinaba para susurrar en su oído, se vio preso del deseo. En picada comenzó a devorar los labios de la mujer, lascivas caricias que se repartían con movimientos parciales, alternos, imitando casi el movimiento de sus manos contra los senos de la morena.
Comenzaba el encuentro, codicioso como era quería tener todo en un segundo, pero la noche era larga y aquella inmortal se había perdido mucho tiempo de las manos humanas que la reclamaban como suya, al menos esa noche así lo era.
Josiah D'Olincourt- Gitano
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Fecha de inscripción : 20/04/2014
Re: Amante en turno || Privado +18
Una de las características de los humanos, es que, por más que desearan controlar sus instintos, por más estudiados que tuvieran sus movimientos, y también, por más que quisieran apoderarse del momento, lo cierto es que no podían con eso. Eran torpes, se cegaban por lo bien que sentían, y encima de todo, se volvían salvajes y primitivos. Marishka no los subestimaba, para nada, sin embargo disfrutaba de ese desespero. Un humano pasivo llegaba a darle relaciones aburridas, en cambio, uno ansioso, uno rudo, terminaba por complacerla casi al grado de un sobrenatural. ¿Qué pasaba con Josiah? Eso era un secreto que jamás iba a decir, pero nunca había vuelto a repetir humano, y con ese gitano ya iba para su quinta vez, o quizás más de ellas, la cuenta la había perdido.
Marishka era una vampiresa joven a diferencia del resto, pero dada las situaciones traumatizantes que vivió durante su estado humano, aprendió a manejarse de forma más calculadora. No se permitía margen de error, para nada. Por el contrario, lo que buscaba era intentar llevar a la perfección a lo que resultaba imposible. Ella lo sabía, no era necesario hacer un esfuerzo que llegaría a nada, pero el proceso de dominación, de explotación, ese era el que lo interesaba, lo que le llenaba de satisfacción o vergüenza. Porque sí, para ella todo era un experimento, uno del que siempre sacaba provecho. Ninguna de sus pisadas las hacía sin saber su meta, aunque el camino resultara disperso.
Le observó desde el sucio suelo del bosque. A propósito movió la pelvis para chocar contra la ajena e ir sintiendo como el miembro incrementaba de grosor, de endurecimiento. La vampiresa disfrutaba de la calidad de Josiah, le resultaba más excitante que de cualquier otro. Además, su sangre le resultaba particular, curiosa, y única. Por eso mientras los besos incrementaban la urgencia, sus colmillos aparecían para rasgarle y poder sentir hilos de vitalidad, y así ella podría disfrutar un poco más. La sangre era un buen estimulante, y así como ella lo disfrutaba, la criatura también. Una especie de pacer, conexión que sólo lo sabían donadores y consumidores.
Sus profesionales manos se deslizaron por la figura del varón. Sobraba decir que el gitano se encontraba ya completamente desnudo. Ella lo gozaba, y por eso le ayudó a mostrar su desnudez. Ambos al natural, ningún obstáculo que pudiera frenar el momento de desenfreno que ambos poseían. La vampiresa bajó la mano a la zona del miembro para sostener de forma firme. No sólo lo sostuvo, comenzó a masturbar con insistencia. Podía notar la calidez que dejaba manar el órgano masculino. Lo que más gustó le daba era que inconsciente, o conscientemente, el hombre rozaba ambos sexos. Quizás eso lo estimulaba más de la cuenta, pero ella no iba a permitir que la cosa empezara tan pronto. Necesitaba estimularlo lo más que se pudiera del tiempo para que la noche durara tanto cómo a ella le conviniera. La mano libre subió hasta su cuello para mantenerlo firme y que la viera. Se notaba tan feliz al tenerlo a su merced, por más que él estuviera encima. En ocasiones no bastaba una posición, sino el dominio del momento.
— ¿Lo disfrutas, gitano? — Preguntó con la sonrisa amplia — Veamos ¿qué se te antoja? No creo que desees esto sea una simple penetración ¿Lo meto a mi boca ó tu me lo metes a la boca? — Claro que existía diferencia aunque el resultado terminara en una deliciosa felación. Marishka hizo trampa, porque con sus labios vaginales envolvió solo la punta del miembro del gitano. Le sonrió traviesa — No te muevas, no te muevas nada — Le ordenó. Que sintiera presión, que sintiera necesidad, que sintiera el deseo ferviente de pedirle más de ella.
Marishka era una vampiresa joven a diferencia del resto, pero dada las situaciones traumatizantes que vivió durante su estado humano, aprendió a manejarse de forma más calculadora. No se permitía margen de error, para nada. Por el contrario, lo que buscaba era intentar llevar a la perfección a lo que resultaba imposible. Ella lo sabía, no era necesario hacer un esfuerzo que llegaría a nada, pero el proceso de dominación, de explotación, ese era el que lo interesaba, lo que le llenaba de satisfacción o vergüenza. Porque sí, para ella todo era un experimento, uno del que siempre sacaba provecho. Ninguna de sus pisadas las hacía sin saber su meta, aunque el camino resultara disperso.
Le observó desde el sucio suelo del bosque. A propósito movió la pelvis para chocar contra la ajena e ir sintiendo como el miembro incrementaba de grosor, de endurecimiento. La vampiresa disfrutaba de la calidad de Josiah, le resultaba más excitante que de cualquier otro. Además, su sangre le resultaba particular, curiosa, y única. Por eso mientras los besos incrementaban la urgencia, sus colmillos aparecían para rasgarle y poder sentir hilos de vitalidad, y así ella podría disfrutar un poco más. La sangre era un buen estimulante, y así como ella lo disfrutaba, la criatura también. Una especie de pacer, conexión que sólo lo sabían donadores y consumidores.
Sus profesionales manos se deslizaron por la figura del varón. Sobraba decir que el gitano se encontraba ya completamente desnudo. Ella lo gozaba, y por eso le ayudó a mostrar su desnudez. Ambos al natural, ningún obstáculo que pudiera frenar el momento de desenfreno que ambos poseían. La vampiresa bajó la mano a la zona del miembro para sostener de forma firme. No sólo lo sostuvo, comenzó a masturbar con insistencia. Podía notar la calidez que dejaba manar el órgano masculino. Lo que más gustó le daba era que inconsciente, o conscientemente, el hombre rozaba ambos sexos. Quizás eso lo estimulaba más de la cuenta, pero ella no iba a permitir que la cosa empezara tan pronto. Necesitaba estimularlo lo más que se pudiera del tiempo para que la noche durara tanto cómo a ella le conviniera. La mano libre subió hasta su cuello para mantenerlo firme y que la viera. Se notaba tan feliz al tenerlo a su merced, por más que él estuviera encima. En ocasiones no bastaba una posición, sino el dominio del momento.
— ¿Lo disfrutas, gitano? — Preguntó con la sonrisa amplia — Veamos ¿qué se te antoja? No creo que desees esto sea una simple penetración ¿Lo meto a mi boca ó tu me lo metes a la boca? — Claro que existía diferencia aunque el resultado terminara en una deliciosa felación. Marishka hizo trampa, porque con sus labios vaginales envolvió solo la punta del miembro del gitano. Le sonrió traviesa — No te muevas, no te muevas nada — Le ordenó. Que sintiera presión, que sintiera necesidad, que sintiera el deseo ferviente de pedirle más de ella.
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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Re: Amante en turno || Privado +18
No solía ser fiel amante de sobrenaturales, de por sí prefería atracar con humanas, lo más común era verlo junto a la compañía de una u otra gitana del campamento, eso de vampiresa lo tenía al tanto de problemas; Sus alrededores lo veía muy mal y a pesar de importarle poco lo que pensaran, debía mantener un rango de errores, no podría sobrepasarse lo necesario, o lo correrían sin tener motivo preciso para regresar a sus carpas; No le atormentaba la soledad, sí la falta de dinero, de comida o mujeres; Y seguía, sus gitanas no las cambiaba.
Pero ahí la excepción, de ellas derivaban varías, pero una, llevaba la singularidad en sus actos que lo hacía caer como infantes a sus pies; El tono de su voz, lo tersa de su fría piel rosar la propia, lo decidida, era una devoradora en toda la palabra, pero sólo de él; O la definición solo le pertenecía al gitano, pues exclusividad no tenía, mismo rollo que lo hizo dejarse marcar por todas las ideas que entretejía la mujer cuando se armaba un encuentro entre ambos personajes.
A pesar de ser un hombre de corto temperamento, lograba socavar la idea de encontrarla una vez más por ahí, guardaba la esperanza, por así decirlo de encontrarla una vez más; Bajo su índole, no guardaba su cuerpo su cuerpo para el encuentro, fuera el momento que fuese, estaban ambos listos para pertenecer el uno al otro; Casi un ritual al verla, pues no lograba controlar ansia alguna en su pantalón con la simple mención de su nombre; Esa mujer lo traía de cabeza, furioso, agitado he intranquilo.
Encendía cada estimulo de placer en su anatomía, agitaba sus controles y lo incitaba a las imágenes, más obscenas que antes pudo haber tenido, pues en su compañía siempre estaba la provocación de algo más, les irritaba hacer lo corriente, gozaban de enardecer lo correcto y exasperar el roce de la perversión.
Pero ¿Por qué seguir pensando si la tenía ya entre sus brazos? No era una forma de verla débil, pues sabía controlar el eje cuando lo deseara, sólo que el gitano también era de mandar, delicioso encuentro el que les esperaba.
Gruñó al verse preso de sus rasguidos, el lívido dolor que marcaba su piel era como una marca más, dolor comparado a uno de esos tatuajes que se dejaban ver entre las prendas que rápidamente fueron retiradas por las manos traviesas de la castaña; El recorrido de su sangre a los carnosos labios de la fémina lo tenían de una forma demasiada enfermiza, un flujo perfecto que desembocaba en una marcha carmesí sobre su lengua que se veía tan jodidamente sexy que lo estimulaba a seguir viendo como disfrutaba de aquello; Era tan placentero, que se sentía apetitoso de su cuerpo.
Una de sus manos comenzó a descender, acariciaba su desnudo torso entre tanto la palma de la misma acunaba la copa de su seno, presionando este con tal firmeza que sentía endurecer el pezón delicioso que se moría por llevar a su boca para saborearlo, pero antes de cualquier acto, gruñó sobre sus labios,mordiendo el grosor de su carnoso y rojizo labio inferior, solo en repercusión de lo que hacía, de como su mano le daba el más fiel y perfecto masaje a su miembro, que se erectaba tomando mayor prestancia, grosor y decisión a sentirla; Su pelvis sin previo consentimiento comenzó a moverse para marcar en roce de su glande contra la piel de su feminidad, subiendo tanto que rosaba a veces la piel de su plano vientre ¿Y que importaba? Podría sentir cualquier roce de su deliciosa piel para sentir que el apetitoso manjar se estaba formando entre ambos.
Y lo que esperaba sucedió, sus términos lo ponían de cabeza, a lo que una lasciva sonrisa se reflejo en su rostro, entre tanto bajaba hasta buscar su seno con su boca, succionando el botón que afloraba sobre la cuspite de este, succionando, mordiendo y lamiendo del mismo antes de poder responder a sus cuestionamientos tan peculiares — Encantado te lo metería en la boca, dejaría que esos impúdicos labios lo recorrieran por completo — Gimió casi en forma de sentencia, aún jugando con su pezón entre sus dientes ahora.
Vio en sus ojos la maldad actuar, mientras el gitano se erguía y sin hacer caso a sus ordenes, meneó su pelvis, aún sin penetrarla, sólo rosando su miembro por todo el largo de sus labios vaginales, de inicio a fin, rosando ese capullo que comenzaba a tomar dureza en cada roce, mientras se humedecía el largo del mismo, alterando las sensaciones y actos del masculino que ahora descargaba esas ganas en fuertes presiones sobre su fina piel.
Pero ahí la excepción, de ellas derivaban varías, pero una, llevaba la singularidad en sus actos que lo hacía caer como infantes a sus pies; El tono de su voz, lo tersa de su fría piel rosar la propia, lo decidida, era una devoradora en toda la palabra, pero sólo de él; O la definición solo le pertenecía al gitano, pues exclusividad no tenía, mismo rollo que lo hizo dejarse marcar por todas las ideas que entretejía la mujer cuando se armaba un encuentro entre ambos personajes.
A pesar de ser un hombre de corto temperamento, lograba socavar la idea de encontrarla una vez más por ahí, guardaba la esperanza, por así decirlo de encontrarla una vez más; Bajo su índole, no guardaba su cuerpo su cuerpo para el encuentro, fuera el momento que fuese, estaban ambos listos para pertenecer el uno al otro; Casi un ritual al verla, pues no lograba controlar ansia alguna en su pantalón con la simple mención de su nombre; Esa mujer lo traía de cabeza, furioso, agitado he intranquilo.
Encendía cada estimulo de placer en su anatomía, agitaba sus controles y lo incitaba a las imágenes, más obscenas que antes pudo haber tenido, pues en su compañía siempre estaba la provocación de algo más, les irritaba hacer lo corriente, gozaban de enardecer lo correcto y exasperar el roce de la perversión.
Pero ¿Por qué seguir pensando si la tenía ya entre sus brazos? No era una forma de verla débil, pues sabía controlar el eje cuando lo deseara, sólo que el gitano también era de mandar, delicioso encuentro el que les esperaba.
Gruñó al verse preso de sus rasguidos, el lívido dolor que marcaba su piel era como una marca más, dolor comparado a uno de esos tatuajes que se dejaban ver entre las prendas que rápidamente fueron retiradas por las manos traviesas de la castaña; El recorrido de su sangre a los carnosos labios de la fémina lo tenían de una forma demasiada enfermiza, un flujo perfecto que desembocaba en una marcha carmesí sobre su lengua que se veía tan jodidamente sexy que lo estimulaba a seguir viendo como disfrutaba de aquello; Era tan placentero, que se sentía apetitoso de su cuerpo.
Una de sus manos comenzó a descender, acariciaba su desnudo torso entre tanto la palma de la misma acunaba la copa de su seno, presionando este con tal firmeza que sentía endurecer el pezón delicioso que se moría por llevar a su boca para saborearlo, pero antes de cualquier acto, gruñó sobre sus labios,mordiendo el grosor de su carnoso y rojizo labio inferior, solo en repercusión de lo que hacía, de como su mano le daba el más fiel y perfecto masaje a su miembro, que se erectaba tomando mayor prestancia, grosor y decisión a sentirla; Su pelvis sin previo consentimiento comenzó a moverse para marcar en roce de su glande contra la piel de su feminidad, subiendo tanto que rosaba a veces la piel de su plano vientre ¿Y que importaba? Podría sentir cualquier roce de su deliciosa piel para sentir que el apetitoso manjar se estaba formando entre ambos.
Y lo que esperaba sucedió, sus términos lo ponían de cabeza, a lo que una lasciva sonrisa se reflejo en su rostro, entre tanto bajaba hasta buscar su seno con su boca, succionando el botón que afloraba sobre la cuspite de este, succionando, mordiendo y lamiendo del mismo antes de poder responder a sus cuestionamientos tan peculiares — Encantado te lo metería en la boca, dejaría que esos impúdicos labios lo recorrieran por completo — Gimió casi en forma de sentencia, aún jugando con su pezón entre sus dientes ahora.
Vio en sus ojos la maldad actuar, mientras el gitano se erguía y sin hacer caso a sus ordenes, meneó su pelvis, aún sin penetrarla, sólo rosando su miembro por todo el largo de sus labios vaginales, de inicio a fin, rosando ese capullo que comenzaba a tomar dureza en cada roce, mientras se humedecía el largo del mismo, alterando las sensaciones y actos del masculino que ahora descargaba esas ganas en fuertes presiones sobre su fina piel.
Josiah D'Olincourt- Gitano
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Re: Amante en turno || Privado +18
Complacer en el ámbito sexual a un ser natural es complicado, todo un reto para aquellos que no poseen esos rasgos que le dan ventaja, cómo la fuerza, la velocidad, la tolerancia, entre otras cosas. Pocos son los humanos que pueden llegar a ofrecer tales complementos, que satisfacer a su criatura pudiera ser tan bueno que les permitieran la vida, el mando, y la repetición de nuevos encuentros. Él sin duda alguna podía ofrecer eso y más. Podía hacerla subir y bajar. Incluso llegar a extrañar su momento de intimidad. El orgullo y la soberbia de la joven se veía eclipsado por su presencia, y ambos podían terminar cayendo en ese juego perfecto de la seducción. Incluso en más de una ocasión ella le permitió poder llevar el mando del momento. Eso ya era demasiado que decir, porque ni siquiera con Craig permitía eso.
Marishka era sin duda alguna una criatura completamente sexual. No es que le importara demasiado, pero la vida que había tenido la llevó a ser de esa forma, de esa manera. La jovencita se interesaba más por el poder y la fortuna, pero no negaba que parte de ella transmutaba sexualidad, y por eso no lo desaprovechaba, sacaba ventaja de eso para poder gozar, porque incluso el ser inmortal le dejaba en claro que debía satisfacer necesidades básicas cómo esas, y aunque dijeran que esos que poseían la eternidad en realidad estaban muertos, lo cierto es que ella se sentía más viva que nunca, y las sensaciones incrementaban de una manera escandalosa. Ya no había peligros, ya no existían riesgos, ya no se encontraban siendo apresada por alguien que le gobernaba, así que podía gozar sin tener reprimendas.
El movimiento de caderas del gitano la hizo disfrutar de esa sensación de necesidad que buscaba otorgarle a él. En sus labios la sonrisa curveada apareció, incluso una complaciente mezclada con amenazante. Si él la provocaba más de la cuenta las consecuencias podrían ser graves, suficiente control ejercía al aguantar sus ganas de incrustarle con fuerza los caninos para beber de él hasta el hartazgo, aunque estaba segura que eso no iba a pasar. Porque su sangre le encantaba, y no iba a correr riesgos de perderlo. Fue por eso que movió un poco la pelvis en movimientos contrarios a los ajenos, sólo para llevarle la contra, al poco tiempo se separó, no dejó ni siquiera que su piel la rozara. Lo observaba, lo analizaba, y comprobó que el miembro se encontraba erecto. Casi a reventar. Eso era una buena señal, porque tenía ganas de devorarlo. Con una de sus piernas le empujó los pies para que los separara en el suelo, y luego se puso de rodillas sin importar mancharse. Se inclinó colocándose en cuatro frente a él, y separó los labios escondiendo los colmillos. Se metió la punta a la boca y sólo succionó una vez para separarse, estaba saboreando.
— Te dije que no te movieras, y por eso no dejé que entrarás con profundidad, hoy será cómo yo digo, como yo mande, a menos que hagas algo lo suficientemente bien para que me de la gana de darte el mando — Le guiñó el ojo antes de pasar la lengua por la punta de su miembro — Así que tú sabrás, por lo pronto la chuparé hasta que me llenes la boca, y no creas que con eso estaré contenta, espero hayas comido y dormido bien, porque me debes dejar complacida — Podría aquello ser una amenaza, pero una que le convenía a ambos. La joven metió la punta del miembro a su boca y dio dos succiones más. Sólo dos, y fueron lentas con intervalos de cinco segundos cada una.
No tardó demasiado en deslizar todo el falo hasta topar la garganta. Ella no tenía problemas con la respiración, así que no daría horcadas y tampoco sentiría ese asco invasor. Se aprovechaba de eso. La felación llegaba a ser más intensa, rica y profunda debido a ese detalle; esa gran ventaja. El movimiento de su cabeza era lento, pausado, llegar a la base del miembro con los labios lo hacía tomándose su tiempo para torturarlo, pero conforme iban pasando los segundos, y luego un par de minutos, decidió que era momento de acelerar el ritmo, de hacerlo gemir, y reaccionar con locura.
Marishka era sin duda alguna una criatura completamente sexual. No es que le importara demasiado, pero la vida que había tenido la llevó a ser de esa forma, de esa manera. La jovencita se interesaba más por el poder y la fortuna, pero no negaba que parte de ella transmutaba sexualidad, y por eso no lo desaprovechaba, sacaba ventaja de eso para poder gozar, porque incluso el ser inmortal le dejaba en claro que debía satisfacer necesidades básicas cómo esas, y aunque dijeran que esos que poseían la eternidad en realidad estaban muertos, lo cierto es que ella se sentía más viva que nunca, y las sensaciones incrementaban de una manera escandalosa. Ya no había peligros, ya no existían riesgos, ya no se encontraban siendo apresada por alguien que le gobernaba, así que podía gozar sin tener reprimendas.
El movimiento de caderas del gitano la hizo disfrutar de esa sensación de necesidad que buscaba otorgarle a él. En sus labios la sonrisa curveada apareció, incluso una complaciente mezclada con amenazante. Si él la provocaba más de la cuenta las consecuencias podrían ser graves, suficiente control ejercía al aguantar sus ganas de incrustarle con fuerza los caninos para beber de él hasta el hartazgo, aunque estaba segura que eso no iba a pasar. Porque su sangre le encantaba, y no iba a correr riesgos de perderlo. Fue por eso que movió un poco la pelvis en movimientos contrarios a los ajenos, sólo para llevarle la contra, al poco tiempo se separó, no dejó ni siquiera que su piel la rozara. Lo observaba, lo analizaba, y comprobó que el miembro se encontraba erecto. Casi a reventar. Eso era una buena señal, porque tenía ganas de devorarlo. Con una de sus piernas le empujó los pies para que los separara en el suelo, y luego se puso de rodillas sin importar mancharse. Se inclinó colocándose en cuatro frente a él, y separó los labios escondiendo los colmillos. Se metió la punta a la boca y sólo succionó una vez para separarse, estaba saboreando.
— Te dije que no te movieras, y por eso no dejé que entrarás con profundidad, hoy será cómo yo digo, como yo mande, a menos que hagas algo lo suficientemente bien para que me de la gana de darte el mando — Le guiñó el ojo antes de pasar la lengua por la punta de su miembro — Así que tú sabrás, por lo pronto la chuparé hasta que me llenes la boca, y no creas que con eso estaré contenta, espero hayas comido y dormido bien, porque me debes dejar complacida — Podría aquello ser una amenaza, pero una que le convenía a ambos. La joven metió la punta del miembro a su boca y dio dos succiones más. Sólo dos, y fueron lentas con intervalos de cinco segundos cada una.
No tardó demasiado en deslizar todo el falo hasta topar la garganta. Ella no tenía problemas con la respiración, así que no daría horcadas y tampoco sentiría ese asco invasor. Se aprovechaba de eso. La felación llegaba a ser más intensa, rica y profunda debido a ese detalle; esa gran ventaja. El movimiento de su cabeza era lento, pausado, llegar a la base del miembro con los labios lo hacía tomándose su tiempo para torturarlo, pero conforme iban pasando los segundos, y luego un par de minutos, decidió que era momento de acelerar el ritmo, de hacerlo gemir, y reaccionar con locura.
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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Re: Amante en turno || Privado +18
Ambos se notaban un poco pedante con esto de ceder poder a quien, afectados en complicidad por roces alternos que portaban consigo más de alguna picara sonrisa contra los labios cubiertos del gitano, aquellos que relamía en ocasiones, aquellos mismos que forzó a mantener en silencio, pues coaccionar contra los mandatos de la vampiresa sería simplemente aplazar lo que ocurría con las manecillas del reloj muy bien.
Barajó en sus pensamientos las ideas, aquel propósito para con ella; A favor sabía lo que ella quería, no más, no menos, joder, nunca menos; Por lo que antes de extender sus manos para tocar lo que era su álgida piel, notó las intenciones en el reflejo que daba la luna a esos oscuros baches sedientos de placer, de vicios, corrompidos por los desvergonzados y libertinos actos indecentes contra lo que era simple tierra bajo sus pieles, en ellos la lujuria abundaba como monedas de oro en los bolsillos del rey, razón bajo la cual este no pudo hacer más que desear reconocer a lo que era capaz.
Sátiro, cachondo, salido; El gitano deseaba conocer nuevas formas de placer junto al cuerpo femenino más expuesto que había tenido entre sus garras, y tan sólo llevar esas ideas a su mente hacia que la sangre corriera mucho más rápido entre sus venas, entre las hebras de su cuerpo hasta desembocar en una latente erección que marcaba roces exquisitos a los labios de la castaña que no esperaba el paso a jugar con provocaciones; Bien sabía ella que la paciencia no era cualidad innata del masculino, suceso al cuál dio segundos mentales para actuar. El trance lo hacia llevar el conteo lentamente, entre tanto una corriente de espasmos esporádicos lo invadía y gruñía sin vergüenza a la ofensa de aquella fémina por no continuar el encuentro más rápido; Enfrentamiento que hizo acto principal sólo en su cabeza, desafío que corto tregua cuando sus labios recorrieron el largo de su falo.
Era consciente de que su voz resonó entre el silencio entorno, pero no hizo caso hasta que los movimientos se hicieron más rápido. Su miembro palpitaba, deseando sentir más estrechez entre la presión de su lengua y lo que era todo su entorno, una vez más gruñó, ahora salía desde su garganta y reventaba en lo que era un gemido rabioso que pedía más.
Contrajo aire y en el resoplido que ahogaba sus sofocos, descendió su diestra hasta los cabellos de su compañera, acariciando estos hasta dar con lo que necesitaba, ese impulso necesario para que el calor en su falo se tornara mucho más entusiasta, mientras su glande rosaba la cavidad más desconocida de su boca y saliera de golpe para regresar a la guarida.
— Estos juegos son de infantes Marishka, chuparlo no me satisface más que sólo meterlo dentro de ti... — Ahogaba en gemidos que claramente no podían ser silenciados a pesar de seguir comentando — Te has perdido un largo tiempo, no se quedará en simples penetraciones y mamadas —
Había conocido en ella y gracias a ella placeres que simples humanas no habían tenido las agallas de complacer, cosas que no repetiría en su presencia, con ella se conocían nuevas formas; Y al tanto de entender quien tenía más fuerzas, se adentró en sus demonios que colmaban su interior, provocando rápido el movimiento de retirar el miembro de sus labios, retomar la posición inicial y tenerla una vez más bajo su corpulenta anatomía; No era su presa, aquí no había victima ni victimario — ¿Por qué no te comportas como una señorita? Así podría arrebatarte todo los restos de mártir que queden en ti — Su barba ya rosaba lo que era la piel de su rostro, bajando por su mentón susurrando en este justo en el instante que una mansa mordida ocupaba sus dientes — Aunque no conozcas esa definición — Sentenció, de mártir, virgen o lo que fuera, ella no tenía nada.
Inició su juego, si era de batallas, sabía que sacaría prontamente su armadura para contraatacar. Deslizó su mano libre por lo que era la linea de sus senos, entre estos hasta el valle hueco de su vientre, resfalín que hicieron sus dedos rodeando al orificio de su ombligo hasta adentrarse por ese delicioso montículo de venus entre sus labios menores sin vacilar; Duró segundos, tardó sólo eso en palpar la calidez de su humedad con sus dedos indice y anular, en búsqueda de ese botón de nervios mientras tanto en respiraciones pesadas, cargaba su peso sobre el ajeno; Sí se resistía, al menos que le costara unos dos segundos quitárselo de encima.
Barajó en sus pensamientos las ideas, aquel propósito para con ella; A favor sabía lo que ella quería, no más, no menos, joder, nunca menos; Por lo que antes de extender sus manos para tocar lo que era su álgida piel, notó las intenciones en el reflejo que daba la luna a esos oscuros baches sedientos de placer, de vicios, corrompidos por los desvergonzados y libertinos actos indecentes contra lo que era simple tierra bajo sus pieles, en ellos la lujuria abundaba como monedas de oro en los bolsillos del rey, razón bajo la cual este no pudo hacer más que desear reconocer a lo que era capaz.
Sátiro, cachondo, salido; El gitano deseaba conocer nuevas formas de placer junto al cuerpo femenino más expuesto que había tenido entre sus garras, y tan sólo llevar esas ideas a su mente hacia que la sangre corriera mucho más rápido entre sus venas, entre las hebras de su cuerpo hasta desembocar en una latente erección que marcaba roces exquisitos a los labios de la castaña que no esperaba el paso a jugar con provocaciones; Bien sabía ella que la paciencia no era cualidad innata del masculino, suceso al cuál dio segundos mentales para actuar. El trance lo hacia llevar el conteo lentamente, entre tanto una corriente de espasmos esporádicos lo invadía y gruñía sin vergüenza a la ofensa de aquella fémina por no continuar el encuentro más rápido; Enfrentamiento que hizo acto principal sólo en su cabeza, desafío que corto tregua cuando sus labios recorrieron el largo de su falo.
Era consciente de que su voz resonó entre el silencio entorno, pero no hizo caso hasta que los movimientos se hicieron más rápido. Su miembro palpitaba, deseando sentir más estrechez entre la presión de su lengua y lo que era todo su entorno, una vez más gruñó, ahora salía desde su garganta y reventaba en lo que era un gemido rabioso que pedía más.
Contrajo aire y en el resoplido que ahogaba sus sofocos, descendió su diestra hasta los cabellos de su compañera, acariciando estos hasta dar con lo que necesitaba, ese impulso necesario para que el calor en su falo se tornara mucho más entusiasta, mientras su glande rosaba la cavidad más desconocida de su boca y saliera de golpe para regresar a la guarida.
— Estos juegos son de infantes Marishka, chuparlo no me satisface más que sólo meterlo dentro de ti... — Ahogaba en gemidos que claramente no podían ser silenciados a pesar de seguir comentando — Te has perdido un largo tiempo, no se quedará en simples penetraciones y mamadas —
Había conocido en ella y gracias a ella placeres que simples humanas no habían tenido las agallas de complacer, cosas que no repetiría en su presencia, con ella se conocían nuevas formas; Y al tanto de entender quien tenía más fuerzas, se adentró en sus demonios que colmaban su interior, provocando rápido el movimiento de retirar el miembro de sus labios, retomar la posición inicial y tenerla una vez más bajo su corpulenta anatomía; No era su presa, aquí no había victima ni victimario — ¿Por qué no te comportas como una señorita? Así podría arrebatarte todo los restos de mártir que queden en ti — Su barba ya rosaba lo que era la piel de su rostro, bajando por su mentón susurrando en este justo en el instante que una mansa mordida ocupaba sus dientes — Aunque no conozcas esa definición — Sentenció, de mártir, virgen o lo que fuera, ella no tenía nada.
Inició su juego, si era de batallas, sabía que sacaría prontamente su armadura para contraatacar. Deslizó su mano libre por lo que era la linea de sus senos, entre estos hasta el valle hueco de su vientre, resfalín que hicieron sus dedos rodeando al orificio de su ombligo hasta adentrarse por ese delicioso montículo de venus entre sus labios menores sin vacilar; Duró segundos, tardó sólo eso en palpar la calidez de su humedad con sus dedos indice y anular, en búsqueda de ese botón de nervios mientras tanto en respiraciones pesadas, cargaba su peso sobre el ajeno; Sí se resistía, al menos que le costara unos dos segundos quitárselo de encima.
Josiah D'Olincourt- Gitano
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Re: Amante en turno || Privado +18
Lo sabe perfectamente. Nunca hubo duda al respecto. Ella no es, ni será una hipócrita. Está consciente de su naturaleza, y más aún, de las tendencias que se apoderaron de su interior. Había roto esa inocencia que tuvo, esa candidez, y todo gracias a esos vampiros que la habían tomado a la fuerza, que la habían obligado a follar en desmedida. Le recordaron en más de una ocasión que no valía nada, que había sido un trozo de carne con hueco, y que eso se disfrutaba más que cualquier cosa. De ahí había aprendido sus modos, ni siquiera recordaba cómo era ser una criatura humana, una viviente. Aunque en ocasiones tenía sueños, alucinaciones, o quizás eran recuerdos que había vivido y en momentos se presentaban.
La situación la estaba confundiendo. Más bien el gitano la estaba volviendo loca, y no precisamente de placer, muy aparte de eso. ¿Qué era lo que quería? Él sabía su naturaleza, y aunque no estaba enterado de su historia, debía de tener una idea de lo mal que le fue en su vida humana. ¿De verdad la deseaba tan sumisa? ¿Quería que ella pretendiera ser la niña dulce que alguna vez fue? Marishka no iba a negarlo, la idea la llenaba de morbo. No le ponía mal recordar su pasado, fue cruel, fue duro, eso no lo iba a negar, pero si de algo estaba segura, era que gracias esos momentos había llegado a ese, y que su vida no sería un momento, un suspiro, sino una eternidad. Si el gitano quería algo de ella debía pedirlo, aunque después de todo aquello que él le daba y ofrecía ¿por que iba a seguir tan remilgosa en las cosas?
Ella lo sabía muy bien. Aquella cara de niña que no rompía ni un plato la tenía. Había tenido apenas diecisiete años cuando la transformaron, así que algunos de sus rasgos marcaban una inocencia extraña, casi enfermiza. Lo cierto es que en ocasiones ese rostro de salvajismo lo dejaba ver. Era una hermosura, de la forma que fuera, inocente, y provocativa. Por primera vez jugaría a hacerse la inexperta. Si lo ponía a él más caliente mejor. Cuando el gitano se excitaba más de la cuenta, y después de llegar dentro de ella. La sangre del humano tenía un sabor más delicioso, y su calidez llegaba a casi lograr que perdiera la razón. Le daría lo que quisiera, se comportaría como quisiera, esa noche era de él. Se la entregaría, incluso las riendas del asunto. ¿Cuándo había ocurrido eso? Nunca, porque Marishka Marquand nunca cedía el control, sin embargo sabía que él la valoraría, Se empezó a relamer los labios de sólo imaginar la vitalidad que le daría esa noche.
— Está bien — Mencionó estirando las manos hacía arriba, descansándolas por arriba de su cabeza. Las había entrelazado cómo si estuvieran amarradas. Juntó sus piernas ejerciendo presión, como queriendo impedir que él siguiera con el camino de sus dedos. La miró fingiendo que estaba miedosa. Ella era una actriz, le saldría todo a la perfección — ¿Quieres jugar? ¿Quieres que sea una pobre chica indefensa a la que le haces el amor con cuidado y luego la follas con fuerza? — No iba a negarlo, también la idea lo calentaba demasiado.
Marishka se concentro en disfrutar de todos sus sentidos. Dejó que su sensibilidad jugara también parte del momento. Se dejó guiar por su naturaleza salvaje, lo cual le ayudaría a intentar ponerse en los zapatos de los humanos, o eso pretendía. Meneó su cadera contra la mano masculina mientras bajaba su boca hasta el cuello ajeno. Le dio besos, suaves mordidas y algunas succiones, lo atraía más a ella con la finalidad de que ambos cuerpos se rozaran. Con las yemas de los dedos comenzó a acariciar la espalda y luego lo tomó de las redondas nalgas para atraerlo aún más. Ella lo aceptaba, el gitano sabía donde tocarla.
La situación la estaba confundiendo. Más bien el gitano la estaba volviendo loca, y no precisamente de placer, muy aparte de eso. ¿Qué era lo que quería? Él sabía su naturaleza, y aunque no estaba enterado de su historia, debía de tener una idea de lo mal que le fue en su vida humana. ¿De verdad la deseaba tan sumisa? ¿Quería que ella pretendiera ser la niña dulce que alguna vez fue? Marishka no iba a negarlo, la idea la llenaba de morbo. No le ponía mal recordar su pasado, fue cruel, fue duro, eso no lo iba a negar, pero si de algo estaba segura, era que gracias esos momentos había llegado a ese, y que su vida no sería un momento, un suspiro, sino una eternidad. Si el gitano quería algo de ella debía pedirlo, aunque después de todo aquello que él le daba y ofrecía ¿por que iba a seguir tan remilgosa en las cosas?
Ella lo sabía muy bien. Aquella cara de niña que no rompía ni un plato la tenía. Había tenido apenas diecisiete años cuando la transformaron, así que algunos de sus rasgos marcaban una inocencia extraña, casi enfermiza. Lo cierto es que en ocasiones ese rostro de salvajismo lo dejaba ver. Era una hermosura, de la forma que fuera, inocente, y provocativa. Por primera vez jugaría a hacerse la inexperta. Si lo ponía a él más caliente mejor. Cuando el gitano se excitaba más de la cuenta, y después de llegar dentro de ella. La sangre del humano tenía un sabor más delicioso, y su calidez llegaba a casi lograr que perdiera la razón. Le daría lo que quisiera, se comportaría como quisiera, esa noche era de él. Se la entregaría, incluso las riendas del asunto. ¿Cuándo había ocurrido eso? Nunca, porque Marishka Marquand nunca cedía el control, sin embargo sabía que él la valoraría, Se empezó a relamer los labios de sólo imaginar la vitalidad que le daría esa noche.
— Está bien — Mencionó estirando las manos hacía arriba, descansándolas por arriba de su cabeza. Las había entrelazado cómo si estuvieran amarradas. Juntó sus piernas ejerciendo presión, como queriendo impedir que él siguiera con el camino de sus dedos. La miró fingiendo que estaba miedosa. Ella era una actriz, le saldría todo a la perfección — ¿Quieres jugar? ¿Quieres que sea una pobre chica indefensa a la que le haces el amor con cuidado y luego la follas con fuerza? — No iba a negarlo, también la idea lo calentaba demasiado.
Marishka se concentro en disfrutar de todos sus sentidos. Dejó que su sensibilidad jugara también parte del momento. Se dejó guiar por su naturaleza salvaje, lo cual le ayudaría a intentar ponerse en los zapatos de los humanos, o eso pretendía. Meneó su cadera contra la mano masculina mientras bajaba su boca hasta el cuello ajeno. Le dio besos, suaves mordidas y algunas succiones, lo atraía más a ella con la finalidad de que ambos cuerpos se rozaran. Con las yemas de los dedos comenzó a acariciar la espalda y luego lo tomó de las redondas nalgas para atraerlo aún más. Ella lo aceptaba, el gitano sabía donde tocarla.
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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