Regalo de Bondad

por **Erzsébet Báthory** Lun Jun 02, 2014 11:35 pm

Caminaba por el jardín botánico, disfrutando del enervante perfume de las flores… los colores casi chillantes que estas bellas estructuras pueden alcanzar y lo bello y perfecto que al final logran combinar…

Me encontré en una bifurcación, justo en la entrada del pabellón de orquídeas, donde las damas llevaban sus mejores ropas de día y las personas se mezclaban entre clases si parecer importar tanto… me absorbió ese último aspecto, podía ver a personas ricamente ataviadas codearse con obreros y sirvientas, suspiré para mí, era la utopía de la sociedad, esa igualdad entre clases de la que los parisinos somos todavía tan ajenos… y a la vez tan cercanos, pero ciegos a ello…

Vi a una mujer de rasgos determinados y un mentón que enmarcaba un rostro tierno y sonriente paseando por el pabellón, su ropa indicaba no ser más que la doncella de alguna dama de buena cuna, pero su sonrisa era lo que robaba las miradas de los caballeros del lugar… una mezcla de ternura, inocencia y pircardía condimentaban esos labios rosas que dejaban sin aliento a cuanto caballero se cruzaban, causando los golpes poco disimulados de sus parejas por la imprudencia…

Era una escena divertida aquella, yo inmóvil entre tres vías, observando a esa doncella, de piel porcelanizada, que despreocupada caminaba en lo que parecía ser su día de descanso… De pronto, un hombre, bien ataviado, probablemente sintiéndose con el derecho al ser de una clase superior, rozó el derriere y las nalgas de ella por sobre su ropa, con una lascivia desmedida y un descaro digno de ser mencionado…

Antes de que ella pudiese reaccionar el hombre me tenía frente a él, y lo siguiente fue un golpe con mi diestra en la base de su nariz, haciéndole perder el equilibrio y caer al piso noqueado “Algo bueno tenía que haber sacado de 22 años en la milicia… aunque fuera a descontar a un hombre sin sudar…"

-¿Se encuentra bien madmoiselle?- pregunté quitándome el sombrero y tomándola de la mano…

por **Lorelleine Devonshire** Mar Jun 03, 2014 8:29 am

Bendito día libre. Mi sonrisa era más que evidente. Había cambiado todo para mí gracias a mi nuevo trabajo. Mis ropas aún eran humildes pues no había permitido a Gianluca que me comprara ningún tipo de vestuario y menos hecho por un sastre tan caro como el suyo. Deseaba seguir siendo la misma y no dejarme deslumbrar con riquezas que no me parecían necesarias. Mi vida siempre había sido austera y deseaba que lo fuese siempre.

Mis rizados cabellos caían lentamente por mi espalda como una cascada dorada rojiza que pensaba no gustaría a nadie mas ni cuenta me daba que era observada por cualquier sitio donde pasara.

Ese día había decidido por fin ir al jardín botánico. Un lugar que había descubierto hacía muy poco que existía. Una vez hube posado mi pie dentro del recinto la sonrisa no se borró de mi rostro. Aquello era una maravilla. Miles de flores de todas las tonalidades existentes, millones de pequeños pétalos que me provocaban rozarlos, acariciarlos hasta que me quede con la textura de todos.

No era consciente de lo que sucedía frente a mí hasta que una mano tocó mis nalgas. Di un respingo y me giré con miedo pero un hombre ya estaba propinando un soberano puñetazo a mi agresor.

Parpadeé sintiéndome violenta como un objeto que cualquiera tocase sin derecho alguno, algo que ya había sucedido en mi pasado sin que yo le permitiera que se perdiera en mí.

- Sí, estoy bien monsieur. Un tanto... sorprendida -musité en respuesta a la pregunta de aquel salvador que había decidido defender el honor que ya no tenía por haberme arrebatado hace tiempo.- Merci -musité realmente agradecida por su gesto mientras observaba todos sus rasgos y aquellos ojos que me miraban como a una igual.

por **Erzsébet Báthory** Vie Jun 06, 2014 10:59 pm

-No es necesario que de las gracias madmoiselle…- hice una breve reverencia y me incorporé “A diferencia de la moda parisina, yo no usaba el sombrero alto tan en Vogue por las personas de clase alta” –Por favor permítame compensar el mal sabor de boca que este individuo- dije refiriéndome a quien aún yacía en el suelo –le ha hecho pasar…-

Noté las miradas juiciosas de las mujeres de sociedad, y mi sangre comenzó a hervir, “Como era posible que unas damas que no habían nunca trabajado por el dinero que despilfarraban pudieran juzgar a una doncella o justificar a un depravado, solo por las clases sociales…” así que estiré mi brazo e hice una mueca discreta esperando que ella la entendiera para que me tomara de allí y sacarla del circo en el que el orquideario se comenzaba a convertir…

Lo bueno fue que me entendió y tomó mi brazo, comencé a caminar, mientras con mi otra mano, presionaba la suya, tratando de reconfortarla en medio del tumulto de personas que comenzábamos a dejar atrás… Caminamos por largo tramo en silencio por el jardín, hasta que aquel lugar no se lograba ver desde donde nos encontrábamos…

-Perdone mi atrevimiento madmoiselle- dije apenado por haberla tomado como si la conociera de mucho tiempo –Pero no me podía permitir que las palabras llenas de veneno le pudiesen lacerar… por ello el atrevimiento de…- tosí confundido –de alejarla de aquel lugar de la forma más digna, más propia que se me pudo ocurrir en ese momento…- sentí pena de verla al rostro… podía pensar que quería aprovecharme de ella, pero nada estaba más lejos de la realidad…

-Soy William madmoiselle…- sonreí cruzando su mirada solo un instante, antes de que aquella vergüenza me golpeara de nuevo –William Keppler… a vuestras ordenes madmoiselle…- me presenté lo más sereno que pude… tratando de no tocar a la dama, como si de una muñeca de porcelana se tratase y que yo pudiera romper…

por **Lorelleine Devonshire** Vie Jun 06, 2014 11:23 pm

Todo había pasado tan deprisa que a penas podía procesar lo que acababa de ocurrir. Había permanecido tranquilamente observando las flores en el instante que un hombre había tocado mis posaderas. Me había girado pero aquel sujeto ya estaba en el suelo maldiciendo a un hombre que por la bondad que desprendía me hacía sentir protegida y ahora las mujeres de buena cuna comenzaban a provocar con sus cuchicheos que la paz que desprendía el caballero, fuese cediendo.

Tomé su brazo pues me instaba a que lo hiciese con premura. Ni tan siquiera miré atrás aunque aquel hombre tumbado en el suelo, a pesar de lo que había hecho, conseguía provocarme cierta pena por el dolor que sufría.

Un paseo tranquilo entre plantas con colores imposibles relajó mi mente haciendo que el torbellino de pensamientos fuese menos poderoso, ese mismo instante en el que todo parecía calmarse para mí, el hombre que tenía frente a mis ojos me sonreía con un poco de timidez y vergüenza. ¿Vergüenza? Aquello me pareció incluso gracioso pero sumamente enternecedor.

Una vez que se hubo presentado esperé unos segundos pero su mirada no volvió a cruzarse con la mía. Tomé con las suaves yemas de mis dedos su mentón olvidándome de la clase de la que éramos ambos e hice que me mirara.

- Un placer conocerle, monsieur Keppler. Mi nombre es Lorelleine Devonshire -soltando su mentón hice una inclinación, aquel saludo que siempre usaba ante las clases altas.- Y no debo perdonarle por nada, al contrario. Le agradezco que haya salido en mi defensa o puede que hubiese terminado de peor manera visiblemente para mí, el encuentro con ese hombre. Decidme ¿os duele la mano por el golpe que habéis propinado?

La preocupación gobernó mi mirada bajándose esta hacia los nudillos ligeramente enrojecidos que descansaban sobre mi mano. Aquella cercanía con ese caballero provocó que mis mejillas se tornasen del más oscuro carmesí mas no me aparté porque sabía que junto a él estaba a salvo de todo.

por **Erzsébet Báthory** Sáb Jun 14, 2014 10:09 pm

Sonreí al notar el rubor de la dama en sus mejillas, mientras observaba mi puño –No ha sido nada madmoiselle, nada que no se quite en un par de minutos, os lo aseguro…- dije tomando la mano de ella y besando el dorso de su mano.

-Ahora madmoiselle Devonshire, si desea resarcir el daño que ha dejado el rostro de aquel hombre sobre mi mano… ¿Tendría la amabilidad de conceder un café a este pobre hombre?- dije haciendo una reverencia mientras presentaba mi mejor sonrisa…

Sonreí, con rostro de que no aceptaría una negativa por respuesta, así que colocando el sombrero sobre mi cabeza y alzando el brazo izquierdo le hice un ademán a la dama para ir a una cafetería, de esas pequeñas parisienses que se pierden en el bullicio de las principales avenidas…

por **Lorelleine Devonshire** Dom Jun 15, 2014 1:45 pm

Observé como su rostro volvía a tornarse en una agradable y resplandeciente sonrisa. ¿Cómo podría negarme ante la proposición de aquel caballero que había salvado mi honor ante las personas que allí habían contemplado como manoseaban mi cuerpo desprestigiándome?

- No podría negaros nada, monsieur si me lo pedís con esa sonrisa - en mi mirada solamente había inocencia, nada de segundas intenciones o haberme percatado tan siquiera de que aquella frase podía tomarse en otros aspectos mucho más íntimos.- Y menos si así se cura su dolor -acaricié su mejilla con mis dedos sintiendo en el dorso de mi mano sus labios sobre mi piel.

Afiancé mi agarre en su brazo y acto seguido dejé que aquel apuesto caballero me llevara hasta un pequeño bar donde deseaba tener una conversación extensa y agradable en su compañía.

¿Quién podía haberse imaginado que algo así pudiera suceder? No, no dejaría a mis demonios salir dado que aún era de día y la sonrisa era la mejor coraza que tenía contra ellos mientras el sol acariciase mis mejillas.

por **Erzsébet Báthory** Vie Jun 20, 2014 6:56 pm

Sentí el dulce y joven tacto de su mano sobre mi mejilla, surcada por arrugas y barba, pero fue de las experiencias más placenteras que pudiera haber vivido en los últimos años. Para luego ella tomar mi brazo y yo colocar mi mano derecha sobre la de ella, comenzando una ligera caminata…

-Debo decir madmoiselle, que me honra al aceptar mi invitación…- dije siendo lo más correcto posible, ella irradiaba dulzura, no deseaba importunarla…

Miré al cielo, pudiendo notar que el sol se ocultaba tras un grupo de pequeñas nubes que sombreaban el sendero que recorríamos hasta la puerta del jardín botánico -¿No cree que hoy hace un día magnífico madmoiselle?- sonreí mientras la veía andar con una tranquilidad casi inhumana…

Tras salir del jardín Botánico caminamos un par de calles hasta llegar a la zona de restaurantes… -Escoja madmoiselle… ¿Qué es lo que le apetece?- pregunte tomando su mano con la mía, llevándola a mis labios y regresándola hasta mi brazo…

por **Lorelleine Devonshire** Dom Jun 22, 2014 7:56 pm

Miré al dulce hombre que parecía sorprendido por todos mis gestos. ¿Alguien así realmente podría existir? ¿Alguien podría ser tan dulce con una mujer de clase baja siendo él mil veces superior? Tan solo me había sucedido con alguien, aquel que había terminado transformándose en mi hermano mayor. ¿Podría tener tantísima suerte en dos ocasiones?

Me sonrojé suavemente mientras apretaba con mis pequeños dedos su mano que volvía a besar mis labios con aquella suavidad y dulzura inusitada.

- Vos me honráis a mí con la forma que tenéis de tratarme, monsieur -susurré sonrojándome para luego bajar mi mirada escuchando como preguntaba sobre mi opinión acerca del tiempo. ¿Realmente le interesaba saberla.- Así es, monsieur. Está haciendo un día maravilloso y más si un apuesto caballero decide salvarme de las garras de un dragón -reí sonrojada.- Por un momento me sentí una princesa de cuento.

Me quedé pensativa durante unos instantes y devolviéndole el beso en la punta de su nariz decidí al final responder.

- Me gustaría un lugar tranquilo, si no le importa -susurré.- Deseo conocer más de usted, monsieur.

por **Erzsébet Báthory** Lun Jun 23, 2014 9:07 pm

-Es que no hay otra forma de tratar a una doncella como usted- dije acariciando la mano que tocaba mi brazo con dulzura –Y nunca dude que es usted una princesa… salvo que yo no soy un príncipe que pudiera rescatarla… quizás un esclavo de su mirada…- no supe desde que instante le observaba a esa dulce constelación en tonos azules que formaban sus ojos…

-Entonces será un lugar tranquilo madmoiselle… sus deseos son órdenes para mí- dije besando el dorso de su mano, dejándola reposar de nuevo en mi brazo, mientras comenzaba a caminar, por la avenida, conocía el lugar perfecto para lo que ella deseaba…

-En cuanto a lo mucho que usted desee conocer de mi, le aseguro que le diré cuanto usted guste madmoiselle, solo no espere que la historia sea tan divertida o heroica como lo pudiera llegar a pensar…- reí acariciando su mano –Temo decepcionarla…- dije mientras caminaba por los restaurantes, hacia un jardín escondido entre dos callejas.

Llegamos a un lugar viejo, sin techos, sus sombras eran el arreglo de viejos árboles que habían crecido dentro de la propiedad, someramente construida en piedra y mortero… Las mesas de madera hacían juego con las rústicas sillas y los manteles a cuadros en blanco y negro… el lugar era fresco y solitario, perfecto de acuerdo a la petición de Lorelleine…

-Bueno madmoiselle, su mesa está lista- dije conduciéndola al interior, y soltando su mano para abrir la silla que ella utilizaría, mientras el camarero se acercaba para tomar nuestra comanda –Buenas tardes caballero, sería tan amable traer una bandeja de viandas de la temporada y…- miré a la bella dama que era mi compañía esa tarde –Y vino blanco con frutas… por favor- dije y pude verle alejarse, mientras regresaba mi mirada a la dama que tenía a un costado.

por **Lorelleine Devonshire** Mar Jun 24, 2014 6:31 am

Escuchar que confirmaba que era una princesa a sus ojos y sobre todo la forma en que se denominaba como esclavo de mi mirada, hizo que el rubor subiera por mis mejillas como la espuma del mar en un día de dura tempestad. Mis ojos brillaron con una vergüenza que me impedía mirar al dulce hombre que paseaba junto a mí. Nadie había dicho algo tan hermoso sobre mis ojos nunca. ¿Alguien podría hacerse esclavo de ellos? Parecía que sí, él, ese varonil hombre dispuesto a partirse la mano para defender mi honor.

- Conseguís que mis mejillas ardan con tanta furia como si tuviese un volcán en erupción en ellas, monsieur -musité con voz ligeramente temblorosa por la vergüenza.

Aún caminaba a su lado, suspirando embelesada ante su caballerosidad. La forma que tenía de aceptar todo lo que deseaba y hacerlo realidad me parecía la de un mago dispuesto a mantener siempre la sonrisa de un pequeño espectador hechizado por sus encantos.

Su beso propició que mis nudillos se alzaran con suavidad en busca de aquel tacto que provocaba una gran satisfacción en mi piel, era algo parecido a sentirse en casa.

Parpadeé varias veces saliendo de mi ensimismamiento apoyando mi otra mano también en su brazo para mantenerme en pie aunque mi mente vagara en mundos imposibles. Su voz me hizo regresar mi completa atención a él, a sus rasgos marcados, a sus ojos profundos y sinceros, a su leve sonrisa que podría derretir todo tipo de corazones.

- La vida no siempre es divertida mas es digna de ser vivida. Los relatos de sus aventuras puede que no sean carcajeantes pero ¿y la satisfacción de una buena historia emocionante, con desgarros, desventuras, altos y bajos, locura, pasión, entrega y todo tipo de adjetivos que se le puedan ocurrir pero sobre todo una historia real, todo ello vivido para ser mucho mejor relatado -mordí mi labio inferior y me percaté de la increíble emoción que había usado a la hora de expresarme. Era una soñadora innata y se podía ver cuando me imaginaba la vida de todo aquel en que posara mi mirada.
El rubor se hizo aún más intenso provocando que sintiese un gran calor como si tuviese algún tipo de fiebre.

Al llegar al lugar que había escogido, mis labios se abrieron suavemente por la sorpresa. Era exactamente lo que había pedido. ¿Quién era ese hombre que me podía leer el pensamiento? Como presa de un sueño me dejé llevar hasta la mesa, aquella que según él habían preparado para mí. Sus modales eran tan exquisitos y tan refinados conmigo que tuve la tentación de pellizcarme para despertar de aquel sueño imposible. Me senté en la silla que hubo retirado para mí, dejando que pidiera acto seguido lo que deseara que tomáramos.

- Confieso que estoy en un sueño -le miré directamente a los ojos.- ¿Acaso leéis mi mente? ¿Sois un ángel que ha venido para consentir a esta pequeña impura? -bajé mi mirada a mis manos que estaban apoyadas en mi regazo. El sonrojo por haberle denominado ángel era ahora tan intenso que creía ser la luz más brillante de todo París.

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