Un extraño Regalo • Privado•

Desde mi encuentro con Ariyne en el hostal había pasado los días sumergido en papeleo. Italia estaba con sus particulares guerras de poderes y como no la nobleza buscaba alianzas nuevas para agarrarse a sus sillas y si se desataba una guerra ver con cuantos apoyos podía contar uno u otro bando.
Yo era fiel a la corona, así que este me limité a contestar con cordialidad cada misiva recibida sin dar demasiada información ni sobre mi paradero, ni el estado en el que actualmente pudieran estar mis tropas.
Por suerte contaba con una gran manada, bien distribuida por mis fronteras, no corríamos peligro  si se desencadenaba una guerra, mínimas serian nuestras bajas.

Mi tío seguía presionándome para que encontrara esposa, ni que pudiera sacarla de una chistera como un mago.
Lo único que se me había ocurrido para salir del paso era pedir a la loba que fuera mi beta, ya que había sido abandonado por la que antes hacia esos menesteres.
En definitiva que mi vida era un maldito barco a la deriva, sin timón, ancla ni remos y lo peor no veía faro que me llevara a puerto.

Me serví una copa de Bourbon, necesitaba desconectar cuando escuché la puerta.
Lobbo se despertó al parecer y empezó a llorar ¡genial! Gruñí dejando la copa en el escritorio y mandando a la sirvienta a la habitación del pequeño para calmarlo. Yo mismo abriría la puerta, al parecer todo mi servicio andaba ocupado.
Para mi sorpresa no tardé en encontrarme con el aura de la loba, no entendía que hacia aquí, mas seria importante, de eso estaba seguro.
Abrí el portón con una ladeada sonrisa y sin darme tiempo a hablar esta me pregunto si la oferta seguía en pie.
-Por supuesto Ariyne, necesito una beta que me ayude -aseguré perdiendo mi mirada en sus pardos -¿estas segura? Y lo mas importante ¿estas preparada?

Me hice a un lado permitiendole pasar, por suerte el crio ya no lloraba, asi que imaginé que la doncella estaría alimentándolo, cambiándole el pañal o lo que fuera que necesitara un mocoso de un año.
Por dios como se me había complicado todo desde mi llegada a París.
Mi hermano había fallecido y ahora por obra de magia me había trasformado en padre forzoso con un crio a mi cuidado.
Lo peor es que poco podría contarle de su padre en un futuro, para mi era un completo desconocido.
-¿quieres beber algo? -le pregunté -bien, mañana con el alba empezaremos el entrenamiento, necesito que tengas una buena forma física antes de que volvamos a Italia.
Unos negocios me retienen en esta ciudad Francesa, pero espero solucionarlo pronto y poder regresar a casa.

Ariyne se contoneó hasta dejarse caer en el sofá, mis ojos siguieron su figura mientras ladeaba la sonrisa tomando la copa de nuevo para dar un trago.
Asentí cuando pidió lo mismo, caminando hacia el mueble bar para servir el ambarino liquido en el vaso que pronto cedí a la dama para probar.
-Puedo beber muchos de estos y bajo su efecto podría ganarte sin tan siquiera pensar, soy un alfa ¿recuerdas? -puntualicé en tono jocoso.

Me senté en el sillón de una plaza frente a ella, al parecer pensaba aceptar mi petición, algo que me ayudaría muchísimo pues hasta que eligiera a mi futura esposa y alfa de la manada tener una beta que solucionara los problemas a los que yo no llegaba, era lo mejor que se me había ocurrido y sabia que mi tío vería con buenos ojos mi decisión.

Negué con la cabeza cuando vertió el liquido en sus labios, mas fuerte de lo esperado emitió un divertido sonido que me hizo centrar mi lobuna mirada en ella.
-Cuidado a ver si mañana no puedes ponerte en pie y me quedo entrenando solo.
Di un sorbo de mi copa, relamiendome después.
-Tengo varios negocios que en el tiempo que he estado aquí he empezado y que todavía he de solucionar antes de partir, por no contar con la herencia que ha dejado mi hermano al fallecer. He de  solucionar todo tema de papeleos para que llegue a su hijo. Ademas mi anterior beta, embarazada de dos hijos míos se ha dado a la fuga, desconozco si ha salido de París o no, pero dos de mis hombres están buscándola, sin resultados, al parecer mi familia la entreno bien y no quiere ser encontrada.

Dejé escapar el aire contra el cristal de la copa pensativo. Tenia tantas obligaciones que me desesperaba solo de pensarlas. Estaba acostumbrado a la guerra, a guiar a mi manada hacia la victoria, peor esto me venia grande, siempre fue mi madre la que se encargó de los papeleos, y tras su fallecimiento, mi tío …
Pero había cosas que tenia que hacer por mi mismo y la verdad, el trabajo se agolpaba en la mesa de mi despacho.

El sonido infantil de mi sobrino es lo que al parecer la hizo pararse en seco con una clara mueca de sorpresa.
-No molestas Ariyne, es mi sobrino, Lobbo. -Me acerqué a él tomándolo en brazos. Gateaba por la estancia persiguiendo una mariquita que debía haberse colado del jardín y que ahora parecía su juguete preferido.
Tras el crio la sirvienta que se quedo mirándonos a ambos disculpándose por habernos interrumpido.
-No se preocupe Mildred -aseguré dándole a Lobbo que pataleaba por volver al suelo a por su ansiado trofeo.

Volví junto a la loba para esta vez para disculparme por la intromisión.
-Es el hijo de mi hermano, ha fallecido y ahora yo soy el responsable de ese niño, así que supongo que tendrás que acostumbrarte a él de cierto modo si vas a ser mi beta ¿no crees? -ladeé la sonrisa antes de dar otro sorbo.
Mildred salia de la cámara cerrándola a sus espaldas para dejarnos la intimidad suficiente para poder concretar los términos de nuestra alianza.
Supuse que algo me pediría a cambio de aligerar mi carga.

La loba miraba al crio como si le trajera recuerdos del pasado, pude percibir en su aura el dolor, posiblemente de un recuerdo que le habían traído mis palabras.
No hice comentario alguno sobre ese tema, entendía que a veces es mejor guardar silencio.
-Te ganaría hasta amordazado -bromeé dejando escapar una risa que cortaba aquel incomodo momento -por eso soy el alfa.

Ariyne camino hacia le sofá de enfrente dejándose caer en el, tomando asiento a su peculiar modo para clavar en mi sus lobunos ojos.
Quería saber si dormiría aquí o por ende en la casa que habitaba.
-Preferiría que te quedaras en mi casa, tengo mucho trabajo y aunque hace apenas unos días he contratado una señorita que cuidará a Lobbo, me vendrá bien tener a alguien que me ayude con el resto de la manada que esta en París.
Tengo un grupo de jóvenes que como ya sabes se creen invencibles y a veces necesitan que se les recuerde que no es así.

Di un sorbo a la copa, ella seguía analizando mis palabras, creo que tenia mas dudas que no me contaba, pero intuí.
Era cierto que habíamos mantenido relaciones, puede que le preocupara que solo viera en ella un cuerpo bonito en el que hundir mi hombría para saciar la soledad que había dejado mi prometida al abandonarme.
Nada mas lejso de la realidad, sabia lo que implicaba la responsabilidad de una manada y no era en sexo ahora mismo en lo que pensaba
-Lo que pasó en el hotel fue fruto de una noche, no tienes manada y o te estoy pidiendo que vengas a mi casa para calentarme la entrepierna.
Si eso es lo que te preocupa soy muy capaz de controlar mis instintos, no quiero que esto parezca un trato de favor.
Creo que puedes ser una buena beta y te entrenaré para que lo seas, puedes elegir la habitación que quieras, excepto las que ya están ocupadas.

Ladeé la sonrisa cuando esta dio otro trago de la copa.
-te aconsejo que no sea muy lejos de las escaleras, cuando subas del patio de armas, hasta subirlas te será un suplicio, voy a entrenarte duro señorita.
Empezaremos con las dagas ,creo que es lo mas oportuno dado tu minúsculo cuerpo y envergadura.

Di otro sorbo a la copa dejando al finalmente sobre la mesita que había junto al sofá.
-Te enseño la casa cuando quieras. Puedo mandar a uno de mis hombres a por tus pertenencias.
Si aceptas claro esta.

Seguí a la loba escaleras arriba, parecía querer empezar cuanto antes, como si olvidar y dejar atrás un pasado fuera primordial para ella y a decir verdad, su presencia en esa casa no me iba a venir nada mal.
Subí tras ella entre risas por que parecía una niña pequeña dispuesta a beberse la vida con su peculiar modo de verla.
Aunque su instinto lobuno la llevaba a retarme con demasiada frecuencia, algo que yo no toleraba a los miembros de mi manada y por supuesto no se lo consentiría a ella.

Abrí la puerta de una sobria habitación y con la mano extendida le indiqué que podía pasar ella primero, a fin de cuentas era un caballero, ladeé la sonrisa contemplando sus ambarinos ojos dibujar la habitación.
-Espero sea de tu agrado señorita Ariyne, es algo simple, pero puedes ponerla a tu gusto.
Lo único que quiero que entiendas es que aquí las normas se respetan, si formas parte de la manada no puedes olvidar que yo soy el alfa y si me retas pequeña, acabaras mordiendo la tierra ¿entiendes?
Nadie me ha regalado mi lugar en esta manada...

Ladeé la sonrisa aflojando un poco, acababa de llegar y creo que mis palabras eran mas que suficientes como para ponerla en su lugar.
-En Italia nos echamos a los bosques en luna llena, peor aquí, en París no conocemos bien la envergadura de esto,s ni las zonas de caza, así que los que me acompañan y yo mismo nos encadenamos en la mansión para evitar daños y ser descubiertos.
Se que no eres una loba que necesite aprender todo de cero, pero se que entenderás que no deseo que mi manada quede descubierta ante los ojos de los mortales, por eso creo que lo mas sensato si perteneces a esta es que como beta des ejemplo a hembras jóvenes y mientras permanezcamos lejos de casa, lugar seguro para todos, también te encadenes con nosotros.

Mis ojos se hundieron en los ajenos esperando una respuesta.
-¿quieres una copa? -pregunte caminando hacia el mueble bar de su habitación.
Serví sendas de whisky y deposité una en su mano tomando asiento en un sofá frente a la chimenea.
El liquido ambarino giraba ligeramente en le vaso, esperaba las preguntas de la loba, que imagino dada la situación serian muchas.

Llevé el vaso a mis labios dándole un trago, Ari parecía repasarme con la mirada como si algo quisiera decir, peor meditara las palabras adecuadas.
Suavicé le gesto, sabia que esto debía ser complicado para ella.
-Es bonito ese colgante -dije para romper el hielo

La loba tan desafiante como de costumbre, me aseguro que por muy alfa que fuera el desafió venia intrínseco en su ser.
Ladeé la sonrisa, la doblegaría, no era la primera loba joven con la que trataba y yo era el alfa.
-Puede que creas que ser el conde de Italia me empujo directo a la cima, te equivocas -susurré llevando el cristal contra mis labios para dar un trago -mi madre era el alfa de la mana que ahora lidero, viajo al norte donde conoció a mi padre, alfa de otra manada.
Empezaron una relación quedando en cinta de mi. Al parecer a ese hombre no le gustaban los modos de mi madre para llevar a los suyos y antes de que yo naciera la repudio.
Mi madre volvió a Italia con los suyos, embarazada. Bien sabes tu lo difícil que es ser hembra, alfa y ademas en cinta de otro alfa ajeno.
Me gané con sangre, sudor y lagrimas lo que soy, nunca se me regaló nada.

Mis ojos ámbar centellearon plagados de orgullo, y mi sonrisa ladeada apuró la copa la escuchar como si corazón latía preso del nerviosismo.
-¿una cena? -pregunté con cierta diversión -¿pretendéis envenenarme para mañana tener mas fácil el vencerme en el patio de armas? -bromeé caminando hacia la puerta.
-Reservaré en un restaurante, te paso a recoger a las diez de la noche. -sentencié dedicándole una ultima mirada ante de abandonar la cámara cerrando tras de mi la puerta para dejarla sola en su habitación.

A las diez estaba preparado para el encuentro con mi reciente beta, intuía que tendría muchas preguntas, por no decir que no conocía a nadie ali.
Le presentaría al resto de miembros desplazados a Paris cuando llegara el alba, mas esta noche era nuestra.
Mientras caminaba por el pasillo me detuve frente a la puerta de Brianna, su voz sonaba dulce cantando una nana para que Lobbo se durmiera.
Sonreí ligeramente, hacia una semana que me había dicho que no podía dejarse llevar, que necesitaba tiempo para acallar sus demonios, así que nos habíamos esquivado desde entonces.

Golpeé la puerta con los nudillos un par de veces y esperé a que Ariyne me abriera. Teníamos reserva a las diez y media en el mejor restaurante de París. El cochero esperaba fuera para llevarnos a nuestro destino, todo estaba dispuesto para empezar con buen pie aquella noche en la que imagino tendría que dar muchas respuestas.

Ariyne deslumbraba no solo por el vestido que se había colocado para la ocasión, si no por esa sonrisa que mostró al abrirme la puerta dispuesta a acudir a la cena.
Le tendí el brazo y así bajamos las escaleras peldaño a peldaño hasta llegar al gran salón donde Mildred recogía los juguetes que Lobbo había dejado esparcidos.

Me despedí de ella antes de encaminarnos hacia la puerta, recorrer parte de los jardines y llegar al carruaje que los mozos habían dispuesto para nosotros.
Caballeroso abrí la puerta y tendiéndole la mano la ayude a subir para que se acomodara en el interior, yo tras ella cerré la puerta golpeando pon la mano el techo para indicar al cochero que podía ponerse en marcha.

El viaje resultó ameno, fuimos conversando sobre todo y nada, riéndonos sobre hechos que conocíamos de otras manadas y las veces que habíamos corrido sintiendo la hierba fresca bajo nuestras zarpas.
Le conté varias anécdotas de mi infancia, la verdad era un niño bastante inquieto con cierta facilidad para encontrar problemas, después la responsabilidad de la manada me hizo de algún modo sentar la cabeza, madurar.

Así llegamos frente al restaurante, la ayudé a bajar y pronto estuvimos sentados en un italiano bien afamado.
Mantel de cuadros, un par de velas y una buena orquesta de fondo.
-¿y bien señorita Ariyne? ¿supongo que tendrás preguntas para tu alfa? -apunté con picardia.
El metre llegó frente a nosotros para comentarnos aquellos platos que tenia en la carta y tras pedir un buen vino, una pierna de cordero asado con guarnición y una ensalada para el centro dejé que la dama eligiera.

Una vez solos y con la botella servida, alce la copa proponiendo un brindis.
-Por los comienzos -apunté golpeando con suavidad su cristalina copa.
A fin de cuentas, esto era justo eso, el modo de empezar para ambos.
Ella podría pertenecer a una manada, y yo, liberarme de parte del trabajo que me asfixiaba.
Esperaba sinceramente que esta unión acabara beneficiándonos a ambos y se adaptara a las normas de los míos, convirtiéndose en una mas.

Ariyne desprendía vitalidad, como si le hubieran inyectado adrenalina por las venas su lengua atarantada pidió por los dos, algo que me hizo cierta gracia.
Contemplé con gesto distraído como se colocaba la servilleta sobre las piernas para no tardar en asediarme a preguntas sobre mi manada.

Alcé las manos como si tuviera un arma de fuego y mi sonrisa se ensanchó al ver como sus pardos ojos me miraron fijamente.
-Espera, aun no hemos empezado la cena y ya me quieres llevar la huerto -bromeé entre risas haciendo mención a lo del bosque que conocía como la palma de su mano.
Di un sorbo de la copa.
-La manada es muy grande, pero en su mayoría esta en Italia, son negocios lo que me retiene en París y aquí solo una ligera porción de hombres y mujeres me acompañan.

Di un sorbo del excelente vino servido antes de proseguir.
Primero has de entrenar conmigo, después hablaremos de que te deje llevarte a mis hombres al bosque para ser entrenados, estoy seguro que cualquiera de los míos podría darte una paliza en este momento señorita Ariyne ¿o no? -bromeé picandola.
A decir verdad era bastante entretenido cabrearla y quiero dejarle claro esa noche que yo y no otro era el que mandaba.
Si tenia que morderse la lengua porque yo de decía “a”, siempre seria “a” y nunca “b” por mucho que ella pudiera dudar, eso es lo que a mi me convertía en alfa y a ella en mi beta.

Nos trajeron el cordero, clave el tenedor, pero esta se adelanto de nuevo a pedirme explicaciones sobre mis gustos, alcé la mirada aun a medio camino del bocado.
Ladeé la sonrisa degustandolo con calma.
-¿muy echo para quien? -pregunté con una picara sonrisa -para mi esta perfecto, aunque en ocasiones prefiero otro tipo de alimentos -hice una pausa -ya me entiendes.

Que fuera un lobo no me convertía en bárbaro como lo era Erlend, mis sentidos estaban agudizados pero era capaz de degustar una comida bien echa condimentada con excelentes especies.
Tenia un carácter tempestuoso, algo que sin duda tendría que domar, no le pasaría ni una sola desobediencia, no quería mas problemas, la idea era lo contrario que me ayudara con todo el trabajo extra.
-Como has visto Lobbo y una niña humana ocupan la mansión, con Lobbo no hay problema, se criara entre nosotros conociendo lo que somos, el resto de los empleados son lobos, peor la doncella que cuida de los niños y su hija son meros humanos, no quiero sustos ¿entiendes? Ni que descubran lo que somos.
Es importante para mi que esto te quede claro.