Un regalo pasado por agua. {Privado Annie}

por **Elora Paine** Sáb Dic 24, 2016 10:26 am

La bruja se había recorrido medio París en busca de lo que necesitaba para el hechizo en el que pensaba imbuir el anillo del cuchillo de ébano de Xaryne. Era su regalo de navidad, y el coste iba a ser bastante grande, porque hacer que un arma fuera una Devoradora de almas, no era para nada sencillo, pero ella lo merecía todo.

En el anticuario le habían proporcionado las fibras de papiro egipcio y los aceites del oasis de Palmira. De su proveedor de "hierbas raras" le habían llegado los paquetes con las esencias de Dracunculus vulgarias o Hierba de las brujas, y de Drakaea glyptodon, una orquídea australiana con potentes propiedades místicas. Los huesos y visceras de varios animales ya hacía tiempo que los conservaba en tarros y le faltaba solamente el polvo de Tanzanita roja, el precioso mineral del Kilimanjaro. Si no la tenía aquel contrabandista de joyas, no la tendría nadie.

Caminó por el área comercial en busca del establecimiento que tenía el mafioso como tapadera, un taller de joyería y platería. Apenas le quedaban unos metros cuando sobre su cabeza cayó una piedra de granizo del tamaño de medio franco. ¡Joder! ¿a qué santo venía eso? si hacía sol un mometo antes. Elevó los ojos hacia el cielo y observó como las nubes se acumulaban y retorcían con virulencia, oniendose grises y empezando a estallar tormenta eléctrica.

Hum. Entornó los ojos y escrutó entre la gente. A veces los hechiceros atmokinéticos fabricaban una tormenta sólo por joder, y otras veces era gente que no tenía control sobre su don. Un aura naranja por aqui... otra blanca por allá... Bingo. Una chispeante. Allí estaba, brillando y serpetenado alrededor de esa cabeza de melena interminable. Una bruja. ¿Sería cosa suya? no parecía mayor, de hecho le recordaba mucho a si misma un par de años antes, así que se le acercó con paso decidido y haciedo resonar sus tacones sobre el empedrado.

— Espero que tenga paraguas porque parece que viene una tormenta de las buenas.

por **Annie Walmsley** Dom Dic 25, 2016 2:14 pm

Salí más calmada tras ir a visitar la galería de arte ''Deux Mondes''. La verdad es que la pintura, arquitectura y escultura me apasionaban, y la exposición escogida lograba transmitirme sentimientos positivos y auténticos. Eran las mejores innovaciones del siglo nunca vistas.

Había una gran abundancia de personas paseando por la zona comercial. Se les veía a la mayoría tan serios y discretos que llegaba a pensar que escondían algo bastante tenebroso. No sé, era una sensación extraña. Noté cientos de miradas posadas en mí, mientras que un escalofrío recorría toda mi cintura. Inconscientemente coloqué mi mano izquierda en el bolsillo y hallé un collar de oro macizo. Me quedé sorprendida y automáticamente lo devolví a su lugar. Era de mi madre. Me sentí triste y vacía... y entonces comenzó el descontrol. Unas potentes e intensas nubes escondieron el sol, radiante y cálido, dando paso a una fuerte lluvia de granizo que no cesaba. Me puse nerviosa; la atmokinesis era la habilidad que más me costaba dominar desde que llevo practicando. En cuestión de segundos escuché una voz apacible y reposada procedente de una chica joven que me inspeccionaba. Le mantuve la mirada, creando una rara conexión, hasta que caí. Era una bruja, una hechicera, y ella sabía perfectamente que yo también lo era.

-Hmm. Ajá -decidí guardar las palabras, no sabía exactamente que responder, por lo que, ocultando mi nerviosismo, la ignoré siguiendo mi camino lentamente.

por **Elora Paine** Dom Dic 25, 2016 3:17 pm

Una sutil variación en su aura me informó de lo que le estaba sucediendo. Yo tenía el don de la Empatía desde pequeña, y aunque normalmente fingiera que el resto de la humanidad por mí podía morirse, no era así. Conocer el estado de ánimo de la gente incluso mejor que ellos mismos, me daba una ventaja que había aprendido a aprovechar con los años. La chica estaba nerviosa y eso me indicaba que no tenía el control sobre su don cuando las emociones tomaban su propio camino. Me recordó a mí la primera vez que atravesé el velo de la realidad, entré en trance, mi pelo se electrificó y se puso a flotar y se me pusieron los ojos en blanco. Recuerdo la sensación de vacío y pánico y lo extraña que me sentía cuando el Don me atrapaba como a una presa. Ser una bruja novata sin mentora era una batalla muy dura, bien lo sabía yo.

La muchacha siguió su camino y me giré en redondo alcanzándola en dos segundos y agarrando su codo para detenerla.

— Parece que va a diluviar, la invito a un té en ese café de ahí antes de que estalle la tormenta ¿qué le parece? Me llamo Elora Paine.— Le tendí la otra mano conforme pude ya que cargaba con algunos paquetes y bolsas. Seguramente si conseguía que se distrajera un poco la tormenta se iría deshaciendo en jirones de nubes negras.

El café era un lugar pequeño y familiar con unas pocas mesas y un mostrador de pastelería. Si había algo que me encantaba desde que tenía dinero, era disfrutar de todos los dulces y pastelitos que de pequeña sólo podía ver a través de los escaparates sin poder probarlos. Xaryne decía que antes era un saco de huesos y que ahora estaba mejor porque pesaba algunos kilos más. Cuando me imaginaba a mí misma a los 70 años, me veía como una abuela gordinflona el día de mañana, feliz y satisfecha con mi vida; aunque todo apuntaba que nuestro destino iba a ser como una montaña rusa.

Le indiqué amablemente con la mano que se viniera conmigo, me apetecía parar un poco, tomar algo calentito y un dulce.

por **Annie Walmsley** Dom Dic 25, 2016 9:03 pm

No me dio tiempo a acelerar. Al instante la Bruja cogió mi brazo, obligándome a parar. Una imagen se cruzó rápidamente por mi cabeza al momento de que mi piel tocara la de ella; eran dos chicas, ambas tenían el pelo moreno, pero con la diferencia de que uno era corto y el otro no. No supe bien diferenciar las caras porque se encontraban de espaldas y era difícil de adivinar. No me sorprendió del todo, eran efectos de la reminiscencia y no era tan preocupante como cambiar el clima según tus emociones.

Escuché su propuesta y sentí una mirada penetrante posada en mí. Un hombre voluminoso, de barba abundante y rostro arcaico me observaba con atención desde una esquina de los jardines. Con tanto interés que recordé que a mi hermano y a mí nos perseguían desde hace semanas unos señores que deseaban algo poderoso y trascendental que sólo nosotros guardábamos. No me lo pensé dos veces. Pese a que iba a irme con una completa desconocida, algo me decía que debía de confiar en ella, que sería algo benévolo. Me dejé llevar, como suelo hacer siempre. Esperaba que esta vez no fallara mi instinto.

-Annie. Annie Walmsley -le respondí, estrechándole la mano y procurando no dudar.

Tras nuestra presentación mutua, la tomé del codo velozmente y fuimos a la tienda más cercana para ingerir un café o un pastel. Y pensándolo bien, era la mejor forma para evadirme y hacer cesar el clima tan espantoso.

Me senté a su lado y la contemplé detenidamente mientras ella curioseaba en un mostrador de pastelería.

-Sé lo que vas a decir.

por **Elora Paine** Lun Dic 26, 2016 3:33 pm

— ¡Oh! pues claro, es lo que diría cualquiera, que canta a la legua. Los de crema son los mejores, mira que que pinta tienen, y los de fruta son preciosos, pero la mermelada esconde que las frambuesas están algo pochas. Voy a pedir los de chocolate y los de crema.— La bruja parloteaba relajadamente. Había captado de sobra la inquietud de la chica, pero si algo tenía Elora es que no era nada previsible. Generalmente sus reacciones estaban determinadas por lo que ella llamaba "La vena Paine", que era ese carácter endemoniado y explosivo que compartían ella y su padre a ratos. Le hizo un gesto y se sentó en una mesita redonda al fondo de la cafetería, lejos de las miradas de la calle, aunque ellas sí podían adivinar a lo lejos y a través de los cristales guarecidos con cortinillas de encaje, al tipo de la barba que la acechaba.

Tomó asiento y dejó sus paquetes en el suelo. Sus ojos eran oscuros y vivos, y como Xar decía, su lengua viperina parecía querer saltar lista para picar a su interlocutor.

— Todos tenemos fantasmas en el armario, no te apures, aquí la que más o la que menos tiene sus líos. Tranquila, no pertenezco a nigun aquelarre y supongo que tú tampoco, porque si pertenecieses a uno ya sabrías dominar tus dones.— Llegó el té y la bruja sirvió dos tazas humeantes calentándose las manos en la suya.— ¿Vives sola en París? perdona que te pregunte, sólo quiero echarte una mano, yo me encontré con muchas dificultades cuando mi madre y yo vinimos a vivir aquí y luego ella... desapareció. Así que sé lo que es tener que salir adelante por tus propios medios y que nadie te abra una puerta. Ya es bastante duro que el resto de gente te mire con desconfianza o recelo.

por **Annie Walmsley** Mar Dic 27, 2016 8:41 am

Arqueé una ceja ante su espontánea reacción. Me gustó su respuesta, parecía una persona bastante ingeniosa e impredecible, pero aún así no podía confiar cómo si nada.
Probé un pequeño trozo de pastel de crema y dejé que su dulce textura se deshiciera en mi boca. Me gustaba el sabor, aunque no era una sensación nueva, pues en Canadá ya había probado más de este estilo.

Mientras que masticaba pausadamente comprobé si el tipo sospechoso de la barba seguía vigilando; y así era, pero esta vez no estaba solo, habían más hombres corpulentos a su alrededor. No me asusté. Allí dentro, en la cafetería, estaba a salvo. Por lo menos de momento. Pensé en Khris, mi hermano. Seguramente él también estaría en peligro. Me convencí de que no debía preocuparme. Él era más poderoso y podía afrontar la situación con mas fuerza.

Escuché atentamente a Elora, reflexionando sobre lo que yo diría a continuación.

-¿Por qué debería fiarme de ti? -le pregunté, como respuesta a su cuestión. Le di un sorbo a la taza de te y la miré, añadiendo:

-Tampoco es que necesite tu ayuda. Sé controlarme -me excusé, pese a que fuera mentira, pues en verdad necesitaba a alguien como mentor, que me ayudara a controlarme, y por desgracia Khris estaba demasiado ocupado con su trabajo.

por **Elora Paine** Vie Dic 30, 2016 8:21 am

— No deberías. No me conoces de nada. Pero tampoco es que vea una cola de gente tras de ti dispuestos a ayudarte con esos de ahí fuera.— Hizo una seña con la cabeza hacia el cristal de la cafetería mientras sujetaba con dos manos la taza humeante y bebía un trago.— Oh, sí. Desde luego que puedes controlarte, tanto como yo. Oye, te entiendo, yo tampoco soy una bruja experimentada y a veces meto la pata porque no controlo bien mis dones, pero eso no es malo, sólo hay que aceptarlo y tratar de ponerle solución. Yo he conseguido mejorar bastante practicando y leyendo mucho en la biblioteca, aunque lo ideal es tener un mentor.

Esbozó una sonrisa malévola.— ¿Quieres ver un buen truco? observa.— Dejó la taza sobre el platillo y colocó las manos con las palmas en la mesa y se concentró. Sus ojos se pusieron blancos y su pelo empezó a flotar presa de la electricidad estática. Menos mal que lo llevaba casi todo recogido en un moño, porque si no la gente empezaría a fijarse en ella. Entró en su trance particular, de esa forma cruzaba el velo de la realidad con el mundo de los muertos y allí podía invocar a los entes espirituales más fuertes; eso era justo lo que hizo. De pronto, alrededor de los hombres que estaban acechando a Annie se formó como una neblina y ésta empezó a agitarse. Una piedra se levantó del suelo y golpeó a uno en la cara. Otro fue empujado con violencia al suelo y el barbudo recibió el impacto de los cristales de una botella rota, que se elevaron girando en el aire y atacándole. Los entes estaban descargando su rabia etérea contra aquellos hombres, sin piedad, con la furia de los muertos que no ascendían.

La bruja detuvo el conjuro y sus ojos volvieron a ser marrones y profundos. La expresión de su cara era de lo más adorable, como si allí no hubiera pasado nada. Cogió de nuevo la taza y bebió un sorbo.

—Añade un poco de granizo y rayos a esa escena y es la diversión perfecta ¿no crees?.— estalló en carcajadas. Eran dos brujas jóvenes, novatas, tenían en común que habían experimentado la dureza de una infancia o juventud sin nadie que las enseñara a asimilar todo aquello, y era realmente liberador sentir que podían compartir algo así, habar de ellos in tapujos e incluso divertirse un poco con la magia.

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