AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Let me entertain you |Victoire Vacquette|
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Let me entertain you |Victoire Vacquette|
Brandy, opio y aburrimiento. Esos tres elementos solían cazar exquisitamente bien en su concepto de las veladas con un alto grado de sociabilidad, incluso si en un evento de alta alcurnia como la que representaba su riqueza, todos los vicios estuvieran encubiertos de cara a la galería. No pasaba nada, el brandy a primera vista siempre parecía inofensivo y además él era abstemio por razones obvias. El opio, bueno, mucho mito había sobre su difusión por la fragante Europa, aunque siempre existiera la posibilidad de una exportación secreta desde tierras estadounidenses. De todas maneras, Dennis se mantenía al margen y cualquier indicio de droga en una fiesta de opulencia máxima iba a ser convenientemente disipada entra la multitud (y disimular la presencia del opio no era como tirar una colilla al suelo para después pisotearla). Así que en fin, a él sólo le quedaba el aburrimiento. La perpetua y zafia vara del aburrimiento. ¿Por qué tenía que organizar aquel sucedáneo de 'gala'? Ah, sí, porque respetaba la memoria y el esfuerzo de sus difuntos tíos… Sus bipolaridades se inquietaban tanto en la marea del fastidio y los bostezos que incluso llegaba a olvidarlo, aunque fuera por unos segundos. Siempre inestables.
Rara vez celebraba nada en su propia mansión, y siempre que lo hacía procuraba invitar a gente distinta que estuviera de paso en la ciudad para que a nadie se le ocurriera tomarse más confianzas de las debidas y luego aparecer de improviso en su casa algún día tan aleatorio como molesto. Su intención era simple: no quería que el apellido de su familia se perdiera con el tiempo y si había que legar toda la tarea a los escasos parientes que le quedaban, igual de lejanos que de estúpidos, el futuro de los Vallespir se iría completamente a pique. De modo que ahí había acabado él, dando 'una fiesta' en su mansión (bueno, la mansión de Judith Vallespir… definitivamente, a su salud de niño culpable no le hacía falta estar puntualizando siempre ese detalle), cual aristócrata adicto a los conglomerados sociales de ostentosidad e hipocresía que no necesitaban una verdadera excusa para reunirlos (aunque tal y como se había expuesto aquí, Dennis sí que la tuviera y eso fuera quizá más humillante). En fin, él era un estirado, como 'virtud' propia, y al parecer eso siempre le ayudaba a que los demás se creyeran que formaba parte de su grupo de alcornoques pintados de tul y embadurnados de perfume de ambrosía. Al menos, hasta que su estabilidad caía al suelo, agotada de tanto esfuerzo, y no había forma de controlar lo que venía después. Aspecto que, de todas maneras, sabía controlar bastante bien en público. O mucha gente habría descubierto ya sus problemas mentales, empezando por sus seres queridos, fallecidos todos a excepción de la joven Nastya, que dada su repentina fuga, probablemente sí se hubiera dado cuenta… (y prefería no ponerse a pensar en ella en un momento así, o quizá sería más probable acabar alterado).
La noche estaba transcurriendo con la aburrida normalidad que se esperaría, charlas, comida que no había probado en su vida pero que el servicio de la casa había preparado para esa ocasión especial y bebida que olía de lejos y mantenía quieta entre sus dedos. Ni siquiera se acordó de que debía dar la bienvenida al coro de cantantes del teatro de París que había contratado para cerrar la velada de forma distinta a la anterior (ya casi por manías suyas antes que por demostrar nada a nadie), hasta que el mayordomo le avisó de que acababan de llegar. Estaban esperándole en un rincón apartado de la fiesta, simplemente para tener unas palabras con él acerca de lo que tenían que hacer y luego estaban invitados a participar en la cena antes de su actuación. Así pues, Dennis estuvo finalmente frente a los artistas contratados, y lo único que no se esperaba encontrar esa noche se manifestó en aquellos momentos, al descubrir que conocía a alguien de los allí convocados... ¿Interesante?
Rara vez celebraba nada en su propia mansión, y siempre que lo hacía procuraba invitar a gente distinta que estuviera de paso en la ciudad para que a nadie se le ocurriera tomarse más confianzas de las debidas y luego aparecer de improviso en su casa algún día tan aleatorio como molesto. Su intención era simple: no quería que el apellido de su familia se perdiera con el tiempo y si había que legar toda la tarea a los escasos parientes que le quedaban, igual de lejanos que de estúpidos, el futuro de los Vallespir se iría completamente a pique. De modo que ahí había acabado él, dando 'una fiesta' en su mansión (bueno, la mansión de Judith Vallespir… definitivamente, a su salud de niño culpable no le hacía falta estar puntualizando siempre ese detalle), cual aristócrata adicto a los conglomerados sociales de ostentosidad e hipocresía que no necesitaban una verdadera excusa para reunirlos (aunque tal y como se había expuesto aquí, Dennis sí que la tuviera y eso fuera quizá más humillante). En fin, él era un estirado, como 'virtud' propia, y al parecer eso siempre le ayudaba a que los demás se creyeran que formaba parte de su grupo de alcornoques pintados de tul y embadurnados de perfume de ambrosía. Al menos, hasta que su estabilidad caía al suelo, agotada de tanto esfuerzo, y no había forma de controlar lo que venía después. Aspecto que, de todas maneras, sabía controlar bastante bien en público. O mucha gente habría descubierto ya sus problemas mentales, empezando por sus seres queridos, fallecidos todos a excepción de la joven Nastya, que dada su repentina fuga, probablemente sí se hubiera dado cuenta… (y prefería no ponerse a pensar en ella en un momento así, o quizá sería más probable acabar alterado).
La noche estaba transcurriendo con la aburrida normalidad que se esperaría, charlas, comida que no había probado en su vida pero que el servicio de la casa había preparado para esa ocasión especial y bebida que olía de lejos y mantenía quieta entre sus dedos. Ni siquiera se acordó de que debía dar la bienvenida al coro de cantantes del teatro de París que había contratado para cerrar la velada de forma distinta a la anterior (ya casi por manías suyas antes que por demostrar nada a nadie), hasta que el mayordomo le avisó de que acababan de llegar. Estaban esperándole en un rincón apartado de la fiesta, simplemente para tener unas palabras con él acerca de lo que tenían que hacer y luego estaban invitados a participar en la cena antes de su actuación. Así pues, Dennis estuvo finalmente frente a los artistas contratados, y lo único que no se esperaba encontrar esa noche se manifestó en aquellos momentos, al descubrir que conocía a alguien de los allí convocados... ¿Interesante?
Última edición por Dennis Vallespir el Sáb Jul 05, 2014 7:38 pm, editado 1 vez
Dennis Vallespir- Licántropo Clase Alta
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Re: Let me entertain you |Victoire Vacquette|
Cambiar de actitud siempre puede ser una buena clave para que las cosas funcionen. Por esa razón, ella había decidido hacerlo. Le había costado un poco gracias a sus temores, a la infinidad de miedos que desarrollaba por culpa de la maldición. Muchos criticaban sus manías, su forma de ser, que siempre estuviera tan apartada y cerrada al mundo, sin embargo pocos eran los que conocían su realidad, y por esa razón se hacía la sorda cuando una critica le llegaba. Además, pocas amistades era las que tenían, sino es que ninguna, porque para ella era mejor encariñarse lo menos posible con las personas, si pronto su profecía personal se cumplía, era mejor afectar a los menos posibles ¿No? La soledad era su mejor amiga, pero esa no la extrañaría, a esa no le dolería porque tendría la posibilidad de visitar y albergar en su sentimiento a alguien más.
Dado que sus actitudes habían cambiado, también su fortuna. Ella había decidido que lo poco que le quedaba de tiempo lo viviría con calidad. Por esa razón comenzó a hacer lo que le apasionaba, y empezó a buscar dónde más le llenaba el alma. El teatro fue su primer refugio, primero asistía sólo para ver, pero en cuanto fue publicado el reclutamiento para nuevos actores, para nuevas obras, decidió que era el momento, y después de mucho esfuerzo le dieron el papel principal. ¡Que buena suerte la suya! Dado que era primeriza en esas cosas, y nunca había cantado en publico, mucho menos actuado.
Victoire había recibido un pequeña aquella mañana, acompañado iba un sobre que tenía una invitación. Aquello la hizo arquear una ceja, le parecía extraño que algo tan fino pudiera llegar a su casa, incluso creyó que quizás se habían equivocado de dirección pero al darle vuelta al sobre vio su nombre.
Leyó detenidamente la invitación, el lugar, y aunque el apellido le pareció familiar, ignoró la corazonada dándose cuenta del nervio que le producían ese tipo de actividades. Lo peor de todo es que tendría que dar una pequeña presentación para personas importantes. No importaba, era el momento, debía arriesgarse.
Dos horas antes del momento citado en el papel. La joven comenzó a arreglarse. Se veía nerviosa pero también dispuesta a entregar lo mejor de si. Se dio un baño rápido para que el agua fría no irritara su piel. También se perfumó con la ayuda de un pañuelo todo el cuerpo, y comenzó a vestirse, el maquillaje fue discreto, sólo retocó sus labios con brillo, su peinado fue alto, y cuando pensó que tendría que ir caminando a casa. Un compañero del teatro pasó por ella en un gran carruaje patrocinado por el teatro mismo. Todo aquello era tan raro.
La muchacha se encontraba ya en medio de la sala danzando con su mismo compañero. La fiesta había comenzado y era de buena educación corresponder a la música que se colocaba en el lugar. Victoire no quería bailar pero debía comportarse como era debido. Cuando creyó que la cosa no iba a ser peor, la música se apagó y pudo escapar para tomar su lugar en la mesa y beber un poco de agua. Nada más que eso, detestaba las bebidas alcohólicas u otro tipo de cosas. Lo que le pareció extraño es que los anfitriones no salieran. No dieran por completo inaugurada la fiesta, la noche y las próximas presentaciones, pero imaginó que los ricos siempre se hacían los interesantes, y quizás sólo era costumbre que se hicieran esperar. Cosas que ricos que claro que no entendía. Lo mejor sería ignorar, y por eso decidió conversar con algunos de sus compañeros, que le sorprendía se veían más nerviosos que ella.
Victoire se quedó sentada en aquella mesa, observaba a su alrededor inquieta, se sentía fuera de lugar, necesitaba salir de ahí, no sabía si era el nervio o simplemente la cosa no era para ella, por esa razón de forma atrevida tomó una copa de una charola que llevaba un mesero y salió a los jardines del lugar, ajena a lo que pudiera ocurrir, intentando poder respirar como era debido. Tomó un trago de lo que llevaba y enseguida hizo una mueca. Eso sabía asqueroso ¿por qué la gente lo disfrutaba? Al final simplemente se sentó y rezó porque nadie desagradable se acercara a ella.
Dado que sus actitudes habían cambiado, también su fortuna. Ella había decidido que lo poco que le quedaba de tiempo lo viviría con calidad. Por esa razón comenzó a hacer lo que le apasionaba, y empezó a buscar dónde más le llenaba el alma. El teatro fue su primer refugio, primero asistía sólo para ver, pero en cuanto fue publicado el reclutamiento para nuevos actores, para nuevas obras, decidió que era el momento, y después de mucho esfuerzo le dieron el papel principal. ¡Que buena suerte la suya! Dado que era primeriza en esas cosas, y nunca había cantado en publico, mucho menos actuado.
Victoire había recibido un pequeña aquella mañana, acompañado iba un sobre que tenía una invitación. Aquello la hizo arquear una ceja, le parecía extraño que algo tan fino pudiera llegar a su casa, incluso creyó que quizás se habían equivocado de dirección pero al darle vuelta al sobre vio su nombre.
Leyó detenidamente la invitación, el lugar, y aunque el apellido le pareció familiar, ignoró la corazonada dándose cuenta del nervio que le producían ese tipo de actividades. Lo peor de todo es que tendría que dar una pequeña presentación para personas importantes. No importaba, era el momento, debía arriesgarse.
Dos horas antes del momento citado en el papel. La joven comenzó a arreglarse. Se veía nerviosa pero también dispuesta a entregar lo mejor de si. Se dio un baño rápido para que el agua fría no irritara su piel. También se perfumó con la ayuda de un pañuelo todo el cuerpo, y comenzó a vestirse, el maquillaje fue discreto, sólo retocó sus labios con brillo, su peinado fue alto, y cuando pensó que tendría que ir caminando a casa. Un compañero del teatro pasó por ella en un gran carruaje patrocinado por el teatro mismo. Todo aquello era tan raro.
La muchacha se encontraba ya en medio de la sala danzando con su mismo compañero. La fiesta había comenzado y era de buena educación corresponder a la música que se colocaba en el lugar. Victoire no quería bailar pero debía comportarse como era debido. Cuando creyó que la cosa no iba a ser peor, la música se apagó y pudo escapar para tomar su lugar en la mesa y beber un poco de agua. Nada más que eso, detestaba las bebidas alcohólicas u otro tipo de cosas. Lo que le pareció extraño es que los anfitriones no salieran. No dieran por completo inaugurada la fiesta, la noche y las próximas presentaciones, pero imaginó que los ricos siempre se hacían los interesantes, y quizás sólo era costumbre que se hicieran esperar. Cosas que ricos que claro que no entendía. Lo mejor sería ignorar, y por eso decidió conversar con algunos de sus compañeros, que le sorprendía se veían más nerviosos que ella.
Victoire se quedó sentada en aquella mesa, observaba a su alrededor inquieta, se sentía fuera de lugar, necesitaba salir de ahí, no sabía si era el nervio o simplemente la cosa no era para ella, por esa razón de forma atrevida tomó una copa de una charola que llevaba un mesero y salió a los jardines del lugar, ajena a lo que pudiera ocurrir, intentando poder respirar como era debido. Tomó un trago de lo que llevaba y enseguida hizo una mueca. Eso sabía asqueroso ¿por qué la gente lo disfrutaba? Al final simplemente se sentó y rezó porque nadie desagradable se acercara a ella.
Victoire Vacquette- Humano Clase Media
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Re: Let me entertain you |Victoire Vacquette|
La jovencita que había conseguido reconocer entre el coro invitado del teatro ni siquiera parecía haberse dado cuenta de que él estaba llegando adonde se encontraban para hacer, por fin, las veces de anfitrión, y antes de que Dennis pudiera pensarse unas rápidas y protocolarias palabras de agradecimiento, vio cómo entablaba conversación con sus compañeros de canto y lo aprovechó para analizarla mejor con los poderes de su memoria fotográfica. Sí, no había duda, era la misma chiquilla, ahora más crecida, que había visto años atrás caminar por la calle junto a otro licántropo, quien tampoco tuvo problemas para identificar su aura y, probablemente, comentarla con la pequeña que iba a su lado y que, en el momento presente, había acabado en una de las escasas reuniones sociales que presenciaba la mansión Vallespir. Mira por donde, al final aquella nochecita iba a tener algo de interesante, en el fondo debía haberse imaginado que no podía ser de otra forma bajo la maldición de la auténtica dueña del lugar, incluso después de muerta.
No obstante, apenas le faltarían unos pasos, cuando ella se levantó ansiosamente de la mesa y se alejó de su grupo antes de meterse en los jardines. ¡Menuda desfachatez, y eso que Dennis estaba dispuesto a ser receptivo! Bueno… en realidad, no, no lo estaba nunca, pero aquél era un escenario perfecto para tener a un enfermo como él fingiendo que casi todo le parecía bien. Y esa muchachilla no tenía por qué saberlo, cierto, igual que cualquiera que no lo conociese, y aun así, no, no estaba dispuesto a perderse el único entretenimiento mínimamente intenso de aquella fiesta sólo por ser comprensivo con la educación social.
Buenas noches a todos y bienvenidos, espero que estéis disfrutando de la invitación –habló finalmente, con su voz cavernosa y, en cierto modo, aterciopelada, que sonaba firme y segura a pesar del aburrimiento infantil que le provocaban aquellas costumbres y que, sin embargo, nadie habría podido suponer al escucharle así-. Dentro de media hora aproximadamente, mi mayordomo jefe os avisará de dónde debéis situaros para dar comienzo a vuestro espectáculo. El dueño del teatro me puso al corriente de vuestro repertorio, así que los músicos también están al tanto de cuál es y tendréis tiempo de sobras para discutirlo con ellos y poneros de acuerdo –explicó, a la vez que daba, de tanto en tanto, alguna que otra ojeada a la ventana que daba a los jardines y así mantener localizada a la chica-. Eso es todo por el momento, confío en las gargantas de estos pájaros cantores, no me dejéis en mal lugar.
Una vez zanjado el discurso, Dennis se aproximó a uno de los muchachos que había visto hablando con ella y le preguntó discretamente por su nombre, apellidos, edad y cuanto supiera, en realidad. Parecía nervioso inicialmente, mas bajo la persuasión de un hombre rico, no le fue difícil acceder a hablar, incluso si lo que conocía al respecto tampoco era gran cosa. Así pues, el luxemburgués se alejó del coro y mandó a uno de los del servicio que le trajera uno de sus violines (seguramente de los menos preciados, los cuales casi nunca sacaba en público) y cuando lo tuvo entre sus dedos, se escabulló de sus invitados para terminar en los jardines donde su objetivo continuaba sola.
Gracias a la buena calidad para aislar los sonidos del exterior, el de su instrumento pasó desapercibido a los oídos de nadie que no fueran ellos dos, cuando se puso a tocarlo después de haberse colocado sigilosamente a unos pasos de su única acompañante, como si sencillamente hubiera ido hasta allí para eso. A pesar de que ya tenía garantizada su sorprendida atención, no cruzó una sola mirada con la chica en tanto duró la melodía que interpretaba, completamente absorto en romper su costumbre de martirizarse con la música delante de otros. No obstante, dicho pensamiento se enhebró a través del recorrido melódico que liberaba, de esa destreza tan bella como incomprendida que chirrió envidiablemente entre sus manos; su cabeza apoyada contra su propio desgarro y la agitación de todo su cuerpo al compás de lo que tocaba.
¿Qué haces aquí tan apartada, Victoire? ¿Acaso estoy dando una fiesta demasiado aburrida? –habló de súbito, una vez transcurrieron varios segundos tras finalizar su pequeña actuación privada, aún sin mirarla directamente a los ojos- Mi experiencia con las mujeres me ha enseñado que, de tanto en tanto, cuanto más bonitas, más se alejan, pero tú has venido hasta esta casa por trabajo, ¿cierto? ¿No vale éste más que la soledad de tu belleza, o hay algo que el anfitrión pueda hacer por ti?
Ya que probablemente ella también le reconociera, jugaría con una ventaja mayor, si la sorprendía con algo de información extra. No deseaba hacerle ningún daño, a pesar de que supiera de su condición sobrenatural, no era la primera vez que alguien se la descubría, pero nunca estaba de más ir con cuidado. A fin de cuentas, la tal Victoire también parecía haber tenido relación con más productos de la condena plena de la luna, y aquello siempre era interesante para el misterio que lo había llevado de nuevo a París.
No obstante, apenas le faltarían unos pasos, cuando ella se levantó ansiosamente de la mesa y se alejó de su grupo antes de meterse en los jardines. ¡Menuda desfachatez, y eso que Dennis estaba dispuesto a ser receptivo! Bueno… en realidad, no, no lo estaba nunca, pero aquél era un escenario perfecto para tener a un enfermo como él fingiendo que casi todo le parecía bien. Y esa muchachilla no tenía por qué saberlo, cierto, igual que cualquiera que no lo conociese, y aun así, no, no estaba dispuesto a perderse el único entretenimiento mínimamente intenso de aquella fiesta sólo por ser comprensivo con la educación social.
Buenas noches a todos y bienvenidos, espero que estéis disfrutando de la invitación –habló finalmente, con su voz cavernosa y, en cierto modo, aterciopelada, que sonaba firme y segura a pesar del aburrimiento infantil que le provocaban aquellas costumbres y que, sin embargo, nadie habría podido suponer al escucharle así-. Dentro de media hora aproximadamente, mi mayordomo jefe os avisará de dónde debéis situaros para dar comienzo a vuestro espectáculo. El dueño del teatro me puso al corriente de vuestro repertorio, así que los músicos también están al tanto de cuál es y tendréis tiempo de sobras para discutirlo con ellos y poneros de acuerdo –explicó, a la vez que daba, de tanto en tanto, alguna que otra ojeada a la ventana que daba a los jardines y así mantener localizada a la chica-. Eso es todo por el momento, confío en las gargantas de estos pájaros cantores, no me dejéis en mal lugar.
Una vez zanjado el discurso, Dennis se aproximó a uno de los muchachos que había visto hablando con ella y le preguntó discretamente por su nombre, apellidos, edad y cuanto supiera, en realidad. Parecía nervioso inicialmente, mas bajo la persuasión de un hombre rico, no le fue difícil acceder a hablar, incluso si lo que conocía al respecto tampoco era gran cosa. Así pues, el luxemburgués se alejó del coro y mandó a uno de los del servicio que le trajera uno de sus violines (seguramente de los menos preciados, los cuales casi nunca sacaba en público) y cuando lo tuvo entre sus dedos, se escabulló de sus invitados para terminar en los jardines donde su objetivo continuaba sola.
Gracias a la buena calidad para aislar los sonidos del exterior, el de su instrumento pasó desapercibido a los oídos de nadie que no fueran ellos dos, cuando se puso a tocarlo después de haberse colocado sigilosamente a unos pasos de su única acompañante, como si sencillamente hubiera ido hasta allí para eso. A pesar de que ya tenía garantizada su sorprendida atención, no cruzó una sola mirada con la chica en tanto duró la melodía que interpretaba, completamente absorto en romper su costumbre de martirizarse con la música delante de otros. No obstante, dicho pensamiento se enhebró a través del recorrido melódico que liberaba, de esa destreza tan bella como incomprendida que chirrió envidiablemente entre sus manos; su cabeza apoyada contra su propio desgarro y la agitación de todo su cuerpo al compás de lo que tocaba.
¿Qué haces aquí tan apartada, Victoire? ¿Acaso estoy dando una fiesta demasiado aburrida? –habló de súbito, una vez transcurrieron varios segundos tras finalizar su pequeña actuación privada, aún sin mirarla directamente a los ojos- Mi experiencia con las mujeres me ha enseñado que, de tanto en tanto, cuanto más bonitas, más se alejan, pero tú has venido hasta esta casa por trabajo, ¿cierto? ¿No vale éste más que la soledad de tu belleza, o hay algo que el anfitrión pueda hacer por ti?
Ya que probablemente ella también le reconociera, jugaría con una ventaja mayor, si la sorprendía con algo de información extra. No deseaba hacerle ningún daño, a pesar de que supiera de su condición sobrenatural, no era la primera vez que alguien se la descubría, pero nunca estaba de más ir con cuidado. A fin de cuentas, la tal Victoire también parecía haber tenido relación con más productos de la condena plena de la luna, y aquello siempre era interesante para el misterio que lo había llevado de nuevo a París.
Última edición por Dennis Vallespir el Lun Ene 05, 2015 10:42 pm, editado 1 vez
Dennis Vallespir- Licántropo Clase Alta
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Re: Let me entertain you |Victoire Vacquette|
No podía decir que se encontraba completamente sola. A lo lejos se encontraban los murmullos de los celebrantes, y también podía disfrutar del sonido de la música que estaban compartiendo sus compañeros con los invitados. El escenario era tranquilo, lejano, ligeramente solitario, pero sin lugar a dudas el más cómodo que pudo tener. Dada su educación inculcada en las montañas, la gente de la ciudad llegaba a causarle miedo, muchos escalofríos, y prefería alejarse de ellos antes de dejarse llevar por sus formas. No le gustaba que fueran tan engreídos, tampoco que buscaran la manera de aplastar a los demás por su falta de francos. Sin embargo su exilio debía de ser cumplido como era debido, y para poder alimentarse debía trabajar, y de esa manera debía aprender a tener una buena relación con los demás, con esa gente que le iba a pagar para poder comprar alimentos, telas, y pagar un techo sustentable.
Jugueteó con su cabello por un momento, de esa forma de olvidaba de todo eso que pensaba y sentía, concentrarse en algo tan superficial como las ondas de sus hebras oscuras podía ser tan frívolo cómo tranquilizante. Para su buena suerte después de un par de minutos ya estaba normal. Su respiración se había suavizado, incluso pudo diferenciar los olores de las flores silvestres que habían sido sembradas. ¡Que maravilla! algunas flores las había conocido en las montañas. Se sintió por unos momentos en su hogar. Incluso cruzó los brazos para abrazarse, para darse fuerza, valor. Si pudo sobrevivir tantos años entre licántropos, entonces podría hacerlo cantando frente a gente pretenciosa y ricachona.
Victoire iba a ponerse de pie para buscar de forma rudimentaria las flores, sin embargo cuando el impulso estuvo a punto de invadirla, un sonido la puso a la defensiva. Aquella figura masculina apareció, y nuevo la intranquilidad la invadió. Se puso nerviosa, y también colorada, no sólo de las mejillas, también de todo el rostro en general. Al darse cuenta que no le miraba el joven a la cara, la jovencita bajó la mirada a sus manos y poco a poco jugueteó con sus dedos, fuera lo que estuviera tocando se escuchaba bastante bien, además, hacía que su respiración se relajara y que ella no fuera tan torpe en sus movimientos. Pocos minutos duró aquella melodía. Al final su corazón se entristeció queriendo poder deleitarse un poco más. Para su mala suerte había aprendido que muchos de sus deseos no eran complacidos a la primera, así que se mordió la mejilla por dentro para aguantar las ganas de pedirle que siguiera tocando.
— ¿Y usted cómo sabe mi nombre? — Reclamó con el sueño fruncido. Así era ella, parecía una delicada flor, con pétalos frágiles, con aroma delicioso y embriagador, pero llegaba a resultar muy salvaje, imprudente, y en ocasiones demasiado ruda. Siempre se le había echado la culpa a la convivencia fuerte con los hombres de su vida. En las montañas eran más los hombres que las mujeres. Cómo sea que fuera en su mirada buscó la forma de pedirle una disculpa por su mala educación.
— No se trata de la fiesta, no encajo con esa gente — Se encogió de hombros — Además el aire fresco siempre me hace bien, quise venir a despejarme, hago un poco de tiempo antes de mi presentación, que es la última, así que aquí estaré a salvo — Comentó con total naturalidad, siendo más que sincera. En un abrir y cerrar de ojos lo había reconocido. Ese hombre era el licántropo sofisticado y de ciudad que su padre le había presentado unos años atrás. Si mirada lo delató, la había hecho sentir tan extraña la primera vez. En ese momento se repetía el sentir. ¡Quizás eran ideas suyas! — De todas maneras, si la fiesta fuera tan buena ¿por qué el anfitrión se ha salido de ella? Dicen que eso es mala educación ¿usted es un maleducado? — Tosió intentando aguantarse la risa por el atrevimiento que había tenido. Pudo controlar sus emociones para seguirlo escuchando por un momento más. No era incomoda su compañía, así que en silencio lo agradeció.
— Agradezco su interés — Comentó son suavidad, más para sí misma. Desde que había llegado a París de la montaña había recibido calidez pero de unos cuantos, más de los que estaban con ella en el trabajo, pero eso era cordialidad, lo que el anfitrión de la fiesta le otorgaba era algo desinteresado. Algo que no conocía muy bien. — No se preocupe por mi, sólo quería aire fresco, aún no me acostumbro a mi trabajo, es extraño cantar para tantas personas — Se encogió de hombros — ¿Usted fue quien nos contrató o algún sirviente suyo? — Sabía bien que muchos de los ricos no movían en ocasiones un dedo para la organización de sus propias fiestas, así que buscó la pregunta más cortés para aclarar aquello. Ignoró por completo el cumplido, más que nada para no perder la tranquilidad.
— Si se encuentra aquí es porque algo no iba bien allá adentro ¿Algo que pueda hacer está humilde cantante por usted? — Preguntó de la misma forma que él, pero sin agregar halagos, ella no sabía darlos, además ¿y si lo intentaba y le salía mal? No, no quería quedar cómo una tonta. — Si desea siéntese conmigo, la noche es bonita, y desde aquí se disfruta de un aroma a pureza — Lo decía por las plantas, algo que los humanos dejaban de tener cuando se corrompían.
Jugueteó con su cabello por un momento, de esa forma de olvidaba de todo eso que pensaba y sentía, concentrarse en algo tan superficial como las ondas de sus hebras oscuras podía ser tan frívolo cómo tranquilizante. Para su buena suerte después de un par de minutos ya estaba normal. Su respiración se había suavizado, incluso pudo diferenciar los olores de las flores silvestres que habían sido sembradas. ¡Que maravilla! algunas flores las había conocido en las montañas. Se sintió por unos momentos en su hogar. Incluso cruzó los brazos para abrazarse, para darse fuerza, valor. Si pudo sobrevivir tantos años entre licántropos, entonces podría hacerlo cantando frente a gente pretenciosa y ricachona.
Victoire iba a ponerse de pie para buscar de forma rudimentaria las flores, sin embargo cuando el impulso estuvo a punto de invadirla, un sonido la puso a la defensiva. Aquella figura masculina apareció, y nuevo la intranquilidad la invadió. Se puso nerviosa, y también colorada, no sólo de las mejillas, también de todo el rostro en general. Al darse cuenta que no le miraba el joven a la cara, la jovencita bajó la mirada a sus manos y poco a poco jugueteó con sus dedos, fuera lo que estuviera tocando se escuchaba bastante bien, además, hacía que su respiración se relajara y que ella no fuera tan torpe en sus movimientos. Pocos minutos duró aquella melodía. Al final su corazón se entristeció queriendo poder deleitarse un poco más. Para su mala suerte había aprendido que muchos de sus deseos no eran complacidos a la primera, así que se mordió la mejilla por dentro para aguantar las ganas de pedirle que siguiera tocando.
— ¿Y usted cómo sabe mi nombre? — Reclamó con el sueño fruncido. Así era ella, parecía una delicada flor, con pétalos frágiles, con aroma delicioso y embriagador, pero llegaba a resultar muy salvaje, imprudente, y en ocasiones demasiado ruda. Siempre se le había echado la culpa a la convivencia fuerte con los hombres de su vida. En las montañas eran más los hombres que las mujeres. Cómo sea que fuera en su mirada buscó la forma de pedirle una disculpa por su mala educación.
— No se trata de la fiesta, no encajo con esa gente — Se encogió de hombros — Además el aire fresco siempre me hace bien, quise venir a despejarme, hago un poco de tiempo antes de mi presentación, que es la última, así que aquí estaré a salvo — Comentó con total naturalidad, siendo más que sincera. En un abrir y cerrar de ojos lo había reconocido. Ese hombre era el licántropo sofisticado y de ciudad que su padre le había presentado unos años atrás. Si mirada lo delató, la había hecho sentir tan extraña la primera vez. En ese momento se repetía el sentir. ¡Quizás eran ideas suyas! — De todas maneras, si la fiesta fuera tan buena ¿por qué el anfitrión se ha salido de ella? Dicen que eso es mala educación ¿usted es un maleducado? — Tosió intentando aguantarse la risa por el atrevimiento que había tenido. Pudo controlar sus emociones para seguirlo escuchando por un momento más. No era incomoda su compañía, así que en silencio lo agradeció.
— Agradezco su interés — Comentó son suavidad, más para sí misma. Desde que había llegado a París de la montaña había recibido calidez pero de unos cuantos, más de los que estaban con ella en el trabajo, pero eso era cordialidad, lo que el anfitrión de la fiesta le otorgaba era algo desinteresado. Algo que no conocía muy bien. — No se preocupe por mi, sólo quería aire fresco, aún no me acostumbro a mi trabajo, es extraño cantar para tantas personas — Se encogió de hombros — ¿Usted fue quien nos contrató o algún sirviente suyo? — Sabía bien que muchos de los ricos no movían en ocasiones un dedo para la organización de sus propias fiestas, así que buscó la pregunta más cortés para aclarar aquello. Ignoró por completo el cumplido, más que nada para no perder la tranquilidad.
— Si se encuentra aquí es porque algo no iba bien allá adentro ¿Algo que pueda hacer está humilde cantante por usted? — Preguntó de la misma forma que él, pero sin agregar halagos, ella no sabía darlos, además ¿y si lo intentaba y le salía mal? No, no quería quedar cómo una tonta. — Si desea siéntese conmigo, la noche es bonita, y desde aquí se disfruta de un aroma a pureza — Lo decía por las plantas, algo que los humanos dejaban de tener cuando se corrompían.
Victoire Vacquette- Humano Clase Media
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Re: Let me entertain you |Victoire Vacquette|
La muchacha le salió justo por dónde Dennis no se hubiera esperado: la simpatía, aunque fuera una simpatía recatada. Ella seguramente se acordaría de él, no podía ser de otra manera al tener una cara tan extraña y saber que se trataba, bueno, de un hombre lobo. Sin embargo, no había hecho mención alguna al respecto, quién sabía si por prudencia o porque ni siquiera estaba interesada en sacar el tema. Algo que en cualquiera de los dos casos, la hacía curiosamente interesante.
¿Que cómo conozco tu nombre? A fin de cuentas, soy el dueño de la casa donde trabajas esta noche, ¿verdad? –fue su hábil respuesta, y la dotó de una ambigüedad certera con la que no engañaba, pero tampoco revelaba. Si su difunta tía le viera desde abajo (porque sí, seguramente se la habría llevado el infierno, aunque sólo fuese por el tormento perpetuo que había dejado a su sobrino antes de abandonar este mundo indeciso), le acusaría de hacerse el interesante con las jovencitas, y en aquellos momentos se hallaba tan interesado en descubrir más cosas sobre la tal Victoire, que habría hecho oídos sordos incluso de tener frente a sí a la mismísima Judith Vallespir... De acuerdo, quizá eso ya era exagerado, obviamente palidecería de puro terror al encontrarse con aquel fantasma del pasado, pero en la actualidad todavía le parecía escuchar su voz en los recovecos más enfermizos de su mente, como ahora, y aun así, los ignoraba con la rebeldía que no le fue posible de pequeño para prestar toda su atención en el improvisado encuentro con aquella chica- ¿Tú no recordarás el mío, por casualidad? No pretendo ponerte a prueba, tranquila, sólo tengo curiosidad por escucharlo de tus labios.
La señorita Vacquette tenía algo de magnético, probablemente por su languidez tan contundente que también resaltaba su honestidad y que construía cierto halo de misterio a su alrededor, con ese deje despreocupado que claramente no era consciente de su potencial atractivo. Había empezado a halagarla como un mero acto reflejo de su galantería habitual (y promiscua, siempre que había ocasión), pero no por ello había menos sinceridad en sus palabras. De hecho, en ese caso hasta fueron el doble de ciertas, pues conforme más se fijaba en ella, más se daba cuenta de cuán acertada podía ser la casualidad a veces. Ni siquiera pretendía cortejarla, o no había sido ésa su primera intención. El tema de los hijos de la luna siempre lograba captar su interés y eso tenía una importancia mayor que todas las conquistas de París y Luxemburgo juntas, por lo que estaría allí, fuera cual fuera el aspecto de su interlocutora. Además, debía de haber una considerable diferencia de edad entre ambos y si bien aquello no suponía un problema para la sociedad cuando el mayor de los dos era el hombre, Dennis no soportaba aquella hipocresía, ni tampoco le gustaba relacionar la juventud de a quien besaba o tocaba con la que a él le fue arrebatada con siete míseros años. Claro que, cómo no, las contradicciones jamás faltarían en un enfermo patológico tan cambiante, y por mucho que pensara todas esas cosas, fácilmente también las olvidaba e iba en contra de ellas. Sencillamente, en aquellos precisos instantes daba la casualidad de que su acompañante no le había decepcionado, ni a la vista ni en aquella conversación, y no había nada de malo en quedarse a averiguar más. ¿O sí?
Te contaré un secreto: yo tampoco encajo 'con esa gente'. Pero opino que tú te infravaloras, seguro que muchos hombres se estarán preguntando dónde te has metido, mientras que si alguien me está echando de menos a mí, será sólo porque la casa es mía –argumentó, y un ligero escalofrío le recorrió de arriba abajo al oír las réplicas de su tía repicarle en la cabecita 'Tuya cuando cumplas con tu parte, mocoso'. No obstante, el tosido de Victoire por evitar reírse ante su último comentario le aturdió lo bastante como para ignorar sus delirios culpables y curvar una leve sonrisa de medio lado, la más natural desde que había salido a buscarla al jardín- ¿Un maleducado? ¿Por qué no? Todo sea por charlar con la invitada más interesante de la velada. Pero me has pillado, lo reconozco, soy un vulgar insolente que da fiestas para luego fugarse de ellas y venir a espantar a los pájaros –bromeó, antes de apoyar de nuevo el instrumento entre su hombro y la mejilla y tocar unas cuantas notas chirriantes que se ganaron la respuesta de un búho y los ruidos atolondrados de alguna otra criatura entre las ramas de un árbol cercano-. Pero sé que en el fondo les gusta, es inútil que finjan.
Aceptó la proposición que le hizo de tomar asiento a su lado y así también pudo inhalar con mayor pausa el mismo aire fresco del que hablaba y que tanto se conocía de memoria, por ser ésos sus dominios y por la relación tan estrecha que tenía con la naturaleza más pura y salvaje, acorde a su condición sobrenatural.
Mi servicio me ayuda en todo lo posible, pero fui yo quien os contrató. Aunque no os conociera personalmente, tenía claro que quería contar con las voces del teatro para hoy –contestó a su pregunta, sin mentiras-. Y a decir verdad, sí hay algo que puedes hacer por mí, Victoire –señaló a los pocos segundos, y la observó con aquellos ojos tan inescrutables-. Me recuerdas, ¿no es cierto? Nos vimos hace ya un tiempo por las calles de París, tú ibas acompañada de otro hijo de la luna como yo… ¿Algún pariente o amigo?
¿Que cómo conozco tu nombre? A fin de cuentas, soy el dueño de la casa donde trabajas esta noche, ¿verdad? –fue su hábil respuesta, y la dotó de una ambigüedad certera con la que no engañaba, pero tampoco revelaba. Si su difunta tía le viera desde abajo (porque sí, seguramente se la habría llevado el infierno, aunque sólo fuese por el tormento perpetuo que había dejado a su sobrino antes de abandonar este mundo indeciso), le acusaría de hacerse el interesante con las jovencitas, y en aquellos momentos se hallaba tan interesado en descubrir más cosas sobre la tal Victoire, que habría hecho oídos sordos incluso de tener frente a sí a la mismísima Judith Vallespir... De acuerdo, quizá eso ya era exagerado, obviamente palidecería de puro terror al encontrarse con aquel fantasma del pasado, pero en la actualidad todavía le parecía escuchar su voz en los recovecos más enfermizos de su mente, como ahora, y aun así, los ignoraba con la rebeldía que no le fue posible de pequeño para prestar toda su atención en el improvisado encuentro con aquella chica- ¿Tú no recordarás el mío, por casualidad? No pretendo ponerte a prueba, tranquila, sólo tengo curiosidad por escucharlo de tus labios.
La señorita Vacquette tenía algo de magnético, probablemente por su languidez tan contundente que también resaltaba su honestidad y que construía cierto halo de misterio a su alrededor, con ese deje despreocupado que claramente no era consciente de su potencial atractivo. Había empezado a halagarla como un mero acto reflejo de su galantería habitual (y promiscua, siempre que había ocasión), pero no por ello había menos sinceridad en sus palabras. De hecho, en ese caso hasta fueron el doble de ciertas, pues conforme más se fijaba en ella, más se daba cuenta de cuán acertada podía ser la casualidad a veces. Ni siquiera pretendía cortejarla, o no había sido ésa su primera intención. El tema de los hijos de la luna siempre lograba captar su interés y eso tenía una importancia mayor que todas las conquistas de París y Luxemburgo juntas, por lo que estaría allí, fuera cual fuera el aspecto de su interlocutora. Además, debía de haber una considerable diferencia de edad entre ambos y si bien aquello no suponía un problema para la sociedad cuando el mayor de los dos era el hombre, Dennis no soportaba aquella hipocresía, ni tampoco le gustaba relacionar la juventud de a quien besaba o tocaba con la que a él le fue arrebatada con siete míseros años. Claro que, cómo no, las contradicciones jamás faltarían en un enfermo patológico tan cambiante, y por mucho que pensara todas esas cosas, fácilmente también las olvidaba e iba en contra de ellas. Sencillamente, en aquellos precisos instantes daba la casualidad de que su acompañante no le había decepcionado, ni a la vista ni en aquella conversación, y no había nada de malo en quedarse a averiguar más. ¿O sí?
Te contaré un secreto: yo tampoco encajo 'con esa gente'. Pero opino que tú te infravaloras, seguro que muchos hombres se estarán preguntando dónde te has metido, mientras que si alguien me está echando de menos a mí, será sólo porque la casa es mía –argumentó, y un ligero escalofrío le recorrió de arriba abajo al oír las réplicas de su tía repicarle en la cabecita 'Tuya cuando cumplas con tu parte, mocoso'. No obstante, el tosido de Victoire por evitar reírse ante su último comentario le aturdió lo bastante como para ignorar sus delirios culpables y curvar una leve sonrisa de medio lado, la más natural desde que había salido a buscarla al jardín- ¿Un maleducado? ¿Por qué no? Todo sea por charlar con la invitada más interesante de la velada. Pero me has pillado, lo reconozco, soy un vulgar insolente que da fiestas para luego fugarse de ellas y venir a espantar a los pájaros –bromeó, antes de apoyar de nuevo el instrumento entre su hombro y la mejilla y tocar unas cuantas notas chirriantes que se ganaron la respuesta de un búho y los ruidos atolondrados de alguna otra criatura entre las ramas de un árbol cercano-. Pero sé que en el fondo les gusta, es inútil que finjan.
Aceptó la proposición que le hizo de tomar asiento a su lado y así también pudo inhalar con mayor pausa el mismo aire fresco del que hablaba y que tanto se conocía de memoria, por ser ésos sus dominios y por la relación tan estrecha que tenía con la naturaleza más pura y salvaje, acorde a su condición sobrenatural.
Mi servicio me ayuda en todo lo posible, pero fui yo quien os contrató. Aunque no os conociera personalmente, tenía claro que quería contar con las voces del teatro para hoy –contestó a su pregunta, sin mentiras-. Y a decir verdad, sí hay algo que puedes hacer por mí, Victoire –señaló a los pocos segundos, y la observó con aquellos ojos tan inescrutables-. Me recuerdas, ¿no es cierto? Nos vimos hace ya un tiempo por las calles de París, tú ibas acompañada de otro hijo de la luna como yo… ¿Algún pariente o amigo?
Dennis Vallespir- Licántropo Clase Alta
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Re: Let me entertain you |Victoire Vacquette|
¿Y si el hombre quería hacerle daño? ¿Y sí tenia que correr con fuerza por qué podían intentar arrancarle la vida? Bien decía su madre adoptiva que se trataba de alguien imprudente, una joven que se dejaba llevar por su curiosidad, y que no se estaba quieta; necesitaba aprender a preservar su vida y valorarla. Sin embargo Victoire sabía que en todo momento estaba en peligro, y no por eso debía esconderse en una bola de cristal y no salir de ella. Eso no era vivir, eso era sobrevivir, y ella no deseaba eso, por eso se arriesgaba, salía, experimentaba, observaba ¡Y ya! ¿Qué más daba? De algo moriría, y para su mala suerte sin haber cumplido deseos profundos de su corazón. Por eso se arriesgaba, nada había que perder ¡Maldita maldición!
Siempre supo la cantidad de riesgos que se encontraban en ese mundo. Muy por encima de un humano normal. Sin embargo no era miedosa, no del todo, y por esa extraña razón se encontraba ahí disfrutando de la noche solitaria, con un anfitrión que le resultaba muy peculiar, y que para agregarle a la cosa mágicamente se sabía su nombre. Fruncir el ceño se le daba bien cuando algo no sabía y al mismo tiempo sabía, simplemente no recordaba. La ponía de malas, irritada, y ansiosa, porque estaba segura que ellos tenían una gran ventaja por sobre ella. Odiaba sentirte expuesta ante alguien protegido. Que horror.
— Encima de todo se burla de mi — Negó repetidas veces remarcando aún más su molestia por la incertidumbre — Conozco las formas de los hombres ricos, más aún si van a dar fiestas, sólo se encargan de repasar los nombres de los rostros más importantes, ni siquiera recuerdan el de los invitados menos queridos, ¡que peor para los empleados! Si va a mentir, hágalo bien, recuerde soy artista, y en ocasiones actriz, conozco la mentira aunque sea la más ensayada — Eso era verdad, parte de ponerse en un personaje era aprender de él, se volvía mentira cada acción porque no era propia, sino impulsada por un conocimiento distinto. Él mentía, no la conocía por ser su trabajadora. Ella estaba siendo una descarada irrespetuosa, pero se notaba en su rostro que su intención no era molestarle, simplemente así era, transparente como el agua, sin filtros, siempre dejándose llevar por los impulsos de su corazón, su mente, y su lengua viperina que nos e controlaba.
— Lo cierto es que no recuerdo su nombre, pero sí su apellido, y yo no miento cuando le digo que lo sé porqué venía en la invitación que me dieron con la dirección, y el nombre del dueño — Movió su nariz de forma graciosa, de un lado a otro, le había caído en la punta de la misma una basura — Lo cierto es que su rostro me parece conocido, pero por más memoria que hago, no puedo recordarlo, ¿De dónde nos conocemos, señor Vallespir? —
— ¿Cree que me infravaloro? — Negó — Creo que lo hace más usted conmigo, lo ha dicho en este momento. ¿Cuantos hombres podrían estarme buscando, y por qué? — Se puso de pie, avanzó por ahí y después decidió que debía colocarse frente a él — ¿Por qué me considerarían bella? ¿O por qué creen que al ser una actriz de clase baja podrían obtener algo de mi? Si, ya sabe… ¡Sexo! — Una palabra que parece un tabú, pero a ella le resulta algo normal — ¿Y cuántos de ellos me extrañan por lo que está en mi cabeza y podría decirles? Quizás ninguno, quizás me encuentro con él y por eso no me echa de menos — No puede negar que peca de seguridad, pero eso también es interesante en una mujer ¿no? — ¿quién de los dos tendrá razón, mi señor? Dueño de la casa o no, usted también tiene atractivo, quizás las mujeres le buscan por vanidad y deseo — Le dedicó una sonrisa coqueta, pero sincera.
Victoire se dio cuenta que había dado un halago al hombre. También que a pesar de encontrarse sentado era muy alto, incluso tuvo que alzar el rostro para que ambos se vieran a los ojos. ¡Ella era una pequeña! Una pequeña tonta y atolondrada, porqué recordó entonces, él era aquel hombre que la miró con interés a pesar de su silencio. Ese que la había hecho sentirse desnuda y observada con tan sólo una mirada. Se sonrojó y mordió su labio inferior.
— Era mi padre… — Se encogió de hombros, interrumpió la mirada y se puso a caminar con nerviosismo — No es mi padre de sangre, él decidió que se haría cargo de mi después de que asesinaran a mis verdaderos… — Suspiró con nostalgia, aunque no había conocido a sus padres biológicos los extrañaba, pero estaba agradecida con los que la llegaron a acoger, nunca le faltó nada, y le enseñaron de educación y amor impecable. — Ibamos a resguardarme de la luna ¿no lo recuerda? No es seguro para una humana estar en medio de un bosque, con muchos lobos, en medio de la luna llena — Le miró de reojo — Recuerdo su nombre, usted mismo me lo dijo, Dennis, y sí, yo creía que me bromeaba, me resultó un nombre femenino, no lo quise ofender ¿lo recuerda? — Su mirada parecía perdida ahora en el cielo. No es que fuera el mejor de sus recuerdos, pero lo atesoraba, porque un hombre de clase alta le había sonreído con sinceridad, y porque por extraño que pareciera, su vida había parecido unida a la de él desde ese momento del pasado; lo estaban comprobando.
Siempre supo la cantidad de riesgos que se encontraban en ese mundo. Muy por encima de un humano normal. Sin embargo no era miedosa, no del todo, y por esa extraña razón se encontraba ahí disfrutando de la noche solitaria, con un anfitrión que le resultaba muy peculiar, y que para agregarle a la cosa mágicamente se sabía su nombre. Fruncir el ceño se le daba bien cuando algo no sabía y al mismo tiempo sabía, simplemente no recordaba. La ponía de malas, irritada, y ansiosa, porque estaba segura que ellos tenían una gran ventaja por sobre ella. Odiaba sentirte expuesta ante alguien protegido. Que horror.
— Encima de todo se burla de mi — Negó repetidas veces remarcando aún más su molestia por la incertidumbre — Conozco las formas de los hombres ricos, más aún si van a dar fiestas, sólo se encargan de repasar los nombres de los rostros más importantes, ni siquiera recuerdan el de los invitados menos queridos, ¡que peor para los empleados! Si va a mentir, hágalo bien, recuerde soy artista, y en ocasiones actriz, conozco la mentira aunque sea la más ensayada — Eso era verdad, parte de ponerse en un personaje era aprender de él, se volvía mentira cada acción porque no era propia, sino impulsada por un conocimiento distinto. Él mentía, no la conocía por ser su trabajadora. Ella estaba siendo una descarada irrespetuosa, pero se notaba en su rostro que su intención no era molestarle, simplemente así era, transparente como el agua, sin filtros, siempre dejándose llevar por los impulsos de su corazón, su mente, y su lengua viperina que nos e controlaba.
— Lo cierto es que no recuerdo su nombre, pero sí su apellido, y yo no miento cuando le digo que lo sé porqué venía en la invitación que me dieron con la dirección, y el nombre del dueño — Movió su nariz de forma graciosa, de un lado a otro, le había caído en la punta de la misma una basura — Lo cierto es que su rostro me parece conocido, pero por más memoria que hago, no puedo recordarlo, ¿De dónde nos conocemos, señor Vallespir? —
— ¿Cree que me infravaloro? — Negó — Creo que lo hace más usted conmigo, lo ha dicho en este momento. ¿Cuantos hombres podrían estarme buscando, y por qué? — Se puso de pie, avanzó por ahí y después decidió que debía colocarse frente a él — ¿Por qué me considerarían bella? ¿O por qué creen que al ser una actriz de clase baja podrían obtener algo de mi? Si, ya sabe… ¡Sexo! — Una palabra que parece un tabú, pero a ella le resulta algo normal — ¿Y cuántos de ellos me extrañan por lo que está en mi cabeza y podría decirles? Quizás ninguno, quizás me encuentro con él y por eso no me echa de menos — No puede negar que peca de seguridad, pero eso también es interesante en una mujer ¿no? — ¿quién de los dos tendrá razón, mi señor? Dueño de la casa o no, usted también tiene atractivo, quizás las mujeres le buscan por vanidad y deseo — Le dedicó una sonrisa coqueta, pero sincera.
Victoire se dio cuenta que había dado un halago al hombre. También que a pesar de encontrarse sentado era muy alto, incluso tuvo que alzar el rostro para que ambos se vieran a los ojos. ¡Ella era una pequeña! Una pequeña tonta y atolondrada, porqué recordó entonces, él era aquel hombre que la miró con interés a pesar de su silencio. Ese que la había hecho sentirse desnuda y observada con tan sólo una mirada. Se sonrojó y mordió su labio inferior.
— Era mi padre… — Se encogió de hombros, interrumpió la mirada y se puso a caminar con nerviosismo — No es mi padre de sangre, él decidió que se haría cargo de mi después de que asesinaran a mis verdaderos… — Suspiró con nostalgia, aunque no había conocido a sus padres biológicos los extrañaba, pero estaba agradecida con los que la llegaron a acoger, nunca le faltó nada, y le enseñaron de educación y amor impecable. — Ibamos a resguardarme de la luna ¿no lo recuerda? No es seguro para una humana estar en medio de un bosque, con muchos lobos, en medio de la luna llena — Le miró de reojo — Recuerdo su nombre, usted mismo me lo dijo, Dennis, y sí, yo creía que me bromeaba, me resultó un nombre femenino, no lo quise ofender ¿lo recuerda? — Su mirada parecía perdida ahora en el cielo. No es que fuera el mejor de sus recuerdos, pero lo atesoraba, porque un hombre de clase alta le había sonreído con sinceridad, y porque por extraño que pareciera, su vida había parecido unida a la de él desde ese momento del pasado; lo estaban comprobando.
Victoire Vacquette- Humano Clase Media
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Re: Let me entertain you |Victoire Vacquette|
Vaya, vaya, la chica de cara bonita tenía la lengua afilada. Una sorpresa, cuanto menos, deliciosa en mitad de una velada que parecía tan soporífera como todas y de golpe y porrazo, tenía el suceso más interesante de todos en una de las muchachas del coro. No sólo porque le conociera de antes y supiera de su naturaleza sobrenatural, sino porque ella misma era una persona curiosa, con una forma de ser que rara vez encontraba en las mujeres de su edad: discreta, tímida en cierto modo, pero firme y hasta directa en sus respuestas. Claramente no se dejaba intimidar, por muy delicado que fuera su aspecto. Como decía, una joven digna del interés de un hombre tan contradictorio como lo era Dennis Vallespir.
Una sonrisa se torció en sus labios cuando Victoire le acusó de burlarse de ella, quien a pesar de provenir de una clase social inferior, aseguraba saber de los entresijos que movían la alta alcurnia para la que ese día había ido a trabajar. No lo hizo para ofenderla, ni muchísimo menos, pero Dennis no estaba acostumbrado a tener que justificarse en su propio terreno y la presencia de aquella cantante se hacía más entretenida por momentos.
No me burlaba de ti, Victoire, ni he mentido hasta donde yo recuerdo. En ningún momento especifiqué cómo conocía tu nombre, sólo dije que 'a fin de cuentas, soy el dueño de la casa donde trabajas esta noche' -se excusó, en el mismo tono galán con cierta picardía en la voz y las facciones del rostro. Cierto era, había dejado la frase de antes a merced de la ambigüedad y su invitada había apostado por la parte negativa del asunto. A decir verdad, no podía culparla- Es irónico todo eso que has dicho, porque al creer que 'los de mi clase' prejuzgan a los demás, tú me has prejuzgado a mí. No sé a qué 'hombres ricos' habrás conocido tú, pero yo recuerdo el nombre de cada una de las personas de mi servicio, que han ayudado a criarme y conviven conmigo mientras pulen su lealtad día tras día, como las personas con más derechos del mundo. Pues no se diferencian de mí más que en el oficio –Así era, contrario a lo que se esperaría de su opulencia y sus aires de estirado, al licántropo le daba exactamente igual de qué posición social proviniera cada uno. Los conflictos del señorito Vallespir eran mucho más complejos y retorcidos que las luchas entre clases sociales, y así había sido desde que mamó de la teta de su madre, o de lo contrario, las personas que trabajaban para él, como le había explicado a Victoire, no le habrían visto crecer y seguido hasta París, pues eran sirvientes, no esclavos-. También recuerdo a todas las personas que les permito pisar la mansión de mi difunta tía, y si me ha hecho falta preguntar tu nombre ha sido porque nunca antes nos habíamos visto… O eso creía, claro –sonrió más, tras un pequeño guiño, apenas perceptible, pero lo suficientemente bromista como para arrancarle otra sonrisa a ella.
Sus dos cejas se alzaron a la vez al escuchar la última palabra que esperaba que surgiera de sus labios con tanta facilidad: sexo. Aquel en el que él estaba más que curtido, la naturaleza depredadora de sus actos fundida con el magnetismo de su personalidad y el físico marcado fruto de su licantropía, que bien podía parecer más delgado de lo que en realidad era hasta que, bueno, llegaba el momento de despojarle de sus ropas. Pero vaya, estaba divagando demasiado, maldito Don Juan, era lo que pasaba cuando una chica tranquila y aparentemente recatada pronunciaba una palabra tan impúdica para las de su género en aquellos tiempos de hipócrita puritanismo. Sólo podía sentirse complacido al respecto.
Ya veo que a ti no hay que enseñarte nada –comentó, mientras la miraba directamente y sin reservas, de una forma que aunque quizá algo descarada, se hacía brutalmente sincera, por tanto, sin ninguna mala intención en sus ojos y en su boca-. Gracias por el cumplido, aunque no existen más mujeres para mí en estos momentos...
La señorita Vacquette, efectivamente, no se trataba de ninguna amenaza a pesar de ser la única de todos los allí presentes en saber que el anfitrión del evento se convertía en lobo bajo la luna llena, algo que de todas maneras, a su carácter bipolar no le había interesado más que lo que pudiera encontrarse al interactuar con ella… y había hecho bien, porque sin duda, ambos estaban disfrutando ahora de la auténtica celebración.
Disculpa mi mala memoria, me quedé con tu rostro por encima de cualquier otro, incluso si también eran Hijos de la luna como yo. A pesar de que a veces puedo tratar con algunos, no es lo más normal en mí, nunca me he movido en manadas, soy lo que sentimentalmente llamaríamos 'un lobo solitario' –explicó, y se acercó unos pocos centímetros, nada abusivos, los suficientes como para se sintiera cómoda y, sin embargo, no se le pasaran por alto los avances extrañamente confiados que estaban consiguiendo entre ambos-. Siento lo de tus padres biológicos –dijo, de repente con una entonación seria y empática-. Yo también perdí a los míos siendo muy pequeño -¿Qué? Un momento… ¿Qué acababa de pasar ahí? ¿Le había confesado semejante intimidad tan decisiva y traumática en su vida a alguien a quien apenas conocía? ¡Si Victoire supiera cuán inaudito era eso en él! Incluso parpadeó durante unos segundos, sorprendido consigo mismo, mas enseguida se obligó a regresar al momento presente, antes de que se le fueran otras cosas de la mano- ¿No estás con tus padres adoptivos ahora? Si me permites la pregunta… -La muchacha aún se veía bastante joven para vivir por su cuenta en los tiempos que corrían, de ahí que le extrañara a primera vista.
Una sonrisa se torció en sus labios cuando Victoire le acusó de burlarse de ella, quien a pesar de provenir de una clase social inferior, aseguraba saber de los entresijos que movían la alta alcurnia para la que ese día había ido a trabajar. No lo hizo para ofenderla, ni muchísimo menos, pero Dennis no estaba acostumbrado a tener que justificarse en su propio terreno y la presencia de aquella cantante se hacía más entretenida por momentos.
No me burlaba de ti, Victoire, ni he mentido hasta donde yo recuerdo. En ningún momento especifiqué cómo conocía tu nombre, sólo dije que 'a fin de cuentas, soy el dueño de la casa donde trabajas esta noche' -se excusó, en el mismo tono galán con cierta picardía en la voz y las facciones del rostro. Cierto era, había dejado la frase de antes a merced de la ambigüedad y su invitada había apostado por la parte negativa del asunto. A decir verdad, no podía culparla- Es irónico todo eso que has dicho, porque al creer que 'los de mi clase' prejuzgan a los demás, tú me has prejuzgado a mí. No sé a qué 'hombres ricos' habrás conocido tú, pero yo recuerdo el nombre de cada una de las personas de mi servicio, que han ayudado a criarme y conviven conmigo mientras pulen su lealtad día tras día, como las personas con más derechos del mundo. Pues no se diferencian de mí más que en el oficio –Así era, contrario a lo que se esperaría de su opulencia y sus aires de estirado, al licántropo le daba exactamente igual de qué posición social proviniera cada uno. Los conflictos del señorito Vallespir eran mucho más complejos y retorcidos que las luchas entre clases sociales, y así había sido desde que mamó de la teta de su madre, o de lo contrario, las personas que trabajaban para él, como le había explicado a Victoire, no le habrían visto crecer y seguido hasta París, pues eran sirvientes, no esclavos-. También recuerdo a todas las personas que les permito pisar la mansión de mi difunta tía, y si me ha hecho falta preguntar tu nombre ha sido porque nunca antes nos habíamos visto… O eso creía, claro –sonrió más, tras un pequeño guiño, apenas perceptible, pero lo suficientemente bromista como para arrancarle otra sonrisa a ella.
Sus dos cejas se alzaron a la vez al escuchar la última palabra que esperaba que surgiera de sus labios con tanta facilidad: sexo. Aquel en el que él estaba más que curtido, la naturaleza depredadora de sus actos fundida con el magnetismo de su personalidad y el físico marcado fruto de su licantropía, que bien podía parecer más delgado de lo que en realidad era hasta que, bueno, llegaba el momento de despojarle de sus ropas. Pero vaya, estaba divagando demasiado, maldito Don Juan, era lo que pasaba cuando una chica tranquila y aparentemente recatada pronunciaba una palabra tan impúdica para las de su género en aquellos tiempos de hipócrita puritanismo. Sólo podía sentirse complacido al respecto.
Ya veo que a ti no hay que enseñarte nada –comentó, mientras la miraba directamente y sin reservas, de una forma que aunque quizá algo descarada, se hacía brutalmente sincera, por tanto, sin ninguna mala intención en sus ojos y en su boca-. Gracias por el cumplido, aunque no existen más mujeres para mí en estos momentos...
La señorita Vacquette, efectivamente, no se trataba de ninguna amenaza a pesar de ser la única de todos los allí presentes en saber que el anfitrión del evento se convertía en lobo bajo la luna llena, algo que de todas maneras, a su carácter bipolar no le había interesado más que lo que pudiera encontrarse al interactuar con ella… y había hecho bien, porque sin duda, ambos estaban disfrutando ahora de la auténtica celebración.
Disculpa mi mala memoria, me quedé con tu rostro por encima de cualquier otro, incluso si también eran Hijos de la luna como yo. A pesar de que a veces puedo tratar con algunos, no es lo más normal en mí, nunca me he movido en manadas, soy lo que sentimentalmente llamaríamos 'un lobo solitario' –explicó, y se acercó unos pocos centímetros, nada abusivos, los suficientes como para se sintiera cómoda y, sin embargo, no se le pasaran por alto los avances extrañamente confiados que estaban consiguiendo entre ambos-. Siento lo de tus padres biológicos –dijo, de repente con una entonación seria y empática-. Yo también perdí a los míos siendo muy pequeño -¿Qué? Un momento… ¿Qué acababa de pasar ahí? ¿Le había confesado semejante intimidad tan decisiva y traumática en su vida a alguien a quien apenas conocía? ¡Si Victoire supiera cuán inaudito era eso en él! Incluso parpadeó durante unos segundos, sorprendido consigo mismo, mas enseguida se obligó a regresar al momento presente, antes de que se le fueran otras cosas de la mano- ¿No estás con tus padres adoptivos ahora? Si me permites la pregunta… -La muchacha aún se veía bastante joven para vivir por su cuenta en los tiempos que corrían, de ahí que le extrañara a primera vista.
Dennis Vallespir- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/02/2012
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Re: Let me entertain you |Victoire Vacquette|
Uno de sus más grandes defectos era tener aquella lengua afilada, una mente adelantada, y los sentimientos hechos tormenta. Siempre supo que era un caos, que su naturaleza no era sumisa, y que antídoto, buscaría satisfacer sus deseos muy por encima del resto, pero jamás había medido sus acciones, todo gracias a que jamás tenía consecuencias, o mejor dicho, poco le importaba lo que llegara a suceder. Ni siquiera tenía miedo a la tortura, violación o muerte, y es que cuando no tienes por quién luchar, ¿para que esforzarte por salir bien librado? La joven aún no encontraba el sentido.
Sus labios se separaron, las palabras quedaron atoradas en su garganta, sintió presión en el pecho, y lo único que salió de su boca fue aire, no más. Era cierto todo lo que él decía; lo estaba juzgando. Sin embargo se sentía con el derecho de hacerlo, demasiadas veces intentaron pisotearla, y aunque en algunas ocasiones lo lograron, lo cierto es que se juró vengar cada uno de sus malos momentos. Era una joven rencorosa ¿para que mentir al respecto? Cada cosa que hacía tenía propósitos no muy buenos si recordaba sus malos momentos, nunca se arrepentía, por el contrario, lo gozaba.
A Victoire no le importaba soltar información, y es que resultaba un lienzo transparente; un libro abierto. Ella no cuidaba una imagen frente a los ojos ajenos, tampoco debía quedar bien ante ningún hombre para poder contraer nupcias, así que no escondía los capítulos de su vida por ningún motivo. Las desgracias venían e iban de la misma manera de las alegrías. Situaciones que generaban grandes lecciones en las personas que lo vivían. Ella en su interior guardaba un sin fin de secretos, todos ellos de la mano que sostenía aquella fuerte maldición. En ocasiones se daba cuenta que su estadía por la tierra no era vida, muy por el contrario, sólo era una parada hacía la muerte, porque no disfrutaba nada por miedo a ser asesinada por aquel vampiro si llega a enamorarse, una gran desgracia. Misma que mejor no compartía. No necesitaba la lastima de nadie.
Fueron escasos minutos los que reflexionó. Mismos que generaron el silencio adecuado para volver a tomar las distancias prudentes entre los secretos que debían ser dichos, y los que debían permanecer en medio del pecho. El nulo intercambio de palabras no fue incomodo, lo cual agradecido, a pesar de su carácter no era una mal educada.
— Lamento también lo de sus padres, supongo que eso también nos da fuerza para seguir adelante, quizás si mis padres siguieran con vida yo estaría casada, con hijos, y sin llegar a conocer la montaña, lo cual es parte de mi. Muy probablemente sería infeliz — Porque sin importar las desgracias que llegara a pasar, la joven no era alguien que sufría, o que llegara a llorar por las noches su desgracia. Ella se enjuagaba las lagrimas, se paraba derecha, sacaba el pecho, y seguía caminando con su porte ligeramente salvaje, mismo que la caracterizaba — Vivo por temporadas con ellos, aunque me aburrí un poco de la montaña y estoy sacando provecho a mis talentos — Se encogió de hombros — Canto al igual que actúo, y me acaban de dar mi primer papel principal ¿no le parece grandioso? — La alegría que ese logro le daba se reflejaba en sus grandes ojos. Se veía más hermosa sonriente, que con sus expresiones endurecidas.
Victoire bajó dos rayas más de su frente en guardia. Ya le dolían las piernas y también los hombros de estar tan alerta y tensa. Su pose despreocupada empezaba a asomarse, y su naturaleza despreocupada le sentaba mejor. No era muy sociable, y es que por luchar siempre para no enamorarse, temía a enamorarse del primero que pasara frente a ella. Se sentía muy joven para morir tan pronto y dejar a una niña sola en el mundo.
— No me mienta — Susurró con suavidad. — La gente deja entrar a su casa a cualquiera, todo sea por ganar relaciones, estatus; el poder llegar a ser reconocidos, y tener por pocos minutos la atención de todos — Se relamió los labios, su corazón se aceleró — Las fiestas en está época son sólo una carnada. Todas y cada una de ellas tienen un fin especifico, porque los llevaron a ganar algo, reconózcalo, de esa manera yo confiaría más en usted. La sinceridad es un valor que pocos poseen, a pocos se les otorga, y que vale tanto como las riquezas que algunos burgueses tienen ¿no le parece? — Su rostro angelical e inocente distaba demasiado de aquel poder intelectual que existía en su interior. Victoire igual comprendía que no porque ella lo deseara él llegaría a decirle la verdad a cada momento, sin embargo no le costaba nada intentar obtener aquello.
Sus labios se separaron, las palabras quedaron atoradas en su garganta, sintió presión en el pecho, y lo único que salió de su boca fue aire, no más. Era cierto todo lo que él decía; lo estaba juzgando. Sin embargo se sentía con el derecho de hacerlo, demasiadas veces intentaron pisotearla, y aunque en algunas ocasiones lo lograron, lo cierto es que se juró vengar cada uno de sus malos momentos. Era una joven rencorosa ¿para que mentir al respecto? Cada cosa que hacía tenía propósitos no muy buenos si recordaba sus malos momentos, nunca se arrepentía, por el contrario, lo gozaba.
A Victoire no le importaba soltar información, y es que resultaba un lienzo transparente; un libro abierto. Ella no cuidaba una imagen frente a los ojos ajenos, tampoco debía quedar bien ante ningún hombre para poder contraer nupcias, así que no escondía los capítulos de su vida por ningún motivo. Las desgracias venían e iban de la misma manera de las alegrías. Situaciones que generaban grandes lecciones en las personas que lo vivían. Ella en su interior guardaba un sin fin de secretos, todos ellos de la mano que sostenía aquella fuerte maldición. En ocasiones se daba cuenta que su estadía por la tierra no era vida, muy por el contrario, sólo era una parada hacía la muerte, porque no disfrutaba nada por miedo a ser asesinada por aquel vampiro si llega a enamorarse, una gran desgracia. Misma que mejor no compartía. No necesitaba la lastima de nadie.
Fueron escasos minutos los que reflexionó. Mismos que generaron el silencio adecuado para volver a tomar las distancias prudentes entre los secretos que debían ser dichos, y los que debían permanecer en medio del pecho. El nulo intercambio de palabras no fue incomodo, lo cual agradecido, a pesar de su carácter no era una mal educada.
— Lamento también lo de sus padres, supongo que eso también nos da fuerza para seguir adelante, quizás si mis padres siguieran con vida yo estaría casada, con hijos, y sin llegar a conocer la montaña, lo cual es parte de mi. Muy probablemente sería infeliz — Porque sin importar las desgracias que llegara a pasar, la joven no era alguien que sufría, o que llegara a llorar por las noches su desgracia. Ella se enjuagaba las lagrimas, se paraba derecha, sacaba el pecho, y seguía caminando con su porte ligeramente salvaje, mismo que la caracterizaba — Vivo por temporadas con ellos, aunque me aburrí un poco de la montaña y estoy sacando provecho a mis talentos — Se encogió de hombros — Canto al igual que actúo, y me acaban de dar mi primer papel principal ¿no le parece grandioso? — La alegría que ese logro le daba se reflejaba en sus grandes ojos. Se veía más hermosa sonriente, que con sus expresiones endurecidas.
Victoire bajó dos rayas más de su frente en guardia. Ya le dolían las piernas y también los hombros de estar tan alerta y tensa. Su pose despreocupada empezaba a asomarse, y su naturaleza despreocupada le sentaba mejor. No era muy sociable, y es que por luchar siempre para no enamorarse, temía a enamorarse del primero que pasara frente a ella. Se sentía muy joven para morir tan pronto y dejar a una niña sola en el mundo.
— No me mienta — Susurró con suavidad. — La gente deja entrar a su casa a cualquiera, todo sea por ganar relaciones, estatus; el poder llegar a ser reconocidos, y tener por pocos minutos la atención de todos — Se relamió los labios, su corazón se aceleró — Las fiestas en está época son sólo una carnada. Todas y cada una de ellas tienen un fin especifico, porque los llevaron a ganar algo, reconózcalo, de esa manera yo confiaría más en usted. La sinceridad es un valor que pocos poseen, a pocos se les otorga, y que vale tanto como las riquezas que algunos burgueses tienen ¿no le parece? — Su rostro angelical e inocente distaba demasiado de aquel poder intelectual que existía en su interior. Victoire igual comprendía que no porque ella lo deseara él llegaría a decirle la verdad a cada momento, sin embargo no le costaba nada intentar obtener aquello.
Victoire Vacquette- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 15/01/2014
Localización : Afueras de París
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