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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Fiona Di Centa Mar Jul 01, 2014 11:25 pm


“¿Sabe el loco que está loco?
¿O los locos son los demás, que se empeñan en convencerle de su sinrazón para salvaguardar su existencia de quimeras?”



Los extraños acontecimientos de lo que inició como una tranquila y aburrida noche parisina le hicieron cuestionarse sobre lo que consideraba divertido y que, a la luz de los pensamientos de una joven desquiciada, adquirían una nueva calificación. El cómo se observa el mundo depende de los ojos del observador. Un sujeto puede experimentar y reaccionar en consecuencia con un entorno controlado de una manera completamente diferente a como lo había otro. La cantidad de años vividos influía, por supuesto, sin embargo bien podía ocurrir que pasaren décadas sin que ningún acontecimiento extraordinario causara mella en una mente dormida, mientras que, en contraposición, en cuestión de horas podría realizarse una completa transformación de alma y pensamiento si se conjugaban las experiencias correctas con un espectador perceptivo. La subjetividad sobre la interpretación de las situaciones resultaba abrumadora, sumamente intrincada y casi tan atrayente como la bruja a la que ahora acompañaba. Su víctima de la noche de pronto se había transformado en su mayor atracción. Y no solo eso, sino que prometía un sinfín de momentos para rememorar. Solo esperaba no estar alimentando anticipadamente, y con demasiado fervor, la confianza en que la joven merecía continuar respirando.

Ahora iba en pos la bruja de camino al último lugar que planeaba visitar, el cementerio. Las enaguas de su vestido ondulaban rítmicamente mientras ella, mas bailando que corriendo, sobrepasaba a la joven para luego esperarla un poco más adelante solo para tener el placer de observar la dantesca comitiva que la seguía. Era tonto pretender ocultar la sorpresa que sintió al observar el poder de la chica. A pesar de haber presenciado parte de sus habilidades con el cadáver de una paloma, había un largo trecho de allí a creer que podría controlar tan fácilmente todo un sequito de alimañas en diferente estado de descomposición. En algún punto en el comienzo del trayecto deseó que algún humano se interpusiese en su camino solo por la satisfacción de observar la reacción de una mente mortal ante tal horror. La idea le excitó hasta tal punto que estuvo tentada a sugerir una ruta más transitada. Afortunadamente desistió a tiempo, no porque lo pensara con más detenimiento, sino porque no quería que la inestable mente de la joven se desviara del objetivo ya marcado debido a una inoportuna interrupción. La anticipación y curiosidad por descubrir que era lo que deseaba mostrarle superaba por mucho aquel otro capricho.

Entre sus ropajes, en uno de los bolsillos ocultos que solían llevar sus vestiduras, reposaba el cadáver de la paloma. Obviamente la bruja no comprendía lo insólito de que Fiona obedeciera una orden, aunque se tratase de una tan simple e inocua. En otra ocasión, en otro momento, con otra persona, tal vez le hubiese obligado a tragarse el animal crudo. Pero, después de las últimas confesiones de la chica, dudaba que aquello funcionara. Después de todo, al parecer, se trataba de su alimento básico… junto con las ratas. Frunció el ceño involuntariamente. Odiaba la muerte de tales criaturas. Las sucias ratas, lo más bajo entre lo más bajo, podían también ser muy inteligentes e, incluso, cariñosas. Ningún animal escapaba de su radio de “sentimentalismo” que, siendo sinceros, rayaba en la obsesión, por lo que no apreciaba especialmente su muerte. Aunque también sabía que tenía que ser consiente con respecto al ciclo natural de la vida. Unos morían para que otros vivieran, era real, práctico e ineludible. Lo pequeños cuerpos arañaban el suelo en un andar inconstante e involuntario, siguiendo a su líder momentánea mientras Fiona imaginaba una escena similar pero con cadáveres humanos ¿sería posible? De hecho, le preocupaba más lo que aquella joven planeara hacer con los cuerpos de los animales que con los de los humanos. Le traían sin cuidado estos últimos, y respecto a la alusión de que “sus” muertos la podrían estar esperando, que así fuera, su conciencia no se extendía hasta ese espectro por lo que ningún dejo de culpabilidad manchaba su retorcida alma.
__________________________

Y allí estaba, finalmente, frente a ellas. Eran claramente visibles las intrincadas rejas del perímetro, los arboles florecientes que inclinaban sus pesadas ramas sobre un sinfín de tumbas, como protegiéndolas; las flores recientes tanto como las resecas y muertas meses atrás; las lapidas excéntricas y ostentosas, así como las modestas. Pobres y ricos, amables y malvados. Todos reunidos bajo el mismo techo, todos desposeídos de lo que por tanto habían luchado en vida. Nada más que un montón de huesos y carne pútrida, alimento de gusanos y cuervos. Por más que lo intentara ella no podía apreciar el romanticismo y nostalgia con que algunos artistas insistían en dotar a aquel lugar. Para ella era solo un espacio vacío, aburrido, sucio y mal oliente, la antítesis de lo que ansiaba para su no-vida. Adelantándose un poco se detuvo justo en la entrada para luego apoyarse suavemente contra la reja semiabierta – Después de ti querida – anunció en medio de una reverencia teatral. Esperaba que la bruja le mostrara el camino, que la guiase hasta donde deseaba tanto hacerlo… que le mostrara de lo que era capaz y le diese razones para permitirle ver un nuevo amanecer.
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Mensaje por Alexia Voltaire Dom Jul 27, 2014 12:40 pm

"¡Es tan triste la vida en el cementerio! ¡Rana, empieza tu cantar!"

El cementerio era su territorio, lo conocía por cada rincón húmedo y recóndito. Sabía de memoria las entradas, pasadizos y trampillas del terreno y si le preguntaran por la tumba de alguna familia en particular, podría ubicarla sin dificultad alguna. Aquello era como preguntarle a alguien por el salero en su propia casa. Ese era el hogar de Alexia, con más desventajas que beneficios, aunque no para los ojos de la bruja que encontraba allí la comodidad que trae la paz de los muertos, la tranquilidad de no ser expulsado como una alimaña maloliente e indeseada y la idea de no ser encontrado fácilmente por algún guardia de seguridad. Aunque estos últimos resultaban más cobardes que muchos y la sola idea de caminar por todos los lugares del cementerio en medio de la noche les erizaba la piel y les mantenían los pies firmes en las entradas del lugar vigilando sólo lo principal.

Como era de esperarse, Alexia permaneció callada todo el camino hasta el cementerio, ni siquiera miró a la vampiresa por estar viendo a lo que quedaba de los animales muertos que la seguían por su propio influjo. Sonreía de tanto en tanto, casi parecía danzar cuando daba pequeñas carreritas para acelerar el trayecto. Giraba, movía las manos como guiando a su séquito y luego continuaba avanzando como si nada, como si fuera sola e inmersa en sus propios pensamientos.

Llegaron para buena hora, no se sentía a nadie en un perímetro bastante amplio y al levantar la mirada tampoco se visualizaba ningún aura sobrenatural. Quizás se debía a que por esa hora el viento soplaba con fuerza, impregnando el ambiente de un fuerte olor a rosas que se diluía en la calma de cada rincón de tan siniestro lugar y la luna llena se alzaba majestuosa y brillante sobre el lugar como si quisiera avisarle del peligro que corría. Y en efecto así era, si no lograba distraer a la inmortal, posiblemente su cuerpo terminara yaciendo sobre el suelo, desangrado, junto a una tumba cualquiera que la sostendría hasta que, al llegar el amanecer, tiraran su cuerpo inerte en cualquier fosa común como suele sucederle a los desconocidos, a esos que no le importan a nadie y que jamás reclamarán.

Los minutos fueron realmente cortos en el trayecto y el estado mental de Alexia era desconocido. ¿Cuál de sus dos personalidades seguía vigente? ¿Era acaso un asunto de posesión temporal al enfrentarse a algo realmente peligroso? No podría saberse, sobre todo cuando al llegar, por fin volvió la mirada a su acompañante y sonrió para ella ampliamente avanzando de primeras como aquella le había indicado.

-¿Cuántas de tus víctimas yacen en este lugar? ¿Te has puesto a pensarlo?- habló por fin en un tono casi solemne, lejos de sonar como la chiquilla que parecía por momentos. Depronto se detuvo en seco, se giró lentamente, levantó la mano derecha y luego la dejó caer mirando a sus alimañas, cuyos cuerpos cayeron inertes de nuevo al tiempo que la mano de la bruja. Era todo, ya no quería la compañía de ellos cuando podía despertar a otros. A unos cuantos pasos y sobre un alto mausoleo, maulló un gato. Alexia se giró y sonrió a aquél felino que parecía comprender a la bruja, a esa misma que se creía su dueña cuando no eran más que compañeros inseparables. "Canelo", le había puesto cuando lo encontró con apenas unas semanas de vida. Estaba raquítico para entonces, tal como ella. Las pulgas y garrapatas le robaban la vida y fue aquella mujer de inocente apariencia quien lo salvó de esos pequeños bichos y lo alimentó como pudo: con ratas, con palomas, con lo que encontraba en el mercado… fue criado para cazar, para compartir alimento con Alexia e incluso para calentarla cuando hacía frío y para escucharla cuando a ella se le daba por decir de todo. Aquél animal parecía entender extrañamente las situaciones y se comportaba como si lo supiera todo.

La joven avanzó unos pasos más y retiró la vista del felino sin decir nada.
-¿Dejaste aquí a alguien querido? Tal vez quieras verlo- propuso con una maliciosa sonrisa mientras avanzaba por el sendero que había marcado en medio de las tumbas. –Todos tendremos una noche inolvidable.- susurró y guardó silencio por un momento como si escuchara algo -Fiona Di Centa, susurran muchas voces- confesó al escuchar el clamor de los muertos, de las almas que reconocían a su asesina o que la confundían con cualquier otro vampiro. Los espíritus reconocen, odian a los bebedores de sangre por ser la peor de las armas mortales que haya conocido el mundo. Su apariencia humana y con aire a perfección corresponde el mayor de los horrores de la humanidad y su misterio es la mayor de sus ventajas al permanecer ocultos.

¿Algo asustaría a la inmortal? Si se levantaban los muertos tras ella tal vez pudiera eliminarlos a todos, aunque sería un trabajo difícil porque no se puede matar lo que ya está muerto. Aquellos se levantarían una y otra vez, los fantasmas serían imposibles de atacar para ella y el ciclo podría repetirse hasta el amanecer o hasta la muerte de la bruja. Aquella posesión la volvía vengativa, mucho más calculadora y certera pero así mismo inconstante. Jamás se sabía cuánto duraría el efecto de tal espíritu perverso y, hasta ahora, faltaba conocer muchas de las habilidades del vampiro cuya edad le era desconocida a Alexia.
-¿No te da miedo?- preguntó de pronto con la voz inocente. –Muchos parecen molestos, dicen muchas cosas, gritan otras tantas. ¿No sientes nada?-
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Mensaje por Fiona Di Centa Miér Sep 10, 2014 11:52 pm

Una sonrisa fue ofrecida por la hechicera antes de avanzar al interior del sacrosanto terreno. Su mente desquiciada de seguro alejaría a muchos pero también acercaría a otros tantos ¿Cuántos de ellos serían capaces de apreciar la belleza del pálido rostro, la agilidad del delgado cuerpo? La vampiresa la veía, recordando su alegre y casi infantil andar. Apreciando las hebras que el viento levantaba de su clara cabellera, una que poseía gran suavidad como ella misma había comprobado en las cercanías al orfanato. Si, la bruja era hermosa. Por supuesto, por bella que fuese, Fiona jamás aceptaría que una mortal, aunque no entrase exactamente en la clasificación de “simple”, le superase en ese aspecto, por lo que, aunque reconocía para sí misma las cualidades físicas de la chica, jamás lo diría en voz alta ni compararía apariencias entre las dos. Cavilando y observando, permaneció quieta y callada hasta que su acompañante lideró la marcha. – Sería tonto de mi parte perder el tiempo con tales pensamientos. El remordimiento y la culpa no son atributos que acompañen mi andar en las tinieblas… y doy gracias por ello – contestó restándole importancia al asunto pero sonriendo maliciosamente al final de su intervención. Lo único más patético que un humano ante sus ojos era un vampiro que no disfrutaba de su superioridad como especie y que pretendiera ganarse el cielo por medio de ridículas e hipócritas indulgencias. Sabía que hablaba a la personalidad fuerte con la que ya se había encontrado, por tanto asumió también aquella pregunta como una suerte de amenaza velada. Por ahora no había nada que hacer al respecto más que esperar y ver si en verdad poseía el poder de llevarlo a cabo.

Ante un gestó de la chica, el macabro ejercito se detuvo y languideció, transformándose de un millar de patitas putrefactas moviéndose al unisonó, a solo carne muerta abandonada sin armonía por el suelo, junto a la entrada del cementerio. Aquella carne sería, sin lugar a dudas, el alimento de carroñeros e insectos, y la vampiresa se preguntó si para cuando los primeros dolientes llegasen en la mañana aún habría rastro de la procesión que les hiciera corte a una inmortal y a una bruja bajo la brillante luz de la luna. En el caso de que así fuese le gustaría poder contemplar los rostros de aquellas personas ¿Cuál sería la causa, natural o sobrenatural, que inventarían para tranquilizar su inquieta alma? De ninguna manera se aproximarían siquiera un poco a la realidad pero sí que sería interesante escucharles debatir sobre tan extraño suceso. Un maullido sonó en las cercanías reclamando su atención. Aparentemente no eran desconocidos esos dos seres y Fiona alcanzó a abrir su boca, presta a preguntar sobre el animal pero recordó a tiempo la discusión sobre el nombrar a un felino como “epitafio” y decidió mejor no retomar el tema. Sin embargo sí que espió los pensamientos de la joven, esos que emergieron de manera natural en el momento en que su mirada se posó sobre el causante del maullido. La empatía surgió en su pecho, algo muy poco común cabe anotar, al ver en sus pensamientos el estado en el que el animalillo fue encontrado y la forma bondadosa con la que ella le había cuidado. Al parecer tenían sentimientos de cariño y fraternidad, algo que siempre resultaba útil al momento de lanzar una amenaza efectiva. Pero entre lo infame que podía llegar a ser, jamás amenazaría o atentaría contra la vida o integridad de una criatura como aquella, por lo que se limitó a ignorar, tal como lo hacía ahora la bruja, al inocente observador de la escena.

- Solo hay un rostro al que quisiera volver a ver, lamentablemente no se encuentra aquí enterrado – -ni en ningún lugar – concluyó en su mente recordando el fuego en el que había visto desaparecer a su amado. Seguramente el cuerpo que tanto había deseado y querido se habría reducido a cenizas esa noche. Nada que llorar, nada que enterrar o conservar, ningún recuerdo físico al que aferrarse. Siguió a la bruja por en medio de las tumbas mientras los bichos se apartaban y escondían a su paso, recordando los ojos claros que tanto extrañaba y preguntándose si en realidad tendría deseos de que regresase de la cripta, en caso claro de que estuviese allí enterrado. Una cosa era pensar en verle de nuevo tal como lo recordaba, otra muy distinta pretender que le haría gracia el verle quebrado y putrefacto. El grito de un ave nocturna resonó en sus oídos aunque el sonido no llegó a alertar a ninguna de las dos figuras femeninas que avanzaban lentamente. Cuan equivocada había estado al pensar en que se trataba de un lugar desierto y yerto. A pesar de los cadáveres alojados bajo tierra, o gracias a ellos más bien, la vida pululaba en el lugar.

Algo ocurría que a Fiona se le escapaba ¿se trataba tal vez de alguna treta por parte de la brujita o en verdad ella escuchaba algo que escapaba a los finos oídos vampíricos? Por mucho que se esforzó no llegó a constatar lo que la otra había susurrado - Oh, pero qué curioso que conozcan mi nombre dado que a muy pocas victimas se los he confiado…- bromeó un instante antes de caer en cuenta que ella no le había revelado hasta ahora su nombre tampoco a la chica ¿Podría ser posible que los muertos en realidad le hablaran? Y más extraño aun ¿Podía ser que algunas de sus víctimas estuviesen justo allí enterradas? Era algo que en realidad no había nunca considerado. Los cuerpos vacios eran simplemente olvidados en el lugar en el que la vida les abandonaba, a menos de que tuviese algo especial preparado para ellos, pero ese era un comportamiento que escapaba a lo habitual.

La otra habló nuevamente, retornando a la personalidad tierna, distraída y abiertamente desquiciada. Temor. Claro que lo sentía de tanto en tanto, pero era tan obtusa e insensata, y se encontraba tan inmersa en su propia y perfecta burbuja imaginaria de poder y vanidad, que pocas veces permitía que aquel sentimiento despertase su instinto de supervivencia. Prefería morir a ceder en su orgullo y se enfrentaría gustosamente, como ya lo había hecho en el pasado, con un mar de oscuridad antes de admitir abiertamente que se encontraba tan perdida y aterrorizada como una pequeña abandonada en un lugar solitario y desconocido. Ahora, sin embargo, cada pequeña prueba otorgada le daba más razones para desconfiar, aunque fuese un poco, del control que poseía en realidad sobre la situación. Sintiéndose ligeramente exasperada por el reciente descubrimiento aferró a la bruja por los brazos desde atrás, obligándola a detener su avance y apretando quizá un poco más de lo necesario - ¿Por qué habría de importarme si están o no molestos? ¿Por qué habría de sentir algo más que físico aburrimiento? ¿Para esto me trajiste aquí? Tal vez me equivoque y después de todo no eres tan interesante como pensaba – afirmó acercándose nuevamente hacia el cuello descubierto pero sin llegar a morderle. Un sonido cercano le hizo girar la cabeza. Sabía de quien se trataba y no perdió el tiempo en moverse tan rápido como su cuerpo lo permitiera y atrapar al gato entre sus manos. Les había seguido y ahora se retorcía intentando escapar del agarre de la vampiresa.

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Mensaje por Alexia Voltaire Mar Sep 23, 2014 12:37 pm

"Seré la voz de los que pudieron ser y no son"

-Eso dicen siempre, pero sólo son unos cobardes- murmuró con la voz seca, la que movía alimañas, la que maquinaba y miraba con un desprecio burlón difícil de describir de otra forma. Aunque para un inmortal, lo mejor es no pensar demasiado en quienes asesinan, incluso hay quienes prefieren matar a humanos con delitos y maldades para ahogar a la conciencia diciéndole que hacen un bien mayor: Se alimentan y liberan a otros. Algo así como una vida por muchas. Pero aquella inmortal distaba de ser de aquellos, se notaba a leguas, sobre todo cuando hincó sus dientes sobre la piel de Alexia que fue capaz de repelerla en aquél instante. En efecto no estaba viva por su barrera, sino por haber sido capaz de despertar la curiosidad ajena. Aquél vampiro con femeninas curvas estaba hambriento de algo más que sangre, quería conocerlo todo y en esa medida sería la agilidad de la bruja la que podría ponerla a salvo.

El espectáculo de animales muertos terminaba para ellas, pero muy seguramente a la mañana siguiente, cuando viudas y creyentes en general fueran a “visitar” a los suyos al cementerio, encontrarían detestable aquél terreno minado de animales muertos. Muertos de días, porque algunos tenían gran parte de la carne carcomida por pequeños bichos y eso hacía que lucieran aún más desagradables. Pero ni la inmortal ni la bruja reparaban en eso y tampoco lo harían. Sería peor si encontraran los cuerpos de los suyos tirados sobre las tumbas. Eso ya se llamaría horror y era muy probable que generara todo un escándalo en París completo. Alexia sabía que si sobrevivía y eso llegaba a ocurrir, tendría que dejar de descansar en su mausoleo durante un buen tiempo, hasta que la inquisición dejara de meter sus narices en el extraño asunto.


-Como si los espíritus necesitaran cuerpos…- bufó con el tono de burla nuevamente –Un espíritu no está fijado a algún lugar, como muchos creen. Si no descansan en paz pueden ir y venir a su antojo. A veces no se ligan a lugares, sino a personas. Por eso muchos pueden hablar con ellos. Invocarlos no requiere demasiado tiempo- su mirada buscó la de la vampiresa ¿Despertaría eso más curiosidad en ella? Probablemente. Quien fuera Alexia para esos momentos había notado cierto dejo de melancolía en la voz ajena que casi parecía afirmar su duda ¿Quién sería? -¿Quién es?- preguntó la voz dulce, la curiosa, la que parecía la de una chiquilla y quien fuera la primera que se cruzara con la inmortal. A esas alturas ella ya debería notar que la bruja era como dos en una, la cara buena, dulce e inocente. Y la burlona, la que traía consigo malicia y no lo disimulaba.

Como si nada, Alexia se sentó sobre una tumba, mirando a la inmortal con detalle como si buscara algo en sus gestos que delatara algún secreto.
–Una vez muertos se conocen muchas cosas ¿Crees que no han podido seguir a su asesina? ¿Qué tal si mataste a alguno de los suyos? No te alimentas una vez al año, hay mucho para ti y en la muerte se sabe todo- le sonrió como si hablaran de juguetes perdidos –Han traído a muchos aquí, dicen. También se ríen y otros lloran- se incorporó y continuó caminando, entre risitas intermitentes que variaban entre una y otra personalidad ¿Hasta dónde aguantaría ella, Fiona? Por algo los espíritus le habían revelado su nombre.

Todo iba tranquilo, parecía incluso extraño que la inmortal estuviera tan calmada y no intentara llevar las cosas a su modo. Fue entonces cuando lo obvio se hizo evidente en el preciso momento en que se vio detenida por brazos fuertes, esos mismos que seguramente le dejarían marcas en los brazos allí donde se habían aferrado los inmortales y pétreos dedos
–Ayyy- dijo la voz inocente al sentir la fuerza y verse obligada a detener su marcha. Como pudo se giró para encararla, con la mirada fría otra vez –¡ESTÁS DESESPERANDO!- Le gritó justo frente a su rostro y empinándose un poco ¿Por qué, si no era por eso, haría tales preguntas luego de sujetarla como lo había hecho? Sin embargo algo hizo que abriera los ojos como platos justo cuando la inmortal se giró y agarró a Canelo entre las manos. Él había intentando defender a la joven. Pero más allá de todo, Alexia, fuera quien fuera, no iba a permitir que se tocara a ese inusual animal.

Su mano fue a parar en los cabellos de la inmortal enredándose en los mismos
–Rumpere- susurró y la barrera empezó a hacer efecto sobre su cabeza, esa misma que no soltaría hasta que soltara el gato. Fiona sentiría como pinchazos de corriente recorriéndole el cerebro, haciéndole doler hasta los ojos –Suelta a mi gato- sollozó a pesar de estar haciendo algo como lo que hacía –Ah, por cierto, tu madre te manda saludos. No lo dice así, en realidad dice que eres un monstruo ¿Te suena familiar esa manera de llamarte?- la risa irrumpió fuertemente, con malicia y con la misma fuerza que imprimía sobre su barrera. Alexia Voltaire, la buena o la mala, no iban a permitir que el animal muriera en aquél encuentro. Primero moriría la bruja, pero Canelo, no, ese felino era su vida.
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Mensaje por Fiona Di Centa Jue Oct 23, 2014 9:20 pm

Cuanta verdad oculta tras dos sencillas palabras. La hechicera tenía razón, la desesperación se estaba apoderando de la vampiresa. Confirmar, poco a poco, que existía algo que superaba su entendimiento y poderes, pero que estaba claro y al alcance de la mano para una simple mortal le resultaba por completo exasperante. Ella era quien debía tener el control y ahora se sentía como una moneda lanzada al aire, aunque no fuese precisamente quien poseía dos caras. Su pasado y su presente se encontraban claramente diferenciados por lo que ninguna dualidad de personalidades existía en su interior. La Fiona humana era tan diferente a la actual que ni siquiera las podía considerar como una sola en realidad. La hechicera, por el contrario, se movía dando tumbos entre la inocencia y la perversidad. Dos lados tan opuestos que cualquiera pensaría que vivirían en constante conflicto. Fiona pensaba, dado lo que había visto durante la noche, que más que enfrentarse estas dos personalidades se aceptaban una a la otra y se cedían el espacio dependiendo de lo que la ocasión ameritara. Lo único que podía dar por sentado era que la curiosidad la impulsaba de nuevo directamente a los brazos de la estupidez. Nada podía decir pues no había nada que contradecir o completar. No apreció en lo absoluto el gestó grosero de un grito en su rostro, pero los acontecimientos viraron con demasiada rapidez como para detenerse a manifestar su opinión al respecto.

En un segundo tenia el cuerpo peludo, suave y flexible del gato entre sus manos, y al siguiente sentía como su cabellera era retorcida y halada con ferocidad. Alcanzó a pensar en lo débil que era aquel intento por detenerla antes de que un dolor que no había sentido nunca se instalara en su cabeza, haciéndola emitir el quejido propio de un animal herido. Sin pensarlo dos veces obedeció y el felino, de un salto, fue a parar a una de las lapidas cercanas. Le bastó un momento para convencerse a sí misma de que obedeció solo para evitar que saliera lastimado, aunque la verdad era que el sorpresivo ataque había derruido sus defensas. – Suéltame – chilló haciendo acopio de toda su fuerza y rompiendo finalmente el agarre. No tenía idea de si fue su determinación lo que la liberó o si la hechicera había decidido soltarla una vez eliminado el supuesto peligro para su gato. En todo caso la vampiresa se alejó algunos pasos aplicando, tal vez por vez primera, un mínimo de prudencia. Algunas hebras de su roja cabellera estaban aún enredadas en los dedos pálidos de la joven. - ¿Qué demonios crees que haces? – cuestionó con un toque de histeria en su voz – No iba a lastimarlo, estúpida – escupió mientras masajeaba con una de sus manos su cuero cabelludo para luego intentar alisar el desorden causado en su peinado. No era la primera vez que le llamaba de aquella forma y recordaba que tampoco era la primera vez que la otra lograba detenerla con éxito.

Hubiese podido matarla solo por atreverse a despeinarla, no hablar ya de que le hubiese arrancado algo de cabello. Pero, nuevamente, una carta oculta salvaba el cuello de la joven. Fiona la observó en silencio por algunos segundos mientras Canelo le lanzaba bufidos justificados por el susto que le había dado al atraparlo de improviso. – Mi madre… - repitió con lentitud, recobrando su tono altanero – Mi madre puede pudrirse en el infierno. Me escuchas madre: ¡PÚDRETE! – vociferó al cielo abierto esperando que fuese cierto que ella estuviese allí escuchando. Ni siquiera permitió que afloraran los sentimientos propios de la hija mimada. No, era demasiado tarde para sentirse culpable por lo hecho y ella había sido demasiado herida como para perdonarlo – Soy el monstruo que ella moldeó. Fueron mis padres quienes me hicieron como ahora soy. Y ¿sabes algo hechicera? Lo disfruto cada segundo – le mostró los colmillos como pretendiendo, con aquel gesto ramplón, enfatizar sus palabras. Si pensaba que revelando la presencia del espíritu de su madre, repitiendo sus últimas palabras, la amedrantaría estaba muy equivocada. Puede que así fuera, pero Fiona no lo demostraría. En eso radicaba la incoherencia que la hacía al mismo tiempo fuerte y supremamente vulnerable.

Una nueva idea se coló por sus pensamientos. Recordaba que la hechicera le había cuestionado cuando ella recordaba a su fallecido esposo. Si los muertos se ligaban a personas (o cuerpos en su caso), como la hechicera le había aclarado ¿Cómo era posible que estuviese el espíritu de su madre y no el de él presente? Pero no había manera de preguntar sin confesarse. Se trataba de una duda que la carcomería en adelante, no podía quedarse con aquel hueso atravesando en el cuello. Maldijo por lo bajo mientras sus ojos deambulaban por las tumbas y el enojado gato. – Quiero saber algo – preguntó por fin, sosegando tanto su postura como su tono de voz – hace rato me preguntaste sobre alguien… bueno, pues pensaba en mi esposo y me pregunto si… ejem… si tal vez lo escuchas a él aquí – titubeó más de lo que quería pero no era un tema sencillo de abordar. Le pareció en ese momento que sin importar la respuesta, aquello la perturbaría profundamente.

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Mensaje por Alexia Voltaire Dom Nov 02, 2014 9:58 pm

"Tal vez somos eso a lo que le temíamos cuando éramos niñas.
Nos convertimos en nuestro propio monstruo.
Y qué terrible"

La bruja no pudo haber tenido encuentro más curioso en sus pocos años de vida. De hecho, rara vez era atacada dadas las circunstancias mentales en las que parecía estar sumida la mayor parte del tiempo. Se cruzaba con seres de todo tipo, pero sinceramente no parecía ser del gusto de la mayoría de vampiros que, por circunstancias curiosas, terminaban empatizando con ella y riendo a carcajadas con cada ocurrencia que le venía a la mente. Para la mayoría era inofensiva y de hecho así era hasta que algún peligro real era capaz de despertar en ella algo que provocara la posesión que veía ahora Fiona.

El agarrar de ese modo a Canelo había provocado a ambas partes de la bruja, denotando así la exagerada importancia que le daba al animal. Canelo era tratado como un amigo, como un igual o incluso hasta como un hijo y claramente Alexia no toleraba nada con el pequeño. Mil veces prefería ser golpeada ella que siquiera rozado a aquél animal. Cuando la inmortal soltó al gato, este escapó despavorido y fue un alivio para la bruja que luego de un momento soltó los rojos cabellos de la mujer quedándose con un par de los mismos enredados en sus delgados y ahora marcados dedos
–¡No mientas! ¡No lo toques! – lloriqueó con la voz lo suficientemente alta para que quedara muy claro que con eso realmente enloquecería. Canelo era suyo, para siempre, sólo suyo y sin poder ser tocado por nadie más. Estaba furiosa, pero estaba en su faceta más noble a pesar de todo y en cuanto Fiona escupió, ella automáticamente dio un paso hacia atrás.

–Tu madre dice que te está esperando. Pero ahora que lo mencionas, no necesitas decirle que se pudra porque literalmente lo hace. Apuesto a que quisieras verla– sonrió de sólo imaginar la escena del cuerpo deshecho caminando por ahí. Para la fecha debería ser sólo huesos y algo de cabello colgando del cráneo. Seguramente la ropa ya se había deshecho en su mayoría y dado todo aquello, lo más probable es que también fuera irreconocible. Pero no era necesario aclararlo, ya era de imaginarse si se contemplaba la idea durante algunos minutos.

En aquella circunstancia, quizás Fiona y Alexia tenían algo en común: Un par de madres desastrosas. La de Alexia, por ejemplo, estuvo pendiente de ella hasta que su padre fue asesinado. Aquél era un nigromante, al igual que ella y que su madre que había experimentado locamente para lograr revivir a su esposo. Durante los años que trabajó en ello, la niña estuvo al cuidado de su abuelo que falleció apenas unos meses después de su padre. Luego, prácticamente se las tuvo que arreglar sola siendo tan pequeña. Cuando su madre murió, producto de uno de sus experimentos fallidos, no abandonó el plano físico sino que por primera vez se presentó ante su hija como un espíritu dominante y fuerte que, como primera orden, indicaba a su pequeña hija que enterrara su cuerpo en el jardín de su propia casa. Como era de esperarse, todo aquello supuso un esfuerzo demasiado grande para la pequeña que ya estaba acostumbrada a ver espíritus pero no a ser manipulada. Por todo eso fue que Alexia estuvo en un sanatorio mental. Por culpa de aquella mujer, su mente no funcionaba del todo bien. Por ella es que sufría como lo hacía y era ella misma quien la poseía sin importarle lo suficiente.

Y ahí estaba, con el corazón presionado por la confusión de lo que sucedía dentro de ella y lo que le podía pasar en manos de la inmortal. Si decidía matarla, se defendería hasta con su último aliento, pero necesitaba encontrar algo que robara la atención de ella hasta el amanecer, hasta que recuperara la fuerza y pudiera pensar cómo defenderse o como crear algún hechizo que la mantuviera oculta de ella. Con disimulo se metió las manos a los bolsillos y guardó los cabellos que le había arrancado. Más adelante, servirían. Eso repetían los espíritus que seguían gimiendo por doquier como si les dolieran las presencias inmortales.

Pero la pregunta de Fiona fue arma suficiente para lo que Alexia buscaba. En ella estaba más fuerte la posesión y fue por eso que le sonrió
–¿Te importa alguien? Vaya…– murmuró burlona y se inclinó sobre el suelo, acariciando las letras de una tumba cualquiera –Mmmmm– masculló mirando hacia cualquier lugar, prestando atención y susurrando cosas inentendibles –¿No te has dado cuenta que nadie te soporta? Si no lo sabías, ahora lo sabes. Aquél a quien llamas tu esposo, no ha muerto–.
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Mensaje por Fiona Di Centa Mar Nov 18, 2014 9:40 pm

La imagen de un cuerpo putrefacto avanzando como animado por hilos invisibles se coló desde la mente de la hechicera hasta la de la vampiresa. Era como contemplar la visión deformada y ligeramente traslucida de una versión mayor del truco realizado con las alimañas. Por un segundo pensó que algo como aquello podría afectarla pero luego cayó en cuenta de que solo eran huesos y carne siendo controlado por un poder externo. Además, si pudiese asesinarla nuevamente lo haría sin contemplaciones. Dentro ardía la hoguera del odio y la traición, una que ni siquiera el paso del tiempo, ni el que hubiese obtenido su venganza, podían aquietar. Con un gesto de su mano, y una expresión de hastío, dio a entender a la joven que no le importaba que pudiese elevar de la fría y húmeda tierra el cuerpo de su difunta madre.

– Adelante, inténtalo si es lo que deseas, pero creo que sería difícil, incluso para ti, dado el lugar en el que falleció y donde fue posteriormente sepultada. Puedes decirle además, suponiendo que no me esté escuchando ya – evaluó con la mirada las tumbas que se apostaban a su alrededor para luego elevarla al cielo – que me importa un comino lo que piense, desee o espere. De seguro algún día nos encontraremos en el infierno pues estoy segura que es el lugar a donde la envié - Suficiente de pensar en ella. Debía dejarla en el pasado, a los dos, en el recóndito cuarto en medio del olvido en el que los había guardado desde hacía algunos años. Si no fuera por la hechicera de seguro seguirían allá y, dado que ella no podía oírles sin ayuda de la que había convertido en su intérprete de la noche, después de aquel encuentro no volvería a dedicarles ni un segundo de su tiempo, por infinito que este fuese. Su mente se encontraba tan dispersa en tales cuestiones que ignoró el disimulado movimiento por medio del cual la hechicera guardó el cabello arrancado en uno de sus bolsillos.

La vampiresa supuso que se había equivocado en cuanto escuchó las palabras de la joven. La voz era nuevamente la de la presencia fuerte y decidida, esa que había ejecutado los ataques con tan efectivos resultados. Involuntariamente le enseñó de nuevo los colmillos pero permaneció quieta. Deseaba escuchar lo que tenía por decir aunque por dentro la ansiedad creciera hasta niveles inusitados en su nuevo estado. Mucho tiempo había pasado desde que sintiera tal desazón. Observó a la otra repasar las letras grabadas en una tumba cercana y escuchó atenta mientras palabras ininteligibles eran emitidas por la fina línea en la que se había convertido la boca ajena. Entonces llegó el golpe. Como si un mazo invisible se asentara sobre sus costillas, arrebatándole el aire que no necesitaba, haciendo sucumbir sus innecesarios órganos internos bajo el peso de una revelación que no se habría osado siquiera a imaginar.

No podía ser, aquello no era cierto. Imposible, absurdo, irracional. Sus manos se dirigieron hacia su cabellera, enredándose y halando de ella, haciendo desaparecer por completo el arreglo que antes había intentado hacer perdurar, olvidando por completo la importancia que tenía para ella la imagen y la apariencia. Sus recuerdos volvieron con fuerza mientras intentaba procesar lo que había escuchado. No, él había perecido en medio del fuego. Ella misma le había visto desaparecer en aquel infierno – ¡MIENTES! – fue entonces su turno para lanzar tan despreciable acusación en medio de un chillido tan agudo que los animales que se encontraban en la cercanía se dieron a la fuga. – No es posible, él murió – repitió ahora en voz alta. Un increíble dolor se estableció bajo su piel. Sus piernas se aflojaron y el peso entero de su cuerpo se precipitó al suelo en un revuelto de tela fina y piel pálida.

Solo el pensar en que él estuviese aún con vida podía resultar más aterrador que creerle inevitablemente perdido. Pero, si aún vivía ¿Por qué no le había encontrado? ¿Por qué le había abandonado a su suerte? No, no era posible, él la amaba tanto como ella lo hacía. De seguro la hubiese buscado, dado con ella y ayudado en las noches de soledad y oscuridad que siguieron al ataque. Pero ¿Y si la hechicera decía la verdad? Los sollozos brotaron de los labios carmesí y, antes de que pudiese evitarlo, se encontró levantando la cabeza y lanzando una mirada suplicante al único ser consciente que permanecía en a su alrededor – Dime que no es cierto – murmuró abandonando toda fachada de seguridad, poder e insolencia. Solo estaba allí una chica resquebrajada por el dolor de lo que esperaba fuese una elaborada mentira ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que el dolor cediera el paso nuevamente a la ira? ¿De qué olvidara el amor que emergía eclipsando su alma oscura y haciéndola vulnerable, asequible y necesitada?
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Mensaje por Alexia Voltaire Dom Dic 21, 2014 1:14 pm

"No hay tumba ni cruz. Solamente, mi más sentido pésame"

¿Puede un brujo vencer a un vampiro? O mejor aún ¿Enloquecerlo? Si la bruja se lo proponía, podía direccionar cualquier emoción oscura que tuviera hacia Fiona y perseguirla con sus propios demonios que, como en el caso de Alexia, no eran otros distintos a los que una vez fueron familia. Ambas conocían por nombre propio a sus pesadillas y a las dudas más grandes que les rondara de tanto en tanto la mente. Las dos compartían cosas, pero las separaba el abismo que está entre la vida y la muerte. Irónicamente, ese abismo sólo se medía en un paso.

—Un espíritu no necesita estar en el mismo lugar donde reposa lo que queda de su cuerpo. Pueden ir y venir, tomar formas y atormentarte en cualquier momento o situación que deseen— respondió la bruja con el tono solemne de su posesión, y que no representaba otra cosa distinta a que sabía bien de lo que hablaba —Y la verás. Tarde o temprano las llamas de lo que construyes te van a quemar hasta la última gota de sangre que te hayas bebido— una sonrisa se le asomó en los labios de sólo imaginarlo y la actitud que tomaba la inmortal al observar entre las tumbas como temiendo que apareciera de la nada, le proporcionaban a la joven hechicera un gusto que alimentaba al espíritu dentro de sí. Quizás el vampiro no temiera como tal a los cuerpos putrefactos, pero en el caso de los de su especie, la consciencia representa algo más complicado de llevar si es que no se domina correctamente con el tiempo ¿Qué tanto manejaba Fiona aquella cuestión?

La Alexia ingenua iba apareciendo menos y el hecho de tener al gato lejos potenciaba la situación. Los espíritus seguían hablando, gritando nombres y palabras inteligibles en varios idiomas y en el fondo de varias tumbas los cuerpos se agitaban por palabras susurradas de la bruja. Ella preparaba todo con disimulo y mientras acariciaba las lápidas tejía su escena de teatro para que al correr el telón, la obra que planeaba diera su inicio con todo su ruido.

La inmortal se tiró de los cabellos y el desespero pareció emerger tras la verdad revelada. Quizás era ira, tal vez dolor, pero sea cual fuere el sentimiento, la sacaba de sus acomodadas casillas de elegancia y egocentrismo para mostrarla necesitada de aquél a quién creía muerto
—No está muerto ¿Acaso viste su cuerpo sin vida? Él no está aquí, nadie lo ha visto y tu madre se ríe, dice que te abandonó por ser el monstruo que eres, dice que ni el amor en ti puede generar nada bueno como para mantener a alguien a gusto a tu lado. Jaaa, vaya madre. — Dijo burlona como si ese espíritu mismo no fuera el peor de los ejemplos maternos —Pero la verdad está dicha y la suerte echada, Fiona Di Centa, ningún espíritu le conoce— susurró mientras la observó desplomarse y mover los ojos intentando acomodar las ideas en su mente. Alexia o lo que fuera dentro de ella, no mentía, no lo hacía porque destruir a alguien con mentiras no tiene el mismo sentido o peso que hacerlo con la verdad. Si la verdad hacía a la gente libre, aquél espíritu pensaba todo lo contrario y se movía dentro de su teoría hasta obtener su cometido.

Era increíble cómo se había girado todo. La mujer dura y casi invencible parecía una pequeña que encuentra una esperanza que la alienta y la destruye al mismo tiempo.
—Está vivo. Ya lo has oído y aunque te cueste, es la verdad. Pero encontrarlo te va a costar demasiado, sobretodo que dudo que alguien lo haga por ti— mencionó poniéndose de pie y dejando de acariciar la tumba para acercarse a ella, pero llevando uno de los claveles secos que reposaban allí. Avanzó y permaneció a unos tres pasos de la inmortal que se mantenía en el suelo y lanzó el clavel delante de ella —Mi más sentido pésame. La única muerta entre ustedes, eres tú— espetó dándole la espalda y alejándose como si creyera que lo dicho le bastaba para dejarla de algún modo destruida mientras ella continuaba ilesa.
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Mensaje por Fiona Di Centa Lun Dic 29, 2014 9:45 pm

¿Cuántas almas habían visto a Fiona desmoronarse de aquella manera desde su transformación? Podría contarlas con una mano y le sobrarían dedos. Se trataba de algo tan inusual que ella misma se sentía sorprendida e indefensa, girando sin control en medio del dolor que le causaba la revelación de la hechicera. Era de nuevo una chiquilla perdida en busca de consuelo y protección. Las lagrimas corrían por sus mejillas mientras su cuerpo se crispaba y retorcía en posiciones incomodas algunas, imposibles otras, para cualquier humano. Por supuesto ninguna incomodidad física le aquejaba, era su alma o mente, o lo que quiera que fuese que la animaba, lo que vibraba y palpitaba como un nervio expuesto. La frialdad y la ira que guiaban sus pasos habían sido temporalmente olvidadas mientras su mente vagaba entre los recuerdos de lo que fue y la imaginación de lo que podría haber sido. Le veía a él, quemado y debilitado, incapaz de curarse por sí mismo… incapaz de buscarla y alcanzarla. Pero también le veía íntegro, con sus perfectas facciones alejándose voluntariamente de quien había jurado amar eternamente ¿era posible? Ella era joven comparada con otros inmortales. Una niña aprendiendo a sobrevivir, sin embargo esos pocos años trascurridos en su actual naturaleza le habían enseñado que muy poco era verdaderamente imposible.

Podía sentir como la locura, de la mano del dolor, ascendía para engullirla, pero un resquicio de lógica le impelía a no permitirlo. Por eso su petición, la sentida suplica lanzada en medio de la desesperación. Esperaba encontrar un haz de luz al cual aferrarse, una frase que le ayudase a recuperar aunque fuese un poco. –“¿Acaso viste su cuerpo sin vida?”- había preguntado la joven. La respuesta era sencilla: no. Lo único que ella había visto era desaparecer a su amado en medio de un caos de calor infernal ¿Cómo podría haberse asegurado? Él se había entregado para que ella pudiese escapar, permanecer en el lugar habría sido el equivalente a un suicidio y a desestimar su sacrificio ¿Era esto cierto o solo una manera de ignorar un catastrófico error? Una culpa enorme empezaba ahora a adueñarse de su sentir. Si él no hubiese muerto pero si hubiese terminado gravemente herido de seguro hubiese esperado que ella regresara. Pero Fiona, en medio del dolor de la traición de sus padres solo había pensado en abandonar el lugar lo más pronto posible. Su rostro desapareció nuevamente entre sus manos. La posibilidad de que él viviera le parecía ahora mucho más lúgubre que el hecho de que efectivamente hubiese perecido en medio del fuego.

Entonces llegaron las palabras. Aquella joven le aseguraba nuevamente que él vivía, confirmando sus temores, pero al mismo tiempo lanzaba una idea que, si bien era un tanto efímera, servía perfectamente para el cometido original de su suplica: le proporcionaba un algo a lo que aferrarse. Así, concentrada solo en eso, consiguió retomar parte de su control. Su cuerpo empezó a relajarse, las lagrimas y los jadeos cesaron, la expresión de angustia dio paso a una más similar a la máscara de seguridad que portaba casi siempre.

La hechicera se acercó y luego le lanzó un clavel seco. Los ojos verdes de la inmortal permanecieron sobre el clavel lo necesario como para terminar de calmarse, tiempo suficiente como para que la joven se alejara bastante por entre las tumbas que, inamovibles, seguían siendo testigos de la escena. Con movimientos lentos se colocó en pie sosteniendo en su mano el clavel. Retornaba poco a poco a su estado de ánimo natural, a levantar la barrera habitual entre el mundo y su interior. A alimentarse de furia, a vestirse con el traje de monstruo que con tanto ahínco había construido durante todos esos años. Tan predecible como unidimensional.

Ahora, con sus poderes otra vez en control, pudo constatar de primera mano que todo lo que la hechicera había dicho era cierto. Su mente era para la vampiresa nuevamente como un libro abierto aunque escrito, en algunas ocasiones, en un idioma por completo ilegible. – Yo no estaría tan segura de eso – las palabras fueron emitidas con un tono firme aunque neutro, abandonando por completo la displicencia y burla de antaño. –Después de todo se puede encontrar ayuda en los lugares menos esperados – . Avanzó con paso firme y rápido hasta alcanzar y sobrepasar a la hechicera, obligándola a detenerse pero sin llegar a tocarla. – Aún no alimentas a Canelo ¿olvidaste acaso la paloma que le habías conseguido como cena? Anda, llámalo, prometo que no le hare daño alguno. Como ya te dije jamás dañaría a un animal – puntualizó con autentica sinceridad antes de ponerse a jugar inocentemente con el clavel que sostenía entre sus dedos – Sabes, lo he pensado mejor y creo que si Canelo tuviese gatitos “epitafio” sería un buen nombre para uno de ellos – Una idea, esa que le había salvado de la locura, tenía una forma cada vez más definida pero para poder hacerla realidad necesitaba que la primera Alexia, la joven amable y chiflada, tomara nuevamente posesión del cuerpo de la hechicera.
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Mensaje por Alexia Voltaire Mar Ene 13, 2015 2:53 pm

"Las manos quietas y los sentimientos donde yo pueda verlos."

—Nada te impide creer en lo que quieras, incluso si eso te lleva a seguir siendo una ilusa. Pero en fin, eso no es nada nuevo para ti— respondió el espíritu en Alexia, como si provocar al vampiro le importara tan poco como lo hacía su propia hija a quien poseía cada vez que podía. Seguramente creía que ya no tenía nada que perder y que cualquier amenaza con respecto al destino de aquél a quien anhelaba la inmortal, pudiera salvarle el pellejo una vez más. Sobraba decir lo inescrupulosa que podía ser aquella que regresaba a pocos de la muerte y sin ningún derecho ni bien.

—Dudo mucho que seas de las que obtienen favores. Eres más bien de las que amenazan para obtener lo que quieren y eso es otra cosa— musitó cuando la sobrenatural la sobrepaso en el andar y mirándola apenas de reojo ¿Intentaría obtener algo más de la bruja? Si quería amenazarla para que averiguara más en los muertos sobre el paradero de su ex pareja, se equivocaba si creía que eso le daría resultados. La Alexia poseída se mostraba con una macabra tranquilidad y lucía tan confiada que era casi imposible pensar en todo lo que había sucedido entre ellas si se les miraba solamente ahora.

En el aire apestaba el olor a claveles y pequeños golpeteos se escuchaban bajo el suelo, como si los muertos quisieran salir de allí y caminar y, claro, aquello era obra aún de Alexia, que parecía seguir susurrando cosas de modo casi inconsciente.
—No seas estúpida, ese animal no va a volver aquí y no vendrá ahora. Volverá cuando vuelva ella y eso no pienso permitirlo todavía— espetó admitiendo por primera vez que no era la de siempre, sino otra ocupante que creía que ya todo aquél asunto era demasiado obvio. —Epitafio… ¿Alguna vez pensaste qué pondrían en el tuyo? — preguntó con una sonrisa que denotaba sus pensamientos. Lo que creía es que probablemente no había nadie que quisiera enterrarla y recitar palabras en su honor o memoria. No habían padres vivos y en la muerte susurraban pestes de la pelirroja. No había pareja –Hasta donde ella sabía- y tampoco lucía feliz, como sólo otorga la compañía para los años fríos y solitarios. Al final, los parecidos entre las dos seguían surgiendo sin que nadie fuese consciente de ello.

—“Vivirás en el corazón de tus padres, esposa, hijos y hermanos” — comenzó ella a leerle frases en tumbas a la inmortal en lo que avanzaban —“Que bella es la vida cuando se vive para hacer el bien, como lo hiciste tú”, “Madre, para nosotros no te has ido, sigues viviendo en nuestros corazones”, “Las enseñanzas dejadas inmortalizan tu espíritu”… — suspiró con fingido pesar — ¿Alguien habría dicho eso de ti? O ¿Lo diría cuando te vuelvas tarde o temprano cenizas? ¿Has pensado lo que dirían? Y te pregunto a ti, porque aunque le puedo preguntar a tu madre, creo que respondería algo que nadie querría realmente escribir— añadió soltando una corta pero antipática risita.

¿Qué efecto tendría aquello en Fiona? Alexia, o lo que fuera en ella, parecía hacer las veces de dedo en la llaga y al final no había necesitado demasiado de la hechicería para abrirse camino en las grietas del muro construido en el espíritu de la inmortal. La muerte le había revelado que lo que más amaba ella estaba vivo y, eso, era más que suficiente para que la hechicera intentara doblegar su ego y su fuerte voluntad a cambio de su propia vida.


—O puedo cambiarte la pregunta ¿Hiciste un epitafio para el vivo a quien creías muerto? No sé cuántos años han pasado, pero se ve que uno sólo hubiera sido corto para toda la mente que has desechado en algo que no pertenece al plano de la muerte en el que te metiste— dijo y suspiró de nuevo, deteniéndose y sentándose sobre una tumba cualquiera. Se detuvo a observar a la mujer mientras el viento nocturno le seguía revolviendo el cabello y la Alexia noble permanecía quien sabe dónde.
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Mensaje por Fiona Di Centa Mar Feb 03, 2015 9:08 pm

La pelirroja se encogió ligeramente de hombros mientras sonreía con inocencia. No podría debatir eso, normalmente usaba el temor para conseguir lo que perseguía ¿para que molestarse con suplicar favores cuando tienes en tus manos el poder de simplemente obtenerlos por la fuerza? Más sencillo, más rápido y sin las molestias derivadas de tener que congeniar con quien posee, o puede conseguir, lo que deseas. Pero, como ya lo había notado, en ese caso la intimidación no funcionaria tan bien como había pensado en un principio. Si tan solo regresara la chica desquiciada podría ser más simple (también podría complicarse tanto intentando explicarle lo que pretendía que terminase abandonando la idea), pero al parecer aquella otra personalidad no cedería el terreno tan fácilmente. Si, debía admitir que era ingenua al pensar que el mundo funcionaria siempre a su manera. Alguien con un poco más de sabiduría habría actuado diferente, sin lugar a dudas, pero esa era ella y los errores cometidos ya no podrían ser borrados. Además, no estaba segura de querer hacerlo en el caso de que fuese posible, su orgullo no lo permitiría.

Sus sensibles oídos percibían toda clase de sonidos, la vida nocturna volvía a su curso natural después de verse violentamente sorprendida por el grito de la inmortal. Podía incluso escuchar los amortiguados, furtivos y lejanos pasos del gato del que hablaban en ese momento. De seguro el animal no regresaría ni aunque su dueña le llamase. Lo que pretendía Fiona, y que evidentemente la otra adivinó sin mayores contratiempos, era que regresara Alexia, tentándola con la posibilidad de una charla que pensaba la atraería lo suficiente como para desplazar a la arpía negra, forma en que había empezado a llamar mentalmente a la segunda personalidad. – ¿Por qué habría de perder mi tiempo pensando en ello? – respondió con otra pregunta, más no se refería al hecho de que creyese que nunca moriría, sino a que cuando lo hiciese quedaría tan poco de ella que de nada serviría tener de antemano pensado un epitafio. Además, la verdad de su nueva vida era que estaba sola, nadie se molestaría en tales solemnidades póstumas, a nadie le importaría realmente. Sus ojos se encontraban posados sobre las palabras grabadas en una tumba próxima, palabras que denotaban el amor transmitido en vida y el dolor por la pérdida de quien quiera que se encontrase bajo ellas enterrado, pero en un instante retornaron a la chica brillando con suspicacia - Así que tampoco tienes a nadie que duele tu muerte – afirmó mirándole fijamente. El clavel entre sus dedos había detenido su ondulante movimiento.

Caminaba junto a la joven, reprimiendo el impulso de estrangularla por complicarle la existencia pero prestando atención a sus palabras. Con cada nuevo epitafio leído la expresión de hastío de Fiona se incrementaba hasta que, con el último, colocó los ojos en blanco por completo – Ah, por favor, pero que estupideces inventan los mortales cuando se encuentran sensibles – espetó mientras reflexionaba en las preguntas formuladas – ¡Espero que no! Que deprimente que fuese algo así con lo que me recordaran, eso claro si mi familia humana hubiese tenido oportunidad de enterrarme – Ah, pero su familia humana no estaba compuesta únicamente por sus padres ¿verdad? Tenía otros familiares, algunos más cercanos que otros… ¿Qué habrían hecho ellos? ¿Supondrían que murió en el infierno que consumió su hogar de casada? ¿Existía una lapida para ella en alguna parte? ¿Qué dirían los epitafios de sus padres? ¿Por qué nunca había pensado en ellos? solo por calmar su curiosidad estaría dispuesta a realizar un corto viaje a su ciudad natal. – Anda, pregúntale, ya quisiera saber lo que ella escribiría – animó a la hechicera con una sonrisa maléfica. Nada de lo que su madre, o el espíritu de su madre, dijera ahora podría afectarla como le afectaba el pensar en su amor perdido. Incluso aquello podría alimentar el fuego de su furia, ayudándola a enterrar el dolor que había despertado esa noche.

Y allí estaba ella de nuevo, sentada cómodamente sobre una tumba y ensañándose en remover las cenizas, en añadir sal a la herida abierta - ¿Te crees lo suficientemente astuta como para salvar tu patética vida con estas triquiñuelas? – le mostró los colmillos en gesto amenazante – Si he respetado tu vida hasta ahora es porque me divertías en un principio y porque ahora hay algo que quiero de ti, pero no estires tu suerte más de lo debido, después de todo sigues siendo una simple mortal ¿Quieres que añada tu voz a esas que tantas estupideces te susurran? Aunque supongo que poco te importa eso ¿verdad? Después de todo ya estas muerta, pues sé que no estoy hablando con la dueña del cuerpo que tengo en frente. La pregunta real es ¿Te importa tan poco la vida de Alexia como para seguir arriesgándola gratuitamente? – permaneció de pie, observándola con frialdad – No te libraras de mi tan fácilmente ni de lo que tu misma empezaste. Tal como veo las cosas tienes dos opciones: me ayudas por las buenas, caso en el cual hasta podrías, o podrían, ganar algo, o lo haces por las malas. Sé que es posible que no pueda forzarte pero me arriesgaré – se encogió de hombros nuevamente restándole importancia – Al final lo peor que puede pasar es que la hechicera muera y con la información que tengo basta con que busque a otra – sonrió nuevamente con malicia – No eres tan indispensable después de todo –
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Mensaje por Alexia Voltaire Miér Feb 18, 2015 12:20 pm

"Voy a bajar por ti, le dijo; y la promesa comenzó a sangrar."

Alexandria (Que era el nombre del espíritu que poseía a Alexia) usaba todo lo que pudiera a su favor. Tenía habilidades oscuras para consultar y mover a los muertos y además, lo analizaba absolutamente todo buscando quiebres donde ella pudiera pisar. En el caso de la inmortal, sus cambios bruscos en las emociones eran la mejor arma que había descubierto la hechicera. Era sencillo enojarla, pero curiosamente, también fue sencillo ver como se consumía por aquella fracción de segundos en los que le fue revelada la verdad.

—Quizás porque pierdes el tiempo pensando en muchas otras cosas— respondió con evidente burletería, pese a la frialdad que envolvía a las palabras de la nueva ocupante. —Quizás sí, quizás no— musitó con una sonrisa en los labios. Era probable que Drake sintiera algo en la ausencia de la bruja. Aquél desquiciado la trataba como si fuera una pequeña, pero una que le gusta y a la que es capaz de robarle besos y comprarla con dulces. Evidentemente, Alexia en su ingenuidad extrema caía con las más mínimas expresiones de afecto, puesto que rara vez alguien la toleraba demasiado tiempo porque carecían de la paciencia que ella requería en sus ires y venires mentales. Por otro lado estaba el gato. Aquél no podría escribir ningún epitafio y tampoco marcaría sus huellas sobre el cemento fresco, pero era un compañero fiel aunque extraño que no le dejaba ni a sol ni a sombra. Incluso, era casi seguro que aún continuaba rondando cerca aunque sin permitir ser visto. Era un animal astuto, muy distinto a su dueña y aún a su segunda acompañante.

—Tu familia humana no te hubiese puesto epitafio. Quizás ni siquiera el nombre. Quizás ni siquiera hicieran algo diferente que enterrarte en cualquier lugar— la hechicera no tenía filtros cuando era poseída. No reparaba en palabras que le causaran riesgo y no era por imprudencia, era porque sencillamente creía tener el control de todo, lo suficiente como para salvarse el pellejo de cualquier forma. Y hasta ahora, le había funcionado a la perfección.

— ¿Qué vida? — cuestionó burlona y cruzó las piernas sobre aquella tumba. Escuchó atentamente a la inmortal y mantuvo la sonrisa en el rostro hasta que se convirtió en una fría carcajada y asintió —Dos opciones, claro. Eres más tonta de lo que pensaba. Puedes matar a este cuerpo, si tú quieres. Eso no me impedirá saltar a otro y a otro hasta hacerte la vida imposible. Si tu mueres, será tu fin, pero no el mío ¿Qué pasaría si intentara ocupar el cuerpo de quien te abandonó? Sería divertido, podría reírme de ti hasta el cansancio. No juegues conmigo, mujer, porque este espíritu con el que hablas será intangible para ti hasta el día de tu muerte. Puedes intentar aniquilarme mil veces, pero intenta tocarme y yo misma me voy a encargar de desaparecer a tu amado luego de permitir que lo veas. Incluso ¿Qué me impide intentar poseerte a ti? — argumentó con cosas que nunca había probado pero que ella no sabía. Lo cierto es que si podía poseer un cuerpo, podía buscar algún otro y dominarlo hasta obtener lo que quería. Pero Alexandria no funcionaba con amenazas e incluso, si alguien mataba a Alexia, ella podría hacer lo que ya venía deseando, ocupar su cuerpo para siempre mientras el espíritu de su verdadera dueña por fin pasaba al más allá.

—Será mejor que te vayas. No voy a ayudarte, pero voy a interferir lo suficiente en tu búsqueda si me sigues hartando. Ya me demostraste el desespero en el que puedes caer y no me cabe duda que puedes enloquecer aún más. Así que largo, o recordarás mi nombre por el resto de tu vida. Y no me refiero a Alexia, me refiero al mío— ella seguía amenazando y más cosas le venían a la mente conforme hablaba. Aquella noche había sido suficiente para saber lo necesario para atormentarla, e incluso un par de hechizos simples podrían darle pesadillas atroces a la inmortal durante su sueño diurno. Los cabellos arrancados serían un elemento para usar todo en su contra y, seguramente, el espíritu de su madre podría aportar información valiosa para aumentar la tortura que le interrumpiría el sueño. No todas las brujas son de tomar a juego y eso lo dejaría bien claro.


Última edición por Alexia Voltaire el Miér Abr 01, 2015 6:41 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Fiona Di Centa Mar Mar 17, 2015 10:54 pm

”Tell me how does it feel,
When your heart grows cold”


¡Pero que tonterías! ¿Cómo osaba decir algo así cuando lo único que conocía de ella era lo que le había mostrado esa misma noche? Quiso decirle como era antes, cuanto la querían, cuantos velaban por su bienestar, cuantos anhelaban su presencia y carisma. Pero con eso no lograría nada, solo brindar más información a la hechicera. Ahora que recapacitaba estaba segura de que existiría una lápida con su nombre. Frunció el ceño, eso no importaba ahora. Ya no era más aquella chica, todo lo que de humano había en su corazón fue arrebatado en el momento en que la traición hizo trizas su esperanza. Sin embargo aquello le abría los ojos ante algo, aquel espíritu continuaría arremetiendo en los puntos que creía endebles para debilitarla, sin importar si eran o no acertados. Después de todo no podría saberlo más que por sus propias palabras y lo que un alma errante y enojada susurrara en su oído. Seguramente poco amor quedaba en el espíritu de su madre para quien fuese su juez y verdugo. Solo ese último recuerdo estaría amarrado a su intangible presencia en el mundo y de nada valdría intentar que retornase a los días dorados en los cuales las dos se fundían en amorosos abrazos. Si daba crédito a lo poco que había escuchado sobre fantasmas, tal vez aquello le diera la tranquilidad necesaria para descansar en paz. Pero Fiona no le había perdonado (dudaba que eso ocurriese alguna vez) así que por ella bien podría continuar vagando en el limbo eternamente.

Era muy limitada la paciencia con la que contaba la vampiresa, misma que seguía llevando al límite la arpía negra por medio de la boca de la joven desquiciada. – Entonces en verdad no te importa lo que pueda pasarle. Solo es un contenedor para ti, una vida insignificante que sacrificas sin titubear – por alguna razón esperaba que la joven hechicera significase algo para la arpía –asumo que el fuerte vínculo que te permite ir y venir a tu entero antojo se debe a la locura de ella y nada más – el tema era importante en la medida en que Fiona pudiese amenazarla con la integridad del cuerpo que habitaba. Pero siendo ahora consiente de su entero desinterés por la vida de la hechicera de poco podían servirle las amenazas antes profesadas. Su voluble genio saltó de nuevo ante el ultimátum. Sin pensarlo demasiado arremetió contra el endeble cuerpo que permanecía sentado frente a ella pero recordó, en el último instante, lo ocurrido hasta entonces. Su plan inicial incluía aferrar el pálido cuello y retorcerlo hasta que los ojos saltasen de sus orbitas, en su lugar solo hizo el contacto necesario para darle un empujón con la fuerza necesaria como para lanzarla por los aires hasta chocar contra el tronco de un árbol cercano. Aquel golpe debía ser suficiente como para atontarla, sin importar quien controlase el cuerpo estaba prácticamente segura de que el dolor y el aturdimiento ascenderían irremediablemente. – Tú no me ordenas. No me iré solo porque esa es tu voluntad – farfulló con los dientes apretados por la ira que la consumía. – No le temeré a un nombre que desconozco… ¿Crees acaso que puede importarme lo que hagas? Ya estoy sobre aviso necia, no volveré a caer en tus ridículas trampas –

Respiró un par de veces. Era innecesario para su cuerpo pero lo necesitaba para controlarse nuevamente. Escudriñó la noche, los ojos sobre las estrellas que como frías y silenciosas espectadoras daban testimonio de todo lo ocurrido. Las luces titilantes desde la distancia le recordaron su propia fuerza, su superioridad ante lo que consideraba poco más que puro alimento. Aquella presencia, fuese quien fuese, no se impondría – Adelante, inténtalo, me gustaría saber de una vez por todas si eres capaz de tal ardid - la instó sin saber a ciencia cierta si era capaz de escucharle en ese momento – Te crees tan poderosa que subestimas a quien tienes en frente ¿de verdad consideras que si eso fuese posible muchas almas no lo hubiesen ya intentado? ¿POR QUÉ NO LO INTENTAN? – vociferó a los cuatro vientos. Al fin y al cabo estaba rodeada de espectros según lo que había afirmado la hechicera. Y no espectros cualquieras, sino aquellos provenientes de cuerpos que ella misma había mutilado ¿Por qué entonces ninguno intentaba poseerla? ¿Lo habrían acaso intentado y fallado? Si la arpía poseía tanto poder como para formular la amenaza ¿Por qué escoger un débil cuerpo humano como asidero en lugar del poderoso de un inmortal? No, aquella afirmación tenía demasiadas incógnitas entre letras. No lo creía posible y, aunque lo fuera, dudaba seriamente de que ella, con todo el poder del que alardeaba, fuese capaz de controlarlo a él. El que pudiese hacérselo a ella estaba aún por verse.
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Mensaje por Alexia Voltaire Miér Abr 01, 2015 8:45 pm

Eso que te golpea la mente no es más que tu propio nombre

¿Hasta dónde llevarían la discusión? Desde el encuentro en el orfanato las horas aumentaban sin vacilación. El tiempo parecía cernirse a cuenta gotas sobre ellas, como si esperara a ver algo interesante desde el palco y de la mano de la muerte, que aguardara a cualquiera de ellas ya fuera a causa de quedar sin sangre o de ser expuesta al sol.

—Ella me permite tomar su cuerpo cada vez que quiero. Sus temores me abren puertas y entonces se hace fuerte. Pero no podemos hablar de lo que alguien puede significar para otro. Este mismo cuerpo que tienes al frente significó algo distinto en el momento en que la encontraste hambrienta frente al orfanato. Se moría de hambre y tú sólo pensabas en tu confort. Entonces ¿Puedes juzgarme por tomar su cuerpo? Al menos conmigo seguirá viva— espetó con ironía, porque era una hipocresía completa que un vampiro que pretendía bebérsela hace un rato cuestionara algo como eso. Y Alexandria era demasiado radical, una psicorrígida que no toleraba medias tintas y que hablaba sin temores y sin rodeos. No obstante no iba a revelar más información de la necesaria. Cualquier dato es valioso y ella bien lo sabía al haber visto flaquear al vampiro. Alexia era débil y por eso Alexandria entraba, pero no tenía por qué expresarlo, finalmente ella no era la ingenua, sino la peor nigromante que pudieron tener los Voltaire después del que fuera su propio esposo.

No obstante la ira en la inmortal se reflejó en sus ojos y se movió más rápido de lo que la visión prácticamente humana de la hechicera podía detectar. Lo sucedido lo anunció su espalda, que chocó contra una fila de lápidas que la devolvieron al suelo boca abajo. El golpe no había sido nada suave, pero ella se puso de rodillas primero y con las manos apoyadas en el piso y se rio. Estaba dolorida, claro, sobre todo porque al caer al suelo había impactado de tal forma que la sangre le fluía del labio roto. No era demasiada, pero si lo suficiente como para sentir que le palpitaba la boca y se le humedecía con sabor a óxido. Aun así se terminó de incorporar, se puso de pie, se retiró el cabello del rostro y continuó con esa sonrisa sardónica que sólo le podía ofrecer a ella.
— ¿Tan infantil eres a pesar de los años? No soportas que las cosas salgan de otro modo distinto al que planeas y por eso estás atormentada, solitaria, histérica e insoportable. Pero vamos, no sé para qué intento explicarte algo que no quieres entender. No te tejo trampas, te digo la verdad y no la soportas, o sea que aparte de todo eres débil— dijo apenas se incorporó y mientras miraba al vampiro con ojos entrecerrados, pero de una apariencia tranquila, algo que denotaba un dejo de locura también en esta personalidad. O quizás era soberbia, de sus años de fantasma, de su poder de la posesión, de su nigromancia, pero además de algo que Alexia no utilizaba de modo consciente y manipulador: La empatía. Tal don permite conocer los sentimientos de otros e incluso intuir ciertos movimientos. En formas más avanzadas, permite incluso variar sentimientos ajenos o controlarlos y, eso, era precisamente un talón de Aquiles que había encontrado en Fiona: Los sentimientos.

Por lo mismo avanzó un paso más, ocultó la sonrisa de sus labios pero no de sus ojos y utilizó ese mismo don para sembrar en ella la angustia que logró que se arrancara los cabellos minutos antes y tirada en el suelo. Susurró cosas ininteligibles, como rezos extraños que no eran otra cosa distinta a sus hechizos
—Nos parecemos en eso, porque tampoco sabes quién soy yo y desconoces lo que puede hacer un brujo. No somos humanos comunes y esa muerte a la que tanto le has huido puede ser invocada por nosotros. Tus emociones van a matarte un día, vampiro. Gritas y vociferas con el desespero de una verdad revelada que te carcome igual que lo que sientes ahora. No tienes peor enemigo que tú misma…— musitó, sintiendo incluso lástima por ese desespero en ella en vez de la ira que debía sentir por el golpe. Sin embargo quería probar con algo más. —Aaaaaaaaaaaauuuuuuussssssssshhh ¿Qué me hiciste? — lloriqueó la bruja, la ingenua, la inocente de regreso que se abrazó a sí misma al sentir el dolor de espalda y luego se cubrió la boca con una mano —Te odio, yo no te hacía nada— balbuceó cerrando los ojos, como una niña a la que golpean sin culpa ¿Qué haría entonces la inmortal? El cambio le resultaba interesante a Alexandria, doloroso a Alexia y seguramente desesperante a Fiona.
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Mensaje por Fiona Di Centa Lun Abr 27, 2015 10:31 am

” And I still find it so hard
To say what I need to say”


Eran tan ciertas aquellas palabras que Fiona no encontró forma de mentirle a la hechicera ni tampoco a sí misma. No existía en el planeta un enemigo más acérrimo y cruel que ella misma. Noche tras noche se regodeaba en medio de un altar en el cual palidecían y se desmoronaban los últimos vestigios de humanidad. Se ensalzaba y convencía de una superioridad que cualquier lógica encontraría absurda, haciéndole creer invencible, procurándole un comportamiento temerario, imprudente e irreflexivo, y con cada victoria obtenida ese altar se elevaba un poco más, sin importarle las razones que le habían llevado al desenlace. Su ego crecía al igual que su orgullo, alimentados por aire y deseo, tan soberanos sobre su voluntad como falsos los pilares que les sostenían. Un débil golpe, tan suave como el murmullo del viento, o los argumentos de una hechicera, bastaba para que estos se agrietaran y temblaran, para que el altar se inclinara peligrosamente hacia el vacío, permitiéndole ver de reojo el abismo de oscuridad y soledad sobre el cual se erguía su templo de autocomplacencia.

La desesperación ascendió nuevamente, arrullándola entre sus tenebroso abrazo. La pelirroja tembló de manera involuntaria. Poco faltaba para que volviese a perder el control de su cuerpo, para que se desplomara y farfullara patéticas ayudas que no obtendrían respuesta. – Esto no es real – murmuró atravesando la blanca piel de sus manos con sus propias uñas mientras trataba de encontrar la verdadera razón para su caótico sentir. Sus ojos se enfocaron en el rostro de su acompañante y comprendió que se trataba de un nuevo truco, fue entonces cuando tomó conciencia de los susurros inteligibles que inundaban su mente. Sin embargo, el que hubiese podido identificar el origen de su desazón no le sirvió para contrarrestarlo. El conocimiento sobre la falsedad de su sentir solo consiguió aumentar su consternación, como una pesadilla en la cual se sabe el soñador soñando pero aun así es incapaz de escapar de las crueles garras de su propia imaginación. Solo una salida existía para ella en ese momento y, aunque se odiase a sí misma por considerarlo siquiera, la realidad era que no poseía herramientas para continuar enfrentándose a esa rival.

Entonces los murmullos cesaron y su alma se aquieto. Fuese lo que estuviera haciendo la arpía de pronto se había detenido sin razón. Solo algunos segundos más y la vampiresa hubiese huido con el rabo entre las piernas. No quería enfrentarla de nuevo, no quería darle la oportunidad de revolver entre sus sentimientos y volverla de nuevo un caos andante. Pero tal vez no tuviera que hacerlo. En un giro inesperado el rostro de la joven se tornó de nuevo simpático y vulnerable. Sus ojos dejaron de brillar con maliciosa inteligencia. La vampiresa se sentó en una lápida cercana y repaso su rostro con una de sus manos. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que se sintiera agotada. Cerró su mente a los pensamientos de su rival y su alter ego en un intento por recuperar algo de fuerza y trató de no volcar su frustración sobre la voz que ahora le recriminaba por dolores que sentía sin comprender lo que había ocurrido.

– Si, bueno, no es que yo sienta cariño por ti precisamente – contestó en tono neutro. Inspeccionó recelosa la oscuridad que les rodeaba. Seguro que la arpía continuaba por allí, esperando para atacar de nuevo. Solo por eso habría abandonado el cuerpo de la joven. – Además no es mi culpa que tu propia debilidad te lleve a permitir el acceso a un alma ajena en tu cuerpo, a que una maldita arpía se exprese por ti y busque que te lastimen – ¿Qué tanto de aquello comprendería la joven? Inhalando un poco de aire la vampiresa se levantó y caminó en círculos sin acercarse a Alexia. ¿Qué hacer ahora? A pesar de lo difícil que era la situación para ella (el saberse derrotada significaba un golpe bajo para su autoestima) había obtenido información que no buscaba pero de la cual podía sacar provecho. – No deberías permitirlo, esa presencia que usurpa tu cuerpo terminará llevándote prematuramente a la tumba – si, también concordaba con la arpía en que era una hipócrita en ese aspecto. La única razón por la cual no destrozaba ese débil cuerpo hasta que no quedara nada de ella reconocible, era el temor que le inspiraba el volver a enfrentarse a su propia desesperación. Había quedado claro que la arpía no poseía el poder para tomar posesión de su cuerpo preternatural, pues ni siquiera lo había intentado hasta donde Fiona alcanzaba a comprender. También sabía que con un movimiento lo suficientemente rápido podría destrozarle el cráneo sin darle tiempo a reaccionar, pero por primera vez consideró el riesgo y prefirió tragarse su sangrienta venganza. Era buena soportando los golpes físicos pero, como se había demostrado esa noche interminable, no tanto para superar los emocionales.
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La locura nunca tuvo maestro [Alexia]  Empty Re: La locura nunca tuvo maestro [Alexia]

Mensaje por Alexia Voltaire Dom Mayo 03, 2015 1:20 am

El problema es que nuestra realidad jamás respondió a nuestros sueños

— Te desmoronas porque eran débiles tus motivos, falsos tus recuerdos y frágil tu carácter ¿Algo en ti ha sido alguna vez real?— cuestionó la bruja, sembrando cizaña en los pensamientos ya encontrados de la inmortal, buscando que de nuevo trajera a su mente la falsa muerte de quien fuera su esposo, e incluso los sentimientos de ella hacia la que fuera antaño su familia. Nada parecía real, todo lucía como una broma del destino para el vampiro, como si se cobrara las vidas destapando mentiras a medida que avanzaba y pretendía destruir una vez más.

Le caminó alrededor, sin retirarle en ningún momento la mirada e intensificando lo que pudo aquél don que le inestabilizaba las emociones a su rival de la noche, cosa que sólo era posible en la medida que la misma Fiona flaqueara para sí misma y lo proyectara para los demás. Lo que sentía ella no era nada creado en sí por Alexandria, sino que constituía un círculo sin cerrar en la vida de la inmortal, cuya apertura había causado un estrago completo en la mente de la vampiresa. No obstante aquello no continuaría por mucho tiempo. Alexandria aún no era capaz de poseer de modo permanente el cuerpo de su hija y cuando su espíritu se sentía débil e incómodo en ese cuerpo que no le pertenecía , se retiraba buscando acabar con la estrechez de su fuerza y el poco dominio que poseía para no separarse jamás de Alexia. Sin embargo no lo admitía, creía que cada retiro era absolutamente voluntario y se prestaba para cada juego que se le ocurría, como los aparentes cambios de personalidad que lograron alguna vez el encierro de Alexia, hasta posesiones sorpresivas que dejaban en jaque a cualquiera en sus cinco sentidos. Su acto sobre Alexia era enfermizo, pero para Alexandria sólo significaba un movimiento más que la acercaba a regresar del todo al mundo de los vivos.


—Yo sé…— musitó cabizbaja, sabiendo que su propia madre la metía muchas veces en cualquier lío y cuando sentía dolor, sencillamente escapaba dejándole las consecuencias a la más inocente. A decir verdad, era casi un milagro que la jovencita aún continuara viva luego de cada episodio rodeado de conflicto. —Pero es que no puedo evitarlo, porque ella solamente llega y ya no puedo hacer nada. A veces me deja ver todo, otras veces no me acuerdo de nada pero despierto con algún golpe. — En ese punto tenía ganas de romper a llorar, la espalda le dolía horrores y seguramente tomaría un color violeta conforme avanzaran los minutos. No había fractura, o al menos no se sentía un dolor tan intenso como para sospechar algo así, pero de todos modos le dolía bastante, incluso también sucedía eso con el labio que ya estaba inflamado y necesitaba algo de hielo o algún remedio con hierbas que intentaría preparar más tarde. Por lo mismo se puso de pie, sabiendo que no había más por hacer allí diferente a partir o morir.

Suspiró largamente, entrecortado como los niños luego de llorar por horas, e intentó no mirar a la inmortal mientras caminaba apenas unos dos pasos por delante de ella
—Si la matas volverá por ti. Yo no la maté, sólo la enterré en el jardín de la casa, pero no he dejado de verla desde que tenía cinco años. Es mala. Pero no quiero morir yo hoy por ella, aunque volverá— pretendió que esa fuese su despedida y caminó arrastrando los pies, pateando sin querer piedras en su camino y yendo sin rumbo definido. Quería dormir, nada más eso. —Ah, lo que te dijo de tu esposo es cierto. Él no murió ese día, tus muertos tampoco lo han visto vagar— y sin más, emprendió una carrera que nada podía hacer si la inmortal pretendía alcanzarla. No obstante, intentaba partir. Y el gato lo sabía, fue obvio cuando apareció de la nada y corrió a la par de su dueña.

CERRADO
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