AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Ella que todo lo tuvo | Privado
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Ella que todo lo tuvo | Privado
Tenía todo planeado, aunque nunca se sabía… la fortuna es traicionera y nunca se puede descifrar de que lado va a estar cada día. O cada noche. Era de noche y ella fingía leer en la biblioteca de la ciudad mientras repasaba su plan. Había arrastrado hasta allí una pequeña maleta, asegurando que allí tenía libros para donar, aunque en verdad iba llena con dos vestidos, enseres personales para el aseo, un par extra de zapatitos, dinero y sus papeles más importantes –su carta de nacimiento y los papeles de la herencia de sus padres, misma a la que podría acceder una vez que se casase, cosa que no estaba en sus planes en lo absoluto-, pues sí, Colette planeaba escapar. Cambiar su vida radicalmente.
-La esperaré en el coche, señorita, ya se está haciendo tarde -le dijo Frank, el hombre que su abuelo había designado para cuidarla. Solo él y, más allá, un muchacho inmerso en la lectura compartían ese enorme lugar con ella.
-Planeo leer unas horas más, es temprano todavía –le dijo, sin sacar la vista del libro, pero apretándolo entre sus manos para calmar sus nervios-. Además tengo que acomodar yo misma los libros que he traído para donar… Y, no. No necesito tu ayuda –le dijo, ante el amague que hizo él de ofrecerse-. Puedes retirarte, gracias. Cuando termine aquí saldré, que el coche me espere en la puerta, no quiero tener que caminar hasta la esquina.
-Sí, señorita Moulian –dijo él y se fue.
Solo en esos momentos Colette pudo respirar. Le había ordenado que la esperasen en la puerta delantera así ella tendría chance de salir por la trasera. Se había estudiado todo el camino que tendría que seguir para llegar desde allí al puerto.
Sí, lo tenía todo estudiado pero llegar al puerto le costó más de lo que se había imaginado. La adrenalina la impulsaba, el temor a ser hallada y devuelta al infierno que era su casa le daba las fuerzas para correr con la maleta ligera colgando de su brazo. Mientras recorría las calles de París, Colette rezaba para que Dios la protegiese de cualquier malvado que la viese y quisiese asaltarle… aunque, viendo como iba –cubierta con una capa y capucha negra corría por las calles, sin siquiera detenerse en las esquinas-, bien podía pasar por un fantasma. ¿Quién se acercaría a alguien así?
El único barco que partía esa noche del puerto tenía aspecto algo macabro. Agitada y agradecida al Cielo por haber llegado a salvo hasta el lugar, Colette tomó la decisión de pagar lo que fuese por un lugar en la nave, pese a no saber cuál era el próximo puerto que tocaría. Cualquier lugar del mundo sería mejor que estar en la casa de su abuelo, o con su prometido, un viejo ebrio de sesenta años. Necesitaba salir de París.
-No subimos mujeres en nuestro barco –le dijo de mal modo el primer tripulante al que se dirigió-. Vete de aquí –le ordenó, mirándola de forma lasciva mientras le soltaba en la cara el humo de su cigarro.
-¿Por qué no aceptan mujeres? ¡Eso es horrible! –exclamó, sin obedecerle-. ¡Quiero hablar con el capitán! Se nota que tú no eres quien manda aquí…
-El capitán nunca te recibiría –le aseguró el tipo y le dio un empujón-. Vete, no estorbes que tenemos que irnos.
-¡Quiero ver al capitán! –volvió a exigir Colette, no había corrido tantas calles en vano. No podía irse sin más-. ¡Capitán! ¡Capitán! –llamó a los gritos, esperando que el hombre, quien fuese, acudiese a ella.
-La esperaré en el coche, señorita, ya se está haciendo tarde -le dijo Frank, el hombre que su abuelo había designado para cuidarla. Solo él y, más allá, un muchacho inmerso en la lectura compartían ese enorme lugar con ella.
-Planeo leer unas horas más, es temprano todavía –le dijo, sin sacar la vista del libro, pero apretándolo entre sus manos para calmar sus nervios-. Además tengo que acomodar yo misma los libros que he traído para donar… Y, no. No necesito tu ayuda –le dijo, ante el amague que hizo él de ofrecerse-. Puedes retirarte, gracias. Cuando termine aquí saldré, que el coche me espere en la puerta, no quiero tener que caminar hasta la esquina.
-Sí, señorita Moulian –dijo él y se fue.
Solo en esos momentos Colette pudo respirar. Le había ordenado que la esperasen en la puerta delantera así ella tendría chance de salir por la trasera. Se había estudiado todo el camino que tendría que seguir para llegar desde allí al puerto.
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Sí, lo tenía todo estudiado pero llegar al puerto le costó más de lo que se había imaginado. La adrenalina la impulsaba, el temor a ser hallada y devuelta al infierno que era su casa le daba las fuerzas para correr con la maleta ligera colgando de su brazo. Mientras recorría las calles de París, Colette rezaba para que Dios la protegiese de cualquier malvado que la viese y quisiese asaltarle… aunque, viendo como iba –cubierta con una capa y capucha negra corría por las calles, sin siquiera detenerse en las esquinas-, bien podía pasar por un fantasma. ¿Quién se acercaría a alguien así?
El único barco que partía esa noche del puerto tenía aspecto algo macabro. Agitada y agradecida al Cielo por haber llegado a salvo hasta el lugar, Colette tomó la decisión de pagar lo que fuese por un lugar en la nave, pese a no saber cuál era el próximo puerto que tocaría. Cualquier lugar del mundo sería mejor que estar en la casa de su abuelo, o con su prometido, un viejo ebrio de sesenta años. Necesitaba salir de París.
-No subimos mujeres en nuestro barco –le dijo de mal modo el primer tripulante al que se dirigió-. Vete de aquí –le ordenó, mirándola de forma lasciva mientras le soltaba en la cara el humo de su cigarro.
-¿Por qué no aceptan mujeres? ¡Eso es horrible! –exclamó, sin obedecerle-. ¡Quiero hablar con el capitán! Se nota que tú no eres quien manda aquí…
-El capitán nunca te recibiría –le aseguró el tipo y le dio un empujón-. Vete, no estorbes que tenemos que irnos.
-¡Quiero ver al capitán! –volvió a exigir Colette, no había corrido tantas calles en vano. No podía irse sin más-. ¡Capitán! ¡Capitán! –llamó a los gritos, esperando que el hombre, quien fuese, acudiese a ella.
Colette Moulian- Humano Clase Alta
- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 22/01/2017
Re: Ella que todo lo tuvo | Privado
Después… de haber regresado a la humanidad, tantos años viviendo como un animal en el fondo del océano, pagando una deuda por querer recuperar un tiempo de victorias y querer devorarse al mundo entero. Ahí estaba, de regreso, el mismísimo Dragut; ya un héroe en la historia del Imperio Otomano, por él, su gente fue respetada, se desarrolló la ciudad gracias a los saqueos, a sus redes de esclavos, todo eso y sus barcos junto con su reconocimiento habían quedado. La piratería internacional fue reconocida, tantos cambios hizo el pirata, quizás por ello era el más temible; por su ingenio y estrategia en dominar el mismo mar. Se había dedicado a ser el alma misma de esta, protegiéndola y adorándola como un cambiante maldito, hasta que el tiempo llegó. La magia llegó a su fin, y volvió a recopilar gente con la que podría haber crecido de no haber desaparecido. Unos le creyeron muerto, más su regreso es asombroso, nadie sabe que aún vive, pues muchos quisieron su cabeza, y ahora, quizás y deseen lo mismo.
Alzándose una vez más, ahí estaba el pirata, mandando a su tripulación entregar la mercancía, toda fue una excelente ganancia, su fama fue de ayuda para volver a adentrarse al comercio, poco a poco saliendo, volviendo a forjar ese camino de motines, el oro y la plata volvió a ser el objetivo, aunque la mayor ganancia generada son los esclavos, y con la ayuda de los traductores y guías, llegaron al puerto de París; la ciudad que hoy en día demanda por los negros. Así fue que la entrega fue realizada, todo salió a la perfección, se sumó más el dinero de lo esperado.
Alistándose la tripulación, el capitán ordenó zarpar mientras él veía la nueva ruta para la navegación, todos comenzaron a desempeñar sus deberes, ese barco tan temible volvía a rugir cuando se ponía en marcha, embrujado quizás estaba, pero, ¿quién no lo estaba a ese paso? Se juegan la vida, el carácter de su jefe era el mismo simbólico del barco. Más algo le causó irritación, una voz, un perfume. Sus hombres hacía días que no se satisfacían de una mujer, apestaban a celo, y tanto alboroto se armó por una en especial, no era conveniente que una mujer abordara el barco, el maestre encargado de la verificación de este, le fue a anunciar lo sucedido, pero ya estaba alistado para poner orden. Lo peor es que ahí no hay modales, nadie ha sido famoso por sus virtudes en las mujeres, al contrario, ya se arriesga mucho aquella y aun vestida como refinada dama.
— Arslan, alista las velas, pronto suban el ancla, nos largamos de aquí ya. ¡Y tú!, bájate de mí barco, no insultes a mis hombres con tu ruidosa voz, marchad a tu castillo, que aquí pronto serás la prisionera de uno o de varios, ¿y eso no quieres, o sí?— Sus hombres pronto ejecutaron gestos morbosos, puercos y cínicos ofreciéndose para posesionarse de esa, no mentía, hermosa piel, apetecible, y con rasgos seductores, pronto seria carnada. Y pensó; “¿Por qué no satisfacerlos?”.
— Ya veo, así que quieres zarpar con nosotros, pero, veamos, ¿qué tienes para ofrecer? ¡Rápido! Que nos retrasas el viaje, dinero no queremos, joyas son muy baratas, y todos los que ves aquí, serán recompensados si logras viajar en este barco—. Aclaró el capitán, con su voz indiferente y rebelde a los instintos de un hombre, siempre con el poderío en el habla, observando lo que lleva con ella, hasta la manera en la que está parada, todo inspecciona y pronto los guardias comenzaron a caminar hacia ellos, el tiempo era poco, ya debe dar la oferta o bajarse, ya que no sabe dónde se está metiendo. A la misma boca del tiburón.
Alzándose una vez más, ahí estaba el pirata, mandando a su tripulación entregar la mercancía, toda fue una excelente ganancia, su fama fue de ayuda para volver a adentrarse al comercio, poco a poco saliendo, volviendo a forjar ese camino de motines, el oro y la plata volvió a ser el objetivo, aunque la mayor ganancia generada son los esclavos, y con la ayuda de los traductores y guías, llegaron al puerto de París; la ciudad que hoy en día demanda por los negros. Así fue que la entrega fue realizada, todo salió a la perfección, se sumó más el dinero de lo esperado.
Alistándose la tripulación, el capitán ordenó zarpar mientras él veía la nueva ruta para la navegación, todos comenzaron a desempeñar sus deberes, ese barco tan temible volvía a rugir cuando se ponía en marcha, embrujado quizás estaba, pero, ¿quién no lo estaba a ese paso? Se juegan la vida, el carácter de su jefe era el mismo simbólico del barco. Más algo le causó irritación, una voz, un perfume. Sus hombres hacía días que no se satisfacían de una mujer, apestaban a celo, y tanto alboroto se armó por una en especial, no era conveniente que una mujer abordara el barco, el maestre encargado de la verificación de este, le fue a anunciar lo sucedido, pero ya estaba alistado para poner orden. Lo peor es que ahí no hay modales, nadie ha sido famoso por sus virtudes en las mujeres, al contrario, ya se arriesga mucho aquella y aun vestida como refinada dama.
— Arslan, alista las velas, pronto suban el ancla, nos largamos de aquí ya. ¡Y tú!, bájate de mí barco, no insultes a mis hombres con tu ruidosa voz, marchad a tu castillo, que aquí pronto serás la prisionera de uno o de varios, ¿y eso no quieres, o sí?— Sus hombres pronto ejecutaron gestos morbosos, puercos y cínicos ofreciéndose para posesionarse de esa, no mentía, hermosa piel, apetecible, y con rasgos seductores, pronto seria carnada. Y pensó; “¿Por qué no satisfacerlos?”.
— Ya veo, así que quieres zarpar con nosotros, pero, veamos, ¿qué tienes para ofrecer? ¡Rápido! Que nos retrasas el viaje, dinero no queremos, joyas son muy baratas, y todos los que ves aquí, serán recompensados si logras viajar en este barco—. Aclaró el capitán, con su voz indiferente y rebelde a los instintos de un hombre, siempre con el poderío en el habla, observando lo que lleva con ella, hasta la manera en la que está parada, todo inspecciona y pronto los guardias comenzaron a caminar hacia ellos, el tiempo era poco, ya debe dar la oferta o bajarse, ya que no sabe dónde se está metiendo. A la misma boca del tiburón.
Invitado- Invitado
Re: Ella que todo lo tuvo | Privado
¿Quién era ese hombre con voz de trueno y mirada de tormenta? ¿Quién era ese al que llamaban capitán y por qué le costó respirar al tenerlo frente a ella? Colette sintió que las rodillas le temblaban ante su mirada poderosa y hasta temió sufrir la desgracia de orinarse allí, en el puerto y frente a esas gentes, a causa de la flojera que le sobrevino al ser penetrada por su voz gruesa. Pero eso no sucedió, afortunadamente pudo controlar su cuerpo pese a que le fue difícil.
Tendría que haberlo notado, que ese no era un lugar para ella, que subirse a bordo de aquella nave era una pésima idea, quizás la peor que había tenido en su vida pese a ser una joven sumamente creativa… ¿por qué esa embarcación si podía esperar a una siguiente? ¡No! Ella estaba urgida de abandonar la ciudad cuanto antes; si hubiese reparado en los gestos obscenos, sucios, de los hombres que la rodeaban, si hubiese oído sus frases soeces, si se hubiese detenido a meditar la hostilidad de la vulgar violencia que la rodeaba en esos momentos… Pero Colette estaba ciega y sorda, prisionera ya era de su pasado y temía tener que serlo también de su futuro si no hacía nada por salvarlo, por salvarse.
-Puedo pagar, Capitán –aseguró, desesperada, mientras intentaba acomodar su rubia cabellera que el viento parecía querer arrebatarle de su peinado cuidado-, no creo que no les haga falta dinero o joyas –se permitió dudarlo en voz alta, sin pensar en que tal vez eso podría darle problemas ante el hombre-. Todas las personas quieren dinero y joyas –le dijo. Su voz temblaba, pero sus palabras eran firmes pues estaba segura de lo que quería, pese a temer-. Yo sé cocinar –mintió, con el descaro propio de las personas desesperadas-, además sé hablar cuatro idiomas y leer mapas –en esos dos aspectos no mentía y se le ocurrió que podría ser útil.
Dio dos pasos en dirección al capitán, estaba siendo –de pronto- todo lo valiente que no había sido en su vida y eso la tenía más sorprendida que a cualquiera allí, pues aquellos hombres sucios y vulgares no la conocían.
-Sólo pido que me dejen en el próximo puerto que toquen, Capitán. Puedo pagar mi pasaje en esta nave, déjeme mostrarle que sí puedo hacerlo.
No entendió, pues inocente Colette era, a qué se refería él con eso de recompensar a sus hombres y beneficiarlos de que ella estuviese a bordo. ¿Acaso creían que ella podía darles suerte? No, no lo comprendía, pero tomó esas palabras del rubio capitán como una señal de que sí, su vida cambiaría, sí podría salirse con la suya y sí zarparía con ellos.
Tendría que haberlo notado, que ese no era un lugar para ella, que subirse a bordo de aquella nave era una pésima idea, quizás la peor que había tenido en su vida pese a ser una joven sumamente creativa… ¿por qué esa embarcación si podía esperar a una siguiente? ¡No! Ella estaba urgida de abandonar la ciudad cuanto antes; si hubiese reparado en los gestos obscenos, sucios, de los hombres que la rodeaban, si hubiese oído sus frases soeces, si se hubiese detenido a meditar la hostilidad de la vulgar violencia que la rodeaba en esos momentos… Pero Colette estaba ciega y sorda, prisionera ya era de su pasado y temía tener que serlo también de su futuro si no hacía nada por salvarlo, por salvarse.
-Puedo pagar, Capitán –aseguró, desesperada, mientras intentaba acomodar su rubia cabellera que el viento parecía querer arrebatarle de su peinado cuidado-, no creo que no les haga falta dinero o joyas –se permitió dudarlo en voz alta, sin pensar en que tal vez eso podría darle problemas ante el hombre-. Todas las personas quieren dinero y joyas –le dijo. Su voz temblaba, pero sus palabras eran firmes pues estaba segura de lo que quería, pese a temer-. Yo sé cocinar –mintió, con el descaro propio de las personas desesperadas-, además sé hablar cuatro idiomas y leer mapas –en esos dos aspectos no mentía y se le ocurrió que podría ser útil.
Dio dos pasos en dirección al capitán, estaba siendo –de pronto- todo lo valiente que no había sido en su vida y eso la tenía más sorprendida que a cualquiera allí, pues aquellos hombres sucios y vulgares no la conocían.
-Sólo pido que me dejen en el próximo puerto que toquen, Capitán. Puedo pagar mi pasaje en esta nave, déjeme mostrarle que sí puedo hacerlo.
No entendió, pues inocente Colette era, a qué se refería él con eso de recompensar a sus hombres y beneficiarlos de que ella estuviese a bordo. ¿Acaso creían que ella podía darles suerte? No, no lo comprendía, pero tomó esas palabras del rubio capitán como una señal de que sí, su vida cambiaría, sí podría salirse con la suya y sí zarparía con ellos.
Colette Moulian- Humano Clase Alta
- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 22/01/2017
Re: Ella que todo lo tuvo | Privado
Teme, lo aspira, apesta su barco a su miedo, sin ser el único en morbosear ese instinto, pues a los animales les atrae ser superiores, marcar territorio y claro, fornicar con la hembra que le atraiga. Sin quedarse atrás Dragut, conoce a su gente y sabe que si da la orden de que se quede, ellos la tendrán, y pensó en quizás acceder por ellos. Que se diviertan, uno por uno, en turnos y que despierten con las ganas de hacer las actividades en el barco, pero al igual existía un mayor problema. Distraídos estarían, siendo un estorbo. Imposible que permitiera todo eso. Entonces, ¿qué podía hacer con ella? Porque es extraño que lo estuviese dudando, de haber sido otra ya la habría echado a la borda, pero tiene algo que le gusta; valentía. No cualquier damisela estúpida en apuros se montaría a un barco de esa índole, rodeada de hombres salvajes, a menos que haya cometido un peor pecado. Y es ahí lo que le intereso. Tan descarada se muestra, desesperada ordenando y confiada en sus palabras. Le gusta, y el escuchar sus propuestas, la manera en la que busca salirse con la suya. Le iba a dar la oportunidad, solo por su propia hombría, comprobar por qué tenía razón y por supuesto. Lo que ganaría con ella, o que, ¿pensaron que sería un caballero? No, el corsario, el pirata, su capitán es. Pese a que siga seduciendo a una manada de lobos hambrientos sin darse cuenta o quizás si, y eso quería.
— Ya te lo he dicho, muchos ofrecen dinero y joyas. Y si es lo que darás, tendrá que ser mucho, más de lo que un Conde o un Rey pagarían. ¿Acaso, lo tienes? —, un movimiento de meter y sacar, decía las palabras escondiendo la realidad en ellas. Quería información, saber de qué riqueza se trata. Por lo que es inútil que siga palabreando, no cree lo que ofrece con sus manos, a leguas se ve que es una maldita comodina. — Aquí queremos todo. Todos quieren más y más. Hasta tú, que implorando sacas a relucir mentiras con tal de partir con nosotros. Pero hay algo, tus conocimientos son aceptados, has de servir en algo, y el dinero igual lo queremos... Eres parte de la embarcación más yo diré cuando y donde bajas. ¿Entendido? Bien, viajaras como uno de todos, sin lujos y comodidades, y cuidarás de ti sola.…
Dio las órdenes en su misma lengua natal; lenguas túrquicas, si comprendió que bien sino que tristeza que no sea esa lengua la conocida, que gritó la partida de inmediato, los soldados estaban ahí, por lo que se movió, yendo a tomar un arma y a tirar, solo para que cesara el fuego mientras se salían de la zona de ataque, y así como el barco descendió la mercancía, partieron, comenzado a balancearse, todos agitados, y tan pronto estuvieran libres de peligro, solo el agua haría el demás trabajo, así como apaciguar el sonido de los balazos, y que resulta ser que secuestraron a la hija de un barón importante, por eso fue la burla al final y la huida. Se llevaron dos pájaros de un solo tiro, y que se corra el rumor de que si está maldito el barco y el regreso del otomano.
— Ya te lo he dicho, muchos ofrecen dinero y joyas. Y si es lo que darás, tendrá que ser mucho, más de lo que un Conde o un Rey pagarían. ¿Acaso, lo tienes? —, un movimiento de meter y sacar, decía las palabras escondiendo la realidad en ellas. Quería información, saber de qué riqueza se trata. Por lo que es inútil que siga palabreando, no cree lo que ofrece con sus manos, a leguas se ve que es una maldita comodina. — Aquí queremos todo. Todos quieren más y más. Hasta tú, que implorando sacas a relucir mentiras con tal de partir con nosotros. Pero hay algo, tus conocimientos son aceptados, has de servir en algo, y el dinero igual lo queremos... Eres parte de la embarcación más yo diré cuando y donde bajas. ¿Entendido? Bien, viajaras como uno de todos, sin lujos y comodidades, y cuidarás de ti sola.…
Dio las órdenes en su misma lengua natal; lenguas túrquicas, si comprendió que bien sino que tristeza que no sea esa lengua la conocida, que gritó la partida de inmediato, los soldados estaban ahí, por lo que se movió, yendo a tomar un arma y a tirar, solo para que cesara el fuego mientras se salían de la zona de ataque, y así como el barco descendió la mercancía, partieron, comenzado a balancearse, todos agitados, y tan pronto estuvieran libres de peligro, solo el agua haría el demás trabajo, así como apaciguar el sonido de los balazos, y que resulta ser que secuestraron a la hija de un barón importante, por eso fue la burla al final y la huida. Se llevaron dos pájaros de un solo tiro, y que se corra el rumor de que si está maldito el barco y el regreso del otomano.
Invitado- Invitado
Re: Ella que todo lo tuvo | Privado
¡Ay, si Colette Moulian se hubiera detenido a pensar en lo que estaba haciendo allí, junto a esos salvajes desconocidos! Pero las ganas de huir de su futuro ya marcado eran más grandes, más poderosas. Estaba ciega porque esa idea de la escapada se le había metido en la cabeza, fijado como una meta, y ya no podía parar hasta lograrlo, cuánto menos ahora que pisaba aquel barco, el vehículo hacia su libertad. No, ya no había retorno para ella.
Sí reparó en las palabras del capitán, oír que él le diría cuando y en qué puerto bajaría no le gustó nada, pero como la señorita de buena posición que era, creyó que él lo decía en afán de protegerla como habían querido protegerla todas las personas con las que estaba familiarizada en general en su vida, durante toda su adolescencia y temprana juventud. Hasta le dio ternura el gesto del hombre y con una sonrisa amplia se lo agradeció, aunque a él pareció no importarle pues sin darle más atención se marchó rumbo a sus quehaceres. El barco estaba pronto a zarpar ya.
Nadie la ayudó a cargar con sus cosas, eso no le molestó pues había cargado con ellas durante toda la huida por las calles de su ciudad, esa que ahora veía con un toque de nostalgia pues de la costa ya se alejaban; si había podido hacerlo una vez, podría otras.
No escapó de su percepción el hecho de que los hombres la miraban con deseo. Siempre le habían dicho que era una muchacha bonita, pero ella no se veía así… creía que sus amigas eran mucho más hermosas, siempre se había sentido insegura con su cuerpo, principalmente porque se sentía huesuda y sin demasiada forma, todo lo contrario a sus amigas, cuyos prometidos las habían elegido –en parte- por sus caderas prominentes y sus cinturas delgadas. Uno de los hombres, que tiraba de una pesada soga, la miraba con lascivia, tanto que la hacía sentir sucia. Hasta le dijo algo en una lengua que ella no comprendió, pero Colette supo que no era nada bonito, sino algo vulgar.
Asustada, decidió correr tras el capitán. Al menos él parecía ser la única persona sensata sobre aquella nave, le había hablado con claridad y determinación. No había sido amable, pero sí poderoso en sus formas y eso le había dado seguridad. Ah, pero el capitán sacó un arma de fuego y lanzó varios disparos al aire. Colette gritó asustada y se arrojó al suelo, justo detrás de unas cajas de madera, tapándose las orejas.
-¿Qué sucede? ¡Oh, Dios bendito! ¿Qué pasa? ¿Nos atacan? –le preguntó al capitán mientras seguía refugiada en el precario escondite.
Estaba completamente desorientada, el corazón le latía con tanta fuerza que Colette creyó que se le saldría, atravesando incluso la gruesa tela que tenía el escote de su vestido.
Sí reparó en las palabras del capitán, oír que él le diría cuando y en qué puerto bajaría no le gustó nada, pero como la señorita de buena posición que era, creyó que él lo decía en afán de protegerla como habían querido protegerla todas las personas con las que estaba familiarizada en general en su vida, durante toda su adolescencia y temprana juventud. Hasta le dio ternura el gesto del hombre y con una sonrisa amplia se lo agradeció, aunque a él pareció no importarle pues sin darle más atención se marchó rumbo a sus quehaceres. El barco estaba pronto a zarpar ya.
Nadie la ayudó a cargar con sus cosas, eso no le molestó pues había cargado con ellas durante toda la huida por las calles de su ciudad, esa que ahora veía con un toque de nostalgia pues de la costa ya se alejaban; si había podido hacerlo una vez, podría otras.
No escapó de su percepción el hecho de que los hombres la miraban con deseo. Siempre le habían dicho que era una muchacha bonita, pero ella no se veía así… creía que sus amigas eran mucho más hermosas, siempre se había sentido insegura con su cuerpo, principalmente porque se sentía huesuda y sin demasiada forma, todo lo contrario a sus amigas, cuyos prometidos las habían elegido –en parte- por sus caderas prominentes y sus cinturas delgadas. Uno de los hombres, que tiraba de una pesada soga, la miraba con lascivia, tanto que la hacía sentir sucia. Hasta le dijo algo en una lengua que ella no comprendió, pero Colette supo que no era nada bonito, sino algo vulgar.
Asustada, decidió correr tras el capitán. Al menos él parecía ser la única persona sensata sobre aquella nave, le había hablado con claridad y determinación. No había sido amable, pero sí poderoso en sus formas y eso le había dado seguridad. Ah, pero el capitán sacó un arma de fuego y lanzó varios disparos al aire. Colette gritó asustada y se arrojó al suelo, justo detrás de unas cajas de madera, tapándose las orejas.
-¿Qué sucede? ¡Oh, Dios bendito! ¿Qué pasa? ¿Nos atacan? –le preguntó al capitán mientras seguía refugiada en el precario escondite.
Estaba completamente desorientada, el corazón le latía con tanta fuerza que Colette creyó que se le saldría, atravesando incluso la gruesa tela que tenía el escote de su vestido.
Colette Moulian- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/01/2017
Re: Ella que todo lo tuvo | Privado
Balazos, gritos de su tripulación y las órdenes del corsario para zarpar se escuchan escandalosos, alistados en el contraataque. Mientras disparan él y su gente; dos cayeron al agua, no se podían salvar porque justo en el blanco dieron. ¡Ya era momento de que cada quien hiciera, en lo que más son hábiles en su puesto! Meciéndose el barco, todos en sus puestos defendiéndose, las velas caídas y el viento comenzó a hacer lo suyo. Más, la diversión no fue esa, el corsario observó a la nueva, el cómo entro en trance y la confusión le hizo lucir temerosa, que a su comparación lucían salvajes, porque esos son en el mar. ¡Un campo de guerra se convirtió el barco para ella! Sus modales no le servirían de nada, si quería sobrevivir debía luchar. Y no intervendrá por ella, no, hasta que los instintos ajenos hicieron que se protegiera, el fuego no cesaba y el ruido era alucinante pero timorato a quien no sea de esa acción. Olvidándose de su cargamento, debía saberlo desde un principio, no es un lugar seguro para ella. Y si quería llegar viva, debía actuar como uno de ellos. Tan así fue, que sus hombres corren sin fijarse de ella, o por maldad se le pegaban, eso se lo advirtió. No regaña a su gente por ello, y cuando se situó a la orilla, cerca de unos barriles. Rio, el maldito corsario estaba mofándose de ella, púes se protegió la muchacha, no estaba nada mal asustarse, debía hacerlo, debía temer siempre.
— Eso que escuchas es la guerra, disparan porque sus órdenes son ejecutarnos por haber tomado un cargamento. ¡Estás viajando con los otomanos, y será mejor que aprendas a no tener miedo!. Después de todo, esto es tu infierno.
Grito, tan desquiciante por la manera en la que su arma se descargaba. Bajando un poco la cabeza, no por seguridad sino porque quiso deleitarse con esos pequeños pechos, sonriendo porque realmente lo disfrutaba. ¡Es un hombre, y no sería caballeroso, le gusta la hembra! Sin embargo, no duró demasiado, se iban alejando, poco a poco el puerto se ve lejano. Pocos fueron los heridos (menos de los que se esperaban). Tan pronto alejados estaban, hasta que finalmente las armas se bajaron y todos riéndose estaban, (unos se centraron en sus labores, pero otros observaban a la mujer). — Será mejor que busques otro escondite, no estas a salvo aquí, ni en ninguna otra parte —. Se levantó, caminando hacia la bodega, (bajando de la escaleras y vaya que quiso echar vistazo de vez en cuando, ya que la muchacha le seguía, pero no fue cortés, la dejo que hiciera todo sola), estaba estructurado el barco para ser una prisión en la parte baja, al fondo. Donde los esclavos eran arrinconados pero esta vez solo había un bulto. Y al quitar la manta en la que fue envuelta, ahí tirada con ataduras de cuerdas, lo que se vio fue una niña…
— Shhh , tranquila, no te haré daño, al menos yo no. Tu padre declaró la guerra a Ucrania, por ello estas aquí, serás llevada a alguien especial…. Y mientras tu permanecía sea aquí, deberás obedecer si no quieres que se te trate de una manera que no debes conocer. Y peor, que sean mis hombres quienes las vigilen. Y tú no cometas una tontería, a la primera y te tiro por la borda. ¿De acuerdo?....
Se enfocó en ambas, y al parecer comprendían sus palabras, por lo que la lengua túrquica no sería un obstáculo entre ellos. Que se amparen de los Fontaine, desde que secuestraron a la niña, el primer golpe fue dado. — Quiero que te encargues de ella. Desde su protección hasta darle alimento. Nadie tiene permitido tocarla. Y para dormir usarán un espacio en la camareta. Deberán refugiarse antes de que oscurezca, porque los monstruos salen a comer. Y al parecer ya falta poco.
Advirtió, más se conoce que Dragut, el corsario; es amable con sus prisioneros, mientras están en su custodias, los protege hasta su destino. Sin importar cuál sea el final, el cumple y mantiene su palabra. Le pagaron para ello, más el extra fue Colette. Y ella es solo un obsequió, quizás solo para él, ya después lo verá. Y sin perder tiempo, se dio la vuelta, subiendo la escalera, yendo a su camarote, donde al llegar se adentró y comenzó a expandir el mapa para indicar la ruta.
— Eso que escuchas es la guerra, disparan porque sus órdenes son ejecutarnos por haber tomado un cargamento. ¡Estás viajando con los otomanos, y será mejor que aprendas a no tener miedo!. Después de todo, esto es tu infierno.
Grito, tan desquiciante por la manera en la que su arma se descargaba. Bajando un poco la cabeza, no por seguridad sino porque quiso deleitarse con esos pequeños pechos, sonriendo porque realmente lo disfrutaba. ¡Es un hombre, y no sería caballeroso, le gusta la hembra! Sin embargo, no duró demasiado, se iban alejando, poco a poco el puerto se ve lejano. Pocos fueron los heridos (menos de los que se esperaban). Tan pronto alejados estaban, hasta que finalmente las armas se bajaron y todos riéndose estaban, (unos se centraron en sus labores, pero otros observaban a la mujer). — Será mejor que busques otro escondite, no estas a salvo aquí, ni en ninguna otra parte —. Se levantó, caminando hacia la bodega, (bajando de la escaleras y vaya que quiso echar vistazo de vez en cuando, ya que la muchacha le seguía, pero no fue cortés, la dejo que hiciera todo sola), estaba estructurado el barco para ser una prisión en la parte baja, al fondo. Donde los esclavos eran arrinconados pero esta vez solo había un bulto. Y al quitar la manta en la que fue envuelta, ahí tirada con ataduras de cuerdas, lo que se vio fue una niña…
— Shhh , tranquila, no te haré daño, al menos yo no. Tu padre declaró la guerra a Ucrania, por ello estas aquí, serás llevada a alguien especial…. Y mientras tu permanecía sea aquí, deberás obedecer si no quieres que se te trate de una manera que no debes conocer. Y peor, que sean mis hombres quienes las vigilen. Y tú no cometas una tontería, a la primera y te tiro por la borda. ¿De acuerdo?....
Se enfocó en ambas, y al parecer comprendían sus palabras, por lo que la lengua túrquica no sería un obstáculo entre ellos. Que se amparen de los Fontaine, desde que secuestraron a la niña, el primer golpe fue dado. — Quiero que te encargues de ella. Desde su protección hasta darle alimento. Nadie tiene permitido tocarla. Y para dormir usarán un espacio en la camareta. Deberán refugiarse antes de que oscurezca, porque los monstruos salen a comer. Y al parecer ya falta poco.
Advirtió, más se conoce que Dragut, el corsario; es amable con sus prisioneros, mientras están en su custodias, los protege hasta su destino. Sin importar cuál sea el final, el cumple y mantiene su palabra. Le pagaron para ello, más el extra fue Colette. Y ella es solo un obsequió, quizás solo para él, ya después lo verá. Y sin perder tiempo, se dio la vuelta, subiendo la escalera, yendo a su camarote, donde al llegar se adentró y comenzó a expandir el mapa para indicar la ruta.
Invitado- Invitado
Re: Ella que todo lo tuvo | Privado
Un infierno. No podría haberlo calificado de una manera más precisa. Gritos, bombardeos, tiros, risas cínicas… ¿En qué momento se había metido en medio de todo eso? ¿Por qué demonios había pensado que eso de huir de su casa era buena idea? Su recamara, su mullida cama, su piano… Cosas normales de su cotidianeidad que ya no tenía, porque eso era lo único que tenía claro en medio de ese caos de pólvora: no podría volver a la casa de su abuelo. No porque no lo quisiera, sino porque no se lo permitirían.
En medio de su temor, Colette reparó en el disfrute que surcaba el rostro del temible capitán mientras disparaba. Era extraño su porte, lo que él transmitía, parecía demasiado elegante para ese lugar y esas acciones, pero se vería vulgar en un salón intentando bailar… era contradictorio, pero era el único que demostraba interés, del bueno, en ella de modo que lo siguió sin pensárselo.
La bodega estaba bastante ordenada, pero sucia. Lo siguió hasta un rincón para descubrir a una pobre muchacha con las manos atadas y gesto aterrado. Colette la miró y miró al hombre, ¿quién era él? ¿De qué era capaz? Se dio cuenta de pronto que había depositado sus esperanzas en un desconocido hombre cruel que no solo disfrutaba de disparar sino también de secuestrar muchachitas como ellas dos. Un momento, a ella no la había secuestrado… sola se había dirigido hacia allí y hasta había rogado por un lugar en el barco.
En cuanto las dejó a solas, Colette se lanzó sobre la muchacha e intentó comunicarse con ella. Le costó, porque no hablaba francés, aunque sí inglés… Ah, con que para algo servían las tantas lecciones típicas que tomaban las señoritas de buena clase. Se llamaba Ianila y estaba ardiendo, seguramente el miedo le había provocado la fiebre, pues no la notaba herida.
-Tranquila, te ayudaré –le prometió, mientras intentaba abanicarla para que el aire cambiase en torno a ellas-. Necesitamos agua.. ¡Hey! –llamó a dos hombres que bajaban en busca de unas sogas, aparentemente-. Necesito que me den agua fresca para que la joven tome un baño, está ardiendo…
Los hombres la miraron y rieron, pero uno le aseguró que pronto traería lo que había pedido. Colette sintió alivio, al menos se mostraban serviciales…
-Estarás bien, Ianila. Yo creo que el capitán es un hombre comprensivo –le dijo, acuclillada justo frente a ella, aunque no estaba segura de eso pero quería tranquilizarla.
Temblaba como hoja al viento y a la vez su piel quemaba. Como le daba la espalda a la escalera, Colette no advirtió que se acercaba el hombre con el que antes había hablado. Él la sorprendió con un cubazo de agua helada en la cabeza, empapándola por completo.
-Aquí no somos tus esclavos, niña estúpida –le dijo y le propinó un patadón que la hizo caer y sobre su cuerpo arrojó el cubo.
Cuando Colette se incorporó, algo aturdida por la sorpresa –aunque nada había sido normal y en paz desde que se había subido a ese barco-, el hombre ya se había ido. Se secó la cara con las manos y se fijó en que la muchacha parecía rezar en voz baja, presa del pánico. ¿Qué le habrían hecho allí? El capitán había dicho que nadie tenía permitido tocar a la muchacha, ¿pero sería eso cierto? Presa de la desesperación, Colette deshizo todo el camino, subiendo los sucios peldaños para salir de la bodega y chocando con los asquerosos tripulantes. ¿Dónde estaría el capitán? Más de una vez resbaló, puesto que no solo su cabeza y ropa estaban empapadas, también sus delicados zapatitos.
-¿Dónde está el capitán? –preguntó de mal modo a uno de los hombres que se hallaba apostado junto a los camarotes.
-El capitán está ocupado con sus mapas, no tiene tiempo para ti. ¡Vete! –le dijo el hombre entre risas y mirándola de manera extraña.
A Colette eso no le importaba, él era el único que parecía estar cuerdo allí y por eso necesitaba hallarlo. La muchacha que estaba en la bodega ardía en fiebre y necesitaba un baño.
-Te dije que te vayas –le gruñó él al ver su persistencia, pero Colette no se movió.
-¡Capitán! –comenzó a gritar y se escabulló, golpeando todas las puertitas de la fila de camarotes-. ¡Capitán! ¡Es urgente, capitán! ¡Capitán! –No sabía cuál sería en el que se hallaba él, tampoco si en efecto estaba en esa zona, pero lo que sí estaba claro era que ella era más ágil y escurridiza que el estúpido que pretendía atraparla.
En medio de su temor, Colette reparó en el disfrute que surcaba el rostro del temible capitán mientras disparaba. Era extraño su porte, lo que él transmitía, parecía demasiado elegante para ese lugar y esas acciones, pero se vería vulgar en un salón intentando bailar… era contradictorio, pero era el único que demostraba interés, del bueno, en ella de modo que lo siguió sin pensárselo.
La bodega estaba bastante ordenada, pero sucia. Lo siguió hasta un rincón para descubrir a una pobre muchacha con las manos atadas y gesto aterrado. Colette la miró y miró al hombre, ¿quién era él? ¿De qué era capaz? Se dio cuenta de pronto que había depositado sus esperanzas en un desconocido hombre cruel que no solo disfrutaba de disparar sino también de secuestrar muchachitas como ellas dos. Un momento, a ella no la había secuestrado… sola se había dirigido hacia allí y hasta había rogado por un lugar en el barco.
En cuanto las dejó a solas, Colette se lanzó sobre la muchacha e intentó comunicarse con ella. Le costó, porque no hablaba francés, aunque sí inglés… Ah, con que para algo servían las tantas lecciones típicas que tomaban las señoritas de buena clase. Se llamaba Ianila y estaba ardiendo, seguramente el miedo le había provocado la fiebre, pues no la notaba herida.
-Tranquila, te ayudaré –le prometió, mientras intentaba abanicarla para que el aire cambiase en torno a ellas-. Necesitamos agua.. ¡Hey! –llamó a dos hombres que bajaban en busca de unas sogas, aparentemente-. Necesito que me den agua fresca para que la joven tome un baño, está ardiendo…
Los hombres la miraron y rieron, pero uno le aseguró que pronto traería lo que había pedido. Colette sintió alivio, al menos se mostraban serviciales…
-Estarás bien, Ianila. Yo creo que el capitán es un hombre comprensivo –le dijo, acuclillada justo frente a ella, aunque no estaba segura de eso pero quería tranquilizarla.
Temblaba como hoja al viento y a la vez su piel quemaba. Como le daba la espalda a la escalera, Colette no advirtió que se acercaba el hombre con el que antes había hablado. Él la sorprendió con un cubazo de agua helada en la cabeza, empapándola por completo.
-Aquí no somos tus esclavos, niña estúpida –le dijo y le propinó un patadón que la hizo caer y sobre su cuerpo arrojó el cubo.
Cuando Colette se incorporó, algo aturdida por la sorpresa –aunque nada había sido normal y en paz desde que se había subido a ese barco-, el hombre ya se había ido. Se secó la cara con las manos y se fijó en que la muchacha parecía rezar en voz baja, presa del pánico. ¿Qué le habrían hecho allí? El capitán había dicho que nadie tenía permitido tocar a la muchacha, ¿pero sería eso cierto? Presa de la desesperación, Colette deshizo todo el camino, subiendo los sucios peldaños para salir de la bodega y chocando con los asquerosos tripulantes. ¿Dónde estaría el capitán? Más de una vez resbaló, puesto que no solo su cabeza y ropa estaban empapadas, también sus delicados zapatitos.
-¿Dónde está el capitán? –preguntó de mal modo a uno de los hombres que se hallaba apostado junto a los camarotes.
-El capitán está ocupado con sus mapas, no tiene tiempo para ti. ¡Vete! –le dijo el hombre entre risas y mirándola de manera extraña.
A Colette eso no le importaba, él era el único que parecía estar cuerdo allí y por eso necesitaba hallarlo. La muchacha que estaba en la bodega ardía en fiebre y necesitaba un baño.
-Te dije que te vayas –le gruñó él al ver su persistencia, pero Colette no se movió.
-¡Capitán! –comenzó a gritar y se escabulló, golpeando todas las puertitas de la fila de camarotes-. ¡Capitán! ¡Es urgente, capitán! ¡Capitán! –No sabía cuál sería en el que se hallaba él, tampoco si en efecto estaba en esa zona, pero lo que sí estaba claro era que ella era más ágil y escurridiza que el estúpido que pretendía atraparla.
Colette Moulian- Humano Clase Alta
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Re: Ella que todo lo tuvo | Privado
La ruta fue marcada por el capitán hacia las aguas prohibidas, a los Fontaine se decretó la prohibición a ese territorio, por lo que existe ventaja en la marcha para el Otomano, si pasaban perderían sus rastros en caso de ser perseguidos, y no tardarían en hacerlo, el tesoro de Francia anda a bordo de su barco. ¡Tenía que explotar esa parte para tomar ventaja y poder salir sin guerra!, no quería exponer a sus hombres a un combate y como se marcó, estarían resguardados una vez que toquen el límite de Ucrania. Ahí tomarían otro rumbo con las pieles de animales, esa era la fuente de comercio. ¡Ricos, jodidamente ricos estarían! Un trueque digno para tal misión suicida, el meterse con el pueblo francés, y más la corona, ya estarían sus cabezas degolladas por un precio alzado. Más, ¿qué es lo que harían para alguien que se la vive en el agua? ¡Al diablo con todos! Dada las órdenes, se va a tomar el mando, moviendo a sus hombres y dirigiendo el timón, el viento estaba con ellos, fluyendo a un ritmo prudente, pero llegó el momento en que las bestias salieran a cazar. Unos se convirtieron y se echaron al agua, los otros que solo humanos eran se quedaron vigilando, pero por alguna razón él permaneció ahí, en el camarote descansando, no estaba tranquilo ese día, y aún el riesgo que lleva en la bodega le orillaba a ser precavido, y no se la jugaría a la suerte. Pensando que quizás le cayó bien que aquella muchacha llegara a él en aquel sentido. Pero, al escuchar burlas, comentarios de los más libidinosos, pudiendo captar toda la conversación; ¿Viste esos pechos? Sí, estaba más que endurecida la fulana, habría caído en ella sino fuese muy escandalosa… y demás palabrerías que hicieron prestar más su sentido. Supo que algo había sucedido y tal descripción le hizo imaginarse a la mujer con la ropa mojada y pegada demasiado a su cuerpo, al principio solo pensó en la Fontaine, (porque debía de ser su única preocupación). Descubriendo con los comentarios los tratos hacia la mujer. No la auxilió, dejo que cayera más de una vez al burlarse de ella y aquellos pocos hombres que estaban, uno se dispuso a darle una bofetada para callarla, escuchando todo, desde la caída hasta la patada, y no se dejaba. Demandaba al capitán, su capitán. Pero jamás salió a su ayuda.
Fue demasiado el escándalo producido, golpes, y el correr en el pasillo, ¡Maldito ruido! Terminó por levantarse, tomando la perilla de la puerta y al abrirla justo iba a golpear la suya. Ella se fue al frente desequilibrada, mirándola fijamente. La tomó primeramente del brazo y le jalo hacia él, cerrando la puerta. — No llevas ni una maldita noche, y ya estás causando alboroto. Te dije que no te daría auxilio, y aun así, ¿vienes a quejarte? —,con la voz alzada, mirándola con unos ojos asesinos, era el problema cuando un animal está presa de su hambre, la veía como carnada, sin ser inevitable el mirar la forma marcada de su vestimenta a su cuerpo, una descarada imagen que a cualquiera excitaría. — ¿Qué es tan urgente para que hayas dejado sola a esa niña, y vengas de esa manera provocativa? Porque lo que estoy viendo me gusta demasiado, tanto que me gustaría quitarte la ropa—. Le advirtió, tomándole de su cuello al atraerla hacia él, lo más cerca posible, inclinándose un poco que le arrebato un beso, obligando a que abriera su boca para situar la lengua en su cavidad, un beso forzado, que le soltó en cuanto la puerta fue golpeada.
— ¿Qué sucede? —. Liberó a la mujer, dándole la espalda al dirigirse a la puerta y abrirla, ya llevaban al tesoro entre brazos, y se alarmó, ella no podía morir, ella no. — ¿Qué fue lo que les pedí? ¡Que ella debía ser nuestra prioridad! ¡Maldita sea! Póngala sobre la cama, y tú, atiendela, es tu responsabilidad…— Cuando acostaron a la niña en la propia cama del capitán, corrió a los demás, observando lo que una mujer aprende en el hogar, y ahí fue que se dio cuenta lo que hizo por ella.
Fue demasiado el escándalo producido, golpes, y el correr en el pasillo, ¡Maldito ruido! Terminó por levantarse, tomando la perilla de la puerta y al abrirla justo iba a golpear la suya. Ella se fue al frente desequilibrada, mirándola fijamente. La tomó primeramente del brazo y le jalo hacia él, cerrando la puerta. — No llevas ni una maldita noche, y ya estás causando alboroto. Te dije que no te daría auxilio, y aun así, ¿vienes a quejarte? —,con la voz alzada, mirándola con unos ojos asesinos, era el problema cuando un animal está presa de su hambre, la veía como carnada, sin ser inevitable el mirar la forma marcada de su vestimenta a su cuerpo, una descarada imagen que a cualquiera excitaría. — ¿Qué es tan urgente para que hayas dejado sola a esa niña, y vengas de esa manera provocativa? Porque lo que estoy viendo me gusta demasiado, tanto que me gustaría quitarte la ropa—. Le advirtió, tomándole de su cuello al atraerla hacia él, lo más cerca posible, inclinándose un poco que le arrebato un beso, obligando a que abriera su boca para situar la lengua en su cavidad, un beso forzado, que le soltó en cuanto la puerta fue golpeada.
— ¿Qué sucede? —. Liberó a la mujer, dándole la espalda al dirigirse a la puerta y abrirla, ya llevaban al tesoro entre brazos, y se alarmó, ella no podía morir, ella no. — ¿Qué fue lo que les pedí? ¡Que ella debía ser nuestra prioridad! ¡Maldita sea! Póngala sobre la cama, y tú, atiendela, es tu responsabilidad…— Cuando acostaron a la niña en la propia cama del capitán, corrió a los demás, observando lo que una mujer aprende en el hogar, y ahí fue que se dio cuenta lo que hizo por ella.
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Re: Ella que todo lo tuvo | Privado
Afortunadamente, Colette halló al capitán antes que esos estúpidos pudiesen alcanzarla. El hombre era de modales bruscos, pero siendo él el único con la autoridad suficiente para lograr que alguien la asistiese, Colette tendría que aguantar sus malos tratos. Él tiró de ella hacia el interior del lugar y Colette, que siempre había sido detallista, dada a contemplar los lugares detenidamente, perdió la capacidad de estudiar el entorno. Solo podía fijarse en él, en él y en la mezcla de miedo y necesidad que sentía en esos momentos.
-No es que esté armando alboroto –trató de explicarle, pero estaba agitada por la carrera y se sentía intimidada por la forma en la que él la estaba aprisionando-, la muchacha está…
No pudo explicarle más, el brillo en los ojos de él detuvo toda palabra antes de que pudiese pronunciarla. ¿Que era provocativa decía? ¿Que quería quitarle la ropa? Intentó dar un paso hacia atrás para alejarse de él, pero su cuerpo chocó con la pared del camarote. Estaba encerrada.
Solo Andrè, su antiguo prometido, había besado sus labios en algunas ocasiones, con besos castos y dulces. Pero el beso del capitán no tenía dulzura, no había nada de casto es esa irrupción a su boca. ¿Era eso un beso en verdad? Instintivamente había abierto la boca para recibir su lengua, pero sin entender qué ocurría y cómo era que pasaba de gritarle a hacer una cosa así. El corazón le latía desbocado, en un latido que se replicó inesperadamente en otras partes de su cuerpo. Y tan rápido como había comenzado aquello, él se separó de la confundida Colette y todo cambió allí porque alguien ingresaba con la muchacha en brazos.
Cuando él se volteó, Colette se llevó las manos a la boca como queriendo comprender lo que acababa de sucederle. Jamás había experimentado algo tan íntimo con otra persona. No tuvo demasiado tiempo para meditar en ello, todo pasó a un segundo plano cuando vieron el estado de la jovencita.
-¡Es lo que quise decirles! –le explicó, enojada con esos hombres que no la habían asistido pero que ahora traían a la niña con evidentes ganas de congraciarse con el capitán-. La muchacha arde en fiebre y nadie ha querido ayudarme, no logré ver si está herida o no… pero creo que necesita paños de agua fría. Cuando la solicité acabé así –se señaló, toda mojada, para acusar a esos rufianes con el capitán, deseaba que él los castigase.
Se acercó a la cama y comenzó a aflojar las ropas de la muchacha. Con sus manos comprobó lo que ya sabía: seguía ardiendo. Lo lamentaba por Ianila Fontaine, que quedaría en enaguas delante del capitán, pero debía quitarle tanta ropa, tanto abrigo, para que su cuerpo estabilizase la temperatura. Al menos los otros hombres se habían ido ya... Se sentó en la cama y abrazó a la joven, aprovechando sus ropas húmedas que podían bajarle el calor, aunque a ella seguro le daría un resfrío.
-Yo te cuidaré –le prometió a la niña-. No nos harán daño.
Miró al capitán por unos momentos, intentando entender quién era ese hombre y por qué hacía esas cosas. ¿Por qué secuestraba a una señorita y besaba como bestia a otra? Claro que no pudo sostenerle la mirada por mucho tiempo y acabó desviándola hacia otro costado.
-No es que esté armando alboroto –trató de explicarle, pero estaba agitada por la carrera y se sentía intimidada por la forma en la que él la estaba aprisionando-, la muchacha está…
No pudo explicarle más, el brillo en los ojos de él detuvo toda palabra antes de que pudiese pronunciarla. ¿Que era provocativa decía? ¿Que quería quitarle la ropa? Intentó dar un paso hacia atrás para alejarse de él, pero su cuerpo chocó con la pared del camarote. Estaba encerrada.
Solo Andrè, su antiguo prometido, había besado sus labios en algunas ocasiones, con besos castos y dulces. Pero el beso del capitán no tenía dulzura, no había nada de casto es esa irrupción a su boca. ¿Era eso un beso en verdad? Instintivamente había abierto la boca para recibir su lengua, pero sin entender qué ocurría y cómo era que pasaba de gritarle a hacer una cosa así. El corazón le latía desbocado, en un latido que se replicó inesperadamente en otras partes de su cuerpo. Y tan rápido como había comenzado aquello, él se separó de la confundida Colette y todo cambió allí porque alguien ingresaba con la muchacha en brazos.
Cuando él se volteó, Colette se llevó las manos a la boca como queriendo comprender lo que acababa de sucederle. Jamás había experimentado algo tan íntimo con otra persona. No tuvo demasiado tiempo para meditar en ello, todo pasó a un segundo plano cuando vieron el estado de la jovencita.
-¡Es lo que quise decirles! –le explicó, enojada con esos hombres que no la habían asistido pero que ahora traían a la niña con evidentes ganas de congraciarse con el capitán-. La muchacha arde en fiebre y nadie ha querido ayudarme, no logré ver si está herida o no… pero creo que necesita paños de agua fría. Cuando la solicité acabé así –se señaló, toda mojada, para acusar a esos rufianes con el capitán, deseaba que él los castigase.
Se acercó a la cama y comenzó a aflojar las ropas de la muchacha. Con sus manos comprobó lo que ya sabía: seguía ardiendo. Lo lamentaba por Ianila Fontaine, que quedaría en enaguas delante del capitán, pero debía quitarle tanta ropa, tanto abrigo, para que su cuerpo estabilizase la temperatura. Al menos los otros hombres se habían ido ya... Se sentó en la cama y abrazó a la joven, aprovechando sus ropas húmedas que podían bajarle el calor, aunque a ella seguro le daría un resfrío.
-Yo te cuidaré –le prometió a la niña-. No nos harán daño.
Miró al capitán por unos momentos, intentando entender quién era ese hombre y por qué hacía esas cosas. ¿Por qué secuestraba a una señorita y besaba como bestia a otra? Claro que no pudo sostenerle la mirada por mucho tiempo y acabó desviándola hacia otro costado.
Colette Moulian- Humano Clase Alta
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Re: Ella que todo lo tuvo | Privado
Aquel beso no fue suficiente para apaciguar el hambre voraz del Otomano, estaba hambriento, y el que le provocarán con aquella carne hacía que perdiera los estribos para con ella, el tan solo sentir la carnosidad de sus labios, él besarle con una intensidad insaciable, alocada y desmedida, le aumentaba el ansia, alterando cada rincón de su templo, y el escuchar su acelerada respiración, hicieron que quedara más excitado por ella, así como el deleitar el movimiento de sus senos al respirar nerviosa, ¿por qué es tan apetitosa esa hembra? No le dio ni un momento de respiro, le interrumpió cuando quiso defenderse en su posición en cuanto a lo dicho, y el retroceder temerosa, liberando más esa provocación al mostrar su silueta, se sintió toreado, siendo invitado como a los animales para el apareamiento. Más, esa cavidad le recibió sin renegar cuando la tomo, o quizás no le dio tiempo para hacerlo, pero sí gozo cada momento en que pudo inspeccionar con la lengua, y así como le tomo, la había liberado, estaba molesto, pero no porque interrumpieran sino porque aquella le ponía de manera peculiar; le atraía, demasiado diría, que el ver cómo se defendía de la posición que su capitán le dio, le hizo dar más sabor en la boca que aguarda tras ese beso…
— ¿Por qué tardaste en decirlo? Debiste defenderla, pero vamos, atiéndela, que ella no puede morir por un simple descuido tanto como tuyo, como el de ellos. Haz lo que tengas que hacer, revísala y asegúrate de que este bien. Fui muy específico que ella sería tu responsabilidad, hazte cargo y pide lo que necesites, o ve tu misma por ellas.
La molestia se escuchaba en su voz, abriendo la puerta para hacer el llamado a uno de sus hombres para que se encargará de llevar lo necesario para atender la urgencia de la niña, muy a pesar de lo que le encaró, le dio la oportunidad de que permaneciera con la niña, y fuese solo su prioridad aquella, sirviendo para que se encargará Colette de despojarle la ropa mojada, y fue el mismo capitán quien tomó de su ropa dos camisetas de tirantes para que una se la pusiera a la niña, y la otra a ella, la cual se las dio a Colette, observando después de su promesa, causándole cierta befa.
— ¿Sabes la naturaleza de las promesas? Porque se hacen para romperlas, y no has podido cuidarla de al menos una enfermedad—. Se recargo sobre el escritorio, sin despejar la mirada de ella, le daba la intuición de que era una damisela, de esas respetables que solo son de un hombre, y le dio curiosidad, o quizás el corromperla dominó en su deseo. — Dime, ¿de qué, o mejor dicho de quién huyes? Porque el tener valor para zarpar en un barco y más siendo una mujer de tu clase, es muy peligroso, y ya has sido víctima de los actos que se cometen, y que no cesarán, eso tenlo por seguro.
Y así como término de cuestionar, y de asegurarle lo que le espera, se escucharon tres golpes en la puerta, él brindó la entrada y ya llevaban una bandeja de agua tibia, trapos y algo caliente para que sea ingerido para mantener la temperatura de la niña. Ordenando que fuese puesto sobre el mueblecillo, e indicando que mantuvieran el ritmo y el timón en su dirección. Retirándose, volviendo a estar solos. Por lo que se dirigió por una especie de manta para que al terminar le cubriera.
— También deberías cambiarte de ropa, puedes tomar eso, después de todo es ropa vieja, y será mejor que aprendas a no llamar la atención cuando estas rodeada de animales, y ya que has comprobado eso, puedes cambiarte aquí, o correr el riesgo de que alguien más te esté esperando. Tú decides.
Podía sonar caballeroso pero el encanto se pierde en su morbosa mirada, y hasta cinismo en sugerir que es mejor que su capitán la vea cambiarse que otro que no sea él, cruzándose de brazos, aguardando, después de todo era su camarote, y ahí debía dormir, sin importar con quien o donde, pero no iba a engañarse, prefería estar con ella, después de todo, pues un hombre solo por instinto es guiado.
— Puedo ayudarte si así lo prefieres, y por ella no te detengas, no está consciente como para que te juzgue, si eso es lo que te detiene.
Estaba siendo demasiado descarado, pero animaba a Colette para que accediera a su petición, pues desde que ingreso a su camarote se lo menciono, quería quitarle la ropa, el observarla desnuda, aunque dadas las circunstancia, ya casi la veía sin vestimenta alguna.
— ¿Por qué tardaste en decirlo? Debiste defenderla, pero vamos, atiéndela, que ella no puede morir por un simple descuido tanto como tuyo, como el de ellos. Haz lo que tengas que hacer, revísala y asegúrate de que este bien. Fui muy específico que ella sería tu responsabilidad, hazte cargo y pide lo que necesites, o ve tu misma por ellas.
La molestia se escuchaba en su voz, abriendo la puerta para hacer el llamado a uno de sus hombres para que se encargará de llevar lo necesario para atender la urgencia de la niña, muy a pesar de lo que le encaró, le dio la oportunidad de que permaneciera con la niña, y fuese solo su prioridad aquella, sirviendo para que se encargará Colette de despojarle la ropa mojada, y fue el mismo capitán quien tomó de su ropa dos camisetas de tirantes para que una se la pusiera a la niña, y la otra a ella, la cual se las dio a Colette, observando después de su promesa, causándole cierta befa.
— ¿Sabes la naturaleza de las promesas? Porque se hacen para romperlas, y no has podido cuidarla de al menos una enfermedad—. Se recargo sobre el escritorio, sin despejar la mirada de ella, le daba la intuición de que era una damisela, de esas respetables que solo son de un hombre, y le dio curiosidad, o quizás el corromperla dominó en su deseo. — Dime, ¿de qué, o mejor dicho de quién huyes? Porque el tener valor para zarpar en un barco y más siendo una mujer de tu clase, es muy peligroso, y ya has sido víctima de los actos que se cometen, y que no cesarán, eso tenlo por seguro.
Y así como término de cuestionar, y de asegurarle lo que le espera, se escucharon tres golpes en la puerta, él brindó la entrada y ya llevaban una bandeja de agua tibia, trapos y algo caliente para que sea ingerido para mantener la temperatura de la niña. Ordenando que fuese puesto sobre el mueblecillo, e indicando que mantuvieran el ritmo y el timón en su dirección. Retirándose, volviendo a estar solos. Por lo que se dirigió por una especie de manta para que al terminar le cubriera.
— También deberías cambiarte de ropa, puedes tomar eso, después de todo es ropa vieja, y será mejor que aprendas a no llamar la atención cuando estas rodeada de animales, y ya que has comprobado eso, puedes cambiarte aquí, o correr el riesgo de que alguien más te esté esperando. Tú decides.
Podía sonar caballeroso pero el encanto se pierde en su morbosa mirada, y hasta cinismo en sugerir que es mejor que su capitán la vea cambiarse que otro que no sea él, cruzándose de brazos, aguardando, después de todo era su camarote, y ahí debía dormir, sin importar con quien o donde, pero no iba a engañarse, prefería estar con ella, después de todo, pues un hombre solo por instinto es guiado.
— Puedo ayudarte si así lo prefieres, y por ella no te detengas, no está consciente como para que te juzgue, si eso es lo que te detiene.
Estaba siendo demasiado descarado, pero animaba a Colette para que accediera a su petición, pues desde que ingreso a su camarote se lo menciono, quería quitarle la ropa, el observarla desnuda, aunque dadas las circunstancia, ya casi la veía sin vestimenta alguna.
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Re: Ella que todo lo tuvo | Privado
Con cuidado, Colette alimentó a la muchacha que poco a poco recuperó el color en las mejillas. ¡Lo que se podía lograr con un poco de mimo y algo caliente que ingerir! La sopa olía bien, y Colette se sintió tentada a beber también, pero no lo hizo. La otra joven necesitaba alimentarse más que ella, lo sabía pero aún así sentía cómo su estómago se quejaba al ser tentado con el aroma pero no tenido en cuenta.
-Pienso cumplir la promesa que a ella le he hecho –le dijo con fastidio al hombre. Su mirada la incomodaba, ¿por qué la veía así?-. ¿Ella puede dormir aquí o la devolverán a la bodega? No debe pasar frío y allí todo está húmedo, le hará mal.
Lo preguntaba con intención, pues sabía que donde la joven durmiese ella tendría también que dormir y se sentía mucho más segura allí adentro, con una puerta separándolas de los indeseables hombres, quería que les permitiesen permanecer al menos hasta que la otra mujer estuviera respuesta, pero era consciente de que eso dependía del capitán.
Nuevamente refrescó la piel caliente de Ianila, que poco a poco se había terminado el cuenco de sopa. Colette la acomodó en la cama y la arropó antes de tomar la camisa que el hombre le había arrojado. ¿Acaso no pensaba irse para darle algo de privacidad?
-¿Cómo se llama, capitán? Me he dado cuenta que no sé su nombre... Gracias por la ropa, ¿podría voltearse? Me da vergüenza que me vea –le confesó, pero aparentemente él no tenía ninguna intención de hacer caso a su pedido-. Puedo hacerlo sola, gracias –le dijo, aunque no sabía qué era puntualmente lo que le agradecía, ¿el ofrecimiento? No, desde luego.
Finalmente fue ella la que se volteó, dirigiéndose al rincón más alejado del camarote. Era pequeño, por lo que tampoco podía considerar que había una buena distancia entre ambos. Dejó la camisa a un lado –sabiendo ya que le quedaría enorme- y procedió a desatar los lazos de su vestido que se cerraban en su escote, tal como era la moda de la alta sociedad francesa. En su maleta ella había empacado dos vestidos más, pero ¿quién sabía dónde estaban sus cosas en esos momentos? Ella no, ciertamente.
Poco a poco su pecho se expandió ante la sensación de libertad, al dejar de ser prisionero del fuerte ajuste de los cordones. Colette miró sobre su hombro y descubrió que el capitán la observaba con descaro. ¿Qué clase de hombre era aquél que con total desfachatez la veía desnudarse? ¿Dónde se había ido a meter? Ella podría estar en esos momentos en su enorme cama, leyendo alguno de sus libros de poesía, pero en cambio estaba encerrada allí en el medio del mar y en peligro constante.
Valiente, sacó sus brazos del vestido mojado pero éste no cayó a sus pies, sino que quedó ceñido aún a su espalda baja donde las enaguas se ajustaban también. La piel húmeda se le erizó al quedar descubierta y en su espalda desnuda Colette sintió fuego. Sin necesidad de volverse lo supo: ese calor se debía a la intensidad con la que el capitán la observaba. Nerviosa como estaba, intentó dar con el lado correcto de la camisa, nada quería más en esos momentos que cubrirse la desnudez que la avergonzaba, pero los dedos no le respondieron y la prenda acabó en el suelo.
-Pienso cumplir la promesa que a ella le he hecho –le dijo con fastidio al hombre. Su mirada la incomodaba, ¿por qué la veía así?-. ¿Ella puede dormir aquí o la devolverán a la bodega? No debe pasar frío y allí todo está húmedo, le hará mal.
Lo preguntaba con intención, pues sabía que donde la joven durmiese ella tendría también que dormir y se sentía mucho más segura allí adentro, con una puerta separándolas de los indeseables hombres, quería que les permitiesen permanecer al menos hasta que la otra mujer estuviera respuesta, pero era consciente de que eso dependía del capitán.
Nuevamente refrescó la piel caliente de Ianila, que poco a poco se había terminado el cuenco de sopa. Colette la acomodó en la cama y la arropó antes de tomar la camisa que el hombre le había arrojado. ¿Acaso no pensaba irse para darle algo de privacidad?
-¿Cómo se llama, capitán? Me he dado cuenta que no sé su nombre... Gracias por la ropa, ¿podría voltearse? Me da vergüenza que me vea –le confesó, pero aparentemente él no tenía ninguna intención de hacer caso a su pedido-. Puedo hacerlo sola, gracias –le dijo, aunque no sabía qué era puntualmente lo que le agradecía, ¿el ofrecimiento? No, desde luego.
Finalmente fue ella la que se volteó, dirigiéndose al rincón más alejado del camarote. Era pequeño, por lo que tampoco podía considerar que había una buena distancia entre ambos. Dejó la camisa a un lado –sabiendo ya que le quedaría enorme- y procedió a desatar los lazos de su vestido que se cerraban en su escote, tal como era la moda de la alta sociedad francesa. En su maleta ella había empacado dos vestidos más, pero ¿quién sabía dónde estaban sus cosas en esos momentos? Ella no, ciertamente.
Poco a poco su pecho se expandió ante la sensación de libertad, al dejar de ser prisionero del fuerte ajuste de los cordones. Colette miró sobre su hombro y descubrió que el capitán la observaba con descaro. ¿Qué clase de hombre era aquél que con total desfachatez la veía desnudarse? ¿Dónde se había ido a meter? Ella podría estar en esos momentos en su enorme cama, leyendo alguno de sus libros de poesía, pero en cambio estaba encerrada allí en el medio del mar y en peligro constante.
Valiente, sacó sus brazos del vestido mojado pero éste no cayó a sus pies, sino que quedó ceñido aún a su espalda baja donde las enaguas se ajustaban también. La piel húmeda se le erizó al quedar descubierta y en su espalda desnuda Colette sintió fuego. Sin necesidad de volverse lo supo: ese calor se debía a la intensidad con la que el capitán la observaba. Nerviosa como estaba, intentó dar con el lado correcto de la camisa, nada quería más en esos momentos que cubrirse la desnudez que la avergonzaba, pero los dedos no le respondieron y la prenda acabó en el suelo.
Colette Moulian- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/01/2017
Re: Ella que todo lo tuvo | Privado
Qué tan fácil resultó para ella atraer el buen aspecto a Ianila, quien ya se mostraba con algo de semblante y tranquilidad por la manera en la que respiraba, y terminaba por comer aquella sopa, por lo que fue notorio al escucharse sonidos extraños de un hambre provenientes de Colette en el transcurso, más se concentró en sus réplicas y el tono en que fueron dirigidas. De haber sido otro u otra, ya le habría reprimido, pero solo ella tenía cierto privilegio, no el suficiente, aún. Que quiso echar la suerte, a ver que podía sacar de ella — Díselo a ella cuando esté totalmente recuperada, y ya que dices cumplir las promesas, ¿por qué no me haces una?
Estaba jugando con ella de la peor manera y de forma traicionera, pues está dudando si dejar que yazca la más joven en el camarote, había sido ventajoso desde el inicio, pero si quería jugar con ella, sería un estorbo aquella. Que por más que mirase, le convenía tener a Colette cerca, se estaba encaprichado, ¡Ay, pobre Dragut!; — Puede quedarse, solo que hay una cuestión, sólo cabe una, así que tendrás que compartir una hamaca para dormir. Y ya que han ocupado mi cama, podemos compartir una los dos.
Si, desde que ingresó al camarote ha estado insinuando perversidades pero desde luego que era su culpa, le provocaba tan solo con su mirada. Como la manera en la que camina, en la que se mueve y se dirige a la esquina a cambiarse de vestimenta, por nada despegó la mirada de sobre ella, y era como si le toreara, como si aquella inocente cordero no se percatara que con su simple mirada lo estaba convirtiendo en un animal, o quizás lo descubrió y le gustaba hacerlo, quien sabe, pero mientras continuaba observándola, permaneciendo con los brazos cruzados y recargado en la puerta, demostró que no le perdería de vista, y quería ver más de ella sin duda alguna.
— Dragut, así me llaman, y como capitán de este barco, no pienso desviar la mirada, tendrás que acumular esa vergüenza, ya que no creo que sea la primera vez que un hombre te vea desnudo, ¿o me equivoco? —, ladeo un poco el rostro, atreviéndose a encarar situaciones incómodas para ella, pero así es como quiere conocer a Colette, le daba cierto interés en violar su privacidad. — ¿Segura que puedes sola? Puedo distinguir que es algo complicado el hacerlo uno mismo, pero si tan decidida estas, adelante, así puedo admirar la manera en la que te desnudas, y agradezco la hermosa vista.
Si quería lograr hacerla enojar, lo estaba logrando, quería que reaccionara, que inconscientemente se girara a gritarle, y pudiera apreciar su esbelto cuerpo, tentado estaba a ir detrás de ella, el colocar las manos en sus costados y delinear su curva, que no solo el vestido gozara de esa sensación, sino de que su piel misma lo experimentara, y fue como sus pies cedieron, avanzo, enarcando la ceja cuando la camisa cayo, llegando justo detrás de ella, vislumbrándose su sombra en la pared. Tomando su mano, y la alzó (una prudente altura de su hombro) donde le recorrió la parte baja con la palma y dio media vuelta en su axila, descendiendo hasta tomarla de la cadera, y lo mismo hizo del otro lado, pegándose a ella, aspirando el aroma de su nuca mientras acaricia con la carnosidad de los labios su espalda, deslizando una mano por su vientre, forjando cierta presión y asciende por último, acariciando con esta la abertura de entre sus senos y le toma por el cuello, echando su cabeza hacia atrás, y posándola en el propio hombro izquierdo. — ¿Dormirías conmigo? No te obligare, pero si lo haces, debes estar consciente de lo que te haría. — Rozo su larga barba por su mejilla, restregándose como un perro lo haría, y le dio un corto beso a su mentón, soltándole lentamente cuando la princesa le llamo, se giró a ver, y al parecer se quedó dormida, riendo un poco porque solo emitía ligeros murmullos, estaba soñando a esas alturas.
— Entonces, ¿qué decidiste, dormirás conmigo? —, sonaba en todo momento calmo, pero el tono de su voz lo hacía ver como excitado, imponiendo la voluntad de que fuese obedecido. Que se agacho a tomar la camisa del suelo y se la brindó. Relamiéndose los labios por evitar tomarla a la fuerza, ¿por qué razón? Porque podra ser una bestia, pero no en ese sentido, quizás carnal pero con consentimiento. Optando por avanzar hacia la pequeña, arropándola, pero mirando de reojo lo que hacia ella, suponiendo que se apresuraba a vestirse después de lo sucedido. — No debes porque preocuparte por ella, estará a salvo aquí, de todas maneras recuerda que no te obligare, más si tenlo por seguro que no estaré quieto mientras te tenga cerca. Ese es el pago real por navegar en mi barco.
Estaba jugando con ella de la peor manera y de forma traicionera, pues está dudando si dejar que yazca la más joven en el camarote, había sido ventajoso desde el inicio, pero si quería jugar con ella, sería un estorbo aquella. Que por más que mirase, le convenía tener a Colette cerca, se estaba encaprichado, ¡Ay, pobre Dragut!; — Puede quedarse, solo que hay una cuestión, sólo cabe una, así que tendrás que compartir una hamaca para dormir. Y ya que han ocupado mi cama, podemos compartir una los dos.
Si, desde que ingresó al camarote ha estado insinuando perversidades pero desde luego que era su culpa, le provocaba tan solo con su mirada. Como la manera en la que camina, en la que se mueve y se dirige a la esquina a cambiarse de vestimenta, por nada despegó la mirada de sobre ella, y era como si le toreara, como si aquella inocente cordero no se percatara que con su simple mirada lo estaba convirtiendo en un animal, o quizás lo descubrió y le gustaba hacerlo, quien sabe, pero mientras continuaba observándola, permaneciendo con los brazos cruzados y recargado en la puerta, demostró que no le perdería de vista, y quería ver más de ella sin duda alguna.
— Dragut, así me llaman, y como capitán de este barco, no pienso desviar la mirada, tendrás que acumular esa vergüenza, ya que no creo que sea la primera vez que un hombre te vea desnudo, ¿o me equivoco? —, ladeo un poco el rostro, atreviéndose a encarar situaciones incómodas para ella, pero así es como quiere conocer a Colette, le daba cierto interés en violar su privacidad. — ¿Segura que puedes sola? Puedo distinguir que es algo complicado el hacerlo uno mismo, pero si tan decidida estas, adelante, así puedo admirar la manera en la que te desnudas, y agradezco la hermosa vista.
Si quería lograr hacerla enojar, lo estaba logrando, quería que reaccionara, que inconscientemente se girara a gritarle, y pudiera apreciar su esbelto cuerpo, tentado estaba a ir detrás de ella, el colocar las manos en sus costados y delinear su curva, que no solo el vestido gozara de esa sensación, sino de que su piel misma lo experimentara, y fue como sus pies cedieron, avanzo, enarcando la ceja cuando la camisa cayo, llegando justo detrás de ella, vislumbrándose su sombra en la pared. Tomando su mano, y la alzó (una prudente altura de su hombro) donde le recorrió la parte baja con la palma y dio media vuelta en su axila, descendiendo hasta tomarla de la cadera, y lo mismo hizo del otro lado, pegándose a ella, aspirando el aroma de su nuca mientras acaricia con la carnosidad de los labios su espalda, deslizando una mano por su vientre, forjando cierta presión y asciende por último, acariciando con esta la abertura de entre sus senos y le toma por el cuello, echando su cabeza hacia atrás, y posándola en el propio hombro izquierdo. — ¿Dormirías conmigo? No te obligare, pero si lo haces, debes estar consciente de lo que te haría. — Rozo su larga barba por su mejilla, restregándose como un perro lo haría, y le dio un corto beso a su mentón, soltándole lentamente cuando la princesa le llamo, se giró a ver, y al parecer se quedó dormida, riendo un poco porque solo emitía ligeros murmullos, estaba soñando a esas alturas.
— Entonces, ¿qué decidiste, dormirás conmigo? —, sonaba en todo momento calmo, pero el tono de su voz lo hacía ver como excitado, imponiendo la voluntad de que fuese obedecido. Que se agacho a tomar la camisa del suelo y se la brindó. Relamiéndose los labios por evitar tomarla a la fuerza, ¿por qué razón? Porque podra ser una bestia, pero no en ese sentido, quizás carnal pero con consentimiento. Optando por avanzar hacia la pequeña, arropándola, pero mirando de reojo lo que hacia ella, suponiendo que se apresuraba a vestirse después de lo sucedido. — No debes porque preocuparte por ella, estará a salvo aquí, de todas maneras recuerda que no te obligare, más si tenlo por seguro que no estaré quieto mientras te tenga cerca. Ese es el pago real por navegar en mi barco.
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Re: Ella que todo lo tuvo | Privado
Aunque a cualquiera le sonaría descabellado –comenzando por su abuelo, Erik Moulian-, dormir junto al capitán le parecía una excelente idea. Colette nunca había sido muy inteligente -al menos eso decían sus hermanos-, pero para ella resultaba evidente que en ese lugar -lleno de malvivientes y hombres vulgares- solo estaría a salvo si permanecía cerca de él porque solo a él todos le temían.
-¿Pero quién se cree que soy, señor Dragut? –dijo, entre dolida e indignada-. Por supuesto que nadie más que yo misma me ha visto desnuda. Soy una señorita decente, no se confunda.
Con solo dos zancadas el hombre estuvo detrás de ella, pegando su cuerpo al suyo, y cuando lo sintió Colette dejó de respirar. Claro que nadie la había tocado jamás así, gobernando sobre su piel con caricias como si su propio cuerpo obedeciese ahora a ese hombre. Su mente estaba escandalizada pero, al igual que había sucedido hacía unos minutos con ese beso, su cuerpo se sentía extremadamente confuso.
Una noche, hacía algunos años ya, su prometido había besado su cuello en un momento que habían quedado a solas por descuido de las doncellas que la acompañaban. Andrè era muy educado, un hombre a la altura de Colette, pero esa noche se había dejado llevar y se había acercado a ella para besar dulcemente sus labios y acabar dejando un camino de besos desde la mandíbula de Colie –como la llamaba con cariño- hasta su cuello. Ahora comprendía que esa intimidad compartida, con la que había suspirado noches enteras al evocar el recuerdo, no era nada comparada a lo que su cuerpo sentía al estar pegado al de Dragut, los besos de Andrè le parecían aniñados ahora que había sentido los labios y la barba de ese hombre en la misma zona. Debía pedirle que parara, que se alejara de ella, que no la tocara más… pero no podía hablar, no podía pensar en qué palabras decir y si no fuese porque él la sujetaba estaba segura de que caería, como si sus piernas no fuesen suficiente sostén.
-Dragut… por favor no –le suplicó, pudorosa entre sus manos, apoyó las propias sobre las de él en un vano y falso intento de detenerlo-. ¿Qué hace? ¿Por qué me hace esto?
Un sofoco se adueñó de ella, las mejillas le ardían aunque toda su piel estaba erizada como si hubiese salido desnuda al jardín de su casa un cinco de enero. No entendió por qué él se alejó de ella –con la misma rapidez con la que se había pegado a su espalda, en dos actos francamente desconcertantes-, pero tuvo que inclinarse para poner sus manos en la pared del barco y aguantar así unos momentos hasta poder reponerse. Una vez más la maldita camisa cayó y él se la devolvió. Colette, con manos temblorosas y sin mucha elegancia se la puso; una vez que tuvo el cuerpo cubierto por esa tela ajena, prestada, se terminó de quitar la ropa mojada que acabó arremolinada en sus pies.
Otra vez la insistencia de sus preguntas. Colette se inclinó para recoger la ropa húmeda y dejarla en la única silla que había allí. Lentamente se volvió hacia él mientras acababa por tomar la decisión:
-Yo… sí, dormiré con usted –dijo en voz muy baja y sin poder mirarlo a los ojos, las manos de ese hombre habían estado en su piel desnuda hacía dos minutos y ella moría de vergüenza-, pero me gustaría pedirle que me ayude a buscar mi equipaje, perdí mi bolso en la cubierta y allí tengo ropa decente que usar… no quisiera que ningún hombre me vea así –se señaló, la camisa era grande pero no llegaba a cubrirle toda la largura de las piernas, además era de tela delgada y algo desgastada por lo que las formas de su cuerpo se evidenciaban, aunque Colette no tenía mucho busto y era más bien delgada-. Me siento muy incómoda estando así, capitán Dragut –le confesó, con la vista fija en las tablas de madera del suelo-, ayúdeme a encontrar mis cosas y yo dormiré junto a usted.
Cuando Colette Moulian hablaba de dormir junto a él simplemente se refería a eso, a dormir. A cerrar los ojos y relajarse para poder descansar. No confiaba en nadie allí, pero volvió sobre sus pensamientos: todos le temían al capitán y por eso a ella le convenía estar en buenos tratos con él. Quizás necesitaba compañía a la noche para acallar pesadillas… ¿por qué no? Había oído de muchas personas que no podían conciliar el sueño porque eran atormentadas por sus malos recuerdos. No creía que fuese seguro dormir cerca de un hombre como él, pero Colette temía hacerlo enojar y al parecer, por su insistencia, el capitán no tomaría a bien una negativa. También estaba el hecho de que su beso le había gustado, desconcertado en principio, pero gustado luego, y tal vez antes de dormir él quisiese repetirlo… Oh, ¿en qué estaba pensando? Reprimió el impulso de persignarse, pero en su corazón le pidió a Dios que la limpiase de esos impuros pensamientos. Estaba dicho, ya había aceptado.
-¿Pero quién se cree que soy, señor Dragut? –dijo, entre dolida e indignada-. Por supuesto que nadie más que yo misma me ha visto desnuda. Soy una señorita decente, no se confunda.
Con solo dos zancadas el hombre estuvo detrás de ella, pegando su cuerpo al suyo, y cuando lo sintió Colette dejó de respirar. Claro que nadie la había tocado jamás así, gobernando sobre su piel con caricias como si su propio cuerpo obedeciese ahora a ese hombre. Su mente estaba escandalizada pero, al igual que había sucedido hacía unos minutos con ese beso, su cuerpo se sentía extremadamente confuso.
Una noche, hacía algunos años ya, su prometido había besado su cuello en un momento que habían quedado a solas por descuido de las doncellas que la acompañaban. Andrè era muy educado, un hombre a la altura de Colette, pero esa noche se había dejado llevar y se había acercado a ella para besar dulcemente sus labios y acabar dejando un camino de besos desde la mandíbula de Colie –como la llamaba con cariño- hasta su cuello. Ahora comprendía que esa intimidad compartida, con la que había suspirado noches enteras al evocar el recuerdo, no era nada comparada a lo que su cuerpo sentía al estar pegado al de Dragut, los besos de Andrè le parecían aniñados ahora que había sentido los labios y la barba de ese hombre en la misma zona. Debía pedirle que parara, que se alejara de ella, que no la tocara más… pero no podía hablar, no podía pensar en qué palabras decir y si no fuese porque él la sujetaba estaba segura de que caería, como si sus piernas no fuesen suficiente sostén.
-Dragut… por favor no –le suplicó, pudorosa entre sus manos, apoyó las propias sobre las de él en un vano y falso intento de detenerlo-. ¿Qué hace? ¿Por qué me hace esto?
Un sofoco se adueñó de ella, las mejillas le ardían aunque toda su piel estaba erizada como si hubiese salido desnuda al jardín de su casa un cinco de enero. No entendió por qué él se alejó de ella –con la misma rapidez con la que se había pegado a su espalda, en dos actos francamente desconcertantes-, pero tuvo que inclinarse para poner sus manos en la pared del barco y aguantar así unos momentos hasta poder reponerse. Una vez más la maldita camisa cayó y él se la devolvió. Colette, con manos temblorosas y sin mucha elegancia se la puso; una vez que tuvo el cuerpo cubierto por esa tela ajena, prestada, se terminó de quitar la ropa mojada que acabó arremolinada en sus pies.
Otra vez la insistencia de sus preguntas. Colette se inclinó para recoger la ropa húmeda y dejarla en la única silla que había allí. Lentamente se volvió hacia él mientras acababa por tomar la decisión:
-Yo… sí, dormiré con usted –dijo en voz muy baja y sin poder mirarlo a los ojos, las manos de ese hombre habían estado en su piel desnuda hacía dos minutos y ella moría de vergüenza-, pero me gustaría pedirle que me ayude a buscar mi equipaje, perdí mi bolso en la cubierta y allí tengo ropa decente que usar… no quisiera que ningún hombre me vea así –se señaló, la camisa era grande pero no llegaba a cubrirle toda la largura de las piernas, además era de tela delgada y algo desgastada por lo que las formas de su cuerpo se evidenciaban, aunque Colette no tenía mucho busto y era más bien delgada-. Me siento muy incómoda estando así, capitán Dragut –le confesó, con la vista fija en las tablas de madera del suelo-, ayúdeme a encontrar mis cosas y yo dormiré junto a usted.
Cuando Colette Moulian hablaba de dormir junto a él simplemente se refería a eso, a dormir. A cerrar los ojos y relajarse para poder descansar. No confiaba en nadie allí, pero volvió sobre sus pensamientos: todos le temían al capitán y por eso a ella le convenía estar en buenos tratos con él. Quizás necesitaba compañía a la noche para acallar pesadillas… ¿por qué no? Había oído de muchas personas que no podían conciliar el sueño porque eran atormentadas por sus malos recuerdos. No creía que fuese seguro dormir cerca de un hombre como él, pero Colette temía hacerlo enojar y al parecer, por su insistencia, el capitán no tomaría a bien una negativa. También estaba el hecho de que su beso le había gustado, desconcertado en principio, pero gustado luego, y tal vez antes de dormir él quisiese repetirlo… Oh, ¿en qué estaba pensando? Reprimió el impulso de persignarse, pero en su corazón le pidió a Dios que la limpiase de esos impuros pensamientos. Estaba dicho, ya había aceptado.
Colette Moulian- Humano Clase Alta
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Re: Ella que todo lo tuvo | Privado
— Eres una mujer rodeada de bestias hambrientas, y me es difícil aceptar el hecho de que estés aquí, tan pulcra e indefensa, y por ello es que no debiste confirmar mi sospecha. Ahora más que nada, sabes que no te dejare en paz. Me provocas demasiado y estoy seguro que reconoces cuando un hombre te está deseando—.Susurraba, sin impedirle que prosiguiera aun cuando ella lo sugirió, alterado, con la excitación recorriéndole por el cuerpo. ¡Tan inquietante! El capitán Dragut estaba quizás, ¿alegre? de haberse encontrado con una virgen, con ella, no mentía al pensar un sin fin de oportunidades de tomarla, le estaban poniendo en una situación compleja, porque una parte de él le induce a jugar con ella, y la otra a protegerla, pero, ¿cuidarla de quien, de él mismo? ya no podía deducir que era lo mejor, solo sus instintos le guiaban, aumentando el deseo al tocarla, el sentirla tan cerca de su piel, de aspirar su esencia pura, la necesitaba más de lo que su mente piensa, y su cuerpo lo estaba encarando, demasiado que el alejarse fue el acto más acertado para que cayera, para que eligiera su respuesta sin la necesidad de ser presionada por él, no era caballeroso, sino ventajoso porque aquella que caminando va hacia el fuego es porque no sería la única vez, y eso es lo que esperaba, y eso exactamente fue lo que sucedió, ya la tenía, ella se acercó a él y hubo cierta petición, una que estaba dispuesta a complacer y no porque fuese a cambiar de opinión, sino porque es un hombre y le gusta ver a las mujeres con sus pomposos vestidos, pero había un problema, solo para él la quería y conociendo a su tripulación, sabe con exactitud que eso no era conveniente.
— Entonces preparare la hamaca para que vayamos a dormir—; comentó, levantándose después de arropar a la niña, y se acercó a ella, tomándola del mentón para que le mirase. — Nadie te mirara con ese atuendo, te daré tu equipaje pero debes aprender a cómo vestir aquí porque esos vestidos pueden resultar más atrevidos para mis hombres, y si no quieres resultar amenazada por sus acciones, debes tener cuidado. Aunque dices que, ¿a ningún hombre, y permites que tu capitán te vea así?
Desvió la mirada de sus pupilas y las enfoco en sus curvas, el apreciar como la playera le cubría y resaltaban sus piernas con facilidad, hizo que descendiera la mano hacia la orilla de la prenda, alzando un poco de esta tentando su territorio. — Puedes quitártela, quizás sin ropa estés más cómoda por lo que no hay necesidad de que ahora mismo tengas tus pertenencias,— abandonó la orilla de la prenda y se giró. — Iré a preparar la hamaca, cuando termine te haré llamar.
Era un plan con maña, porque es claramente que no dormiría el capitán en una hamaca con ella, ¿cómo podría ser aquello? por lo que al abrir la puerta y al salir, se dirigió al camarote de a un lado, donde su contramaestre yacía, y solicitó que fuese removido a la cubierta, sólo por aquella ocasión y cuando desalojó el lugar, solicitó que hicieran llamar a la señorita Moulian a su encuentro. Mientras tanto, no fue necesario cambiar sábanas o algo que fuese estorboso, estaba adecuado para él, y con eso bastaba, por lo que prosiguió a desnudarse del torso, retirándose la playera y sus dotados músculos parecían resaltar, que al momento de quitarse los zapatos al sentarse sobre la cama, ella tocó y le cedió el paso, mirándola, se acomodó sobre la cama palmeando a que se acostara a su lado y de inmediato cruzó los brazos para ocuparlos como almohada, parecía ser una luna de miel pero sin algún compromiso. — ¿Y, permitiste que mi contramaestre te viera vestida así? Creí que a ningún hombre ibas a permitirle que te viera de esa forma, y el venir así a mí, me había hecho la idea de que dormirías desnuda, no me incomodaría por supuesto. —Sí, estaba jugando con ella, quería notar su nerviosismo, romper el silencio porque estaba seguro que ella iría directo a cerrar los ojos y ni dirigirle la palabra. — ¿Cuánto tiempo seguirás parada? ¿Qué es lo que te impide para que vengas aquí? Ven, no tengas miedo—. Volvió a palmar la cama, decidía se fue acercando poco a poco y cuando al fin la tuvo a su lado, ella marco la distancia, y él la jalo hacia él, que se recargara en su pecho en lo que jugaba con sus cabellos, sin necesidad de hablarle, solo la observo, ya que esa noche sería la mejor de todas
— Entonces preparare la hamaca para que vayamos a dormir—; comentó, levantándose después de arropar a la niña, y se acercó a ella, tomándola del mentón para que le mirase. — Nadie te mirara con ese atuendo, te daré tu equipaje pero debes aprender a cómo vestir aquí porque esos vestidos pueden resultar más atrevidos para mis hombres, y si no quieres resultar amenazada por sus acciones, debes tener cuidado. Aunque dices que, ¿a ningún hombre, y permites que tu capitán te vea así?
Desvió la mirada de sus pupilas y las enfoco en sus curvas, el apreciar como la playera le cubría y resaltaban sus piernas con facilidad, hizo que descendiera la mano hacia la orilla de la prenda, alzando un poco de esta tentando su territorio. — Puedes quitártela, quizás sin ropa estés más cómoda por lo que no hay necesidad de que ahora mismo tengas tus pertenencias,— abandonó la orilla de la prenda y se giró. — Iré a preparar la hamaca, cuando termine te haré llamar.
Era un plan con maña, porque es claramente que no dormiría el capitán en una hamaca con ella, ¿cómo podría ser aquello? por lo que al abrir la puerta y al salir, se dirigió al camarote de a un lado, donde su contramaestre yacía, y solicitó que fuese removido a la cubierta, sólo por aquella ocasión y cuando desalojó el lugar, solicitó que hicieran llamar a la señorita Moulian a su encuentro. Mientras tanto, no fue necesario cambiar sábanas o algo que fuese estorboso, estaba adecuado para él, y con eso bastaba, por lo que prosiguió a desnudarse del torso, retirándose la playera y sus dotados músculos parecían resaltar, que al momento de quitarse los zapatos al sentarse sobre la cama, ella tocó y le cedió el paso, mirándola, se acomodó sobre la cama palmeando a que se acostara a su lado y de inmediato cruzó los brazos para ocuparlos como almohada, parecía ser una luna de miel pero sin algún compromiso. — ¿Y, permitiste que mi contramaestre te viera vestida así? Creí que a ningún hombre ibas a permitirle que te viera de esa forma, y el venir así a mí, me había hecho la idea de que dormirías desnuda, no me incomodaría por supuesto. —Sí, estaba jugando con ella, quería notar su nerviosismo, romper el silencio porque estaba seguro que ella iría directo a cerrar los ojos y ni dirigirle la palabra. — ¿Cuánto tiempo seguirás parada? ¿Qué es lo que te impide para que vengas aquí? Ven, no tengas miedo—. Volvió a palmar la cama, decidía se fue acercando poco a poco y cuando al fin la tuvo a su lado, ella marco la distancia, y él la jalo hacia él, que se recargara en su pecho en lo que jugaba con sus cabellos, sin necesidad de hablarle, solo la observo, ya que esa noche sería la mejor de todas
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Re: Ella que todo lo tuvo | Privado
¡Claro que no pensaba dormir desnuda! ¿En qué pensaba ese hombre al momento de decir algo así? Con rapidez su mente cambió de parecer, ya aquello no le parecía una buena idea, ahora creía que no debía seguirlo, pero las sensaciones eran tan contradictorias en su cuerpo de un momento al otro… ¿En qué problema se había metido? ¡Su cabeza era un caos! En cuanto él se fue, Colette dio varios pasos hacia atrás hasta pegar su espalda a la fría pared. No quería salir de allí, debía preservarse.
-Solo es dormir, ¿qué te pasa, Colie? ¿Temes dormir? –se preguntó en un susurro buscando darse ánimos, mientras nerviosa se acariciaba el cabello.
No pudo pensar demasiado, un hombre alto y de gesto enfadado ingresó en el camarote sin golpear antes a la puerta y con mal modo le indicó que le siguiera. Colette no lo había visto antes, durante las pocas horas que llevaba ella a bordo, y le temió de inmediato: tenía gesto malvado. No le importó que él volviera a hablarle con voz firme, tampoco que le dijese que el capitán la esperaba, simplemente se plantó firme abrazándose el cuerpo y no lo siguió.
-No, por favor no –rogó en voz baja cuando él la levantó sin esfuerzo y la sacó de allí. Con uno de sus brazos le rodeaba la cintura y no tardaron en llegar frente a otra puerta-. Por favor, quiero quedarme con la muchacha… -pidió, pero el hombre ya había abierto la puerta para arrojarla en el interior del camarote.
Quería llorar sin parar, pero no podía y lo primero que hizo cuando su mente se aclaró un poco fue acomodarse la ropa, se sentía demasiado expuesta, incómoda también frente a la extraña actitud del capitán que ya la esperaba recostado en un catre que parecía demasiado pequeño para él. Dragut la llamó y ella se acercó a él con deliberada lentitud.
-No se burle así de mí, capitán Dragut, se lo ruego. Usted sabe que me siento incómoda al estar con estas ropas tan impropias, no sea cruel conmigo –le pidió, avergonzada y arrepentida por todo.
No podía dejar de pensar en que nada de eso estaría sucediéndole si hubiera sido la muchacha obediente que su abuelo deseaba que fuera, ningún peligro correría si tan solo hubiera aceptado casarse con ese anciano que la pretendía. No quería volver a esa vida, pero tampoco deseaba esa que tenía ahora. ¿Acaso no había algo mejor para ella en algún lugar? ¿Tendría siempre que elegir el mal menor?
Dragut tiró de ella y Colette cayó sobre su cuerpo. Rápidamente se movió para quedar a un costado e intentó pegarse a la pared pero él no se lo permitió, la obligó a apoyarse en su pecho. Bien, tal vez necesitaba dormir abrazándola, era extraño para ella, pero no le parecía que pudiese ser peligroso... al menos de eso quería convencerse, pero le tenía miedo. Miedo a él y al encierro en el que se hallaban, miedo a ese capitán y a su cuerpo duro y poderoso, miedo a Dragut y a la seguridad con la que ya la había tocado mientras ella intentaba vestirse. Y a la vez recordaba la extraña sensación que eso le había producido…
-Sí que tengo miedo –le confesó con los ojos cerrados y en voz muy baja-. Nunca antes tuve tanto miedo de dormir.
-Solo es dormir, ¿qué te pasa, Colie? ¿Temes dormir? –se preguntó en un susurro buscando darse ánimos, mientras nerviosa se acariciaba el cabello.
No pudo pensar demasiado, un hombre alto y de gesto enfadado ingresó en el camarote sin golpear antes a la puerta y con mal modo le indicó que le siguiera. Colette no lo había visto antes, durante las pocas horas que llevaba ella a bordo, y le temió de inmediato: tenía gesto malvado. No le importó que él volviera a hablarle con voz firme, tampoco que le dijese que el capitán la esperaba, simplemente se plantó firme abrazándose el cuerpo y no lo siguió.
-No, por favor no –rogó en voz baja cuando él la levantó sin esfuerzo y la sacó de allí. Con uno de sus brazos le rodeaba la cintura y no tardaron en llegar frente a otra puerta-. Por favor, quiero quedarme con la muchacha… -pidió, pero el hombre ya había abierto la puerta para arrojarla en el interior del camarote.
Quería llorar sin parar, pero no podía y lo primero que hizo cuando su mente se aclaró un poco fue acomodarse la ropa, se sentía demasiado expuesta, incómoda también frente a la extraña actitud del capitán que ya la esperaba recostado en un catre que parecía demasiado pequeño para él. Dragut la llamó y ella se acercó a él con deliberada lentitud.
-No se burle así de mí, capitán Dragut, se lo ruego. Usted sabe que me siento incómoda al estar con estas ropas tan impropias, no sea cruel conmigo –le pidió, avergonzada y arrepentida por todo.
No podía dejar de pensar en que nada de eso estaría sucediéndole si hubiera sido la muchacha obediente que su abuelo deseaba que fuera, ningún peligro correría si tan solo hubiera aceptado casarse con ese anciano que la pretendía. No quería volver a esa vida, pero tampoco deseaba esa que tenía ahora. ¿Acaso no había algo mejor para ella en algún lugar? ¿Tendría siempre que elegir el mal menor?
Dragut tiró de ella y Colette cayó sobre su cuerpo. Rápidamente se movió para quedar a un costado e intentó pegarse a la pared pero él no se lo permitió, la obligó a apoyarse en su pecho. Bien, tal vez necesitaba dormir abrazándola, era extraño para ella, pero no le parecía que pudiese ser peligroso... al menos de eso quería convencerse, pero le tenía miedo. Miedo a él y al encierro en el que se hallaban, miedo a ese capitán y a su cuerpo duro y poderoso, miedo a Dragut y a la seguridad con la que ya la había tocado mientras ella intentaba vestirse. Y a la vez recordaba la extraña sensación que eso le había producido…
-Sí que tengo miedo –le confesó con los ojos cerrados y en voz muy baja-. Nunca antes tuve tanto miedo de dormir.
Colette Moulian- Humano Clase Alta
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Re: Ella que todo lo tuvo | Privado
Si, el capitán Dragut estaba empleando mañas descaradas y crueles para una flor delicada, pero ¿que se esperaría de un animal como lo es él? Toda la brutalidad empleada en una sola mirada, quería devorarla y lo demostraba cada que siempre enfocaba la mirada en ella, viéndola de la manera más adictiva y peligrosa. Incitando a que Colette entrara por esa puerta, obligada o por decisión propia, ahí estaba, asustada, con un miedo que ni sus ojos podían esconder.
Sucumbiéndola a que permaneciera en su regazo, ejerciendo presión por parte del hombre para demostrar inseguridad, peligrosidad y amenaza. Adorando el instinto de fragilidad que se mantiene entre sus brazos, con el peso delicado sobre su pecho, y el temblor de aquella piel seduciéndolo, lo estaban descontrolando, la necesita, quiere más que un solo abrazo, y más que un momento de compartir la cama. Ella hace lo necesario para liberarse, pero no es lo suficiente para serlo, él acaricia su cabeza, enredando los cabellos por los dedos, e inclinándose a su rostro para olfatear su perfume, volvía a invadir su privacidad pero a esas alturas ya nada podría ser sorpresivo, sino ya esperados, aunque de métodos indistintos. — Entonces no cierres los ojos si temes dormir… —, Respondió casi con el soplo en su hermoso rostro, acaricia con la nariz su mejilla, descendiendo un poco a su cuello hasta llegar a esa boca entreabierta, llegando el instante a acomodarse un poco para besar cortamente sus carnosos labios, mordiendo un poco el labio inferior y posando la palma de la mano en su mejilla, tratándola con dulzura…— pero si temes de mí, deberías cerrarlos, es tu elección. —Concluyó, formulando un prolongado beso, con suficiente fuerza y ansiedad, imponiendo su voluntad para con ella, la va a tomar, la hará suya y se puso encima de ella lentamente mientras envuelve los labios contra los suyos, delineando sus caderas con mayor presión, (como toda amante que juega con su pareja para realizar una unión amatoria), donde se fue incitando contra ella y detonó aquella pelvis, estaba siempre tomando control de la situación, el hombre guiaba aquella acción, y el miedo podría significar una negación para que se cumpliera su deseo, pero eso no era impedimento alguno, ya que fue tomando esas piernas, ambas, metiéndose entre estas y emitió una penetración, donde la dureza de su miembro iba a ser sentida, y fue bajando los labios a su pecho, tomando la orilla de la playera y la fue alzando, retirándola hasta que le dejó con solo prendas íntimas.
La estaba acariciando, conociendo su figura al fin, el tocarla de aquella manera se podría describir del como las aguas intranquilas se mecen, invitando a su barco a unirse a plena danza, tan salvaje y sensual, tan alocado y candente, misma manera en la que él se siente, y con solo los labios forjó una mordida en la parte donde se esconde su pezón tras la lencería, humedeciendo la prenda y siendo imposible que se detuviera, ya no había forma en que se detuviera, y entre más descendía por ese templo, más se salía con la suya, y lo demostró en cuanto llego a su sexo, a la base que recibió con lengüetazos y solo para humedecer más la zona, como si el capitán encontrara la marca de su tesoro y comenzará a excavar, siendo esto a lo que debía temer, por ello era mejor que cerrara los ojos e imaginara que solo se trataba de un sueño húmedo, uno en el que puede modificarlo a su gusto, eso al Otomano no le concierne, pero si es sabido por él, sí que la mantendría despierta, haciendo que gritara su nombre hasta que se impregne en ella.
Sucumbiéndola a que permaneciera en su regazo, ejerciendo presión por parte del hombre para demostrar inseguridad, peligrosidad y amenaza. Adorando el instinto de fragilidad que se mantiene entre sus brazos, con el peso delicado sobre su pecho, y el temblor de aquella piel seduciéndolo, lo estaban descontrolando, la necesita, quiere más que un solo abrazo, y más que un momento de compartir la cama. Ella hace lo necesario para liberarse, pero no es lo suficiente para serlo, él acaricia su cabeza, enredando los cabellos por los dedos, e inclinándose a su rostro para olfatear su perfume, volvía a invadir su privacidad pero a esas alturas ya nada podría ser sorpresivo, sino ya esperados, aunque de métodos indistintos. — Entonces no cierres los ojos si temes dormir… —, Respondió casi con el soplo en su hermoso rostro, acaricia con la nariz su mejilla, descendiendo un poco a su cuello hasta llegar a esa boca entreabierta, llegando el instante a acomodarse un poco para besar cortamente sus carnosos labios, mordiendo un poco el labio inferior y posando la palma de la mano en su mejilla, tratándola con dulzura…— pero si temes de mí, deberías cerrarlos, es tu elección. —Concluyó, formulando un prolongado beso, con suficiente fuerza y ansiedad, imponiendo su voluntad para con ella, la va a tomar, la hará suya y se puso encima de ella lentamente mientras envuelve los labios contra los suyos, delineando sus caderas con mayor presión, (como toda amante que juega con su pareja para realizar una unión amatoria), donde se fue incitando contra ella y detonó aquella pelvis, estaba siempre tomando control de la situación, el hombre guiaba aquella acción, y el miedo podría significar una negación para que se cumpliera su deseo, pero eso no era impedimento alguno, ya que fue tomando esas piernas, ambas, metiéndose entre estas y emitió una penetración, donde la dureza de su miembro iba a ser sentida, y fue bajando los labios a su pecho, tomando la orilla de la playera y la fue alzando, retirándola hasta que le dejó con solo prendas íntimas.
La estaba acariciando, conociendo su figura al fin, el tocarla de aquella manera se podría describir del como las aguas intranquilas se mecen, invitando a su barco a unirse a plena danza, tan salvaje y sensual, tan alocado y candente, misma manera en la que él se siente, y con solo los labios forjó una mordida en la parte donde se esconde su pezón tras la lencería, humedeciendo la prenda y siendo imposible que se detuviera, ya no había forma en que se detuviera, y entre más descendía por ese templo, más se salía con la suya, y lo demostró en cuanto llego a su sexo, a la base que recibió con lengüetazos y solo para humedecer más la zona, como si el capitán encontrara la marca de su tesoro y comenzará a excavar, siendo esto a lo que debía temer, por ello era mejor que cerrara los ojos e imaginara que solo se trataba de un sueño húmedo, uno en el que puede modificarlo a su gusto, eso al Otomano no le concierne, pero si es sabido por él, sí que la mantendría despierta, haciendo que gritara su nombre hasta que se impregne en ella.
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Re: Ella que todo lo tuvo | Privado
Nada de lo que ella anhelaba sucedió, tampoco lo que tanto temía. Todo fue tan… ¿qué palabra usar para describirlo? ¿Confuso? ¿Horrible? ¿Asfixiante? Ninguna podía describirlo y a la vez todas lo hacían.
-¿Qué hace, capitán? –preguntó, en cuanto las manos del hombre se pusieron en contacto con su piel-. No, por favor.
Hizo el amago de incorporarse, lo único que tenía en claro era que debía llegar a la puerta, pero él no se lo permitió y acalló sus quejas con un nuevo beso, uno mucho más invasor que el primero. ¿Acaso no era lo que había deseado? ¿No era eso lo que había estado anhelando? Ahí lo tenía, ¿por qué no lo disfrutaba? Porque Colette Moulian no era tonta, sabía que aquello no estaba bien y que –para peor- era solo el prólogo de algo mucho mayor.
-Capitán Dragut, quiero ir a mi camarote, la niña me estará esperando y… -No pudo terminar aquella mentira, penoso intento de escape. El hombre parecía desoírla por completo, ella estaba allí debajo de él, pero era como si no tuviese vida-. Oh no, no, no –con todas sus fuerzas intentó quitarlo de sobre de ella, pero fue en vano, ni siquiera podía moverlo.
Dragut lamió su piel, la acarició y mordió. La tocó en sitios que ni siquiera ella conocía bien y Colette se removía todo lo que le era posible mientras en silencio las lágrimas más pesadas que había derramado en su vida caían a los costados de sus sienes, hasta empaparle el cabello. Quería decir algo, quería gritar, pero ya no podía hacerlo… sus ojos volvieron a la puerta, si tan solo pudiera llegar a ella… El hombre le arrancó la ropa y ella se quejó con un grito, él volvió sobre sus labios y Colette aprovechó ese momento para clavar sus uñas en los brazos de él todo lo fuerte que le era posible mientras hablaba:
-Dragut, por favor, déjame ir. No quiero estar aquí –lloraba mientras hablaba, sus ojos intentaban buscar su mirada-, por favor, no quiero, no puedo respirar…
Pero él, nuevamente, la desoyó y bajó por su cuerpo hasta llevar su cabeza entre las piernas de Colette. ¿Pero qué estaba haciendo? ¿Estaba…? No, no, eso era una locura. Todo tenía que ser un mal sueño, Colette pronto despertaría de aquello. Sí, ya estaba despierta… porque cuando él bajó hasta allí liberó a Colette del peso de su cuerpo y ella aprovechó para rodar hasta el piso de madera y arrastrarse rápida hasta la puerta. Semidesnuda como iba, intentó salir al pasillo, pero la puerta estaba trabada y no podía abrirla.
-¡No! ¡No! –gritó toda su frustración-. ¡Alguien que me ayude! –golpeó con todas sus fuerzas. No quería volverse hacia él, pero lo hizo y en la mirada del capitán comprendió que no iba a salir de allí a menos que él quisiera dejarla ir.
-¿Qué hace, capitán? –preguntó, en cuanto las manos del hombre se pusieron en contacto con su piel-. No, por favor.
Hizo el amago de incorporarse, lo único que tenía en claro era que debía llegar a la puerta, pero él no se lo permitió y acalló sus quejas con un nuevo beso, uno mucho más invasor que el primero. ¿Acaso no era lo que había deseado? ¿No era eso lo que había estado anhelando? Ahí lo tenía, ¿por qué no lo disfrutaba? Porque Colette Moulian no era tonta, sabía que aquello no estaba bien y que –para peor- era solo el prólogo de algo mucho mayor.
-Capitán Dragut, quiero ir a mi camarote, la niña me estará esperando y… -No pudo terminar aquella mentira, penoso intento de escape. El hombre parecía desoírla por completo, ella estaba allí debajo de él, pero era como si no tuviese vida-. Oh no, no, no –con todas sus fuerzas intentó quitarlo de sobre de ella, pero fue en vano, ni siquiera podía moverlo.
Dragut lamió su piel, la acarició y mordió. La tocó en sitios que ni siquiera ella conocía bien y Colette se removía todo lo que le era posible mientras en silencio las lágrimas más pesadas que había derramado en su vida caían a los costados de sus sienes, hasta empaparle el cabello. Quería decir algo, quería gritar, pero ya no podía hacerlo… sus ojos volvieron a la puerta, si tan solo pudiera llegar a ella… El hombre le arrancó la ropa y ella se quejó con un grito, él volvió sobre sus labios y Colette aprovechó ese momento para clavar sus uñas en los brazos de él todo lo fuerte que le era posible mientras hablaba:
-Dragut, por favor, déjame ir. No quiero estar aquí –lloraba mientras hablaba, sus ojos intentaban buscar su mirada-, por favor, no quiero, no puedo respirar…
Pero él, nuevamente, la desoyó y bajó por su cuerpo hasta llevar su cabeza entre las piernas de Colette. ¿Pero qué estaba haciendo? ¿Estaba…? No, no, eso era una locura. Todo tenía que ser un mal sueño, Colette pronto despertaría de aquello. Sí, ya estaba despierta… porque cuando él bajó hasta allí liberó a Colette del peso de su cuerpo y ella aprovechó para rodar hasta el piso de madera y arrastrarse rápida hasta la puerta. Semidesnuda como iba, intentó salir al pasillo, pero la puerta estaba trabada y no podía abrirla.
-¡No! ¡No! –gritó toda su frustración-. ¡Alguien que me ayude! –golpeó con todas sus fuerzas. No quería volverse hacia él, pero lo hizo y en la mirada del capitán comprendió que no iba a salir de allí a menos que él quisiera dejarla ir.
Colette Moulian- Humano Clase Alta
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