Singular [Parish]

por **Keath Roggers** Mar Jul 08, 2014 1:10 pm

“Es engañoso ver las sombras, un hormiguero puede parecer una montaña”

El indiscutible cambio de clima provocaba que mi alergia se acentuara en esos días y no me dejaba vagar como un perro libre por las calles de la ciudad. Ya me había pasado más de dos veces, había tenido que correr muy rápido hacía mi hogar para que luego de un estornudo mi cuerpo perruno volviera a ser el del humano grande y de ojos claros que era. Mi nariz parecía una frutilla y mis ojos estaban algo cansados, no podía dormir correctamente en las noches y los sueños se basaban en ir corriendo por un camino templado. Siempre era un canino y nunca llegaba a destino. Había pensado seriamente en visitar a alguna gitana para saber su significado, pero tenía algo de temor, no quería que me dijeran algo que no quería oír. Ahora que estaba tan bien con todo, el único problema era la inquisición que no paraba de perseguir a nuestra raza. Pero eso era algo que poco a poco iría mejorando, no por nada estaba en pos de unirme a una corporación que pelearía contra ellos. Y ya me había planteado la posibilidad de irme de Paris hacía un lugar más apartado, pero primero tenía que convencer a una gata.

En esa media tarde, casi noche, me encontraba caminando tranquilo por los extremos de la ciudad, allí donde se encontraba el pasto y algunos árboles escondidos a los lados. Mantenía mi forma humana, por lo cual estaba vestido con un conjunto color almendra oscura, con detalles negros, que me hacían ver como un hombre típico de clase media, me era incómodo, prefería mucho más andar en mi forma animal, con el cuerpo libre y sin nada que cubriera mi pelaje. Pero era inevitable, pronto tendría que ir a trabajar en aquel bar que hacía no mucho tiempo me había contratado. Hice sonar mis huesos y miré hacía el frente. Me esperancé que alguien estuviese cerca, no podía estar quieto mucho tiempo, no era algo que me agradara. Una sonrisa se coló en mis labios al ver la hermosa forma de un animal. Era un pequeño perro, no demasiado salvaje, por lo que deduje que quizá era de alguna persona. Yo tenía la habilidad para comunicarme con ellos, pero no la solía usar, más por respeto que por otra cosa. Los animales no tienen la capacidad de mentir y si pregunto algo lo dirán aunque su dueño les haya dicho que no. Así que solo me acerqué.

Busqué acariciarle la melena y este me dejó, por lo que reí con dulzura, agachándome, buscando algún collar que me dijera a dónde tenía que dirigirme para que volviera a su hábitat. Me senté a su lado, observando como el sol lentamente se escondía entre la ciudad. Los rayos aún daban algo de calor y me daban ganas de hacerme un ovillo perruno y dormir allí por un buen rato. Pero en cambio a eso, aquel que parecía un animal completo hizo aquello, se hizo un pequeño bollo a mi lado. Acaricié su pelaje nuevamente, no había podido ver si se trataba de un niño o una niña, así que tampoco le podía dirigir alguna palabra de consuelo. — ¿Lo disfrutas? — Fue lo único que salió en una risita divertida, mientras mis dedos calaban entre sus nudos y lo alisaban. Nuevamente volví a ver a los lados, estaba esperanzado de que aparezca su dueño, ya que de no ser así, no podría evitar llevarlo a mi hogar, siempre me sucedía lo mismo con los animales abandonados y más cuando estos no eran ni un poco salvajes, de manera que pudiesen cuidarse solos.

“Es un destino que no se puede evitar”

por **Kaled Fayolle** Dom Jul 20, 2014 12:27 am

Empezó a andar por el camino, la luz diurna empezaba a ocultarse ya entre las nubes rollizas que desfilaban lentamente por el cielo, aun así el sendero lucía perfecto con todas sus curvas y ondulaciones, los colores tan brillantes que pintaban las tiendas y los edificios, enormes vigías, algunos tan viejos que sus muros parecían derrumbarse en cualquier instante. Las palabras que cruzaban las personas, flotaban de un lado a otro, creando un ligero bullicio, vio un par de niños corriendo por la acera y por unos segundos se remontó a su niñez. Caminaba rápido y con vigor, apenas perturbado por sus recuerdos, casi mareado por la nostalgia que le provocaba evocarlos de esa manera.

Percibió el aroma del aire y apresuro el paso para poder llegar antes que anocheciera por completo, a pesar de todo, su mente no cesaba de pensar una y otra vez en aquel día cuando su madre había muerto, fue su único lazo y luz que le mantuvo a flote estos años, pues de sus hermanos ya nada supo ¿Dónde podrían estar ahora? No paro de caminar. De vez en cuando se detenía ligeramente a divisar a las personas, el gentío que se marchaba a sus hogares, era obvio que la oscuridad estaba por caer, derramando ese manto tibio sobre la lúgubre París. Siguió su marcha, solitario, con las manos en los bolsillos de la gabardina maltrecha, mientras pensaba como sería pasar la noche en algún lugar que no fuera la calle.

Habían pasado aproximadamente tres cuartos de hora cuando aflojo el paso, esta vez se quedó inmóvil y respiro profundamente para recobrar el aliento. Su camino se trazó hacia los engranes de enormes jardines, las tonalidades diversas que cada ejemplar le mostraban eran un tanto desconocidas para él, pues a pesar de ser francés, algunas zonas estaban vetadas para los de su clase social, ladrones, timadores, brujos y un tanto más de adjetivos que la élite suele tildar sobre aquellos que poseen ese tipo de dones. Se topó con un par de inocentes, niños que mostraban en sus rostros el lastre de la pobreza. Se vio reflejado en esos ojos, en sus miradas que imploraban un abrazo.

Se mostró risueño y llevó su diestra al fondo de su bolsillo, los francos que recientemente había obtenido de una última lectura estaban destinados para mantenerle el resto de la semana, sin embargo no pudo esquivarles, a esos pobrecillos. Deposito un par de monedas en las manos de uno de los chiquillos, en respuesta recibió una sonrisa y una flor un tanto marchita. Parish aceptó el regalo y se despidió, aspiro suavemente la moribunda fragancia que aún despedía, como si aquella rosa exhalara sus últimas palabras al gitano, que irónico, una rosa marchita atrapada en la atmosfera del enorme jardín botánico, sus pensamientos fueron turbados cuando un cachorro jalaba impaciente su roída gabardina, el joven intentó detenerle, pero este inició el juego y moviendo a cola le invitaba a perseguirle.

El gitano sonrió y fue tras de él sin importar que las personas le miraran como si se tratase de un demente, corrió entre la multitud perdiendo momentáneamente de vista al ejemplar. Por su mente cruzó la interrogante de volverlo a sus dueños ¿Si estaba perdido? ¿Si había sido robado de su hogar? Era curioso como la vida le colocaba paralelismos en su trayectoria muy apegados a su actual realidad, al reconocerle a unos cuantos metros observó que un hombre le hacía compañía, Parish se quedó de pie apenas agitado por la ligera carrera, pareciera que el perro había encontrado a su dueño, sería una imprudencia si le dedicara el consejo de cuidar mejor sus pertenencias, aunque para ese entonces la presencia del gitano ya había sido notada quizás por aquel sujeto.

por **Keath Roggers** Jue Jul 24, 2014 8:18 am

“Quisiera tartamudear a un futuro sin señal, que el destino ha de cambiar”

Eran movimientos dúctiles los que le ofrecía al canino, mientras este empezaba a girar de un lado a otro, no quise comunicarme con él. Me mostré apacible, quizá hasta un poco serio. No estaba allí para divertirme, es decir, siempre estaba para divertirme, pero tenía que aparentar que era un hombre trabajador. Aunque ¿No era todo eso verdad? Trabajaba por la noche, por la mañana y por la tarde. Con una gata ridículamente hermosa, con muchos locos de remate que entraban y salían por el bar, borrachos y absueltos del odio y claro estaba también lo hacía como un espía para esa corporación que iba en contra de la Iglesia. Todo aquello llevaba mucho tiempo y terminaba cansándome, si no fuese por la impaciencia que solía llevar en las venas, ahora me encontraría echado como un perro en el sol de temporada. Pero al contrario de eso, estaba acariciando a un animal que realmente estaba sin hacer nada. Éste no paraba de girar en su órbita, diciéndome una y otra vez que quería empezar a jugar. Y para cuando el suave sonido de unos pies humanos atravesaron las ramas de aquellos tamales, el canino saltó y se volvió a este sin dar segundo a calma.

Aparentemente era su dueño y estaba allí buscándolo, pero no estaba seguro y por eso, aparté unos momentos la cordialidad y ahí estaba escrito en la mente del perruno amigo, era un amigo fiel de la calle, pero solía estar apegado a una familia numerosa, unas calles lejanas a donde estábamos ahora mismo. Supe entonces que aquel muchacho que aparecía a lo lejos del lugar no era el mejor amigo del animal, pero parecía tenerle cariño, no dudé en acercarme. Tampoco es que fuese a ignorarle solo por saber la realidad de la situación. —Hola, ¿Jugando a las atrapadas? Acércate, no muerdo, no así. — Inquirí con una sonrisa burlona mientras tomaba un palito de madera del suelo y lo abanicaba en el aire. Poco a poco me acerqué al muchacho de la gabardina vieja y el perro danzaba a su alrededor hasta ver que yo tenía un “juguete” en la mano. Una sonrisa blanca y ansiosa se formó en mis labios. Era una especie de conexión que tenía con los animales, por el simple hecho de que en gran medida también era uno de ellos. Fue así como lancé el palo bastante lejos de nosotros. — ¿Tienes idea como se llama? Yo no lo sé. — Subí los hombros y di pasos largos hasta llegar cerca del chico, observé su aura, la intensidad de ella me era sumamente extraña.

Pronto recordé algo que me habían enseñado de pequeño, mi madre siempre me recordaba que verle el aura a la gente era sinónimo de ver en su interior, entonces ¿Estaba siendo mal educado? No lo supe, siquiera llegué a pensarlo en ese momento, lo único que me puse a hacer es mirarlo. Como una curiosidad entre otras, las auras vampíricas eran más frías, puesto que como bien todos sabían, estaban tan muertos como una roca. La de los licántropos, eran auras fuertes, algo violentas en su mayoría. Había tratado solo a dos hechiceros en mi vida, así que solo recordaba que eran dependiendo el tipo de habilidades mágicas, la concentración que tenían. Los blancos tenían un aura suave, casi angelical. Los hechiceros oscuros tenían el aura muerta, oscura y daba miedo. ¿Entonces, qué sería él? —Eres raro, ven conmigo, ¿Haz comido ya? Tengo tanta hambre que me comería una vaca entera, los invitaré. Sí, sí, tú estás invitado también, no te alarmes. —Respondí a ese perro que ladraba al escucharme, tirándome a los pies aquel trazo de madera, que volví a lanzarlo animadamente hacía delante. Volteé y le sonreí nuevamente al muchacho, que parecía demasiado delgado, quizá flacucho para lo que eran los hombres comunes.

“No considero una abominación a nadie, pero tengo miedo de descubrir las diferencias humanas”

por **Kaled Fayolle** Jue Jul 31, 2014 2:04 am

Un ángel sin alas no podía ser llamada ángel nunca más. Así como un hombre sin sueños sería condenado a vagar por las calles con un destino incierto. Parish estaba asombrado con aquellas formas y figuras que esta parte oculta de la ciudad le ofrecía a sus sentidos, los aromas y las distinguidas siluetas que caminaban de un lado a otro. Se detuvo y evitó usar sus habilidades sobre aquel hombre, el cachorro corrió nuevamente hacia él y se colocó en cuclillas para pasar sus dedos por el pelaje de aquel ejemplar, mismo que no dejaba de juguetear a su alrededor. Le sonrió una vez más para recuperar su postura erguida.

El comentario un tanto sarcástico o no le tomó por sorpresa, una sonrisa en los labios de aquel misterio ¿Un vampiro? ¿Un licántropo quizás? Lejos de sentirse amenazado notó en la mirada ajena una conexión nata con aquel cachorro.

-No jugamos exactamente Monsieur.– Se limitó a decir colocándose a su lado, evitando el contacto de su mirada de forma inmediata.

-La verdad es que no tengo idea, yo esperaba a que le perteneciera a usted, pues realmente parece agradarle.-

El gitano miraba con ojos de chiquillo el juego el extraño conservaba con el perro. Durante su estancia en las calles había presenciado todo tipo de cosas y las pocas experiencias le habían enseñado que en raras ocasiones se puede confiar en extraños, esta ocasión haría una excepción. Era muy malo abriéndose a desconocidos y después de un ligero suspiro pudo observarle.

-No Monsieur, aún no he comido.- ¿Raro? Pensó. ¿Exactamente que querría decir con esa palabra? Posiblemente ya había descubierto la verdadera identidad del gitano. Llevó su mano izquierda al bolsillo de su gabardina maltrecha y recordó que su previo acto desinteresado con los niños le habían reducido la plata, seguramente aquel hombre estaba acostumbrado a comer en sitios muy distintos a los que Parish solía acudir. La amabilidad en su trato era indescriptible tratándose de un extraño. Agacho unos segundos la cabeza y respondió aquella invitación con un gesto ligero en los labios.

-Mi nombre es Parish…. Parish LeBeau Monsieur, mucho gusto.- Y extendió la mano buscando la ajena.

-¿Qué bello lugar no le parece? – Dijo volviéndose a aquellas arboledas, una batalla de miedos y sueños en aquel lugar, las diferentes clases sociales que ahí se mezclaban y la forma en que cada uno de esos ojos juzgaban a los demás. A Parish nunca le importó eso y sin embargo seguía siendo un impedimento para desenvolverse del todo libre en lugares ajenos a los recorridos: callejones, parques y tiendas de campaña sucias.

A su paso una chica con un cesto de manzanas caminaba, el gitano se apresuró a comprar un par de frutos rojizos, guardó uno en el bolsillo y volvió a donde el hombre se encontraba para entregarle uno más.

-Esto es para usted Monsieur.- Y sonrió para después sentarse en la orilla de una pequeña fuente que estaba a unos pasos de ahí, el perro regresó con la vara en el hocico, el gitano tomó la rama y con un ademan la mantuvo a cierta altura haciendo que el animal brincara en busca de la misma, la dejó caer y observó cómo jugaba ansioso, los ojos nostálgicos del chico regresaron a donde el hombre se encontraba.

- Dígame Monsieur ¿Es usted parisino? –

A estas alturas ya había sobrepasado quizás sus límites, esperó en silencio aguardando que su acompañante no se sintiera ofendido por tales cuestionamientos, pues de algún modo estaba penetrando en sus secretos.

por **Keath Roggers** Jue Ago 07, 2014 11:35 am

“Correr hacía un mundo mejor es lo que suelen decir, yo espero correr y modificar mi mundo para hacerlo mejor”

Observé cautelosamente al perro ansioso que parecía pensar solo en jugar, bueno claramente eso era lo más divertido de ser un animal, poder divertirse con cualquier cosa, disfrutar plenamente de lo mundano sin tener terror a la vida. Esos momentos eran los más fáciles, pero también los más básicos. Sufrir y esforzarse era más que un reto para mí, quien podía vivir como un animal toda su vida, saboreando la existencia con comida y diversión. — ¿A sí? No, no, yo no soy su dueño, en realidad creo que es un callejero, se lo ve cómodo — Expliqué notando la cautela con la que se acercaba el chico, moví la cabeza a un lado y al otro, noté su aura y me dije a mi mismo que no era un simple humano y por ello debía ver algo que lo estaba alarmado. Como fuese, las probabilidades de que yo lastimara a una persona simplemente por diversión eran nulas. A menos que estuviese como perro y sin querer mordisqueara alguna que otra mano. Pero eso no contaba, ¿no? Aplaudí un poco a la mirada perdida del chico, sus gestos, sus movimientos, apenas los entendía, solo sabía que me recordaban a los de una muchacha avergonzada y me reí toscamente negando un poco. No estaría mal conocer a un niño así, así que me acerqué aun sabiendo que quizá lo tomaría como una amenaza.

— Genial, ¿qué quieres comer? Hay un lugar por aquí cerca, que ponen mucha, mucha carne en el plato. Y creo que también ensalada, pero no sé. ¿Parish? Soy Keath, Keath Roggers. — Me tendió la mano en ese instante, solo pude soltar una risa y apretársela un poco, tironeándole para que se acerca a mi lado, mientras empezaba a caminar hacia el lado opuesto de donde él venía. Por allí conocía un pequeño bar, a donde había ido más de una vez. No era refinado y se trataba más bien de cantidad y calidad. Por ese lado iban la mayoría de las personas de mi clase social, la cual no era ni muy alta, ni tan baja. Simplemente me alcanzaba, quizá porque no usaba el dinero más que en comida, lo demás no era de mi importancia para nada. Apenas con Camila había aprendido el arte de comprar cosas inútiles, como flores, peluches o brochas para su pomposo maquillaje. Pero fue de repente, cuando vi como el chico se movía, parecía una sardina que nadaba por todo el estanque antes de ir a comer su plancton. No dije nada y tan solo le seguí cual sabueso curioso. —Sí, me gusta el olor de este lugar. Oh, ¿Dónde vas? — Me quejé pero rápidamente me distraje con la muchacha que caminaba con la canasta y como luego el muchacho se acercaba a ella. Ladeé la cabeza y pronto una manzana estaba dirigida hacia mí.

Observé entonces aquella fruta, comía cualquier cosa, mi preferencia eran carnes rojas, toda mi vida me había alimentado con eso, cruda usualmente, presas recién atrapadas. Así era mi vida cuando vivía en Pensilvania. Pero no me moriría por comer aquella frutita, así que estaba por darle un bocado sin importarme que pronto fuéramos a comer, pero me detuve por la pregunta y se me ocurrió pensar que no sabía si él se había comprado una también. — Gracias, ¿Lo guardamos de postre? No, yo no soy de por acá. Por eso hablo mal, soy de Pensilvania, una ciudad en los Estados Unidos de América. Hace unos años nos independizamos así que no sé si la noticia ya llegó. Yo tenía diez años cuando eso pasó, así que en realidad, supongo que sí ya lo saben por este lado del mundo. Tú tienes cara de francés. ¿O no? — Me acerqué y me senté con las piernas dobladas y hacía el frente, un tanto abiertas. Apoyándome con las manos en las rodillas, mirando un poco el paisaje, siempre me había resultado un lugar atractivo, pero nunca me había parado a verlo detenidamente. No me fijaba en los detalles. — ¿Por qué pareces un chico miedoso? Tienes que ser fuerte, ¿Eres un hombre, no? Igual no te voy a hacer mal. Cuéntame, ¿eres un humano? Parece que me miras con cara de horror. Aunque quizá es tu cara habitual. — Bromeé y le sacudí los cabellos, observando al perro que nuevamente llegaba con el palo. Apenas se acercó me tiré hacía atrás, apoyando la espalda en el pasto, tomando así el palito, revoleándolo lejos una vez más más, riendo ansioso al saber que ese podría ser yo, con la lengua afuera y todo.

“No es un castigo vivir en la sociedad”

por **Kaled Fayolle** Lun Sep 01, 2014 3:05 pm

Le pareció curioso el hecho de charlar amenamente con ese muchacho a pesar de que poseía en su aura una tonalidad muy diferente a la de cualquier otra persona que hubiera conocido. A pesar de controlar sus poderes a la perfección siempre trataba de ser precavido.

-Cualquier platillo estará bien- contestó con amabilidad –El gusto es mío Monsieur Roggers.-

Escuchó con detenimiento aquel nombre y el apellido, americano no había duda y eso era algo que siempre había amado de París, la diversidad cultural que se plasmaba en cada calle, en cada rincón, escuchar distintas lenguas en las conversaciones del día a día era algo con lo que siempre se deleitaba, asintió a la invitación de comer la manzana más tarde, se mostró amable y atento a cada aseveración, a cada término en la historia de su oyente.

-Así es monsiuer Roggers, soy francés.- Sonrió sutilmente.

Suspiró repentinamente, perturbado por algún recuerdo quizás. Observó con detenimiento como aquel caballero tomaba asiento de lo más cómodo frente a él. Aisló su vista unos instantes observando a las personas a su alrededor buscando al perro entre la multitud. Las preguntas le asaltaron regresándolo a la realidad. Era la primera vez que alguien le asaltaba de ese modo, con tanta naturalidad y confianza en conocer que había detrás de esa mirada a veces nostálgica. Procesó con detenimiento sus respuestas ¿Tan notorio era su temor de abrirse al mundo? Y el tema de la virilidad… era algo que siempre le había causado cierto remordimiento, pues de sus otros dos hermanos era el único que invariablemente causaba esa impresión.

-¿Miedoso? ¿Eso cree? Bueno todos nos mostramos un tanto inseguros o con desconfianza hacia algo de vez en cuando y más que temeroso creo que el término correcto sería melancólico– Sonrió con desgano -Estos últimos días he pensado… en muchas cosas.-

Hizo una pausa para no desmoronarse frente al joven. ¿Un humano? Si bien la fachada mundana siempre le cubría de mostrar su verdadera identidad ¿Por qué ahora salía a flote tal cuestionamiento? Apenas unos minutos y ya habrían descubierto algo más en el gitano. Estaba confuso, no sabía que responder, la última vez que confesó su condición sobrenatural casi perdía la vida a manos de un demente que lo tachó de brujo y estafador.

Rió al sentir como jugueteaban con su cabello y se intimidó de cierto modo. Fue inevitable no hacer una pausa al escuchar la última oración, cayó en la cuenta, estaba asustado sí y no había podido dormir del todo bien, pues estas últimas dos noches las había pasado en vela a causa de pensar en lo solo que se encontraba, en lo mucho que extrañaba esos días donde caminaba con su madre o su hermanos, si había alguna razón realmente para levantarse todos los días y enfrentar la rutina. El cachorro regresaba nuevamente para correr de regreso, fue una pausa que lo sacó de su trance para responder.

-No deje que mi aspecto desalineado lo tome por sorpresa Monsieur. En efecto soy un ser humano como cualquier otro.- Se detuvo.- Como usted, como aquel que camina justo enfrente de nosotros pero con cierta… habilidad que me hace apenas diferente.-

Le miro a los ojos y trato de revelar su secreto lo más cautelosamente posible, estaba confiando en un extraño otra vez, que podía hacer si su carácter era algo que no iba a poder cambiar.

-Por alguna razón me he topado con usted Monsieur, ¿Sabe? Hacía mucho tiempo que no charlaba con alguien, quien sabe, el destino es un tanto caprichoso-

Saco de entre su gabardina maltrecha un mazo de cartas que le mostró a modo de que solo él pudiera verlo.

-¿Recuerda que le mencioné una particularidad en mí? Bueno pues esta es.- dijo acariciando el montículo de cartas -Yo… puedo vaticinar algunos detalles que otros no son capaces de ver, soy un gitano Monsieur.-

Y dirigió sus ojos al cielo, respiró y volvió a observar la venidera reacción en su semejante.

por **Keath Roggers** Miér Sep 10, 2014 12:43 am

“Puedes descubrirte a ti mismo, cuando miras en el espejo de tu alma”

Me sentía ansioso, en realidad, me pasaba casi todos los días y a todas horas desesperado por moverme. Mi esencia era la de un canino y eso daba la pauta de que necesitaba gastar todas mis energías y luego dormir de manera profunda y movediza. Y ese día, solo la última parte había llegado, lo que significaba que quería correr de un lado a otro lo más rápido posible. Pero no podía, tenía que atender a un muchacho que estaba tan delgado como un tronco de árbol recién nacido. Parecía que se podía quebrar en dos en solo un momento y eso me recordaba a la finura de una mujer. Negué, eso no tenía que suceder con el sexo masculino. Debía alimentarlo hasta que fortalezca todos sus músculos. Así que le sonreí, alegre, como siempre, con las ganas de existir que siempre me caracterizaban, no importaba qué, vivía por y para alguien y algo. — ¿Melancólico? Eso es algo malo según creo. No deberías, tienes que disfrutar la vida, el día a día es único. ¿Qué tipo de cosas piensas? ¿Son malas? — Me asombré y me lo quedé mirando, ¿qué edad tendría como para andar pensando en esas cosas? Yo a su edad solo pensaba en qué tantas palomas podía comerme en un día. Qué tan rápido podía llegar al pueblo desde mi casa en los bosques. Todas esas cosas y aún más, pero ninguna se trataba sobre la vida. Quizá porque había vivido muy lejos de la civilización, nunca me había preocupado por cosas como el dinero, eso era algo que no tenía. Vivíamos de lo que cazábamos, nos vestíamos y tapábamos de lo que tejían las mujeres. Las cuevas eran adornadas por nosotros mismos y lo mismo con el agua.

Supongo que esa manera de vivir había desaparecido hacía mucho tiempo, así que aunque no pude comprenderlo mucho, le sonreí, acariciando un poco más los cabellos suaves del niño que tenía en frente. — ¿Un ser humano? Mmm suena muy interesante, te escucho más. — Asentí curioso, mis ojos se abrían para observarlo del todo, moviéndome de manera suave, temía que saliera corriendo y no me acompañara a almorzar. Pero a decir verdad, él parecía tener un terror guardado que casi me daba lástima. Seguramente Paris era una ciudad difícil de llevar con una edad tan pequeña y estando solo. Bueno, no sabía si realmente estaba solo, pero en su mirada veía algo que me recordaba a la que yo tenía cuando había perdido a mi esposa. Sumida en pensamientos nostálgicos, pensando siempre en un pasado que era más feliz. — Seguramente el destino quería que tu hablaras con alguien y como vio que no lo hacías te mandó conmigo. — Bromeé una vez más dejando salir una risita grave y tosca. Me estiré de brazo en el pasto y lancé varias veces el palo de madera que el perro me traía una y otra vez. Parecía no cansarse nunca. — ¿Uh? Oh… Eres de los que tiran las cartas, una vez me crucé a una mujer así. Pero no me dijo nada importante o quizá no le entendí bien. Hablan raro, con metáforas y yo no las entiendo. —

Respondí como si nada, pero mirándolo curioso, había llegado a ver las cartas perfectamente, tenían su misma aura, estaba con fuerza ligado a ellas. Le sonreí de lado y me levanté de un salto en ese instante, queriéndolo asustar un momento, para luego romper a reír. — Vamos, levántate. Tengo hambre y me cansé de estar sentado. ¿Luego me lees algo de eso? Quizá me puedes decir cuándo será mi casamiento. Ya estoy viejo, pronto me saldrán más arrugas. — Temí por mi juventud un momento, tenía ya cuarenta y cuatro años reales, había pasado demasiadas cosas en la vida y recién hacía menos de un año, había conocido a la mujer que quizá me acompañaría a la tumba. — ¿Y dime, viajas en caravanas como esos que he visto por ahí o eres uno solitario? No tiembles, si lo haces me pones incómodo. — Le advertí aún si no lo estaba haciendo. Temía que se fuese a asustar, la gente no solía encontrarse con gitanos así como así y los gitanos tampoco solían encontrarse con cambia formas tan habitualmente. Así que era una situación nueva para ambos. Aunque yo no lo había dicho nada de mi naturaleza aún. Como fuese, le estiré la mano para que se pusiera a caminar, era hora de ir a llenarnos el estómago con mucha carne.

“No sabes de lo que te pierdes, hasta que no lo conoces”

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