AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Íntimas {Privado}
2 participantes
Página 1 de 1.
Íntimas {Privado}
'Intenté ahogar mis dolores, pero ellos aprendieron a nadar.'
Frida Kahlo
Frida Kahlo
Los sonidos le llegaban distantes a su alcoba. Podía escuchar la música de la orquesta que habían contratado para la celebración; los acordes se presentaba lejanos y distantes, pero sin perder su armonía. Se puso de pie frente al espejo, y admiró su atuendo de color lila, con apliques de piedras preciosas en el bolado de la falda. Llevaba el cabello medio recogido en una trenza que formaba un rodete en la coronilla, una confección especial para aquella noche, la de su aniversario de bodas. Habían decidido dar una fiesta, y su esposo no había escatimado en dinero. Había puesto toda su buena voluntad y hasta había ayudado a Tündér a escoger el vestido y las joyas. Veintiún años al lado del mismo hombre, compartiendo el lecho sólo con él, complaciéndolo y cuidando sus hijos. Estaba más que claro que Janos pondría a su disposición el mundo. Él era varios años mayor, sentía que la vida en cualquier momento se le acabaría, y quería tener a su mujer tranquila y conforme; sin embargo, la rubia no quería absolutamente nada de lo que su marido podía darle, pero todo lo aceptaba con una sonrisa amable y lo agradecía con un casto beso en los labios. Janos le había dado lo que más amaba, a sus hijos; y su hijo mayor le había dado a su hermoso nieto, que se había convertido en la luz de sus ojos. El pasado ya era demasiado lejano, había quedado sepultado bajo la tierra, donde esperaba que descansara el cadáver de lo que nunca pudo ser, de lo prohibido. Tanto habían corrido las manecillas del reloj, que a veces dudaba de que hubiera sido real aquel idilio. Pero luego recordaba sus manos, sus labios, sus caricias, su voz, su risa, y encontraba la fuerza para seguir, porque alguna vez estuvo viva.
Se instaló en el salón principal del brazo de Janos, y se dedicaron a recibir a los invitados que se presentaban a la velada ataviados en sus pomposos trajes. Los regalos eran recibidos por los criados, en un sector aparte, de manos de los sirvientes que llegaban. Se saludaban con el protocolo necesario, se felicitaban y se agradecían tanto la invitación como la asistencia. La pareja anfitriona sonreía con total naturalidad ante los halagos de cada uno de los que cruzaban el umbral, que no limitaban elogios a la belleza de Tündér, y de la maravillosa dupla que hacía junto a su compañero de vida. Él la miraba con ojos de enamorado, y ella le apretaba levemente el brazo, en una muestra de cariño que había aprendido a sentir a fuerza de compartir tanto a su lado, de haber construido una familia y de haberse acompañado y, también, soportado. El matrimonio no era fácil, y si bien las discusiones entre ellos no existían, cuando algo no gustaba, podían pasar días sin hablarse, hasta que, por fin, la húngara daba el primer paso, le masajeaba el cuello y Janos cedía. Generalmente, las peleas se daban porque él se apabullaba debido a sus negocios, y ella no aceptaba sus malas contestaciones, y decidían que lo mejor era callar, que ninguno de los dos emitiera un ínfimo sonido hasta que la cabeza de ambos se aplacase lo suficiente como para receptar lo que el otro diría sin tergiversar sus palabras. Tündér había madurado demasiado junto a su esposo, y él había rejuvenecido por tenerla en su vida.
—Cariño, mira, tu ahijada —se alegró la rubia ante la llegada de Evelyne, la frágil joven que era ahijada de su esposo. Ella era una muchacha hermosa, pero con una salud demasiado débil. Raramente salía de su habitación, pero no podía faltar a aquella ocasión. Ambos se acercaron a saludarla, y como un amigo llamó a Janos, la licántropa quedó junto a la recién llegada. —Estás maravillosa, Evelyne. Me pone muy feliz que hayas decidido venir. Quédate tranquila que estarás sentada junto a nosotros y nadie te molestará —la relación de Tündér con la inglesa era de escasa a nula, pero sabía del afecto que sentía su esposo por ella, además de conocer los pormenores que rodeaban la corta existencia de la niña. Porque era una niña. Le causaba lástima que no pudiera disfrutar de su juventud o de las experiencias y curiosidades típicas de su edad. —Ven, acompáñame a saludar a una amiga —apoyó su mano entre los omóplatos de la invitada para guiarla hacia la otra punta del salón.
Se instaló en el salón principal del brazo de Janos, y se dedicaron a recibir a los invitados que se presentaban a la velada ataviados en sus pomposos trajes. Los regalos eran recibidos por los criados, en un sector aparte, de manos de los sirvientes que llegaban. Se saludaban con el protocolo necesario, se felicitaban y se agradecían tanto la invitación como la asistencia. La pareja anfitriona sonreía con total naturalidad ante los halagos de cada uno de los que cruzaban el umbral, que no limitaban elogios a la belleza de Tündér, y de la maravillosa dupla que hacía junto a su compañero de vida. Él la miraba con ojos de enamorado, y ella le apretaba levemente el brazo, en una muestra de cariño que había aprendido a sentir a fuerza de compartir tanto a su lado, de haber construido una familia y de haberse acompañado y, también, soportado. El matrimonio no era fácil, y si bien las discusiones entre ellos no existían, cuando algo no gustaba, podían pasar días sin hablarse, hasta que, por fin, la húngara daba el primer paso, le masajeaba el cuello y Janos cedía. Generalmente, las peleas se daban porque él se apabullaba debido a sus negocios, y ella no aceptaba sus malas contestaciones, y decidían que lo mejor era callar, que ninguno de los dos emitiera un ínfimo sonido hasta que la cabeza de ambos se aplacase lo suficiente como para receptar lo que el otro diría sin tergiversar sus palabras. Tündér había madurado demasiado junto a su esposo, y él había rejuvenecido por tenerla en su vida.
—Cariño, mira, tu ahijada —se alegró la rubia ante la llegada de Evelyne, la frágil joven que era ahijada de su esposo. Ella era una muchacha hermosa, pero con una salud demasiado débil. Raramente salía de su habitación, pero no podía faltar a aquella ocasión. Ambos se acercaron a saludarla, y como un amigo llamó a Janos, la licántropa quedó junto a la recién llegada. —Estás maravillosa, Evelyne. Me pone muy feliz que hayas decidido venir. Quédate tranquila que estarás sentada junto a nosotros y nadie te molestará —la relación de Tündér con la inglesa era de escasa a nula, pero sabía del afecto que sentía su esposo por ella, además de conocer los pormenores que rodeaban la corta existencia de la niña. Porque era una niña. Le causaba lástima que no pudiera disfrutar de su juventud o de las experiencias y curiosidades típicas de su edad. —Ven, acompáñame a saludar a una amiga —apoyó su mano entre los omóplatos de la invitada para guiarla hacia la otra punta del salón.
Tündér Rákóczi- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 05/12/2013
Re: Íntimas {Privado}
Su madre le había recalcado en una carta que debía ir a una celebración que se llevaría a cabo dentro de tres días, sus animos no eran los mejores, pero debía admitir que le emocionaba poder ir a un lugar en donde al menos había personas conocidas, escasas pero al menos había, no como en aquellas ocasiones que llegaba a los eventos seleccionados por su madre, que terminaba siendo para ella un dolor interno más que una satisfacion, pero debía hacerla feliz, no deseaba que se enfermara de tristeza por tenerla tan lejos de su protección, aunque evelyne era débil físicamente, debía armarse de valor y ser totalmente fuerte para sobrevivir en un mundo como ese, pero era mas difícil de lo que parecía, siempre seria dependiente de sus padres y eso lo odiaba, pues después de todo había sido rechazada por su propio padre, quien no podía evitar mirarla con decepción y amargura.
Jadeo un poco en el carruaje, los tres días habían pasado más rápido de lo que ella había deseado, vestía un elegante y pomposo diseño que había llegado desde Londres para ella, tenia diferentes tonos pasteles decorados con detalles de tono champagne, su cabello había sido recogido casi a su totalidad por no ser unos mechones traviesos que se escapaban de su lugar, su cuello también había sido decorado por un bello collar que su madre le había regalado. Sus manos se movían algo inquietas, estaban cubierta por una fina tela blanca, que comenzaba a ser molesta por el sudor que los nervios le provocaban, pero no deseaba quitársela, tenía unas manchas que le habían salido en parte de sus manos por culpa de cierta exposición del sol, se regañaba internamente por tal descuido, debía cuidar su salud, pero en ocasiones lo prohibido es lo mas lo fascinante y sentir el calor del sol en sus manos siempre le había parecido algo reconfortante, la hacía sentir viva.
El carruaje se había detenido en aquella gran mansión, le alegraba que fuera ya de noche, eso evitaba que tuviera otros utensilios encima para huir del astro rey. Bajo del coche con ayuda del cochero que tenía un traje pulcro y perfecto, de brazos la llevo hasta la puerta en donde fue recibida por su padrino y su hermosa esposa. Una sonrisa se asomo en su rostro, aunque en realidad estaba más concentrada en que el vestido no se enredara en sus pasos, el cochero el dejo libre y con una reverencia se retiro, ella hizo lo mismo, lo reverencio por mera educación.
— ¿Usted cree?— sonrió ampliamente encantada con el halago, también algo aliviada no estaría totalmente sola después de todo. Su padrino Jones había sido muy bueno desde siempre con ella y su madre, de el recibía en ocasiones el amor que su propio padre no le había dado, le tenía mucho respeto y también cariño. Con su esposa no había entablado conversación, no eran conocidas intimas, pero al menos sabia quien era y podría fácilmente relacionarse con ella, normalmente Jones pasaba su estadía en Inglaterra visitando la casa de los Nottingham, para distraerse un poco de los negocios y el estrés que estos, Evelyne siempre había sido excelente en eso, lo invitaba a juegos intensos de ajedrez, pues era normalmente lo único que no llegaba a enfermarla. Tündér parecía ser también muy dulce y amable o eso le había demostrado hasta entonces. Rio bajito mientras seguía los pasos de la mujer más alta y madura que ella, eso le parecía fascinante, su madre era muy hermosa también, pero por el paso de los años estaba algo destruida, pero aquella mujer no, su rostro era perfecto pese a su edad, de tal manera le hacía preguntarse cual era exactamente los años que tenia, pero eso no se le podía preguntar a una dama.
Jadeo un poco en el carruaje, los tres días habían pasado más rápido de lo que ella había deseado, vestía un elegante y pomposo diseño que había llegado desde Londres para ella, tenia diferentes tonos pasteles decorados con detalles de tono champagne, su cabello había sido recogido casi a su totalidad por no ser unos mechones traviesos que se escapaban de su lugar, su cuello también había sido decorado por un bello collar que su madre le había regalado. Sus manos se movían algo inquietas, estaban cubierta por una fina tela blanca, que comenzaba a ser molesta por el sudor que los nervios le provocaban, pero no deseaba quitársela, tenía unas manchas que le habían salido en parte de sus manos por culpa de cierta exposición del sol, se regañaba internamente por tal descuido, debía cuidar su salud, pero en ocasiones lo prohibido es lo mas lo fascinante y sentir el calor del sol en sus manos siempre le había parecido algo reconfortante, la hacía sentir viva.
El carruaje se había detenido en aquella gran mansión, le alegraba que fuera ya de noche, eso evitaba que tuviera otros utensilios encima para huir del astro rey. Bajo del coche con ayuda del cochero que tenía un traje pulcro y perfecto, de brazos la llevo hasta la puerta en donde fue recibida por su padrino y su hermosa esposa. Una sonrisa se asomo en su rostro, aunque en realidad estaba más concentrada en que el vestido no se enredara en sus pasos, el cochero el dejo libre y con una reverencia se retiro, ella hizo lo mismo, lo reverencio por mera educación.
— ¿Usted cree?— sonrió ampliamente encantada con el halago, también algo aliviada no estaría totalmente sola después de todo. Su padrino Jones había sido muy bueno desde siempre con ella y su madre, de el recibía en ocasiones el amor que su propio padre no le había dado, le tenía mucho respeto y también cariño. Con su esposa no había entablado conversación, no eran conocidas intimas, pero al menos sabia quien era y podría fácilmente relacionarse con ella, normalmente Jones pasaba su estadía en Inglaterra visitando la casa de los Nottingham, para distraerse un poco de los negocios y el estrés que estos, Evelyne siempre había sido excelente en eso, lo invitaba a juegos intensos de ajedrez, pues era normalmente lo único que no llegaba a enfermarla. Tündér parecía ser también muy dulce y amable o eso le había demostrado hasta entonces. Rio bajito mientras seguía los pasos de la mujer más alta y madura que ella, eso le parecía fascinante, su madre era muy hermosa también, pero por el paso de los años estaba algo destruida, pero aquella mujer no, su rostro era perfecto pese a su edad, de tal manera le hacía preguntarse cual era exactamente los años que tenia, pero eso no se le podía preguntar a una dama.
Evelyne Nottingham- Humano Clase Alta
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 24/03/2014
Re: Íntimas {Privado}
Evelyne era un verdadero encanto de muchacha. Se había manejado con mucha tranquilidad, simpatía y educación, secundándola en los saludos que no parecían acabar más. La orquesta contratada hacía sonar con suavidad una melodía dulce, que le otorgaba al ambiente una calidez especial. Todos parecían sumergidos en una burbuja, los aromas de las flores y de los diferentes perfumes que las empleadas había dispersado, habían tapado el olor del amoníaco y demás líquidos de limpieza que se habían utilizado para dejar la residencia en un estado de pulcritud intachable. Tanto Tündér como Janos tenían su olfato altamente sensibilizado gracias a su licantropía, por lo que podían volverse en extremo exigentes con detalles como aquellos. La rubia agradecía que su marido fuera tan dedicado al hogar, la acompañara en las decisiones y satisficiera todos sus deseos domésticos. Ella le consultaba sobre algún detalle, y él siempre estaba bien predispuesto para responder. Era un buen marido, eran un buen matrimonio, eran una gran dupla. Ella era su punto de apoyo, él le brindaba protección.
A la rubia le habría agradado que fueran sus hijas quienes la acompañaran con aquel protocolo, sin embargo, ellas eran muy reticentes a esas cuestiones, y habían decidido delegar en su madre y en su “prima” la cuestión ceremonial. Lentamente, los invitados fueron acomodándose en diferentes sectores del living, donde se agrupaban a cotillear. Era notable cómo las damas se escondían tras los abanicos, seguramente criticando o intrigando en contra de alguna de las señaladas en la velada. Jamás faltaban aquellas situaciones, un vestido sucio, una manga rota, una peluca que quedaba fuera de lugar; todas aquellas pequeñeces que podrían parecer obra de la mala fortuna, eran provocadas por las incansables y respetadas mujeres de la alta sociedad. Ellas no perdonaban un desaire, un mal gesto o, simplemente, la popularidad de alguna nueva rica que se cruzaba en sus caminos. Harían hasta lo imposible por escrachar públicamente al objeto de su maldad.
—No te preocupes por ellas —susurró al oído de su sobrina política— No se fijarán en ti, hay otras tantas con las cuales ya arrastran malos tratos desde celebraciones anteriores —comentó con picardía y se alejó para que nadie notase de que su charla se trataba sobre una cuestión de aquel tipo. La anfitriona debía guardar las formas. A Tündér, en su juventud, le habían indignado aquella clase de actitudes, sin embargo, con los años había llegado la madurez, y con ella, la hipocresía. Había aprendido que no sobreviviría siendo sincera y que, una sonrisa en el momento indicado o un silencio en el instante preciso, podían salvarla de cualquier indecoroso momento. Recorrieron por unos minutos más las pequeñas rondas que se habían formado, y luego se anunció la cena.
—Vamos, cariño. Ha llegado el momento más tranquilo —con complicidad, y ya del brazo de su esposo, la licántropa se dirigió hacia la mesa. Janos tomó el lugar principal, ella a su derecha, a la izquierda, su hijo mayor, con su esposa. Al lado de la anfitriona, ubicaron a Evelyne, y junto a ella, al resto de los hijos del matrimonio.
El comedor era un salón amplísimo, decorado con cortinajes de colores pasteles y unas arañas de cristal colgaban del techo. La cena se sirvió en siete platos, y se brindó en más de una ocasión por el homenajeado. Cada tanto, la mujer le sonreía a su sobrina política, pendiente de su bienestar; cuando no la observaba a ella, le tomaba la mano a su esposo y se la apretaba suavemente. Él no era muy dedicado a las fiestas, pero sabía que su posición le obligaba a ello. Tündér veía en Janos a un hombre dedicado, un padre recto pero amoroso, y el cariño casi fraternal que sentía por él, le afloraba por los poros, y cualquiera que hubiera detenido la mirada en sus ojos, hubiera creído que realmente estaba enamorada. Una vez finalizada la cena, los hombres se retiraron a una sala donde disfrutarían del brandy, los puros y algún que otro juego de cartas; las mujeres, por su parte, se reunieron en otro salón, donde la orquesta tocaba suaves acordes, se reunieron y diferentes grupos, a comentar algún que otro chisme del momento. La rubia divisó a Evelyne, a la cual había perdido en el traslado, en un rincón, la notaba pálida y se acercó a ella sorteando a los que convocaban su presencia.
— ¿Qué te sucede, Evelyne? —la tomó de un brazo en un gesto protector, no se la veía bien. —Dime qué puedo hacer por ti.
A la rubia le habría agradado que fueran sus hijas quienes la acompañaran con aquel protocolo, sin embargo, ellas eran muy reticentes a esas cuestiones, y habían decidido delegar en su madre y en su “prima” la cuestión ceremonial. Lentamente, los invitados fueron acomodándose en diferentes sectores del living, donde se agrupaban a cotillear. Era notable cómo las damas se escondían tras los abanicos, seguramente criticando o intrigando en contra de alguna de las señaladas en la velada. Jamás faltaban aquellas situaciones, un vestido sucio, una manga rota, una peluca que quedaba fuera de lugar; todas aquellas pequeñeces que podrían parecer obra de la mala fortuna, eran provocadas por las incansables y respetadas mujeres de la alta sociedad. Ellas no perdonaban un desaire, un mal gesto o, simplemente, la popularidad de alguna nueva rica que se cruzaba en sus caminos. Harían hasta lo imposible por escrachar públicamente al objeto de su maldad.
—No te preocupes por ellas —susurró al oído de su sobrina política— No se fijarán en ti, hay otras tantas con las cuales ya arrastran malos tratos desde celebraciones anteriores —comentó con picardía y se alejó para que nadie notase de que su charla se trataba sobre una cuestión de aquel tipo. La anfitriona debía guardar las formas. A Tündér, en su juventud, le habían indignado aquella clase de actitudes, sin embargo, con los años había llegado la madurez, y con ella, la hipocresía. Había aprendido que no sobreviviría siendo sincera y que, una sonrisa en el momento indicado o un silencio en el instante preciso, podían salvarla de cualquier indecoroso momento. Recorrieron por unos minutos más las pequeñas rondas que se habían formado, y luego se anunció la cena.
—Vamos, cariño. Ha llegado el momento más tranquilo —con complicidad, y ya del brazo de su esposo, la licántropa se dirigió hacia la mesa. Janos tomó el lugar principal, ella a su derecha, a la izquierda, su hijo mayor, con su esposa. Al lado de la anfitriona, ubicaron a Evelyne, y junto a ella, al resto de los hijos del matrimonio.
El comedor era un salón amplísimo, decorado con cortinajes de colores pasteles y unas arañas de cristal colgaban del techo. La cena se sirvió en siete platos, y se brindó en más de una ocasión por el homenajeado. Cada tanto, la mujer le sonreía a su sobrina política, pendiente de su bienestar; cuando no la observaba a ella, le tomaba la mano a su esposo y se la apretaba suavemente. Él no era muy dedicado a las fiestas, pero sabía que su posición le obligaba a ello. Tündér veía en Janos a un hombre dedicado, un padre recto pero amoroso, y el cariño casi fraternal que sentía por él, le afloraba por los poros, y cualquiera que hubiera detenido la mirada en sus ojos, hubiera creído que realmente estaba enamorada. Una vez finalizada la cena, los hombres se retiraron a una sala donde disfrutarían del brandy, los puros y algún que otro juego de cartas; las mujeres, por su parte, se reunieron en otro salón, donde la orquesta tocaba suaves acordes, se reunieron y diferentes grupos, a comentar algún que otro chisme del momento. La rubia divisó a Evelyne, a la cual había perdido en el traslado, en un rincón, la notaba pálida y se acercó a ella sorteando a los que convocaban su presencia.
— ¿Qué te sucede, Evelyne? —la tomó de un brazo en un gesto protector, no se la veía bien. —Dime qué puedo hacer por ti.
Tündér Rákóczi- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 05/12/2013
Re: Íntimas {Privado}
La oscuridad no existe, lo que llamamos oscuridad es la luz que no vemos.”
—Henri Barbusse
—Henri Barbusse
Era como un pequeño colibrí que revoloteaba en diferentes especies de flores exóticas, las cuales podrían ser mortales si se llegaba a posar mal en una de ellas. Habían carnívoras, venenosas, algunas no mortales, pero siempre podrían dejar una herida ponzoñosa. Todo néctar no es dulce y ella lo sabía, ya había tenido la desgracia de probar la amargura del rechazo en su tierra natal. El miedo de que eso volviera a suceder, siempre estaba presenta en sus ojos; los cuales parecían apagarse por tal temor. Su forma rígida de presentarse en aquella fiesta, también era provocada por los demonios que atacaban su mente. No era la delicada flor que debería ser, parecía un cactus llenas de espinas, que trataba de sobrevivir en la primavera, rodeada de tantas flores hermosas. Debía agradecer al mismísimo Dios que al parecer se habia compadecido de la pobre desgraciada. Le había bajado solo para ella a un verdadero ángel guardián, quien la abrazaba y protegía con sus alas y brindándole la calidez y la comprensión que necesitaba en ese momento.
Todo fue fluyendo con más tranquilidad. Evelyne se movía ahora con mucha más fluidez que antes, ya que ahora sabia que en cualquier momento que lo necesitara podría ir corriendo a protegerse bajo las faldas de la única persona que parecía interesada en su bienestar. Luego de unas pocas horas de recibimiento de los invitados, parecía que será bien recibida en aquel círculo familiar. Evelyne sabía que era gracias a la anfitriona, que parecía realmente interesada en ella y su bienestar. Eso hacía que todos los demás también lo hicieran. Era como si ella se tratara de la matriarca de una manada de lobos, al ser aceptada por ella todos los demás parecían también hacerlo.
Estuvo hasta conversando con las personas que se habían mantenido a su lado de manera amena. La cena para ella había sido perfecta, su madre hubiera estado muy orgullosa de ella. Estaba segura que cuando le contara con detalles a su querida progenitora estaría tan agradecería con Tünder que también le enviaría a ella cartas de agradecimiento. Evelyne solamente esperaba que entre esas palabras de agradecimiento, no revelaran sus males, los cuales hacían que su autoestima estuviera bajo el subsuelo.
Estar en su cuerpo, era como una maldición. Había un espíritu lleno de deseos de vivir, atrapado en un lugar que no rendía a sus deseos. ¿Qué había hecho en su vida pasada para merecer aquello? Tal vez si existía lo llamado karma y ella estuviera pagando una vil deuda de sus errores anteriores. Y aunque ella quisiera seguir disfrutando, su parte física parecía no rendir. Las personas que dijeran que todo aquel protocolo no requerían un gran esfuerzo físico, llegaba a estar en una gran ignorancia. La pobre jovencita no aguanto más y tuvo que arrinconarse en un lugar alejado de la masa de mujeres que parecían retomar sus conversaciones.
— Tünder… — susurro casi completamente desorientada. Noto cuando esta entro al salón, era casi imposible pasar desapercibido como la sala se iluminaba con su presencia. Tal vez fue su ego la que le hizo sentir que la mujer venia hacia ella gracias a su llamado de auxilio. Nuevamente pudo sentir su cálido brazo protector rodearla. Ella pudo entrecerrar sus ojos y una pequeña sonrisa se asomo en sus labios — Me he divertido mucho, todo gracias a usted. No sabe cuánto se lo agradezco — Esa persona la hacía sentir especial, de una manera sana, pero totalmente inexplorada. — No se preocupe por mí, solo necesito descansar un poco, me agoto fácilmente — dijo con cierto pesar. Realmente deseaba levantarse y acompañar a Tünder en todos sus movimientos como anfitriona, pero necesitaba recobrar fuerzas. ¡Qué frustrada se sentía! No podía estar a su lado.
Evelyne Nottingham- Humano Clase Alta
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 24/03/2014
Temas similares
» Intimas Palabras
» Ya no más...*Privado*
» Tú y yo [Privado]
» Never Enough | Privado |
» Non...Non...Oui? [ Privado]
» Ya no más...*Privado*
» Tú y yo [Privado]
» Never Enough | Privado |
» Non...Non...Oui? [ Privado]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour