Never Enough | Privado |

por **Dimitry L. Rudakov** Jue Sep 27, 2018 10:18 pm

"All the stars we steal from the night sky
Will never be enough."

Habían pasado semanas, y al inmortal le gustaría pensar que había sido semanas sin saber nada más de la Lycan, semanas en las que estuvo dedicado solo a su trabajo, mismo del cual nunca debió desviarse. Pero no, fueron semanas en las que, luego de abandonar las supuestas tierras de la castaña, se las ingenió de una forma u otra para vigilarla, mintiéndose a si mismo al pensar que lo hacía para que no causara problemas, mientras que la única verdad era que no podía sacarla de su cabeza y necesitaba estar presente, o lo más cerca posible sin que ella se percatara de su presencia en ningún momento.
Conocía el lugar en donde trabajaba, el trayecto que había que hacer de ida y vuelta, y el tiempo exacto que demoraba de ir desde un punto a otro. Ni siquiera con sus enemigos era tan meticuloso, ¿Por qué estaba prácticamente obsesionado con la seguridad de la fémina? Ella vivió años sin tenerlo a él cerca, y no fue hasta que Dimitry apareció en su vida que iniciaron los problemas.

Poco le importaba todo lo que pudiera pensar, estaba convencido que en algún momento podría dejar todo en el pasado, pero mientras tanto se dedicaría a estar ahí. Sin mencionar que la Inquisición lo tenía "castigado" por algunas de las que consideraban malas acciones, y en consecuencia de eso, no estaba recibiendo datos de presuntas víctimas, y debía buscar él por su porpia cuenta, lo cual termianba siendo un verdadero fastidio, mas ahora que ya había encontrado nuevas cosas para entretenerse.

Esa noche partió rumbo al mercado con algo de ansiedad, algo en el aire le advertía de un peligro inminente, aunque prefirió no darle mayor importancia, se conocía a si mismo y en ocasiones podía volverse bastante paranoico. Ya pronto se daría cuenta que aquel instinto era más fuerte de lo que él mismo creía.
Sus pasos disminuyeron la velocidad cuando observó las luces del lugar, comprobando que todo estaba en orden y el puesto de la castaña estaba donde siempre, ella al frente con esa sonrisa que invitaba a comprarle algo solo para verla más de cerca. Maldita belleza que se había transformado en la debilidad del condenado. La recordaba con demasiada claridad, irresistible calidez que emanaba al tenerle cerca, y ella jamás sabría cuantas noches volvió a desear su proximidad al punto de volverse tortuoso para el inmortal.
Sus pensamiento le golpeaban con recuerdos de aquella noche que inició con una tosca discusión, una lucha de egos, y mas tarde como, con absoluta procacidad se apoderó de los labios femeninos. Que manera más brutal de corromper sus ideales.

Sacudió su cabeza en un vago intento por concentrarse en el presente, y ayudado por la capa que traía evadió el puesto de la Lycan, mezclándose entre la gente y avanzó hasta pasar tras los puestos, ubicándose al costado de un colindante con el suyo. No quedaban demasiados trabajadores, por lo visto las ventas no estaban en su mejor momento.
Solo un par de horas más tarde, ya solo quedaron un par de puestos, por lo que para no levantar sospechas, él también se movió hacia un rincón sombrío que serviría para ocultarle, mientras observaba a la fémina ordenar su metro cuadrado, ella también partiría pronto. Contaba con el tiempo para esperar y verla retomar el camino de vuelta a las afueras, como ya lo había hecho tantas veces antes... No tenía idea de lo que estaba por venir.

En su espera encendió uno de los cigarrillos que traía en su bolsillo, vicio que no podía faltar en situaciones así, ya le había ocurrido antes y no fue placentero.
Estuvo concentrado en las acciones ajenas, las cuales eran nubladas por el humo que cada tanto salía de sus labios, la castaña estaba por terminar de guardar sus pertenencia cuando, sin previa advertencia pasaron frente a él pasaron tres sujetos, que caminaban firme y demasiado prepotentes para su gusto, y en ese instante sus sentidos se alertaron, y supo que no fallaron cuando uno de ellos señaló a la Lycan y en medio de bromas y risas caminaron hacia ella, estaban claras sus intenciones, pero aún así Dimitry luchó contra si mismo para mantenerse al margen, distante, y solo como un observador de la escena, tal vez buscaría ponerla a prueba de alguna manera.
— Es tu momento, cachorra.— murmuró de forma imperceptible. Él le había pedido que se mantuviera con vida y era el momento de averiguar si sería capaz de hacerlo por si sola.

por **Reya** Miér Oct 03, 2018 3:06 pm

Desde el mismo momento en que el vampiro había desaparecido de su vida sin dejar rastro, hasta aquella noche en la que se hallaba recogiendo las cosas de su pequeña parada ambulante de zapatera y talladora de madera, que no había podido olvidar aquel efímero y provocador roce de los fríos labios del inmortal con los suyos propios. Intentaba pensar siempre en otras cosas, recitando fragmentos enteros de libros que había leído o entonando melodías hasta el último de sus acordes. Sin embargo, en cada ínfima pausa que hacía, ese instante regresaba a su memoria como si acabara de experimentarlo segundos antes. A veces, incluso se llevaba la yema de los dedos hasta los belfos y los rozaba brevemente, esperando sentir aún el frescor húmedo de aquel inesperado y robado beso.

Sacudió la cabeza, intentando apartar la visión. Se centró en colocar ordenadamente los utensilios en su pequeño petate de herramientas y lo cerró a conciencia, antes de meterlo en la carreta con ruedas que ejercía de tienda. Bajó la tapa de madera y cerró los dos candados que llevaba. No tenía cosas de excesivo valor, pero cuando uno vivía con lo mínimo, hasta comprarse un nuevo martillo podía convertirse en un suplicio si te lo robaban.

Justo andaba dejando la silla plegable entre las ruedas que escuchó unos pasos acercarse y unas risas. Sintió como el vello de la nuca se le erizaba de manera espeluznante, algo que en su forma de loba hubiese creado toda una cresta desde la cabeza hasta la punta de la cola. Se incorporó muy lentamente, encontrándose con tres siluetas que se le aproximaban mientras una de ellas extendía el brazo para señalarla. El ceño de la castaña se frunció y sus ojos brillaron dorados por un instante, alerta como estaba. Se acomodó mejor la prótesis de madera, pero de manera disimulada, pues no deseaba que descubrieran que tenía un hándicap. No quedaba nada más allí, así que aunque no la hubiesen apuntado con el dedo, aún así hubiese tenido claro que ella era su objetivo. Soltó un bajo gruñido, uno que los jóvenes no alcanzaron a escuchar porque eran meros humanos por el tono de sus auras. -¿Qué queréis?- Quiso saber Reya que, poco a poco, se iba moviendo hacia un lado, buscando una salida, porque tras el carro estaba atrapada ya que su puesto estaba justo en la esquina de la plaza.

No respondieron a su pregunta, pero se siguieron aproximando entre risas y codazos. Ellos murmuraban cosas que ella no comprendía, principalmente porque no hablaban en francés, sino en otra lengua que la muchacha desconocía. La cosa no pintaba nada bien y nada acostumbrada al enfrentamiento como estaba, tenía todas las de perder si no cambiaba a su forma animal, algo complicado estando así de bien flanqueada. Delatarse no estaba en sus planes, pero tampoco el ser avasallada. Si se sentía al límite, mutaría aunque después tuviera que pagar penitencia por sus actos descarados.

Logró, tras unos segundos, situarse al lado de la carreta y de un pequeño salto se colocó delante. Sin embargo, antes de poder echar a correr, o lo más parecido que pudiera alcanzar dada la situación de su pierna, uno de los chavales le cortó el paso, haciendo que la figura de la castaña chocara contra el pecho foráneo. La mano del varón fue directa a agarrar a la licántropo de los mechones de su nuca y tiró hacia atrás para que ésta alzara la cabeza y enfrentarla con una macabra sonrisa. -¡Suéltame!- Gruñó ella, mostrando sus dientes que empezaban a crecer frente a la divertida mirada del desconocido, el cuál no parecía amedrentarse en lo más mínimo.

por **Dimitry L. Rudakov** Miér Oct 03, 2018 10:11 pm

"Towers of gold are still too little,
these hands could hold the world but it'll..
Never be enough."

El inmortal se frotaba la barba con impaciencia, todo en él ansiaba destruir la distancia que mantenía, e interponerse entre la lycan y los imbéciles que cada vez se encontraban más cerca de ella. Pero no lo haría, no era su problema, no era su batalla, tuvo que repetirse aquellas frases una y otra vez, como si en cuanto terminara de recitarlas, ya las había olvidado nuevamente.
Ni siquiera tenía pensada una excusa acerca de su presencia en el lugar, claro, podría aparecer, ¿Y qué pensaría ella? ¿Que le sigue? Aunque nadie mejor que él, sabía que esa era toda la respuesta que debía dar; La verdad. Jamás.

Lanzó el resto del tabaco al suelo, pisándolo con tal fuerza que las piedrecillas crujieron bajo su talón. Todo sin perder de vista la escena que ocurría a unos cuantos metros frente a él. La castaña reaccionó veloz a la presencia de los sujetos, escuchó la pregunta que formuló y como era de esperarse no le respondieron, y se estaba metiendo en un problema mayor.
No la veía tomar una mejor ubicación, no tendría por donde pasar si se disponía a huir, no alcanzaría la velocidad necesaria para dejarlos atrás en una carrera, y dudaba que se resignara a perder todas sus cosas. Maldita sea.

Rodó los ojos y gruñó por que sus pasos ya se estaban encaminando hacia adelante, aunque asegurándose que su cuerpo aún estuviera bajo las sombras, y no se adelantó a lo que claramente pasaría, y el grito de la castaña fue como un imán que lo impulsó con tanta fuerza que no supo en que momento la zurda de él llegó hasta la garganta del varón que sostenía a la Lycan, el cual por inercia soltó el cabello de la mujer y llevó ambas manos a luchar con la que presionaba en su garganta.
No emitió palabra alguna, y olvidando aquella compasión que siempre tenía con los humanos, enterró sus dedos con la fuerza suficiente para desgarrar la garganta del imbécil, que débilmente soltó un par de gemidos y luego su cuerpo cayó inerte al suelo.

El vampiro estaba agitado, temblando de rabia al ver como el bastardo se había atrevido a tocarla de esa manera, no le dejó opción, el mismo se había cavado la tumba.
Los ahora ensombrecidos orbes del ruso buscaron la figura femenina, se encontraba bien, y no precisamente por su propio actuar.
— ¿De que sirve que seas un Lycan si no utilizas tus habilidades cuando hace falta?— le regañó en voz baja y solo para ella, retomando la tarea que se había auto asignado. Y su cuerpo se volteó para darles frente a los humanos que se encontraban aterrados e inmóviles por lo que habían presenciado, lamentablemente para ellos, no podría dejarlos con vida, lo habían visto y de seguro buscarían la forma de encontrarlo para vengar la patéticamente muerte de su amigo, aunque la preocupación de Dimitry no iba por ese lado, el problema sería si la noticia llegaba a oídos de sus superiores, ahí sí terminaría tendiendo serios problemas.

Lo haría rápido, solo porque no contaba con ganas de torturarlos... "Son humanos", se repitió, buscando convencerse a si mismo, ya que ante sus ojos solo veía dos bestias. Finalmente tomó aire para no perder la falsa costumbre y se abalanzó contra uno de ellos, sosteniendo su hombro y espalda, para ejercer una presión descomunal sobre la columna del hombre, inclinándolo hacia atrás con el sonido macabro de sus vertebras crujiendo, rompiéndose hasta que su espalda se partió en dos, moriría en un par de segundos. Y como era de esperarse el otro cobarde ya había salido disparado, o al menos eso intentó. El vampiro no tardó ni dos segundos en alcanzarlo, y alzando su mano frente al rostro del humano, clavó sus dedos en los ojos de él, sosteniendo su cabeza de paso y alzarlo para llevarlo de vuelta al lugar del crimen, no quería dejar demasiadas manchas esparcidas por todos lados.

Terminó por azotar al hombre contra el suelo, su cráneo golpeó con la fuerza necesaria para que dejara de gritar, pero no para morir con la velocidad que el inmortal requería, no tuvo más remedio que aplastar su cabeza con sus botas. Estaba hecho, un trabajo que no le correspondía, una brutalidad que solo utilizó para contener la rabia que le carcomía, egoísta. Y en el fondo de su ficticia alma poco y nada le importaba.

por **Reya** Mar Oct 09, 2018 5:54 am

La loba intentaba controlar sus instintos, sabiendo que si salía a flote su fuerza, aquellos humanos no tendrían posibilidad alguna de salir con vida. Mas ella no era un animal salvaje, no era una lican descontrolada y sedienta de sangre. Ella se encerraba cada luna llena para proteger al mundo de su actuar, no podía ceder ahora. Y era difícil medir sus actos cuando dejaba que la adrenalina empezara a fluir por sus venas. Se centró en su propia respiración, sabiendo que, si la mantenía lenta, el torrente sanguíneo no aumentaría y sería más sencillo seguir en forma humana.

El que la sostenía no tenía, al parecer, intención de dejarla mantener las pulsaciones bajas, porque tiró de nuevo de su pelo, obligándola a ceder hacia atrás mientras el aliento cargado de alcohol de aquel joven le quemaba las pestañas. -¡He dicho que me sueltes!- Exclamó. Y antes de que el tipo se riera siquiera, apareció en escena el ruso que arrancó al muchacho de su sitio para elevarlo medio metro del suelo con un solo brazo aprisionando la garganta ajena. Los ojos de la castaña se abrieron desmesuradamente, sorprendida por la repentina aparición del inmortal. No supo que era lo que la tenía más en shock si verle de nuevo o que la estuviera protegiendo, porque eso hacía, ¿no? Tuvo dudas en cuanto éste se giró y con los ojos enrojecidos la fulminó, culpándola de no haberse protegido por sí sola.

Vio caer el cuerpo del humano al suelo, inerte, aunque sin esperarlo, convulsionó una vez sobre el empedrado, acompañando un borbotón de sangre que pareció ser escupida directamente desde los agujeros que tenía en el cuello. La loba arrugó la nariz ante el olor que desprendía. Notó crecer sus colmillos dentro de su boca y rozarle la lengua hasta casi cortarla. No era ninguna bárbara pero comía poco desde hacía tiempo y no dejaba de ser carne frente a sus sentidos más animales.

Fueron los siguientes actos del vampiro los que la sacaron de su ensimismamiento alimenticio. A punto estuvo de gritarle que se detuviera, que ya habían aprendido la lección con una sola muerte. Sin embargo, no lo hizo, no le frenó, porque comprendió de inmediato que si les dejaba ir, después le darían caza a él por asesino. Se debatía en su fuero interno porque sabía que nada de aquello estaba bien, pero aunque su cabeza le recriminaba que no hiciera nada por parar aquella masacre, su cuerpo no se movía y su corazón bombeaba a toda prisa. La adrenalina corría y el cambio empezaba. Cerró con fuerza los puños, clavándose las uñas en sus propias palmas. Usaba el dolor para intentar ralentizar lo que parecía inevitable.

Pero cada vez había más sangre a su alrededor, más muerte, más hambre. Las tripas le rugían y sus ojos brillaban ya ambarinos. Las orejas habían empezado a crecer en punta y el pelo brotaba de sus antebrazos mientras los dedos se alargaban y las manos aumentaban de tamaño. Las uñas se volvieron garras y lo siguiente en mutar fue su rostro, alargándose la cara hasta formar un hocico con los caninos cada vez más salidos. La matanza parecía haber llegado a su fin, pero la bestia recién despertaba ahora.

por **Dimitry L. Rudakov** Miér Oct 10, 2018 9:12 am

"I'm trying to hold my breath.
Don't let it stay this way...
Can this moment end?"

No tuvo tiempo de percatarse del desastre que estaba dejando tras su espalda, estaba demasiado ocupado y enceguecido por su propia furia, la cual solo le permitía ver a aquellos que habían osado cometer un delito con quien no debían. No le tembló ni un dedo para saltar a protegerla a como diera lugar, lo había hecho ahora y lo repetiría mil veces más si fuese necesario, solo para asegurarse de que la castaña estaría a salvo con él cerca, ¿Por qué? ¿Por qué esa inútil necesidad de mantenerla con vida? No fue suficiente con que fallara en su labor, ahora encima se encargaba de que el "error", continuara respirando.

Su pie se levantó del mutilado cráneo del varón que poco y nada había hecho, y solo por no dejar testigos había terminado de la peor manera. Que imbéciles.
Los orbes del inmortal retomaron su claridad en cuanto volvió la mirada hacia la fémina, y terminó por quedarse inmóvil observando el cambio en ella, no podría detenerle a la mitad, debió ser más atento con ese detalle, demasiada sangre derramada que dejó en evidencia que la castaña no se estaba alimentando adecuadamente, y ahora sus sentidos más bestiales estaban cobrando revancha. Había pasado por alto la naturaleza ajena. Grave error.
— Joder.. ¿No crees que es un poco tarde ya para eso?— masculló en cuanto vio hacia donde se dirigían los ambarinos ojos de la lycan; Los cuerpos. Solo ahí lo entendió, si él había realizado una masacre, ahora la mujer se encargaría del descuartizamiento de los cadáveres, dejando una escena mucho más tediosa de ocultar.

El siguiente movimiento fue crucial y rogando porque aún algo de autocontrol quedara en ella, se apresuró a interponerse frente a sus ojos, mirándole con reprimenda.
— No me hagas pelear nuevamente contigo.— le pidió con voz firme. No olvidaba su último encuentro, y de los dos, ella había sido la más perjudicada.
Se mantuvo atento a cualquier forma de rodearlo que tuviera, si quería llegar a los cuerpos, primero tendría que pasar sobre él, y a diferencia de la fémina, él estaba con su energía al tope, se había alimentado hace poco y encima el anterior momento le había disparado su propia adrenalina.

Avanzó unos pasos hasta ella, sintiendo la presión en su pecho, la rabia, esa naturaleza animal de ella, era suficiente para recordarle al ruso porqué los cazaba, y por segundos conseguía olvidar quien estaba tras esas fauces que se daban el lujo de amenazarlo también a él.
— Vas a terminar lastimada. Detén ésto ahora.— cada palabra que lanzaba a los oídos ajenos, parecían ser ignoradas, estaba perdiendo tiempo valiosos que al parecer ella había utilizado de mejor forma. La diferencia de tamaños luego del cambio ajeno, era algo que no consideró hasta entonces, y al parecer la mente de ella jamás perdió el verdadero objetivo.

Fue ágil, lo suficiente para casi saltar sobre él, buscando claramente la última víctima del inmortal. Los brazos de vampiro se estiraron, dándole impulso para arremeter contra ella y cayendo de espalda unos cuantos metros en retroceso, ¿A qué jugaba? Podía dejarla inconsciente como antes, aunque tenía presente las consecuencia y el martirio que sufriría la castaña luego de volver a su humanidad, sin importar lo que hiciera, terminaría dañándola, y eso era precisamente lo que buscó evitar cuando comenzó a vigilarla.

Rápidamente se incorporó, notando la humedad en su hombro, las garras de la lycan le había desgarrado parte de su ropa, llegando a lastimar directamente su musculatura. Le estaba dando demasiadas facilidades debía poner límites y tiempo, de lo contrario se vería obligado a actuar.
— ¡Reya, para de una maldita vez! — exclamó con rabia, su paciencia no era infinita, ella lo sabía perfectamente, y ahora se encontraban en un límite peligroso y no solo para la mujer.

por **Reya** Mar Oct 30, 2018 6:16 am

La loba no atendía a razones, su mente estaba completamente eclipsada por el hambre voraz del licántropo que solía sellar en lo más profundo de su existencia, salvo en las fatídicas noches de luna llena, en las cuáles lo encarcelaba en un sótano húmedo y oscuro, amarrado a unos grilletes y cadenas de plata alquímica que llenaban sus tobillos y muñecas de quemaduras que tardaban días en cerrar y, mes tras mes, llenaban su aceitunada piel de cicatrices.

Le oía decir cosas, gritar, enfurecerse, pero no atendía a sus palabras porque, aunque le oía, no le escuchaba. La mirada del engendro estaba obnubilada y cada vez era más bestia que persona, menos humana. La respiración eran resoplidos erráticos, excitados y con cada espiración babas eran expulsadas de una boca alargada en forma de hocico con unos colmillos afilados, capaces de romper huesos y desgarrar cualquier tipo de carnaza. Igual que sus garras. Y en cuanto el ruso intentó interponerse entre ella y su presa, le golpeó ferozmente con un zarpazo que le trasladó a varios metros de distancia, tiempo y espacio que ella aprovechó para coger impulso con toda la intención de abalanzarse sobre el cadáver.

Fue entonces, a mitad del salto, cuando algo pareció cortocircuitar en la cabeza de una loba temporalmente desequilibrada. Había sido su nombre, la mención de aquella sencilla palabra, la que hizo que, durante unos instantes, los orbes ambarinos como oro fundido adquirieran una aureola verduzca que recordaba al color de siempre de los ojos de la castaña. Los belfos alzados seguían haciendo alarde de la fiera que allí habitaba, arrugando la nariz, olisqueando a su alrededor. La gran cabeza giró hasta encontrarse con la silueta del inquisidor. Un gruñido fue su respuesta, porque en aquel estado era incapaz de pronunciar palabra alguna.

La mente parecía vislumbrar algo a través de la espesura del animal, pero no recuperaba su forma, porque el hambre seguía haciendo rugir sus tripas y demandaba ser calmada como fuera. Sentía una necesidad voraz de llevarse algo a la panza, como fuera, de donde fuera. Sólo de ese modo se podría calmar a la bestia y, tal vez, ésta permitiera que Reya emergiera de nuevo de entre las brumas de una luna llena ficticia, provocada por el mismísimo instinto de supervivencia de la hembra.

El aroma a hojas secas de tabaco y romero alcanzó las fosas nasales del engendro y la hizo reaccionar de nuevo. Los peludos párpados cayeron, privando al licántropo del sentido de la vista, aumentando así los otros cuatro. Aspiró de nuevo, llenándose los pulmones de aquel olor que le revolvía algo dentro y no era el estómago. Las fauces se abrieron con un rugido y el lobo hincó los dientes con desesperación y ahínco, clavándose en su propio antebrazo en una acción desesperada por saciar su hambruna.

por **Dimitry L. Rudakov** Dom Nov 25, 2018 11:10 am

"Getting louder now...
Can you hear it echoing?"

Todo avanzaba de mal en peor, el inmortal desconocía la mejor forma de calmar a un Lycan, más considerando lo que era evidente;Estaba hambrienta. Por su parte se especializaba en otras cosas, bien que de haberse tratado de otro de su especie, le habría dejado ahí para que terminara de autofagocitarse y hacerle un "favor al mundo". Pero no, ahí se quedó paralizado una fracción de segundo antes de salir disparado en su dirección y sostener las fauces del animal y alejarlas de su maltrecho brazos, cuanto daño pudo hacerse con un par de mordidas, y más a él, la mordida de los Lycan eran un problema que debían evitar a toda costa.

Terminó por recurrir al rastro de humanidad que se dejó vislumbrar en cuanto le nombró, y rodeando el peludo cuerpo le sostuvo por su espalda, en un abrazo que la mantendría inmovilizada con los brazos pegados a los costados de su torso, al menos tendría que dar pelea si quería liberarse.
— Sé que en el fondo puedes entender lo que digo. Termina con ésto.— se preocupaba que su voz sonara lo mas convincente posible, pero en cuanto comenzó a sentir la resistencia que ejercía, supo que no iba a resultarle tan fácil.
— Vámonos de aquí, te acompañaré de vuelta, pero necesito que pongas de tu parte.— tal parecía que todas sus palabras eran en vano, aunque no descartaba que ella le escuchara, sin duda sus instintos reclamaban mas de ella, la demanda era capaz de opacar su razonamiento.

Había intentado ser sutil, pero al parecer solo habría una forma en que ella retomara su forma original, aquella fragilidad que él recordaba.
Dejó en libertad a la bestia y exhaló con cansancio, dirigiéndose a uno de los cuerpos, el cual inerte lo sostuvo en alto por el cuello y se lo ofreció con la mirada fija en su anatomía.
— ¿Lo quieres? Ven por él.— le invitó con frialdad, incluso siendo él quien avanzó un par de pasos hacia la Lycan. Sabía que su naturaleza sería más fuerte para incitarle a ir por lo que en ese momento solo parecía un trozo de comida fresca.

Sería su última idea, y de paso una pequeña trampa; En cuanto ella se acercara por su presa, la diestra oculta del vampiro, tomaría las cadenas de plata que cargaba en su bolsillo para aprisionarle, al menos una pequeña contención que terminaría lastimándole, un regaño silencioso de parte de la Inquisición, un recordatorio para el mismo vampiro de que, sin importar el erróneo camino que tomó al continuar con sus visitas nocturnas en las afueras, su destino estaba sellado por sus ideales a su Dios. O al menos hasta ese momento lo estaba.

La bestia avanzó unos pasos, suficientes para que el brazo de Dimitry se moviera en un ágil ruedo que terminaría lanzando las cadenas contra su cuerpo, enroscándose en parte del cuello y torso de la Lycan. Sus acciones podrían tener dos consecuencias; O funcionaba para calmarla y obligarla a que volviera a su humanidad, o bien terminaría por enfadarla más y comenzarían una nueva pelea. Sin importar el desenlace, el Inquisidor ya había tomado la decisión.

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