Cassandra Schiavone

Cassandra, una dama con todas las letras. Esposa sumisa y madre dedicada, siempre pendiente de las necesidades de su familia. Benefactora, encantadora, y, principalmente, católica. Dios no sale de su boca. Se esfuerza profundamente por demostrar la profundidad de sus valores religiosos, inculcados en el seno de su familia. No es extraño verla en los hospitales o en los orfanatos ayudando a los más necesitados. Es reconocida por las generosas limosnas que deja en cada misa y por organizar eventos solidarios para recaudar fondos para los pobres. Es callada, tímida y delicada, todos sus movimientos y sus frases son cuidadas y estudiadas previamente. Difícilmente salga de sus casillas, tiene una frialdad admirable frente a las situaciones complejas y siempre consigue ir un paso al frente en una conversación. Lo cual, se deduce, gracias a lo gran observadora que es.
Sin embargo, su mayor característica es la hipocresía. Sí, toda su pantomima de mujer de la alta sociedad oculta su pasado, su presente y sus mayores deseos. Sus pensamientos giran en torno a Greco, él es su móvil, su aire, su vida, en él se resumen todos sus anhelos, su amor y su odio. Es consciente de que es su creación, su pequeña marioneta, que puede hacer y deshacer con su cuerpo y con su alma, sin embargo, no puede contenerse ante su presencia. Con él es rebelde, explosiva, sensible; con Greco puede ser todo lo que se esfuerza, cotidianamente, en no ser. Él es su pecado, y ella se abraza a eso, se aferra a lo que han construido, y es capaz de todo para eliminar lo que está entre ellos. Cassandra no lo ve como a su padre, él es su hombre; compite por su atención, por sus miradas, y nunca tiene demasiado de lo que le da. Ella siempre quiere y querrá más, a sabiendas de que jamás obtendrá todo lo que quiere de él.

¿Vale la pena contar su infancia? ¿Tiene sentido contar desde su nacimiento si todo comenzó cuando tenía once años? Su vida, tal y como la conoce en el presente, tiene su inicio en su primera menstruación, cuando la sangre que recorrió sus piernas marcó la fertilidad y el paso de niña a mujer. Los hilos rojizos que la asustaron, serían un simbolismo de su nuevo camino, de su nueva forma de ver el mundo, de ver a sus seres queridos, de verse a sí misma.
Lo primero que notó fue el cambio en la mirada de Greco, su progenitor. Luego, la forma en que la tocaba se modificó. Y, finalmente, cuando la hizo suya por primera vez, supo que nada volvería a ser igual. Jamás temió, sólo la sumisión y el deseo de satisfacerlo, de que ahogara en ella todas sus culpas y expiara sus pecados a través de su carne, se convirtieron en el incentivo suficiente para dejarlo hacer.
Las primeras veces sintió dolor y hasta vomitó, a sabiendas de que eso no estaba bien para los ojos de la sociedad, pero si a Greco lo aliviaba, ella con su mirada baja y sus suaves gemidos, dejaba que él le susurrara sus faltas, le dijera lo culpable que era, lo oscura que era su presencia, lo mucho que lo provocaba su cuerpo, ahora listo para alojar una vida en su vientre.
La adoración que Cassandra sentía hacia su padre, siempre rozó lo irracional. Desde que tuvo memoria, él ocupó sus pensamientos y sus espacios. Era su figura fuerte, su refugio, su vida resumida en un hombre. Todo lo que él dijera estaba bien, cada orden que diera era acatada, todo su accionar era perfecto. El único problema, siempre fue su madre. Ella, entrometida, que lo acariciaba, abrazaba y mimaba, aún en presencia de una niña, que destilaba odio y hacía berrinches para acatar la atención de su papá.
Sin embargo, cuando lo tuvo en su interior una vez, dos veces, tres veces, supo que la unión de ellos, tórrida, oscura, antinatural, amoral, desleal, pecaminosa, había traspasado todas las barreras, había supero, incluso, a las insoportables mujeres que rodeaban a Greco. Cassandra, desde ese instante, supo que su padre era todo suyo, su cuerpo, su alma, su oscuridad, todo le pertenecían. Había dejado el título filial, para ser su hombre; ella se había convertido en su mujer, más mujer que su propia esposa. Ellos compartían la sangre, la intimidad, el vínculo.
Hablar de Cassandra, es hablar de Greco. Toda su vida giró y giraría en torno a él. La lealtad de la joven no conocería límites, y todo lo que él le pidiera, lo haría. Sin embargo, cuando la obligó a contraer nupcias con un completo desconocido, con un muchacho fanfarrón y superficial, tras enterarse que estaba embarazada, lo tomó como una traición. Ella, que le había entregado todo, desde su inocencia hasta su perversión, debía ser tocada y poseída por alguien que no fuera él. Así se le dio fin a los dos años de completo secreto, de visitas a escondidas y de rezos tras la copulación.
Cassandra tuvo a su primer hijo a los trece años, y la repugnancia de que su esposo abrazara y besara al bebé, como si fuera propio, sería el profundo cambio que se gestaría en ella. Ya no sería sumisa, ya no acataría sin cuestionar, ya ni siquiera se esmeraría en no mostrar sus sentires en público. Greco la reprendería una y otra vez, por no disimular, por buscar provocarlo en público, por aparecerse sin consultar y, sobre todo, por exigirle que amara a ese pequeño, fruto de su relación desnaturalizada.
La muchacha dejó a la nena de papá, se volvió subversiva y combativa. Y su segundo hijo, ésta vez una niña, que llegó dos años y medio después que el primero, terminó arrasando con los vestigios de bondad. Sus constantes ruegos para que Greco no se mostrara indiferente a sus hijos, que huyeran, que cambiaran sus identidades, se volvieron algo cotidiano, parte de la rutina. Peleas y hasta violencia, comenzarían a girar en torno a su relación.

Datos extra
# Siente profundos celos de su madre, motivo por el cual, no desaprovecha la oportunidad de recordarle que es amante de su marido.
# Tiene un tatuaje en su aductor derecho con el nombre de su padre en hebreo. Jamás le dijo a su marido el significado.
# Sus dos hijos son fruto de la relación con su padre.
# Lee la Biblia todas las noches antes de dormir, hábito inculcado por Greco.
# Jamás asistió a una fiesta hasta el día de su casamiento.
# Le tiene miedo a la oscuridad.
# Cuando Greco se muestra indiferente con los niños, imagina que puede matarlo, luego asesinar a sus hijos y por último suicidarse. Cree que ese sería el mayor clímax de su relación.
# Busca motivos para discutir con su marido; por ejemplo, ausentándose de su casa para visitar a sus padres, casi a diario.
# El día de su casamiento, puso sangre de paloma en la sábana para fingir su virginidad.