Tatiana & Vera Belova

Tatiana & Vera Belova

Poderes

Descripción psicológica

Tatiana
Tatiana, con la alegría a cuestas y la inocencia de la juventud entibiándole el corazón. Graciosa, risueña, aniñada y hasta ingenua, la rubia puede llegar a confundir con su aparente fragilidad. Ella puede ver más allá de las personas, es muy intuitiva y tiene gran capacidad para colocarse en el lugar del otro, ver el dolor ajeno. Posee una tendencia natural a responsabilizarse de los demás, jamás dejará a una persona sola; le tenderá su mano y hará todo lo que esté a su alcance –y más- para ayudar en lo que sea. Tania, a pesar de su carácter infantil, es una mujer muy fuerte, capaz de soportar las cargas más pesada, de hacer propios los problemas de los demás y lidiar con ellos, más no así con los suyos. Oculta sus tristezas, sus penas, su dolor, detrás de su altruismo y de su amplia sonrisa y sus chistes.
Servicial en exceso, busca conformar a los otros, olvidándose de sí misma. Sumisa, tranquila, rezagada, es incapaz de expresar su descontento ante una injusticia cometida a su persona, sin embargo, cuando la víctima es un tercero, saca la pequeña leona que vive en su interior, y batalla sin tregua hasta lograr que la situación mejore. Su vocación de servicio y la culpa, la llevaron a aceptar el alma de su melliza como una extensión más de sí misma, a pesar de que Vera se esmera profundamente en hacerle la vida imposible. Ella cree que merece esa especie de castigo y, además, es una forma de tenerla cerca.

Vera
Allí está ella, con su tristeza a cuestas, su mirada ausente y el rencor comiéndole el alma. Con el peso de la vida que perdió, de los sueños que no cumplió, de las esperanzas perdidas, de las flores marchitas en las que se convirtió su existencia. Vera está muerta, y con ella murió su alegría, su sonrisa, el amor. Está aferrada a lo que ya no posee, repleta de odio hacia todo aquello que continuó su curso mientras ella quedaba en el camino, alimentando malos sentimientos hacia aquellos que se creyeron con el derecho de arrebatarle lo que más amaba, y hacia todo aquel que sea feliz, que siga respirando, sintiendo. Todo cuerpo, todo ser vivo, es digno de envidia. Vera no ríe, no llora, no respira, no come, no duerme, su alma no descansa en paz ni lo hará.
Su obsesión la llevó al extremo de resignar su descanso eterno, a vagar por el mundo en compañía de su melliza. Decidió vivir a través de ella, controlándola, molestándola, sometiéndola a sus deseos. Se aprovecha de su condición, optó por una postura de víctima. No acepta que le nieguen algo, cree que su tragedia le da la potestad sobre todo lo demás, a hacer y deshacer, a intervenir, a ignorar. Explota con facilidad, su estado constante es de enojo, de queja, nada de lo que se le diga le caerá bien. Caprichosa. No siente piedad, no confía en nadie y, muy oculto en lo profundo de su corazón oscuro, desea lo que todos: ser feliz.

Historia

24 de Junio de 1783. Vera y Tatiana, en ese orden, llegarían al mundo expulsadas del mismo vientre, en el seno de una humilde familia campesina, del interior de Rusia. No importaba el pasado de oro de su padre, Miroslav, sino, que él había elegido fugarse con la mucama doncella de su madre, Marina, rompiendo el compromiso y mancillando su encumbrado apellido.
El primer niño en nacer fue Dimitri, tres años después, llegaron las mellizas, y cinco años después, una niña más, Anastasia, que no sobreviviría por muchos meses, debido a una peste que azotó a la población, llevándose gran parte de los menos de un año.
Los Belov vivirían en su pequeña porción de tierra, pagándole unos altísimos impuestos a los terratenientes. Marina, a su vez, tejía y cocía por una paga ínfima pero que, sin embargo, podía ayudar a poner un poco de comida en la mesa de sus hijos.
Lo único que Miroslav se llevó de su casa, fueron los libros, y con ellos, les enseñó a los pequeños a leer, siendo Tatiana la que convirtió la lectura en su gran pasión. Dimitri, lo único que deseaba, era unirse a la guardia del zar, y así lo hizo cuando tuvo trece años. A pesar de la negativa de sus padres, emprendió un viaje a la ciudad, y por meses no sabrían de él.
Vera, desde pequeña, fue coqueta y perezosa. No le gustaba ayudar con las tareas del hogar y, en cuanto tuvo edad suficiente para codearse con muchachos, no dudó en desplegar su encanto; todo lo contrario a Tatiana, que la cubría, no sin sentirse culpable.
Las condiciones de pobreza en las que vivían no fueron impedimento para ser encontrados. La madre de Miroslav, les envió una carta, poco después de que las mellizas cumplieran dieciséis años. En ella, les contaba que el padre había muerto hacía una década y que ella se encontraba muy enferma, necesitando los cuidados de su familia. También se relataba el hecho de que ella siempre conoció su suerte, y pedía perdón por nunca haberlos ayudado en la miseria, y les rogaba que enviaran una de sus hijas a París, para que cuidaran de ella. Adjuntaba una suma importante de dinero, que alcanzaría para un pasaje.
Todos pensaron que la elegida por los padres sería Tatiana, siempre tan solícita, pero el berrinche de Vera, que lloró, gritó y pataleó para conocer las bondades de la vida millonaria que llevaba su familia paterna, provocó que el matrimonio Belov se decantara por la morena. La rubia aceptó su suerte, sabiendo que ella no encajaría jamás en la ciudad, y la idea de separarse de sus papás le aterraba. Allí tenía todo lo que deseaba: familia, amigos, mascotas y grandes extensiones de campo para correr y jugar.
Decidieron que el viaje se haría en un par de meses, ya que en ese momento, era época de levanta la cosecha, y necesitaban de todas las manos jóvenes, a sabiendas de que la colaboración de Vera era de escasa a nula. Ellos creían que, con el paso del tiempo, terminaría olvidando la idea loca de marcharse a cuidar de una mujer que jamás se había interesado en ellos y que, en un momento de necesidad, recurría a ellos.
Pero, de la cabeza de la muchacha, nadie sacó el deseo de brillar y triunfar. Imaginó todas las bondades que recibiría, y que será dueña de la gran fortuna que su padre, tontamente, había desperdiciado. Noches enteras le relataba a Tatiana todo lo que haría, ante la mirada incrédula y desconfiada de su melliza, que la admiraba y, al mismo tiempo, sentía pena. La rubia no creía en la total sinceridad de su abuela, igual que sus padres.
Los meses pasaron, y como la morena no había olvidado, ya no quedaba más opción que organizar su viaje. Cuando cumplieron diecisiete años, viajaron junto a sus padres a la ciudad, donde despedirían a Vera. Mientras esperaban el tren, las mellizas se deslumbraran con lo desconocido, ya que jamás habían conocido algo más allá que las tierras que lindaban su morada. Un muchacho muy guapo se les acercó, dirigiendo primero su mirada a la rubia cabellera de Tatiana, que se intimidó ante su presencia, y ante la actitud extremadamente indecorosa de su hermana, que aceptó la invitación a charlar a solas con el joven. A pesar de los ruegos de la menor para que no se fuera con un desconocido, desapareció con el muchacho.
Horas después, cuando Vera no aparecía, Tatiana no tuvo más opción que contar lo sucedido. Tras dos días, se encontraron con el cuerpo de la morena a orillas de un arroyo, con cortaduras en todo su cuerpo y signos de tortura y violación. La noticia desgarradora fue de gran impacto y, ante el temor de que le ocurriera lo mismo a la única hija que les quedaba, decidieron que Tatiana viajara a Francia lo más pronto posible, y se pusiera bajo el resguardo de su abuela.
A pesar de la negativa de la rubia, tomó el escaso equipaje de su hermana, y se subió al primer tres que la llevaría a la otra punta del continente. No imaginó que el viaje sería tan largo y agotador, y cuando la imagen de su melliza empezaba a aparecerse frente a ella, creyó que era producto del dolor y del cansancio. Fue acostumbrándose a su compañía silencio, sin prestar atención al odio que reflejaba su mirada.
Cuando pisó suelo francés, Vera comenzó a hablar. Primero susurrando su nombre, luego, frases más largas, atormentando lentamente a su pequeña melliza, que sentía que estaba perdiendo la cordura. Hasta que una noche, antes del encuentro con su abuela, encaró a aquella extraña presencia, y fue cuando su hermana le contó que había sido violada por una banda de delincuentes, que la torturaron hasta que ella pidió que la mataran, pero que eso no los había parado. Terminó muriendo desangrada. Cuando el relató terminó, las lágrimas de Tatiana la ahogaban, pero lo más espantoso fue el final. “¿Por qué yo, Tania? ¿Por qué no tú, tan mediocre, tan conformista, tan sin deseos de crecer? ¿Por qué debía pasarme esto a mí? Yo iba a ocupar tu lugar y a ser feliz, tú ibas a llenarse de hijos con un campesino ruso, pobre y borracho, como todos.” La idea caló tan profundo en su corazón, que la rubia pensó que el egoísmo de su hermana era cierto.
Su abuela, Petra, resultó no ser la anciana convaleciente y debilucha que todos imaginaban. De hecho, parecía estar en excelente estado de salud. Lejos de trata a Tatiana como a su nieta querida, inmediatamente la colocó en lugar de sirvienta, y la convirtió en una empleada más, que debía atender sus locuras a cualquier hora, sin descanso. Siempre acompañada por Vera, que se burlaba de su suerte y festejaba que, su abuela se dio cuenta lo inferior que era la rubia, y por eso la colocó junto al personal de la enorme mansión.

Datos Extra

• Tatiana guarda en un relicario un mechón de cabello de su hermana.
• Vera cree que acompañando a su melliza llegará a sus asesinos.
• Ambas saben leer y escribir y están aprendiendo a tener un buen dominio del francés
• Vera ama la matemática y tiene la manía de contar cuántas veces al día asusta a su hermana.
• Tatiana adora la literatura. Recita muy bien los poemas y le gusta contar chistes.

Creado por Frozen •