AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Scaretale ~ [Privado]
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Scaretale ~ [Privado]
La oscuridad se cernía sobre aquella carroza que avanzaba lentamente a través del espeso follaje del bosque, el aire húmedo que pululaba de un lado a otro crispaba los sentidos. El crujir de las ramas que eran aplastadas por el peso de las enormes ruedas creaba un eco hiriendo la tranquilidad del lugar. El pequeño se encontraba semidormido navegando en un mundo apartado de la realidad, soñaba con mamá contándole historias increíbles sin un final, piratas y dragones, soldados y princesas atrapadas en torres, soñaba con papá sosteniéndole en sus hombros cabalgando por los prados y las jardineras de un vasto jardín plagado de flores. Y detrás de los ventanales, la regordeta niñera pedía que se adentraran al salón, pues era tiempo de cenar, todos juntos.
Y es que, a últimas fechas, los anhelos de Yuri tan solo se reducían a eso, sueños colgando de hilos de plata sobre una manta oscura, después de eso nada, la realidad le abofeteaba cada vez que despertaba de un sobresalto.
-Es hora, hemos llegado.- dijo uno de los soldados a cargo del cuidado del niño. La nana no se encontraba con él esta vez, para el logro de dichos menesteres siempre se le asignaba una escolta, misma que se encargaba de vigilar que el trabajo fuera terminado con éxito o en casos extremos terminar los pendientes. La Santa organización no podía permitirse tal fallo, es por eso que al chico se le exigía cada vez más, sus habilidades puestas a prueba con anterioridad nunca decepcionaban a los altos mandos.
¿Escapar? No podría. No siendo un crío aún, las historias de ver a sus padres regresar algún día aún proporcionaban ese vínculo de obediencia con los clérigos, así que muchas opciones no las tenía. Despertó apenas sosteniendo la respiración mientras abría los ojos completamente. Se encontraba desganado, la luz de la luna indicaba que apenas era media noche, hora perfecta para que todos los niños descansaran plácidamente en una mullida recamara pero para Yuri ese “privilegio” habría que ganarlo antes, tenía que dar prueba de su maestría en el arte del uso del fuego para poder reclamar dicho descanso. En su mente suponía que el resto de los pequeños trabajaban a altas horas de la noche también. Que ingenuo.
Bajó de la carroza apenas cobijado por una pequeña gabardina que llegaba a sus rodillas, un par de vigías charlaban planeando la estrategia para iniciar la caza de aquella bestia que había estado rondando a últimas fechas cuando de pronto, un felino de tamaño descomunal y piel oscura se lanzó sobre uno de aquellos hombres, en un intento por luchar contra esta el pequeño abrió los ojos sobresaltado, ¿Qué se hacía en estas ocasiones? Todo siempre estaba calculado, trabajar bajo presión nunca había hecho falta. El otro sujeto le gritó al chiquillo, ordenándole hacer algo para salvar sus vidas, Yuri no supo reaccionar ante los alaridos de auxilio y de manera inesperada corrió para perderse entre los arbustos.
En la distancia escuchó los gritos desesperados de aquellos soldados, tan solo pudo cubrir sus oídos con sus pequeñas manos mientras huía. En su andar tropezó cayendo inevitablemente en el cauce de un pequeño riachuelo, una de sus rodillas mostraba una ligera herida, evitó llorar o gritar del dolor, sabía que cualquier sonido o descuido atraería a aquella bestia. ¿Dónde estaba esa habilidad dormida cuando se necesitaba? En un abrupto cambio de su previo descanso, el niño se hallaba ahora oculto tras el cobijo de un portentoso árbol, tratando de mantener la respiración a un ritmo calmado, con las manos sobre su pecho apaciguando ese latir incontrolable que le había causado la huida.
Y es que, a últimas fechas, los anhelos de Yuri tan solo se reducían a eso, sueños colgando de hilos de plata sobre una manta oscura, después de eso nada, la realidad le abofeteaba cada vez que despertaba de un sobresalto.
-Es hora, hemos llegado.- dijo uno de los soldados a cargo del cuidado del niño. La nana no se encontraba con él esta vez, para el logro de dichos menesteres siempre se le asignaba una escolta, misma que se encargaba de vigilar que el trabajo fuera terminado con éxito o en casos extremos terminar los pendientes. La Santa organización no podía permitirse tal fallo, es por eso que al chico se le exigía cada vez más, sus habilidades puestas a prueba con anterioridad nunca decepcionaban a los altos mandos.
¿Escapar? No podría. No siendo un crío aún, las historias de ver a sus padres regresar algún día aún proporcionaban ese vínculo de obediencia con los clérigos, así que muchas opciones no las tenía. Despertó apenas sosteniendo la respiración mientras abría los ojos completamente. Se encontraba desganado, la luz de la luna indicaba que apenas era media noche, hora perfecta para que todos los niños descansaran plácidamente en una mullida recamara pero para Yuri ese “privilegio” habría que ganarlo antes, tenía que dar prueba de su maestría en el arte del uso del fuego para poder reclamar dicho descanso. En su mente suponía que el resto de los pequeños trabajaban a altas horas de la noche también. Que ingenuo.
Bajó de la carroza apenas cobijado por una pequeña gabardina que llegaba a sus rodillas, un par de vigías charlaban planeando la estrategia para iniciar la caza de aquella bestia que había estado rondando a últimas fechas cuando de pronto, un felino de tamaño descomunal y piel oscura se lanzó sobre uno de aquellos hombres, en un intento por luchar contra esta el pequeño abrió los ojos sobresaltado, ¿Qué se hacía en estas ocasiones? Todo siempre estaba calculado, trabajar bajo presión nunca había hecho falta. El otro sujeto le gritó al chiquillo, ordenándole hacer algo para salvar sus vidas, Yuri no supo reaccionar ante los alaridos de auxilio y de manera inesperada corrió para perderse entre los arbustos.
En la distancia escuchó los gritos desesperados de aquellos soldados, tan solo pudo cubrir sus oídos con sus pequeñas manos mientras huía. En su andar tropezó cayendo inevitablemente en el cauce de un pequeño riachuelo, una de sus rodillas mostraba una ligera herida, evitó llorar o gritar del dolor, sabía que cualquier sonido o descuido atraería a aquella bestia. ¿Dónde estaba esa habilidad dormida cuando se necesitaba? En un abrupto cambio de su previo descanso, el niño se hallaba ahora oculto tras el cobijo de un portentoso árbol, tratando de mantener la respiración a un ritmo calmado, con las manos sobre su pecho apaciguando ese latir incontrolable que le había causado la huida.
Última edición por Yuri el Sáb Jul 26, 2014 11:00 pm, editado 5 veces
Yuri Alekséyevich- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/06/2014
Edad : 36
Re: Scaretale ~ [Privado]
A penas abrió sus ojos, se levantó como de costumbre. Los pocos empleados que tenía en la mansión, ya tenían listo lo necesario. Se dio un baño, eligió rápidamente la ropa que usaría. Hoy no estaba de humor para asistir a una de esas reuniones sociales, en las que con gestos medidos y seductores, realizaba los diferentes tratos comerciales, que luego la firma de abogados contratada terminaba de cerrar. Esa noche, las ansias de sentirse nuevamente cazador lo estaban empujando a visitar el bosque. Aunque sabía que de ida o vuelta, terminaría en su santuario. Se quedó contemplando el retrato de su amada Maryeva, ese que tuviera en su villa en Roma y que ahora se enseñoreaba en su recamara. La joven cazadora, que cuidaba de un ciervo. Sus ojos se llenaron de pensar por no comprender como había dejado que su instinto, aquel que siempre le servía para salir adelante en una cacería, fallara estrepitosamente, aquella noche camino a Inglaterra. - si tan solo hubiera valorado la situación, si no hubiera menospreciado las habilidades de esa inquisidora... hoy... estarías viva – dijo perdido en la mirada cristalina y azul de aquel lienzo.
Chasqueó la lengua, nada la traería de vuelta, ni su odio a los inquisidores, ni ser un vampiro. Esa era la terrible verdad, por mas que intentara olvidarle, cambiar su visión de las cosas, en esa habitación, observando la imagen de su tesoro perdido, él sabía, que solo existía un culpable, ese, era Girolamo Di Moncalieri, el cazador, el engreído Conde de Turín. Deseó con todas sus fuerzas poder conseguir una noche de caza, una de aquellas que se entregaba en cuerpo y alma, aquellas de las que apenas llegaba a tiempo antes que el sol lo hiriera mortalmente. Nada tenía para perder, nada para ganar. Por eso, solía jugar esa perversa apuesta, como una ruleta rusa para vampiros, rió pensando en la comparación, aquel juego mas que deformar un poco sus facciones o convertirlo en un ciego, no lograría gran cosa. La apuesta era mucho mas fuerte si una sola equivocación lo podía convertir en cenizas.
Bajó las escaleras parsimoniosamente, revisando sus armas. Se despidió de su fiel sirviente, aquel que llevaba su mismo nombre y del que confiaba ciegamente. Aquel viejo, estuvo de acuerdo con su madre, la noche en que fue convertido, él lo protegió mientras estuvo inconsciente y veló de su dulce hermana Chiara, - el desgraciado de mi cuñado no fue capaz de ir a los funerales, ella tuvo que afrontar sola aquella patética escena, con los dos pequeños – su mandíbula se tensó, - en verdad, que mierda se le había metido en la cabeza, a ese maldito inquisidor, para dejarla sola – pensó dolido por aquel hecho que el anciano le relatara. Tenía que arreglar ciertas deudas con Ruggero y tarde o temprano lo haría. Pensando en ello, se dirigió al establo donde su fiel corcel lo esperaba, aquel animal, nunca tuvo miedo de su nueva condición, como si se hubiera alegrado de volver a ver a su amigo. En un fugaz envión, se colocó con presteza sobre la montura y tras un corto chasquido salió en dirección del bosque.
Apenas llegar y dejar pastando a Tempesta, cerca de un pequeño arroyo, se dedicó a buscar su presa, estaba indeciso de lo que le gustaría cazar, - tal vez sería buena idea un lobo... no mejor un inquisidor... o un cambiaformas – dijo éste último en broma, pero una punzada le atravesó su muerto corazón,- ¿como podría cazar un ser de la misma especie de mi amada inmortal? - negó con la cabeza, - estoy fastidiado - pensó mientras se detenía y olfateaba el aire, agudizando su sentido del oído – ¿un carruaje, por estos lugares? - su entrecejo se arrugó levemente. subió a las ramas altas de un árbol y desde allí contempló pasar el vehículo escoltado por soldados. Dicho carruaje, se detuvo, segundos después uno de los guardias, hizo descender a un infante, por el aura que rodeaba al pequeño, Cosimo supo que no era un niño común, pensó en su sobrino Ruggero que también era un brujo, no tardó en sacar conclusiones, los canallas tendrían la orden de asesinarlo – malditos cobardes... - maldijo – es solo una criatura – pensó entonces en su pequeña hija que de seguro habría heredado la condición de cambiaforma, en los pequeños Rosso, en donde por lo menos el varón era un ser especial. Supo que debía hacer algo para salvar al bambino de su terrible destino.
Pero otra bestia se le adelantó pudo ver con gusto y admiración como un licantropo se dedicaba a despedazar a los inquisidores,pero comprendió, que debía ser mas rápido que aquella bestia, en cuanto terminara con los soldados, intentaría dar cuenta de la presa que se le estaba escapando. Cosimo dejó la seguridad de las ramas y fue saltando de rama en árbol, hasta una cercana al árbol donde el pequeño brujo se escondió, parecía aterido de frío o de miedo y al ex cazador, el instinto de padre le brotó por la piel. Se acercó sigilosamente y en un rápido movimiento lo tomó por los hombros, - no grites, si quieres salir bien librado – intentó sonreír, pero un hombre de dos metros de alto, musculoso y de rasgos severos no ayudarían a calmar al pequeño.
Chasqueó la lengua, nada la traería de vuelta, ni su odio a los inquisidores, ni ser un vampiro. Esa era la terrible verdad, por mas que intentara olvidarle, cambiar su visión de las cosas, en esa habitación, observando la imagen de su tesoro perdido, él sabía, que solo existía un culpable, ese, era Girolamo Di Moncalieri, el cazador, el engreído Conde de Turín. Deseó con todas sus fuerzas poder conseguir una noche de caza, una de aquellas que se entregaba en cuerpo y alma, aquellas de las que apenas llegaba a tiempo antes que el sol lo hiriera mortalmente. Nada tenía para perder, nada para ganar. Por eso, solía jugar esa perversa apuesta, como una ruleta rusa para vampiros, rió pensando en la comparación, aquel juego mas que deformar un poco sus facciones o convertirlo en un ciego, no lograría gran cosa. La apuesta era mucho mas fuerte si una sola equivocación lo podía convertir en cenizas.
Bajó las escaleras parsimoniosamente, revisando sus armas. Se despidió de su fiel sirviente, aquel que llevaba su mismo nombre y del que confiaba ciegamente. Aquel viejo, estuvo de acuerdo con su madre, la noche en que fue convertido, él lo protegió mientras estuvo inconsciente y veló de su dulce hermana Chiara, - el desgraciado de mi cuñado no fue capaz de ir a los funerales, ella tuvo que afrontar sola aquella patética escena, con los dos pequeños – su mandíbula se tensó, - en verdad, que mierda se le había metido en la cabeza, a ese maldito inquisidor, para dejarla sola – pensó dolido por aquel hecho que el anciano le relatara. Tenía que arreglar ciertas deudas con Ruggero y tarde o temprano lo haría. Pensando en ello, se dirigió al establo donde su fiel corcel lo esperaba, aquel animal, nunca tuvo miedo de su nueva condición, como si se hubiera alegrado de volver a ver a su amigo. En un fugaz envión, se colocó con presteza sobre la montura y tras un corto chasquido salió en dirección del bosque.
Apenas llegar y dejar pastando a Tempesta, cerca de un pequeño arroyo, se dedicó a buscar su presa, estaba indeciso de lo que le gustaría cazar, - tal vez sería buena idea un lobo... no mejor un inquisidor... o un cambiaformas – dijo éste último en broma, pero una punzada le atravesó su muerto corazón,- ¿como podría cazar un ser de la misma especie de mi amada inmortal? - negó con la cabeza, - estoy fastidiado - pensó mientras se detenía y olfateaba el aire, agudizando su sentido del oído – ¿un carruaje, por estos lugares? - su entrecejo se arrugó levemente. subió a las ramas altas de un árbol y desde allí contempló pasar el vehículo escoltado por soldados. Dicho carruaje, se detuvo, segundos después uno de los guardias, hizo descender a un infante, por el aura que rodeaba al pequeño, Cosimo supo que no era un niño común, pensó en su sobrino Ruggero que también era un brujo, no tardó en sacar conclusiones, los canallas tendrían la orden de asesinarlo – malditos cobardes... - maldijo – es solo una criatura – pensó entonces en su pequeña hija que de seguro habría heredado la condición de cambiaforma, en los pequeños Rosso, en donde por lo menos el varón era un ser especial. Supo que debía hacer algo para salvar al bambino de su terrible destino.
Pero otra bestia se le adelantó pudo ver con gusto y admiración como un licantropo se dedicaba a despedazar a los inquisidores,pero comprendió, que debía ser mas rápido que aquella bestia, en cuanto terminara con los soldados, intentaría dar cuenta de la presa que se le estaba escapando. Cosimo dejó la seguridad de las ramas y fue saltando de rama en árbol, hasta una cercana al árbol donde el pequeño brujo se escondió, parecía aterido de frío o de miedo y al ex cazador, el instinto de padre le brotó por la piel. Se acercó sigilosamente y en un rápido movimiento lo tomó por los hombros, - no grites, si quieres salir bien librado – intentó sonreír, pero un hombre de dos metros de alto, musculoso y de rasgos severos no ayudarían a calmar al pequeño.
Bernard Liusse- Vampiro Clase Media
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Re: Scaretale ~ [Privado]
Su aliento estaba agitado aún. Parecía que aquella bestia surgida de entre las sombras estaba a punto de culminar su acto salvaje. Se preguntó si acaso el sería el siguiente. Por la mente del niño cruzó la idea de morir ahí mismo en medio de la maleza crecida, alejado de todo; aunque por otro lado existía en él un instinto de supervivencia, un sentido que no lo dejaría caer sin presentar batalla antes. ¿Dónde estaba papá para velar por él? ¿Habría sido más fácil si un adulto le acompañase? Ausente en estas ideas un tanto agitadas, dio un paso ligero fuera de la protección del árbol, cuidando que las ramas no se quebraran con su pisada para delatar su posición.
No supo cómo sucedió, o de donde había llegado. Aquella presencia masculina de complexión robusta y facciones un tanto toscas se materializo frente a sus ojos en un santiamén. Le escuchó susurrar un par de oraciones, fue casi inevitable sobresaltarse y replegar su pequeña espalda contra el gigante vigía de frondosa copa. Un ligero gemido escapó de sus labios que de inmediato acalló con sus manos manchadas de fango. ¿Quién era ese héroe que había aparecido justo a tiempo para rescatarle? ¿Habría sido enviado por mamá y papá quienes le cuidaban aún en la distancia? Intentó calmarse, sus sentidos le alertaron de inmediato que no estaba tratando con un ser común y corriente. El ritmo de su respiración se apaciguó poco a poco, el peso de las manos de aquel hombre le brindaban una seguridad.
-¿Qui… quien es usted?- confirió su frase al viento.
Cabellos de ébano y piel lozana. Un porte que denotaba poderío. ¿Un vampiro? No, él no poseía esas garras afiladas como aquellos monstruos que había incinerado con anterioridad. Sea quien fuere estaba mostrando piedad con él. Espero la respuesta y al notar que no emitía palabra alguna se aventuró a continuar sus cuestionamientos.
-Mi nombre es Yuri. ¿Cuál es el suyo?- Arqueó apenas una ceja y dio un paso atrás, en un intento por marcar una distancia. La serenidad fue destruida cuando escuchó un rugido y unas pisadas que se aproximaban a velocidad impresionante hacia donde se encontraban, el impulso de jalar el brazo de aquel hombre brotó involuntariamente.
-¡Cuidadoooo! – grito el chiquillo. Ambas figuras cayeron al lodo. El jovencito intentó usar sus dones colocando sus manos frente.
-¡Atrás bestia horrible!- Dijo decidido, avanzó un par de pasos enfrentándolo, espero a que ese preciado elemento carmesí brotara de sus dedos, le ordenó mentalmente que naciera de sus palmas para obedecerle, para cumplir con su voluntad como lo había logrado en un pasado. Yuri mantuvo su postura desafiante, morir no estaba en sus planes, no sin antes conocerles y reunirse una vez más. Aquel demonio rugió y aulló para atemorizarle, pero el pequeño estaba decidido a todo. Sus manos se cerraron para abrirse nuevamente, estiro los brazos y aquellas llamas surgieron de la nada, brotaron quemando parte de la foresta formando un semi circulo que le serviría de protección.
Sus ojos cándidos escaneaban la posición de su enemigo, la barrera de fuego apenas creciente le permitió marcar distancias. Ningún sonido más que el chillido de las hojas consumiéndose. Pensó que eso sería suficiente para aplicar su furia, todo parecía haber vuelto a la normalidad. Sus manos tan solo poseían las manchas de su caída previa, el fuego había vuelto a dormir y se volvió hacia el sujeto.
-¿Se encuentra bien?- La respuesta no llegó a oídos del chiquillo, aquel ser de aspecto lobuno, logró traspasar la brecha y ponerles en peligro nuevamente, normalmente cuando algo se salía de control, los soldados metían las manos para acabar con la tarea, esta vez no, Yuri no había sido lo suficientemente fuerte y se encontraba en riesgo una vez más.
No supo cómo sucedió, o de donde había llegado. Aquella presencia masculina de complexión robusta y facciones un tanto toscas se materializo frente a sus ojos en un santiamén. Le escuchó susurrar un par de oraciones, fue casi inevitable sobresaltarse y replegar su pequeña espalda contra el gigante vigía de frondosa copa. Un ligero gemido escapó de sus labios que de inmediato acalló con sus manos manchadas de fango. ¿Quién era ese héroe que había aparecido justo a tiempo para rescatarle? ¿Habría sido enviado por mamá y papá quienes le cuidaban aún en la distancia? Intentó calmarse, sus sentidos le alertaron de inmediato que no estaba tratando con un ser común y corriente. El ritmo de su respiración se apaciguó poco a poco, el peso de las manos de aquel hombre le brindaban una seguridad.
-¿Qui… quien es usted?- confirió su frase al viento.
Cabellos de ébano y piel lozana. Un porte que denotaba poderío. ¿Un vampiro? No, él no poseía esas garras afiladas como aquellos monstruos que había incinerado con anterioridad. Sea quien fuere estaba mostrando piedad con él. Espero la respuesta y al notar que no emitía palabra alguna se aventuró a continuar sus cuestionamientos.
-Mi nombre es Yuri. ¿Cuál es el suyo?- Arqueó apenas una ceja y dio un paso atrás, en un intento por marcar una distancia. La serenidad fue destruida cuando escuchó un rugido y unas pisadas que se aproximaban a velocidad impresionante hacia donde se encontraban, el impulso de jalar el brazo de aquel hombre brotó involuntariamente.
-¡Cuidadoooo! – grito el chiquillo. Ambas figuras cayeron al lodo. El jovencito intentó usar sus dones colocando sus manos frente.
-¡Atrás bestia horrible!- Dijo decidido, avanzó un par de pasos enfrentándolo, espero a que ese preciado elemento carmesí brotara de sus dedos, le ordenó mentalmente que naciera de sus palmas para obedecerle, para cumplir con su voluntad como lo había logrado en un pasado. Yuri mantuvo su postura desafiante, morir no estaba en sus planes, no sin antes conocerles y reunirse una vez más. Aquel demonio rugió y aulló para atemorizarle, pero el pequeño estaba decidido a todo. Sus manos se cerraron para abrirse nuevamente, estiro los brazos y aquellas llamas surgieron de la nada, brotaron quemando parte de la foresta formando un semi circulo que le serviría de protección.
Sus ojos cándidos escaneaban la posición de su enemigo, la barrera de fuego apenas creciente le permitió marcar distancias. Ningún sonido más que el chillido de las hojas consumiéndose. Pensó que eso sería suficiente para aplicar su furia, todo parecía haber vuelto a la normalidad. Sus manos tan solo poseían las manchas de su caída previa, el fuego había vuelto a dormir y se volvió hacia el sujeto.
-¿Se encuentra bien?- La respuesta no llegó a oídos del chiquillo, aquel ser de aspecto lobuno, logró traspasar la brecha y ponerles en peligro nuevamente, normalmente cuando algo se salía de control, los soldados metían las manos para acabar con la tarea, esta vez no, Yuri no había sido lo suficientemente fuerte y se encontraba en riesgo una vez más.
Última edición por Yuri el Sáb Jul 26, 2014 11:01 pm, editado 1 vez
Yuri Alekséyevich- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Scaretale ~ [Privado]
Cuando el pequeño, aun embargado por el miedo, tras la forma inesperada en la que el vampiro se presentó, preguntó quien era, para luego presentarse. Cosimo alzó una ceja, asombrado por lo valiente del pequeño, sonrió de costado, dispuesto a contestarle, aunque con todos los sentidos puestos en lo que pasaba no muy lejos allí. Listo para sacar sus instrumento de Cazador, que no dejaba en ningún momento. Porque aunque ahora era un vampiro, él continuaba siendo un amante de la caza, solo que ahora sus presas habían variado, convirtiendo a los inquisidores en uno de sus presas mas codiciadas, - en especial esa rubia – pensó recordando a la que se hacía llamar Leire.
Concentrado en ello y en lo que el pequeño decía, no fue lo suficientemente rápido para desenfundar sus cañones y acabar al sobrenatural que en un santiamén se les abalanzo. Fue el pequeño quien le advirtió por donde venía el peligro, para luego hacerse cargo de la situación. Cosimo, no pudo mas que asombrarse de la agilidad y el dominio, aunque algo torpe, de los poderes del niño, que irremediablemente, lo delataban como un brujo. Frunció el entrecejo mientras se separaba alejándose un poco y agazapándose unos metros mas atrás – ¿acaso no se ha dado cuenta que no soy un ser humano cualquiera? - era obvio que le faltaba aprender mucho al pequeño Yuri, como había dicho que se llamaba. - tener algunas lecciones de tácticas de cazador no le vendrían mal – caviló mientras contemplaba atento los movimientos del brujo.
Cuando parecía que se habían liberado del licantropo, éste se las ingenió para saltar el cerco de fuego y llegar a escasos centímetros del pequeño. El vampiro podría haber caído encima del sobrenatural, hacer una lucha cuerpo a cuerpo, poniendo en evidencia sus colmillos y su fuerza sobrehumana, pero no quería que el niño sintiera desconfianza de un extraño y para colmo un no muerto.
Se levantó despacio, aunque en realidad la escena parecía ir en un tiempo retardado, como si los segundos no pasaran. Con un movimiento limpio, sacó sus cañones, y tras un salto que dejó al niño protegido por el enorme cuerpo del vampiro, descargó dos balas de plata que impactaron en el corazón y la cabeza del Lycan. - Bueno, por lo menos éste no molestará a nadie mas – masculló, mientras se daba vuelta y se aseguraba con un rápido vistazo de que su compañero no tuviera ninguna herida. Por lo menos, eso no parecía, solo el olor característico de la sangre del lobo inundaba sus fosas nasales, así que se sonrió, complacido de que aquel niño no estuviera lastimado.
-Gracias por la ayuda – le guiñó un ojo – creo que por ésta noche ya he cazado lo suficiente – dijo guardando las pistolas en sus fundas, dirigió su profunda mirada a las pupilas infantiles – ah, por cierto mi nombre es Cosimo Vercelli – extendió la mano, como si el pequeño fuera un hombre – un gusto, pero creo que lo mejor será que nos movamos, éstos animales no suelen ir solos, a veces salen en pequeños grupos.
Se giró como intentando captar algún sonido a la lejanía. Al no sentir ningún posible movimiento, pensó que lo más seguro sería llevar al pequeño a la mansión Aude, aunque casi sin sirvientes y algo abandonada, podrían hacer un alto, abrigarlo, ya que a simple vista le parecía que tendría frio. Silbo suavemente y su fiel corcel, se paró como una mancha negra en la distancia. De seguro un pequeño así, debía tener, familia, - esos malditos inquisidores, lo deben haber hecho prisionero por sus poderes – caviló. Se llevó la mano derecha a la nuca, sonrió con algo de vergüenza, - ¿que hago yo de niñero?- se meció el cabello y al fin le hablo – ¿y dime... donde vives? -.
Concentrado en ello y en lo que el pequeño decía, no fue lo suficientemente rápido para desenfundar sus cañones y acabar al sobrenatural que en un santiamén se les abalanzo. Fue el pequeño quien le advirtió por donde venía el peligro, para luego hacerse cargo de la situación. Cosimo, no pudo mas que asombrarse de la agilidad y el dominio, aunque algo torpe, de los poderes del niño, que irremediablemente, lo delataban como un brujo. Frunció el entrecejo mientras se separaba alejándose un poco y agazapándose unos metros mas atrás – ¿acaso no se ha dado cuenta que no soy un ser humano cualquiera? - era obvio que le faltaba aprender mucho al pequeño Yuri, como había dicho que se llamaba. - tener algunas lecciones de tácticas de cazador no le vendrían mal – caviló mientras contemplaba atento los movimientos del brujo.
Cuando parecía que se habían liberado del licantropo, éste se las ingenió para saltar el cerco de fuego y llegar a escasos centímetros del pequeño. El vampiro podría haber caído encima del sobrenatural, hacer una lucha cuerpo a cuerpo, poniendo en evidencia sus colmillos y su fuerza sobrehumana, pero no quería que el niño sintiera desconfianza de un extraño y para colmo un no muerto.
Se levantó despacio, aunque en realidad la escena parecía ir en un tiempo retardado, como si los segundos no pasaran. Con un movimiento limpio, sacó sus cañones, y tras un salto que dejó al niño protegido por el enorme cuerpo del vampiro, descargó dos balas de plata que impactaron en el corazón y la cabeza del Lycan. - Bueno, por lo menos éste no molestará a nadie mas – masculló, mientras se daba vuelta y se aseguraba con un rápido vistazo de que su compañero no tuviera ninguna herida. Por lo menos, eso no parecía, solo el olor característico de la sangre del lobo inundaba sus fosas nasales, así que se sonrió, complacido de que aquel niño no estuviera lastimado.
-Gracias por la ayuda – le guiñó un ojo – creo que por ésta noche ya he cazado lo suficiente – dijo guardando las pistolas en sus fundas, dirigió su profunda mirada a las pupilas infantiles – ah, por cierto mi nombre es Cosimo Vercelli – extendió la mano, como si el pequeño fuera un hombre – un gusto, pero creo que lo mejor será que nos movamos, éstos animales no suelen ir solos, a veces salen en pequeños grupos.
Se giró como intentando captar algún sonido a la lejanía. Al no sentir ningún posible movimiento, pensó que lo más seguro sería llevar al pequeño a la mansión Aude, aunque casi sin sirvientes y algo abandonada, podrían hacer un alto, abrigarlo, ya que a simple vista le parecía que tendría frio. Silbo suavemente y su fiel corcel, se paró como una mancha negra en la distancia. De seguro un pequeño así, debía tener, familia, - esos malditos inquisidores, lo deben haber hecho prisionero por sus poderes – caviló. Se llevó la mano derecha a la nuca, sonrió con algo de vergüenza, - ¿que hago yo de niñero?- se meció el cabello y al fin le hablo – ¿y dime... donde vives? -.
Bernard Liusse- Vampiro Clase Media
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Re: Scaretale ~ [Privado]
En los ojos del pequeño de la nada se visualizó aquel enorme monstruo, su mirada era oscura y poseía un aura horrible. Mostró sus enormes fauces se presumían amenazadoras, su corazón latía a marchas forzadas esperando recibir el golpe que le arrancara de este plano terrenal. Muchas ideas surgieron en los pasillos de su mente ¿Moriría esta noche? ¿Si acaso mamá y papá no estuvieran vivos ya, les volvería a ver? Se protegió con las manos y cerró los ojos colocándose en cuclillas. El estruendo de dos descargas de un arma de fuego hizo un estruendo hiriendo la tranquilidad del bosque. Aquella coacción por parte de la bestia fue detenida de tajo cuando recibió dichos impactos.
Silencio. De inmediato el vuelo de algunas aves que emigraban no se hizo esperar, el chiquillo se reincorporó y frente a él, el semblante de aquel extraño parecía más bien de un hombre que hubiera conocido mucho tiempo atrás, el sentimiento de protección le hizo titubear por unos segundos antes de responder. ¿Acaso estaba echando de menos a su padre justo ahora? Esa sensación le recorrió de pies a cabeza.
-No… no tiene nada que agradecer.- Y sonrió apenas amablemente.
Su vista se posó en aquellas armas de gran calibre, casi similares a aquellas usadas por los huestes que siempre le escoltaban, pero había una gran diferencia entre ellos, este hombre se mostraba hasta cierto punto amable y un tanto interesado en el bienestar del niño. Con serenidad estrechó su mano y respondió.
-Mucho gusto Cosimo.-
El roce frío le dio la pauta para que sus sentidos se mostraran a la defensa. Si bien ya había tratado con muchos de su especie, no había tenido que estar tan cerca de ellos. Yuri se había reservado hasta ese entonces la pregunta de saber la verdadera identidad de su acompañante y aunque no indicaba peligro tenía que cerciorarse del todo. Sus dones revelaron poco a poco esa tonalidad pálida de su halo. La mirada vacía y un tanto calculadora, velocidad que superaba a la de cualquier otro cazador, ni siquiera los entrenados en los cuarteles de la Santa Inquisición poseían tales habilidades. En efecto estaba tratando con un caminante nocturno.
Se mantuvo sereno perdido en sus dudas cuando de la nada se admiró al observar aquel ejemplar, un corcel completamente oscuro, aquellos que tiraban del carruaje poseían un color diferente a este. Atraído y un tanto curioso el pequeño se aproximó. Abriendo sus orbes azules mencionó.
-Qué bonito caballo. ¿Es suyo señor Cosimo?- Se atrevió a colocar una mano sobre el mismo que aparentemente se encontraba tranquilo, sus dedos recorrieron parte del caballo y no pudo evitar sonreír ampliamente.
-¿Cómo se llama?-
Por unos instantes olvido su encierro, olvidó a sus padres y el arduo castigo que significaba seguir cazando sobrenaturales, una pequeña pisca de alegría verdadera no le vendrá mal de vez en cuando, la inocencia de Yuri necesitaba ser alimentada por ese tipo de detalles, detalles que no siempre las nanas mostraban. Escuchó entonces la pregunta del caballero y titubeo en responder con la verdad, su educación le prohibía decir mentiras así que mantuvo una respuesta sobria.
-Pues, es una casa muy grande, con un enorme patio y muchas estatuas. De día algunos soldados se pasean por los pasillos y de noche a veces me toca quedarme encerrado si no tengo labores que realizar, mi carroza no está muy lejos de aquí. La mansión se encuentra aquí en Francia cerca de la Gran Catedral, no soy muy bueno recordando direcciones.- Rió ligeramente.
Hasta este punto de la conversación quizás ambas figuras ya habían desvelado muchos de sus secretos, como un juego de niños donde se realiza una pregunta y el otro debe adivinar de qué se trata. Yuri solo estaba jugando sin intenciones de llegar a un trasfondo en particular.
Silencio. De inmediato el vuelo de algunas aves que emigraban no se hizo esperar, el chiquillo se reincorporó y frente a él, el semblante de aquel extraño parecía más bien de un hombre que hubiera conocido mucho tiempo atrás, el sentimiento de protección le hizo titubear por unos segundos antes de responder. ¿Acaso estaba echando de menos a su padre justo ahora? Esa sensación le recorrió de pies a cabeza.
-No… no tiene nada que agradecer.- Y sonrió apenas amablemente.
Su vista se posó en aquellas armas de gran calibre, casi similares a aquellas usadas por los huestes que siempre le escoltaban, pero había una gran diferencia entre ellos, este hombre se mostraba hasta cierto punto amable y un tanto interesado en el bienestar del niño. Con serenidad estrechó su mano y respondió.
-Mucho gusto Cosimo.-
El roce frío le dio la pauta para que sus sentidos se mostraran a la defensa. Si bien ya había tratado con muchos de su especie, no había tenido que estar tan cerca de ellos. Yuri se había reservado hasta ese entonces la pregunta de saber la verdadera identidad de su acompañante y aunque no indicaba peligro tenía que cerciorarse del todo. Sus dones revelaron poco a poco esa tonalidad pálida de su halo. La mirada vacía y un tanto calculadora, velocidad que superaba a la de cualquier otro cazador, ni siquiera los entrenados en los cuarteles de la Santa Inquisición poseían tales habilidades. En efecto estaba tratando con un caminante nocturno.
Se mantuvo sereno perdido en sus dudas cuando de la nada se admiró al observar aquel ejemplar, un corcel completamente oscuro, aquellos que tiraban del carruaje poseían un color diferente a este. Atraído y un tanto curioso el pequeño se aproximó. Abriendo sus orbes azules mencionó.
-Qué bonito caballo. ¿Es suyo señor Cosimo?- Se atrevió a colocar una mano sobre el mismo que aparentemente se encontraba tranquilo, sus dedos recorrieron parte del caballo y no pudo evitar sonreír ampliamente.
-¿Cómo se llama?-
Por unos instantes olvido su encierro, olvidó a sus padres y el arduo castigo que significaba seguir cazando sobrenaturales, una pequeña pisca de alegría verdadera no le vendrá mal de vez en cuando, la inocencia de Yuri necesitaba ser alimentada por ese tipo de detalles, detalles que no siempre las nanas mostraban. Escuchó entonces la pregunta del caballero y titubeo en responder con la verdad, su educación le prohibía decir mentiras así que mantuvo una respuesta sobria.
-Pues, es una casa muy grande, con un enorme patio y muchas estatuas. De día algunos soldados se pasean por los pasillos y de noche a veces me toca quedarme encerrado si no tengo labores que realizar, mi carroza no está muy lejos de aquí. La mansión se encuentra aquí en Francia cerca de la Gran Catedral, no soy muy bueno recordando direcciones.- Rió ligeramente.
Hasta este punto de la conversación quizás ambas figuras ya habían desvelado muchos de sus secretos, como un juego de niños donde se realiza una pregunta y el otro debe adivinar de qué se trata. Yuri solo estaba jugando sin intenciones de llegar a un trasfondo en particular.
Yuri Alekséyevich- Condenado/Hechicero/Clase Alta
- Mensajes : 295
Fecha de inscripción : 01/06/2014
Edad : 36
Re: Scaretale ~ [Privado]
Lo contempló, con sus ojos semi entornados, escuchando la voz melodiosa y cantarina del niño. Pensó en las razones que podía tener la organización para mantener cautivo a un pequeño. Sus labios se curvaron en una sonrisa de satisfacción al ver que al pequeño le gustaba “Tempesta”. No se preocupó por la cercanía del pequeño al animal, a un gesto de su dueño, el caballo inclino su enorme cabeza, hasta dejar que Yuri tocara su pelaje. Éste tembló por la caricia, ciertamente su amo, su compañero, ya no era afectuoso o cariñoso como lo fuera antes, por eso el toque suave y cálido de la mano del niño, lo hicieron estremecer. Cosimo se acercó, también, desde el otro costado del animal, para no asustar al niño que ya se había dado cuenta que era un vampiro. Por eso se dedicó mas a su caballo, mientras dejaba que el pequeño explorara el objeto de su admiración. Apoyó su mano derecha en la cruz del caballo, diciendo, luego, unas palabras en italiano, pronunciadas con su voz gruesa pero de forma suave y cadenciosa, como si fuera un ensalmo, la respuesta del caballo pareció clara, agitó su cabeza suavemente, en señal de asentimiento al pedido del vampiro.
Cosimo sonrió, le costó hacerlo, mas de un año viviendo en un infierno personal, había hecho que su rictus de dolor, locura y muerte no variara, esculpido, en el bello rostro, una dureza que antes no existía – antes – pensó – cuando tú, mi querida, vivías, cuando pensaba que nada lograría separarnos... pero... - pensó en la inquisidora, en todos sus pares, en su cuñado Ruggero, -¿habrá vuelto al nido de víboras? - cerró los ojos, inclinando su frente en el cuello del animal, un suspiro suave pero eterno salió de sus pulmones muertos. El pequeño era un inquisidor, debería ser un enemigo, debería matarlo y abandonar su cuerpo en mitad del bosque. Pero no podía, su hija de seguro corría o correría la misma suerte, para todos sería una vil condenada. De su alma torturada solo emanaba empatía hacia el pequeño. Se dio cuenta que sería inútil ir en contra de sus sentimientos.
La pregunta del pequeño lo sacó de sus cavilaciones. Levantó su mirada y buscó el rostro sonriente y los ojos sorprendidos de Yuri, - se llama Tempesta... Tempestad... Tormenta – palmeó con vigor el pecho del animal – ahora no parece, pero cuando debemos cazar o ponernos a resguardo, puede ser tan veloz y peligroso como las tormentas eléctricas... hacemos un buen equipo... - dijo mas para si que para el pequeños – claro... antes solíamos divertirnos mas... ahora solo puedo sacarlo al caer la noche – expresó sus sentimientos y su condición de inmortal, como si estuviera frente a un amigo o si el pequeño fuera parte de su familia, - le encanta salir de paseo al amanecer y comer manzanas jugosas – rió como un niño, recordando los movimientos graciosos de los labios de Tempesta cuando comían juntos una de esas frutas y le hacía amagues de dársela, acercándosela para luego esquivar su mordida.
Dio dos palmadas mas en el anca del animal, recogiendo las riendas que caían al suelo y eran mecidas por el movimiento del corcel. Contempló al pequeño, para luego hablarle – creo que si nos apresuramos, podremos llegar a destino antes que toque la próxima hora, podrás experimentar como es cuando corre y parece que puede volar como el viento... hasta recompensarlo con su fruta favorita, antes de dejarte en tu... hogar... - esa palabra la sintió como una cruel mentira, porque ¿como podría sentir a esas cuatro paredes que lo tenían prisionero como su hogar? Por un segundo su mirada hacia el pequeño fue de conmiseración, pero sacudió su cabeza alejando ese sentimiento, él no soportaba que sintieran lástima por su destino, supuso que Yuri sentiría de igual forma. - pues bien, vamos entonces, subirás en el anca de Tempesta, ¿o quieres ir adelante?... - de pronto se dio cuenta que nunca había tenido que lidiar con algo así, sus hermanitas, subían a veces adelante, otras atrás, ¿pero como se suponía que debía llevar a un varón? Se rascó la cabeza, inseguro y optó por encoger los hombros, apoyar su pie derecho en el estribo y subir para luego extender su mano cubierta con guantes de montar, que ocultaba la frialdad vampírica, - y que dices... ¿nos vamos? … o prefieres quedarte aquí solo – sonrió de forma socarrona pero alegre, esperando que el pequeño se decidiera.
Cosimo sonrió, le costó hacerlo, mas de un año viviendo en un infierno personal, había hecho que su rictus de dolor, locura y muerte no variara, esculpido, en el bello rostro, una dureza que antes no existía – antes – pensó – cuando tú, mi querida, vivías, cuando pensaba que nada lograría separarnos... pero... - pensó en la inquisidora, en todos sus pares, en su cuñado Ruggero, -¿habrá vuelto al nido de víboras? - cerró los ojos, inclinando su frente en el cuello del animal, un suspiro suave pero eterno salió de sus pulmones muertos. El pequeño era un inquisidor, debería ser un enemigo, debería matarlo y abandonar su cuerpo en mitad del bosque. Pero no podía, su hija de seguro corría o correría la misma suerte, para todos sería una vil condenada. De su alma torturada solo emanaba empatía hacia el pequeño. Se dio cuenta que sería inútil ir en contra de sus sentimientos.
La pregunta del pequeño lo sacó de sus cavilaciones. Levantó su mirada y buscó el rostro sonriente y los ojos sorprendidos de Yuri, - se llama Tempesta... Tempestad... Tormenta – palmeó con vigor el pecho del animal – ahora no parece, pero cuando debemos cazar o ponernos a resguardo, puede ser tan veloz y peligroso como las tormentas eléctricas... hacemos un buen equipo... - dijo mas para si que para el pequeños – claro... antes solíamos divertirnos mas... ahora solo puedo sacarlo al caer la noche – expresó sus sentimientos y su condición de inmortal, como si estuviera frente a un amigo o si el pequeño fuera parte de su familia, - le encanta salir de paseo al amanecer y comer manzanas jugosas – rió como un niño, recordando los movimientos graciosos de los labios de Tempesta cuando comían juntos una de esas frutas y le hacía amagues de dársela, acercándosela para luego esquivar su mordida.
Dio dos palmadas mas en el anca del animal, recogiendo las riendas que caían al suelo y eran mecidas por el movimiento del corcel. Contempló al pequeño, para luego hablarle – creo que si nos apresuramos, podremos llegar a destino antes que toque la próxima hora, podrás experimentar como es cuando corre y parece que puede volar como el viento... hasta recompensarlo con su fruta favorita, antes de dejarte en tu... hogar... - esa palabra la sintió como una cruel mentira, porque ¿como podría sentir a esas cuatro paredes que lo tenían prisionero como su hogar? Por un segundo su mirada hacia el pequeño fue de conmiseración, pero sacudió su cabeza alejando ese sentimiento, él no soportaba que sintieran lástima por su destino, supuso que Yuri sentiría de igual forma. - pues bien, vamos entonces, subirás en el anca de Tempesta, ¿o quieres ir adelante?... - de pronto se dio cuenta que nunca había tenido que lidiar con algo así, sus hermanitas, subían a veces adelante, otras atrás, ¿pero como se suponía que debía llevar a un varón? Se rascó la cabeza, inseguro y optó por encoger los hombros, apoyar su pie derecho en el estribo y subir para luego extender su mano cubierta con guantes de montar, que ocultaba la frialdad vampírica, - y que dices... ¿nos vamos? … o prefieres quedarte aquí solo – sonrió de forma socarrona pero alegre, esperando que el pequeño se decidiera.
Bernard Liusse- Vampiro Clase Media
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