AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Hasardspiel,..Vrei să pariezi știind că va pierde?
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Hasardspiel,..Vrei să pariezi știind că va pierde?
Palacio Royal
Por orden del Duque de Francia se le invita a usted:
Sokolović Bertok Rosenthal, Conde de Rumania, a participar a los juegos de azar que se llevara a cabo el día 25 de Julio.
Esperamos su presencia porque los himnos cantaran por la victoria en sus estadísticas de juego, la suerte no lo es todo ya que la mente será la Reina de nuestra destreza. “Tira y afloja” porque el potestad nos aguarda.
Sokolović Bertok Rosenthal, Conde de Rumania, a participar a los juegos de azar que se llevara a cabo el día 25 de Julio.
Esperamos su presencia porque los himnos cantaran por la victoria en sus estadísticas de juego, la suerte no lo es todo ya que la mente será la Reina de nuestra destreza. “Tira y afloja” porque el potestad nos aguarda.
¿Así que la bienvenida a Francia se verá en un saqueo de idoneidad? Claro que el Conde esconde una maniobra en toda aceptación por los juegos, todos ambicionan su puesto, por sentar las nalgas en la orden Rumana, conspiran y conspira la demencia de los locos contra Rey, no está el Conde dominado para defender ese trono, pues ansia solo conquistar el antaño de la sangre y el valor, derrotar a quienes le traicionen, no hay perdón alguno puesto que son juzgados como piezas de un ajedrez. Ahora ocupa su mentalidad para seguir llenándose de la gloria del poder.
Siendo lo bastante sagaz para descubrir los complots contra él, el mismo es su propia corte de sombras, no existen traidores, los elimina cuando tienen hambre, se corona entre vicios de grandeza y ahora mismo su victoria será la lealtad de los que quieran ser enemigos.
Fue así que seducido por la noche esperada, el día había llegado, sin preocupación alguna se da el lujo de subyugar a su hermano, lo tortura, instruyéndole el servicio de brindarle un espectáculo, pide diversión y eso obtiene, la petición era: “Hermano mío, regálame un excitante espectáculo, quiero que amaestres a Günter (El mayordomo), copula con él, compláceme antes de mi laurel porque tu templo siempre será mi numen de supremacía.” De inmediata la orden fue llevada a cabo, una escena sadomasoquista, teatro en la estancia vería, levantándose como lo que era, el señor mismo de sus existencias, se desnuda caminando hacia su tapiz, la cual había sido colocada en el centro, posándose cual figura esculpida de erotismo que deleita ese encuentro sexual donde los gemidos eran la armonía.
Guiado a la necesidad carnal tras disponer de esos movimientos desenfrenados, los choques que le hacían endurecerse por tal manera de poseer el sexo, como perros apareándose, comportándose como bestias, asustando sus corazones por el tiempo que se agotaba, exponiendo al crimen con sus templos sudorosos y agotados, sabe que se desean, uno como el otro desesperados gozan embravecidos por sus anhelos, le encanta ser el dueño de sus acciones y se une en esa fila, mientras su hermano embiste a su presa, el Conde abre bien esas posaderas y entre cada reencuentro deja que el mismo se penetre, rasguñando su espalda enalteciendo esa posición…
—Apártate, quiero que mi semen sea solo tuyo, Vasska abre esas piernas para mí y embriágate de ese falo con tu boca… —Sentir desplomado de un orgasmo, corriéndose dentro de él, le llena entre cada empujón, humedeciendo su entre pierna, dejando que chorreara el semen entre sus posaderas, posando la mirada fija en él, al ver la manera experta en la que mamaba el miembro, una vez terminado, le libera y se levanta, relamiéndose los labios púes el placer es la mejor arma para ir a una estratagema..
Con el orgullo envuelto en su perfil, se alista después de un baño de naturaleza disecada, acompañado de unas pequeñas trenzas en la parte superior, dejando caer los cabellos sueltos, cual fango provocado de lujuria detonaban, un traje negro decorando su cuello con un foulard grisáceo y azulino, llevando la presencia de lo que representaba la autoridad sin mascaras, una vez anunciado que su coche estaba listo, no espero mas y fue hacia el Palacio Royal.
_______
— Sea bienvenido, Monsieur le comte de Rumania, le están esperando—La puerta del coche le había sido abierta, sale cual conocedor de lo que se haya a su alrededor, escuchando el acento francés y sigue esos pasos, subiendo las escaleras puesto que era solo una pieza más de sus noches…
La fachada era como lo esperaba ostentosa y reflejando el valor que le caracterizaba, ambiguo arte embellecía las paredes, el techo tapizado de murales misteriosos que abarcaban una ideología soñadora, “Die Pariser geformt”…Y montado el salón de juegos, se adentra y determina cada objeto expuesto, una fortuna aclama el paraje, Ruletas, dados al azar, profundizando la mirada en los “pariorilor” estudiándolos, desde sus vestimentas hasta sus gestos, sujetos sin importancia, no alcanzaban un nivel de rivalidad, estando en lo correcto que ese no era lugar para él ya que siguió el recorrido por el pasillo, extenso era hasta que a mitad de ello cambiaba la estructura, sin mostrar algún semblante de asombro, se refleja indiferente, elegante en su porte como la masculinidad al caminar y ambas puertas fueron abiertas, rostros familiarizados al mismo nivel destacado, soltando una pequeña risa seca que ninguno de los que le acompañaban podían escuchar, ya que ahí se encontraba la “Bagatelle, Black Jack y el Tira y Afloja” alzando ambiciones dentro de títulos y la vida que en juego se ponía y para comenzar con la burla, se dirigió al tomo de fichas, yendo con todo.
Comenzando la serie de apuestas en la ruleta, quería humillar a la suerte y fue así que obtuvo las miradas y los pensamientos de todos por la manera en la que se libera...
Sokolović Rosenthal- Vampiro/Realeza
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Re: Hasardspiel,..Vrei să pariezi știind că va pierde?
"Humanos, todo lo quieren convertir en palabras cuando su sangre puede hacer música"
Desde que los de Bordeaux regresaron tras muchos años a Francia, habían sido reconocidos como lo que eran, una extraña y excéntrica familia de clase alta cuyos orígenes se remontaban a los mismos principios de la nación, siendo las actas iniciales de París firmadas por algunos de sus miembros más antiguos hace demasiados años. Representaron desde su llegada una versión singular de la aristocracia local y su dinero se movió con rapidez en negocios locales e internacionales. Era conocido que, sin renegar de gustos refinados y menos aún de su fácil pertenencia a la elite social, los de Bordeaux resaltaban en presencia y dinero y parecían encajar en el interés de muchos de los de su clase y a los cuales ellos no se molestaban siquiera en conocer.
Este mismo motivo era el principal para que a su mansión de residencia llegaran invitaciones de todo tipo para asistir a cuanto evento se les ocurría. Por supuesto, jamás asistió ninguno de ellos. A nadie le interesaba mostrar aprecio alguno por las costumbres Parisinas o crear simpatía con personas a las que sólo veían como un posible tentempié. Sin embargo, la última invitación llamó la atención de uno de los miembros más curiosos de la familia: Vibeke. Como buena pagana amaba los juegos de azar y la sola idea de encontrar reunida a la avaricia en su máximo esplendor le removió tantas ideas que no pudo evitar sonreír mientras recorría con la mirada cada detalle del papel. Una letra exquisita, un papel demasiado agradable al tacto, un significado tan placentero que para ella fue como si los incautos invitaran a la mismísima muerte a ser parte de sus juegos. Nada bueno se le ocurría a la Noruega, hace mucho no jugaba con demasiada gente y casi sentía que le hacía falta.
Tiró la invitación a la chimenea en cuanto memorizó el lugar y la hora como si no quisiera ser interrumpida en la fecha acordada si es que algún otro miembro decidía asistir. En el día mencionado se preparó con sus mejores galas. Se había vestido como una elegante dama, con un vestido de tiro largo negro y un ajustado corsé como le era costumbre para marcar esa diminuta cintura bajo unos dotados pechos que llamaban la atención de cualquiera. Vibeke delineaba su cuerpo con cada prenda que usaba y adoraba resaltar, por lo que siempre aumentaba hasta su estatura con unos zapatos de fino diseño y tacón elevado. Se había recogido el cabello casi blanco con un prendedor rojo, dejando caer un par de rizos plateados que le adornaban los hombros desnudos y acompañaban a una gargantilla de diminutas perlas alrededor del pálido cuello. Un pintalabios carmesí le resaltó los labios y unos guantes negros de cabritilla complementaron aquél atuendo que invitaba a la seducción. Por eso asistía sola sin haber mencionado a nadie una sola palabra por más que no planeaba deleitar su cuerpo esa noche, no por ahora, no hasta que el horror de sus ilusiones cubriera como un manto las mentes de cada uno de los asistentes. Las ideas eran muchas, la ansiedad de la inmortal aumentaba y sin dar más largas al asunto se dirigió al lugar en el carruaje que previamente había solicitado.
En cuanto llegó, la sonrisa se le dibujó en los labios cuando se reiteró a sí misma sus planes y la música de fondo le sonó a un suicidio colectivo en mí menor. Caminó segura, con el mentón elevado y sin detener demasiado la vista en nadie. Avanzaba tranquila, sin prisas pero llenando la mente de su idea para la noche mientras analizaba cada escenario planeado cuidadosamente en el lugar. Todo era patético pero por eso mismo divertido. La mayoría de ellos vomitaban ignorancia mientras hablaban de lo que no sabían. Bebían más copas de las que les apremiaban y fumaban sólo por sostener algo entre los dedos. Se notaba a leguas que morían de frío, pero no exigían calor. Se morían de ganas por probar de la locura pero lo disimulaban con vicios. Inventaban excusas y Vibeke les daría a cambio visiones que distaban mucho de cualquier esperanza.
Cuando avanzó un poco más, ubicó con la vista la ruleta y la primer aura sobrenatural de la noche relució en medio de tanto calor humano. Los cabellos rojizos como el fuego resaltaban sobre una masculina espalda y la inmortal caminó hacia el mismo lugar aunque no hacia él. Quería jugar, competir, deleitarse en su suerte y en sus mañas para ponerla a su favor si es que alguna vez estaba en su contra. Quería ubicarse justo al frente del otro vampiro y así mismo lo hizo. Avanzó lentamente sin retirar la mirada del hombre que ocupaba el lugar que ella quería. Pero bastó una sonrisa para que al acercarse lo suficiente, aquél se retirara y le cediera su puesto justo en frente del otro inmortal. Ya el humano no importaba aunque susurrara cosas a su oído y se mantuviera cerca. Vibeke había fijado los ojos en el inmortal de al frente, ese que apostaba y mantenía una mirada tan fría que parecía extenderla casi hasta rozarle la nariz con ese hielo.
-Nueve rojo- empezó apostando a ella sin retirar la mirada del otro, con descaro, con prepotencia. Iba a probar su suerte un poco antes de lo planeado. Iba a ganar antes de crear una masacre con apariencia de suicidio en un lugar como ese. Iba a competir por gusto propio con el desconocido con el que compartía raza. Como siempre, todo se trataba de ella y de sus manías extrañas para divertirse.
Este mismo motivo era el principal para que a su mansión de residencia llegaran invitaciones de todo tipo para asistir a cuanto evento se les ocurría. Por supuesto, jamás asistió ninguno de ellos. A nadie le interesaba mostrar aprecio alguno por las costumbres Parisinas o crear simpatía con personas a las que sólo veían como un posible tentempié. Sin embargo, la última invitación llamó la atención de uno de los miembros más curiosos de la familia: Vibeke. Como buena pagana amaba los juegos de azar y la sola idea de encontrar reunida a la avaricia en su máximo esplendor le removió tantas ideas que no pudo evitar sonreír mientras recorría con la mirada cada detalle del papel. Una letra exquisita, un papel demasiado agradable al tacto, un significado tan placentero que para ella fue como si los incautos invitaran a la mismísima muerte a ser parte de sus juegos. Nada bueno se le ocurría a la Noruega, hace mucho no jugaba con demasiada gente y casi sentía que le hacía falta.
Tiró la invitación a la chimenea en cuanto memorizó el lugar y la hora como si no quisiera ser interrumpida en la fecha acordada si es que algún otro miembro decidía asistir. En el día mencionado se preparó con sus mejores galas. Se había vestido como una elegante dama, con un vestido de tiro largo negro y un ajustado corsé como le era costumbre para marcar esa diminuta cintura bajo unos dotados pechos que llamaban la atención de cualquiera. Vibeke delineaba su cuerpo con cada prenda que usaba y adoraba resaltar, por lo que siempre aumentaba hasta su estatura con unos zapatos de fino diseño y tacón elevado. Se había recogido el cabello casi blanco con un prendedor rojo, dejando caer un par de rizos plateados que le adornaban los hombros desnudos y acompañaban a una gargantilla de diminutas perlas alrededor del pálido cuello. Un pintalabios carmesí le resaltó los labios y unos guantes negros de cabritilla complementaron aquél atuendo que invitaba a la seducción. Por eso asistía sola sin haber mencionado a nadie una sola palabra por más que no planeaba deleitar su cuerpo esa noche, no por ahora, no hasta que el horror de sus ilusiones cubriera como un manto las mentes de cada uno de los asistentes. Las ideas eran muchas, la ansiedad de la inmortal aumentaba y sin dar más largas al asunto se dirigió al lugar en el carruaje que previamente había solicitado.
En cuanto llegó, la sonrisa se le dibujó en los labios cuando se reiteró a sí misma sus planes y la música de fondo le sonó a un suicidio colectivo en mí menor. Caminó segura, con el mentón elevado y sin detener demasiado la vista en nadie. Avanzaba tranquila, sin prisas pero llenando la mente de su idea para la noche mientras analizaba cada escenario planeado cuidadosamente en el lugar. Todo era patético pero por eso mismo divertido. La mayoría de ellos vomitaban ignorancia mientras hablaban de lo que no sabían. Bebían más copas de las que les apremiaban y fumaban sólo por sostener algo entre los dedos. Se notaba a leguas que morían de frío, pero no exigían calor. Se morían de ganas por probar de la locura pero lo disimulaban con vicios. Inventaban excusas y Vibeke les daría a cambio visiones que distaban mucho de cualquier esperanza.
Cuando avanzó un poco más, ubicó con la vista la ruleta y la primer aura sobrenatural de la noche relució en medio de tanto calor humano. Los cabellos rojizos como el fuego resaltaban sobre una masculina espalda y la inmortal caminó hacia el mismo lugar aunque no hacia él. Quería jugar, competir, deleitarse en su suerte y en sus mañas para ponerla a su favor si es que alguna vez estaba en su contra. Quería ubicarse justo al frente del otro vampiro y así mismo lo hizo. Avanzó lentamente sin retirar la mirada del hombre que ocupaba el lugar que ella quería. Pero bastó una sonrisa para que al acercarse lo suficiente, aquél se retirara y le cediera su puesto justo en frente del otro inmortal. Ya el humano no importaba aunque susurrara cosas a su oído y se mantuviera cerca. Vibeke había fijado los ojos en el inmortal de al frente, ese que apostaba y mantenía una mirada tan fría que parecía extenderla casi hasta rozarle la nariz con ese hielo.
-Nueve rojo- empezó apostando a ella sin retirar la mirada del otro, con descaro, con prepotencia. Iba a probar su suerte un poco antes de lo planeado. Iba a ganar antes de crear una masacre con apariencia de suicidio en un lugar como ese. Iba a competir por gusto propio con el desconocido con el que compartía raza. Como siempre, todo se trataba de ella y de sus manías extrañas para divertirse.
Vibeke de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Hasardspiel,..Vrei să pariezi știind că va pierde?
La información es poder…
Y ahí se encuentra, observando sus alrededores, desde el mínimo inmueble hasta las personas que enfocaban el asombro, las críticas de como el Conde caminó como si la alfombra roja estuviera a sus pies, llegando así a tomar “todo” , todo aquello representaba la joya valiosa, el brillo del oro que resalta ante los orbes de los demás.
Este talento sumamente desnudado desde su única aura, el perfume que anunciaba que la victoria se hallaba cerca pero una mujer, un arma inmortal de un buen juicio, vestida de una excelente etiqueta, un vestido negro que de su tela era solo para aquellos que poseían parné, sensual, bella, atractiva... todo era peligroso sino se sabía deleitarle adecuadamente, pero indiscreto la estudia como a esas curvas de dotes provocados, emanando deseo, a sabiendas que le gusta seducir, su fina piel, nívea y friolenta, cabellos de una olvidada luna y el rojo cual insignia incitaba el carmesí de la linfa, bañada de pasión, locura que le entraron unas ganas de poseerla, tenerla bajo su mando como sea.
Juzgando en general más con los ojos que con las manos, todos podían ver pero muy pocos tocar, todos veían lo que parece ser, pero, pocos o quizás solo él lo que era, y estos pocos no se atreven a mirar más de esas curvas, se escudan detrás de la dama y por delante, porque gana más la carne que el dote de su habla. Pero el Conde sigue con la mirada a la mujer, tacones altos, demasiado tentadora, aunque fuese la única mujer del mundo, la primera ley que él Conde aclamaría seria el dejarla avanzar, descubrir sus secretos, examinar sus habilidades porque la información era el poder, saber de ella le orillaría a tenerla, mantenerla presa y jugar con ella como se le plazca y fue así que prosiguió, riendo por dentro por cómo se posiciona a su frente, fue tan sencillo que eso le causo burla mas no lo demostró
«Vaya, vaya, así que detrás de su maquillaje esconde la sangre del juego» Pensó, tras haber sido testigo del inicio de la jugada, cuando la mujer exclamo su batalla, solo el Conde espero al ganador, el había ido por el negro y el croupier repitió: “La dama, nueve rojo; el caballero, nueve negro” — Frau, su belleza no le ofrecerá la victoria esta noche, haga caso de ese caballero que con gusto le instruye el juego, pero, reconozco lo magnifica que ha sido y por ello obtendrá su parte por atreverse a enfrentar de esa manera ante mi— El tono de voz recia, descarado en cuanto su indiferencia recalcaba, quizás invitándole a que perdiera su tiempo en otro lugar, sin importarle los presentes, era tan hermoso como lo había dicho no se desnudaban sus verdaderas intenciones.
Gira y gira la ruleta, mientras más la pelotilla corre a detenerse, el poder aumenta, enfocándose en el rostro de la mujer, le miro fijo, la carnosidad de sus labios resaltaba, veía que la mujer quería atacar, arrebatar la victoria pero, ¿Qué posibilidades había de que ganara el Conde? Demasiadas, tenía la seguridad de vencer a la casa, púes hay que ser un zorro para conocer las trampas, afirmando que la decisión tomada demuestra que la fortuna o la suerte no tiene ningún poder sobre él. ¿Por qué? Porque sabía que antes de su llegada la ruleta ya había sido movida, había fijado su mente en los comentarios exteriores, ya había caído el negro 4 veces seguidas y solo el negro cae 12 veces. Siendo clara su mentalidad, se mantiene con su arrogancia altiva, seguro y retador en cuanto las pupilas se unen en las ajenas, invitándole a que baje su mirada y anunciara su redención, porque no llegó el Conde a conocer la derrota, vino a cantar las glorias como siempre lo había hecho. Y en pocas palabras, a ella la quería tener bajo la palma de su mano. No era un trofeo monumental pero quizás un arma para diversión.
Sokolović Rosenthal- Vampiro/Realeza
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Re: Hasardspiel,..Vrei să pariezi știind că va pierde?
"El poder sólo es eso, poder"
Ella era de destapar a las víctimas para mirarse a los ojos. Sus cuerpos eran tazas de café ardiendo y ella alguien que odia el verano. Los pensamientos ajenos eran eso que la noruega violentaba sin preocupaciones y a lo que sonreía con cinismo. Eso era ella, la trampa con curvas, la mentira en unos zapatos altos que sostienen unas piernas tan firmes como sus ideales. Alguien difícil de engañar porque está acostumbrada a hacerlo.
El dueño de los cabellos rojos como el fuego de sus convicciones la recorría con la mirada y ella apenas sonreía, como quien finge inocencia en un asesinato mientras tiene las manos llenas de sangre. Él no disimulaba, ella guardaba el as bajo su propia piel. Levantó el rostro cuando estuvo cómoda y se quedó sosteniéndole la mirada al inmortal frente a ella. No dudaba, con eso le decía que no temía ni sus influencias ni su propia sobrenaturalidad, a Vibeke no le importaba nada y encontraba soluciones donde otros desesperarían. Ella estaba ahí para ganar, sin importar contra quien o qué. Ese era su juego, todo se sucedería a su propio antojo. La noruega era ambiciosa, pero no con referencia al dinero y eso se iba comprobando en cada una de sus manías.
-No vengo por mi “parte” ni por los halagos que bien conozco. Lo lamento, pero ha hablado usted muy rápido- respondió ella con la sensualidad que le permitía su voz entre madura y dulce, completamente femenina y cargada de incógnitas que se resolverían poco a poco, paso por paso. Vibeke le sonrió al hombre que le había hablado, como si sólo la hubiera elogiado más allá de decirle a su modo que perdería. Parecía cortés, pero en realidad ella permanecía retándolo como desde el preciso momento en el que hizo acto de presencia en esa mesa de juego. Los humanos pasaron para ella a un segundo plano desde que decidió competir con el inmortal. Pero había espacio para todos, sus planes iniciales no cambiaban sino que giraban otorgándole más interés en tan desventurada velada.
Durante los minutos en que la ruleta giró y giró, ella mantuvo la sonrisa y jamás desvió la mirada de la ajena. No necesitaba ver la ruleta, el resultado sería cantado para todos. En efecto, el nueve negro era el ganador, esa era su ficha, no la de ella. Pero estaba muy equivocado si creía que la platinada bajaría la mirada con eso. Caso contrario guiñó el ojo al vampiro que se mantenía firme y tras empezar la nueva partida, habló de nuevo. –Siete, rojo- movió sus fichas al apostar, sin mover la mirada aún y sin retirar la sonrisa de sus labios carmín. Esta vez apostaba más y tenía más que claro que jugaría a su modo. Era evidente que en muchos lugares se tienen arreglados los resultados, pero nada planeado ha superado a la sobrenaturalidad de los dones y de los seres. La humanidad no estaba preparada para tanto, nunca lo había estado y esa la principal razón de la existencia de los vampiros y de un par más de seres menos peligrosos. –Adelante- invitó al pelirrojo a realizar su apuesta.
Vibeke se inclinó hacia adelante, como si acechara y fingiera acomodarse. Apoyó los brazos cruzados en la mesa y tamborileo sin sonido las yemas de sus dedos una y otra vez. Él apostaría, la ruleta giraría y entonces, más allá del resultado real, la ilusión que empezaba a extender la inmortal la declararía ganadora para la sorpresa de muchos, sobre todo, del conde, quien ya conocía de antemano el plan del juego de la ruleta.
El dueño de los cabellos rojos como el fuego de sus convicciones la recorría con la mirada y ella apenas sonreía, como quien finge inocencia en un asesinato mientras tiene las manos llenas de sangre. Él no disimulaba, ella guardaba el as bajo su propia piel. Levantó el rostro cuando estuvo cómoda y se quedó sosteniéndole la mirada al inmortal frente a ella. No dudaba, con eso le decía que no temía ni sus influencias ni su propia sobrenaturalidad, a Vibeke no le importaba nada y encontraba soluciones donde otros desesperarían. Ella estaba ahí para ganar, sin importar contra quien o qué. Ese era su juego, todo se sucedería a su propio antojo. La noruega era ambiciosa, pero no con referencia al dinero y eso se iba comprobando en cada una de sus manías.
-No vengo por mi “parte” ni por los halagos que bien conozco. Lo lamento, pero ha hablado usted muy rápido- respondió ella con la sensualidad que le permitía su voz entre madura y dulce, completamente femenina y cargada de incógnitas que se resolverían poco a poco, paso por paso. Vibeke le sonrió al hombre que le había hablado, como si sólo la hubiera elogiado más allá de decirle a su modo que perdería. Parecía cortés, pero en realidad ella permanecía retándolo como desde el preciso momento en el que hizo acto de presencia en esa mesa de juego. Los humanos pasaron para ella a un segundo plano desde que decidió competir con el inmortal. Pero había espacio para todos, sus planes iniciales no cambiaban sino que giraban otorgándole más interés en tan desventurada velada.
Durante los minutos en que la ruleta giró y giró, ella mantuvo la sonrisa y jamás desvió la mirada de la ajena. No necesitaba ver la ruleta, el resultado sería cantado para todos. En efecto, el nueve negro era el ganador, esa era su ficha, no la de ella. Pero estaba muy equivocado si creía que la platinada bajaría la mirada con eso. Caso contrario guiñó el ojo al vampiro que se mantenía firme y tras empezar la nueva partida, habló de nuevo. –Siete, rojo- movió sus fichas al apostar, sin mover la mirada aún y sin retirar la sonrisa de sus labios carmín. Esta vez apostaba más y tenía más que claro que jugaría a su modo. Era evidente que en muchos lugares se tienen arreglados los resultados, pero nada planeado ha superado a la sobrenaturalidad de los dones y de los seres. La humanidad no estaba preparada para tanto, nunca lo había estado y esa la principal razón de la existencia de los vampiros y de un par más de seres menos peligrosos. –Adelante- invitó al pelirrojo a realizar su apuesta.
Vibeke se inclinó hacia adelante, como si acechara y fingiera acomodarse. Apoyó los brazos cruzados en la mesa y tamborileo sin sonido las yemas de sus dedos una y otra vez. Él apostaría, la ruleta giraría y entonces, más allá del resultado real, la ilusión que empezaba a extender la inmortal la declararía ganadora para la sorpresa de muchos, sobre todo, del conde, quien ya conocía de antemano el plan del juego de la ruleta.
Última edición por Vibeke de Bordeaux el Dom Oct 19, 2014 8:09 pm, editado 1 vez
Vibeke de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Hasardspiel,..Vrei să pariezi știind că va pierde?
«Es de saber que hay dos modos de combatir: el uno, mediante las leyes; el otro, por la fuerza. El primero es propio del hombre, el segundo, de las bestias. Pero como a veces no basta, conviene recurrir al segundo. De ahí que al príncipe le sea necesario usar debidamente tanto la bestia como el hombre.»
Se deduce ante los ojos de la criatura; aquella tesis basada en su altanería, su mirada filosa y gobernante, ¿Qué es lo que en su mente aguarda?, Abogando su criterio, su interés personal que ahí fue la manera de entrometerse y desnudarlo, porque su voz radiante ejercía el desinterés de dicha recompensa, conocía esa mirada, sabía que algo más quería demostrarse. Ya que se trataba más que el entretenimiento del poder, del ser y deber ser ante las ideologías de cada quien.
Escoltándose de dominio y supremacía, formulo una sonrisa descarada que destaco el porte de una bestia que le embellecía su dureza y la frialdad retomada, porque el poder desde arriba cae, se somete y niega, dentro de este juego el significado del poder era esa mujer, mientras que el Conde era la bestia que iba en busca de ello sin permitir que escapara, ¡No hay libertad bajo esta condena! La examina, es un tipo de saber que demuestra naturaleza eterna, invariable a la corrupción y existe una belleza absoluta, hermosa en cuanto su firmeza, segura de sí misma y atada a su perfil de orgullosa,
¡Así es que un imperio es codiciado para ser derrotado! ¡Así es que el deseo nace de un patrimonio! Viéndola, figurándola como a esa ruleta girante, el negro ya relucía entre las pupilas sobre su figura, tenía que ser de él, debía caer en cuanto su mirada se desviara.
Pero que magnifico dueto de miradas penetrantes, ninguno bajaba la mirada, ambos erguidos uno con el otro, obteniendo la victoria como era debida, claramente la cruda verdad era este fin, mas no hubo palabra alguna, el lenguaje lo dictaba a través de esas pupilas que destilan la fuerza de un fuego. ¿No se trataría, en esa ruptura, de un poder contra otro, de una fuerza definida sólo en el choque con otra fuerza, de una colisión, una tensión acaso, destinada a trazar la encrucijada de poderes? La imagen en el ojo es determinante para el conocimiento, luego el ritmo del oído interpretando su reto. ¡He de aquí el más grato premio! Su valentía, el querer seguir un juego que ya se declaraba poco a poco con malas intenciones, aceptando su partida, admitiendo que las trampas se revelarían porque en este mundo no había nada más placentero que poder burlarlas.— Siete negro— y la causante de tantas causas se presentó, la contraria le llevaba, ya no interesaba la ruleta más que atrapar esa mente y hacer caer con su propia maniobra, sin embargo los demás a su alrededor admiraban, algunos de sus asientos se deshicieron, dirigiéndose a la mesa porque esto ya era una enriquecedora forma de gozar victoria tras victoria…
Y en lo que inicio la ruleta, el giro nuevamente continuo, sosteniendo la palabra bajo el firmamento de su postura, deslizando la lengua por uno de sus colmillos, admitiendo que es atraído por sus estrategias en cuanto a su templo, siendo el armas mas refinada y valiosa, cual mujer esculpida de sensualidad, erotismo atrayente.
En la brevedad alza la mano, y con el dedo movido, llama al personal que le atiende, ordenando una copa de vino blanco, añejado siendo el mejor en su licor que indica que le sea llevada una a la dama, tenía que saborear lo que ante sus ojos percataba…Inclinando levemente la cabeza, alzando la copa cuando fueron dadas, a su salud por la dulce tentación del ganar ante ella…
En lo que sentenciaba la ruleta el resultado, bebió sin despejar la mirada sobre ella, disfrutando que tras poner una mano en el bolsillo del pantalón, camino hacia ella, abriendo paso la comunidad que les rodeaba, asechándola cual zorro ya definía el engaño, ya que al llegar a ella, el croupier anuncio que el siete rojo era el ganador, y sin rodeos, con las palabras expuestas. —Frau, Frau...Gratulation—con sarcasmo y un deje de diversión le susurro, deslizando la mano sobre un costado de ella y le atrajo a él, teniendo cuidado que la copa de vino blanco no fuera desperdiciada en el tiroteo.— Ha jugado muy rápido, si hubiese esperado un poco más por completo la victoria seria suya —¡Maldito sea el jugo engatusador! Olfateo su fragancia, la sed despertaba y rozo los labios cerca de su oído hacia la mejilla tras murmurarle, presionando su costado porque un poco más y sobre sus labios cantaría el trofeo y se lo declaro con los actos que la quería a ella.
Sokolović Rosenthal- Vampiro/Realeza
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Re: Hasardspiel,..Vrei să pariezi știind că va pierde?
"En el campo de batalla ya se arrastra el leviatán,
se regocija entre los muertos que observan su opulencia amparada por el brillo"
se regocija entre los muertos que observan su opulencia amparada por el brillo"
No importaba nadie más que ellos y su modo de llevarse la contraria en medio del juego. Nueve negro, nueve rojo. Siete rojo, siete negro. Empezaban provocándose el uno al otro entre retos y miradas que sólo denotaban el ego de cada uno. Pero Vibeke notaba que él era como el viento, de esos que arrancan de cuajo las hojas de cualquier portal y que aparece tan hermosamente ataviado y rojizo como el efecto del otoño. Su sonrisa auguraba tormentas y sus movimientos, aterciopeladas amenazas. Pero la inmortal no temía sino a la muerte de uno que no aplicaba para esa hora. Todo lo demás era juego, placer, engaño, ella.
El pelirrojo se pasó la lengua por el colmillo y de manera automática la noruega se mordió el labio, como si con eso expresara que se le antojaba su sangre, que deseaba verlo bañado en ella para contrastar el color de sus cabellos sobre la piel blanquecina. Esa sería una escena digna de esa noche.
Mientras la inmortal escuchaba la ruleta girar y empezarse a detener poco a poco, alguien le susurró algo al oído, pero sin mayor sutileza lo ignoró. Acto seguido llegó el mesero, le ofreció una copa e indicó quién le invitaba la misma. Vibeke la tomó entre sus dedos sin retirar la mirada del otro inmortal, aquél que acortaba los pocos metros entre ellos con miradas que provocaban y con un trago que elegantemente invitaba a la estrategia. Alzó la misma y brindó a la distancia por un triunfo que aún no había sido proclamado. Ella se seguía considerando un reto, mientras vencía lo invencible con la sucia estrategia de defender lo indefendible y cubrirlo con una ilusión cuál manto que cambiaba la sonrisa de cualquiera. Bebió un sorbo del vino blanco mientras escuchaba a la ruleta detenerse. Sentía a la situación mutar cual canción estrellada que endulzaba sus oídos hasta encontrar la clave de su triunfo desordenado. Iban a temblar el orden y los acuerdos previos sobre los triunfos. No había más que decir.
–Siete rojo– proclamaron al fin sin disimular el gesto de sorpresa. Los ojos humanos iban del número que Vibeke les daba a sus ojos y luego a ella, que seguía con la satisfacción marcada en los labios como si fuera una hermosa estatua. La inmortal, la ilusionista, sonrió de costado con orgullo y sin mirar a nadie más que al pelirrojo a quien alzó la copa de nuevo antes de beber otra vez del exquisito vino. Observó cómo sus fichas ganadoras eran acercadas a ella y de pronto, antes de siquiera tomarlas, se vio casi girada hacia aquél hombre de siempre a quien sonrió. –La victoria ha sido mía. He obtenido lo que deseaba– musitó con maquiavélica dulzura, tejiendo los hilos entre un quizás y un seguro que representaba él en medio de aquella ruleta ¿Acaso reclamaría? La idea de deshizo en cuanto él rompió la distancia como si se conocieran de hace mucho. Unos labios suaves y fríos la acariciaron a medias y la inmortal proclamó una corta risita que denotaba que aquello no le era molestia. –Creo que he perdido las ganas de jugar a la ruleta– proclamó avanzando en sentido contrario a donde estaba antes, esquivando un poco al intrigante vampiro. Abandonó las fichas al igual que el juego, el dinero era lo de menos y en cambio de tomarlo, pretendió sin decir más que aquél la siguiera.
Evadió a cualquier humano, a cualquier mirada, ella había elegido a su primera presa y nada podía hacerla cambiar de opinión. Los dados habían sido arrojados con la condición que una vez más podría ganar ella. Las escaleras que encontró tras varios pasos se sentían como subir a su triunfo declarado desde que le abrió los ojos al mundo. La copa continuaba en su mano y un poco de vino se agitaba en cada paso. La música seguía sonando, ahogando las risas y el chocar de las copas en cualquier absurdo brindis. Un reloj cucú anunció ignorado que ya era media noche, que era hora de un baile, de una reunión de máscaras al natural de hipocresías y negociadoras sonrisas mientras que la inmortal continuaba caminando, lejos de los otros, cerca del vampiro al que aún sentía.
–Ninguno ha venido a ganar lo que aparenta. Es usted un demonio y un arma cargada. Vamos, dispare– solicitó con la misma intensidad sutil con la que lo miraba una vez se encontró en la planta superior y se giró de nuevo hacia él. El demonio quizás era ella, pero parecía tan encantadora que era inevitable no acercarse sin saber que era lo que realmente atraía de ella. –Vamos, venga a reclamarme que me lleve su victoria y que la cercanía de allá abajo era para algo más que una felicitación– disparó primero.
El pelirrojo se pasó la lengua por el colmillo y de manera automática la noruega se mordió el labio, como si con eso expresara que se le antojaba su sangre, que deseaba verlo bañado en ella para contrastar el color de sus cabellos sobre la piel blanquecina. Esa sería una escena digna de esa noche.
Mientras la inmortal escuchaba la ruleta girar y empezarse a detener poco a poco, alguien le susurró algo al oído, pero sin mayor sutileza lo ignoró. Acto seguido llegó el mesero, le ofreció una copa e indicó quién le invitaba la misma. Vibeke la tomó entre sus dedos sin retirar la mirada del otro inmortal, aquél que acortaba los pocos metros entre ellos con miradas que provocaban y con un trago que elegantemente invitaba a la estrategia. Alzó la misma y brindó a la distancia por un triunfo que aún no había sido proclamado. Ella se seguía considerando un reto, mientras vencía lo invencible con la sucia estrategia de defender lo indefendible y cubrirlo con una ilusión cuál manto que cambiaba la sonrisa de cualquiera. Bebió un sorbo del vino blanco mientras escuchaba a la ruleta detenerse. Sentía a la situación mutar cual canción estrellada que endulzaba sus oídos hasta encontrar la clave de su triunfo desordenado. Iban a temblar el orden y los acuerdos previos sobre los triunfos. No había más que decir.
–Siete rojo– proclamaron al fin sin disimular el gesto de sorpresa. Los ojos humanos iban del número que Vibeke les daba a sus ojos y luego a ella, que seguía con la satisfacción marcada en los labios como si fuera una hermosa estatua. La inmortal, la ilusionista, sonrió de costado con orgullo y sin mirar a nadie más que al pelirrojo a quien alzó la copa de nuevo antes de beber otra vez del exquisito vino. Observó cómo sus fichas ganadoras eran acercadas a ella y de pronto, antes de siquiera tomarlas, se vio casi girada hacia aquél hombre de siempre a quien sonrió. –La victoria ha sido mía. He obtenido lo que deseaba– musitó con maquiavélica dulzura, tejiendo los hilos entre un quizás y un seguro que representaba él en medio de aquella ruleta ¿Acaso reclamaría? La idea de deshizo en cuanto él rompió la distancia como si se conocieran de hace mucho. Unos labios suaves y fríos la acariciaron a medias y la inmortal proclamó una corta risita que denotaba que aquello no le era molestia. –Creo que he perdido las ganas de jugar a la ruleta– proclamó avanzando en sentido contrario a donde estaba antes, esquivando un poco al intrigante vampiro. Abandonó las fichas al igual que el juego, el dinero era lo de menos y en cambio de tomarlo, pretendió sin decir más que aquél la siguiera.
Evadió a cualquier humano, a cualquier mirada, ella había elegido a su primera presa y nada podía hacerla cambiar de opinión. Los dados habían sido arrojados con la condición que una vez más podría ganar ella. Las escaleras que encontró tras varios pasos se sentían como subir a su triunfo declarado desde que le abrió los ojos al mundo. La copa continuaba en su mano y un poco de vino se agitaba en cada paso. La música seguía sonando, ahogando las risas y el chocar de las copas en cualquier absurdo brindis. Un reloj cucú anunció ignorado que ya era media noche, que era hora de un baile, de una reunión de máscaras al natural de hipocresías y negociadoras sonrisas mientras que la inmortal continuaba caminando, lejos de los otros, cerca del vampiro al que aún sentía.
–Ninguno ha venido a ganar lo que aparenta. Es usted un demonio y un arma cargada. Vamos, dispare– solicitó con la misma intensidad sutil con la que lo miraba una vez se encontró en la planta superior y se giró de nuevo hacia él. El demonio quizás era ella, pero parecía tan encantadora que era inevitable no acercarse sin saber que era lo que realmente atraía de ella. –Vamos, venga a reclamarme que me lleve su victoria y que la cercanía de allá abajo era para algo más que una felicitación– disparó primero.
Vibeke de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Hasardspiel,..Vrei să pariezi știind că va pierde?
«Meter a alguien en la prisión de su monstruo, mantenerlo como la naturaleza y no como mujer, privarle de alimento, de calor, impedirle salir, ser su amo […] ahí se halla el poder de la manifestación más delirante que uno pueda imaginar.»
El dominio de la posesión representa el brillo aterrador de sus pupilas, añora jugar, ¡Oh, sí! Ser el mando supremo de esa autoridad que marcara en cuanto de él primer discurso de hipocresía, descares, donde le aprisionara, hará un manicomio de ansias, locura en desequilibrios, retar y jugar a la vez. Combatiendo entre quien es el que saldrá derrotado por el delirio consumado del dolor, ya sea el Rey o la Reyna, ¿Quién saldrá victorioso, quien será derrotado?
Vivazmente tienta, pareciera que el peligro se olfatea, se toca, ambos respondiendo a los estímulos de hacer caer al otro, describiéndole en la mente, logrando discernir la manera en la que actuaría, ya predestinar sus movimientos; Bajo la presión de las circunstancias, y necesidades caerá, porque si él se dice ser dueño de su atención, ella autoproclama la esclavitud, sin embargo, ahí, la libertad eran cadenas representadoras de una deidad, poder, diversión, la necesidad de maquillar escenarios de manipulación.
Reconociendo que sobre pasa los límites de una observación; detonando en el semblante la rectitud, esa frivolidad que no cambiaba ni por seguir con determinación la sonrisa de su descares al anunciar algo que ya era considerada una farsa de tiroteo al ganar. Así Era esto, en el juego todo se valía con tal de salir triunfador…—Posee un arte para salirse con la suya, pero cierta boca, la misma verdad tiene mal olor.—susurro cual timbre de voz apenas era rozada para los oídos ajenos, desterrando la dulzura de su habla, descendiendo las manos de su templo, ella avanza, sin mascaras, se embellece por su justa dimensión, como dominación del mal, el desorden sobre el caos. Y se atrevía a liberar la gala de ignorarlo, no era de importancia puesto que ese era el arma marfil de una mujer, en cambio de ello, él elevo la copa y dio un trago del vino blanco, todos parecían ver pero nadie comprendía tal magnitud. No era por las riquezas, sino el mero placer de competir, dar estresas en un himno dedicada a la altivez.
Sin más emprendió paso al sendero expuesto, a distancia recorría sus curvas, el monumental de una Venus encarnecida y pensó; ¿Cómo se vincula entre la ruleta y ella? Que mientras la ruleta se tentaba al análisis, a ella le bastaba ser mareada con los giros de un pesador, la cual tiene afán de premiar a merced de una trampa. Y en lo que llegaba a ella, tras subir las escaleras, deleitando el anuncio de la media noche, era tiempo de desnudar sus intenciones, mirándola fijamente peor de cuando se ejecutaba el juego anterior, dando tres pasos al tenerla de frente que fue solo distracción ya que de manera ágil se apodero de su curva y la pego a él, posando la copa a un lado, en tal mueble que su función era solo adornar. Alzándola, rompiendo cualquier regla, limites, como cuando se conquista el territorio, así lucia entre sus piernas pero la diferencia es que con elegancia y el maldito don de mandato engendraba — ¿Qué le hace pensar que mi victoria ya es suya? Apenas se han movido las piezas del tablero—Mientras hablaba con tal donación en la palabra, elevaba la mano, recorriendo su figura hasta llegar a su cuello donde presiona— ¿Y según usted, por interpretar ya mis negras intenciones es que se me obsequia? —acercándose a su rostro, deslizando la mano bajo presión de su cuello hasta su nuca, posesionándose de sus cabellos y le insinúa una mordida en sus carnosos labios, iniciando la red, la atraparía, la dejara sin ninguna salida y sea víctima de sus propios deseos, que la encadenen sus palabras y solo por el reto que se esclavice. Y lo comprobaría haciendo que se rozara, que lo deseara...
Sokolović Rosenthal- Vampiro/Realeza
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Re: Hasardspiel,..Vrei să pariezi știind că va pierde?
"Ten cuidado, no soy igual a todas las mujeres. Soy mucho peor"
Vibeke no podía sentirse presionada porque era ella quien sonreía y se mostraba encantadora para atraer a otros. Era ella misma la que provocaba con tal de tenerlos en las redes de sus antojos. Era ella quien veía al mundo como varias habitaciones en donde podría encontrar sus miles de rumbos y gustos. En vez de alas, como le llamarían quienes se sienten libres, ella creía poseer manos de árbol caído, que todo rompe tratando de sacar su fruto. Su lengua no era madre de palabras bellas, pero sí de sabores únicos propios de la piel de cada uno. Comunicaba tragedias en cuerpos ajenos con su boca de incendios y celebraba los días enjaulando cuerpos bajo el suyo propio. Era una maldita, que estaba encantada de relamerse los labios frente a quien muere de sed.
—El fin justifica los medios— susurró con su sonrisa cínica, como quien acaricia una pieza que se rompe en lugar de pegarla. Y así avanzaba, sin darle importancia más que a su sensualidad que danzaría en un delgado camino mientras alrededor todo se incendia. Y el inmortal de cabellos que hacían las veces del fuego, avanzaba tras la noruega como si ella fuera el combustible necesario para calentar su noche y lograr que ardiera al punto de la marca, del recuerdo.
Él la atrapa en una curva, tan traicionera como las que bordean el cuerpo de la inmortal y ella le da la cara con el mentón arriba, con la altivez que acaricia una piel tersa y pregunta sin pudor un: “¿Qué te pasa conmigo?”. Sonríe, como si le gustara que la apunten con un arma que tendrá balas hasta que amanezca y se deja mover como una inocente muñeca que en realidad guarda las peores intensiones. —No es su victoria lo que me importa, es mi triunfo lo que vale y permanece— afirmó con tal talante que parecía tener miles de trucos más por mostrar con tal de obtener lo que quisiera al avanzar la noche. Mantiene el gesto de gusto porque sabe que él quiere mostrarse ganador y es por eso que la acaricia hasta detenerse en su cuello y presionarlo como si eso pudiera detenerla o hacerla implorar. —Habla equivocadamente de obsequios, porque es usted quien me ha seguido y quien me sujeta como si quisiera dominarme. — espetó arrogante, mostrando de nuevo que podía darle vuelta a las teorías ajenas y exponerlo con las verdades que se esforzaba en ocultar sin provecho. —Dominarme es imposible— le susurró sobre los labios en cuanto él hizo el amague de morderle los suyos. —Y no hay nada que pueda ocultarme. A leguas puedo ver que me desea y que es la fuerza lo que quiere provocar en mí. Es usted tan masoquista como yo— agregó hablándole aún muy bajo y se liberó del agarre girando con fuerza y siendo ella la que presionara esta vez.
Sus manos fueron al cuello de la camisa ajena y con la mano empuñada lo fijó más a la pared, sin dejar de mirarlo y sin alejarse demasiado. Le besó el labio inferior en algo que duró apenas un segundo y se mantuvo firme sin soltarlo —La diferencia es que yo actúo sin dudar y es eso mismo lo que hace que le siga ganando— la inmortal se declaró vencedora por sobre el pelirrojo de olor a perfume amaderado, pretendiendo que aquella vuelta lograra la excitación que provoca una pérdida de equilibrio. Lo movía a extinguir la educación de los maleducados que enseñan a sumarse importancia, a calcular guerras y a deletrear palabras como ego o prohibido. Pro-hi-bi-¿qué? Ella no conoce esa palabra y sin embargo lo suelta como para darle espacio a una retirada. —No pienso jugar al azar, conozco mejores cosas en la que la suerte o la avaricia influyen menos pero abarcan más. Y eso, sería más placentero para usted porque, créame, en donde usted y yo nos encontremos, habrá siempre el mismo ganador: Yo—. Dicho esto, se mordió el labio inferior, se giró de nuevo y avanzó aún más en su ascenso, dando por hecho con ello que había triunfado de nuevo, pero también que aún le faltaba ganar más.
—El fin justifica los medios— susurró con su sonrisa cínica, como quien acaricia una pieza que se rompe en lugar de pegarla. Y así avanzaba, sin darle importancia más que a su sensualidad que danzaría en un delgado camino mientras alrededor todo se incendia. Y el inmortal de cabellos que hacían las veces del fuego, avanzaba tras la noruega como si ella fuera el combustible necesario para calentar su noche y lograr que ardiera al punto de la marca, del recuerdo.
Él la atrapa en una curva, tan traicionera como las que bordean el cuerpo de la inmortal y ella le da la cara con el mentón arriba, con la altivez que acaricia una piel tersa y pregunta sin pudor un: “¿Qué te pasa conmigo?”. Sonríe, como si le gustara que la apunten con un arma que tendrá balas hasta que amanezca y se deja mover como una inocente muñeca que en realidad guarda las peores intensiones. —No es su victoria lo que me importa, es mi triunfo lo que vale y permanece— afirmó con tal talante que parecía tener miles de trucos más por mostrar con tal de obtener lo que quisiera al avanzar la noche. Mantiene el gesto de gusto porque sabe que él quiere mostrarse ganador y es por eso que la acaricia hasta detenerse en su cuello y presionarlo como si eso pudiera detenerla o hacerla implorar. —Habla equivocadamente de obsequios, porque es usted quien me ha seguido y quien me sujeta como si quisiera dominarme. — espetó arrogante, mostrando de nuevo que podía darle vuelta a las teorías ajenas y exponerlo con las verdades que se esforzaba en ocultar sin provecho. —Dominarme es imposible— le susurró sobre los labios en cuanto él hizo el amague de morderle los suyos. —Y no hay nada que pueda ocultarme. A leguas puedo ver que me desea y que es la fuerza lo que quiere provocar en mí. Es usted tan masoquista como yo— agregó hablándole aún muy bajo y se liberó del agarre girando con fuerza y siendo ella la que presionara esta vez.
Sus manos fueron al cuello de la camisa ajena y con la mano empuñada lo fijó más a la pared, sin dejar de mirarlo y sin alejarse demasiado. Le besó el labio inferior en algo que duró apenas un segundo y se mantuvo firme sin soltarlo —La diferencia es que yo actúo sin dudar y es eso mismo lo que hace que le siga ganando— la inmortal se declaró vencedora por sobre el pelirrojo de olor a perfume amaderado, pretendiendo que aquella vuelta lograra la excitación que provoca una pérdida de equilibrio. Lo movía a extinguir la educación de los maleducados que enseñan a sumarse importancia, a calcular guerras y a deletrear palabras como ego o prohibido. Pro-hi-bi-¿qué? Ella no conoce esa palabra y sin embargo lo suelta como para darle espacio a una retirada. —No pienso jugar al azar, conozco mejores cosas en la que la suerte o la avaricia influyen menos pero abarcan más. Y eso, sería más placentero para usted porque, créame, en donde usted y yo nos encontremos, habrá siempre el mismo ganador: Yo—. Dicho esto, se mordió el labio inferior, se giró de nuevo y avanzó aún más en su ascenso, dando por hecho con ello que había triunfado de nuevo, pero también que aún le faltaba ganar más.
Vibeke de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Hasardspiel,..Vrei să pariezi știind că va pierde?
La piedra no se movió en absoluto, y que lo llamó hermosa también." El cuestionamiento. "No es la naturaleza de la piedra a moverse. Tal vez es la belleza de moverse de acuerdo a su naturaleza.
Rosenthal prefería el confort al placer, la conveniencia a la libertad, y una temperatura agradable al apasionado mortal fuego interior que danza y flamea, incitándolo al ansia de poseerle y ser quien ejecute con los ojos una atracción para que emerja entre sus manos y lo adopte como suyo. Tiende la facultad de lidiar con la propia mente, que no se presente de acuerdo a sus necesidades sino la dureza de un dotado poder de control.
Así por más que sus manos recorran su fino templo, la fuerza desprendida reluzca brutal y extasiada no había manera de que cayera. ¿Por una mujer?, Una mujer, ¡No!, no hay ninguna presente ante los orbes del Conde, solo cuando es peligrosa alguien, se debe mantener cerca, tan cerca como se pueda porque la propiedad es una trampa, y así se describía a ella a la perfección y el, lo llevaba muy presente, al tornarla en un apoderamiento que emprendían sus manos, la mordida calcinada, consciente de lo peligroso que puede ser el contacto, sin embargo atribuye a la escaramuza de una altivez que va más allá de placer.— Tiene intrepidez, pero su boca es un arma de gran eficacia para quien domine estos labios, tendrá la gran medida de destruir su triunfo. —Exponía con la mirada recia, posada en las iris ajenas, frívolo a tal caricia ofrecida en el cuello, la opresión como respuesta del enfoque en la que le sujetaba. —No me interesa lo que formule, pero le daré la razón en eso, añoro dominarla, una criatura de esta índole agranda mi hombría—Mientras la rectitud de su perfil, tirando un poco de esos cabellos al alejarse de ese rostro— Lo imposible siempre es posible, y quien predomine así, es el mas débil de entendimiento.—Examinaba ese borde de la hoja y vio con clareza que era rígida, su borde tan afilado como una brizna de hierba, lucia como una espada defensora, viendo que con un roce podría ser destruida, cortada a tiras y pensó: «Si se va a atacar a este árbol- ¿Qué harías? Es demasiado fuerte, lucharía hasta por su última raíz, no huiría, recalcaría la batalla, pero ¿Dónde entonces? Las ramas, sus ramas serian arrojadas, pero si voy a atacar, seria en su raíz» Empujando entre sus piernas, difiriendo de sus ideales, mas sin en cambio no hace gesto de desaprobación, presionando sus caderas, enriqueciendo de información, eso era poder, no habló más de ello pero le fascino saber que el masoquismo reinaba en el aura, siendo girado que dejo que continuara, saber lo que podría ocasionar, le resultaba una idea especulativa.
Se aventuraba a las maniobras de la que le sostenía contra la pared, seco ante ese roce de sus carnosos labios, escuchando, mofándose de las barbaridades que cometía tal habladuría, demasiado habla para un ente que no goza del raciocinio…—Si su intelecto fuese la mayoría en la que radica en belleza se catalogaría la mas necia en estos momentos…—tras ser liberado si a eso se le podía definir de aquella manera, elevo su índice y la yema de este toca la extremidad del órgano húmedo, esa lengua que hizo deslizarse en el contorno del filo de su colmillo…— Hágame el favor, no la detengo…-le concedió el paso, si eso era lo que esperaba tras dicha explicación—Quizás busca un lugar donde pueda pasar o desechar la fuerza, o es que ¿Perder la fuerza no es de esta criatura?…—arrojo las palabras, acomodándose el cuello de la camisa y paso con su grande mano sobre los cabellos…—Al principio tenia un concepto totalmente diferente pero ahora con estas últimas palabras le ofrezco hasta el premio mayor, usted y su "lógica" ganadora…—Se inclino por mas blasfemia, por el sarcasmo empleado— No ha habido otro juego presente mas aquel que manipulo para su victoria, ¿Aquí?.. Le dejo para que al menos razone un poco, quizás hasta mi perfume le brinde tan divino don para comprender tales palabras en vez de acciones o viceversa…—¡Jaque! Sin más emprendió paso, pasando a un lado de ella, con el marfil elevado, sin un deje de derrota o puñalada, como el hombre que llego, salió mas altivo, con su jodido glamour de sabiduría incomprendida por la que se torno propiedad de un “nada”.
No existían dudas en mente y habla, buscaba una escaramuza donde pudiese ser ganador y ahí la obtuvo, ganador de ejemplificar el poder de el mismo, no cambio y nadie pudo con su maldita mente, no dañaron algún segmento, no desvanecieron el labia de su interior, pero espera, aún espera portar el estandarte de poderío de ese árbol, solo por mero capricho…
Sokolović Rosenthal- Vampiro/Realeza
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Re: Hasardspiel,..Vrei să pariezi știind că va pierde?
"Si viniste a mal ponerme, pues hazlo bien."
Que no se fuera por donde había venido, porque esperaba el aire nuevo de Noviembre y no otro Julio prepotente. Lo malo no había pasado, pero lo mejor estaba por venir y nada se podía escribir de Vibeke de Bordeaux, porque ella misma era poco predecible y una caja llena de sorpresas —Estos labios dominan, pero no han sido dominados, Conde— susurró con la sonrisa que la declaraba como lectora de mentes y como cazadora de deliciosos secretos.
Ella no estaba dispuesta a doblegarse, ni por el cargo del pelirrojo ni por lo soberbio que pareciera ser. Bien podría hablar, juzgarla y criticar sus palabras y movimientos, pero lo cierto era que no podría lograr su enojo ni que borrara la sonrisa de su rostro y el ego de su corazón. Era demasiado segura para ceder a alguien que, según ella, se iba declarando perdedor pese a que continuaba firme en su posición en vez de dar media vuelta y rendirse del todo con ella ¿Qué buscaba aquél en medio de los pasos tras la platinada y las palabras de una disimulada guerra o competencia? Tal vez provocarlo más le diera la respuesta a ella.
—Hablar de necedades en este lugar y momento es algo complicado, por no decir que irónico— dijo justo antes de guiñarle el ojo y avanzar sin prisas mientras observaba las enormes cortinas que poco después serían incineradas por ella misma. Tenía deseos de escuchar los más aciagos lamentos mientras el fuego lamía la carne, los músculos, los órganos y los huesos de cualquier humano o sobrenatural presente exceptuándola a ella. No le importaba si algunos sobrevivían, finalmente aquello serviría de coartada. Pero el deseo del mal corría por sus venas con la misma intensidad que la sed. Vibeke no tenía bondad en sí, era un completo monstruo que se saciaba de malicia, de sangre y como buena ninfómana, de sexo.
— ¿Desechar la fuerza? — Cuestionó curiosa —Realmente su concepto de mí es distinto del real. Pero descuide, seguirá cambiando de opinión en cada frase que diga o en cada cosa que haga. Justamente eso es lo que quiero. La pregunta es ¿Qué quiere usted? Su palabrería llena de sarcasmo no logra el efecto que parece buscar— añadió observando hacia arriba, buscando saber qué era con exactitud lo que allí se localizaba. Podía ser cualquier cosa, desde habitaciones, pasando por estudios o quizás sólo un par de cuartos vacíos que de todos modos le servirían a Vibeke para lo que se proponía. En su avance, tomó un candelabro de tres velas y lo sujetó mientras avanzaba hacia lo que no estaba disponible para los invitados. Como siempre, ella iba en contra de todo lo pensado, de las reglas e incluso de la mayor parte del razonamiento. Y dicho esto, el conde le pedía aquello como si sólo existiese un camino. Pero no, si hubiese un camino de piedra lisa y cómodo, junto a uno cubierto de rosas, la noruega iría por el de las rosas pero no por ellas mismas, sino por las espinas.
— ¿Qué le hace pensar que sólo existe su modo de razonar? Muchas veces el razonamiento del filósofo no es tan certero como la intuición de un artista— espetó tan calmada que incluso la necedad que mencionaba él, parecía lejana a tal asunto. Si él creía ganar con sus palabras, se equivocaba, aquello no le hacía las cosquillas necesarias a Vibeke para provocarla. Ella no caía por ahí, su debilidad no era esa y, quizás, él no lograra descubrirla si no era capaz de cambiar su táctica.
Ahora ¿Hasta dónde quería llegar Vibeke? Su propósito al ir a ese lugar era destruir lo posible y ganar lo difícil. Era ceder un poco a alguien, pero no alguien seguro de lo que quiere, sino alguien seguro de para qué la quiere. Y ya está. Eso y que la luz al final del pasillo sea alguien adorándola un poco como si buscara llegar a su ego y endulzarlo con el tacto y no con palabras. Ya tenía suficiente. Sólo faltaba una copa de vino y aligerar los labios. Era descubrir cuando se erraba de camino y cambiarlo a tiempo.
Él no tenía idea de las horas que pensaba ella por segundo y lo de fácil que le era entrar en los sueños de otros para destruirlos antes del amanecer con el más dulce de los “Despierta”.
Ella no estaba dispuesta a doblegarse, ni por el cargo del pelirrojo ni por lo soberbio que pareciera ser. Bien podría hablar, juzgarla y criticar sus palabras y movimientos, pero lo cierto era que no podría lograr su enojo ni que borrara la sonrisa de su rostro y el ego de su corazón. Era demasiado segura para ceder a alguien que, según ella, se iba declarando perdedor pese a que continuaba firme en su posición en vez de dar media vuelta y rendirse del todo con ella ¿Qué buscaba aquél en medio de los pasos tras la platinada y las palabras de una disimulada guerra o competencia? Tal vez provocarlo más le diera la respuesta a ella.
—Hablar de necedades en este lugar y momento es algo complicado, por no decir que irónico— dijo justo antes de guiñarle el ojo y avanzar sin prisas mientras observaba las enormes cortinas que poco después serían incineradas por ella misma. Tenía deseos de escuchar los más aciagos lamentos mientras el fuego lamía la carne, los músculos, los órganos y los huesos de cualquier humano o sobrenatural presente exceptuándola a ella. No le importaba si algunos sobrevivían, finalmente aquello serviría de coartada. Pero el deseo del mal corría por sus venas con la misma intensidad que la sed. Vibeke no tenía bondad en sí, era un completo monstruo que se saciaba de malicia, de sangre y como buena ninfómana, de sexo.
— ¿Desechar la fuerza? — Cuestionó curiosa —Realmente su concepto de mí es distinto del real. Pero descuide, seguirá cambiando de opinión en cada frase que diga o en cada cosa que haga. Justamente eso es lo que quiero. La pregunta es ¿Qué quiere usted? Su palabrería llena de sarcasmo no logra el efecto que parece buscar— añadió observando hacia arriba, buscando saber qué era con exactitud lo que allí se localizaba. Podía ser cualquier cosa, desde habitaciones, pasando por estudios o quizás sólo un par de cuartos vacíos que de todos modos le servirían a Vibeke para lo que se proponía. En su avance, tomó un candelabro de tres velas y lo sujetó mientras avanzaba hacia lo que no estaba disponible para los invitados. Como siempre, ella iba en contra de todo lo pensado, de las reglas e incluso de la mayor parte del razonamiento. Y dicho esto, el conde le pedía aquello como si sólo existiese un camino. Pero no, si hubiese un camino de piedra lisa y cómodo, junto a uno cubierto de rosas, la noruega iría por el de las rosas pero no por ellas mismas, sino por las espinas.
— ¿Qué le hace pensar que sólo existe su modo de razonar? Muchas veces el razonamiento del filósofo no es tan certero como la intuición de un artista— espetó tan calmada que incluso la necedad que mencionaba él, parecía lejana a tal asunto. Si él creía ganar con sus palabras, se equivocaba, aquello no le hacía las cosquillas necesarias a Vibeke para provocarla. Ella no caía por ahí, su debilidad no era esa y, quizás, él no lograra descubrirla si no era capaz de cambiar su táctica.
Ahora ¿Hasta dónde quería llegar Vibeke? Su propósito al ir a ese lugar era destruir lo posible y ganar lo difícil. Era ceder un poco a alguien, pero no alguien seguro de lo que quiere, sino alguien seguro de para qué la quiere. Y ya está. Eso y que la luz al final del pasillo sea alguien adorándola un poco como si buscara llegar a su ego y endulzarlo con el tacto y no con palabras. Ya tenía suficiente. Sólo faltaba una copa de vino y aligerar los labios. Era descubrir cuando se erraba de camino y cambiarlo a tiempo.
Él no tenía idea de las horas que pensaba ella por segundo y lo de fácil que le era entrar en los sueños de otros para destruirlos antes del amanecer con el más dulce de los “Despierta”.
Vibeke de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Hasardspiel,..Vrei să pariezi știind că va pierde?
A ese hombre le arde en el templo el fuego de poder, envenenado por él, arrasar al águila de Júpiter junto a él y hacer suya toda totalidad de los orbes.
Lo que perdura en ese espacio y tiempo es la condición de un vicio con todas sus sutilezas y brutalidades; sobrellevando a este encuentro donde una y otro se traslapan y se combaten hasta confundir el discurso y deseo como eco y demanda de los actos del otro.
Al ser la voz del Conde dispuesto a la destrucción sin abandonar la conciencia e invariablemente apela a la sensibilidad, la estética y la genialidad monstruosa que tiene al frente y añora enseñar en un único e irrepetible acto de creación de dominio, ese que destella en ese templo, incitándolo a una forma de disputarlo, obtenerlo, ejercerlo, retenerlo y hasta el final perderlo en una fortaleza de aventura pasajera... —No emplee aquella palabra, de sus labios no puede haber algo "complicado" Más si, ya es hora de que en esta noche, sea dominada esa carnosidad, tienta a ser una propiedad, pero ¿Quién no se lo ha dicho? —concluyo, dejando que la linfa se vertiera en un río hacia el ansía, observando cómo se despliega en el alrededor, examina como si fuese el lugar de un crimen y es ahí donde todos los caminos desembarcan en una negra podredumbre y excelente elección porque hasta el peor crimen puede ser manipulado.
Y así provocaba con lo que solo es visible, como a unas balas quería incrustar a la inmortal, descubrir con lo que haría su posesión y la causa que sería ante tal atentado, porque no eran insultos los que ofrece sino trampas para retozar con placer. El Conde desde un principio supo lo que quiso, y eso es lo que está haciendo, a esto se le llama estrategia. — No se puede cambiar de opinión ni de concepto... Quizás esta mal interpretando mis palabras. Como ahora, El desechar, liberar la energía templo a templo, resonar el salvaje lamento de una fragmentada boca, hacer una fosa aquí y ahora es lo quiero —Ya atraído hacia el horror de una batalla amatoria, asesinando la identidad de cada quien para que solo sea fuego lo que emerge, pasión con dolor saborear, oscuridad donde el pergamino de falanges se disperse sin ser vistos hasta el grado de ahorcar.
—Y estoy de acuerdo con usted, hay un millar de razonamientos, no me creo filósofo, sino simplemente defensor de mi ideal...—Y tras emprender pasos firmes hacia la dirección de la inmortal, deleita el candelabro y eleva el brazo, apoderándose de este, invitándole a que siguiera el paso, adentrarse al pasadizo que encontró mientras inspecciona sus curvas y el movimiento que le expone lo ágil que es. Y fue que lentamente empezaron a quedarse sin luz, siendo el Conde el causante de esto que le detuvo por la cintura, empleando presión a estas cuando resonó la caída de tal artefacto, estampándola contra la pared y se acerca de nueva cuenta a sus labios, violentando la lengua a tal grado de hacerla testimonio de una denuncia al asesinato del otro órgano húmedo; chupándola al atraparla, mamando en lo que la mano delinea su finura y la otra hace opresa su nuca, detallando las heridas para retozar con ella...
—¿Ya está claro que es lo que quiero? O ¿Es que no eres de palabras sino de acciones?— pregunto con la mirada fija, descendiendo a lamer su comisura de labios hasta recorrer su mejilla y llegar a su oreja— Es más que un juego, has llamado al arte y pretendo influirlo...—y las uñas cristalizadas se exponen, acariciando la piel nívea de ese monte donde se halla uno de sus senos— ...es algo más que poder —palabras con un deje de quemazón, detonando el filo de las uñas que quieren hacer abertura con la prenda de ese escote— Es parecido a un sepulcro de sexo, ¿Que mejor premio que la bóveda secreta? — descendió la boca a presentarse con la seda, palpando con los labios en busca de su sexo, ya que es el inicio de dominio para bailotear.
Y entre las paredes, una habitación apenas en construcción, el Conde alza la cola del vestido y con los sentidos desarrollados no hace falta describir tal belleza, y se enfoca en recorrer con la extremidad de la lengua su pierna, hallándose con la prenda íntima y moja esta, golpeando sobre la base hasta que sienta la humedad, sin esperar la reacción ajena, solo existían dos posibilidades y ambas eran satisfactorias, por solo emplear las emociones que cambian el transcurso de la firmeza de un templo, sin embargo, el Conde ordena arder en las llamas de la perversión, consumir el bien a plena fechoría nocturna.
Sokolović Rosenthal- Vampiro/Realeza
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Re: Hasardspiel,..Vrei să pariezi știind că va pierde?
"Sería mejor que el fuego se quedara en esta habitación, justo antes de propagarse"
Tenía razón el inmortal, porque a decir verdad, para Vibeke no había nada complicado. O así lo veía ella, que por una extraña razón del destino era mimada con la existencia misma, con cada decisión tomada y con cada capricho que venía a su mente en forma de poderoso deseo. “Los dioses” decía ella, que era pagana, eran buenos con sus planes y le otorgaban sus anhelos en forma de dones, de oportunidades listas para tomar y casi puestas en la planta de su mano. Y todo aquello determinaba su carácter, su modo de sobreponerse a todos y a todo, como si nadie pudiera decirle que no, como si fueran incapaces de no ceder a sus bien planeados influjos. — ¿Insistirá en dominar aun cuando le sea imposible? Ceder a ser dominado sería una mejor carta, porque no se puede poseer lo que se vasta a sí mismo— respondió suave, acariciando cada palabra de la seducción que de por sí la representaba. Sin embargo sí le gustaba ver como intentaban dominarla, convencerla de dejarse domar un poco, de vez en cuando y teniendo a cambio el beneficio de un placer distinto, para ambas partes.
—Se puede cambiar de opinión, claro que sí, porque a veces la razón se va, dando paso a alguna otra cosa— musitó mirándolo de reojo, sin detener su ascenso —Pero de nuevo habla más de lo que hace, como los buenos políticos— agregó burlona, aunque cada letra sonaba como acariciada por la feminidad que rezumaba en cada sonido de sus tacones al avanzar. Hasta ahora le comprendía, aunque se expresara extraño, ocultando verdades entre líneas de misterio y la amenaza del horror generado por él mismo. Quizás era una buena técnica, en general, pero la noruega no era presa fácil de las palabras, porque no era en ellas en las que encontraba placer como la mayoría de las mujeres.
— ¿Y a donde lleva usted ese ideal? — cuestionó ella en el ascenso, justo antes que aquél hombre de cabellos rojos le quitara el candelabro de las manos, como si pretendiera quedar a oscuras con ella e impedirle convertir en fuego y cenizas al lugar y a la gente. Vibeke no dudó porque no temía y avanzó sin escuchar otra cosa distinta al resonar de sus pasos y los de él que se oían secos, como la goma golpeando contra las baldosas que nadie más escucharía. Sus pasos permanecían cerca de los de la noruega y en algún momento los detuvo, ambos, al sujetarla por la fina cintura y besarla como si jamás pudiera besar a nadie más después de ese día, o como si se le estuvieran quemando los labios y encontrara como apagar el ardor repentino. Evidentemente ella respondió, no opuso objeción a sentirse apresada entre la pared y el pelirrojo, ni al ser reclamada su lengua en una invasión húmeda y tentadora de la ajena.
—Prefiero sus acciones más que sus palabras— susurró sobre los labios ajenos, antes de sentirlos susurrarle cerca de su oído y apoyar los dedos en la piel que se mostraba sobre el escote —El arte se plasma, hasta que marca cada parte por donde pasa— mencionó mordiéndose apenas el labio inferior. Ya se había dado cuenta que en medio de sus rarezas, ambos hablaban la misma lengua. Lo supo mientras tiraba de ella como si fuese un regaliz y lo sintió a él buscando no sólo la miel en sus labios sino también la abeja.
Lo vio inclinarse de pronto y sonrió, como sólo puede hacerlo alguien que observa a otro en la posición que le gusta, viéndolo desde arriba pero sabiéndolo bajo sus faldas, esa cárcel con gusto a cereza que aumenta fantasmas y los llama al mismo tiempo. Los rojos cabellos se perdían en el color de su vestido, más intenso pero al fin rojo, como la sangre de ambos, como lo que quería ver más adelante aún en medio de las tinieblas. Y así se perdió casi de vista el inmortal, pero la lengua se anunció sobre sus piernas, en ascenso, hasta chocar con el encaje de la intimidad de sus prendas hasta lograr un jadeo de sus labios fruto de la ansiedad. Así le gustaban las cosas a ella, sin rodeos, al grano y sin sentimientos o moralidades que pudieran detener un placentero incremento de los deseos —Su lengua es mejor ocupada, Conde. Definitivamente así es. Solamente me resta descubrir su habilidad para ser recordada—.
—Se puede cambiar de opinión, claro que sí, porque a veces la razón se va, dando paso a alguna otra cosa— musitó mirándolo de reojo, sin detener su ascenso —Pero de nuevo habla más de lo que hace, como los buenos políticos— agregó burlona, aunque cada letra sonaba como acariciada por la feminidad que rezumaba en cada sonido de sus tacones al avanzar. Hasta ahora le comprendía, aunque se expresara extraño, ocultando verdades entre líneas de misterio y la amenaza del horror generado por él mismo. Quizás era una buena técnica, en general, pero la noruega no era presa fácil de las palabras, porque no era en ellas en las que encontraba placer como la mayoría de las mujeres.
— ¿Y a donde lleva usted ese ideal? — cuestionó ella en el ascenso, justo antes que aquél hombre de cabellos rojos le quitara el candelabro de las manos, como si pretendiera quedar a oscuras con ella e impedirle convertir en fuego y cenizas al lugar y a la gente. Vibeke no dudó porque no temía y avanzó sin escuchar otra cosa distinta al resonar de sus pasos y los de él que se oían secos, como la goma golpeando contra las baldosas que nadie más escucharía. Sus pasos permanecían cerca de los de la noruega y en algún momento los detuvo, ambos, al sujetarla por la fina cintura y besarla como si jamás pudiera besar a nadie más después de ese día, o como si se le estuvieran quemando los labios y encontrara como apagar el ardor repentino. Evidentemente ella respondió, no opuso objeción a sentirse apresada entre la pared y el pelirrojo, ni al ser reclamada su lengua en una invasión húmeda y tentadora de la ajena.
—Prefiero sus acciones más que sus palabras— susurró sobre los labios ajenos, antes de sentirlos susurrarle cerca de su oído y apoyar los dedos en la piel que se mostraba sobre el escote —El arte se plasma, hasta que marca cada parte por donde pasa— mencionó mordiéndose apenas el labio inferior. Ya se había dado cuenta que en medio de sus rarezas, ambos hablaban la misma lengua. Lo supo mientras tiraba de ella como si fuese un regaliz y lo sintió a él buscando no sólo la miel en sus labios sino también la abeja.
Lo vio inclinarse de pronto y sonrió, como sólo puede hacerlo alguien que observa a otro en la posición que le gusta, viéndolo desde arriba pero sabiéndolo bajo sus faldas, esa cárcel con gusto a cereza que aumenta fantasmas y los llama al mismo tiempo. Los rojos cabellos se perdían en el color de su vestido, más intenso pero al fin rojo, como la sangre de ambos, como lo que quería ver más adelante aún en medio de las tinieblas. Y así se perdió casi de vista el inmortal, pero la lengua se anunció sobre sus piernas, en ascenso, hasta chocar con el encaje de la intimidad de sus prendas hasta lograr un jadeo de sus labios fruto de la ansiedad. Así le gustaban las cosas a ella, sin rodeos, al grano y sin sentimientos o moralidades que pudieran detener un placentero incremento de los deseos —Su lengua es mejor ocupada, Conde. Definitivamente así es. Solamente me resta descubrir su habilidad para ser recordada—.
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Re: Hasardspiel,..Vrei să pariezi știind că va pierde?
Cofradía de perversión
—Nada es imposible y para ser un buen político como lo ha llamado ya habría destruido sus principios, estaría sometida ante mí con la falsedad absurda de una hegemonía, no siempre es la labia en las palabras, si no en la manera en la que son dichas, pocos piensan y pocos se detienen a replicar… Pero vamos, hablare con mis acciones, callare para demostrarle mi ideal y cuan tan errada podría estar si no interpreta el habla.
En cuanto termino de exponer su último canto a la conversación, liberó una mordida suave en ese mar de salivas que se enaltecía ante los movimientos candentes de la carnosidad de los labios sumergidos a un beso, estimulando el órgano húmedo con lascivia, desnudando su deseo, el crimen que cometería ante sus prendas, ante ella.
Por qué el Conde observo ese rostro, reconociendo que esa mordida era una aceptación a jugar, así que muy pronto se percibe la simbiosis, engendrando entes mal pensantes que a perjuicio propio se deliran ideas que no son descubiertas por la platinada, pero ¿Por qué la mujer poseía el poder de excitación? Una simple replica y le altivaba la sensación de retozar, hallando a la primera mujer que se le conquistaba con los labios inferiores y no los superiores, con caricias y no palabras. Algo sumamente interesante que le atrajo un deseo sublime para la pasión.
Haciendo un bailoteo de ligeros golpes sobre su base, el recorrido de su piel nívea hacia donde está posando su ansia, le encantó, siendo perfecto que regenere esa manzana después de tantas mordidas al pasar el gusano como dueño de ese juego. Y así fue como sucedió, el resorte de la intimidad se vio destrozada con los colmillos en apenas unos roces, ya desnudado su sexo, lamio desde la parte trasera hasta el frente, ejerciendo una mordida labial que atrapo uno de sus labios, tirando de este y en consecutivo procedimiento recorrió su abertura, yendo sobre los bellos que volvía a morder, resaltando el perfume de la lujuria en cuanto un cinismo de figurarse una serpiente, resonando el choque entre la lengua y sus labios, de arriba hacia abajo, uno, dos, ágil y entretenido con las manos surcando sus largas piernas, haciendo que abriera un poco más pues la cunnilingus debía ser la mayor prioridad.
Y el hambre llamaba al Conde, aclamaba que fuese servido el blanquecino licor, sediento remueve la lengua entre esa pared, yendo a una imitadora penetración, ya la entrada la había hallado que hasta ante el periné se presentó.
Era mejor que un vino bien añejado, una afrodisiaca bebida para estimular más el deseo, pero ¡Qué manera más cínica de menear la lengua! En ese órgano húmedo se ocultaba la verdadera fuerza, sujetado a esa maldita manera de entretenerse, menguando a un compás diabólico, maquiavélico seduce a esa agusanada manzana, golpeando sus laberintos; esos carnosos labios que le incitaban a mordisquearlos, donde quiera que la extremidad de la lengua termine, la tiranía de una locura comienza porque la mente del Conde es el placer de torturar al mismo orgasmo, que entre tanto tragaba el dulzor, envuelto en el aliento a sexo disfrazando una inserción jugosa...
Sokolović Rosenthal- Vampiro/Realeza
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Re: Hasardspiel,..Vrei să pariezi știind că va pierde?
"Las mayores perversiones se traman tras una sonrisa que brilla en la noche."
El placer para Vibeke no sólo implicaba llegar al acto sexual como tal; también implicaba seducir sin mostrarse del todo dispuesta. Era dejar huellas que siguiera un cazador y migas que comería un hambriento. Era dejar señales que ubicara un paranoico y un veneno que anhelara un suicida. Era justamente eso, lo que lograba ahora teniendo el placer de una lengua mejor usada y que danzaba sin prisas pero no lenta en medio de sus firmes piernas.
Sus manos se sujetaron al marco de una pequeña ventana ubicada en lo alto de la pared y su cabeza se reclinó sobre la superficie mientras se mordía los labios y jadeaba de tanto en tanto. Unos pasos se escucharon a lo lejos y parecieron acercarse, pero la noruega no se inmutó, ni sus piernas se movieron para impedir la extensión del placer otorgado por un conde de rodillas y bajo sus faldas. Por el contrario, la inmortal levantó la rodilla y apoyó la planta de su pie en el hombro ajeno, permitiendo que las telas de su ropa femenina se deslizaran con dirección a sus caderas y dejaran algo más a la vista a esos cabellos rojos perdidos entre sus piernas, marcando el camino del fuego que distraía el de unas llamas reales consumiéndolo todo.
Era hábil, no podía negársele lo propio, besaba con empeño la revolución de sus propias palabras, dejándolas ir como saliva involuntaria pero útil para ser un mejor amante, un mejor regente en asuntos más complacientes que el estado de cualquier pueblo. Y los pasos volvieron a resonar, más cercanos y más certeros aunque más lentos, más sigilosos, como si pretendieran descubrir a la dueña de la respiración agitada, cuya reputación quedaría en duda en medio de la clase alta. Y ella sonrió y jugó con lo que tenía, con una visión de fuego que aumentaría según su placer obtenido. Quien fuera que se acercara gritó y emprendió la huida — ¡Fuego, fuego! — se le escuchó decir mientras bajaba las escaleras a toda prisa y los murmullos aumentaban en la planta baja. Vibeke se permitió gemir entre una sonrisa que le declaraba un round más ganado, mientras que pasos se movían de prisa y la música cesaba, temerosa por una falsa alerta. Pero el único fuego presente lo tenía ella entre las piernas, acariciándole el sexo con la lengua y los muslos con los largos cabellos. —El fuego será su causa. Pero espero que sea lo suficientemente fuerte como para lograr quemarme— declaró empujando el pie que le apoyara hasta ahora en el hombro y llevándolo con fuerza al suelo, tan sólo para ponerse sobre él, a horcajadas antes de soltar una pequeña risita antes de inclinarse a su cuello y recorrer con la lengua la piel pálida y suave que declaraba bajo sí una buena vena.
Beso despacio, sólo con sus labios, justo antes probar sin permisos del néctar de su cuello, penetrando la piel con sus colmillos y bebiendo despacio, esperando que la quemara un poco, que le aumentara el deseo al tiempo que los gritos de los otros, deleitando su garganta mientras esperaba de él su siguiente jugada, basada quizás en el enojo de su atrevimiento.
Sus manos se sujetaron al marco de una pequeña ventana ubicada en lo alto de la pared y su cabeza se reclinó sobre la superficie mientras se mordía los labios y jadeaba de tanto en tanto. Unos pasos se escucharon a lo lejos y parecieron acercarse, pero la noruega no se inmutó, ni sus piernas se movieron para impedir la extensión del placer otorgado por un conde de rodillas y bajo sus faldas. Por el contrario, la inmortal levantó la rodilla y apoyó la planta de su pie en el hombro ajeno, permitiendo que las telas de su ropa femenina se deslizaran con dirección a sus caderas y dejaran algo más a la vista a esos cabellos rojos perdidos entre sus piernas, marcando el camino del fuego que distraía el de unas llamas reales consumiéndolo todo.
Era hábil, no podía negársele lo propio, besaba con empeño la revolución de sus propias palabras, dejándolas ir como saliva involuntaria pero útil para ser un mejor amante, un mejor regente en asuntos más complacientes que el estado de cualquier pueblo. Y los pasos volvieron a resonar, más cercanos y más certeros aunque más lentos, más sigilosos, como si pretendieran descubrir a la dueña de la respiración agitada, cuya reputación quedaría en duda en medio de la clase alta. Y ella sonrió y jugó con lo que tenía, con una visión de fuego que aumentaría según su placer obtenido. Quien fuera que se acercara gritó y emprendió la huida — ¡Fuego, fuego! — se le escuchó decir mientras bajaba las escaleras a toda prisa y los murmullos aumentaban en la planta baja. Vibeke se permitió gemir entre una sonrisa que le declaraba un round más ganado, mientras que pasos se movían de prisa y la música cesaba, temerosa por una falsa alerta. Pero el único fuego presente lo tenía ella entre las piernas, acariciándole el sexo con la lengua y los muslos con los largos cabellos. —El fuego será su causa. Pero espero que sea lo suficientemente fuerte como para lograr quemarme— declaró empujando el pie que le apoyara hasta ahora en el hombro y llevándolo con fuerza al suelo, tan sólo para ponerse sobre él, a horcajadas antes de soltar una pequeña risita antes de inclinarse a su cuello y recorrer con la lengua la piel pálida y suave que declaraba bajo sí una buena vena.
Beso despacio, sólo con sus labios, justo antes probar sin permisos del néctar de su cuello, penetrando la piel con sus colmillos y bebiendo despacio, esperando que la quemara un poco, que le aumentara el deseo al tiempo que los gritos de los otros, deleitando su garganta mientras esperaba de él su siguiente jugada, basada quizás en el enojo de su atrevimiento.
Última edición por Vibeke de Bordeaux el Dom Mayo 17, 2015 11:44 pm, editado 1 vez
Vibeke de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Hasardspiel,..Vrei să pariezi știind că va pierde?
El néctar que desprendía ese sexo, exquisito lubricante que se adhería con el sabor de su saliva, ni dulce, ni amargo, un perfecto licor que calmaba momentáneamente la sed, y que a su vez la altiva deseando más de este.
Siendo excitante el sonar de la lengua con esos labios menores, una sinfonia erotica para quienes la escuchasen, que invitaba a una lascivia fugaz, un orgasmo sufrido por los tímpanos, que en cuanto era interrumpido por unos pasos firmes, y el gemir de la platinada se transformaba en la captura de un anhelo por escuchar sollozar a la mujer, que pidiera que le penetren y no con palabras, sino con su templo a plena lujuria incitada.
En tanto el Conde como vil serpiente, arrastrando de un lado y a otro su asquerosa pero complaciente lengua, dejando esos cabellos al descubiertos al tener acceso a la cavidad ya que su pierna fue levantada, cediendo a la vista la entrada de esa jugosa manzana; como gusano busca perforar el corazón (refiriéndose a la oquedad), simulando una penetración donde las manos entreabren sus paredes, ejecutando un despliegue en seguida de un salvaje circular, presionando para la presentación a su campanilla.
Seducido, él sigue gozando, resonando de nueva cuenta los pasos, fantaseando candentemente en que quedar expuestos aumentaba la perversidad, esa diversión de ser descubiertos y tener que asesinarlos uno por uno, para seguir revolcándose bajo la sangre derramada, ya proyectándola a ella desnuda... ¡Una recia mordida y la linfa desciende de entre sus piernas! Provocado por el gritar del hombre con revuelto, aterrorizado, y fascinado por el contrario, le descontrolo la boca y la consecuencia se expuso queriendo ya devorarle.
Supuso que aquella trampa fue creada por la mujer de piernas abiertas, siendo una farola de caos, sucesivo del empuje producido de su pie que le hace caer al suelo; más por verla ya menear sus caderas fue que se posó al suelo, que al mirarle con firmeza se relamió los labios, evidenciando la sangre ajena que había arrebatado con fuerza.— Tenga cuidado de sus palabras, no querrá quedar solo en cenizas —declaró, desnudando las bajas pasiones; la morbosidad del templo y pensamiento, apoderándose de sus curvas que las desliza de un sube y baja, realizando un desvío ya que mientras ella muerde del cuello, el Conde no se queda atrás, quiere ser el primero en todo, guiar a la platinada, demostrándolo al formar los dedos y adentrar la mano derecha a la humedad de sus muslos, avanzando más en lo que castiga a la abertura a ser cubierta por estos dedos que pronto presionaron y liberó un gruñido, siendo consecuencia de la mordedura, enmarcando la dureza de su extremidad, meneando los dedos aun adentrando otro más y cubrile como a un dotado falo, invitándole a que se desquitara con el cuello, sus colmillos le garantizaron la bestialidsd con la que podria follar, y es que el dolor, el ardor, y la atracción ofrecía al pellizcar su boton, llamando al incendio a pleno rojo vivo, aparentar la sangre como al fuego, ese era el ya deseo concupiscente con ella. Destrozar ese casino con la fornicación de dos bestias bañadas en fluidos, ser llamas en cuanto la última luz se extinga.
1. ↑Conde, Sokolović Bertok Rosenthal.
Siendo excitante el sonar de la lengua con esos labios menores, una sinfonia erotica para quienes la escuchasen, que invitaba a una lascivia fugaz, un orgasmo sufrido por los tímpanos, que en cuanto era interrumpido por unos pasos firmes, y el gemir de la platinada se transformaba en la captura de un anhelo por escuchar sollozar a la mujer, que pidiera que le penetren y no con palabras, sino con su templo a plena lujuria incitada.
En tanto el Conde como vil serpiente, arrastrando de un lado y a otro su asquerosa pero complaciente lengua, dejando esos cabellos al descubiertos al tener acceso a la cavidad ya que su pierna fue levantada, cediendo a la vista la entrada de esa jugosa manzana; como gusano busca perforar el corazón (refiriéndose a la oquedad), simulando una penetración donde las manos entreabren sus paredes, ejecutando un despliegue en seguida de un salvaje circular, presionando para la presentación a su campanilla.
Seducido, él sigue gozando, resonando de nueva cuenta los pasos, fantaseando candentemente en que quedar expuestos aumentaba la perversidad, esa diversión de ser descubiertos y tener que asesinarlos uno por uno, para seguir revolcándose bajo la sangre derramada, ya proyectándola a ella desnuda... ¡Una recia mordida y la linfa desciende de entre sus piernas! Provocado por el gritar del hombre con revuelto, aterrorizado, y fascinado por el contrario, le descontrolo la boca y la consecuencia se expuso queriendo ya devorarle.
Supuso que aquella trampa fue creada por la mujer de piernas abiertas, siendo una farola de caos, sucesivo del empuje producido de su pie que le hace caer al suelo; más por verla ya menear sus caderas fue que se posó al suelo, que al mirarle con firmeza se relamió los labios, evidenciando la sangre ajena que había arrebatado con fuerza.— Tenga cuidado de sus palabras, no querrá quedar solo en cenizas —declaró, desnudando las bajas pasiones; la morbosidad del templo y pensamiento, apoderándose de sus curvas que las desliza de un sube y baja, realizando un desvío ya que mientras ella muerde del cuello, el Conde no se queda atrás, quiere ser el primero en todo, guiar a la platinada, demostrándolo al formar los dedos y adentrar la mano derecha a la humedad de sus muslos, avanzando más en lo que castiga a la abertura a ser cubierta por estos dedos que pronto presionaron y liberó un gruñido, siendo consecuencia de la mordedura, enmarcando la dureza de su extremidad, meneando los dedos aun adentrando otro más y cubrile como a un dotado falo, invitándole a que se desquitara con el cuello, sus colmillos le garantizaron la bestialidsd con la que podria follar, y es que el dolor, el ardor, y la atracción ofrecía al pellizcar su boton, llamando al incendio a pleno rojo vivo, aparentar la sangre como al fuego, ese era el ya deseo concupiscente con ella. Destrozar ese casino con la fornicación de dos bestias bañadas en fluidos, ser llamas en cuanto la última luz se extinga.
"Y terminará por arder con el veneno traicionero de una pasión…"[1].
1. ↑Conde, Sokolović Bertok Rosenthal.
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Re: Hasardspiel,..Vrei să pariezi știind că va pierde?
"Los tacones son para apoyarlos en los hombros, no para tropezar"
No conocía límites, ni nadie jamás se atrevió a cuestionarla, ni a cortarle esas alas puntiagudas capaces de hacer sangrar a cualquiera aún en pleno vuelo. Era como una daga que cortaba al ser lanzada, luego de creerla amiga por cargarla en la pretina. Nadie la conocía, pero se creían con el derecho de sacarle los gemidos y atribuirles sus propios nombres, mismos que jamás salían de los labios de la noruega.
No obstante ella tampoco se quejaba, los peros no existían en sus labios carnosos y sólo se detenía cuando obtenía lo que buscaba. El conde se deslizaba por sus deseos y sus piernas, por su sexo, por la humedad del mismo y por cada antojo que recorriera a la inmortal. Él estaba allí para servirle aunque en principio se hubiera mostrado dominante. Seguía de rodillas o bajo ella misma, complaciéndola a costa de sus propios deseos y de una entrepierna endureciéndose entre sus pantalones. No se detenía tampoco por pasos cercanos, era tan cínico como ella misma y no se detenía tampoco una vez se le metía algo en la cabeza.
Vibeke gimió más alto cuando aparte de la lengua empezó a usar las manos, acariciando, abriendo y presionando donde debía cada vez que se movía. Los colmillos hacían lo suyo, siendo imposible retirarlos cada vez que probaba de ella como si de un manjar se tratase. Y así le gustaba, con cierto salvajismo que le robara la sangre y la hiciera retorcerse queriendo aún más.
—Cenizas será este lugar, cenizas el deseo que acumulemos— declaró sobre él, observando a esos ojos pícaros y retadores, como si lo conocieran todo y anunciaran una siguiente jugada. Gruñó cuando la platinada lo hubo mordido y eso justamente era de los sonidos que más disfrutara. Su sexo se vio ocupado de nuevo, por dedos largos que buscaban sus gemidos y que lograban que la mordida que ella le deba aumentara aún más. Por lo mismo, Vibeke tiró de las ropas del pelirrojo conde y deslizó sus manos por el pecho desnudo que se exponía tras desgarrar las prendas superiores. Así lo quería ella, sin nada que cortara la sensación de una piel que se contrae y humedece al contacto con el placer y se olvida a sí misma por centrar su atención en una sola cosa.
Sus manos jamás reemplazarían a un miembro, pero eran lo necesario para provocarla y darle tiempo de verlo bañado en su propia sangre, justo antes de unirse en uno sólo mientras el lugar creía estallar en llamas. Vibeke de Bordeaux sostenía ilusiones más fuertes en momentos de excitación, las mantenía al punto de escuchar fuertes gritos mientras todos corrían fuera de aquél lugar, de ese piso que ellos pretenderían destrozar cuando empezaran las estocadas. De ese suelo que se cubriría de sangre mientras ellos se disfrutaban, mientras Vibeke permitía que la sangre del conde se deslizara por su cuello, mientras ella lo atraía más hacia sí misma y perforaba con sus colmillos en la zona del hombro, probando una y otra vez, sin permisos y sin causas.
No obstante ella tampoco se quejaba, los peros no existían en sus labios carnosos y sólo se detenía cuando obtenía lo que buscaba. El conde se deslizaba por sus deseos y sus piernas, por su sexo, por la humedad del mismo y por cada antojo que recorriera a la inmortal. Él estaba allí para servirle aunque en principio se hubiera mostrado dominante. Seguía de rodillas o bajo ella misma, complaciéndola a costa de sus propios deseos y de una entrepierna endureciéndose entre sus pantalones. No se detenía tampoco por pasos cercanos, era tan cínico como ella misma y no se detenía tampoco una vez se le metía algo en la cabeza.
Vibeke gimió más alto cuando aparte de la lengua empezó a usar las manos, acariciando, abriendo y presionando donde debía cada vez que se movía. Los colmillos hacían lo suyo, siendo imposible retirarlos cada vez que probaba de ella como si de un manjar se tratase. Y así le gustaba, con cierto salvajismo que le robara la sangre y la hiciera retorcerse queriendo aún más.
—Cenizas será este lugar, cenizas el deseo que acumulemos— declaró sobre él, observando a esos ojos pícaros y retadores, como si lo conocieran todo y anunciaran una siguiente jugada. Gruñó cuando la platinada lo hubo mordido y eso justamente era de los sonidos que más disfrutara. Su sexo se vio ocupado de nuevo, por dedos largos que buscaban sus gemidos y que lograban que la mordida que ella le deba aumentara aún más. Por lo mismo, Vibeke tiró de las ropas del pelirrojo conde y deslizó sus manos por el pecho desnudo que se exponía tras desgarrar las prendas superiores. Así lo quería ella, sin nada que cortara la sensación de una piel que se contrae y humedece al contacto con el placer y se olvida a sí misma por centrar su atención en una sola cosa.
Sus manos jamás reemplazarían a un miembro, pero eran lo necesario para provocarla y darle tiempo de verlo bañado en su propia sangre, justo antes de unirse en uno sólo mientras el lugar creía estallar en llamas. Vibeke de Bordeaux sostenía ilusiones más fuertes en momentos de excitación, las mantenía al punto de escuchar fuertes gritos mientras todos corrían fuera de aquél lugar, de ese piso que ellos pretenderían destrozar cuando empezaran las estocadas. De ese suelo que se cubriría de sangre mientras ellos se disfrutaban, mientras Vibeke permitía que la sangre del conde se deslizara por su cuello, mientras ella lo atraía más hacia sí misma y perforaba con sus colmillos en la zona del hombro, probando una y otra vez, sin permisos y sin causas.
Vibeke de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Hasardspiel,..Vrei să pariezi știind că va pierde?
¿Es posible que allá en el mundo físico exista alguien que pueda autorrealizarse sin la necesidad de la magia sexual? ... La respuesta es; Sí, solo las bestias se complacen de la atrocidad sin impregnarse.
La energía sexual era la vida rápida a este camino, sabiamente empleado por el Conde puede producir inmensas transformaciones con quien práctica lo físico y psíquico de la sicalipsis en una mano, en el pensamiento y absolutamente en la razón. Siendo uno de los hombres que conocen los desastres que producen los orgasmos; correspondiendo a una auténtica castración, lisa y llana. En donde se halla la máxima causa que esconden o quizás trascienden de la iris del Conde, abundando la mayoría de los males que aquejan en esa masturbacion, moviendo la falanges de los dedos como si fuese un arpa de hierro, empleando fuerza para tirar de las cuerdas y producir sonido alguno, porque no quiere liberar un orgasmo, ya que eso no produce verdadero placer, aquello solo es obra de un segundo, tampoco es satisfactorio pues deja una sensación de vacío, y que digan lo que quieran, terminaría siendo un hastío hasta la separación del templo pues destruye la posición, tal que constituye un auténtico suicidio; la mayor agresión y traición que se puede cometer contra sí mismo, lastima que pocos lo sepan. Jodido que hasta con el menor movimiento controla ese botón.
Y aquí, entre cruces y pellizcos, sembrar poluciones nocturnas es lo que sabe hacer, teniendo como respuesta aquel candente liquido que servia como lubricante, si fuese por el Conde preferiría la sequedad ya que el dolor y el ardor son las adoraciones de la excitación.
Pero, en cambio la platinada, se aferraba a sus mordidas, no lo niega, reconoce que en parte se halle endurecido su falo, y en consecuencia de la morbosidad, sus uñas se presentaron para rasgar de esas paredes vagjnales, incitandola a que palpite esa semilla, que desee tener al gusano carcomiendole.
Y traviesamente pellizco con fuerza, tirando de un labio para luego ir golpeando con la palma su sexo, manteniendo fija la mirada en ella, gruñendo porque el fuego ya podía percibirlo en su interior, activandolo que de nueva cuenta incrusta los dedos, pero esta vez fueron los 5 como un trébol reviviendo por la humedad.
Pues su lasciva bestialidad le plantaba una idea descabellada, si pudiese su puño penetrar de tal manera que la platinada de piernas abiertas fuese una mujer pariendo gemidos del bendito dolor lo haría, ejecutaria tal acto bellisimo.
...Y así retozando, se hunde a un juego sexual, ya la sangre reinaba entre ellos, así como la congoja les abrazaba, desprendiendo la pestilencia sexual que da un salto, provocando a la platinada y sin importar el desgarre en su piel por estar sujeto a sus colmillos, fue que quedó sobre de ella, desnudando los colmillos por la descarez de empujar el brazo en medio de sus piernas, atreviéndose a relamer sus labios, seguido de una mordida que la sangre como un bello y erótico manantial seguían recorriendo de su mentón, luego del pecho al decorar del carmín su nívea piel hasta impregnarse en las prendas de abajo removiendo la muñeca al deleitar ya el lecho sangriento para ver si unos gemidos serían la totalidad del encuentro o iría más allá de ello, produciendo un siameses de alaridos para la llamada del holocausto entre ellos por la desesperación de incinerar, pero esta vez, no solo cabellos, ni labios, todo lo que se encuentre a su alrededor arrasarian.
Sokolović Rosenthal- Vampiro/Realeza
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Re: Hasardspiel,..Vrei să pariezi știind că va pierde?
El placer es como la arena, se puede deshacer entre los dedos
¿Cuál había sido el motivo real de asistir a esa nada modesta reunión? El deseo de horror de cada quema de brujas le recorría las ganas, haciéndole desear ver a tantos ardiendo mientras gritaban y gemían por última vez aunque no de placer. Sería como ponerlos en lugar de vampiros expuestos al sol luego de ser cazados como ratas, y al igual que brujas reales y teóricas a las que ataban a un madero en una plaza central e incineraban hasta desaparecer hasta los huesos. Allí habían culpables, patrocinadores de la masacre a lo sobrenatural.
Y sus ilusiones no serían suficientes, aunque se había entretenido en el camino de un egocéntrico conde que ocultaba su inmortalidad entre dinero y poder bien manipulado, eso no mermaba su deseo inicial, que tendría que pasar a hechos en apenas un par de minutos, luego de sentirse lo suficientemente a gusto como para partir.
El miembro firme seguía bajo ella, sin mostrarse aún pese a que eso era lo que deseaba. Vibeke era impaciente y al estar con ese hombre o con cualquiera, lo único que buscaba es que ese icono de masculinidad se erigiera dentro de su cuerpo hasta dejarla exhausta. No obstante, el conde parecía más paciente, más dado a juegos manuales que a permitir que su sexo se complaciera mientras hacía desear más a otro. Y ella no tenía tiempo. Pero el detonante de su impaciencia fue la palma sobre su sexo, un acto que detestaba proviniendo de un hombre, que hacía tiempo como si no tuviera un arma entre las piernas, lo suficientemente firme como para tener anclada a la platinada durante un buen tiempo.
Vibeke se levantó de inmediato, tirándolo hacia un lado porque ella jamás estaba debajo de nadie, independiente de quien fuera. Se acomodó las ropas con rapidez y lanzó una mirada rápida al conde, aún en el suelo mirando casi con sorpresa —Tengo poco tiempo, y sus manos no podrán ocultar para siempre sus incapacidades. Diría que lo lamento, pero no me gustan las mentiras. — dicho esto esbozó una sonrisa más sardónica que sincera y emprendió su partida, sin mirar atrás y sin importarle en absoluto lo que fuera que él sentía. Ella se sentía molesta, la paciencia no era una de sus virtudes y el irse decepcionada la hacía sentir aún más molesta.
Sólo restaba empezar con el fuego, acabar con todo lo posible y luego desaparecer como si nada, sin tomarse el tiempo suficiente para ver desaparecer todo bajo las llamas.
Y sus ilusiones no serían suficientes, aunque se había entretenido en el camino de un egocéntrico conde que ocultaba su inmortalidad entre dinero y poder bien manipulado, eso no mermaba su deseo inicial, que tendría que pasar a hechos en apenas un par de minutos, luego de sentirse lo suficientemente a gusto como para partir.
El miembro firme seguía bajo ella, sin mostrarse aún pese a que eso era lo que deseaba. Vibeke era impaciente y al estar con ese hombre o con cualquiera, lo único que buscaba es que ese icono de masculinidad se erigiera dentro de su cuerpo hasta dejarla exhausta. No obstante, el conde parecía más paciente, más dado a juegos manuales que a permitir que su sexo se complaciera mientras hacía desear más a otro. Y ella no tenía tiempo. Pero el detonante de su impaciencia fue la palma sobre su sexo, un acto que detestaba proviniendo de un hombre, que hacía tiempo como si no tuviera un arma entre las piernas, lo suficientemente firme como para tener anclada a la platinada durante un buen tiempo.
Vibeke se levantó de inmediato, tirándolo hacia un lado porque ella jamás estaba debajo de nadie, independiente de quien fuera. Se acomodó las ropas con rapidez y lanzó una mirada rápida al conde, aún en el suelo mirando casi con sorpresa —Tengo poco tiempo, y sus manos no podrán ocultar para siempre sus incapacidades. Diría que lo lamento, pero no me gustan las mentiras. — dicho esto esbozó una sonrisa más sardónica que sincera y emprendió su partida, sin mirar atrás y sin importarle en absoluto lo que fuera que él sentía. Ella se sentía molesta, la paciencia no era una de sus virtudes y el irse decepcionada la hacía sentir aún más molesta.
Sólo restaba empezar con el fuego, acabar con todo lo posible y luego desaparecer como si nada, sin tomarse el tiempo suficiente para ver desaparecer todo bajo las llamas.
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Vibeke de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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