AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Lightning Strike [Privado]
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Lightning Strike [Privado]
El instinto dicta el deber y la inteligencia da pretextos para eludirlo.
Cerré los ojos momentáneamente y tensé la mandíbula, tenía planes más importantes que el estar llegando a una conclusión acerca de mi antigua y muy marcada vida, una cita con una de las damas de la alta sociedad, Elene Rossato, había escuchado de ese apellido desde muy pequeño, claro el dinero hace una reputación que ni el más inteligente y poco adinerado podría lograr en su vida, desde pequeño lo había aprendido ¿No había sacado provecho de tal privilegio en mis tiempos de adolescencia? Sonreí de lado abriendo los ojos y recordando que todo lo que me proponía lo había logrado no solo por el dinero, mi astucia era indiscutible y en ese aspecto mi ego era insuperable, pero el contar con una buena cantidad de francos en el banco y dinero en cuantas del extranjero sin duda daba ese impulso que cualquier pobre diablo desea. Mis pasos se hicieron más largos casi parecía que corría al encuentro con la mujer, pero era debido también que estaba hastiado de estar viendo tan felices e inocentes a los de mi alrededor que me causaba molestia, gruñí y seguí mi camino sin mirar a nadie, sin sonreírle a nadie, el estar a tiempo en las citas de negocio era de vital importancia y hasta el momento no conocía a la señorita Rossato, no tenía ni la más mínima idea de cómo era su cabello, su tez, contextura, su actitud en particular, podría toparme con una mujer tan falta de carácter que me causara en parte lastima o una mujer llena de orgullo y arrogancia que despertara que pudiera dejarme sorprendido de lo poco que se ve en las del sexo opuesto en París, pero lo ultimo estaba de sobra, el cheque solo debía ser tirado en la mesa, escuchar las demandas de la joven mujer y estrecharse las manos para sellar el trato.
Finalmente llegué a la textilería, el edificio se alzó ante mi vista, tan gris y meticuloso con ventanales grandes y de cristal que dejaban entrar la luz al interior, la oscuridad no era mi mejor amiga, pero a veces si era la mejor confidente, inspiré profundo dejando salir el aire por mis fosas nasales lentamente, mi personalidad pública y falsa empezaba a poseerme, caminado hacia la entrada uno de los guardias se sorprendió al verme balbuceando un saludo de buenas tardes, sonreí un poco y asentí levemente al abrirme la puerta, ya adentro mis facciones se endurecieron mirando a algunos de mis empleados de un lado para otro con papeles en las manos y con miradas casi de infartos al encontrase con mi imagen, alcé la ceja y negué encaminándome hacia el pasillo que daba encuentro a mi oficina, el gerente del negocio rápidamente salió a mi recibimiento, le miré de reojo – Buenas tardes joven Renaldi - asentí con desanimo y fruncí el ceño – Buenas tardes Claude - me troné los nudillos disimuladamente y alcé la ceja viéndole – Todo está preparado para la reunión que tiene con la joven Rossato - asentí pensativo a él – De acuerdo Claude, quiero que cuando llegué la recibas personalmente y sin ninguna espera la lleves a mi oficina, no quiero que se lleve una mala impresión del negocio, mucho menos que tenga que esperar por algo que no debe, es la clienta y como siempre ella lleva las riendas en todo tipo de trato - él asintió – Las bebidas también están listas joven, de las mejores reservas y cosechas - llegando frente a mi despacho la secretaria me miro atenta dándome un folder que eran unas ordenes de algunos envíos de la semana hacia fuera de París que tenía en la tarde, fruncí el ceño curioso viendo las ordenes – ¿Este es el pedido que va hacia Italia? - de inmediato Claude me miró atento – Sí joven ese es el pedido, como vera la cantidad que especificaron está detallada acá, aquí está el costo que nos saldrá por el envío, la orden de entrega que se le hará llegar al comprador y también aquí están los costes adicionales por el tiempo límite que está pidiendo - alcé la ceja y asentí – Esto debe estar a tiempo allá Claude, no soy alguien que queda mal y sabes que este hombre es de nuestros clientes fieles espero no haya inconveniente - él alzó ambas cejas y asintió – Creo que es todo por el momento, necesito que te vayas al lobby y esperes a la joven Rossato - miré mi reloj de pulsera – Ya casi es hora, quiero que estés afuera esperándola, que la recibas en la entrada y como te dije no la hagas esperar, de inmediato a mi oficina- él asintió, volteé hacia la secretaria – Trae dos vasos y dos copas y también las bebidas que llegaron hoy en la mañana - ella se levantó de inmediato y se retiró, le seguí con el rabillo del ojo y abrí la puerta entrando a mi oficina, ordenada y limpia, con el brillo del sol puliendo los muebles de caoba maciza y el cuero en las sillas y el mueble reluciendo, el olor a menta se colaba por mi nariz, sonreí con satisfacción el plan marchaba a la perfección.
Pasé mi mano por las sillas donde vería tomar asiento la mujer con una expresión relajada, rodeando el escritorio llegué hasta mi silla y me quedé parado viendo un pequeño reloj que me mostraba que la luz del sol no duraría mucho en el cielo, la luna se alzaría como la reina en menos de lo que esperara, cerré los ojos y tensé la mandíbula, había cierto asunto que arreglaría más tarde, un pequeño y asqueroso asunto que cambiaba de forma y hacía de sus maldades como pequeño solo en una casa llena de cristal, apreté las manos en puño imaginando lo que haría con esa molestia pero por el momento el escenario era otro, un mundo que me era extraño, seríamos solo ella y yo, papeles y dinero, palabras y miradas, las cuatro paredes serían las únicas testigos de cualquier asunto que deberíamos discutir y el segundero, el segundero sería mi peor enemigo en todo aquello.
Marcel Proust
El tiempo pasaba sin dar tregua, no es algo que me causara placer, todo era mejor cuando la luz del sol estaba iluminándome y enalteciéndose tan sublime sobre mi cabeza, haciéndome olvidar de la doble vida que llevaba, tampoco aquellas criaturas tenían un horario especifico para salir a hacer de sus fechorías pero por alguna extraña razón todo parecía un mejor escenario con la luna tan marcada en el cielo acompañada del manto estelar que daba preludio que nada bueno podría ocurrir durante ese tiempo en donde la oscuridad es la ama y señora de cualquier criatura que decida respirar, que decida vivir, que decida existir en pocas palabras. Quedándome parado frente a un café aprecié como una pareja disfrutaba de tazas de aquel producto amargo y negro, algo tan simple y a la vez tan complejo, al parecer en ese momento solo eran ellos dos y lo demás solamente sobraba, no es que les tuviera envidia porque mi pensamiento seguía significando que nadie era suficiente para mí, no era un hombre cuyo ego era infinito pero tampoco me conformaba con lo primero que encontrara, había disfrutado de mis compañeras pero más allá de esa frontera el límite de cruce jamás había aparecido si previo aviso, claro había cierta mujer que me tenía inquieto desde hace mucho pero nada por lo que debería preocuparme ¿o sí? Fruncí el ceño negándome a la idea, un plan bizarro y que no debía ocupar mi mente en ningún momento y me metí las manos a los bolsillos caminando algo cabizbajo por en medio de la algarabía que se armaba con fervor a mi alrededor, todos parecían tener un objetivo en mente pero ¿Cuál era el mío? ¿Dónde había sido guardado el Isaac Renaldi que era cuando estuve en Estados Unidos dedicándome a los estudios? ¿Estaba realmente muerto o yo me empecinaba en enterrarlo para no dejarlo salir? No lo quería ver por el momento, era como una niebla fantasmagórica que me cubriría sí la dejara tomar vida entre mi existencia.Cerré los ojos momentáneamente y tensé la mandíbula, tenía planes más importantes que el estar llegando a una conclusión acerca de mi antigua y muy marcada vida, una cita con una de las damas de la alta sociedad, Elene Rossato, había escuchado de ese apellido desde muy pequeño, claro el dinero hace una reputación que ni el más inteligente y poco adinerado podría lograr en su vida, desde pequeño lo había aprendido ¿No había sacado provecho de tal privilegio en mis tiempos de adolescencia? Sonreí de lado abriendo los ojos y recordando que todo lo que me proponía lo había logrado no solo por el dinero, mi astucia era indiscutible y en ese aspecto mi ego era insuperable, pero el contar con una buena cantidad de francos en el banco y dinero en cuantas del extranjero sin duda daba ese impulso que cualquier pobre diablo desea. Mis pasos se hicieron más largos casi parecía que corría al encuentro con la mujer, pero era debido también que estaba hastiado de estar viendo tan felices e inocentes a los de mi alrededor que me causaba molestia, gruñí y seguí mi camino sin mirar a nadie, sin sonreírle a nadie, el estar a tiempo en las citas de negocio era de vital importancia y hasta el momento no conocía a la señorita Rossato, no tenía ni la más mínima idea de cómo era su cabello, su tez, contextura, su actitud en particular, podría toparme con una mujer tan falta de carácter que me causara en parte lastima o una mujer llena de orgullo y arrogancia que despertara que pudiera dejarme sorprendido de lo poco que se ve en las del sexo opuesto en París, pero lo ultimo estaba de sobra, el cheque solo debía ser tirado en la mesa, escuchar las demandas de la joven mujer y estrecharse las manos para sellar el trato.
Finalmente llegué a la textilería, el edificio se alzó ante mi vista, tan gris y meticuloso con ventanales grandes y de cristal que dejaban entrar la luz al interior, la oscuridad no era mi mejor amiga, pero a veces si era la mejor confidente, inspiré profundo dejando salir el aire por mis fosas nasales lentamente, mi personalidad pública y falsa empezaba a poseerme, caminado hacia la entrada uno de los guardias se sorprendió al verme balbuceando un saludo de buenas tardes, sonreí un poco y asentí levemente al abrirme la puerta, ya adentro mis facciones se endurecieron mirando a algunos de mis empleados de un lado para otro con papeles en las manos y con miradas casi de infartos al encontrase con mi imagen, alcé la ceja y negué encaminándome hacia el pasillo que daba encuentro a mi oficina, el gerente del negocio rápidamente salió a mi recibimiento, le miré de reojo – Buenas tardes joven Renaldi - asentí con desanimo y fruncí el ceño – Buenas tardes Claude - me troné los nudillos disimuladamente y alcé la ceja viéndole – Todo está preparado para la reunión que tiene con la joven Rossato - asentí pensativo a él – De acuerdo Claude, quiero que cuando llegué la recibas personalmente y sin ninguna espera la lleves a mi oficina, no quiero que se lleve una mala impresión del negocio, mucho menos que tenga que esperar por algo que no debe, es la clienta y como siempre ella lleva las riendas en todo tipo de trato - él asintió – Las bebidas también están listas joven, de las mejores reservas y cosechas - llegando frente a mi despacho la secretaria me miro atenta dándome un folder que eran unas ordenes de algunos envíos de la semana hacia fuera de París que tenía en la tarde, fruncí el ceño curioso viendo las ordenes – ¿Este es el pedido que va hacia Italia? - de inmediato Claude me miró atento – Sí joven ese es el pedido, como vera la cantidad que especificaron está detallada acá, aquí está el costo que nos saldrá por el envío, la orden de entrega que se le hará llegar al comprador y también aquí están los costes adicionales por el tiempo límite que está pidiendo - alcé la ceja y asentí – Esto debe estar a tiempo allá Claude, no soy alguien que queda mal y sabes que este hombre es de nuestros clientes fieles espero no haya inconveniente - él alzó ambas cejas y asintió – Creo que es todo por el momento, necesito que te vayas al lobby y esperes a la joven Rossato - miré mi reloj de pulsera – Ya casi es hora, quiero que estés afuera esperándola, que la recibas en la entrada y como te dije no la hagas esperar, de inmediato a mi oficina- él asintió, volteé hacia la secretaria – Trae dos vasos y dos copas y también las bebidas que llegaron hoy en la mañana - ella se levantó de inmediato y se retiró, le seguí con el rabillo del ojo y abrí la puerta entrando a mi oficina, ordenada y limpia, con el brillo del sol puliendo los muebles de caoba maciza y el cuero en las sillas y el mueble reluciendo, el olor a menta se colaba por mi nariz, sonreí con satisfacción el plan marchaba a la perfección.
Pasé mi mano por las sillas donde vería tomar asiento la mujer con una expresión relajada, rodeando el escritorio llegué hasta mi silla y me quedé parado viendo un pequeño reloj que me mostraba que la luz del sol no duraría mucho en el cielo, la luna se alzaría como la reina en menos de lo que esperara, cerré los ojos y tensé la mandíbula, había cierto asunto que arreglaría más tarde, un pequeño y asqueroso asunto que cambiaba de forma y hacía de sus maldades como pequeño solo en una casa llena de cristal, apreté las manos en puño imaginando lo que haría con esa molestia pero por el momento el escenario era otro, un mundo que me era extraño, seríamos solo ella y yo, papeles y dinero, palabras y miradas, las cuatro paredes serían las únicas testigos de cualquier asunto que deberíamos discutir y el segundero, el segundero sería mi peor enemigo en todo aquello.
Isaac Renaldi- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/07/2014
Re: Lightning Strike [Privado]
Cuando la vida te presente razones para llorar, demuéstrale que tienes mil y una razones para reír.
Anónimo
Respiró profundo sorbiendo de manera delicada la taza de té. Sentada frente a la salida de sol descansaba su espalda en el jardín con vista al pequeño lago en su mansión. Se preguntó por cuánto tiempo más la tranquilidad le acompañaría. Las semanas pasadas habían sido un nefasto caos con los nuevos cambios que su prometido había realizado en la mansión, ahora no solo sería suya sino nuestra y lo peor era que parecía un laberinto tétrico con catacumbas, era obvio por el origen del futuro esposo de la italiana. Apretó un poco los labios porque se quemó con el vapor al haber retenido mucho tiempo su boca en la porcelana fina y se consoló con el pañuelo de seda haciendo un mohín. Definitivamente cualquier cosa sería mejor que sus pensamientos, incluso el dolor. Frunció el ceño negando con una sonrisa y trató de tranquilizarse, no era de las mujeres que se dejaba tirar en el camino de la amargura, después de todo tenía lo que cualquiera pudiese tener y sobre todo vida, lo que a muchos les faltaba pero aún seguían herrando en el mundo. Sus pensamientos se hacían más profundos con el pasar de los minutos y una clara idea se vino a la oscuridad de su rostro.
Sabía las costumbres de muchos aristócratas de la ciudad, unos jugaban póker, otros buscaban refugio casas de citas y relaciones vulgares y ella, ella sólo era una compradora compulsiva de ropas pese a que su armario estuviese a explotar. Así que no perdió mucho tiempo y todas esas ganas de querer despilfarrar la herencia que su familia había trabajado por generaciones en tela de calidad para que su modisto trabajara en nuevas creaciones para ella. Adoraba lo personal, comprar en una vitrina lo que cualquiera pudiese usar no era de su elección, gustaba de originalidad al momento de vestir y en París todo era una competencia por quién vestía mejor ‘’la casa de la moda’’ por algo llevaba ese segundo nombre la ciudad del amor, además, era una mujer, tenía los elementos y excusas para poder hacer y deshacer. Se levantó dejando la taza de té a medio terminar y corrió a paso ligero hasta dentro de su mansión hablándole a su ama de llaves Dorothea, quien permanecía con ella la mayor parte del tiempo viendo como sus deseos y depresiones se hacían en indumentaria real. Explicó a la mujer sus planes y ella atentamente comentó que la textiles ‘’Renaldi’’ era una sensación fresca y nueva en París, tal cual ella.
Con una sonrisa envió una carta de su puño y letra excusándose al dueño por la improvista visita que esa misma tarde le haría a su exitosa empresa, explicando que realizaría una compra numerosa y que gustaría que fuera él o alguien muy experimenado quien atendiese. El apellido Rossato apellido era muy conocido en París, más por el escándalo de desposarse de un recién conocido al cual jamás habían visto en público como una relación formal, era de acostumbrarse, le importaba poco si era por ese pequeño detalle que le reconocía pero estaba segura que sería un atento vendedor a la una compulsiva, escandalosa y millonaria, Elene Rossato. Torció los labios y firmando con la pluma remojando unas cuantas veces en la tinta, selló la carta y mandó a uno de sus empleados de confianza a entregársela personalmente al desconocido empresario. No esperaba una carta como respuesta más sí su servicio, tampoco su atención personal, se tornaba algo quisquillosa cuando se trataba de algo que le gustaba y pediría la total seriedad al caso, aunque claro, ella estaba convencida que si su producto era tan bueno como se rumoreaba, él debería de serlo.
Como niña que va a comprar su juguete preferido y anhelado subió a su habitación buscando un vestido color amarillo mostaza, propio de la época de verano, con un corte de corazón en el busto y ajustado de la cintura, de caída pomposa con grandes revuelos hasta arrastrar al suelo. Un par de guantes de seda color negro y zapatos de tacón corto para soportar las horas que estaría de pie siendo una inquisidora en búsqueda de lo mejor fue lo que se colocó más unos retoques leves de maquillaje y exceso de perfume dulce, digno de una mujer. El cochero le ayudó a subir al coche y agradeció porque la luz del día estuviera en el cenit. El viaje era corto y más cuando su vista todo el tiempo estuvo dirigida en un libro de religión, de esos que entregan en la misa los domingos.
El carruaje se detuvo acomodó su cabello suelto apretando el abanico en su mano y salió de ahí viendo el enorme edificio con asombro ¿cómo no había notado este sitio antes? Soltó un poco el aire y agradeció con un gesto al cochero pidiéndole que le esperase cerca. Sonrió sabiendo que no sería poco tiempo lo que tardaría. Extendiendo el abanico se dio un poco de aire y comenzó a caminar hasta llegar a la puerta que fue abierta por un hombre de buen parecer y le dio la bienvenida. Asintiendo con una reverencia sus ojos se fijaron en el fondo del salón y los devolvió a quien suponía un empleado. —Buenas tardes, Monsieur. Soy Elene Rossato. divagó un poco por las telas, realmente eran hermosas —¿Con quién podría entenderme? Hace unas horas he avisado que vendría por un pedido especial- dijo volviendo la atención al hombre dando unos cuantos pasos por los enormes estantes con los rollos de seda y sus dedos tocaron con impaciencia y miró de reojo esperando que hablase.
Elene Rossato- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/12/2012
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Re: Lightning Strike [Privado]
Lo mejor que podemos hacer por otro no es sólo compartir con él nuestras riquezas, sino mostrarle las suyas.
Mirando de reojo al tipo retirarse y cerrar la puerta solté su mano con delicadeza y me di la vuelta jalando una de las sillas para que tomara asiento – Tome asiento Mademoiselle, por favor - extendí mi brazo en dirección al asiento viéndola atento, girándome de regreso a mi silla desabotoné los dos botones de mi saco y me senté totalmente erguido en la silla cruzando la pierna al estilo varonil tomé una pluma y la giré entre mis dedos – Espero no haya habido algún inconveniente con su recibimiento, no me gustaría que sea su primera visita y se lleve una mala impresión - entrecerré los ojos viendo el bolígrafo, esperando que no fuese así porque de lo contrario tendría que comportarme como el jefe autoritario y controlador, cosa que repudiaba – Es un placer al fin conocerla, había escuchado de su apellido pero no había tenido el gusto de toparme con algún Rosatto - mi rostro estaba totalmente sereno, solo éramos dos personas que se disponían a hacer tratos, así que mi trato para con ella era el más cordial que conocía - Bien Elene, hazme el favor de llamarme Isaac, vamos a hacer negocios y me gusta tratar a mis clientes por su nombre de pila - alcé una ceja y la miré de reojo – Claro si no hay ningún problema y también siéntete en la libertad de tutearme, no creo parecer un viejo y si vamos a formar un lazo que nos beneficiara a ambos los recatos no son necesarios - suspiré – Tu anuncio de improvisto me dejo algo estupefacto déjame decirte pero tienes suerte de que tuviera un cupo en mi agenda - le miré a los ojos ocultando una sonrisa – No es que sea un hombre bastante ocupado pero hay días en que los asuntos no se pueden concretar como quisiésemos - giré en mi silla de nueva cuenta viéndola de frente y coloqué un codo en el escritorio sosteniéndome la barbilla – Dime en qué te puedo ayudar - dirigí mi vista al pequeño reloj que estaba sobre el escritorio haciendo tic tac, avanzando tan ansioso de la oscuridad, cerré los ojos brevemente escuchándola sin perderme un momento , volví a verla – Sabes, no es un día muy ajetreado y podría darte un pequeño tour por las instalaciones, me gusta que mis clientes vean por ellos mismos el proceso al que son sometidas las telas, no hay nada mejor que los negocios limpios, transparentes, por lo general no puedo darlos personalmente pero ya que estoy aquí puedo brindártelo - succioné mis labios suavemente para humectarlos y apoyé mi espalda contra el respaldar de la silla de cuero asintiendo a sus palabras, su voz era dulce y serena, no estaba fingiendo con ella, me comportaba como el hombre de negocios que debía ser y el Isaac Renaldi cazador estaba encadenado en lo profundo de mi ser.
De un momento a otro escuché que alguien tocó la puerta, fruncí ligeramente el ceño –Adelante - dije con un tono autoritario y miré a mi secretaria que asomaba la cabeza – Disculpe la molestia joven Renaldi pero las bebidas ya están listas - asentí con una media sonrisa a ella –Tráelas - musité suavemente, le volví a ver a ella –¿Deseas algo de beber? - le miré entrar a la morena con un pequeño carrito de bronce y pulido a la perfección –Espero te sea de agrado la bebida, si no es así, te ofrezco una disculpa y puedes pedir alguna otra cosa - esperé que ella pidiera algo para luego indicarle a la mujer lo que quería –Sírveme un trago de vodka con mucho hielo Clarisse, por favor - se deslizó por mis labios la orden tan suavemente que aquello parecía más una sugerencia, la mujer asintió atenta sirviendo lo que se le había indicado, colocando frente a ella y a mí los vasos con las bebidas y un porta vasos debajo de los mismos nos entregó las servilletas al estar colocando sirviéndome la bebida puse mi mano en su antebrazo – Trae el portafolio de telas de inmediato - susurré suave solo para que ella escuchase, esta asintió y se retiró, tomé un pequeño sorbo del trago humectando mis labios y garganta – Bien Elene - me rasqué la ceja un poco -¿Qué buscas en especifico? - deslicé mis ojos por todo su rostro al escucharla darme sus peticiones, centrándome en cada una de sus facciones en movimientos y sus gestos corporales y volvió a ser interrumpida por el tocar de la madera en la puerta – Pasa - volví a soltar mientras no dejaba de verla, Clarisse apareció con el portafolio negro que daba una descripción de las telas, alcé mis ojos viéndola y acomodándome en el asiento – Gracias - susurré y ella asintió – Con permiso - susurró y se retiró, deslicé el libro hacia donde ella – Ese es nuestro portafolio de telas, ahí hay una descripción de qué tipo de tela se trata, colores y en que prendas son más adecuadas de usar y también hay una pequeña muestra de cada tela anexada a la descripción - miré el libro con atención mientras le daba las indicaciones, acariciándome la barbilla estuve pendiente de sus reacciones, ya sea de disgusto o gusto por cada hoja, volví mi vista a la ventana bebiendo tranquilo, dándole su espacio para que se decidiese, una imagen vale más que mil palabras, mis pensamientos viajaron a Alenna, su recuerdo me inquietaba cada que podía y eso me incomodaba, no estaba acostumbrado a que alguien que no fuera yo mismo o mis negocios como hobbies estuviera siempre presente en mis momentos de ocio, aclaré la garganta por lo bajo – Cuando desees podemos empezar el tour - murmuré y le miré de reojo, mis ojos bajaron al vaso, lo había terminado sin darme cuenta colocándolo de nueva cuenta sobre el escritorio me levanté y abotone mi saco yendo hasta donde ella le ofrecí mi mano – Acompáñeme Mademoiselle - susurré amablemente esperando para empezar con lo que realmente sería el centro de atención en la tarde y para inmiscuirla en uno de los centros de mi mundo, los colores y texturas serían lo que cerraría toda clase de sociedad.
Benjamin Disraeli
La tarde seguía su curso, ya estaba concretado todo y arreglado el asunto tal cual me gustaba llevar las reuniones de negocios, el dinero le daba realce a todo, incluido a una reunión de improviso, pero tratándose de una dama y de renombre no había tiempo para las negaciones, estaba en un trance recordando el otro asunto por el que iría con decisión cuando la puesta del sol se plasmara en mis ojos y escuché que tocaban la puerta, abrí los ojos despacio y miré hacia la entrada – Adelante - dije con un tono propio viendo a Claude – Permiso joven, la señorita Rosatto ya está aquí - me masajeé los ojos con tres dedos – Hazla pasar - murmuré caminando hasta colocarme a un lado de las sillas que mis dedos habían acariciado con anterioridad bajé la cabeza y suspiré con cansancio, su perfume embriagó al aire y alcé la cabeza, finalmente mi objetivo de la tarde tenía una imagen con la cual vincularme, sonreí y le recorrí con la mirada con sutileza, dando una sonrisa amable a la joven que por fin se había develado ante mis ojos asentí sin verle a mi empleado y caminé hasta ella – Mademoiselle Rosatto bienvenida, soy Isaac Renaldi dueño de esta empresa, mucho gusto - extendí mi mano esperando que la tomara para saludarla con un beso en la misma por acto de caballerosidad, fundiéndome en sus ojos me olvidé de la presencia de Claude – Ya puedes retirarte Claude - musité como si en verdad estuviera atento a su presencia, su papel en aquel escenario había terminado, seríamos solo ella y yo.Mirando de reojo al tipo retirarse y cerrar la puerta solté su mano con delicadeza y me di la vuelta jalando una de las sillas para que tomara asiento – Tome asiento Mademoiselle, por favor - extendí mi brazo en dirección al asiento viéndola atento, girándome de regreso a mi silla desabotoné los dos botones de mi saco y me senté totalmente erguido en la silla cruzando la pierna al estilo varonil tomé una pluma y la giré entre mis dedos – Espero no haya habido algún inconveniente con su recibimiento, no me gustaría que sea su primera visita y se lleve una mala impresión - entrecerré los ojos viendo el bolígrafo, esperando que no fuese así porque de lo contrario tendría que comportarme como el jefe autoritario y controlador, cosa que repudiaba – Es un placer al fin conocerla, había escuchado de su apellido pero no había tenido el gusto de toparme con algún Rosatto - mi rostro estaba totalmente sereno, solo éramos dos personas que se disponían a hacer tratos, así que mi trato para con ella era el más cordial que conocía - Bien Elene, hazme el favor de llamarme Isaac, vamos a hacer negocios y me gusta tratar a mis clientes por su nombre de pila - alcé una ceja y la miré de reojo – Claro si no hay ningún problema y también siéntete en la libertad de tutearme, no creo parecer un viejo y si vamos a formar un lazo que nos beneficiara a ambos los recatos no son necesarios - suspiré – Tu anuncio de improvisto me dejo algo estupefacto déjame decirte pero tienes suerte de que tuviera un cupo en mi agenda - le miré a los ojos ocultando una sonrisa – No es que sea un hombre bastante ocupado pero hay días en que los asuntos no se pueden concretar como quisiésemos - giré en mi silla de nueva cuenta viéndola de frente y coloqué un codo en el escritorio sosteniéndome la barbilla – Dime en qué te puedo ayudar - dirigí mi vista al pequeño reloj que estaba sobre el escritorio haciendo tic tac, avanzando tan ansioso de la oscuridad, cerré los ojos brevemente escuchándola sin perderme un momento , volví a verla – Sabes, no es un día muy ajetreado y podría darte un pequeño tour por las instalaciones, me gusta que mis clientes vean por ellos mismos el proceso al que son sometidas las telas, no hay nada mejor que los negocios limpios, transparentes, por lo general no puedo darlos personalmente pero ya que estoy aquí puedo brindártelo - succioné mis labios suavemente para humectarlos y apoyé mi espalda contra el respaldar de la silla de cuero asintiendo a sus palabras, su voz era dulce y serena, no estaba fingiendo con ella, me comportaba como el hombre de negocios que debía ser y el Isaac Renaldi cazador estaba encadenado en lo profundo de mi ser.
De un momento a otro escuché que alguien tocó la puerta, fruncí ligeramente el ceño –Adelante - dije con un tono autoritario y miré a mi secretaria que asomaba la cabeza – Disculpe la molestia joven Renaldi pero las bebidas ya están listas - asentí con una media sonrisa a ella –Tráelas - musité suavemente, le volví a ver a ella –¿Deseas algo de beber? - le miré entrar a la morena con un pequeño carrito de bronce y pulido a la perfección –Espero te sea de agrado la bebida, si no es así, te ofrezco una disculpa y puedes pedir alguna otra cosa - esperé que ella pidiera algo para luego indicarle a la mujer lo que quería –Sírveme un trago de vodka con mucho hielo Clarisse, por favor - se deslizó por mis labios la orden tan suavemente que aquello parecía más una sugerencia, la mujer asintió atenta sirviendo lo que se le había indicado, colocando frente a ella y a mí los vasos con las bebidas y un porta vasos debajo de los mismos nos entregó las servilletas al estar colocando sirviéndome la bebida puse mi mano en su antebrazo – Trae el portafolio de telas de inmediato - susurré suave solo para que ella escuchase, esta asintió y se retiró, tomé un pequeño sorbo del trago humectando mis labios y garganta – Bien Elene - me rasqué la ceja un poco -¿Qué buscas en especifico? - deslicé mis ojos por todo su rostro al escucharla darme sus peticiones, centrándome en cada una de sus facciones en movimientos y sus gestos corporales y volvió a ser interrumpida por el tocar de la madera en la puerta – Pasa - volví a soltar mientras no dejaba de verla, Clarisse apareció con el portafolio negro que daba una descripción de las telas, alcé mis ojos viéndola y acomodándome en el asiento – Gracias - susurré y ella asintió – Con permiso - susurró y se retiró, deslicé el libro hacia donde ella – Ese es nuestro portafolio de telas, ahí hay una descripción de qué tipo de tela se trata, colores y en que prendas son más adecuadas de usar y también hay una pequeña muestra de cada tela anexada a la descripción - miré el libro con atención mientras le daba las indicaciones, acariciándome la barbilla estuve pendiente de sus reacciones, ya sea de disgusto o gusto por cada hoja, volví mi vista a la ventana bebiendo tranquilo, dándole su espacio para que se decidiese, una imagen vale más que mil palabras, mis pensamientos viajaron a Alenna, su recuerdo me inquietaba cada que podía y eso me incomodaba, no estaba acostumbrado a que alguien que no fuera yo mismo o mis negocios como hobbies estuviera siempre presente en mis momentos de ocio, aclaré la garganta por lo bajo – Cuando desees podemos empezar el tour - murmuré y le miré de reojo, mis ojos bajaron al vaso, lo había terminado sin darme cuenta colocándolo de nueva cuenta sobre el escritorio me levanté y abotone mi saco yendo hasta donde ella le ofrecí mi mano – Acompáñeme Mademoiselle - susurré amablemente esperando para empezar con lo que realmente sería el centro de atención en la tarde y para inmiscuirla en uno de los centros de mi mundo, los colores y texturas serían lo que cerraría toda clase de sociedad.
Isaac Renaldi- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/07/2014
Re: Lightning Strike [Privado]
Los ojos de la castaña iban de aquí para allá. Estaba realmente complacida de lo que observaba y según había escuchado había una extensión de la textilera en donde había más. Realmente se sintió un segundo tocar el cielo, pudo lograr mínimamente su objetivo, se olvidó de su matrimonio arreglado y del desconocido que dormía a su par, su prometido. Cerró los ojos acariciando levemente una de las suaves telas con estampados floreados de color dorado, adoraba ese tono de azul marino. Una sonrisa salió de sus labios y se recordó que estaba con un hombre de buen parecer que le había atendido. Se giró con gracia y sonrió excusándose con la cabeza. Quizás había sido demasiado pronto para la visita, sólo quería comenzar a perderse en los matices y la frescura de la seda, eso le haría feliz. El hombre asintió a su interrogante llevándole al parecer con el mismísimo dueño –Increíble – alzó la ceja con una sonrisa siguiendo al hombre observando como mujeres de su edad reían y se imaginó ella haciendo lo mismo, sin tener que fingir ¿o ellas también lo estarían haciendo? Cerró los ojos negando, en un mundo donde la sociedad solo permitía que otros mostraran sus máscaras.
Agradeciéndole con una reverencia se despidió del empleado al escuchar cómo le anunciaba con el dueño de la exitosa empresa. Dándole una rápida vista a la oficina notó su buen gusto por los colores y lo fino de su amueblado. Después de todo ella era una amante de la moda y se dedicaba a juzgar la mayoría de las cosas por su apariencia. —Monsieur Renaldi- sonrió con carisma al oír su nombre y miró sus ojos. Más joven de lo que esperó aunque sabía que en el mundo de los negocios nunca es temprano para incursar a temprana edad en él, se atrevía incluso a decir que eran de la misma edad —El gusto es mío- llevó su mano hasta la otra para hacer el típico ritual de cortesía y alzó la ceja. —Siento mucho haber avisado de mi visita de esta manera, no pensé contar con el grato placer de que me atendiese el mismísimo dueño- confesó en una frase algo tranquila, habló pausado y con fina voz, tal cual mujer de la alta alcurnia. Dio unos pasos por el suelo de madera, haciendo sonar sus pasos justo al sentarse frente al enorme escritorio. —Gracias- soltó un poco el aire.
Derecha como se lo habían enseñado, irguió su cuerpo con las manos en el regazo y esperó a que él tomara asiento a lo que negó —Por supuesto que no. -alzó la ceja entrecerrando los ojos —Claude ha sido intachable- recordó el nombre del empleado que le recibió. —Todo es muy hermoso. Me he dado degustado antes de ver hacia aquí con unas cuantas muestras de telas- concluyó sin dejar de verle y no pudo evitar formarse una idea del hombre, seguro no tenía esposa aún pero sí pretendientes, exigente, autoritario y sobretodo incorruptible. —Como verá mi apellido ahora se reduce sólo a mí- trató de mantener la sonrisa un poco más pero le era algo difícil. —Esta bien Isaac- suspiró, al menos no debía de ser tan estricta con él, detestaba ese formalismo pero debía de seguirle por simple etiqueta. Desvió los ojos hacia uno de los retratos que tenía en el lugar y frunció el ceño tratando de ocultar lo molesto que le había parecido el comentario de abrir un espacio en su ‘’apretada agenda’’ detestaba esos vestigios de ego. —Mis disculpas. No pensé que estaría sentada hablando con el dueño por la urgencia de mi pedido.- torció los labios un poco cuando alguien tocó la puerta y pudo relajar un poco la espalda contra el respaldar.
La voz femenina era muy suave, casi parecía haber con miedo y con el rabillo del ojo trató de ver a la mujer pero le fue imposible. Miró el carrito aguantándose la mueca de desagrado, detestaba el alcohol. Sonrió por unos segundos y alzó la ceja —No quiero nada. Muchas gracias. No soy amiga del alcohol, por el momento me encuentro bien- sonrió acomodándose un poco el cabello cruzando ambas pies oyéndole, él era una especie de autoritario educado y sonrió. –Qué extraño – pensó para sí misma asintiendo cuando le entregaron el catálogo de telas, finalmente su medio de transporte hacia el paraíso había llegado. Sonrió a la mujer agradeciéndole por el gesto y comenzó a hojear una a una las páginas. Realmente era hermoso. Los colores, las texturas, la calidad del material pero su vista se desvió a un punto menos fijo que era el cuaderno. Oliendo el penetrante alcohol frunció el ceño y pensó en Darío con su fanatismo por el mismo a lo que desvió la vista al empresario. —Realmente estoy sorprendida- seguía pasando las páginas una a una.
—Solo que es algo muy anticuado para mi gusto- susurró sin querer sonar ofensiva —Si ves en este extremo- le señaló —Los vestidos deberían ser un poco menos sugeridos pues creo que quien viene por tela es porque sus modistos confeccionan para ellos, es como de mal gusto- frunció el ceño —Como si quisieras decirle a una mujer lo que mejor sabe hacer- sonrió con entusiasmo pues este era su mundo e infló su pecho con orgullo —¿Quién te asesora?- preguntó dejando el libro en la mesa asintiendo a su recorrido. Quería conocer más el lugar. Estirando el vestido se coloca de pie tomando de su brazo y le miró de reojo —No deberías hacerlo- dando pasos con él recordando quizás en el peor momento cosas que no venían al caso mencionar —Sugerir. Obligar. Mandar.- tragó con remordimiento —A tu gente sabes. Sobre todo a tu personal femenino, parece les causas temor aunque eres amable al agradecer- quedaría como una loca y mucho más si él no tenía ni idea de los rumores que en la sociedad parisina se hablaban, solo quería llegar, llegar a ese arcoíris multicolor para dejar de hablar más de la cuenta, ahogándose todo aquello solo para ella misma.
Agradeciéndole con una reverencia se despidió del empleado al escuchar cómo le anunciaba con el dueño de la exitosa empresa. Dándole una rápida vista a la oficina notó su buen gusto por los colores y lo fino de su amueblado. Después de todo ella era una amante de la moda y se dedicaba a juzgar la mayoría de las cosas por su apariencia. —Monsieur Renaldi- sonrió con carisma al oír su nombre y miró sus ojos. Más joven de lo que esperó aunque sabía que en el mundo de los negocios nunca es temprano para incursar a temprana edad en él, se atrevía incluso a decir que eran de la misma edad —El gusto es mío- llevó su mano hasta la otra para hacer el típico ritual de cortesía y alzó la ceja. —Siento mucho haber avisado de mi visita de esta manera, no pensé contar con el grato placer de que me atendiese el mismísimo dueño- confesó en una frase algo tranquila, habló pausado y con fina voz, tal cual mujer de la alta alcurnia. Dio unos pasos por el suelo de madera, haciendo sonar sus pasos justo al sentarse frente al enorme escritorio. —Gracias- soltó un poco el aire.
Derecha como se lo habían enseñado, irguió su cuerpo con las manos en el regazo y esperó a que él tomara asiento a lo que negó —Por supuesto que no. -alzó la ceja entrecerrando los ojos —Claude ha sido intachable- recordó el nombre del empleado que le recibió. —Todo es muy hermoso. Me he dado degustado antes de ver hacia aquí con unas cuantas muestras de telas- concluyó sin dejar de verle y no pudo evitar formarse una idea del hombre, seguro no tenía esposa aún pero sí pretendientes, exigente, autoritario y sobretodo incorruptible. —Como verá mi apellido ahora se reduce sólo a mí- trató de mantener la sonrisa un poco más pero le era algo difícil. —Esta bien Isaac- suspiró, al menos no debía de ser tan estricta con él, detestaba ese formalismo pero debía de seguirle por simple etiqueta. Desvió los ojos hacia uno de los retratos que tenía en el lugar y frunció el ceño tratando de ocultar lo molesto que le había parecido el comentario de abrir un espacio en su ‘’apretada agenda’’ detestaba esos vestigios de ego. —Mis disculpas. No pensé que estaría sentada hablando con el dueño por la urgencia de mi pedido.- torció los labios un poco cuando alguien tocó la puerta y pudo relajar un poco la espalda contra el respaldar.
La voz femenina era muy suave, casi parecía haber con miedo y con el rabillo del ojo trató de ver a la mujer pero le fue imposible. Miró el carrito aguantándose la mueca de desagrado, detestaba el alcohol. Sonrió por unos segundos y alzó la ceja —No quiero nada. Muchas gracias. No soy amiga del alcohol, por el momento me encuentro bien- sonrió acomodándose un poco el cabello cruzando ambas pies oyéndole, él era una especie de autoritario educado y sonrió. –Qué extraño – pensó para sí misma asintiendo cuando le entregaron el catálogo de telas, finalmente su medio de transporte hacia el paraíso había llegado. Sonrió a la mujer agradeciéndole por el gesto y comenzó a hojear una a una las páginas. Realmente era hermoso. Los colores, las texturas, la calidad del material pero su vista se desvió a un punto menos fijo que era el cuaderno. Oliendo el penetrante alcohol frunció el ceño y pensó en Darío con su fanatismo por el mismo a lo que desvió la vista al empresario. —Realmente estoy sorprendida- seguía pasando las páginas una a una.
—Solo que es algo muy anticuado para mi gusto- susurró sin querer sonar ofensiva —Si ves en este extremo- le señaló —Los vestidos deberían ser un poco menos sugeridos pues creo que quien viene por tela es porque sus modistos confeccionan para ellos, es como de mal gusto- frunció el ceño —Como si quisieras decirle a una mujer lo que mejor sabe hacer- sonrió con entusiasmo pues este era su mundo e infló su pecho con orgullo —¿Quién te asesora?- preguntó dejando el libro en la mesa asintiendo a su recorrido. Quería conocer más el lugar. Estirando el vestido se coloca de pie tomando de su brazo y le miró de reojo —No deberías hacerlo- dando pasos con él recordando quizás en el peor momento cosas que no venían al caso mencionar —Sugerir. Obligar. Mandar.- tragó con remordimiento —A tu gente sabes. Sobre todo a tu personal femenino, parece les causas temor aunque eres amable al agradecer- quedaría como una loca y mucho más si él no tenía ni idea de los rumores que en la sociedad parisina se hablaban, solo quería llegar, llegar a ese arcoíris multicolor para dejar de hablar más de la cuenta, ahogándose todo aquello solo para ella misma.
Elene Rossato- Humano Clase Alta
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Re: Lightning Strike [Privado]
El que no posee el don de maravillarse ni de entusiasmarse más le valdría estar muerto, porque sus ojos están cerrados.
Nada mejor que cuando no se trataba de estar tratando de saciar la sed de venganza saciar esa otra parte de mí, telas, colores, texturas y dinero, después de todo eso es lo que obtendría al entregar una parte de mi calidad y exclusividad, francos, la mina de oro al final del camino, alcé la ceja al escucharla darme sugerencias para los atuendos en los cuales se podrían usar las telas, fruncí ligeramente el ceño viendo atento los diseños que estaban en el catalogo, ladeé la cabeza y por debajo de las cejas noté un momento sus ojos sin que ella se percatase de mí y sonreí de lado –Claro que sí, son solo sugerencias Elene, pero en todo caso tu opinión es bien recibida, en este momento no se trata de mi opinión, se trata de la tuya y tus deseos- musité suavemente viéndole a los ojos y volví a recostarme contra el asiento terminando el trago, la educación estaba antes que cualquier sandez que los hombres quisieran imponerle a las mujeres –Son solo unos ejemplos Elene, jamás le podría imponer mis gustos a alguien, pero me gusta persuadir en ocasiones a los demás y esos son diseños de algunas damas y caballeros que han recurrido a mí y me han mandado agradecimientos por el material, pero al parecer son anticuados- me encogí de hombros –Cada cabeza es un mundo y cada gusto una perla preciosa que descubrir- levantándome y tomándole de la mano salimos de la oficina, acobijé su mano con mi mano mientras la sentía en mi antebrazo y fruncí levemente el ceño al escucharla, nunca había sido mi intención causar temor en mis empleados, lo que detestaba es que las cosas y asuntos importantes no salieran a la perfección, he ahí el éxito que tuviera la textilera, giré mi cabeza viéndole -¿Te parezco un dictador? - alcé una ceja de forma interrogativa –Nunca ha sido mi intención el parecer un controlador, me gusta el orden, me gusta sugerir tienes razón, pero…- negué con la cabeza –Jamás ha sido mi intención parecer un obseso del control, creo que ya hay muchos de esos en París- le solté delicadamente al llegar al escritorio de la secretaria y le miré firmemente –Clarisse dile a Claude que necesito que te entregué el informe de los pedidos que salieron hace un mes hacia Estados Unidos, cuando vuelva tiene que estar ahí- le miré de reojo a Elene, porque sabía que había sonado dictatorial, pero no lo podía evitar, estaba arraigado a mi carácter y eso eran negocios, uno de los aspectos más importantes en mi vida -¿Proseguimos? - susurré y extendí la mano para que pasase y se adelantara, antes de seguirla me detuve girándome en mis talones y volviendo a tener contacto visual con mi empleada –Ah… si alguien viene a buscarme llama a Claude que los atienda, diles que yo estoy en una reunión de suma importancia- me volví a girar siguiéndola con una mano metida en el bolsillo agilicé el paso para poder estar a su par –Por cierto- susurré sin verle –No quiero que me taches de atrevido pero tienes un excelente gusto para vestir- murmuré viéndola de reojo –Me gusta tratar con clientes que si saben que si saben distinguir entre lila y morado- sonreí de lado viéndole, no es que estuviera teniendo algún tipo de coqueteo con ella lo que quería dejar en claro es lo que yo había notado.
Antes de llegar al lobby le tomé del codo con suavidad haciéndola girar en un pasillo que daba camino hacia donde se fabricaba y se llevaba a cabo la obra dentro de las paredes del edificio –Por aquí- susurré sin quitar mi mano de su codo –No es algo tan hermoso como lo que se ve en una vitrina pero todo aquello que es bello para el ojo humano conlleva su proceso- dije con propiedad y le miré por debajo de las cejas dándome cuenta que mi mano seguía prensada de ella la quité de inmediato aclarando la garganta –Disculpa- murmuré y llegamos a un salón abriendo la puerta para ella y totalmente erguido la seguí ya adentro, los tipos de tela se empezaron a destacar, desde algodón, hasta seda traída desde Tailandia, rollos de hilos que estaban siendo tejidos por los empleados, todo en orden siguiendo un ritmo concreto y el personal atento de su trabajo más que su alrededor, de inmediato el encargado de la planta se apareció con su uniforme para evitar cualquier accidente se quitó la mascarilla –Joven Renaldi, buenas tardes- su voz atenta, sonreí un poco e hice un asentimiento de cabeza –Gregory ¿Cómo va todo? - deslicé mis ojos por el interior del salón notando a los empleados lavar las fibras, teñir las mismas, manipular el cuero, había cierto olor peculiar debido a eso –Todo va avanzando muy bien joven, el cargamento de seda proveniente de La India ha sido de gran calidad, no se han sufrido accidentes al tejer- sonreí de lado y volví mi vista a Elene –Gregory, ella es la joven Rossato, está conmigo en un tour por la fabrica, es una cliente muy importante- le miré a ella en todo momento y noté de reojo como el hombre le extendía la mano saludándola, de inmediato él nos entregó una pequeña boina de un material metálico y forrado con cuero y unas mascarillas de algodón, colocándonoslas continuamos, negué con el dedo a Gregory –No te preocupes, yo le voy a explicar a la joven como se elabora todo- el hombre asintió y se fue de nuevo a supervisar, caminé cerca de ella –Bien Elene, como veras no es nada del otro mundo, antes de que puedas comprar el material pasa por estos procesos- la tomé del hombro y detuve señalándole con el dedo donde estaban unas mujeres que estaba tejiendo los hilos para que pasasen luego al telar –Antes de que puedan hacerse los rollos que has visto en las tiendas, pasan por algunas manos que con esa agujas ¿Las ves? - pregunté con un tono un tanto elevado mostrándole con el dedo las agujas –Esas agujas son de hueso, traídas de China- murmuré y me acerqué a ella inclinando mi cabeza un poco a su altura sin soltarle del hombro –Luego de que se tejen los hilos y forman una tela suave pasan al telar- volteé mi cabeza hacia las mujeres que estaban encargándose de ese proceso –Ese de ahí es un telar- alcé la ceja viéndole –¿Los conocías? - murmuré y le volví a extender el brazo, acercándome con ella un poco a donde estaban las mujeres –Ahí se entretejen las fibras entre sí formando una larga tela en forma paralela- miré mi mano sobre la de ella y solté de inmediato metiéndome las manos a los bolsillos siguiendo los movimientos de las mujeres al entrelazar las fibras con una aguja –Esta es una de las partes más importantes, de ellos depende que la forma que adoptan las hebras vaya en una sola dirección- le miré y deslicé mis ojos por su vestido –Es por eso que tu vestido no parece una curva en lugar de un diseño paralelo- miré sus clavículas y le extendí el brazo –Sigamos- musité educadamente y caminamos a través de las decenas de telares que tenía para ese objetivo –Espero esto no te esté aburriendo- murmuré con una sonrisa que claramente ella no podía notar y me agradecía el hecho que no lo pudiera hacer, las sonrisas no se me daban tan bien –Elene…- susurré recordando algo que se estaba pregonando por la calles parisinas, no es que nos tratáramos de dos amigos de la infancia, pero a las mujeres les gustaba enaltecer los compromisos, yo no quería hacerlo con ella pero mencionarlo solo sería algo extra para desviarme un poco de la monótona conversación –No quiero ser entrometido pero he escuchado que te vas a casar- aclaré la garganta –Felicidades, seguramente tu prometido debe gozar de tener a alguien que sea perspicaz y decidida- apreté los labios –Pero son solo rumores, cosas que se pregonan en la calle, disculpa si he cruzado la línea- murmuré soltándole y quedándome parado frente a ella antes de mostrarle como se llevaba a cabo el siguiente paso, odiaba a veces el ser un poco entrometido.
Albert Einstein
Nada mejor que cuando no se trataba de estar tratando de saciar la sed de venganza saciar esa otra parte de mí, telas, colores, texturas y dinero, después de todo eso es lo que obtendría al entregar una parte de mi calidad y exclusividad, francos, la mina de oro al final del camino, alcé la ceja al escucharla darme sugerencias para los atuendos en los cuales se podrían usar las telas, fruncí ligeramente el ceño viendo atento los diseños que estaban en el catalogo, ladeé la cabeza y por debajo de las cejas noté un momento sus ojos sin que ella se percatase de mí y sonreí de lado –Claro que sí, son solo sugerencias Elene, pero en todo caso tu opinión es bien recibida, en este momento no se trata de mi opinión, se trata de la tuya y tus deseos- musité suavemente viéndole a los ojos y volví a recostarme contra el asiento terminando el trago, la educación estaba antes que cualquier sandez que los hombres quisieran imponerle a las mujeres –Son solo unos ejemplos Elene, jamás le podría imponer mis gustos a alguien, pero me gusta persuadir en ocasiones a los demás y esos son diseños de algunas damas y caballeros que han recurrido a mí y me han mandado agradecimientos por el material, pero al parecer son anticuados- me encogí de hombros –Cada cabeza es un mundo y cada gusto una perla preciosa que descubrir- levantándome y tomándole de la mano salimos de la oficina, acobijé su mano con mi mano mientras la sentía en mi antebrazo y fruncí levemente el ceño al escucharla, nunca había sido mi intención causar temor en mis empleados, lo que detestaba es que las cosas y asuntos importantes no salieran a la perfección, he ahí el éxito que tuviera la textilera, giré mi cabeza viéndole -¿Te parezco un dictador? - alcé una ceja de forma interrogativa –Nunca ha sido mi intención el parecer un controlador, me gusta el orden, me gusta sugerir tienes razón, pero…- negué con la cabeza –Jamás ha sido mi intención parecer un obseso del control, creo que ya hay muchos de esos en París- le solté delicadamente al llegar al escritorio de la secretaria y le miré firmemente –Clarisse dile a Claude que necesito que te entregué el informe de los pedidos que salieron hace un mes hacia Estados Unidos, cuando vuelva tiene que estar ahí- le miré de reojo a Elene, porque sabía que había sonado dictatorial, pero no lo podía evitar, estaba arraigado a mi carácter y eso eran negocios, uno de los aspectos más importantes en mi vida -¿Proseguimos? - susurré y extendí la mano para que pasase y se adelantara, antes de seguirla me detuve girándome en mis talones y volviendo a tener contacto visual con mi empleada –Ah… si alguien viene a buscarme llama a Claude que los atienda, diles que yo estoy en una reunión de suma importancia- me volví a girar siguiéndola con una mano metida en el bolsillo agilicé el paso para poder estar a su par –Por cierto- susurré sin verle –No quiero que me taches de atrevido pero tienes un excelente gusto para vestir- murmuré viéndola de reojo –Me gusta tratar con clientes que si saben que si saben distinguir entre lila y morado- sonreí de lado viéndole, no es que estuviera teniendo algún tipo de coqueteo con ella lo que quería dejar en claro es lo que yo había notado.
Antes de llegar al lobby le tomé del codo con suavidad haciéndola girar en un pasillo que daba camino hacia donde se fabricaba y se llevaba a cabo la obra dentro de las paredes del edificio –Por aquí- susurré sin quitar mi mano de su codo –No es algo tan hermoso como lo que se ve en una vitrina pero todo aquello que es bello para el ojo humano conlleva su proceso- dije con propiedad y le miré por debajo de las cejas dándome cuenta que mi mano seguía prensada de ella la quité de inmediato aclarando la garganta –Disculpa- murmuré y llegamos a un salón abriendo la puerta para ella y totalmente erguido la seguí ya adentro, los tipos de tela se empezaron a destacar, desde algodón, hasta seda traída desde Tailandia, rollos de hilos que estaban siendo tejidos por los empleados, todo en orden siguiendo un ritmo concreto y el personal atento de su trabajo más que su alrededor, de inmediato el encargado de la planta se apareció con su uniforme para evitar cualquier accidente se quitó la mascarilla –Joven Renaldi, buenas tardes- su voz atenta, sonreí un poco e hice un asentimiento de cabeza –Gregory ¿Cómo va todo? - deslicé mis ojos por el interior del salón notando a los empleados lavar las fibras, teñir las mismas, manipular el cuero, había cierto olor peculiar debido a eso –Todo va avanzando muy bien joven, el cargamento de seda proveniente de La India ha sido de gran calidad, no se han sufrido accidentes al tejer- sonreí de lado y volví mi vista a Elene –Gregory, ella es la joven Rossato, está conmigo en un tour por la fabrica, es una cliente muy importante- le miré a ella en todo momento y noté de reojo como el hombre le extendía la mano saludándola, de inmediato él nos entregó una pequeña boina de un material metálico y forrado con cuero y unas mascarillas de algodón, colocándonoslas continuamos, negué con el dedo a Gregory –No te preocupes, yo le voy a explicar a la joven como se elabora todo- el hombre asintió y se fue de nuevo a supervisar, caminé cerca de ella –Bien Elene, como veras no es nada del otro mundo, antes de que puedas comprar el material pasa por estos procesos- la tomé del hombro y detuve señalándole con el dedo donde estaban unas mujeres que estaba tejiendo los hilos para que pasasen luego al telar –Antes de que puedan hacerse los rollos que has visto en las tiendas, pasan por algunas manos que con esa agujas ¿Las ves? - pregunté con un tono un tanto elevado mostrándole con el dedo las agujas –Esas agujas son de hueso, traídas de China- murmuré y me acerqué a ella inclinando mi cabeza un poco a su altura sin soltarle del hombro –Luego de que se tejen los hilos y forman una tela suave pasan al telar- volteé mi cabeza hacia las mujeres que estaban encargándose de ese proceso –Ese de ahí es un telar- alcé la ceja viéndole –¿Los conocías? - murmuré y le volví a extender el brazo, acercándome con ella un poco a donde estaban las mujeres –Ahí se entretejen las fibras entre sí formando una larga tela en forma paralela- miré mi mano sobre la de ella y solté de inmediato metiéndome las manos a los bolsillos siguiendo los movimientos de las mujeres al entrelazar las fibras con una aguja –Esta es una de las partes más importantes, de ellos depende que la forma que adoptan las hebras vaya en una sola dirección- le miré y deslicé mis ojos por su vestido –Es por eso que tu vestido no parece una curva en lugar de un diseño paralelo- miré sus clavículas y le extendí el brazo –Sigamos- musité educadamente y caminamos a través de las decenas de telares que tenía para ese objetivo –Espero esto no te esté aburriendo- murmuré con una sonrisa que claramente ella no podía notar y me agradecía el hecho que no lo pudiera hacer, las sonrisas no se me daban tan bien –Elene…- susurré recordando algo que se estaba pregonando por la calles parisinas, no es que nos tratáramos de dos amigos de la infancia, pero a las mujeres les gustaba enaltecer los compromisos, yo no quería hacerlo con ella pero mencionarlo solo sería algo extra para desviarme un poco de la monótona conversación –No quiero ser entrometido pero he escuchado que te vas a casar- aclaré la garganta –Felicidades, seguramente tu prometido debe gozar de tener a alguien que sea perspicaz y decidida- apreté los labios –Pero son solo rumores, cosas que se pregonan en la calle, disculpa si he cruzado la línea- murmuré soltándole y quedándome parado frente a ella antes de mostrarle como se llevaba a cabo el siguiente paso, odiaba a veces el ser un poco entrometido.
Isaac Renaldi- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/07/2014
Re: Lightning Strike [Privado]
Tragó con algo de fuerza tratando de parecer agradecida. Quizás él se había tomado de la mejor manera su sobresalto de emoción y es que las mujeres eso eran, una montaña de emociones pero no por ello el exitoso empresario tenía que estar soportando sus problemas. Soltó lentamente el aire para tratar de calmarse, en su mente se repetía una y otra vez que había fallado al haber actuado de esa manera, se recordó el protocolo y la etiqueta que desde siempre le habían inculcado en el monasterio y el lugar que ocupa una mujer en la sociedad, cosa que a ella no le parecía nada agradable puesto que son seres individuales con la capacidad de pensar, querer y sentir por separado sin que nadie le diga qué y cómo es lo que debe de hacer por suerte su prometido parecía ser un poco consiente de eso así como el hombre al que ahora estaba tomando de su brazo por lo que se sintió cómoda con ello. – No me malinterpretes Isaac no es que en ti esté viendo un hombre sin escrúpulos, un ogro dictador. Solo que se debe de tomar en consideración siempre el sentir ajeno ante todo. – sonrió con sinceridad caminando hacia la salida para el tan esperado recorrido.
Una vez más al notar las telas en los enormes estantes y la variedad de colores en el local la hicieron desconcertase. Era una especie de paraíso infinito donde era la reina porque sabía qué hacer y cuál era lo mejor –Es sencillamente hermoso – parecía una niña viendo su juguete favorito, el que anhelaba con gran insistencia y que obtendría como dé lugar. –De verdad no quisiera molestarte – oyendo como daba instrucciones a Claude quien las acotaba al instante casi parecía como un robot pero al final siempre parecía que él había suavizado su manera de pedir las cosas por lo que se quedó tranquila sonriendo con gracia por sentirse escuchada a su petición anterior, el definitivamente era un buen hombre. – Gracias– se limitó a decir sin querer parecer nuevamente una loca, realmente había apreciado el acto que tenía él para sus empleados. Mientras le seguía al caminar por el pasillo hacia donde estaba la maquinaria pesada oyó como alabó su gusto por vestir y se detuvo un poco –Qué considerado has sido, justamente iba a decirte lo mismo, Isaac. Claro, después de todo debes estar a la altura en tan demandante trabajo. La moda no es solo eso es más un reflejo de quien eres. Estoy sorprendida –apretó un poco su mano contra el brazo de él suave.
El calor chocó como ola en su rostro, el ambiente era un poco más pesado que afuera. El sonido que emitían las maquinas era fuerte pero no tan molesto. Interesada aún más en aquello sus ojos parecían vidrios radiantes y soltó un tanto el brazo de él –Es maravilloso – suspiró – Jamás había estado en un lugar donde comienza todo, es una experiencia invaluable. Ya sabes lo que dicen. Se debe apreciar los orígenes para no olvidar de donde somos– le recordó a su país natal y siguió su camino notando el respeto que los empleados le tenían al dueño, al parecer no era un tirano que solo abusaba de su poder sino que también tenía conciencia de que ellos existían. Sonrió con más naturalidad sintiendo el peso menos en los hombros de tener que fingir por primera vez después de un tiempo se había olvidado de su condición de novia obligada a consumar un matrimonio. Él estaba siendo un buen anfitrión, tendría que recompensarlo.
Asintiendo a todas sus preguntas y aclaraciones miraba cada procedimiento que era debidamente ejecutado con cuidado cuando justo salió de la boca de él las palabras mágicas de las que estaba huyendo. – Supongo que esto no iba a durar mucho– murmuró bajo ocultando el hueco que sentía en el pecho por hablar del tema en donde tenía que ocultar su verdadero trasfondo –No lo malinterprete, soy una mujer comprometida – las lágrimas le hacían sentir escozor debajo de sus ojos y se mordió por dentro la mejilla para soportarlo. Viendo sus pies notó el color de sus zapatos, tenía que pensar en algo más sino iba a quedar como una novia rota – feliz– murmuró con dificultad sintiendo el nudo en la garganta era difícil de contener lo que quería guardarse para sí cuando al piso cayeron unas cuantas gotas mojándolo y sus ojos se abrieron levantando la vista notándolo a él. De sus mejillas escurrían un par de lágrimas que sin querer habían salido y rápidamente limpió. – Oh Isaac, gracias, eres tan considerado– sonrió sin ser tan convincente –Realmente lloro de felicidad – sonrió todavía más sintiendo como las lágrimas no dejaban de salir y tragó pesado queriendo terminar todo pronto pues no tenía ánimo para explicar su historia.
Elene Rossato- Humano Clase Alta
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Re: Lightning Strike [Privado]
Si se siembra la semilla con fe y se cuida con perseverancia, sólo será cuestión de tiempo recoger sus frutos.
Tensé la mandíbula y bajé mi mirada tratando de encontrar sus ojos que se clavaban en sus zapatos ¿Qué era lo que le sucedía? La mayoría de mujeres que yo conocía estaban felices de contraer nupcias, algo que yo no entendía empezando porque quizás mi diferencia de género cobraba peso al lado de ellas y junto a esto yo no era hombre de compromisos, no los necesitaba, no necesitaba marcar como mía a una mujer, pero ya he dejado en claro que mi perspectiva hacia la vida había cambiado con aquella fatídica noticia y por el momento no había algo que me ayudase a cambiar tal percepción de mi cabeza. Pero fue lo siguiente lo que me hizo estremecer y tragué pesado, los ruidos de los trabajadores junto con la maquinaria mantenían a flote todo aquel cuadro, sin embargo en ese momento parecía que solo fuésemos ella y yo, como si fuéramos de hace años y maldecía a la persona que le hacía llorar, yo no gustaba de ver llorar a las mujeres, para mí era como ver si le arrancaban pétalo a pétalo a una flor en medio de la nieve –Elene…- finalmente pude soltar una palabra, sus palabras no coincidían con los que yo miraba en sus ojos, no estaba aquella chispa que se nota en las orbes al hablar felizmente de la situación y yo era malo para dar consuelo y no podía cruzar la línea, ella no me conocía, yo no la conocía no podía abrazarla y decirle que todo iba a estar bien porque sería un cuadro completamente bizarro para quien conociese la situación, sin embargo todo aquello que veía jalaba de mí como una pequeña hoja ante el aire instigador de un crudo invierno, di un paso suave hacia ella y posé mis dedos en su barbilla levantando su mirada para que me viese porque mi altura le llevaba una clara ventaja –Disculpa si te he hecho sentir mal- murmuré con el ceño fruncido y llevé mi otra mano a los sujetadores del cubre boca quitándoselo –No sé lo que sucede en tu vida pero debes entender que todo sucede para un bien final- con el pulgar de la mano que sostenía su barbilla limpie el rastro cristalino que coronaba sus mejillas –Quizás te parezca descabellado que el hombre de las telas- sonreí un poco y a mí no se me daban bien las sonrisas pero esta era realmente genuina, daba gracias a Dios que ella no la podía ver –Que un completo desconocido te quiera tratar de una forma demasiado amable- tragué y me quité el cubre boca sacando un pañuelo de mi saco y entregándoselo –Pero a pesar de que no te conozco que quizás después de esto no te vuelva a ver no puedo permitirme verte llorando- fruncí el ceño más y desenfoqué la mirada –No te estoy diciendo con esto que seré un amigo leal tuyo mucho menos estoy tratando de hacer de esta situación algo incomodo pero de vez en cuando todos necesitamos una persona que sepa hablar cuando se lo pidan y callar cuando la situación lo requiera- mis facciones totalmente relajadas casi viéndole con pesadez –Debes tener algo claro- susurré y metí un mechón de cabello detrás de su oreja –El hombre que se case contigo es totalmente afortunado- aquello llevaba una total sinceridad –Si no hay un lazo que los una, lo habrá porque los caminos son inciertos pero las decisiones que tomamos aunque no veamos cual será su fruto al final los hay Elene- cerré los ojos brevemente –De eso trata el secreto de la paciencia- susurré –De que a pesar que el dolor es temporal la recompensa es sublime- tomé su mano y di un beso en sus nudillos –Nadie merece tus lagrimas- negué y la solté dando un paso hacia atrás –Discúlpame si te he parecido un atrevido- murmuré y tensé la mandíbula –No quiero que te lleves una imagen errónea mía- volví a ponerme la mascarilla y tomé su mano entregándole a ella la que le pertenecía –Póntela por favor hay olores demasiado fuertes por veces aquí- musité tranquilo y me pasé la mano por el cabello esperando que lo que hubiese hecho no hubiera cruzado la línea que seguramente a ella le parecería una osadía, además que seguramente imaginaba al hombre del que hablaba y estando yo en su lugar tampoco me gustaría que trataran con tanto afecto a su prometida –Ven- le ofrecí mi brazo para que siguiésemos el recorrido caminando totalmente erguido pero ya no tan serio a la par de ella, anteriormente había estado emocionada con el proceso de elaboración quizás podía retomar todo aquello para hacerla perderse en mi mundo por unos breves instantes –Aún falta un último proceso- le miré de reojo sonriendo de lado bajo la mascarilla.
Llegamos donde los colores teñían las telas y el agua se mezclaba con la fibra, el área de teñido, mis empleados se esmeraban por hacer de aquello algo pulcro y tratar de no desperdiciar cantidades que significaban dinero por montón –Aquí se tiñe la tela- la solté y le mostré con el dedo lo que hacían los trabajadores –Algo parecido hicieron con la tela de tu vestido par que adquiriera ese amarillo mostaza- elevé un poco el tono de voz –Se tiñe cierta cantidad dependiendo las exigencias de los modistas- alcé la ceja –Creo supondrás no puedo darme el lujo de desperdiciar material- suspiré y me metí una mano al bolsillo caminando unos cuantos metros hacia donde se encontraba otro grupo de trabajadores usando vapor para borrar las arrugas de las telas –Eso solamente se trata de estética- posé una mano en su espalda para que se pusiese a mi par y mirase el último paso del proceso –Sabes que para el ojo humano la estética es esencial- sonreí y negué –No es nada del otro mundo- la empujé suavemente de la espalda para que avanzáramos –Ahora si pasemos a la parte que seguramente te va a gustar- seguía caminando con ella hacia la puerta de salida viendo a Gregory hablar con una de las trabajadoras de los hilares, el hombre me sonrió a lo que hice una ligera reverencia con la cabeza –Veamos que telas buscas y que colores deseas- me quité la mascarilla y el gorro poniéndolos en un recipiente que estaba afuera –Ponlos ahí- susurré indicándole que hiciera lo mismo y acomodé el saco sobre mi cuerpo llevándola a la sala donde los rollos de tela eran infinitos y los colores abrumadores, la mejor parte de todo este negocio.
Llegando a la puerta miré a Claude esperando como un empleado ejemplar, él se encargaría de tomar nota de lo que exigía en el pedido y también cerraría el trato con el mismo, mirando mi reloj de bolsillo noté que casi ya era hora de una reunión importante que tenía con unos inversionistas –Creo que hasta aquí llego- murmuré porque tenía que irme –Fue un placer mostrarte todo esto- sonreí de lado –Espero no te haya parecido un estirado aburrido- negué porque yo no era divertido, esa parte de mi vida se había acabado –Claude se va a encargar de atenderte de la mejor forma posible- le miré a Claude con tranquilidad –Eso espero- aquello no había parecido una orden pero claro que la llevaba –Si joven- susurró el hombre a lo que asentí y volví a verle a ella –Espero te guste la calidad de nuestro producto- miré sus ojos en todo momento –Cuando necesites otro pedido no dudes en venir aquí, espero poder atenderte de nuevo personalmente- alcé la ceja y tomé su mano –Fue un placer conocerte Elene- di un beso en su mano –Y espero si hay una próxima vez que nos veamos ambos nos riamos de este momento- suspiré y miré a Claude poniendo una mano en su hombro –Atiéndela bien- alcé ambas cejas –Con permiso- dije educado y me giré en mis talones caminando con las manos en los bolsillos pensando que esa mujer que dejaba ahí se había robado gran parte de mi atención y que esperaba saber de qué se trataba aquello que la estaba aguijoneando. La curiosidad mato al gato pero la pregunta es ¿Valió la pena lo que encontró?.
Thomas Carlyle
Tan tranquila y a la vez educada sin embargo yo notaba cierto misterio en su mirada que me hacía pensar que aquello pudiera ser una máscara, no me la imaginaba como una doble cara pero si había un trasfondo que me inquietaba ¡Maldita curiosidad! Me guardé una mano en el bolsillo y suavicé mis facciones viéndola mientras murmuraba palabras que claramente se hacían notar con un tono vacío, me recordaba a mis días desde que mis papás habían muerto por más que trataba de ponerle arena al agujero jamás lo iba a llenar, quizás la situación fuera diferente con ella quizás no pero para mí la percepción era idéntica o tal vez estaba completamente errado y había empezado a ver a los demás como seres huecos que buscaban llenar sus abismos con lo que pudiese brindar el camino.Tensé la mandíbula y bajé mi mirada tratando de encontrar sus ojos que se clavaban en sus zapatos ¿Qué era lo que le sucedía? La mayoría de mujeres que yo conocía estaban felices de contraer nupcias, algo que yo no entendía empezando porque quizás mi diferencia de género cobraba peso al lado de ellas y junto a esto yo no era hombre de compromisos, no los necesitaba, no necesitaba marcar como mía a una mujer, pero ya he dejado en claro que mi perspectiva hacia la vida había cambiado con aquella fatídica noticia y por el momento no había algo que me ayudase a cambiar tal percepción de mi cabeza. Pero fue lo siguiente lo que me hizo estremecer y tragué pesado, los ruidos de los trabajadores junto con la maquinaria mantenían a flote todo aquel cuadro, sin embargo en ese momento parecía que solo fuésemos ella y yo, como si fuéramos de hace años y maldecía a la persona que le hacía llorar, yo no gustaba de ver llorar a las mujeres, para mí era como ver si le arrancaban pétalo a pétalo a una flor en medio de la nieve –Elene…- finalmente pude soltar una palabra, sus palabras no coincidían con los que yo miraba en sus ojos, no estaba aquella chispa que se nota en las orbes al hablar felizmente de la situación y yo era malo para dar consuelo y no podía cruzar la línea, ella no me conocía, yo no la conocía no podía abrazarla y decirle que todo iba a estar bien porque sería un cuadro completamente bizarro para quien conociese la situación, sin embargo todo aquello que veía jalaba de mí como una pequeña hoja ante el aire instigador de un crudo invierno, di un paso suave hacia ella y posé mis dedos en su barbilla levantando su mirada para que me viese porque mi altura le llevaba una clara ventaja –Disculpa si te he hecho sentir mal- murmuré con el ceño fruncido y llevé mi otra mano a los sujetadores del cubre boca quitándoselo –No sé lo que sucede en tu vida pero debes entender que todo sucede para un bien final- con el pulgar de la mano que sostenía su barbilla limpie el rastro cristalino que coronaba sus mejillas –Quizás te parezca descabellado que el hombre de las telas- sonreí un poco y a mí no se me daban bien las sonrisas pero esta era realmente genuina, daba gracias a Dios que ella no la podía ver –Que un completo desconocido te quiera tratar de una forma demasiado amable- tragué y me quité el cubre boca sacando un pañuelo de mi saco y entregándoselo –Pero a pesar de que no te conozco que quizás después de esto no te vuelva a ver no puedo permitirme verte llorando- fruncí el ceño más y desenfoqué la mirada –No te estoy diciendo con esto que seré un amigo leal tuyo mucho menos estoy tratando de hacer de esta situación algo incomodo pero de vez en cuando todos necesitamos una persona que sepa hablar cuando se lo pidan y callar cuando la situación lo requiera- mis facciones totalmente relajadas casi viéndole con pesadez –Debes tener algo claro- susurré y metí un mechón de cabello detrás de su oreja –El hombre que se case contigo es totalmente afortunado- aquello llevaba una total sinceridad –Si no hay un lazo que los una, lo habrá porque los caminos son inciertos pero las decisiones que tomamos aunque no veamos cual será su fruto al final los hay Elene- cerré los ojos brevemente –De eso trata el secreto de la paciencia- susurré –De que a pesar que el dolor es temporal la recompensa es sublime- tomé su mano y di un beso en sus nudillos –Nadie merece tus lagrimas- negué y la solté dando un paso hacia atrás –Discúlpame si te he parecido un atrevido- murmuré y tensé la mandíbula –No quiero que te lleves una imagen errónea mía- volví a ponerme la mascarilla y tomé su mano entregándole a ella la que le pertenecía –Póntela por favor hay olores demasiado fuertes por veces aquí- musité tranquilo y me pasé la mano por el cabello esperando que lo que hubiese hecho no hubiera cruzado la línea que seguramente a ella le parecería una osadía, además que seguramente imaginaba al hombre del que hablaba y estando yo en su lugar tampoco me gustaría que trataran con tanto afecto a su prometida –Ven- le ofrecí mi brazo para que siguiésemos el recorrido caminando totalmente erguido pero ya no tan serio a la par de ella, anteriormente había estado emocionada con el proceso de elaboración quizás podía retomar todo aquello para hacerla perderse en mi mundo por unos breves instantes –Aún falta un último proceso- le miré de reojo sonriendo de lado bajo la mascarilla.
Llegamos donde los colores teñían las telas y el agua se mezclaba con la fibra, el área de teñido, mis empleados se esmeraban por hacer de aquello algo pulcro y tratar de no desperdiciar cantidades que significaban dinero por montón –Aquí se tiñe la tela- la solté y le mostré con el dedo lo que hacían los trabajadores –Algo parecido hicieron con la tela de tu vestido par que adquiriera ese amarillo mostaza- elevé un poco el tono de voz –Se tiñe cierta cantidad dependiendo las exigencias de los modistas- alcé la ceja –Creo supondrás no puedo darme el lujo de desperdiciar material- suspiré y me metí una mano al bolsillo caminando unos cuantos metros hacia donde se encontraba otro grupo de trabajadores usando vapor para borrar las arrugas de las telas –Eso solamente se trata de estética- posé una mano en su espalda para que se pusiese a mi par y mirase el último paso del proceso –Sabes que para el ojo humano la estética es esencial- sonreí y negué –No es nada del otro mundo- la empujé suavemente de la espalda para que avanzáramos –Ahora si pasemos a la parte que seguramente te va a gustar- seguía caminando con ella hacia la puerta de salida viendo a Gregory hablar con una de las trabajadoras de los hilares, el hombre me sonrió a lo que hice una ligera reverencia con la cabeza –Veamos que telas buscas y que colores deseas- me quité la mascarilla y el gorro poniéndolos en un recipiente que estaba afuera –Ponlos ahí- susurré indicándole que hiciera lo mismo y acomodé el saco sobre mi cuerpo llevándola a la sala donde los rollos de tela eran infinitos y los colores abrumadores, la mejor parte de todo este negocio.
Llegando a la puerta miré a Claude esperando como un empleado ejemplar, él se encargaría de tomar nota de lo que exigía en el pedido y también cerraría el trato con el mismo, mirando mi reloj de bolsillo noté que casi ya era hora de una reunión importante que tenía con unos inversionistas –Creo que hasta aquí llego- murmuré porque tenía que irme –Fue un placer mostrarte todo esto- sonreí de lado –Espero no te haya parecido un estirado aburrido- negué porque yo no era divertido, esa parte de mi vida se había acabado –Claude se va a encargar de atenderte de la mejor forma posible- le miré a Claude con tranquilidad –Eso espero- aquello no había parecido una orden pero claro que la llevaba –Si joven- susurró el hombre a lo que asentí y volví a verle a ella –Espero te guste la calidad de nuestro producto- miré sus ojos en todo momento –Cuando necesites otro pedido no dudes en venir aquí, espero poder atenderte de nuevo personalmente- alcé la ceja y tomé su mano –Fue un placer conocerte Elene- di un beso en su mano –Y espero si hay una próxima vez que nos veamos ambos nos riamos de este momento- suspiré y miré a Claude poniendo una mano en su hombro –Atiéndela bien- alcé ambas cejas –Con permiso- dije educado y me giré en mis talones caminando con las manos en los bolsillos pensando que esa mujer que dejaba ahí se había robado gran parte de mi atención y que esperaba saber de qué se trataba aquello que la estaba aguijoneando. La curiosidad mato al gato pero la pregunta es ¿Valió la pena lo que encontró?.
Isaac Renaldi- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/07/2014
Re: Lightning Strike [Privado]
Ahora sí que quería correr. Se encontraba desesperanzada, desmedida y expuesta. No sabía qué más hacer más que fingir que los sollozos eran de felicidad cosa que no parecía creíble porque el empresario había puesto esa típica cara de lástima que quería evitar de cualquiera. No le gustaba ser el centro de atención por las crueldades que desde siempre le habían sucedido y al parecer era lo único que le hacía notar cuando salía. Sino era porque se metía en problemas, todo giraba en torno al desastre de su vida sentimental arreglada. –Por favor no lo hagas. No seas amable conmigo – quiso decirle pero las palabras eran otras, unas que profesaban felicidad y era en este momento donde deseó no haberle dado ese consejo de tratar mejor a las personas, sólo quería oír algo de dureza de su parte para hacerla volver a retomar la tranquilidad que siempre le ha caracterizado, incluso la felicidad, no se iba a engañar, sabía que nada de lo que le dijesen iba a cambiar el hecho de tener que casarse con alguien a la fuerza o peor aún compartir la misma cama y ser su mujer.
—Isaac — musitó su nombre al oír de ella y sus ojos aguados querían buscar otro sitio que ver, uno diferente y no su azul brillante. Tenía vergüenza y lo único que la mantenía en aquellas condiciones era seguir con el teatro de prometida feliz. — No es lo que crees — logró decir con dificultad mientras seguía mirándole a los ojos. Por un segundo sintió paz, él le irradió paz y eso hizo que sus lágrimas dejaran de salir con menor frecuencia. Casi ínfimo era lo que podía lograr fuera lo que fuese se sentía en deuda. Sintiendo los dedos de él debajo de su barbilla para retirarle la mascarilla se ahogó en un gemido de tristeza que contuvo al retener el aire, se sentía más expuesta que nunca, como una flor que pende de un hilo a punto de romperse y hacerla morir. Tragó con algo de dificultad queriendo decirle con mayor franqueza qué era lo que sucedía pero no lo miró conveniente. Hace unos minutos ella era una desconocida, no podía actuar como su mejor amiga, una que necesitaba un hombro para llorar. Sin borrar el contacto con sus ojos se mantuvo quieta y pasiva, oyéndole en todo momento. Dejando que sus palabras comenzaran a cobrar sentido pero sabía que no era tan sencillo como él lo exponía.
El sonido de las máquinas al hilar y estirar las fibras era apenas perceptible, por unos segundos sintió que era un espacio vacío y callado. Aguardando como una niña quien espera un consejo de vida o muerte cerré los ojos guardándose sus palabras. En su interior sabía que él estaba haciendo algo que no esperó, estaría sembrando semillas que pronto darían frutos. —Gracias — dijo algo débil sonriendo de lado terminando de secar los restos de lágrimas con el dorso de su mano. Negándose a sí por esa escena tomó el pañuelo para apretarlo en sus manos unos segundos, la seda fina era realmente reconfortante hasta que finalmente lo usó para dar por cerrada la lluvia que mojaba su alma. El pañuelo vino olía muy bien, un olor varonil y tranquilizador. —No deberías molestarte. Te agradezco las atenciones. Realmente no sé qué más decir. Gracias — quería abrazarlo aunque su pecho se sintiera hundido y doloroso él había ayudado a sentirse mejor, tampoco esperaba una solución a su problema pero solo el hecho de haberle hecho olvidar por qué lloraba lo apreciaba y agradecía.
Sintiendo una especie de confort asintió a sus petición de ponerse de nuevo la mascarilla lo cual hizo de inmediato —Para ser el ‘’hombre de las telas’’ consuelas bien eh! — molestó para ablandar el momento, no quería que se perdiera esa magia que tenía el lugar, lo que amaba. — No te preocupes— tomó de su brazo para asegurarle —Sea lo que sea voy a superarlo y después vamos a tomar un té para charlar y reír — aseguró presionando el brazo de él hacia ella —No has hecho nada indebido. Más bien soy quien se disculpa por haber armado semejante escena — murmuró con vergüenza cuando miró lo que le señalaba y sus ojos se volvieron a vislumbrar nuevamente.
Notando otra vez el respeto con el que sus trabajadores le hablaban e igual él los trataba logró captar su atención aún más —Es hermoso — notó como tenían una tela de color cyan muy suave pero con el tiempo se iba haciendo cada vez más fuerte, según sus explicaciones se imaginaba que era a demanda de alguno de sus clientes — Quién iba a decirlo… Pedir es demasiado fácil, ahora que lo sé sinceramente tendré más consideración— sonrió como una niña haciendo que lo anterior hubiera quedado guardado en algo de sus recuerdos a no querer recordar, por el momento. Sintiendo el palpitar de su corazón un poco diferente se encontraba más tranquila y agradeció haciendo una reverencia al empleado que hacía su trabajo tomando más consideración al momento de exigirle a su modisto.
Siguiendo el paso del empresario llegaban finalmente al último de los procesos antes de hacer los enormes rollos de tela que estaba acostumbrada a pasar horas viendo. El vapor con el que hacían secar y planchar la tela era tibio, hacía abrir sus poros sintiéndose algo renovada. Definitivamente la moda era lo suyo y él solo le había ayudado a confirmarlo una vez más. —Aunque no lo creas, Isaac. Muchas personas se dejar guiar por los precios, por los colores, por las amistades. Ese es el vulgo en general. Tu y yo que somos unos perfeccionistas en este ámbito sabemos de errores y no creeríamos en un producto que no estuviese a la altura, he ahí la diferencia — suspiró con una sonrisa bien marcada oyendo que ya solo quedaba la selección de lo que necesitaba. Presionando su mano en contra del brazo de él se separó y retiró la mascarilla y todo el equipo para dejarlo en donde le había indicado y le siguió.
Como una niña que es recompensada después de una caída miró otra vez los rollos de tela enormes de miles de colores. Con los ojos abiertos sonrió encantada queriendo enloquecer de alegría ya habiendo dejado atrás el vergonzoso incidente. Saludando a Claude con la mano oyó como Isaac hablaba con él y negó. Tantas recomendaciones, sabía que el empleado lo haría a la perfección, porque toda la textilera hablaba de su dueño y hasta el momento no había visto nada por lo que quejarse. Perdiéndose unos segundos no se había dado cuenta que se tenía que despedir y asintiendo con una sonrisa se acercó a él para despedirse —Muchas gracias, realmente ha sido provechoso. Agradezco todas tus atenciones, sé que no tendré queja con el producto y ten por seguro que volveré a hacerte una visita. He quedado fascinada. Gracias — sonrió — Nada de aburrido estirado— confirmó —En mi caso espero no haber parecido una niña llorona — no le causaba mucha gracia bromear con eso pero aún así ofreció una risa sincera —Cuídate mucho — susurró y le vio irse oyendo en segundo plano la Claude que explicaba cómo tenían organizados los estantes recordando al empresario viendo entre sus manos el pañuelo que le había entregado y negó –Aquí vamos de nuevo – dijo para ella misma perdiéndose en las telas tal cual debía de ser.
TEMA FINALIZADO
Elene Rossato- Humano Clase Alta
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