AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Run Boy Run → Privado
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Run Boy Run → Privado
“Run boy run! This world is not made for you
Run boy run! They're trying to catch you
Run boy run! Running is a victory
Run boy run! Beauty lays behind the hills.”
— Woodkid, Run Boy Run
Run boy run! They're trying to catch you
Run boy run! Running is a victory
Run boy run! Beauty lays behind the hills.”
— Woodkid, Run Boy Run
Huyó, así solamente. Se escabulló, ni siquiera por una ventana, no tenía la condición física para eso, no era un atleta, era un artista, y como artista estaba marcado por el signo de la desgracia. No, Travis salió por pies de la casa que su protector le había conseguido en París para que cumpliera su santo capricho de escribir una ópera. Se estaba sofocando, pero no podía decirlo, Nicholas había movido cielo, mar y tierra para que él estuviera en ese lugar, y aunque le costara trabajo aceptarlo, la verdad era que aún le tenía miedo a ese hombre. ¿Y cómo no? Sacudió la cabeza ante los recuerdos de las noches en las que aquel hombre lo ultrajó, ciclo que sólo se detuvo cuando llegó alguien más joven. Nicholas le despertaba sentimientos tan contradictorios que a veces sólo quería gritar. Pero no podía gritar a mitad de la calle.
Así que sólo se puso a correr, a correr hasta que la boca le supo a aire frío y los pulmones amenazaron con colapsarse. No sintió las piernas luego de correr como hace mucho no corría. Cuando estuvo vagando en Londres, y tenía que huir de los gendarmes. O cuando huyó tantas veces de Webster que se volvió ridículo. Al menos, pensó, desde que Nicholas veía por él, no había tenido que penar así, ¿pero a qué precio?
Se agachó y llevó las manos a las rodillas, tratando de recuperar aliento. La vista también se le dificultó, diminutas motas de luz le dificultaron enfocar. No era tan viejo, pero la vida de lujos le estaba pasando factura. Y cuando al fin logró tranquilizar su cuerpo, se percató que estaba en una parte de la ciudad que no conocía, no es como si conociera muy bien París. Llevaba poco tiempo en la capital gala, y no había salido de la casa, lo único que conocía era la calle donde estaba la residencia, pues la veía desde su ventana, a veces, no era un ejercicio que le gustara hacer a menudo.
Las calles, más bien, callejones, ahí eran tan estrechos que los edificios no dejaban ver mucho el cielo, excepto si mirabas en ángulo recto hacia arriba. El cielo era morado, indudablemente anochecería pronto. Musitó algo, una grosería y comenzó a caminar, pues no iba a encontrar el regreso ahí parado. Se arrebujó en la chaqueta que llevaba, bonita, nueva, pero no demasiado ostentosa. Lo agradeció, él conocía de barrios bajos, y ese definitivamente era uno de París.
Se detuvo al ver una sombra pasar, la verdad no quería toparse con nadie, que le hicieran preguntas, o peor, que le quisieran hacer daño. Continuó, pero ahora fue un sonido lo que lo detuvo y se dio cuenta que, a pesar de sus deseos, la callejuela estaba demasiado silenciosa. Ahí vivían hacinadas cientos de familias trabajadoras, ¿cómo era posible que no escuchara nada, a excepción del ruido que acababa de irrumpir? Ya no le gustó nada, miró a un lado, y luego a otro, y quiso continuar.
Última edición por Travis Halford el Dom Oct 29, 2017 12:04 am, editado 2 veces
Travis Halford- Humano Clase Alta
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Localización : París
Re: Run Boy Run → Privado
Las hiedras se desenredaron en sus dedos, verdes, más tenues que las de Inglaterra, cuya intensidad dejaba en vergüenza el mejor de los cuadros. Alitzée descendió hasta que sus pies desnudos toparon con las briznas de hierba. Después, rodeó la mansión para evitar el guardia que día tras día se la pasaba contemplando el horizonte. Ella solía preguntarse cómo es que no se aburría realizando la misma tarea una y otra vez. Con razón siempre quería jugar con ella al pilla pilla.
"¿Qué va a ser hoy? ¿El escondite?", le preguntó una voz familiar. Los dedos de Alitzée se toparon con el aire cuando trató de espantar la exagerada sonrisa de media luna.
—No, hoy no tengo tiempo. Tengo que ir a ver a una dama, tan solo sale esta noche, ¿sabes? Hoy es el único día que me puedo encontrar con ella.
Sin embargo, las tonalidades purpura del felino se habían esfumado y como respuesta tan solo obtuvo un apresurado repiqueteo. También familiar.
—¿Señorita? ¡¿Es usted?!
Oh, no. Otra vez quería jugar. Puso los ojos en blanco y sin miramientos, cruzó el césped. Escuchó al guarda apresurarse tras ella, quién no se detuvo hasta perderle de vista. Y es que la muchacha sabía los mejores trucos para burlar a cualquiera. Aquel no era el primer guarda que jugaba con ella, ni el último, por ello ni si quiera se había molestado en preguntar su nombre. Cuando lo vio pasar desde la copa de su cerezo favorito, descendió como lo había hecho por la hiedra y se puso en camino. Tenía que darse prisa, acababa de anochecer y debía de encontrar a la dama de la noche antes de que amaneciera, puesto que sino, sería demasiado tarde. Extrajo el mapa que guardaba entre los pliegues de su camisón y lo desplegó. Si estaba en lo correcto, tenía que cruzar el centro de la ciudad para llegar hasta la dama de la noche. Podría estar caminando toda la noche hasta alcanzarla, si es que se encontraba donde suponía. Así que aligeró el paso.
No entraba en sus planes ponerse a jugar. Sin embargo cuando se topó con el guardia entre los ensortijados callejones de la ciudad, sintió lástima. Debía de tener muchas ganas de jugar con ella para haberla seguido hasta aquel lugar. Se encogió de hombros. ¿Por qué no? Echó a correr, dispuesta a perder unos pocos minutos antes de dar con la dama de la noche. Giró en redondo y se internó en los callejones, esquivando los cristales rotos. Cuando levantó el rostro, ahí estaba él. Parecía, desorientado. Cautivado y desolado.
—La llevas —dijo con un brillo travieso en los ojos y, desapareció por el callejón contiguo.
Al percatarse de que el muchacho no la seguía, se detuvo en seco. Si no trataba de pillarla, el guarda lo pillaría antes a él. Decidida, regresó sobre sus pasos y tiró de la manga del chico.
—Vamos, sígueme, si te quedas ahí quieto nos pillará a los dos.
Sus palabras se entrecruzaron con el chillido del guarda al verla, nada más entrar en el alargado callejón. Apresurada, Alitzée tiró de la manga del muchacho y lo arrastró consigo. No tenían de qué preocuparse, conocía otro escondite para despistar al hombre. Lo arrastró hasta dar con
—Me llamo Alitzée, ¿y tú? —preguntó, en el suelo, echada junto a unos cuantos mendigos de la compañía de otro desconocido. Sin embargo, sus ojos ignorarón aquel hecho y brillaron con el entusiasmo de la inocencia.
Alitzée Quincampoix- Humano Clase Alta
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Re: Run Boy Run → Privado
Aún trataba de ubicarse y no caer en pánico, cuando sintió algo en el hombro, y escuchó una voz. Al girarse, no vio a nadie. Tomó aire, y se dijo que debió haber sido el viento. Sí, el viento que ahora tenía manos tibias, y dedos bastante reales, además de una voz femenina que le había dicho «la llevas». Sacudió la cabeza. Debía salir de ahí cuanto antes. Se limpió la frente con la manga del abrigo y fue a avanzar, cuando volvió a escuchar la voz, aunque al volverse, ahora sí que vio a una chica.
Abrió la boca para decir algo, pero ella se adelantó. Frunció el ceño, ¿de qué rayos le estaba hablando? ¿Quién iba a pillarlos a los dos? ¿De dónde había salido esta mujer en camisón? Entonces giró el rostro, y vio a un hombre, supuso que a él se refería, y por mero acto reflejo, la siguió; no ayudó en nada (o ayudó en mucho) que ella misma lo jalara de la manga de su abrigo.
Se agachó como ella se lo pidió, aunque quedó más bien de rodillas, mismas que comenzaron a dolerle de inmediato, por lo frío y húmedo del suelo. Ahí apestaba, y se hizo ligeramente hacia atrás cuando vio que ahí había unos hombres tirados, dormidos o muertos, a Travis no le importó, quería salir de ahí. Y cuando fue a ponerse en pie para largarse, ella, desde su lugar, acurrucada con los vagabundos, le volvió a hablar.
—Tra-Travis —respondió titubeando y se odió por ello. Sacudió de nuevo la cabeza, tratando de acomodar sus pensamientos—, será mejor que me vaya, y tú deberías hacer lo mismo, antes de que se despierten —continuó y señaló con el mentón a los sujetos más allá. No quiso detenerse mucho en estudiarlos, él mismo había tenido que dormir en las calles, y había sido recibido como un miembro más de la familia de la calle; sin embargo, eso había sido en Londres, no conocía cómo podía ser en París.
Se puso de pie, apoyado de la pared. Miró el cielo de nuevo, ya estaba oscuro en su totalidad y suspiró.
—Ven, te ayudo —le dijo e hizo amago de querer levantarla. No era muy natural en él ese altruismo, no desde que estaba bajo la protección de Nicholas y se había vuelto ese chiquillo veleidoso y berrinchudo, al menos, no obstante, dentro aún habitaba el niño asustado que había huido de los malos tratos de un maestro de música que sólo lo veía como una fábrica para producir billetes. Y tal vez por eso, se detuvo y ofreció su ayuda.
La sacaría, aunque ella no parecía muy dispuesta a irse, y luego cada uno seguiría su camino. Sí, eso era lo mejor, se dijo.
—Ven —insistió—, acompáñame, prometo no entregarte a ese hombre que te perseguía. —La tomó de un brazo, pero no era muy fuerte como para ponerla de pie.
En eso, los mendigos se movieron entre sueños, uno balbuceó algo, y el otro se giró para quedar boca arriba. Travis tragó grueso, no quería tener que enfrentarlos. Volvió a hincarse, para quedar más cerca de ella y hablarle bajito.
—Vamos, ven —dijo una vez más—, ya no te voy a insistir, Alitzée, me marcho, hazle como quieras —prosiguió, molesto y frustrado. De nuevo, apoyado del muro, se puso de pie. Una parte de él quiso largarse sin mirar atrás, y otra lo detuvo, observándola, tan pulcra a comparación del callejón estrecho, que incluso parecía brillar.
Travis Halford- Humano Clase Alta
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Re: Run Boy Run → Privado
No comprendió porqué su nuevo amigo se empeñaba en salir del escondite antes de tiempo. Alitzée abrió los ojos, alarmada. Anticipando sus movimientos, trató de detenerla, pero "Tra-Travis" ya estaba incorporándose. ¿Adónde vas?, quiso preguntar, pero temía que el guarda los encontrara antes de tiempo así que se mantuvo en el sitio y, optó por continuar simulando estar dormida.
─No te puedo escuchar, tienes que despertarme antes.
Sin embargo, él no quería jugar. Alitzée hinchó las mejillas, molesta. Se puso de rodillas y permitió que el tirase de su brazo. Le recordó a su abuela, insistiendo una y otra vez, en que continuaran, en que no se detuvieran, que no perdieran el tiempo,que no vivieran. Volvió a sacudir la cabeza y él amenazó con marcharse. La adolescente estiró el cuello entre los mendigos las flores mustias y lo contempló, como un cachorro que no comprendía que sucedía.
Solo cuando él se alejó, ella se puso en pie y lo siguió. Su repentino entusiasmo hubiese sobresaltado a cualquiera.
─Ya me he despertado ─aseguró─. Ha sido un placer jugar contigo.
Se marchó corriendo, sin previo aviso, desapareciendo entre los callejones parisinos. Esfumándose sin más. Y durante un rato pareció no haber rastro de la joven, todo indicaba que su abrupta presencia había sido producto de un espejismo. Sin embargo, una vez más, asaltó el muchacho cuando este dobló la esquina de un callejón.
─¡Oye, Travis! ─exclamó, demasiado cerca de su rostro─. He olvidado la dirección que había tomado… ¿Conoces el camino más corto hacia el río? Temo perderme y no llegar a tiempo. Quizás podrías acompañarme. Voy a visitar a una amiga. Solo se la puede visitar una vez al año. Es blanca, pura, un ángel de verdad. Y le pediré un deseo. Seguro que permite que tú le pidas otro.
Esperó su respuesta, con lamaldición tierna inocencia de quién ignora la amenaza de las calles de Paris.
─Vamos, te gustará ─insistió previendo la dudosa respuesta del muchacho ─. Lo prometo.
─Cree que estás loca ─susurró el gato a su oído.
Cuando giró el rostro en su dirección, no lo halló por ninguna parte, así que volvió a clavar su mirada dispar sobre Travis. Su extraña intensidad hubiese espantado a cualquiera. Y el gato pareció ser consciente de ello, puesto que, desde la distancia, dejó escapar una risilla.
─Lo disfrutaré más si lo comparto con alguien ─sentenció.
Tímidamente esta vez, tironeó de la manga de sus ropajes. A pesar de que, si aceptaba, él dictaminaría la dirección que debían de tomar.
─No te puedo escuchar, tienes que despertarme antes.
Sin embargo, él no quería jugar. Alitzée hinchó las mejillas, molesta. Se puso de rodillas y permitió que el tirase de su brazo. Le recordó a su abuela, insistiendo una y otra vez, en que continuaran, en que no se detuvieran, que no perdieran el tiempo,
Solo cuando él se alejó, ella se puso en pie y lo siguió. Su repentino entusiasmo hubiese sobresaltado a cualquiera.
─Ya me he despertado ─aseguró─. Ha sido un placer jugar contigo.
Se marchó corriendo, sin previo aviso, desapareciendo entre los callejones parisinos. Esfumándose sin más. Y durante un rato pareció no haber rastro de la joven, todo indicaba que su abrupta presencia había sido producto de un espejismo. Sin embargo, una vez más, asaltó el muchacho cuando este dobló la esquina de un callejón.
─¡Oye, Travis! ─exclamó, demasiado cerca de su rostro─. He olvidado la dirección que había tomado… ¿Conoces el camino más corto hacia el río? Temo perderme y no llegar a tiempo. Quizás podrías acompañarme. Voy a visitar a una amiga. Solo se la puede visitar una vez al año. Es blanca, pura, un ángel de verdad. Y le pediré un deseo. Seguro que permite que tú le pidas otro.
Esperó su respuesta, con la
─Vamos, te gustará ─insistió previendo la dudosa respuesta del muchacho ─. Lo prometo.
─Cree que estás loca ─susurró el gato a su oído.
Cuando giró el rostro en su dirección, no lo halló por ninguna parte, así que volvió a clavar su mirada dispar sobre Travis. Su extraña intensidad hubiese espantado a cualquiera. Y el gato pareció ser consciente de ello, puesto que, desde la distancia, dejó escapar una risilla.
─Lo disfrutaré más si lo comparto con alguien ─sentenció.
Tímidamente esta vez, tironeó de la manga de sus ropajes. A pesar de que, si aceptaba, él dictaminaría la dirección que debían de tomar.
Alitzée Quincampoix- Humano Clase Alta
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Re: Run Boy Run → Privado
¿De dónde había salido esta loca? Lo mejor era dejarla ahí, que los vagabundos hicieran con ella lo que quisieran, ¡le daba igual! ¡Ah! Pero es que esa era la cosa, no le daba igual, el solo pensamiento le repugnó, porque él, más que nadie, sabía lo que era padecer a manos de otros. Respiró profundo, contó hasta diez, pero antes de acabar, ella ya estaba de pie, no sólo eso, ya se había largado, sin darle oportunidad de nada. Parpadeó, y el movimiento de uno de los mendigos, lo hizo reaccionar. Salió del callejón y la buscó, pero ya no estaba a la vista. Bueno, esto era mejor y echó a andar, aún cuando todavía no sabía dónde estaba con exactitud. Al menos, pudo percibir el aroma a podrido del Sena, mismo que le recordó al Támesis, punto de referencia que usó incontables veces allá en Londres.
Avanzó cauteloso, pero ni eso lo salvó del susto que Alitzée le dio tan pronto dobló la primera esquina. Parpadeó varias veces y se rascó la frente. ¿Qué le iba a decir? ?Que estaba todavía más perdido que ella? No, no iba a confesarle eso.
—¿De quién rayos hablas? —espetó, en cambio—, como sea, podemos seguir este camino, quizá nos lleve al río —continuó. Aunque fue muy seguro en sus palabras, usó correctamente el «quizá», porque no estaba del todo seguro. Era sólo su instinto de niño de la calle, que lo fue alguna vez, el que lo conducía, el aroma ulcerado que dejan los ríos que cruzan grandes ciudades.
—Yo también voy hacia allá, pero es todo, no me… —No pudo terminar la frase, iba a decirle que no le interesaba la invitación, pero no tuvo corazón para eso, algo en lo que le dijo la chica lo conmovió, y se odió por eso. También pudo notar cómo, de la nada, ella miraba a otro lado, como si escuchara nuevas voces; era obvio que algo no le funcionaba bien, pero ese no era asunto suyo. Sacudió la cabeza—. Vamos, quizá en el camino me puedas aclarar de qué hablas —la instó al tiempo que la tomaba por el brazo para seguir caminando.
—¿A quién se supone que vas a visitar en el río? —preguntó, sin mirarla, sin detenerse, yendo recto por la calle conforme el olor picado del Sena lo guiaba—. Es muy largo, ¿en qué punto vas a ver a esa… persona? —dudó al final, porque no sabía si la chica se estaba refiriendo a una persona o a una alucinación. O algo peor. Aunque Travis no conocía de seres nocturnos, había pasado demasiadas veladas a la intemperie como para haber escuchado historias, terribles, terribles historias sobre monstruos que se transforman con la luna o los que beben sangre humana.
Se toparon con una pared, un alto muro de ladrillo, con ventanas muy arriba, así que ahora les quedaba ir a la izquierda o a la derecha. Travis estuvo seguro que justo del otro lado estaba el río, ese que ambos estaban buscando; ella para ese extraño encuentro del que hablaba, y él para ubicarse y poder regresar a casa.
Travis Halford- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/01/2017
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Re: Run Boy Run → Privado
La tomó por el brazo, aceptando su oferta, aceptando el lio en el que la pequeña, borracha de demencia, estaba a punto de meterlo. Cantarina, Alitzée se dejó guiar, feliz por haber hecho un nuevo amigo, porque Travis ahora era su amigo. Tal fue su felicidad por compartir una noche tan especial, que pronto sus pasos se convirtieron en pequeños saltos.
─¡Te encantará, Travis! Voy a visitar a la Dama de Blanco. La última vez que conseguí visitarla, yo era así de pequeña ─. Puso su mano a la misma altura que tenía en aquel instante─. No he conocido a nadie a quién no le guste la Dama de Blanco. Es más, no conozco a nadie que la haya conocido. Tú serás el primero, después de mí. Estoy segura de que te caerá bien, incluso a ti─. Puede o no puede, que Alitzée hubiese sabido que sugería con aquel ultimo matiz, o simplemente puede que fuese un producto fortuito de su inconsciente intuición─. Ya te dije dónde está, al otro lado del rio. Solo hay que cruzar el puente y la encontraré.
Alitzée adelantó al muchacho cuando este se detuvo frente al muro. Era una pared alta, cuyas enredaderas ascendían espesas entre las aberturas de la fachada hasta el tejado. A decir verdad, la distancia que escalaba Alitzée hasta la ventana de su habitación era mayor. Sin pensarlo demasiado, hundió sus manitas en la enredadera y ascendió. Cuando se percató de que Travis no la seguía, giró el rostro.
─Vamos, Travis. Es por aquí, ¿verdad? Esos callejones están muy oscuros, seguro que se encuentran repletos de maleza y pestilencia. Desde aquí arriba será todo más claro y podré localizar a mi amiga y el rio fácilmente─. Escaló hasta topar con el tejado, al que se subió sin menor problema. No era seguro si aquello era producto de una innata agilidad o de su inconsciencia. Tímidamente, Alitzée asomó la cabeza para animar a su amigo─. ¿No estarás esperando a que las enredaderas te suban por si solas? No es así como funciona ─Ladeó el rostro, paciente─. Vamos, solo tienes que intentarlo, es muy fácil. ¿Qué daño puede hacer intentarlo?
Su voz hizo eco en la noche cuando desapareció entre las tejas, convencida de que Travis la seguiría.
─¡Mira, desde aquí veo el Sena! Es casi tan grande como el Támesis ─exclamó una vocecilla perdida entre las estrellas y la opacidad de la noche.
Lo dejó solo a la intemperie, frente un muro vertiginoso y dos callejones lúgubres. No había dos caminos, sino tres, suya era la decisión.
─¡Te encantará, Travis! Voy a visitar a la Dama de Blanco. La última vez que conseguí visitarla, yo era así de pequeña ─. Puso su mano a la misma altura que tenía en aquel instante─. No he conocido a nadie a quién no le guste la Dama de Blanco. Es más, no conozco a nadie que la haya conocido. Tú serás el primero, después de mí. Estoy segura de que te caerá bien, incluso a ti─. Puede o no puede, que Alitzée hubiese sabido que sugería con aquel ultimo matiz, o simplemente puede que fuese un producto fortuito de su inconsciente intuición─. Ya te dije dónde está, al otro lado del rio. Solo hay que cruzar el puente y la encontraré.
Alitzée adelantó al muchacho cuando este se detuvo frente al muro. Era una pared alta, cuyas enredaderas ascendían espesas entre las aberturas de la fachada hasta el tejado. A decir verdad, la distancia que escalaba Alitzée hasta la ventana de su habitación era mayor. Sin pensarlo demasiado, hundió sus manitas en la enredadera y ascendió. Cuando se percató de que Travis no la seguía, giró el rostro.
─Vamos, Travis. Es por aquí, ¿verdad? Esos callejones están muy oscuros, seguro que se encuentran repletos de maleza y pestilencia. Desde aquí arriba será todo más claro y podré localizar a mi amiga y el rio fácilmente─. Escaló hasta topar con el tejado, al que se subió sin menor problema. No era seguro si aquello era producto de una innata agilidad o de su inconsciencia. Tímidamente, Alitzée asomó la cabeza para animar a su amigo─. ¿No estarás esperando a que las enredaderas te suban por si solas? No es así como funciona ─Ladeó el rostro, paciente─. Vamos, solo tienes que intentarlo, es muy fácil. ¿Qué daño puede hacer intentarlo?
Su voz hizo eco en la noche cuando desapareció entre las tejas, convencida de que Travis la seguiría.
─¡Mira, desde aquí veo el Sena! Es casi tan grande como el Támesis ─exclamó una vocecilla perdida entre las estrellas y la opacidad de la noche.
Lo dejó solo a la intemperie, frente un muro vertiginoso y dos callejones lúgubres. No había dos caminos, sino tres, suya era la decisión.
Alitzée Quincampoix- Humano Clase Alta
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Re: Run Boy Run → Privado
La miró como se esperaría que cualquiera la mirara, como la loca que era, pero Travis no era de los que juzgaran por eso. Juzgaba por otras cosas, porque su genialidad musical le daba licencia, porque creía que era su deber ser odioso; pero no por eso precisamente, pues cuando padeció en las calles, fueron los vagabundos, dementes y perdidos, quienes lo ayudaron a escapar, a encontrar un techo o compartiéndole la comida. Quizá algo de ello se reflejó en su mirada, detrás de la curiosidad y el disgusto estuvo el recuerdo, aunque no estuvo seguro que Alitzée hubiera prestado la atención adecuada.
Entonces la escuchó, pero sobre todo, la miró. Cuando quiso detenerla, era tarde, ¿de dónde había sacado senda habilidad? La miró estupefacto, elevando más y más la cabeza, pues ella iba cada vez más arriba y de manera muy rápida; y él, abajo del muro, sin saber qué hacer a pesar de la invitación por seguirla. Quiso decirle que se bajara de inmediato, que podía lastimarse, pero la verdad era que la joven parecía tener mucha práctica y alcanzó el cénit en pocos segundos.
La mención del Támesis, el reto implícito, el miedo a quedarse solo en esas calles, la intriga sobre la supuesta Dama de Blanco, todo se combinó y lo empujó a poner el primer pie en una saliente para comenzar a escalar. No era algo nuevo para él, aunque tenía bastante que no lo hacía, así que procuró irse con calma. Sabía que mirar hacia abajo era el peor error y sin embargo, lo cometió. Tragó grueso, aguardó unos segundos y continuó de subida.
Una vez arriba, la vio ahí, en el tejado, como un sueño extraño; no malo, pero no sabía si bueno era la palabra para describirlo. Tal vez era sólo eso, un sueño. Avanzó con cautela para no resbalarse.
—¿Ves a tu amiga? —preguntó, y se dijo si lo hacía en serio, sacudió la cabeza—, ¿es de la ciudad? —continuó con la misma sensación de que como su acompañante, se estaba volviendo loco. Tuvo ganas de cuestionar si siquiera era real, pero se lo guardó mejor. Estaba siendo muy considerado con ella, a decir verdad. La desolación de sentirse perdido lo empujaba hacia Alitzée, con todas sus peculiaridades.
Eran dos chicos solos y perdidos, no se necesitaba ser un genio para saber por qué se estaban haciendo compañía esa noche.
—Así que conoces el Támesis —dijo luego. Caminó hasta llegar a donde estaba ella—. ¿Eres de Londres? ¿No extrañas Londres? —preguntó, y en sus palabras se develó lo que realmente sentía él: él sí extrañaba Londres, saber de su familia, lo gris y enorme de la ciudad, el té a las cuatro, los teatros llenos a sus pies. Lo extrañaba a pesar de los recuerdos amargos que ahí habitaban.
Cerró los ojos y dejó que el viento le acariciara el rostro y olió a profundidad los aromas de París. Por una vez, desde que había arribado a la ciudad, se sintió en calma… ¡qué extraño! Qué extraño que fuera al lado de alguien como Alitzée.
Travis Halford- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/01/2017
Localización : París
Re: Run Boy Run → Privado
─¿Ves las estrellas? ─musitó, en un tono de voz más manso del que le había acostumbrado al muchacho. La mirada de Alitzée estaba transfija en el cielo ultramar, reflejado sobre la superficie del Sena─. Mira como flotan a la deriva, son incluso más brillantes que en el firmamento. Una vez trata de atrapar una de ellas sobre las aguas del Támesis. Quería tomarla entre mis manos y beber de esa agua, ser tan brillante como aquella estrella que resplandecía. Pero que boba, al agacharme a por ella, la suela del zapato de mi madre me acarició con tanta fuerza que destruí el firmamento al caer sobre el agua. Las estrellas rompieron en añicos a mi alrededor y yo casi me ahogó en su resplandor. Por suerte Papá consiguió rescatarme a tiempo. ¡Cuantas estrellas tragué aquel día!
“Sé quedó medio tonta al tragar las sucias aguas del Támesis”
“¿En qué estabas pensando? Vi como la empujabas con el pie.”
Las pupilas de Alitzée se fundieron con las aguas oscuras. Por un momento su sonrisa despistada desapareció y su expresión se sumió en la de un ángel desamparado. Ni si quiera sabía por qué había evocado la memoria de sus padres, hasta donde ella sabía, nunca los recordaba. Y tan pronto como aquel tormentoso día abrumo sus pensamientos, desapareció súbitamente y la muchacha dio un brusco brinco, deslizándose nuevamente por el otro lado de la fachada.
─¡Sígueme! Sé donde esta mi amiga.
Aterrizo con facilidad sobre el pavimento humado y trotó hasta el rio Sena, al cual atravesó por medio del puente, dirigiéndose a la zona boscosa del mismo, donde los adoquines del suelo desaparecían la maleza se dispersaba. Alitzée apartó las ramas de espino y desenredo las raíces del suelo mientras buscaba ese querido rincón que con tanta adoración esperaba una vez al año.
Ahí estaba; la dama de blanco.
No tan resplandeciente como una estrella, pero brillante a su manera. Una flor albina, de pétalos esponjosos y aroma absorbente. Alitzée tomó asiento frente a ella y susurró a Travis:
─Vamos acércate, con cuidado, no querrás asustarla.
La palidez de la flor era tan intensa que parecía verse reflejada en las facciones de ambos adolescentes. Alitzée le dedico una extraña mirada al muchacho.
─Ella te estaba esperando, ¿lo sabías? Pensé que era para mí, pero resulta que este año floreció para ti. Solo lo hace una vez al año y es muy especial. Este año tan solo lo hizo para ti, Travis. Así que cierra los ojos y confiésale a la Dama de Blanco el mayor de tus deseos. Ella cambiará tu vida por siempre.
“¿En qué estabas pensando? Vi como la empujabas con el pie.”
Las pupilas de Alitzée se fundieron con las aguas oscuras. Por un momento su sonrisa despistada desapareció y su expresión se sumió en la de un ángel desamparado. Ni si quiera sabía por qué había evocado la memoria de sus padres, hasta donde ella sabía, nunca los recordaba. Y tan pronto como aquel tormentoso día abrumo sus pensamientos, desapareció súbitamente y la muchacha dio un brusco brinco, deslizándose nuevamente por el otro lado de la fachada.
─¡Sígueme! Sé donde esta mi amiga.
Aterrizo con facilidad sobre el pavimento humado y trotó hasta el rio Sena, al cual atravesó por medio del puente, dirigiéndose a la zona boscosa del mismo, donde los adoquines del suelo desaparecían la maleza se dispersaba. Alitzée apartó las ramas de espino y desenredo las raíces del suelo mientras buscaba ese querido rincón que con tanta adoración esperaba una vez al año.
Ahí estaba; la dama de blanco.
No tan resplandeciente como una estrella, pero brillante a su manera. Una flor albina, de pétalos esponjosos y aroma absorbente. Alitzée tomó asiento frente a ella y susurró a Travis:
─Vamos acércate, con cuidado, no querrás asustarla.
La palidez de la flor era tan intensa que parecía verse reflejada en las facciones de ambos adolescentes. Alitzée le dedico una extraña mirada al muchacho.
─Ella te estaba esperando, ¿lo sabías? Pensé que era para mí, pero resulta que este año floreció para ti. Solo lo hace una vez al año y es muy especial. Este año tan solo lo hizo para ti, Travis. Así que cierra los ojos y confiésale a la Dama de Blanco el mayor de tus deseos. Ella cambiará tu vida por siempre.
Alitzée Quincampoix- Humano Clase Alta
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