AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La oportunidad abre las puertas (Heite Duncan)
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La oportunidad abre las puertas (Heite Duncan)
El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad.
Victor Hugo.
Victor Hugo.
Ya había pasado unas semanas desde que Adrik la había descubierto en París en contra de todo lo que él había querido para ella, cuando se alejó de escocia en ayuda de uno de sus contratos. Sin embargo la razón de su lejanía no había sido tal, sino que engañándole, había partido hacia Francia en contra la inquisición o por lo menos – ya que la duquesa se negaba a pensar que su esposo hubiera deseado ir a la guerra y abandonar a su familia, que ahora ella componía – a buscar información sobre los avances de la maldita Iglesia y sus fieles perros. Y ella como toda esposa rebelde había terminado siguiéndolo hasta encontrarse con Hero, con quien había permanecido unos días hasta el encuentro con su esposo de nuevo. Que si no había sido un encuentro dulce, si había sido un encuentro devastador en el que la preocupación, el enfado y el amor habían luchado entre sí.
De aquello ya hacía dos semanas en las que se había seguido contactando con Hero y los demás por carta, como con un tal Jacques Román que también parecía estar en contra de la inquisición y que por ende, la había regañado severamente, como solo un padre haría a su hija, sobre el ponerse en peligro esperando un hijo en el vientre. ¿Qué tenían los hombres en contra de las mujeres valientes? Por supuesto que esas palabras hicieron crecer en enfado de su esposo, quien la obligó a llamar a sus sirvientes de confianza para que se quedaran con ella en las mañanas mientras que él dormía en una habitación contigua, en la mansión que él poseía como pago de uno de sus contratos en Paris. Así fue como Víctor y Marie acudieron rápidamente a la ciudad velando por la salud de la duquesa en todo momento. Y sorprendidos de que por una vez aceptara quedarse en la casa. Por suerte la mansión y sus jardines eran inmensos. Siempre tenía algo que descubrir nuevo y si no paseaba por los jardines y sus fuentes, esperando que su esposo despertara con la caída del sol para verlo y salir con él a las calles. Porque a partir de ahora si ella quería salir, debía de ser en su compañía y ahora que volvía a ser el Adrik dulce, divertido y cariñoso de siempre, no iba a faltar a su palabra y a preocuparle más de lo necesario. No, cuando la vida de su hijo podía correr peligro.
— Querida, os hace falta alguien que os ayude, que os sea grata su compañía y ahora que en pocos meses nacerá vuestro hijo, tendríais que ir viendo a quien pondréis para su cuidado. — Marie, la ama de llaves se sentaba aquella mañana junto a Danna, en uno de los salones más frescos de la mansión, ayudándole a coser ropa que iban a ser para el niño y que la duquesa quería tener preparada para antes del desenlace de su embarazo. Quizás antes no lo había sentido a causa de su juventud y vitalidad, no obstante, tras hacer ya los cinco meses de embarazo, el cansancio se hacía notable, así como el gran apetito que mostraba ahora que su hijo empezaba a crecer. — Ya soy vieja mi señora para esos trotes de los niños pequeños y sus juegos.
— ¿Vieja, Marie? — Dejó la aguja y el hilo y se volvió hacia ella sonriendo — Nunca había visto a una mujer tan activa y despierta como usted, pero sí que en algo tenéis razón. Llevo meses pensando en acoger a una doncella en el castillo. Mi doncella personal y a cambio recibiría todo cuanto en mi mano estuviera por darle toda oportunidad que una joven necesita para labrarse un futuro. — Esos pensamientos ya venían desde la primera noche que supo que estaba encinta y que los Dianceht en un año, iban a crecer. Solo que aún no había pensado en quien podría ser la mejor para el lugar, ni quien pudiera ser realmente de confianza. En Escocia todos deseaban agradarla, pero muy pocos eran los no buscaban un fin personal con ello, así que no podía fiarse de las jovencitas de allí. — El problema en lo que me planteáis es sin duda que no conozco a ninguna extranjera que pueda servir o me dé la suficiente confianza para el puesto. Y como podría dejar a mi hijo en manos de una desconocida?
— No se preocupe mi señora, casualmente yo sé de una conocida. No es de clase adinerada, sin embargo es sumamente educada, amable y bondadosa, de alma noble y trabajadora. No creo que os decepcione duquesa. — Las palabras de Marie atrajeron su atención y Danna terminó asintiendo, hablándole de que concertara una entrevista tres días más tardes y que con sus ojos vería si aquella joven podía ganarse un lugar a su lado. El ama de llaves partió enseguida en busca de un mensajero y entregó la carta, esperando que la joven acudiera sin falta a la entrevista, lo que podía ser una oportunidad que cambiara su futuro y darle así la espalda a la dura vida del mercado.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
- Mensajes : 592
Fecha de inscripción : 27/05/2013
Edad : 32
Re: La oportunidad abre las puertas (Heite Duncan)
Heite, con su risueña personalidad, se encontraba, limpiando su pequeña cabaña, barriendo y balando, mientras canturreaba una canción Escocesa. - Lavender's blue, dilly, dilly, lavender's green, When I am king, dilly, dilly, you shall be queen... - Sus manos se desplazaban como mariposas desde un objeto a otro, sacando el polvillo; aireando el lugar; baldeando; acarreando agua de la laguna cercana.
Cuando terminó miró su obra y sonrió. En el centro de la pequeña mesa, había colocado un jarrón de cerámica blanca con decoraciones en un azul brillante. Lo había comprado esa mañana,dueña del almacén se lo había dejado a poco mas de un centavo de franco, por estar golpeado en el borde y también por que el esmalte se había estropeado, pero Heite con ingenio y juntando un buen atado de lavadas silvestres había dejado su hogar, hermosamente decorado, alegre y con un reconfortante aroma. Inspiró profundamente, cerró los ojos y sonrió - I love to dance, dilly, dilly, I love to sing; When I am queen, dilly, dilly, You'll be my king; Who told me so, dilly, dilly, Who told me so? I told myself, dilly, dilly, I told me so. -. Su rostro acalorado, con pequeñas gotas de sudor hacían que sus cobrizos y rubios cabellos se pegaran en sus mejilla. Suspiró, esa canción siempre la hacía pensar que no debía perder las esperanzas de superarse, llegar a valerse por si sola, lo suficiente para ser digna de que alguien la amara y sintiera orgulloso de ella. No esperaba ser la esposa de un rey, pero en su pequeño hogar, aunque fuera humilde si sería toda una reina – y tan hermosa como tu – le dijo a las flor de Lavanda que sus manos sostuvieron por un segundo, para luego dejarla caer y unirse a las otras flores que apretadas daban una explosión de color desde el interior del jarrón.
Luego de higienizarse y de tomar una frugal cena, se preparó para acostarse, ya que apenas tocaran las las cuatro y media de la madrugada, en el campanario al otro lado del lago, debería prepararse para ir al mercado. Lavaba con esmero y cuidado su vajilla, cuando el sonido de un carruaje la sacó de sus ensoñaciones. Secó sus manos con un pequeños repasador, arregló unos mechones sueltos que caían sobre sus ojos y se dirigió a la puerta. Estaba por abrirla, cuando unos suaves golpes se sintieron en la madera. Apenas habían resonado, cuando Heite, abrió despacio y temerosa, no era común que un carruaje anduviera por el lago, menos a esa hora, la mayoría de las personas de clase alta, ya se encontraban en sus cómodas mansiones. Sus ojos se fueron abriendo por la sorpresa, al principio el estupor no la dejó pronunciar palabra, ni decidirse a dejar pasar a quien se encontraba en la entrada. Era una antigua conocida de su tierra natal, bueno mejor dicho de su país natal. Cuando se dio cuenta de su torpeza, se hizo con rapidez a un lado – Marie!!! - dijo con la voz algo aguda y desentonada por la sorpresa - oh por favor, pasa, pasa... Dios, ¿que haces por aquí? - la contempló despacio y aun asombrada, Marie era una mujer alta, de rasgos elegantes, o por lo menos a ella le parecían, y escocesa como Heite. La recordaba de uno de sus trabajos en Inglaterra, siempre amable, a pesar que, la Ama de Llaves si mal no recordaba, era de clase media y Heite de clase baja, nunca había sentido que aquella dama la hiciera a un lado o menospreciara por su condición social y para alguien como la escocesa, eso era sumamente loable. Por esa razón volverla a ver allí en Paris y en su humilde hogar la hizo casi llorar. Era verdad que le había parecido verla en el mercado mas de una vez y hasta había levantado su mano saludándola, pero después dudó que fuera ella. Su corazón retumbaba, y se preguntaba que era lo que la había traído hasta allí.
Se estaba acostando, mas de media hora pasada las doce de la noche, pero es que aunque la visita había sido breve, el tema había rondado sobre sus ansias de superación y un nuevo y mejor empleo, con el corazón palpitando y la alegría que le trepaba a los hombros, tanto como asus ojos y su sonrisa, apagó luz de la vela que iluminaba el lugar. Esa misma sonrisa que siguió clavada en su rostro mucho después de dormirse.
A la mañana siguiente, pidió permiso, a su patrón, para retirarse luego del almuerzo, llevaba en un monederito todos sus ahorros y con ellos compró un vestido muy sencillo, pero indiscutiblemente mas presentable que el que llevaba puesto, lleno de remendones. Pero el dinero no le alcanzó para un par de zapatos nuevos, por lo que tubo que conformarse con sus botas, no estaban tan mal, ni en perfecto estado, pero podría usarlas hasta que juntara lo suficiente para adquirir otras, antes de que el invierno llegara nuevamente. Ademas el largo del vestido le permitirían ocultarlas. Se miró en escaparate del negocio y le gustó lo que contempló. Había guardado su vestido ajado en un paquete que muy servicial, el dependiente había hecho para ella. Se encaminó a la dirección que le diera Marie. Su corazón, chocaba con fuerza, temía que se le escapara del pecho, cada paso la acercaba aun mas, pensó que le diría a la señora de la casa, - ¿le diré que soy Escocesa y que me he fugado de mi hogar? ¿O solo que soy extranjera? - caminó y se detuvo, - de seguro la señora Marie ya se lo ha dicho – suspiró, sintiendo que las manos se le mojaban de transpiración por el miedo y los nervios.
Inspiró con fuerza, al detenerse frente a la reja de entrada. Su vista, se dirigió al llamador. Se persignó – que Dios me ayude, él sabe que necesito me acompañe en éste momento – volvió a sonreír como la noche anterior al accionar la campanilla y en su mente las palabras de la canción resonaron, ella también deseaba algún día poder sentirse una reina por el amor de alguien que se sintiera orgulloso de su persona y conseguir ése empleo le ayudaría a poder adquirir unos libros y así obtener mas conocimientos y hasta refinarse. Quedó helada al escuchar los pasos que se acercaban y el chirrido de los goznes cuando la puerta se abrió.
Cuando terminó miró su obra y sonrió. En el centro de la pequeña mesa, había colocado un jarrón de cerámica blanca con decoraciones en un azul brillante. Lo había comprado esa mañana,dueña del almacén se lo había dejado a poco mas de un centavo de franco, por estar golpeado en el borde y también por que el esmalte se había estropeado, pero Heite con ingenio y juntando un buen atado de lavadas silvestres había dejado su hogar, hermosamente decorado, alegre y con un reconfortante aroma. Inspiró profundamente, cerró los ojos y sonrió - I love to dance, dilly, dilly, I love to sing; When I am queen, dilly, dilly, You'll be my king; Who told me so, dilly, dilly, Who told me so? I told myself, dilly, dilly, I told me so. -. Su rostro acalorado, con pequeñas gotas de sudor hacían que sus cobrizos y rubios cabellos se pegaran en sus mejilla. Suspiró, esa canción siempre la hacía pensar que no debía perder las esperanzas de superarse, llegar a valerse por si sola, lo suficiente para ser digna de que alguien la amara y sintiera orgulloso de ella. No esperaba ser la esposa de un rey, pero en su pequeño hogar, aunque fuera humilde si sería toda una reina – y tan hermosa como tu – le dijo a las flor de Lavanda que sus manos sostuvieron por un segundo, para luego dejarla caer y unirse a las otras flores que apretadas daban una explosión de color desde el interior del jarrón.
Luego de higienizarse y de tomar una frugal cena, se preparó para acostarse, ya que apenas tocaran las las cuatro y media de la madrugada, en el campanario al otro lado del lago, debería prepararse para ir al mercado. Lavaba con esmero y cuidado su vajilla, cuando el sonido de un carruaje la sacó de sus ensoñaciones. Secó sus manos con un pequeños repasador, arregló unos mechones sueltos que caían sobre sus ojos y se dirigió a la puerta. Estaba por abrirla, cuando unos suaves golpes se sintieron en la madera. Apenas habían resonado, cuando Heite, abrió despacio y temerosa, no era común que un carruaje anduviera por el lago, menos a esa hora, la mayoría de las personas de clase alta, ya se encontraban en sus cómodas mansiones. Sus ojos se fueron abriendo por la sorpresa, al principio el estupor no la dejó pronunciar palabra, ni decidirse a dejar pasar a quien se encontraba en la entrada. Era una antigua conocida de su tierra natal, bueno mejor dicho de su país natal. Cuando se dio cuenta de su torpeza, se hizo con rapidez a un lado – Marie!!! - dijo con la voz algo aguda y desentonada por la sorpresa - oh por favor, pasa, pasa... Dios, ¿que haces por aquí? - la contempló despacio y aun asombrada, Marie era una mujer alta, de rasgos elegantes, o por lo menos a ella le parecían, y escocesa como Heite. La recordaba de uno de sus trabajos en Inglaterra, siempre amable, a pesar que, la Ama de Llaves si mal no recordaba, era de clase media y Heite de clase baja, nunca había sentido que aquella dama la hiciera a un lado o menospreciara por su condición social y para alguien como la escocesa, eso era sumamente loable. Por esa razón volverla a ver allí en Paris y en su humilde hogar la hizo casi llorar. Era verdad que le había parecido verla en el mercado mas de una vez y hasta había levantado su mano saludándola, pero después dudó que fuera ella. Su corazón retumbaba, y se preguntaba que era lo que la había traído hasta allí.
Se estaba acostando, mas de media hora pasada las doce de la noche, pero es que aunque la visita había sido breve, el tema había rondado sobre sus ansias de superación y un nuevo y mejor empleo, con el corazón palpitando y la alegría que le trepaba a los hombros, tanto como asus ojos y su sonrisa, apagó luz de la vela que iluminaba el lugar. Esa misma sonrisa que siguió clavada en su rostro mucho después de dormirse.
A la mañana siguiente, pidió permiso, a su patrón, para retirarse luego del almuerzo, llevaba en un monederito todos sus ahorros y con ellos compró un vestido muy sencillo, pero indiscutiblemente mas presentable que el que llevaba puesto, lleno de remendones. Pero el dinero no le alcanzó para un par de zapatos nuevos, por lo que tubo que conformarse con sus botas, no estaban tan mal, ni en perfecto estado, pero podría usarlas hasta que juntara lo suficiente para adquirir otras, antes de que el invierno llegara nuevamente. Ademas el largo del vestido le permitirían ocultarlas. Se miró en escaparate del negocio y le gustó lo que contempló. Había guardado su vestido ajado en un paquete que muy servicial, el dependiente había hecho para ella. Se encaminó a la dirección que le diera Marie. Su corazón, chocaba con fuerza, temía que se le escapara del pecho, cada paso la acercaba aun mas, pensó que le diría a la señora de la casa, - ¿le diré que soy Escocesa y que me he fugado de mi hogar? ¿O solo que soy extranjera? - caminó y se detuvo, - de seguro la señora Marie ya se lo ha dicho – suspiró, sintiendo que las manos se le mojaban de transpiración por el miedo y los nervios.
Inspiró con fuerza, al detenerse frente a la reja de entrada. Su vista, se dirigió al llamador. Se persignó – que Dios me ayude, él sabe que necesito me acompañe en éste momento – volvió a sonreír como la noche anterior al accionar la campanilla y en su mente las palabras de la canción resonaron, ella también deseaba algún día poder sentirse una reina por el amor de alguien que se sintiera orgulloso de su persona y conseguir ése empleo le ayudaría a poder adquirir unos libros y así obtener mas conocimientos y hasta refinarse. Quedó helada al escuchar los pasos que se acercaban y el chirrido de los goznes cuando la puerta se abrió.
- Canción que canta Heite:
Heite Duncan- Humano Clase Baja
- Mensajes : 17
Fecha de inscripción : 01/07/2014
Re: La oportunidad abre las puertas (Heite Duncan)
A LA MAÑANA SIGUIENTE...
Aún yacía en la cama, volteándose perezosa entre las almohadas que olían a su esposo. De nuevo se había quedado con ella, aún hasta cuando ella ya yacía dormida sin saber de su presencia. Al principio de la mañana sentirse tan llena de aquel aroma que tanto le agradaba y enloquecía. Le había hecho pensar que se había quedado dormido junto a ella, lo que segundos después al no localizar su cuerpo contra el suyo, protegiéndola como solía hacer hasta en sus sueños matutinos, la hizo desilusionarse de poder robarle un beso a su amado antes de levantarse. Todo y así, era realmente feliz y sintiendo en su vientre los movimientos de su hijo, que parecía encontrarse fuerte e inquieto aquella mañana, se obligó a levantarse y bajar a desayunar. Antes que viniera Marie y la regañara por hacer pasar de hambre a su hijo. Quien debía de estar seguro iba a nacer con el doble de peso de seguir así. Entre todos a su servicio –incluyendo Adrik que era el cabecilla de todos- no dejaban de preparar los platos más suculentos y favoritos de la duquesa. A quien definitivamente le costaba negarse a ellos.
— Pronto no podremos dormir en esta cama, mi pequeño. Tu madre se está volviendo una gran escocesa y tu padre, deberá comprar un colchón más grande para todos. — Río suavemente y con una sonrisa en sus labios se levantó de la cama con lentitud. Dirigiéndose una vez levantada, hacia la ventana que descorrió para que entrara la luz de un nuevo día. Sus ojos admiraron el jardín de la mansión que poseían en la ciudad francesa y observando unos pájaros que cantaban alegre en una de las ramas de los arboles más cercanos, suspiró. A pesar de que la llegada a París había resultado caótica, al final no podía no guardar un buen recuerdo. Se llevaba muchas amistades de la ciudad y por ultimo volvería con su esposo a su hogar. Por qué; sí. Aquel seria su último día. El ultima día que pasarían en París. Ya que al amanecer del día siguiente ella partiría de nuevo a Escocia y Adrik a la noche se reuniría con ella en una de las posadas en las que descansaría del viaje debido a su estado delicado.
—Admira esto mi pequeño, por que pronto volverás a los bosques de Escocia y a su aire puro. A nuestros lobos y nuestras gentes. — Tenia costumbre hablarle a su vientre. Quería que reconociera su voz y la de Adrik desde solo nacer. Por ello tanto ella como él, solían hablarle suavemente, como si ya lo tuvieran entre ellos. En sus brazos. Donde ya tantas veces le había soñado tener. Un nuevo suspiro y volviendo hacia su tocador, tomó el vestido que yacía ya preparado para ella y sin problema alguno se vistió con él. En su estado ya no llevaba esos vestidos apretados y ceñidos a la cintura y vientre, por lo que usaba vestidos vaporosos y sueltos. Sencillos quizás, pero aun así decían que ella no perdía su porte.
Tras alistarse, salió de la habitación y cerrando la puerta tras de sí, encaminó sus pasos hacia el salón. Donde le estaría esperando Marie para llevarle el desayuno, solo que en ese bonito día, se negaba a comer dentro, así que al llegar y verla le dijo de llevarle el desayuno al jardín. Rápidamente la comida se le fue servida en la sombra de la mesa que tenían preparada al jardín para cuando los duques deseaban tener la privacidad de la cena en la noche. Croissants, chocolate caliente y otras especies de bombones. Fruta y jugo recién hecho de naranjas, eran entre otras cosas lo que yacía en la mesa. Como siempre la comida a su gusto era abundante para una sola persona e invitó a Marie a desayunar con ella, la que como siempre se negó. — Marie, de verdad… Mi esposo me ama demasiado y vosotros también. No veis que es demasiado comida para una sola persona? — La duquesa fulminó con la mirada a su ama de llaves, la que simplemente se encogió de hombros y sonrío, sabiendo que contaba con el completo apoyo del duque. — No sois solo una persona mi señora. Sois dos contando vuestro pequeño y eso si no son más niños los que esperáis. Y una mujer encinta debe cuidar y comer por todos. — Le regaño suavemente Marie. Danna sonrío y negó dejando aquella conversación por imposible, así que simplemente se centró en empezar a desayunar, oyendo los silbidos y cantos de los pájaros, cuando escuchando los ladridos de sus perros, cayó en la cuenta de que tenía aquel mismo día una visita. La joven doncella a la que debía entrevistar. Finalmente podría ser que no terminara comiendo sola.
— Marie por favor ve a buscarla y tráedla hacia aquí. Me gustaría mucho contar con la compañía de alguien en la mesa, y si no le incomoda me gustaría entrevistarla para el puesto de mi doncella aquí. En la libertad del campo, donde pueda ser ella. — Mandó a Marie a buscarla y respirando el aire limpio y perfumado de los rosales y otras variedades de flores del jardín, tras unos minutos y viendo primero salir a los dos collies contentos al jardín, al ver a Marie llevando a la joven tras ella sonrío con amabilidad y dulzura. No le importaba si iba con las ropas sencillas o hasta si era más joven que ella. Danna siempre había mirado más allá de lo visible y aquello es lo que estaba haciendo, viendo que en el aura de la joven muchacha no había ni pizca de malicia. Sino que por el contrario era transparente, y en su definición bondadosa. Se acarició el vientre suavemente y al verla acercarse más se levantó aún con la sonrisa en su rostro, esperando que no se sintiera cohibida al estar frente a ella. Dentro de las paredes de su hogar la gustaba la familiaridad. — Bienvenida a mi hogar. Me alegro que pudierais venir con tan poco tiempo de antelación. — Dijo al tenerla frente a sí. — Por favor sentiros libre de tutearme, hace mucho no tenia de visitas y en mi estado, agradezco realmente la compañía en esta bonita mañana. Por lo que sentaros y desayunad conmigo si deseáis. La comida es exquisita y temo que quieran asarme para unos meses servirme como pavo en navidad. —Río aquello ultimo suavemente y con la mano indicó a la joven la silla que esperaba fuera ocupada por ella. — ¿Habéis desayunado antes de venir? — Preguntó en lo que ella tomaba de nuevo asiento, para saber si era necesario insistir en que comiera junto a ella o dejarla que se negase según sus deseos.
Danna Dianceht- Licántropo/Realeza
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Fecha de inscripción : 27/05/2013
Edad : 32
Re: La oportunidad abre las puertas (Heite Duncan)
Sonrió aliviada cuando descubrió que era Marie quien la conduciría a donde se encontraba su posible nuevo patrón. Intentó no parecer demasiado curiosa, pero le era difícil, había tantas cosas que llamaban su atención, como el empapelado de las paredes, los adornos, las pinturas, esculturas. Sus ojos se abrían con asombro, como los de un niño al ir a una feria, o como cuando acompaño a la señora Maxwell a la Galería Nacional de Pintura en Londres. Aquella tarde no había podido dejar de tener la boca abierta, maravillada por los retratos de príncipes, princesas, y demás personajes ilustres.
Fue llevada por varios salones, uno más extraordinario que el anterior, para al fin llegar hasta un primoroso jardín, tan hermoso como todas las maravillas que había apreciado en el trayecto de la calle hasta allí. Se quedó quieta, detrás de Marie, como si intentara pasar desapercibida. El miedo se apoderaba de ella, - ¿y qué pasará si no le gusto? - se dijo pensando en que no le esperaba otro empleo, si no conseguía éste, volver a Escocia, por ahora, le era imposible. Marie se hizo a un lado dejándola expuesta totalmente, - buenos días madame – dijo respondiendo al amable saludo de la Duquesa, intentó hacer una educada reverencia, se sintió torpe, al tiempo que sentía como su piel se enrojecía por la vergüenza. Cuando levantó la vista, sonrió con timidez, fue entonces que se atrevió a mirar a la dama, dándose cuenta de que se trataba de una bella joven, la misma estaba sentada en un amplio sillón y delante de ella una mesa con un suculento desayuno, - como para toda una familia – pensó rápidamente recordando como en Escocia muchas familias pasaban hambruna, eran tiempos difíciles, extremadamente dificultosos. Sus cavilaciones volaron hasta las colinas de las tierras altas, donde sus pequeños hermanos solían estar felices si su madre podía cocinarles potaje para el desayuno.
Su mirada volvió a recorrer las delicadas facciones de la Duquesa, no parecía ser mucho mayor que ella, pero le pareció que se trataba de una mujer sabia, sincera y directa, eso le agradó en verdad. Algo fundamental a la hora de tomar un trabajo, aunque pudiera parecer puntillosa y creída, a pesar de su precaria situación económica, era algo que la hiciera admira a quien sería su patrón y la señora de la casa había colmado todas sus expectativas. Eso mismo le había ocurrido con los ancianos en el mercado, la bondad, el don de gente y la forma abierta como pensaron más en ella que en su propio bien comercial, había hecho que los amara. En ese mismo momento, consiguiera o no el puesto, ella, sentía que llegaría a quererle de forma incondicional.
Se sonrojó al darse cuenta que imbuida en sus cavilaciones, no se había percatado del embarazo de la mujer, sonrió nuevamente con timidez, no sabía que decir, de seguro pensarían que un ratón le había comido la lengua, ya que solo asentía con la cabeza y sonreía. Cuando le preguntó si había desayunado un suave gruñido de su estómago contestó por ella, ruborizada por la situación, terminó negando suavemente con su cabeza, aceptando el sentarse, pero sin saber si correspondía servirse alguno de los manjares que estaban servidos en la mesa de aquella señora, - muchas gracias… - dijo tomando un pequeño bollo de pan, pero sin animarse a darle un bocado - mi nombre es Heite… Duncan… señora… – logró expresar mientras se terminaba de sentar en la orilla del asiento y lista para levantarse si por alguna razón le exigían que se retirara.
Fue llevada por varios salones, uno más extraordinario que el anterior, para al fin llegar hasta un primoroso jardín, tan hermoso como todas las maravillas que había apreciado en el trayecto de la calle hasta allí. Se quedó quieta, detrás de Marie, como si intentara pasar desapercibida. El miedo se apoderaba de ella, - ¿y qué pasará si no le gusto? - se dijo pensando en que no le esperaba otro empleo, si no conseguía éste, volver a Escocia, por ahora, le era imposible. Marie se hizo a un lado dejándola expuesta totalmente, - buenos días madame – dijo respondiendo al amable saludo de la Duquesa, intentó hacer una educada reverencia, se sintió torpe, al tiempo que sentía como su piel se enrojecía por la vergüenza. Cuando levantó la vista, sonrió con timidez, fue entonces que se atrevió a mirar a la dama, dándose cuenta de que se trataba de una bella joven, la misma estaba sentada en un amplio sillón y delante de ella una mesa con un suculento desayuno, - como para toda una familia – pensó rápidamente recordando como en Escocia muchas familias pasaban hambruna, eran tiempos difíciles, extremadamente dificultosos. Sus cavilaciones volaron hasta las colinas de las tierras altas, donde sus pequeños hermanos solían estar felices si su madre podía cocinarles potaje para el desayuno.
Su mirada volvió a recorrer las delicadas facciones de la Duquesa, no parecía ser mucho mayor que ella, pero le pareció que se trataba de una mujer sabia, sincera y directa, eso le agradó en verdad. Algo fundamental a la hora de tomar un trabajo, aunque pudiera parecer puntillosa y creída, a pesar de su precaria situación económica, era algo que la hiciera admira a quien sería su patrón y la señora de la casa había colmado todas sus expectativas. Eso mismo le había ocurrido con los ancianos en el mercado, la bondad, el don de gente y la forma abierta como pensaron más en ella que en su propio bien comercial, había hecho que los amara. En ese mismo momento, consiguiera o no el puesto, ella, sentía que llegaría a quererle de forma incondicional.
Se sonrojó al darse cuenta que imbuida en sus cavilaciones, no se había percatado del embarazo de la mujer, sonrió nuevamente con timidez, no sabía que decir, de seguro pensarían que un ratón le había comido la lengua, ya que solo asentía con la cabeza y sonreía. Cuando le preguntó si había desayunado un suave gruñido de su estómago contestó por ella, ruborizada por la situación, terminó negando suavemente con su cabeza, aceptando el sentarse, pero sin saber si correspondía servirse alguno de los manjares que estaban servidos en la mesa de aquella señora, - muchas gracias… - dijo tomando un pequeño bollo de pan, pero sin animarse a darle un bocado - mi nombre es Heite… Duncan… señora… – logró expresar mientras se terminaba de sentar en la orilla del asiento y lista para levantarse si por alguna razón le exigían que se retirara.
Heite Duncan- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 01/07/2014
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