AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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'Oculto a plena vista' [Helida Darsian]
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'Oculto a plena vista' [Helida Darsian]
- Debe estar a instantes de aparecer. -
Pensó para sí el anciano profesor Wolf.
Había transcurrido largo tiempo desde que el caballero había sabido por última vez de la joven y feroz Helida Darsian. El trabajo, y quizás su propia supervivencia, de hecho, le habían mantenido tan ajetreado como de costumbre. Se movía de un lugar a otro; caminando en los más selectos círculos de la bella ciudad de París, así como arrastrándose entre los más lúgubres y tenebrosos callejones. Estudiaba e impartía clases y conferencias a todos aquellos seguidores del progresismo sobrenatural; siempre ocultos en las sombras, pues se trataba sino de un tema severamente vetado.
'Eres el hombre de las mil caras', le decían sus conocidos. Él, cortesmente y manteniendo siempre un caballeroso sentido del humor, evadía el comentario con sutileza. Mas, sin embargo, quien mejor aún conociera el ritmo de vida del profesor Friedrich Wolf, sabría con absoluta franqueza que esas palabras eran las más acertadas por las que se le podría tildar. Sin embargo, en lo que en la noche se trataba de un implacable cazador a sangre fría, a la luz del día no era más que un vulnerable y excéntrico extranjero alemán.
Así bien, allí se encontraba. Con toda educación, esperaba en la puerta a su joven acompañante, Helida Darsian, a la cual había informado anteriormente mediante carta, la citación que aquel día había acordado el profesor, con el fin de tratar temas de aquel par de frenéticos y antinaturales ritmos de vida de ambos. Ya habían pasado las diez de la noche. La sepulcral oscuridad nocturna se cernía cual ligero manto de oscura seda sobre las calles parisienses, así como había traído consigo un espesor de neblina que congestionaba el ambiente y lo hacía tornarse lúgubre. No había Luna aquella noche, apenas si conseguía identificarse el brillo de las estrellas. Era una noche oscura.
El viejo profesor no oscilaba al pensar en que, después de todo, el mal augurio se apreciaba en un ambiente así. Y allí, a los pies de la taberna, siempre animada y transitada por cierto, bastón en mano y embutido en su formal traje gris, un hombre solitario perforaba la espesa niebla con una mirada serena para que, al fin, la joven chica hiciera acto de presencia.
- ¡Mi señorita, Helida Darsian! ¡Como de costumbre, siempre es un placer volver a veros sana y salva! -
Por supuesto, las palabras del hombre siempre eran afables y animadas. Con total falta de preocupación y sin reparo de tristeza. Así pues, el carácter amigable pasó a tornarse serio y pragmático; desdibujando del rostro la sonrisa. Abría las puertas del local introduciéndose en él con la joven y con una mirada de soslayo, le advirtió.
- Debemos de hablar de un tema importante, Helida. Están ocurriendo movimientos paranormales desconcertantes. Algo de nuevas magnitudes debe estar a punto de ocurrir...
... Algo del calibre suficiente como para enfrentar a una propia raza. -
Pensó para sí el anciano profesor Wolf.
Había transcurrido largo tiempo desde que el caballero había sabido por última vez de la joven y feroz Helida Darsian. El trabajo, y quizás su propia supervivencia, de hecho, le habían mantenido tan ajetreado como de costumbre. Se movía de un lugar a otro; caminando en los más selectos círculos de la bella ciudad de París, así como arrastrándose entre los más lúgubres y tenebrosos callejones. Estudiaba e impartía clases y conferencias a todos aquellos seguidores del progresismo sobrenatural; siempre ocultos en las sombras, pues se trataba sino de un tema severamente vetado.
'Eres el hombre de las mil caras', le decían sus conocidos. Él, cortesmente y manteniendo siempre un caballeroso sentido del humor, evadía el comentario con sutileza. Mas, sin embargo, quien mejor aún conociera el ritmo de vida del profesor Friedrich Wolf, sabría con absoluta franqueza que esas palabras eran las más acertadas por las que se le podría tildar. Sin embargo, en lo que en la noche se trataba de un implacable cazador a sangre fría, a la luz del día no era más que un vulnerable y excéntrico extranjero alemán.
Así bien, allí se encontraba. Con toda educación, esperaba en la puerta a su joven acompañante, Helida Darsian, a la cual había informado anteriormente mediante carta, la citación que aquel día había acordado el profesor, con el fin de tratar temas de aquel par de frenéticos y antinaturales ritmos de vida de ambos. Ya habían pasado las diez de la noche. La sepulcral oscuridad nocturna se cernía cual ligero manto de oscura seda sobre las calles parisienses, así como había traído consigo un espesor de neblina que congestionaba el ambiente y lo hacía tornarse lúgubre. No había Luna aquella noche, apenas si conseguía identificarse el brillo de las estrellas. Era una noche oscura.
El viejo profesor no oscilaba al pensar en que, después de todo, el mal augurio se apreciaba en un ambiente así. Y allí, a los pies de la taberna, siempre animada y transitada por cierto, bastón en mano y embutido en su formal traje gris, un hombre solitario perforaba la espesa niebla con una mirada serena para que, al fin, la joven chica hiciera acto de presencia.
- ¡Mi señorita, Helida Darsian! ¡Como de costumbre, siempre es un placer volver a veros sana y salva! -
Por supuesto, las palabras del hombre siempre eran afables y animadas. Con total falta de preocupación y sin reparo de tristeza. Así pues, el carácter amigable pasó a tornarse serio y pragmático; desdibujando del rostro la sonrisa. Abría las puertas del local introduciéndose en él con la joven y con una mirada de soslayo, le advirtió.
- Debemos de hablar de un tema importante, Helida. Están ocurriendo movimientos paranormales desconcertantes. Algo de nuevas magnitudes debe estar a punto de ocurrir...
... Algo del calibre suficiente como para enfrentar a una propia raza. -
Friedrich Wolf- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 10/07/2014
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Re: 'Oculto a plena vista' [Helida Darsian]
Aquel día, el sol y la luna se habían puesto de acuerdo para mofarse de ella; una deplorable caza en la madrugada, una de sus pinturas robadas por la mañana y un hombre ebrio que había jurado y perjurado que era la reencarnación divina de su difunto hijo.
De aquel momento en adelante era imposible que las cosas tornaran un camino todavía peor. El cielo pareció escuchar los pensamiento de la joven puesto que nada más poner un pie en las calles de París, tropezó con sus ropajes y dio de bruces contra el suelo. ¡Solo el Diablo sabía cuan profundo era su odio hacia aquellos vestidos! Nunca jamás se acostumbraría. Rechazó la ayuda de un joven al tiempo que volvía a insistir. Con el más inocente de los rostros, Helida tomó su mano para ayudarse y dejó grabadas sus uñas. Escuchó un quejido ahogado a sus espaldas pero sus ojos se habían detenido en otro hombre, que descansaba a los pies de la tan concurrida taberna.
Como si la noche hubiera dado paso al día de pronto, la cazadora se relajó. Se aproximó al hombre con una sonrisa laxa y le tocó el hombro, una de las pocas muestras de cariño que alguien podía obtener de ella.
—Friedrich...no sabéis cuanto me complace el veros...
Aquel tipo, era un amigo más que su padre no se había merecido. Cruel e impasible tanto dentro como fuera de la caza, el padre de Helida no era como el Señor Wolf, que sabía dejar aflorar su humanidad fuera del oficio. A veces, ella misma veía en su reflejo a su padre, y aquello la asustaba a más no poder.
Siguió los pasos de Wolf hasta el interior de la taberna. Al verla entrar, Mikhael, un borracho que asistía a aquel lugar con frecuencia, abrió los ojos como platos. La última vez que la vio, había conseguido que un vampiro lo proyectara por los aires de una punta a otra del lugar. Esta vez, le faltó tiempo para huir. Helida hizo un mohin, sintiéndose terriblemente culpable.
—¿Un enfrentamiento entre razas? ¿Y decidme, qué podría traer de malo la autodestrucción de las pesadillas de la noche?
Alzó la ceja curiosa. En su opinión aquello no eran más que buenas noticias.
De aquel momento en adelante era imposible que las cosas tornaran un camino todavía peor. El cielo pareció escuchar los pensamiento de la joven puesto que nada más poner un pie en las calles de París, tropezó con sus ropajes y dio de bruces contra el suelo. ¡Solo el Diablo sabía cuan profundo era su odio hacia aquellos vestidos! Nunca jamás se acostumbraría. Rechazó la ayuda de un joven al tiempo que volvía a insistir. Con el más inocente de los rostros, Helida tomó su mano para ayudarse y dejó grabadas sus uñas. Escuchó un quejido ahogado a sus espaldas pero sus ojos se habían detenido en otro hombre, que descansaba a los pies de la tan concurrida taberna.
Como si la noche hubiera dado paso al día de pronto, la cazadora se relajó. Se aproximó al hombre con una sonrisa laxa y le tocó el hombro, una de las pocas muestras de cariño que alguien podía obtener de ella.
—Friedrich...no sabéis cuanto me complace el veros...
Aquel tipo, era un amigo más que su padre no se había merecido. Cruel e impasible tanto dentro como fuera de la caza, el padre de Helida no era como el Señor Wolf, que sabía dejar aflorar su humanidad fuera del oficio. A veces, ella misma veía en su reflejo a su padre, y aquello la asustaba a más no poder.
Siguió los pasos de Wolf hasta el interior de la taberna. Al verla entrar, Mikhael, un borracho que asistía a aquel lugar con frecuencia, abrió los ojos como platos. La última vez que la vio, había conseguido que un vampiro lo proyectara por los aires de una punta a otra del lugar. Esta vez, le faltó tiempo para huir. Helida hizo un mohin, sintiéndose terriblemente culpable.
—¿Un enfrentamiento entre razas? ¿Y decidme, qué podría traer de malo la autodestrucción de las pesadillas de la noche?
Alzó la ceja curiosa. En su opinión aquello no eran más que buenas noticias.
Última edición por Helida Darsian el Sáb Ago 30, 2014 5:20 am, editado 1 vez
Helida Darsian- Cazador Clase Media
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Re: 'Oculto a plena vista' [Helida Darsian]
Helida Darsian.
Una joven cazadora; apenas si había cumplido los veinte años. Digna hija de alguien que una vez ejerció dicha profesión. Implacable e impulsiva. Poseía la sangre fría suficiente como para asestar el golpe definitivo a sus enemigos, así como un fuego en su interior que le hacía proseguir adelante en tan ardua tarea. Aquello podría resumirse con una simple palabra, añorada por el profesor desde que una vez acabó despojándose de ella: Juventud.
La chica solía apreciarse con un aspecto claramente femenino; era toda una mujer. Sin embargo, su carácter, así como su temperamento, eran de la ferviente masculinidad por parte de padre. Prácticamente, había sido criada como un hombre; más aún, como un soldado. Un guerrero. Eran dichas características las que conseguía otorgar una compañera al caballero alemán. Debido a que, aunque siempre le hubiera costado demasiado admitirlo y a día de hoy incluso lo aceptara, comenzaba a envejecer. Haber pasado los cincuenta era casi un mito en el ritmo de vida en el cual se veía abarcado.
Así bien, aquel día había decidido reunirse con su joven aunque experimentada compañera, por razones que podría tornarse algo más inusuales, algo más peligrosas, que sus anteriores movimientos ocultos en la oscuridad de la sepulcral noche. Mas ante la respuesta otorgada a discreción por parte de la chica ante el posible aviso directo del estallido de un hervidero de criaturas monstruosas, el profesor no pudo evitar esbozar una efímera sonrisa bajo su frondosa barba plateada.
Digna hija de cazador, fueron las palabras que surcaron su mente de manera fugaz. Le importaba, ante cualquier otra expectativa, erradicar a cada una de las bestias oscuras que debiera; haciendo así honor a su cargo. Sin embargo... Había ocasiones en las que había que observar. Ocasiones en las que había que distinguir la sombra en la oscuridad.
- No es tal simple situación la que me mantiene en vilo, mi joven amiga. Sino el halo de misterio que flota sobre él. -
Sus palabras fueron concisas y, aparentemente, despreocupadas. Livianas. Respondía de manera común a una respuesta completamente inusual. Pero no era sino algo realmente extraño, casi terrorífico, de lo que el anciano profesor Wolf no estuviera informado; no pudiera conocer la respuesta a tal latente enigma. No tardó en, una vez dentro, despojarse del pesado y cálido abrigo, que dejó en el perchero, así como su sombrero. Mas no dejó el bastón; que sujeto a su mano izquierda solía acompañarle.
Se trataba de una pieza digna y curiosa. El bastón poseía en la zona superior la cabeza de una loba en estado de sosiego y serenidad; quizás había sido recreada como el animal observando a sus pequeños cachorros, o podría tratarse del instante en el que observa a una presa, inminente caza. Solía llamar la atención que dicho animal, forjado en pálida y pulcra plata de Macedonia, poseía un par de rubíes por ojos, sin embargo, donde debería de estar uno de ellos, simplemente había un hueco vacío; extraviado. Probablemente un suceso del pasado. Una historia actualmente irrelevante.
El hombre no tardó en caminar hacia la barra de la taberna, congestionada de tipos duros y muchos de ellos bastante bebidos y, en tono amable y lo suficientemente elevado como para que se le pudiera escuchar, aportó el pedido.
- ¡Disculpe, mi buen señor! ¡Le sería de mucha molestia, si no es menester, ponernos a mi y a mi compañera un par de buenas jarras de su más congelada cerveza! -
El tabernero, con un rostro dubitativo y amenazador, consiguió distinguir el pedido entre un acentuado tono alemán, aquellas tales buenas formas y, desde luego, todo aquel ruido que se escuchaba en el local. Una vez servido, no tardó en dirigirse a una mesa lo suficiente apartada del barullo del local con su joven compañera.
Se trataba de un hecho importante el ingerir alcohol antes de un movimiento nocturno y habiendo citado una reunión en público. Jamás se estaba completamente seguro de quién podría escucharlos y, de tratarse del enemigo, era del todo probable que apenas repararía en algo como lo que podía ser una conversación con bebida de tal tipo incluida.
Así pues, una vez acomodados, procedió la explicación.
- Antes de nada, mi joven compañera, por supuesto os agradezco con creces haber podido contar con vuestros útiles medios y artes para la realización de tan ardua tarea.
Ante todo pronóstico... Nos encontramos con algo anteriormente inexistente; algo completamente primigenio, a día de hoy... La erradicación prolongada y estudiada al detalle de vampiros, por parte de manos especializadas. Un poder que sobrepasa los límites de lo humanamente posible.
Llevo un tiempo investigando este tipo de extraños sucesos e intento desvelar el enigma que ello representa. Jamás se ha dado tal número de casos de encuentros de cadáveres de nuestros enemigos, sin que, en absoluto, ningún cazador humano del gremio haya dado parte de ello. No hay marcas de que se trate de ninguno de los nuestros, sino más bien... Parecen tratarse de estar ahí, para ser encontrados, incluso como si lo desearan desde el primer instante aquellos que hayan realizado la acción.
Anteriormente, habían podido conocerse movimientos de criaturas de la noche en conflicto las unas con las otras. Encuentros predestinados que desembocan en la supervivencia de uno solo de ellos. Pero esta vez se trata de algo más poderoso. Desconocido...
Un gran número de piezas del misterio me han guiado hasta la conclusión de que, quizás, se estén movilizando de una desconcertante manera benigna. Quizás haya criaturas entre sus filas con un corazón más humano del que podíamos imaginar; aquellos que han abandonado los designios predeterminados de su raza y apoyan, entre las sombras, nuestra causa humana.
Nuestra tarea consiste en realizar una labor de reconocimiento. Caminar junto a ellos esta noche, si con ello llegamos a descubrir de qué se tratan estos desconcertantes sucesos...
... Y por supuesto, estar preparados para el combate; para lo peor. No sabemos qué fuerzas oscuras, más allá de los vampiros y licántropos, acechan la humanidad desde lo desconocido. -
Sus palabras habían sido explicativas y serenas. Siempre manteniendo un rostro sensato. Estaba seguro de que su joven amiga y compañera Helida aceptaría tales condiciones, así bien se enfrentaban a una situación anteriormente jamás vista en los años de un experimentado profesor que, esperanzado en la igualdad y el progresismo evolucionista sobre las criaturas desconocidas, deseaba con solemnidad estar en lo cierto; pensar que podían comenzar una era más allá del peligro y el derramamiento de sangre.
Una joven cazadora; apenas si había cumplido los veinte años. Digna hija de alguien que una vez ejerció dicha profesión. Implacable e impulsiva. Poseía la sangre fría suficiente como para asestar el golpe definitivo a sus enemigos, así como un fuego en su interior que le hacía proseguir adelante en tan ardua tarea. Aquello podría resumirse con una simple palabra, añorada por el profesor desde que una vez acabó despojándose de ella: Juventud.
La chica solía apreciarse con un aspecto claramente femenino; era toda una mujer. Sin embargo, su carácter, así como su temperamento, eran de la ferviente masculinidad por parte de padre. Prácticamente, había sido criada como un hombre; más aún, como un soldado. Un guerrero. Eran dichas características las que conseguía otorgar una compañera al caballero alemán. Debido a que, aunque siempre le hubiera costado demasiado admitirlo y a día de hoy incluso lo aceptara, comenzaba a envejecer. Haber pasado los cincuenta era casi un mito en el ritmo de vida en el cual se veía abarcado.
Así bien, aquel día había decidido reunirse con su joven aunque experimentada compañera, por razones que podría tornarse algo más inusuales, algo más peligrosas, que sus anteriores movimientos ocultos en la oscuridad de la sepulcral noche. Mas ante la respuesta otorgada a discreción por parte de la chica ante el posible aviso directo del estallido de un hervidero de criaturas monstruosas, el profesor no pudo evitar esbozar una efímera sonrisa bajo su frondosa barba plateada.
Digna hija de cazador, fueron las palabras que surcaron su mente de manera fugaz. Le importaba, ante cualquier otra expectativa, erradicar a cada una de las bestias oscuras que debiera; haciendo así honor a su cargo. Sin embargo... Había ocasiones en las que había que observar. Ocasiones en las que había que distinguir la sombra en la oscuridad.
- No es tal simple situación la que me mantiene en vilo, mi joven amiga. Sino el halo de misterio que flota sobre él. -
Sus palabras fueron concisas y, aparentemente, despreocupadas. Livianas. Respondía de manera común a una respuesta completamente inusual. Pero no era sino algo realmente extraño, casi terrorífico, de lo que el anciano profesor Wolf no estuviera informado; no pudiera conocer la respuesta a tal latente enigma. No tardó en, una vez dentro, despojarse del pesado y cálido abrigo, que dejó en el perchero, así como su sombrero. Mas no dejó el bastón; que sujeto a su mano izquierda solía acompañarle.
Se trataba de una pieza digna y curiosa. El bastón poseía en la zona superior la cabeza de una loba en estado de sosiego y serenidad; quizás había sido recreada como el animal observando a sus pequeños cachorros, o podría tratarse del instante en el que observa a una presa, inminente caza. Solía llamar la atención que dicho animal, forjado en pálida y pulcra plata de Macedonia, poseía un par de rubíes por ojos, sin embargo, donde debería de estar uno de ellos, simplemente había un hueco vacío; extraviado. Probablemente un suceso del pasado. Una historia actualmente irrelevante.
El hombre no tardó en caminar hacia la barra de la taberna, congestionada de tipos duros y muchos de ellos bastante bebidos y, en tono amable y lo suficientemente elevado como para que se le pudiera escuchar, aportó el pedido.
- ¡Disculpe, mi buen señor! ¡Le sería de mucha molestia, si no es menester, ponernos a mi y a mi compañera un par de buenas jarras de su más congelada cerveza! -
El tabernero, con un rostro dubitativo y amenazador, consiguió distinguir el pedido entre un acentuado tono alemán, aquellas tales buenas formas y, desde luego, todo aquel ruido que se escuchaba en el local. Una vez servido, no tardó en dirigirse a una mesa lo suficiente apartada del barullo del local con su joven compañera.
Se trataba de un hecho importante el ingerir alcohol antes de un movimiento nocturno y habiendo citado una reunión en público. Jamás se estaba completamente seguro de quién podría escucharlos y, de tratarse del enemigo, era del todo probable que apenas repararía en algo como lo que podía ser una conversación con bebida de tal tipo incluida.
Así pues, una vez acomodados, procedió la explicación.
- Antes de nada, mi joven compañera, por supuesto os agradezco con creces haber podido contar con vuestros útiles medios y artes para la realización de tan ardua tarea.
Ante todo pronóstico... Nos encontramos con algo anteriormente inexistente; algo completamente primigenio, a día de hoy... La erradicación prolongada y estudiada al detalle de vampiros, por parte de manos especializadas. Un poder que sobrepasa los límites de lo humanamente posible.
Llevo un tiempo investigando este tipo de extraños sucesos e intento desvelar el enigma que ello representa. Jamás se ha dado tal número de casos de encuentros de cadáveres de nuestros enemigos, sin que, en absoluto, ningún cazador humano del gremio haya dado parte de ello. No hay marcas de que se trate de ninguno de los nuestros, sino más bien... Parecen tratarse de estar ahí, para ser encontrados, incluso como si lo desearan desde el primer instante aquellos que hayan realizado la acción.
Anteriormente, habían podido conocerse movimientos de criaturas de la noche en conflicto las unas con las otras. Encuentros predestinados que desembocan en la supervivencia de uno solo de ellos. Pero esta vez se trata de algo más poderoso. Desconocido...
Un gran número de piezas del misterio me han guiado hasta la conclusión de que, quizás, se estén movilizando de una desconcertante manera benigna. Quizás haya criaturas entre sus filas con un corazón más humano del que podíamos imaginar; aquellos que han abandonado los designios predeterminados de su raza y apoyan, entre las sombras, nuestra causa humana.
Nuestra tarea consiste en realizar una labor de reconocimiento. Caminar junto a ellos esta noche, si con ello llegamos a descubrir de qué se tratan estos desconcertantes sucesos...
... Y por supuesto, estar preparados para el combate; para lo peor. No sabemos qué fuerzas oscuras, más allá de los vampiros y licántropos, acechan la humanidad desde lo desconocido. -
Sus palabras habían sido explicativas y serenas. Siempre manteniendo un rostro sensato. Estaba seguro de que su joven amiga y compañera Helida aceptaría tales condiciones, así bien se enfrentaban a una situación anteriormente jamás vista en los años de un experimentado profesor que, esperanzado en la igualdad y el progresismo evolucionista sobre las criaturas desconocidas, deseaba con solemnidad estar en lo cierto; pensar que podían comenzar una era más allá del peligro y el derramamiento de sangre.
Friedrich Wolf- Cazador Clase Alta
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Re: 'Oculto a plena vista' [Helida Darsian]
No sabía cuanto tiempo había pasado desde su último encuentro con Friedrich, pero a juzgar por las nuevas arrugas adquiridas por su rostro, habían sido incontables días. Sabía que de todas ellas, tan solo una pequeña parte eran culpables del paso de los años, el otro tanto, se debían a su oficio. De manera incosciente se llevó la mano al rostro, preguntándose cuanto tardarían los pliegues en aparecer en sus jóvenes facciones. El día se le antojó peor solo ante aquel pensamiento. Tragó saliva, sintiendo la garganta seca, y siguió al experimentado cazador hacia la barra.
“No tan simple situación…”, repitió en su cabeza. Claro que no, con Friedirch nada era simple. Su oficio no se reducía, a cortar, destripar y ajusticiar. En ocasiones, aquella parte del hombre le resultaba admirable, sin embargo, otras, como en aquel preciso momento, tan solo era exasperante.
Caminaron entre ebrios, olvidados y viciosos. Un hombre alzó su rechoncha mano para palmear el muslo de Helida, pero cuando la muchacha giró el rostro hacía él y este reparó en su identidad, se detuvo en el camino. Sus dedos parecieron agarrotarse en el aire, al igual que su rostro petrificado.
—Veo que os acordáis de mí —apreció ella, con un tono de voz dulcemente empalagos—.Oportuna elección babosa.
Alcanzó los pasos del otro cazador, a tiempo de que el camarero trajera las jarras. La joven dio un refrescante trago a la suya y se relamió los labios.
—Decidme pues, ¿de qué trata ese asunto, libre de simplezas?
Puso los ojos en blanco cuando el hombre comenzó las explicaciones agradeciéndole su presencia. Sin embargo, no pudo contener una sonrisa de aprecio, que le resultó desconocida en su rostro. Aquella expresión dio paso a su habitual semblante despreocupado, que ante las palabras de su compañero, dejó entrever un atisbo de sorpresa. Se inclinó conspiratoria hacia él, y susurró:
—¿Qué estáis tratando de decirme? Sed claros. Según vuestras palabras, ¿puedo interpretar que unos vampiros están dejando cuerpos de otros de su misma especie a la vista de todos? ¿Y para qué tan necia acción? No es como si desearan ser descubiertos.
Ante su propia ocurrencia, Helida dejó que la risa se escapara de sus labios con dejes de arrogancia. Alzó el rostro hacia Friedrich, preguntándose por qué no se reía con ella. Al contemplar el semblante del hombre, la joven dejó de reír para elevar una ceja con suspicia. Entonces una ligera comprensión de la situación con la que estaban tratando hizo aparición por sus pensamientos.
—Estaréis bromeando…Algo así es absurdo. ¿Y vuestra solución es aliarnos con los vampiros que menos sangre y victimas tengan en sus colmillos? Lo siento Friedrich, pero a pesar de que siempre me habeis parecido un hombre sabio, lo que estáis sugiriendo es descabellado.
Consciente de haber elevado la voz más de lo debido, bajó el tono y trato de relajarse. Mantener sus impulsos bajo control era el gran reto de su vida. Tras haber contado hasta diez con crispación, se inclinó de nuevo sobre el hombre y a regañadientes dejó escapar las palabras de las que sabía que algún día se arrepentiría:
—Sin embargo…si tan seguro estáis de lo que hacéis y pretendéis llevarlo a cabo por todos los medios, sabéis que siempre tendréis mi apoyo…Así que podéis contar conmigo.
“No tan simple situación…”, repitió en su cabeza. Claro que no, con Friedirch nada era simple. Su oficio no se reducía, a cortar, destripar y ajusticiar. En ocasiones, aquella parte del hombre le resultaba admirable, sin embargo, otras, como en aquel preciso momento, tan solo era exasperante.
Caminaron entre ebrios, olvidados y viciosos. Un hombre alzó su rechoncha mano para palmear el muslo de Helida, pero cuando la muchacha giró el rostro hacía él y este reparó en su identidad, se detuvo en el camino. Sus dedos parecieron agarrotarse en el aire, al igual que su rostro petrificado.
—Veo que os acordáis de mí —apreció ella, con un tono de voz dulcemente empalagos—.Oportuna elección babosa.
Alcanzó los pasos del otro cazador, a tiempo de que el camarero trajera las jarras. La joven dio un refrescante trago a la suya y se relamió los labios.
—Decidme pues, ¿de qué trata ese asunto, libre de simplezas?
Puso los ojos en blanco cuando el hombre comenzó las explicaciones agradeciéndole su presencia. Sin embargo, no pudo contener una sonrisa de aprecio, que le resultó desconocida en su rostro. Aquella expresión dio paso a su habitual semblante despreocupado, que ante las palabras de su compañero, dejó entrever un atisbo de sorpresa. Se inclinó conspiratoria hacia él, y susurró:
—¿Qué estáis tratando de decirme? Sed claros. Según vuestras palabras, ¿puedo interpretar que unos vampiros están dejando cuerpos de otros de su misma especie a la vista de todos? ¿Y para qué tan necia acción? No es como si desearan ser descubiertos.
Ante su propia ocurrencia, Helida dejó que la risa se escapara de sus labios con dejes de arrogancia. Alzó el rostro hacia Friedrich, preguntándose por qué no se reía con ella. Al contemplar el semblante del hombre, la joven dejó de reír para elevar una ceja con suspicia. Entonces una ligera comprensión de la situación con la que estaban tratando hizo aparición por sus pensamientos.
—Estaréis bromeando…Algo así es absurdo. ¿Y vuestra solución es aliarnos con los vampiros que menos sangre y victimas tengan en sus colmillos? Lo siento Friedrich, pero a pesar de que siempre me habeis parecido un hombre sabio, lo que estáis sugiriendo es descabellado.
Consciente de haber elevado la voz más de lo debido, bajó el tono y trato de relajarse. Mantener sus impulsos bajo control era el gran reto de su vida. Tras haber contado hasta diez con crispación, se inclinó de nuevo sobre el hombre y a regañadientes dejó escapar las palabras de las que sabía que algún día se arrepentiría:
—Sin embargo…si tan seguro estáis de lo que hacéis y pretendéis llevarlo a cabo por todos los medios, sabéis que siempre tendréis mi apoyo…Así que podéis contar conmigo.
Helida Darsian- Cazador Clase Media
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