En el silencio de tus labios [Zasha Kozlov]

por **Dania Kozlova** Jue Ago 14, 2014 10:57 am

Todos los problemas tienen la misma raíz: el miedo,
que desaparece gracias al amor;
pero el amor nos da miedo.
Anónimo.

Era una de esas noches frías, en que los huesos se calaban y los cabellos de las jóvenes que asistían a los bailes terminaban despeinados. El aire movía violentamente las ramas de los árboles que se encontraba en su camino. Pese a estar en la ciudad de París, en cada calle de tanto en tanto había algún árbol. Los mismos que entonaban la misma melodía que la que el corazón apagado y muerto de la inquisidora, que no podía dejar de maldecir en sus adentros. ¿No podía dejar de ponerse en peligro? Es que acaso no veía que si se ponía en peligro, ella también lo estaría?

Había pasado una semana desde el reencuentro con Zasha. Siete largas noches en que había estado ocupada y a cada segundo de esas horas en compañía de otros inquisidores, sin poder restar unos minutos sola para poder pararle los pies antes de que fuera tarde. Por qué en cada uno de aquellos días, le había parecido sentir su presencia. Algunas noches solo un tiempo breve, como si aquella fuera una forma de recordarle que él seguía allí y que no conseguiría escapar nuevamente de su creador. Aquella situación molestaba realmente a la inquisidora, la que cerraba con fuerza los dientes y simplemente hacia ver que nada ocurría, cuando ella también se moría de ganas de verle de nuevo y de tenerle junto a ella. Pero no siempre eran breves instantes en que su olor y presencia se apoderaba de cada uno de sus sentidos, si no que a veces le había sentido durante horas, siguiéndola desde la lejanía. Desde donde no pudiera ser descubierto por los demás, pero si por ella.

La sola presencia la hacía mantenerse en un vaivén de fuerte emociones. Su aroma la hacía fuerte, pero así mismo también débil y la sed de sangre no tardó demasiado en salir. A lo que realmente desistió de caer y aún más con la presencia cercana de su maestro. No le agradaba ver que la vieran alimentarse, aún una parte de ella se mortificaba por ello, por los pobres mortales, por lo que en muchas ocasiones recurría a morder y drenar algún maldito vampiro que no mereciera aquella vida. Y en ninguna circunstancia Zasha debía verla alimentarse de otro vampiro. La inquisidora suspiró creando un vaho de vapor y siguió su camino por las oscuras calles de París, hasta llegar a la biblioteca. La cual sería su destino.

Nada le costó colarse en la biblioteca de noche, y aún menos cuando el guardia estaba dormitando justo en la zona de guardia y vigilancia. Esa noche era la primera en que se encontraba sola y como de humana tenia tendencia a agradarle mucho leer y esconderse entre libros algunas tardes. Y como seguía siendo en gran parte la misma, aún seguía practicando aquella costumbre, hasta cuando se hubiera leído más de diez veces todos los libros de aquel lugar. Sus pasos no se oían, ni el contoneo de su vestido al subir las escaleras. Era como una sombra invisible y así le gustaba ser, no obstante alguien la superaba y ese alguien tenía la certeza de que se encontraba allí también, esperándola.

Se recogió la falda del vestido y llegando al último piso, entró siendo al instante alumbrada su silueta por las tenues velas que alumbraban aquella sala repleta de cultura y letras. Sin embargo esa noche escondían algo más, y por primera vez no iba a leer, o por lo menos no las letras de los libros, si no los ojos de su esposo.

—Eres un temerario. — Y esas fueron las únicas palabras de la vampiresa que esperó tras dar tres pasos a que su esposo se mostrará ante ella.