AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Los labios de Florence
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Los labios de Florence
Había sido un día duro. Si bien estaba emocionado por mis nuevas oportunidades, estas mismas me habían dejado agotado. No quería volver a mi habitación aun así que cuando llegue a la zona Pigalle decidí entrar a una de las tabernas a tomarme una cerveza.
El liquido frío y espumoso bajo por mi garganta consiguiendo un efecto de sutil placer en mi cuerpo. El ambiente no era el más lujo ni el más limpio pero eso me traía sin cuidado. Los hombres borrachos cantaban animados y de vez en cuando me unía a sus coros, las mujeres servían copas y reían por cortesía a algunos chistes, me sentía como en casa.
Me termine mi jarra casi enseguida, me había sabido a poco pero no podía permitirme otra, al menos no de momento. Salí del local al abrigo de la noche, la misma que esconde todos nuestros pecados y nos consiente.
Rumbo a mi “casa” vi a una joven hablar coquetamente con “Billy manos largas” en el barrio era conocido por agredir y robar a las prostitutas. Iba a pasar de largo, al fin y al cabo prefería no meterme en más líos, ya había recibido suficientes palizas esa semana pero…no pude, no era propio de mí.
Me acerque a ellos- ¡Marie! He estado buscándote por todas partes, me he recorrido todas las tabernas hasta Montmatre.
-Eh Callahan, aparta, está hablando conmigo mocoso.- Billy tenía unos cuantos años más que yo y aquella noche parecía ir particularmente borracho.
-Vamos Billy, es mi prima.- Saque un cigarrillo de mi chaqueta y se lo puse en la boca.- Fúmate un cigarro y descansa, estas muy borracho. – Le encendí el pitillo y le dio una calada.
-¿Insinúas muchacho que estoy demasiado borracho para estar con una mujer?- No quería ponerle furioso.
-Claro que no amigo! Tú podrías con una y hasta con diez- Me eche a reirá y menos mal que el también me siguió. Parecía que había conseguido relajarle.
-Callahan eres un granuja, sabes cómo alagar a un hombre, ahora si nos disculpas estamos llegando a un acuerdo esta señorita y…- el borracho se quedo mudo, al parecer la joven se había escabullido mientras nosotros “charlábamos” – OOOh mierda! La has asustado, estúpido mocoso!- Me empujo haciéndome tambalear.- Esta te la guardo.- Me dijo y se fue sin más milagrosamente.
Respire profundo liberando toda la tensión, al menos la chica se había ido. O eso pensaba yo.
Continúe mi camino calle abajo y la vi, ella también pareció reconocerme.
-No debería caminar sola por estos barrios a estas horas señorita.
El liquido frío y espumoso bajo por mi garganta consiguiendo un efecto de sutil placer en mi cuerpo. El ambiente no era el más lujo ni el más limpio pero eso me traía sin cuidado. Los hombres borrachos cantaban animados y de vez en cuando me unía a sus coros, las mujeres servían copas y reían por cortesía a algunos chistes, me sentía como en casa.
Me termine mi jarra casi enseguida, me había sabido a poco pero no podía permitirme otra, al menos no de momento. Salí del local al abrigo de la noche, la misma que esconde todos nuestros pecados y nos consiente.
Rumbo a mi “casa” vi a una joven hablar coquetamente con “Billy manos largas” en el barrio era conocido por agredir y robar a las prostitutas. Iba a pasar de largo, al fin y al cabo prefería no meterme en más líos, ya había recibido suficientes palizas esa semana pero…no pude, no era propio de mí.
Me acerque a ellos- ¡Marie! He estado buscándote por todas partes, me he recorrido todas las tabernas hasta Montmatre.
-Eh Callahan, aparta, está hablando conmigo mocoso.- Billy tenía unos cuantos años más que yo y aquella noche parecía ir particularmente borracho.
-Vamos Billy, es mi prima.- Saque un cigarrillo de mi chaqueta y se lo puse en la boca.- Fúmate un cigarro y descansa, estas muy borracho. – Le encendí el pitillo y le dio una calada.
-¿Insinúas muchacho que estoy demasiado borracho para estar con una mujer?- No quería ponerle furioso.
-Claro que no amigo! Tú podrías con una y hasta con diez- Me eche a reirá y menos mal que el también me siguió. Parecía que había conseguido relajarle.
-Callahan eres un granuja, sabes cómo alagar a un hombre, ahora si nos disculpas estamos llegando a un acuerdo esta señorita y…- el borracho se quedo mudo, al parecer la joven se había escabullido mientras nosotros “charlábamos” – OOOh mierda! La has asustado, estúpido mocoso!- Me empujo haciéndome tambalear.- Esta te la guardo.- Me dijo y se fue sin más milagrosamente.
Respire profundo liberando toda la tensión, al menos la chica se había ido. O eso pensaba yo.
Continúe mi camino calle abajo y la vi, ella también pareció reconocerme.
-No debería caminar sola por estos barrios a estas horas señorita.
Kurt Callahan- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 11/10/2013
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Re: Los labios de Florence
Escabullirse de la casa de Kristian es siempre fácil. A veces incluso cree que él permite que dejen las puertas abiertas porque prefiere que salga por la entrada principal y no que se arriesgue a ir por otro lado con el miedo de que alguna parte de sus prendas de ropa se enganche en las puntas de la reja o parecido. Si bien Kristian también vivía de noche, últimamente se veían poco. Florence ya no era la niña de antes y no sentía esa ilusión de quedarse despierta hasta tarde para verlo o hacerle muchas preguntas; ahora, le bastaba con saber que estaba en la casa, que estaba presente en su vida, porque aunque no lo reconociera, siempre tenía el miedo de perder lo único que le quedaba en la vida.
Mientras caminaba hacia su esquina habitual, sentía en el centro del pecho una extraña punzada como cuando tiene la intuición de que algo malo pasará, aunque en este caso sabía que no tendría que ver con ese trabajo que realmente no necesita, sino más bien con su “padre” o quizás alguno de sus amigos. Tenía entre los dedos una pulsera que podría valer más que muchas de las casas por las que pasaba y es que había decidido traer ese objeto esta noche porque había pertenecido a su madre. No solía ser nostálgica, pero hoy todo jugaba en su contra y la tensión en sus hombros era evidente, tanto que hasta le costaba estar totalmente concentrada.
Cuando aquel hombre lllegó a hablar con ella supo que no sería finalmente su cliente, tenía el aliento apestando a alcohol y era problable que hubiera gastado ya todos sus francos en lo que había bebido, no le quedaría dinero para pagarle a ella. Si bien la tarifa de Florence no era algo elevado, sí le gustaba recibir todo lo que pedía y con eso no transaba, — pero yo sé que lo que te daré vale más que eso… y tú sabes que tal vez no podrás pagarlo… — su tono de voz era amable y divertido, queriendo mantenerlo de ese modo para evitar que pudiera volverse violento. Florence agarraba con fuerza la pulsera de su madre, sabía que era un error que la tuviera ahí sobre todo considerando que ahora el hombre insistía más y que le había puesto una mano encima.
Fue por esto que cuando el otro hombre llegó lo sintió como un ángel caído del cielo y aunque la muchacha no era muy creyente, sí aprovechó la distracción para escabullirse y alejarse a la zona más oscura del callejón, al menos hasta que el molestoso hombre se fue. Caminando siempre bajo las sombras avanzó un poco, mirando de reojo se sintió a salvo cuando no volvió a verlo, pero un poco más allá se encontró con su salvador, — ¿y dónde hay una señorita? — una sonrisa demasiado cuidada para una cortesana, Florence sonríe y no teme batir un poco las pestañas para coquetear, — quizás usted debería acompañarme, así yo estaría tan sola… y de paso si ese hombre vuelve a aparecer otro día yo no le diré dónde se encuentra usted… porque no quiere eso ¿verdad? —
Mientras caminaba hacia su esquina habitual, sentía en el centro del pecho una extraña punzada como cuando tiene la intuición de que algo malo pasará, aunque en este caso sabía que no tendría que ver con ese trabajo que realmente no necesita, sino más bien con su “padre” o quizás alguno de sus amigos. Tenía entre los dedos una pulsera que podría valer más que muchas de las casas por las que pasaba y es que había decidido traer ese objeto esta noche porque había pertenecido a su madre. No solía ser nostálgica, pero hoy todo jugaba en su contra y la tensión en sus hombros era evidente, tanto que hasta le costaba estar totalmente concentrada.
Cuando aquel hombre lllegó a hablar con ella supo que no sería finalmente su cliente, tenía el aliento apestando a alcohol y era problable que hubiera gastado ya todos sus francos en lo que había bebido, no le quedaría dinero para pagarle a ella. Si bien la tarifa de Florence no era algo elevado, sí le gustaba recibir todo lo que pedía y con eso no transaba, — pero yo sé que lo que te daré vale más que eso… y tú sabes que tal vez no podrás pagarlo… — su tono de voz era amable y divertido, queriendo mantenerlo de ese modo para evitar que pudiera volverse violento. Florence agarraba con fuerza la pulsera de su madre, sabía que era un error que la tuviera ahí sobre todo considerando que ahora el hombre insistía más y que le había puesto una mano encima.
Fue por esto que cuando el otro hombre llegó lo sintió como un ángel caído del cielo y aunque la muchacha no era muy creyente, sí aprovechó la distracción para escabullirse y alejarse a la zona más oscura del callejón, al menos hasta que el molestoso hombre se fue. Caminando siempre bajo las sombras avanzó un poco, mirando de reojo se sintió a salvo cuando no volvió a verlo, pero un poco más allá se encontró con su salvador, — ¿y dónde hay una señorita? — una sonrisa demasiado cuidada para una cortesana, Florence sonríe y no teme batir un poco las pestañas para coquetear, — quizás usted debería acompañarme, así yo estaría tan sola… y de paso si ese hombre vuelve a aparecer otro día yo no le diré dónde se encuentra usted… porque no quiere eso ¿verdad? —
Florence Vekel- Prostituta Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/11/2013
Re: Los labios de Florence
Su dulce voz me hablo y sus pestañas se batieron como alas de mariposa “cuidado Callahan” me dije a mí mismo y solo sonreí. Cuando escuche lo siguiente mi expresión cambio por completo, enarque una ceja y me reí.
-¿Es que acaso va a chantajearme?-Saque un cigarrillo del bolsillo de mi chaqueta, estaba gastada y tenía algún que otro agujero en los bolsillos, pero no me sentía más a gusto con ninguna otra cosa- Después de haberos salvado, así me lo agradecéis.- dije con cierto tono de burla puesto no que no lo veía de esa manera. Encendí mi pitillo y le di una calada.- De todas formas siento deciros que no haríais un buen negocio, no tengo nada más que a mí mismo para pagar.- Me abrí el abrigo enseñándome y di una vuelta. – Y como ve, no soy gran cosa.
Por un segundo me detuve a observarla, de abajo a arriba…sus piernas infinitas y suaves continuaban en una curva perfecta que dibujaba una cintura que desembocaba en unos turgente y generosos. Su cuello parecía cálido y acogedor pero lo que me cautivo por completo fueron sus labios, carnosos y de color carmín, su sonrisa perfecta era capaz de conseguir un sí a todo, estaba convencido de ello, yo le habría dicho que sí como un imbécil.
Jamás había pagado a una mujer por placer por muchos motivos. Pero inconscientemente mi mazo izquierda se adentro en mi bolsillo en busca de alguna moneda comprobando con desaliento que solamente me quedaban dos y no pesaban mucho. Le di la última calada a mi cigarrillo y lo tire al suelo apagándolo con el pie.
-Algo me dice que su compañía tiene un precio, señorita.- Me reí entre dientes- Y me temo que no puedo permitírmela aunque he de confesaros que no hay nada que me gustaría más que pasar una noche entre sus piernas y que quizá con algo de suerte me dejase probar un beso sincero de sus labios.
-¿Es que acaso va a chantajearme?-Saque un cigarrillo del bolsillo de mi chaqueta, estaba gastada y tenía algún que otro agujero en los bolsillos, pero no me sentía más a gusto con ninguna otra cosa- Después de haberos salvado, así me lo agradecéis.- dije con cierto tono de burla puesto no que no lo veía de esa manera. Encendí mi pitillo y le di una calada.- De todas formas siento deciros que no haríais un buen negocio, no tengo nada más que a mí mismo para pagar.- Me abrí el abrigo enseñándome y di una vuelta. – Y como ve, no soy gran cosa.
Por un segundo me detuve a observarla, de abajo a arriba…sus piernas infinitas y suaves continuaban en una curva perfecta que dibujaba una cintura que desembocaba en unos turgente y generosos. Su cuello parecía cálido y acogedor pero lo que me cautivo por completo fueron sus labios, carnosos y de color carmín, su sonrisa perfecta era capaz de conseguir un sí a todo, estaba convencido de ello, yo le habría dicho que sí como un imbécil.
Jamás había pagado a una mujer por placer por muchos motivos. Pero inconscientemente mi mazo izquierda se adentro en mi bolsillo en busca de alguna moneda comprobando con desaliento que solamente me quedaban dos y no pesaban mucho. Le di la última calada a mi cigarrillo y lo tire al suelo apagándolo con el pie.
-Algo me dice que su compañía tiene un precio, señorita.- Me reí entre dientes- Y me temo que no puedo permitírmela aunque he de confesaros que no hay nada que me gustaría más que pasar una noche entre sus piernas y que quizá con algo de suerte me dejase probar un beso sincero de sus labios.
Kurt Callahan- Humano Clase Baja
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Re: Los labios de Florence
Aquel chico le causa gracia, escucharlo es como oír hablar a uno de sus amigos mientras intenta conseguir que alguna mujer caiga a sus pies. Lamentablemente para él y afortunadamente para ella, todos esos discursos ya los conocía por lo que no era necesario que siguiera intentando. Aunque sí podía darle algunos puntos extra por ser sincero y no disimular el hecho de conocer que ella es una prostituta y también que no tenía dinero para pagarle. No muchos iban con la verdad tan directamente, la mayoría preferiría seguir adelante e incluso solicitar sus servicios esperando que luego de ellos la muchacha los perdone y los deje ir sin que le paguen un franco. ¡Sí, claro! Que la chica es algo rubia pero no es del todo tonta.
—Ha acertado… —dice con una sonrisa, un poco más sincera que la anterior. —Mis noches tienen precios que no son muy altos, mi compañía vale más francos de los que cobro ¿sabe? Podría hacerme rica pero prefiero ser un poco más justa y no dejar en la calle a todos los clientes que atiendo cada día —bromea con la facilidad de aquel que está hablando de un tema común, como si estuvieran conversando del clima o algún lío político en boga en aquel momento. Pero ella se mueve y se acerca a él, casi reduciendo al mínimo la distancia entre ambos.
Al parecer no es tan honesto como ella supuso, hace tan sólo unos minutos se mostró ante la cortesana expresando que era casi poca cosa, pero Florence, mientras mira los detalles de su cuerpo desde una distancia privilegiada, sabe que está equivocado. ¿Qué esconderá debajo de esa chaqueta gastada y la camisa con incluso algunas machas? La ropa es una decoración inútil, que para la muchacha, no debería estar presente a menos que fuera para protegerlos del clima, como es en este caso. —Y aunque le encuentro razón en todo lo que dice, creo que usted a diferencia de esta servidora que le habla, está valorando muy poco lo que vale… —
La mujercita suelta un suspiro muy estudiado, destinado a captar su atención para las siguientes palabras. —Tú eres suficiente para pagar, tu cuerpo puede ser un pago más apropiado que las monedas si es que sabes utilizarlo… ¿cómo crees que conseguimos las putas la mayoría de las cosas que obtenemos? —suelta una carcajada que la hace lucir levemente infantil y da un paso adelante. Uno de los brazos de Florence rodea el cuello de ese hombre con ojos de muchacho y cuando ella se pone de puntillas, logra que su nariz roce la que tiene en frente. —Si quieres un beso, podrías besarme pero no me digas tu nombre… quédate conmigo esta noche y sólo llámame Marie, no preguntes más… si rompes el pacto me iré y no volveremos a vernos. —
—Ha acertado… —dice con una sonrisa, un poco más sincera que la anterior. —Mis noches tienen precios que no son muy altos, mi compañía vale más francos de los que cobro ¿sabe? Podría hacerme rica pero prefiero ser un poco más justa y no dejar en la calle a todos los clientes que atiendo cada día —bromea con la facilidad de aquel que está hablando de un tema común, como si estuvieran conversando del clima o algún lío político en boga en aquel momento. Pero ella se mueve y se acerca a él, casi reduciendo al mínimo la distancia entre ambos.
Al parecer no es tan honesto como ella supuso, hace tan sólo unos minutos se mostró ante la cortesana expresando que era casi poca cosa, pero Florence, mientras mira los detalles de su cuerpo desde una distancia privilegiada, sabe que está equivocado. ¿Qué esconderá debajo de esa chaqueta gastada y la camisa con incluso algunas machas? La ropa es una decoración inútil, que para la muchacha, no debería estar presente a menos que fuera para protegerlos del clima, como es en este caso. —Y aunque le encuentro razón en todo lo que dice, creo que usted a diferencia de esta servidora que le habla, está valorando muy poco lo que vale… —
La mujercita suelta un suspiro muy estudiado, destinado a captar su atención para las siguientes palabras. —Tú eres suficiente para pagar, tu cuerpo puede ser un pago más apropiado que las monedas si es que sabes utilizarlo… ¿cómo crees que conseguimos las putas la mayoría de las cosas que obtenemos? —suelta una carcajada que la hace lucir levemente infantil y da un paso adelante. Uno de los brazos de Florence rodea el cuello de ese hombre con ojos de muchacho y cuando ella se pone de puntillas, logra que su nariz roce la que tiene en frente. —Si quieres un beso, podrías besarme pero no me digas tu nombre… quédate conmigo esta noche y sólo llámame Marie, no preguntes más… si rompes el pacto me iré y no volveremos a vernos. —
Florence Vekel- Prostituta Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/11/2013
Re: Los labios de Florence
Al parecer no todo estaba perdido en aquella partida como pensaba. La señorita de sonrisa encantadora movió ficha con elegancia y habilidad. Bromeo haciéndome sonreír y de forma sutil se fue acercando a mí, despacio y de manera absolutamente estudiada, de eso no me cavia duda.
Las palabras salían de sus labios como si se tratase de un privilegio que estuvieran destinadas a mí y en cierto modo era verdad.
Enarque una ceja y mi sonrisa se desvió al lado izquierdo, note su cálido brazo pasar por mi hombro y depositarse detrás de mi cuello, con unos simples movimientos conseguía estremecerme por completo. Los pensamientos que me invadían la cabeza no eran en absoluto sensatos y mucho menos aptos para todo público. Solo era capaz de sentir el tacto de su cuerpo, la forma en la punta de su nariz se burlaba de la mía y como sus labios me pedían un beso a gritos, o al menos eso me gustaba pensar.
Escuche atento su propuesta, ¿Habría acaso alguna trampa en algo tan perfecto? Una noche en su compañía por el módico precio de mis habilidades como amante. Parecía justo. Me reí entre dientes complacido por lo bien que me iba la noche.
-Está bien Marie- Mi mano derecha no espero más para caminar por la curva de su cintura exigiéndole más proximidad con mi cuerpo- acepto el trato con todas las condiciones y consecuencias. No os diré mi nombre, no preguntare nada y os ofreceré todas mis habilidades sin egoísmo- Me acerque tentado por sus labios, rozándolos con los míos. Lo que fue un pequeño tanteo se convirtió en un beso como firma del contrato.
Me aparte unos cuantos centímetros, pues si seguía por ese camino lo más seguro es que acabaría por girar a un callejón oscuro y lo cierto es que hacerlo de esa manera no me resultaba nada inteligente para la oportunidad que se me presentaba. El sexo sucio y rápido seria un desperdicio.
-Si me acompaña...-Le ofrecí mi mano- Vivo un par de calles más abajo.- El lugar donde residía no era ni mucho menos un palacio pero nos ofrecería intimidad, tiempo y espacio donde poder aniquilarnos el uno al otro.
Las palabras salían de sus labios como si se tratase de un privilegio que estuvieran destinadas a mí y en cierto modo era verdad.
Enarque una ceja y mi sonrisa se desvió al lado izquierdo, note su cálido brazo pasar por mi hombro y depositarse detrás de mi cuello, con unos simples movimientos conseguía estremecerme por completo. Los pensamientos que me invadían la cabeza no eran en absoluto sensatos y mucho menos aptos para todo público. Solo era capaz de sentir el tacto de su cuerpo, la forma en la punta de su nariz se burlaba de la mía y como sus labios me pedían un beso a gritos, o al menos eso me gustaba pensar.
Escuche atento su propuesta, ¿Habría acaso alguna trampa en algo tan perfecto? Una noche en su compañía por el módico precio de mis habilidades como amante. Parecía justo. Me reí entre dientes complacido por lo bien que me iba la noche.
-Está bien Marie- Mi mano derecha no espero más para caminar por la curva de su cintura exigiéndole más proximidad con mi cuerpo- acepto el trato con todas las condiciones y consecuencias. No os diré mi nombre, no preguntare nada y os ofreceré todas mis habilidades sin egoísmo- Me acerque tentado por sus labios, rozándolos con los míos. Lo que fue un pequeño tanteo se convirtió en un beso como firma del contrato.
Me aparte unos cuantos centímetros, pues si seguía por ese camino lo más seguro es que acabaría por girar a un callejón oscuro y lo cierto es que hacerlo de esa manera no me resultaba nada inteligente para la oportunidad que se me presentaba. El sexo sucio y rápido seria un desperdicio.
-Si me acompaña...-Le ofrecí mi mano- Vivo un par de calles más abajo.- El lugar donde residía no era ni mucho menos un palacio pero nos ofrecería intimidad, tiempo y espacio donde poder aniquilarnos el uno al otro.
Kurt Callahan- Humano Clase Baja
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Re: Los labios de Florence
Y aunque no necesitaba más que un beso, de igual modo sonrió justo después de que él uniera sus labios y volvió a reclamarlos por el simple hecho de querer saborear un poco más. La muchacha continúa escuchándolo, le permite que la toque, que se acerque y que sin importar el tiempo o algo más, le ofrezca su mano como si con eso pueda ofrecerle todo lo que necesite. Aunque tal vez no esté tan alejado de la realidad. Florence varias veces se ha planteado la opción de que vende su cuerpo porque de algún modo tiene que llenar las carencias que existen en su vida, muchas de ellas provenientes desde su infancia.
—¿Y por qué tienes tanta prisa? ¿Necesitas llegar pronto a tu hogar por algún motivo en especial? —si bien toma su mano, no se mueve ni hace el amago de querer hacerlo. Le gusta bromear y al mismo tiempo reírse de sí misma, de ese trato que en realidad no es más que un invento para algo que iban a hacer de todos modos. Florence está tan segura de lo que puede hacer con mostrar un poco más de piel que hasta cree difícil que algún hombre pudiera rechazarla. Esa actitud y exceso de confianza es lo que hace notoria su edad y su falta de experiencia en temas que realmente importan. —Te propongo algo más… —
El cuerpo de la muchacha reacciona a él pero lo disimula, cierra los ojos algunos instantes y lo abraza aunque a medias. Inspira profundo, capta su olor, quiere retrasar el momento en que deba abrir las piernas y todo eso se acabe. ¿Por qué una noche tiene que ser tan breve? Es la misma pregunta que se hace cada amanecer. Más que nunca es que odia su existencia como humana, le molesta sentir que su corazón late, que es un ser débil, que cosas tan simples como el frío o un golpe suave pueden afectarle e incluso provocarle la muerte, pero es cobarde y no se atreve a dar el siguiente paso, podría pedirle a su padre que la convierta pero ni siquiera se ha adentrado en ese tema. Todo porque siempre ha creído que la rechazará.
Aquel tema continúa dando vueltas pero lo deja a un lado o su ánimo se verá afectado el resto de lo que queda de la noche. Florence vuelve a sonreír, aunque es una sonrisa fingida luego de un suspiro recupera el buen humor y toma bruscamente el rostro de su acompañante y lo besa simplemente porque tiene ganas de hacerlo. —Vamos a ir lento porque no quiero que todo acabe en unos minutos. Si ésta será nuestra única noche juntos, que sea una noche inolvidable… —es imposible acercarse más pero lo intenta, su cuerpo se curva y ahora roza lugares que antes no tocaba sólo para provocarlo. La respiración se le corta entre beso y beso, le falta el aire pero pese a que le pide paciencia la que parece no querer poner freno es ella. Es una contradicción desde el momento en que su cabeza se dirige a una dirección y su cuerpo camina en otra totalmente distinta.
—¿Y por qué tienes tanta prisa? ¿Necesitas llegar pronto a tu hogar por algún motivo en especial? —si bien toma su mano, no se mueve ni hace el amago de querer hacerlo. Le gusta bromear y al mismo tiempo reírse de sí misma, de ese trato que en realidad no es más que un invento para algo que iban a hacer de todos modos. Florence está tan segura de lo que puede hacer con mostrar un poco más de piel que hasta cree difícil que algún hombre pudiera rechazarla. Esa actitud y exceso de confianza es lo que hace notoria su edad y su falta de experiencia en temas que realmente importan. —Te propongo algo más… —
El cuerpo de la muchacha reacciona a él pero lo disimula, cierra los ojos algunos instantes y lo abraza aunque a medias. Inspira profundo, capta su olor, quiere retrasar el momento en que deba abrir las piernas y todo eso se acabe. ¿Por qué una noche tiene que ser tan breve? Es la misma pregunta que se hace cada amanecer. Más que nunca es que odia su existencia como humana, le molesta sentir que su corazón late, que es un ser débil, que cosas tan simples como el frío o un golpe suave pueden afectarle e incluso provocarle la muerte, pero es cobarde y no se atreve a dar el siguiente paso, podría pedirle a su padre que la convierta pero ni siquiera se ha adentrado en ese tema. Todo porque siempre ha creído que la rechazará.
Aquel tema continúa dando vueltas pero lo deja a un lado o su ánimo se verá afectado el resto de lo que queda de la noche. Florence vuelve a sonreír, aunque es una sonrisa fingida luego de un suspiro recupera el buen humor y toma bruscamente el rostro de su acompañante y lo besa simplemente porque tiene ganas de hacerlo. —Vamos a ir lento porque no quiero que todo acabe en unos minutos. Si ésta será nuestra única noche juntos, que sea una noche inolvidable… —es imposible acercarse más pero lo intenta, su cuerpo se curva y ahora roza lugares que antes no tocaba sólo para provocarlo. La respiración se le corta entre beso y beso, le falta el aire pero pese a que le pide paciencia la que parece no querer poner freno es ella. Es una contradicción desde el momento en que su cabeza se dirige a una dirección y su cuerpo camina en otra totalmente distinta.
Florence Vekel- Prostituta Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/11/2013
Re: Los labios de Florence
Marie, Marie y sus besos, Marie y sus besos y sus caricias, Marie y sus besos y sus caricias y su aroma, casi me creía que se llamase así. Marie.
-No…nadie me espera, era solo que…- Me interrumpió con sus labios entre los míos.
Me miraba, me hablaba, me rozaba en sitios a los que pocas habían llegado. Sus besos me exigían el amor y sus palabras me hablaban de tiempo. De toda una noche.
Disfrute de esos besos que me supieron a verdad. No estaba enamorado de ella, tampoco éramos amigos ni nada parecido y nunca antes la había visto y sin embargo el amor era sincero, no el amor de pareja ni el amor de los grandes romances de la historia…no, era ese amor que viaja a través de un beso deseado, de unas caricias otorgadas o la de conexión entre espíritus afines.
Con algo de desgana me separe de ella, pues no quería hacerlo, pero si no quería que esa noche acabase pronto debía desacelerar el ritmo que llevaba.
-Coincido contigo, me gustaría hacer de esta noche algo inolvidable- sonreí- Pero…me gustaría pedirte algo, que prometí no hacer…- Mire sus labios ligeramente entre abiertos, parecía que aun me esperaban – es muy difícil mantener una conversación sin hacer preguntas...-Al menos para mí lo era, tenia tendencia a hacerlas por todo, me costaba hablar sin ellas – me gustaría poder hacertelas y prometo no entrar en temas personales, solo – me encogí de hombros- preguntas, incluso te dejo mentirme- me reí entre dientes- puedes inventártelas, no necesito verdad.
Y no la necesitaba, a veces se conocían mejor a las personas a través de sus mentiras o de su forma de ver el mundo.
-Por ejemplo… ¿qué crees tú que son exactamente las nubes?- tome una de las manos de Marie y camine distraído mirando hacia el cielo, no había muchas nubes pero aun quedaban unas cuantas que apenas se distinguían por la luz de la luna. –Como ves no es una pregunta sobre tu vida privada- volví a mirarla. -¿Aceptas?
La calle estrecha y pedregosa por la que bajábamos nos llevaba sin darnos cuenta a la luz tenue y el bullicio del Paris más criticado y sin embargo el más concurrido. Al barrio de artistas y alcohol que no hacia ningún intento de pudor a pesar de estar bajo la atenta mirada de Dios que reposaba entre los muros del Sacré Coeur.
-No…nadie me espera, era solo que…- Me interrumpió con sus labios entre los míos.
Me miraba, me hablaba, me rozaba en sitios a los que pocas habían llegado. Sus besos me exigían el amor y sus palabras me hablaban de tiempo. De toda una noche.
Disfrute de esos besos que me supieron a verdad. No estaba enamorado de ella, tampoco éramos amigos ni nada parecido y nunca antes la había visto y sin embargo el amor era sincero, no el amor de pareja ni el amor de los grandes romances de la historia…no, era ese amor que viaja a través de un beso deseado, de unas caricias otorgadas o la de conexión entre espíritus afines.
Con algo de desgana me separe de ella, pues no quería hacerlo, pero si no quería que esa noche acabase pronto debía desacelerar el ritmo que llevaba.
-Coincido contigo, me gustaría hacer de esta noche algo inolvidable- sonreí- Pero…me gustaría pedirte algo, que prometí no hacer…- Mire sus labios ligeramente entre abiertos, parecía que aun me esperaban – es muy difícil mantener una conversación sin hacer preguntas...-Al menos para mí lo era, tenia tendencia a hacerlas por todo, me costaba hablar sin ellas – me gustaría poder hacertelas y prometo no entrar en temas personales, solo – me encogí de hombros- preguntas, incluso te dejo mentirme- me reí entre dientes- puedes inventártelas, no necesito verdad.
Y no la necesitaba, a veces se conocían mejor a las personas a través de sus mentiras o de su forma de ver el mundo.
-Por ejemplo… ¿qué crees tú que son exactamente las nubes?- tome una de las manos de Marie y camine distraído mirando hacia el cielo, no había muchas nubes pero aun quedaban unas cuantas que apenas se distinguían por la luz de la luna. –Como ves no es una pregunta sobre tu vida privada- volví a mirarla. -¿Aceptas?
La calle estrecha y pedregosa por la que bajábamos nos llevaba sin darnos cuenta a la luz tenue y el bullicio del Paris más criticado y sin embargo el más concurrido. Al barrio de artistas y alcohol que no hacia ningún intento de pudor a pesar de estar bajo la atenta mirada de Dios que reposaba entre los muros del Sacré Coeur.
Kurt Callahan- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 11/10/2013
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