AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El sabor salado de sus labios |Gaspard
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El sabor salado de sus labios |Gaspard
La desesperanza me abrumaba,
Me quebraba.
Era como una espera eterna
En la que hasta olerte, parecía un sueño…
Un increíble sueño.
K.
Me quebraba.
Era como una espera eterna
En la que hasta olerte, parecía un sueño…
Un increíble sueño.
K.
Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac.
¿Cuánto tiempo hacía que seguía en aquel mismo lugar? ¿En esa silla de aquella mugrosa cantina? Sinceramente había perdido ya la cuenta de todo. ¿Horas? ¿Días? ¿Cuántas copas llevaría? ¿Cuántas lágrimas habían desechado ya, sus claros ojos? Lo desconocía, como el recuento de días en que él la había abandonado.
— Otra ronda, por favor. — Pidió con malestar aunque con una sonrisa al camarero que en la barra se ocupaba de los demás. — Si, madeimoselle. — le contestó preparando un nuevo trago de Whisky para la cambiante que recién hacia unas horas había llegado a aquella cantina de mala muerte.
Allá donde posara sus ojos solo observaba las auras maltrechas y desagradables de los clientes que allí solían pasar sus noches de borrachera. De vagabundos, todo tipo de señores… hasta a un gran grupo de cazadores que permanecían reunidos bajo aquel mismo techo en el que ahora ella también se encontraba, en uno de los rincones de la cantina, al lado del fuego. Parecían absortos y felices en sus historias mientras el ron no les faltara, por lo que Kaya no debía preocuparse por ellos. No al menos, todavía.
El nuevo trago le fue servido y en unos instantes pasó a ser un vaso más de la colección que ya en su lado de la mesa ocupaban los anteriores. Los miró de reojo y sonrío pensando en qué pensaría aquel felino “supuestamente suyo” de encontrarla de esa forma y en aquel lugar. Por suerte los cambiantes sentían inmunidad a las bebidas alcohólicas, las que solo en exceso podían producirles como mucho al día siguiente una fuerte jaqueca y malestar. Malestar que igualmente la joven felina arrastraba desde hacía semanas y que cada vez se le hacía más desesperante. Por eso el que tras los tragos, le fuera un poco más fácil el poder sonreír brevemente, le hacía ver que aquella escapada suya había valido la pena.
Ya no estaba encerrada en su cabaña, llorando, arañando el suelo de forma desesperada, como había hecho aquellas dos semanas desde que al despertar tras aquel encuentro con Gaspard, se había visto sola, guardando en su cuerpo el aroma de él. Sin embargo el olor de él fue desapareciendo de ella, y al ver que no regresaba un extraño dolor la acusó tan profundamente, que ni como pantera pudo controlar aquel vacío que había provocado, que en más de una ocasión rompiera con sus garras la corteza de los árboles.
¿Qué le ocurría? ¿Por qué sentía un doloroso nudo en su estómago y en su corazón? No había podido probar bocado en los últimos días y por ahora simplemente era el agua o la bebida lo que podía asimilar.
— ¿Qué me ocurre…? ¿Por qué no puedo quitarte de mi cabeza?— Se preguntó tomando un pequeño sorbo de su vaso, justo antes de que la puerta se abriera dando paso un aroma conocido y anhelado que llenó aquel lugar. Un escalofrío erizó su piel y enseguida lo supo. Él estaba allí. La había encontrado.
— ¿Gaspard?
Kaya- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 22/03/2014
Re: El sabor salado de sus labios |Gaspard
"¿A quién compré en esta noche la soledad que poseo?
¿quién dice la orden que apresure la marcha?"
¿quién dice la orden que apresure la marcha?"
La costumbre en la busqueda de alimentos para la manada era algo que reacaía en los hombros del propio lider y sus más cercanos, únicos que gozaban de su entera confianza. Eran ellos quienes esta noche le acompañaban vigorosamente por los alrrededores que conformaban los callejones.
Los pasos de los varones eran firmes e imponenetes, aunque no descuidados con su seguridad. Era bien sabido que las calles de París se encontraban atestadas de inquisidores que no dudarían en atacarlos y aún cuando ellos ganaran en número, eso no disminuía el riesgo de que salieran mal heridos e incluso corrían riesgo de perder a uno de los suyos.
Las Las horas que pasaron ahí habían sido muy pocas, sin embargo Gaspard se encontraba inquieto, visiblemente ansioso de regresar al bosque para terminar con sus responsabilidades y volver a buscar a la fémina que lo traía enviciado. Luego de aquella noche todo había transcurrido muy rápido, y el haberla dejado sola la noche que afianzaron su unión, claramente cargaría en su consciencia. Estaba seguro que ella no le perdonaría por aquel acto tan fácilmente.
Fue al momento que sus pies lo llevaron frente a la taberna cuando su mundo se detuvo. El ambiente estaba impregnado con un aroma femenino, uno que desgraciadamente él ya conocía a la perfección.
Bastó un gesto con su dedo para hacer que sus compañerps siguieran adelante y lo dejaran ahí para enfrentarse a ella.
— ¿Qué es todo ésto?— se preguntó a si mismo en voz baja, sin llegar a comprender que haría Kaya en un lugar cómo ese. Tenía que haber algún error.
Sin más preámbulos ingresó a la cantina, observando de manera analizante a todos ahí, siendo muy cuidadoso de ubicar a quienes se volverían una amenaza para ambos, y cómo era de esperarse estos no faltaban y se encontraban atestados en un rincón, gozando de las perdiciones del alcohol. Situación que el cambiaformas aprovechó, y se apresuró hasta quedar frente a la felina, mostrándose sumamente molesto con ella. Sus orbes marrones examinaron que todo estuviera en orden con ella, pero evidentemente no fue así, ya que de "orden" tenía muy poco. Su exquisito aroma había sido envuelto por el nauseabundo lugar, mismo que embargaba un desagradable toque de tabaco y whiskey.
— ¿Puedes explicarme qué estás haciendo aquí?— le interrogó clavando sus ojos en los marinos de ella, pero esta vez los de él le estaban fulminando, y eso no era una buena señal viniendo de Gaspard.
Aguardó por una explicasión coherente por parte de la fémina, aunque sin importar cual diera él estaba seguro de llevársela de ahí. No permitiría que su mujer se encontrara placeres tan bajos para solucionar sus problemas. Ahora lo tenía a él y debía comprender que a pesar de no poder estar todos los días con ella, su mente y alma siempre se encontraban ocupados por su nombre.
Gaspard Cossment- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 31/05/2014
Localización : El bosque.
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Re: El sabor salado de sus labios |Gaspard
Tú me dueles
Tanto que solo deseo arrancar esos labios
Y beberme de ti, todos esos besos no dados,
mis lagrimas amargas.
K.
Tanto que solo deseo arrancar esos labios
Y beberme de ti, todos esos besos no dados,
mis lagrimas amargas.
K.
Su aroma era inconfundible.
Solo con sentirle sus poros se erizaron, su apagado y lento corazón tartamudeó antes de encender los motores, encendido por la cercanía del felino. ¿Cómo habría llegado hasta allí? A caso, ¿La habría seguido? ¿O todo era a causa del destino?
Por unos breves segundos cerró los ojos y se imaginó su figura, sus pasos… su caminar dirigiéndose a su espalda. La sonrisa floreció sola, no hizo falta nada más que imaginar aquellos profundos ojos irritados para que la felina se sintiera endemoniadamente bien. No iba a ser la única que fuera a sentirse mal con todo lo que les estaba ocurriendo. Él también debería probar de su propia medicina. Ojo por ojo decía la ley de la selva.
— ¿Cómo que qué estoy haciendo aquí? ¿Bebiendo, verdad? —Preguntó irónica volteándose hacia él con una pequeña sonrisa sobre sus labios.
Al instante en que sus ojos se dieron de bruces contra los ajenos, su mirada se suavizó. Tantas noches soñando con verle aparecer, que ahora que le tenía frente de si no podía creerlo. Y aunque reparó en la mirada fulminante que él le dedicaba, una parte de sí misma luchaba entre dos imágenes: La de él regresando a ella y la de la desesperación por encontrarse tan vulnerable, la rabia… el odio que había sentido esas noches por haberla vuelto tan débil. Siempre se había descrito como una felina solitaria y el tiempo se había encargado de volverla fuerte e independiente. No habría podido sobrevivir por sí sola desde pequeña si no fuera por eso. Por ello era que con más razón había odiado verse de aquel modo. Tan desamparada.
— No iba a quedarme esperándote siempre, tenía que divertirme un poco en tu ausencia. —Explicó ocultando su dolor en aquella faceta irrompible que ahora lucia frente a él y de orgullo herido. — ¿Una ronda Gaspard? — le preguntó probando de su copa al tiempo que con una mano llamaba al camarero de la cantina. Con su mirada todo el rato en la de él, parecía desafiarle. Desafiarle a que le quitara la copa y se la llevara de aquel lugar, a que hiciera uso de sus “derechos” sobre ella para sacarla de allí y luego lidiar con ella lejos de aquella mugre. Donde ella pudiera desahogarse de todo aquel dolor que le oprimía el corazón y poner a su desesperación, un nombre. — Oh vamos, puedes cambiar esa cara. No soy una de tus adolescentes que debas de reñir cuando se escapan de la casa, ¿O sí?
Kaya- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 22/03/2014
Re: El sabor salado de sus labios |Gaspard
"Si tú me llamas tormenta resuenas tan lejos como un tren.
Ola triste caída a mis pies quién te dice
sonámbulo de sangre partía cada vez en busca del alba."
Ola triste caída a mis pies quién te dice
sonámbulo de sangre partía cada vez en busca del alba."
La escena que sus ojos presenciaban era por lejos una que tardó en creer. Aquella joven no se parecía ni por poco a la belleza que había dejado durmiendo noches atrás, y ahí quedaba en evidencia el poder que el alcohol tenía en manos equivocadas, irresponsables.
Sin embargo Gaspard era paciente, lo había sido antes y lo sería ahora, permitiéndole que pusiera sobra la mesa los sentimientos que guardaba. Pero para su sorpresa sólo un reclamo confuso fue el que le lanzó en cara, todo lo demás que salió de sus labios fueron bajas provocaciones.
Cuando Kaya insistió en seguir bebiendo, el felino se limitó a observarla, aunque cada vez su semblante se volvía más duro, más decepcionado. Dentro de poco los ojos ennegrecidos del cambiaformas no aguantaron mas de eso, por lo que haciendo uso de su fuerza aplastó entre su palma y la barra de madera el vaso que ingenuamente había dejado para él. Antes de que la felina contara con el tiempo de reacción, le arrebató el vaso de sus manos haciéndolo estallar en pequeños trozos por el suelo, movimiento que logró atraer un par de miradas llenas de curiosidad, aunque bastó una amenazante mirada de Gaspard para que todos volvieran a sus bebidas.
Había tenido suficiente, tanto del lugar como del insoportable comportamiento de la joven.
— Has sido una completa irresponsable.— articuló con rabia, dando un nuevo golpe a la barra antes de ponerse de pie y tomar por la cadera el cuerpo femenino, haciendo que el plano vientre ajeno descansara sobre su hombro, mientras el brazo del mismo lado sostenía sus piernas.
Por supuesto ignoró todas las quejas y tomando algo de dinero de su bolsillo con la mano libre, los dejó sobre la madera observando al hombre que los había atendido, a ella mas bien.
— Esto pagará lo que ella bebió... y lo que yo destruí. Con su permiso.— le dijo, acomodando el cuerpo que llevaba a cuestas hasta la salir del lugar.
Avanzó unos cuantos metros en silencio hasta haber lo más apartada de su vista la taberna, sólo ahí bajó a Kaya de su hombro, acorralando su pequeño cuerpo contra una de las paredes. Los músculos de sus brazos se tensaron cuando acomodó uno a cada lado de la cabeza ajena. La finalidad de esto era no darle oportunidad de escape.
— ¿En que demonios estabas pensando? — preguntó buscando contener una furia que no tardó en aparecer.
— ¡Ese lugar estaba colmado de cazadores! — le gritó, sosteniendo su mirada con los ojos ya dominados con la rabia de su pantera.Rogaba verla reaccionar, que se diera cuenta del peligro que había corrido ahí
— Iba a volver por ti, no tenías que hacer nada de esto, Kaya.. ¡Iba a volver y tú debías esperarme! — exclamó alejándose de ella y dándole la espalda.
Hace años que Gaspard no se sentía tan molesto, con algo o alguien. Internamente maldecía el verse preso de los sentimientos tan intensos que la fémina había despertado en él.
Gaspard Cossment- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 31/05/2014
Localización : El bosque.
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Re: El sabor salado de sus labios |Gaspard
¿Cuál era esta necesidad que abrumaba mi alma?
Su ausencia me negaba el respirar
Y su presencia quemaba.
Él era todo hielo y fuego,
mi delirio y mi fuerza.
Él es todo lo que alguna vez me atreví a soñar.
K.
Su ausencia me negaba el respirar
Y su presencia quemaba.
Él era todo hielo y fuego,
mi delirio y mi fuerza.
Él es todo lo que alguna vez me atreví a soñar.
K.
Todo fue tan rápido que la cambiante poco pudo hacer en su estado que sorprendida dejarse llevar. Aunque intentó que la bajara y pataleó unos segundos hasta que sintiendo el alcohol marearla terminó cediendo, jurando vengarse por aquel espectáculo. Sus piernas apresadas por un brazo masculino quedaron inmóviles tras sus inútiles intentos y con un gruñido de fastidio dejó que se la llevara, mirando al camarero con una última sonrisa al salir.
— ¿Yo soy la irresponsable? ¡Tú eres un hombre de las cavernas! —Dijo al salir por la puerta de la taberna lejos de los oídos de cazadores y demás curiosos. — ¡Suéltame, Gaspard! ¡¡Soltadme!!
Con las manos en puños golpeó su pecho. Odiaba sentirse tan perdida sin él. ¡Y aún odiaba más sentirse tan bien en su presencia! Parecía que solo con que él se le acercara todo el dolor desaparecía. Hasta sentir su brazo rodeándole las piernas la calmaba y sonrojaba. Nadie antes la había hecho sentir de aquel modo. Podría ronronear de no ser porque no olvidaba la forma salvaje con que la había sacado de aquel lugar.
— ¡Suéltame, te dije! —Gritó por última vez, tragándose sus últimas palabras al ser bajada del hombro del felino y ser acorralada, apresada contra una pared y su duro cuerpo.
En otras ocasiones, en otra situación cualquiera se habría sentido amenazado ante aquella proximidad. Ese no era el caso de la cambiante, que aguantando su mirada se mantuvo en sus trece, disfrutando incluso de aquella mortal cercanía en la que la mantenía.
Sus manos ardían por desear tocarle y acariciarle. Mostrarse a sí misma que realmente, él se encontraba frente a ella. Pero lo que pareció un encuentro inesperado, se volvía a cada palabra de Gaspard, en un sabor agridulce en su paladar. ¿En serio no podía ver en qué estado se encontraba la felina, solo por la lejanía entre ambos? Aquel primero encuentro lo había cambiado todo, empezando por ella.
— En tomar una distracción humana. ¡En alejarte de mis pensamientos! ¡En eso pensaba! —Dijo sin separar sus ojos de los masculinos contestando a la furia que veía reflejada en la mirada de su felino.
— Ya sé que habían cazadores, pero no importó. Ellos no pueden dañarme más de lo que tu ausencia lo ha hecho en unas simples noches. —Añadió visiblemente dolida, que el labio inferior tembló por unos segundos al recordar aquel dolor que había sentido desde hacía noches. Desde despertar y no encontrarle con ella.
Con aspecto calmado, pero los ojos ardiendo de molestia y dolor dejó que se alejara de ella contemplándole absorta, fijando su mirada en su nuca. En su espalda. Sus instintos le avisaban del estado agresivo de la pantera masculina y aun así su propia pantera no pudo evitar que su molestia fuera a más al oír decir en boca ajena que pensaba regresar a ella. ¿Qué iba a volver por ella? Simples palabras pensó la felina, ya que por semanas no había sentido ni una maldita vez su presencia cerca. Habían sido noches oscuras y solitarias, en que las estrellas parecían reírse de su miseria mientras esperaba ansiosa su regreso. Hasta esa misma noche en que se había cansado y había decidido alejarse del bosque y de su recuerdo.
— ¿Seguro ibas a regresar? —Preguntó escéptica, sin creerse sus palabras. — Si tanto ibas a volver, ¡Reclámame para ti de una vez y calma este maldito dolor! —Le exigió odiando en demasía la distancia que los separaba nuevamente. — ¿A qué esperas entonces para reclamarme? ¡Hazlo! ¿O he sido a única que ha sentido ese vacío en el pecho tras tu partida?
De haberse vuelto el felino hacia ella habría podido ser testigo de cómo la máscara se fracturaba, y la Kaya vulnerable a aquel hechizo que el destino les había impuesto regresaba por un instante.
Despegándose finalmente de la pared donde él la había dejado dio unos suaves pasos hacia él hasta voltear su figura y sin permiso, presentarse ante él. Sentía que si sus brazos no la rodeaban o sostenían como anteriormente, terminaría rompiéndose.
— No espero que me protejas, no hace falta que me alimentes, que me mantengas en casa mientras alardeas de tu fuerza porque puedo contra cualquier enemigo que amenace a los míos. Quizás no sea la mejor felina con la que emparejarte. Por qué no seré quien sumisa acate tus órdenes, quien caliente tu cama y te espere cada noche deseosa de tenerte. Siempre tendrás que ganarte ese derecho y ¿sabes? Lucharas contra mi muchas veces, por que guardo, protejo y amo con autentico fervor. — Señaló acercándose peligrosamente a sus labios deteniéndose a escasos centímetros.
— Estás con una fiera alguien que sabe que quiere y con quien. Y tengo delante de mí a quien quiero. ¿Y tú? ¿Tienes delante a quien quieres? ¿O solo a quien tu instinto te dice querer? —Preguntó con el miedo escondido del rechazo mientras sus manos buscaban el contacto de las ajenas, entrelazarse con ellas y su cuerpo la cercanía del ajeno.
La felina incapaz de aguantar más tiempo aquella mirada de fuego la bajó hacia la clavícula y al acto de posar sus ojos en aquella zona vulnerable de piel, todos sus sentidos la instaron a morderle. Su pantera rugió impaciente en su interior, arañándole por dentro. Sin embargo Kaya se controló y contuvo las ansias de su animal.
El mordisco en la clavícula, era la señal de las parejas. Cuando una pantera encontraba la otra perteneciente se unían y en la unión terminaban marcándose. De esa forma todos los demás sabrían de la existencia de una pareja vinculada a ella y el macho siempre tendría el as de ganar contra sus contrincantes al haber sido aceptado por la hembra con anterioridad.
No obstante, a veces el emparejamiento era tan fuerte que primero se tatuaban en el cuerpo el uno al otro y luego dejaban paso a la vinculación de sus cuerpos.
Todo esto Kaya lo desconocía y el querer morderle la asustó. No había sido criada entre mitos y leyendas de las panteras para reconocer lo que era normal entre ellos, por lo que cerró los ojos con fuerza y tensando la mandíbula descansó su cabeza contra el pecho masculino. Conteniéndose con todas sus fuerzas.
— Perdóname. —Susurró con voz tensa y temblorosa. Sentía su pantera tan cerca de la superficie que la asustaba. Por primera vez la fiereza de su animal la asustó.
— Debo de estar enloqueciendo… Quiero morderte. Deseo hacerlo. — Añadió confundida respirando hondo en un intento de calmarse. Pero como más olía y respiraba el perfume masculino, más fuerzas debía de emplear para encadenar a su pantera en su interior. Y entonces, con más fuerza la pantera luchaba contra ella— ¿Qué me está pasando?
Kaya- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 22/03/2014
Re: El sabor salado de sus labios |Gaspard
"A ti te reconozco pero lejos, apartada...
Inclinado en tus ojos busco el ancla perdida."
Inclinado en tus ojos busco el ancla perdida."
La mayor del tiempo era Gaspard quien podía mantener el control absoluto de sus acciones, y por ende adelantarse a los acontecimientos. Esto le permitía verse aún más seguro e imponente para enfrentar las adversidad. Pero ahora le había removido de tal forma el piso que no tenía la menor idea de como actuar frente a ella, se volvía alguien tal impredecible, le desafiaba sin ningún temor, o al menos se esforzaba en no demostrarse débil frente a sus ojos. Era una fiera dispuesta a increparlo siempre, sin que le temblaran los labios.
La desesperación ajena lograba darle una sensación similar a la de una jaqueca, algo muy comparable con el dolor que su ausencia era capaz de provocarle. Ella no confiaba en los sentimientos irrevocables que había despertado. Ni siquiera ponía sobre la mesa la opción de que él llegara a sufrir al no tenerla en sus brazos, pero lo hacía, realmente lo hacía.
— Por supuesto que iba a regresar, Kaya, ¿por qué osas dudar de mi palabra?— resopló al sentirse ofendido en algo a lo que jamás faltaba; Sus promesas.
— Aunque... entendería si lo hicieras ahora, el tiempo que estuve fuera al parecer fue suficiente para crear un dolor que me está costando trabajo sobrellevar.— estaba confesando que sentía al igual que ella, aunque su serenidad le había impedido demostrarlo abiertamente.
No se negó a enfrentarse a su mirada cristalina nuevamente, internamente sabía lo mucho que necesitaba esos ojos frente a los propios.
— Te estoy reclamando ahora, tuve que marcar mi territorio ahí dentro, y créeme que no será la última vez que lo haré. Contigo debo hacerlo constantemente, sé que tendré que luchar más contigo que con el resto, eres un desafío en todos los sentidos que puedo llegar siquiera a dilucidar, pero quiero enfrentarlos, Kaya.— recapacitó, observando con descaro aquellos labios que le llamaban a devorarle.
— Supe que tenía a quien quería desde la primera noche... más exactamente cuando te atreviste a enfrentarme de la manera en que lo hiciste. No deseo a una sumisa a mi lado, aunque así debería ser, no sería suficiente para mí. Soy más ambicioso al parecer.— musitó, agradeciendo que las revoluciones ajenas se sosegaran, o al menos eso parecía en cuanto se desvaneció contra su cuerpo.
Era casi automático, como si su cuerpo estuviera creado para el de la fémina, la cual calzaba a la perfección entre sus brazos cuando éstos de apresuraron a contenerle. Gaspard sabía que no sería fácil mantener oculta por mucho tiempo aquella inaceptada relación que tenían, y que muy pronto tendría que enfrentarse contra todos los de la manada por ello. Era el líder, pero ni siquiera el estaba libre de ser juzgado.
Puso especial atención a sus palabras, notando con regocijo cuales eran los deseos que florecían de la pantera que resguardaba. Estaba claro que debía dejarla, pero buscaría la manera de hacerlo de manera más íntima y no en ese sucio callejón.
— Es normal, tus pieles desean marcar lo que consideran suyo... A mí, en este caso.— le explicó, mientras era fácil percibir como había comenzado a calmarse, luego de tanta exaltación por parte de ambos.
— Ven conmigo.— murmuró contra su oído, entrelazando los dedos de mano, iniciando así una rápida caminata a las afueras, lejos de las concurridas calles.
No se detuvo hasta llegar al inicio de los bosques, lejos de toda la iluminación masiva, necesitaba sentir la brisa fresca contra la cara, dejando atrás todo el mal rato y la forma tan desafortunada en la cual se produjo el reencuentro entre ellos.
— No seguiré desperdiciando esta noche en más peleas y discusiones sin sentido, y si tú deseas hacerlo, debes hablar ahora...— alzó el índice para señalarle casi de un modo inquisitivo. Aún luchaba internamente con la molestia, se le estaba haciendo bastante difícil disiparla.
— Si la respuesta en negativa y estás de acuerdo conmigo... Deja en libertad a tu pantera, Kaya.—
Gaspard Cossment- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 31/05/2014
Localización : El bosque.
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Re: El sabor salado de sus labios |Gaspard
Eres esa llama incandescente que nadie logró apagar
Ese disparo certero,
que nadie logró repetir.
K.
Ese disparo certero,
que nadie logró repetir.
K.
¿Cómo podía si quiera llegar a pensar en su mente que aquel dolor que había sentido en carnes propias —Y que aún seguía sintiendo— lo pudiese haber experimentado también él? Él que parecía intocable, intachable… siempre tan sereno, tan controlado. Él que parecía jamás perder la compostura, educado desde la cuna para permanecer fuerte aun cuando los demás se sintieran vencidos. ¿Cómo podía imaginar si quiera que él también sentiría su deseo como uno propio, encontrándose atacado por la ausencia que al separarse habían tenido que afrontar? No, la felina no podía haber imaginado aquello, no obstante fue cierto dolor y desespero en la voz masculina que la hizo creer que podría ser todo aquello posible. Que de verdad era un sentimiento que a la par sufrían en silencio.
Tras el vendaval de emociones dispares que habían hecho estragos en su mente, su cuerpo encontró cobijo en el ajeno y en lo que sus cuerpos encajaron perfectamente el uno junto el otro, los labios de la fémina recorrieron el cuello masculino, acariciando con la nariz aquella piel que más de una vez deseaba morder.
—Todo tú me llamas…. — Susurró por toda contestación tras su explicación de por qué aquel deseo arrebatador helaba sus entrañas con la fiera necesidad de marcar todo cuanto pudiese de su cuerpo.
Dejó escapar un suspiro contra su clavícula y exhaló llevándose al paladar el aroma del felino, tan suyo, tan condenadamente suyo que una parte de si sentía que podría perder la cabeza con tan solo separarse ahora de su presencia.
Sabía que debía aprovechar aquellos momentos que tenían solos, porque por mucha molestia y regaño que le diese, él seguiría alejándose de ella para acudir al papel de su liderazgo. Liderazgo precisamente de la manada enemiga. De aquellos que fueron la causa de su ruina y la muerte de su familia entera.
— Ven conmigo. — murmuró contra su oído en lo que ella se estremeció y asintió no demasiado segura de su propia respuesta. Un solo soplido, caricia de su aliento contra su piel conseguía que su pantera rugiera de impaciencia en su interior.
Por unos segundos al sentir la mano de él tirando de la suya, llevándola hacia el camino que aventuraba los llevaría al bosque dudó ya que mientras una parte de sí misma lo deseaba solo para ella, la otra parte de sí misma temía que de acudir al bosque aquello se volviera una despedida. Y por todas las panteras, que aquella noche no iba a dejarlo abandonarla como antaño, no sin dejar impresa su huella y su olor.
Tras una vacilación apretó su mano y echó a andar siguiendo cada uno de sus pasos. Donde él pisaba, allí ella también lo hacía. Parecía un baile y quizás fuera uno de esos tantos bailes que en la naturaleza los animales llevaban a cabo por establecer los vínculos que los unirían con sus parejas. Pronto dejaron atrás aquella taberna cómplice del encuentro entre ambos felinos y alejándose de los hogares más recónditos de las calles oscuras de París con una sonrisa en sus labios se internó tras él al inicio de los bosques, donde la oscuridad los escondería de miradas curiosas. Más la oscuridad para ellos no sería ningún problema. Con luz o sin luz, Kaya siempre podría verle, apreciarle con la exactitud de un felino observa a su estudiada presa.
Demasiado pronto la mano de él dejó de sostener la de ella y viéndole alejarse unos pasos antes de que se volviera para señalarla como un Dios señala a su súbdito, se sintió de nuevo frágil, aunque su pantera se sintió gloriosa. No únicamente ahora la llamaba el cuerpo masculino y el felino que debía retar, sino también la naturaleza en todas sus formas esculpía un hechizo sobre ella haciéndola arder por liberarse de sus cadenas y entregarse a ella.
¿Deseaba seguir peleando con él? Sinceramente sí, pero no verbalmente… no con sus labios. Si no de una forma más ancestral. Deseaba bailar con él en todas las formas posible entre dos depredadores y cuando él la invitó a mostrar su pantera, sus ojos relucieron atesorando sus palabras. Si quería luchar, lucha iba a encontrar.
— Si quieres que la deje en libertad, ella te hablará en mi nombre. —Únicamente murmuro llevando casi en una lenta reverencia sus manos a su espalda desatando los hilos de su vestido que lo mantenían sujeto contra su piel. —No deseo más discusiones, no deseo más huidas ni escarceos. No quiero que huyas… tampoco que te alejes. Te quiero más bien cerca, donde pueda tenerte sin que nadie jamás nos interrumpa.
«Te quiero a ti.» Pensó en silencio dejando que su mirada hablase por ella y todos sus sentimientos.
En ningún momento alejó sus ojos de los ajenos, ni escondió el fuego, la excitación, la fuerza que no únicamente recorría su mirada, sino también su cuerpo entero, preparándola para el cambio inminente.
En cada uno de los hilos desatados recorriendo sus hombros, una parte de la humanidad quedó silenciada por su animal. Su pantera era poderosa y ahora que la había invitado a mostrarse, no tendría compasión por ninguno de los dos. Ni por él, ni por ella. Tras unos movimientos diestros con su mano derecha, consiguió deshacerse del molesto vestido que impedía su felina aflorar y con una atrevida sonrisa dejó que la tela cayera hacia sus pies, revelando ante sí su cuerpo desnudo bañado en la luz de la luna que esa noche se filtraba entre las copas de los árboles.
De haber sido en otra presencia, se habría sentido expuesta e incluso quizás una parte de si se hubiese avergonzado. Jamás se había desnudado frente a alguien, aunque fueran como ella, ella había restado sola gran parte de su vida y el mostrarse en su fragilidad humana era un claro signo de debilidad… Sin embargo, quien presenciaba y recorría con sus ojos su cuerpo no era un desconocido, más tampoco un enemigo. Gaspard era su felino; suyo y como tal, ella también le pertenecía. Inclusive de cualquier forma y ante sus ojos dorados lo último que pensó fue en sentirse débil.
Él jamás podría hacerla sentir débil.
— ¿Estás seguro que es lo que quieres? — Preguntó con voz ronca, luchando por contener un ronroneo de placer al distinguir también en sus ojos el fuego y excitación de su felino. Se acercó unos pasos hasta que su cuerpo rozó el ajeno y bajando su cabeza hacia aquel cuello que la llamaba, lo besó terminando por mordisquearlo suavemente. Una sutil caricia con sus dientes; un anticipo de lo que estaba por venir.
—Ya no hay marcha atrás. — Afirmó dando un paso atrás antes de que él pudiese siquiera acariciarla o atraerla de nuevo contra su cuerpo. —Tú mismo te lo buscaste. — Y tras esas palabras la felina se dejó embargar por el fuego que hacia arder su sangre, tensó ligeramente el cuerpo con anticipación y antes de que pudiese siquiera parpadear sintió el ardor llegar a sus extremidades estirándolas en aquel extraño frenesís de la pantera liberándose de sus cadenas.
El cambio fue rápido, más rápido de lo usual gracias a la sangre cambiante que su madre—Una de las más agiles y veloces de toda la manada. — le dejó dejado en herencia. Y en cuanto quiso darse cuenta sus manos fueron oscuras patas sobre las que aterrizo suavemente y sus ojos ya solo eran dos esferas amarillas intensas que se hincaron con fuerza en los ajenos. La oscura pantera abrió las fauces y rugió en desafío, su cuerpo tenso preparado al acecho consciente de cada uno de los movimientos de Gaspard, cual gato espera un movimiento en falso del precavido ratón. Volvió a rugir y empezó a rodearle, a hacer vueltas a su alrededor impaciente de conocer al líder de sus enemigos en todo su esplendor. En toda su fuerza y mandato. Los rugidos de ella hablaron por sus suaves labios que ahora se abrían amenazantes mostrando sus colmillos hirientes y entonces esperó por él y sus instintos.
—¿No hará falta que te invite a bailar, verdad? — Susurró a su mente en más bien un gruñido; una caricia pecaminosa… una invitación llena de oscura impaciencia.
Era la hora de la verdad.
Kaya- Cambiante Clase Baja
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Re: El sabor salado de sus labios |Gaspard
"Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto...
Cambiaron todas las preguntas."
Cambiaron todas las preguntas."
En ese momento ya no podía ocultarlo, se sentía aliviado de que la discusión finalmente tuviera su término. Ahora en lugar de eso, sólo existía el anhelo de disfrutar del inesperado encuentro que habían compartido, uno que al principio le caló sus huesos con enorme magnitud, producto de la ira por encontrarle en tan inmundo lugar.
No se daría el inútil lujo de desperdiciar el tiempo que ahora se les otorgaba, luego de varios días e incontables noches deseándolo; El poder presentar sus pieles sin contratiempos. Hasta ahora ellos se conocían de forma incompleta, les faltaba mostrar aquella parte fiera y libre que aún yacía oculta.
¿Cómo era posible reclamar su humanidad si aún no dominaba a la felina?
Gaspard sabía que no tenía una tarea fácil por delante, Kaya era fuerte y hasta se atrevería a desafiarlo como nadie lo había hecho antes.
Ella no lo trataba como un líder, no lo miraba como alguien superior, si no como su igual. El felino por su parte valoraba esa actitud, ya que ni siquiera él buscaba imponerse frente a ella, por el contrario, buscaba sentirse en confianza con su compañera. Esa misma confianza que ahora sus ojos reflejaban.
Esa mirada estaba tan cargada de sentimientos, tanto que Gaspard podía escuchar los gritos en su cabeza, sin que los rosáceos labios femeninos emitieran sonido alguno. Aquella habilidad para adentrarse en su mente era un punto fundamental para ambos.
— Estoy ansioso por conocer lo que tiene que decirme.— Repuso Gaspard, con un leve tono desafiante con las palabras ajenas. Disfrutaba de aquella lucha de egos que se planteaban, sabiendo que ninguno de los dos podría ganar, ni alzarse victorioso por sobre el otro.
Para calmar a su propia piel, se obligó a clavar los pies en la tierra y sus manos pegadas a los costados de su cuerpo, siendo su mirada la única en presenciar la resaltable belleza ajena.
Tan sólo eran diminutos rayos de luz nocturna los que se estrellaban contra la piel femenina, pero eso fue suficiente para que Gaspard soltara un gruñido de impaciencia al no poder acercarse. Ella era suya y deseaba dejárselo en claro en ese preciso momento, cuando la felina continuaba jugando con su cercanía.
— Completamente seguro, Kaya.— respondió tajante, su voz ronca denotaba sus ansiedad por presencia el cambio ajeno.
No había marcha atrás, él lo sabía, no podría arrepentirse nunca de eso, por el contrario, contaba los excitantes minutos de espera.
Le fue imposible reprimir la sonrisa que marcaron sus labios, fue más grande la sorpresa que le había provocado la velocidad con la que su compañera había actuado. Él siempre había sido uno de los más veloces de la manada, pero ahora podía decir —sin temor a equivocarse— que Kaya le había alcanzado.
— Magnífico.— murmuró a la obscura pantera que se mostraba imponente frente a él, y esperaba que lo tomara como un cumplido.
— No hará falta la invitación, dentro de poco me tendrás contigo. Sólo estoy contemplando.—comentó con su voz rozando lo posesivo.
No iba a hacerse esperar más, y con bruscos movimientos se deshizo de la ligera ropa que traía encima, apartándola a un costado. Su cuerpo inclinado permitió que cada músculo de éste se tensara, sintiendo como el corazón le retumbaba velozmente en los oídos.
Una exhalación fue lo último que su cuerpo humano soltó, antes de ser reemplazado por los rugidos de la pantera que ahora pisaba con fuerza frente a Kaya.
— ¿Ahora es cuando debo darte ventaja? —la voz masculina, llegaría hasta la mente ajena con cierta complicidad y satisfacción, mientras su compañera continuaba rodeándole. Era como si buscara adelantarse a cada uno de sus movimientos, aunque por su parte Gaspard sólo se limitaba a seguirla con la cabeza.
Se tomó su tiempo, sencillamente porque lo estaba disfrutando, su serenidad buscaba hacerse presente hasta en un momento tan excitante para ambos.
— Suficiente.— masculló en cuanto sus fauces volvieron a rugirle a la felina, quien era levemente más pequeña que él, aunque lo suficiente para que en un ágil salto escapara de aquel círculo, inclinándose para adoptar una figura de ataque.
— Te otorgo el primer movimiento. Aunque no te equivoques creyendo que te dejaré ganar.— la invitación fue acompañada por un arañazo al frente, rasgando el aire frente a ellos.
— Adelante, pequeña, enséñame de que estás hecha.—
Gaspard Cossment- Cambiante Clase Media
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Re: El sabor salado de sus labios |Gaspard
Era el fuego en su mirada
que me hacía ver que él sería mío.
K.
que me hacía ver que él sería mío.
K.
¿Contemplar? La pantera gruñó impaciente en respuesta mientras otra parte de ella se sentía orgullosa de sus palabras. Orgullosa de que su felino la viese de aquella forma, como la cambiante felina que era, la hija de la anterior generación al poder de la manada y no como los demás la verían, como la hija felina de un humano. El pecado producto de una unión prohibida y sentenciada; Una aberración.
En ningún momento apartó la mirada de la masculina en la que su silueta se adivinaba en el iris que pronto dejaría de ser humano para volverse iridiscente, de color amarillo con motas intensas de un brillo sobrenatural. Las garras de la pantera arañaron el suelo marcando el territorio en los alrededores de la figura masculina y en cuanto vio a Gaspard quitarse la ropa dejó de hacerlo quedándose estática mientras ávida su mirada recorría aquel cuerpo de arriba abajo. Esperaba verle, con ansías la pantera quería conocer al que sería; completamente suyo.
Solían decir que eran los machos los más fuertes, pero cuando se trataba de defender; eran las hembras felinas las más fuertes. Su propia madre murió defendiendo a su cría de una manada de panteras y así, haría Kaya; Defendería a Gaspard con sus garras y fauces hasta el último aliento de sus pieles.
Un nuevo gruñido de exasperación surcó su garganta y antes de que pudiese haber un segundo toque de la felina, allí estaba él.
Un pelaje oscuro como la noche cubría la forma del felino y en cuanto los ojos dorados de este la miraron resplandecientes, un fuego abrasador lanzó un relámpago de calor que le atravesó todo el cuerpo a una velocidad vertiginosa.
—Gaspard. —Masculló su nombre con el vivo deseo en su voz.
A su felina le gustaba aquello que veía ante ella y Kaya no pensaba diferente. Anteriormente había visto pelaje de otras panteras y había tenido algún que otro duelo, pero el pelaje de él era con diferencia único. Uno de los más hermosos que hubiera visto nunca.
Se vio tentada a restregarse y rodar por el suelo, buscando su atención, buscando en sus ojos la sensualidad y el deseo de sus orbes amarillentos más la pantera no dejó de estar atenta, tomándose aquella visita como una rivalidad. Ahora Gaspard debía de demostrar que podría con ella y así, protegerla de los demás, inclusive de sí misma. Por ello era tan importante batirse con él antes incluso de jugar y tentarle. La temporada de celo estaba demasiado cerca y ella ya estaba preparada.
Con la cola inquieta esparciendo su dulce aroma gruñó en respuesta a su rugido quedándose estática a continuación, preparándose.
—No es buena ensañarte así con quien será tú pareja. —Le comentó con voz divertida mientras su felina se tomaba aquel rugido como un verdadero desafío. Su cola quedó inmóvil y con los rasgos retraídos también dio un arañazo al frente, molesta. Su felino parecía poder ignorar la llamada de su cuerpo y aquello le molestaba más que el desafío que él le planteaba. Gaspard mostraba incluso como felino, una envidiable voluntad de hierro.
—Te avisé.
Y antes incluso que terminase de hablar, sus fuertes y agiles patas la impulsaron contra él, saltándole encima. La felina no tenía intención de dañarle —No mucho por lo menos— por ello en cuanto sus garras llegaron a arañar la espalda negra de su pareja, una parte de ella temió hacerle daño. Por suerte él tras esos arañazos profundos pudo esquivarla y la felina terminó rodando hasta levantarse de nuevo.
En sus garras había un poco de su sangre y lo celebró gruñendo subiendo así el desafío entre ambos. Ahora ni que fuera un poco, había corrido la sangre. No había marcha atrás posible, solo uno de los dos podía ganar.
Su pelaje se erizó y esta vez fue ella quien arañó el aire entre ellos.
—¡Vamos!— Lo alentó— ¿a qué esperas, pequeño?—Le preguntó tensando su cuerpo preparada para recibirle. — ¿Tan pronto te rindes?
Kaya- Cambiante Clase Baja
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Re: El sabor salado de sus labios |Gaspard
"El anochecer será el testigo de aquellos tormentos,
pero solo será el alba quien alzará a su vencedor."
pero solo será el alba quien alzará a su vencedor."
Un juego de deseo y presentación. Sus pieles jamás se había conocido hasta ese momento, al menos de la forma que realmente debían hacerlo, presentándose como la novata pareja que ahora eran. Su unión no podía volver a peligrar, y cuanto antes entrelazaran sus fieras más seguridad y fuerza tendrían para refugiarse.
Gaspard sabía lo mucho que había en juego, su manada, su familia por sobretodas las cosas... Pero en ese momento podría perderlo todo, incluso a ellos, pero a lo único que jamás se resignaría sería perderla a ella. Nunca se había sentido más vivo como en cuanto sus ojos se estrellaron contra los de su felina. No podría sentirse más dichoso.
Estaba seguro que ella sentía lo mismo, todo en sus acciones le delataba y hacía que él por su parte no se sintiera totalmente sucumbido a la locura, a las ansias de poseerla. Ella era incluso un alma más libre que la del cambiaformas, a quien las responsabilidades le perseguían a todos lados. Pero no esta noche, hoy sólo esta ahí por y para ella.
Sabía que debía mantenerse más alerta, pero con Kaya le resultaba sumamente difícil. Gustaba de desafiarla y recibir sus gruñidos en respuesta, estaba consciente que su piel recibiría los primeros zarpazos y era justamente lo que estaba esperando.
El ataque fue rápido y casi sin errores, sólo existió uno; La duda. Kaya temía dañarlo y eso se lo dio a conocer cuando sus garras temblaron en su piel, y fue esa la ventaja que tomó él para liberarse, sintiendo el familiar calor de la sangre sobre su pelaje.
— ¿Rendirme? Pero si aún ni siquiera inicio.— le recordó respondiendo con un leve gruñido, justo cuando comenzó a rodearla impaciente. Dos saltos fueron suficientes, uno al costado y de vuelta para arremeter contra la pantera.
A diferencia de ella, él fue directamente con sus fauces a la parte trasera de su cuello, en donde mordió con fuerza, dándole quizás, un indicio de lo que sería en la temporada de celo, aunque con un poco más de fuerza.
Solo al sentir el sabor de la sangre ajena le soltó, sin antes darle un zarpazo que la alejó de él. Aunque ella era su pareja, su mujer, él no daría el brazo a torcer, le demostraría lo capaz que era de protegerla.
— Levántate.— gruñó y arañó la tierra bajo sus patas, ansioso por verla en acción nuevamente. Sus orbes ubicaron al animal, quien rápidamente buscaba incorporarse y no esperaba menos de ella, sabía que este desafío sería muy diferente de cualquier otro que le había tocado enfrentar.
— ¡No me estas dando lo mejor de ti! — le regañó, era obvio que se estaba conteniendo para no herirlo y no era eso lo que Gaspard quería.
— Vamos, pequeña.. ¿Acaso así defenderías a nuestra familia? — buscaba hacerla enojar, solo para probar que ella podía ser tan fuerte como él. Era tan simple como que dejara de lados sus temores y avanzara firme contra él.
— Al parecer... Eres débil, e indefensa, ¿cómo puedo entregarme a ti siendo así? — de seguro esas palabras terminarían por dañar su ego, o al menos eso esperaba.
Todo con tal que la fémina se entregara por completo a su batalla.
Gaspard Cossment- Cambiante Clase Media
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Re: El sabor salado de sus labios |Gaspard
Tu sangre, es mi lucha
y tu lucha;
mi sangre.
K.
y tu lucha;
mi sangre.
K.
La expectación mantuvo a Kaya alerta de los movimientos masculinos de su alrededor tras el primer golpe. Había logrado alcanzarle y con la sangre ajena goteando de sus fauces, ahora era de esperar que la sangre derramada fuese la suya. Ambas panteras querían demostrar su fuerza, medirse como enemigos, y aunque Kaya una vez no había estado a la altura, no volvería a pasar.
Ahora era él de nuevo o ella, y ella, no pensaba fallar más.
Por un momento, aquellos fríos ojos azules resplandecieron en un oscuro turquesa.
La mordida a la que había sido sometida por unos segundos en que el aliento masculino dio de bruces contra la parte posterior de su cuello, envió una corriente eléctrica que recorrió todo su cuerpo y está aún se mantenía. Podía imaginarse como sería en la época de celo que se encontraba a pocos días de iniciarse. Ella lo tentaría, caminaría sobre el fuego de su deseo. Como una tentadora gatita ronronearía y se restregaría contra él, hasta que él solo pudiese ser consciente de su intenso olor. Él dejaría de pensar y prestándose únicamente a sus pieles animales, ella le negaría todas y cada una de las veces en que él se acercara a ella, hasta que, finalmente y sintiéndose preparada esta la dejase. Entonces, todo se volvería un mar de gruñidos, leves mordidas y por las siguientes horas, ella sería una gatita sumisa y traviesa, sin embargo, ahora no lo sería.
Kaya estaba enfurecida y no se necesitaba mucho para saberlo. Gruñó con las orejas gachas y enseñándole los dientes en una mueca terminó de levantarse del suelo.
— ¿Cómo crees entonces que hería a todas las hembras de tu manada, cuando se me acercaban demasiado? —Gruñó molesta por sus palabras, herida en orgullo.
Los ojos de la pantera brillaron y sintiendo la oleada de calor y la salvaje llamada de su leopardo lanzándose hacia el evidente desafío para demostrar su valía, emitió un gruñido que resonó entre los arboles del bosque.
¡La estaba provocando y el maldito sabía lo que hacía, como buscarla!
— ¡Basta!— Gruñó contundente, acallandolo con una mirada que prometía la muerte si seguía por ese camino de provocación.
Con decisión y firmeza se acercó a Gaspard, y al oler la sangre tanto de él, como de ella en el aire, la sed de sangre surgió. La furia ya era palpable. Una rabiosa necesidad de dominar a la pantera que ante ella se mostraba como la vencedora la atacaba como ponzoña en su sistema.
Abrió las fauces y antes de que él pudiera hacer su siguiente movimiento, se abalanzó contra él.
Kaya se lanzó hacia él implacable. Su peso cayó sobre la pantera, y derribándolo, ambos animales rodaron en el suelo golpeándose mutuamente con las garras, mientras rugían y gruñían, luchando sobre las patas traseras.
Su propia pantera estaba furiosa y Kaya no lo encubrió, ni se lo escondió a quien iba a ser su pareja eterna. Sus palabras la habían herido tan profundamente, que la pantera con su instinto arrolló la humanidad de la cambiante, hasta convertirla en un amasijo de zarpas y dientes afilados.
Cuando él empezó a revolverse contra ella, Kaya atacó con fuerza. Le lanzó un zarpazo al estómago expuesto y cuando su oponente se encogió para protegerse y devolverle el golpe, con una velocidad de vértigo, le hundió los dientes en el cuello.
La pantera había despertado.
Kaya- Cambiante Clase Baja
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Re: El sabor salado de sus labios |Gaspard
"Cuando todo ésto se vuelva ceniza, volveremos a renacer...
Únicos y eternos".
Únicos y eternos".
Finalmente su plan había resultado, y aún mejor de lo que esperaba. En muestra de aquello el nuevo ataque de la fémina fue tajante y pulcro, se había convertido en la máquina asesina que Gaspard quería.
Verla así solo despertaba más el deseo de poseerla, lograr dominarla y convertirla en su felina, todo ésto sin hacer que ella perdiera esa esencia tan única que mantenía en cada movimiento, en cada mirada, y ahora, en cada ataque que estaba estrellando contra él.
Kaya era pura entrega, quedaba en evidencia al realizar sus arremetidas. Eso era algo que el varón podía manejar, y ella debía darse cuenta que actuar deliberadamente, producto del daño a su orgullo podía hacerla caer en un juego de dominación, en donde solo terminaría en la palma de Gaspard.
Aún así recibió complacido la respuesta hecha golpes por su parte, y si a eso debía llamarle dolor, era uno de los más placenteros. Rodar contra su cuerpo mientras a la par se lanzaban un zarpazo tras otro, siendo la ventaja en este caso de la mujer. Todo lo que el líder esperaba de su pareja se lo estaba dando, demostrando porque había sido ella la escogida para él.
Al sentir como el pelaje de su cuello se humedecía producto de la sangre que escurría de las fauces ajenas, buscó liberarse, lanzándose de espaldas para aplastar a la pantera, y escapar también de sus garras. Lo siguiente fue cosa de segundos.
Sus garras se clavaron en uno de ls árboles, escalando hasta perderse en las ramas y hojas del mismo. Al reaparecer sentado sobre una de las ramas, con su pierna cruzada y el torso apoyado sobre el tronco; Había vuelto a su humanidad.
Ese acto llevaba práctica, no era sencillo cambiar con esa facilidad de pieles, pero él lo había estado haciendo por años.
— Recién ahora puedo considerarte como una adversaria...— comentó, observando como de su cuerpo aún resbalaba la sangre, producto de las heridas que había sufrido. Tal vez, la imagen sería un tanto choqueante para la felina.
— Y es justamente lo que quería. Si vas a ser mi compañera, necesito que entregues solo lo mejor, Kaya, sin miedo y sin contenerte. Eres una de las panteras más fuertes, y quiero que siempre me lo recuerdes.— le pidió esta vez con sinceridad. Era su forma de decir que estaba orgulloso de lo que podía entregarle, orgulloso de ella.
— Pero bien, no nos distraigamos.— murmuró en voz baja, saltando desde su posición. Aterrizando en el suelo nuevamente en cuatro patas, en su oscuro pelaje para contraatacar a la que observaba como una maravillosa presa.
Su pata delantera dio un golpe firme a las delanteras que sostenían a Kaya, buscando desestabilizarla. Acto seguido, mordió con fuerza su espalda, mientras sus fauces se inundaban nuevamente con su sangre, y sus patas comenzaban a arañarle. Realizando así un ataque completo.
En el fondo, Gaspard tampoco buscaba dejarla totalmente herida, pero si esperaba tener una de sus mejores luchas en mucho tiempo. Sus niveles estaban casi equiparados, y eso, era muy difícil de encontrar a éstas alturas.
Así que lo disfrutaría, y luego sería el mismo quien la sanaría.
Su amor debía ser así, un arma de doble filo.
Gaspard Cossment- Cambiante Clase Media
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Re: El sabor salado de sus labios |Gaspard
Los ríos de sangre no eran nada comparado
con la sed de su cuerpo, tiñéndome de su color
y yo tiñéndolo del mío.
K.
con la sed de su cuerpo, tiñéndome de su color
y yo tiñéndolo del mío.
K.
La pantera había enloquecido, pareciera como si todo el rato de su entrega sedienta de sangre contra el felino, el botón de pausa hubiese quedado totalmente fuera de lugar y solo hubiese lugar para el botón de continuar con aquella lucha por la posesión de sus pieles.
Siempre había sabido que su pareja sería un gran contrincante, uno de los más grandes felinos y por encima de todo; un guerrero nato. Por suerte, ni el destino ni su cabeza e instintos se equivocaron con él. Tendrían muchos obstáculos que vencer, uno entre los que se encontraba que la manada como así pasó con sus padres, seguramente quisieran matarlos, sino quizás no tanto a él, a Kaya estaba completamente segura de que sí. Al fin y al cabo ella era la que nunca debió de sobrevivir. Por ello, saberlo tan fuerte, tan capaz no solo la hacía sentirse orgullosa de poder decir que Gaspard sería suyo, sino que también se sentía afortunada. Más de lo que nunca llegaría a contarle.
Cuando la sangre dejó de llenar sus fauces, enseguida la pantera volvió la mirada hacia la pantera que se había librado de su ataque y viéndolo subirse al árbol y transformarse, la felina no pudo contenerse de relamerse ante su imagen.
Ahí estaba. Fuerte, magnético, ensangrentado… Viril como nunca antes lo había estado, con la fiereza del orgullo en sus facciones. Orgulloso de ella y con un semblante serio, y a la vez, provocador.
Suyo, suyo, se repetía una y otra vez admirándolo desde el suelo; Suyo.
Kaya rugió impaciente y enseñando sus fauces no le escondió en ningún momento, el sentimiento de posesividad que se apoderaba de ella. De nuevo, quedaba expuesta ante su pareja y no le importaba. El deseo corroía su cuerpo como un letal veneno y mientras la parte más humana deseaba salir para limpiar el rastro de la sangre con sus manos y labios; su parte más salvaje únicamente deseaba la dominación. La que claro, no iba a dejárselo fácil e iba a costarle más que unos simples arañazos.
De nuevo profirió un gruñido, esta vez más grave que los anteriores y bufando en cuanto Gaspard regresó al suelo, volviendo a asombrarla con su capacidad innata de transformarse en pleno vuelo.
Él se acercó a ella y de nuevo, volvió a desatarse el infierno, otra vez.
El golpe fue inesperado, sus patas delanteras temblaron y terminando en el suelo, poco pudo hacer contra las fauces que mordieron con saña su espalda, haciendo trizas su piel. Al principio el intenso dolor la paralizó. Apenas fueron unos segundos, pero valieron para que sintiera la calidez de su sangre derramándose y el escozor de la herida al rojo vivo. Bufó y retorciéndose contra aquellos dientes que la sujetaban, se tiró al suelo y con la rapidez que la caracterizaba apresó el cuerpo ajeno entre sus patas y devolvió el mordisco, anclándose sus fauces en su nuca, mordió con fuerza.
Con su mandíbula tiró de su pelaje y arañándole la parte del cuello que le quedaba expuesto a sus garras, en cuanto logró librarse de él se levantó del suelo y saltó rápida sobre él, regresando ambas bestias a rodar entre los arañazos y golpes que se proferían.
Ninguno lograba anteponerse al otro. Aún ninguno de los dos dominaba más que el otro. Tajante y directa, Kaya iba buscando siempre hacerle daño. Era una autentica felina defendiendo su territorio y mientras más sangre conseguía de su adversario, más crecía su fuerza.
En uno de sus ataques rápidos y sufriendo las fauces masculinas de nuevo traspasando su piel y sus músculos, su mandíbula se cerró sobre una de sus patas, la que hirió desestabilizándolo lo suficiente para poder sacar provecho y lanzándose a él, lanzándolo al suelo intentó morder de nuevo su cuello con saña, terminando agarrando en el ataque su oreja derecha.
Las fuerzas mermaban a través de las heridas abiertas de la fémina y a pesar de ser la menos herida de ambas panteras, era consciente de que estaba haciendo enfadar a su felino y aquello si bien no sería mortal; no para ella, si lo habría sido para otras.
Ella era la excepción, y como toda excepción, se aprovechaba de ello.
¿No quería guerra?
Ahí tenía Gaspard, su propia vendetta.
Kaya- Cambiante Clase Baja
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