Desde lo más alto a lo más profundo. {Priv}

por **Corbeau** Miér Ago 20, 2014 1:16 pm

Desde que llegara a París hacía ya unos días, le habían ocurrido cosas que jamás hubiese pensado. A pesar de lo gafado que se consideraba desde nacimiento, había logrado salirse con la suya en alguna que otra cosa, saliendo airoso de situaciones bastante peliagudas. Aquello había hecho mella en él, de manera que se sintiera más relajado de lo normal, que se confiara a la hora de caminar por la calle, dejando a un lado su habitual cautela y precaución. Sentía que por una vez, la suerte estaba de su parte y que alguna especie de angelito estúpido le protegía por motivos que desconocía. Se sentía bien y había dejado su negativismo a un lado por un par de jornadas; lo disfrutaría mientras durara.

De hecho, incluso había empezado a salir de su agujero provisional antes del anochecer, cosa que antes hubiese resultado impensable. Su aspecto era demasiado llamativo cuando aún había algo de luz solar que diera brillo a los tonos azulados de su cabello o que dejara a la vista las pequeñas marcas alrededor de sus ojos de ese mismo color. Sin embargo, la gente parisina parecía tan sumida en sus propios pensamientos y egocentrismos, que ni si quiera le prestaban atención a un pajarraco desplumado como él.

Se estaba haciendo a la idea de controlar sus impulsos rateros, ya que se encontraba rodeado de gente adinerada en todo momento. Carruajes lujosos tirados por fuertes caballos, ropajes galantes y de finas telas carísimas, cuellos cubiertos de joyas delicadas con piedras preciosas y bolsillos llenos de oro.

Aquella tarde, decidió que sería bonito disfrutar de la lenta y anaranjada puesta de sol, por lo que se dirigió a la catedral de Notre Damme y cuando nadie miraba, se transformó en un cuervo y emprendió el vuelo a lo más alto de la enorme edificación. Se posó en un borde empedrado y volvió a su forma humana, quedando así sentado con las piernas colgando por el borde abismal. Hacía un día cálido y dejó caer el abrigo que siempre cubría sus hombros y formaba parte de su plumaje avícola, quedando así desnudo de torso para arriba, mientras que sus piernas seguían cubiertas por la parte inferior del mismo cobertor, ya que sus pantalones habían quedado en el adoquinado suelo de un callejón cercano a la iglesia. El sol se fue escondiendo poco a poco, aún bañando la pálida piel de Corbeau y en cuanto la temperatura empezó a descender, volvió a cubrir su delgado cuerpo con la casaca de plumas y piel, quedando con los ojos cerrados y el rostro a merced de la fresca brisa que soplaba a semejante altura.

por **Darren O'Reilly** Miér Ago 27, 2014 9:17 pm

Con el anochecer llegaban la oscuridad, las sombras, pero sobre todo el desertar de las criaturas nocturnas. Edmond, como tantos otros, despertaba de su sueño diurno, después de la actividad física de la noche anterior, debía admitir que dormir había sido relajante. Se sentía casi de buen humor, lo que despertaba su apetito y sus ansias de caza. Al parecer la noche anterior había sido demasiado bueno y condescendiente, que su cuerpo le pedía que corriera la sangre. Con los ojos tintados de carmesí, se levantó, dio un baño rápido, vistió de pies a cabeza en negro y salió a la calle, en busca de alguna diversión nocturna.

A pesar de que aún era temprano, las calles se encontraban bastante solitarias, cosa que le facilitaba muchísimo el trabajo. Conseguir una presa era lo de menos, lo más difícil era siempre buscar pasar desapercibido, pero con las calles tan vacías como se encontraban cualquier callejón podría ser el adecuado.

De entre los pocos transeúntes que tenía a la vista, escogió a una joven gitana que caminaba con paso rápido a las afueras de la ciudad, de seguro buscando ponerse a salvo en la seguridad del territorio gitano, pero no le daría el gusto. Se introdujo en su mente, guiándola sin que se diera cuenta a un callejón tan oscuro que hasta las ratas preferirían estar en otro lugar, dejándola ser consciente de su presencia apenas cuando la tuvo acorralada contra la pared. El miedo fue notorio en sus ojos y habría gritado de no ser porque el vampiro se le adelantó, -no grites- ordenó, consiguiendo que se quedara en silencio, a pesar de lo mucho que temblaba. Una sonrisa de alargados colmillos se dibujó en su rostro, en momentos como ese el miedo de las mujeres era el mejor incentivo para continuar, era quizás lo único que amaba de su inmortalidad.

Con fuerza y sin rodeos encajó los colmillos en la yugular de la fémina entre sus brazos, de ella sólo deseaba su sangre, su cuerpo no lo atraía en absoluto, a pesar que no era fea ni mucho menos, pero se sentía saciado por el momento. Poco antes de acabar con la joven vida de la humana, y junto con el timbrar de las campanas de la catedral de Notre Dame, llegó un olor familiar a sus fosas nasales, un olor que sin duda le alegraba el día. Soltó el cuello de la gitana, se encargó de borrar los recuerdos que pudiera tener de él por si despertaba y la dejó tirada en el suelo sin mayor ceremonia. Tenía una nueva presa en la mira.

Con ágiles movimientos y fuerte saltos llegó rápidamente y en absoluto silencio hasta lo más alto del tejado de la catedral, encontrándose con el personaje que ya deseaba encontrar. -Vaya, vaya. Pero miren lo qué nos trajo el viento... ¿Volando al sur, pajarraco?- se dejó notar apenas cuando su voz resonó en la silenciosa noche. Estaba de pie a apenas un par de metros del joven cuervo en su forma humana, con pose relajada y las manos en los bolsillos de sus pantalones, sin haberse tomado si quiera la molestia de limpiar los restos de sangre de su rostro, lo que le daba a su sonrisa un toque más malévolo del que por sí misma tenía.

por **Corbeau** Vie Ago 29, 2014 1:19 pm

Un instante antes de escuchar la voz de otra persona justo detrás de su espalda, pudo oír el leve crujir de una hoja secada por el clima otoñal. Aún así, tuvo un leve sobresalto y giró la parte superior de su cuerpo, clavando las uñas en el borde de piedra sobre el que permanecía sentado. No fue tanto el encontrarse con alguien ahí arriba, sino las palabras que pronunció lo que le pusieron alerta. ¿Pajarraco? No era una mera manera de referirse a alguien, estaba claro que ese espécimen, sabía de su condición. Estrechó la mirada, aumentando así su capacidad de visión como buen ave que era en realidad y a pesar de lo oscuro que estaba allí arriba, pudo ver los restos de sangre rodeando la boca del sospechoso que seguía sin moverse frente a él. Estaba claro que para tener tan buen olfato y encima guarrarse de esa manera al comer, o bien era un licántropo o un vampiro o un cambiaformas carnívoro. Fuera cual fuera la respuesta a esa duda, no le iba a gustar.

Hizo de tripas corazón y decidió que ya que podía salir huyendo en cualquier momento porque no había muros ni techos que le encerraran, le torearía un poco antes de salir volando sin mirar atrás. -Eso de volar al sur ya está muy visto...- Carraspeó un poco, intentando que ni se le notara y farfulló entre dientes al cubrirse la boca con la mano. -Cofcotillacof.- Alzó el rostro y sonrió ampliamente como si nada hubiera sucedido. -¿Y tú qué haces aquí arriba? No pareces animal de alturas... ¿Vienes a reposar la cena?- Sabía que seguramente se estaba cavando su propia tumba por ponerse gallito, pero era un testarudo y un bocazas, cosa que le venía de ser una urraca.

Se levantó de su asiento y empezó a caminar por la cornisa, poniendo un pie frente al otro con los brazos extendidos en cruz para mantener el equilibrio. Se movía sin mirar si quiera dónde pisaba, centrando su atención en la amenaza inminente de un ser que, seguramente, no había saciado su hambre y veía en él un escuálido postre con plumas. En el fondo sentía curiosidad por saber lo que había atraído a ese ser hasta lo más alto de la catedral. ¿En serio olía tan fuerte que le había llamado como una gata en celo pero a modo de comida lista para llevar? Sin ser muy consciente de ello, se olió un poco el abrigo y arrugó la nariz. Desprendía cierto aroma a ave, pero no más del habitual... y mucho menos olía a pato asado o pavo al horno. Dirigió de nuevo su mirada al contrincante que pudiera estar al acecho aunque no lo aparentara y le señaló acusadoramente con el dedo. -¿Por qué no te metes con alguien de tu tamaño?

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