Una peligrosa atracción | Alejandra Montero | BSTE

por **Scott White** Miér Ago 27, 2014 5:18 pm

Cádiz, Junio 1805...
Parque Genovés

La entrevista se realizaría en el parque Genovés en Cadiz. ¿Quién había concretado la cita?, la señorita Alejandra Montero. Una mujer que como los Nottinghams y el resto de los White, había perdido a sus padres a una temprana edad.

Ya se encontraba en Cádiz desde hace un par de días, pero hasta ese momento se llevaría acabo el encuentro. Él llegó primero, le tocó esperarla. Y mientras lo hacía pensó en su hermana, la bella Chelsea que era además su amante y que en ese momento tendría que encontrarse en Nottingham, esperándolo con las noticias de obtener las rutas o no. Scott triunfó sobre Bambi, el norte ya era de ellos. Pero ahora tenían que encargarse de España, primero, atando las rutas de Cádiz que Camile había desechado, justo como sucedió con la familia de Bambi; posteriormente, con los Moncourt que tenían tratado con los Yorkshires y que él esperaba obtener una negociación que remplazara el acuerdo con la patética casa de los Yorkshires.

No tardó mucho para que observara el coche de los Montero, al menos, lo suponía al ver la escolta que portaba el emblema del ducado. Esperó paciente, con la frialdad y serenidad de cualquier inglés. Observando el breve trayecto que le faltaba, él no traía compañía y no le ofendía para nada el hecho de que ella llegara acompañada. Lo que si consideró Scott era la posibilidad de no usar la labia seductora para someterla a cumplir sus intereses. Por lo tanto, tenía que descartar las alternativas que usó con Bambi y que en este caso serían mucho más flexibles a encantar a la duquesa.

El coche llegó, se anunció la llegada de la duquesa y la puerta se abrió. Scott se mantuvo expectante, como si se tratara de la mismísima Reina, mas no era por una veneración sino por la repentina curiosidad de como sería ella. Lo primero que vio fue el vestido, después el cabello castaño y finalmente el rostro, aquel hermoso rostro que lo impresionó totalmente. Ahora, al verla, haberle dicho a Bambi que no existía una mujer más hermosa que ella, se había convertido en una mentira. La duquesa igualaba, aunque de distinta forma, la belleza de Bambi. Sintió una atracción que apenas pudo contener, la deseo, la deseó mientras se acercaba a él y cuando estuvo frente a ella pensó en Chelsea, no supo porqué, pero lo hizo y eso le ayudó a salir del trance que le provocó ver a la duquesa. —¡Buenos días duquesa de Cadiz!— saludó con una reverencia. —Permítame decirle que es una joven muy hermosa y su atuendo le sienta muy bien— se adelantó y a cortó la distancia deteniéndose cuando la guardia hizo un movimiento en respuesta. Scott tuvo entonces que esperar su respuesta.

por **Alejandra Montero** Jue Nov 13, 2014 3:27 pm

Era el momento de salir.
―Mi señora, el carruaje está listo.
―Gracias Fernando― dije y tomé la carta con el sello roto de la familia Nottingham. Quise leerla pero Fernando seguía ahí, esperándome. Lo volví a mirar y éste se fue. ―¡Ana!―
―¿Sí mi señora?
―Dadme mi sombrilla que ya es tiempo de irnos y el sol es muy fuerte esta mañana.
―Aquí tiene.
―Gracias, ahora vayámonos― sugerí y nos subimos al carruaje, dentro saqué la carta y la leí.

Respetable duquesa Montero,

Le escribo como líder de la casa Nottingham para pedirle una entrevista con motivo a saldar una deuda que mi familia tiene con la suya. Así como tratar nuevos asuntos, espero que...

Dejé de leer y miré por la ventanilla, luego volví a la carta, a la firma.

Sir Scott White.

Firmaba. Recordé parte de mi respuesta. Parque Genovés, ahí le había pedido que se concretara la cita.
―Mi señora, hemos llegado― anunció Fernando y el carruaje se detuvo. La puerta se abrió y bajé. En la mañana, Ana me había preparado el vestido verde con encajes dorados, eso era lo que vestía.

No muy lejos vi a un caballero perfectamente ataviado, con un cabello que brillaba como el oro. Me vio y me sonrió. Quedé perpleja, ¿era él? Me pregunté, ¿era Scott?, avancé hasta él acompañado de mi escolta y olvidando mi sombrilla en el carruaje.
―¡Buenos días duquesa de Cadiz!― dijo con su voz varonil, yo no pude decir nada por un breve lapso de tiempo.
―Permítame decirle que es una mujer muy hermosa y su atuendo le sienta bien― continuó y me ruboricé, no se que tanto pero sentía que mi cara ardía.
―Welcome Sir Scott White, I am glad to meet you!― no supe que más decir.

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