AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Mirando a los ojos al Pasado - Reencuentro [Liona Kane y Lakme]
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Mirando a los ojos al Pasado - Reencuentro [Liona Kane y Lakme]
Habían pasado dos días desde que la había dejado dormida en aquella habitación con todas las comodidades del mundo y un montón de sirvientes a la espera de recibir sus ordenes, desde que se había conocido y había intercambiado palabras, desde que Lucciano había decidido protegerla y usarla a su vez para atraer a aquellos que la buscaban.
Había sido bastante la casualidad de que ella portase la sangre de su Sire, que tuviesen en común algo que parecía sencillo y a la vez tan complejo de comprender, que era una misma sangre con cierto tipo de poder concedido por su Hacedora. Ella por rama ascendentes, herencia; él, por resurrección y por una elección de lealtad. Haber sido escogido por aquella que ahora se hacía llamar Lakme, no había sido algo fácil ya que él tuvo que renunciar a lo que más amaba en su vida humana, sacrificarlo para obtener la inmortalidad. Todo tenía un precio.
Ahora sobre el diván un vestido y una caja con un conjunto de joyas nuevo para Liona, sirvientas dispuestas para asearla, peinarla y ayudarle a arreglarse adecuadamente y un sobre donde la citaba a que estuviese lista a una hora determinada, ambos tenían una invitación al teatro. La Compañía "Aromas de Oriente" había llegado a la capital y con ella su estrella, Lakme. Además de la invitación cortes Lucciano le había dejado un pequeño cartel donde aparecía la imagen ilustrada de su Hacedora; los ojos y el cabello de Liona eran exactamente iguales que ella, sus rasgos más distintos, ya que Lakme tenía ojos astutos de sabia y su porte a pesar de estar lleno de juventud era más maduro que la joven Liona. Lakme vestía con ropas orientales, parecía salida de un cuento de la "India" o "las Mil y una noches"; Lucciano en cuanto la vio la reconoció enseguida y pudo sentir en su pecho aquel pequeño pinchazo que solo sentía al verla a ella. Habían pasado demasiados siglos desde que se separaron y ella parecía no haber cambiado.
Había sido bastante la casualidad de que ella portase la sangre de su Sire, que tuviesen en común algo que parecía sencillo y a la vez tan complejo de comprender, que era una misma sangre con cierto tipo de poder concedido por su Hacedora. Ella por rama ascendentes, herencia; él, por resurrección y por una elección de lealtad. Haber sido escogido por aquella que ahora se hacía llamar Lakme, no había sido algo fácil ya que él tuvo que renunciar a lo que más amaba en su vida humana, sacrificarlo para obtener la inmortalidad. Todo tenía un precio.
Ahora sobre el diván un vestido y una caja con un conjunto de joyas nuevo para Liona, sirvientas dispuestas para asearla, peinarla y ayudarle a arreglarse adecuadamente y un sobre donde la citaba a que estuviese lista a una hora determinada, ambos tenían una invitación al teatro. La Compañía "Aromas de Oriente" había llegado a la capital y con ella su estrella, Lakme. Además de la invitación cortes Lucciano le había dejado un pequeño cartel donde aparecía la imagen ilustrada de su Hacedora; los ojos y el cabello de Liona eran exactamente iguales que ella, sus rasgos más distintos, ya que Lakme tenía ojos astutos de sabia y su porte a pesar de estar lleno de juventud era más maduro que la joven Liona. Lakme vestía con ropas orientales, parecía salida de un cuento de la "India" o "las Mil y una noches"; Lucciano en cuanto la vio la reconoció enseguida y pudo sentir en su pecho aquel pequeño pinchazo que solo sentía al verla a ella. Habían pasado demasiados siglos desde que se separaron y ella parecía no haber cambiado.
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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Re: Mirando a los ojos al Pasado - Reencuentro [Liona Kane y Lakme]
Ella estaba ciertamente molesta, ¿por qué no podía bañarse sola? ¿Por qué tenían que esas mujeres hacerlo por ella? Por mucho que insistiera, esas mujeres no cesarían en su tarea de lavarla y perfumarla, cosa que ciertamente la incomodaba. «Señorita, el señor nos ha dado claras ordenes, debemos cumplirlas»; le decían las criadas cada vez que ella se quejaba. Pero eso la molestaba más aún, ¿por qué ella tenía que cumplir sus órdenes también?
Cuando por fin terminaron de asearla y perfumarla, empezaron a desenredar su cabello, otras, ya empezaban a observar el vestido. Nuevamente, la morena soltó un pequeño suspiro. Cuando terminaron con su cabello, ella se levantó y fue hasta donde estaba el vestido. Como era evidente, antes de comenzar a ponerle aquel hermoso vestido, le habían puesto un corpiño y una especie de pantalones de color hueso a juego con el corpiño, que le llegaban por encima de la rodilla. Después, le colocaron aquel bonito vestido. Sin duda le gustaba, era de color negro, con algún que otro detalle el rojo. Estaba segura de que lo había elegido Lucciano, más que nada, por aquel escote… Oh señor, entre que el corpiño apretaba sus pechos de tal forma que hasta le costaba respirar, y aquel escote, sus pechos se mostraban ciertamente apetecibles, cosa que a ella la incomodaba un poco, pero no lo dijo, solo lo expresó con su rostro. Cuando por fin terminaron con todo, ella se relamió con suavidad el carmín que le había puesto en los labios.
«El señor la espera abajo, señorita»; le dijo una de las mujeres. A lo que ella asintió con suavidad un par de veces. Por suerte, aquellos zapatos no le hacían daño, al menos no de momento. Así que, ciertamente ilusionada, bajó al piso de abajo, a la recepción y le buscó con la mirada. ― ¿Lucciano?― dijo ella. Su pelo estaba liso, como ella lo tenía de forma natural, pero tenía un brillo especial debido a todo lo que le echaron. Sin duda, estaba hermosa esa noche.
Cuando por fin terminaron de asearla y perfumarla, empezaron a desenredar su cabello, otras, ya empezaban a observar el vestido. Nuevamente, la morena soltó un pequeño suspiro. Cuando terminaron con su cabello, ella se levantó y fue hasta donde estaba el vestido. Como era evidente, antes de comenzar a ponerle aquel hermoso vestido, le habían puesto un corpiño y una especie de pantalones de color hueso a juego con el corpiño, que le llegaban por encima de la rodilla. Después, le colocaron aquel bonito vestido. Sin duda le gustaba, era de color negro, con algún que otro detalle el rojo. Estaba segura de que lo había elegido Lucciano, más que nada, por aquel escote… Oh señor, entre que el corpiño apretaba sus pechos de tal forma que hasta le costaba respirar, y aquel escote, sus pechos se mostraban ciertamente apetecibles, cosa que a ella la incomodaba un poco, pero no lo dijo, solo lo expresó con su rostro. Cuando por fin terminaron con todo, ella se relamió con suavidad el carmín que le había puesto en los labios.
«El señor la espera abajo, señorita»; le dijo una de las mujeres. A lo que ella asintió con suavidad un par de veces. Por suerte, aquellos zapatos no le hacían daño, al menos no de momento. Así que, ciertamente ilusionada, bajó al piso de abajo, a la recepción y le buscó con la mirada. ― ¿Lucciano?― dijo ella. Su pelo estaba liso, como ella lo tenía de forma natural, pero tenía un brillo especial debido a todo lo que le echaron. Sin duda, estaba hermosa esa noche.
Liona Kane- Gitano
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Fecha de inscripción : 11/08/2014
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Re: Mirando a los ojos al Pasado - Reencuentro [Liona Kane y Lakme]
Al escuchar sus pasos bajando, él sonrió mientras se volvía al sonido de su voz. Sus ojos ahora uno azul suyo por nacimiento y el otro color miel, evidentemente robado, la examinaron de arriba a abajo sin perder ningún detalles.
Tenía un aspecto bello y atrevido, la imagen que quería que ella mostrase a su lado; él quería que la joven descase en presencia en el lugar a donde iban, ya que eso haría que muchos sintiesen envidia por tal compañía.
De repente Lucciano se sintió satisfecho por la ropa y joyas que había elegid para ello y por el trabajo de sus "sirvientas" con respecto a su aspecto.
-Creo que he acertado. -Le sonrió mientras le ofrecía el brazo para acompañarla a la carroza. -Si no fuera porque destrozaría ese vestido, os mordería de nuevo y devoraría cada ápice de su piel signorina Kane.
Como siempre no se detenía en ser directo e indiscreto.
La noche ya ofrecía oscuridad al mundo por el que caminaban cuando llegaron al teatro y tomaron sus asientos en aquel lustroso palco privado.
-Espectáculo: "Aromas de Oriente"cuya estrella protagonista es la enigmática bailarina Lakme. -Leyó el libreto. -¿Lakme? Curioso el nombre que se ha elegido para ésta vida. Y curioso que le dejen estrenar éste tipo de espectáculo, en esta sociedad que ciertamente en algunos aspectos han pasos hacia atrás. -Lucciano le ofreció un libreto con la imagen de una mujer que rasgos similares a Liona. -¿Nerviosa? Yo lo estaría, "Lakme" es una mujer imprevisible.
Las luces se apagaron y la música comenzó.
Tenía un aspecto bello y atrevido, la imagen que quería que ella mostrase a su lado; él quería que la joven descase en presencia en el lugar a donde iban, ya que eso haría que muchos sintiesen envidia por tal compañía.
De repente Lucciano se sintió satisfecho por la ropa y joyas que había elegid para ello y por el trabajo de sus "sirvientas" con respecto a su aspecto.
-Creo que he acertado. -Le sonrió mientras le ofrecía el brazo para acompañarla a la carroza. -Si no fuera porque destrozaría ese vestido, os mordería de nuevo y devoraría cada ápice de su piel signorina Kane.
Como siempre no se detenía en ser directo e indiscreto.
La noche ya ofrecía oscuridad al mundo por el que caminaban cuando llegaron al teatro y tomaron sus asientos en aquel lustroso palco privado.
-Espectáculo: "Aromas de Oriente"cuya estrella protagonista es la enigmática bailarina Lakme. -Leyó el libreto. -¿Lakme? Curioso el nombre que se ha elegido para ésta vida. Y curioso que le dejen estrenar éste tipo de espectáculo, en esta sociedad que ciertamente en algunos aspectos han pasos hacia atrás. -Lucciano le ofreció un libreto con la imagen de una mujer que rasgos similares a Liona. -¿Nerviosa? Yo lo estaría, "Lakme" es una mujer imprevisible.
Las luces se apagaron y la música comenzó.
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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Re: Mirando a los ojos al Pasado - Reencuentro [Liona Kane y Lakme]
Había pasado ya varios siglos desde que ella había estado en aquella ciudad, una ciudad que atraía mas por su gentío que por lo demás.
Ella había decidido marcharse, espantada por la insorportable realidad traída por las eras, se había marchado bien lejos, para volver a dormir.
Pero sin saber porque, algo, la hizo despertar de aquella tumba de humedad y fría piedra, del polvo envejecido, en algun lugar de oriente comprendiendo como los tiempos había cambiado.
Y ahora estaba allí, en una París avanzada, más moderna, con paredes empapeladas de carteles donde se hablaba de su exótico espectáculo. Si no hubiese sido por aquel tipo inglés de alta clase, que la había descubierto en algún lugar de la India, o más bien donde ella le había descubierto para sus propositos, no hubiese sido posible que su fama como bailarina de danzas orientales y otras artes hubiese llegado al mismo París. Si ahora, se apodaba Lakme, si, Lakme, ya aquel noble inglés le había puesto aquel nombre por alguna ópera que se ambientaba en la India o algo por el estilo, y fingía ser una extravagante bailarina, protegida por un hombre que le atraía el mundo del exotismo, y mas que protegida por él, él mismo estaba siendo ahora su propia marioneta.
Aquel pequeño espectáculo, estaba viajando por todos los teatros, cabaret e incluso burdeles de Europa, y éste iba precedido por el escándalo y la censura. Ya que en aquella época, ¿qué mujer decente bailaría de aquel modo, con tan poca ropa encima? Aunque en realidad, aquello era lo que creaba morbo a la gente, y la atraía bastante.
Ahora aquel teatro de París estaba repleto de un público con un poco más de dinero que el resto, en su mayoría podían verse hombres, pero también se podían ver a aquellas curiosas mujeres, que solo iban a señalar con el dedo.
El telón escarlata estaba echado, hasta que la iluminación de las velas se apagaron, quedando unas pocas bien encendidas. A la reacción de la oscuridad del teatro, susurros de los espectadores, los cuales, se vieron interrumpidos por la repentina música.
Unos hombres, que tenían el aspecto de ser hindúes o algo similar, tocaban extraños instrumentos. Lakme los había elegido para que ellos fuesen con ella, para que se alejasen de su país y sus familias, ellos aceptaron movidos por las ansias de riquezas, y a pesar de que estaban ya bien colmados de ellas, continuaban con ella, la avaricia les movían.
De nuevo las luces cambiaron, y se sumió el escenario en un juego de sombras, el espectáculo estaba bien preparado, ya que no solo traía aquellos músicos de orientes, sino ilusionistas que jugaban con las luces y las sombras de un modo hipnótico, creando una extraña sensación de magia y misterio.
De repente se la vio a ella, situada en su postura inicial, con aquellas ropas curiosas, y mostrando partes de su cuerpo, que en aquella época llamaba bien la atención, y era visto como impúdico. Sus brazos comenzaba a ondearse, al igual que su cintura y caderas una manera sensual, movida con aquella música, como si fuese una serpiente, la cual dejaba, un extraño hechizo sobrenatural, que encandilaba a los espectadores, los cuales, ahora estaba totalmente boquiabiertos.
Sus ojos seductores eran ajenos a aquellos que le rodeaban, Lakme bailaba para sí más que para ellos, aunque a ella se sentía a gusto, en aquel momento, portadoras ser el centro de atención, más le gustaba la sensación de estar rompiendo ciertas reglas en su especie, como era el descubrirse a la luz entre aquellas sombras, pero a ella no le importaba estaba cansada de esconderse en las sombras, en la vergüenza como muchos decían, por ser aquellos demonios que no habían elegido, algunos, aquel medio de vida.
Las sombras se cernieron ante ella, que desapareció en aquella danza hipnótica, y el silencio se hizo... Un silencio demasiado largo... Hasta que alguien inicio los aplausos.
Todos la creían una mortal como cualquiera, y ella aparentemente había fingido en todo momento, tenía esa capacidad. Podía engañar tanto a mortales como a inmortales, usando diferente trucos, uno de ellos era la saciedad de la sangre que mantenía el rubor humano, el calor, e incluso el fingido palpitar del corazón al sentir correr la sangre.
Ya pasarían las horas, y el espectáculo oriental, continuaría con las funciones de los diferentes miembros de aquella pequeña compañía había montado, gracias a aquel tipo inglés, y donde ella era su estrella. Ahora Lakme volvía a su camerino, y mirándose de nuevo al espejo aquel eterno rostro, suspiró por un instante, algo rondaba su cabeza, pero repentinamente ese gesto pensativo se torno en una sonrisa confiada. Su olfato no solía fallarla, le había olido a su vástago entre el público acompañado de una mortal, había pasado demasiado tiempo para ambos pero como una invitación su misma imagen del ahora le había dejado en la mente de Lucciano.
Ella había decidido marcharse, espantada por la insorportable realidad traída por las eras, se había marchado bien lejos, para volver a dormir.
Pero sin saber porque, algo, la hizo despertar de aquella tumba de humedad y fría piedra, del polvo envejecido, en algun lugar de oriente comprendiendo como los tiempos había cambiado.
Y ahora estaba allí, en una París avanzada, más moderna, con paredes empapeladas de carteles donde se hablaba de su exótico espectáculo. Si no hubiese sido por aquel tipo inglés de alta clase, que la había descubierto en algún lugar de la India, o más bien donde ella le había descubierto para sus propositos, no hubiese sido posible que su fama como bailarina de danzas orientales y otras artes hubiese llegado al mismo París. Si ahora, se apodaba Lakme, si, Lakme, ya aquel noble inglés le había puesto aquel nombre por alguna ópera que se ambientaba en la India o algo por el estilo, y fingía ser una extravagante bailarina, protegida por un hombre que le atraía el mundo del exotismo, y mas que protegida por él, él mismo estaba siendo ahora su propia marioneta.
Aquel pequeño espectáculo, estaba viajando por todos los teatros, cabaret e incluso burdeles de Europa, y éste iba precedido por el escándalo y la censura. Ya que en aquella época, ¿qué mujer decente bailaría de aquel modo, con tan poca ropa encima? Aunque en realidad, aquello era lo que creaba morbo a la gente, y la atraía bastante.
Ahora aquel teatro de París estaba repleto de un público con un poco más de dinero que el resto, en su mayoría podían verse hombres, pero también se podían ver a aquellas curiosas mujeres, que solo iban a señalar con el dedo.
El telón escarlata estaba echado, hasta que la iluminación de las velas se apagaron, quedando unas pocas bien encendidas. A la reacción de la oscuridad del teatro, susurros de los espectadores, los cuales, se vieron interrumpidos por la repentina música.
Unos hombres, que tenían el aspecto de ser hindúes o algo similar, tocaban extraños instrumentos. Lakme los había elegido para que ellos fuesen con ella, para que se alejasen de su país y sus familias, ellos aceptaron movidos por las ansias de riquezas, y a pesar de que estaban ya bien colmados de ellas, continuaban con ella, la avaricia les movían.
De nuevo las luces cambiaron, y se sumió el escenario en un juego de sombras, el espectáculo estaba bien preparado, ya que no solo traía aquellos músicos de orientes, sino ilusionistas que jugaban con las luces y las sombras de un modo hipnótico, creando una extraña sensación de magia y misterio.
De repente se la vio a ella, situada en su postura inicial, con aquellas ropas curiosas, y mostrando partes de su cuerpo, que en aquella época llamaba bien la atención, y era visto como impúdico. Sus brazos comenzaba a ondearse, al igual que su cintura y caderas una manera sensual, movida con aquella música, como si fuese una serpiente, la cual dejaba, un extraño hechizo sobrenatural, que encandilaba a los espectadores, los cuales, ahora estaba totalmente boquiabiertos.
Sus ojos seductores eran ajenos a aquellos que le rodeaban, Lakme bailaba para sí más que para ellos, aunque a ella se sentía a gusto, en aquel momento, portadoras ser el centro de atención, más le gustaba la sensación de estar rompiendo ciertas reglas en su especie, como era el descubrirse a la luz entre aquellas sombras, pero a ella no le importaba estaba cansada de esconderse en las sombras, en la vergüenza como muchos decían, por ser aquellos demonios que no habían elegido, algunos, aquel medio de vida.
Las sombras se cernieron ante ella, que desapareció en aquella danza hipnótica, y el silencio se hizo... Un silencio demasiado largo... Hasta que alguien inicio los aplausos.
Todos la creían una mortal como cualquiera, y ella aparentemente había fingido en todo momento, tenía esa capacidad. Podía engañar tanto a mortales como a inmortales, usando diferente trucos, uno de ellos era la saciedad de la sangre que mantenía el rubor humano, el calor, e incluso el fingido palpitar del corazón al sentir correr la sangre.
Ya pasarían las horas, y el espectáculo oriental, continuaría con las funciones de los diferentes miembros de aquella pequeña compañía había montado, gracias a aquel tipo inglés, y donde ella era su estrella. Ahora Lakme volvía a su camerino, y mirándose de nuevo al espejo aquel eterno rostro, suspiró por un instante, algo rondaba su cabeza, pero repentinamente ese gesto pensativo se torno en una sonrisa confiada. Su olfato no solía fallarla, le había olido a su vástago entre el público acompañado de una mortal, había pasado demasiado tiempo para ambos pero como una invitación su misma imagen del ahora le había dejado en la mente de Lucciano.
- ORDEN DE ROL:
- Creo que deberíamos establecer un orden de rol. Por el orden pienso que le toca ahora a Liona, después a Lucciano y de nuevo a mi. ¿Qué os parece la idea
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: Mirando a los ojos al Pasado - Reencuentro [Liona Kane y Lakme]
Una pequeña sonrisa se formó en su rostro al oír aquellas lisonjas que él le decía; oh, sin duda se habría enfadado otro hombre, pero de él, se esperaba cualquier cosa. ― Entonces, es una suerte que lleve este vestido puesto.― dijo con las claras intenciones de molestarle. Quería hacerle creer que lo repudiaba, pero no era del todo así.
Después de eso, salió junto a él por la puerta de la casa. Cuando se subieron en el carruaje, ella oyó por pasarse todo el rato mirando por la ventana, le gustaba que la fría brisa le diera en la cara. Le tranquilizaba. Soltó varios suspiros antes de llegar, pero cuando lo hicieron, no pudo evitar soltar otro. A decir verdad estaba nerviosa. No había podido evitar agarrar la mano de su acompañante cuando se adentraron en el teatro, no quería perderse. Una vez ocuparon sus lujosos asientos, ella se relajó de forma notoria, incluso tenía un pequeño brillo en los ojos. Le gustaba eso de estar a solas con él, y también le gustaban las vistas que tenía al escenario.
Había escuchado todas sus palabras, pero no respondió. Lo que sí había hecho, era coger aquel libreto y mirar la imagen de aquella mujer. Sí, sin duda tenían un aire similar. No había hablado hasta oír aquella pregunta que él le hacía. Le miró de reojo y asintió un par de veces con la cabeza. ― Muy nerviosa…― musitó mientras posaba una mano sobre la pierna del chico. ― No me dejes sola, por favor.― musitó. Y fue entonces, después de aquellas palabras, cuando las luces se apagaron y aquella exótica música empezó a sonar.
Se vio sumida en un halo de oscuridad durante un largo rato, no daba crédito a lo que veía. Aquella mujer se movía con gracia y elegancia, parecía que había nacido para ello. No podía evitar mirar de reojo a Lucciano de vez en cuando, la sola idea de verle con aquella mujer la turbaba, pero sabía que había algo entre ellos. «Jamás podré compararme con ella»; pensó sin darse cuenta. Cosa que la hizo suspirar con cierta molestia. Molestia consigo misma, claro.
Intentó no pensar más durante todo el espectáculo, quería disfrutar de lo que aquella mujer hacía, incluso había quitado la mano de la pierna de su acompañante. Oh, ella no iba a sufrir por alguien como él, lo tenía claro… ¿no?
Cuando todo aquello terminó, ella bajó un poco la mirada. No aplaudió, no tenía ganas. Ahora sus nervios sí que estaban de punta, no sabía qué hacer, ni tampoco qué pensar. ¿Qué pasaría cuando ellos dos se reencontraran? ¿Qué pasaría con ella? ¿La abandonaría? ¿Qué haría Lakme con ella? Oh cielos, muchas preguntas abordaban su mente, y eso la hacía quejarse con pequeños e infantiles sonidos.
― No sé si quiero hacerlo..― musitó mientras se llevaba una mano, la derecha, a sus ojos para así poder taparlos. ― No estoy segura de esto, Luacciano.―
Después de eso, salió junto a él por la puerta de la casa. Cuando se subieron en el carruaje, ella oyó por pasarse todo el rato mirando por la ventana, le gustaba que la fría brisa le diera en la cara. Le tranquilizaba. Soltó varios suspiros antes de llegar, pero cuando lo hicieron, no pudo evitar soltar otro. A decir verdad estaba nerviosa. No había podido evitar agarrar la mano de su acompañante cuando se adentraron en el teatro, no quería perderse. Una vez ocuparon sus lujosos asientos, ella se relajó de forma notoria, incluso tenía un pequeño brillo en los ojos. Le gustaba eso de estar a solas con él, y también le gustaban las vistas que tenía al escenario.
Había escuchado todas sus palabras, pero no respondió. Lo que sí había hecho, era coger aquel libreto y mirar la imagen de aquella mujer. Sí, sin duda tenían un aire similar. No había hablado hasta oír aquella pregunta que él le hacía. Le miró de reojo y asintió un par de veces con la cabeza. ― Muy nerviosa…― musitó mientras posaba una mano sobre la pierna del chico. ― No me dejes sola, por favor.― musitó. Y fue entonces, después de aquellas palabras, cuando las luces se apagaron y aquella exótica música empezó a sonar.
Se vio sumida en un halo de oscuridad durante un largo rato, no daba crédito a lo que veía. Aquella mujer se movía con gracia y elegancia, parecía que había nacido para ello. No podía evitar mirar de reojo a Lucciano de vez en cuando, la sola idea de verle con aquella mujer la turbaba, pero sabía que había algo entre ellos. «Jamás podré compararme con ella»; pensó sin darse cuenta. Cosa que la hizo suspirar con cierta molestia. Molestia consigo misma, claro.
Intentó no pensar más durante todo el espectáculo, quería disfrutar de lo que aquella mujer hacía, incluso había quitado la mano de la pierna de su acompañante. Oh, ella no iba a sufrir por alguien como él, lo tenía claro… ¿no?
Cuando todo aquello terminó, ella bajó un poco la mirada. No aplaudió, no tenía ganas. Ahora sus nervios sí que estaban de punta, no sabía qué hacer, ni tampoco qué pensar. ¿Qué pasaría cuando ellos dos se reencontraran? ¿Qué pasaría con ella? ¿La abandonaría? ¿Qué haría Lakme con ella? Oh cielos, muchas preguntas abordaban su mente, y eso la hacía quejarse con pequeños e infantiles sonidos.
― No sé si quiero hacerlo..― musitó mientras se llevaba una mano, la derecha, a sus ojos para así poder taparlos. ― No estoy segura de esto, Luacciano.―
Liona Kane- Gitano
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Re: Mirando a los ojos al Pasado - Reencuentro [Liona Kane y Lakme]
- Sorry:
- De nuevo lo siento por la tardanza, me sta dando hasta coraje. Ahora acabo por así decirlo de empezar el curso y la universidad, la academia de oposiciones, clases de ingles, danza y más cosas me quitan tiempo a horrores; y ya ves me esta encantando este tema, es más engancha. De aquí os digo del tirón que si en semana no he contestado significa que lo haré en finde, pero procurare intentar contestar más a menudo para que no pierda ritmo poniéndolo como tema prioritario por delante de otros.
Ah! Liona te he nominado para personaje femenino de éste mes, me estas encantando!!
Tras la nueva oscuridad hecha con el caer del telón la finalización de los aplausos y la luz volviendo de nuevo al teatro. La mente de Lucciano aun continuaba en el espectáculo que acaba de apreciar, había sido como una mirada hacia al pasado a aquellos lugares que había visitado en oriente; era como volver a ver viejos ritos que en aquella época y en occidente no comprendería.
A decir verdad, él no había comprendido mucho cuando solo era un simple mortal, pero había más similitud en la libertad de su época que en lo encorsetado de ésta.
Aun tenía la imagen de su Sire cuando la volvió a ver, parecía no haber cambiado en absoluto pero si lo había hecho de algún modo; era normal ya que para anciano vampiro si éste no evoluciona con el tiempo esta perdido en su supervivencia futura. La que ahora se hacía llamar Lakme continuaba desprendiendo aquel hechizo enigmático y aquel poder que tanto le fascinaban y hacía que se olvidase de sí mismo. Nunca había habido evidencia de que lo sintiese por ella fuese amor o similar, nunca se dio tal paso ni por parte de ella ni por parte de él. Antes de ser inmortal ya había estada atraído por ella perdidamente, era como algo entre físico y del espíritu, era como si le hiciese sentir fuerte y a la vez el hombre más débil de la tierra. Debía de ser por su secreto, por su poder, su aura... Lakme no era un vampiro común, era algo más.
La voz de Liona de repente lo despertó de su ensoñación. Por un momento se sintió mal por olvidar su presencia.
-No tenemos muchas opciones, ella ya sabes que estamos aquí. Desde el momento en el que entramos al teatro. -Le dijo suavemente mientras le sonreía levemente y apartaba un mechón de color ébano que se le había escapado a la muchacha. -Voy admitirte, que yo estoy algo nervioso, pero te prometo que no te va a pasar nada, confía en mí. -Su voz era suave, tranquilizadora y sus ojos dispares: ahora azul original y el otro color miel la miraban con una sinceridad que antes no le había mostrado.
Era de admitir que era extraño mirar a aquella jovencita a sus ojos verdad, hablar con ella o tenerla a su lado. Ya que siendo una cosita tan "pequeña" para él, era capaz de producirle los parecidos sentimientos que ya Lakme creaba en él, pero otro modo y con otra intensidad. Lucciano se sentía confuso.
Él sin miramientos le tomó la mano libre y enlazo sus dedos con los de ella, apretó levemente. -Ahora hay un "coctel" privado abajo, nosotros estamos invitados y ella estará allí. No te soltaré de la mano si eso hace que te sientas segura, estaré un rato, si vemos que la cosa no es como lo esperamos (tampoco sé lo que espero de esta noche), nos marchamos y buscaremos otra manera de divertirnos juntos esta noche. -Aquella frase última vino con un pícaro guiño, Lucciano estaba tan nervioso por dentro que solo le quedaba bromear para animar a su acompañante, aunque por una parte pensar en Liona de aquella manera hacía que una parte de él sacara sus colmillos y sintiese hambre, que de sangre o comida no era precisamente.
De nuevo se levanto de su asiento sin soltarle la mano a Liona, así obligándola a que lo hiciera. Otra invitación de su brazo y unas escaleras para bajar al encuentro de una clase social escasa en París pero de una gran importancia en cuanto a poder y economía.
A decir verdad, él no había comprendido mucho cuando solo era un simple mortal, pero había más similitud en la libertad de su época que en lo encorsetado de ésta.
Aun tenía la imagen de su Sire cuando la volvió a ver, parecía no haber cambiado en absoluto pero si lo había hecho de algún modo; era normal ya que para anciano vampiro si éste no evoluciona con el tiempo esta perdido en su supervivencia futura. La que ahora se hacía llamar Lakme continuaba desprendiendo aquel hechizo enigmático y aquel poder que tanto le fascinaban y hacía que se olvidase de sí mismo. Nunca había habido evidencia de que lo sintiese por ella fuese amor o similar, nunca se dio tal paso ni por parte de ella ni por parte de él. Antes de ser inmortal ya había estada atraído por ella perdidamente, era como algo entre físico y del espíritu, era como si le hiciese sentir fuerte y a la vez el hombre más débil de la tierra. Debía de ser por su secreto, por su poder, su aura... Lakme no era un vampiro común, era algo más.
La voz de Liona de repente lo despertó de su ensoñación. Por un momento se sintió mal por olvidar su presencia.
-No tenemos muchas opciones, ella ya sabes que estamos aquí. Desde el momento en el que entramos al teatro. -Le dijo suavemente mientras le sonreía levemente y apartaba un mechón de color ébano que se le había escapado a la muchacha. -Voy admitirte, que yo estoy algo nervioso, pero te prometo que no te va a pasar nada, confía en mí. -Su voz era suave, tranquilizadora y sus ojos dispares: ahora azul original y el otro color miel la miraban con una sinceridad que antes no le había mostrado.
Era de admitir que era extraño mirar a aquella jovencita a sus ojos verdad, hablar con ella o tenerla a su lado. Ya que siendo una cosita tan "pequeña" para él, era capaz de producirle los parecidos sentimientos que ya Lakme creaba en él, pero otro modo y con otra intensidad. Lucciano se sentía confuso.
Él sin miramientos le tomó la mano libre y enlazo sus dedos con los de ella, apretó levemente. -Ahora hay un "coctel" privado abajo, nosotros estamos invitados y ella estará allí. No te soltaré de la mano si eso hace que te sientas segura, estaré un rato, si vemos que la cosa no es como lo esperamos (tampoco sé lo que espero de esta noche), nos marchamos y buscaremos otra manera de divertirnos juntos esta noche. -Aquella frase última vino con un pícaro guiño, Lucciano estaba tan nervioso por dentro que solo le quedaba bromear para animar a su acompañante, aunque por una parte pensar en Liona de aquella manera hacía que una parte de él sacara sus colmillos y sintiese hambre, que de sangre o comida no era precisamente.
De nuevo se levanto de su asiento sin soltarle la mano a Liona, así obligándola a que lo hiciera. Otra invitación de su brazo y unas escaleras para bajar al encuentro de una clase social escasa en París pero de una gran importancia en cuanto a poder y economía.
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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Re: Mirando a los ojos al Pasado - Reencuentro [Liona Kane y Lakme]
No era la primera vez que que realizaba aquel espectáculo en la capital, no era la primera vez que las luces se apagaban y solo la iluminaban dejándola en la soledad de aquel disfrute de su propia danza, transportando sus recuerdo a un época lejana de aquella, a una vida distinta de la que poseía, a una felicidad y plenitud que solo había experimentado en su inocencia como mortal.
Pero aquella noche era distinta, algo la había sacado de su ensoñación, o más bien alguien haciendo que su mente no flotase del todo en aquella ilusión y magia creada por el escenario y la música.
Los espejos reflejaban la cera candente que poco a poco desaparecía por el cuerpo de la vela, sobre los tocadores quedaban desordenados las alhajas y afeites necesitados para el teatro. Y Lakme terminaba de cambiarse para la fiesta privada que la gran sala de abajo ofrecía. No paraba de pensar en la presencia de su vástago en el público, en como hacía demasiados siglos que no sabía de él, o más bien había pasado demasiado tiempo y demasiadas vidas e identidades desde que se había cruzado con alguien de su pasado. Al principio se había sentido tensa y un tanto alarmada cuando la conciencia de él y el olor de su sangre había sido notada, ya que solo quedaba viva otra persona con la que compartiese esa peculiar sangre y era su propio fantasma del pasado, su búsqueda personal de respuestas: su Sire.
Una mirada al espejo de sus ojos verdes, y un suspiro tranquilizador, en aquel día no estaba preparada para encontrarse con su propio Sire, particularmente en aquella noche no.
Bajando los escalones agarrada en el brazo de su "Protector", los invitados brindaros y aplaudieron por su presencia y ella no tardo en unirse en aquel intercambio de copas.
-"Una vida por la de miles..."-Su pelo quedaba recogido en un ébano sobre el cual brillaban distintas piezas esmeraldas, color que hacía juego con sus ojos y aquel vestido de negros bordados sobre el mismo verde que dejaba ver sus delicados hombros. Un detalle destacable era aquel colgante con moscas de oro.-¿Creo que fue esa misma frase la que te convenció del todo, no Valder o... Lucio? ¿Cómo te haces llamar ahora? Ah si, Lucciano, o signore Vecchio. Hombre de negocios italiano. -Una sonrisa en una voz tentadora, un ofrecimiento de su delicada mano para que él la besará.
La inmortal era belleza extraña y de por si denotaba presencia y más cada vez que pasaba a su lado alguien para saludarla o simplemente para quedarse mirando por pero disfrute. Tenía algo enigmático, y rasgos poco comunes en los vampiros, si se la comparaba con Lucciano en ella no había evidencias ni gestos de su ancianidad, podía ser confundida con un ser humano cualquiera; el rubor y calor de su piel, el elevarse y bajar de su pecho al respirar un aire innecesario, el latir de su sangre en un corazón vivo. Una máscara perfecta, ella había perfeccionado su técnica de engaño mejor que su aprendiz que a pesar de conseguir engañarlos a todos, incluyendo a los suyos propios, no llegaba al logro de la ancestral.
Los ojos verdes que aparentemente no se había inmutado en la presencia de la joven gitana, lentamente se clavaron en los de ella dando a entender de que no la ignoraba.
-Encantada de conocerla señorita Kane, espero que le haya gustado el espectáculo. Tiene un toque me resulta muy familiar, no me extraña que el signore Vecchio la haya elegido como su acompañante. -Su calma era alentadora, era como si lo supiera todo y no supiera nada a la vez, pero cierto era que por su físico y el olor de su sangre la había reconocido como una humana con al que compartía legado. -Si no es molestia Liona, ¿puedo llamarla Liona? Tengo curiosidad de saber que le habrá dicho Lucciano sobre mí y como es que ambos han cruzado y enlazado destinos. ¡Ah y Lucciano, quiero saber antes su versión que la tuya! -Por un momento cayó al vástago con cierta autoridad y luego guiño con simpatía a Liona por lo que estaba a punto de decir. -¿Sabías que cuando lo conocí aun era un hombre tuerto? Estaba atormentado porque no quería reconocer su nueva limitación ni su derrota, menos mal que nos conocimos en el momento justo.
Yo hubiese elegido otro color que llamase menos la atención, querido. [/color]
Pero aquella noche era distinta, algo la había sacado de su ensoñación, o más bien alguien haciendo que su mente no flotase del todo en aquella ilusión y magia creada por el escenario y la música.
Los espejos reflejaban la cera candente que poco a poco desaparecía por el cuerpo de la vela, sobre los tocadores quedaban desordenados las alhajas y afeites necesitados para el teatro. Y Lakme terminaba de cambiarse para la fiesta privada que la gran sala de abajo ofrecía. No paraba de pensar en la presencia de su vástago en el público, en como hacía demasiados siglos que no sabía de él, o más bien había pasado demasiado tiempo y demasiadas vidas e identidades desde que se había cruzado con alguien de su pasado. Al principio se había sentido tensa y un tanto alarmada cuando la conciencia de él y el olor de su sangre había sido notada, ya que solo quedaba viva otra persona con la que compartiese esa peculiar sangre y era su propio fantasma del pasado, su búsqueda personal de respuestas: su Sire.
Una mirada al espejo de sus ojos verdes, y un suspiro tranquilizador, en aquel día no estaba preparada para encontrarse con su propio Sire, particularmente en aquella noche no.
Bajando los escalones agarrada en el brazo de su "Protector", los invitados brindaros y aplaudieron por su presencia y ella no tardo en unirse en aquel intercambio de copas.
-"Una vida por la de miles..."-Su pelo quedaba recogido en un ébano sobre el cual brillaban distintas piezas esmeraldas, color que hacía juego con sus ojos y aquel vestido de negros bordados sobre el mismo verde que dejaba ver sus delicados hombros. Un detalle destacable era aquel colgante con moscas de oro.-¿Creo que fue esa misma frase la que te convenció del todo, no Valder o... Lucio? ¿Cómo te haces llamar ahora? Ah si, Lucciano, o signore Vecchio. Hombre de negocios italiano. -Una sonrisa en una voz tentadora, un ofrecimiento de su delicada mano para que él la besará.
La inmortal era belleza extraña y de por si denotaba presencia y más cada vez que pasaba a su lado alguien para saludarla o simplemente para quedarse mirando por pero disfrute. Tenía algo enigmático, y rasgos poco comunes en los vampiros, si se la comparaba con Lucciano en ella no había evidencias ni gestos de su ancianidad, podía ser confundida con un ser humano cualquiera; el rubor y calor de su piel, el elevarse y bajar de su pecho al respirar un aire innecesario, el latir de su sangre en un corazón vivo. Una máscara perfecta, ella había perfeccionado su técnica de engaño mejor que su aprendiz que a pesar de conseguir engañarlos a todos, incluyendo a los suyos propios, no llegaba al logro de la ancestral.
Los ojos verdes que aparentemente no se había inmutado en la presencia de la joven gitana, lentamente se clavaron en los de ella dando a entender de que no la ignoraba.
-Encantada de conocerla señorita Kane, espero que le haya gustado el espectáculo. Tiene un toque me resulta muy familiar, no me extraña que el signore Vecchio la haya elegido como su acompañante. -Su calma era alentadora, era como si lo supiera todo y no supiera nada a la vez, pero cierto era que por su físico y el olor de su sangre la había reconocido como una humana con al que compartía legado. -Si no es molestia Liona, ¿puedo llamarla Liona? Tengo curiosidad de saber que le habrá dicho Lucciano sobre mí y como es que ambos han cruzado y enlazado destinos. ¡Ah y Lucciano, quiero saber antes su versión que la tuya! -Por un momento cayó al vástago con cierta autoridad y luego guiño con simpatía a Liona por lo que estaba a punto de decir. -¿Sabías que cuando lo conocí aun era un hombre tuerto? Estaba atormentado porque no quería reconocer su nueva limitación ni su derrota, menos mal que nos conocimos en el momento justo.
Yo hubiese elegido otro color que llamase menos la atención, querido. [/color]
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: Mirando a los ojos al Pasado - Reencuentro [Liona Kane y Lakme]
- Muchas gracias por la nominación. :
- Yo también respondo cuando puedo, así que no te preocupes. Entre las clases y los asuntos familiares también ando bastante liada, pero este rol me está gustando muchísimo, de verdad. A decir verdad, me está incluso sorprendiendo. Gracias a los dos por darle esta oportunidad a mi personaje. Nuevamente, quisiera darte las gracias, Lucciano, por nominarme a personaje del mes.
No quitó su mano derecha de delante de sus propios ojos, todo lo contrario, se inclinó un poco hacía adelante, e hizo un poco de presión en sus sienes con los dedos índice y corazón. Cuando él habló, ella ahogó un pequeño suspiro. ¿Aquella mujer sabía que ellos estaban ahí? ¿Cómo? Bueno, quizás eran cosas de vampiros, o eso pensaba ella. No habló en ningún momento, se limitaba a escucharle, por muy extraño que pareciera, la voz de aquel hombre la tranquilizaba. Pero aún así, no pudo soltar un sonoro suspiro, y apretar un poco más sus sienes, ¿dónde se había metido? Al oírle decir; «confía en mi», ella alzó la cabeza y le miró fijamente a los ojos. Sin duda esas palabras le tocaron bastante hondo. Incluso, por unos momentos le miró con algo de incredulidad, incluso mantenía los labios algo entreabiertos, hasta que por fin reaccionó y asintió un par de veces con la cabeza.
Quería hablar, pero no le salían las palabras, tenía demasiadas cosas en la cabeza. Muchísimas cosas que la atormentaban. Como le estaba mirando, al notar cuando él le agarró la mano, ella bajó un poco la mirada y sin poder evitarlo, esbozó una pequeña sonrisa. Sintió ganas de abrazarle, y decirle que no la dejara sola, que la protegiera de todos los demonios de la noche, pero no lo hizo.
― No lo estropees. Ese tipo de entretenimientos, deben surgir, no deben buscarse.― dijo con total tranquilidad. Incluso lo hizo en un tono dulce. Una parte de ella deseaba tentarle, y ver hasta donde llegaban, pero otra parte le decía que no era correcto, al fin de cuentas, aquel hombre era lo que ella más odiaba.
Le siguió con la mirada cuando él se puso en pie, y como él le obligó, segundos después ella también lo hizo. Con bastante elegancia, agarró su brazo, y se dispuso a bajar aquellas escaleras, eso sí, por el camino había optado por pegarse bastante a él. Incluso en algún que otro momento, en esos en los que ella se apretaba contra él, pudo sentir como sus pechos, hacían presión contra el brazo ajeno.
La morena, miraba a toda aquella gente que la rodeaba, incluso, más de una vez intentó buscar a esa mujer con la mirada. Pero eran muchos en aquel lugar, y sin duda, ella no veía más allá de lo que su altura le permitía. Había mujeres que miraban a Lucciano, y ella no podía evitar mirarlas algo mal. ¿Por qué lo hacían tan descaradamente? ¿Acaso no la veían? ¿No veían que era ella quien iba agarrada a su brazo? Cuando la gran mayoría de invitados brindaron, por la tan esperada Lakme, ella frunció el ceño. Anteriormente, había cogido una copa de dulce vino, pero ella, personalmente, no había brindado ni aplaudido por aquella mujer. Mientras le daba un pequeño sorbo a su copa, miró de reojo a Lucciano, un pequeño brillo se puso en sus verdes ojos, un brillo que gritaba algunas cosas que empezaba a sentir por él. Pero todo eso se vio truncado cuando aquella mujer se acercó a ellos.
Alzó la cabeza y se atrevió a mirarla fijamente durante unos instantes, incluso agarró un poco más fuerte a su acompañante, dejando que solo él notara lo tensa que se estaba poniendo. Aquel gesto que la vampiresa había hecho, la hizo alzar una ceja, ¿quería que Lucciano le besara la mano? ¿Por qué? ¿Por qué debía de hacer aquello?
Ladeó un poco la cabeza y lentamente, bajó la mirada cuando ella empezó a hablar con él. Como era de esperar, se mantuvo en silencio, pero estaba al tanto de aquella conversación. Mientras tanto, había optado por beberse el resto de su copa, incluso había cogido otras dos más. Pero no había sido solo aquello, sino que también se había soltado de Lucciano y se había apartado un poco de ellos, no mucho, pero si lo suficiente para que al menos él, notara que no estaba cómoda. ¿Serían celos? Posiblemente, solo de pensar todo lo que él y esa mujer habían vivido, le crispaba los nervios, la incomodaba, la molestaba.
No habló hasta que aquella mujer se dirigió a ella, que fue entonces, cuando volvió a mirarla fijamente.
― El gusto es mío, señora…― dijo la morena con aparente tranquilidad. La escuchaba con atención, incluso quería ver más allá, pero algo la frenaba, aquella mujer imponía respeto, incluso la veía peligrosa. ― No me ha contado nada con demasiada importancia, al menos no para mí.― mintió. ― Me ha contado que sois su creadora. Lo que para mi viene a ser lo mismo, su perdición, ya que vos lo habéis condenado a vagar en un mundo lleno de oscuridad y dolor. ― de lejos se veía que la joven morena, odiaba a los vampiros, incluso, nuevamente sentía aquel punzante dolor en su espalda. Cosa que la hacía poner alguna mueca a modo de queja silenciosa. Ignoró sus demás palabras, quizás el vino empezaba a hacer un mal efecto en ella.
―Pero no fue al único que vos condenasteis, también condenasteis a mi familia, y por vuestra culpa señora, casi perezco a manos de un ser como vos. ¿No os avergüenza saber que casi todos vuestros descendientes han muerto por vuestra culpa? Yo soy la única que queda de su linaje, señora mía. Y no sé por cuánto tiempo seguiré viviendo.― a pesar de que Lucciano no le había dado permiso, ella había ido directa al grano. Ahora sus ojos no brillaban por Lucciano, brillaban debido a las lágrimas que luchaban por escapar de sus cuentas oculares.
― Decís que él no reconocía ni su derrota ni su limitación, pero vos no sois quien para juzgarle, ya que no habéis sido capaz de hacer nada por ayudar a los que antaño compartían sangre que vos.― sin duda, ella estaba a la defensiva, quería respuestas, quería que aquella mujer le dijera que ocurría. Todo aquella rabia, no era solo contra su eterna familiar, si no por todo lo que ocurría, por todo lo que acabaría ocurriendo si ella no le daba respuestas, si no la ayudaba. Sin poder evitarlo, cuando sintió que por su mejilla por fin corrían aquellas lágrimas, bajó la cabeza. Lo que conllevó, que su melena cayera un poco, dejando así ver, el principio de aquella horrorosa cicatriz que la perseguiría de por vida.
Liona Kane- Gitano
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Re: Mirando a los ojos al Pasado - Reencuentro [Liona Kane y Lakme]
- Gracias a ti:
- La verdad estoy muy a gusto con este tema me inspira tu pj ideas para llevar a cabo; y con Lakme ya era hora de que nos reencontrasemos
Fue escuchar su voz estremecerse ante tal caricia que ella dejaba en el aire.
Hacía tanto tiempo que no escuchaba su verdadero nombre en la voz ajena que le resultaba hasta extraño pensar que había sido ese hombre.
"Una vida por la de miles..." Le había dicho, unas palabras que le había hecho cerrar un trato con la misma personificación de la muerte misma.
-"Una vida por la de miles" -Repitió con una encantadora sonrisa, como si aquella palabras fuese algo secreto entre ambos. -E insisto signore Vecchio. -Lucciano tomo su mano y poso sus labios mientras sus ojos no había dejado de mirarla directamente a los suyos. No podía definirse como un amor dulce, puro o cariñoso, no era compromiso o temor, era extraño y casi indefinible lo que le hacía sentir aquella mujer, habían pasado los milenios, había cambiado su naturaleza y seguía sintiendo aquel deseo y lujuria que se encendía cada vez que la tenía cerca, un sentimiento que sacaba su parte animal, mezclada con aquella devoción ciega ante su poder.
A pesar de ser más anciana y poseer dones que él nunca entenderían eran muy iguales pero a la vez tan distintos.
Él era el mortal perfecto para ser vampiro, era inhumano en su humanidad, le faltaba escrúpulos, era egoísta, egocéntrico y no temía matar a nadie. Era el inmortal perfecto, era como si hubiese nacido para ello, criado para ser lo que era; pero a pesar de ello estaba su humanidad y solo había amado a pocas personas en su vida verdaderamente.
Ella en cambio para ser inmortal era demasiado humana, había sido obligada a ser lo que era sin saber las consecuencias o tener un guía, sentía piedad, empatía... Y tenía ese halo sobrenatural incluso dentro de su naturaleza vampírice, podía sentir las emociones y las sensaciones más que cualquier mortal pero a pesar de ello, había desarrollado con el tiempo la capacidad de encerrar las emociones en una caja, apagar el botón... O eso al menos era lo que aparentaba, ya que cuando decía de haberlo hecho, se volvía un ser imparable y peligroso. Pero, ¿y si solo fuese un máscara?
-Signorina Kane, debo de admitirle que nadie me condeno. -Los recuerdos lo ensombrencían y su voz se volvió fría. -Yo elegí mi camino al igual que el modo de alcanzarlo. Es cierto lo que ha dicho Lakme, era tuerto y tenía limitaciones. La herida que hizo que perdiese mi ojo nunca llegaba a curarse, y es lo que iba a hacerme morir. Yo elegí la inmortalidad, y aunque no hubiese estado a riesgo de morir la hubiese vuelto a elegir una y otra vez, no me arrepiento de ello y del "sacrificio" que tuve que entregar para que me lo diese.
Los ojos de Lucciano aun ardían cuando ambas mujeres intercambiaban palabras. De repente se sintió arrepentido por sus palabras y avergonzado en cuanto las lágrimas de Liona salieron a relucir, no por lo que ocurría sino por haberla dejado por un momento desprotegida de todo. Era de admitir que aquella muchachita sabía sacar bien sus uñas y era capaz de hacerle contradecirse en las emociones que ella le producían. En algunos aspectos ella se acercaba a la lujuria y el deseo que Lakme creaban en él, pero por otro lado había otro tipo de emociones menos animal, más dulces, cálidas y humanas que tocaban una parte bien escondida del vampiro y que hacía por una parte que sintiese enormes ganas de protegerla y tratarla un poco como una posesión suya y que no quería que nadie más la tocase.
Las luces de la sala se atenuaron y las voces de los presentes pasaron a convertirse en susurro mientras atendían la voz del lord protector inglés de Lakme. Al parecer la noche guardaba más respuestas de las que creían.
-Liona... Yo... -Susurro suave y arrepentida, mientras envolvía con su brazo a la pequeña mortal y la apretaba contra él, alejándose tras la afirmación de Lakme silenciosa de su lado. El camarero volvió a pasar a su lado y Lucciano rechazo las copas, es por un momento recordar ver como Liona tomaba más de una copa y más le valía que no tomase más. -Para ti nada más. -Continúo conduciéndola a su lado, su mano delicadamente le rozó la espalda, recordó su cicatriz. -Me he equivocado. Creo que te debo una disculpa, ha sido demasiado pronto el encuentro, y no es el lugar adecuado para buscar "sus respuestas". -¿Lucciano disculpándose? ¿En qué momento el mundo se había vuelto tan loco? ¿En qué momento el vampiro estaba mostrándose inmune ante tan débil cuando él era el rey de los suyos, y los humanos eran simples trozos de carne? Algo estaba sucediéndose, algo que ni él comprendía pero que por la sonrisa de Lakme, ella muy bien estaba notando seguro. -Puede que sea el momento de marcharnos. -Puede que debiéramos de marchanos y buscar otro momento.
Hacía tanto tiempo que no escuchaba su verdadero nombre en la voz ajena que le resultaba hasta extraño pensar que había sido ese hombre.
"Una vida por la de miles..." Le había dicho, unas palabras que le había hecho cerrar un trato con la misma personificación de la muerte misma.
Lakme escribió:
-"Una vida por la de miles..."-Su pelo quedaba recogido en un ébano sobre el cual brillaban distintas piezas esmeraldas, color que hacía juego con sus ojos y aquel vestido de negros bordados sobre el mismo verde que dejaba ver sus delicados hombros. Un detalle destacable era aquel colgante con moscas de oro.-¿Creo que fue esa misma frase la que te convenció del todo, no Valder o... Lucio? ¿Cómo te haces llamar ahora? Ah si, Lucciano, o signore Vecchio. Hombre de negocios italiano. -Una sonrisa en una voz tentadora, un ofrecimiento de su delicada mano para que él la besará.
-"Una vida por la de miles" -Repitió con una encantadora sonrisa, como si aquella palabras fuese algo secreto entre ambos. -E insisto signore Vecchio. -Lucciano tomo su mano y poso sus labios mientras sus ojos no había dejado de mirarla directamente a los suyos. No podía definirse como un amor dulce, puro o cariñoso, no era compromiso o temor, era extraño y casi indefinible lo que le hacía sentir aquella mujer, habían pasado los milenios, había cambiado su naturaleza y seguía sintiendo aquel deseo y lujuria que se encendía cada vez que la tenía cerca, un sentimiento que sacaba su parte animal, mezclada con aquella devoción ciega ante su poder.
A pesar de ser más anciana y poseer dones que él nunca entenderían eran muy iguales pero a la vez tan distintos.
Él era el mortal perfecto para ser vampiro, era inhumano en su humanidad, le faltaba escrúpulos, era egoísta, egocéntrico y no temía matar a nadie. Era el inmortal perfecto, era como si hubiese nacido para ello, criado para ser lo que era; pero a pesar de ello estaba su humanidad y solo había amado a pocas personas en su vida verdaderamente.
Ella en cambio para ser inmortal era demasiado humana, había sido obligada a ser lo que era sin saber las consecuencias o tener un guía, sentía piedad, empatía... Y tenía ese halo sobrenatural incluso dentro de su naturaleza vampírice, podía sentir las emociones y las sensaciones más que cualquier mortal pero a pesar de ello, había desarrollado con el tiempo la capacidad de encerrar las emociones en una caja, apagar el botón... O eso al menos era lo que aparentaba, ya que cuando decía de haberlo hecho, se volvía un ser imparable y peligroso. Pero, ¿y si solo fuese un máscara?
Liona Kane escribió:
― Decís que él no reconocía ni su derrota ni su limitación, pero vos no sois quien para juzgarle, ya que no habéis sido capaz de hacer nada por ayudar a los que antaño compartían sangre que vos.― sin duda, ella estaba a la defensiva, quería respuestas, quería que aquella mujer le dijera que ocurría. Todo aquella rabia, no era solo contra su eterna familiar, si no por todo lo que ocurría, por todo lo que acabaría ocurriendo si ella no le daba respuestas, si no la ayudaba. Sin poder evitarlo, cuando sintió que por su mejilla por fin corrían aquellas lágrimas, bajó la cabeza. Lo que conllevó, que su melena cayera un poco, dejando así ver, el principio de aquella horrorosa cicatriz que la perseguiría de por vida.
-Signorina Kane, debo de admitirle que nadie me condeno. -Los recuerdos lo ensombrencían y su voz se volvió fría. -Yo elegí mi camino al igual que el modo de alcanzarlo. Es cierto lo que ha dicho Lakme, era tuerto y tenía limitaciones. La herida que hizo que perdiese mi ojo nunca llegaba a curarse, y es lo que iba a hacerme morir. Yo elegí la inmortalidad, y aunque no hubiese estado a riesgo de morir la hubiese vuelto a elegir una y otra vez, no me arrepiento de ello y del "sacrificio" que tuve que entregar para que me lo diese.
Los ojos de Lucciano aun ardían cuando ambas mujeres intercambiaban palabras. De repente se sintió arrepentido por sus palabras y avergonzado en cuanto las lágrimas de Liona salieron a relucir, no por lo que ocurría sino por haberla dejado por un momento desprotegida de todo. Era de admitir que aquella muchachita sabía sacar bien sus uñas y era capaz de hacerle contradecirse en las emociones que ella le producían. En algunos aspectos ella se acercaba a la lujuria y el deseo que Lakme creaban en él, pero por otro lado había otro tipo de emociones menos animal, más dulces, cálidas y humanas que tocaban una parte bien escondida del vampiro y que hacía por una parte que sintiese enormes ganas de protegerla y tratarla un poco como una posesión suya y que no quería que nadie más la tocase.
Las luces de la sala se atenuaron y las voces de los presentes pasaron a convertirse en susurro mientras atendían la voz del lord protector inglés de Lakme. Al parecer la noche guardaba más respuestas de las que creían.
-Liona... Yo... -Susurro suave y arrepentida, mientras envolvía con su brazo a la pequeña mortal y la apretaba contra él, alejándose tras la afirmación de Lakme silenciosa de su lado. El camarero volvió a pasar a su lado y Lucciano rechazo las copas, es por un momento recordar ver como Liona tomaba más de una copa y más le valía que no tomase más. -Para ti nada más. -Continúo conduciéndola a su lado, su mano delicadamente le rozó la espalda, recordó su cicatriz. -Me he equivocado. Creo que te debo una disculpa, ha sido demasiado pronto el encuentro, y no es el lugar adecuado para buscar "sus respuestas". -¿Lucciano disculpándose? ¿En qué momento el mundo se había vuelto tan loco? ¿En qué momento el vampiro estaba mostrándose inmune ante tan débil cuando él era el rey de los suyos, y los humanos eran simples trozos de carne? Algo estaba sucediéndose, algo que ni él comprendía pero que por la sonrisa de Lakme, ella muy bien estaba notando seguro. -Puede que sea el momento de marcharnos. -Puede que debiéramos de marchanos y buscar otro momento.
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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Re: Mirando a los ojos al Pasado - Reencuentro [Liona Kane y Lakme]
"... Entonces, con perpetua ambigüedad, rota, y sin sus alas, caminó por oscuros abismos, objetivo grabado por aquel fuego eterno..."
Las lámparas habían atenuado su luz creando un extraña aura de misterio en la enorme sala, dejando entrevere más sombras que la propia luz. El misterio, lo oculto... Era la sorpresa que estaba dispuestos a ofrecerle al público.
Mientras los curiosos iba invadiendo cada espacio alrededor de la voz que presentaba la sorpresa; Lakme se había separado de Lucciano y Liona sin poner apenas resistencia o contestar a las palabras de la joven gitana. Sabía que le había mentido con respecto al por qué Lucciano le había traído a allí y seguro que algo más. Cuando su familia fue nombrada ella rápidamente percibió cual era el problema, había sido muchos los descendientes que en el mundo quedaban repartidos de su hermana, y al parecer como ella sospechaba algunos había desarrollado algún que otro don que los vinculaba. Nunca habían sido su responsabilidad, pero al fin y al cabo de vez en cuando le gustaba echar ese pequeño vistazo a cierta línea, a la cual, seguía el rastro. Nada que ver con la familia de Liona, de la que desconocía su relación. Daños colaterales, ya que al parecer había de los suyos que aun seguían buscándola. Por un motivo u otro, por su don, por... No sabía, ya que ella misma seguía viviendo el misterio de porque su propio Sire la había convertido, cuál era el fin de todo aquello. En sus milenios lo único que había conseguido de sacar en respuesta por otros como ella o similares era que su Sire deseaba conservarla hasta cierto futuro lejano; la necesitaba viva en un año en particular, una fecha, en un tiempo determinado para algo. Alguien además de su Sire tenía esas respuestas, uno o muchos, y ellos la deseaban; y los descendientes de la sangre de su hermana, su propia sangre eran caminos que con los hechizos adecuados podían ser de guía para llevarla hasta la inmortal.
Liona ahora se veía en ese peligro, "quien quiera" que la estuviese buscando o supiese de ella estaba cerca en París, y eso para ella significaba que debía de marchase pronto.
El silencio se había hecho completo en la sala, aquel tipo de reuniones estaban muy de moda en las capitales de los países vecinos, y París no iba a ser de menos. “Espectáculos” que ofrecía un elenco de lo sobrenatural, sesiones de hipnotismo, videntes que eran capaces de entrar en contacto con los muertos, invocaciones de estas mismas entes, y luego el comercio constante de todo tipo de objetos hechizados traídos del exótico oriente.
Lakme suspiro divertida, le encantaba ver una y otra vez aquella necesidad perpetua por los mortales por rozar “su mundo” de algún modo, por dejarse llevar una y otra vez por las miles de supersticiones existentes en aquel momento y tal vez dejasen de existir en un futuro. Alcanzar lo inalcanzable, el anhelo y curiosidad lo misterioso e impenetrable de la mente, el deseo de rozar con sus dedos un más allá que tal vez no fuese lo que ellos imaginaban, el mundo de aquellos que ya les dejaron... Un mundo que Lakme nunca percibió como hermoso, es más ella mismo lo había calificado como un “lugar de tinieblas”, ya que como la niebla densa era difícil ver dentro de ella, y lo poco que había visto le había hecho crear esa idea de oscuridad y confusión que tenía en su mente.
En aquella expectación donde podía sentir el latir de cada uno de los corazones de aquellos humanos detenerse ante la actuación de la “vidente”, solo podía ver una pantomima que daba falsas esperanza al mundo. ¿Dónde estaban esos famosos entes? ¡Cuánta imaginación tenía aquella chica! ¡Que graciosa le parecía aquella actuación de una posesión!
Lakme se llevo enseguida su mano a aquellos labios ahora teñidos por el carmín de la vida para reprimir una risa, sus hombros no pudieron evitar moverse ante la risa y su pecho que se balanceaba por la acción de sus pulmones pudo notar la presión del ajustado corsé.
“Si ellos supieran lo carente de teatralidad que es vivirlo...” Pensó recordando sus ataques en vida, el despertar entre escalofriantes espasmos tras sentir la presión desgarrada de las propias entrañas doloridas tras luchar con desenfreno por no ser un recipiente.
Bostezo un poco aburrida y volvió sus ojos a la pareja que se había alejado, sin miramientos puso su oído en las palabras de Lucciano. Hacía demasiado tiempo que no lo veía tan interesado por "alguien", particularmente nunca lo había visto interesado por humanos que no fuesen su padre o sus propios hijos en antaño. Liona no era consciente de estaban haciendo una excepción con ella, pero era normal... Eran tantas las preguntas que aquella joven se estaría haciendo, y ella estaba allí para contestarlas, pero la calma era lo más necesario para poder llegar a ello, y la gitana estaba cegada por el odio.
Sin poder evitarlo sonrió pensabado que aquello era lo que verdaderamente si vástago necesitaba... Algo o más bien alguien que el devolviese una humanidad que ni en vida había tenido.
De repente Lakme sintió sus miembros pesados y como la debilidad se hacía con ella. La piel llena de rubo se estaba volviendo poco a poco color marmóreo, era como si toda la energía que en ella había estuviese disminuyendo. "No..." Pensó mientras se llevaba la mano al pecho y su respiración comenzaba a jadear, echaba su rostro hacia delante. El temor comenzó a hacerse con ella.
Susurros lejanos que se aproximaban y entremezclaban con lenguas que llegaban al entendimiento y algunas muy alejadas de ello.
Lakme inclinó su cuerpo encogido caminaba hacía Lucciano y Liona, era como si se ahogará.
"Si los dejo entrar en mí, estoy perdida...."
Una mirada de ruego, las voces que en su mente penetraban, eran viento que se llevaban sus pulmones era abismo.
El mundo parecía estar cambiando, era como si hubiese dejado de existir, era como si el aire apenas corriese pero si lo hacía, como si el silencio incluso hubiese dejado de existir, era como si hubiesen caído en un abismo sin haber movido un pie como si estuviesen en un Vacío. Sus últimas palabras antes de que su conciencia se perdiese en las tinieblas fueron su nombre: -Valder. De repente había detenido su paso y se había erguido quedando su cuerpo en tensión, sus rostro era hierático y sus ojos verdes no estaba allí, era como si estuviese perdida en una niebla.
-"Una vida por miles...." -Susurro y su voz era extraña inhumana, era como si fuese otra, sus frases eran incoherentes y con coherencia, lenguas viejas y no tanto. -
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: Mirando a los ojos al Pasado - Reencuentro [Liona Kane y Lakme]
Las primeras palabras de su vampiro, le dolieron en el alma. Incluso pudo sentir como su corazón se quebraba, ¿sería eso alguna clara evidencia de lo que ocurría entre ellos? Le había dolido muchísimo, incluso pensó en irse de ahí corriendo. ¿Cómo era capaz de hablarle así delante de aquella mujer? Luchó por ahogar un pequeño quejido que quería salir de lo más profundo de su ser, pero no fue capaz, no pudo evitarlo.
Pero aún así, se mantuvo llorando en silencio, un silencio sepulcral. Parecía que hasta le costaba respirar entre tantos sollozos, nunca debió de aceptar ir a aquel sitio con él, nunca debió de hacerle caso. Aquel hombre la llevaría la locura, al dolor y al sufrimiento eterno, lo intuía. Por unos momentos, el dolor de su pasado, y el de su crudo presente, se mezclaron, y su corazón empezó a bombear bastante más rápido, llegando incluso a incapacitarle la tarea de respirar. Cosa que ya le estaba costando debido a los sollozos. Para colmo, con aquel ajustado corsé, aquella tarea era mucho más costosa.
No escuchó como el protector de Lakme hablaba, realmente, solo escuchaba su agitada respiración, todo lo demás había desaparecido para ella. En un momento de extrema lucidez, alzó la cabeza y se giró con las claras intenciones de irse. Pero entonces, él, su vampiro habló. Sintió ganas de correr, pero él la retuvo en aquel estremecedor abrazo. No pudo evitar suspirar, ni tampoco pegar su pecho al ajeno, cosa que la hizo tranquilizarse de forma bastante notable. Ignoró por completo al camarero, en esos momentos, solo le miraba a él. Escuchó con atención sus palabras, sin duda aquello era una disculpa, pero no cambiaba nada, ella seguía dolida. ― Me has dejado sola…y dijiste que no lo harías.― musitó aún entre sollozos. Entrecerró los ojos, necesitaba abrazarle, besarle. Estar a solas con él, sentir que iba a protegerla, ¿pero sucedería eso de verdad, la protegería? Ahora tenía dudas. Pero aún sí, cuando él terminó de hablar, ella se puso de puntillas, y sin previo aviso, pegó sus labios a los ajenos.
Colocó las manos en la nuca del chico y cerró por fin los ojos, para así poder disfrutar de aquel momento. Le besaba con ciertas ansias, aunque de forma algo torpe aún, con ese, era el segundo beso que daba en toda su vida. Y no estaba segura de que a él le gustara, tenía dudas, quizás no le gustaba que hiciera eso cuando la creadora de él estaba presente. Claramente, con eso había respondido a sus palabras. Debían de irse, tenían que hablar ellos dos, aclarar algunas cosas antes de seguir con aquello.
Tuvo que romper aquel ansiado beso, para poder coger aire y respirar, a diferencia de él, ella seguía viva, aunque no sabía por cuánto tiempo. Sin poder evitarlo, esbozó una pequeña sonrisa mientras le miraba a los ojos, incluso rozó su nariz contra la ajena, ¿sería aquello cosa de las copas de más que se había tomado? No, no lo creía.
― Lucciano, yo… te…― pero sus palabras fueron acalladas. Algo la hizo girar la cabeza hacía Lakme, la sentía aproximarse, sintió un escalofrío recorrer toda su espalda. Intuía que aquello no iba a acabar bien. Entreabrió los labios, y cuando escuchó a la anciana llamar a Lucciano por aquel nombre, se mordió con fuerza el labio inferior. Incluso se hizo un poco de sangre debido a la presión ejercida por sus incisivos. Vampiros y sangre, su sangre… Sí, aquello sin duda, no terminaría bien.
Escuchaba a la perfección las palabras de aquella mujer, cuando su tía tenía premoniciones también decía cosas carentes de sentido para la gente que no sabía apreciarlo, pero ella sabía apreciar todo aquello. Lo sabía muy bien. Pero a pesar de todo, había cosas que decía aquella mujer, que le costaba entender. Colocó una mano en el pecho de Lucciano, no quería que se apartara de ella en esos momentos.
Como era de esperar, ella también sintió el frío que empezaba a llenar aquel lugar, incluso tembló entre los brazos de su vampiro. Llegó un momento, que cada vez que ella entreabría los labios para suspirar, el frío contrastaba con su cálido aliento. Algunas de las personas que ahí había, habían optado por irse de aquel lugar debido a lo que ocurría, sin duda estaban asustados, al igual que ella. ¿Quiénes eran los que tenían hambre? ¿Era ella la gitana de la que hablaba? Sus piernas le fallaron por un momento, y de no ser porque se agarró a él, habría caído en el suelo.
― Lucciano…― musitó de forma débil.
Pero aún así, se mantuvo llorando en silencio, un silencio sepulcral. Parecía que hasta le costaba respirar entre tantos sollozos, nunca debió de aceptar ir a aquel sitio con él, nunca debió de hacerle caso. Aquel hombre la llevaría la locura, al dolor y al sufrimiento eterno, lo intuía. Por unos momentos, el dolor de su pasado, y el de su crudo presente, se mezclaron, y su corazón empezó a bombear bastante más rápido, llegando incluso a incapacitarle la tarea de respirar. Cosa que ya le estaba costando debido a los sollozos. Para colmo, con aquel ajustado corsé, aquella tarea era mucho más costosa.
No escuchó como el protector de Lakme hablaba, realmente, solo escuchaba su agitada respiración, todo lo demás había desaparecido para ella. En un momento de extrema lucidez, alzó la cabeza y se giró con las claras intenciones de irse. Pero entonces, él, su vampiro habló. Sintió ganas de correr, pero él la retuvo en aquel estremecedor abrazo. No pudo evitar suspirar, ni tampoco pegar su pecho al ajeno, cosa que la hizo tranquilizarse de forma bastante notable. Ignoró por completo al camarero, en esos momentos, solo le miraba a él. Escuchó con atención sus palabras, sin duda aquello era una disculpa, pero no cambiaba nada, ella seguía dolida. ― Me has dejado sola…y dijiste que no lo harías.― musitó aún entre sollozos. Entrecerró los ojos, necesitaba abrazarle, besarle. Estar a solas con él, sentir que iba a protegerla, ¿pero sucedería eso de verdad, la protegería? Ahora tenía dudas. Pero aún sí, cuando él terminó de hablar, ella se puso de puntillas, y sin previo aviso, pegó sus labios a los ajenos.
Colocó las manos en la nuca del chico y cerró por fin los ojos, para así poder disfrutar de aquel momento. Le besaba con ciertas ansias, aunque de forma algo torpe aún, con ese, era el segundo beso que daba en toda su vida. Y no estaba segura de que a él le gustara, tenía dudas, quizás no le gustaba que hiciera eso cuando la creadora de él estaba presente. Claramente, con eso había respondido a sus palabras. Debían de irse, tenían que hablar ellos dos, aclarar algunas cosas antes de seguir con aquello.
Tuvo que romper aquel ansiado beso, para poder coger aire y respirar, a diferencia de él, ella seguía viva, aunque no sabía por cuánto tiempo. Sin poder evitarlo, esbozó una pequeña sonrisa mientras le miraba a los ojos, incluso rozó su nariz contra la ajena, ¿sería aquello cosa de las copas de más que se había tomado? No, no lo creía.
― Lucciano, yo… te…― pero sus palabras fueron acalladas. Algo la hizo girar la cabeza hacía Lakme, la sentía aproximarse, sintió un escalofrío recorrer toda su espalda. Intuía que aquello no iba a acabar bien. Entreabrió los labios, y cuando escuchó a la anciana llamar a Lucciano por aquel nombre, se mordió con fuerza el labio inferior. Incluso se hizo un poco de sangre debido a la presión ejercida por sus incisivos. Vampiros y sangre, su sangre… Sí, aquello sin duda, no terminaría bien.
Escuchaba a la perfección las palabras de aquella mujer, cuando su tía tenía premoniciones también decía cosas carentes de sentido para la gente que no sabía apreciarlo, pero ella sabía apreciar todo aquello. Lo sabía muy bien. Pero a pesar de todo, había cosas que decía aquella mujer, que le costaba entender. Colocó una mano en el pecho de Lucciano, no quería que se apartara de ella en esos momentos.
Como era de esperar, ella también sintió el frío que empezaba a llenar aquel lugar, incluso tembló entre los brazos de su vampiro. Llegó un momento, que cada vez que ella entreabría los labios para suspirar, el frío contrastaba con su cálido aliento. Algunas de las personas que ahí había, habían optado por irse de aquel lugar debido a lo que ocurría, sin duda estaban asustados, al igual que ella. ¿Quiénes eran los que tenían hambre? ¿Era ella la gitana de la que hablaba? Sus piernas le fallaron por un momento, y de no ser porque se agarró a él, habría caído en el suelo.
― Lucciano…― musitó de forma débil.
Liona Kane- Gitano
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Re: Mirando a los ojos al Pasado - Reencuentro [Liona Kane y Lakme]
En sus brazos aun la envolvía junto con a palabras de disculpas y consuelo, había dejado por un momento de ser él mismo para ser otro, sobre todo cuando sus labios se vieron sorprendidos por los aquellos ajenos e imparables. Aquel beso que ella le brindaba era muy distinto al primero que él le concedió, no era brusco, lujurioso o lleno de maldad, al contrario... Era delicado, dulce y entregado.
Por instante Lucciano olvidó aquello que el rodeaba, se sentía ajeno a lo que sucedía, y de repente su agitada alma se vio apaciguada; por un momento pudo sentir el latido innecesario de un corazón que rozaba aquella humanidad negada hasta que...
"Valder" Escucho la voz de ruego a su espalda, y eso hizo que sus ojos volviesen a abrirse y soltarse del cálido contacto que había creado al aferrarse a la gitana.
La luz se había vuelto tenue y el público estaba atento al espectáculo. Allí como una escultura carente del sentir de piel marmórea y cabello de ébano, estaba Lakme, paralizada, susurrando palabras incoherentes en el idioma común y el antiguo.
Precipitadamente él se acerco y puso sus manos asustadas en los hombros. Estaba rígida y helada.
-¿Lakme?... Hathor... -Comenzó a nombrarla con todos los nombres con la que le había conocido. Sus ojos estaba perdidos en la nada.
Alrededor la gente comenzaba a sentirse confusa, algunos seguían entretenidos con el espectáculo de la falsa médium, pero otros se acercaban a la escena como hipnotizados para luego desplomarse desmayados... Los susurros que envolvía a la anciana inmortal se hicieron presente en el oído del mundo de los vivos, era un eco en una sala cuyas velas tintineantes se arriesgaban a apagarse.
No era la primera vez que veía una taque como aquel, pero no era habitual, en todos los siglos que había pasado junto a ella solo había presenciado un par de ellos y todos abocados a circunstancias extremas, y ambos habían terminado con la muerte de aquellos de su alrededor. ¿Acaso la presencia de Liona había provocado aquello? ¿Sus destinos cruzados no serían una mera casualidad?
-¡Liona marchate! -Le ordeno a la gitana, viendo lo que el ataque de Lakme comenzaba a provocar, a veces era incontrolable. -Nebt... Nebt Mefkat... -Dijo su nombre de mortal, mientras la agitaba. De repente Lucciano comenzó a sentir su cabeza embotada y como las voces presionaban su mente, su intento de entrar en la mente de su Sire para tranquilizarla fue inútil ya que más que conseguir calmar las voces las enfureció atacándole. -Nebt, detenlo. ¡Paralo! -Le ordeno, mientras sentía como su cabeza comenzaba a hervir. Una mirada dolorosa a Liona, e irremediablemente y riesgo, hizo lo único que se le podía ocurrir. Vaciar su mente predecible y agarrar del ébano oscuro de su Sire, un crujido de cuello y Lakme cayó inconsciente.
La voces callaron y las velas se apagaron, el público distraído comenzó a susurrar asustado, y luego de nuevo las lámparas se encendieron. Todo el mundo comenzó a aplaudir creyendo que todo era parte del espectáculo.
Un alivio para Lucciano que dolorido y agotado, sostenía en brazos a la anciana.
-Nos marchamos, la carroza nos espera. -Le dijo a Liona con seriedad, comenzando a caminar con su Sire en brazos. De repente Lucciano pareció frío y distintante.
Por instante Lucciano olvidó aquello que el rodeaba, se sentía ajeno a lo que sucedía, y de repente su agitada alma se vio apaciguada; por un momento pudo sentir el latido innecesario de un corazón que rozaba aquella humanidad negada hasta que...
"Valder" Escucho la voz de ruego a su espalda, y eso hizo que sus ojos volviesen a abrirse y soltarse del cálido contacto que había creado al aferrarse a la gitana.
La luz se había vuelto tenue y el público estaba atento al espectáculo. Allí como una escultura carente del sentir de piel marmórea y cabello de ébano, estaba Lakme, paralizada, susurrando palabras incoherentes en el idioma común y el antiguo.
Precipitadamente él se acerco y puso sus manos asustadas en los hombros. Estaba rígida y helada.
-¿Lakme?... Hathor... -Comenzó a nombrarla con todos los nombres con la que le había conocido. Sus ojos estaba perdidos en la nada.
Alrededor la gente comenzaba a sentirse confusa, algunos seguían entretenidos con el espectáculo de la falsa médium, pero otros se acercaban a la escena como hipnotizados para luego desplomarse desmayados... Los susurros que envolvía a la anciana inmortal se hicieron presente en el oído del mundo de los vivos, era un eco en una sala cuyas velas tintineantes se arriesgaban a apagarse.
Lakme escribió:
"Si los dejo entrar en mí, estoy perdida...."
No era la primera vez que veía una taque como aquel, pero no era habitual, en todos los siglos que había pasado junto a ella solo había presenciado un par de ellos y todos abocados a circunstancias extremas, y ambos habían terminado con la muerte de aquellos de su alrededor. ¿Acaso la presencia de Liona había provocado aquello? ¿Sus destinos cruzados no serían una mera casualidad?
-¡Liona marchate! -Le ordeno a la gitana, viendo lo que el ataque de Lakme comenzaba a provocar, a veces era incontrolable. -Nebt... Nebt Mefkat... -Dijo su nombre de mortal, mientras la agitaba. De repente Lucciano comenzó a sentir su cabeza embotada y como las voces presionaban su mente, su intento de entrar en la mente de su Sire para tranquilizarla fue inútil ya que más que conseguir calmar las voces las enfureció atacándole. -Nebt, detenlo. ¡Paralo! -Le ordeno, mientras sentía como su cabeza comenzaba a hervir. Una mirada dolorosa a Liona, e irremediablemente y riesgo, hizo lo único que se le podía ocurrir. Vaciar su mente predecible y agarrar del ébano oscuro de su Sire, un crujido de cuello y Lakme cayó inconsciente.
La voces callaron y las velas se apagaron, el público distraído comenzó a susurrar asustado, y luego de nuevo las lámparas se encendieron. Todo el mundo comenzó a aplaudir creyendo que todo era parte del espectáculo.
Un alivio para Lucciano que dolorido y agotado, sostenía en brazos a la anciana.
-Nos marchamos, la carroza nos espera. -Le dijo a Liona con seriedad, comenzando a caminar con su Sire en brazos. De repente Lucciano pareció frío y distintante.
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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Re: Mirando a los ojos al Pasado - Reencuentro [Liona Kane y Lakme]
- OFF ROL:
- Os digo a ambos, aunque con Lucciano esta hablado. Viendo que el tema ya mismo terminará, sugiero cerrarlo y si queréis ambos continuáis roleando en otro nuevo pero continuación. He hablado con Lucciano para que por mi parte, yo pueda abandonar el tema en un par de respuestas o así, ya que me veo en estas dos próximas semanas agobiadísima con exámenes y entonces retrasaré el post. Pero espero tener otro tema futuro con ambos o alguno de los dos aviso :)
Estaba allí y a la vez ahí, sus ojos veían la realidad del presente, no veía a aquellos que lo rodeaban ni lo que sucedía. Su conciencia estaba perdida en la oscuridad y la nada de algún lugar entre las tinieblas y otros se hacía eco por su cuerpo y su mente invadiéndola en visiones pasadas, presentes y futuras.
La gente seguí entretenida con el espectáculo para el alivio de todos que ya se habían olvidado de todo ello. Pero irremediablemente algunos en la sala se aproximaban a su cuerpo tenso y rígido como la piedra, hipnotizados por la fuerza que ella desprendía. En cuanto se aproximaban un poco muchos de ellos se desmayaban, dejando atrás un rastro de sangre ya que en defensa del cuerpo de la inmortal muchos de aquellos espíritus que la usaban como canal en su recelo, hacía hervir la sangre de aquellos pobres mortales que más que desmayados, morían sin que nadie se diese cuenta.
Ahí estaba comenzando otra vez aquella fuerza asesina y devastadora, cuando los ataques venían la masacre enseguida al seguía.
Unas manos cálidas aferradas a su cuerpo, las cuales, no rechazaba. Una voz conocida, que la llamaba, podía ver la luz pero... Si echaba la vista atrás estaba perdida. Un nombre tras otro, y ella no podía responder por sí misma.
Lucciano Vecchio escribió: -Nebt... Nebt Mefkat... -Dijo su nombre de mortal, mientras la agitaba. De repente Lucciano comenzó a sentir su cabeza embotada y como las voces presionaban su mente, su intento de entrar en la mente de su Sire para tranquilizarla fue inútil ya que más que conseguir calmar las voces las enfureció atacándole. -Nebt, detenlo. ¡Paralo!
-No puedo, no puedo... -Susurraba aprentándo los ojos con fuerza mientras las lágrimas no cesaban de derramarse, hasta que repente escucho su nombre de nacimiento y sus ojos verdes velados por una niebla sobrenatural le miraron profundamente y las visiones que ella había tenido pasaron de ser suyas a la mente de Lucciano. Veloces, confusas, unos segundo que había conseguido para dominarse, pero solo unos segundo porque en cuanto estas estuvieron transmitidas, el verde paso a ser escarlata y una sonrisa cruel y salvaje se dibujo en los labios de la bruja vampiro.
A su lado Lucciano sufría, y aquella con cuerpo de Lakme pero que no era ella, miraba con hambre y diversión a la joven gitana. Algo o alguien se había apoderado de su cuerpo, como había hecho otras veces en el pasado, pero no con tanta fuerza como aquella. Debía haber sido la presencia de Liona lo que había pulsado el interruptor que hacía demasiado tiempo que no se encendía.
-Los has traído aquí, nos encontrarán... Ellos te desean para que les lleves a mí. Ellos me quieren a mí, saben "nuestro secreto". Pero aun no es el momento... Todavía no pueden usarme, todavía no puedo darles lo que quiero... Solo cuando la noche sea más iluminadora que el día y hombre pueda viajar a través del metal... -Hablaba en plural, como si se refiriese al cuerpo que dominaba y ella misma, ¿ella o él? Su voz amenazadora, pero no era su voz, eran dos voces, y aquella no era la vampiro. -Si matamos a la guía podemos estar a salvo, y lo sabes. -¿Con quién hablaba? -¿Lo arriesgarías, Nebt Mefkat? ¿Por no quitarsela? Por un destino que ha unido a tu hijo con...
No pudo terminar la frase ya que el crujido de su cuello y la inconsciencia llego, y todo se detuvo... Ahora había oscuridad y paz.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: Mirando a los ojos al Pasado - Reencuentro [Liona Kane y Lakme]
Cuando él se apartó de ella, la gitana no pudo evitar entreabrir los labios sorprendida, ¿nuevamente la estaba dejando sola? Ella no pensaba en acercarse a esa mujer, no, no quería. Prefería estar alejada de todo aquello, incluso en esos momentos quería hasta estar alejada de él. Para colmo, empezaba a sentir su cuerpo bastante pesado, sin duda, aquel ambiente se estaba cargando demasiado. Necesitaba pensar, aclarar sus ideas… Necesitaba pensar si todo eso en verdad era cierto, quizás era una simple broma del destino, un juego de los dioses para divertirse. Porqué empezaba a dudar de las palabras de Lucciano, si tuviera que elegir, ella estaba segura que elegiría a Lakme, o como se llamase.
Al ver cómo algunos de los ocupantes de aquella sala se acercaban a ver qué pasaba con aquella mujer, ella no pudo evitar hacerse un poco a un lado, pero al ver como poco después, los que se habían acercado caían al suelo desplomados, no pudo evitar llevarse una mano a la cara, para así tapar con delicadeza sus labios. Cómo queriendo reprimir más aún el ahogado grito que luchaba por salir de entre sus labios. Su rostro dejaba ver a la perfección que estaba horrorizada por todo aquello, ¿qué estaba pasando?
«Si los dejo entrar en mí, estoy perdida...»; repitió la morena mentalmente, ¿qué quería decir aquella mujer con eso? Apretó un poco más los dedos contra sus labios, sin darse cuenta, había empezado a jadear hace rato, le costaba respirar. Y aquella vestimenta que llevaba no mejoraba la cosa. Cuando Lucciano le gritó que se fuera, ella lo único que hizo fue apartarse un poco más y acabar chocando con una de las paredes de aquel lugar. Echó las manos hacía atrás, e intentó desalojarse aquel estúpido vestido. No paró hasta que este cayó por su cuerpo hasta terminar en el suelo. Suerte que llevaba aquel corpiño y aquellos pantalones color hueso. Los pantalones le llegaban un poco más debajo de la rodilla, y eran algo holgados, bastante cómodos.
Echó un poco la cabeza hacia atrás e intentó coger aire, cosa que ya le era más fácil. Si por ella fuera, aquel corpiño también estaría en el suelo, pero no quería quedar desnuda ante nadie. Y eso, que algunos de los que aún estaban de pie y miraban a la falsa médium, ahora la miraban a ella. El estar así, en aquella época era como estar desnuda, y ella lo sabía. Aún seguía escuchando los gritos de Lucciano, pero ya no le importaba nada de todo aquello. O eso quería creer. A pesar de todo, nuevamente le estaba mirando con los ojos entrecerrados, mientras que lentamente, se iba quitando todas las joyas que él le había regalado y las dejaba caer al suelo. Estaba dando a entender que no quería nada suyo.
No lo oyó, pero cuando vio a la Sire de Lucciano caer al suelo, supo que él le había hecho algo. En ese momento, el ambiente se relajó de forma notable, muy notable. Ya no sentía aquel peso en sus hombros, incluso el aire se respiraba mejor. Cuando la gente empezó a aplaudir, ella cerró con suavidad los ojos, se apartó el cabello de la cara, y al oír a Lucciano cerca suya, ella entreabrió los ojos para mirarle. Los tenía brillantes, ¿las ganas de llorar quizás?
― No iré a ningún lado contigo. Quédate con ella, yo me voy sola…― se agachó para coger el vestido y las joyas, y lentamente, lo depositó todo sobre el cuerpo de aquella mujer. ― Tampoco quiero esto.― espetó con algo más de dureza, y esa vez, estaba segura de que él había podido ver como una lágrima recorría toda su mejilla. Tenía la mirada baja, es decir, no le miraba fijamente, no podía. Ya había sentido a su corazón partirse esa noche, pero lo estaba sintiendo nuevamente, y eso dolía, dolía mucho. Estaba claro que estaba muy celosa, celosa y dolida porque parecía que prefería mil veces más a Lakme que a ella.
Sin pensarlo mucho, y antes de que él pudiera hacer nada, ella salió de aquel lugar. Una vez fuera de aquel sitio, una vez en la calle, ella se quitó los zapatos y los dejó por ahí tirados, le importaba poco ir descalza. Empezó a correr sin rumbo alguno. Ni ella misma sabía a dónde iba. Sólo quería estar lejos de todo aquello, pero a medida que se iba alejando, sus lágrimas iban bajando con más fluidez por su mejilla.
Aquello dolía, dolía mucho.
Al ver cómo algunos de los ocupantes de aquella sala se acercaban a ver qué pasaba con aquella mujer, ella no pudo evitar hacerse un poco a un lado, pero al ver como poco después, los que se habían acercado caían al suelo desplomados, no pudo evitar llevarse una mano a la cara, para así tapar con delicadeza sus labios. Cómo queriendo reprimir más aún el ahogado grito que luchaba por salir de entre sus labios. Su rostro dejaba ver a la perfección que estaba horrorizada por todo aquello, ¿qué estaba pasando?
«Si los dejo entrar en mí, estoy perdida...»; repitió la morena mentalmente, ¿qué quería decir aquella mujer con eso? Apretó un poco más los dedos contra sus labios, sin darse cuenta, había empezado a jadear hace rato, le costaba respirar. Y aquella vestimenta que llevaba no mejoraba la cosa. Cuando Lucciano le gritó que se fuera, ella lo único que hizo fue apartarse un poco más y acabar chocando con una de las paredes de aquel lugar. Echó las manos hacía atrás, e intentó desalojarse aquel estúpido vestido. No paró hasta que este cayó por su cuerpo hasta terminar en el suelo. Suerte que llevaba aquel corpiño y aquellos pantalones color hueso. Los pantalones le llegaban un poco más debajo de la rodilla, y eran algo holgados, bastante cómodos.
Echó un poco la cabeza hacia atrás e intentó coger aire, cosa que ya le era más fácil. Si por ella fuera, aquel corpiño también estaría en el suelo, pero no quería quedar desnuda ante nadie. Y eso, que algunos de los que aún estaban de pie y miraban a la falsa médium, ahora la miraban a ella. El estar así, en aquella época era como estar desnuda, y ella lo sabía. Aún seguía escuchando los gritos de Lucciano, pero ya no le importaba nada de todo aquello. O eso quería creer. A pesar de todo, nuevamente le estaba mirando con los ojos entrecerrados, mientras que lentamente, se iba quitando todas las joyas que él le había regalado y las dejaba caer al suelo. Estaba dando a entender que no quería nada suyo.
No lo oyó, pero cuando vio a la Sire de Lucciano caer al suelo, supo que él le había hecho algo. En ese momento, el ambiente se relajó de forma notable, muy notable. Ya no sentía aquel peso en sus hombros, incluso el aire se respiraba mejor. Cuando la gente empezó a aplaudir, ella cerró con suavidad los ojos, se apartó el cabello de la cara, y al oír a Lucciano cerca suya, ella entreabrió los ojos para mirarle. Los tenía brillantes, ¿las ganas de llorar quizás?
― No iré a ningún lado contigo. Quédate con ella, yo me voy sola…― se agachó para coger el vestido y las joyas, y lentamente, lo depositó todo sobre el cuerpo de aquella mujer. ― Tampoco quiero esto.― espetó con algo más de dureza, y esa vez, estaba segura de que él había podido ver como una lágrima recorría toda su mejilla. Tenía la mirada baja, es decir, no le miraba fijamente, no podía. Ya había sentido a su corazón partirse esa noche, pero lo estaba sintiendo nuevamente, y eso dolía, dolía mucho. Estaba claro que estaba muy celosa, celosa y dolida porque parecía que prefería mil veces más a Lakme que a ella.
Sin pensarlo mucho, y antes de que él pudiera hacer nada, ella salió de aquel lugar. Una vez fuera de aquel sitio, una vez en la calle, ella se quitó los zapatos y los dejó por ahí tirados, le importaba poco ir descalza. Empezó a correr sin rumbo alguno. Ni ella misma sabía a dónde iba. Sólo quería estar lejos de todo aquello, pero a medida que se iba alejando, sus lágrimas iban bajando con más fluidez por su mejilla.
Aquello dolía, dolía mucho.
Liona Kane- Gitano
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Re: Mirando a los ojos al Pasado - Reencuentro [Liona Kane y Lakme]
En aquella habitación la observaba dormir plácidamente, cual guardián de su sueño.
-¿La habéis encontrado? -Había vuelto a pregunta en cuanto una de sus esclavas de sangre había entrado en la habitación con mudas para su Sire.
Lakme había sido traído a su hogar, instalada en aquella habitación. Había pasado de un estado de inconsciencia a una de sueño profundo.
-Mi señor, aun no sabemos nada. -Le contesto la chica.
Habían pasado más más de dos horas, y la noche ya estaba entrada desde que ambos habían pisado el teatro, y ninguno de sus guardianes de noche ni de día, habían encontrado rastro alguno de Liona.
Aun recordaba su expresión herida al marcharse, no esperaba que escapase, pensó por un momento estúpidamente que la gitana se calmaría y regresaría antes que ambos a su hogar, pero cuando llegaron, no estaba en ninguna de sus habitaciones y rápidamente mando a sus servidores a buscarlas pero nada. ¿Dónde se habría metido? ¿El miedo habría podido con ella?
En una tesitura de preocupación, se veía entre quedarse con su Sire esperando su despertar o ir a buscarla.
Ya habían pasado dos horas, y ya no era preocupación sino temor.
Una mirada a Lakme, y un pensamiento de disculpas. Si no era él quien la hallará nadie más lo haría, además Liona aun tenía su propia sangre en el organismo, una pista fundamental para detectarla.
Tomando su abrigo, abandonó el hogar, deshecho la carroza y usando su instinto de depredador que rastrea una presa fue en busca de la joven gitana.
-¿La habéis encontrado? -Había vuelto a pregunta en cuanto una de sus esclavas de sangre había entrado en la habitación con mudas para su Sire.
Lakme había sido traído a su hogar, instalada en aquella habitación. Había pasado de un estado de inconsciencia a una de sueño profundo.
-Mi señor, aun no sabemos nada. -Le contesto la chica.
Habían pasado más más de dos horas, y la noche ya estaba entrada desde que ambos habían pisado el teatro, y ninguno de sus guardianes de noche ni de día, habían encontrado rastro alguno de Liona.
Aun recordaba su expresión herida al marcharse, no esperaba que escapase, pensó por un momento estúpidamente que la gitana se calmaría y regresaría antes que ambos a su hogar, pero cuando llegaron, no estaba en ninguna de sus habitaciones y rápidamente mando a sus servidores a buscarlas pero nada. ¿Dónde se habría metido? ¿El miedo habría podido con ella?
En una tesitura de preocupación, se veía entre quedarse con su Sire esperando su despertar o ir a buscarla.
Ya habían pasado dos horas, y ya no era preocupación sino temor.
Una mirada a Lakme, y un pensamiento de disculpas. Si no era él quien la hallará nadie más lo haría, además Liona aun tenía su propia sangre en el organismo, una pista fundamental para detectarla.
Tomando su abrigo, abandonó el hogar, deshecho la carroza y usando su instinto de depredador que rastrea una presa fue en busca de la joven gitana.
Lucciano Vecchio- Vampiro Clase Alta
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