AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Tumbas vacías / Eloise
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Tumbas vacías / Eloise
El chófer aparca frente a la gran verja metálica que da paso al cementerio y baja de su asiento en el carruaje, posando los relucientes zapatos sobre el embarrado suelo, presuroso por acudir a la puerta de su señora y le abre, quedando de pie junto al vehículo con el cuerpo bien erguido y la mirada al frente. Las gotas de lluvia mojan la visera de su gorra, pero no le importa, es su oficio y debe estar agradecido. Con la mano libre extiende el brazo y abre el paraguas, cubriendo el lugar al que saldrá la joven dama.
Ella se sujeta la parte delantera del vestido con una mano enguantada y utiliza la otra como apoyo en el asidero de la puerta para girar sobre el asiento y dejar que su refinado calzado toque el terroso suelo mojado. No le importa ensuciarse ya, no debe asistir a ninguna fiesta ni encontrarse con nadie importante. Ahora es un tiempo sólo para ella y a quien va a visitar, no se quejará de su indumentaria. Ejerce la fuerza suficiente para levantarse y queda bajo la protección del parasol, mirando fugazmente a su conductor.
-Gracias, Leopold. -Toma el mango del paraguas y se lo arrebata de las manos con un seco movimiento, no por ser grosera, sino porque el simple hecho de pensar que pueden tocarse -a pesar de los guantes de tallo largo- le causa repulsión absoluta.- Esto es todo por ahora. Puedes retirarte al interior del carruaje y esperar ahí a mi regreso. -No es una mujer cruel, ya bastante se ha mojado el hombre durante el trayecto, ahora le permitirá que quede a buen recaudo y se seque hasta su vuelta.
Se aleja con paso tranquilo y cruza la puerta que permanece entreabierta. Los cortos tacones de sus zapatos se hunden con facilidad en el barro, dificultando ligeramente su camino, pero eso no la detiene. Sus movimientos son pausados pero elegantes a pesar de la situación y se aleja de la entrada esquivando crucifijos y lápidas sin nombre, hasta detenerse frente a una recién puesta con la piedra tallada hace bien poco, cosa que se nota en la angulosidad de los surcos del nombre, que en otras losas están redondeados por el paso del tiempo y las noches lluviosas como esa.
Desliza un par de dedos por su escote y saca de ahí el pétalo rojo de una amapola. Se agacha, dejando que la falda de su vestido se empape de agua oscura y tierra pegajosa, depositando el objeto frente a la lápida. Su mirada permanece inexpresiva, pero la comisura derecha de sus labios se arquea hacia arriba, mostrando una media sonrisa.
-Al fin yaces donde mereces.
Ella se sujeta la parte delantera del vestido con una mano enguantada y utiliza la otra como apoyo en el asidero de la puerta para girar sobre el asiento y dejar que su refinado calzado toque el terroso suelo mojado. No le importa ensuciarse ya, no debe asistir a ninguna fiesta ni encontrarse con nadie importante. Ahora es un tiempo sólo para ella y a quien va a visitar, no se quejará de su indumentaria. Ejerce la fuerza suficiente para levantarse y queda bajo la protección del parasol, mirando fugazmente a su conductor.
-Gracias, Leopold. -Toma el mango del paraguas y se lo arrebata de las manos con un seco movimiento, no por ser grosera, sino porque el simple hecho de pensar que pueden tocarse -a pesar de los guantes de tallo largo- le causa repulsión absoluta.- Esto es todo por ahora. Puedes retirarte al interior del carruaje y esperar ahí a mi regreso. -No es una mujer cruel, ya bastante se ha mojado el hombre durante el trayecto, ahora le permitirá que quede a buen recaudo y se seque hasta su vuelta.
Se aleja con paso tranquilo y cruza la puerta que permanece entreabierta. Los cortos tacones de sus zapatos se hunden con facilidad en el barro, dificultando ligeramente su camino, pero eso no la detiene. Sus movimientos son pausados pero elegantes a pesar de la situación y se aleja de la entrada esquivando crucifijos y lápidas sin nombre, hasta detenerse frente a una recién puesta con la piedra tallada hace bien poco, cosa que se nota en la angulosidad de los surcos del nombre, que en otras losas están redondeados por el paso del tiempo y las noches lluviosas como esa.
Desliza un par de dedos por su escote y saca de ahí el pétalo rojo de una amapola. Se agacha, dejando que la falda de su vestido se empape de agua oscura y tierra pegajosa, depositando el objeto frente a la lápida. Su mirada permanece inexpresiva, pero la comisura derecha de sus labios se arquea hacia arriba, mostrando una media sonrisa.
-Al fin yaces donde mereces.
Última edición por Lora Fontain el Lun Oct 06, 2014 1:25 pm, editado 1 vez
Lora Bellamy- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 89
Fecha de inscripción : 27/09/2014
Re: Tumbas vacías / Eloise
La lluvia otorgaba a aquella noche una tristeza que se aunaba a la que ya de por sí embargaba a Eloise desde que se había enterado de la muerte del pequeño Robert, uno de los niños a los que enseñaba a leer y que había caído presa de fiebres tifoideas. La maestra de escuela, cubierta con un vestido azul medianoche que con la humedad amenazaba con tornarse en negro, miraba con actitud ausente la fosa común en la que, según le habían dicho, habían enterrado el cuerpo del niño, sin lápida, sin nombre, sin ninguna señalización que pudiera indicar a la joven que rezaba frente a Robert y no frente a cualquier otro.
Aquella zona del cementerio, oscura y abandonada a juzgar por la hojarasca acumulada y la ferocidad con la que la vegetación se expandía por todas partes, estaba dedicada a acoger a aquellos que no podían pagar un pedazo de tierra que reservaba su última dignidad. Eloise, en un instintivo arranque de generosidad, había pensado en ofrecerse a pagar una tumba a aquel niño tan entusiasmado con los libros de aventuras que quería ser científico, pero ¿cómo pagar la de Robert y no la de otros desfavorecidos a los que conocía sin arruinarse por completo? Lo mejor sería no tratar de cambiar las cosas.
Tras un rato de pie sosteniendo su pequeño paraguas, Eloise decidió que sería mejor regresar a su hogar antes de caer enferma debido a la lluvia que enfriaba el aire, así que giró sobre sí misma exhalando un profundo suspiro, como si así recuperara las fuerzas para volver a la escuela al día siguiente y sonreír al resto de sus alumnos como si nada hubiera pasado. La vida era cruel con esos niños y con sus familias, pero Eloise estaba convencida de que nada podía hacerse para cambiar las clases sociales.
Tan ensimismada cruzaba el cementerio hundiendo sus botines en la tierra húmeda por la lluvia que no reparó en la blanca figura que se inclinaba sobre una lápida. Eloise paró en seco, llevándose una mano enguantada a la boca para ahogar una exclamación, pues por unos segundos estuvo convencida de que se hallaba frente a un ánima en pena que vagaba entre las tumbas lamentándose por quién sabía qué culpas. Al fijar la mirada, dejando a un lado cualquier ilusión provocada por la lluvia y las sombras de la noche, dijo con voz suave para no sobresaltar a aquella mujer: - Buenas noches, mademoiselle - Eloise trató de esbozar una sonrisa, aliviando su propia sorpresa y añadió -: La noche se cierra sobre las puntas de los cipreses y pronto habrá por aquí merodeadores de cadáveres -. Sus palabras estaban a medio camino entre la advertencia hacia aquella joven pero también hacia sí misma. No pudo evitar sentir cierta repulsión al pensar en las terribles historias de aquellos ladrones de tumbas que saqueaban cementerios quién sabía para qué...
Aquella zona del cementerio, oscura y abandonada a juzgar por la hojarasca acumulada y la ferocidad con la que la vegetación se expandía por todas partes, estaba dedicada a acoger a aquellos que no podían pagar un pedazo de tierra que reservaba su última dignidad. Eloise, en un instintivo arranque de generosidad, había pensado en ofrecerse a pagar una tumba a aquel niño tan entusiasmado con los libros de aventuras que quería ser científico, pero ¿cómo pagar la de Robert y no la de otros desfavorecidos a los que conocía sin arruinarse por completo? Lo mejor sería no tratar de cambiar las cosas.
Tras un rato de pie sosteniendo su pequeño paraguas, Eloise decidió que sería mejor regresar a su hogar antes de caer enferma debido a la lluvia que enfriaba el aire, así que giró sobre sí misma exhalando un profundo suspiro, como si así recuperara las fuerzas para volver a la escuela al día siguiente y sonreír al resto de sus alumnos como si nada hubiera pasado. La vida era cruel con esos niños y con sus familias, pero Eloise estaba convencida de que nada podía hacerse para cambiar las clases sociales.
Tan ensimismada cruzaba el cementerio hundiendo sus botines en la tierra húmeda por la lluvia que no reparó en la blanca figura que se inclinaba sobre una lápida. Eloise paró en seco, llevándose una mano enguantada a la boca para ahogar una exclamación, pues por unos segundos estuvo convencida de que se hallaba frente a un ánima en pena que vagaba entre las tumbas lamentándose por quién sabía qué culpas. Al fijar la mirada, dejando a un lado cualquier ilusión provocada por la lluvia y las sombras de la noche, dijo con voz suave para no sobresaltar a aquella mujer: - Buenas noches, mademoiselle - Eloise trató de esbozar una sonrisa, aliviando su propia sorpresa y añadió -: La noche se cierra sobre las puntas de los cipreses y pronto habrá por aquí merodeadores de cadáveres -. Sus palabras estaban a medio camino entre la advertencia hacia aquella joven pero también hacia sí misma. No pudo evitar sentir cierta repulsión al pensar en las terribles historias de aquellos ladrones de tumbas que saqueaban cementerios quién sabía para qué...
Eloise Duchêne- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 30/09/2014
Re: Tumbas vacías / Eloise
El sonido de una voz le llama la atención y alza el rostro a observar a quien yace erguida un par de tumbas a su derecha. Una mujer de vestido oscuro y cara ensombrecida por la pérdida se dirige a ella en tono cordial y le proporciona un consejo y aviso. Lora no teme a esos merodeadores de cadáveres, a fin de cuentas no son más que personas buscando joyas o zapatos que robar. Lo mismo puede verse en la ciudad a plena luz del día, la única diferencia es que aquí, hoy, les resultará más difícil correr y esconderse con el barrizal que se ha formado. Toma su falda con ambas manos, dejando el bastón del paraguas apoyado sobre su hombro derecho y se incorpora, virando uno de los pies para encarar a la dama con una sonrisa amable sin pizca de tristeza.
-Buenas noches, mademoiselle.
Da varios pasos en su dirección, hasta quedar separadas por a penas un metro de distancia y se suelta el vestido para tomar el mango del parasol y cambiar su inclinación hacia el centro. Analiza disimuladamente a la persona que tiene delante, sin querer ser descarada, todo lo contrario. Su vestimenta está claramente calada por la lluvia a pesar de llevar un paraguas, pues es tan pequeño que a penas le cubre la cabeza. Una pequeña mueca asoma centesimalmente en sus labios, pero a penas es distinguible.
-¿Cuánto tiempo lleváis aquí? Cogeréis un resfrío con esas ropas mojadas.
Su enfermera interior no puede contener el tono maternal de sus palabras, sin importar la edad que tengan ni la mujer que tiene en frente ni ella. La preocupación es algo que la caracteriza, y aunque sus dotes en el campo de la medicina han sido siempre como ayudante de cirujano, tiene conocimientos plenos de medicina general. Se lleva la otra mano al cuello y desanuda un pañuelo que lleva atado alrededor para cubrir las zonas más sensibles a la temperatura. Una vez soltado, se lo ofrece.
-Por favor, tomad esto y cubríos bien, temo por vuestra salud.
-Buenas noches, mademoiselle.
Da varios pasos en su dirección, hasta quedar separadas por a penas un metro de distancia y se suelta el vestido para tomar el mango del parasol y cambiar su inclinación hacia el centro. Analiza disimuladamente a la persona que tiene delante, sin querer ser descarada, todo lo contrario. Su vestimenta está claramente calada por la lluvia a pesar de llevar un paraguas, pues es tan pequeño que a penas le cubre la cabeza. Una pequeña mueca asoma centesimalmente en sus labios, pero a penas es distinguible.
-¿Cuánto tiempo lleváis aquí? Cogeréis un resfrío con esas ropas mojadas.
Su enfermera interior no puede contener el tono maternal de sus palabras, sin importar la edad que tengan ni la mujer que tiene en frente ni ella. La preocupación es algo que la caracteriza, y aunque sus dotes en el campo de la medicina han sido siempre como ayudante de cirujano, tiene conocimientos plenos de medicina general. Se lleva la otra mano al cuello y desanuda un pañuelo que lleva atado alrededor para cubrir las zonas más sensibles a la temperatura. Una vez soltado, se lo ofrece.
-Por favor, tomad esto y cubríos bien, temo por vuestra salud.
Lora Bellamy- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/09/2014
Re: Tumbas vacías / Eloise
La serenidad de aquella dama llamó la atención de Eloise, pues aunque la templanza y la contención era lo que exigía la nueva moral victoriana procedente de Inglaterra, la maestra había esperado ver cierta tristeza en una mujer que acudía en una noche lluvia a visitar una lápida solitaria y reciente, a juzgar por su aspecto. Sin embargo, no era tarea de Eloise analizar el comportamiento de aquella mujer así que simplemente correspondió a su sonrisa; en realidad la situación así era más cómoda que si la dama se hubiera echado a llorar frente a ella.
Los bajos de su falda prácticamente se aunaban con el terreno embarrado del que parecían brotar las tumbas que las rodeaban y a pesar del ambiente tenebroso del cementerio y de la oscura noche lluviosa que parecía engullirlas, el aspecto de aquella dama parecía otorgar cierta discreta luz al lugar. - Creo que llevo más tiempo del que sería prudente dadas las condiciones de esta noche tan sombría, mademoiselle - respondió Eloise con cordial pero también con sinceridad, pues debería haber abandonado aquel lugar cuando las primeras gotas de lluvia alcanzaron su rostro.
Eloise no pudo evitar una expresión de agrado y sorpresa en su rostro cuando la mujer se deshizo del pañuelo que ocultaba el albor de su cuello para ofrecérselo bajo el argumento de evitarle un resfrío. Aquel gesto desinteresado no pudo menos que resultar de lo más agradable para Eloise, quien lo tomó con una sonrisa para cubrir el hueco de su garganta con él. - Se lo agradezco mucho, la verdad es que no fui nada precavida al salir de casa esta tarde, con suerte recordé tomar mi paraguas - comentó avanzando un poco hacia la dama - ¿Puedo saber su nombre? El mío es Eloise Duchêne - añadió con cordialidad - ¿Me acompaña usted hasta la salida del cementerio o prefiere permanecer aquí? Me gustaría invitarla a una taza de té caliente en algún café que aún permanezca abierto a estas horas y sea lo suficientemente seguro para dos mujeres de bien - propuso animosa; no eran muchas las ocasiones que Eloise tenía para hacer vida social fuera de la escuela, los niños y los padres de éstos y a menudo echaba de menos las reuniones de mujeres que había organizado en su casa de Bellefont.
La lluvia no intensificaba su caer pero había adquirido un ritmo suave, monótono y constante que provocaba un discreto susurro alrededor de las dos mujeres, difuminando cualquier otro sonido procedente del rumor de las copas de los cipreses o incluso los crujidos de los más antiguos mausoleos del lugar. Era por eso mismo que Eloise temía que los ladrones de cadáveres ya estuvieran merodeando por allí y que ninguna de las dos se hubiera percatado de ello. - Creo recordar que en una calle paralela al muro sur del cementerio hay un pequeño local que cierra hasta tarde aunque si le soy sincera, no suelo frecuentar esta zona… por suerte - agregó con una sonrisa.
Los bajos de su falda prácticamente se aunaban con el terreno embarrado del que parecían brotar las tumbas que las rodeaban y a pesar del ambiente tenebroso del cementerio y de la oscura noche lluviosa que parecía engullirlas, el aspecto de aquella dama parecía otorgar cierta discreta luz al lugar. - Creo que llevo más tiempo del que sería prudente dadas las condiciones de esta noche tan sombría, mademoiselle - respondió Eloise con cordial pero también con sinceridad, pues debería haber abandonado aquel lugar cuando las primeras gotas de lluvia alcanzaron su rostro.
Eloise no pudo evitar una expresión de agrado y sorpresa en su rostro cuando la mujer se deshizo del pañuelo que ocultaba el albor de su cuello para ofrecérselo bajo el argumento de evitarle un resfrío. Aquel gesto desinteresado no pudo menos que resultar de lo más agradable para Eloise, quien lo tomó con una sonrisa para cubrir el hueco de su garganta con él. - Se lo agradezco mucho, la verdad es que no fui nada precavida al salir de casa esta tarde, con suerte recordé tomar mi paraguas - comentó avanzando un poco hacia la dama - ¿Puedo saber su nombre? El mío es Eloise Duchêne - añadió con cordialidad - ¿Me acompaña usted hasta la salida del cementerio o prefiere permanecer aquí? Me gustaría invitarla a una taza de té caliente en algún café que aún permanezca abierto a estas horas y sea lo suficientemente seguro para dos mujeres de bien - propuso animosa; no eran muchas las ocasiones que Eloise tenía para hacer vida social fuera de la escuela, los niños y los padres de éstos y a menudo echaba de menos las reuniones de mujeres que había organizado en su casa de Bellefont.
La lluvia no intensificaba su caer pero había adquirido un ritmo suave, monótono y constante que provocaba un discreto susurro alrededor de las dos mujeres, difuminando cualquier otro sonido procedente del rumor de las copas de los cipreses o incluso los crujidos de los más antiguos mausoleos del lugar. Era por eso mismo que Eloise temía que los ladrones de cadáveres ya estuvieran merodeando por allí y que ninguna de las dos se hubiera percatado de ello. - Creo recordar que en una calle paralela al muro sur del cementerio hay un pequeño local que cierra hasta tarde aunque si le soy sincera, no suelo frecuentar esta zona… por suerte - agregó con una sonrisa.
Eloise Duchêne- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 30/09/2014
Re: Tumbas vacías / Eloise
-No acudimos en una noche propicia, ¿verdad?
Curva los labios hacia arriba y a pesar del tono algo distante en su voz cordial, la sonrisa le llega a los ojos. Los buenos modales a veces tienen esos matices que parecen alejar a las personas entre sí, pero es algo a lo que Lora ya está acostumbrada. Por lo menos, su encuentro ha sido con una dama y no con un hombre, o se vería obligada a rechazar muy cordialmente su invitación, por inocente que pudiera parecer.
-Por supuesto. Aquí ya no me queda nada más por hacer.
Da un paso hacia atrás para empezar a girar, invitando a la otra joven a acompañarla en el camino. No tiene intención de permitir que la mujer pague por lo que tomen, pero eso se lo dirá más adelante, no ahora. Empiezan a caminar juntas hacia el exterior del cementerio, donde ella se detiene frente al carruaje y alza la voz, sin previo aviso para su compañía.
-Leopold, esta joven dama y yo, vamos a ir a tomar algo cerca de aquí. Haz el favor de esperar en la calle paralela e iré a buscarte cuando terminemos.
Vuelve a sonreír, esta vez de manera más fría y observa a la mujer que se encuentra junto a ella. No se conocen más que de un breve encuentro y ella no parece desconfiar. ¿La habrá reconocido tal vez? Su rostro ha aparecido en diversas ocasiones en panfletos de sociedad e incluso en los periódicos cuando su padre se encerró en la mansión para nunca más ver la luz del sol. Tiene curiosidad por su reacción, si no la conoce de vista, tal vez le suene su apellido.
-Por cierto, ¿cómo os llamáis, mademoiselle? Yo soy la señorita Fontain.
Curva los labios hacia arriba y a pesar del tono algo distante en su voz cordial, la sonrisa le llega a los ojos. Los buenos modales a veces tienen esos matices que parecen alejar a las personas entre sí, pero es algo a lo que Lora ya está acostumbrada. Por lo menos, su encuentro ha sido con una dama y no con un hombre, o se vería obligada a rechazar muy cordialmente su invitación, por inocente que pudiera parecer.
-Por supuesto. Aquí ya no me queda nada más por hacer.
Da un paso hacia atrás para empezar a girar, invitando a la otra joven a acompañarla en el camino. No tiene intención de permitir que la mujer pague por lo que tomen, pero eso se lo dirá más adelante, no ahora. Empiezan a caminar juntas hacia el exterior del cementerio, donde ella se detiene frente al carruaje y alza la voz, sin previo aviso para su compañía.
-Leopold, esta joven dama y yo, vamos a ir a tomar algo cerca de aquí. Haz el favor de esperar en la calle paralela e iré a buscarte cuando terminemos.
Vuelve a sonreír, esta vez de manera más fría y observa a la mujer que se encuentra junto a ella. No se conocen más que de un breve encuentro y ella no parece desconfiar. ¿La habrá reconocido tal vez? Su rostro ha aparecido en diversas ocasiones en panfletos de sociedad e incluso en los periódicos cuando su padre se encerró en la mansión para nunca más ver la luz del sol. Tiene curiosidad por su reacción, si no la conoce de vista, tal vez le suene su apellido.
-Por cierto, ¿cómo os llamáis, mademoiselle? Yo soy la señorita Fontain.
Lora Bellamy- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/09/2014
Re: Tumbas vacías / Eloise
No tardaron demasiado en atravesar el silencioso cementerio que parecía tornarse más amenazador conforme sus formas se aliaban con las sombras para crear aterradoras figuras ante los ojos de Eloise. La lluvia persistía, quizá de forma más tenue pero igualmente insistente, y por eso la maestra de escuela agradeció el sentir bajo sus botines la dureza del empedrado sustituyendo la viscosidad del terreno embarrado. Un carruaje esperaba en silencio mientras su conductor parecía ausente; Eloise se sobresaltó cuando su acompañante elevó la voz para dirigirse a él, haciendo que el caballo emitiera un suave relincho.
La joven maestra sonrió con cordialidad y educación al hombre que asentía y parecía aliviado de poder reposar un rato más. Una vez dada la orden, ambas mujeres se dirigieron hacia el café que Eloise había dicho conocer. En efecto, unos metros más hacia adelante, un avejentado cartel de madera en el que humeaba una descolorida taza de té anunciaba su presencia.
Fue el instante en que aquella misteriosa dama pronunció su nombre cuando ambas pasaron bajo uno de los candiles que aún permanecían encendidos en ese callejón. Eloise aprovechó el momento para volver el rostro y contemplar los finos rasgos de su improvisada compañera en aquella noche de lluvia, frunciendo el ceño al creer reconocer esa mujer que resplandecía con decadente dignidad.
- Fontain - repitió con cierto asombro, esbozando una suave sonrisa de sorpresa al creer saber a quién tenía delante - Su apellido… Espero no estar siendo indiscreta, mylady, pero su apellido coincide con el de una importante familia cuyo progenitor se encuentra actualmente en un delicado estado de salud - apuntó Eloise con toda la diplomacia que pudo aunar - Mi nombre es Eloise Duchêne, como le dije… -.
Entraron en el café, oscuro, no demasiado ostentoso pero lo suficientemente limpio como para que ninguna de ellas se escandalizara y accediera a ocupar una de sus sillas, y fue un hombre quien se acercó a tomar nota del pedido de las dos mujeres. - Una taza de té de azahar para mí, por favor -. Eloise se quitó los guantes de rejilla que cubrían sus manos y frotó ambas para que entraran en calor y también para que perdieran parte de la humedad que había traspasado la tela. Cuando volvieron a quedarse solas, Eloise se atrevió a preguntar casi en un susurro: - ¿Es usted la señorita Lora Fontain?
La joven maestra sonrió con cordialidad y educación al hombre que asentía y parecía aliviado de poder reposar un rato más. Una vez dada la orden, ambas mujeres se dirigieron hacia el café que Eloise había dicho conocer. En efecto, unos metros más hacia adelante, un avejentado cartel de madera en el que humeaba una descolorida taza de té anunciaba su presencia.
Fue el instante en que aquella misteriosa dama pronunció su nombre cuando ambas pasaron bajo uno de los candiles que aún permanecían encendidos en ese callejón. Eloise aprovechó el momento para volver el rostro y contemplar los finos rasgos de su improvisada compañera en aquella noche de lluvia, frunciendo el ceño al creer reconocer esa mujer que resplandecía con decadente dignidad.
- Fontain - repitió con cierto asombro, esbozando una suave sonrisa de sorpresa al creer saber a quién tenía delante - Su apellido… Espero no estar siendo indiscreta, mylady, pero su apellido coincide con el de una importante familia cuyo progenitor se encuentra actualmente en un delicado estado de salud - apuntó Eloise con toda la diplomacia que pudo aunar - Mi nombre es Eloise Duchêne, como le dije… -.
Entraron en el café, oscuro, no demasiado ostentoso pero lo suficientemente limpio como para que ninguna de ellas se escandalizara y accediera a ocupar una de sus sillas, y fue un hombre quien se acercó a tomar nota del pedido de las dos mujeres. - Una taza de té de azahar para mí, por favor -. Eloise se quitó los guantes de rejilla que cubrían sus manos y frotó ambas para que entraran en calor y también para que perdieran parte de la humedad que había traspasado la tela. Cuando volvieron a quedarse solas, Eloise se atrevió a preguntar casi en un susurro: - ¿Es usted la señorita Lora Fontain?
Eloise Duchêne- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 30/09/2014
Re: Tumbas vacías / Eloise
Las calles parecen más estrechas cuando la luz de la luna se oculta tras las nubes, dejando únicamente los faroles como guías para su camino. El vestido de Lora va dejando un rastro de barro en el suelo ahora que no lo sujeta con sus manos y la tierra se disuelve en la humedad que se acumula entre los adoquines.
En cuanto escucha el susurrar de su apellido en ese tono meditativo, comprende que la ha reconocido y un tinte de orgullo brilla en sus ojos, más no se muestra en su actitud ni se traslada al timbre de su voz que se mantiene suave y elegante como su porte, a pesar del estado lamentable de sus ropajes y calzado. Asiente con un ligero gesto de cabeza al comentario sobre el lamentable estado de salud de su padre, cosa a la que ya está más que acostumbrada. Lleva tanto tiempo contestando preguntas sobre el tema, que le resulta costumbre.
Pasan al interior del café y observa el lugar con minucioso disimulo. Aunque algo la espante o le agrade, intenta que no se muestre en su porte de dama de clase alta, que lleva como una cruz en la espalda. Se aproximan a la mesa y toma asiento, aunque nadie le retire la silla. Cuando se acerca el hombre a tomarles nota, ella encoge las piernas hacia atrás, bajo el hueco de las patas de su silla, aunque nadie lo ve bajo la gran copa de su vestido. Pero hace lo mismo con las manos, que ha dejado reposando sobre la mesa al aposentarse y que ahora desliza hacia atrás, hasta esconderlas bajo la tabla.
-Yo tomaré lo mismo, gracias.
Sonríe, de nuevo sin que le llegue a los ojos, simplemente por cordialidad. Espera a que se retire el camarero y lleva la mirada a los ojos de su acompañante. Vuelve a subir las manos, pero no se desprende de los guantes de tallo largo que cubren hasta más allá de sus codos. Sus pupilas destellan con el reflejo de las velas que hay iluminando el establecimiento y las comisuras de sus labios se curvan un poco más alto.
-Veo que me conoce, mademoiselle Duchêne. Supongo que con el escándalo acaecido hace años, es normal.
Y los que desconoce el mundo, piensa para sí misma, pero no lo dice, ni lo insinúa. Se retira un mechón de pelo que se ha soltado de las horquillas y lo coloca tras su oreja, antes de proseguir.
-Usted debe saber de mí, más de lo que yo sé de usted. Así que si le parece bien, ¿por qué no me habla un poco de su persona?
En cuanto escucha el susurrar de su apellido en ese tono meditativo, comprende que la ha reconocido y un tinte de orgullo brilla en sus ojos, más no se muestra en su actitud ni se traslada al timbre de su voz que se mantiene suave y elegante como su porte, a pesar del estado lamentable de sus ropajes y calzado. Asiente con un ligero gesto de cabeza al comentario sobre el lamentable estado de salud de su padre, cosa a la que ya está más que acostumbrada. Lleva tanto tiempo contestando preguntas sobre el tema, que le resulta costumbre.
Pasan al interior del café y observa el lugar con minucioso disimulo. Aunque algo la espante o le agrade, intenta que no se muestre en su porte de dama de clase alta, que lleva como una cruz en la espalda. Se aproximan a la mesa y toma asiento, aunque nadie le retire la silla. Cuando se acerca el hombre a tomarles nota, ella encoge las piernas hacia atrás, bajo el hueco de las patas de su silla, aunque nadie lo ve bajo la gran copa de su vestido. Pero hace lo mismo con las manos, que ha dejado reposando sobre la mesa al aposentarse y que ahora desliza hacia atrás, hasta esconderlas bajo la tabla.
-Yo tomaré lo mismo, gracias.
Sonríe, de nuevo sin que le llegue a los ojos, simplemente por cordialidad. Espera a que se retire el camarero y lleva la mirada a los ojos de su acompañante. Vuelve a subir las manos, pero no se desprende de los guantes de tallo largo que cubren hasta más allá de sus codos. Sus pupilas destellan con el reflejo de las velas que hay iluminando el establecimiento y las comisuras de sus labios se curvan un poco más alto.
-Veo que me conoce, mademoiselle Duchêne. Supongo que con el escándalo acaecido hace años, es normal.
Y los que desconoce el mundo, piensa para sí misma, pero no lo dice, ni lo insinúa. Se retira un mechón de pelo que se ha soltado de las horquillas y lo coloca tras su oreja, antes de proseguir.
-Usted debe saber de mí, más de lo que yo sé de usted. Así que si le parece bien, ¿por qué no me habla un poco de su persona?
Lora Bellamy- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/09/2014
Re: Tumbas vacías / Eloise
Eloise bajó la mirada unos segundos al escuchar a Lora Fontain mencionar los escándalos que habían rodeado el nombre de su familia en los últimos tiempos. El hecho de que la maestra de escuela conociera parte de aquellas historias siendo que llevaba poco tiempo en París y que su vida social era algo reducida decía mucho en cuanto a la magnitud de aquellos hechos. - Lamento la desgracia que ha sacudido a su familia, señorita Fontain - respondió al fin, contemplando a la dama que tenía frente a sí que mantenía con asombrosa dignidad la decadencia que parecía perseguirla en forma del barro que ensuciaba el bajo de su vestido, una pieza que parecía bastante cara. - Estoy segura de que pronto todo quedará como un amargo recuerdo ante tiempos más felices - añadió casi en un susurro; la ausencia de más clientes en aquel café hacía que Eloise temiera que el camarero o alguien más estuvieran escuchando su conversación.
Eloise sonrió cuando Lora se mostró interesada en ella, ¿sería interés genuino o simplemente el morbo que muchos aristócratas sentían al saber cómo era la vida de aquellos con menos bienes? La maestra no creía que la mujer que tenía enfrente se contara entre aquellos frívolos que recorrían el centro de París en lujosos carruajes así que no se sintió ofendida ni estudiada. - Lo que es justo, es justo - respondió, aceptando su propuesta. Justo en aquel instante apareció de nuevo el hombre que había tomado su pedido, poniendo ante ellas dos pequeñas tazas metálicas y una enorme tetera humeante y perfumada de azahar. De repente aquel café pequeño y oscuro pareció florecer. Al quedarse solas de nuevo, Eloise suspiró mientras usaba un blanco pañuelo de algodón para no quemarse al sostener la tetera y servir el té en ambas tazas.
-Soy maestra de escuela - dijo al fin, sonriendo al recordar las pícaras y sucias caras de sus alumnos - Enseño a leer y a escribir a los hijos de los operarios de algunas de las fábricas que hay a las afueras de París - siguió explicando mientras dejaba caer unas gotas de leche en su té - También a algunos adultos - agregó con una risa entrañable pensando en tres o cuatro hombres de casi cincuenta años que escuchaban y copiaban con el mismo interés que lo hacían los niños - Gano algunas monedas escribiendo y leyendo cartas para los habitantes de esa barriada - finalizó con gesto algo más serio; le hubiera gustado poder hacer esa labor de forma gratuita pero no podía sobrevivir tan sólo con la parte de las rentas de su marido que le correspondían.
Eloise sonrió cuando Lora se mostró interesada en ella, ¿sería interés genuino o simplemente el morbo que muchos aristócratas sentían al saber cómo era la vida de aquellos con menos bienes? La maestra no creía que la mujer que tenía enfrente se contara entre aquellos frívolos que recorrían el centro de París en lujosos carruajes así que no se sintió ofendida ni estudiada. - Lo que es justo, es justo - respondió, aceptando su propuesta. Justo en aquel instante apareció de nuevo el hombre que había tomado su pedido, poniendo ante ellas dos pequeñas tazas metálicas y una enorme tetera humeante y perfumada de azahar. De repente aquel café pequeño y oscuro pareció florecer. Al quedarse solas de nuevo, Eloise suspiró mientras usaba un blanco pañuelo de algodón para no quemarse al sostener la tetera y servir el té en ambas tazas.
-Soy maestra de escuela - dijo al fin, sonriendo al recordar las pícaras y sucias caras de sus alumnos - Enseño a leer y a escribir a los hijos de los operarios de algunas de las fábricas que hay a las afueras de París - siguió explicando mientras dejaba caer unas gotas de leche en su té - También a algunos adultos - agregó con una risa entrañable pensando en tres o cuatro hombres de casi cincuenta años que escuchaban y copiaban con el mismo interés que lo hacían los niños - Gano algunas monedas escribiendo y leyendo cartas para los habitantes de esa barriada - finalizó con gesto algo más serio; le hubiera gustado poder hacer esa labor de forma gratuita pero no podía sobrevivir tan sólo con la parte de las rentas de su marido que le correspondían.
Eloise Duchêne- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 30/09/2014
Re: Tumbas vacías / Eloise
-No tiene que disculparse, mademoiselle, son cosas que suceden en la vida.
Le resta importancia a algo que después de tanto tiempo ya no la merece. Cosas malas y extrañas suceden cada día, y no por ello se les debe prestar excesiva atención. Más aún si ya quedaron en el pasado. Sonríe con interés al ver que la joven se ofrece a hablar de ella y eso evita tener que detallar cosas sobre su propia vida que no quiere que se sepan. No le agrada mentir, aunque cuando la gente pregunta demasiado sobre cosas que no le incumben, se ve forzada a usar el arte de ocultar la verdad.
Ve aproximarse de nuevo al camarero y como acto reflejo, vuelve a retirar los brazos de la mesa y los oculta sobre el regazo. Deja que el delicado aroma a flores le inunde las fosas nasales, relajando suavemente su mente y postura, al sentirse transportada momentáneamente a otro lugar. Un hermoso jardín a las afueras de la ciudad, un enorme caserío, una familia feliz, un sol radiante y un columpio colgado de una gruesa rama de roble. Espira con lentitud y regresa de nuevo al presente con su recién conocida acompañante, dispuesta a escuchar su historia.
-Eso es muy interesante.
Comenta con sinceridad, sin pizca alguna de ocultar sarcasmo. Siempre le ha parecido un noble trabajo el de enseñar a la gente a evolucionar. No es necesario ser un doctor como su padre para ser una buena persona, lo que hace falta es que te eduquen con devoción y te muestren la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal. Ella conoce bien esa diferencia, otra cosa es que la ponga en práctica. Sonríe débilmente al pensar en su lado oscuro, pero enseguida recompone su gesto educado y tranquilo, notando la tristeza en las palabras ajenas.
-¿Qué es lo que os apena de vuestro trabajo, mademoiselle Duchêne? La vuestra es una labor muy estimada por los alumnos, estoy segura de ello.
Toma la taza de té sin necesidad de usar pañuelo, gracias a sus guantes, y acerca el borde de ésta a sus labios para dar un flojo soplido que ayude a enfriar el contenido, antes de beber con cuidado y sin sorber. Su dedo meñique se mantiene erguido y distante del recipiente, como fue instruida en su niñez para el ritual de tomar esta clase infusión caliente.
Le resta importancia a algo que después de tanto tiempo ya no la merece. Cosas malas y extrañas suceden cada día, y no por ello se les debe prestar excesiva atención. Más aún si ya quedaron en el pasado. Sonríe con interés al ver que la joven se ofrece a hablar de ella y eso evita tener que detallar cosas sobre su propia vida que no quiere que se sepan. No le agrada mentir, aunque cuando la gente pregunta demasiado sobre cosas que no le incumben, se ve forzada a usar el arte de ocultar la verdad.
Ve aproximarse de nuevo al camarero y como acto reflejo, vuelve a retirar los brazos de la mesa y los oculta sobre el regazo. Deja que el delicado aroma a flores le inunde las fosas nasales, relajando suavemente su mente y postura, al sentirse transportada momentáneamente a otro lugar. Un hermoso jardín a las afueras de la ciudad, un enorme caserío, una familia feliz, un sol radiante y un columpio colgado de una gruesa rama de roble. Espira con lentitud y regresa de nuevo al presente con su recién conocida acompañante, dispuesta a escuchar su historia.
-Eso es muy interesante.
Comenta con sinceridad, sin pizca alguna de ocultar sarcasmo. Siempre le ha parecido un noble trabajo el de enseñar a la gente a evolucionar. No es necesario ser un doctor como su padre para ser una buena persona, lo que hace falta es que te eduquen con devoción y te muestren la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal. Ella conoce bien esa diferencia, otra cosa es que la ponga en práctica. Sonríe débilmente al pensar en su lado oscuro, pero enseguida recompone su gesto educado y tranquilo, notando la tristeza en las palabras ajenas.
-¿Qué es lo que os apena de vuestro trabajo, mademoiselle Duchêne? La vuestra es una labor muy estimada por los alumnos, estoy segura de ello.
Toma la taza de té sin necesidad de usar pañuelo, gracias a sus guantes, y acerca el borde de ésta a sus labios para dar un flojo soplido que ayude a enfriar el contenido, antes de beber con cuidado y sin sorber. Su dedo meñique se mantiene erguido y distante del recipiente, como fue instruida en su niñez para el ritual de tomar esta clase infusión caliente.
Lora Bellamy- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/09/2014
Re: Tumbas vacías / Eloise
Los movimientos ligeros y fluidos de Lora Fontain mientras degustaba su té dejaban claro su origen aristócrata y Eloise no pudo menos que admirar la delicadeza que aquella mujer exhibía de manera tan natural como sencilla, sin los ridículos alardes de algunas burguesas que las hacían parecer pavos reales. A pesar de que la joven maestra había tratado de aprender modales, sabía que jamás se vería de la manera en que lucía Lora a pesar del barro de su vestido y su mirada decadente y en ocasiones, ausente. Eloise sonrió bajando la mirada a su taza de té, observando por unos segundos aquel líquido caliente y color tostado, y después regresó sus ojos a Lora para responder su pregunta. - Me apena pensar en las aspiraciones de esos niños y en lo que quizá se pierde el mundo… ¿Quién sabe qué sería de alguno de ellos de haber nacido en una cuna más confortable? Médicos, cirujanos, filósofos… Una no lo piensa al ver esos rostros sucios y hambrientos pero le puedo asegurar que hay niños con mentes realmente brillantes - afirmó antes de volver a beber de su té.
Quizá estaba escandalizando a Lora con aquellas reflexiones aunque la mujer no lo manifestase; Eloise sabía que entre los miembros de la aristocracia y la nobleza no eran bienvenidas las ideas de la revolución social que corrían como la pólvora en algunos sectores de París, así que para paliar aquel posible efecto, comentó: - En cualquier caso no me corresponde a mí tratar de cambiar el orden de las cosas - posó la taza de té sobre su platito produciendo un tintineo; parecía mentira que un camarero como el que las había servido pudiera haber portado aquel delicado juego de té sin romperlo entre sus dedos - Estoy segura de que esos niños pueden emplear su inteligencia en labrarse un buen futuro dentro del mundo en el que les ha tocado vivir - añadió dejando clara la separación entre estamentos cuyo origen se remontaba al Medioevo.
El camarero las observaba desde la barra mientras se afanaba en limpiar vasos y tazas y Eloise agradeció que a la vuelta de la esquina estuviera el carruaje de la señorita Fontaine, pues la mirada descarada de aquel hombre que sin embargo les había atendido con educación comenzaba a incomodarla. Para desviar su atención de aquel hombre, volvió a mirar a Lora. - Tengo entendido que usted es una virtuosa de la flauta travesera, ¿no es así? Lamentablemente no puedo decir que haya tenido el gusto de poder asistir a uno de sus conciertos aunque reconozco que tengo curiosidad por saber cómo se acopla el sonido de la flauta al resto de instrumentos - confesó con sinceridad, pues aunque no era una experta en música, sí había escuchado a algunos entendidos mencionar la flauta travesera como una novedad relativamente reciente.
Quizá estaba escandalizando a Lora con aquellas reflexiones aunque la mujer no lo manifestase; Eloise sabía que entre los miembros de la aristocracia y la nobleza no eran bienvenidas las ideas de la revolución social que corrían como la pólvora en algunos sectores de París, así que para paliar aquel posible efecto, comentó: - En cualquier caso no me corresponde a mí tratar de cambiar el orden de las cosas - posó la taza de té sobre su platito produciendo un tintineo; parecía mentira que un camarero como el que las había servido pudiera haber portado aquel delicado juego de té sin romperlo entre sus dedos - Estoy segura de que esos niños pueden emplear su inteligencia en labrarse un buen futuro dentro del mundo en el que les ha tocado vivir - añadió dejando clara la separación entre estamentos cuyo origen se remontaba al Medioevo.
El camarero las observaba desde la barra mientras se afanaba en limpiar vasos y tazas y Eloise agradeció que a la vuelta de la esquina estuviera el carruaje de la señorita Fontaine, pues la mirada descarada de aquel hombre que sin embargo les había atendido con educación comenzaba a incomodarla. Para desviar su atención de aquel hombre, volvió a mirar a Lora. - Tengo entendido que usted es una virtuosa de la flauta travesera, ¿no es así? Lamentablemente no puedo decir que haya tenido el gusto de poder asistir a uno de sus conciertos aunque reconozco que tengo curiosidad por saber cómo se acopla el sonido de la flauta al resto de instrumentos - confesó con sinceridad, pues aunque no era una experta en música, sí había escuchado a algunos entendidos mencionar la flauta travesera como una novedad relativamente reciente.
Eloise Duchêne- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 30/09/2014
Re: Tumbas vacías / Eloise
Escucha con interés la respuesta de Eloise a su pregunta, no sorprendiéndose ante el rápido intento de arreglar lo comentado. Es consciente que entre su círculo de conocidos, que no de amigos ni allegados, mucha gente se hubiese alarmado o incluso ofendido por las palabras de la maestra, más no Lora. Ella no comparte la opinión de esa gente, pero simplemente nunca lo dice abiertamente, porque sabe que a nadie suele importarle lo que opinen los demás, cayendo en saco roto.
-No se tiene que disculpar, mademoiselle Duchêne. No hay nada de lo que avergonzarse en el contenido de sus ideas. Yo comparto ese modo de pensar, pues el dinero y los títulos suelen heredarse sin mérito alguno, mientras que uno se enorgullece de verdad cuando logra algo con esfuerzo.
Sonríe, ésta vez si llegándole a los ojos y vuelve a beber un poco de su té, antes de dejarlo reposar sobre el pequeño plato. No le importa lo más mínimo que la oiga el camarero o quien sea, a pesar de ser una dama, no es débil ni se siente amedrentada por los varones de la sociedad. Si tan sólo ellos supieran, de lo que ella es capaz en realidad... ni si quiera osarían mirarla sin temblar. Pero ese es uno de los muchos secretos que oculta la joven Fontain, uno de los terribles que se entremezcla con los buenos.
A pesar de suscitar su lengua el poder hablar abiertamente sobre ese tema, en el fondo agradece el cambio. Debe intentar contenerse y no desvelar demasiado de su persona, no hasta terminar con su labor, al menos.
-Yo no diría tanto como virtuosa, pero es cierto que la flauta travesera y yo nos llevamos bastante bien.- Comenta, como si el instrumento fuera una persona con la que poder hablar e interactuar de manera bilateral. -El sonido es dulce a la vez que vigoroso, tiene la misma fuerza que las raíces de un árbol al crecer y entremezclarse con la tierra. Es bella la armonía que se forma entre ella y los demás componentes de la orquestra. Es algo único que hace cambiar tu mundo.
Está acostumbrada a repetir un discurso parecido constantemente, pero nunca pierde la pasión que interrumpe el hilo de su voz habitual al mencionar la música. Aunque quiera negarlo, es algo que la llena por dentro y le hace sentir cosas que nada más consigue, dándole un sentido diferente a esos momentos de su vida.
-No se tiene que disculpar, mademoiselle Duchêne. No hay nada de lo que avergonzarse en el contenido de sus ideas. Yo comparto ese modo de pensar, pues el dinero y los títulos suelen heredarse sin mérito alguno, mientras que uno se enorgullece de verdad cuando logra algo con esfuerzo.
Sonríe, ésta vez si llegándole a los ojos y vuelve a beber un poco de su té, antes de dejarlo reposar sobre el pequeño plato. No le importa lo más mínimo que la oiga el camarero o quien sea, a pesar de ser una dama, no es débil ni se siente amedrentada por los varones de la sociedad. Si tan sólo ellos supieran, de lo que ella es capaz en realidad... ni si quiera osarían mirarla sin temblar. Pero ese es uno de los muchos secretos que oculta la joven Fontain, uno de los terribles que se entremezcla con los buenos.
A pesar de suscitar su lengua el poder hablar abiertamente sobre ese tema, en el fondo agradece el cambio. Debe intentar contenerse y no desvelar demasiado de su persona, no hasta terminar con su labor, al menos.
-Yo no diría tanto como virtuosa, pero es cierto que la flauta travesera y yo nos llevamos bastante bien.- Comenta, como si el instrumento fuera una persona con la que poder hablar e interactuar de manera bilateral. -El sonido es dulce a la vez que vigoroso, tiene la misma fuerza que las raíces de un árbol al crecer y entremezclarse con la tierra. Es bella la armonía que se forma entre ella y los demás componentes de la orquestra. Es algo único que hace cambiar tu mundo.
Está acostumbrada a repetir un discurso parecido constantemente, pero nunca pierde la pasión que interrumpe el hilo de su voz habitual al mencionar la música. Aunque quiera negarlo, es algo que la llena por dentro y le hace sentir cosas que nada más consigue, dándole un sentido diferente a esos momentos de su vida.
Lora Bellamy- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/09/2014
Re: Tumbas vacías / Eloise
Eloise se llevó la taza de té a los labios mientras escuchaba a Lora desgranar su relación con la flauta travesera y transformar en palabras su música. La maestra de escuela, poco dada a asistir a conciertos de música de una envergadura mayor que algún cuarteto en una sala llena de burgueses, logró sin embargo imaginar cómo el dulce travieso sonido de la flauta podría llegar a enlazarse con el del violoncello o el violín. - No debe ser modesta, señorita Fontain, aunque desde luego eso la honra - afirmó con sinceridad; lo que había escuchado acerca de los solos de la mujer que tenía delante era mucho más de lo que mademoiselle Fontain parecía querer expresar.
Eloise se dijo a sí misma que no era sorprendente aquella modestia en una mujer que accedía a manchar su vestido de barro en un cementerio y posteriormente a visitar un local como en el que estaban. - Le prometo hacer lo posible para asistir a su próximo concierto - afirmó con vehemencia, aunque últimamente escaseaban las actuaciones de Lora Fontain quizá debido a su situación familiar.
El camarero parecía aburrido de limpiar vasos tras la barra y algún que otro bostezo digno de un oso había salido de su boca, así que se aproximó a las damas arrastrando los pies y un platillo de bronce. - Señoras, se acerca la hora de cerrar el local - anunció con voz áspera, contemplándolas un instante antes de alejarse de nuevo para comenzar a apagar los candiles que alumbraban el pequeño salón con pequeños pero fuertes soplidos.
- No parece querer darnos demasiada tregua - comentó Eloise acercándose levemente a Lora por encima de la mesa en un intento de no ser oída por aquel tipo - Me temo que debemos dar por terminada nuestra estancia aquí - añadió con resignación mientras sacaba su pequeño monedero de un pliegue de la falda de su vestido que hacía las veces de improvisado bolsillo.
- Es curioso pero esta breve charla casi me ha hecho olvidar con qué motivo salí esta tarde de casa para venir al cementerio - dijo tras un suspiro, recordando por unos breves instantes al pequeño fallecido que reposaba en aquella tumba anónima - Espero que también haya servido para aliviar su dolor, señorita Fontain -.
Eloise se dijo a sí misma que no era sorprendente aquella modestia en una mujer que accedía a manchar su vestido de barro en un cementerio y posteriormente a visitar un local como en el que estaban. - Le prometo hacer lo posible para asistir a su próximo concierto - afirmó con vehemencia, aunque últimamente escaseaban las actuaciones de Lora Fontain quizá debido a su situación familiar.
El camarero parecía aburrido de limpiar vasos tras la barra y algún que otro bostezo digno de un oso había salido de su boca, así que se aproximó a las damas arrastrando los pies y un platillo de bronce. - Señoras, se acerca la hora de cerrar el local - anunció con voz áspera, contemplándolas un instante antes de alejarse de nuevo para comenzar a apagar los candiles que alumbraban el pequeño salón con pequeños pero fuertes soplidos.
- No parece querer darnos demasiada tregua - comentó Eloise acercándose levemente a Lora por encima de la mesa en un intento de no ser oída por aquel tipo - Me temo que debemos dar por terminada nuestra estancia aquí - añadió con resignación mientras sacaba su pequeño monedero de un pliegue de la falda de su vestido que hacía las veces de improvisado bolsillo.
- Es curioso pero esta breve charla casi me ha hecho olvidar con qué motivo salí esta tarde de casa para venir al cementerio - dijo tras un suspiro, recordando por unos breves instantes al pequeño fallecido que reposaba en aquella tumba anónima - Espero que también haya servido para aliviar su dolor, señorita Fontain -.
Eloise Duchêne- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 30/09/2014
Re: Tumbas vacías / Eloise
No lo considera ser modesta, es su verdadera opinión. Nadie es virtuoso en ningún aspecto, pues todos tienen pequeños defectos, la mayoría de las veces imperceptibles, que hacen que siempre haya que superarse y posibilidades de mejorar. Eso es lo que le otorga al ser humano las ganas de seguir viviendo, el conocimiento de saber que nunca llegarán a lo más alto sin esforzarse y que día a día, subirán un peldaño más en la escalera del éxito en su afición.
Sonríe cordialmente y asiente ante la posibilidad de ser visitada en su próximo concierto por la joven que ha conocido. El momento no ha sido el más ideal, la situación podría tacharse incluso de incómoda, aunque el resultado ha sido propicio. Una conversación interesante sin tener que fingir más de la cuenta, sin verse obligada a sonreír continuamente, ni tener que tratar con varones desagradables de miradas sucias. Y hablando del rey de Roma... aparece el camarero, interrumpiendo su amena charla con Eloise para echarlas, básicamente, del local. De no haberse encontrado la maestra con ella, bien seguro el empleado de ese lugar se hubiese mordido la lengua antes de hablar, por el simple hecho de mantenerse alejado de Lora y la que hubiese sido la mirada más fría sobre la faz de la Tierra. Pero la situación es la que es y la dama de clase alta se contiene. Decide ignorar al hombre mientras éste acentúa su interés por que se vayan y centra su atención en la mujer que tiene en frente.
-Es hora de partir para dos jóvenes mujeres solas, ¿no es así?
Lo comenta con un tono que denota claramente no opina eso. Para ella, todas esas normas del comportamiento, los toques de queda y el buen parecer y saber estar, no son más que maneras que tiene la sociedad de restringir a las personas, de robarles su libertad. Sin embargo, da un trago más a su té y lo deja reposar, antes de alargar un brazo por encima de la mesa y detener el gesto de su acompañante.
-No permitiré que paguéis, mademoiselle Duchêne. El dinero no otorga la felicidad, pero es un bien valioso para el que tiene menos. Guárdelo e inviértalo en alguno de esos niños a los que cuida tan bien en sus clases.
Sonríe y saca un billete de la manga de su guante, deslizándolo luego sobre el mantel. Ve al camarero acercarse rápidamente para recogerlo y ella ni si quiera le mira.
-Vayámonos y dejemos que pueda descansar este agotado trabajador.
Nuevamente se nota que lo dice con cierto desdén, pero no el suficiente para resultar maleducada, sólo para recalcar un hecho evidente, y es que ese hombre no se molesta en atender correctamente a los clientes y no da todo lo que podría en su trabajo. Espera a que les traiga la vuelta del importe y se levanta despacio y serenamente. Recoge las monedas y cierra la mano en torno a ellas. Espera a su acompañante y salen del local, encontrándose de nuevo con el frescor de la noche en París.
Sonríe cordialmente y asiente ante la posibilidad de ser visitada en su próximo concierto por la joven que ha conocido. El momento no ha sido el más ideal, la situación podría tacharse incluso de incómoda, aunque el resultado ha sido propicio. Una conversación interesante sin tener que fingir más de la cuenta, sin verse obligada a sonreír continuamente, ni tener que tratar con varones desagradables de miradas sucias. Y hablando del rey de Roma... aparece el camarero, interrumpiendo su amena charla con Eloise para echarlas, básicamente, del local. De no haberse encontrado la maestra con ella, bien seguro el empleado de ese lugar se hubiese mordido la lengua antes de hablar, por el simple hecho de mantenerse alejado de Lora y la que hubiese sido la mirada más fría sobre la faz de la Tierra. Pero la situación es la que es y la dama de clase alta se contiene. Decide ignorar al hombre mientras éste acentúa su interés por que se vayan y centra su atención en la mujer que tiene en frente.
-Es hora de partir para dos jóvenes mujeres solas, ¿no es así?
Lo comenta con un tono que denota claramente no opina eso. Para ella, todas esas normas del comportamiento, los toques de queda y el buen parecer y saber estar, no son más que maneras que tiene la sociedad de restringir a las personas, de robarles su libertad. Sin embargo, da un trago más a su té y lo deja reposar, antes de alargar un brazo por encima de la mesa y detener el gesto de su acompañante.
-No permitiré que paguéis, mademoiselle Duchêne. El dinero no otorga la felicidad, pero es un bien valioso para el que tiene menos. Guárdelo e inviértalo en alguno de esos niños a los que cuida tan bien en sus clases.
Sonríe y saca un billete de la manga de su guante, deslizándolo luego sobre el mantel. Ve al camarero acercarse rápidamente para recogerlo y ella ni si quiera le mira.
-Vayámonos y dejemos que pueda descansar este agotado trabajador.
Nuevamente se nota que lo dice con cierto desdén, pero no el suficiente para resultar maleducada, sólo para recalcar un hecho evidente, y es que ese hombre no se molesta en atender correctamente a los clientes y no da todo lo que podría en su trabajo. Espera a que les traiga la vuelta del importe y se levanta despacio y serenamente. Recoge las monedas y cierra la mano en torno a ellas. Espera a su acompañante y salen del local, encontrándose de nuevo con el frescor de la noche en París.
Lora Bellamy- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/09/2014
Re: Tumbas vacías / Eloise
- FdR:
- FdR: ¡disculpa el retraso! Me llegó hoy el aviso de respuesta y he visto que está desde el sábado O_O... Maldito foroactivo...
La lluvia persistía en su empeño de cubrir las adoquinadas calles de París con su húmedo brillo pero había apaciguado la intensidad de su caer cuando las dos mujeres abandonaron aquel local. El camarero no esperó el tiempo que hubiera sido prudente y cerró la puerta tras ellas con cierta brusquedad, haciendo después que los cerrojos de su negocio resonaran en el callejón. Eloise suspiró con resignación y sonrió levemente mientras guardaba de nuevo su monedero; en verdad la generosidad de Lora la había sorprendido, pues por lo general los miembros de la alta sociedad no solían mostrarse pródigos de no ser en eventos de beneficencia, donde todos podían ser testigos de ello. Agradada por este hecho, la joven maestra lamentó aún más no haber podido alargar su estancia en el cálido café ahora cerrado.
-Trato de hacer lo que está en mi mano - comentó mientras ambas echaban a andar hacia el carruaje de Lora. De no haber sido por la presencia del fiel cochero, quizá Eloise habría sentido algo de miedo al cruzar esa calle, algo extraño teniendo en cuenta que casi cada día se desplazaba a las afueras de París para encargarse de la alfabetización de esos niños que Lora mencionaba. - Suelo llevarles papel y lápices y también algunos libros de segunda mano que compro o que me donan en algunas bibliotecas - explicó manteniendo las manos cogidas a la altura de su cintura - La verdad es que lo reciben como si fueran tesoros aunque he de reconocer que se alegran igualmente los días que puedo llevar algo de jamón rancio o pan de centeno - añadió con una sonrisa algo triste; no podía ser todo lo pródiga que quisiera con esos niños.
-Espero haber amenizado el pesar que le ha debido afligir en el cementerio, pues es un lugar al que nadie va con la esperanza de pasar un rato agradable - dijo finalmente cuando llegaron junto al carruaje - Y espero también poder volver a verla en circunstancias menos extrañas - agregó con cierta diversión en la voz; bien parecían dos conspiradoras reuniéndose de noche en lugares solitarios donde nadie pudiera verlas - ¿Veré próximamente anunciado alguno de sus conciertos, quizá en alguno de los boletines culturales que se reparten a menudo por el centro de la ciudad? - preguntó enarcando las cejas con actitud de genuino interés.
Eloise Duchêne- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 30/09/2014
Re: Tumbas vacías / Eloise
- FDR:
- No hay apuro, a penas tardaste, tranquila.
Nada más salir, ve que sigue lloviendo y abre su paraguas para cubrirse, sin soltar las monedas que guarda en la otra mano. Sus guantes permanecen bien sujetos y subidos a pesar de los movimientos de brazos hechos en el interior del local cada vez que ha aparecido el grosero camarero. El portazo es la gota que colma el vaso en lo que a mala educación se refiere, pero nuevamente, Lora no dice nada al respecto y simplemente empieza a caminar con la profesora a su lado.
No sólo las palabras usadas por Eloise denotan el sentimiento que tiene hacia esos niños a los que enseña, sino que la postura de su cuerpo mientras habla de ellos, los gestos de sus manos, las expresiones de su rostro e incluso el tono de voz empleado, dejan muestra clara de lo devota que es a su trabajo y al cuidado de esas pequeñas criaturas que bien podrían ser los mejores cirujanos como antaño lo fuera su padre, de concederles una oportunidad de brillar.
-Cuanto más tiene una persona, menos aprecia las cosas. Sin embargo, cuando a penas tienes nada, todo tiene un valor incalculable.
Se detienen junto a su carruaje y oye el ruido en el interior de la cabina, seguramente el cochero colocándose bien la ropa para salir luego a atenderla como es debido. Aprieta la mano en la que sostiene las redondas piezas de metal y se contiene, siendo consciente de lo mal que puede quedar que se las ofrezca a la joven, como si ella no pudiera mantenerse sola. Una cosa es la caridad y la otra la lástima, y por desgracia, muchas veces se confunden porque uno no se expresa correctamente. Decide no hacer algo imprudente y sonríe ante su pregunta.
-Leopold.
A la simple mención de su nombre, se abre la puerta del otro lado del carromato y el joven hombre rodea el vehículo hasta colocarse junto a las damas con una reverencia de sumisión y cordialidad.
-Dale a mademoiselle Duchêne una de mis tarjetas especiales y luego sube, que ya nos vamos.
El hombre hace lo que le ha indicado su señora y le entrega una pequeña tarjeta blanca con letras doradas en las que hay escrito el nombre completo de Lora y unos números sin sentido debajo. Seguidamente vuelve al carruaje y se sube en la parte delantera, tomando las riendas de los caballos.
-Si presenta esto en cualquier anfiteatro donde haya un concierto mío, la dejarán pasar sin problemas.
Sonríe y saluda con un suave y elegante gesto de cabeza, antes de subirse a su vehículo y cerrar la puerta. Corre la cortinilla para ver a la profesora y espera a que ella se despida, antes de indicarle al cochero con unos leves toques en el techo del carro que da con el paraguas ya cerrado, que es hora de ponerse en marcha y regresar a la mansión Fontain.
Lora Bellamy- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/09/2014
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