AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Shiny Toy | Privado
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Shiny Toy | Privado
I play with knives.
Demetrius Schwanenflügel se encontraba en pleno centro de la ciudad. Estaba tomando su segunda copa de vino en un exclusivo restaurante situado en una de las avenidas principales. Él solo ocupaba la mesa que mejor vista tenía hacia la calle, y cada sorbo que daba al líquido carmín en su copa, iba acompañado de una paciente mirada hacia la concurrida avenida. Era una fría noche de octubre y, sobre el cristal del ventanal que tenía a escasos dos metros, se estrellaban diminutas gotas de lluvia.
Pese al buen clima que amenazaba con descomponerse, el lugar estaba lleno. Los mozos no se daban a basto, iban de aquí a allá, recogiendo y llevando charolas a clientes impacientes, y de vez en vez alguno se acercaba para ver si al misterioso caballero se le ofrecía algo. Demetrius negaba con la cabeza. En realidad, no sabía si le apetecía cenar, o mejor dicho, no sabía si lo haría solo o esperaría a la compañía adecuada. A los presentes, que de vez en cuando giraban la cabeza para mirar curiosos en dirección a su mesa, les parecía muy extraño que un hombre como él estuviera allí completamente solo. Porque no había duda de que a sus cuarenta y cinco años lucía espectacularmente conservado: alto, fornido, de pelo entrecano cuidadosamente peinado hacia un lado, y de cara angulosa donde casi siempre resaltaban más los altos y extensos pómulos que sus sutiles arrugas.
Era un hombre que destilaba elegancia y mucha clase, sumamente respetado y admirado, pero no estaba allí para lucirse. Le gustaban los juguetes y necesitaba uno nuevo. Le encantaba jugar con ellos, controlarlos a su voluntad. No era que le faltara alguno para entretenerse, pero se empeñaba en ampliar cada vez más su colección. En casa tenía al más antiguo de ellos: Justine, su esposa. Ella era una linda muñeca de porcelana, blanca, con pecas y cabello largo color rubio cenizo. Alguna vez fue su favorita, pero lo había terminando aburriendo y entonces se había conseguido a Luydmilla, una sensual prostituta. Ésta última aún lo divertía, pero sus juegos comenzaban a convertirse en rutina y no iba a dudar en desecharla, si era capaz de encontrar algo mejor. Necesitaba sangre nueva. Por eso estaba allí.
Todo lo que deseaba era encontrar a su presa.
La caza había comenzado.
Pese al buen clima que amenazaba con descomponerse, el lugar estaba lleno. Los mozos no se daban a basto, iban de aquí a allá, recogiendo y llevando charolas a clientes impacientes, y de vez en vez alguno se acercaba para ver si al misterioso caballero se le ofrecía algo. Demetrius negaba con la cabeza. En realidad, no sabía si le apetecía cenar, o mejor dicho, no sabía si lo haría solo o esperaría a la compañía adecuada. A los presentes, que de vez en cuando giraban la cabeza para mirar curiosos en dirección a su mesa, les parecía muy extraño que un hombre como él estuviera allí completamente solo. Porque no había duda de que a sus cuarenta y cinco años lucía espectacularmente conservado: alto, fornido, de pelo entrecano cuidadosamente peinado hacia un lado, y de cara angulosa donde casi siempre resaltaban más los altos y extensos pómulos que sus sutiles arrugas.
Era un hombre que destilaba elegancia y mucha clase, sumamente respetado y admirado, pero no estaba allí para lucirse. Le gustaban los juguetes y necesitaba uno nuevo. Le encantaba jugar con ellos, controlarlos a su voluntad. No era que le faltara alguno para entretenerse, pero se empeñaba en ampliar cada vez más su colección. En casa tenía al más antiguo de ellos: Justine, su esposa. Ella era una linda muñeca de porcelana, blanca, con pecas y cabello largo color rubio cenizo. Alguna vez fue su favorita, pero lo había terminando aburriendo y entonces se había conseguido a Luydmilla, una sensual prostituta. Ésta última aún lo divertía, pero sus juegos comenzaban a convertirse en rutina y no iba a dudar en desecharla, si era capaz de encontrar algo mejor. Necesitaba sangre nueva. Por eso estaba allí.
Todo lo que deseaba era encontrar a su presa.
La caza había comenzado.
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Demetrio Fallenius- Humano Clase Media
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Re: Shiny Toy | Privado
Había terminado su trabajo, unas horas más tarde, aunque cansada, prefirió darse un baño y volver a salir, - ¿Madame, cenará en la ciudad? – preguntó su fiel ama de llaves. Ciara, asintió con un gesto, - sí, he quedado con unas amigas – mintió. La verdad era que prefería comer en un restaurante, aunque lo hiciera sola y la gente la mirara con lástima, que quedarse encerrada. Así, después de horas trabajando en el hospital, pronto se encontraba lista para tomar un poco de aire, aunque éste fuera bastante helado, por encontrarse ya octubre. Cuando se detuvo en la entrada de su residencia, colocándose los guantes de cabritilla, dirigió su mirada a la mujer , - no me espere levantada, Ilsa, puede tomarse el resto de la noche –.
En la acera la esperaba el chofer, – señora, ¿a dónde desea que la acerque? – preguntó el joven cochero, quien ya tenía todo preparado para el paseo de su señora. No fue difícil decidirse, solo quería que la llevara al restaurante de moda, había escuchado de él, decían que era el mejor de la ciudad y deseaba comprobarlo, aunque en verdad no tuviera hambre, cosa que pasaba con frecuencia.
Ciara, comprobó que llevaba todo lo que necesitaba, una pequeña libreta en donde plasmaba algunos dibujos, la mayoría caricaturas que realizaba, si estaba aburrida y encontraba un rostro que llamaba su atención. Se preguntó si esa noche serían mujeres, sus modelos, de esas que ella detestaba y con las que solía divertirse haciendo dibujos cómicos, de por las mujeres de alta sociedad, eran sus presas preferidas, ya que eran hermosas muñequitas de porcelana. No las odiaba, porque simplemente no le parecían mujeres respetables, no, por el contrario, Ciara, lo hacía porque, ella, había pertenecido a ese grupo, y la única forma de salir de él era ser valiente, - por suerte, para mí, esa época terminó, nunca más dejaré que un hombre me maltrate -.
Se arrebujó en su abrigo de piel, suspiró al sentir que el sueño comenzaba a mellar en ella, por la acción del vaivén del coche. Cerró los ojos y la voz de Erwann la despertó – me pregunto, en que estaba pensando cuando me casé contigo… inútil muñeca de porcelana - se sobresaltó, tuvo que razonar por un momento, para recordar, que ese hombre no podía hacerle más daño, entonces suspiró aliviada. Se preguntó, si era verdad que la vida daba segundas oportunidades, - algún día… podré… - detuvo sus palabras, demasiadas veces la suerte le había sido injusta, tuvo miedo de pedir por un nuevo comienzo, en su vida sentimental, - solo confórmate con tu trabajo, por lo menos allí, eres útil – sonrió a su propio reflejo, justo cuando el carruaje se detuvo, a las puertas del restaurante. Ciara se apeó con elegancia del carruaje, al levantar la vista, observó que el lugar parecía estar repleto, - bueno, deberé buscar otro restaurante - se dijo, algo desanimada. Por el ventanal contempló a un hombre solitario, los ojos de Ciara se fijaron esa mirada, intentó comprender cuales eran los sentimientos de aquel desconocido, pero le fue imposible adivinarlo.
En la acera la esperaba el chofer, – señora, ¿a dónde desea que la acerque? – preguntó el joven cochero, quien ya tenía todo preparado para el paseo de su señora. No fue difícil decidirse, solo quería que la llevara al restaurante de moda, había escuchado de él, decían que era el mejor de la ciudad y deseaba comprobarlo, aunque en verdad no tuviera hambre, cosa que pasaba con frecuencia.
Ciara, comprobó que llevaba todo lo que necesitaba, una pequeña libreta en donde plasmaba algunos dibujos, la mayoría caricaturas que realizaba, si estaba aburrida y encontraba un rostro que llamaba su atención. Se preguntó si esa noche serían mujeres, sus modelos, de esas que ella detestaba y con las que solía divertirse haciendo dibujos cómicos, de por las mujeres de alta sociedad, eran sus presas preferidas, ya que eran hermosas muñequitas de porcelana. No las odiaba, porque simplemente no le parecían mujeres respetables, no, por el contrario, Ciara, lo hacía porque, ella, había pertenecido a ese grupo, y la única forma de salir de él era ser valiente, - por suerte, para mí, esa época terminó, nunca más dejaré que un hombre me maltrate -.
Se arrebujó en su abrigo de piel, suspiró al sentir que el sueño comenzaba a mellar en ella, por la acción del vaivén del coche. Cerró los ojos y la voz de Erwann la despertó – me pregunto, en que estaba pensando cuando me casé contigo… inútil muñeca de porcelana - se sobresaltó, tuvo que razonar por un momento, para recordar, que ese hombre no podía hacerle más daño, entonces suspiró aliviada. Se preguntó, si era verdad que la vida daba segundas oportunidades, - algún día… podré… - detuvo sus palabras, demasiadas veces la suerte le había sido injusta, tuvo miedo de pedir por un nuevo comienzo, en su vida sentimental, - solo confórmate con tu trabajo, por lo menos allí, eres útil – sonrió a su propio reflejo, justo cuando el carruaje se detuvo, a las puertas del restaurante. Ciara se apeó con elegancia del carruaje, al levantar la vista, observó que el lugar parecía estar repleto, - bueno, deberé buscar otro restaurante - se dijo, algo desanimada. Por el ventanal contempló a un hombre solitario, los ojos de Ciara se fijaron esa mirada, intentó comprender cuales eran los sentimientos de aquel desconocido, pero le fue imposible adivinarlo.
Melodie Aissaguer- Humano Clase Alta
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Localización : Paris
Re: Shiny Toy | Privado
Entonces, como caída del cielo, ella apareció. Los ojos castaños de Demetrius brillaron de excitación al contemplarla. Sus sentidos se activaron a su máxima potencia. Allí, detrás de aquel cristal, parecía una muñeca en pleno aparador, y él, como un niño caprichoso, quería alargar la mano para tomarla; la quería para él. Entornó los ojos para mirarla detenidamente mientras ella se encontraba observando distraídamente hacia otra dirección. Llevaba el cabello rubio peinado en un elaborado recogido y estaba deslumbrante con un vestido de seda de un color oscuro que resaltaba aún más su belleza. Era una de esas mujeres delicadas, frágil y refinada; alta, muy delgada, de cintura estrecha y senos pequeños y redondos como dos peras. Y lo mejor de todo: tenía clase. Era tan hermosa que parecía fuera del alcance de cualquiera. Pero no de Demetrius, nunca de Demetrius.
Después de un buen rato, mismo que utilizó para contemplarla mientras continuaba bebiendo de su vino, al fin llamó a uno de los meseros. Alzó la mano y un muchacho se acercó a él entusiasmado, orgulloso de que lo hubiera elegido a él y no a otro, decidido a darle un excelente trato para ganarse una excelente propina. Demetrius le murmuró algo al oído y al segundo el muchacho salió disparado digiriéndose hasta la entrada donde la cautivadora y desconocida mujer se encontraba. Ella lo miró a través del cristal, como sopesando si debía o no aceptar la invitación de aquel extraño que le devolvía la mirada. Y no era que poseyera algún superpoder, pero el hombre había desarrollado la extraña habilidad de siempre salirse con la suya, aún sin conocer a las personas. Quizá se debiera a su porte gallardo, a su impecable educación y estrictos modales, a su magnífica personalidad o a sus palabras aparentemente cándidas que en realidad ocultaban tantas cosas. Lo cierto es que él estaba seguro de que aceptaría.
Y así fue, su profecía se cumplió. Después de pensarlo un momento, la mujer se movió siguiendo al mesero que la guió hasta la mesa de Schwanenflügel, quien no demoró en ponerse de pie para recibir educadamente a su invitada.
—Demetrius Schwanenflügel, Madame. A sus pies. —Pronunció a modo de saludo mientras hacía una reverencia. Tomó su mano y la levantó con delicadeza para depositar en ella un suave beso en el dorso en señal de respeto. Aun a través de la tela de su guante pudo sentir la suavidad de ésta, su calidez.
—Me honra mucho que haya aceptado mi invitación. Nada me complacerá más que tenerla como compañía esta noche —le dijo con un tono exageradamente formal, casi intimidante, como si se tratara de un hombre con un cargo realmente importante.
Con un movimiento de mano indicó al mesero que podía retirarse y él mismo arrastró silenciosamente una silla.
—Por favor... —la invitó a sentarse ofreciéndosela a su invitada. Ambos tomaron asiento—. ¿Le apetece un poco de vino? Si no le agrada el tinto siéntase libre de ordenar el que sea de su predilección. Quiero que se sienta cómoda, que disfrute la velada, ya de por sí debe ser extraño para usted estar con un completo desconocido. ¿O me que equivoco? —Demetrius mostró lo que parecía un atisbo de sonrisa, algo que en un hombre como él podía resultar tan cautivador como tétrico.
La gente los estaba observando, podía sentir la curiosidad de sus miradas casi como si los estuvieran tocando.
Después de un buen rato, mismo que utilizó para contemplarla mientras continuaba bebiendo de su vino, al fin llamó a uno de los meseros. Alzó la mano y un muchacho se acercó a él entusiasmado, orgulloso de que lo hubiera elegido a él y no a otro, decidido a darle un excelente trato para ganarse una excelente propina. Demetrius le murmuró algo al oído y al segundo el muchacho salió disparado digiriéndose hasta la entrada donde la cautivadora y desconocida mujer se encontraba. Ella lo miró a través del cristal, como sopesando si debía o no aceptar la invitación de aquel extraño que le devolvía la mirada. Y no era que poseyera algún superpoder, pero el hombre había desarrollado la extraña habilidad de siempre salirse con la suya, aún sin conocer a las personas. Quizá se debiera a su porte gallardo, a su impecable educación y estrictos modales, a su magnífica personalidad o a sus palabras aparentemente cándidas que en realidad ocultaban tantas cosas. Lo cierto es que él estaba seguro de que aceptaría.
Y así fue, su profecía se cumplió. Después de pensarlo un momento, la mujer se movió siguiendo al mesero que la guió hasta la mesa de Schwanenflügel, quien no demoró en ponerse de pie para recibir educadamente a su invitada.
—Demetrius Schwanenflügel, Madame. A sus pies. —Pronunció a modo de saludo mientras hacía una reverencia. Tomó su mano y la levantó con delicadeza para depositar en ella un suave beso en el dorso en señal de respeto. Aun a través de la tela de su guante pudo sentir la suavidad de ésta, su calidez.
—Me honra mucho que haya aceptado mi invitación. Nada me complacerá más que tenerla como compañía esta noche —le dijo con un tono exageradamente formal, casi intimidante, como si se tratara de un hombre con un cargo realmente importante.
Con un movimiento de mano indicó al mesero que podía retirarse y él mismo arrastró silenciosamente una silla.
—Por favor... —la invitó a sentarse ofreciéndosela a su invitada. Ambos tomaron asiento—. ¿Le apetece un poco de vino? Si no le agrada el tinto siéntase libre de ordenar el que sea de su predilección. Quiero que se sienta cómoda, que disfrute la velada, ya de por sí debe ser extraño para usted estar con un completo desconocido. ¿O me que equivoco? —Demetrius mostró lo que parecía un atisbo de sonrisa, algo que en un hombre como él podía resultar tan cautivador como tétrico.
La gente los estaba observando, podía sentir la curiosidad de sus miradas casi como si los estuvieran tocando.
Demetrio Fallenius- Humano Clase Media
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Re: Shiny Toy | Privado
Lo vio moverse, para luego llamar a un dependiente, rápidamente Ciara llevó su mirada la puerta del local, luego a los transeúntes ocasionales que pasaban a su lado. Meditó en que le convenía hacer, en ello estaba cuando buscó el broche que colgaba en su pecho y controló la hora, - no es tan tarde como creía… aún hay tiempo para buscar algún otro local - . Cerró con delicadeza la tapa, levantando su mirada de forma altiva, pero a la vez elegante. Comenzó a caminar por la acera, en el momento en que un joven se apresuraba a llegar a ella. Pronto le explicó que un caballero, en el interior del restaurante había pedido que la fuera a buscar y lo acompañara hasta su mesa, - Por favor, señorita, acompáñeme, debo llevarla hasta donde el caballero se encuentra - . Ciara no dejaba de asombrarse, jamás había vivido una situación así. Tal vez fuera por eso, o porque le provocara pena el muchacho, - si no lo acompaño de seguro podrá perder el empleo – caviló observando la vestimenta de buena calidad pero muy usada, con la que estaba ataviado. Supo que se trataba de un joven que seguramente se esforzaba por mejorar su estatus social y que ése empleo era en verdad importante para él. Ciara no era de aquellas mujeres de clase alta que no les importaba otra cosa que sus vidas, por eso decidió acompañarle. Pensó en todos los sueños que había dejado atrás por hacer solo lo correcto. Asintió con un leve gesto de su cabeza, mientras le ofrendaba una suave sonrisa.
Ya dentro del local siguió de cerca los pasos del dependiente, esquivando las mesas, observando a los demás comensales, muchos de ellos se giraban sin ningún disimulo para ver quién era aquella mujer que entraba guiada por el joven, dando la impresión que debía ser alguien importante. Ciara se ruborizó, lo que menos pretendía era llamar la atención de curiosos. No pudo ocultar algo de su preocupación, - ¿quién es el hombre que me ha llamado? ¿Acaso habrá conocido a Erwan? – Sus manos temblaron levemente, - y si así fuere… ¿podría ser uno de sus clientes, de sus víctimas de estafas? - intentó sacarse esos pensamientos de la cabeza, - no, no puedes pensar así, jamás llevaba conocidos o extraños a la mansión… las pocas veces que iba… por lo menos nunca te puso en peligro – reflexionó. Intentó sonreír, no podía llegar a la mesa de aquel caballero con un gesto de preocupación, aunque ese fuera el sentimiento que la invadía.
Cuando por fin llegó a la mesa, ya el caballero se había levantado para recibirla, se sorprendió al comprender que era el hombre que ella observara desde la calle. Sus mejilla se tiñeron de un suave rubor, de seguro la había descubierto observándole. Inclinó levemente su cuerpo en un saludo formal mientras él tomaba su mano enguantada y la besaba. Pudo sentir como los dedos masculinos atrapaban con firmeza, aunque con delicadeza su mano, los labios apenas la rozaron, aun así, la suave respiración provocó en Ciara un leve temblor, para Ciara no era común que un caballero la tratara de esa manera. Jamás su esposo había sido atento o caballeroso, y mucho menos hubiera permitido que un extraño la abordara así. Sonrió levemente al escuchar su nombre, - Demetrius… es un nombre con carácter, y poder – caviló, no supo si aquello le gustaba o no, pero recordaba que era la forma inglesa de Demitrio y eso significaba que él podía ser un conocido de su esposo. Su mirada recorrió el rostro de aquel hombre, mientras éste, despedía al joven que la había acompañado.
Cuando porfín estuvieron sentados a la mesa, ella por fin hablo - Mi nombre es Ciara… Ciara Conti – se presentó al darse cuenta que no lo había hecho antes, - sí, tinto estará bien – sonrió mientras recibía la copa. Asintió con la cabeza al comentario de lo insólito de la situación, - pues, ya que lo menciona, es verdad, no he vivido una situación así antes de ésta noche - dijo risueña, riendo no solo con los labios, sino también con su ojos que se iluminaron como hacía tiempo no ocurría. El murmullo del cuchicheo de las mesas cercanas le incomodó un poco, aunque intentó que aquel sentimiento no se exteriorizara.
Su mirada recorrió el rostro del caballero que estaba sentado enfrente de ella, lo primero que llamó su atención fueron los profundos ojos marrones, aunque de un tono poco común, la mirada que a pesar de ser dura por momentos, mostraba atisbos de ser dueña de un alma conflictiva y dual. Aquello en vez de asustarla o predisponerla a querer huir de aquel lugar, la atrajo más. Se había creado un silencio que podía ser incomodo, aunque para ella no lo era, pero se apresuró a romperlo, - gracias por su invitación, en verdad no me agrada cenar sola – las comisuras de sus labios se alzaron, naciendo una suave sonrisa, la que ocultó tras la copa, al tomar un sorbo del exquisito vino.
Ya dentro del local siguió de cerca los pasos del dependiente, esquivando las mesas, observando a los demás comensales, muchos de ellos se giraban sin ningún disimulo para ver quién era aquella mujer que entraba guiada por el joven, dando la impresión que debía ser alguien importante. Ciara se ruborizó, lo que menos pretendía era llamar la atención de curiosos. No pudo ocultar algo de su preocupación, - ¿quién es el hombre que me ha llamado? ¿Acaso habrá conocido a Erwan? – Sus manos temblaron levemente, - y si así fuere… ¿podría ser uno de sus clientes, de sus víctimas de estafas? - intentó sacarse esos pensamientos de la cabeza, - no, no puedes pensar así, jamás llevaba conocidos o extraños a la mansión… las pocas veces que iba… por lo menos nunca te puso en peligro – reflexionó. Intentó sonreír, no podía llegar a la mesa de aquel caballero con un gesto de preocupación, aunque ese fuera el sentimiento que la invadía.
Cuando por fin llegó a la mesa, ya el caballero se había levantado para recibirla, se sorprendió al comprender que era el hombre que ella observara desde la calle. Sus mejilla se tiñeron de un suave rubor, de seguro la había descubierto observándole. Inclinó levemente su cuerpo en un saludo formal mientras él tomaba su mano enguantada y la besaba. Pudo sentir como los dedos masculinos atrapaban con firmeza, aunque con delicadeza su mano, los labios apenas la rozaron, aun así, la suave respiración provocó en Ciara un leve temblor, para Ciara no era común que un caballero la tratara de esa manera. Jamás su esposo había sido atento o caballeroso, y mucho menos hubiera permitido que un extraño la abordara así. Sonrió levemente al escuchar su nombre, - Demetrius… es un nombre con carácter, y poder – caviló, no supo si aquello le gustaba o no, pero recordaba que era la forma inglesa de Demitrio y eso significaba que él podía ser un conocido de su esposo. Su mirada recorrió el rostro de aquel hombre, mientras éste, despedía al joven que la había acompañado.
Cuando porfín estuvieron sentados a la mesa, ella por fin hablo - Mi nombre es Ciara… Ciara Conti – se presentó al darse cuenta que no lo había hecho antes, - sí, tinto estará bien – sonrió mientras recibía la copa. Asintió con la cabeza al comentario de lo insólito de la situación, - pues, ya que lo menciona, es verdad, no he vivido una situación así antes de ésta noche - dijo risueña, riendo no solo con los labios, sino también con su ojos que se iluminaron como hacía tiempo no ocurría. El murmullo del cuchicheo de las mesas cercanas le incomodó un poco, aunque intentó que aquel sentimiento no se exteriorizara.
Su mirada recorrió el rostro del caballero que estaba sentado enfrente de ella, lo primero que llamó su atención fueron los profundos ojos marrones, aunque de un tono poco común, la mirada que a pesar de ser dura por momentos, mostraba atisbos de ser dueña de un alma conflictiva y dual. Aquello en vez de asustarla o predisponerla a querer huir de aquel lugar, la atrajo más. Se había creado un silencio que podía ser incomodo, aunque para ella no lo era, pero se apresuró a romperlo, - gracias por su invitación, en verdad no me agrada cenar sola – las comisuras de sus labios se alzaron, naciendo una suave sonrisa, la que ocultó tras la copa, al tomar un sorbo del exquisito vino.
Melodie Aissaguer- Humano Clase Alta
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