AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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What is and what should never be | Privado
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What is and what should never be | Privado
Un quinquenio entero y sin inconveniente transcurrió desde el último presagio que en su mente se presentó, esa maldita y aterradora evocación que le coaccionó a abandonar su identidad en orden de salvar su pellejo. De todos los poderes que ostentaba, a Kattrina la premonición era el que menos le agradaba, incluso a pesar de ser el más inusual de los tres, pues en ella se había accionado una única vez... o, mejor dicho, una antes de esa que inquietó sus sueños por semanas durante la fase más oscura de la luna. Si la luna llena era el astro madre de todas las bestias, la luna nueva debía ser el equivalente de aquellos nacidos bajo el signo de la magia oscura.
En un principio la imagen que se formó en su cabeza no fue muy clara, mas con el pasar de los días las nubosas percepciones adquirieron claridad: El sonido de las olas estrellándose con la arena, la fragancia salina del mar, sendas velas recibiendo la brisa marina, un mascarón de proa con forma de ninfa furiosa y la difusa silueta de un hombre cuyas facciones no le fueron reveladas hasta aquella precisa velada.
No sabía mucho de magia, de hecho, no sabía nada, pero si algo había aprendido de su vaga y reducida experiencia, era que debía hacer caso a sus instintos que, a pesar de que desconocer motivos, persistían en mantenerle anclada a aquel lugar.
Aguardó el día entero en el puerto y recorrió la bahía de principio, ansiosa y a la expectativa de la aparición del misterioso sujeto. Nada sucedió. Resopló agotada, dejándose caer sobre un banco de madera cercano al muelle mientras repasó su mirada por el lugar, abarcando tanto espacio como le fue posible. Se preguntaba si habría descifrado el augurio de forma correcta, quizá las premoniciones no eran una representación literal sino una interpretación figurativa de la esencia de aquel señor. No tenía forma de saberlo, había nacido bruja más no estaba segura de que estuviese hecha para ello.
Todo aquello era un sinsentido. Podía jugar a entender lo que sucedía, mas la realidad distaba mucho de aquello y no se podía engañar a sí misma. Se levantó decidida a abandonar la causa, no tenía ningún caso seguir allí, a la espera de un futuro cuya veracidad le era incierta.
Dejó a sus espaldas la caída del ocaso, el sol fundiéndose al mar con su fuego sofocado por el agua. La temperatura había descendido considerablemente y el material de su vestido no le ofrecía mucho conforte con respecto a las variantes climáticas. Refregó las manos sobre la piel erizada de sus brazos y apresuró el paso con la esperanza de que su cuerpo entrara en calor; sin embargo, su presuroso andar adquirió otra intención cuando se encontró a sí misma atravesando una calle que, si bajo la luz del sol no era agradable, mucho menos lo era en la penumbra.
Bajo el umbral de un pequeño local, que, por el tufo a alcohol emanando del interior supuso como una taberna,aguardaban dos desagradables sujetos. Los hombres se tambaleaban alegrones bajo los efectos del alcohol y al verle cruzar sin compañía y evidentemente intimidada, no vacilaron en invitarla a convidar con palabras poco caballerosas, desvistiéndole nada más con la mirada.
Kattrina los observó de reojo y bufó más ofendida que amedrentada. “Cómo si fuera posible" pensó para sí.
Sacudió la cabeza en negación y prestándoles más bien poca atención, optó por continuar de largo sin molestarse en modificar el ritmo de su andar. Vaya que lamentó haberlos subestimado cuando se percató de que aquellos individuos le acechaban sin disimulo a pocos metros de distancia. Su corazón se estrelló violento contra su pecho y sus respiraciones acompañaron el agitado compás, mas intentó continuar su camino con mirada asesina y entrecejo fruncido, aparentando no sentirse intimidada.
Un par de manos le sujetaron por los hombros y aventándole bruscamente contra la desgastada pared de una vieja casona. A la hechicera le tomó un instante comprender lo sucedido. Instintivamente se llevó la mano a la cabeza con la intención de sobar el área magullada. No alcanzó a lograr su cometido pues el asaltante le sujetó fuerte por las muñecas, marcándole en rosáceo la piel, mientras el cómplice, se ocupó de desenlazar las ataduras de su corsé con sus gordos y repugnantes dedos.
— ¡Suéltame! — Demandó en un grito.
Se removió con violencia intentando liberarse del agarre, empero, el hombre que hacía su mejor esfuerzo por desvestirle, estrelló la botella de licor que sostenía manos contra el suelo y le amenazó tomando el envase apoyando el filoso vidrio sobre su pecho.
Más allá del temor un desenfreno de furia le acometió y, de inmediato, sintió el poder adormecido bajo su piel.
— ¡He dicho que me sueltes!
Su piel se calentó al tacto y su esclerótica se ennegreció completamente. El hombre que le sostenía por las muñecas le soltó siseando a la quemazón en la palma de la mando, trastabillando hacia atrás, mientras el compañero, presa del dominio de la hechicera, le rasgó la garganta con la botella. Kattrina sonrió maliciosamente. Las emociones permitían a la oscuridad de su poder apropiarse de su voluntad.
El hombre que aún quedaba en pie tiritaba de horror y pedía entre lágrimas clemencia. Por el momento razonar no se barajaba como una posibilidad, la hechicera no eseaba escuchar. Le ancló la mirada y lo observó apuntarse a sí mismo con el filo, sin que su cuerpo tuviese más remedio que obedecer al dominio. La furia, mezclada con el fulgor de poder le nublaban el juicio; en sus cinco sentidos jamás hubiese sido capaz de lastimarlo, mas ciertamente le era sencillo ceder al descontrol, la potestad sobre su magia que en realidad nunca tuvo.
En un principio la imagen que se formó en su cabeza no fue muy clara, mas con el pasar de los días las nubosas percepciones adquirieron claridad: El sonido de las olas estrellándose con la arena, la fragancia salina del mar, sendas velas recibiendo la brisa marina, un mascarón de proa con forma de ninfa furiosa y la difusa silueta de un hombre cuyas facciones no le fueron reveladas hasta aquella precisa velada.
No sabía mucho de magia, de hecho, no sabía nada, pero si algo había aprendido de su vaga y reducida experiencia, era que debía hacer caso a sus instintos que, a pesar de que desconocer motivos, persistían en mantenerle anclada a aquel lugar.
Aguardó el día entero en el puerto y recorrió la bahía de principio, ansiosa y a la expectativa de la aparición del misterioso sujeto. Nada sucedió. Resopló agotada, dejándose caer sobre un banco de madera cercano al muelle mientras repasó su mirada por el lugar, abarcando tanto espacio como le fue posible. Se preguntaba si habría descifrado el augurio de forma correcta, quizá las premoniciones no eran una representación literal sino una interpretación figurativa de la esencia de aquel señor. No tenía forma de saberlo, había nacido bruja más no estaba segura de que estuviese hecha para ello.
Todo aquello era un sinsentido. Podía jugar a entender lo que sucedía, mas la realidad distaba mucho de aquello y no se podía engañar a sí misma. Se levantó decidida a abandonar la causa, no tenía ningún caso seguir allí, a la espera de un futuro cuya veracidad le era incierta.
Dejó a sus espaldas la caída del ocaso, el sol fundiéndose al mar con su fuego sofocado por el agua. La temperatura había descendido considerablemente y el material de su vestido no le ofrecía mucho conforte con respecto a las variantes climáticas. Refregó las manos sobre la piel erizada de sus brazos y apresuró el paso con la esperanza de que su cuerpo entrara en calor; sin embargo, su presuroso andar adquirió otra intención cuando se encontró a sí misma atravesando una calle que, si bajo la luz del sol no era agradable, mucho menos lo era en la penumbra.
Bajo el umbral de un pequeño local, que, por el tufo a alcohol emanando del interior supuso como una taberna,aguardaban dos desagradables sujetos. Los hombres se tambaleaban alegrones bajo los efectos del alcohol y al verle cruzar sin compañía y evidentemente intimidada, no vacilaron en invitarla a convidar con palabras poco caballerosas, desvistiéndole nada más con la mirada.
Kattrina los observó de reojo y bufó más ofendida que amedrentada. “Cómo si fuera posible" pensó para sí.
Sacudió la cabeza en negación y prestándoles más bien poca atención, optó por continuar de largo sin molestarse en modificar el ritmo de su andar. Vaya que lamentó haberlos subestimado cuando se percató de que aquellos individuos le acechaban sin disimulo a pocos metros de distancia. Su corazón se estrelló violento contra su pecho y sus respiraciones acompañaron el agitado compás, mas intentó continuar su camino con mirada asesina y entrecejo fruncido, aparentando no sentirse intimidada.
Un par de manos le sujetaron por los hombros y aventándole bruscamente contra la desgastada pared de una vieja casona. A la hechicera le tomó un instante comprender lo sucedido. Instintivamente se llevó la mano a la cabeza con la intención de sobar el área magullada. No alcanzó a lograr su cometido pues el asaltante le sujetó fuerte por las muñecas, marcándole en rosáceo la piel, mientras el cómplice, se ocupó de desenlazar las ataduras de su corsé con sus gordos y repugnantes dedos.
— ¡Suéltame! — Demandó en un grito.
Se removió con violencia intentando liberarse del agarre, empero, el hombre que hacía su mejor esfuerzo por desvestirle, estrelló la botella de licor que sostenía manos contra el suelo y le amenazó tomando el envase apoyando el filoso vidrio sobre su pecho.
Más allá del temor un desenfreno de furia le acometió y, de inmediato, sintió el poder adormecido bajo su piel.
— ¡He dicho que me sueltes!
Su piel se calentó al tacto y su esclerótica se ennegreció completamente. El hombre que le sostenía por las muñecas le soltó siseando a la quemazón en la palma de la mando, trastabillando hacia atrás, mientras el compañero, presa del dominio de la hechicera, le rasgó la garganta con la botella. Kattrina sonrió maliciosamente. Las emociones permitían a la oscuridad de su poder apropiarse de su voluntad.
El hombre que aún quedaba en pie tiritaba de horror y pedía entre lágrimas clemencia. Por el momento razonar no se barajaba como una posibilidad, la hechicera no eseaba escuchar. Le ancló la mirada y lo observó apuntarse a sí mismo con el filo, sin que su cuerpo tuviese más remedio que obedecer al dominio. La furia, mezclada con el fulgor de poder le nublaban el juicio; en sus cinco sentidos jamás hubiese sido capaz de lastimarlo, mas ciertamente le era sencillo ceder al descontrol, la potestad sobre su magia que en realidad nunca tuvo.
Kattrina Vinter- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 42
Fecha de inscripción : 06/07/2017
Re: What is and what should never be | Privado
¿Nunca les ha pasado estar en lugar correcto, sólo con pensarlo?
Aquella tarde había decidió, por una razón que escapaba de su mente, regresar a los muelles, aquel puerto que lo vio llegar a parís con otro nombre y cicatrices descubiertas en su cuerpo. Ahora, con nueva identidad que lleva usando por años, es difícil pensar que había sido uno de los piratas más buscado en los últimos años, así como uno de los últimos, cuando se creía que la edad de piratas había acabado hace casi 100 años, él se encargó de hacerle recordar a muchos que la maldad siempre estará en todos lados y hasta en el mar.
El sol ya había decidió comenzar a desparecer sobre las aguas, recordándole los muchos atardeceres que presencio sobre un bote, ya sea como un capitán de milicia, como un pirata, ambos actores siempre marcados en la obra de su alma. Un asesino es un asesino, según él, en cualquier bando que existe, llámese justicia o maldad, siempre será un ser que desaparece a otro.
No había sentido nada desde hace horas, o tal vez no quería hacerlo, bien podría ignorar tantas auras errantes en su camino, siempre lo hace, pero la angustia siempre lo ha hecho sentirse atraído, tal vez es la misma melancolía que lo suele invadir en las noches, cuando recuerda a su esposa, a su hija y a todas las almas asesinadas que se pegan a su alma, manchándola de negro errante y doloroso.
Vio a la muchacha con el rabino del ojo, emanando un aura de enojo, angustia y misterio. Por alguna razón la atracción hacia ella fue algo que lo motivo a moverse entre las sombras, siguiéndola sigilosamente y a suficientes metros como para que ella no pudiera verle, aunque tampoco parece importarle, su frustración era tal que pareciera más inmiscuida en sus asuntos que, incluso, en el clásico par de buscapleitos que no sobrevivirán a un duelo de espada con un manco.
-No creo que debiera de intervenir-se dijo a si mismo mientras los dos sujetos parecen seguirla y buscar disminuir el espacio entre ellos y ella, al menos eso pensó hasta que el aura de la chica cambio a miedo, a un distancia bastante considerable para hacer algo a tiempo.
¿Debería de correr? No estaba seguro siquiera, la distancia era considerable así que al encontrarse a unos metros del oscuro encuentro, su sorpresa llego de inmediato.
-Hechicera-susurro para el mismo cuando vio a sujeto conmocionar ante el control de la muchacha.
La siguiente escena, sin duda, no hubiera sido agradable para el ojo común, aunque tampoco para él, si no hubiera visto escenas parecidas por años, ver un poco de sangre se le hizo poco. Poco para la época en la que vivió en el mar, pero en un mundo donde la violencia, al menos la que estaba acostumbrado, ha disminuido con el paso de los años, no pudo evitar sonreír con curiosidad. Al ver caer los dos sujetos, supo que debería de intervenir sin duda, ya acabo el asunto de la violación a punto de pasar y de más.
Con un gesto de la mirada y un suspiro suave comenzó a ejercer su empatía en la muchacha, buscando llegar a su calma y darle tranquilidad que necesitaba, al menos lo que podría verse, tal vez la calma podría interferir en esa ira que, al parecer, es la que ha activado tan oscuro poder.
Aquella tarde había decidió, por una razón que escapaba de su mente, regresar a los muelles, aquel puerto que lo vio llegar a parís con otro nombre y cicatrices descubiertas en su cuerpo. Ahora, con nueva identidad que lleva usando por años, es difícil pensar que había sido uno de los piratas más buscado en los últimos años, así como uno de los últimos, cuando se creía que la edad de piratas había acabado hace casi 100 años, él se encargó de hacerle recordar a muchos que la maldad siempre estará en todos lados y hasta en el mar.
El sol ya había decidió comenzar a desparecer sobre las aguas, recordándole los muchos atardeceres que presencio sobre un bote, ya sea como un capitán de milicia, como un pirata, ambos actores siempre marcados en la obra de su alma. Un asesino es un asesino, según él, en cualquier bando que existe, llámese justicia o maldad, siempre será un ser que desaparece a otro.
No había sentido nada desde hace horas, o tal vez no quería hacerlo, bien podría ignorar tantas auras errantes en su camino, siempre lo hace, pero la angustia siempre lo ha hecho sentirse atraído, tal vez es la misma melancolía que lo suele invadir en las noches, cuando recuerda a su esposa, a su hija y a todas las almas asesinadas que se pegan a su alma, manchándola de negro errante y doloroso.
Vio a la muchacha con el rabino del ojo, emanando un aura de enojo, angustia y misterio. Por alguna razón la atracción hacia ella fue algo que lo motivo a moverse entre las sombras, siguiéndola sigilosamente y a suficientes metros como para que ella no pudiera verle, aunque tampoco parece importarle, su frustración era tal que pareciera más inmiscuida en sus asuntos que, incluso, en el clásico par de buscapleitos que no sobrevivirán a un duelo de espada con un manco.
-No creo que debiera de intervenir-se dijo a si mismo mientras los dos sujetos parecen seguirla y buscar disminuir el espacio entre ellos y ella, al menos eso pensó hasta que el aura de la chica cambio a miedo, a un distancia bastante considerable para hacer algo a tiempo.
¿Debería de correr? No estaba seguro siquiera, la distancia era considerable así que al encontrarse a unos metros del oscuro encuentro, su sorpresa llego de inmediato.
-Hechicera-susurro para el mismo cuando vio a sujeto conmocionar ante el control de la muchacha.
La siguiente escena, sin duda, no hubiera sido agradable para el ojo común, aunque tampoco para él, si no hubiera visto escenas parecidas por años, ver un poco de sangre se le hizo poco. Poco para la época en la que vivió en el mar, pero en un mundo donde la violencia, al menos la que estaba acostumbrado, ha disminuido con el paso de los años, no pudo evitar sonreír con curiosidad. Al ver caer los dos sujetos, supo que debería de intervenir sin duda, ya acabo el asunto de la violación a punto de pasar y de más.
Con un gesto de la mirada y un suspiro suave comenzó a ejercer su empatía en la muchacha, buscando llegar a su calma y darle tranquilidad que necesitaba, al menos lo que podría verse, tal vez la calma podría interferir en esa ira que, al parecer, es la que ha activado tan oscuro poder.
Clinton Allen- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 04/09/2017
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Re: What is and what should never be | Privado
Tan pronto como desapareció el arrebato de furia, que desencadenó en la muerte de los individuos que intentaron violentarla, una tormenta emocional acaeció sobre ella cuando los gritos y las súplicas quedaron al aire y ella continuó sumida en el silencio, con la culpa palpitando feroz en su consciencia. Si bien era desagradable el acto que aquellos individuos intentaron consumar, no era su lugar sentenciar juicios de vida o muerte sobre la existencia de otros seres. Ciertamente, su poder debía tener límites y aquello no sólo refería a la magia como tal sino también al ámbito moral. No podía dejarse arrastrar por la oscuridad, mucho menos por la falta de control, necesitaba una solución, pero en ese preciso instante no se sintió con ánimo de pensar en una.
Su cuerpo se estremecía sin que tuviese control alguno sobre ello y, de sus ojos cristalizados, escurrían salinas gotas que presurosas se deslizaban por la blanda piel de sus mejillas hacia el límite de su mandíbula para caer al vacío, feneciendo contra los adoquines de la calle. Sus respiraciones eras agitadas y su corazón latía fuerte contra su cavidad toráxica, esta vez no por la prisa o el miedo sino por la conmoción. Permaneció estática sin saber cómo reaccionar, sus manos temblorosas y heladas se agarraron de la falda de su vestido y el peso de su espalda recayó en la pared tras de sí, resbalándose por ella hasta quedar sentada en el suelo.
No podía parar de llorar, mas se forzó a sí misma a ser valiente, afrontar las consecuencias de sus actos y enfrentar el crimen perpetrado. Con una mueca de dolor plasmada en sus facciones, la joven hechicera desplazó la mirada a los cuerpos inertes de quienes jugaron a ser victimarios y terminaron siendo víctimas. Apretó los parpados con fuerza sin poder sostener sus esmeraldas sobre el carmín del delito y entonces se encogió sobre sí misma, apretando las rodillas contra su pecho y escondiendo el rostro entre ellas como una niña atemorizada.
Lenta y repentinamente, la opresión de su pecado comenzó a desvanecerse. Poco a poco, sintió un extraño y antinatural sosiego envolviendo todos sus sentidos. El ritmo de sus respiraciones se apaciguó en conjunto al palpitar de su corazón. Inhaló profundo y exhaló, el grifo que regulaba el fluir de sus caudalosas lágrimas se cerró por completo hasta que sus tempestades, enrojecidas por el llanto, quedaron de nuevo secas.
El sonido de un par de pasos acercándose hizo eco entre la estrecha calle. Incluso aunque su cuerpo le advertía que debía experimentar temor, no pudo evitar advertir la ausencia del mismo. Muy despacio levantó la mirada de su escondite y ante sus verdes se develó la figura de un hombre, una que conocía bien. Se trataba del misterioso señor que la asediaba noche tras noche en sus premoniciones; justo como en el presagio, la silueta del hechicero emergió de la bruma y en relación proporcional a su acercamiento, demarcado por un cadencioso andar, le fueron revelados sus rasgos a detalle. Definitivamente era él; no obstante, no fue la formidable presencia del señor aquello que le desconcertó sino la manifestación de su naturaleza.
Era un hechicero… como ella y, en vez de enjuiciarla por su transgresión, se había ocupado de menguar su aflicción.
— Tú… — Musitó a media voz sin dar fe de lo que sus ojos contemplaban — Eres tú.
Se repuso con rapidez, poniéndose en pie de un salto y sacudió el polvo que su vestido había recogido del piso. Refregó su rostro apartando los rezagos de lágrimas que se señalaban traslúcidos en sus mejillas y dio un paso receloso hacia él. El crimen a medio metro de sus pies no parecía haberlo sorprendido y en cambio, le pareció, se presentó confundido ante su dicción.
— Te he visto… — Afirmó con tono quebradizo— Te he visto en una visión… te he buscado todo el día y no… no, no pensé que te fuera a encontrar — Se tomó un momento para respirar, la turbación del momento le asaltaba de nuevo, esta vez manifestada en una tenaz sensación de asfixia — Yo… no sé...
Se cubrió el rostro con ambas manos, no sabía que decir, tampoco como explicarse. Comprendía que para aquel hombre todo cuanto formulaba debía carecer de sentido. Se sentía desorientada, desconsolada y sobre todo, asustada.
Su cuerpo se estremecía sin que tuviese control alguno sobre ello y, de sus ojos cristalizados, escurrían salinas gotas que presurosas se deslizaban por la blanda piel de sus mejillas hacia el límite de su mandíbula para caer al vacío, feneciendo contra los adoquines de la calle. Sus respiraciones eras agitadas y su corazón latía fuerte contra su cavidad toráxica, esta vez no por la prisa o el miedo sino por la conmoción. Permaneció estática sin saber cómo reaccionar, sus manos temblorosas y heladas se agarraron de la falda de su vestido y el peso de su espalda recayó en la pared tras de sí, resbalándose por ella hasta quedar sentada en el suelo.
No podía parar de llorar, mas se forzó a sí misma a ser valiente, afrontar las consecuencias de sus actos y enfrentar el crimen perpetrado. Con una mueca de dolor plasmada en sus facciones, la joven hechicera desplazó la mirada a los cuerpos inertes de quienes jugaron a ser victimarios y terminaron siendo víctimas. Apretó los parpados con fuerza sin poder sostener sus esmeraldas sobre el carmín del delito y entonces se encogió sobre sí misma, apretando las rodillas contra su pecho y escondiendo el rostro entre ellas como una niña atemorizada.
Lenta y repentinamente, la opresión de su pecado comenzó a desvanecerse. Poco a poco, sintió un extraño y antinatural sosiego envolviendo todos sus sentidos. El ritmo de sus respiraciones se apaciguó en conjunto al palpitar de su corazón. Inhaló profundo y exhaló, el grifo que regulaba el fluir de sus caudalosas lágrimas se cerró por completo hasta que sus tempestades, enrojecidas por el llanto, quedaron de nuevo secas.
El sonido de un par de pasos acercándose hizo eco entre la estrecha calle. Incluso aunque su cuerpo le advertía que debía experimentar temor, no pudo evitar advertir la ausencia del mismo. Muy despacio levantó la mirada de su escondite y ante sus verdes se develó la figura de un hombre, una que conocía bien. Se trataba del misterioso señor que la asediaba noche tras noche en sus premoniciones; justo como en el presagio, la silueta del hechicero emergió de la bruma y en relación proporcional a su acercamiento, demarcado por un cadencioso andar, le fueron revelados sus rasgos a detalle. Definitivamente era él; no obstante, no fue la formidable presencia del señor aquello que le desconcertó sino la manifestación de su naturaleza.
Era un hechicero… como ella y, en vez de enjuiciarla por su transgresión, se había ocupado de menguar su aflicción.
— Tú… — Musitó a media voz sin dar fe de lo que sus ojos contemplaban — Eres tú.
Se repuso con rapidez, poniéndose en pie de un salto y sacudió el polvo que su vestido había recogido del piso. Refregó su rostro apartando los rezagos de lágrimas que se señalaban traslúcidos en sus mejillas y dio un paso receloso hacia él. El crimen a medio metro de sus pies no parecía haberlo sorprendido y en cambio, le pareció, se presentó confundido ante su dicción.
— Te he visto… — Afirmó con tono quebradizo— Te he visto en una visión… te he buscado todo el día y no… no, no pensé que te fuera a encontrar — Se tomó un momento para respirar, la turbación del momento le asaltaba de nuevo, esta vez manifestada en una tenaz sensación de asfixia — Yo… no sé...
Se cubrió el rostro con ambas manos, no sabía que decir, tampoco como explicarse. Comprendía que para aquel hombre todo cuanto formulaba debía carecer de sentido. Se sentía desorientada, desconsolada y sobre todo, asustada.
Kattrina Vinter- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/07/2017
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