Le passé est l'avenir, a déclaré la gargouille [Privado]

por **Khâlid** Miér Nov 05, 2014 9:44 pm

Apenas había salido del Vaticano para arribar en Francia, y las tareas no dejaban de llegar; era lógico considerando la magnitud de su posición. En ese entonces había sido enviado hacia una de las tantas expediciones, las cuales profesaban con una larga estadía en París, considerando el número de estas, pero él aún no era consciente del otro trasfondo a manos de aquellos hombres que lo habían maldecido.

Hoy se encontraba camino hacia la majestuosa Notre Dame, en busca de ciertos saberes provechosos para Los Ángeles Custodios, esta vez escarbando por el lado de la alquimia. Su origen, visto ante muchos, era quizás muy oscuro para que se le permitiera a cualquiera investigar rodeado de símbolos y misterios. Muchas veces perseguida cruelmente por pertenecer a la doctrina del ocultismo. Siendo cultivada por viejos sabios y filósofos, y en ocasiones por jóvenes visionarios, dícese de encontrarse en teorías especulativas de antiguos griegos y sueños místicos de alejandrinos. La misión esta vez se basaba en la búsqueda de información relevante acerca de la Tabla Esmeralda. Un texto breve y misterioso que habría revolucionado el pensamiento del occidente cristiano; inscrito sobre la esmeralda caída de la frente de Lucifer el día de la derrota del ángel rebelde. Podría decirse que se trataba de una joya de la Sabiduría, pues reuniría toda la Verdad en pocas líneas, inspirando al realmente intrépido por el alcance de la tan conocida Piedra Filosofal del gran Flamel. Demasiados enigmas planteados al respecto, y de momento sólo tendría esa noche.

Había llegado finalmente a la enorme estructura gótica, quedando fascinado con sus insignias arquitectónicas. La naturaleza histórica se plasmaba en todo rincón de la fachada. Los enormes vitrales, sus secretos y sus majestuosas esculturas, las gárgolas en su eterna vigilancia desde alturas que escrutan al caminante, recordándoles el destino trágico de sus almas, aquello que les espera si se desvían del santo edificio que yace bajo sus garras como un cadáver descomunal.
Ingresando a su intimidante interior, Khâlid fue atravesando lentamente aquel salón, guiándose siempre en los rincones más oscuros, donde los candelabros no llegaban a iluminar con suficiencia su pétreo rostro. El gran reloj estaría por marcar prontamente la medianoche, y adentro el número de personas era ínfimo, y ninguna habría captado al hombre que entraba a invadir al lugar bendito. Sería otro devota más entonces. Supuestamente allí encontraría a un hombre inmerso en la cuestión, que dispuesto estaba a entregar cierta información a su círculo. Los contactos claramente los había hecho Caraffa, y él ahora debía reunirse con este para conversar acerca del mismo.

por **Arkana** Sáb Dic 13, 2014 10:26 pm

“Pero a ti quiero mirarte
hasta que tu rostro
se aleje de mi miedo
como un pájaro del borde
filoso de la noche.”
—Alejandra Pizarnik.

Sus ojos se perdieron en la infinidad del cielo raso, algunos puntos luminosos comenzaban a aparecer ya cuando el sol dio su última señal de vida. París la había acogido con altos y bajos y aunque algunas noticias no habían sido precisamente las más agradables, Arkana no se quejaba. Las amarguras las guardaba para sí misma, soportando aquel dolor no físico sin dejarse derrotar por él. Su mente descansaba plácidamente de las tormentosas búsquedas que amenazaban, una vez más, con quebrar su integridad tanto física como mental, a pesar de que una última había cumplido con las expectaciones que todos en Agartha tanto esperaban. Sólo el silencio adornaba el recinto en el que se encontraba la vampiresa, justo en esa noche sin luna. Los pasos huecos que se acercaban a ella rompieron con la serenidad que la acompañaba. Era alguno de sus ayudantes, quien le llevaba una importante correspondencia. Arkana tomó el sobre y detalló las texturas del sello dorado que lo adornaba, recordando de inmediato de quien se trataba. Se apresuró a abrirlo, mostrándose de buen humor al recibir la misiva. Sus orbes recorrieron expectantes cada palabra haciéndola enmudecer por unos largos segundos. Era una invitación a Notre-Dame, una extraña búsqueda alquímica empezaba a surgir entre las sombras de la sobria catedral. Las indicaciones de aquel que le escribía eran bastante claras; sus ayudantes insistieron en ir con ella, pues a pesar de todo era su líder y debían custodiarla. Arkana se rehusaba, pero al final, a duras penas terminó aceptando que fueran con ella, pero lo más sano era que guardaran una distancia prudente.

Esperó las horas en las que el templo se viera libre de personas y así logró adentrarse en aquel interior de piedra tallada. Su mirada se paseó por las altas paredes y la arquitectura tan exquisita que caracterizaba al templo. Era uno de los edificios religiosos más antiguos del período gótico. Notre Dame fue construida en el año 1163 bajo el nombre de “Nuestra Señora de París”. Muchas leyendas se forjaron a su alrededor, especialmente por las figuras de las gárgolas que custodiaban la imponente entrada. Y no sólo eso, también entre su piedra firme se escondían los más poderosos tratados de alquimia medieval de todo el continente. Notre Dame y otras catedrales más eran cunas del conocimiento de la magia medieval, ellas eran enigmáticos escritos forjados en arte puro.

La vampiresa recorrió el extenso corredor que atravesaba la estancia, guiando a los fieles hasta el altar. Las luces de los candelabros iluminaba vagamente el interior del recinto. El aire estaba abarrotado del olor propio del incienso y del que dejaba la cera al derretirse por las flamas de las velas consumiéndose lentamente. Cuando se detuvo a escasos pasos del altar supo que no estaba sola, otra presencia había irrumpido en el templo. Le era extrañamente familiar y creyó que podía tratarse de su amigo alquimista, pues hacía muchos años que no lo veía. Sin embargo, desconfió y sólo le quedaba comprobar que se tratara de él.

—Loado sea el nombre de Jesús —exclamó con voz musical, observando de reojo a la figura oculta entre las sombras. Antes de continuar recordó las claras advertencias de su amigo, “hay alguien más que es conocedor de este secreto y me ha traicionado. Por favor, tened cuidado”.

por **Khâlid** Sáb Feb 07, 2015 8:15 pm

¿Sería que la muerta mirada de sus ojos espantaba a los fieles de Jesucristo? En sus cuencas podía hallarse el hielo de la indiferencia, incapaz de sentir algo. Si su cronología fuera relatada desde que Malacoda causó estragos en su memoria nadie, tal vez, hubiese creído que alguna vez fue el fundador y líder de una orden tan imperiosa como lo podía ser Agartha. Manifiesto el ‘jaque’ de los Ángeles Custodios, el hombre no podía ser nada más ni nada menos que su marioneta más irónica, de la cual seguramente continuaban burlándose en el fondo, disfrutando del circo que creaban. Debían admitir que había sido una excelente jugada.
Primero uno, luego dos, luego todos. Una vez la catedral se encontraba en su esplendor, librada de la plebe que al inquisidor tanto molestaba.
—Hipócritas. Serán los hipócritas que Dios tanto repudia —murmuró para sí mismo un tanto inaudible. La cera de las velas prácticamente se había consumido por completo, y sus llamas se mostraban moribundas.

Absorto en sus pensamientos, vacíos de sentido alguno esta vez. La insistencia del papa era en verdad irritante, y sus palabras la mayor parte del tiempo, o al menos en su presencia, estaban llenas de quejas, nuevas órdenes, nuevos alborotos. La alquimia siempre había sido un tema de gran, de grandes debates dentro de los recónditos más oscuros de los Estados Pontificios, en donde Caraffa podía ordenar a sus demonios actuar como maquiavélicos estrategas. Por supuesto, para Khâlid no era más que simples misiones, meros caprichos de aquel hombre.

Precavido detuvo su paso. Sea cual sea el individuo que se le presentase, debía de guardar una distancia prudente, al menos hasta que pudiera cerciorarse correctamente. Y esta vez no podía sentirse más confundido.
—Buenas noches… —agregó más seco ante la suave voz que se alzaba en su cercanía más próxima. Un tanto desorientado, sin dudas le extrañaba que la figura al final del camino fuera el de una mujer, y no de quien esperaba encontrarse supuestamente. Le habían dejado muy en claro que sería en ese momento, cuando el monstruoso reloj sonara a la medianoche, que aquel semejante a como se lo habían descrito, saldría por una de las puertas, llamando su atención, manejándose siempre en el anonimato. Pero parecía ser que este había superado sus expectativas al descubrir a la fémina.

De manera inesperada como sorprendente llegó. De pronto una extraña confusión revistió cada fibra de su cuerpo. Se sentía incómodo mediante avanzaba hasta ella, pero no tenía forma de cuestionarse tal padecimiento. Un repentino malestar invadió su cabeza, y por dentro volvía a maldecirse. La mujer sin duda alguna era hermosa, pero sin desmerecerla no era lo que más le había llamado la atención, sino aquella sensación, como si la conociera de algún lado. ¿De otra vida? Eso era imposible dentro de la visión impuesto en el inquisidor. Y es que tampoco lo podía considerar como un imprevisto y antiguo cruce. ¿Pero quién era él para dudar de sus recuerdos, teniendo más valor ahora la proximidad de la conquista? En boca de aquellos otros parásitos, nadie. ¿Estarían ellos al tanto de que el encuentro iba a llevarse a cabo esta noche?
Indudablemente sentía curiosidad. Su mirar enseguida delataba sus milenios, al igual que él, por estas tierras. Sería un idiota siquiera al pensar dejarlo pasar como desapercibido. Quizás pudiera ella revelarle información más que necesaria. Pero con ello, también la teoría que estuviera frente a una rival por la esmeralda era de lo más lógica.
—Interesante renombre veo en sus años, madame.
»Y espero acepte mi atrevimiento al afirmarle que no creo en las coincidencias. Quisiera saber la razón de su estadía.

por **Arkana** Sáb Feb 28, 2015 12:56 am

Piensa que eres incapaz de suspirar un suspiro,
sin que tu hacedor no esté a tu lado;
Piensa que no puedes llorar una lágrima
sin que tu hacedor no esté llorando.
—William Blake.

Si su corazón estuviera vivo, lo más probable es que se hubiera retorcido en su pecho, como si quisiera abrazarse a sí mismo. Arkana no dudó en lo imposible y luego de que Jacques mismo le confirmara el horror de la traición por parte de aquel al que tantos años le había entregado, ahora al reconocer esa voz no le quedaba duda. Ya no creía que la presencia le resultara familiar, no podía tratarse de otra persona, sino de él. Sin embargo, volviendo a rememorar las palabras de su amigo alquimista, mantuvo su postura firme y su mente permaneció bloqueada por una barrera invisible que no le permitiría a nadie poder hurgar entre sus memorias. Sus párpados se cerraron y como un impulso necesario respiró profundo. No necesitaba del aire, pero aquello le relajaba y le mantenía concentrada en lo verdaderamente importante. Había asistido esa noche a Notre Dame con un único fin y no podía desviar sus objetivos por una simple coincidencia.

Estaba de más decir que aquel que le acompañaba no se trataba de quien esperaba, no había reconocido el saludo como el santo y seña para iniciar con el encuentro. El alquimista había estado entre beguinos hace algún tiempo y aún mantenía aquellas rutinas de vez en cuando, pero jamás había logrado apartarse de la alquimia, que era más que una profesión de vida para él. Arkana era presa de la curiosidad, pero continuaba con su acostumbrada firmeza y mantenía su rostro sereno, de vez en cuando dirigía su mirada al altar y evitaba exaltarse al sentir como las pisadas del sujeto se acercaban un poco más. Él también había sido prudente, aunque dudó en usar su telepatía, tenía que cerciorarse de todo antes de dar un paso en falso. Sólo se encontró con dudas, pero también con otras verdades que confirmaron sus sospechas. Eran terribles, como dagas que se clavaban en su pecho.

Debía enfrentarse con la verdad, por más que doliera, por más horrible que fuera, tenía que hacerlo. Era algo que no iba a superar tan fácilmente, pero en su actual posición no debía existir el egoísmo. Por más que le fuera difícil admitir que Badr ya no estaba entre ellos y que probablemente los había traicionado, no debía dejarse caer en ese abismo de desconsuelo. Agartha la necesitaba y ahora más que nunca, la hermandad era el único refugio que le quedaba. Se dio media vuelta para hacerle frente al hombre ahí presente. Sintió algo quebrarse en su pecho y aunque era insoportable, Arkana mantuvo su semblante rígido por más que sus ojos revelaran el dolor escondido. Quizás él no lo notaría. Badr se veía diferente como si no fuera él y eso afirmaba más lo que le había contado Jacques. Ni siquiera a él lo reconoció y lo peor de todo, estaba en compañía de los malditos Ángeles Custodios. La vampiresa lo observó detenidamente y pese a las advertencias del alquimista, ahora sus objetivos para esa noche, habían cambiado repentinamente.

—Debo decir lo mismo, señor… —Mencionó aguardando la calma y conteniendo los deseos de corroborar las incertidumbres que se refugiaban en su interior—. Buenas noches para usted también. Disculpe mi atrevimiento, ¿es usted Badr? —Algo golpeó en su pecho, no debió dejar escapar ese nombre, pero tenía que hacerlo. Le era urgente, necesario y también masoquista. Pero ya las palabras habían fluido por sí solas. Ahora sólo le tocaba esperar la reacción que éstas pudiesen causar en su ahora adversario.

por **Khâlid** Sáb Mar 14, 2015 11:52 am

"I won’t soothe your pain
I won’t ease your strain
You’ll be waiting in vain
I got nothing for you to gain."

Y desde entonces, ¿bajo qué criterio podía permitirse poner en duda siglos de adoctrinamiento mental? Se le había enseñado a rechazar el instinto ante todo cuestionamiento. El escepticismo ya era parte de él, pero lo que sus superiores no sabían era que este abarcaba todos los ámbitos en los que se veía envuelto. Pero era cierto, su imagen había distorsionado a tal manera que podía causar repulsión cualquier miembro de la orden de Agartha. ¿Alguien se había detenido a pensar en qué sería de él si algún día llegaba a recordar su verdadera historia? Y no refería precisamente a la orden sino a él mismo, como el mismísimo Badr. Si él volviera, nadie estaría seguro por cuanto tiempo, porque… ¿Cómo cargar con la idea de haber traicionado a su hogar y familia por tantos siglos? Y más habiendo jurado en las penumbras mancharse con su sangre. Conociéndolo por su esencia, por su nivel de lealtad en noches de consciencia, nadie tampoco estaría seguro siquiera si prefiriera estar vivo.
El conteo había comenzado.

El inquisidor estaba al tanto de la pérdida de tiempo que esto iba a significarle, ya que ahora debía ser mucho más precavido; y antes de mencionar algo siquiera, debía averiguar más acerca de aquel ser. ¿Era probable que el enemigo estuviera enterado de dichas coordenadas, y quisiera ahora nuevamente adelantársele? Él no podía volver a permitirlo, fuera al precio que fuera, ya que era algo que no le sorprendía. Su error esta vez era estar acompañado únicamente por su sombra; una que se volvía inútil. Aunque él siempre había sido de los que prefería trabajar en soledad, sabía que no podían haber más errores. Para su suerte, la catedral carecía ya de muchedumbre. Poco a poco podría darse la liberar de liberar al demonio. Sólo Dios podría ser testigo, y a él era algo que no le importaba en lo absoluto.

—Badr… —repitió en un susurro, frunciendo el ceño algo desconcertado. ¿Podía tal vez Arkana disuadir la opresión de los ouroboros?... Hasta entonces esa teoría se veía bastante imposible. No obstante, el nombre resonaba lo suficiente en su cabeza, como si se hubiese perdido de algo. ¿Por qué le llamaba así? ¿A qué refería, o con quién confundía? Era en ese entonces que enervaba por no poseer la telepatía como alguno de sus colegas. ¡Esos bastardos! De aquella manera hubiera podido asegurarse de cuál respuesta era la más apropiada. Si mentir sobre ese hecho iba a llevarlo con suerte a una complicidad falsificada con la mujer. Un movimiento en falso sólo empeoraría las cosas. Y por lo mismo, se limitó a poner en funcionamiento su bloqueo mental, de manera que cada recuerdo vigente se mantuviera intacto y para él solo.
—Ah… Lo lamento. Creo que me confunde con algún otro conocido. Mi nombre es Khâlid, y es un placer —buscó corregirle, exponiendo su palma hasta su dirección, esperando que como respuesta la fémina se sintiera lo suficientemente a gusto como para recibir un beso en el dorso de su mano. No tenía porqué dejar el arte de la persuasión de lado ahora. Elevó su mirada hasta el cielo raso, deteniendo una mirada absorta por unos segundos —Es hermosa, ¿no cree? Venir aquí siempre será una exquisitez. Aunque soy consciente de que ninguno ha venido aquí solamente a admirar la arquitectura, o a orar al señor. —Aclarando esto último, su cabeza volvió a bajar, enfocando sus orbes sobre ella, perfectamente intrigado.
¿Es que dónde estaba metido el maldito que había asegurado su estadía en la catedral esa noche para el intercambio de información? Temía que le hubiesen puesto una trampa.
Y de ser así, no dejaría a nadie vivo esa noche.

por **Arkana** Sáb Abr 04, 2015 9:41 pm

Sufro sin enseñar mi descontento,
Y amo, aunque deba aparentar odio.
No me atrevo a expresar mis sentimientos,
Parezco muda, aunque por dentro hablo.
Soy y no soy, en llamas me congelo,
Pues he dejado de ser yo, no soy más mía.
—Elizabeth I de Inglaterra.

Tantos recuerdos acudieron a su mente en esos momentos que a su vez se volvieron como dagas letales perforando su pecho, aumentando más su pesar. Aunque una parte de ella se negara a creer en lo que le resultaba absurdo y la esperanza le hacía creer en lo imposible, todo se vino abajo cuando luego de tantos siglos volvió encontrarse de nuevo con Badr. Ciertamente notó que había algo distinto en él y hasta su mirada carecía de emoción alguna. Arkana no pudo hacer más nada sino simplemente callar su queja, acompañarla con el silencio de sus dolencias y fingir algo que no era. Debía desentenderse de la situación y aunque le resultara difícil, tenía que hacer la emoción a un lado y centrarse en lo verdaderamente importante, pero, ¿cómo? Si Badr era igualmente tan preciado por ella, era a quien tanto amaba con devoción, pero ahora, ¿qué sería de ese amor? ¿Se marchitaría como lo hacen las hojas en otoño?

A pesar de que las emociones se arremolinaran en su interior, ofuscándole el pecho, Arkana se mantuvo en una postura tranquila, sin levantar sospecha alguna. Sabía que él quizás estaría ahí por las mismas razones que ella. De algo estaba segura, ambos buscaban algo y la invitación de su amigo alquimista no fue pura casualidad, aún esperaba que aquel hiciera su aparición, pero nadie más irrumpía en el interior de Notre Dame y ahora estando frente a Badr, le era un reto intentar concentrarse en la misión que se planteó en esa noche. Hasta obvió que afuera le esperaban otros miembros de la orden que sólo le acompañaron con la idea de mantener todo bajo control y claro, también con el deber de velar por la seguridad de su líder.

Arkana escudriñó con la mirada al vampiro, aún no se creía que era él, su Badr. Parecía tan diferente a lo que era en antaño, ¿qué clase de alquimia maldita habían usado esos monstruos en su contra? Tenía unos fuertes deseos de saberlo, pero no debía dar un paso en falso. Por los momentos sólo debía mantener una posición firme y no dejarse afectar por las circunstancias presentes. Claramente no supo qué hacer al momento en que el hombre extendía su mano como gesto de cortesía, pero estaba consciente de que debía fingir lo mejor que pudiera y aunque evadía siquiera poder sentir su tacto sobre el suyo, terminó estirando su mano correspondiendo a la salutación del otro vampiro.

—Lamento haberlo confundido de esa manera, sólo se me pareció muy familiar —mencionó al momento en que apartaba su mano y buscaba con la mirada algún indicio de que su amigo estuviera oculto entre las sombras de la catedral. Pero el silencio que hubo fue breve, de nuevo las palabras de su acompañante la distrajeron—. Así es, Notre Dame siempre ha conservado su enigmática belleza… Y quien sabe, yo he venido aquí porque no he hallado mejor refugio que estas silenciosas paredes. Siendo forastera, no me acostumbro al bullicio de afuera. No del todo. ¿Y usted a qué ha venido, Monsieur Khâlid?

La vampiresa cambió estratégicamente su discurso aguardando un poco más por la reacción que fuera a causar en el hombre. Optó por retirarse finalmente y dirigirse finalmente a una de las bancas dispuestas a ambos lados del templo y frente al altar. Arkana se quedó observando el altar principal, había algo en ese lugar que llamaba poderosamente su atención, pero no hizo más que simplemente callar, esperando que con aquella actitud, Khâlid decidiera marcharse.

por **Khâlid** Vie Mayo 22, 2015 10:36 am

Malditos aquellos demonios que danzaban alrededor de su mártir, tristemente sepultado, cual festín estos ardían, gozando de una victoria que bajo sus orbes ya no sería efímera, sino creciente con cada paso letal a través de la hermandad, a través de su nauseabunda misión. ¿Lo hacía? ¿Se daba cuenta que todo se reducía a envenenar con su mirada y sigilosos pensamientos a los servidores del mismísimo Lucifer? El universo tampoco ignoraría el destino natural de cada individuo, fuera cual fuera su origen. Khâlid también estaba destinado a odiarlos mientras ejecutaba en silencio. Era, quizás, su propia advertencia. Pero estos se hacían más y más fuertes, y no se sabría hasta donde eran permitidas las esperanzas.

Ciertamente había que observarlos a ellos, sólo a ellos. Dos amantes agasajando la tragedia, viéndose obligados a hacerlo. La Desdicha no podía vestirse más hermosa, llevaba un velo blanquecino, pacífico, mientras que abajo, su rostro se descomponía en gritos ahogados en podredumbre; ella los observaba, velaba por ambos. Pensar en el pasado sólo alzaba la pena, pues se los recordaba tan unidos, y aún así la gran dama podía ser más amigable con ellos, pues juntos hallaban ese extraño amor legendario, una comprensión mutua. Arkana se veía igual, y se sabía que su esencia estaba intacta; admirable como siempre, mientras que él también se veía igual, pero su escencia ya se había sumergido en sangre envilecida, y ya no se lo podía considerar como su antigua compañía, sino que su presencia se reducía a un cadáver vacío, totalmente externo a cualquier tipo de sentimientos que pusiera en juego su “utilidad”, pues el títere no podía fallarles, no podía levantarse del infierno para ascender con sus amados, porque se arruinaría todo, las garras de aquellos ochos restantes se perforaban cada vez más profundas en su piel para retenerlo.

—¿De veras?... Creí que ya lo sabía.

Y el silencio volvió a brotar en la inmensa catedral. Él había escuchado por arriba la respuesta ajena, porque era demasiado evidente en su falacia. ¿Quién podía engañarlo? Probablemente, ni él podía engañarla a ella. Era algo que tenía muy presente al momento de verla por primera vez esa noche. Los ojos podían delatar muchísimo, y Khâlid no pensaba perder el tiempo; este era valioso, aún en su eternidad. No permitiría que fuera tomado por idiota. Sería quien acabara con las máscaras en este caso. No veía útil la necesidad de pasar inadvertido.
A todo esto, ya había empezado a acercarse más a ella, lo suficiente como para quedar a menos de un metro.
—Espero no guarde relación con la inminente ausencia del arzobispo.
»¿Me dirá su nombre?

Y entonces, su vista se había embellecido. Era como si en el fondo existiera algún vestigio de alma no corrompida. Pero no se le permitiría, nuevamente, que esta se descubriera esta noche. Al menos no hoy. Porque ahora, debía condenarla.

por **Arkana** Lun Jul 13, 2015 12:03 am

Fluye abajo, fría corriente, hacia el mar;
Tu tributo en olas será entregado:
Hacia tí, mis pasos ya no correrán,
Nunca más, eternamente.
—Lord Alfred Tennyson.

Era realmente extraño estar en compañía de él y actuar como si se tratara de un completo extraño; más que sentirse extrañada, le dolía, era como una punzada en su pecho. Pero no podía hacer absolutamente nada, al menos, no esa noche, cuando las casualidades confirmaron la fatídica noticia de que Badr posiblemente había traicionado a los suyos, dejando que su lado demoníaco despertara. Arkana guardó silencio, conservó las dudas para sí mismas y los recuerdos se aunaban en su mente como si estuviera presente en aquellos tiempos arcaicos, cuando su querido compañero caminaba de su lado en la búsqueda de una utopía que ahora parecía más distante que nunca.

Arkana supo, desde el primer momento que decidió compartir su destino con Badr, lo que éste ocultaba bajo su piel y temía que tarde o temprano, aquel ser demoníaco reclamara la mente de su recipiente. En silencio y sin que aquel lo notara, ella indagó exhaustivamente en todo el misterio que lo rodeaba, sabiendo que el único de los nueve, que era capaz de mantenerse aislado de su compromiso, si así lo deseaba, era Draghignazzo. Eso fue lo que la llevó a pensar que toda aquella falta de memoria debía tener una causa aún más oscura que algo tan común como una simple traición. Sin embargo, era arriesgado a indagar en la verdad tan apresuradamente y menos tratándose de algo tan delicado como lidiar con los mismísimos regentes del averno.

Su mirada se oscureció bajo el manto silencioso de Notre Dame, las sombras a su alrededor danzaban junto con las flamas de las velas que permanecían encendidas en varias partes del templo. Todo parecía tan desolado, tanto como su propia presencia. Permaneció sentada en aquella banca, aguardando un poco más por la retirada de Khâlid. Con tantos recuerdos surcándole la mente, Arkana casi dejaba a un lado lo que la había llevado hasta la catedral de París esa noche.

Nunca imaginó que sus planes se verían arruinados por semejante sorpresa; era osado hacer algún movimiento sospechoso delante del otro vampiro, ahora que era parte del bando enemigo, no podía fiarse de Badr o mejor dicho, Khâlid. Ya a estas alturas, de seguro él ya estaba desconfiando de ella y aunque no le daba del todo la razón, era de esperarse. Cruzaba los dedos para que el hombre desistiera y se marchara, pero muy al contrario, el eco de sus pisadas acercándose le hicieron comprender que el vampiro no se iría tan fácilmente. ¿Estaría esperando a alguien más en aquel lugar? La pregunta que surgió luego de sus labios le confirmó su sospecha. Su amigo tenía razón; otro personaje era conocedor del secreto que Hialmar se había esmerado tanto en cuidar durante varios años, como heredero del secreto de la construcción de Notre Dame.

— ¿La ausencia del arzobispo? Creo que se ha confundido —mencionó con calma, aunque igual de extrañada por aquella pregunta; tampoco se molestó en mirarle, más bien, su mirada permanecía fija en el altar—. No sé a qué se refiere, señor… Quizás el arzobispo esté en la sacristía, es lo que acostumbran los párrocos cuando la última misa vespertina culmina. Aunque ciertamente, es extraño que aún a estas horas las puertas de la catedral permanezcan abiertas. Dígame, ¿acaso esperaba a alguien en este recinto o sólo buscaba al clérigo?

No cuestionó por simple curiosidad, en realidad lo hacía para conocer cuál sería la reacción del vampiro ante su interrogante. Arkana permaneció con el semblante sereno, dejando atrás cualquier indicio de sospecha; se giró un poco y le observó esperando su respuesta. Ella estaba en paz, pero no sin sentirse ligeramente apaleada por la incertidumbre de que, a causa de su demora, sus acompañantes fueran a ingresar a Notre Dame, dejando en evidencia quien era realmente y porque estaba ahí.

por **Khâlid** Dom Ago 09, 2015 11:47 pm

Desde su ingreso a la catedral, no habría perdido la noción del tiempo. Si existía algo que lo exacerbara era la pérdida del mismo, sobretodo si involucraba conversaciones que no llegaban a ningún lado, que retrasaban su enfoque nocturno. Con suerte, esa noche no terminaría en Notre Dame sino en otros rincones de París, buscando acortar sus fastidiosos quehaceres. Sin duda alguna, aquel era un factor determinante en su humor frente a los retrasos ajenos. No se tenía paciencia ni a él mismo, ¿por qué guardarla con los demás?
Pero ahora, debería permanecer allí, junto a la mujer extraña. La antigua había logrado llamar su atención, era un hecho, y sabía que no sería fácil deshacerse de su presencia, no sólo por indudable experiencia, sino porque eliminarla concluiría en un mal movimiento de su parte. Debía de portar una mente exquisita, una mente sabia, invadida por eruditos. ¿Quién más podría rendirle frutos de esa manera? Pero lo más importante: ¿Por qué depender de otro ser añejo, cuando era él aun más arcaico?... La respuesta estaba en su memoria, una completamente trizada. Su memoria, esa era su meta real, el obstáculo hacia su autodestrucción. Porque, para ser sinceros, poco le interesaba el asunto de los custodios. El hombre sentía la obligación de investigar acerca de sus orígenes, para dejar de depender de ellos, para tomar su verdadero nombre. No era Draghignazzo, no era Khâlid; era consciente de que los demonios no lo habían acogido por misericordia ni liberación, sino utilidad.

Y sin embargo, había algo más oculto. La razón por la cual estaba siendo frenado ante sus propios “instintos” asesinos y crueles. La vampiresa debía de guardar un secreto con ella, el cual -de alguna manera- lo obligaba a detenerse, a preservar la indulgencia hacia aquella que sin esfuerzo debería reducirla a otra víctima. Y eso mismo, a su vez, llevaba a enfurecerlo.
—No deberíamos mentirnos. Una vampiresa antigua como tú… ¿Por qué vendría ante el resguardo santo? —le increpó—. Tantos siglos bajo el ala del pecado. Me costaría creerle que viene a redimirse.
Pocas veces se lo había visto ser cordial con quien tenía enfrente; sólo se limitaba a conservar la decencia en casos de levantar teatro para sus presas, para luego tenderles una emboscada. Pero siendo que, al menos en este encuentro, no asesinaría a nadie, no tenía porqué fingir su postura. Después de todo, estaba seguro que hasta los enemigos estaban al tanto de quienes los acechaban. ¿Pero porqué la mujer insistía en evadirla la mirada, sabiendo que ha sido vista? Otra manera de buscar su exaspero, era que lo traten con indiferencia, aún cuando apostaba la misma hacia los demás, no podía permitirlo.
—¡Mírame! —Por primera vez esa noche, había dejado ir su serenidad. No entendía de qué se trataba, y la mujer… De alguna manera lo hacía sentir incómodo con su presencia. El condenado no terminaría de sellar sus labios cuando se lo vio enfrentándola a pocos centímetros suyo, hostigándole con la mirada—. ¿Quién diablos eres? ¿Qué buscas?

Y de pronto, otro dolor invadió su cuerpo, nublándolo con nombres e incógnitas.
—Arkana…

por **Arkana** Sáb Sep 05, 2015 9:33 pm

Hay espacio en los salones del placer
Para un largo y digno tren,
Pero uno por uno todos tenemos que desfilar
Por los estrechos pasillos del dolor.
—Ella Wheeler Wilcox.

Cuando se enteró de la traición del vampiro, estaba enojada y a la vez triste y dolida. Se debatió cómo actuaría si se lo llegase a encontrar en algún momento, pues de seguro estaría en París junto con los demás demonios. Sin embargo, Arkana no estaba preparada para un encuentro tan pronto con aquel que se hacía llamar Khâlid. Todo había surgido de manera inesperada y lo que supuestamente era una reunión de suma importancia en Notre Dame, se convirtió en algo más que una tormenta de recuerdos y angustias. Pero gracias a sus miles de años de experiencia, ella sabía que no debía flaquear, por más que los sentimientos intentaran nublarle la razón, debía resistir y volverse una criatura indiferente a lo que ocurría a su alrededor.

Permaneció sentada frente al altar, manteniendo una postura firme y a la vez relajada. Intentaba sentirse cómoda o al menos aparentarlo, Khâlid seguía ahí dispuesto a quedarse. Era obvio que al igual que ella, también buscaba algo y siendo uno de los seguidores del nuevo Papa, a Arkana no le extrañaba en lo absoluto que en ese lugar también existiera algún otro miembro de Los Ángeles Custodios. Pero faltaba otro detalle por agregar, Notre Dame también era lugar para que algunos cuantos alquimistas se reunieran y debatieran sus más grandes incertidumbres. Ella estaba ahí por uno de esos hombres y ahora temía tanto por él como por sus acompañantes. Lo primero que se cruzó por su mente fue comunicarse mediante telepatía con los otros miembros de Agartha que de seguro aguardaban en los alrededores; en un principio, todo había funcionado, pero si seguía retrasándose más, aquellos iban a sospechar. Tenía que hacer algo y rápido, pues Hialmar, en donde seaque estuviese, también estaba en riesgo. Y cuando su plan iba a llevarse a cabo, las palabras ajenas lo arruinaron por completo.

— ¿Qué? —Preguntó sin caer en cuenta de lo que escuchaba, más no se la iba a dejar tan fácil—. ¿Y qué tiene eso de malo? Digo, puedo ser alguien con muchos siglos en este mundo y eso no es excusa para alejarme del Creador. Que otros lo hagan, es diferente. No siempre puede juzgar a las personas por lo que ve, podría llevarse una sorpresa y sus sospechas nunca serán bien acertadas. Supongo que está consciente de eso. En las escrituras lo dicta claramente: "no juzgues y no serás juzgado"...

Pero antes de poder continuar con su debate, lo que parecía ser una orden, sencillamente la descolocó. Arkana cerró sus ojos y aguardó un par de segundos antes de responderle. Sus manos se habían cerrado sobre sus rodillas y aunque no necesitara del aire, respiró hondo a medida que organizaba sus ideas. El inquisidor empezaba a pedirle explicaciones y eso no estaba bien. No la recordaba o al menos eso creyó.

—No debería pedir las cosas de esa manera, es una falta de respeto. No le he hecho nada para que esté hablándome de esa... manera —finalmente sus miradas se encontraron justo en el momento en que por primera vez en aquella noche, la llamó por su nombre—. Es... Imposible. ¿Cómo sabe eso? —Preguntó al ponerse de pie a enfrentarlo después de todo—. Ahora me corresponde a mí hacer las preguntas y como anda curioseando demasiado, me gustaría saber, ¿Qué es lo que hace usted aquí?

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Le passé est l'avenir, a déclaré la gargouille [Privado]

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