Lazos familiares (Vestein)

Hay una posada en las afueras de la ciudad que es visitada ocasionalmente por viajeros provenientes del interior que andan en busca de algún lugar donde pasar la noche. El lugar cobija a personas de diferentes estratos sociales y cuenta con un posadero bastante tacaño y malgeniudo aunque bastante servicial con aquellos huéspedes que parecen salirse de la norma y presentar un aspecto más elegante que el usualmente vulgar asiduo al lugar. Tal me pareció cuando entre por primera vez y me presenté en la recepción para reclamar un dormitorio y notar como sus modales toscos cambiaron para volverse mas serviles al examinarme con la mirada y valorar rápidamente mis ropas y luego convencerse de que estaba frente a una dama refinada al escucharme hablar. Me dirigí a él como lo había ensayado tantas veces cuando me embullía en mi pequeño papel de dama de sociedad y firmé el libro de registro con unos de mis numerosos alias.

Existían poderosas razones por las cuales había decido hospedarme aquí. Una de ellas era su localización, pues el lugar era discreto aunque distaba mucho de ser antiguo como otros albergues en los que la edad les añade distinción. Este era más bien todo lo contrario, simplemente añejo, y no me agradaba para nada descubrir las grietas en las paredes de mi habitación, ni su color amarillento, ni que el colchón de mi cama fuese duro, aunque el posadero me había asegurado que era una de las mejores habitaciones del lugar y que insistiese en que las sábanas eran de la más refinada fábrica. Si lo que él me decía era cierto entonces yo era la reina de Francia en lugar de Nadia Mondragón, aunque lo último también se podía debatir...

Mmm... sentada en mi cama le di vueltas a la pequeña esquela de papel que tenía en mi mano y que era una copia de aquella que había hecho circular en los barrios bajos de Paris. Mis intenciones eran muy simples: contar con la colaboración de alguien que estuviese más necesitado de lo que lo estuviese yo pero a la vez lo suficientemente desesperado, o loco, o simplemente ambicioso, llámesele como se le llame, para formar una sociedad conmigo y servirme como tapadera para mis presentaciones en sociedad. Después de todo la experiencia me había demostrado que la gente de las altas esferas tiende a ser bastante crédula ante la presencia de una familia proveniente de genealogías nobles, y más aún si esta cuenta no sólo con una solitaria dama soltera sino con la añadida presencía de un hermano que presente las suficientes cualidades como para considerarse un buen partido. Eso me brindaría respetabilidad ante los caballeros y simpatía ante los ojos de las damas que se desvivirian por conocer a mi divino hermano...

Ahhh... suspiré la mar de aburrida al pensar en el tedio de tener que soportar las reuniones de la gente de noble cuna. Entonces me dediqué a repasar mentalmente todo lo que había aprendido de la etiqueta y luego lo mandé todo a la goma porque me hastiaba y porque estaba harta de estar en este cuchitril y porque mis finanzas no andaban tan bien como hubiera querido y porque deseaba que quien respondiera mi anuncio fuera al menos algún hombre atractivo de buen porte que volviera loca a las damas con su aspecto de galán pero estaba segura de que lo que me encontraría sería algún bruto que esperaba no luciera como un completo petimetre al vestirse de seda, aunque las damas perdonarían todo seguramente, incluso su falta de guapura si lo creían heredero de alguna fortuna.

Sabía que la única razón por la que en realidad me había hospedado aquí era porque era el mejor lugar para atender a quien respondiese mi anuncio. Salí de mi habitación y bajé las escaleras para dirigirme a un salón que contaba únicamente con un par de sillones, una mesa de juego, y las llamas provenientes de la chimenea encendida. Era ya un poco avanzada la noche y los pocos húespedes se habían retirado a sus habitaciones lo cual yo sabía de antemano que harían. En los pocos días que había pasado aquí había notado que nadie permanecía en este salón después de las diez de la noche. Entonces fue cuando escuché unos pasos provenientes del pasillo y tuve la certeza de que la persona se dirigía adonde me encontraba. Observé la puerta ansiosamente esperando ver a quién me traería la fortuna...

No era bueno que me aburriera. Se me podría ir la cabeza en cualquier momento si no tuviera nada que hacer. Mi vida estos meses no era lo suficiente emocionante para mi gusto. Emoción, emoción era la palabra que sostenía mi vida. Necesitaba acción, no quería terminar podrido en un lujoso y viejo sillón, muerto de aburrimiento, sin ganas de vivir la preciosa inmortalidad que se me había ofrecido. No...eso no me pasaría a mí.

Tras una noche de caza dos días antes, cuando pasé por uno de los barrios donde mi padre biológico sobrevivió como mendigo unos años, uno de esos barrios bajos donde poca gente que ama su vida elige para pasear, encontré una nota pegada en una de las paredes de un callejón. Esta vez no se buscaba ningún fugitivo...la búsqueda estaba organizada por un particular. Se buscaba un cómplice.

Tardé apenas un minuto en arrancar el anuncio y otros tantos similares repartidos por la zona, antes de que la guardia los arrancara para evitar los posibles fraudes, u otras personas me usurparan el puesto. Un puesto que había sido hecho para mí. Un hombre que se hiciera pasar por el hermano de una chica con la suficiente habilidad como para camuflarse entre la gente de alto linaje y saquearles hasta la ultima moneda de su oro. Debería introducirla poco a poco tanto en mis fiestas, como en aquellas a las que era invitado con frecuencia, ya fuera por mi fortuna, ya fuera por mi belleza.

Tendré que enseñarle algunos modales de la alta nobleza de Finlandia...- pensé mientras llegaba a una vieja posada situada en las afueras de París. La chica en cuestión esperaría en el salón de la planta baja de la posada, pasadas las diez de la noche, cuando todo el mundo está en sus habitaciones.

Entré con paso firme en la posada, ante la atónita mirada del recepcionista, al que le sonreí. Paralizado por el miedo, no dijo nada y se limitó a ver cómo pasaba por su lado hacia el salón. Allí, tal y como el papel lo anunciaba, estaba la joven chica. Una chica que hizo que mis sentidos se agudizaran. Sentía su sangre...era como si tuviera algo de mágico en aquellos ojos que se clavaban hasta el fondo de tu alma. Lástima que no pudiera encontrar nada en ella.

Quité el sombrero de mi cabeza y efectué una reverencia casi a sus pies.

- Supongo será usted la señorita Nadia, es un placer conocerla. - dije mientras besaba su mano aún en reverencia. - Vestein Lindström Korpz, heredero de una de las mayores fortunas de la lejana Finlandia, el imperio Lindström, a su servicio.

Tras terminar la presentación, tomé asiento en uno de los sillones y miré fijamente a la chica con mirada de intriga. Era el vivo retrato de una joven y hermosa dama de la alta sociedad, el símbolo de la prosperidad de las clases bajas. Su belleza parecía un don que le había sido entregado para cumplir su misión.

A la luz y al calor de un hermoso y brillante fuego esperé que los más pequeños detalles de la sociedad y el negocio en cuestión llegaran hasta mí.

La puerta del salón estaba abierta por lo que no tuve que esperar mucho para ver al dueño de los pasos, pero a quien vi entrar a continuación fue a alguien que no me esperaba ni siquiera en mi más alocada imaginación. Lo primero que noté fue que estaba elegantemente vestido y por alguna razón que por el momento no me detuve a analizar su presencia era de aquellas que al entrar en algún lugar llaman poderosamente la atención. Claramente me encontraba en presencia de un caballero y por un momento pensé que debía tratarse de algún viajero que había llegado a mitad de la noche al lugar y que para mi desgracia había decidido pasar al preciso salón en que yo me encontraba, lo cual echaba a perder completamente mis planes.

Mi mente pensaba a toda velocidad en posibles soluciones al percance cuando observé como de repente el caballero me hacía una reverencia y se presentaba ante mi como si hubiésemos concertado una cita y por un momento perdí el hilo de mis pensamientos al notar su mirada clavarse en la mía. Sostuve su mirada unos segundos mientras trataba de indagar por qué parecía tan diferente a las que había conocido hasta el momento y porque involuntariamente un escalofrío parecía apoderarse de mí al sentir sus labios besar mi mano.

Sin embargo habia escuchado claramente que me había llamado por mi nombre y aún con mucha más claridad que habia pronunciado las palabras "heredero" e "imperio." Rápidamente recuperé la compostura. -Así es, soy Nadia Mondragon. De más está decir que para mi también es un placer, aunque me toma usted por sorpresa.- respondí con una media sonrisa y sin andarme por las ramas.

La situación en que me encontraba era demasiado inusitada y no quería dar ningún paso en falso aunque era claro que él había venido por el anuncio. Pero por qué? Con qué fin? Curiosidad, juego, diversión, entretenimiento, crueldad... o no era quien decía ser sino alguien más?

-Supongamos que usted es quien dice ser señor Korpz y que ha venido porque le interesa el negocio...- tomé asiento frente a él sin apartar mi mirada de la suya. -Ya sabrá lo básico entonces, busco un camuflaje.- Claro que me daba perfecta cuenta de que la fortuna me había traído esta vez mucho más de lo que yo esperaba si es que era cierto que él quería formar parte de esta pequeña sociedad. -Por supuesto para poder codearme con la gente de la alta sociedad sin que ellos sospechen nada, confío en que sabré ganarmelos.- Me eché hacia atrás en el asiento y le sonreí. -Qué le parece 80-20 como repartición de ganancias?- Rayos, no se trataba de cualquier muerto de hambre al que pudiera manipular a mi antojo, lo cual cambiaba la jugada. Pero qué hacía él aquí y por qué se interesaba en este asunto?

Mi búsqueda había concluido. Los aburridos meses que arrastraba a mis espaldas desaparecerían. La emoción volvía a recorrer mi cuerpo junto a mi sangre. Convertir a una bella joven en una refinada dama de alta clase, con sus impecables movimientos y modales. Robarles todas sus riquezas, hasta la última gota de su riqueza y su sangre.

Mientras pensaba todo esto una sonrisa se manifestó en mi cara.

- Perfecto, querida hermana. Acepto el trato. A partir de hoy serás mi bellísima y refinada hermana. Portarás el apellido Lindström al igual que yo, que lo usaré despues de siglos sin darle uso - reí ante la irónica y literal respuesta. - Necesitarás un nombre falso. Recuerda que eres finlandesa y has venido invitada por mí a estudiar en la preciada y majestuosa Universidad de París. Te puedo pagar una matrícula falsa si lo deseas. Hago esto por gusto, no por dinero.

No sabía que más añadir, yo estaba listo para empezar con la farsa en cualquier momento.

- Espero sus instrucciones y el método de trabajo que seguiremos. Debo mencionarle que sólo puedo trabajar en esto por la noche. Mis negocios personales requieren todo mi tiempo durante el día..

Me encontraba excitado por conocer cómo ibamos a trabajar. ¿Habría que matar gente? Ojalá, pensé. Y eso de esconder cadáveres siempre he querido hacerlo..... . Tuve que controlarme y mantener la compostura ante aquella chica, a la que también con gusto le incaría el diente.