Le Fleur Du Mal || Azazel

por **Berenice** Dom Nov 09, 2014 10:44 pm

Apenas la primavera se había marchado y con ella el buen humor de Ivy, a quien la idea de que aquella estación volvería a marchitarse bajo el calor insoportable del verano, la hacía rabiar. Al menos sus amadas plantas estarían a salvo en su jardín, al que se dedicaba con especial esmero, tanto como a sus perfumes y pociones malditas. Caminaba de un lado a otro dentro de su acomodada mansión, se mordía el pulgar levemente mientras farfullaba algunas cosas en voz baja. La hechicera parecía ansiosa, como si algo le inquietara y efectivamente era así. Su última visita a su lugar favorito, el jardín botánico, había sido provechosa pero también le causó una extraña obsesión. Ivy era amante de la botánica y la herbolaría. Conocía de casi todo en el tema y siempre buscaba la manera de hallar nuevas cosas que le resultaran adecuadas para sus extraños experimentos. El único testigo de esos crímenes terribles era su fiel sirviente, Charles. La idea de robar determinada planta llevada hace apenas unos meses al lugar, rondaba su retorcida mente desde hace días. Era una planta algo rara, pero su composición era fatal capaz de provocar estados de coma y en casos extremos, la muerte ¿Y qué mejor que aquello para un potencial veneno? Así podía deshacerse fácilmente de su competencia.

La voz de Ivy se hizo presente en cada rincón de la residencia al momento en que siseaba el nombre de su leal ayudante. Éste corrió a su encuentro hallando la manera de contener la ira de su ama, pero en el semblante de la pelirroja sólo se asomaba la maldad y no su acostumbrado y ácido humor. ¿Qué se iba a imaginar el pobre Charles que su señora planeaba hacer un robo al jardín botánico esa noche? No le quedaría de otra que aceptar aquella extraña idea. La Atropa Belladona sería la próxima especie que adornaría el fatal jardín de Poison a partir de ese día. Llevaba tiempo buscando un ejemplar de aquella maravillosa y letal planta y justo daba con ella. No la iba a dejar pasar por alto así nada más. Junto con Charles idearon un brillante plan. El hombre era un hábil cambiante y sus métodos de investigación eran impecables, así pues, lograrían sacar provecho de toda la situación y huir con éxito sin que nadie se enterase siquiera que anduvieron por el lugar.

Al caer la noche, Ivy se acercaría a su objetivo, haber burlado la entrada del jardín fue la cosa más sencilla del mundo. En especial para ella, que era una astuta hechicera y con la ayuda de Charles, todo fue más sencillo. Ambos recorrerían la zona en busca de la preciada Belladona. El lugar parecía solitario y es que, la vigilancia era nula. No había gente realmente interesada en la botánica de la época, salvo algunos hechiceros que se aprovechaban de las hierbas para sus brebajes, pero obvio, ellos no estaban tan obsesionados como Poison Ivy. Mientras que Charles custodiaba la entrada del lugar y estaba atento ante cualquier movimiento ajeno al sonido propio de la naturaleza del sitio, la bruja ágilmente se dirigió hacia donde estaba la Atropa Belladona. Al dar con ella, su sonrisa se ensanchó y su cara era una mueca de satisfacción. Sacó de su pequeño baúl todos los implementos necesarios para obtener una muestra de aquella exótica planta. La extrajo con cuidado, pero se había olvidado del frasco que reservaba para conservarla. Su sirviente lo cargaba encima y fue entonces cuando se estresó. Ivy no se percató de que alguien más estuviera en el lugar, su vestido se había enredado con algunos arbustos mientras sostenía a su querida Belladona, como si fuera una madre que cargaba a su bebé en brazos.

— ¡Charles! Maldición… ¡Charles! Ven aquí —Siseó Ivy suplicando que aquel no demorara demasiado. Estaba enredada entre los arbustos y si daba un mal paso podría resbalar a causa del pantanoso suelo.

El cambiante jamás le respondió, y no lo haría en un lugar rato. Charles había aspirado por accidente el aroma de una planta dormidera y cayó rendido al suelo, tomando una pequeña siesta como un bebé. Ivy estaba perdiendo los estribos, pero su pequeña y nueva hija demandaba especial cuidado. Continuó llamando a su ayudante, insistiendo una y otra vez, olvidando que tanto ruido podía llamar la atención de alguien en algún momento.

por **Azazel** Vie Nov 21, 2014 12:28 am

La noche había caído en París, una noche de verano donde el calor y la humedad se mezclan, yo ya había despertado y conmigo el apetito voraz de sangre nueva mezclada con los gritos es el perfecto manjar que cualquier inmortal desearía tener a diario, pero, había que buscar pronto el alimento. Allá en lo lejos estaba la pequeña mansión oscura y tétrica con el aroma a muerte por doquier pero ahora estaba una fragancia más, el dulce néctar de la vida, dos furcias se habían atrevido a irrumpir en mi pequeño juego de mentiras pero que juego era ese donde su efímera vida era el premio mayor. Luego de horas los gritos hacen el eco apagado en la propiedad de mi dominio, un sonido que se ve alterado por los pequeños crujidos de los huesos y aquellos hilos de vitae corriendo por el rostro y los colmillos.

Frágil humanidad…

La noche seguía su curso al igual que la ciudad que ahora me acoge, en cada rincón hay más vicios de los que se pueden imaginar no solo el sexo y la lujuria hay otros aún peores, aquellos que nadie puede ver pero están, los pecados capitales se mezclan y me incitan a participar en ellos, la sed vuelve y los cadáveres se apilan a mis pasos hombres y mujeres pero lo más gratificante es poder tener su dinero para gastarlo en más sangre. Dinero maldito.

No me quedaría mucho tiempo en la ciudad, el tiempo aunque es el aliado también es un enemigo moral, así que decidí darme una vuelta por aquellos rincones que no suelo visitar bastamente, para ver si encontraba otro tipo de mujeres, las furcias no tenían buen sabor ya, los pasos me llevan por el jardín botánico y justo es ese tipo de lugares los que más odio, los dientes los crujo solo de recordar a aquella maldita y bastarda bruja, pero por concepción de los infiernos el aroma de la mal nacida bruja llega inundando todo el lugar –Así que vienes por algo, que será– esbozo en un susurro junto con una sonrisa, era tiempo de saldar viejas cuentas.

Me pierdo entre los laberintos de flores siguiendo el rastro pútrido de flores marchitas que expide aquella bruja, localizo al sujeto que el ayuda y es entonces que es el momento de actuar, me acerco con la cautela necesaria al perro guardián aunque en esta ocasión no serviría porque aquel mal habido ser de apariencia humana pero que se puede cambiar a su voluntad, un cambiapieles ahora trabajaba con ella, pensé y pensé hasta que la mejor de las ideas me había llegado, siempre había sido reclamado por no ser atento con las mujeres, por llevarles algún presente o algo hermoso para ellas, porque no ahora entonces, llevar una flor para otra, acunado estaba el cambiaformas y mis manos su cuello fueron –Hey amigo descansa seréis la flor que adorna a la bruja eternamente – la risa que esbozo aleja toda posibilidad de buen samaritano y en un rápido movimiento tomo su cabeza y solo se oye el crujido del frágil hueso es todo para aquel sujeto que ahora pateo como un saco de pelea, reviso al chaqueta del tipo y encuentro lo mejor que puede haber, un cigarro – Al menos tiene algo decente que solo ser un costal de huesos ya – enciendo el tabaco y doy la primera calada para dejar el humo salir esbozo la sonrisa más cruel de todos – Gracias amigo, pero un consejo no confíes en nadie viejo –

Tarareando las melodías de una letra extinta arrastro el cuerpo del ahora sin vida perro de la bruja, lo llevo a que se encuentre con su ama, que grita su nombre –Ya voy, ya voy – respondo por él en una risa cínica hasta que el cuerpo comienza a volar quedando a los pies de aquella que se hacía llamar su “dueña”, el humo del cigarro es evidente mostrando la figura del individuo –vaya, vaya mirad que nos trajo las profundidades del tártaro una bruja y una que es ladrona, que hipócrita mujer a puesto que eres de la clase más alta pero os comportáis como una sucia rata que va robando por las noches– chasqueo la lengua en desaprobación y en un rápido movimiento estoy frente a ella con las manos en el premio mayor, su vestido al que rasgo para liberarle –Upps lo siento, pensé que queríais ayuda no importaba como, por cierto hola de nuevo querida esposa, me has extrañado- la risa fue el final de aquella obra, junto con el premio del robo.

por **Berenice** Vie Dic 19, 2014 10:31 pm

Ivy no era nada paciente, se irritaba con facilidad y odiaba más que nada, esperar, en especial cuando se trataba de una orden que ella misma haya dado. La demora de su fiel sirviente Charles estaba logrando que perdiera los estribos, incluso pensó en la posibilidad en ponerle el frasco de sombrero. No había mujer más irritable en todo París que aquella hechicera. Continuó armando su acostumbrado berrinche, no quería que ni su vestido y mucho menos su preciada planta, se vieran arruinados de ningún modo. Casi al borde del estrés del cual era presa la pelirroja, la sensatez volvió para hacerla recapacitar por unos breves segundos. Poison observó aquella planta en sus manos y luego volvió su mirada al jardín botánico, aunque la Belladona era como un tesoro para ella, pudo haberla tomado de otro modo, pero se dejó llevar por el momento y quién sabe por qué más. Pero ya no había marcha atrás, ahora estaba en aquel lugar atrapada entre arbustos con una parte de aquel extraño vegetal.

La hechicera guardó silencio mientras hallaba los medios de cómo salir ilesa de aquellas ramas, y claro que lo haría, ¡Era una bruja! Había pensado tarde en esa deducción y se pateó mentalmente por su leve retardo. Justo antes de hacer algunos de sus corrientes conjuros, le pareció escuchar la voz de Charles, su sirviente. Pero algo estaba mal en aquella voz. El cambiante tenía una forma más elegante y respetuosa de dirigirse hacia ella y no un simple “ya voy”. Ivy se alertó y sintió el veneno que corría por sus venas arder y sí que ardió, especialmente cuando aquel quien había usurpado la voz de Charles se mostró finalmente. La mujer quedó boquiabierta sin poder creer lo que veía, no era Charles, ya no habría más Charles. Observó el cadáver de su sirviente y luego a Azazel, a aquel vampiro que detestaba con toda su alma. Si es que poseía una. La rabia terminó nublando sus sentidos y tensando su mandíbula. Entre tantas porquerías que pudo haberse encontrado en la noche, justo se topaba con él.

— ¿Y ahora por qué? Hubiera preferido a la pulgosa de Amethyst antes que a éste imbécil —exclamó Ivy sin ningún temor a ser escuchada, pues con él no valían las hipocresías—. ¡¿Y a ti qué demonios te importa si soy una sucia rata ladrona como tú?!
Los ojos de la hechicera se encendieron de pura rabia al tenerlo aún más cerca, eso junto con el chillido de frustración que escapó de sus labios al momento en que rasgó su vestido. Sus ojos se entrecerraron mirando al antiguo con reproche y con ganas de hacerlo volar en mil pedazos. Primero había matado a Charles, su sirviente, y ahora no sólo arruinaba su vestido, sino que también le quitaba a su querida planta. Era el colmo de los colmos. Si tuviera problemas de salud, ya se hubiera muerto de coraje. Ivy no podía sentirse más indignada y enojada. Había estado completamente feliz sin Azazel, ese que terminó convirtiéndola en el monstruo que ahora es. Siseó al aire mientras tomaba las telas rotas y en un rápido movimiento de manos, los arbustos se separaron, como si siguieran las órdenes de alguien.

—Maldita sea, Azazel, ¿Podrías dejar de comportarte como un sucio e insignificante marginal? Falta poco para que te parezcas a los mendigos de las tabernas a las que seguirás frecuentando —farfulló la mujer con un muy notable enojo—. Y no, no soy tu esposa. Ya no, soy viuda, tú ya estás muerto para todos… Oh cierto, siempre estuviste muerto, así que nuestro supuesto matrimonio nunca fue válido. Soy una mujer libre, sin compromisos. Sin garrapatas molestas que me anden quitando mi valioso tiempo. Así que señor, puede irse por donde vino y gracias por el cadáver, aunque no hacia falta tan estrafalario presente.

Las palabras de Ivy estaban cargadas de veneno, especialmente si se trataba de aquel vampiro. Es que si tuviera un hacha en esos momentos, le vuela la cabeza y más por lo que le hizo a su vestido. La muerte de Charles no le causó mayor ira, lo lamentaba un poco, pero ahora tenía un espléndido cadáver para poder idear mejores venenos y perfumes. Así que después de todo, que ocurriera eso, no era tan malo, más bien era algo provechoso. Pero la cuestión era otra y la tenía justo al frente.

por **Azazel** Lun Dic 22, 2014 8:14 pm

Y dicen que las mujeres son las “ladies” de la sociedad que manejan el aplomo de las palabras para herir con guante blanco pero al parecer no todas le hacen honor a ese concepto, muy malos y errados conceptos porque de todas la arpías y cuervos de la ciudad aquella una bruja era la tenor de aquel canto de aves rapaces, la vista se fue a ese vestido algo ceñido que ahora dejaba entrever los movimientos sutiles de sus piernas al caminar, que se cruzaban con un claro motivo, matarme, pero ya lo estaba. Sus labios perfectamente proporcionados con la delicadeza de su rostro sufrían presión de las palabras…

¡oh que bello cuadro de pintura, cuanta clases y arte de melodías podía alguien dejar surtir con la ira!

Una sinfónica de dagas siendo dirigidas a mi persona, cada una de ellas buscaba clavarse en las zonas más sensibles del cuerpo, en el corazón pero había un secreto, no tenía esa sensibilidad se fue cuando deje la vida hace ya varios milenios y al parecer la bruja pensó que sería una buena idea el seducirme con su canto “dulce”, negué ante las palabras tan finas de la maldita escoria esa, pero me sorprendió el nombre femenino que de esos labios pútridos mencionaba…

-Amethyst, como aquella piedra preciosa, venga tendré que hacerle una visita a ese pulgosa- la risa no la contuve dando los pasos para el juego que tanto adoraba hacerle a ese bruja, hacerla rabiar tanto que se ponga morada, una a una las hojas de aquella planta iban siendo rasgadas, sus raíces, incluso los dedos se incrustaron en las partes verdes de la mata para dejar su sangre correr al suelo –Amor no me vas a llevar a la cama con esos halagos, mejores putas lo han tratado y todas terminaron muertas o incineradas, vamos sé que mi monstruo favorito lo puede hacer mejor que las otras, no te pongas al nivel de ellas que me decepcionas y lograrás que me arrepienta el haberte hecho mi mujer– nuevamente el ataque de risa pasando por encima del cuerpo de aquel sirviente triturando sus huesos aún más, terminé de destruir lo que ella quería arrojándole a los pies de ella los restos de su “búsqueda” –Sigo vivo, camino y si camino mi defunción puede ser revocada primor, y sabes lo que eso significa– muestro el dedo del medio –No es este dedo, es el otro– le muestro el anular donde van los aros de matrimonio –Si bombón ahí irán nuestros anillos de boda, de un perfecto matrimonio, y tendrás a un marido, un esposo que hará de ti la mejor mujercita de casa, aun tienes las cadenas Bombón?, porque seguirás casada conmigo un largo tiempo, mejor pide que arreglen la habitación matrimonial, volveré a nuestro "hogar dulce hogar"– suelto el humo del cigarro con una sonrisa de oreja a oreja.

–Vamos dejad ya de cacarear como gallina vieja, hacéis que me dé pereza escucharte, mejor arrodíllate ante mí y pedidme que sea benevolente contigo o mejor mueve ese trasero a casa antes de que lo haga a mi manera, Pamela…espero que tu amiga Amethyst tenga un buen cuerpo mejor que el tuyo me gustará conocerla y más que nada probarla frente a ti– un gesto de degustación placentera con ojos cerrados.

–Por cierto ese vestido te queda mejor, pero hay que hacerle unos arreglos de más– la ceja enarcada y en segundos frente a ella rasgando de sorpresa su escote, y parte de su cintura, rasgaduras largas y bien pronunciadas para que se viera como una harapienta, si algo disgusta a una mujer es verse tan mal –Ah y falta el mejor decorado– a su espalda me cole apagando el cigarro en sus telas, creando un hueco del cual rasgue un poco más la tela de su nívea espalda que tenía… –aun no estás lista amor mío para regresar a casa, si quieres ser ladrona debes verte como ella, no siempre me dices que me veo como marginal, entonces ahora debes lucir tu como una– la empujo directo a la tierra algo húmeda –ahora si bombón ya estás lista, y luces tan magnific– me burlo tanto de ella, que quiero y anhelo que explote.

Una mujer que explota olvidándose de los modales y el recato es la merecedora de conocer el infierno completamente, aquel jardín marchito.

por **Berenice** Vie Ene 16, 2015 9:54 pm

No existía criatura sobre la tierra que Ivy odiara tanto como a aquel vampiro, lo repudiaba, aunque en partes agradecía por haberla convertido en la mujer sin una pizca de humanidad que ahora era. Disfrutaba con el papel de villana que se le había asignado en la obra de teatro que era la vida. Unos pierdes, otros ganan. Y algunos sencillamente hacen en deshacen en tragedias que nunca terminan. Para Poison, su vida había pasado de ser una tragedia a una comedia, luego de tener que lidiar con tantos tormentos en el pasado, ahora las cosas tomaban una forma completamente distinta e inesperada. Los primeros rebrotes de aquella planta venenosa estaban escapando de la oscuridad de la tierra para convertirse en una amenaza para todos. Aunque claro, su genio seguía siendo tan amargo y ácido como su propia sangre, ¿y qué? Ella disfrutaba su carácter tan pesado y no necesitaba que otro más estuviera lidiando con él. Salvo Charles, que ahora no era más que un insignificante cadáver.

No estaba contenta con que Azazel volviera a aparecer en su vida. Le fastidiaba y le irritaba. Pero en ese encuentro momentáneo se dio cuenta de que ya no le importaba como había pensado que lo haría. En realidad, le daba igual. Estaba acostumbrada a destilar veneno con cada palabra suya y lo hacía con cualquiera que le quebrara la existencia. No existía excepción alguna. Era excesivamente honesta cuando sus espinas andaban a la defensiva. Pero bien sabía que ponerse de esa manera con aquel imbécil, había convivido demasiado tiempo con él como para no saber de lo que era capaz. Ivy admitió internamente que le sorprendió su repentina aparición, era algo que sencillamente no se esperaba y sin embargo, ahí estaba, largando cualquiera de sus acostumbradas sandeces. La hechicera se cruzó de brazos con la apatía que le causaban las palabras ajenas, hasta terminó bostezando mientras le escuchaba. Oír sus palabras era como un aburrido sermón de algún clérigo obsesivo con el bien y el mal, podría quedarse dormida en cualquier momento. Lo menos que causaban sus comentarios eran molestia, ¿acaso creía que se toparía de nuevo con la antigua hechicera que por cierto, casi lo manda directo al infierno? Quizás. Pero eso no importaba. Nada importaba. Luego de exhalar con un deje de fastidio lo miró de arriba abajo enarcando una ceja.

— ¿Terminaste? Veo que sí. Y bueno, estaré encantada de presentarse a la pulgosa, puedes hacer lo que quieras con ella. Eso me tiene sin cuidado —mencionó Ivy con indiferencia, tomando una de las tantas hierbas venenosas del lugar para olfatearla. Nada paso. Era inmune a esas plantas—. Le diré a la servidumbre que preparen los establos para ti. Un nuevo animal para la colección estaría bien. Mientras tanto, yo tomaré unas largas vacaciones por ahí en algún lugar del viejo y aburrido mundo.

Y pensar que el único que andaba cacareando era él, eso fue lo primero que se le vino a la mente mientras le escuchaba hablar. Poison no pretendía caer en sus provocaciones, era un sujeto demasiado predecible. Observó sus uñas y se centró en ellas. Si hubiera tenido una lima de seguro estuviera entretenida limándose las uñas. Al menos era más divertido que escuchar el cacareo del gallo más viejo del gallinero. Estaba tan distraída en sus pensamientos que cuando escuchó la tela de su vestido rasgarse la sorprendió, haciéndola gruñir por lo bajo. Sus ojos se cerraron por inercia. Al menos no era ninguno de sus favoritos, pero verlo arruinado sí que era una verdadera molestia, pero, ¿adivinen qué? La bruja no se inmutó por más que estuviera maldiciendo por dentro. Tenía demasiada ropa y un vestido menos no le preocupaba en lo absoluto. Aparte, no debía ceder a los juegos del idiota. Al principio casi perdía los estribos, pero ya luego de unos minutos comprendía perfectamente la lección. Algo que debía agradecerle al difunto Charles. Ahora él era un cuervito feliz que estaba atormentando almas por el mundo.

—Jah, un nuevo estilo para este verano. No sabía que ahora te dedicabas a la moda de la época —mencionó entre dientes al verse en el suelo. Con los dedos índice y medio se hizo pequeñas marcas en los pómulos de sus mejillas—. Faltaba el maquillaje, casi lo olvidas “primor”. Pero, ¿sabes? Este estilo ya pasó de moda. Yo tengo una propuesta mucho mejor.

Se puso de pie con la sonrisa de oreja a oreja retrocediendo unos cuantos pasos para alejarse del vampiro. Pero no iba a huir, sólo quería acercarse más a las plantas que la rodeaban, especialmente a las enredaderas. Ivy había aprendido a convivir con las plantas durante años, se instruyó en herbolaría entre otras cosas más. Entre ellas estaba el control de la vegetación que la rodeara con tan sólo pronunciar unas cuantas palabras. Un elaborado hechizo que le había costado bastante tiempo en controlar en su totalidad. Y cuando las palabras mágicas surgieron de su boca las enredaderas empezaron a cubrir su cuerpo creando un vestido de puras hojas verdes. Al finalizar el hechizo, Poison alzó sus brazos y giró sobre su propio eje como si exhibiera aquel poco inusual traje.

— ¿Ves? Tienes que ser un poco más creativo con esto de la moda. Sólo es un pequeño consejo, “querido” —insinuó la hechicera con evidente ironía—. Ahm… Pero si falta agregar el siempre bienvenido perfume y como es mi especialidad, entonces, manos a la obra.

Chasqueó sus dedos levantando una ilusión en el ambiente, obviamente tenía algo pensado para aquello. De pronto el lugar se impregnó con un aroma agradable, una fragancia que había diseñado meses antes para embriagar a los vampiros. Sólo tuvo que acudir a sus preciadas plantas para lograr aquel exitoso experimento y ahora lo usaba con Azazel. Obtuvo buenos resultados con vampiros más antiguos que aquel y era prácticamente imposible no sentirse extasiado por perfume tan dulce.

por **Azazel** Mar Mar 03, 2015 8:19 pm

Cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros.
Hermann Hesse

Si algo podía odiar en esta vida eran las malditas flores, esas especies debían desaparecer porque solo eran un estorbo, siempre las detesté quizás por lo que representan que era la misma mujer que tenía en frente. Simple escoria que no muere destruyendo mis planes, mi odio, desprecio y rencor es el único amor que conocerá. Su vida no será feliz, su infierno recién comienza y antes que pueda gritar esa maldita lengua le arrancaré para meterle una flor con espinas a que trague su propio veneno, mientras su piel es lastimada con muchos venenos y dolores, su mente jugándole los trucos del dolor real e imaginario.

Hermosa imagen de una mujer siendo llevada a los límites de la muerte, de los límites de la conversión y la humanidad. Una mujer siendo transformada en cenizas.

Un amor así solo en los cuentos de hadas existen y entre aquellos dos.

Su apariencia solo provoca pequeñas risas y por lucifer que eso ya es obtener demasiado de mí. El cigarro al suelo va a terminar restándole la importancia a la “apariencia” de la mujer, incluso a sus palabras y actos, le dio la espalda cuando se estaba alistando ella para atacar y solo selló el silencio junto al aroma nauseabundo de las flores, me ponía de muy mal genio ese hedor pestilente y esa somnolencia, odiaba a todas las plantas, mejor si están muertas, fulminadas y desaparecidas de este y todo planeta existente. Verla a los ojos mientras ella hace sus ocus pocus de magia provoca recuerdos de algunas brujas corrientes que hacían lo mismo con el fin de detenerle.

Sería verdad lo que cuentan aquellas leyendas antiguas.

–Un perfume de cloacas, apestas pero no porque sean solo las flores si no porque apestas a mediocridad– Una mueca aparece sobre los labios –Hay algunas mujeres que no aprenden– siseo alejándome de ella en segundos –Crees que tus habilidades siquiera harán algo contra mí? Esperé más de ti, me has decepcionado, no pasas de ser una corriente hechicera de niveles primarios, das vergüenza y tú que te llamas una Gran bruja, ja ja ja, patética mujer– ahí salía su diversión mayor, el sarcasmo y el aburrimiento, al cual solo aplaudo levemente.

Lejos de ella muevo la mano invitándola a que use mejor sus habilidades –Provocas sueño, tu atuendo de verano es algo que da un poco de pena la verdad ¿verde follaje? Vaya has perdido tu toque primor, realmente estaba expectante de más, igual que tus palabras ¿Qué pasa Pamela? Te han comido las polillas la inventiva.– Cierra los ojos recargándome sobre el tronco de aquel roble negando y chasqueando la lengua en negación –Los establos están bien pero para las yeguas sin poder, como tú, me has demostrado que realmente necesitas de mi presencia para que seas algo mejor, para que dejes de ser esa lacra de bruja y seas algo decente en tus hechizos, al menos algo con mayor diversión para la victima y el victimario– la risa nuevamente y esta vez las bromas se han ido de mi tono.

–Como veo que no te has superado y que sigues igual de aburrida como cuando te conocí, esperé que mi tiempo de ausencia te hiciera mejor pero veo que solo empeoró las cosas, veo que necesitas tu dotación de veneno diario Pamela y, como no superas al común denominador de las mujeres de esta sociedad, avisa a que preparen mis aposentos y tú, bueno veremos si quieres volver al sótano, tengo mejores ideas para que puedas usar tus habilidades, quizás ahora si aprendas la lección. De esto no podrás huir Pamela, porque siempre el diablo regresa al infierno y ahora trae consigo nuevos métodos de tortura– toco la sien con una sonrisa perversa en los labios, el nombre lo susurro con una actitud retadora.

Comienzan a palpitar las cadenas de las puertas al infierno.

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