Truhán | Privado

por **Julius/Maximus Gaffigan** Miér Nov 19, 2014 4:09 am

Paranoico. Julius juraba que en cualquier momento, vería al elfo de su sobrino. Desde que el mocoso había aprendido a volar, nadie era capaz de detenerlo. En su muy humilde opinión, su gemelo debería volver a reconsiderar la idea de cortarle sus pequeñas alas. Muchos problemas se solucionarían en un santiamén. Max no las extrañaría, ¿cierto? Por millonésima vez o tal vez habían sido más de esas dado que se había aburrido de contar, miró a su alrededor mientras cruzaba la última calle que lo llevaría al mercado ambulante. Sabía que, una vez entrara, se olvidaría hasta de su nombre. Alimentar a su estómago siempre estaba en el top ten de “Cosas que hacen feliz a Kevin”. Su primer nombre, no estaba nada mal, no cuando le antecedían esas palabras. Cogió una manzana del primer puesto sin que la vendedora se diese cuenta. No era su culpa que ésta estuviese ocupada guardando kilos y kilos en bolsas para alguna de las cocineras de esas mansiones tan lujosas. Soltó un suspiro soñador. Tal vez luego haría una rápida visita a uno de los bailes de los aristócratas. La comida siempre sobraba en esos sitios, una ayuda extra no estaría nada mal. Así de considerado era. Estaba llevando la manzana a su boca cuando escuchó una voz demasiado conocida. Sus hombros se tensaron. – Les juro que yo no fui. No sé cómo aparecieron esos dulces en mi bolsillo. – No, se dijo. Se trata de solo una coincidencia. Sonaba como Max pero no podía ser Max. Se había quedado en casa, estudiando con su madre. El pequeño diablillo no dejaría los deberes si la bruja de su cuñada estaba presente. ¿O sí? Un escalofrío recorrió su columna al pensar en esa posibilidad. Sonnenschein le echaría la culpa, siempre lo hacía. ¿Por qué debía serlo si ellos se negaban a ponerle unas cómodas cadenas? El mundo estaba loco y conspiraba en su contra, ¡definitivo! - ¿Usted cree en la magia? – Preguntó esperanzado su sobrino. Julius mordió la manzana porque, en situaciones como ese, fingir que no había escuchado nada era lo más sensato. – Te llevaré a la comisaría. Ahí te enseñarán lo que es bueno. –

Ahora, tal vez, era momento de aparecer. Y lo habría hecho, si ver a Maximus en problemas no fuese tan divertido. Se unió a las personas que se habían aglomerado alrededor de la vendedora y el pequeño. Su sobrino se las había arreglado para parecer inocente. Si no le conociese perfectamente, se habría creído su actuación. Los ojos acuosos, el puchero en los labios, y ¿olvidaba algo? Oh sí, su historia sobre tener que trabajar porque su madre estaba enferma. “Deberías buscar otra historia, elfo. Una que no esté tan trillada.” Había hablado con su sobrino telepáticamente, puesto que se había escondido tras el gentío. “Estás robando dulces, ¿recuerdas? Dudo que sean para tu madre enferma”. La mirada del niño se movió entre los espectadores, buscándolo con un brillo amenazador en sus orbes. Julius lo conocía perfectamente. Llevaba viéndolo crecer seis años. Él mismo le había enseñado todos los trucos. Claro que nunca esperó que éste los usase en su contra. Bien decían que el alumno siempre terminaba por superar al maestro. – Yo nunca… nunca había probado un caramelo. – Sollozó el infante. A ese punto, Max se había ganado a la audiencia. La vendedora tragó sonoramente. ¿Cómo demonios había olvidado que hacía tan solo unas semanas, ellos habían comprado una tremenda dotación de golosinas en su puesto? Por supuesto, él no lo olvidaría porque su sobrino le había chantajeado con delatarlo por poner su vida en peligro. Decidido, las mujeres eran fácilmente manipulables. Veían algo adorable y se olvidaban de todos los males. Se abrió paso entre la gente, empujando a diestra y siniestra mientras terminaba de comerse la fruta. Vio con estupor cómo la mujer perdonaba al ladrón y encima, ¡le daba otra ración! Maximus le sonrió con malicia cuando todos se dispersaron y, como si eso no fuese suficiente, alzó las bolsas con las golosinas en señal de ¿Decías?

por **Autumn Aylier** Mar Nov 25, 2014 4:44 pm

Ya no estaba más Aria, no sabía que le ocurrió a aquella compañera tan divertida de aventuras que tenía constantemente y con quien había aprendido algunos trucos sumamente importantes que usaría en el futuro, de eso estaba segura. Autumn había pasado de formar mariposas con hechizos y hacer que un montón de animales más peligrosos y meramente ilusorios parecieran atacar a las personas. Estaba perfeccionando ese arte de hechizos ilusorios para salirse con la suya.

Quinn le cuidaba bastante, la tenía como si fuera una muñeca que en cualquier segundo podía romperse en miles de pedazos y si bien en un inicio así era, la compañía del licántropo y de la desaparecida bruja, la llevaron a animarse a cosas que antes no pensaba hacer y a sentirse un poco más fuerte para enfrentar las desgracias de la vida diaria. Aún temía mucho a los inquisidores, ellos simbolizaban una parte de la historia de Autumn casi imposible de ignorar y por ese motivo seguía evitándoles a toda costa, ocultándose ante la presencia de ellos y tratando de no ser atrapada por nadie que pudiese delatar lo que ella era así como su paradero. Pero de los tiempos en que el dolor le inundara el alma ya había pasado algo de tiempo así que era momento de dejar parte de los temores y lanzarse a las aventuras por su cuenta. Sin Aria sería un tanto más complicado lograr sus planes y aún así se sentía misteriosamente capaz de hacerlo todo por su cuenta.

Esa mañana salió temprano del hogar del Bentley, con el pretexto de ir meramente a pasear por los alrededores que misteriosamente, se convirtieron en las calles más cercanas al mercado y después él mismo mercado. Caminaba pensando en donde es que había visto por ultima vez a Aria y si sería posible que la encontrase preciso en aquel lugar; al pasar por un puesto tomo una naranja, algo que le encantaba y siempre sería así pues le recordaba a si misma y su estación favorita, el otoño. Sonriendo, contenta porque hubiera logrado aquel ligero e imperceptible hurto continuo su camino, decidida a encontrar a su amiga. Iba pasando cerca de un puesto de dulces cuando se detuvo a observar lo que parecía ser un pequeño problema y pequeño precisamente porque el involucrado era un niño.

Las personas comenzaron a arremolinarse alrededor del pequeño que juraba y perjuraba no haber robado dulces. La dueña del puesto le culpaba con vehemencia y los policías encargados de mantener el orden trataban de hacer que el pequeño confesara todo. La bruja estaba medio al pendiente de la discusión pues su atención estaba centrada alrededor del niño, en aquella aura que se parecía ligeramente a la que rodeaba a Quinn pero que al mismo tiempo era diferente; mucho menos amenazante que el color que rodeaba a Quinn, en especial cuando se acercaban las lunas llenas. Solo una risita divertida ante el “¿Usted cree en la magia?” Bueno, ellos quizás no, pero Autumn claro que si. Pero no fue eso lo más llamativo para la joven bruja, sino la excusa que dejo libre al pequeño. El pobrecito nunca en su vida había probado dulces antes y tal como a los demás presentes, el corazón de Autumn se enternecido ante aquella confesión. El pequeño termino libre y con más caramelos de los que cualquiera hubiese esperado y fue hasta que la gente se había apartado que se acerco a él.
– Yo si creo en la magia y puedo comprenderte a la perfección – le sonrió, como quien se lleva con uno de los suyos – Yo tampoco había probado caramelos antes, fue hasta hace poco que pude probarlos – Y esa no era una mentira. La bruja apenas los había conocido semanas atrás, cuando Quinn le regalo una pequeña bolsa y otro mundo diferente se abrió pata ella. Se inclinó entonces un poco más y miro con curiosidad al niño – ¿Qué eres tu? – arrugo la nariz – No eres un brujo y tampoco eres un lobo, pero tu aura se parece a la de uno – ladeo el rostro con evidente confusión. Pese a que ya sabía bastante, aún le quedaba un mundo por descubrir.

por **Julius/Maximus Gaffigan** Mar Dic 30, 2014 9:41 pm

Max no podía creer que la hermosa mujer frente a él, jamás en toda su vida hubiese probado un solo caramelo. Eso era una injusticia. ¡Un trágico suceso! Él había comido el equivalente a, no sabía cuánto, pero sin duda habían sido muchos, muchísimos dulces. Su madre siempre le estaba diciendo que se le caerían los dientes un día de esos y él cada noche checaba que estuviesen todos. No es que le creyese, lo hacía solo por si acaso. Además, sabía que tenía que mudar los de leche, pero su tío no dejaba de molestarlo con que corría el riesgo de que éstos, simplemente, no creciesen. Por supuesto, había seguido comiendo golosinas. De todos los colores y sabores. Era adicto a ello. Robaba, compraba o sobornaba para obtener grandes dotes. Si el fin del mundo llegase, estaba preparado para sobrevivir a base de calorías. Sus enormes ojos azules grisáceos, se clavaron en el cabello pelirrojo de la joven por un largo rato. ¡Estaba impresionado! - ¿Quieres uno? – Murmuró enérgicamente, sin apartar la mirada. – Tengo muchos. – El aura de la desconocida no mentía. El pequeño la veía en su madre todos los días, lo que significaba que estaba ante una hechicera. “Recuerda, esa no es su verdadera apariencia. Todo mundo sabe que las brujas tienen verrugas.” La voz de Julius sonaba tan real, que por un momento pensó que no lo había escuchado en su mente, sino que estaba a su lado. Desvió la mirada solo un poco para buscar la de su tío. Éste le hacía señas para que corriera. Le pareció ver que gesticulaba “Sálvate.” Max entrecerró los ojos. ¿Podía creerle? Lo último que quería era ser su hazmerreír. “Las esconde, igual que tu madre. ¿Cómo crees que Sonnenschein atrapó a un galán como tu padre?” El pequeño puso los ojos en blanco. Era típico de Julius, hacerle cumplidos a su gemelo porque eso significaba que en realidad, eran para él.

No, se dijo. No correría. Era el Gran Max. Su pecho se infló cuando escuchó las últimas palabras de la bruja. Sí que parecía un lobo. Se lo decían siempre. En esa ocasión, fue a Julius quien le tocó poner los ojos en blanco. – Soy un cambiante. – Confesó, con una sonrisa radiante. – Como papá. – A pesar de que su madre era una hechicera, la sangre que había dominado había sido la sobrenatural. – Creo que me confundiste por eso. Él es el Alfa de nuestra manada. – ¿Pero qué tonterías estaba diciendo? Julius había tenido suficiente. Las aves no formaban manadas, sino bandadas y; lo que era más crucial, no tenían ningún maldito Alfa, solo un líder. Salió antes de que le rebelara su ubicación a la extraña. El elfo podía olvidar con facilidad que debían andarse con cuidado. Tenían una responsabilidad con los cambiantes que habían recuperado de las garras de los inquisidores. – ¿No habrás puesto alguna clase de hechizo sobre mi sobrino, verdad? – Hablaba con una verdad casi plausible. Era evidente, que aún no había terminado de molestar. – Porque todo parece indicar que haces muchas preguntas. – La mujer no había hecho ninguna. Al cambiante se le daba muy bien exagerar y tergiversar las cosas. – ¿Quién te mandó? ¿Quién eres? ¿Una inquisidora? – Su mano se había colocado sobre el hombro del infante, apretando suavemente. - ¿Nos estabas siguiendo? – A su lado, Max tragó sonoramente. Parecía querer desaparecer. – Contaré hasta tres y, si no me respondes, te tomaré como rehén. Tendrás mucho que decir a nuestra Organización. – Mentiras y más mentiras. Julius estaba a nada de partirse de la risa.

por **Autumn Aylier** Vie Ene 09, 2015 12:40 am

Se decía por las calles que la curiosidad mataba a los gatos, en su caso, mataba a las brujas. Aún así no podía evitar sentir cierta empatía por el pequeño de los dulces, lo que hacía que no quedara duda alguna respecto a que, sin importar cuantas veces ella tratara de volverse más fuerte y todo lo que pudiera lograr, en el fondo seguiría siendo la misma. Era apenas una bruja que comenzaba a vivir el mundo, experimentando todo cual chiquilla que justamente ve todo por vez primera, tal cual decía de los caramelos, muchas otras cosas habían sido experimentadas por Autumn como una primera vez y por eso se sentía tan empatica con aquel niño de aura curiosa. La sonrisa de la bruja se extendía por su rostro y sus ojos se enfocaban en el niño que era bastante lindo y entonces paso algo que no se esperaba, el pequeño le ofreció uno de sus caramelos.
– ¿Uno para mi? Pero seguro que cuando los pruebes y notes su sabor, todos esos que tienes no serán suficientes – de eso estaba convencida, porque para ella fue así – aunque Quinn dice que no se deben comer muchos caramelos porque después te dañan los dientes, pero no sé porque dice eso, si los caramelos son deliciosos y no creo que algo que haga felices a las personas pueda dañar los dientes – podía estar diciendo esas cosas, más en el fondo de su corazón aún infantil deseaba probar al menos una de aquellas delicias que fascinaron su paladar. Se encogió de hombros – Puedo tomar uno, pero cuando tenga oportunidad te lo pagare. Eso te lo prometo – y si de algo se podía estar seguro era que ella siempre trataba de cumplir sus promesas por más complicadas que fueran.

– ¿Cambiante? – arrugo la nariz sin dejar de mirar al niño aquel. Realmente no había visto a un cambiante nunca en su vida, así que esa era la primera vez que se topaba con alguien que viviera algo como ella y además, le otorgara una primera oportunidad de algo. La joven había leído de los cambiantes mientras estaba investigando algunas cosas con Aria, de hecho, pregunto a su compañera en investigaciones sobre ellos y claro, la otra le canto todo lo que pudo pero nada se comparaba a establecer un contacto directo con una criatura así – Ya veo, según lo que se ustedes se vuelven animales así que en cierta manera se deben parecer a los lobos – Los caramelos pasaban a segundo lugar, ahora su interés era descubrir tanto como le fuera posible del cambiante frente a quien se encontraba – ¿Tu papá es un Alfa? Eso debe ser muy importante, suena como algo así. Mi papá solo era un hombre normal y mi mamá una bruja – dijo eso en voz un poco más baja – por eso yo también soy una y… – estaba por decir su nombre al pequeño cuando una voz mucho más imponente se escucho cerca de ellos y sus ojos se desviaron hasta encontrar a un hombre que llegaba hasta donde se encontraban – Yo no he hecho nada – y era cierto, apenas descubría como hacer hechizos más complicados pero eso de ponérselos a alguien, aún le parecía imposible – únicamente sentí curiosidad por eso quería hablar con él – de algún modo sentía que aquel extraño que llegaba hasta ellos le atacaba y no podía culparle cuando los inquisidores o personas que trataban de dañar a otros se encontraban por todos lados – Nadie me mando. Mi nombre es Autumn y no soy ninguna persona de esas – el simple hecho de pensar en la inquisición le asustaba, no le gustaba para nada tener que mencionar siquiera esa palabra porque creía que eso era capaz de atraer a los que le dañarían.

Todo era una completa confusión en la que no deseaba estar metida, mucho menos cuando se hablaba de rehenes y una organización. Autumn tuvo suficiente cuando estuvo presa de la inquisición y no deseaba pasar por algo como aquello de nuevo, así que negó enérgicamente, con el corazón latiendo en su pecho de manera acelerada.
– Yo no estaba siguiendo a nadie, no he hecho nada malo. No quiero ser rehén otra vez – sus ojos iban del hombre al niño y en su mente la idea de formar una barrera de protección se convertía cada vez más en la mejor idea posible – Nunca lastimaría a nadie así que no diré nada de ustedes pero no quiero estar frente a ninguna organización – aquello podía ser una simple broma, una mentira inofensiva pero para ella era volver a un momento donde no deseaba estar más.

por **Julius/Maximus Gaffigan** Miér Ene 28, 2015 1:33 am

Se pasó la mano por el cabello para evitar rodar de la risa, pero aquello no fue necesario, Maximus le había dado un codazo en las costillas. ¡Pequeño diablillo! – La estás asustando, Kevin. – Su sobrino, solo estaba utilizando su primer nombre para molestarlo. “¿Y cómo demonios iba a saber yo que había sido rehén de los Inquisidores? ¡Debería llevar un rótulo pegado en la frente!” – Julius. – Agregó al mismo tiempo, ignorando la respuesta que le estaba dando el elfo a través de la telepatía. – Mi nombre es J-U-L-I-U-S. – Lo deletreó, solo por si a alguien le interesaba. Se veía muy orgulloso por ello. Por supuesto, solo bastaba saber que era analfabeta, para entender porque se le inflaba el pecho. – Y por increíble que parezca, te creo, pero es mi obligación llevar a los sospechosos con nuestro líder. Sin embargo, puedo hacer una excepción y dejarte sobornarme. – La sonrisa del cambiante era radiante, mientras que Max no dejaba de fruncir el ceño. A alguien iba a quedarle una arruga si seguía tomándose todo tan en serio. Intentó hurtar algunos caramelos como quien no quiere la cosa, pero el pequeño los alejó rápido de su alcance. – A la bruja de tu madre, no le importará si me compartes. – Le gruñó con sorna y, para la pelirroja, agregó en un susurro ‘Soy su tío favorito’, como si eso explicara todas las cosas. Incluso le guiñó un ojo, como si fuesen cómplices y no enemigos. – Y esa bruja, podría convertirte en un sapo si le robas. – Agregó el infante, demasiado jocoso para su gusto. – Es como tú, Autumn. Su aura brilla de la misma forma. – Vio con horror como Max cogía de la mano a la fémina para alejarse de él. ¿Pero qué se creían? ¿Qué podían dejarlo hablando solo?

– ¿Puedes hacer caer nieve? ¿O leer mi mente? ¿Es cierto que también pueden cambiar de forma y por eso ocultan sus verrugas? ¿Y por qué te atraparon los Inquisidores? ¿Hiciste algo malo? ¿Eres una bruja mala? – Si Julius ya se había mareado de escuchar a Maximus hacer una pregunta tras otra sin dejar que respondiera, no quería ni pensar en cómo se sentía ella. “Yo que tú, le preguntaba si come niños.” Aquello fue suficiente para que el elfo la soltara. A pesar de que su sobrino quería comportarse como un adulto, era apenas un crío. Las historias que le contaba para dormir, plagadas de monstruos, sí que hacían mella en su muy imaginativa mente. Julius, que los seguía un paso atrás, tarareaba. – Sí sabes que te está llevando con nuestro clan, ¿verdad? Tal vez quieras reconsiderar mi propuesta y pagar mi silencio. Estás comprando la inocencia de un diablito. Él solo está haciendo lo que su padre le hubiese pedido que hiciera, en caso de encontrarse con una de las de tu clase. Hace tiempo que no tenemos banquete de bruja. – Autumn no sabía en qué tipo de animales podían transformarse. Si seguía pensando que eran carnívoros, él no iba a desmentirlo. Pasaron por varios puestos, su nariz, traicionera, cogía cada suculento olor. Más allá, sabía, encontrarían las suaves nubes de algodón. Supo el instante en que Maximus lo percibió también; pues éste no tardó en darse la vuelta para ofrecerle de sus dulces. – ¿Ahora quieres compartir? – Enarcó una ceja, burlándose. – ¿Después de todo, no eran para tu madre que está enferma? Te ha pillado, elfo. –

por **Autumn Aylier** Mar Feb 03, 2015 10:44 pm

El interior de la bruja estaba lleno de temor, un temor que un inicio fue irracional, pero que desde que le atraparan los inquisidores se volvió completamente comprensible. Su mente le decía que si aquel hombre trataba de llevársela, debería huir, crear una barrera o hacer todo lo que estuviese a su alcance para evitar que algo de eso pasara. Aún con todo y eso, el pequeño de nombre Max le tranquilizo con sus palabras. Al menos uno de los dos no planeaba hacerle daño y por eso fue que la mirada de Autumn fue a buscar al pequeño. Le agradaba, enserio que si.
– Max y Julius – repitió para si misma, observando al tiempo a cada uno de ellos para de esa manera grabarse los nombres de ambos y no cometer errores si es que en el futuro los volvía a encontrar, pero el buen animo momentáneo se desvaneció cuando Julius volvió a hablarle. Se quedo pensando unos segundos, sabía que sobornar era malo pero existían ya algunas cosas que ella había dejado de lado así que sonrío – No soy sospechosa, pero ¿Cómo puedo sobornarte para que no me lleves con tu líder? No tengo nada que dar – Observo divertida como Max alejaba la bolsa de dulces de su “tío favorito” y pese a que él hacía referencia a la madre del pequeño como “la bruja” ella no comprendía del todo porque decía eso, al menos no hasta que el pequeño le tomo de la mano y ambos comenzaron a caminar de manera despreocupada, olvidando por completo la presencia de Julius unos instantes – ¿Tu mami es una bruja? ¡La mía también! – dijo emocionada para luego suspirar – Bueno, más bien lo era; pero mi madre era muy buena cuando estaba viva y seguro la tuya también lo es. Espero que se recupere pronto gracias a los dulces que le llevas. – sujetaba de manera firme su mano mientras se alejaban del puesto de dulces donde antes hubiera hecho su actuación Max.

Todas aquellas preguntas que le hacía el pequeño la llevaban a los extremos de las emociones. Algunas la hacían increíblemente feliz y otras traigan a su mente recuerdos que prefería no volver a tener en su mente.
– No puedo leer tu mente, pero puedo hacer caer nieve, que aparezcan mariposas y muchas otras cosas – hizo una pausa – aunque aún estoy aprendiendo, no soy muy buena con la magia – admitió y se inclino ligeramente hasta quedar más a altura del cambiante – Es que mamá no tuvo oportunidad de enseñarme muchas cosas y… – tragó saliva antes de continuar – No hice nada malo. Estaba escondida en los bosques y entonces aparecieron todos los inquisidores – su cuerpo se estremeció de solo recordar – Luego me atraparon y me llevaron a un lugar horrible donde dijeron que experimentarían conmigo – el solo hecho de recordar que había sido uno de los suyos quien tratara de usar su cuerpo por el conocimiento le hacía sentirse terrible.

Y en un instante la mano de Max le solo y ella se volvió a mirarlo confundida.
– Él no me lleva con tu líder – dijo con cierto grado de duda y miro al niño – ¿Verdad que no? – Los ojos de la bruja se abrieron de par en par y se alejo un paso de ambos – igual yo no voy a acompañarte a ningún lado y… no puedes obligarme… si tratas de hacerlo gritare y entonces tendrás que irte – dijo convencida de aquello, aunque realmente no pensaba llevar la atención sobre ella misma sabiendo que aquello podía atraer inquisidores. Se giró entonces y continuo el camino al lado de ellos, mientras no se alejara de las zonas conocidas todo estaría bien y hubiese seguido su camino tranquilamente si sus oídos no hubieran captado algo que le hizo girarse hasta mirarlos a ambos y entristecerse – ¿Vas a regalarle los dulces que eran para tu madre? ¿No esta enferma, verdad? – aquello era terrible, hasta un niño podía engañarla fácilmente – Me mentiste… – robar era una cosa, algo que ella había hecho también pero cuando se acercaba a alguien más, no mentía. La bruja fue sincera con él pequeño y él había continuado la mentira, no la saco de aquel terrible error que no hubiera herido tanto su corazón de saberla desde el instante en que le hablo. Sentía que sus ojos se llenaron de lágrimas que no caerían, solo se mantendrían ahí.

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